Está en la página 1de 120

Abraham

Por

Jorge Eduardo Ayres Mangas


PROLOGO

No sé qué le pasa a los estadounidenses en su concepto de democracia. He

sido un permanente seguidor de la vida de ese país aunque sé que les importo

un pepino ya que a cualquier persona más allá de las fronteras con México los

consideran como sub humanos.

Y digo no sé qué pasa con ellos porque siendo un país líder en lo que

definen como democracia, su más inspirador líder presidencial después de

George Washington y Thomas Jefferson, agreden la vida de Abraham Lincoln

desarrollando películas de vampiros con la presencia de Lincoln como


protagonista de esas horrendas historias.

Me avergüenza lo que está pasando en líneas generales pues da la sensación

que no tienen un panorama de morales y valores sociales que promover sino

más bien aportan mayoritariamente más basura y violencia en las películas y


libros devorados por una civilización ansiosa de emociones nuevas y pérdida

de aquellos valores que tanto costó conquistar en el tiempo.

He querido honrar la memoria de esa nación poderosa y siempre señera


para occidente, no así para oriente donde ha sido más un clavo que una

oportunidad.

Y mi aporte es entregando un mensaje de quien fue un libertador social.


Abraham Lincoln ha sido y es el más grande héroe que país alguno ha soñado.

Su estatura moral y social, su estatura como presidente, sólo puede encontrar


un parangón en un Mahatma Gandhi, en un Nelson Mandela, y en un punto de

vista religioso, en un Jesús, nuestro Rey de Reyes.

El mundo cree que la vida de sus próceres termina cuando dejan sus

mortajas en el suelo patrio. Eso no es así. Al igual que los más grandes
músicos que inspiran obras increíbles a muy temprana edad, esas vidas no son

espontáneas en sus virtudes ni se pierden con las mortajas de lo que eran

físicamente. Vuelven una y otra vez porque son parte de la construcción moral,
social y religiosa de toda sociedad humana. Nadie vive una vez, sino infinitas

veces. Nadie adquiere una virtud en un arte hoy para terminar inconcluso con

sus obras al dejar su cuerpo cansado enfermo. Todos regresan. Es muy señero

lo de Abraham Lincoln pues considero que los Maestros Espirituales que ha

delegado Jesús en la misión de educarnos a los porfiados terrestres que no

queremos aceptar lo evidente, a pesar de la contundente demostración de

hechos a los cuales en forma brillante pasamos a definir como “

coincidencias”, no queremos adquirir el espíritu oriental por el afán

exclusivista del estadounidense de denostar todo aquello que nos enseña a

respetar las vidas por que deberemos en el mañana responder nosotros mismos
del ayer.

La sociedad demócrata tiene como sinónimo el consumismo y con ello el


inmediatismo. Todo es para hoy, nada para mañana, porque el mañana no

existe. A pesar de revisar las palabras de grandes pensadores de nuestro


pasado que nos dicen claramente de la existencia de otras vidas y que el

consumismo que nos ordena ser impacientes no nos permite creer en el


mañana nuestro en otro tiempo y con otras formas físicas, las rechazamos

porque ello no se acopla al lema consumista de adquirir hoy, gastar hoy,


porque no hay mañana. Ser irresponsable, ladrón, sinvergüenza, violar leyes
cristianas, porque ya no se cree abierta y destacadamente desvergonzadamente

en ninguna manifestación de Dios y por lo tanto es imposible creer en la


Reencarnación porque ello es propio de países sumergidos en la pobreza y el

subdesarrollo. El consumismo no acepta tal disparate de retorno de vidas.

Sin embargo, es real y Abraham Lincoln lo es.

Para mí es muy poderoso que él haya llevado el nombre de Abraham, del

hebreo indica ser “padre de una multitud de gentes”. No creo en la casualidad.

No digo que él haya sido el mismo Abraham que ha vuelto pero sí que digo

que Dios no hace las cosas porque sí, ni permite que tales manifestaciones de

vida sean fortuitas. Creo que es un mensaje potente, increíblemente emotivo el

que el más grande hombre de Estados Unidos de Norteamérica llevara el

nombre del patriarca principal de los hebreos que buscarían la Tierra


Prometida, tal como el anhelo de este nuevo Abraham considerado el patriarca

de la nación del norte y fundador de la libertad, pues al abolir la esclavitud el

país adquiriría una dimensión inconcebible para todos.

Su presencia no podría ser una ráfaga. Él, así como muchos otros que no
vemos que han retornado, vuelven para continuar con las labores que han

elegido y que Dios concede y no trunca para siempre como creemos nosotros.

CAPÍTULO PRIMERO

LOS RECUERDOS

Las noches eran un tormento. Aquello que no deseaba soñar le llegaba

como un intruso que no podía eludir. Era como un ladrón que siempre llegaba

enmascarado y se dedicaba a remecer su mente a su regalado gusto robándole

el merecido descanso de un día agitado.

Abraham odiaba acostarse por muy cansado que estuviera. Sabía lo que le

venía. Era algo que no lograba comprender por más que lo intentara. ¿Por qué

soñaba con esos lugares remotos? ¿Por qué precisamente soñaba con África,

aquella lejana y exótica tierra salvaje de gente soberbia y magnífica que había

saboreado la crueldad de la esclavitud el destierro forzoso? ¿Acaso era porque

había nacido de una familia muy modesta por no decir pobre con un entorno

de esclavitud vergonzosa a la cual, siendo hombre de raza blanca, se oponía y


le causaba repugnancia y por ello soñaba con ese mundo desde muy niño?

Lo cierto era que odiaba dormir pero a la vez anhelaba llegar al sueño. ..Era

contradictorio, sí claro que lo era. Casi como si tuviera una esposa invisible
en su mente que anhelaba y odiaba todas las noches. Y no era que no tuviera

una esposa en la vida real. Sí, sí la tenía y dormía con ella. Y ambos
disfrutaban de la buena vida marital. Así que no eran fantasmas de su pasado

como Abraham niño que no recordara su niñez de pobrezas y su vida de


esfuerzos para llegar a tener educación, la que siempre fuera incompleta en

aquellos lugares pero que a fuerza de porfía logró titularse de abogado y


ejercer en Illinois.

Recordaba como algo lejano pero que lo llenaba de orgullo el haber

trabajado en la construcción de la línea del ferrocarril en Nueva Salem, ahí

Illinois, para después trabajar en una tienda y, lo que más lo enorgullecía


porque afirmó aún más sus brazos y piernas, era haber trabajado como leñador.

Recordaba con vergüenza el haber combatido junto a su ejército contra los

nativos pieles rojas, y pensaba así porque los consideraba tan humillados y
maltratados como a los esclavos. Los pieles rojas eran dueños de esas vírgenes

tierras de extranjeros para ser despojados con una crueldad pocas veces vista

en esa América del Norte por seres que presumían de civilización y

exportaban un salvajismo criminal al que tuvo que renunciar.

Lo que lo marcaba, eso sí, era su amado Sur, donde él había nacido, en

medio del caldo de cultivo de la esclavitud más desvergonzada que se


conociera jamás.

No, no era su pasado el que lo marcaba sino lo que había visto con sus

propios ojos desde niño. Reía al mirarse en el espejo de su armario del

dormitorio matrimonial. Ahí estaban las huellas de las estrecheces de vida.


Ahí su cuerpo delgado, alto como un poste, no dejaba dudas que su vida había

sido más de negaciones que de satisfacciones. Tal vez ello lo había impulsado
a ser tesonero. No sabía de dónde de lo más íntimo de su ser había rescatado
esas fuerzas serenas que lo habían llevado a sobreponerse a la rebeldía que

otros tomaban como camino a sus frustraciones ahogando con el alcohol las
debilidades de sus mentes.

No quería ser otro del montón. Deseaba ser más y lo había logrado. Había
conquistado a su mujer, Mary, quien le había concedido cuatro hijos,

falleciendo uno de sus hijos, sumiéndolo en un dolor profundo. El destino le

daba golpes que creía nunca superar pues también le había arrebatado a su
hijo, William.

Le debía a su esposa Mary su estabilidad emocional. Mágicamente, como si

de un bálsamo espiritual se tratara sobre su persona, Abraham dejó atrás su

inestable y a veces colérica personalidad para convertirse en un varón más


sereno pero no menos decidido a la hora de tomar determinados rumbos en su

vida.

Lo que nunca contaba a sus seres más queridos ni siquiera a sus confidentes

directos, era que recordaba con gratitud su vida en la granja de sus padres allá

en las cercanías de Hodgenville, Kentucky, y sus rompientes cambios de lugar

pero no menos alegres en su vida a esos infantiles años de residencia en


Indiana, donde progresarían sus padres, Thomas y Nancy, ambos fervientes

practicantes de la iglesia bautista, y a pesar de la influencia religiosa de sus

padres, sentía un rechazo a las imposiciones religiosas. No era por no ser


creyente, sino que gustaba de tener un pensamiento independiente y también

rupturista con el establishment.

Ironizaba que sería el formador de una nueva humanidad, pues creía que su
nombre no era un mero capricho de sus padres sino una premonición de vida.
Lo único que no concordaba con el mensaje de aquel Abraham histórico de

“La Biblia”, era que en tanto aquel estaba casado con Sara, el actual Abraham
lo era con Mary.

Sus lágrimas no eran infundadas en esa soledad espiritual de su alma


convulsionada por el dolor de la pérdida de sus hijos. En la adultez, como una

reverencia hacia el Abraham bíblico, se dejó la barba, pues quería ser como

aquel patriarca de una humanidad cuyo camino aún no concluía y estaba lleno
de obstáculos provocados por las diferencias sociales y raciales que a él le

incomodaban. Algo de vanidad escondida lo obligaba a tener esa barba para

disimular la ausencia de mentón la que hacía abultar con esa barba bien

cuidada que sería su característica de por vida.

Tal vez la temprana muerte de su madre, a los 34 años, a quien se le parecía

en extremo tanto por la espigada estatura como por su delgadez pronunciada y

esos brazos largos y desproporcionados, había acentuado su sensibilidad

emocional y prodigaba a sus hijos un afecto profundo a pesar de ser un

hombre con demasiada actividad y ser más ausente que presente en su hogar.

Perder a sus dos hijos menores quienes eran muy parecidos a él a los 3
años, tal como se atormentaba recordándolo y remordiéndose cada vez por no

haberle dedicado su tiempo a William, se llevó tiempo después a los 11 años el

siguiente, Edward, y su tercer hijo, Thomas, que también se parecía mucho a


él aventuraba tristemente que moriría tempranamente. Su hijo mayor, Robert,

adivinaba sería un sobreviviente a algún extraño enigma de sus organismos


que habían heredado de la abuela. Robert era el único que se parecía
marcadamente a su abuelo, de estructura robusta y armónica en su forma

proporcionada de brazos y piernas y de tórax ancho exultando salud. Él mismo


no sabía por qué él, Abraham, aún sobrevivía tanto. Sentía los achaques en su

cuerpo y los sufría estoicamente. Creía que moriría aún en plenitud de sus
capacidades, pero no por algo trágico sino porque sentía su cuerpo minado por

algo extraño que a menudo lo sumía en estados negativos emocionales que


odiaba pero no podía controlar hasta que pasaba esa negra nube y volvía ser el
hombre activo y vital que todos conocían.

Un pasado lejano, no sabía si era suyo propio o de una alucinación, aquello

que lo atormentaba con tanta claridad en las noches. Era un secreto suyo. Esos
sueños que no recordaba de cuándo los tenía, sí de niño, pero que ahora

tomaban una solidez tal que lo atormentaba. Cuando niño era como una

fantasía más, pero ahora, siendo un adulto que no debiera dejarse llevar por
pensamientos de tormento, lo ahogaba y lo angustiaba sin comprender qué

relación podía tener tal sueño con su persona.

En sueños veía a un hombre alto, flaco, de raza negra, que era jefe de una

tribu en algún lugar, que cuando despertaba pensaba que podría ser África.

Veía a su esposa, o así le semejaba al abrazarla y acariciarla en sueños y ver la

prole que lo secundaba. Destacaba su esposa por ser hermosa, de grandes ojos
que resaltaban aún más en su piel de ébano.

Otra noche soñaba que unos bárbaros armados, al parecer mercaderes de

raza blanca, invadían su tribu, mataban a diestra y siniestra, y lo secuestraban

a él junto con todos aquellos varones que se veían sanos y vigorosos, dejando
atrás el llanto y el dolor de sus seres queridos siendo amarrados con cadenas

en los barcos que cruzaban en largas travesías a otras tierras desconocidas.

Otra noche veía a aquel jefe de raza negra ahogado en lágrimas recordando
a su mujer y sus hijos, a su tierra, a su pueblo, mientras insensible a todo,
recibía en su espalda latigazos, tan vívidos todos ellos que despertaba gritando

de dolor como si el mismo Abraham estuviera siendo azotado.

En un idioma extraño en todos sus sueños desde su más temprana edad


murmuraba:

¡Adiós a mi tierra amada, a su Sol espléndido! ¡Adiós a los rinocerontes,

elefantes e hipopótamos, a las garzas y pelícanos, adiós a mis amados

baobabs! Adiós a mis leones y la risa de mis hienas! ¡Nunca más las veré!
¡Adiós esposa mía, hijos, pueblo mío!

¡Me han despojado del corazón y me han quitado la vida y aún camino, aún

respiro un aire que no conozco y que me asfixia y no me mata. Adiós a las

aguas del Gambia, el río de mis antepasados!

Mary lo remecía para despertarlo todas las veces que era necesario y le

daba de beber una limonada que siempre disponía en su mesa de velador ante

las persistentes pesadillas de su esposo.

Era patético verlo vestido en su largo pijama cubierto de sudor, limpiándose

el rostro como si hubiera estado a pleno sol, aliviado de saber que sólo era una

pesadilla y abrazaba a su esposa con tal desesperación que daba la sensación

que la había perdido en sus palabras extrañas y sin sentido aparente:

-¡Oh, Mary, estás aquí, estás aquí!

-Sí, querido, ¿dónde más?- preguntaba ella sorprendida una vez más ante

sus manifestaciones que no tenían asidero alguno a sus afiatadas vidas como
esposos.

Día tras día, mientras en Estados Unidos el comercio era cada vez más
sólido con Europa, en su hogar se fraguaba un tormento al que no encontraba

terapia alguna. Sólo el trabajo incesante y su tenacidad a toda prueba, aquel


que le había permitido vencer a quien lo había vencido como candidato a
senador, Stephen A. Douglas, ahora era él el ganador del más alto cargo de su

país.

Sí, recordaba con no poca emoción aquel año de1860 cuando asumió como

Presidente de los Estados Unidos de América, catorce años después


exactamente de haber sido elegido congresista. En la política las bromas

respecto a su condición de ser zurdo eran permanentes, pues se burlaban de él

señalándolo como un “presidente siniestro”, ante lo cual no podía responder


porque en esencia era zurdo y la palabra siniestro no era otra cosa que señalar

a un zurdo. Por eso mantenía cierta distancia de las religiones pues veía que

ellas eran las que santificaban al que escribía con la mano derecha y

demonizaban al zurdo como era él. No sabía que eso era pecado ni menos

podía entender la mofa hacia los zurdos, tal vez porque ello lo llevaba en

forma muy subterránea a simpatizar con los esclavos, a pesar de la sociedad

que lo caricatucarizaba como pro esclavismo debido a sus intentos de sacarlos

del país que los torturaba y los mataba tempranamente.

Eso le dolía más que nada. No era un ser perfecto, no sabía de qué otra
forma cambiar la actitud del Sur. Hiciera lo que hiciera sería condenado por

actuar a favor de los esclavos de raza negra.

Vislumbraba que su país estallaría en algo peor si no lograba expatriarlos a


los humillados esclavos. A sí mismo no se podía engañar. Se miraba y por
momentos se sentía casi patético en su rostro y su larguirucho cuerpo dándose

cuenta que no era un ser poderoso sino un guiñapo largo con lentes por
coronación de su nariz.

Sí, porque Abraham se miraba al espejo su rostro de amplia frente, de largo


cabello negro y su abundante barba, y se preguntaba si sobreviviría a todo lo

vivido si ya un intento de asesinato había fracasado.

Tal vez, se preguntaba a sí mismo-, era su conciencia que le remecía su

alma y esas pesadillas no eran más que un símbolo de su propia existencia


actual. Sí, sin intentar ser muy perspicaz, pensaba que su primer amor

platónico por Ann Rutledge, cuando estaba casado con Mary Todd y Ann

había muerto por una epidemia de tifus mucho tiempo atrás, pero aún así la
siguió amando en el tiempo como algo limpio y puro como jamás había

soñado y que no mancillaba para nada el gran amor por su esposa Mary,

porque eran dos cosas distintas. Un primer amor de jovencito y otro de

persona con la cual se desea construir un mañana. Había convertido aquel

amor en algo idílico y superior. Le dolía ello, pues recordaba que se casó con

Mary en 1842 y Ann había fallecido siete años antes lo que lo había sumido en

una depresión incontrolable, pues su vida se había basado en ideales y no en

realidades. Ann, comprendió con el tiempo, era algo bonito, algo que

agradecía pero dolía porque la muerte había sido injusta al llevársela a aquella

prístina muchacha en la promisoria vida que le esperaba. Sólo el amor


naciente por su esposa Mary podría aliviar aquel primer gran amor de su vida.

Los hijos darían otro tanto de alivio, y la muerte de uno de sus hijos lo harían
relegar a un lugar de su mente aquel amor frustrado. Recordaba que había

publicado en 1838 unos poemas dedicados a Ann y que él reconoció y no


negó. ¡Qué pena le daba que Ann no hubiera estado viva para verlo a él como
un flamante congresista aquel año memorable de 1846!

Tal vez ese recuerdo de su pasado le reflejaba a un Lincoln de raza negra,

pero no por la raza… sino porque simbolizaba que su alma aún seguía de luto
total. Era algo incomprensible que traspasara todos los análisis que se pudieran
realizar de su persona. Algunos podrían pensar que era por la dura infancia

vivida o por la incierta juventud, pero todos los jóvenes de la época pasaban
por lo mismo. No. Nadie sabía que era porque en su alma recuerdos de un

pasado angustiante laceraban la piel de su alma escondida. Ese sueño, no lo

confundía, tenía bien claro que era por esas imágenes dolorosas e

incomprensibles por momentos de vivencias que creía de personas ajenas pero


que debía reconocer eran de su propia existencia, remota, de algún lugar

desconocido para él a ratos le dejaba como aviso o enseñanza que debía

olvidar aquel amor puro que recordaba de esa Ann ya desaparecida pues sólo

lograría alejarlo de su familia que no podían descifrar tanta melancolía en su

forma de ser. Tal vez era eso lo que deseaba decirle noche tras noche aquel

sueño recurrente. Tal vez trataba aquel dormir incierto de advertirle que no

podía dejar atrás el pasado de otro tiempo como dejaba de lado la ausencia de

Ann. Eran dos cosas distintas, entendía a duras penas, pero no sabía qué y eso
lo oscurecía aún más en su ánimo quedando ya como una triste figura

melancólica, casi como un Quijote real que golpearía molinos de vientos de la

segregación racial en el tiempo, sin saber él aún que eso sería en realidad lo
que él debería abordar férreamente. Tal vez le estaba diciendo que la

civilización actual donde estaba era adonde debía dirigirse y así olvidar
aquella mítica idea de haber formado una familia irreal e inexistente con esa
Ann que interpretaba por momentos como una dama de raza negra y que le

daba muchos hijos y él era el jefe de la tribu formada…curiosamente era ahora


nada menos que el presidente de los Estados Unidos de América, vulnerable

en sus sueños pero firme en sus ideales. Se arrepentía de tales pensamientos y


recobraba la senda del presente colocándole los méritos a su esposa Mary
como la verdadera mujer de esos sueños enigmáticos de sus peores pesadillas.

Y era también su esposa Mary quien, ajena a sus suposiciones, lo calmaba

en esos despertares tan violentos y convulsivos, diciéndole que eran imágenes


sin sentido.

Pero Abraham no estaba convencido de ello. Su independencia de

pensamiento y su porfía lo llevaron a consultar a mundos ajenos al que todo

ciudadano bien nacido debía indagar.

Claro está que no deseaba que su Secretaria Kennedy se enterara de lo que

estaba fraguando en su mente. Era muy protectora con él y estaba al tanto de

las amenazas que se daban en la nación que Lincoln había asumido en

convulsiones ideológicas relacionadas con los esclavos. Ella le había dicho

con antelación que ese programa en el Teatro Ford le causaba mala impresión.

No le pidió, le rogó que no fuera. Por cierto, él no haría caso de esa aprensión
pero agradecía esa preocupación.

La simpatía de su equipo de trabajo alcanzaba también a su esposa pues era


conocida por su sencillez, su compromiso con su pueblo y su dedicación,

aunque pareciera que no era así debido a los cambios tan profundos que otorgó
a la Casa Blanca con su toque femenino, quitándole la majestuosidad severa

para convertirla en algo más familiar y no menos elegante, acorde al título


que por primera vez estrenó con su aguda mente, la Primera Dama Mary Todd
Lincoln. Ya no era sólo la esposa del presidente de los Estados Unidos, sino

que subrepticiamente estaba enseñando que las mujeres eran algo más que “la
señora de” para pasar a tener una identidad propia.
Lincoln no podía estar más complacido y encendido de orgullo ante esa
muestra de abolición de la desigualdad subterránea que manejaba la machista

sociedad de su época. Él tenía otro desafío mayor: la libertad de los seres de


raza negra. Era una labor ciclópea pero que debía continuarla. La guerra le

traía vientos favorables y las noticias, a pesar de los muchos muertos,

mutilados y heridos, era el sacrificio de los patriotas por todos aquellos de raza

negra que merecían los mismos derechos de los de raza blanca.

CAPÍTULO SEGUNDO

LO INESPERADO

Nettie Colburn estaba sorprendido que el mismísimo presidente de los

Estados Unidos estuviera solicitándole su ayuda para poder clarificar

acontecimientos futuros y los pasos a seguir. En muchas reuniones asistieron

testigos, incluso la propia esposa del presidente, Mary Todd, quien creía

poderosamente en dichas intervenciones y quien había contactado a Nettie

para que su esposo lo viera.

Pero a todo lo conocido en lo oficial, Nettie se sentía más cómodo cuando

estaba a solas con el presidente, a pesar de su elevada estatura y su imponente

presencia de autoridad a él no lo intimidaba, por el contrario, sentía que los

sentidos suyos se agudizaban más sin la escrupulosa y desconfiada asistencia

de curiosos que deseaban demonizarlo y condenarlo.

Sí, sabía que reservándose delante del presidente no vacilaban en


ridiculizarlo con fuertes ironías en sus conversaciones de bares. A Nettie le

tenía sin cuidado que lo criticaran al presidente pues él sabía que lo que estaba
recibiendo en su mente era verídico. Él no podía saber muchas cosas que

sucedían y se cumplían en su totalidad, salvo aquellos augurios o visiones que


distinguía muy a lo lejos en el tiempo.

Le solicitó a Abraham Lincoln que se tendiera en el diván y descansara,

pues él se concentraría y le rogaba que por favor nada de lo que le dijera ahí
saliera a la luz pública. Nettie pidiéndole eso al presidente, cuando él mismo

no deseaba que nadie, pero absolutamente nadie supiera de su afición por ese

canal de comunicación, de por sí muy desacreditado en todas partes por la


abundancia de charlatanería que lo rodeaba. Por muy celoso que fuera Nettie

en su campo siempre se filtraban sus reuniones espirituales y la prensa

amarillista festinaba con caricaturas grotescas de su abnegada labor.

Si el presidente confiaba en él era porque mucho o todo de lo que le había


dicho en reuniones anteriores se había cumplido. Jamás le decía si se cumplía

o no, pero el hecho de que volviera con él, le señalaba que era alguien que

realmente era un canal de comunicación con el más allá o quizás dónde se

conectaba arriba en el cielo.

Imprevistamente, mientras el Presidente descansaba de sus duras jornadas y

se quedaba dormido, tanto así que roncaba en la habitación, Nettie se


concentró y después de largos minutos comenzó a tener visiones de cosas que

jamás creyó comprender.

Vio a un hombre de raza negra, una suerte de rey, de algún lejano lugar, que

Nettie supuso era África. ¿Qué otro lugar? A su lado una joven mujer de la
misma raza yacía muerta y el rey la honraba antes de preparar la pira para

quemarla y entregarla a los dioses. A su lado una hermosa mujer, tan alta
como él lo consolaba, era la reina, y algunos hijos lo acompañaban a su
rededor, contó cuatro ahí en ese funeral.

Después esa visión desaparece y se observa una invasión de barcos que

llegan a ese lejano continente y descienden hombres blancos, bárbaros, que


disparan los rifles y matan a quienes armados de flechas y lanzas intentaban
defenderse. Muchos blancos mueren pero finalmente, incluso el príncipe que

cuidaba las espaldas del rey, es tomado prisionero y llevado junto al rey

encadenado al barco de uno de ellos. Tres hijos del rey mueren asesinados,
siendo aún adolescentes. Un cuarto hijo logra escapar y esconderse a lo lejos,

donde no se atreven a entrar los extranjeros por las fieras al acecho.

La reina, queda ahí, desolada, ve cómo su vida es destrozada por esos

esclavistas que invadieron su mundo y se llevaron al ser que más amaba.

Nettie expresa lo que ve en esos momentos, a un rey que clama desolado en

un idioma extraño, su propio idioma de otro lugar remoto, y eso lo dirá por

siempre en sus sueños.

Nettie, respira profundo ante esa visión tan potente.

Recupera la compostura y despierta al presidente con cuidado.

El Presidente se sienta en el diván y lo mira inquisidor.

Nettie le cuenta.

-Es exactamente lo que he soñado una y otra vez- le dice asombrado,


Abraham Lincoln.

-Pero…¿qué significa?- interroga el presidente atacando el tema de


inmediato.

- Señor presidente…- vacila Nettie.

-Dígame, se lo ordeno- con su voz ronca y firme mirándolo fijamente desde

sus lentes, el presidente lo conmina a hablarle la verdad.

- Señor… ese rey tenía los mismos ojos suyos…- se controla ante lo
inaudito de lo que estaba diciendo, pero Lincoln lo anima a seguir.

…- los ojos de la reina, aquella que yo vi en la visión eran los mismos ojos

de vuestra esposa, la señora Mary…perdone, pero es lo que vi…

Un silencio sepulcral se produce en la habitación.

-Siga- ordena Lincoln.

-Vi cuatro hijos de ese rey… debo deducir que son sus hijos de ahora.

-Sí, eso supongo yo también.- rezonga Lincoln pensativo.

-¿Algo más que pueda decirme y que me permita creerle?- preguntó

Lincoln.

- Ud. Amó con una intensidad enorme a una dama muy joven. Ud. La amó

con una pureza propia de una juventud sana.Veo a ella muerta y Ud. llorarla y

huir con un arma para suicidarse. Ud. Se arrepiente de morir y nunca más la

olvida.- repuso tímidamente Nettie.

-Efectivamente,- responde con voz ronca.- Nadie más que yo he sabido


siempre este dolor que he atesorado en mi corazón. Es el amor más puro y más

hermoso que jamás haya disfrutado. Su muerte me produjo una fuerte


depresión de la cual nunca me he repuesto del todo. Por eso me encuentran
melancólico, pero jamás han sabido el por qué, la verdadera razón, y no es

precisamente esta dama que ya no está en este mundo. Ud. no deberá hablar
jamás de esto ¿me escuchó? ¡Jamás!- ordenó tristemente y en voz baja a Nettie

mirándolo fijamente a los ojos del atemorizado joven.

-Dígame, joven, ¿qué significan aquellas palabras que digo en todos mis
sueños?¿ Puede explicarlo?

Un largo silencio se efectúa en la sala, se observa a Nettie concentrado con

los ojos cerrados y de esa forma exclama con intensa emoción, saltándosele

las lágrimas al ver al rey de aquel sueño ver sus tierras lejanas cada vez más
remotas, repitiendo las mismas exclamaciones que Abraham Lincoln gritaba

en sus sueños:

¡Adiós a mi tierra amada, a su Sol espléndido! ¡Adiós a los rinocerontes,

elefantes e hipopótamos, a las garzas y pelícanos, adiós a mis amados

baobabs! Adiós a mis leones y la risa de mis hienas! ¡Nunca más las veré!

¡Adiós esposa mía, hijos, pueblo mío!

-¡Dios mío…! ¿Cómo lo supo? ¡Excelente! – Lincoln estaba totalmente

impresionado ante la exactitud de las palabras que él extrañamente repetía en

algunas noches.-Veo que Ud. Es realmente una persona que ve cosas, pues

esto que acaba de decirme es exactamente lo que grito en mis pesadillas y no


comprendo su significado. Bueno,-continuó Lincoln un poco más sereno

después de ver que el joven no abriría la boca sobre él en su tema sentimental

y ahora sobre esa sorprendente revelación que lo había dejado petrificado por
largos minutos-, no diga nada de lo que me ha dicho a mi esposa, lo autorizo

para que le cuente la traducción de esas persistentes palabras de mis sueños.


No cabe duda que tiene que ver con algo de un pasado remoto mío…¿Yo? Un
Rey? Bueno,-, repitió otra vez-, Ud. No sabe nada. Debo pensar el por qué de

estos sueños terroríficos de un pasado remoto. No cabe duda que se refieren a


mí mismo. No puedo comprender por qué alguien de raza negra debe nacer

como un hombre blanco. Si es eso lo que estoy entendiendo. No cabe duda que
ése soy yo pues Ud. No tenía idea que yo sufría pesadillas precisamente sobre
esos mismos sucesos que Ud. Me ha contado.

- No, Señor Presidente. Jamás imaginé que Ud. Pudiera tener unas

pesadillas tan extrañas y únicas. Yo no creo en la reencarnación, pero si lo


suyo, señor presidente, Ud. lo reconoce como real lo de sus sueños que nunca

me ha contado, debo dar pie a considerarlo como algo posible, pero no lo

entiendo, escapa a mi capacidad mental- respondió Nettie.

- Muy bien. Me parece más fidedigno lo que ha visto de mí al decirme eso.

Pues si Ud. creyera en la reencarnación me parecería la voz de alguien

influenciado por algo exótico, pero veo que no es así. Tristemente debo decir

que le creo pues lo dicho de mi secreto es la confirmación de su sensibilidad

para ver cosas que nosotros los mortales comunes no podemos ver- Respondió

Abraham Lincoln. Se levantó y mirando hacia abajo al asustado espiritista, le


dejó una moneda de oro en su mano y se despidió, saliendo a la otra sala

donde Mary esperaba ansiosa que su esposo terminara con ese secretismo que

la tenía en ascuas. Con ese pago tan extraordinario le estaba diciendo que
debía callar para siempre lo que había revelado de sí mismo. Tomando el

sombrero largo y característico, se lo encasquetó en su cabeza viéndose aún


más alto de lo muy alto que era, y se retiró de aquella vivienda con Mary,
subiéndose a la carroza que era escoltada por guardias armados, retirándose al

Palacio de Gobierno donde vivía.

-“ ¿Baobabs? ¿Qué será eso? Debo averiguarlo. Por lo visto tuve una vida
en África. Eso explicaría la emoción que siento al ver la esclavitud. Si esto es

así, quiere decir que ellos son descendientes de aquellos africanos que fueron
robados de sus tierras lejanas- reflexionó en su recorrido al palacio de
Gobierno.

Abraham sabía ahora en forma fehaciente que Nettie Colburn no era un

charlatán. Si se dejaba llevar por su triste forma de ser y vestir podría apoyar
tal sentimiento generalizado y que tantos dividendos le había dado a la prensa

amarillista al ridiculizar a Nettie.

Era imposible que Nettie pudiera describir con tal precisión sus sueños. Era

como si en el pasado Daniel, estuviera revelando el sueño de Nabucodonosor,

sólo que ahora era Nettie y Abraham Lincoln.

- Tal vez era lo mismo,-reflexionó-, tal vez, en distintos tiempos, Nettie es

el Daniel de hoy y Nabucodonosor sea yo, si él era rey del reino más

poderoso, yo soy el presidente de la nación más poderosa de América.

Estaba asombrado, tanto como quedó Nettie en su aposento. Jamás había

pensado que los ojos tuvieran algo que ver en la vida de uno más allá del

tiempo ¿Cómo era posible que aquel rey de raza negra fuera ahora él mismo

Abraham Lincoln?

Era un presidente totalmente atípico. No recordaba en la corta vida de


Estados Unidos que existieran otros presidentes que hicieran las locuras que él
efectuaba. O quizás sí lo realizaban pero nadie lo sabía. Tal vez todos

consultaban con adivinos y espiritistas y callaban la lealtad al gobernante. Tal


vez algunos de los quince presidentes anteriores indagaron por esa vía secreta

para saber qué hacer con un mañana tan explosivo como lo vivido durante
años en su país para ir colonizándolo y construyendo nuevos Estados.
Sin embargo en los anales del gobierno no existían documentos que
informaran de alguna cosa exótica de parte de ellos. Abundaba la información

respecto a las gestas heroicas para ir anexando estados a la nación, pero no


más.

El gusto que sentía por el espiritismo lo recordaba desde su niñez, pues

acostumbraba a filtrarse en reuniones donde llamaban a los espíritus,

especialmente la población de raza negra en los suburbios le permitían a él


estar ahí y lo admitían nada más por ser niño y no molestar, sabiendo ellos que

Abraham no entendería nada de nada de aquello, pero sin embargo significó el

puente en el tiempo para recurrir a ese artilugio poderoso para indagar en algo

y ciertamente le había servido notablemente pues por primera vez encontraba

sentido a ello.

Era demoledor saber que si en otro tiempo tres de sus cuatro hijos de raza
negra habían muerto, hoy día ya estuvieran muertos dos de sus hijos. Si las

cosas seguían así, era evidente que perdería a un tercer hijo y que uno de ellos

sobreviviría a las enfermedades o… a las guerras… y esto lo decía porque


avizoraba en el tiempo a un país convulso.

Otra cosa que le producía cercanía con la interpretación de Nettie era que

manifestaba una secreta simpatía por las personas de raza negra. Había
compartido con ellos en sus familias, había sentido la calidez y la alegría de
ese pueblo exótico del África, y gozaba con sus cánticos pegajosos y rítmicos

que poseían una fuerte presencia espiritual evocadora de una tierra lejana que
habían perdido y que ahora adulto reconocía era un canto al África.

Le molestaba el desprecio de los hacendados del sur de su país hacia la raza


negra. Como congresal fue testigo de las crueldades a las que sometían a esas

personas, escuchando a menudo la violación de las mujeres las que describían

como de pechos duros y grandes, de piernas estilizadas y musculosas, de


vientres generosos y un sexo cálido y placentero que coronaba un trasero

modelado y perfecto. Escucharlos reírse de los abusos cometidos incluso con

las esposas de sus esclavos y las hijas menores de cuerpos maduros le causaba

una indignación y una repulsa incontenible.

Pensaba que algo debía madurar en su mente para hacer de su país más

poderoso. No servía a los intereses de su país tenerlo dividido en dos partes.

Le resultaba un tema tabú pues las diferencias sociales y de comportamiento

entre el Sur y el Norte de su país eran extremas y se manifestaba el repudio a

las políticas brutales del Sur que obtenían claros dividendos en la explotación

de los pueblos de raza negra esclavizados y que soportaban las fuertes

temperaturas que clavaban la piel de los trabajadores agrícolas, especialmente

del algodón, la potencia mayor de exportación.

Se clavaba las uñas en las palmas hasta hacerlas sangrar y era Mary, quien
sin pedirle una explicación le curaba sus heridas. Ella conocía mejor que nadie

la vida íntima de su esposo, tal vez también conocía aquel amor frustrado
hacia Ann, pero una buena esposa sabía llevar a buen puerto el matrimonio
especialmente si aquella persona ya no estaba en el mundo de los vivos.

El tema de ese momento era el país, no sus propias personas. Mientras su

esposo fuera el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica debía ser la


figura consoladora de la presión inobjetable que ejercía la sociedad toda, pues

el rechazo que sentía el Norte ante el abuso del Sur que disponía de millones
de esclavos y cuyas cruentas historias de vejaciones, violaciones, matanzas,
asesinatos, castigos con látigos, cadenas e incluso la horca causaba

indignación en el Norte del país quienes con una cultura superior en general
veían como a unos verdaderos bárbaros enriquecidos a todos los hacendados

del Sur del país.

Y Abraham sabía que aún siendo el mejor conciliador que el país disponía

le sería imposible impedir que aquel gigantesco polvorín no fuera estallar en el


tiempo. Le costaba contenerse ante el desparpajo de los congresistas del Sur

que eran dueños de inmensos campos productores de algodón describir a los

esclavos de raza negra con un desprecio que equivalía a apreciarlos menos que

los animales de labranza. Ni las denuncias efectuadas por la prensa respecto a

las violaciones y muertes de muchachas de raza negra a manos de despiadados

y lujuriosos empresarios era capaz de devolver el juicio hacia esos congresales

pues consideraban que sus trabajadores no eran seres humanos sino animales

de explotación y que por eso los robaban de África hasta el presente, ante el

estupor de un Congreso que escuchaba con desaliento la jactancia de esos

congresistas que se sentían intocables y que no adivinaban que ello llevaría al


país a su mayor repudio interior y con ello a una posible guerra, lo que Lincoln

deseaba evitar.

Lincoln sabía que no la sacaría barata en cada presentación oficial de su

mandato. Recién asumido en 1860, poco tiempo después en Baltimore,


Maryland, sobrevivió a un intento de asesinato. Su figura imponente era

indesmentible y un blanco fácil para los fanáticos, lo que lo llevó muchas


veces a viajar disfrazado a la capital del país, motivando la burla de muchos

acusándolo incluso de cobardía.


Lo que no sabían sus detractores era que él había sufrido más de 80
amenazas de muerte, las que guardaba celosamente en su archivo personal de

la Casa Blanca.

Si había un país polvorín ése era su propio país. Si había un presidente


candidato ser asesinado, ése era él.

Muchos detractores de su defensa de los esclavos que señalaban su

hipocresía sobre su apoyo a éstos, olvidaban fácilmente que cuando era

diputado por Illinois en aquellos años de 1834-1842, logró mejores

condiciones de vida para los hombres de raza negra sus familias. Ello le

congració con el votante y el liderazgo de su partido. En el Congreso lideró la

crítica contra la esclavitud de las personas de raza negra. Así que los infundios

demoledores en su contra lo desgastaban de tal manera que a menudo

terminaba enfermo, más enfermo aún por la herencia genética de su madre que
consumía su propia vida y ya se había llevado a su hijo más adorado en aquel

entonces, Robert y a William posteriormente.

El patriotismo de su país estaba aún en su apogeo y eso era una fuerza

incontrolable incluso para los mismos congresistas.

Tenía muy claro en su recuerdo, y por eso saboreaba el haber sido elegido
presidente de su país ( lo consideraba un mérito a su porfía), que había perdido

antes las elecciones senatoriales. Recordaba bien la fecha. Allá por el año
1849. Y eso fue exclusivamente porque él se opuso y siempre lo haría, a la
guerra de cualquier tipo pues traería dolor y muerte. Era un detractor de una

guerra con México, sin embargo el fuerte nacionalismo imperante en la nación


nortina declaró la guerra, la que fue demoledora, pues duró dos años, desde
aquel 1846 y terminó en 1848, y justo un año después perdió las senatoriales.

Estados Unidos seguía creciendo y poderosamente pues se agregó Texas, Alta

California, Nuevo México, el norte de Sonora, Coahuila y Tamaulipas. Era


entendible que hubiera perdido las senatoriales ante ese arrollador triunfo e

ironías de la vida, ahora era el presidente incluso de esos nuevos territorios,

después de retirarse avergonzado por su derrota personal y ahora, exhibir el

más alto cargo de su nación con un orgullo y una modestia que jamás esperó
poseer y manifestó esto último a toda la nación por la que luchó en su unidad

ante un pueblo belicoso, patriotista y exaltado.

Terminaba su mandato en 1864, pero fue a la reelección por otros cuatro

años más siendo reelecto. Lo abrumaba tal privilegio, pues recordaba de sus

antecesores que George Washington había gobernado por dos períodos

distintos; Thomas Jefferson; James Madison; James Monroe y Andrew

Jackson. Ellos se habían repetido el plato y él integraba aquel selecto grupo de

patriotas que servían a su país con pasión y amor sin igual.

Sin embargo, creía que su mandato revestía, en ese segundo período de una
gravedad superior, ya que los conflictos anteriores o eran con los nativos o

eran con el país vecino. Ahí la unidad era férrea, pero lidiar con una ideología
del esclavismo destapó una polarización tan incontrolable que devengó en la
más cruenta guerra civil jamás imaginada para esa naciente nación

expansionista.

Su mayor apoyo era el General Ulysses S. Grant quien lideró junto a otros
brillantes militares el abolicionismo y en pleno término de la Guerra de

Secesión, Lincoln fue reelecto para su nuevo mandato que comenzaba en


aquel año de 1864 y terminaría en 1868.

Se acomodó sus lentes para seguir leyendo los últimos oficios que debía

firmar para presentarlos al Congreso, acostumbraba a llevar siempre dos pares

de lentes, por si alguno de ellos se le quedaba extraviado siempre dispondría


de otro par para leer los documentos que su vista dañada no podía leer sin

ellos. Eso lo cuidaba con celo pues además acostumbraba a llevar consigo su

pulidor de lentes, el que a menudo se ensuciaba con el polvo de las calles de


tierra que se levantaba al aire al trajinar de los caballos y carruajes o

simplemente ante cualquier ventolera que lo golpeaba en el rostro. Sus lentes

eran su auxilio permanente pues los usaba para leer de cerca y para ver de

lejos.

Gustaba de disponer de su navaja de empuñadura de marfil, como no

queriendo dejar atrás los tiempos de juventud cuando disponía de ella para
defenderse de algún asaltante o un matón cualquiera, y que ahora le servía en

algunos momentos para mondar una manzana o, a escondidas, cuando se

limpiaba alguna uña enmugrecida al tomar algún montón de tierra que un


simple lavado no retiraba de su piel y su uña.

Le gustaba llevar fijo en su chaleco su cadenilla que sujetaba a su reloj de

bolsillo.

Infaltable era su pañuelo impecable de lino con el cual sacudía su


prominente nariz, pero lo que era su secreto mejor guardado era un símbolo
del término de la guerra, de considerar a los del Sur como sus hermanos, pues

guardaba un billete de cinco dólares de los Estados Confederados del Sur. No


era cualquier billete, pues le había sido entregado por el ejército cuando se
tomaron el Capitolio de Richmond, la capital del estado de Virginia, pocos

días antes de concurrir con su esposa al Teatro Ford a ver una representación

teatral programada.

Como todo ciudadano acostumbraba a portar una cartera de cuero donde


guardaba amarillentos recortes de periódicos que recortaba para recordarle

algún tema en particular que debía esgrimir en sus hipnotizantes alocuciones a

su pueblo para vigorizarlos a tener confianza en el futuro de la nación y


dedicar sus mejores esfuerzos para construirla sin desigualdades de razas.

CAPÍTULO TERCERO

NETTIE

Lincoln desatendía a su familia notoriamente, pero ello era el precio que

debía pagar todo hombre público que se debía a su país. Añoraba a sus hijos,

así como a su esposa Mary, cada vez que le tocaba viajar ya en diligencias o,

aquello que disfrutaba mejor, en tren. Le gustaba tener su vagón presidencial

donde descansaba muchas veces de la agresiva conducta de su pueblo

demandante de mejoras sociales que eran acalladas fundamentalmente porque

el país estaba inserto en una guerra civil de tal magnitud que él había previsto
en innumerables ocasiones siendo enemigo acérrimo de las guerras, he aquí,

en su propio país algo largamente anunciado con la soberbia sureña que

chocaba con la flema aristocrática del norte.

Recorrer los escenarios de las guerras, revisar las carpas hospitalarias


donde yacían centenares de soldados heridos, con brazos o piernas faltantes

productos de los estallidos de las bombas de sus propios compatriotas que


consideraban ser bandos opuestos por defender o abominar del esclavismo.

Su justa en función de retirar a los esclavos de su país había sido mal

entendida por sus eternos opositores. Lo acusaban de odiar a los esclavos. No


era eso. Lo que veía ahora en terreno le daba la razón. Miles de muertos,

centenares de mutilados, centenares de desaparecidos, decenas de desertores


que serían juzgados por traición al a patria y condenados a muerte.
Eso era lo que quería evitar: la humillación de los esclavos y la muerte de
su propio pueblo.

Él era una abolicionista y esa guerra le confirmó su profundo anhelo de

libertad para todos los habitantes de su tierra.

Mary lo consolaba cuando llegaba al hogar y derramaba en su seno las


lágrimas de impotencia cuando le narraba toda la sangre vertida, cuando le

contaba de aquel soldado que lo miraba con sus ojos muertos, cuando veía a

valerosos hombres sin piernas con horrendos muñones que esperaban volver a

caminar y no aceptaran su espantosa realidad. Lloraba al recordar a aquellos

que no tenían manos o brazos y que se movilizaban con toscos palos a manera

de muletas y desesperaban por ser útiles cuando no existían los medios para

apoyarlos.

Así era la guerra. Mary lo abrazaba y lo acariciaba como pocas veces lo

hacía delante de terceros en el hogar presidencial. En la intimidad, la ternura,


pasión y femineidad que desplegaba hacia su esposo era varias veces superior

a todas las otras manifestaciones de amor que se prodigaban, pues Abraham se

acostaba entristecido por todo su pueblo, por los del sur y los del norte, por los
esclavos que durante esa guerra eran asesinados adrede por los sudistas en un

afán de mostrar el desprecio que sentían por el norte, y sólo el amor de su


Mary apaciguaba la tristeza por su país.

Eso era lo que él había querido evitar, pero la historia escribiría que él era
un esclavista sólo para calumniarlo y ofender su sentimiento más profundo, el

que su país fuera el receptor de la libertad y no el símbolo del esclavismo, lo


que aventuraba sucedería en el futuro cuando su tierra llegara a ser la más
poderosa del planeta. Estaba seguro que si esa simiente de superioridad racial

se sostenía en el tiempo, mirarían a todos los vecinos y al mundo entero como

una suerte de sub especie humana que deberían rendirle pleitesía.

Creía no estar equivocado pues a menudo tenía visiones extrañas sobre el


futuro, las que aclaraba con total asertividad con su vidente personal, Nettie

Colburn.

Le contaba a Mary que se veía acercándose a un ataúd y al preguntar a los

que lo rodeaban a quién estaban velando, le respondían que al presidente de

los Estados Unidos, y al mirar dentro de éste vio su propio rostro.

Era tan recurrente esta visión que se había transformado en pesadilla que

decidió reunirse nuevamente con Nettie para que indagara sobre esos sueños

que no había querido consultarle. Y era el momento porque la guerra estaba en

su término y el General Ulysses S. Grant había logrado la victoria sobre el Sur

y con ello se imponía la libertad de todos los esclavos de su tierra. Él le había


entregado aquel billete del Ejército Confederado.

Esta vez aceptó que Mary estuviera a su lado mientras estaba en reposo en
aquel diván.

-“ Veo, que Ud. Asiste a un lugar público, de entretención, algo ceremonial,


donde se acercará una persona enloquecida y le disparará por detrás a la

cabeza. Lo veo en presencia de su esposa, quien tomará su cabeza en sus


manos horrorizada y presenciará la muerte del presidente en sus brazos, y

hablarán del mañana, mientras agoniza.”

La esposa del Lincoln contuvo un grito de horror al escuchar esas


sentencias, mientras Abraham oía conteniendo su nerviosismo y sintiendo
confirmación a un sentimiento interno de mal presagio para su vida.

Mary había decidido que no irían a ninguna ceremonia más mientras él

fuera presidente, a lo que naturalmente Lincoln se opuso.

No obstante el estupor del momento, una vez vuelta la calma en la sala,


Lincoln le preguntó a Nettie.

-Dígame, joven, ¿ qué conversé con mi esposa mientras estoy muriéndome?

Nettie se concentra nuevamente y le dice:

-Señor Presidente, Ud. Le dice que volverán a estar juntos. Que ella ha sido

la más maravillosa esposa y madre que jamás soñó tener. Que estaba seguro

que volvería a gobernar la tierra que liberó de la esclavitud, y que volvería a

ser presidente aunque supiera que lo iban a matar, porque su amor por su
nación era superior a su valor personal.

Mary escuchaba desconsolada, como si estuviera ya siendo una viuda. Era

tal la exactitud de los aciertos predichos por Nettie que ambos no tenían duda

alguna del brusco cambio de vida de Abraham y por cierto de Mary y sus
hijos.

Mary consideraba que había sufrido mucho en su vida, pues había perdido

ya a dos de sus hijos, y Nettie le había profetizado que un tercer hijo lo


perdería años más adelante y que sólo sobreviviría uno de ellos, el que llegaría
hasta la ancianidad y ocuparía altos cargos de gobierno en el país y sería un

digno heredero de su padre.

Sin poder controlarse la esposa de Abraham se puso a llorar desconsolada


obligando a su esposo a erguirse del diván y abrazar a Mary y calmarla.

Nettie continuó como en trance a hablar:

-Su esposa le dice al esposo agonizante que ella irá adonde sea que esté y

volverá a ser su esposa y lo acompañará hasta el fin del mundo si así lo desea

él. En ese momento, pierde el conocimiento y fallece horas más tarde.

Nettie continúa en trance y dice.

-Autoridades espirituales señalan que su esposo nacerá más adelante y se

dejarán señales claras para que el mundo comprenda que quien asoma en esa

nueva vida es Abraham Lincoln reencarnado y que su esposa, Mary Todd será

también su esposa en esa nueva vida. Sus palabras han sido oídas en lo Alto y

se cumplirá lo pedido por ambos. Volverá a esta nación como gobernante de su

pueblo y los signos que marcarán su estadía lo haremos deliberadamente para

que desde sus inicios se comprenda, hasta el término de su vida, que él es

Abraham Lincoln reencarnado. Mantendrá su habilidad con la mano izquierda

y militará en un partido opuesto al actual pues debe aprender a amar a sus

opositores en sus pensamientos. Hoy republicano, en el mañana será


demócrata. Su esposa tendrá las mismas aficiones del presente en el mundo

del mañana. Una belleza y elegancia sin igual la acompañará. Defenderá los
mismos principios de hoy Abraham Lincoln y muchos rememorarán a su

memoria, pocos dirán que es el mismo reencarnado.

-Señalan las Autoridades Celestiales que tengan paz, fortaleza, porque ellos

apoyarán lo que Abraham Lincoln ha definido como su tarea : la liberación


total de los esclavos y los derechos de ellos que deben ser obligados como

norma de un país.
-Será esta semilla la que permitirá que en este país el día de mañana sea
presidente un hombre de raza negra.

El asombro y el estupor en todos los presentes era imposible de describir.

Un silencio total se produjo por largo rato pues el mismo Nettie estaba
profundamente conmovido y lloraba emocionado ante lo que decía por su boca

aquellas palabras que eran absolutamente insólitas y, que de haber nacido en

Roma en otro tiempo, habría sido quemado vivo… tal vez así había sido en su
otra vida.

-Dicen estas Autoridades .prosiguió con gran esfuerzo Nettie-, que él eligió,

don Abraham, desde otra vida anterior, dedicar sus existencias para liberar a

los pueblos de las ideologías que atormentan a su gente. Todos deben ser

libres. Su retiro de la presente vida es una elección tomada hace mucho

tiempo, y será precisamente su muerte la que cambiará el curso de la historia


de esta nación ya que hará de la liberación de los esclavos y la abolición total

de ello una lucha permanente en el tiempo y que su pueblo honrará a su mártir

haciendo carne de su anhelo de libertad para todos.

Su esposa, Mary, no pudo soportar más esa tensión y se desmayó en los


brazos de su esposo. A una seña Abraham le hizo ver a Nettie que deseaba

estar solo con Mary y éste se retiró silenciosamente cerrando la puerta de la


sala a su espalda, la que era celosamente custodiada por guardias del
Presidente.

Lincoln acarició el rostro de su esposa desfallecida mientras sus propias

lágrimas caían sobre las mejillas de ella. Sentía que el amor por su mejor
amiga, aquella compañera que había renunciado a todo para acompañarlo en
su labor, ese amor crecía más que nunca ahora al verla ahí inerte en sus brazos

y acariciaba su rostro secando con sus manos las lágrimas propias y de ella

confundidas en esas mejillas.

Era cierto, muchos envidiaban el cargo de presidente, pero si miraran lo


mucho que se sacrificaba en lo familiar, era algo que llevaba o llamaba a la

frustración personal, así fuera que la vocación de uno fuera construir una

patria mejor. Su esposa quedaría viuda, de ello ya no tenía dudas. En algún


momento pensó que ello sucedería cuando fuera mayor, producto de la

herencia genética de su madre que habían heredado fatalmente ya dos de sus

hijos.

Conocía muy poco a sus hijos debido a su vida de congresista y después de

presidente. El mayor castigo era viajar de uno a otro estado de la nación para

convencer a sus ciudadanos de sus anhelos de patria y de integración de todos


los ciudadanos de su país con los mismos derechos.

Su vida con su esposa había sido armoniosa y su vida sexual placentera.

Ella era una muy buena amante y él un pésimo amante. Así y todo Mary lo

prodigaba en atenciones y devoción. Se sentía orgullosa de su esposo y a la


vez temerosa por la fuerza de sus convicciones. Él sabía ello, más de una vez,

mientras se amaban en el lecho, ella le decía al oído lo que sentía por él y se


entregaba a su pasión, descansando de una vida de retos y desafíos que
descansarían con su muerte.

Abraham se cuidaba de sus excesos pre matrimoniales usando dosis de

mercurio para cuidar su sífilis contraída por disparatadas sesiones con


prostitutas. Mary conocía todos esos desvaríos y procuraba siempre mantener
la mayor higiene posible para no ser contagiada por su esposo, cosa en la cual

él se sentía avergonzado pero no impedía su ímpetu sexual que disfrutaba

intensamente con su mujer.

La admiraba a Mary por esa entereza, esa entrega y esa paciencia para
soportar tanta presión política y social. A veces reían ante lo cansados y

agotados que se encontraban ambos con caras que demostraban el castigo de

un trabajo incesante. Mary era esposa, era la esposa del presidente, debía estar
con mucha elegancia y prestancia en todo momento, cosa extraordinariamente

difícil con cuatro hijos y tantos viajes de su familia. Estar sola con los niños y

disponer de ayuda para tanto quehacer doméstico, era una tarea infatigable.

Esperar con angustia el retorno de su esposo, muchas veces creyendo que

moriría en algunas de sus visitas a los frentes de batalla, y verlo regresar sano

y salvo, era una agonía que no deseaba para ninguna esposa.

Le perdonaba su fragilidad personal, su femineidad era siempre puesta a

prueba y la sociedad no le tenía simpatía por su gusto por la frivolidad y el

derroche que hacía gala, estableciéndose un glamur que nunca más


abandonaría a La Casa Blanca. Abraham perdonaba todo ello pues su mujer

había sufrido mucho con la pérdida de su hijo William por el tifus. Ella,
copiando más abiertamente las inclinaciones de su marido, intentaba
comunicarse con su hijo ya fallecido a través de las sesiones espiritistas, en las

que él creía, como se ha señalado, esencialmente porque sus consultas eran


certeras en las respuestas en su mayoría. Pero todo esto, aquello que se

desconocía, especialmente el dolor de madre del cual nunca se repondría


Mary, era el festín cruel de los enemigos y de la prensa que buscaba noticias

para vender sus periódicos.


Cuando regresaba después de sus eternos viajes era el momento más
anhelado de ambos pues se dedicaban de lleno el uno al otro con un largo

rosario de promesas que nunca cumplirían en sus comprometidas vidas con su


país.

Mary había transformado La Casa Blanca de Washington en un lugar

familiar y acogedor, que en su tiempo se acusó de derroche y despilfarro de

parte de sus opositores. Ella provenía de una familia acaudalada y culta, y


entendía claramente la oposición existente de un pueblo acostumbrado a la

rusticidad, a lo básico, en donde la cultura y el refinamiento era considerado

como un lujo innecesario. La fuerza de su educación era la que imprimiría a la

casa de gobierno un moderno estilo de vida, permitiendo por primera vez que

literatos se reunieran en una sala especialmente acondicionada para tales

efectos.

Todo eso lo sabía y lo sentía Lincoln mientras besaba su rostro delicado y

cosquilleaba s mentón con su barba bien cuidada. Ahí despertó Mary y lo besó

llorando su mayor angustia: la del esposo que nunca más vería. Era como un
condenado a muerte que se enfrentaba a la pena capital de la incomprensión de

unos fanáticos y que debía dar su vida como Jesucristo para hacer carne en sus
pueblos de un mundo mejor prometido en sus discursos.

-Si eso sucede, querido esposo, puedo decirte que estoy dolida con Dios-,
musitó quedamente, casi ahogada aún por el impacto del testimonio dado por

el vidente y espiritista.

-No lo estés, Mary, por favor-, Dios no tiene la culpa de nuestros actos. Tú
eres más creyente que yo, y aún te puedo decir, con toda la congoja que me
produce esta profecía aún no cumplida, que Dios envió a Su hijo, Jesús, para

hacernos cambiar, y aún así, a pesar de ello, nosotros, los que nos suponemos

creyentes, hemos institucionalizado la esclavitud como modo de vida. Al


contrario, esposa mía, piensa que los esclavos creen en Dios y su libertad así

como los hebreos pudieron dejar de ser esclavos del faraón egipcio.

Mary había olvidado que su esposo era un autodidacta empedernido, un

ávido lector y un obstinado estudiante que había superado toda una vida de
negaciones que era parte del analfabetismo de su pueblo y había vencido a ese

medio. Estaba admirada de su serenidad cuando usualmente se colocaba

colérico ante situaciones incontrolables.

Por primera vez percibió que él asumía su destino tal como lo hiciera Jesús.

No era casualidad que él hablara del Rey de Reyes en tan delicado

momento para ambos.

Pero había algo más. Mary percibía que algún extraño designio imponía en

su esposo una melancolía que iba más allá de su pasado de niñez y

adolescencia. Todo el mundo señalaría que él era un hombre depresivo,


melancólico y cambiante en su genio, pero no sabían que cada vez que sabía o

conocía del daño hecho a personas de raza negra, su ánimo cambiaba de


inmediato volviéndose colérico y mal humorado, encerrándose en su oficina

presidencial y desahogándose con furia todo aquello que llevaba muy


escondido dentro de sí. Mary veía que la superficialidad de las apariencias que
absorbían los curiosos y los reporteros, así como los políticos, estaban lejos,

muy lejos del pensamiento íntimo de su esposo.

Por eso ella atesoraba más que nadie esos momentos íntimos con su esposo
pues ahí él desahogaba su mente de las cosas más sorprendentes que jamás
hubiera oído en su vida.

Después de largos momentos de silencios, caricias, palabras quedas, ambos

secaron sus rostros húmedos, después de aceptar el destino que él mismo había
pedido por amor a su pueblo, especialmente por los perseguidos y marginados,

siendo el símbolo de su estrella personal la esclavitud de los seres de raza

negra con quienes se sentía absolutamente identificado.

Abraham tomó una Biblia que había en la sala y que se ocupaba siempre

como respaldo para las reuniones espirituales o espiritistas o de videncia como

se daba en manifestar, todo ello como una forma de representar que quienes

invocaban esas presencias invisibles eran temerosos de Dios y se sentían

protegidos por su Espíritu Supremo. Debido a su estrabismo siempre andaba

con lentes para poder leer debidamente sus lecturas, los sacó del bolsillo de su
vestón, lo ajustó sobre su nariz y procedió a leerle a Mary aquel pasaje bíblico

que hablaba sobre Abraham, el patriarca de la nueva civilización que Dios

otorgaba para que se multiplicara por toda la Tierra. Por alguna razón
inexplicable, sentía una simpatía por aquel Abraham, del cual su padre había

otorgado el mismo nombre, y veía en su esposa Mary, a la misma Sara que


tuvo aquel patriarca de la humanidad. El destino de Abraham no sería el de ver
la Tierra Prometida, ni aún a Moisés se le permitió tal privilegio. Lo mismo

creía Abraham sobre sí mismo. Creía que ni él ni sus hijos verían en que se
convertiría esa nueva tierra promisoria, de la que no tenía dudas, sería grande,

rica y poderosa, ya que su gente era soberbia, rebelde y trabajadora. Cerró La


Biblia una vez leídas aquellas páginas memorables, retiró sus lentes y con un

pañuelo terminó de secar las rebeldes lágrimas que insistían aún por
permanecer en sus ojos. Besó a su esposa en los labios, la miró a los ojos, y
Mary vio en ellos una tristeza profunda que casi le rompió el corazón.

Decidió que esa noche lo amaría como jamás nunca lo había hecho. Jamás
creyó que su esposo fuera un hombre tan grande de espíritu. Estaba totalmente

conmovida. Se dio cuenta cuánto amaba a su país en esos ojos de sacrificio

que manifestaba con tanta profundidad solamente a su esposa.

Ella había colaborado decenas de veces ayudando en los campamentos de


hospitales para recuperar a los heridos y sabía que su esposo sentía por ellos

tanto como ella, pero nunca, nunca, nunca imaginó ver el mundo de dolor que

acongojaba a su amado esposo por el pueblo sin libertad de Estados Unidos de

Norteamérica. Abraham tenía los ojos rojos por la emoción incontenible que

desembocó en esas lágrimas, en tanto Mary disimulaba mejor su tristeza, y

tomados de la mano abrieron la puerta de la habitación y con la mejor de sus

sonrisas, se dirigieron al hogar presidencial para continuar con la vida que no

detenía su rodaje.

CAPÍTULO CUARTO

EL DESENLACE

Mientras Ulysses S. Grant obtenía los resultados victoriosos de su ejército y

se vislumbraba el final de la esclavitud, Lincoln se preocupaba de acicalarse

para la invitación efectuada para asistir al Teatro Ford de Washington, pensaba

que era imposible eludir tal visita, toda vez que dicho Teatro incendiado tres

años atrás, allá por 1862, había sido reconstruido y un año después entrado en

funciones, considerándose que con su capacidad para 2400 personas era el más

monumental de todos los que se pudiera conocer en aquellos años, y ser


invitado para estar presente aquel 14 de Abril de 1865 y ocupar el palco

presidencial que le quedaba al lado exactamente del escenario, con un lujo de

terminaciones europeas, de un corte francés inconfesable, con gruesas cortinas

que protegían al presidente de la vista de curiosos y con una comodidad tal en

esa butacas mullidas que miraban hacia el escenario desde un segundo piso, le

era totalmente grato asistir.

Tenía presente sus sueños mortuorios, las profecías de Nettie, pero no sabía

cuando le llegaría su hora si ahí o en otro teatro o algún lugar abierto. Mary le
decía de no ir, pero él la tranquilizaba. Incluso había invitado al General Grant

pero éste desistió de ir por tener otros compromisos, por lo que no le quedaba
motivo alguno, yendo con su guardaespaldas acostumbrado, no debía temer.

No se trataba tampoco de poner el pecho para recibir los balazos y se

cumpliera tal vaticinio, pero sí de cuidar las formas y ser lo más prudente
posible.

Lo que jamás podría pensar que algún loco armado ingresara al Teatro

Ford. Eso era imposible, todos serían revisados l ingresar a éste, por lo que

tranquilizaba a su esposa, quien insistía que era muy peligroso ir.

Ella estaba obsesionada y creía totalmente en todo lo que Nettie había


predicho. Abraham también pero consideraba e no por ello debía encerrarse en

la Casa Blanca y no cumplir con su deber, y menos aún cuando había sido

reelecto como presidente por otros cuatro años.

Entendía que Mary estuviera sensible pues la muerte de su hijo William

había acabado con toda la compostura de la cual siempre hacía gala. Tal vez

eso la hacía ver enemigos en todas partes. A menudo su hijo mayor señalaba

que su madre estaba medio loca y le decía a su padre que exageraba su madre

con los asuntos espiritistas. Abraham reprendía severamente a su hijo por usar

palabras inadecuadas y no permitía que nadie criticara a su esposa menos un


hijo, pero no dejaba de encontrarle cierta razón a sus palabras. Temía que su

hijo, si él no estaba, pudiera ser más duro con Mary. Eso no lo soportaría.

Abraham Lincoln se encontraba de excelente humor, pues la rendición

reciente del

General Robert E. Lee. Del Norte de Virginia, se habían rendido ante las

fuerzas de la unión que lideraba Ulysses S. Grant y que defendía la volición de


la esclavitud. Todo ello era un motivo para eliminar de sus augurios tristes

toda nube de sucesos fatídicos que pudieran oscurecer sus actos


presidenciales.
Todo sucedió con tranquilidad aparte de los vítores del pueblo cuando
vieron al presidente y a la primera dama llegar al Teatro Ford. El presidente

estaba más delgado que nunca: su sufrimiento por una guerra que nunca debió
existir era superior a sus fuerzas. Había bajado veinte kilos, quedando

verdaderamente en los huesos. Jamás nadie imaginó que esa guerra cobraría

más de medio millón de vidas, no teniendo parangón alguno en su ferocidad y

crueldad, ni en el uso de armas modernas que volaban por los aires a decenas
de personas en segundos. Sufría por su país cuyo sur quedó devastado y

arruinado. Los aristócratas sudistas padecieron lo que jamás creyeron vivir al

arruinar sus campos y sus palacios campestres. Si algo podía decirse del Sur

era la ruina total y con ello un tremendo dolor de cabeza para el presidente que

debía reconstruir el país entero para producir los bienes necesarios. Esos

pensamientos reinaban en su mente mientras ingresaba al Teatro Ford, para

reírse un poco con aquella comedia anunciada “ Our American Cousin”.

Se ubicaron en su palco, en tanto su guardia personal se retiró

inexplicablemente lejos de la puerta que protegía su palco.

En tanto estaban sentados conversando Mary con su esposo mientras se

terminaba el tercer acto de la comedia y se ensordecía el ambiente con las


carcajadas de los asistentes, asoma de improviso un actor quien saca un arma y
le dispara al presidente en su cabeza por atrás, cayendo éste ensangrentado

sobre el regazo de su esposa.

En aquel momento ambos, el moribundo y la angustiada esposa se miraron


y se dijeron todas aquellas palabras de amor y de promesas, que recordaría

Mary posteriormente eran exactamente las palabras dichas por Nettie.


En tanto el asesino saltaba del palco y se quebraba una pierna, cuyo nombre
era John Wilkes Booth, un actor nacido en 1839, en el caos pudo huir

montando un caballo que lo esperaba afuera. Abraham Lincoln era trasladado


a la Casa Petersen permaneciendo su esposa a su lado y éste le confesó que su

asesino lo había reconocido. Era el mismo que él veía en sus sueños y que era

la persona que lo había secuestrado como jefe africano en otro tiempo. Sus

ojos le eran inconfundibles. Era el odio del pasado de un esclavista que no


recordaba que lo había sido en su nueva vida de 26 años anónimos que le

darían un infeliz renombre para la posteridad. Su alma aborrecía a quien

liberaba los esclavos, aquellos que eran su motivo de vida en otro tiempo y

que él había sido uno de los principales ganancistas en ese negocio de venta de

esclavos transatlánticos.

Abraham Lincoln comprobaba por sí mismo que cuando uno se está

muriendo la vida entera pasa ante los ojos en segundos. No recordaba tantas

cosas vividas y sin embargo en aquel momento en que estaba tendido en la

cama mirando a su esposa, veía más allá de ella a sus padres ya fallecidos, a la

segunda esposa de su padre también fallecida. Vio a su abuelo asesinado por


los indios nativos. Cómo viajaban con una pobreza extrema y con los más

precarios conocimientos civiles jamás imaginados. Veía a su madre que era


capaz de leer algunas palabras, y se veía a sí mismo como un jovenzuelo sin

barba alguna luchando en la vida cortando leña, ayudando a su padre a


construir su cabaña de troncos, viajar en barc transportando mercaderías,
trabajando de leñador endureciendo sus músculos, veía su misma persona

estudiando a la luz de una lámpara con vela que iluminaba sus estudios.
Aprendiendo leyes al trabajar en un estudio de abogados, estudiando a
escondidas para aprenderse todas las leyes. Estudiando a los grandes

pensadores griegos y asimilando sus conocimientos para usarlos después con

despliegue. Se veía a sí mismo y una mueca remedando una sonrisa lo


mostraba como un habilidoso escribiente que escribía cartas a los clientes y

cobraba por ello. Él había aprendido a escribir a fuerza de voluntad. Se veía

aprendiendo matemáticas, las sumas, restas, multiplicaciones y las divisiones

hasta que las aprendió. Se vio a sí mismo amando a Ann en ese amor puro de
joven, que sólo vino a conocer el amor real cuando conoció a Mary. Ya era un

abogado a esas alturas. Ahí vio su casamiento…¡ qué extraño era verse a sí

mismo reflejado en una visión! ¡Era el tipo más desgarbado jamás imaginado!

Era un gigante para la época con su metro noventa y tres centímetros, al que le

agregaba además su enorme y elevado sombrero. Mary, con su metro

cincuenta y siete se veía tan menuda y hermosa… Veía a sus hijos nacer uno

tras otro, y vio morir a su hijo William y llorar a su mujer la muerte de su hijo.

Todo en segundos lo veía y ahora miraba el rostro demudado de su fiel y


amada esposa.

De su boca ya no salían palabras. Las pocas que lograba articular apenas


podía oírlas Mary.

Ella, embotada en sus sentidos, sólo asentía a su esposo, y lo miraba


mientras su ropa estaba toda ensangrentada de la sangre de su amado. En

algún momento, después de repetirle que volverían a estar juntos, pidiéndole


perdón por dejarla sola, Lincoln sólo movía los labios a esas alturas sin emitir

sonido alguno falleciendo al día siguiente, el 15 de Abril de 1865.

Mary Todd Lincoln, se retiró de la Casa Petersen con su ropa tal como
había quedado de la noche anterior. Estaba desencajada, aturdida ante la
brutalidad de los acontecimientos. El pueblo lloraba al líder que deseaba un

país más grande, libre y soberano. Todos los seres de raza negra que habían
sido ya liberados y los que aún permanecían engrillados lloraban de rodillas

clamando al cielo por aquel buen hombre que había ofrendado su vida por la

libertad de ellos.

A cinco meses de haber asumido la presidencia, los sudistas habían sido


derrotados y entregados las armas. Ahora él moría asesinado por un rebelde,

un anárquico, un ignorado por su vida actoral que influenciado por otros fue el

cabeza visible de un conspiración de unos pocos que contrastaba con el

sentimiento general de una nación sacudida por el magnicidio.

Jamás había existido un sentimiento tan unitario como aquella vez. Los

Maestros espirituales tenían razón. Somos demasiado brutos y salvajes y


requerimos que un buen hombre muera por defender causas nobles para que

nos transformemos y recobremos el juicio. La muerte de Abraham Lincoln

cambió la historia de Estados Unidos para siempre. Jamás alguien había


luchado por pueblos esclavizados, considerados personas inferiores.

Había nacido una leyenda y Mary sabía que así era, pero el dolor de esposa

nadie podría mitigarlo jamás. Añoraría a su esposo como el hombre más


grande que mujer alguna haya soñado.

En los funerales , sus hijos aún pequeños, aquellos dos que le sobrevivían,
saludaron el coche fúnebre de su padre cuando estuvieron presentes ante ellos.

La emoción de un pueblo avergonzado por el crimen de un loco, el ver a esos


niños huérfanos de padre despedir a su progenitor con gallardía nunca vista,
era algo que quedaría para siempre en la memoria de su pueblo mientras u

viuda lloraba silenciosamente, Mary Todd Lincoln, fue ella la primera

“Primera Dama”, título que ella misma acuñó y que permanecería para
siempre en la costumbre protocolar del pueblo estadounidense.

Desde todo punto de vista, señalaba la prensa en recuerdo de su paso por la

presidencia, no sólo logró la liberación de la esclavitud del pueblo sureño, sino

que diseñó y desarrolló la conquista del oeste. Se nombró precisamente a


Abraham Lincoln como el gestor de la conquista de esas inmensas explanadas

fértiles para el ganado y la agricultura. Cariñosamente todos se referían a él y

lo harían en el futuro como “Abe” Lincoln. Para lograr dicho objetivo regalaba

hectáreas a todos los colonos que quisieran establecerse en aquellos vastos

territorios despoblados y que eran parte del enorme suelo nacional.

Al término del artículo la prensa transcribe su discurso de Gettysburg como


un mensaje para todo Estados Unidos y el que adquirió la relevancia mayor

por la cualidad oratoria, según el artículo y que Lincoln había sintetizado en

dos minutos de discurso, una de las frases más importantes para el futuro de la
nación, al señalar sus palabras finales de éste el que subrayamos para el lector:

“Hace ocho décadas y siete años, nuestros padres hicieron nacer en este

continente una nueva nación concebida en la libertad y consagrada al


principio de que todas las personas son creadas iguales.

Ahora estamos empeñados en una gran guerra civil que pone a prueba si
esta nación, o cualquier nación así concebida y así consagrada, puede

perdurar en el tiempo. Estamos reunidos en un gran campo de batalla de esa


guerra. Hemos venido a consagrar una porción de ese campo como último
lugar de descanso para aquellos que dieron aquí sus vidas para que esta

nación pudiera vivir. Es absolutamente correcto y apropiado que hagamos tal

cosa.

Pero, en un sentido más amplio, nosotros no podemos dedicar, no podemos


consagrar, no podemos santificar este terreno. Los valientes hombres, vivos y

muertos, que lucharon aquí lo han consagrado ya muy por encima de nuestro

pobre poder de añadir o restarle algo. El mundo apenas advertirá y no


recordará por mucho tiempo lo que aquí decimos, pero nunca podrá olvidar lo

que ellos hicieron aquí. Somos, más bien, nosotros, los vivos, los que debemos

consagrarnos aquí a la tarea inconclusa que, aquellos que aquí lucharon,

hicieron avanzar tanto y tan noblemente. Somos más bien los vivos los que

debemos consagrarnos aquí a la gran tarea que aún resta ante nosotros: que,

de estos muertos a los que honramos, tomemos una devoción incrementada a

la causa por la que ellos dieron hasta la última medida completa de celo. Que

resolvamos aquí, firmemente, que estos muertos no habrán dado su vida en

vano. Que esta nación, Dios mediante, tendrá un nuevo nacimiento de

libertad.

Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no


desaparecerá de la Tierra”.

CAPÍTULO QUINTO

ÁFRICA, UN PASADO IGNORADO

Abba, era el jefe de su tribu en Senegal. Sus orígenes se remontaban a

Ghana y había heredado el nombre de sus antepasados. El nombre heredado

no podía ser más apropiado pues su significado africano era “Padre”. Alto,

casi de un metro noventa de estatura, impresionaba por su musculatura de

acero y su capacidad para gobernar su pueblo. Claro que para alcanzar tal

responsabilidad había tenido que ser un eximio cazador desde muy temprana

edad. Era un infatigable corredor que iba detrás de su presa hasta cansarlo y
entonces lanzaba su lanza y atravesaba corazón con una precisión que era

temida por sus gobernados.

Su condición de jefe le permitía tener varias esposas, eligiendo por cierto a

aquella que le era más agradable para sus placeres y que por su belleza le
asegurar herederos que pudieran ser útiles a su pueblo en el futuro. Aminata

era su preferida y la que todas reconocían como la reina. Nombre apropiado de


aquel mundo que significaba “fiel y leal”.

Las chozas construidas de paja tanto en sus muros circulares como sus

techos como sombreros chinos en las que vivían los amparaban del inclemente
Sol que caía con furia sobre sus curtidas pieles. Cuidaban de cercar por

tradición de sus ancestros todo el poblado para ampararse de las víboras y las
fieras que en la noche buscaban comida. La raza negra de su nación era amiga

del Sol y lo aceptaban como un Dios irrenunciable pero temido. Encontrar


agua no era un tema que los agobiara como a otros pueblos. Les era fácil
conseguir agua a de las raíces de las plantas en los momentos más duros de

sequías, o bien de las napas subterráneas que conocían como su fueran sus
propias venas y clavaban ahí una vara ahuecada y chupaban el agua o bien la

vaciaban a recipientes de cuero que curtían de los animales que mataban para

el sustento.

Cuando llegó el hombre blanco a azolar sus tierras, se defendió muchas


veces de los despojos que generaban sus visitas. Se llevaban a los de su raza

por miles a la isla de Gorée, frente a las costas de Senegal.

Desde aquel lugar se enviaba el cargamento humano a las costas de Brasil y

América del Norte.

Las tribus africanas estaban acostumbradas a la ferocidad su propio pueblo

pero todas las guerras eran para dominar a otros y capturar territorios. Se

mataban con una crueldad que era parte de un ritual ancestral por dominar a lo
ajeno. No existía otro parón de conducta, pero así y todo entre ellos no existía

la esclavitud, no al menos en la forma que los invasores lo hacían, pues eran

considerados simples objetos, casi menos importantes que los animales.


Morían por miles en el exterior. Así sabía Abba lo que pasaba a los africanos.

El mundo era una locura genocida en su propia tierra pero el despojo de sus
moradores retirándolos a tierras desconocidas muriendo por la pésima
alimentación, el maltrato, los latigazos que dejaban irreconocibles las espaldas

de los que sobrevivían, la violación de sus mujeres que eran tratadas peor que
las perras que deambulaban por las callejuelas o los campos, ello era

insoportable para el espíritu gurrero y combativo del africano. Preferían morir


con honor peleando duramente a ser objeto de humillaciones en manos de esos
horripilantes rostros blancos que daban la sensación no tener sangre por la

palidez extraña de sus rostros.

Abba no pudo contra el numeroso y bien organizado ejército extranjero.


Los rodearon y mientras él esperaba morir peleando, un golpe en la nuca lo

atontó y cayó de rodillas siendo arrastrado y encadenado mirando a lo lejos

como se perdía a sus ojos su mujer Aminata, quien con sus pechos desnudos y
los brazos extendidos expresaba en su rostro horrorizado la destrucción de su

hogar y la pérdida para siempre de su líder y esposo, el rey.

Con él se irían encadenados sus mejores hombres, su general, el más

aguerrido, un enorme varón cuyos brazos eran el doble de los suyos y cuyo

tórax era como un gigantesco tonel, lo que fue un deleite para los esclavistas

pues veían ellos dos tan solo una excelente mercancía de venta.

Jamás olvidaría Abba a aquel negrero que lo había deshonrado de su poder.


John Boothlidge era su nombre. Le costó memorizarlo pues esa lengua le era

extraña y debería aprenderla. Donde fuera que lo llevaran lucharía por su

libertad y la de los suyos.

Su fiel Ulie, yacía dormido por los tremendos mazazos que le dieron en el
cráneo y que a cualquier otro podrían haberlo matado.

¡Adiós a mi tierra amada, a su Sol espléndido! ¡Adiós a los rinocerontes,


elefantes e hipopótamos, a las garzas y pelícanos, adiós a mis amados

baobabs! Adiós a mis leones y la risa de mis hienas! ¡Nunca más las veré!
¡Adiós esposa mía, hijos, pueblo mío!
¡Me han despojado del corazón y me han quitado la vida y aún camino, aún
respiro un aire que no conozco y que me asfixia y no me mata. Adiós a las

aguas del Gambia, el río de mis antepasados!

CAPÍTULO QUINTO

ULIE

Al enorme cuerpo de Ulie que de por sí atemorizaba a sus enemigos y daba

seguridad a los suyos, lo acompañaba una serie de tatuajes tanto en el rostro

como en los brazos que le daban un aspecto tan fiero que al sólo mirarlo se

paralizaban de terror cuando entraba la furia en su cuerpo.

Abba lo había elegido dentro del Consejo como su principal. Creía

firmemente que Ulie por sí mismo podría formar su propia tribu y él lo

apoyaría, pero la lealtad de aquel gigante era la propia de un hermano, porque

eso era él, su hermano menor quien había resultado ser un bendecido de los

dioses por su contextura que nunca antes había visto ni recordaba de la historia

de sus antepasados.

Los brazos y las manos de Ulie eran las de un molino que con un solo giro

podría matar a decenas de enemigos y eso lo había podido comprobar Abba.

Su pueblo era obediente a los designios de sus brujos, pero había uno de
esos anuncios del futuro que a Ulie lo preocupaba de sobremanera pues el más

anciano de ellos, poseedor de una capacidad de conexión con los espíritus


sabios del Cielo, advertía que una boca monstruosa devoraría al pueblo Abba,

destrozaría miembros y desaparecería sus estrellas que iluminaban sus vidas y


su Sol que los regía.

Al interpretar los sabios tales mensajes, hablaron al pueblo que seres


monstruosos de carnes pálidas vendrían por los mares y devorarían a su pueblo
y se llevarían a su rey, a sus generales y humillarían para siempre su historia

de guerras y muertes honrosas.

Ulie supo que nada podría hacer ante ese designio. Para él, huir sería la
peor de las vergüenzas. No podía dejar solo a su hermano rey y menos a su

pueblo que honraba la confianza de sus fuerzas.

El mensaje del anciano para él es que al guerrear como mil guerreros

salvaría a muchos de sus hombres, mujeres y ancianos. Morirían muchos pero

no todos. La boca monstruosa tragaba a los fuertes y los vomitaba en otras

tierras para hacerlos trabajar hasta morir.

Mataban porque despreciaban a los de su raza, la raza negra, y los

consideraban menos que seres, objetos, instrumentos. Sus mujeres serían

violadas y engendrarían simientes de rebeldes del mañana en propio terreno

africano que en los siglos venideros nacería hombre que liberaría al pueblo
africano desde el sur del continente y se irradiaría hacia el centro norte de su

mundo.

Entonces, en aquel mañana, el mundo conocería bajo voces que se

escucharían en todos lados y rostros que se verían en todos lados, las


vejaciones de aquellos que se decían superiores y cuyo crecimiento y lujo fue

con la sangre de los de raza negra, aquella que decidieron esclavizar.

El anciano dijo que los Sabios del Cielo que hablaban como aves de un

mundo de paz, decían que ello era necesario porque la educación del mundo
debía significar luchar contra la esclavitud.
Para ello, le dijeron a Ulie, su rey y él serían gobernantes en tierras extrañas
pero poderosas, y en el mañana lucharían con otra piel, con otro color de piel,

para liberar a los seres de raza negra que abundarían en esclavitud en esas
tierras.

Ulie era valiente hasta la última gota de su ser. Amaba a su hermano el rey

porque él amaba a todo su pueblo y era piadoso con muchos débiles que en

otras tribus eran eliminados. Él había superado esa conducta común en las
tribus y lloraba ante la muerte de uno de los suyos cuando alguna enfermedad

se lo llevaba temprano. Su pueblo lo amaba porque se negaba la comida para

dársela a su pueblo, salía a cazar con Ulie y no volvían hasta que llegaban con

grandes piezas de caza que daban tareas a sus mujeres para despellejar y

capturar sus carnes y conservarlas. Las aguas del río eran pródigas en pozas de

agua helada en las que sumergían los alimentos de caza. Era el secreto de sus

antepasados que les había permitido sobrevivir en esas tierras plenas de

vegetales, de acacias y baobabs.

En otras tribus se peleaban entre hermanos y se mataban para dividir reinos


y debilitarse. Abba y Ulie sabían que si se dividían morirían a manos de

quienes anhelaban sus suelos.

Su pueblo estaba cerca del mar y era tentador para los invasores. Ese mar
les proveía de otras carnes las que aprovechaban, pero en las épocas de mares
violentos debían tener aquellas otras carnes que eran las que guardaban

incluso de las hienas cuyos olfatos eran finos y podían captar hasta debajo de
las piedras. El agua borraba ese olor de la carne fresca, y la salaban con la sal

que obtenían del mar para conservarla y cocerla con la sal pura.
Las ofrendas a los dioses eran fiestas nocturnas de fuego encendido y
generoso al centro de la aldea, de danzas y cánticos contagiosos que elevaba el

espíritu y animaba a su gente, dándole confianza en que los dioses estaban con
ellos siempre. El atardecer de todos los días honraban al Sol en su retiro a

dormir, y al cazar pedían permiso a los dioses para buscar el alimento y pedían

perdón al animal por disponer de su vida para obtener su carne y sus vísceras,

así como sus huesos que les servían para los utensilios de todo tipo en la aldea.

Así que quienes pensaran que el pueblo de Abba fue sorprendido cuando

llegó la boca devoradora a destruir su mundo, desconocían la profundidad del

pueblo guerrero que peleó como le enseñaron sus padres pero que sabían

serían dominados y maniatados los más fuertes, seleccionados como si fueran

ganado, y deberían ser el sacrificio para un mundo que en el mañana debería

carecer de esclavitud, aquello que pasarían cientos de años antes que los seres

de piel pálida comprendieran que eran seres humanos con sangre roja y que

sus vidas rotaban de unos a otros, y que el mañana el de piel pálida sería de

piel negra y el de piel negra sería de piel blanca, porque así lo tenían dispuesto

los dioses que regían las tribus de todo el mundo.

Ulie lloraba para adentro lo venidero, pero sabía que él era inmortal como
todos y que vencería en el mañana tal como le dijeron los ancianos. Ellos no
mentían porque hablaba el espíritu mayor que todo lo sabía y que no ocupaba

carne alguna para caminar por el mundo, pues era el dueño de todo. Él lo
había creado.

Ellos eran caminantes dentro de su creación.

CAPÍTULO SEXTO

LOS ANCIANOS

El pueblo de Abba y Ulie eran respetuosos de sus ancianos, aquellos que

habían visto historias crueles de guerras tribales, aquellos que siendo jóvenes

habían combatido con fiereza y defendido con honor a su gente, aquellos que

habían conocido el áfrica recorriendo desde el mar Mediterráneo en aquel

lugar llamado Marruecos, donde las tribus adoraban a un solo Dios, allá en

aquel lejano lugar donde unos monumentos extraños se elevaban gigantes

hacia el cielo y que llamaban pirámides, ahí donde vieron un rostro humano en
un cuerpo de león, vivieron el Sahara atravesándolo de lado a lado

sobreviviendo a ese reto que en las noches estrelladas les permitía

comunicarse con los dioses y en espíritu ingresar a las puertas del palacio de

los inmortales y regresar a sus cuerpos mortales no deseando regresar después

de vivir las delicias de sabiduría y paz que se sentía en el palacio de los dioses

inmortales.

Eso lo conocía el pueblo de Abba y Ulie. Tenían un respeto mayor que a su

rey al hablar con algunos de los ancianos cuando deseaban consultar alguna
lección de vida. Ahí estaban prestos para refrescar sus oídos y aquietar los

ánimos de los más belicosos.

En aquel entonces, cuando su pueblo vivía en paz, los ancianos llamaron a


asamblea a todo el pueblo avisando al rey Abba y a su hermano, el jefe de las

armas Ulie.
Fue entonces que los ancianos, alrededor de una fogata que iluminaba la
noche y mostraba los rostros preocupados de los varones y las mujeres

mientras los niños dormían en las chozas, que dijeron que el odio y la avaricia
de seres extraños venidos de muy lejos, de aguas profundas e inmensas que

cruzaban en sus naves, destrozarían la vida de sus tribus y de todas las tribus

del África.

Laréplica de los más guerreros no se hizo esperar señalando que ellos los
vencerían con sus armas y sus guerreros.

Los ancianos hablaban que se defenderían pero esos extraños traían unos

palos de fuego que desde lejos mataban animales y personas. Y esos extraños

no consideraban al pueblo de África como humanos sino como objetos.

Decía el anciano Tarún, el que más conocía el mundo de los espíritus, que

esos extraños venidos de otras tierras más allá de las aguas vivas, eran seres

que tenían conocimiento pero no disponían de sabiduría. A nuestro mundo lo


consideran como salvajes por nuestras formas simples de vida y nuestra

conducta de respeto por la naturaleza que la diosa Inma nos regala.

-“Nosotros a ellos los valoramos como seres sin alma, salvajes y

destructores de las vidas ajenas. Viven creyendo ser adultos y para nosotros
son niños que juegan a ser dioses, por eso destruyen todo para sentirse

grandes. No matan para comer sino que lo hacen por poder.

-“Hace mucho tiempo que nuestro mundo dejó atrás esa forma de vivir y

existen tribus que viven como los extraños matándose unos a otros, pero que
los dominados no son usados como esclavos sino como sirvientes con

derechos. Otros los matan al dominar sus pueblos. Los que mueren se sienten
honrados de morir peleando y no ser humillados como objetos.

-“Eso es lo que hacen los extraños con el resto del mundo.

-“Pasarán cientos de años y los extraños de piel pálida, seguirán odiando a

los de nuestro color, seguirán considerándonos como cosas. Tendrán

candidatos a reyes de sus pueblos que pregonarán la separación descalificando


a los de otros colores de piel y negándoles dignidades.

-“ El Todo que es lo existente con sus planetas lejanos y cercanos, con sus

estrellas y sus soles, es morada de todos no de unos pocos. Los extraños

asumirán ser dueños de todo y escriben hojas de árboles que llaman papel y en

ellos establecen dominios sobre las tierras, les niegan el alimento a unos y les

sobra para ellos pudriéndose lo que no comen o vendiéndolo por papeles que

son como el oro para ellos y que nosotros llamamos trueque.

-“ Todos ocupamos todas las moradas de la Tierra, nuestro mundo de hoy

,de ayer y del mañana. Todos ocupamos diferentes cuerpos de diferentes

colores, conociendo diferentes culturas, religiones y costumbres. Todos

debemos respetar a los extraños, aunque ellos sientan odio por nuestro mundo
y nos usen como esclavos, es parte de un plan superior para cambiar el

pensamiento de aquellos que consideran ser los únicos con derechos.

-“ Abba y Ulie morirán lejos de estas tierras junto a muchos de nuestro

pueblo que irán sometidos a esos mundos nuevos. Ambos volverán a vivir un
tiempo después como reyes de ese mundo al cual irán, y ocuparán cuerpos de

extraños de piel pálida y sus espíritus no olvidarán a su pueblo de áfrica y


transformarán desde dentro del alma humana la conducta de esas personas

primitivas y salvajes que presumen ser evolucionados aún en el mañana.


-“ Aquel mundo presumirá de superioridad e invadirán con armas volantes
territorios lejanos, y se seguirá dañando a los de nuestra raza aún cuando vivan

con leyes que les permitan la igualdad.

-“Asomarán ustedes dos y cambiarán la historia pero Abba deberá imitar el


sacrificio del Dios de Dioses al que occidente bárbaro llama Jesús que por

enseñar amor fue asesinado.

-“ Aprenderán el amor y cuando llegue el tiempo, volverán ustedes

nuevamente a vivir en nuevos cuerpos de reyes y líderes. Los dioses han dicho

que dejarán claras indicaciones de ser vidas pasadas presentes en nuevos

cuerpos, y aún estarán cegados en sus vanidades y no comprenderán que todos

somos pasajeros del Todo y aprendices del Saber.

-“ Inma, la diosa de la Tierra, sacudirá los suelos, las aguas y los cielos

sobre los mundos que han violentado la calidad de las personas por sobre los

bienes. No creen que tal acción suceda y aunque lo supieran no lo aceptarían


porque sus vanidades por lo que poseen y lo que quieren adquirir los

enceguece.

- Hace ya mucho tiempo, antes de vuestros abuelos, llegó a nuestras costas

un varón de piel muy extraña que dijo ser de una nación muy grande llamada
la India. Lo rescatamos a aquel y lo cuidas hasta que pudo hablar. Nos contó

que era parte de un grupo de esclavos que llevaban a tierras lejanas y cuyo
barco había zozobrado en las tempestades y él había flotado abrazado a una
tabla y despertado en nuestras arenas.

-“ Entonces supimos que era un sabio indio que no había opuesto

resistencia porque los dioses de su pueblo le habían enseñado que iría aun
lugar solitario donde la miel de su boca daría nueva vida a sus avecillas.

-“ No entendimos hasta mucho después que aquel indio de piel oscura pero

no negra, había sido enviado a nuestro mundo para inculcarnos el saber del

cielo y los dioses. De él aprendimos a volar en el espíritu y a efectuar cánticos


que nos permiten salir del cuerpo y conversar con nuestros dioses y nuestros

antepasados.

-“De él aprendimos que somos pasajeros en tránsito ocupando cuerpos que

usamos como vehículos de transporte y que la mayoría olvida el verdadero

ritual de su existencia en el mundo físico, cual es la de servir y aprender.

-“Su nombre era Abdheraman, y de su nombre lo simplificamos hasta

llegar a usarlo como nombre de la descendencia y por eso el rey de nosotros se

llama Abba, en honor a la sabiduría que debe reinar en nuestros gobernantes.

-“ Después de enseñarnos grandes magias sobre nuestros cuerpos y nuestro

sexo, nos dijo que debía marchar que moriría asesinado por otras tribus de

nuestro mundo, pero que su espíritu volvería nuestro pueblo y nacería de

cuerpos nuestros.

-“ Abba fue nombrado rey por ser él mismo el espíritu de Abdheraman.


Cuando era apenas un niño su espíritu sabio nos habló para decirnos que había
vuelto entre nosotros. Hoy Abba no lo recuerda porque su espíritu está dentro

de él cuidando su nuevo desafío.

-“ Cuando le preguntamos por qué debía morir asesinado, él nos dijo que el
plan de amor de los dioses era incomprensible para la mente del mundo. Él iría

al extremo sur de las tierras nuestras, en donde inyectaría el saber de libertad


espiritual dentro de los seres de raza negra.

-“ Dijo que ese pueblo lo llegaría a matar porque rompería sus tradiciones

con sus enseñanzas y los brujos de ese lugar abominarían de él por ser un

poder mayor al que ellos imponían.

-“ Lamentablemente, señalaba, era necesario porque la gente de este mundo


para adoptar sabiduría para ser libres necesitan matar al portador de ello. Sólo

a su muerte comprenderán que aquel murió por enseñar una nueva luz.

-“ Dijo que volvía a nacer acá como Abba porque nosotros habíamos

obedecido las leyes de fraternidad que en otros lados eran signos de debilidad.

-“ Dijo que tiempos más adelante, más allá de cuando Abba muera en

tierras lejanas, más allá de cuando él vuelva como rey en aquellas tierras, más

allá de cuando él vuelva como rey por segunda vez en aquellas tierras, la

semilla sembrada en el alma del sur del África, germinaría en uno de sus más

rebeldes varones y transformaría la prisión en libertad para todos los de su

raza, y vencería la sabiduría al poder de un mundo de seres de piel pálida

acostumbrados a asesinar para gobernar.

-“ Dijo que en su propia tierra, la India, muchos sabios inyectarían en su


pueblo la sabiduría de los dioses y llegaría el tiempo en que su territorio
lograría su libertad sin verter sangre ante el retiro de otra fuerza poderosa que

gobernaría sus tierras y que sería la primera tierra en lograr la libertad sin
violencia extrema, sin guerras superiores, y aún así una vez les seguirían en

pugnas y muertes entre ellos mismos porque no comprenderán que la paz y el


amor nace desde dentro y no se impone por la fuerza.
-“Así que ahora Abba representa a nuestro pasado y deberá seguir el
camino elegido por él desde sus tiempos remotos enseñando al mundo en

diferentes partes que la única igualdad es del espíritu y que ella debe
representarse en la carne no importando el color ni la religión de éste. Todos

somos iguales.

-“ Desde siempre los reyes representan el verdadero poder interior, aquello

que no todos podemos alcanzar y que permite la sintonía con los ancianos
poseedores de un saber ancestral apoyados por los dioses. Quienes censuran a

los reyes cometen un error pues están dispuestos al sacrificio por sus pueblos y

es lo que sucederá una vez más con Abba y su hermano Ulie.

-“ La actitud de los pueblos invasores y sometedores a la esclavitud

constituye parte de la historia bárbara de las civilizaciones, aquella que nos

considera primitivos a nosotros por andar con ropas mínimas y hablar con los
animales y las plantas, conversar con el cielo, las nubes y las estrellas, entonar

los cánticos que traen las aguas de los cielos, calman la tierra y liberan su

amor para nosotros.

-“Nuestro mundo ve con otros ojos que no entiende el mundo. Son esos
ojos de los pálidos que traicionan el espíritu de los dioses, pues somos iguales

y transitamos por unos y otros cuerpos en diferentes tierras, y los pálidos no lo


recuerdan, no creen en ello aún cuando son verdaderos paganos que levantan
monumentos de seres santos y los adoran para después ir a subyugar mundos

que viven sus propias historias según sus costumbres y evoluciones.

-“Nosotros, a los niños no los castigamos por destruir nuestras cosas


cuando investigan la naturaleza de ellos. El mundo que se considera
evolucionado mata y destruye a aquellas naciones que caminan como los niños

que mencionamos y que buscan su propio destino.

-“Este mundo le ha dado la espalda al padre de todas las civilizaciones, el

llamado patriarca Abraham. En las diferentes épocas nacerá aquel que llevará
el nombre del patriarca y honrará la memoria de los valores originales para

defender la vida por sobre las reglas momentáneas de sus pueblos.

-“Abba, he aquí que estás presente ante este consejo de ancianos: Darod,

Dir, Hawiye, Rahanweyn, y la que presides, Abbas, rey de Isaaq en donde

concurren todos los ancianos de las otras etnias de nuestra tierra,. Todo lo que

soñaste que iba a pasar, pasará. Soñaste con los invasores y ellos vendrán a

cumplir. No es una pesadilla ello, es un anuncio de lo que acaecerá sobre

nuestro pueblo. Han venido todos los ancianos porque la historia cambiará con

invasores que no dominarán nuestros mundos sino que despojarán de sus seres
que viven para engrandecer nuestras etnias, con todos nuestros defectos y

virtudes.

- “En el mañana, tendrás el nombre del patriarca y tendrás el diminutivo de

su nombre que recordará la semejanza con tu nombre actual. Serás el padre de


una nueva civilización incluyente, liberarás al pueblo nuestro secuestrado y les

darás igualdades desconocidas, pero sin facilidades pues deberás enfrentar una
guerra tan grande como las que hemos tenido en nuestro continente. Pelearán

hermanos pálidos contra hermanos pálidos. Unos defenderán la esclavitud y


tú, como rey, defenderás a los esclavos por su libertad. Sólo la herencia que

has tenido como guerrero y soberano te dará la fortaleza para vencer. Tu


hermano Ulie te ayudará como tu mejor brazo en aquel tiempo. Aparecerá en
tu vida y te ayudará para obtener la victoria. Él también llegará a ser rey de
esa nación lejana.

-“ Es triste ver cómo no dan importancia a los nombres los pueblos del

mañana. Llegará el día que estos nombres no tendrán el significado que se da

en los mundos de nuestras etnias a las que ellos con desprecio llaman tribus
para menoscabar nuestra cultura ancestral. Cada nombre era elegido porque

indicaba un futuro y el carácter del nombrado.

-“ Jamás la historia de las civilizaciones tendrá un hombre más glorioso que

aquel que encarnará Abba. Su sacrificio por lo tanto es necesario porque será

la puerta abierta para la libertad de millones y provocará en los tiempos

siguientes olas de libertad y respeto para quienes han sido encadenados por las

limitaciones de los ojos físicos que se traicionan a sí mismos al negar los

derechos a quienes son las mismas creaturas del Dios de todos los dioses, del

Dios Supremo y de Inma de todos los mundos.

- Nuestros registros nos indican que en tiempos muy lejanos se anunció la


llegada al mundo nuestro de un Rey mayor a todos los reyes jamás conocidos.

Aquel Rey era un Dios, y decidió pisar mundos nuestros como semejante a

nosotros para enseñar el camino de la superación y no de la degradación.


Cuando él, aquel Rey llegó, al que el mundo llamó Joshua, lo mataron.

-“Así es el destino y el precio que se debe dar por todos aquellos que

liberan a sus pueblos de condiciones no permitidos por el Dios de todos los


dioses.

-“ Volverás en otro tiempo con otro nombre, pero con los mismos designios
de libertades civiles para sus habitantes, y encontrarás a tu hermano Ulie como

líder de nuestra raza a quien reconocerás en el espíritu pero no en la carne.


-“Esa nación poderosa pero primitiva requiere de nuestros sabios para
ocupar tareas. Desconocen que los dioses no tienen razas, colores, religiones

ni diferencias sociales. Todos somos parte del Todo. Somos una gota, cada uno
de nosotros, del más gigantesco e inconmensurable océano del universo, por lo

tanto nuestros espíritus intervienen en las diferentes civilizaciones sin

distingos de esos colores.

-“ Quienes descalifican y ridiculizan nuestra raza, nuestro color y nuestra


cultura, serán en el mañana encarnados en cuerpos nuestros para aprender la

sabiduría de nuestros ancestros con todas sus ventajas y todas sus limitaciones,

porque el descender a los cuerpos es para aprender a evolucionar y adquirir

sabiduría aquí, allá y acullá.

-“Se avergonzarían de saber que quienes han implementado nuevas normas

para dar nuevos espacios a sus mundos, son aquellos que en otras vidas eran
esclavos o despreciados sirvientes de alguna condición negada por sus cánones

de sociedad elitista.

-“Será así, porque está escrito: Abbas, hoy un hombre de nuestra raza

negra, nacerá en ese continente donde dejará sus restos africanos y será un rey
que cambiará la historia de esa nación, y no concluirá ahí porque volverá a ser

rey de esa nación.

-“ Aún así, en el mañana lejano, esa nación embriagada del poder absoluto
que adquirirá sobre todas las naciones, elegirá a un presidente de raza negra …
( el estupor y la incredulidad se hizo manifiesto en todos los ancianos y

concurrentes de todas las etnias)…, cuyo mérito será del abolicionista y


después del defensor del os derechos civiles de ese país, y aún así tendrá
esclavizado a una isla privándoles del derecho a elegir su propio camino,

asfixiándolo para no emerger como le dé la gana, sino más bien manifestando

que aún son esclavistas y se sienten superiores al resto de la humanidad.

-“ Inma dejará al cielo, a la tierra, a las aguas, a los vientos a responder de


los desvaríos a que los han sometido. Ya no los sujetará más, y la respuesta

llegará sobre esa tierra soberbia y magnífica de gente hermosa pero

sobredimensionada que disponen de lujos desvergonzados y de suicidios


morales incompatibles con la evolución de las sociedades.

-Pelearemos como es costumbre de nuestro pueblo, pero sucumbiremos

ante un poder inmisericorde de esos extraños de piel pálida, bárbaros en

demasía. Es todo.

CAPÍTULO SÉPTIMO

EL CUMPLIMIENTO

Abba estaba impactado. Todo había sido un sueño lo que había vivido, era

tan real que así lo había manifestado al anciano de su etnia, y por eso había

llamado a todos los ancianos porque ellos no tenían por qué saber aquello que

de tanto tiempo se anunciaba para sus pueblos y en el sueño del rey se abría la

puerta del cumplimiento de lo que sus antepasados habían escrito en los

archivos invisibles y a los que tenían acceso todos los ancianos de todas las

etnias.

Ellos no hablaban con nadie sobre lo escrito. Era el cumplimiento de una

compleja orden de los dioses que indicaba ser necesario para el bien de toda la

humanidad.

Lo que causaba escozor era que el rey de una etnia, para muchos, pobre y

rústica, hubiera sido elegido por los dioses para tan magna tarea. Ante eso, los
dioses informaron a los ancianos de todas las etnias que el Rey de Reyes,

Joshua, el hijo del Dios de todos los Dioses, había nacido en un pesebre y
siendo padres adoptivos de su tránsito un carpintero y su esposa esenia.

Escribieron en los archivos del cielo que aquellos habitantes de la Tierra

eran duro de testuz, insolentes y soberbios y se volverían aún más atrevidos


cuando los tiempos se cumplieran.

Les indicaron en unas páginas de aquellos archivos del cielo que así como
ahora se cumplían los tiempos de los profetas que hablaron cientos de años
atrás a sus etnias, se anunciaban otros tiempos que el anciano de ancianos

había hablado en aquella reunión de todas las etnias donde ningún anciano
faltó y ningún rey de cada etnia, y ningún general de cada rey. Hablábase de

general a aquel que era el brazo derecho del rey y gobernaba todos los

hombres que debían entrenarse y luchar por su pueblo, protegiendo a niños,

mujeres y ancianos.

Decían los dioses que en el mundo por llegar los ancianos serían

despreciados de su sabiduría y se impondrían los jóvenes con sus pasiones y

sus insolencias que desarticularían todo lo construido durante siglos.

Las etnias no podían creer tamaña insolencia cuando se les informó

gráficamente cómo vivirían los mundos próximos. Los ancianos eran

venerados por su sabiduría y eran atendidos con una reverencia que no admitía
réplica ante sus sentencias ,todas orientadas hacia el bien común y no a

resultados inmediatos que a la larga destruirían la etnia.

Tomaban como ejemplo que la misma naturaleza tomaba su tiempo en cada

ocasión para dar sus frutos.

Cuando sucedió la invasión de las caras blancas sobre el pueblo del rey
Abba, resultó ser tan mortífero y tan preciso que todo lo que soñó Abba lo

visualizó en persona cuando se cumplió lo informado al anciano.

Su rugido de rey se escuchó como el de un león herido. Nunca más volvió a

ver a su mujer Aminata ni a sus hijos Sólo descubrió a su hermano con él y a


muchos otros de su etnia que estaban encadenados en el interior de los barcos

que después de estar en la isla, tomaron rumbo lejano a las tierras que le
profetizaron los dioses.

Abbas nunca más se recuperó del dolor del destierro forzado, de la

usurpación de la dignidad, aquella que creían los violadores no les afectaban a

ellos por ser considerados menos que los animales.

Miró con dolor y no olvidaría nunca más el rostro de John Boothlidge, así
como aquel tampoco olvidaría su rostro del que se burlaba.

Boothlidge sentía miedo de Abbas y Ulie por lo que los azotaba sin

misericordia dejándolos exánimes, pero admirado del nivel de resistencia de

ambos que jamás emitieron algún quejido de dolor, enardeciéndolo aún más en

ira contra la superioridad moral de éstos.

No los mataba porque veía el gran dinero que recibiría por sus ventas allá

en la tierra de Virginia, como así sucediera una vez arribado al puerto y vender

ante los hacendados a todos los negros del África en precios superiores a los

obtenidos en ocasiones anteriores. John Boothlidge se hizo millonario de esa

forma y se compró un algodonero y se llevó a Abbas y a su hermano Ulie para

explotarlos y ocuparlos como cabezas que empujaran a los otros esclavos al


cumplimiento de sus cosechas y la limpieza de los terrenos.

Boothlidge le dispuso hermosas esclavas negras para que fueran dominadas


por ellos, no aceptando tal regalo. Mirar los ojos de esas mujeres bellamente

formadas con esos pechos generosos y firmes y sus piernas que invitaban al
sexo, se sentían demolidos al ver la tristeza y el dolor contenido en aquellas

mujeres que eran violentadas salvajemente por los patrones cuyas lascivias no
tenía freno y cuyos maltratos era inenarrable en las reuniones de los esclavos.
La ira contenida en Abba sabía no le llevaría a ninguna parte. Comprendió
junto a Ulie que deberían morir humillados y lejos de sus hogares para

siempre. Era imposible hacer comprender a aquellos seres primitivos que la


libertad era de todos y no una propiedad personal.

Abba aprovechó junto a Ulie de conocer la cultura de ese mundo que se

abría ante ellos, aprendiendo el inglés, a escribir con una porfía nunca antes

vista, y a manejar los números, elementos desconocidos para ellos.

Gracias a esta tenacidad Boothlidge los eligió como capataces de su

hacienda y debían llevar el control de toda la producción. No obstante la

dedicación total de los esclavos, Boothlidge era de una crueldad innecesaria

sobre Abbas y Ulie. Este último, si hubiera querido, con sólo extender un

brazo lo estrangularía en segundos, pero sabía que si lo hacía el ejército lo

buscaría y lo mataría a él y también a todos los esclavos incluidas las mujeres.


Boothlidge era un cobarde, presumía porque sabía que el Sur lo defendería.

Pero esos horrores no pasaban en vano, pues los otros caras blancas del

Norte recibían espantados las noticias de los abusos y la esclavitud sangrienta

que generaba miles de muertos en el sur, donde habían más de un millón de


esclavos, y estaba costando repudio en las mentes nortinas.

Abbas alcanzó a tener algunas canas en su corta y rizada cabellera,

muriendo en los brazos de su amado hermano Ulie, aquel que había llorado
una sola vez en su vida cuando lo sacaron de su tierra amada y de su familia y
ahora cuando su hermano se despedía para entrar al mundo de los espíritus. Le

dijo las mismas palabras que enunció al alejarse de sus tierras amadas desde la
isla Gorée:
¡Adiós a mi tierra amada, a su Sol espléndido! ¡Adiós a los rinocerontes e
hipopótamos, a las garzas y pelícanos, adiós a mis amados baobabs! Adiós a

mis leones y la risa de mis hienas! ¡Nunca más las veré! ¡Adiós esposa mía,
hijos, pueblo mío!

Enterró a su hermano lejos del campo de Boothlidge, lo lloró y le cantó las

canciones de su pueblo. Ahí solo sin ninguno de los otros esclavos, porque
Boothlidge no quiso concederle el honor. Los consideraba perros, menos que

perros.

Abba le enseñó que no debía mirar con odio a ese hacendado, porque el día

de mañana vendría la respuesta de ellos porque reinarían en esas tierras. Los

grandes hombres son mirados como tales sin pensar que añoran a sus esposas

y a sus hijos, a sus pueblos, a sus costumbres, a sus ritos, a sus chozas, a sus

amores y a sus tradiciones.

Poco tiempo después, sumido en la tristeza, Ulie murió de un infarto. Nadie


o enterró. Las aves de rapiña y las fieras se encargaron de terminar con sus

restos. Sólo su esqueleto quedó a la vista de los algodoneros.

Era inconcebible el odio de esos hacendados y ello seguía provocando


malestar en el pueblo del Norte.

CAPÍTULO OCTAVO

ULYSSES S. GRANT

Abraham Lincoln, aquel que era llamado Abe en forma cariñosa y que

quedó en el alma de esa nación, recordó en su último suspiro y así le habló a

su esposa Mary todo lo que él había visto más allá de lo que había confirmado

Nettie.

Abe le dijo que ella era su esposa allá en África de nombre Aminata. La

había reconocido por sus ojos.

Así sería recordado Abraham Lincoln como Abe para la posteridad en una

forma cariñosa y familiar de su pueblo. Con él se iría para siempre el recuerdo

de su esposa Mary, aquella Aminata que atesoraba en sus sueños de un pasado

remoto.

Al morir asesinado el presidente de los Estados Unidos, su viuda Mary

Todd Lincoln recibió la visita del compungido general Ulysses S. Grant, quien
estaba profundamente entristecido por quien le era su mejor amigo y el
vencedor de las duras batallas de la guerra de Secesión.

Por primera vez ella se desahogó con el general Grant, y por primera vez

éste le hizo una confesión que la llevó a ella a contarle historias increíbles.

-¿ Puedo decirle, señora Lincoln, que a su esposo, el presidente, lo


consideré siempre como mi hermano mayor? Nunca pude entender ese

sentimiento tan profundo que llevaba dentro de mí y que me dio el aliento para
secundarlo en una causa que la consideré mía propia.

- Estimado general, ¿puedo decirle Ulysses?,- a su asentimiento ella

continuó-, le voy a decir aquellas confidencias que mi amado esposo me dijo y

que me exigió conversarlo con usted mientras él yacía en mi brazos


moribundo.

-Me dijo que él vivió hace mucho tiempo atrás en África y que era de raza

negra. Que Ud. Era su hermano carnal y que lo reconoció por sus ojos pues me

dijo que así lo vio en sus pesadillas o sueños que sufría desde niño…

La sorpresa de Ulysses era total y quiso decirle algunas palabras a la viuda

pero ella levantó su mano haciéndole ver que no debía interrumpirla.

-Me dijo que él se llamaba Abba y que usted se llamaba Ulie. No puedo

dejar de señalarle la semejanza de los nombres, pues en vida a mi esposo,

como usted bien sabe, le decían Abe, y, curiosamente, Ud. Se llama Ulysses,

que bien podría tener como diminutivo Uly.

-Todo ello me lo dijo en vida mi esposo. Me dijo que había reconocido en


mí a su esposa perdida en África, Aminata. Según él yo lo había seguido en el

mundo de los espíritus y estaba presente porque ambos nos habíamos


prometido nunca más apartarnos cuando los invasores lo alejaron de su
familia. Dijo que junto con él a Ud. Supuestamente el llamado Ulie, lo

trasladaron en barco a estas tierras donde murieron como esclavos.

-Tomaba sentido aunque no creo en la reencarnación o , al menos no creía


hasta ver todo lo que ha pasado, que si él era de raza negra siendo un rey en su

mundo, Dios permitiera que su espíritu ocupara un cuerpo humano de raza


blanca para corregir esa injusticia. También tiene sentido que usted, siendo un
militar y de raza blanca, haya decidido defender la abolición de la esclavitud,

pues según Abe usted guardaba en su memoria su pasado de injusticias y


crueldades a la raza negra y anhelaba al igual que Abe regresar para ayudar a

cambiar la historia de esta nación.

-No puedo negarle, estimado Ulysses, que cuando mi esposo me manifestó

por primera vez tales sueños lo rechacé de plano pues mi vida es muy
aterrizada, pero la cantidad de sucesos y averiguaciones que logramos

establecer con Nettie, el espiritista que consultaba mi esposo, por lo

sorprendente de ello, me llevó a aceptar lo que jamás pude imaginar que

cambiaría mi visión del mundo.

- Me habló de usted como un gigante. Sentía por usted una reverencia tal y

una admiración sin límites que sólo se reservaba para mí, pues jamás contaba a
los demás el tremendo cariño que le tenía a usted.

Ulysses estaba conmovido y con lágrimas en los ojos ante esas palabras,

pero no la quiso interrumpir.

-Me dijo que llegaría a ser presidente como así fue en un período en que sus

fracasos eran notorios, pero su porfía lo llevó desde muy pequeño, de una
pobreza increíble a llegar a ser un hombre culto, un abogado esmerado y

decirme que en otra vida había tenido cuatro hijos y que en esta vida
tendríamos cuatro hijos, tal como sucediera, y que como usted bien sabe,
hemos perdido a dos de nuestros hijos.

-Me dijo algo que me ordenó se lo transmitiera. Que usted llegará a ser

presidente de los Estados Unidos y será muy querido por su pueblo. Me contó
que usted siempre respetó a su hermano cuando él era rey en un lugar que él
llamó Somalía y que esas señales quedarían marcadas en ambos en diferentes

marcas que ustedes debían desentrañar. Ahora ya no está pero usted, querido
Ulysses, deberá descubrir.

Ulysses S. Grant estaba totalmente sorprendido y a la vez halagado.

-Me dijo que usted era gigantesco, que sus brazos eran dos veces los brazos

de él y que su tórax era el de un tonel, y que con cada golpe que daba tumbaba

a diez enemigos. Usted sabía el poder que disponía en su fuerza y sin

embargo, sabiendo que podría ser rey de otra etnia optó por secundar su

hermano mayor en gobernar y seguirlo en la esclavitud. Y que su recompensa

estaba dada por Dios a su vida ya que llegaría a ser presidente, lo que equivale

a ese continente africano, a ser un rey.

- He debido creer a la fuerza todo lo que me indicó y mucho más porque

cuando hablaba con Nettie sobre sus pesadillas- sueños, le contaba que los
dioses del cielo africano le habían señalado que tendría que sacrificarse siendo

rey, es decir presidente de este país, y ese sacrificio sería morir asesinado por

un hombre de esta nación. Así tomaría valor.

Mary Todd Lincoln tomó un respiro para beber un sorbo de agua. Ella,
conmocionada aún por la muerte de su esposo, desconocía el nombre del

asesino, y le preguntó en ese alto de su confesión por el nombre de éste.

-John Wilkes Booth- contestó un sorprendido Ulysses.

-¡¿Cómo?!- exclamó la viuda.

-John Wilkes Booth- repitió el general.


-Mire,- no sé si es una broma, pero le voy a mostrar lo que escribió mi
esposo en una hoja que guardo en mi Biblia. Mientras decía eso, la señora

Lincoln buscó su libro que estaba en una mesita de arrimo , lo abrió en una
página y retiró una hoja suelta que estaba como señalizador en ella, para que

leyera Ulysees.

-John Boothlidge- leyó en voz alta el general Grant.

-¿Qué significa esto?- preguntó.

- Mi esposo señalaba que ése era el nombre de quien los sacó a ustedes de

África y después resultó ser el hacendado que los tuvo como esclavos hasta la

muerte de ambos. Estoy totalmente sorprendida…

-¿Esto quiere decir que John Wilkes Booth es la misma persona que trataba

con esclavos en otra vida?¿ quiero entender que él volvió para vengarse de

quien terminaba con la esclavitud, aquello que para el espíritu de Boothlidge

era inconcebible y la memoria del actual Booth lo llevó a matarlo?¿ Es eso lo

que me quiere decir?- preguntó un asombrado general, no acostumbrado a

temas tan extraños, por decir lo menos de algo tan sobrenatural.

- No me queda otra forma de tomarlo yo también,- señaló con una sonrisa


dolorida Mary Lincoln-, y perdone que lo tome con más naturalidad que usted.
Estoy tan acostumbrada a las revelaciones que me hizo mi esposo que esto ya

no me sorprende tanto, sólo me confirma que mi Abe no estaba equivocado y


ahora creo más que nunca otras revelaciones del futuro que me manifestó…

-¿Se puede saber, señora Lincoln?- interrumpió Grant.

- …¡por supuesto, si usted es el depositario del legado de mi esposo! –


exclamó , tomando aire la fatigada y aún traumada mujer que no llevaba una

semana de viudez-, me dijo que él volvería como presidente de los Estados

Unidos y que yo volvería como esposa de él, y que los dioses africanos le
habían mostrado que dejarían señales claras de reencarnaciones para que

pudieran comprender que eran un mismo espíritu que no cortaban

abruptamente sus aptitudes y propósitos constructivos, sino que volvían para

continuar aquellas tareas que les eran menester concluir, y para ello volverían
tantas veces como fuera necesario, y algo que no me gustó de lo que me dijo

es que lo asesinarían de nuevo. A estas alturas, creo que el mismo Booth que

usted ha mencionado será el espíritu rencoroso de un esclavista que, dicho sea

de paso, es lo que conservarán por mucho tiempo los habitantes de esta nación

y que no aceptarán que los seres de raza negra sean considerados como iguales

en derechos.

Ahora no tengo mayores dudas ante lo que se refiere al pasado, puesto que

el señor Booth debe haber sido el mismo Boothlidge, ya que recuerdo que sus

palabras que gritó cuando asesinó a mi esposo con ese arma que llaman

Derringer disparándole en la nuca, dijo “sic semper tyrannis” ( “así mueren los
tiranos”, que ironía- pensaba Mary Lincoln, mi esposo, por dar libertad a los

oprimidos de nuestra tierra, por acabar con la esclavitud, lo tildan de tirano),


frase latina, idioma que no conozco pero recuerdo que es la frase del emblema

del Estado de Virginia y que abogaba por ser un Estado sin tiranos siendo ellos
los mayores esclavizadores del Sur de nuestra nación. Mi esposo sólo cumplió
con ese mandato de liberarlos. Precisamente el lugar donde John Boothlidge se

enfrentó secuestrándolos y finalmente tomándolos como esclavos hasta la


muerte tanto a mi esposo( que también lo fue cuando quedé sola allá en África
como Amaranta según su visión en sueños), y a usted cuando ambos siendo

hermanos de sangre se llamaban Abba y Ulie respectivamente. Resulta

increíble ver la concordancia de aquellos acontecimientos y cómo el asesino,


tan lejos de Virginia ocupó la nostalgia del imperio de la esclavitud de la cual

disfrutó en otro tiempo que conscientemente no recuerda pero su

subconsciente sí lo tenía muy presente en su propia tiranía de la cual culpó a

mi esposo de haber perdido ese beneficio aún no siendo hoy día un hacendado
sino un oscuro actor por lo que me informa usted. Estoy muy impresionada

ante la concatenación casi perfecta, la coherencia de lo sucedido, abrumada

porque la víctima del sacrificio del pueblo de raza negra libre resultó ser mi

propio esposo. En todo caso, ante el dolor que siento, debo decirle que Abe

fue el hombre más valiente, consecuente y obstinado que he conocido. A

medida que lo fui conociendo más en su forma de pensar por su país, después

de haberse alejado por largos seis años para desempeñarse como procurador,

mi amor creció porque su vida resultó finalmente en un apostolado de la


libertad que deja una profunda huella a los legisladores del mañana y a los

sucesores de mi esposo.

-Pero… esto que usted me cuenta Ud. Señor Grant, a pesar de todo lo que

le estoy expresando, así y todo me resulta increíble… no es que no crea, pues


le deberé decir algunas cosas que le parecerán tan exóticas como lo que me ha

dicho. Digo increíble pero creo en ello.

-¿Y le dijo, por ventura, qué será de mí en un futuro cuando ya no sea el

que soy hoy día, más allá de ser un presidente de los Estados Unidos?

- Me dijo que sería usted un gran líder de raza negra y que moriría
asesinado por defender a esa gente y que su mismo hermano africano lo
defendería en sus discursos, pues me dijo que él sería presidente en aquel

entonces. Así como lo asesinan a usted, él también será asesinado.

Un silencio espectacular se llegó a sentir en aquel salón. Era tan increíble


escuchar esas sentencias que provocaban escalofríos. Es que el sentido de

realismo, de algo serio y no de una tomadura de pelo, generaba un

estremecimiento de sólo pensar que para transformar una conducta arraigada


en una sociedad debía sufrir su propia muerte en forma violenta a manos de

fanáticos. Pesaba aquel silencio por lo simbólico de ello. Era como si un toque

de una trompeta de sonidos silenciosos, aunque pareciera un contrasentido,

resultara aún más poderoso que lo que en la calle se sentía. Afuera apenas se

escuchaban lo carruajes que pasaban o algún trote de cabalgadura, por lo que

aquella quietud sonaba a una dolorosa rememoranza de ambos interlocutores.

-Es decir que los espíritus de quienes no superan que la esclavitud ha

terminado volverán a saciar su sed de venganza… reflexionó en voz alta el

general.

-Tengo esa impresión yo también, aunque le confieso que lo encuentro todo


tan fantástico que, a no ser que mi esposo me dejara esta hoja que le he

mostrado y todo lo que me confesó en vida y antes de morir, y todo lo que


anticipó Nettie, podría decirle que es de locos y no lo aceptaría, y usted estaría
en su pleno derecho a rechazar estas confesiones obligadas.

- Mi esposo dijo que Nettie había sido un anciano de su consejo africano,

quien era el más cercano consejero que disponía en su reinado. Me decía algo
tan fuera de todo lo que yo conocía en mi vida que a veces creía estar
alucinando al escucharlo, pero no, me hablaba con tal seriedad, con la misma

melancolía de su mirada y con la misma severidad como si estuviera hablando

a la nación. Entre ello, al decirme que Nettie había sido un anciano que se
comunicaba con los espíritus del cielo, le era comprensible que ahora fuera un

espiritista, aquel que continuaba en la senda de aquello que lo estimulaba y

que se perfeccionaba. También Nettie le dijo que cuando él fuera presidente

nuevamente mucho tiempo después, él estaría presente pero no como


espiritista sino como una vidente, pues por designios de los maestros que

ayudaban a los dioses, en este caso, por quienes ayudaban a Jesús en el Reino,

él pasaría a ocupar el cuerpo de una mujer y hablaría en privado tanto como

oficialmente al presidente…

-Creo que ahora llegó mi turno de desahogarme con usted, señora

Lincoln…¿ me permite?

Mientras se preparaba para hablar, una señorita ingresó con una bandeja

portando té ,tazas, servicios y panecillos para untar con mermeladas, lo que

había llegado en un momento indicado para tomar un respiro en el que


cambiaron impresiones sobre cosas más domésticas antes de volver a un

diálogo en el que el turno sería del general Ulysses S. Grant.

Después de aquel refrigerio que aliviaba del calor reinante en la ciudad de


Washington, Ulysses S. Grant procedió a exteriorizarse en sus más profundos
pensamientos en retribución a la ex primera dama de la nación.

-Mi verdadero nombre es Hiram Ulysses Grant…

-No lo sabía ¿cómo iba saberlo? Interrumpió una sorprendida Mary.


-… por un error cometido por una familiar mío se colocó el apellido de mi
madre abreviado con una letra S. por lo que oficialmente quedé como Ulysses

S. Grant. El apellido de mi madre era Simson, así que colocaron como S y


quedé marcado para siempre como usted me conoce. Pero esto quedaría ahí si

no fuera porque también viví sueños y también rememoré una tierra lejana

donde veía a un hombre enorme de raza negra, o de color negro, pero… para

serle sincero, hasta ahora… jamás lo asocié con una persona, con alguien que
podría ser yo, sino más bien con un símbolo de algo siniestro que podría

amenazarme en el futuro y que asocié con la guerra en la cual vuestro esposo

me nombró como comandante de todas las fuerzas, y que ahora sé que aquel

buen hombre era mi hermano… eso no deja de emocionarme… pero quiero

creer lo que me ha dicho en cuanto a que los dioses de África dejarían señales

claras para que nosotros supiéramos que somos parte de algo así como un plan

superior para ayudar a evolucionar.

-Ahora me explico muchas cosas que me pasaron y que no comprendía.

Primero, debo decirle que siendo un oficial nacido en West Point mi

pensamiento es práctico, estratega militar y muy pragmático. Tengo un espíritu


guerrero por excelencia y ello es lo que me permitió ser un estratega que

asfixió a las fuerzas sudistas, y creo que esas condiciones no nacen en forma
espontánea sino que son herencias de otros momentos, llamémoslo de otras

vidas, y explicaría que siendo yo un estratega casi militar que ayudaba a mi


hermano Abba en otro tiempo, tal como usted señala, en África, pudiera tener
condiciones inéditas que alteraron los enfrentamientos en el campo de batalla

dándome resonantes victorias que permitieron concluir esta guerra cruel,


innecesaria y que ha cobrado una vida tan valiosa como la de nuestro
presidente…

-…perdone por ser tan crudo pero no puedo evitarlo, es mi formación.

Cuando estuve en los campos del sur salvé a muchas personas de raza negra

quienes me hablaban de una tierra lejana desde donde sus padres, ya


fallecidos, provenían, siendo libres llegaban como esclavos. Muy a menudo

me hablaban de esa tierra llamada Somalía.

Ulysses tomó un sorbo de agua y continuó hablando.

-Por entonces me gustó el que mi nombre hubiera tenido esa singularidad

única de insertar una letra S, y lo dejé como un símbolo, pues pude haberlo

modificado y no quise por dos razones: La primera era porque deseaba que esa

letra S me recordara siempre Slave (Esclavo), y lo segundo, lo que ahora

puedo sincerar con usted pero que es más íntimo mío y hasta ridículo de decir,

recordar que yo vengo de una tierra que fue humillada y despojada de su mejor

gente, Somalía.

- El comienzo de mi vida fue de pobrezas y me comportaba como un

amargado pero me sentía sublevado al ver las horribles condiciones de vida de


los esclavos. El vivir en ese ambiente tan desesperante en mi juventud me

llevó a alcoholizarme, salvándome West Point quien me corrigió pero a la vez


me permitió manejar personas indóciles para convertirlas en militares

ligeramente disciplinados que canalizaban su rabia atacando duramente a


quienes promovían la esclavitud. Creo pensar ahora que mi herencia a cargo
de personas con comportamientos precarios como son las etnias africanas me

permitió educar fácilmente a los descarriados, pues yo mismo me miraba en


ellos y me avergonzaba de lo que yo había sido. Le confieso, mi señora
Lincoln, que de cumplirse lo dicho por su difunto esposo en cuanto a que yo

seré presidente de los Estados Unidos, no será una buena elección el elegirme

a mí porque yo sé pelear pero no sé ser político. Su esposo sí lo era. Su


firmeza y su liderazgo así lo confirman, y ello no llega en forma espontánea.

Sí, creo que es muy factible que él haya sido una autoridad en otro tiempo,

algo así como un rey, pues para mandar sabiamente y ser firme en las

decisiones se requiere fortaleza y coraje, cosa que él a pesar de lo delgado y


frágil que se veía era totalmente engañoso pues su fuerza y convicción

traspasaba a todos y los inyectó para que se triunfara y de paso me dio

confianza para vencer y no defraudarlo ni defraudar a los esclavos que

buscaban la libertad. Creo que yo concedería muchos favores. Me temo que no

soy un buen administrador político, pero bueno, si la historia lo determina, así

sea.

- Por de pronto quiero decir que los dioses cuando quieren efectuar

caprichos como ha sucedido con mi nombre debo pensar que ello no fue un

error de mis parientes al inscribirme de tal forma sino que fue ordenado así

desde arriba para que en el tiempo pudiéramos descifrar el mensaje de las


tareas que debemos tener y de lo que somos en la existencia humana.

Esa conversación concluyó con una cena en la cual se relajaron de las


profundas confesiones que se dieron a conocer y que quedaron solamente para

los registros celestiales a los cuales acceden los videntes y profetas cuando les
es permitido para crecimiento de todos su consulta.

Mary se retiró de la vida pública con la ceremonia y la protección del

Estado para tener una vejez digna propia de la primera dama de la nación
viuda en forma trágica en ejercicio de su mandato presidencial. Otro hijo
moriría en ese devenir y su hijo mayor sobreviviría y podría continuar una

carrera en el congreso de su país con la misma fuerza de su padre.

A la muerte de Abraham Lincoln, lo reemplazó su vicepresidente del


segundo mandato, Andrew Johnson. Posteriormente, en las elecciones

siguientes, Ulysses S. Grant asumiría por dos períodos, desde 1869 hasta 1873

y desde 1873 hasta 1875, considerado uno de los gobiernos más débiles y
corruptos lo que generó un descrédito para Grant de una magnitud tal que

jamás fue olvidado en los anales de los presidentes de los Estados unidos de

América. Su historia como general y los triunfos de su vida como militar son

lo más destacado de su ejercicio público y es lo que siempre se recuerda.

Ulysses S. Grant recordaba cuando le hablaba a la señora Mary Todd

Lincoln respecto a lo inadecuado de ser elegido él como presidente, pero


también recordaba con no cierto estupor el que tales profecías efectuadas por

Nettie se hubieran cumplido, lo que avalaba que realmente él había sido en

otro tiempo lejano un espíritu encarnado en un hombre de raza negra allá en


África y le daba mayor firmeza a la adopción de su letra S no como un “error”

sino como una condición de recordatorio de su verdadero origen en el mundo


de los pasajeros que transitan en su aprendizaje y en los aportes que todos
deben dar.

Se sentía avergonzado por la corrupción desatada a sus espaldas y los

favores que concedía sin poder decir que no. Los políticos comprobaron ,
cuando él se retiró de las funciones públicas una vez que fue derrotado al

postular nuevamente, que había sido sincero y no corrupto , lo que fuera


confirmado porque terminó arruinado, presa de malos consejos en el mundo de
los negocios, malas decisiones, muriendo de un cáncer a la garganta en la peor

de las miserias que jamás presidente retirado hubiera podido imaginar.

CAPÍTULO NOVENO

JOHN FITZGERALD KENNEDY

Cuando Estados Unidos de Norteamérica estaba en plena ebullición por los

conflictos raciales, llega por primera vez a esas tierras el primero de los

miembros de la familia Kennedy, en el año 1848, al arribar Patrick Kennedy

como fundador de un nuevo clan familiar que sembraría en dicho suelo una

historia de esfuerzos personales, habilidad comercial y financiera de sus

descendientes, oportunidad en sus decisiones, y especialmente un sentimiento

de amor a la patria que llevaría a generar héroes que murieron en la segunda


guerra mundial y sobrevivientes de ella como lo fuera John Fitzgerald

Kennedy, quien perdiera su hermano mayor Joe al ser bombardeado su avión.

La pérdida de Joe en lo que su padre consideraba un candidato para la

presidencia de su país, lo obligó a preparar a John en una labor que

consideraba infructuosa por el bajo perfil de éste, por las secuelas que le

quedaron en su columna vertebral producto de los accidentes acaecidos


durante la guerra, especialmente cuando fue destruida su patrullera en el mar
por las bombas japonesas y que lo obligaron a usar corsé especiales y bastones

y/ o muletas para poder mantenerse erecto y no doblegarse por el dolor que le


provocaba tal condición que, sumado a su estado físico débil le obligaba a una

enorme fuerza de voluntad, la que no le faltaba, para poder continuar con los
planes de su padre de alcanzar la presidencia de la nación.

Así y todo, la familia Kennedy, cuya fortuna se armó en Boston, lugar que
originalmente era abolicionista, pero además de rica alcurnia y de destacados
millonarios, se convirtió en el sello familiar la distinción, la diplomacia, el

apoyo irrestricto en su patriotismo al presidente de turno, especialmente


conocido el apoyo dado a Roosevelt en su mandato, lo que le granjeó enormes

simpatías a la familia, cuyos miembros contaban además de hombres apuestos,

atractivos y un tanto insolentes ante la vida, lo que en el norteamericano,

acostumbrado más bien a mundos demasiado formales y hasta predecibles en


sus gobernantes, cuando el partido demócrata lo eligió a él siendo senador,

como su candidato a la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica.

John , en tanto, en su vida sentimental logró consolidar en un feliz

matrimonio con Jacqueline Lee Bouvier, una mujer de una delicada y

espléndida belleza, cuya sonrisa y sus grandes ojos cautivaron a John, aparte

de ser ella una mujer muy culta que dominaba varios idiomas. La ascendencia

francesa de Jacqueline le generó una aureola de cultura y sofisticación

impensada que ella en forma natural expresaba con su femineidad y

espontaneidad que deslumbraba a la prensa estadounidense que ansiaba una

nueva luz en las noticias cotidianas carentes de glamour.

John manifestaba su malestar por sus dolencias a la espalda, aquello que


no lo abandonaría nunca más y que lo obligaba al uso de ortopedias simuladas
para enfrentar sus campañas lo que finalmente logró al ser ungido presidente

de su nación el 21 de Enero de 1961, un largo camino desde que fuera electo


en el Congreso en el año 1946, hasta que cuando fue electo presidente en

1960.

Nadie mejor que él sabía la atracción que le provocaba la figura y obra de


Abraham Lincoln en su persona. Manifestaba una poderosa inclinación por su
trayectoria y el triunfo alcanzado por éste al abolir la esclavitud.

Se convirtió así en una expresión de Lincoln en su mandato, pues al

enterarse de la prisión de Martin Luther King, quien cumplía condena de


trabajos forzados en Georgia, ordenó la libertad de aquel que le suscitaba unos

sentimientos de afecto inusuales, sin haberlo visto nunca en persona se

consideraba extrañamente un cercano a él. De hecho, su ingreso a La Casa


Blanca con su esposa Jacqueline y sus dos hijos Caroline y John, añorando a

su pequeña Arabella nacida unos años antes, en 1956 y falleciendo ese mismo

año, le significó ingresar a un lugar que le era familiar, tanto a él como a su

esposa Jacqueline.

Ambos crearon en el Palacio de Gobierno un nuevo color de vida donde el

protocolo era roto por la alegría de los hijos que corrían por toda la Casa, por
la transformación radical de la morada presidencial de parte de la Primera

Dama, lo que ciertamente era algo muy esperado por toda la prensa y todas las

revistas especializadas que añoraban ingresar sus páginas un ambiente que


resultaba insólito tras un pasado de gobernantes demasiado rígidos en Palacio.

Era usual ver a su hijo John jugando a los pies de su padre mientras él

revisaba documentos de vital importancia para su país. Era tal el gozo de los
periodistas oficiales que plasmaron en fotos que dieron la vuelta al mundo al
enseñar que el Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica era un ser

humano cálido y protagónico en la familia universal. Carolina era más


apegada a su madre. Al niño le decían John-John para diferenciarlo de su

padre.
John Kennedy leía secretamente la historia de su presidente favorito,
Abraham Lincoln, y encontró ciertas coincidencias que le provocaron un poco

de sorpresa, un poco de risas y otro poco de intriga.

Era un profundo católico y era a su vez el presidente más joven que hubiera
asumido la presidencia de su país. Tal vez eso explicaba el nuevo aire dado a

la Casa Blanca, y la gran alegría y armonía que se respiraba en el ambiente,

donde su esposa era admirada por su refinamiento y su belleza la que era


imitada por todas las mujeres tanto por sus peinados, joyas o vestidos que

usara, lo que pasó a ser a partir de entonces un estilo imitado por todas las

primeras damas del mundo, dejando atrás un pasado abúlico en cuanto a lo

espectacular de lo protocolos presidenciales.

John estaba muy enamorado de Jacqueline, y ella también de él, pero

existía en la conducta de John un atractivo inevitable de las mujeres más


hermosas del país que a toda costa deseaban desplazar a la bella esposa que el

presidente de los Estados Unidos de Norteamérica tenía.

John no era inmune a ello y se conocieron muchas historias encubiertas o

abiertas, sospechas de otras que indicaban que era un infiel. Ciertamente ello
afectaba a la unidad matrimonial, de la cual Jacqueline tenía mucho cuidado

de no exteriorizar.

John vivía un convulsión interna desde que había asumido a la presidencia


de su país.

Le sucedía algo imposible de explicar en palabras y que era la sensación de


haber estado en ese mismo escenario como gobernante. Su condición de

católico lo definía como ajeno a todo aspecto esotérico pero su espíritu lo


llevó a indagar con una mujer a quien le solicitó reuniones privadas, las que
nunca debieran darse a conocer al exterior u oficialmente, por temor a ser

motivos de burlas y protestas como había sucedido a otros presidentes.

No era inmune a los videntes de su país, pues había leído a Edgar Cayce de
quien leyó predicciones que le provocaban escalofríos por su inverosimilitud,

tal como anuncia la segunda guerra mundial, la gran depresión , le sorprendió

especialmente cuando anunciara que la India se independizaría de Gran


Bretaña. Ello lo tocó porque era muy inclinado a la tierra de sus antepasados y

cuando su padre fue embajador en Gran Bretaña supo conocer la fuerza

emocional de esa nación que sería un ejemplo a seguir para cuando él fuera un

adulto, tal como le tocaba en carne propia ahora como presidente de su país.

No había dudas que habrían conflictos enfrentar y debía pensar como Lincoln

lo haría.

Le divertía descubrir que Lincoln había sido zurdo al igual que él lo era.

También que sufrí de los huesos tanto como él, por momentos creyó, y movía

la cabeza rechazando tamaña estupidez, que él era el mismo Lincoln que había
vuelto a terminar una obra inconclusa.

Su referente era Lincoln. Creía que su país pregón de la democracia y la

libertad, debía dar el ejemplo dentro de su propia tierra, por ello también
impulsó la defensa de los derechos civiles. Estaba impactado por las palabras
de Martin Luther King que por la belleza de las mismas ensoñaciones de

Lincoln, en “I have a Dream”, (Yo tengo un Sueño), sólo tenía un paralelo


con el Sermón de la Montaña de Jesús. En aquel entonces recibió a Martin

Luther King, a quien comprometió la orden de acabar con la segregación


racial los colegios, meses antes de ser asesinado.

Conmovieron a Kennedy los ojos de King, le eran conocidos y le

mostraban una entereza y dignidad jamás vista en otro ser.

Fue entonces que decidió reunirse con Jean Dixon la más exitosa vidente,

post Cayce conocida en ese país.

Ella entró por una puerta lateral disfrazada, dando lugar a las comidillas de
la presna y fotógrafos en busca de algo sensacional, creyendo que alguna

furtiva amante ingresaba a satisfacer las fantasías del presidente mientras su

esposa se encontraba en otras reuniiones culturales de la ciudad.

Jena Dixon lo miró a los ojos y le comenzó a hablar:

“ -Ud. Será asesinado. No viaje a Texas, allá lo espera la muerte. Buscarán

el subterfugio que es por las mafias que desean seguir con sus asuntos ilícitos,
pero Ud. Pagará el precio de defender los derechos de los seres de raza negra.

-“ Aunque Ud. No me crea, y si me preguntan lo negaré, veo a Ud.

Transformado. Ud. Es la reencarnación de Abraham Lincoln, y aquellos

espíritus segregacionistas del pasado no le perdonan que Usted los haya


derrotado cuando en Kansas Nebraska se aprobó una ley que permitía la

esclavitud. Veo que era 1854 cuando sucedió ello. Jamás se le perdonó. En
aquel entonces lo asesinaron en 1865, y prometieron destruir a todo aquel que
defendiera la libertad de los negros.

-“ En aquel entonces un sureño asesinó a Ud., e decir a Lincoln. Me temo, y

así lo veo, que ud. Será asesinado por otro sureño.

- “Permítame decirle otra cosa. Su asesino disparará desde una bodega y se


esconderá en un teatro, donde será atrapado y morirá, pero sepa que tras de él
hay muchos otros que han conspirado y conspiran en este momento para

matarlo.

-“El asesino de Ud., es decir de Lincoln, lo efectuó en el Teatro Ford y


huyó a una Bodega donde se escondió siendo atrapado y muerto, pero se sabe

que detrás de él había un gran número de conspiradores que ayudaron a su

muerte.

-“Es espantoso lo que veo…

-Dígame señora Dixon, si ya estoy muerto-, bromeó Kennedy quien estaba

totalmente hipnotizado por las directas palabras de la mujer. Escuchaba con

tención lo que ella le señalaba de la vida de Abraham Lincoln asociado a su

persona porque él había leído exactamente ello.

-“ Bueno, es demasiado. Nunca pensé que podría ser idéntico…

-“¿A qué se refiere?

-“ A Lincoln lo matan de un disparo en la cabeza por detrás y su cabeza cae

en el regazo de su esposa…

-“¿Y?- interrogó Kennedy.

-“ Ya veo: A Ud. Le disparan por detrás y de frente también. Su cabeza

caerá sobre el regazo de su esposa. Tanto en el pasado de Lincoln como en el


futuro próximo suyo, ambas esposas salen sanas y salvas.

-“Ahora estoy recibiendo algo distinto…,perdone señor presidente,- alguien

me habla desde los otros planos…, sí, sí, sí, bueno. Sí, me autorizan a
decírselo…

-“¿Quiénes? ¿Qué cosa le autorizan a decirme?

-“Maestros Espirituales…

-¡Ya!- exclamó con sorpresa ante lo insólito que escuchaba Kennedy.

-“ Sí, todos tenemos Maestros, llámelo Usted Ángeles de la Guarda. Son

ellos los que intervienen desde otros planos. Dicen que a Ud. Hace cien años
atrás lo asistieron y hace doscientos años también…

-(¡Qué tontería estoy escuchando!)

-“Dicen los Maestros que no es ninguna tontería,- acotó Dixon

- Pero…¿cómo supo lo que estaba pensando?¿ acaso lee la mente?

- No… si pudiera, cambiaría muchas cosas, pero no, son los Maestros
Espirituales que reciben sus pensamientos y Ud. Está abierto a escuchar por lo

que también es abierto para oírle su mente.

-Bien,- contestó un poco más sereno y mejor complacido Kennedy , a pesar

de saber que muy pronto sería asesinado ( ¿ cuántas veces se habrá equivocado
esta mujer?).

-“ Dicen que Ud. Hace mucho tiempo atrás en una tierra africana llamada

Somalía, Ud. Era un hombre de raza negra, Rey de un territorio. Su nombre


era Abba. Tenía un hermano que lo ayudaba en todo a quien Ud. Amaba como
un hermano fiel y leal. Su nombre era Ulie.

-“Me dicen que ambos, junto a muchos otros fueron secuestrados por un

comerciante de esclavos llamado Boothlidge, John Boothlidge y que fueron


trasladados a Virginia donde murieron.

-“ Me dicen que después nació en esta tierra como Abraham Lincoln, y que

la esposa que dejó allá con sus hijos, nació como su esposa Mary Todd. Su

nombre era Amaranta.

-“ Me están diciendo que su hermano Ulie era el General Ulysses S.


Grant, y me recuerdan que por un error, provocado por los Maestros

Espirituales para dejar un recuerdo de un pasado que existió, Grant dejó como

nombre la letra S. que recordaba a Somalía.

A todo esto, John Kennedy acostumbrado a enfrentar conflictos políticos

con suma maestría, especialmente reconocido en el conflicto Rusia- Cuba, en

el que salió vencedor, se encontraba con la sensación de un niño que no sabe

cómo usar esas herramientas que manaban de la boca de Dixon. Le resultaba

absolutamente inverosímil.

-“ Los maestros dicen que es exactamente lo mismo que sintió cuando era

Abraham Lincoln.

-“ Ese hermano volvió a esta vida presente y Ud. Lo ha reconocido…

-¡Quién, por Dios!- Kennedy temblaba ante lo inesperado.

-“ Se llama Martin Luther King, y es el mismo General Ulysses S. Grant, el

mismo Ulie de otros tiempos. Dicen los Maestros que todos los que vienen al
mundo trayendo sus aptitudes las vuelven a manifestar por amor a los
hermanos que viven las vicisitudes de las injusticias sociales y raciales. Tal es

así que Ud. Vivió como un hombre de raza negra y fue Rey de su pueblo y se
prometió a sí mismo luchar por acabar con esa injusticia social y esa crueldad
a cualquier precio.

-“ Y ocurre que cuando Ud. Dice eso no hace más que un juramento que es

recogido por los maestros Espirituales y ellos le preparan el escenario futuro

para que pueda luchar por sus ideales, como así ha sido. Su hermano Ulie, el
Ulysses S. Grant que Ud. Conoce hoy como Martin Luther King, lo liberó de

la condena de cárcel porque Ud. Reconoció no sólo a su hermano sino a la

promesa que había hecho hace mucho tiempo.

-“Ud., señor presidente, es reconocido como una persona que es amada por

todo el pueblo de raza negra de este país. Ha conmovido a todos porque creían

que por ser de familia acaudalada arrugarían la nariz ante las protestas de esa

gente, y han encontrado en Ud. Un aliado inesperado.

-“Los Maestros Espirituales dicen que Martin Luther King lo reconoció

como su hermano y lo dijo así pero no pensando en que habían sido hermanos

en otra vida sino como un hermano espiritual en la causa por los derechos
Civiles de todo el pueblo afroamericano.

-Pero ¿ por qué debo morir asesinado, supuestamente por segunda vez? Si
ya sé el futuro supuesto mío ¿ no es posible eludirlo esto?

-“ Dicen lo Maestros Espirituales que para que su decisión de cambiar el


mundo de esta tierra es necesario que se cumpla su promesa de otros tiempos

de hacerlo todo por cambiar las cosas injustas. Dicen que la Guerra de
Secesión terminó en lo físico de este mundo, pero que se sigue dando en otros

planos y vuelven a la Tierra nuevamente confrontando cada vez más a los de


diferentes razas entre sí.
-“ Señalan que su sacrificio también lo tendrá Martin Luther King más
adelante…

-¿Cómo?

- “Será asesinado.

-Pero ¿ es necesario?

- “Dicen los Maestros Espirituales que sí, pues su muerte y la de Martin


Luther King abrirá las puertas para que un futuro cercano Estados Unidos

tenga un presidente de raza negra, descendiente precisamente de padres

africanos.

- ¡No puede ser! ¡ Me está tomando el pelo!- exclamó sorprendido

Kennedy.

- No, señor presidente. Yo no le puedo mentir. Es muy delicado el tema que

estamos tocando. Yo Fui Nettie, el denominado espiritista que asesoraba a


Abraham Lincoln, por un tema de recurrencia y de desarrollo evolutivo mío,

hoy tengo el don de la videncia, antes apenas vislumbraba, sólo recibía

mensajes. Créame, señor presidente que no estoy bromeando. Yo creo en la


reencarnación como un vehículo de oportunidades para cambiar el mundo

desde nuestros dones ue nos permiten desarrollar.

- Me siento conmovida, señor presidente, estoy ante el presidente de mi


país pero además estoy ante Abraham Lincoln, increíble, pero cierto. Jamás
creí vivir una experiencia semejante. Esto me supera largamente.

-Sí, pero no puedo dejar de estar atónito. Dígame algo que yo no sepa y que

sea creíble o que tenga alguna coincidencia de algo, no sé de qué, pero sus
Maestros Espirituales deben saberlo- contestó un tanto molesto, como
arrinconado ante algo desconocido que no sabía cómo manejar.

Se produjo un silencio mientras ella se concentraba y en seguida le

contestó.

-“Dicen los Maestros Espirituales que Ud. En aquel tiempo era un


republicano. Como Abraham Lincoln Ud. Fue elegido como presidente

cuando pertenecía al partido republicano. Él, es decir Ud. Optó por aquel

partido porque en cierta medida representaba al símbolo de su tierra ancestral

que llevaba escondida en su alma de otra vida.

- ¿Qué puede ser?

-El elefante. El elefante es el símbolo del mundo de Senegal y es el símbolo

del partido republicano. Era lo más afín a su ideario de acabar con la

esclavitud elegir al símbolo de sus ancestros.

- Pero ,dígame algo que yo sepa y que Ud. No sepa del todo.

- “Ud. Es zurdo Lincoln también lo era.

-¿Qué más?

- Cuando vivía en Somalía se inició en el mundo musulmán, y todo el


lenguaje árabe se escribe con la mano izquierda, herencia que Ud. Ha

mantenido a través de los siglos y morirá con Ud. Para las siguientes vidas que
Ud. Tenga.

-¿Algo más?

- “Dicen los Maestros que ellos no son objeto de retos. Es un asunto de


convicciones internas suyas, pero le van a decir algo diferente ahora.

-“ Su esposa es Mary Todd del pasado. Ella es la Primera Dama y la que

declaró por primera vez serlo. Su esposa, Jacqueline es ella misma. Ambos se

han comportado con alegría porque han reconocido su antiguo hogar y le han
dado un sello que jamás será superado, sí igualado, y nada menos que por un

presidente de raza negra que llegará a serlo de este país.

-Increíble-, repuso Kennedy.

-“Dicen los maestros que Ud. Eligió a un partido contrario al de otro

tiempo, como una forma de considerar simbólicamente que el país es uno solo,

que Ud. ama a todos por igual. Ayer fue republicano y hoy día es un

demócrata.

-Interesante…

-“ Dicen los Maestros que cuando Ud. Era presidente, su hermano tenía un

enemigo que representaba al partido opuesto, los demócratas. Y él , el General

Ulysses S. Grant derrotó a Robert Lee que era el que comandaba a los
esclavistas.

-¿Y?

-“ Deliberadamente le han dejado muchos símbolos de conexión con el

pasado, y es cosa suya querer o no aceptar que las vidas son un continuo entrar
y venir al mundo con diferentes cuerpos y encontrándose con las personas
amadas en diferentes situaciones. En la suya particular, se ha tratado de

sostener la misma esposa de tiempos inmemoriales porque nunca ha podido


envejecer con ellas, ni lo podrá hacer en esta vida, pero sí le han prometido
que la siguiente vida Ud. Disfrutará de tiempo completo de su vida marital y

disfrutará de ver como gobernante de estas tierras por tercera vez como un

país sin desigualdades. Comprobará que ha valido la pena.

-“Su esposa Jacqueline…

-Sí ¿ qué pasa con ella?

- Ella también le tiene un símbolo de ese pasado que tuvo Ud. Como
Abraham Lincoln.

- ¿Qué puede ser?

-“ Ella se llama Jacqueline Lee Bouvier. El apellido Lee es el del general

que lideró la guerra a favor de la esclavitud. Su nombre fue elegido

escrupulosamente para que le recordara a ustedes los nexos con el pasado que

no mueren cuando dejan su corporeidad presente.

-Increíble. Jamás lo pensé así. No se me habría ocurrido semejante


analogía, pero sí, es extraño. Hay mucho que va encajando. Pero no puedo

negar que es extraño.

- Señor presidente, los Maestros espirituales se retiran. Dicen que Ud. Será

recordado como un gran presidente y que Ud. En sus restos mortales yacerá al
lado de los de Abraham Lincoln. El mundo sólo coincidirá en señalar las

coincidencias de sus mandatos pero no se atreverán a decir que son


reencarnaciones porque no tienen conocimientos avanzados del espíritu. Es
según señalan, es como darle carne a los niños. Sólo pueden tomar leche. La

carne los indigesta. El conocimiento de la reencarnación como un proceso de


responsabilidades, promesas y compromisos, es algo que está escrito como ley
universal y nadie escapa a ello.

-Gracias a su sacrificio y al de su hermano hoy vestido de raza negra, el

mañana de este país será gobernado por una persona de raza negra, tal como se

le ha dicho, cuyos ancestros confirmados serán de país africano.

- Es impresionante, señor Presidente lo que estamos conociendo de Ud.


Ahora le puedo decir que existen otros antecedentes que mi vista espiritual

permite dilucidar y que puedo exponerle. ¿ Puedo?

- Dispare.

- El Presidente Abraham Lincoln tenía una secretaria de apellido

Kennedy…

- ¡Qué asombroso!

- y eso no es todo: Ud. Tiene una secretaria de apellido Lincoln…

-¡Es verdad! ¡Tiene razón! ¿Cómo no lo había visto antes?

- Déjeme decirle algo más: pocos recuerdan que Ud. Perdió una hija.
Lincoln también perdió un hijo antes.

-Lamento decirle algo que es necesario recordarle: Cuando Ud. Era el

presidente Abraham Lincoln, su vicepresidente era Andrew Johnson, y él le


sucedió cuando se produjo su magnicidio.

-¿ y qué pasa?

- Que su actual vicepresidente es Lyndon Baines Johnson, y él lo sucederá a


Ud. Después de su magnicidio.
Kennedy estaba demudado. Quedó por primera vez paralizado ante tal
secuencia de coincidencias que las consideraba además de brutales,

indesmentibles. Y si realmente alguien de lo Alto, Dios, los ángeles, o quienes


fueran que se llamaran de alguna forma celestial, le estaban dando duro a su

ya mermada capacidad de resistencia emocional a punto de ponerse a llorar.

Era demasiado: el pasado de otro dignatario…¡y qué presidente! ¡el que más

admiraba! ¡y al parecer estaba admirando lo que él mismo había hecho en


aquel tiempo!; sucesores con el mismo apellido Johnson; secretarias que

llevaban los apellidos del futuro Kennedy en período de Lincoln y de apellido

Lincoln en su actual presidencia; algo anecdótico como el ser zurdo y el

presidente Lincoln también; por lo que se sabía, el ser elegidos congresal

marcaba una diferencia exacta de 100 años y el ser presidente electo

también…¿ por qué ello? ¿ Acaso le estaban diciendo que no debía flaquear en

la defensa de los derechos civiles de todos los ciudadanos?

Los tiempos eran distintos pero las políticas eran muy semejantes en toda

época. Había estudiado a Abraham Lincoln y le maravillaba el liderazgo de

aquel hombre alto de más de un metro noventa de estatura… y él medía más


de un metro ochenta centímetros… ahora Kennedy era elogiado por su manejo

del programa misilístico ruso en Cuba que capotó gracias a su enérgica y


serena conducta. Sus estudios de Lincoln le mostraban que era un hombre de

salud muy delicada a quien le diagnosticaban que de no haber sido asesinado


habría muerto poco tiempo después debido a su debilidad genética que
asombraba por la presencia de tantos males. Él callaba sus propias dolencias

pero era una suerte de enfermo caminando. El mundo sabría con el tiempo que
su presidente era una enciclopedia de dolencias cual más peor que la otra.
Amaba tanto a su pueblo que ahora creía que estaba siendo una proyección
de Abraham Lincoln…¡qué tontería!... pero ¿ y si era cierto?... ¿ cómo podían

estar equivocados los hindúes y los tibetanos que hablaban de la reencarnación


con una naturalidad tal que provocaba un genuino interés en occidente? ¿ y

qué tal si la vida continúa de otra forma?¿podría ser que él hubiera vuelto a

completar una tarea inconclusa?

A John Kennedy le habían revuelto el cerebro y el espíritu con aquellas


sendas revelaciones de los Maestros. Sentía que aunque fuera fatídico el ser

asesinado por fanáticos que odiaban sus políticas de derechos civiles y que

había defendido y recibido a Martin Luther King en la Casa Blanca, pensaba

que cuando estuvo en la guerra también pudo haber muerto como lo fuera su

hermano mayor. Todo por amor a la libertad de todos los seres humanos. Sus

ojos se humedecieron al pensar en que su esposa, su fiel compañera Jacqueline

quedaría sola… y pensaba ¡ cuán injusta resulta la existencia si tal como le

había dicho la vidente ella había sido su esposa cuando era el presidente

Abraham Lincoln! ¿ por qué dejarla por segunda vez viuda? ¿ habría alguna

vez en la cual él pudiera vivir casado hasta la ancianidad con su esposa?

Pensaba que su mayor anhelo era su amado país, por sobre su familia. Su
deber por esa tierra que había derramado su sangre en Europa para liberar de
otra esclavitud al pueblo del viejo continente, le dejaba la misma enseñanza

del heroísmo del soldado desconocido que dejó viudas en Estados Unidos de
Norteamérica y ahora la patria le exigía su sacrificio para conmover a sus

compatriotas a comprender que si a él lo mataban como a Abraham Lincoln no


era por otra cosa que defender la dignidad de todos sus habitantes. Tal vez, se

decía, si yo fui algún personaje del África, un hombre de raza negra, como me
dijo Jean Dixon, tal vez esa sensibilidad me llevó a desarrollar años atrás mi

programa que denominé “ Alianza para el Progreso” y en la cual exhorté :

"construir un hemisferio en el que todos los hombres puedan tener la


esperanza de un estándar de vida apropiado, en el que todos puedan vivir su

vida con dignidad y libertad".

Recordaba con gratitud que su país donaba millones de toneladas de

alimentos básicos a todos los pueblos. Era una manera de ayudar a acabar con
la miseria extrema de muchos.

Se rebelaba ante la inminencia de lo que podría sucederle. Creía un poco en

ello, precisamente debía viajar a Dallas, era un imperativo de su mandato.

Temía ahora que su vida estuviera en un tris de cortarse por el fanatismo de

algunos que no olvidaban el igualar a los seres de raza negra con los blancos.

En su interno tal vez los mismos del pasado habían vuelto nuevamente para
acabar con su existencia y hacer abortar su proyecto. Sin embargo, pensaba, el

ser humano es muy especial, pues cuando uno de sus líderes es asesinado todo

el mundo se vuelca a las calles a defender su mensaje de unidad nacional.

Estaba emocionado Kennedy en la soledad de la habitación. Pensaba que si


él había sido Abraham Lincoln debería estar a la altura suya y no menoscabar

su propia esencia. Él no podía disminuir lo que en otro tiempo había realizado,


más bien debía enfatizarlo y al ir a esas tierras cálidas del sur de su patria
debía dar muestras de coraje. Lo entristecía dejar a sus dos hijos pequeños sin

padre. Los adoraba. Si era cierto que debía morir asesinado, penaba cuán
tristes designios deben asumir los que cambian la historia de la humanidad

para bien de todos cuando deben sacrificar sus asuntos familiares. Si hubiera
estado en sus manos cambiar su destino, lo haría por el bien de su familia,
pero pensaba que a la vuelta de la esquina podría estar otro asesino y acabar

con su vida. No podía basarse en suposiciones. Él no era un cobarde, y si él


había sido Lincoln, lo mejor de él manaría en su ser espiritual.

Por de pronto, pensaba, si l señora Joan Dixon auguraba su muerte, el diría

a todos que no creía en esos designios. No debía alarmar innecesariamente a

su esposa.

Por siglos habían muerto millones de personas de raza negra, sólo por tener

ese color de piel. Ello lo conmocionaba y lo llenaba de vergüenza.

Consideraba que su país tenía una deuda que saldar y su lucha hasta entonces

por la igualdad de oportunidades en los servicios públicos, en las

universidades y colegios para sus habitantes de raza negra, era un imperativo

tal que había dispuesto incluso amenaza con poner al Guardia Nacional a
controlar esos abusos. Su patria, aquella que tanto amaba, nacía del os

principios más nobles y ello no excluía a nadie.

Un Viernes , 22 de Noviembre de 1963, estando en Dallas, Texas, en un

coche abierto “Lincoln”, fue asesinado con un disparo en la cabeza el


Presidente John Fitzgerald Kennedy, cayendo en las faldas de su esposa

Jacqueline Lee Bouvier, ante el estupor de todo un país.

Así como hacía casi cien años atrás, en 1865, Abraham Lincoln era
asesinado por defender los derechos civiles de los seres de raza negra, en
1963, era asesinado por el mismo motivo Kennedy. Lo curioso es que se

confirmaría posteriormente que Abraham Lincoln también fue asesinado un


día Viernes. Todo pasaría a ser una anécdota más si o fuera por la serie de
coincidencias que posteriormente fueron mostrando que lo vivido por el

mundo estadounidense era como el anuncio de una profecía. La prensa dedicó

infinitas páginas a aquellas conmovedoras escenas, como cuando John- John


despidió militarmente a sus cortos años cuando su padre pasó en su ataúd

frente a su familia que lo despedía. Lo mismo sucedió cuando Lincoln era

presidente y su esposa e hijos lo despidieron.

EPÍLOGO

Me llamo Jorge Eduardo Ayres Mangas, soy el autor de este breve relato.

Creo que todos podrán ver que no se trata de cualquier narración, pues su

contenido es de la realidad vivida por dos próceres de la patria estadounidense

, cuyas existencias están marcadas por fuertes señales que me indican que eran

y son la misma persona que han vuelto a vivir en forma espectacular en esa

extraordinaria nación tan amada y tan odiada por muchos.

Mis sentimientos son de fuerte raíz de esa nación ,pues mi abuelo paterno,

John Bradley Moore Ayres ( según otros el apellido era Ayrer), era un
ingeniero norteamericano que vino a comienzos del siglo pasado a Chile a dar

el vamos a mineras cupríferas. Vivió en la zona norte donde nació mi amado

padre, allá en Antofagasta.

Mi abuelo abandonó a su familia, dejando a mi abuela y a sus hijos a su


suerte. Si podría pensarse que ello hubiere influido en mi forma de pensar y

ser anti norteamericano, no es mi manera de sentir. Tengo una admiración por


esas personas, por ese país que tiene tanto de todo, que es imposible sentirse

indiferente a esa fuerza constructora y destructora que los anima.

Leer la vida de Abraham Lincoln es emocionante. Hay que trasladarse a esa


época de gente brava y salvaje que trabajaba, robaba, secuestraba, y otros que

impulsados por sus artes entregaban construcciones, caminos, líneas férreas,


de todo cuanto puedan imaginar los soñadores de una tierra promisoria que era

dada para los más arriesgados.


Abraham Lincoln es el tipo más extraordinario que haya conocido después
de Jesucristo y el Mahatma Gandhi, sólo que Lincoln nació después de Jesús y

Gandhi aprendió de Lincoln la inspiración por la libertad de su pueblo y


Mandela aprendió de Gandhi para acabar con el “apartheid”.

En mis años mozos sorprendí a mis padres porque escribía usualmente a la

Embajada de estados unidos en Santiago de Chile con mi letra de adolescente

que aspiraba a escribir bien alguna vez las letras en las hojas que eran
emblema de correspondencia internacional con sus franjas rojo- blancas- y

azul simbolizando la bandera de Chile y también imitando la bandera de

Estados unidos en sus colores.

Estaba fascinado con John Fitzgerald Kennedy, su esposa y sus hijos. Bebía

todo lo que leía de sus vidas. Recuerdo que escribí pidiendo que la señora

Jacqueline Kennedy me contestara, y para sorpresa de mi familia que me


miraban como un soñado frustrado, me llegó un sobre de la Casa Blanca en la

que venía una carta de la primera dama, firmada por ella, unas fotos grandes

en blanco y negro donde veía a toda su familia, en una de ellas, tal vez la más
conocida por el mundo, se veía al presidente de los Estados unidos de

Norteamérica sentado en su escritorio y debajo de éste su hijo jugando a los


pies de él. En otra foto estaba ella junto a su esposo y sus dos hijos. Habían
otras fotos más pero no las recuerdo, creo que eran de la Casa Blanca por

fuera, todas iban firmadas por ella con una tinta negra y trazo grueso.

Era un muchachito en ese entonces y lo lloré todo. Sentí que ese


matrimonio representaba a la integración de todo el mundo sinceramente, en

un tiempo en que o no tenía idea de lo que era eso, pero que cuando adulto
vine a comprender esa inmensa imagen que rompió los moldes en todas las
naciones del planeta, que entendieron el mensaje de la Casa Blanca: los

presidentes y sus familias son seres humanos iguales a nosotros y no personas


inaccesibles, cosa que se ha perdido en países como Chile donde los

presidentes son distantes y tienen equipos que deciden qué debe llegar a la

presidenta y qué no.

Pero a mí me sucedieron cosas que de no haberlas vivido me habría sido


imposible escribir este libro. Recordé mi existencia en Inglaterra y también en

el Antiguo Egipto, así como en los tiempos de Jesús. Soy zurdo, escribo con la

mano izquierda, y entendí que ello era una habilidad que venía de tiempos

pretéritos en los cuales se escribe con esa mano. Me parecía familiar que los

ingleses circularan por el lado izquierdo, al revés del resto del mundo, porque

ellos son descendientes de esos mundos antiguos de realezas que mantuvieron

a sistemas más actuales con una monarquía que es ejemplo en el mundo, y que

es herencia también de los españoles que mantienen tal sistema que no nace de

la nada, sino del ADN de muchos que transmiten en el tiempo sus condiciones

de forma de construir una sociedad con el imperio de una monarquía.

Mi mente ha fraguado diferentes libros que contienen conocimientos


inéditos, únicos en su expresión, no copias de algo ya conocido. Ello habla de
un pasado vivido, una herencia de algo que expreso nuevamente en mi

existencia actual.

John Kennedy ,otrora Abraham Lincoln, cimentó las bases de los Derechos
Civiles en los Estados Unidos de Norteamérica. Lo digo con una profunda

emoción. Lo siento tan hermano mío y tan propio como lo sienten los
estadounidenses. Sé que hay unos pocos que denostan su imagen así como lo
han hecho con Lincoln. Ambos son una misma persona, seres humanos con

defectos pero héroes extraordinarios, únicos, comprometidos con su país,


dispuestos a dar sus vidas, pues de siempre ambos en sus diferentes tiempos

maniestaron saber que tenían amenazas de muerte, y no se arredraron ante ello

porque era tanto el amor por su pueblo que merecía una muerte por millones

de hombres ibres que ello generaría.

Estoy absolutamente seguro que Abraham Lincoln, el mismo que se

encarnó en John Kennedy, permitieron que Barak Obama fuera el primer

presidente de raza negra de su país, sin esa lucha ideológica racial, sin ese

heroísmo de sacrificarse a sí mismo para poder reivindicar a la raza negra

como seres humanos con inteligencia superior, con sentimientos, con calidad

humana, con valores asombrosos, sin haber sido antes una persona que vivió

en el cuerpo de un humano de raza negra, es imposible comprender las

humillaciones, las torturas, las violaciones, los despojos, el desprecio y la

muerte indigna sin castigo para los ofensores. Era preciso, y así lo sostuvieron

los Maestros Espirituales que siempre nos han apoyado en las más diversas
manifestaciones del saber, del esfuerzo, de la evolución en todo orden de

cosas, para que después, con esa memoria grabada a fuego con el dolor, la
negación ,el despojo de la familia dejada allá lejos más allá del Atlántico,

nacieran en los Estados Unidos de Norteamérica aquellos sufrientes que en su


amor a la humanidad decidieron sacrificar sus vidas para darle a la humanidad
un sentido de nobleza que se ha adquirido sólo con los magnicidios de los más

grandes reyes de la humanidad, el Rey de Reyes, Jesucristo, Abraham Lincoln,


el Mahatma Gandhi, John Fitzgerald Kennedy, Martin Luther King.
Especialmente notorio resulta destacar que después del tránsito señero de mi

Rey y Soberano Jesús, haya sido esa nación del norte de América la que ha

nidificado a los más grandes héroes jamás vistos en el cambio moral y ético
que rompió la nefasta odiosidad de superioridad racial, estúpida y decadente

de seres involucionados que requirieron de estos Avatares de la Humanidad

sintetizados en Lincoln- Kennedy para darles una lección de vergüenza y

rematarla con Ulie- Ulysses S. Grant- Martin Luther King, todos ellos en un
excelso plan de amor de una promesa hecha hace cientos de años atrás en el

caldo de cultivo de los valores del África antigua.

Repito: Estados Unidos de Norteamérica es un país extraordinario, de gente

salvaje y gente fina, de gente culta y de gente bruta, de policías respetados y

fuerzas armadas entregadas a su patria cieno por ciento.

Después de muchos años de fallecido John Kennedy, falleció su hijo John-


John en un accidente aéreo. Debo recordar que Abraham Lincoln lo sobrevivió

posteriormente un solo hijo que alcanzó altos cargos en el gobierno

estadounidense. La hija de John Kennedy, Caroline, es embajadora de Estados


Unidos de Norteamérica en Japón. Los ADN son de un mismo héroe.

Es preciso recordar también que John Kennedy tuvo cuatro hijos, Arabella,

fallecida de muerte fetal, Caroline, John y Patrick, quien vivió sólo dos días.
Entonces revisar que Abraham Lincoln tuvo cuatro hijos y sólo le sobrevivió
después de asesinado, un solo hijo, y que John Kennedy le sobrevivió sólo su

hija Caroline, me atrevo a conjugar que ella misma es la reencarnación del hijo
sobreviviente de Abraham Lincoln, Robert Todd Lincoln. Tanto Caroline

como Robert han dispuesto su servicio público en sus gobiernos de turno. Ella
como embajadora y él como secretario de estado. Creo que él evolucionó y
volvió como hija de su padre. De un tiempo Abraham, de otro tiempo, John.

Hoy, los restos mortales de John Kennedy descansan casi al lado de los

restos mortales de Abraham Lincoln. Sabido era que este presidente admiraba
y veneraba a Lincoln.

Resulta inoficioso repetir detalles que todos pueden ver por internet

respecto a las analogías, las coincidencias brutales que nos envían los

Maestros Espirituales para hacernos ver que somos responsables del pasado,

que fuimos nosotros mismos los que armamos el andamiaje en otros tiempos y

que hoy vivimos con otros cuerpos, en otros continentes, en otras religiones,

en otras razas, lo que debemos incorporar como riqueza para hacer crecer

nuestro mundo exterior e interior.

Indicaré algunas otras coincidencias, con el permiso de vuestras paciencias:

El vicepresidente del gobierno de Abraham Lincoln, Andrew Johnson, y

que sucediera en la presidencia en el magnicidio, nació en 1808;

El vicepresidente del gobierno de John Kennedy, Lyndon Baines Johnson, y

que sucediera a Kennedy después de su magnicidio, nació en 1908.

Ambos sucesores eran sureños.

Me pregunto, aunque parezca ligero lo que voy a interrogar pero que son
tantas las coincidencias que me abruman, pues no he conocido otro ejemplo
tan manifiesto de los Maestros Espirituales para mencionarnos que la

reencarnación es una ley a la que nadie escapa: ¿Son las mismas personas
Andrew Johnson y Lyndon Baines Johnson?
Sigo:

John Wilkes Booth, el asesino del presidente Abraham Lincoln nació en

1839;

Lee Harvey Oswald, el asesino del presidente John Kennedy, nació en

1939. Ambos fueron asesinados antes de ser enjuiciados y se presume que


detrás de ellos habían muchas otras personas que eran parte del complot para

matar a su presidente. Puede ser que alguna fecha oscile en un año, pero

impresiona que exista alrededor de la centuria para presentar estas

“coincidencias”.

Ambos eran sureños.

Pregunto: ¿Son las mismas personas John Wilkes Booth, aquel John

Boothlidge, y Lee Harvey Oswald? ¿ por qué anta recurrencia perfecta

redonda de cien años en las fechas de muchos sucesos asociados a la tragedia

del magnicidio de dos tiempos distintos?

Existen muchas coincidencias, tales como las que les mencionara del
apellido Lee en el nombre de la esposa del presidente de los Estados Unidos.

Podemos decir que era muy posible porque es un apellido conocido allá, tanto
así que su asesino tenía también dicho apellido, pero pregunto una vez más ¿
no es un mensaje? ¿No es mucha coincidencia?

Creo que esto apunta a un cielo mucho más alto que el que vemos todos los

seres humanos, y es un cielo de esperanzas y sacrificios, de derechos iguales


de todos los seres humanos, de no permitir que déspotas se tomen el poder de

esa nación maravillosa para discriminar por la raza o el color, por la


nacionalidad o la religión.

El sacrificio de Abraham Lincoln- John Kennedy, la viudez de Mary Todd -

Jacqueline Lee Bouvier, la de los hijos de ambos matrimonios que quedaron

huérfanos de padre, sólo habla del inmenso compromiso por la libertad, por no
hacer baladí tan noble valor, tan grande heroísmo por dar su propia vida por la

vida de todos los demás habitantes de su nación.

La humanidad se encuentra en otro tránsito del conocimiento intelectual y

espiritual. Sin lugar a dudas que el salto dado desde los comienzos del siglo

pasado y ver todo lo que se conoce hoy día puede llenarnos de asombro y

preguntarnos qué nos depara el mundo en cien años más.

Puedo decir que hoy día se acepta con respeto y análisis la reencarnación

como un hecho real y que muchos científicos han aceptado como una ley de

amor. Basta señalar a Brian Weiss, el famoso psiquiatra norteamericano,

radicado en Miami, Florida, Estados Unidos, para leer sus obra y comprender
que estamos entrando en el umbral de la reencarnación de algo archisabido por

los orientales, y que en otro tiempo eran mirados como pájaros exóticos y,

como siempre, como inferiores por no darle importancia al mundo externo y sí


al mundo interno, proceso que hoy poco a poco va tomando forma en los seres

pensantes.

Por ello, dedico con profunda admiración, reverencia y respeto a Abraham


Lincoln-John Kennedy, a Mary Todd Lincoln- Jacqueline Lee Bouvier
Kennedy, a Ulie-Ulysses S. Grant- Martin Luther King, quienes con su

negación de sí mismos para darnos un mundo más respirable en lo humano y


en las libertades civiles, murieron cual Jesús crucificado para transformar
nuestros corazones y revolucionar con leyes admirables la sociedad inclusiva

que ha permitido gracias a esas cruces de los héroes aludidos permitir que

Estados Unidos de Norteamérica haya llegado a tener un presidente de la


nación de raza negra.

Sólo un país con una fuerte autocrítica, con un valor indesmentible, con una

crudeza para establecer la honestidad de sus personajes públicos, con una

sanción implacable ante los abusos de poder, esa nación que castigó
severamente a Richard Nixon, es una nación con un poder intrínseco

admirable, que por cierto lleva a uno a pensar en aquellos abusos que generan

esa fuerza interior y que ha cometido errores en otras naciones del mundo.

Yo me quedo con el país que refundó Kennedy. Recuerdo con emoción y

gratitud que estando en precarias condiciones por una enfermedad terrible de

mi amado padre, tuve la ayuda de la Alianza para el Progreso, recibiendo


enormes cantidades de aceite comestible de la mejor calidad leche de una

calidad insuperable, quaker en cantidades impresionantes, azúcar en la misma

forma, harina también en grandes cantidades. Todo ello alivió las precarias
condiciones temporales que pasamos, y pude observar cómo muchas familias

en aquel entonces recibieron esa misma ayuda con una sorpresa de no creer tal
abierta generosidad.

Siento un enorme amor hacia ese pueblo maravilloso, noble, ingenuo,


inocente, aguerrido, torpe, bien intencionado, subestimador del prójimo pero

dado a morir por las libertades de otros pueblos oprimidos, y pagar caro su
exceso de autoridad impuesta a mundos que tienen otros sistemas de vida.

Mi padre no pudo efectuar la nacionalización de nosotros, sus hijos, pues


era él solamente quien podía hacerlo. He amado tanto a Lincoln y a Kennedy

que de sólo pensar que alguna vez pudiera estar a los pies de sus tumbas me

hace emocionarme en forma incontenible pues siento que estoy ante los más
valientes y gallardos seres de esa nación. Me habría encantado tener esa

nacionalidad, me siento estadounidense. Mis hijos llevan nombres ingleses, mi

esposa tiene un nombre inglés, y ella fue mi hija en Inglaterra, lo recuerdo tan

claro como la luz del Sol que veo todos los días. Somos pasajeros de ese
mundo y volvemos siempre a clases para aprender y enseñar, tal como lo

hicieron los próceres.

Sea mi honra a ese pueblo esta historia que es real.

Jorge Eduardo Ayres Mangas

¿Te gustó este libro?


Para más e-Books GRATUITOS visita freeditorial.com/es

También podría gustarte