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La literatura inglesa del siglo XIX ha dejado un importante número de escritores que ya se consideran clásicos. Thomas
Hardy (1840-1928), poeta, novelista y dramaturgo, premio Nobel de 1921, es uno de ellos.
Entre sus novelas, que se pueden englobar en el realismo de la segunda mitad del siglo, destaca El alcalde de
Casterbridge (1886). Se publicó primero por entregas y más tarde como libro. Al igual que en otras obras del autor, el
marco es el suroeste de Inglaterra, donde transcurrió su infancia, representado por la mítica región de Wessex,
inventada por el propio Hardy.
Hardy tiene, en líneas generales, una visión pesimista del hombre. El protagonista de la novela se debate entre el bien
y el mal, se da cuenta de sus fallos e intenta cambiar, pero al final prevalece cierto fatalismo que lo conduce al fracaso,
casi de modo irremediable. Son significativas las palabras con que termina la novela: "La felicidad no es sino un
episodio ocasional del drama general del dolor".
Eso sí, este duro mensaje está encerrado en una obra magnífica desde el punto de vista literario, una excelente
muestra del talento de Thomas Hardy.
Luis Ramoneda