En estos tiempos de pandemia y aislamiento social, muchos de nosotros
hemos tenido que quedarnos en casa y, forzadamente, emplear herramientas tecnológicas para llevar adelante nuestro trabajo. De pronto, las palabras “Skype”, “Hangouts”, “Zoom” o “GoToMeeting” ya dejaron de ser una novedad y forman parte de la nueva rutina de numerosos profesionales.
Las videoconferencias en las audiencias de prisión preventiva son una muestra
que sí es posible llevar a cabo las audiencias virtuales sobre hechos y pruebas. El detalle está en que estas audiencias no se realizan con los sujetos en sus casas, sino mediante computadores controlados por funcionarios judiciales y del INPE.
Si es así, podría capacitarse a los jueces y auxiliares jurisdiccionales a dirigir audiencias virtuales, sea desde su despacho o desde sus domicilios, siempre contando con el soporte de técnicos que puedan solucionar los problemas que naturalmente se pueden presentar. De ese modo, el paso a la “era” de las audiencias virtuales implicaría que el Poder Judicial deba implementar un área de apoyo técnico que esté al pendiente de que todas las audiencias puedan llevarse a cabo sin ningún problema, y con los elementos de seguridad informáticos necesarios.
En cuanto a la propia operatividad de las audiencias, una objeción podría ser que el art. 204 CPC obliga a registrar en video o audio las audiencias de pruebas y, además, a entregar copia a las partes “dejando constancia” de dicha entrega. Empero, ya en cuestión de notificaciones electrónicas a través del SINOE se deja constancia la correcta notificación a las partes, lo que bien puede hacerse con la entrega (notificación) de las actas; además, las audiencias virtuales podrían ser grabadas, y esas grabaciones también ser enviadas a las partes.
Otra objeción podría consistir en que no existiría certeza de que las partes que se presentan en la audiencia virtual, o que firman los escritos (por parte de los justiciables y abogados) o resoluciones (por parte del juez y auxiliares), son aquellas que dicen ser. Al respecto, la Ley N.º 27269 (Ley de Firmas y Certificados Digitales), establece el procedimiento para certificar la autenticidad de una firma (que ya se hace en el caso de resoluciones), por lo que el Poder Judicial bien puede constituirse como entidad de certificación. De ese modo, la parte que requiera firmar un acta y participar en una diligencia puede corroborar su identidad a través de la firma digital.
En efecto, de forma previa a la audiencia, las partes corroborarían su identidad mediante la firma digital de un documento donde declaren que son quienes dicen ser, con las sanciones administrativas y penales que correspondan en caso de falsa declaración. Una cuestión importante, y tal vez imprescindible, es que debería establecerse un procedimiento especial para la obtención del certificado digital para procesos judiciales, dado que la Ley de Firmas y Certificados Digitales está pensada básicamente para transacciones comerciales.
Es importante advertir que si el juez estima que la audiencia deba ser llevada de forma física puede citar físicamente a las partes. Es decir, la realización de audiencias virtuales no supondría la eliminación de las presenciales, pues estas podrían justificarse en el caso de las declaraciones de diversos testigos y sustentaciones de informes periciales.
Esto no quiere decir, por cierto, que siempre que haya testimoniales u otra actuación de pruebas necesariamente deba existir audiencia presencial. La decisión de hacerlo, además de ser motivada, debe ser tomada por un juez que conozca suficientemente bien sobre temas tecnológicos. Todo esto, ciertamente, importará que los abogados litigantes deban desarrollar habilidades forenses que permitan una mejor defensa “virtual” del caso.
Por último, no podemos ignorar la brecha en tecnología que existe en nuestro país, y podría cuestionarse que sólo determinados sectores podrían verse beneficiados de los usos de la tecnología en el ámbito judicial. Esto es cierto, y podría solucionarse a través de la implementación de módulos permanentes que instale el Poder Judicial, donde se permita a las partes que no cuenten con computador en casa, o con los conocimientos tecnológicos necesarios, que participen en las audiencias virtuales. No afecta el derecho de defensa. - Toda vez que “la ausencia física que desencadena el empleo de la audiencia virtual no impide la presencia virtual del procesado y, por tanto, la oportunidad para que pueda, por sí mismo o con el patrocinio de un abogado de su libre elección, ejercer su derecho a ser oído”.
No es incompatible con el principio de inmediación. – En razón a que el
sistema de audiencias virtuales es producto del avance tecnológico, “que ha influido en diversos cambios en el funcionamiento de las instituciones sociales”, no estando exenta la administración de justicia, la que gracias al uso de las nuevas tecnologías de la información se hace cada vez más expeditiva.
Además las audiencias virtuales permiten la “comunicación bidireccional y
simultánea de la imagen y sonido, así como la interacción visual, auditiva y verbal entre dos o más personas geográficamente distantes, en tiempo real, otorgando con ello un diálogo personal y directo entre los intervinientes”; características que permiten “una forma de entrelazar de manera real a los intervinientes en una audiencia judicial, contribuyendo a la celeridad del proceso, en aquellos casos en los que la distancia no solo conspira contra el derecho a ser juzgado dentro de un plazo razonable sino también con el adecuado ejercicio del ius puniendi estatal”
Conscientes del inevitable y necesario restablecimiento de la actividad
jurisdiccional, así como de la permanencia del virus COVID-19 en nuestro medio, resulta necesario que todos los actores del sistema de administración de justicia se adapten al escenario actual, ofreciendo el uso de las tecnologías de la información y comunicación una herramienta útil para reducir los riesgos de contagio del temible virus.