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sensibilidad están infravaloradas en la sociedad digital consumista en la
que existimos. Y esto es, en sí mismo, muy grave, porque es la
plasmación de un desprecio a lo abstracto y a la teoría.
Frente a una vida más amplia, coherente y equilibrada, lo que
predomina es el consumo de televisión y música sin más. Es la sociedad
de la diversión. Es la consigna más común. Parece que el único propósito
de la existencia humana es pasarlo bien. Lo demás sobra o es propio de
personas excéntricas o raras y no es cierto.
También es cierto que como dice Duran «Nuestro cerebro recibe hoy
más información en un día que algunos de nuestros antepasados en
toda su vida». Se necesita una sociedad más dialogante y más abierta a
las ideas de todos. La libre discusión y las reflexiones son
imprescindibles, si queremos una vida más coherente y menos anárquica
e injusta. El buen uso del cerebro es, por tanto, esencial para todos.
La mitad de la población en España nunca lee un libro. Con estos datos
no es extraño que se minusvalore la alta cultura o las humanidades.
Debemos poner en valor la significación de nuestra creatividad que surge
del cerebro y es que los pensamientos que elaboramos son
fundamentales en todos los sentidos imaginables. La creación de una
sociedad cada vez mejor depende de cómo usemos nuestra inmensa
capacidad cerebral para el bien. Como señala Duran «Vivimos la era de
la prisa: las noticias se explican en esquemas, la gente prefiere los
titulares a los comentarios». Esto muestra que hemos cambiado de
mundo y de realidad de una manera indudable. Y esta situación se ha
acentuado o intensificado con el paso de los años hasta llegar a
extremos increíbles.
Por ejemplo, en las redes sociales en muchas ocasiones con una simple
frase o con dos o tres palabras se enjuicia o valora algo de modo
aparentemente irrefutable. Parece que lo superficial debe aplastar a las
explicaciones amplias, extensas y profundas. Pero nunca lo consigue. Se
debe volver a una sociedad de las palabras.