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El cuerpo que grita: Teorías y cá nones corporales en la

Literatura Iberoamericana Contemporá nea


César Andrés Caicedo Fuentes
candrescfs@gmail.com

Así, pues, la civilización es del todo irrealizable, la


barbarie es normal

Facundo.

Money es a la historia de la sexualidad lo que Hegel a


la historia de la filosofía y Einstein es a la concepción
del espacio-tiempo

Beatriz Preciado

La Biopolítica hoy en día ha dejado de ser un referente abstracto para el ejercicio artístico
y sus intereses, para convertirse por el contrario, en un punto de encuentro de los
discursos que buscan indagar sobre la conformación y mutación simbólica del cuerpo. La
siguiente propuesta entonces, desea preguntarse por el papel de los postulados
biopolíticos frente al cuerpo principalmente en la literatura iberoamericana
contemporánea. Inicialmente, esta propuesta integra la visión del cuerpo y la búsqueda de
la libertad de Reinaldo Arenas en El color del verano, así como lo liminal de las nuevas
corporalidades en la novela-ensayo Testo Yonqui de Beatriz Preciado.

Los postulados biopolíticos nacen en primer lugar, como una necesidad del estado por
abandonar los enfoques tradicionales de modelo jurídico-político de control, para priorizar
los modos concretos en que la estructura del poder penetra el cuerpo en sí mismo.
(Agamben, 1995) De acuerdo a Pedraza, lo biopolítico está dado por la relación que se
genera ente el cuerpo-estado en tanto esta relación se organiza alrededor de una
convicción compartida entre el ciudadano y el establecimiento político del estado. (2004).

La vida será esta convicción, esta visión conjunta frente a la cuál empezará a actuar un
régimen de representación que buscará regular, disciplinar el cuerpo para los fines
conjuntos del individuo en comunidad. El estado es la civilización y como tal implementará
acciones concretas en lo tecnológico, lo representativo y lo simbólico frente a esta
premisa por la vida. (2004)
En el caso de América Latina sin embargo, esta convicción conjunta de la que nos habla
Pedraza esta mediada por una historia estrechamente ligada a la tradición hispana y el
catolicismo. De esta forma, la figura del Estado-Civilización se encarga de la búsqueda de
los imaginarios morales de preservación, y en tiempos más modernos, de restauración de
los valores morales frente a los cuales se ha estructurado.

El cuerpo comunal

El cuerpo, pasa entonces a integrarse a las políticas de consumo de la sociedad actual. La


vida-Objeto y sus fenómenos característicos como el nacimiento, la sexualidad y la muerte
estarán integrados por este sistema de representación moral. En este escenario no hay
espacio para el cuerpo otro, para el cuerpo que no está moldeado bajo las ópticas de
control y potenciación capital del cuerpo. “La civilización lucha contra la barbarie: cuerpos
ineficientes, torpes, antiestéticos e inmunes a la belleza” (2004). El cuerpo está medido por
su Potentia gaudendi, es decir, por la manera en que es capaz de producir placer para el
beneficio del capital económico. (Foucault, 1996)

En el relato de Beatríz Preciadoi, el cuerpo es el campo de batalla, es el caballo de troya de


la industria contemporánea para la modulación política de su estructura. No solo la
reproducción o los ritos mortuorios forman parte del nuevo capital; además de esto la
estética, las políticas públicas, el discurso aséptico, la higiene, el código gramatical de la
urbanidad, el comportamiento ético del ciudadano. En resumen, todo lo que pueda
contraponerse a el virtuosismo católico de la herencia hispana en el caso latinoamericano.
(2004). “Mujercitas (…), la codeína, el cuidado el cabello, la moda, decir sí cuando quieres
decir no, la anorexia, el secreto de saber que quien te gusta realmente es tu amiga, el
miedo a envejecer, la necesidad constante de estar a dieta, el imperativo de la belleza, la
cleptomanía, la compasión, la cocina, la sensualidad desesperada de Marilyn Monroe, la
manicura, no hacer ruido al pasar, no hacer ruido al comer, no hacer ruido” (2008, 91)

El ejercicio literario de Preciado va de la mano no solamente de lo meramente ficcional.


Para su novela-ensayo la autora se inyecta 250 ml de testosterona por semana en un
esfuerzo último por liberarse de su propia construcción social como mujer. Es el grito por
autoformar la subjetivación del cuerpo, es el terrorismo en su más auténtica e íntima
expresión. “No tomo testosterona para convertirme en hombre, ni siquiera para
transexualizar mi cuerpo, simplemente para traicionar lo que la sociedad ha querido hacer
de mí, para escribir, para follar (…), para vengar tu muerte” (2008, 45)

Preciado además nos invita con su ejercicio literario a cuestionar nuestra propia
construcción como individuos. El género mismo, aquello que posiblemente nos pueda
determinar de la manera más concreta es puesto en jaque durante toda la narración. Es la
invitación a derrumbar la casa de las muñecas, a lanzar por ventana la baraja de naipes
sobre la que seguros seguimos construyendo niveles. “La certeza de ser hombre o mujer
es una ficción somaticopolítica producida por un conjunto de tecnologías de
domesticación del cuerpo, por un conjunto de técnicas farmacológicas y audiovisuales que
fijan y delimitan nuestras potencialidades” (2008, 89). Preciado nos lleva de viaje con ella
a través del intrincado universo de las hormonas, el sexo, el punk del ritmo de las mega
ciudades. La vemos ponerse un dildo con el cuál se dispone a penetrar todo, a todos.

La barbarie será entonces el catalizador de la antítesis del cuerpo y del hombre deseado
para el ejercicio de la comunidad. Las referencias de esta tradición civilizadora son
rastreables en la literatura latinoamericana del siglo XIX, con Facundo (….) como principal
exponente de la lucha civilización-barbarie, razón-naturaleza, hombre-elementos otros. La
lucha del hombre será la lucha por la dominación de ese otro ajeno, desbordado, el otro
que debe ser disciplinado y censurado.

El cuerpo que grita

La intención de formular este proyecto tiene como fin exaltar y celebrar la diversidad en
su expresión más auténtica. Exaltar en primer lugar a dos autores/as que se dan al
ejercicio literario con la valentía y el coraje de quién solo puede hallar en sí mismo la
necesidad de gritar; de gritarle al mundo la canallada de lograr deformarnos bajo
discursos de producción y optimización que nos alejan cada vez más del sentido de
hermandad y amistad que debería unirnos. Gritarle igualmente a esa construcción interna
que llevamos y que todo el tiempo nos amenaza con no seguir la senda desviada, el
camino de los rechazados.
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Beatriz Preciado es una activista y teórica

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