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Trabajo:
Los padres de la iglesia
Catedrático:
Lic. Hiram Eduardo González Fúnez
Presentado Por:
Thaira Belinda Mendoza
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Los Padres de la Iglesia son grandes cristianos de los ocho primeros siglos después de
Cristo distinguidos por sus enseñanzas coherentes con su vida que contribuyeron a
edificar la Iglesia en sus estructuras primordiales.
Papas como Clemente Romano (que, según el testimonio de San Ireneo, conoció y
trató a los apóstoles Pedro y Pablo), teólogos como el Doctor de la Iglesia Juan
Damasceno, monjes eremitas como el después arzobispo Basilio Magno, místicos
como Agustín de Hipona, mártires como Justino y muchos otros hombres cuya doctrina
ortodoxa y vida santa ha sido reconocida por la Iglesia.
“Padres de la Iglesia se llaman con toda razón aquellos santos que, con la fuerza de la
fe, con la profundidad y riqueza de sus enseñanzas, la engendraron y formaron en el
transcurso de los primeros siglos”, escribe san Juan Pablo II en la carta apostólica
Patres ecclesiae publicada el año 1980 con ocasión del 16º centenario de la muerte de
san Basilio.
Ellos fueron para el desarrollo de la Iglesia lo que fueron los apóstoles para su
nacimiento. Dieron forma a las instituciones de la Iglesia, a su doctrina, su liturgia, su
oración, su espiritualidad.
Según el papa polaco, “son de verdad “Padres” de la Iglesia, porque la Iglesia, a través
del Evangelio, recibió de ellos la vida. Y son también sus constructores, ya que por
ellos —sobre el único fundamento puesto por los Apóstoles, es decir, sobre Cristo—
fue edificada la Iglesia de Dios en sus estructuras primordiales”. En los elementos de
consenso entre ellos son reconocidos como intérpretes fidelísimos de la doctrina que
predicó Jesucristo.
Referencias:
“Carta apostólica Patres ecclesiae con motivo del XVI centenario de la muerte de san
Basilio”
En esta primera fase viven también los Padres apologistas griegos y los maestros de la
Escuela de Alejandría. Entre otros, puede citarse a Ignacio de Antioquía, Policarpo de
Esmirna, Justino Mártir, Ireneo de Lyon, Tertuliano, Cipriano de Cartago, Clemente de
Alejandría y Orígenes. La segunda fase se desarrolla entre el Concilio de Nicea (año
325) y el de Calcedonia (año 451). Es considerada el siglo de oro de los Padres de la
Iglesia.
En el siglo IV, con la llegada de la paz a la Iglesia dentro del impero romano, creció
mucho el número de cristianos, pero tomaron fuerza discrepancias internas y herejías.
Ante ellas, muchos Padres de la Iglesia realizaron valiosas defensas de la fe cristiana y
aclararon los dogmas trinitarios y cristológicos.
Finalmente, los Padres tardíos del tercer grupo viven el desmoronamiento político de la
mitad occidental del imperio romano y la irrupción del islam.
Este último animaba a sus fieles con estas palabras: “Él mismo, el Creador y Señor,
luchó por su criatura trasmitiéndole con el ejemplo su enseñanza. (…) Así, el Hijo de
Dios, aun subsistiendo en la forma de Dios, descendió de los cielos y bajó (…) hasta
sus siervos (…), realizando la cosa más nueva de todas, la única cosa verdaderamente
nueva bajo el sol, a través de la cual se manifestó de hecho el poder infinito de Dios“.
Referencias:
Los Padres de la Iglesia. Una guía introductoria. Enric Moliné. Ediciones Palabra
3. Como al principio, la Iglesia sigue viviendo con la vida recibida de esos Padres, y
sigue edificándose sobre las estructuras formadas por ellos. Hoy sigue siendo
indispensable conocer sus vidas y obras.
Ellos fueron y siempre serán los Padres de la Iglesia; poseen algo de especial, de
irrepetible y de perennemente válido que continúa viviendo. Juan Pablo II en la carta
apostólica Patres ecclesiae, afirma: “cumplen una función perenne en pro de la Iglesia,
a lo largo de todos los siglos. De ahí que todo anuncio del Evangelio y magisterio
sucesivo debe adecuarse a su anuncio y magisterio si quiere ser auténtico; todo
carisma y todo ministerio debe fluir de la fuente vital de su paternidad; y, por último,
toda piedra nueva, añadida al edificio santo que aumenta y se amplifica cada día, debe
colocarse en las estructuras que ellos construyeron y enlazarse y soldarse con esas
estructuras”. Por eso, la Iglesia nunca deja de volver sobre los escritos de esos Padres
y de renovar continuamente su recuerdo. El pensamiento de los Padres de la Iglesia,
destaca la Instrucción sobre el estudio de los Padres de la Iglesia en la Formación
Sacerdotal, de la Congregación para la Educación Católica, “es ejemplo de una
teología unificada vivida y madurada en contacto con los problemas del ministerio
pastoral; es un óptimo modelo de catequesis, fuente para el conocimiento de la
Sagrada Escritura y de la Tradición, así como también del hombre total y de la
verdadera identidad cristiana“.
Sin embargo, añade, “sólo manifiestan sus riquezas doctrinales y espirituales a quienes
se esfuerzan por penetrar en su profundidad a través de un continuo y asiduo trato
familiar con ellos”. La Iglesia considera que para seguir creciendo es “indispensable
conocer a fondo su doctrina y su obra, que se distingue por ser al mismo tiempo
pastoral y teológica, catequética y cultural, espiritual y social en un modo excelente”, y
“es propiamente esta unidad orgánica de los varios aspectos de la vida y misión de la
Iglesia que hace a los Padres tan actuales y fecundos”.
Enseñaba en el siglo II Ireneo de Lyon: “para ver claro hoy, hay que interrogar a la
Tradición que viene de los apóstoles”.