Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Taller 2 Filo y Arte
Taller 2 Filo y Arte
1
apreciación del arte se da a partir de una reflexividad que abre una disposición sensible, no se da
una negación de emociones como el temor o la compasión.
El autor no se queda en desarrollar su postura desde el régimen de la representación. Cuando
pensamos en el arte como respuesta para reconstruir vidas y tejidos sociales, nos vemos en la
necesidad de transitar del régimen de la representación a la mirada estética. Arango presupone que,
en el régimen de la representación, hay una subordinación de la sentimentalidad ante la racionalidad.
Debido a esto, el cambio de paradigma implica abrir la puerta a la sentimentalidad como valor
político. La apreciación artística, vista desde la mirada estética, nos confronta con lo indefinido y
es este ejercicio el que nos permite desarrollar una sensibilidad al campo de posibilidad. Esta
interpretación, que nos recuerda a los planteamientos de Schiller, formula la educación estética
como un espacio donde se da una actitud reflexiva en la que el arte genera campos donde se une
lo posible y lo imposible, desde este campo de posibilidades se genera una distancia de la realidad
en la que se está sujeto. Se habilita, entonces, una reflexión que permite el diálogo entre la
concepción regional y la sensible y es esto lo que genera una experiencia estética que permite la
reconstrucción de la sociedad.
Siguiendo con este aspecto educativo del arte, Arango retoma la visión de Rorty que propone una
educación literaria que permita educar las emociones y posibilitar el progreso moral. Ya hemos
dejado establecido el poder performativo que se le concede al arte basándonos en ambos
acercamientos: representacional y estético, en esta columna se está apuntando a un diálogo entre
ambos regímenes, otorgándole al arte una fuerza catártica que se trae desde el modelo de la
representación en el cual se busca narrar los acontecimientos del conflicto desde los rostros de sus
combatientes y víctimas que disponen al espectador desde el ejercicio de la identificación. Pero,
este poder del arte va más allá de los alcances de la representación, la experiencia estética a la que
se apunta permite establecer, también, una distancia en la que se logra un ejercicio reflexivo que
genera una libertad en el espectador y lo predispone a esta liberación.
Sin embargo, esta noción de educación que se retoma de Rorty está suponiendo una exigencia de
instrucción artística que debe ser impartida rigurosamente. Esto podría llegar a suponer una
intervención del estado para la implementación de dinámicas educativas que promuevan la
sensibilidad artística. Para Schiller no se puede llegar a la libertad desde procesos de imposición y
partiendo de este presupuesto. Si la educación estética se genera desde el poder estatal, perdería su
poder de liberación y no daría paso a una disposición artística que potencie el poder performativo
de la obra de arte. Así bien, esta educación estética no se debe imponer con rigurosidad, como un
deber ser, sino que debe surgir como una actitud potencializadora que dé cabida al deber ser y el
querer ser.
2
No obstante, el autor manifiesta de manera enfática la necesidad de un cambio en el método y en
las actitudes. Este cambio implica también dejar de pensar que las acciones, transformaciones,
políticas sólo se generan desde la unidad estatal que desde el poder vertical imparte los límites de
lo legítimo y lo ilegítimo, de lo que se debe o no hacer. El estado es tomado aquí como una máxima
autoridad que responde a la objetividad ya establecida. Como bien lo dice Schiller, el estado debería
basarse en una legalidad que se sumiera a las subjetividades de cada individuo, como un reflejo del
querer ser (placer) de cada individuo y una normatividad que desarrolle y no reprima a estas
singularidades. Las acciones singulares y desprendidas son las que permiten superar temores y
prevenciones arraigados de manera colectiva. El arte potencializa la sensibilidad y la pone en juego
con la razón para generar desde estas singularidades transformaciones socio-políticas que
intervengan de manera subjetiva. Aquí es oportuno resaltar que en esta transición la memoria se
establece como un papel fundamental, ya que esta es la que permite desde la singularidad generar
historia, reivindicación y reconocimiento, a través de prácticas artísticas que logren perpetuar el
espíritu y disponer al espectador a una experiencia estética que posibilite una libertad de reflexión.
Por último, este juego que se establece entre razón y sensibilidad, entre un deber ser y un querer
ser se da en un campo artístico que no está yuxtaponiendo una encima de la otra, sino que hace
una ruptura en todas estas dicotomías. Rodolfo Arango está poniendo en un diálogo constante
todas estas dualidades para que desde este acercamiento estético del arte se pueda reconocer al otro
desde su otredad. En el marco artístico, la obra de arte es un campo en donde a partir del
distanciamiento se da una visión que posibilita e invita a la reflexión sin importar el bando en el
que me encuentro o mi posición frente al conflicto. Al enfrentarnos con una obra de arte el margen
de posibilidad se expande y se tiene un acercamiento al otro sin sobreponerme a él, el camino se
lleva desde la motivación de la sensibilidad estética a una reflexión más empática (compasiva) que
potencie la confianza en el otro.