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La hipótesis de Lamarck -que los cambios progresivos en las especies se han producido debido a los intentos

de los animales por incrementar el desarrollo de sus propio órganos, modificando su estructura y sus hábitos- ha
sido refutada repetida y fácilmente por todos los autores que abordan la cuestión de las variedades y las
especies, y al parecer se ha dado por sentado que una vez hecho esto, la cuestión había quedado zanjada; pero
la perspectiva aquí expuesta hace que esa hipótesis resulte innecesaria, al demostrar que pueden obtenerse
resultados similares por la acción de principios que actúan de modo constante en la naturaleza. Las poderosas
garras retráctiles de las tribus de los halcones y los gatos no han sido producidas ni mejoradas por el deseo de
esos animales, sino que entre las diferentes variedades aparecidas en las formas anteriores y menos
organizadas de estos grupos, siempre sobrevivieron más tiempo aquellos que mayor facilidad tenían para
aferrar a su presa. Tampoco la jirafa adquirió su cuello largo deseando alcanzar el follaje de los arbustos más
altos, estirando el cuello para llegar a ellos, sino porque aquellas variedades que aparecieron con un cuello más
largo que el normal, obtuvieron inmediatamente una nueva fuente de alimentos en el mismo territorio que
ocupaban sus compañeras de cuello corto, por lo que en la primera ocasión que hubo escasez de comida,
consiguieron sobrevivir a la situación.[…] En nuestra opinión, hemos mostrado que existe una tendencia en la
naturaleza hacia la progresión continuada de ciertas clases de variedades hacia formas cada vez más alejadas
del tipo original -una progresión a la que no parece necesario asignar límites definidos.
Alfred Russel Wallace, 1858, Sobre la tendencia de las variedades a alejarse indefinidamente del tipo original,
On the Tendency of Varieties to Depart Indefinitly from the Original Type. Carta enviada a Darwin.

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