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Buenas tardes con todes

En los términos de la profesora Monserrat Sagot, considero que la brecha de género más compleja
de abordar en mi país, el Perú, es la relativa a los derechos económicos, empleo y acceso a los
recursos materiales. Siendo que esta supera el ámbito de acción de la ley propiamente dicha, por
lo que, para entender los alcances del problema, resulta muy útil la concepción amplia de Alda
Facio sobre el fenómeno legal, al cual como concibe como androcéntrico y mucho más amplio que
la norma positivizada, adscribiendole tres componentes: 1) el formal normativo (norma
positivizada), b) el estructural (la interpretación realizada por los operadores del derecho), y, c) el
político-cultural (costumbres y normas de trato social).

Ahora bien, a nivel formal-normativo, encontramos que las normas del derecho del laboral son
inspiradas por la división sexual del trabajo, limitando la legislación laboral a la concretización de la
igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres con la legislación protectora de la
maternidad, así como con el amplio y abstracto mandato de igualdad y no discriminación (por
ejemplo la Ley N° 28983 – Ley de igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres), dejando
sin regulación adecuada aspectos tales como la jornada de trabajo, ausencias injustificadas,
prohibiciones expresas de pruebas de embarazo, metodologías para la concretización del principio
de igual salario por trabajo de igual valor, entre otros aspectos igualmente relevantes cuya
ausencia repercute de manera negativa en las reales posibilidades que tienen las mujeres de
incorporarse, mantenerse y desarrollarse de manera adecuada en el ámbito laboral.

Cabe mencionar el carácter familista, androcéntrico e insensible al género de las mismas, pues las
responsabilidades familiares son asignadas legislativamente por inclusión u omisión casi en su
totalidad a las mujeres, ya sea mediante la ausencia de licencias por paternidad, licencias
parentales, autorizaciones para que los padres hagan uso del descanso vacacional después del
permiso por nacimiento de hijo, así como por limitar las necesidades de cuidado a través de la
licencia de maternidad hasta poco más allá de los tres meses del recién nacido, evitando abordar
las necesidades de cuidado de estos que excedan dicho periodo, así como en general, de las
personas dependientes que requieran cuidado. Mención especial merece sin duda alguna la Ley N°
27409 que regula la licencia laboral por adopción de menor, la cual establece que en caso los
adoptantes estén casados, la licencia la debe tomar la mujer. Esta disposición pone en evidencia el
modelo asimétrico de relaciones creado por el derecho del trabajo en el Perú que asigna
ideológicamente a la mujer un lugar preponderante en el ámbito de la reproducción social y
biológica.

A nivel político-estructural, las mujeres son más propensas a participar en actividades económicas
de baja productividad. Asimismo, suelen estar ubicadas en la categoría de trabajadores familiares
no remunerados o en el sector informal. Como empresarias, tienden a tener negocios menores y a
concentrarse en los sectores menos rentables. Por su parte e incluso en el empleo formal, las
mujeres tienden a concentrarse en ocupaciones y sectores ‘feminizados’, los que tienden estar
asociados a menores ingresos.

Para el caso peruano, si bien el crecimiento de la economía ha sido sostenido en los últimos años y
se ha incrementado el acceso al empleo tanto para hombres como para mujeres, la brecha de
acceso al empleo dependiente se mantiene en alrededor del 20%, independientemente de la edad
o el nivel educativo alcanzado. En el período 2008-2018, la tasa de actividad femenina y masculina
disminuyó en 0,7 y 2,3 puntos porcentuales respectivamente, al pasar la femenina de 64,7% a
64,0% y la masculina de 83,0% a 80,7%; los hombres históricamente han presentado tasas de
participación más altas que las mujeres. La brecha entre géneros en este periodo no ha mostrado
variación significativa. Al año 2018, la población económicamente activa peruana era de 17
millones 462 mil 800 personas, de los cuales 7 millones 766 mil 900 eran mujeres, de las que 7
millones 421 mil 600 estaban ocupadas y 345 mil 300 en desempleo. Concluyéndose que las
mujeres están sobrerrepresentadas en el desempleo (INEI, 2019)

Este modelo de empleo androcéntrico repercute también en el acceso al derecho a la seguridad


social, pues el Perú lo ha asimilado a la concepción del “seguro social”, financiado por las
aportaciones realizadas por les trabajadores asalariades. En el 2018, sólo el 28.3% de las mujeres
que trabajan se encuentran afiliadas a algún sistema de pensiones, es decir, a un sistema de
protección social, que incluya el derecho a prestaciones familiares e infantiles cuando el
beneficiario es menor, a un subsidio por maternidad, enfermedad o invalidez cuando es adulto, o a
una pensión de vejez una vez jubilada. En el caso de los hombres, el 41,2% cuenta con este
beneficio, mayor en 12,9 puntos porcentuales al presentado por las mujeres (INEI, 2019). En ese
sentido, un el Perú tiene un sistema de seguridad social excluyente, que exige la participación
dentro de este mercado laboral jerárquico para poder acceder a la seguridad y salud en el trabajo,
un seguro médico, y la pensión de jubilación.

Similar escenario se presenta respecto de la brecha salarial. Al año 2018, las mujeres ganan en
promedio 29,6% menos que los hombres (INEI, 2019). Uno de los motivos principales por el que
las mujeres ganan menos es que muchas de ellas trabajan menos horas, por dedicarse a sus
familias. La mayoría de las mujeres que trabajan crean su propio empleo (37,6%) o son
trabajadoras familiares no remunerados (15,3%), lo cual genera menores ingresos o no perciben
ingresos propios.

Por estas restricciones las mujeres que trabajan en relación de dependencia también tienen
menor margen a la hora de negociar sus sueldos.

A la vez, los años dedicados a la crianza de los niños hacen que las mujeres tengan menos
experiencia laboral, lo cual impacta en sus salarios. Dichas diferencias de género en el uso de
tiempo, las que se traducen en la capacidad real de mujeres y hombres de participar en
actividades económicas de emprendedurismo y trabajo remunerado, muestran que las mujeres
tienen menos tiempo disponible que los hombres para dedicar a actividades remuneradas. Así, por
ejemplo, las mujeres invierten más del triple de tiempo que los hombres en actividades culinarias
y alrededor del doble de tiempo en actividades de cuidados de personas dependientes o
enfermas. Estos resultados evidencian una persistente distribución sexual del trabajo que
repercute en el tiempo disponible de las mujeres para la capacitación u otras actividades valoradas
como “productivas” (MIMP - INEI, 2010).

Tal como lo reflejan las estadísticas, en el Perú se observan todavía brechas salariales y de ingresos
atribuibles a la discriminación, así como la persistencia de construcciones culturales sexistas que
son reforzadas e institucionalizadas en todos los niveles del fenómeno jurídico, y por un sistema
económico sustentado en políticas de flexibilización y precarización laboral, perpetuándose la
desigualdad estructural para una gran cantidad de mujeres, y otras personas pertenecientes a
otros grupos vulnerables, quienes son excluides del acceso a condiciones para una vida digna y el
ejercicio de sus derechos fundamentales.
Fuentes:

FACIO, Alda. “Metodología para el análisis de género del fenómeno legal”, en Alda Facio y Lorena
Fríes (Editoras), Género y Derecho, Santiago de Chile, Ediciones LOM, 1999, pp. 99-136.

INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA. “Brechas de género 2019”. Lima, 2019.

MINISTERIO DE LA MUJER Y POBLACIONES VULNERABLES - INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA.


“Encuesta nacional de uso del tiempo”. Lima, 2010.

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