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Una historia vívida

Autor: Christian Kosniowski Meléndez.


Matricula: 18916897
Personajes:
− Hermano 1: Eulalio
− Hermano 2: Sebastián
− Madre de ambos
− Familiares
− Amigos
i) Óscar
ii) Ariadna
iii) Armando
Dedicado al profesor Javier Treviño
A: 16 de junio de 2020.
Acto 1
(Se encuentran dos niños corriendo por la sala. En el comedor contiguo su
madre les pide silencio mientras revuelve el mole verde en el cacerol. Ellos se
detienen, cansados de tanto correr y se pelean por ver quién ha sido el
ganador en su carrera.)
EULALIO: Eres un debilucho. ¡Mírate! No más si pudiste correr hasta la
mesa. Ni a alcanzarme a la puerta llegas. Palurdo.
SEBASTIÁN: Sólo porque tú me empujaste, tramposo.
(La madre interviene en la pelea de los dos chicuelos, que había llegado hasta
los golpes. Incluso, uno de los hermanos: el mayor, había tomado una piedra
con la intención de lanzarla. ¡A tanto había llegado ya su orgullo!)
MADRE: A ver ustedes dos: ¡Basta ya!
(La madre los separa y quita de un coscorrón la piedra del hermano mayor.)
MADRE: ¿Y tú qué carajos pensabas hacer con esto? No. Se me sientan
en la mesa los dos.
(Se frota el tabique de la nariz para sonarse la frustración, y lleva a los dos
hermanos peleoneros de las orejas a la mesa.)
Eulalio: Ya pues… ¡Chillón!
Claudio: (Hacia la madre) Yo no quiero comer con él.
(La madre les sirve en visaje conciliador los platos).
Claudio: Bueno, está bien. Pero a mí me serviste el más grande,
¿verdad, amá?
La madre: La misma porción para los dos. Una madre nunca escoge en
su corazón a un favorito. A los dos los quiero igual.
(Se sienta a la mesa y todos comen.)
Acto ll
[10 años más tarde, la madre se encuentra en un hospital, moribundo.
El hermano mayor la sostiene con una mano, y, extrañamente, no solloza.
Sólo murmura para sí mismo, apoplejado por vez primera, por la certera e
ineludible inexorabilidad de la muerte.]
Claudio: Quería verla con salud, madre, eso era todo. (Dice mientras se
limpia una lagrimilla con un pañuelo.) Que esto hubiera sido un sueño, uno
malo, de esos que te asaltan muy hondo al dormir y por más que intentas
despertar no puedes contra ellos, hasta que al final suena el despertador.
Pero aquí no hay despertadores madre. Y yo… (Ahora toma la mano de la
madre, en gesto de desesperación.) Yo quisiera ver uno aquí mismo.
[Entra por la puerta un familiar suyo, que lo interrumpe mientras él
trataba de tomarle el pulso, pues la había visto exhalar. Sabe que ha llegado
el momento decisivo, pero se niega a aceptarlo. El pariente tiene que forzarlo
a salir de la sala.]
Familiar: Va a estar bien (le dice, en tono en absoluto conciliador.
Miente a sí mismo y al chico que lo acompaña y lo entiende todo. Mentiras
piadosas, les dicen. Pero más bien son mentiras que matan.)
Acto lll
[Cinco años más tarde]
(El chico, ahora ya mayor, se reúne con sus amigos para despejarse del luto y
discutir el consabido problema de la herencia, que a él, como primogénito le
concierne según sacrosantas e inveteradas leyes.)
Oscar: Yyyy, ¿cómo le vas a hacer para aprovechar tu tiempo
desocupado? (pregunta Óscar, compañero de bachiller, con cierto tono
doloso en su voz.
Armando: Porque, pues tú ya sabes… (dice un joven de camisa guanga,
gorra y pantalones rayados.) después de eso tienes mucho tiempo a solas
para… (Hace un gesto con la mano en seña de que le complete la frase, pero
Claudio no lo hace.) hacerte cargo de las ganancias. Tú sabes, hablando de las
posesiones de tu madre, alguien tiene que manejar eso. (Dice y cruza las
piernas.)
Adriadna (intercalándose vivamente en la conversación): ¡Tú podrías
sacar provecho de eso!
Claudio, (para sí mismo): Por qué es que me aconsejan estas cosas. Ni
siquiera reparan en el luto que el fallecimiento de mi madre produjo para mí.
No lo han vivido, realmente que no lo han vivido por ellos mismos. Por eso no
saben qué es lo que significa. Por eso, sólo les importa una cosa…
Claudio (hacia los demás): Y bueno. Ya siendo sinceros, ¿qué me
proponen ustedes?
Armando: Pues que te hagas dueño de tus posesiones, eso y nada más.
Óscar: No lo pongas así. Mira, así está la situación. La muerte de tu
madre fue muy dolorosa, lo sabemos. Pero, vela del lado bueno. Tú podrías
armarte una fortuna con ella.
(¡Verla del lado bueno!, vaya que no me entienden. ¿Qué lados puede haber
buenos en un circulo cuyas todas líneas conducen al mismo lugar?)
Óscar [que no oye sus alegatos]: ¿dijiste que tenía como tres caseríos,
no es cierto?
Claudio: Bueno sí, pero, mira… Ese no es el problema. ¡Calla!... Por
favor, y escucha. Yo quiero arreglar las cosas, poner en orden todo el
chiquerío que me dejaron mis padres y mi familia, pero, para hacerlo, tengo
que reunirme con ellos, platicarlo: ya lo saben. Ellos son mi familia. Y como
familia tenemos que resolverlo.
(Se levanta del sillón, con un gesto entusiasmado, y se retira con ese mismo
aire de la habitación.)
ACTO IV
[Claudio, mudado de ropas sale de la habitación de su casa, airoso. Ha
triunfado otro día y otro sueño de pesadillas. Camina, sin embargo,
temeroso, por sobre la cueva bizantina, llena de sombras y trampillas, hacia
una estantería donde se guardan las fotos de él y muchos otros miembros de
la familia.
Toma una de ellas. Tiene una de su madre en un portarretratos. La mira,
sonríe y se levanta el telón.]
ACTO V
Continuará…

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