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Reparación en Colombia: ¿Qué quieren las víctimas?


Por encargo del Ministerio Federal de Relacio-
nes Exteriores de Alemania, representado por
la Embajada alemana en Bogotá, en el marco de
su política exterior, el proyecto de la Co-
operación Técnica Alemana (GTZ) ProFis,
apoya desde febrero de 2008 a instituciones
del Estado, en especial a los organismos
judiciales para la efectiva aplicación de
Autores por ProFis: la Ley de Justicia y Paz (Ley 975 de 2005).
El proyecto ProFis asesora en temas jurí-
Compiladores: dicos tales como la unificación de crite-
Ernesto Kiza rios de aplicación de la Ley, construcción
Angelika Rettberg de la memoria histórica y adecuación a los
estándares internacionales necesarios.

Autores: Adicionalmente acompaña los procesos ope-


rativos necesarios para la implementación
Andrés Casas de técnicas y procesos de investigación
Paula Gaviria e identificación de restos. ProFis concentra
Leonardo González Perafán principalmente su asesoría en la Fiscalía Ge-
neral de la Nación, en la Unidad Nacional de
Evelio Henao Justicia y Paz, y de otro lado en los Magistrados
 Germán Herrera Toloza de los Tribunales Superiores de Justicia y Paz 
y de la Corte Suprema de Justicia.
Florian Huber
Ernesto Kiza
Iris Marín Reparación en Colombia:
Tathiana Montaña Mestizo
Jorge Parra
¿Qué quieren las víctimas?
Retos, desafíos y alternativas para garantizar la integridad
Juan Diego Prieto
Angelika Rettberg

Deutsche Gesellschaft für


Technische Zusammenarbeit (GTZ) GmbH
Cooperación Técnica Alemana
ProFis
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Bogotá D.C., Colombia
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F. (+57) (+1) 635 1552
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Publicado por:
Deutsche Gesellschaft für
Technische Zusammenarbeit (GTZ)
GmbH
Cooperación Técnica Alemana
ProFis

Reparación en Colombia: ¿qué quieren las víctimas?


Retos, desafíos y alternativas para garantizar la integralidad
Autores por ProFis
Compiladores:
Ernesto Kiza
Angelika Rettberg
Autores:
Andrés Casas
Paula Gaviria
Leonardo González Perafán
Evelio Henao
Germán Herrera Toloza
Florian Huber
Ernesto Kiza
Iris Marín
Tathiana Montaña Mestizo
Jorge Parra
Juan Diego Prieto
Angelika Rettberg

Traducción:
Jan Paul Castellanos

Corrección de texto y estilo:


Ma. Gladys Álvarez G.

Diseño de portada:
Mónica Cárdenas

Diagramación:
Diana Guayara V.

Fotomecánica e impresión:
Alvi Impresores Ltda.

Primera edición
Bogotá, 2010
Impreso en Colombia / Printed in Colombia

ISBN 978-958-XXXXXXXX

Todos los derechos reservados. Esta publicación no pueder ser reproducida total o parcialmente,
ni registrada en, o reproducida por un sistema de recuperación de información, en niguna forma
o por ningún otro medio, sea mecánico, foto-químico, electrónico, magnético, electro-óptico,
por fotocopia o por cualquier otro medio, sin el permiso previo por escrito de los editores.
Contenido

PAG.

Introducción
Reparación en Colombia: ¿qué quieren las víctimas?
Retos, desafíos y alternativas para garantizar la integralidad
Ernesto Kiza & Angelika Rettberg 5

“Una herida no se cura sin tratamiento”.


Reparaciones masivas en procesos de Justicia Transicional
Ernesto Kiza 15

¿Qué quieren las víctimas como reparación y qué pueden esperar de


los mecanismos de reparación diseñados por la Ley de Justicia y Paz?
Florian Huber 49

Nuevos retos para la reparación por vía administrativa


Evelio Henao 71

Elementos para una política de verdad, justicia y reparación integral


para las víctimas: Complementariedades entre las encuestas de percepciones
y opiniones sobre paz, justicia, verdad, reparación y reconciliación
en poblaciones urbanas y rurales, de la Fundación Social, y Reparación
en Colombia: ¿Qué quieren las víctimas?, de Angelika Rettberg
Iris Marín Ortiz & Paula Gaviria Betancur 79

Víctimas, victimarios y vecinos: proximidad social y actitudes


de las víctimas frente a la reparación, la justicia y la paz
Angelika Rettberg & Juan Diego Prieto 107
Reparación en Colombia: ¿qué quieren las víctimas? Retos, desafíos y alternativas para garantizar la integralidad

PAG.

Reparación para las víctimas afro colombianas


Tathiana Montaña Mestizo & Leonardo González Perafán 133

¿Lo que quieren las víctimas?


Andrés Casas-Casas & Germán Herrera Toloza 153

Verdad y reparación
Jorge Parra 185

Los autores 203

4
Introducción1-2
Reparación en Colombia:
¿qué quieren las víctimas?*
Retos, desafíos y alternativas para garantizar la integralidad

Ernesto Kiza & Angelika Rettberg

A raíz del conflicto armado más prolongado del continente americano


desde la Segunda Guerra Mundial, el 10% de los ciudadanos
colombianos han sido desplazados internamente3. Según Amnistía
Internacional cerca de 70.000 personas han sido asesinadas sólo en los
últimos 20 años (Laplante/Theidon, 2007: 56). Miles de personas
más fueron víctimas de desapariciones forzadas, secuestros, torturas y
reclutamiento forzado por parte de grupos armados ilegales. Lo más
sorprendente de todo es que la gran mayoría de víctimas de la guerra
han sido y son civiles desarmados (ibíd.) que han soportado la pobreza
histórica y la precariedad económica4, como lo demuestran estudios
recientes (Rettberg, 2008; Fundación Social, 2009). Se sabe que

1
Traducido por Jan Castellanos.
2
En la traducción se conservaron los títulos originales de los artículos citados y las
referencias bibliográficas en sus idiomas originales.
3
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR, estima
que en la actualidad la cifra aproximada de desplazados internos es de 3 millones,
de los cuales 300.000 corresponden a desplazados forzados por año durante los
años 2007 y 2008 (ACNUR, 2010).
4
Para un breve pero muy buen resumen de la historia del conflicto ver, por ejemplo,
Laplante/Theidon, 2007, 53. Para un análisis interesante del conflicto desde una
perspectiva político-económica, ver Azzellini (2003).
Reparación en Colombia: ¿qué quieren las víctimas? Retos, desafíos y alternativas para garantizar la integralidad

todos los grupos armados involucrados (las guerrillas de izquierda, los


paramilitares de derecha y las fuerzas oficiales) han cometido graves
violaciones a los derechos humanos.
En medio de esta continua crisis los gobiernos posteriores al de Belisario
Betancur (1982-1986) se han esforzado por restablecer la paz5. Algunos
procesos fueron satisfactorios, pues produjeron la desmovilización de varios
grupos insurgentes, mientras que otros, principalmente con las FARC (Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia), fracasaron. Algunos de estos
procesos incluyeron amnistías e indultos por parte del Gobierno. De manera
progresiva se introdujeron elementos incipientes de justicia transicional o
búsqueda de la verdad. Hasta el año 2002, con la promulgación de la Ley
782, se intentó por primera vez llevar a cabo un proceso de paz con los
grupos paramilitares que no estaban implicados en la violación manifiesta
de derechos humanos (Restrepo, próximo a publicarse).
Teniendo en cuenta estos antecedentes, la creación e implementación
de la Ley 975 de 2005, conocida como Ley de Justicia y Paz, es un
hito en el contexto de un proceso de desmovilización masiva de grupos
paramilitares de derecha. Esta ley constituye el primer gran esfuerzo para
resolver la crisis, al menos en parte, mediante la aplicación de una amplia
gama de mecanismos de justicia transicional, incluidas la justicia penal
(aunque sea una “versión indulgente” con penas reducidas), la reparación
de víctimas, las campañas de desmovilización masiva y la búsqueda de la
verdad. Hablando estrictamente, el total de víctimas asciende a más de 3
millones si incluimos a todos los desplazados internos.
Este programa afronta retos enormes debido a múltiples factores. En
primer lugar, la justicia transicional en Colombia se desarrolla en medio de
un conflicto armado. No todas las partes involucradas se han desmovilizado,
de hecho, por lo menos dos mantienen combates activos. Por esta razón, las
víctimas pueden sentirse intimidadas por la actividad continua de los actores
armados. Además, el número total de combatientes desmovilizados (más de
50.000) y víctimas registradas (cerca de 300.000) plantea dificultades de
diversa naturaleza: política, social, e incluso fiscal. La capacidad del Estado
colombiano algunas veces es insuficiente para satisfacer las necesidades de

5
Para una reseña histórica sobre los procesos de paz en Colombia, ver Nasi, Carlo
(2008). Cuando callan los fusiles. Bogotá: Editorial Norma, y Villarraga, Álvaro
(comp.). Memoria de los Procesos de Paz en Colombia 1982-2002. 5 vol., Bogotá:
Fundación Cultura Democrática.

6
Introducción

los distintos grupos, desde su infraestructura judicial hasta su capacidad


para proporcionar medios de reinserción a la vida productiva y supervisar
los procesos locales en los cuales las víctimas y los perpetradores conviven
en las mismas comunidades. Lo anterior se presenta en un contexto en
el que las diferentes partes han aumentado su capacidad de movilización
política para exigir soluciones rápidas a sus problemas.
A pesar de los retos que plantea el programa de justicia y paz, es
una oportunidad extraordinaria que Colombia tiene para aproximarse
al establecimiento de responsabilidades en este conflicto extendido por
décadas, al reconocimiento de varias formas de victimización y, con el
tiempo, a alguna forma de reconciliación social.
Las leyes de reparación en Colombia están estrechamente ligadas a los
instrumentos internacionales elaborados hasta ahora, están compuestas
por intrincadas estructuras organizacionales y una infraestructura que,
a pesar de ser considerable, aún es deficiente6. La magnitud y densidad
institucional del proceso reflejan el cambio que se está llevando a cabo en
los paradigmas internacionales con respecto a los esfuerzos de la justicia
posterior a los conflictos, concretamente la adopción de medidas centradas
más en las víctimas que en los victimarios en el marco de la justicia penal
internacional (ICrimJ, por su sigla en inglés)7. Teniendo en cuenta que la
justicia penal internacional aún es muy reciente y, por consiguiente, cambia
a medida que los casos se desarrollan, seguramente el caso colombiano
aportará muchos elementos a este proceso continuo. A fin de analizar los
múltiples desafíos desde el enfoque específico de la viabilidad, alcance e
implicaciones de la reparación de víctimas, el programa Profis financiado
por la Agencia de Cooperación Técnica Alemana, GTZ, para apoyar la
Ley de Justicia y Paz, organizó un congreso en Bogotá (Reparación en
Colombia: ¿Qué quieren las víctimas? Retos, desafíos y alternativas para
garantizar la integralidad), en mayo de 2009. Este libro incluye algunas de
las principales ponencias presentadas en dicho congreso8.
Además, la publicación trasciende este evento en particular
recurriendo a varios encuentros, debates, talleres, presentaciones y
conferencias sobre la reparación de víctimas en Colombia, enmarcada
en la Ley de Justicia y Paz. El libro incluye los puntos de vista de

6
Más adelante se tratarán estos problemas en particular.
7
Para un resumen, ver por ejemplo Findlay (2009).
8
Ver el programa completo en el Anexo I.

7
Reparación en Colombia: ¿qué quieren las víctimas? Retos, desafíos y alternativas para garantizar la integralidad

representantes del Estado, organizaciones de derechos humanos y


destacados académicos colombianos. La pregunta que tratamos de
responder, sustentada por investigaciones nacionales9 e incluida en
una perspectiva comparativa internacional10, no es sólo qué quieren
las víctimas, sino también cómo diferentes organizaciones interpretan
y se ocupan de estas necesidades y expectativas, y cómo las respuestas
varían en diferentes contextos regionales y locales. Si bien esta pregunta
es analizada más a fondo desde la perspectiva colombiana, es claro que
la dimensión internacional también es importante.
En suma, este libro tiene el objetivo ambicioso de brindar un enfoque
bien informado y contemporáneo de los deseos y aspiraciones de las víctimas
de violaciones de derechos humanos en Colombia y de la situación actual
del proceso de reparaciones. Además, incluye los logros y deficiencias del
proceso en el debate que se está llevando a cabo dentro y fuera del país11.

1. La organización del libro


Esta publicación aborda cuatro dimensiones del debate actual sobre la
reparación en Colombia. Incluye información y conclusiones científicas
muy valiosas sobre la normativa y las variables políticas del modelo
de reparación, y contiene información empírica importante sobre las
actitudes y opiniones de las víctimas de la guerra, así como sobre el
estado actual del modelo de reparación mismo.

1.1 La dimensión internacional

En primer lugar, se aborda la dimensión internacional con el fin de


brindar una visión amplia sobre la reparación de víctimas de violación de
derechos humanos y crímenes internacionales. En el artículo “A wound
does not heal without ointment” - Mass Reparations in the Transitional Justice
Process [“Una herida no se cura sin tratamiento”, reparaciones masivas
en el proceso de justicia transicional], Ernesto Kiza proporciona un
marco general para entender las múltiples formas adoptadas por los

9
Rettberg (2008).
10
Kiza et al. (2006).
11
Otro insumo sobre este tema es Orozco (2009).

8
Introducción

programas de reparación en diferentes países durante los últimos 20


años, así como las distintas necesidades de las víctimas. Kiza se propone
integrar el conocimiento teórico sobre las mejores prácticas, las fallas y
logros de los modelos de reparación mismos, con conclusiones empíricas
basadas en encuestas hechas a víctimas de la guerra y a la población
(Kiza et al., 2006; Rettberg, 2008). Este debate integrador lleva a la
conclusión de que la reparación desde el punto de vista de las víctimas
es un tema imprescindible en los esfuerzos de la justicia transicional. Es
más, demuestra que para las víctimas la reparación está más distante de
lo que sugiere la interpretación de la normativa actual. Esta conclusión,
corroborada por muchos estudios recientes, constituye una razón de peso
a favor de un debate renovado sobre el derecho a la reparación.

1.2 La dimensión nacional

En el artículo “¿Qué quieren las víctimas como reparación y qué


pueden esperar de los mecanismos de reparación diseñados por la Ley
de Justicia y Paz?”, Florian Huber nos ofrece una visión general de
la base normativa del programa de reparaciones en Colombia. Más
que una descripción estrictamente legalista de las normas, Huber
presenta una serie de conclusiones empíricas muy importantes, fruto
de su arduo trabajo en Colombia, como la necesidad de descentralizar
el proceso de justicia y paz e incrementar el número de profesionales en
el sector judicial que trabaje estos temas. Huber hace varias preguntas
cruciales respecto a la eficiencia y efectividad de la implementación del
programa de reparación, apoyándose en una descripción muy detallada
de los avances, logros y deficiencias de la ley a nivel regional. Lo más
significativo de este trabajo es el argumento convincente de que hasta
ahora la reparación interrelacionada con las versiones libres (rendición
de información sobre crímenes de individuos vinculados al proceso de
desmovilización) presenta graves disfuncionalidades.
Mientras Huber intenta comprender la iniciativa de reparación
desde una perspectiva más amplia, Evelio Henao nos ofrece hechos
y conclusiones relacionados con la denominada vía administrativa, un
instrumento de reparación individual a gran escala con procedimientos
simplificados de aplicación e implementación. En el artículo “Nuevos
retos para la reparación por vía administrativa”, plantea una pregunta
esencial: ¿Se pueden poner en riesgo la dignidad y los derechos de las
víctimas a fin de obtener procedimientos más eficientes?

9
Reparación en Colombia: ¿qué quieren las víctimas? Retos, desafíos y alternativas para garantizar la integralidad

1.3 La dimensión regional

En segundo lugar, después de tratar la dimensión nacional, se presentan


las conclusiones empíricas a nivel regional para entender las diferencias
regionales entre las posiciones de las víctimas de diferentes tipos de violaciones
a los derechos humanos, su voluntad de participar en el proceso de justicia
y paz, y las particularidades regionales relacionadas con asuntos como la
reintegración de las víctimas y victimarios a las mismas comunidades.
Con este fin, Iris Marín y Paula Gaviria consultaron el impresionante
banco de datos de investigación empírica12 recopilados por la Fundación
Social, una de las organizaciones sociales colombianas más prestigiosas.
Para evaluar la validez de muchas de las hipótesis que predominan en
la discusión sobre víctimas y sus necesidades, en el artículo “Elementos
para una política de verdad, justicia y reparación integral para las
víctimas”, Marín y Gaviria presentan una comparación rigurosa de las
principales conclusiones de su investigación con las de Rettberg (2008).
Por consiguiente, los lectores obtienen un análisis empírico, detallado y
representativo, de los pareceres y posiciones de las víctimas, que ayuda
a comprender lo que consideran necesario para alcanzar metas a largo
plazo, como la paz social y la superación de las atrocidades del pasado.
Pero también lo que necesitan para alcanzar metas muy específicas, como
centrar la atención en la población víctima campesina, en la necesidad
de la igualdad de derechos para todas las víctimas, en la necesidad de
definir una agenda separada que a su vez sea complementaria para las
reparaciones y el desarrollo, y en la necesidad de fomentar la búsqueda de
la verdad respetando la privacidad de la víctima.
Del estudio empírico anterior “¿Qué quieren las víctimas?” (Rettberg,
2008), Angelika Rettberg y Juan Diego Prieto hacen un análisis aún
más pormenorizado del problema de la proximidad social entre víctimas y
victimarios en el contexto del programa de justicia y paz en Colombia. En
el artículo “Víctimas, victimarios y vecinos: proximidad social y actitudes de
las víctimas frente a la reparación, la justicia y la paz”, Rettberg y Prieto
examinan esta área poco investigada y descubren que la proximidad social
no afecta de manera significativa el tipo y la clasificación de las necesidades
de reparación. Sin embargo, la proximidad social afecta negativamente

12
Para una descripción general de los datos, ver Fundación Social (2008).

10
Introducción

la confianza de las víctimas en los organismos judiciales nacionales. Las


víctimas que conviven en proximidad social con victimarios, a menudo
pertenecen a organizaciones de víctimas y son menos optimistas con
respecto a las posibilidades de paz en el país. Estas conclusiones, en
conjunto, anticipan algunas de las complejidades de un eventual proceso
que lleve a la reconciliación nacional en Colombia.
Más adelante, Tathiana Montaña Mestizo y Leonardo González
Perafán se enfocan en el tema de la victimización de afrocolombianos.
Como sabemos por otros informes (por ejemplo, Laplante/Theidon,
2007), las minorías son y muchas veces fueron objetivos militares
durante el conflicto. En muchos casos, las minorías ya se encontraban en
posición vulnerable por su condición de pobreza, y desfavorable respecto
a sus derechos políticos. La situación para los afrocolombianos, que
suman cerca del 10% de la población, se vio agravada cuando el Estado,
empresas multinacionales y la delincuencia organizada, se interesaron
en sus tierras. Por lo tanto, un gran número de afrocolombianos ha
sufrido el desplazamiento forzado por parte de distintos gestores de
violencia y por el Estado colombiano, lo que convierte a la reparación
en un asunto fundamental para ellos. El programa actual de justicia
transicional en Colombia no establece medidas especiales para esta
comunidad. Los autores del artículo “Reparación para las víctimas afro
colombianas”, presentan una perspectiva integral de la situación de los
afrocolombianos, explican de manera sucinta la compleja situación, y
analizan el marco normativo ya existente con relación al derecho a la
reparación y a los instrumentos internacionales y nacionales específicos,
destinados a proteger las minorías. Los autores integran estos factores
y sugieren algunas recomendaciones sobre cómo abordar de manera
apropiada este singular aspecto del modelo de reparación en Colombia.

1.4 La dimensión política

La decisión de emprender un programa de justicia transicional con


recursos intensivos, que incluya un gran número de instrumentos
complejos, ocurre en un contexto de complicados procesos de toma
de decisiones políticas en diferentes niveles. Los interesados tienen
pocas o muchas posibilidades de influir en la política. A pesar de que las
víctimas de actos abominables se han empoderado como nunca antes,
su capacidad de influir en la toma de decisiones aún es poca, comparada
con la de los gobiernos nacionales, las fuerzas militares y las poderosas

11
Reparación en Colombia: ¿qué quieren las víctimas? Retos, desafíos y alternativas para garantizar la integralidad

fuerzas enemigas. Los siguientes artículos son un paso importante para


comprender la naturaleza compleja de estos temas.
Andrés Casas y Germán Herrera Toloza presentan una
evaluación de la reparación en Colombia basada en la teoría de juegos.
En “¿Lo que quieren las víctimas? Paradojas y retos de la tensión entre
el ser y el deber ser en el proceso de reparación en Colombia”, Casas y
Herrera describen la influencia de los actores principales en el terreno
de la política con respecto a la creación de medidas de reparación.
Después de presentar los lineamientos teóricos preliminares y el modelo
de teoría de juegos apropiado, Casas y Herrera explican los resultados
del juego aportando material empírico y además categorizando los
diferentes niveles de acción. Algunas de las conclusiones sugieren que
las víctimas son difíciles de organizar, enfrentan serios problemas de
acción colectiva y son extremadamente vulnerables a presiones de
actores más poderosos. Por ende, sus aportes a la definición de un marco
legal referente a las reparaciones son muy pocos. Las víctimas alimentan
la desconfianza con respecto al Estado y a los organismos judiciales a
medida que crece la brecha entre las expectativas y la posible reparación.
Por su condición vulnerable, las víctimas se exponen a lo que Casas
y Herrera llaman “piratería humanitaria”, proceso mediante el cual
las víctimas se convierten en un recurso valioso para los actores que
compiten por los recursos fiscales y la legitimidad política.
Finalmente, Jorge Parra analiza la interrelación entre verdad y
reparación. En el artículo “Verdad y reparación”, Parra analiza las
diferentes interpretaciones y mecanismos de búsqueda de verdad y
construcción de narrativas comunes del pasado calificado de “verdad”.
Compara los modelos arriba-abajo, especialmente modelos de justicia
retributiva, con la comprensión abajo-arriba de búsqueda de la verdad
como la entienden las víctimas. Además, Parra examina el derecho
a la verdad, concepto que ha desarrollado un carácter normativo
especialmente en América del Sur (en el contexto de las comisiones
de la verdad, pero también en el ámbito del trabajo realizado por
la Corte Interamericana de Derechos Humanos), mientras que en
la esfera internacional este derecho aún es cuestionable. Luego,
Parra apoya la puesta en marcha de una comisión de la verdad
en Colombia entre las medidas ya implementadas o, por lo menos,
previstas por la justicia transicional. Esta propuesta ha recIbído un
fuerte apoyo por parte de los estudios previos de los editores de este
volumen (Kiza et al., 2006; Rettberg, 2008).

12
Introducción

2. En resumen
Este libro surge de la necesidad profunda y sentida de no sólo aclarar
las difíciles alternativas comprendidas en procesos de reparación y
los desafíos que surgen de las particularidades de las poblaciones
y necesidades de las víctimas en Colombia, sino también busca
promover el debate público en esta materia. Con frecuencia los
asuntos que conciernen a las reparaciones sólo se encomiendan a
las personas directamente implicadas como víctimas, organizaciones
o legisladores, incluidos los defensores más férreos y los opositores
más fuertes de este tema. Los artículos que contiene este libro
confirman la dificultad palpable de los temas que están en juego en
cualquier proceso de justicia transicional, la necesidad, en Colombia,
de resolverlos en medio del conflicto en curso y la heterogeneidad,
variedad regional y la escala de la población víctima. Los análisis
presentan un balance interesante entre el activismo y la academia
e invitan a todos a continuar estudiando estos temas en mayor
profundidad. La sociedad colombiana y la academia, en términos
generales, deberían familiarizarse con los desafíos y las decisiones que
están por venir, ya que los temas que se tocan definen la agenda de la
política pública y fiscal en los años venideros.

Bibliografía
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de América Latina, Alemania, Italia y España, in Internet,
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Aponte Cardona, Alejandro (2009). “Colombia”, en: Ambos,


Kai et al. (eds.). Justicia de Transición. Informes de América Latina,
Alemania, Italia y España, in Internet, URL (2010): http://www.
kas.de/wf/doc/kas_18236-544-4-30.pdf, pp. 235-300.

Azzelini, Darío (2003). “Kolumbien-100 Jahre Krieg gegen


die Bevölkerung”, in: Ruf, Werner (ed.). Politische Ökonomie
der Gewalt. Staatszerfall und die Privatisierung von Gewalt und
Krieg. Opladen, pp. 235-264.

13
Reparación en Colombia: ¿qué quieren las víctimas? Retos, desafíos y alternativas para garantizar la integralidad

Findlay, Mark (2009). “Activating a Victim Constituency in


International Criminal Justice”, in: The International Journal of
Transitional Justice. Vol. 3, pp. 183-206.

Fundación Social (2009). Los retos de la justicia transicional


en colombia. percepciones, opiniones y experiencias 2008.
Panorama cualitativo y cuantitativo nacional, con énfasis en
cuatro regiones. Bogotá.

Kiza, Ernesto/Rathgeber, Corene/Rohne, Holger,


C. (2006). Victims of War. War Victimization and Victims´
Attitudes towards Addressing Atrocities, Hamburg, in
Internet, URL (2010): http://www.his-online.de/Download/
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Laplante, Lisa J/Theidon, Kimberly (2007). “Transitional


Justice in Times of Conflict: Colombia´s Ley De Justicia y Paz”,
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Nasi, Carlo (2008). Cuando callan los fusiles. Bogotá:


Editorial Norma.

Orozco, Iván (2009). Justicia transicional en tiempos del deber


de memoria. Bogotá: Editorial Temis-Universidad de Los Andes.

Rettberg, Angelika (2008). Reparación en Colombia:


¿Qué quieren las víctimas? Bogotá: Deustche Gesellschaft für
Technische Zusaminenarbert (GTZ) GmbH - Universidad de
los Andres - Fiscalía General de la Nación - Embajada de la
República Federal de Alemania.

Ruf, Werner (2003). Politische Ökonomie der Gewalt. Staatszerfall


und die Privatisierung von Gewalt und Krieg. Opladen.

UNHCR (2010). 2010 UNHCR country operations profile-


Colombia, in Internet, URL (2010):http://www.unhcr.org/
pages/49e492ad6.html

Villarraga, Álvaro (comp.) (2009). Memoria de los Proceso


de Paz en Colombia 1982-2002. 5 vols. Bogotá: Fundación
Cultura Democrática.

14
“Una herida no se cura sin tratamiento”1
Reparaciones masivas en el proceso
de Justicia Transicional2

Ernesto Kiza

Introducción

“Una herida no se cura sin tratamiento”, frase sencilla pero sabia de


un ciudadano afgano que participó en un gran estudio de población
realizado en Afganistán sobre justicia transicional (AIHRC, 2005),
resume perfectamente los objetivos de los programas de reparación
masiva, consecuencia de cambios en el sistema y/o conflictos
armados a gran escala. Considerar importantes las reparaciones
puede parecer trivial a primera vista. Sin embargo, hasta hace muy
poco investigadores de todo el mundo han comenzado a analizar la
naturaleza compleja de las reparaciones y compensaciones como forma
de “sanar las heridas psíquicas” de aquéllos que han sufrido violaciones
sistemáticas de los derechos humanos, con frecuencia por periodos de
tiempo prolongados. A pesar de que los Estados en general se han
concientizado de la necesidad de reparar a nivel individual3 per se, lo
cual constituye un avance importante, las ventajas y resultados reales
de tales modelos nunca se examinaron seriamente con antelación.

1
Ciudadano que participó en un estudio de justicia transicional en Baghlan,
Afganistán (AIHRC, 2005, 32).
2
En la traducción se conservaron las referencias bibliográficas en sus idiomas
originales. La traducción de las citas contenidas en este artículo es del traductor.
3
Opuesto a la práctica bien arraigada de exigir reparaciones del adversario después de
terminar la guerra.
“Una herida no se cura sin tratamiento”. Reparaciones masivas en el proceso de Justicia Transicional

En casos poco comunes, donde organismos especializados evaluaban


las consecuencias y la utilidad del modelo, los estados no acogían las
propuestas que les presentaban. En este artículo, se demostrará de
manera sucinta que en la mayoría de los casos se crearon programas
“improvisados”, más no programas de reparación bien estructurados e
integrales, lo que provocó la desilusión de las víctimas.
En cuanto a normas internacionales, hace pocos años (en 2005)
los “Principios y directrices básicos sobre el derecho de las víctimas
de violaciones manifiestas de las normas internacionales de derechos
humanos y de violaciones graves del derecho internacional humanitario a
interponer recursos y obtener reparaciones”4, reiteraron el sentido común
inherente a la frase del ciudadano afgano, presentada al principio. En
ellos se establece que las víctimas de dichas violaciones tienen derecho a
una reparación pronta, adecuada y efectiva, que incluya una combinación
apropiada de las siguientes medidas: restitución, indemnización por
daños, rehabilitación psicológica y médica, y restablecimiento de sus
derechos. Además, las medidas que satisfacen a las víctimas, como revelar
la verdad, enjuiciar a los perpetradores y detener la violación continua de
los derechos humanos, también pueden considerarse medidas que surten
un efecto reparador. Las medidas para prevenir la recurrencia de hechos
violentos necesitan ir de la mano con las reparaciones a fin de tranquilizar
a las víctimas con la garantía de que la reparación no es una falsa promesa
o una medida provisional (Magarrell, 2007).
Con respecto al programa de justicia y paz en Colombia y el empeño
puesto en crear un programa de justicia transicional amplio que incluya
un modelo mejorado de reparaciones masivas, parece haberse tenido en
cuenta todas estas condiciones previas, al menos en teoría.
Por lo tanto, la Ley 975 que instituye la Comisión Nacional de
Reparación y Reconciliación (CNRR) en Colombia:

hace referencia, por un lado, a la necesidad de concebir las repara-


ciones como parte del proceso de justicia transicional, que incluye

4
Aprobado y promulgado por la Asamblea General, Resolución 60/147 del 16 de
diciembre de 2005. En Internet, URL (2009): http://www2.ohchr.org/spanish/
law/reparaciones.htm

16
Ernesto Kiza

además el esclarecimiento de la verdad, la reconstrucción de la me-


moria histórica, la aplicación de la justicia y las reformas institu-
cionales; y por otro, al necesario balance que debe existir entre las
reparaciones materiales y las simbólicas así como entre las repara-
ciones individuales y colectivas. Así mismo, la CNRR entiende que el
concepto de reparación integral supone reconocer las distintas formas
de reparación contempladas en la legislación nacional e internacio-
nal, especialmente la restitución, que busca devolver a la víctima a la
situación anterior a la violación; la indemnización, que consiste en
compensar los perjuicios causados por el delito y que generalmente
asume la forma de un pago en dinero como reconocimiento de los
daños padecidos y para reparar las pérdidas sufridas; la rehabilita-
ción, que se refiere al cuidado y asistencia profesional que las víctimas
requieren para restablecer su integridad legal, física y moral después
de la violación cometida en su contra; la satisfacción, consistente en
realizar acciones tendientes a restablecer la dignidad de la víctima
y difundir la verdad de lo sucedido; y las garantías de no repetición,
que hace referencia a aquellas medidas dirigidas a evitar que las
víctimas vuelvan a ser objeto de vulneración de su dignidad y la vio-
lación de sus derechos humanos (Rettberg, 2008: 20).

En lo que se refiere a derechos de las víctimas, estas condiciones previas


parecen muy favorables y, a falta de mejores alternativas, fortalecerán
sobremanera la práctica poco efectiva del derecho internacional
(Magarrell, 2007).
En este artículo intentaré condensar al máximo la de por sí amplia
temática referente a las reparaciones masivas, temática importante
y a la larga compleja. Empiezo con una categorización sistemática o
taxonomía de los retos de mayor importancia que deben considerarse y
enfrentarse cuando se diseñan programas de reparación masiva. Luego me
concentraré en una descripción concisa de los programas de reparación
que se llevaron a cabo y los que aún continúan implementándose en
el mundo, y me centraré en las buenas y malas prácticas reconocidas
por varios investigadores. Este recorrido es una condición previa para
comprender la magnitud de las fuerzas sociales, económicas y políticas
que intervienen durante el desarrollo de los programas de reparación,
cuyo fin es complementar los programas de justicia y paz destinados para
la realización y estabilización de las sociedades.

17
“Una herida no se cura sin tratamiento”. Reparaciones masivas en el proceso de Justicia Transicional

A continuación, dirijo la atención hacia el conocimiento empírico


disponible en la actualidad sobre una pregunta muy evidente: ¿Qué
piensan las poblaciones de los estados transicionales y en particular las
poblaciones directamente afectadas por los errores del pasado, es decir
las víctimas, sobre los programas de reparación?
Las reparaciones con frecuencia son concedidas junto con otras medidas
de justicia transicional. En su mayoría se conciben de arriba a abajo, en
vez de abajo a arriba. Estos programas a menudo presentan deficiencias
en su elaboración, a pesar de que se hagan con las mejores intenciones, y
no satisfacen las necesidades particulares de quienes deben recuperar su
dignidad y recibir reparación. Por lo tanto, el conocimiento empírico,
o más bien un enfoque de base, o si prefiere un enfoque democrático,
posee todas las características para crear programas de justicia transicional
exitosos y adaptados que incluyan reparaciones masivas. Aunque la
información básica sobre el tema sigue aumentando, demostraré que
incluso con un conocimiento limitado se pueden distinguir los patrones
incipientes. Algunos parecen ser de naturaleza universal y transcultural,
mientras que otros indican claramente que existen peculiaridades
culturales y estructurales que deben tenerse en cuenta.

1. Una taxonomía de las reparaciones masivas

Las reparaciones masivas se incorporan con más frecuencia a programas de


paz o justicia transicional de mayor alcance. La idea general que subyace
en los programas de reparación es indemnizar a un grupo específico de
población identificado como víctima de hechos atroces pasados. Primero,
hay que distinguir entre reparación –en un sentido más amplio– e
indemnización o restitución –en un sentido restringido–. La reparación
implica una gran cantidad de aspectos, mientras que la indemnización
o restitución es básicamente un concepto más limitado que “calcula” los
daños y, en teoría, proporciona una compensación equivalente o por
lo menos adecuada5. Desde este punto de vista, la indemnización sólo
debería verse como un aspecto de la reparación.

5
Este concepto se ha extendido ampliamente en el derecho civil.
6
Para una discusión completa de las formas de reparación, ver Magarrell (2007).

18
Ernesto Kiza

“Reparar” los daños que sufrieron algunos grupos de población está


estrechamente interrelacionado con una percepción más amplia de
justicia y está intrincadamente interconectado con la posibilidad de que
las partes perjudicadas y victimizadas pongan punto final, y a su vez,
con la probabilidad de lograr los resultados esperados en un programa
de justicia y paz. Las razones pueden parecer obvias, pero en realidad
son bastante complejas (Shapland, 1986: 227). Aparte de aliviar las
cargas reales causadas por la victimización de grupos sociales específicos,
la reparación podría, dependiendo de quién esté obligado a llevarla
a cabo, ser satisfactoria si el delincuente “devuelve” lo que la víctima
perdió o experimenta dicho estado asumiendo toda la responsabilidad
de la experiencia vivida.
Además, la reparación comprende la aceptación de la victimización
como injusticia y al asumirla así se afirma el victimismo de la persona
perjudicada. La segunda función puede realizarse con un amplio
conjunto de formas de reparación que pueden ser tanto financieras
como simbólicas6. Muchas de las funciones de los mecanismos de
reparación se dan de manera no verbal, dependiendo de la aprehensión
del receptor. En otras palabras, el mensaje tiene que expresarse en el
lenguaje de la víctima si el objetivo es promover funciones reparadoras.
Queda claro que esto se torna especialmente relevante cuando participan
varias culturas, lo que hace inevitable investigar tanto las necesidades de
la víctima, como los medios para lograrlo7.
Otra cuestión importante de la cual debe ocuparse un modelo
o programa factible de reparación (el término “programa” deberá
reservarse para medidas amplias y coordinadas) es el problema de
definir quién es considerado víctima y, a su vez, posible beneficiario.
He aquí el problema del umbral entre víctima y victimario:

Éste es el caso particular de los combatientes: ¿Tienen derecho a adqui-


rir la condición de víctima a pesar de que han cometido atrocidades
sólo si más tarde son capturados y torturados mientras están detenidos?

7
Un buen ejemplo es el mecanismo de resolución de conflicto tradicional sulha,
que incluye medios tanto materiales como inmateriales de restitución, ambos
enraizados profundamente en la cultura árabe. Véase Rohne (2004 and 2006c).

19
“Una herida no se cura sin tratamiento”. Reparaciones masivas en el proceso de Justicia Transicional

Muchos de los que cometieron crímenes durante la guerra reclamarán


la condición de víctima, puesto que sufrieron daños físicos y psicoló-
gicos. No obstante, no es claro, incluso bajo la restringida definición
jurídica de víctima, por ejemplo, de la Corte Penal Internacional, si
estas peticiones pueden ser aceptadas cuando se trata de temas como
reparación o restitución. Podría aducirse que los combatientes “se lo
merecen”, lo cual los excluye de cualquier petición. Sin embargo, no
cabe duda de que esto causará nuevos problemas a gran escala, espe-
cialmente por los problemas que estas personas tuvieron después de la
guerra (Kiza, 2006).

Por último, es necesario hacer hincapié en que la politización del


término “víctima” es un obstáculo enorme para determinar quién
tiene derecho al rótulo de víctima y a los beneficios en los modelos
de reparación. Como se ha observado en el periodo subsiguiente a
un conflicto armado, los bandos opuestos exigen victimismo para
su propio grupo, mientras que el otro es considerado “perpetrador”
(Ignjatovic, 2002: 99).
Esto es cierto en especial para la victimización a largo plazo y a
gran escala, como en el caso del conflicto palestino-israelí. Por tanto el
término “víctima” no debería moralizarse o politizarse, más bien debería
usarse como un terminus technicus con el fin de evitar connotaciones no
deseadas y conservar un significado común de victimización, de ahí que
sea de gran valor práctico desarrollar ese significado común mediante
el uso estrictamente lógico del término. Esta aplicación debería basarse
en la comprensión objetiva de los términos víctima y victimismo,
y no en atribuciones que a menudo son mitificadas, politizadas y
autoconstruidas. Lo anterior es particularmente cierto y necesario desde
la perspectiva de la jurisdicción universal de los delitos más atroces
conocidos por la humanidad. En consecuencia, la universalización de
las normas internacionales sobre delitos tiene que ir acompañada de la
universalización de los términos claves.
Esta breve discusión sobre las distintas dimensiones de las
reparaciones demuestra la complejidad del tema. En un esfuerzo
por hacer menos complejos y entender los factores más importantes,
Pablo de Greiff (2006) ha propuesto una taxonomía muy útil de la
reparación. Identifica siete factores claves a partir del análisis de un
vasto conjunto de casos:

20
Ernesto Kiza

 Alcance,
 Cobertura,
 Amplitud,
 Complejidad,
 Integridad/Coherencia,
 Finalidad,
 Munificencia.

A continuación, presento las características fundamentales de cada


factor con el fin de preparar el terreno para la comprensión de los
capítulos siguientes.

1.1 Alcance de las reparaciones

Este factor simplemente da cuenta de la totalidad de los beneficiarios de un


programa de reparación. Por ejemplo, el número de víctimas de violencia
de Estado puede ser bastante pequeño (grupos políticos minoritarios) o
muy grande (en conflictos armados internos o situaciones de genocidio).

1.2 Cobertura de las reparaciones

La cobertura es un factor crucial y complicado que se refiere a la capacidad


de cubrir toda la población beneficiaria de un modelo de reparación.
Esto a su vez implica que la capacidad de las personas a cargo de planear
y dirigir el modelo determina quién puede ser considerado un posible
beneficiario. Esto se relaciona intrínsecamente con los derechos que han
sido violados y al final conduce a los beneficios de la reparación.
Por otra parte, debe tenerse en cuenta los estándares probatorios. Si
los estándares son muy altos, también es alta la probabilidad de que
muchos posibles beneficiarios abandonen el modelo porque no pueden
aportar pruebas suficientes para sustentar la petición. Si los estándares
son bajos existe el problema de fraude causado por pruebas falsas.
Finalmente, debe considerarse el alcance. Si existe un modelo de
reparación pero los posibles beneficiarios no lo conocen, el proceso es
ineficaz. Esta situación empeora aún más a causa de las listas cerradas o
los plazos para registrarse ante las autoridades respectivas. Por ejemplo,
en Suráfrica muchos beneficios no se reclamaron debido a las listas
cerradas y los problemas para contactar a la gente (Sebelebele, 2004).

21
“Una herida no se cura sin tratamiento”. Reparaciones masivas en el proceso de Justicia Transicional

1.3 Amplitud de las reparaciones

La amplitud de los modelos de reparación está directamente relacionada


con los crímenes que se intentan desagraviar con los esfuerzos de
reparación. A pesar de que hasta el momento no hay consenso en el derecho
internacional –lo cual podría cambiar debido al elemento consuetudinario
y a la jurisprudencia en la Corte Penal Internacional con el programa de
reparación–, por ejemplo, existe un patrón emergente en el que los crímenes
fundamentales, especialmente desapariciones y homicidios, deberían
tratarse en los modelos de reparación. Sin embargo, la amplitud también
está muy interrelacionada con el tema de los estándares probatorios. El
problema se acentúa en el caso de la tortura. Aunque es bastante obvio
probar la tortura en una persona que presenta lesiones permanentes, es
mucho más difícil probar la petición si ése no es el caso.
La mayoría de los modelos de reparación carecen de amplitud,
pues no abarcan todo el espectro de crímenes y daños. Por ejemplo, el
modelo de reparación argentino era generoso pero no muy amplio. Esto
conllevó a que los intentos de reparación se realizaran sucesivamente
para enfrentar los daños que no se incluyeron inicialmente. Esto por
su parte puede crear tensión, altos costos sociales y de procedimiento.

1.4 Complejidad de las reparaciones

La complejidad se refiere a los diferentes niveles de abstracción tratados


en los modelos de reparación. La escala va desde el simple pago de
grandes sumas de dinero, hasta programas muy complejos que incluyen
elementos simbólicos y materiales, por ejemplo la compensación
económica, el relato de la verdad, monumentos conmemorativos
en honor a las víctimas, disculpas por parte de los delincuentes y/o
funcionarios del Estado y la combinación de cualquiera de los anteriores.
Como se demostrará más adelante, las víctimas tienen posiciones
bastante distintas sobre la complejidad de las reparaciones.

1.5 Coherencia de las reparaciones

Para comprender este factor hay que dividirlo en dos diferentes planos
de razonamiento. Primero, la coherencia interna debe ser sólida, allí se
combinan los diferentes elementos de medidas reparadoras y se apoyan

22
Ernesto Kiza

unos a otros. Entre más compleja sea la medida, mayor es la posibilidad


de obtener un resultado coherente. Un buen ejemplo de coherencia
sólida sería la combinación de las siguientes medidas: la construcción de
un monumento conmemorativo, seguido de una reparación económica
junto con una disculpa oficial, todo esto enmarcado dentro de una
interrelación reconocible.
En segundo lugar, la coherencia externa se refiere a la combinación explícita
de mecanismos del prontuario de justicia transicional. Las reparaciones
tienen alta coherencia externa si se incluyen en un proceso lógico junto con
la justicia penal, el relato de la verdad y la reforma institucional.
Para que los ambiciosos procesos de justicia transicional tengan
éxito, la interrelación entre los diversos mecanismos tiene que hacerse
evidente. El apoyo entre logros puede hacer que los buenos resultados
en una u otra área beneficien los resultados menos exitosos a través de
efecto halo. No obstante, el efecto contrario también puede ocurrir:
si un elemento falla de forma catastrófica, todos los otros elementos
también podrían considerarse un fracaso.
Es más, existe la posibilidad de que sólo una combinación sensata de
mecanismos de justicia transicional tenga toda la capacidad de alcanzar
los objetivos fijados por los programas correspondientes. Por ejemplo,
una comisión de la verdad sin reparación puede considerarse un gesto
vano y viceversa, o el modelo de reparación, después que se haya
aprobado una amnistía general, podría considerarse como un intento
del Estado por sobornar a las víctimas para que guarden silencio.
Estas interrelaciones se dan en todos los niveles de los mecanismos de
justicia transicional y se les debe prestar especial atención antes de la
implementación de programas de justicia transicional.
Eric Stover ha demostrado de forma contundente cómo la
interrelación de múltiples aspectos de justicia transicional puede impactar
negativamente en la percepción de las víctimas. En el estudio sobre la
satisfacción de las víctimas realizado en el Tribunal Penal Internacional
para la ex Yugoslavia (TPIY), encontró que en vista de muchos de los
temas que el tribunal tuvo que afrontar, sólo pudo alcanzar “justicia
parcial” e indicó que alcanzar la “justicia plena” hubiera significado:

devolver los bienes robados; localizar e identificar los cuerpos de


los desaparecidos; capturar y enjuiciar a todos los criminales de gue-
rra, desde criminales locales de las comunidades hasta los ideólogos

23
“Una herida no se cura sin tratamiento”. Reparaciones masivas en el proceso de Justicia Transicional

nacionales que influyeron negativamente en sus compatriotas con


el odio racial; garantizar reparaciones y disculpas; vivir sin miedo;
conseguir trabajos provechosos; brindar buena educación a los ni-
ños y ayudar a la recuperación de los traumatizados por las atroci-
dades (Stover, 2003: 4).

Resulta evidente que los participantes de este estudio, todo ellos


víctimas-testigos, contaron la experiencia de atestiguar ante el tribunal.
El tiempo para contar su historia era limitado, no contaban con otro
mecanismo de justicia transicional a su disposición, apenas una breve
aparición en un procedimiento de justicia penal que entre otras cosas
fue prolongado, muy complicado y fuera de su propio país.
Los participantes afirmaron que la reconciliación, objetivo último
de los esfuerzos de la justicia transicional, sólo podría llevarse a cabo
en comunidades cuando sus integrantes admiten la responsabilidad
y participación en crímenes de guerra. Las conclusiones también
muestran que además de los juicios, las comunidades se beneficiarían
en gran medida de más intervenciones no judiciales como: “proyectos
comunitarios que busquen estimular las economías locales, el
restablecimiento de los servicios sociales y de salud, reconstrucción
de escuelas, bibliotecas y monumentos culturales, y fomentar más
transparencia en la vida pública” (Stover, 2003: 5). Esta conclusión
demuestra claramente la importancia de la coherencia y el alcance de
la reparación como lo perciben las poblaciones víctimas.

1.6 Finalidad de las reparaciones

Este factor se refiere a si un modelo de reparación se concibe con el fin


de evitar la búsqueda, por otros medios, de reparaciones adicionales
por parte de las víctimas, es decir, un procedimiento civil o de otra
naturaleza. Si se bloquean todos los demás mecanismos de reparación,
el modelo debe considerarse como un proceso último y definitivo.
El beneficiario recibe el tipo de reparación establecido en el marco
normativo del modelo de reparación y se declara “caso cerrado”.
No existe una respuesta sencilla a la pregunta de si la finalidad es
deseable o no. Bloquear otras posibilidades de reparación significa
excluir a los ciudadanos del sistema de la justicia ordinaria, y así se
evita cualquier otra retribución por los daños sufridos a los que iba

24
Ernesto Kiza

dirigido el modelo de reparación. Permitir otras posibilidades de


obtener beneficios, podría conllevar a recibir dobles beneficios por el
mismo daño. Es más, tener un modelo abierto puede desenmarañar
el programa de reparación en su totalidad. Además, los beneficios
recIbídos a través de los tribunales sobrepasan a los beneficios
ofrecidos en los modelos de reparación masiva, lo que implica un
cambio importante en las expectativas y disminuye los beneficios
obtenidos de todo el esfuerzo de las reparaciones.

1.7 Munificencia de las reparaciones

La magnitud del beneficio de los modelos de reparación ha variado


sustancialmente. Por ejemplo, en Argentina a las familias de personas
desaparecidas les adjudicaron bonos del Estado por USD$224.000.
Al otro lado del espectro se encuentra, por ejemplo, el programa de
reparación en Suráfrica con el único desembolso de USD$4.000. Por
consiguiente, la munificencia de un modelo de reparación es mucho
más que su valor económico desde la perspectiva del beneficiario. Sin
embargo, no existen indicios de que la munificencia es per se un criterio
para el éxito del modelo.
Como se demostrará más adelante, en la mayoría de las sociedades
en transición, el apoyo inicial de toda la población a los programas de
reparación a menudo es fuerte. Sin embargo, la munificencia depende
de la situación económica general del respectivo país y es muy sensible
con respecto a la coherencia social. Si la munificencia es alta, a pesar de
que el nivel de vida en general sea comparativamente bajo, se podría
satisfacer a las víctimas, pero existe la posibilidad de que otras partes de
la población sientan envidia de los beneficios económicos otorgados a
las víctimas. Hasta donde mis conocimientos lo permiten, puedo decir
que este problema no se ha investigado en forma apropiada hasta ahora.
No obstante, por experiencia propia fuera del contexto de los programas
de reparación oficiales, existen indicios de que esta hipótesis puede ser
correcta. Cuando visité Serbia con el fin de trabajar con las víctimas
desplazadas de Bosnia o Croacia durante las guerras en la ex Yugoslavia, fue
evidente que el Gobierno serbio velaba por el bienestar a través del acceso a
vivienda, asistencia las víctimas y medios económicos. Cuando hablé con
la población no refugiada, salió a colación el hecho de que los refugiados
tenían ingresos superiores y un mejor nivel de vida que los ciudadanos

25
“Una herida no se cura sin tratamiento”. Reparaciones masivas en el proceso de Justicia Transicional

“normales”. En ese punto, me di cuenta de que los beneficios para grupos


especiales deben ser asignados cuidadosamente, considerando la situación
económica general para prevenir la desigualdad social.

2. Breve discusión sobre los modelos


seleccionados de reparación masiva

Si se cumple con las condiciones mencionadas en todos los siete


factores, se crearía, en teoría, el programa de reparación perfecto.
Sin embargo, un gran número de variables influyentes harán de
los programas un reto bastante difícil de alcanzar. Siempre habrá
problemas en uno o varios de los sectores mencionados. Además,
esos problemas aparecerán debido a los ciclos políticos que existen
en todo sistema político. La investigación política introduce un
número casi infinito de variables que los líderes de un Estado tienen
que afrontar, incluso cuando implementan los más pequeños cambios
políticos. A pesar de que debemos tenerlas presente, necesitamos
probar y enfrentar muchos de los posibles factores mencionados a fin
de establecer nuevos parámetros e instaurar las mejores prácticas en el
campo de las políticas de reparación.
Hasta ahora, algunos modelos de reparación fueron implementados
en varios Estados de diversos orígenes culturales, sociales y sistémicos. A
continuación, hago una exposición muy corta para identificar la ruta seguida
hasta ahora y los problemas más graves que estos modelos afrontaron.

2.1 La experiencia argentina8

El modelo de reparaciones argentino fue el primero en aplicarse


durante la etapa de transición suramericana. El modelo tuvo
lugar en parte por iniciativa de las víctimas. Algunos prisioneros
políticos que exigían indemnización por el tiempo que duraron en
prisión, solicitaron la intervención de la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos. Luego de tres años de litigio, en 1991, el

8
La descripción de los casos argentino y chileno fue tomado de Hayner (2001: 173 ff).

26
Ernesto Kiza

gobierno argentino llegó a un acuerdo con los demandantes. Este


arreglo fue bastante munificente. Por cada día que pasaron en prisión,
cada beneficiario recibió el equivalente del salario del funcionario
público argentino mejor pagado: USD$74 por día, USD$2.200 por
mes, USD$26.400 por año, hasta un máximo de USD$220.000. Los
primeros demandantes recibieron la indemnización mediante un
decreto ejecutivo, pero luego el Congreso argentino aprobó una ley
que otorgaba la reparación a todos los ex prisioneros políticos.
El modelo inicial de reparación demostró ser un buen precedente.
Posteriormente, las mismas reparaciones fueron otorgadas a aquellas
personas forzadas al exilio, y en 1994, a las familias de las personas
desaparecidas. Se otorgaron sumas entre USD$250.000 y USD$3
millones por daños morales a las familias de los desaparecidos con base en
las decisiones de tribunal.
Aunque el caso argentino fue extremadamente munificente, es
el ejemplo principal de la falta de voluntad inicial por enfrentar y
enmendar las injusticias del pasado cometidas por el régimen autoritario.
También es uno de los peores ejemplos puestos en práctica relacionados
con la cobertura, complejidad, amplitud y coherencia. Por lo tanto,
no es sorprendente que representantes de las víctimas entrevistados por
Priscilla Hayner (2001: 178) afirmen que: “Las reparaciones sólo
compran conciencias y venden sangre. El Presidente puede decirnos,
“no pueden hablar, les pagamos”. Y: “no pueden ponerle precio a la
vida. Algunas cosas no lo tienen, especialmente la dignidad” (Ibíd).

2.2 La experiencia chilena

Contrario al amplio alcance y a la impresionante munificencia del


caso argentino, el modelo de reparación en Chile (a partir de 1997)
tuvo un alcance bastante reducido incluyendo a aquellas familias
de personas asesinadas o desaparecidas durante la dictadura militar
entre 1973 y 1990.
En total, 4.886 chilenos recibieron pensiones mensuales de por vida,
equivalentes a USD$345 al mes para un único sobreviviente, o hasta
USD$482 si sobrevivieron varios miembros de una familia. Estos valores
son un poco más altos que el salario mínimo mensual en Chile. También
les otorgaron a las familias de las víctimas identificadas generosos
beneficios educativos y médicos y la exención del servicio militar. Los

27
“Una herida no se cura sin tratamiento”. Reparaciones masivas en el proceso de Justicia Transicional

beneficiarios del modelo de reparación fueron las víctimas incluidas


en las listas del informe final de la Comisión de la Verdad y aquéllos
agregados sucintamente por el organismo de seguimiento. Hay que
agregar que el informe de la Comisión de la Verdad se hizo público
y se envió a cada familia de las víctimas. El informe se convirtió en
un documento histórico sobre el reconocimiento de los crímenes del
régimen. Además, el Presidente pidió disculpas en nombre del Estado y
el monumento conmemorativo erigido en el cementerio nacional da fe
de la responsabilidad que asumió el Estado.
Básicamente, estamos ante un modelo de reparación muy complejo no
munificente que costó cerca de $16 millones en su punto máximo alcanzado
en un año. El modelo fue el resultado directo de las recomendaciones
hechas por la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación de Chile,
sucedida por la Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación,
entidad encargada de seguir investigando los casos pendientes y vigilar el
modelo de reparación, entre otras funciones.
No obstante, el modelo de reparación presenta un vacío muy grande:
no fue amplio, pues la mayoría de las víctimas del régimen autoritario
fueron excluidas del programa, concretamente todos aquéllos que
sobrevivieron a las torturas y al encarcelamiento ilegal, incluso las
personas que sufrieron lesiones permanentes e incapacitantes.

2.3 La experiencia sudafricana9

El proceso de verdad y reconciliación en Suráfrica se ha convertido en el


ejemplo clásico en cuanto a su capacidad, amplitud y filosofía sofisticada.
Se esperaría que bajo tales circunstancias se hubiera implementado un
programa de reparaciones sólido y ejemplar. Sin embargo, al igual que
en el caso chileno, existen muchas fallas en el extraordinario plan inicial
recomendado por la Comisión de Verdad y Reconciliación (TRC, sigla en
inglés) al Gobierno en 1998.
En principio, la Comisión de Verdad y Reconciliación emitió
un concepto muy complejo y amplio que seguía los enfoques
internacionalmente aceptados para la reparación y rehabilitación. El

9
Basada en Doxtader/Villa-Vicencio (2004) y Makhalemele (2004).

28
Ernesto Kiza

Comité de Reparación y Rehabilitación (RRC, sigla en inglés) subrayó


algunos principios generales:

 Reparación: el derecho a una compensación justa y adecuada.


 Restitución: el derecho al restablecimiento de la situación anterior a
la violación de los derechos.
 Rehabilitación: el derecho a la atención médica y psicológica, al
igual que otros servicios y/o intervenciones a nivel individual y co-
munitario que facilitarían la rehabilitación íntegra.
 Restablecimiento de la dignidad: el derecho del individuo o la co-
munidad al reconocimiento de la violación cometida y el derecho al
sentido de valía.
 Garantía de no repetición: el derecho a una garantía, mediante una
intervención y reforma legislativas y/o institucionales apropiadas, de
que los hechos violentos no se repetirán.

Estos principios fueron los pilares de un programa concreto que incluía


reparaciones provisionales urgentes, otorgamientos de reparaciones
individuales, reparación simbólica (exhumaciones, lápidas, monumentos
conmemorativos, cambio de nombre a las calles y edificios públicos)
y medidas administrativas (expedición de certificados de defunción,
eliminación de antecedentes penales de condenas por motivos políticos,
agilización de asuntos jurídicos pendientes), programas de reparación
comunitarios (programas de rehabilitación y asistencia), y la reforma
institucional. Sin embargo, aunque fueron pensadas con la mejor
intención, se presentaron demoras sustanciales por parte del Gobierno para
implementar las recomendaciones. En 2001, el Comité de Reparación y
Rehabilitación señaló al respecto con bastante cinismo que “en efecto, la
única respuesta del Gobierno hasta ahora ha sido cuestionar el componente
que otorga reparación individual presente en las recomendaciones de la
Comisión” (Doxtader/Villa-Vicencio, 2004: 5).
Lo que ocurrió luego fue, en realidad, lo más parecido a una catástrofe.
Después de que el Comité de Reparación y Rehabilitación previera un
plan de acción muy preciso, incluido un cálculo preliminar de alrededor
de USD$600 millones en ayudas directas que necesitaría el programa
para cubrir las 25.000 víctimas, aproximadamente, del Apartheid, el
nuevo Gobierno se comprometió verbalmente con el plan. Esta fue la

29
“Una herida no se cura sin tratamiento”. Reparaciones masivas en el proceso de Justicia Transicional

señal que permitió al comité anunciar sus planes al público en 1998 y


empezar a otorgar reparaciones provisionales urgentes que no fueron lo
suficientemente amplias ni munificentes. A pesar de todo, la declaración
pública de que sólo las víctimas que participaron activamente en los
procesos del comité serían incluidas en el programa de reparación y, por
lo tanto, aparecían en las listas, disparó la participación. Sin embargo,
aparte de brindar los medios para realizar pagos provisionales, el Gobierno
paralizó el programa de reparación. Este hecho en particular se vio agravado
especialmente porque se otorgaron muchas amnistías por violaciones a los
derechos humanos, mucho antes de que iniciara el proceso de transición.
Y mientras los perpetradores circulaban libremente, las víctimas seguían
urgidas de asistencia y reconocimiento.
Sólo cuando la sociedad civil, especialmente la organización de
víctimas, Khulumani, presionó públicamente a través de manifestaciones
de apoyo sin par, ruedas de prensa frecuentes y llamamientos al
Gobierno, se llegó a un acuerdo en 2003. Probablemente, esta solución
al prolongado debate sobre las reparaciones en Suráfrica fue incluso
menos satisfactoria para las víctimas que todo el debate previo. Aunque
el Comité de Reparación y Rehabilitación había proyectado un modelo
de reparaciones muy preciso y complejo, basado en el conocimiento
empírico adquirido sobre las necesidades de las víctimas, el Presidente
declaró unilateralmente en 2003 que sólo habría un pago excepcional
de 30.000 randes (USD$5.000 aproximadamente) para las víctimas que
aparecían en las listas del comité.
Como se hizo evidente que el nuevo Gobierno estaba tratando
de encontrar una solución fácil al problema de las reparaciones,
manteniendo las cuentas bajas para el Estado y otorgando indirectamente
amnistías a compañías extranjeras y empresas que se habían beneficiado
enormemente del inhumano sistema, algunas víctimas interpusieron
una demanda en los Estados Unidos, contra grandes empresas y bancos
(Makhalemele, 2004). No obstante, el Gobierno surafricano no tardó
en intervenir e intentó hundir la demanda arguyendo que los asuntos
que son de tal importancia para el futuro de Suráfrica no deben tratarse
por fuera del país.
Aunque todo el proceso de reparaciones aún presenta graves
problemas con respecto a la implementación y la amplitud, por lo
menos el Gobierno ha puesto un gran empeño en procesos para reparar
a la comunidad y emprender una reforma institucional.

30
Ernesto Kiza

3. Conclusiones empíricas
desde una perspectiva de base

Hasta ahora hemos constatado que existe una gran variedad de medidas
de reparación posibles en las que podemos pensar, como el apoyo médico
y psicológico. Así, el estudio Victims of War, realizado en 2004 (Kiza et
al., 2006), tuvo que limitarse a ciertas formas de reparación conocidas
en los procesos de justicia transicional para lograr el objetivo de reunir
información básica sobre diferentes temas de justicia transicional.
En un conjunto de respuestas múltiples, nuestro repertorio de
respuestas ofrecía formas materiales e inmateriales de reparación. Las
formas inmateriales se dividieron en: un elemento conmemorativo,
principalmente la construcción de un monumento en honor a las
víctimas, y la disculpa mediante un reconocimiento público. De acuerdo
con la noción previamente elaborada de responsabilidad, la disculpa
puede provenir de diferentes fuentes. Así, a los participantes le sugerimos
dos formas de disculpa: una por parte del victimario y otra por parte de
funcionarios públicos10. Independientemente de si la reparación fuera
colectiva o individual, material o simbólica, el reconocimiento de la
victimización como injusticia es una factor fundamental y común a
todos los tipos de reparación nombrados (Vandeginst, 2003: 145).
El conjunto de preguntas fue abierto y también contenía la opción
“olvidar lo ocurrido”. Aunque ésta no es una medida en sí, su inclusión
permitió que los encuestados hicieran hincapié en el deseo de poner
punto final a lo que pasó, simplemente olvidando lo ocurrido. Se
puede olvidar lo sucedido con ayuda de otras medidas, o expresarla
como una medida en sí misma. Este efecto se conoció en el discurso
público de reconciliación en Suráfrica y fue juzgado negativamente por
los investigadores (Hamber, 1995). Sin embargo, como la complejidad
de la investigación empírica en etapas tempranas debe ser tan alta como
sea posible, decidimos incluir este tema tan controvertido y discutido.

10
Un ejemplo de disculpa por parte de un funcionario público fue la visita y el
emotivo acto que encarnó el canciller alemán, en ese momento Willy Brandt,
al ponerse de rodillas en el monumento para las víctimas del holocausto en
Varsovia en 1970.

31
“Una herida no se cura sin tratamiento”. Reparaciones masivas en el proceso de Justicia Transicional

Además, los encuestados tuvieron la opción de mencionar más medidas


que desde su punto de vista se consideraran útiles para manejar la
victimización.
La pregunta fue: “¿Qué le ayudaría a usted en su situación? (puede
escoger más de una respuesta)”.
Como se muestra en la Tabla 1, nuestras conclusiones revelaron un
gran apoyo a las medidas de reparación a lo largo de toda la muestra. Sin
embargo, las formas de reparación esperadas son bastante heterogéneas,
especialmente a nivel regional. Según las posiciones adoptadas por los
participantes, la medida más importante fue (lo cual no nos sorprende,
puesto que muchas de las personas encuestadas habían perdido la mayoría
de sus pertenencias) la compensación económica (42%). Esta medida
también fue la más importante en el reciente estudio de Rettberg (2008)
realizado con víctimas colombianas del conflicto armado interno, en el
cual cerca de 46% de todos los participantes manifestaron la necesidad de
obtener reparaciones económicas. Una vez más, esto no nos sorprendió, ya
que el estudio también demostró que las personas pobres, especialmente,
fueron victimizadas durante el conflicto.
Otra conclusión acorde con nuestro conocimiento empírico, fue él
mínimo apoyo que tuvo el otorgar amnistías a los victimarios. Este es
un factor especialmente preponderante en el proceso colombiano de
paz y reconciliación, ya que está diametralmente opuesto a la estrategia
empleada por el Gobierno actual. Este hecho también es apoyado por las
conclusiones de Rettberg, pues mostraban que la mayoría de participantes
estaban realmente a favor de entablar procesos penales contra infractores
de derechos humanos (Rettberg, 2008). Y aunque este tema puede,
por lo menos parcialmente, desenmarañar el proceso de paz, como lo
argumenté en otra publicación, deberíamos, no obstante, tener en cuenta
que las víctimas de violaciones manifiestas de los derechos humanos
tienden a ser muy punitivas (Kiza, 2008a). Por tanto, básicamente hay
que tener mucho cuidado para atender adecuadamente las necesidades
de las víctimas sin descuidar el proceso de paz que se viene desarrollando.
La segunda opción más popular fue la construcción de un monumento
conmemorativo en honor a las víctimas (29%), a pesar de que estaba
muy por debajo de la reparación material. Sorprendentemente, el
24% de todos los encuestados opinó que si solamente consiguieran
olvidar lo sucedido durante la guerra sería de máximo provecho para
ellos. Esta conclusión no estaba, como se mencionó antes, acorde con

32
Tabla 1. Medidas de reparación (en %)

Total
Afganistán
Bosnia y
Herzegovina
Camboya
Croacia
República
Democrática
del Congo
Israel
Kosovo
Ex República
Yugoslava de
Macedonia
Territorios
Palestinos
Filipinas
Sudán

Monumento conmemorativo en honor


29 13 41 44 20 16 61 39 15 20 8 32
a las víctimas
Remuneración económica 42 68 60 39 53 14 55 24 46 34 59 12
Disculpa del victimario 22 9 17 11 17 43 3 43 16 16 35 62
Disculpa de un funcionario del Estado 19 4 19 33 19 27 2 31 14 17 12 46
Olvidar lo ocurrido 24 11 15 30 25 61 14 21 49 15 20 28
Castigo 3 0 1 0 10 2 5 2 0 6 6 0
Otra 9 2 5 2 1 0 17 2 2 18 2 4
No responde 9 11 8 4 5 0 5 10 14 13 6 7
No sabe 6 9 5 17 6 0 5 10 5 6 0 1
Respuestas totales 161 127 171 180 156 163 167 182 161 145 148 193
Total de casos faltantes: 2%.

Fuente: Kiza, Ernesto et. al. (2006).

33
Ernesto Kiza
“Una herida no se cura sin tratamiento”. Reparaciones masivas en el proceso de Justicia Transicional

el razonamiento teórico. Por ejemplo, Hamber advirtió específicamente


la tendencia hacia el “perdón y olvido” que había descubierto en
Suráfrica y subrayó que el trauma psicológico no puede desaparecer
por sí solo. También afirmó que la recuperación psicológica y la
superación del trauma únicamente pueden ocurrir mediante la creación
de condiciones en las que los sobrevivientes se sientan escuchados, y
tengan la oportunidad de revivir su experiencia traumática en un
ambiente seguro con el fin de sanar las heridas (Hamber, 1995). A mi
juicio, esta perspectiva es exagerada. Por ejemplo, en Bosnia la gente ha
vivido la justicia transicional en todas sus formas, en especial la justicia
penal, por más de una década. En un estudio muy reciente hecho por
el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD (2008),
la gente parece haber perdido repentinamente el interés en los procesos
judiciales. Cuando les preguntaron por las preocupaciones más sentidas
concernientes a los crímenes del pasado, los procesos penales aparecía de
último en la lista (Kiza, próximo a publicarse). También sabemos por
estudios realizados sobre trauma que cada individuo tiene capacidades
diferentes de manejarlo. Algunos son más fuertes, otros menos resilentes.
Con respecto a la reaparición del fenómeno del olvido, es evidente la
necesidad de más investigaciones para comprender este efecto paradójico.
Contrario a nuestras propias conclusiones, en el estudio colombiano
sólo el 10% de todos los participantes optó por algún tipo de
monumento conmemorativo (Rettberg 2008). Sin embargo, como
Rettberg seleccionó un conjunto de respuestas diferente al nuestro,
los resultados no pueden compararse directamente. Entonces,
podemos decir que las víctimas cuando pueden escoger asuntos
importantes como el conocimiento de la verdad, el restablecimiento
de la integridad física y psicológica como es el caso del estudio de
Rettberg, la gente seguirá considerando la restitución económica
como factor fundamental antes que otros. Esto es cierto, por lo menos,
en situaciones donde las víctimas eran pobres o sufrían la pobreza por
causa del conflicto. Debido a que en la muestra, la cohorte israelí optó
primero por un monumento conmemorativo, y en segundo lugar, la
compensación económica, podemos decir sin temor a equivocarnos
que en tales situaciones, donde las víctimas aún son adineradas, la
reparación se entiende de manera completamente diferente.
El 22% de todos los encuestados escogió que la disculpa del
victimario sería de gran ayuda en su situación, y el 19% manifestó

34
Ernesto Kiza

lo mismo con respecto a una disculpa por parte de un funcionario


del Estado. Esta última conclusión sugiere que para los primeros el
reconocimiento personal de la culpabilidad y posiblemente el factor
interpersonal en una situación apologética podría sería eficaz debido
al efecto catártico producido.
La posibilidad de responder abiertamente dio lugar a que en ciertos
casos los participantes se inclinaran por medidas punitivas que los
ayudaran a superar su respectiva situación. Este hecho alcanzó un
nivel todavía significativo del 3%. Entre las posiciones punitivas están:
castigar a los victimarios, infligirles el mismo daño y arrebatarles la
vida. No obstante, si tenemos en cuenta el daño que han sufrido, es
incluso un buen indicio que los participantes no recurran a la simple
venganza, sino al sistema judicial. Lo anterior junto con las necesidades
manifestadas significa, ipso facto, que la complejidad es un factor crucial
con respecto al éxito o fracaso de los esfuerzos de la justicia transicional.
Por último, otro 9% de los participantes hizo comentarios adicionales
como: “que nuestros niños vivan en paz (participante de los Territorios
Palestinos), “esclarecimiento de la verdad” (participante de la Ex
República Yugoslava de Macedonia), “nada puede cambiar la situación
y devolverme a lo que tenía antes” (participante de Israel), “un cambio
general en la actitud de la gente y la sociedad” (participante de Croacia).

Tabla 2. Perfiles de casos para las medidas de reparación

Combinaciones típicas Casos %


Remuneración económica 133 13
Olvidar lo ocurrido 99 10
Monumento conmemorativo en honor a las víctimas 75 8
Monumento conmemorativo y remuneración económica 73 7
Remuneración económica y olvidar lo ocurrido 48 5
Otra 545 55
Faltantes 18 2
Nota: las diferencias en los porcentajes totales se deben al redondeo.

El análisis de los perfiles de respuesta típica (Tabla 2) con un umbral


de 5% y un 45% de la población de muestra, reveló que el perfil de
respuesta más común fue la compensación económica. El 13% de los

35
“Una herida no se cura sin tratamiento”. Reparaciones masivas en el proceso de Justicia Transicional

participantes escogió la compensación económica como única medida


de reparación. Otro 10% señaló que solamente querían olvidar lo
ocurrido. El 8% de los participantes eligió como única medida un
monumento conmemorativo en honor de las víctimas, seguido por el
7% que escogió el monumento conmemorativo en combinación con la
compensación económica. Además, otro 5% combinó la compensación
económica con olvidar lo ocurrido. A juzgar por los resultados, la medida
de reparación más importante, es decir la compensación económica,
debería complementarse con otros mecanismos de reparación. Aquellos
casos (55%) que no se incluyeron en este perfil de respuesta usando un
umbral bajo del 5%, señalan que la pregunta sobre las medidas que les
resultan útiles es muy compleja y varía mucho, probablemente debido
a las experiencias y necesidades diversas de los encuestados.
El análisis de los perfiles de respuesta típica (Tabla 2) con un umbral
de 5% y un 45% de la población de muestra, reveló que el perfil de
respuesta más común fue la compensación económica. El 13% de los
participantes escogió la compensación económica como única medida
de reparación. Otro 10% señaló que solamente querían olvidar lo
ocurrido. El 8% de los participantes eligió como única medida un
monumento conmemorativo en honor de las víctimas, seguido por el
7% que escogió el monumento conmemorativo en combinación con la
compensación económica. Además, otro 5% combinó la compensación
económica con olvidar lo ocurrido. A juzgar por los resultados, la medida
de reparación más importante, es decir la compensación económica,
debería complementarse con otros mecanismos de reparación. Aquellos
casos (55%) que no se incluyeron en este perfil de respuesta usando un
umbral bajo del 5%, señalan que la pregunta sobre las medidas que les
resultan útiles es muy compleja y varía mucho, probablemente debido
a las experiencias y necesidades diversas de los encuestados.
Un análisis regional confirma esta afirmación (Kiza et al., 2006:
119ff.), señalando que la implementación de medidas de reparación
debe adaptarse al entorno concreto del conflicto. De lo contrario, las
necesidades de la población que se intentan satisfacer usualmente a través
de medidas reparadoras no serán cubiertas y las reparaciones fracasarán.
Aún cuando la compensación económica fue la medida de reparación
más importante a nivel general, las diferencias a nivel regional fueron
muy marcadas. Es sorprendente que en algunas regiones las medidas
inmateriales, como la construcción de un monumento o una

36
Ernesto Kiza

disculpa pública (medidas de naturaleza simbólica y colectiva) fueron


consideradas de mayor importancia en la opinión de las víctimas
encuestadas. En muchos casos señalaron la combinación de diferentes
medidas. Estas conclusiones apoyan el supuesto teórico de que las
reparaciones desempeñan un papel importante en estados en transición
y en el proceso social de afrontar el pasado. Particularmente, respecto a la
reparación inmaterial, los resultados también apuntan a la importancia
del reconocimiento público de la victimización y el sufrimiento.
En detalle, el análisis de los datos disponibles reveló que el respaldo a los
monumentos conmemorativos como mecanismo de reparación fue mayor
al promedio sólo en cinco países. Los israelíes (61%) fueron los que –por una
gran diferencia– más apoyaron esta medida, seguidos por Camboya (44%),
Bosnia (41%) y Croacia (39%). Los participantes israelíes prefirieron esta
opción a la reparación material. El fuerte apoyo a este tipo de reparación
inmaterial se debe a la importancia social de las prácticas conmemorativas
colectivas en Israel, que se ven reflejadas en fechas, eventos conmemorativos
y en los mismos monumentos que hacen parte de la vida pública (Young,
1993: 211; Vinitzky-Seroussi, 2002: 48; Kook, 2005). Los países que
menos apoyaron esta opción fueron Filipinas (8%) y Afganistán (13%).
Simultáneamente, en todas estas naciones el respaldo a la compensación
económica estuvo muy por encima del nivel promedio. Esto sugiere que
los encuestados prefieren recibir una compensación individual, en vez de
una medida de reparación masiva y simbólica. Lo anterior es comprensible
considerando los salarios y el nivel de vida bajos que también pueden
incrementar la carga financiera de la victimización.
La compensación económica estuvo por encima del promedio en
otras tres regiones: en Bosnia y Herzegovina (60%), Croacia (53%)
e Israel (55%). En la República Democrática del Congo (14%) y
Kosovo (24%) los participantes estuvieron menos inclinados por esta
opción. En lugar de la compensación económica, en ambas regiones,
los participantes hicieron énfasis en la disculpa. Consideraron que la
disculpa, en especial del victimario, puede ser de más ayuda que la
compensación económica. En ambos casos esta opción estuvo en un
nivel de 43%, el más alto en la comparación por regiones.
En general, el apoyo a la disculpa del victimario estuvo por encima
del promedio en cuatro regiones. El respaldo más alto se registró en
Sudán (62%), porcentaje mucho más elevado comparado con otras
regiones. En el otro extremo, Israel (3%), Afganistán (9%) y Camboya

37
“Una herida no se cura sin tratamiento”. Reparaciones masivas en el proceso de Justicia Transicional

(11%) prefirieron en menor grado este tipo de reparación. En este


último grupo, los participantes expresaron mayor preferencia por
una disculpa oficial. A juzgar por el contexto histórico, este resultado
es comprensible, por cuanto la estructura del conflicto que instauró
el régimen de terror de Khmer Rouge y su líder Saloth Sar (Pol Pot)
era una estructura de violencia bastante jerarquizada y de violaciones
manifiestas a los derechos humanos. En el caso israelí, el poco respaldo
a la disculpa es plausible, pues la mayoría de los encuestados señaló que
la victimización producto de un ataque terrorista suicida hace imposible
recibir una disculpa del victimario mismo.
Lo anterior se cumple también para la disculpa de un funcionario
público. Los participantes israelíes no consideraron que esta opción sea
válida para su situación y mostraron el menor respaldo (2%) en una
comparación regional. Hay que destacar el hecho de que esta opción
fue la menos escogida entre las planteadas, en todas las regiones. Sin
embargo, en algunas se consideró importante. Nuevamente, se observa
un apoyo excepcional en Sudán (46%), seguido por Camboya (33%),
Kosovo (31%) y la República Popular del Congo (25%). Los participantes
señalaron que una disculpa podría ayudar a las víctimas en su situación.
En suma, la disculpa de un funcionario público pareció la medida
más controversial y discutida entre los participantes. A pesar de que en
algunas regiones no fue para nada relevante, fue de gran importancia, en
especial para los sudaneses. Es claro que esta conclusión debe entenderse
en el contexto comparado de las grandes intenciones conciliadoras que
los participantes sudaneses expresaron en el estudio.
Olvidar lo ocurrido en el pasado estuvo por encima del nivel promedio
de cinco regiones. Los participantes de la República Democrática
del Congo (61%) fueron los que más prefirieron esta opción. Esto
sorprende un poco, puesto que el conflicto aún se desarrollaba
cuando se llevó a cabo el estudio11. Los participantes de Ex República
Yugoslava de Macedonia también optaron por esta medida en un nivel

11
Un análisis de casos de respuestas combinadas reveló que cerca del 12% de los
participantes de la República Democrática del Congo prefirió tener un monumento
construido para olvidar lo ocurrido. Esta combinación que parece poco probable
dio lugar a la especulación. Era más plausible llegar a una interpretación en

38
Ernesto Kiza

comparativamente alto de 49%. En la Ex República Yugoslava de


Macedonia, cerca de 23% de los participantes combinó esta opción
con la compensación económica, destacando el valor simbólico de una
reparación primordialmente material.
La retribución como medio para superar el pasado fue seleccionado
en cuatro regiones que están por encima de o igual al nivel promedio:
Croacia (10%), Filipinas (6%), los Territorios Palestinos e Israel (5%).
Ya que los entornos cultural, social y del conflicto de estas regiones son
completamente diferentes, no se pudo encontrar una explicación fiable
para este hecho.
Encontramos muchas semejanzas entre nuestros resultados y los
hallados en otros estudios sobre el tema. Al igual que en el nuestro, La
Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán (AIHRC),
encontró que gran parte de la población afgana está a favor de las medidas
reparadoras. 88% de los encuestados señalo que las reparaciones deben
otorgarse a las víctimas de crímenes ocurridos en el pasado. Sólo el 9%
no estuvo de acuerdo con el otorgamiento de apoyo a las víctimas. Y
aunque la comisión definió la reparación en un sentido más amplio que
incluía asistencia a las víctimas y realizó una comparación detallada de las
preferencias que a nuestro parecer resulta imposible, aún existen algunas
preferencias visibles en la población afgana, entre ellas: compensación
(13%), recursos para suplir las necesidades básicas (23%), educación
(16%) y oportunidades laborales (16%).
El estudio del Centro Internacional para la Justicia Transicional
(ICTJ), también confirmó estas conclusiones en Uganda. Al preguntar
qué debería hacerse por las víctimas del conflicto armado en Uganda del
Norte, la mayoría de los participantes dijo que deberían obtener alguna
forma de reparación. Sólo el 2% afirmó que nada puede hacerse por las
víctimas. Sobre el particular, el 52% pensó que debería otorgarse a las
víctimas una compensación económica, el 40% destacó la alimentación,
el 26% escogió la orientación profesional y el 17% prefirió la ganadería

Continúa nota 11
el sentido de un momento catártico, donde la construcción de un monumento
conmemorativo brinde el reconocimiento necesario para poner término a los
hechos del pasado.

39
“Una herida no se cura sin tratamiento”. Reparaciones masivas en el proceso de Justicia Transicional

y el pastoreo. 8% de los participantes escogió justicia, 9% disculpas y


6% prefirió la reconciliación. Si contrastamos los niveles comunitario e
individual, la mayoría de los encuestados (58%) dijo que las reparaciones
deberían beneficiar a la comunidad en vez de individuos victimizados.

3.1 Interrelaciones entre los motivos para actuar contra los


victimarios y las medidas de reparación

Si bien es interesante conocer cuáles tipos de reparación consideran


importantes las víctimas, es aún más interesante investigar las
interrelaciones existentes entre los objetivos de la justicia transicional
y los mecanismos de reparación proporcionados en este estudio. Como
se muestra en la Figura 1, existen diferencias intergrupales en todos los
mecanismos de reparación.

Figura 1. Interrelaciones entre los motivos y las medidas de reparación (en %)

Casos faltantes: 33%; X2Pears = 0.002; V de Cramer = 0.162; * X2Pears = 0.000; V de Cramer
= 0.210; ** X2Pears = 0.000; V de Cramer = 0.312; *** X2Pears = 0.000; V de Cramer = 0.274;
**** X2Pears = 0.005; V de Cramer = 0.149; ***** X2Pears = 0.003; V de Cramer = 0.154

Empezando con el grupo de personas que afirmaron que el


objetivo principal de estas medidas debe ser la posibilidad de que
las partes involucradas puedan vivir en comunidad, vemos que el
porcentaje fue relativamente bajo para casi todos los mecanismos
de reparación planteados. La excepción fue olvidar lo ocurrido

40
Ernesto Kiza

(32%), lo que indica el fuerte deseo de seguir adelante con sus


vidas. Esto concuerda con la caracterización de una actitud positiva
con respecto al futuro.
Es evidente que estas personas desean seguir adelante en lugar de
aferrarse al pasado. De ahí que el respaldo a las demás medidas de
reparación fuera relativamente bajo. Esto también se ve reflejado en el
porcentaje más bajo de aprobación para un monumento conmemorativo,
comparado con los otros grupos (14%). La actitud vacilante de este
grupo hacia las reparaciones en cierto modo es sorprendente, por
cuanto las medidas de reparación –como la remuneración económica
o el reconocimiento de culpa por el victimario– de hecho contribuyen
a preparar las condiciones para vivir juntos en el futuro, como se
mencionó anteriormente. Por lo tanto, este resultado puede ser un
indicador de que las personas renuentes a respaldar las medidas de
reparación las consideran un obstáculo para lograr una coexistencia
pacífica en el futuro.
El siguiente grupo, aquellos individuos que están a favor de revelar
la verdad y crear condiciones para vivir juntos, fue más exigente
en términos de mecanismos de reparación. Aunque para ellos la
compensación económica es importante (39%), una disculpa por
parte del victimario es todavía más importante (47%). Este hecho
puede interpretarse como un indicador del potencial tranquilizador y
transformador que contienen las disculpas, debido al efecto catártico
que produce admitir la culpabilidad por parte del victimario. Una vez
se ha relatado la verdad y admitido la culpabilidad, se puede pensar en
un futuro común. Adicionalmente, la importancia de las disculpas se
reafirma por el porcentaje de personas para quienes una disculpa oficial
también es importante (39%).
Mientras que la disculpa por parte de los victimarios estaba dirigida al
nivel interpersonal, la disculpa oficial hace hincapié en la dimensión macro
(o colectiva), así como en la responsabilidad del Gobierno de reconocer la
verdad y la condición de víctima. Por consiguiente, el Gobierno admitiría
su responsabilidad y sentaría las bases para la verdad y reconciliación. El
olvido también ocupa un lugar representativo con el (29%), al igual que
el monumento conmemorativo en honor a las víctimas (29%).
Curiosamente, aquellos participantes para quienes revelar la
verdad es el objetivo principal de las medidas, comparados con los
otros grupos no mostraron especial interés por la complejidad de

41
“Una herida no se cura sin tratamiento”. Reparaciones masivas en el proceso de Justicia Transicional

los mecanismos de reparación. Mientras que la mitad de este grupo


eligió la compensación económica, casi todos los demás mecanismos
de reparación ofrecidos tuvieron porcentajes relativamente bajos.
Sin embargo, el interés relativamente alto por esclarecer la verdad se
evidencia en que el 26% de los consultados aprobó la construcción
de un monumento conmemorativo. Este resultado puede ser
interpretado como el deseo inherente de materializar un monumento
a la verdad como mecanismo de reparación.
El grupo que además de la revelación de la verdad desea venganza,
se mostró muy interesado por la compensación económica. De hecho,
este grupo fue el que más respaldó este tipo de reparación (66%).
También, comparado con los demás grupos, dio el puntaje más alto a
la construcción de un monumento conmemorativo (45%). El grupo
seleccionó con menor frecuencia las disculpas y el hecho de olvidar,
así demuestra que estos mecanismos –si bien relevantes– no son tan
importantes como la compensación económica y el monumento
conmemorativo. También fue este grupo el que sugirió con mayor
frecuencia que las medidas punitivas les ayudarían.
Por último, el grupo motivado por la venganza, una vez más demostró
poco interés por los mecanismos de reparación listados. Aunque la
compensación económica fue el mecanismo de reparación más importante
(34%), le siguió la construcción de un monumento conmemorativo
(24%), el hecho de olvidar (13%) y una lista considerable de medidas
punitivas sugeridas en las respuestas abiertas (9%).
En resumen, es razonable concluir que el grupo de personas con
actitud positiva con respecto al futuro fue el grupo menos exigente
en cuanto a mecanismos de reparación. Aquéllos motivados por la
revelación de la verdad y la creación de condiciones para vivir juntos
concedieron gran importancia a las disculpas. Lo anterior sugiere la
necesidad de reconocimiento y aceptación de la culpabilidad por parte
de los responsables de causarles sufrimiento y victimizarlos.
Las personas interesadas principalmente por la revelación de la verdad
señalaron la necesidad de una compensación económica, mientras que
a las disculpas no les dieron mayor importancia. Además, el respaldo
por la construcción de un monumento conmemorativo fue bastante
alto en este grupo en particular.
Aquellas personas que consideraron la revelación de la verdad y
la venganza como los objetivos principales de las medidas contra

42
Ernesto Kiza

los victimarios fueron los más interesados –en gran medida– en


la compensación económica. Este grupo también, de manera
desproporcionada, señaló que las medidas punitivas eran importantes.
El grupo de personas cuya motivación más importante era la
venganza contra los victimarios, consideró la compensación económica
como la medida que más les ayudaría, aunque el respaldo por ésta fue
inferior al promedio general. Se encontró un considerable respaldo por
la construcción de monumentos conmemorativos y –comparado con
los grupos mencionados anteriormente– las medidas punitivas.
Lo anterior sugiere que los mecanismos de reparación, hasta cierto
punto, deben incorporar nociones de retrospectiva e incluso elementos
punitivos. Si bien, esto queda bastante claro en el caso de las medidas
económicas, se cumple también en el caso de la construcción de
monumentos: se ajusta a la idea de que los monumentos sirven como una
declaración manifiesta concreta de injusticia, la cual –desde el punto de
vista de algunas víctimas– podría incluso servir como documentación
de las atrocidades cometidas y de su victimización. Finalmente, los dos
últimos grupos podrían considerarse como los más punitivos.
Algunas conclusiones relacionadas con los modelos teóricos,
modelos de reparación arriba-abajo y conocimiento de base obtenido
empíricamente.
Hasta ahora hemos revisado exhaustivamente las ideas sobre lo que
se espera lograr con las reparaciones, sobre cómo se implementaron los
modelos de reparación en la práctica, –sobre cómo todos estos modelos
contenían graves inconsistencias–, y las conclusiones que podemos sacar
con respecto a mejores prácticas o la formulación de una taxonomía de
la reparación. Además, hemos revisado lo que las víctimas consideran
factible en cuanto a reparaciones se refiere. Y con base en gran parte de la
información disponible sobre el tema, constatamos que la gran mayoría
de población en escenarios de transición parece estar de acuerdo con los
programas de reparación.
Este hecho nos lleva a concluir que la gran mayoría de la población,
la mayor parte del tiempo, es “civilizada” en cuanto a su percepción
de la justicia, pero también parece tener una motivación intrínseca
para reconocer y aliviar el sufrimiento de aquéllos que, por una
u otra razón, han sido expulsados de su medio y severamente
victimizados. A pesar de que este resultado parece trivial, es uno
de los primeros pasos hacia una teoría de empatía positiva colectiva

43
“Una herida no se cura sin tratamiento”. Reparaciones masivas en el proceso de Justicia Transicional

contraria a las teorías de psicopatología colectiva (como el fenómeno


masivo observado en la Alemania Nazi). No obstante, dejo esta idea
puramente teórica en el tintero.
Desde el punto de vista práctico, esto tiene implicaciones importantes.
Por el momento, podemos afirmar que los programas de justicia
restaurativa podrían reconciliar a la sociedad y reparar el daño. Nos
muestra que cuando preguntamos sobre esos temas a los directamente
implicados, ellos probablemente se inclinarán hacia programas ambiciosos
y constructivos, incorporando en gran medida un sustento ético común
a todas las naciones y estados. Así, la legislación internacional tiene
fuertes posibilidades de desarrollarse bajo estas condiciones, si no es, por
consiguiente, acallada por la realpolitik.
En un nivel menos abstracto, estudios empíricos, de población o
basados en las víctimas, hasta ahora nos han ayudado a comprender
que los programas de reparación ante todo deben ser complejos y
amplios. Cuando se pregunta a las personas –víctimas o no– sobre lo
que puede ser eficaz en situaciones donde la reparación es necesaria en
casos de violación de los derechos humanos, en casi todos los casos
recibimos respuestas complejas, lo que demuestra que la reparación va
más allá de la compensación económica o las disculpas. La reparación
involucra asuntos judiciales más amplios de los cuales la impunidad
no hace parte. Es sólo en muy pocos casos que la amnistía es una
opción viable, mientras que en la mayoría de los casos la amnistía
puede considerarse otra violación de los derechos humanos de las
víctimas, su dignidad, seguridad y confianza en la sociedad.
Y aunque en la mayoría de los estudios la compensación económica
encabeza la lista de deseos de las víctimas, podemos deducir de estudios
de casos en contexto que con el dinero por sí sólo, incluso cuando se
otorga en cantidades significativas como en Argentina, no conduce a
un proceso exitoso. Es a través del diseño cuidadoso de programas de
justicia transicional que se podría alcanzar la paz social. Esto quedó
ampliamente demostrado en el caso de Chile, donde la munificencia
fue baja, pero la complejidad fue alta. En cuanto a las actitudes de las
víctimas disponibles, esto también quedó demostrado por un estudio
reciente llevado a cabo por Angelika Rettberg (2008) en Colombia,
o todos los demás estudios citados en este trabajo.
Existe un hilo conductor que vincula todos los resultados de los
estudios que afirman que las víctimas necesitan instrumentos para

44
Ernesto Kiza

contar la verdad, instrumentos de conmemoración, compensación,


curativos, de reconocimiento y reformadores, que les ayuden
a superar los problemas del pasado. Está fuera del alcance de
este artículo discutir si se deben entablar procesos por crímenes
fundamentales internacionales o centrar la discusión en el debate
sobre justicia y paz. Evidentemente, el debate sobre si se entablan
procesos penales debe estar incluido también en cualquier debate
sobre justicia transicional y reparación.

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¿Qué quieren las víctimas como reparación
y qué pueden esperar de los mecanismos
de reparación diseñados por
la Ley de Justicia y Paz?
Un balance crítico de la implementación
de la Ley 975 de 2005 y su impacto práctico

Florian Huber

Introducción

¿Qué quieren las víctimas? –ha sido la pregunta central de un estudio


realizado por el programa de Investigación sobre Construcción de
Paz (CONPAZ) de la Universidad de los Andes con el apoyo del
Proyecto ProFis de la GTZ, con el fin de analizar la situación de
las víctimas del conflicto armado, sus características personales,
composición demográfica, nivel educativo e ingresos, e identificar
sus necesidades, expectativas y deseos en cuanto a una reparación
integral de los daños sufridos.
Este artículo pretende dar una respuesta a la pregunta opuesta: ¿Qué
pueden esperar las víctimas de los mecanismos de reparación diseñados
por la Ley de Justicia y Paz? Por el espacio reducido para el análisis de
la pregunta planteada, y el hecho de que la aplicación de la Ley 975
de 2005 y la implementación de las rutas de reparación se encuentran
en una etapa inicial, el artículo intenta mostrar unas tendencias en
relación con el impacto que puede tener la Ley de Justicia y Paz sobre
las expectativas de reparación de las víctimas.
¿Qué quieren las víctimas como reparación
y qué pueden esperar de los mecanismos de reparación diseñados por la Ley de Justicia y Paz?

1. Los mecanismos de reparación existentes


en el marco de la Ley 975 de 2005

La Ley 975 de 2005 prevé cuatro mecanismos de reparación de carácter


judicial1, institucional y administrativo para las víctimas del conflicto
armado interno que sufre Colombia.
En primer lugar, la Ley 975 de 2005 diseñó un mecanismo
de reparación vía judicial para víctimas de delitos cometidos por
miembros desmovilizados de grupos armados organizados al margen
de la ley quienes han sido identificados y condenados en el marco del
procedimiento penal especial. Las víctimas de estos desmovilizados, que
han sido postulados a la Ley 975 de 2005 y su procedimiento penal
especial, pueden acceder a una reparación a través de un incidente de
reparación ante la Sala de Conocimiento del Tribunal de Justicia y Paz
para buscar una reparación por los daños causados2.
En segundo lugar, la Ley 975 de 2005, en su artículo 42 inciso segundo,
prevé el mecanismo de una reparación vía judicial para víctimas sin
victimario identificado a través de un incidente de reparación especial
fuera del contexto de un proceso penal3.
En tercer lugar, según el artículo 49 de la Ley 975 de 2005, que
dispone la creación de un programa colectivo de reparación, el
Gobierno siguiendo las recomendaciones de la Comisión Nacional
de Reconciliación y Reparación, deberá implementar un programa
institucional de reparación colectiva que comprenda acciones
directamente orientadas a recuperar la institucionalidad propia del
Estado Social de Derecho particularmente en las zonas más afectadas
por la violencia; recuperar y promover los derechos de los ciudadanos

1
El artículo 8° último inciso de la Ley 975 de 2005 aclara que las autoridades
judiciales competentes fijarán las reparaciones individuales, colectivas o simbólicas
que sean del caso, en los términos de esta ley.
2
Véase sobre todo el artículo 23 de la Ley 975 de 2005.
3
El artículo 42 segundo inciso de la Ley 975 de 2005 dice: “Igualmente, cuando
no se haya logrado individualizar al sujeto activo pero se compruebe el daño y
el nexo causal con las actividades del Grupo Armado Ilegal Beneficiario por las
disposiciones de la presente ley, el Tribunal directamente o por remisión de la
Unidad de Fiscalía, ordenará la reparación a cargo del Fondo de Reparación”.

50
Florian Huber

afectados por hechos de violencia, y reconocer y dignificar a las


víctimas de la violencia.
En cuarto lugar, el Decreto 1290 del 22 de abril de 2008, que fue
expedido con base en los artículos 1°, 3°, 15, y 16 de la Ley 418 de
1997, modificada y prorrogada por las Leyes 548 de 1999, 782 de
2002 y 1106 de 2006, el inciso final del parágrafo del artículo 54 y el
numeral 56.3 del artículo 55 de la Ley 975 de 2005, crea un programa
de reparación individual por vía administrativa para las víctimas de los
grupos armados organizados al margen de la ley.
Dado que el tercer y cuarto mecanismo de reparación, es decir el
programa institucional de reparación colectiva y el programa de reparación
individual vía administrativa, se encuentran en una etapa muy inicial, los
siguientes comentarios van a concentrarse en los primeros dos mecanismos
de reparación y sus presupuestos4, es decir la reparación vía judicial para

4
De los artículos 23, 42 y 54 de la Ley 975 de 2005, el parágrafo 2º del artículo
12 del Decreto 4760 de 2005, el artículo 15 del Decreto 3391 de 2006 y las
Sentencias C-370 y C-575 de 2006, se puede derivar que las víctimas de los
grupos armados ilegales tienen el derecho a demandar ante el Tribunal de Justicia
y Paz una reparación integral, previo cumplimiento de los siguientes presupuestos:
(1) Comprobar la real ocurrencia del daño real, concreto y específico invocado
por la víctima o su apoderado; (2) demostrar la relación causal entre las conductas
de los miembros del grupo armado ilegal, realizadas durante y con ocasión de su
pertenencia al mismo (bloque o frente), y los perjuicios sufridos por quien aduce la
condición de víctima; (3) acreditar que el referido grupo se sometió a la preceptiva
de la Ley 975 de 2005, esto es, que tiene la condición de desmovilizado y, en razón
de ello, a sus integrantes se les ha postulado por el Gobierno Nacional; (4) citar la
declaración judicial de responsabilidad penal de los miembros del grupo armado al
margen de la ley (sentencia condenatoria o audiencia en la que se declare la legalidad
de la aceptación de cargos), sin que sea necesario que la víctima identifique a un
individuo en especial (también están llamados a indemnizar en virtud del principio de
solidaridad, quienes hayan sido judicialmente declarados como miembros del bloque
o frente al que se impute causalmente la conducta generadora del perjuicio, así ésta
haya sido realizada por otros individuos pertenecientes a tal facción y no haya sido
posible su individualización; (5) oportunidad procesal definida en el artículo 23 de la
Ley 975 de 2005, esto es, que se proponga “En la misma audiencia en la que la Sala del
Tribunal Superior de Distrito judicial correspondiente declare la legalidad de la aceptación
de cargos”; (6) cuando no se haya logrado individualizar al sujeto activo que realizó
la conducta generadora del perjuicio irrogado a la víctima, pero se haya demostrado
el daño y su nexo causal con las actividades del grupo armado ilegal beneficiario de

51
¿Qué quieren las víctimas como reparación
y qué pueden esperar de los mecanismos de reparación diseñados por la Ley de Justicia y Paz?

víctimas con un victimario condenado, según los artículos 23 y 42 primer


inciso de la Ley 975 de 2005, y la reparación vía judicial para víctimas
sin victimario individualizado, según el artículo 42 segundo inciso. Para
estas dos formas de reparación judicial, la Ley 975 de 2005 contempla
dos maneras para dar inicio al incidente de reparación integral, uno de
carácter ordinario, cuando exista un responsable del hecho dañoso, y otro
de carácter especial, para los eventos en los cuales no se haya identificado
un autor del ilícito que motiva la petición5.

2. La reparación vía judicial para víctimas


de un victimario identificado y condenado
en el marco del procedimiento penal especial
de la Ley 975 de 2005

2.1 Marco teórico para la reparación vía judicial

Este mecanismo de reparación es el mecanismo principal previsto por


la Ley 975 de 2005, y ha encontrado la reglamentación más detallada.
Se enmarca en la lógica del procedimiento penal especial diseñado en
la Ley de Justicia y Paz, que ofrece al final un incidente de reparación,
en el cual las víctimas de las conductas, por las cuales la Fiscalía ha
formulado cargos y que han sido aceptados por el procesado, pueden
solicitar una reparación integral. El derecho de las víctimas a una
reparación adecuada, efectiva, rápida y proporcional a la gravedad de

Continúa nota 4
la Ley 975 de 2005, el pago de la indemnización se realizará con cargo al Fondo de
Reparación. Véase Corte Suprema de Justicia, Sala Penal, Auto del 11 de diciembre de
2007, Rad. 28769; auto del 21 de abril de 2008, Rad. 29240; auto del 23 de abril de
2008, Rad. 29642.
5
Según el Tribunal de Justicia y Paz, no se trata de dos tipos de incidentes de
reparación, sino de formas como las víctimas pueden acudir a dar inicio al trámite
con el fin de obtener reparación. Véase Tribunal de Justicia y Paz, Bogotá, Sala de
Conocimiento, Auto del 8 de octubre de 2007, Rad. 00001; Auto del 8 de octubre
de 2007, Rad. 00005; Auto del 8 de octubre de 2007, Rad. 2007001001; Auto del
14 de abril de 2008, Rad. 00013 y otros.

52
Florian Huber

las violaciones y al daño sufrido constituye un deber de garantía del


Estado, emanada de los instrumentos internacionales suscritos por
Colombia e incorporados a la legislación a través del artículo 93 de la
Constitución y de la normatividad interna6.

2.2 Las lecciones del primer fallo de Justicia y Paz

El impacto de este mecanismo de reparación, cuya aplicación todavía se


encuentra en una etapa inicial, puede ser evaluada teniendo en cuenta
las lecciones de la primera sentencia proferida en el marco de Justicia y
Paz, que ha arrojado este mecanismo de reparación judicial7.

2.2.1 Las medidas de reparación

En esta sentencia, la Sala de Conocimiento del Tribunal de Justicia y


Paz ordenó –entre otras– las siguientes medidas de reparación a favor de
las víctimas directas e indirectas: una indemnización económica por los
daños materiales y morales sufridos, medidas de rehabilitación a través
de un tratamiento psicológico o psiquiátrico, medidas de satisfacción

6
Tribunal de Justicia y Paz, Bogotá, Auto del 8 de octubre de 2007, Rad. 00001;
Auto del 8 de octubre de 2007, Rad. 00005. Sin embargo, es importante hacer
la aclaración que el fundamento legal de la reparación en el marco de la Ley de
Justicia y Paz es el deber de garantía, pues esta ley no es el escenario para decidir
jurídicamente sobre la responsabilidad internacional del Estado; para esto es
necesario interponer una demanda ante la jurisdicción contenciosa-administrativa
contra el Estado. Véase también Corte Constitucional, Sentencias T- 188 y T-821
de 2007, T-085 de 2008.
7
Tribunal de Justicia y Paz, Sala de Conocimiento, Rad. 11001600253200680526, 19 de
marzo de 2009; véase en general sobre el fallo: María Paula Saffon Sanín. “La primera
sentencia de Justicia y Paz deja mucho qué desear”, en: http://www.semana.com/
noticias-opinion-on-line/primera-sentencia-justicia-paz-deja-mucho-desear/123173.
aspx; “Comisión Colombiana de Juristas: Primer paramilitar sentenciado por ley 975:
justicia aparente”, en: http://www.coljuristas.org/documentos/documentos_pag/
Bolet%C3%ADn%20No35%205%20mayo2009.pdf; Colectivo de Abogados
José Alvear Restrepo. “Condena contra el «Loro» niega los derechos a las víctimas”,
en: http://www.colectivodeabogados.org/spip.php?article1532; Eduardo Pizarro
Leongómez. “Un hecho histórico”, en: http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/
eduardopizarroleongmez/un-hecho-historico_4893721-1.

53
¿Qué quieren las víctimas como reparación
y qué pueden esperar de los mecanismos de reparación diseñados por la Ley de Justicia y Paz?

asistencial consistentes en el acceso a la salud en forma gratuita y el acceso


a la educación primaria y secundaria completa para los hijos menores
de una de las víctimas directas, medidas de satisfacción y reparación
simbólicas que consisten en un acto público en el cual se da lectura a
la sentencia, en un reconocimiento público de su responsabilidad por
parte del condenado y una disculpa por su conducta, la designación del
nombre de una víctima menor al colegio donde estudiaba, y un acto
de homenaje a favor de otra víctima directa mediante la designación de
una calle, plaza, parque o edificio público con su nombre.

2.2.2 Las fórmulas para la determinación


de los montos de indemnización

En cuanto a la indemnización, el Tribunal de Justicia y Paz estableció


un método especial para determinar los perjuicios. Para la fijación del
daño inmaterial (daño emergente y lucro cesante) aplicó los criterios
adoptados por el Consejo de Estado, pero ordenó una reducción por
50 %; y para los perjuicios morales, estableció un límite máximo de 50
salarios mínimos legales mensuales vigentes por núcleo familiar8.
Con esto, el Tribunal decidió no aplicar las reglas y montos para la
indemnización establecidos en el Código Penal y el Código Civil.
Pero aunque el Tribunal pretendió aplicar la jurisprudencia del
Consejo de Estado con ciertas modificaciones, no siguió sus criterios al

8
Según la Sala de Conocimiento del Tribunal de Justicia y Paz: “el conflicto
colombiano tiene gran extensión en el tiempo y que ha abarcado casi la totalidad
del territorio nacional, lo que ha ocasionado violaciones masivas a los derechos
humanos y millonarias víctimas que claman por la efectividad de sus derechos a la
justicia, la verdad y, sobre todo, a la reparación. 206. Observa además el Tribunal
que cuando sobrevienen violaciones masivas a los derechos humanos, también
los Estados deben implementar programas masivos de reparación, en los cuales se
privilegien medidas de satisfacción colectivas sobre las meramente individuales,
en procura de restablecer la confianza y la solidaridad social. 207. La magnitud de
las reparaciones que debe afrontar el proceso de justicia y paz imponen al Tribunal
una actuación mesurada y razonable, que por un lado intente compensar a las
víctimas de la violencia por los perjuicios ocasionados y, por otra, consulte la
realidad económica y la posibilidad de que las sentencias que se impartan tengan
posibilidad de hacerse efectivas en un plazo razonable”.

54
Florian Huber

cuantificar el lucro cesante: por un lado, no tuvo en cuenta que si el


valor del salario mínimo legal mensual vigente, que en el momento de
la muerte de la víctima reflejaba sus ingresos, después de su actualización
tiene un valor inferior al SMLMV actual, se debe tomar este último. Sin
embargo, el Tribunal partió del valor del SMLMV de hace diez años,
cuando era aproximadamente 203.000 pesos, y no del SMLMV actual
que es 497.000 pesos. Por otro lado, el Tribunal de Justicia y Paz dedujo
del SMLMV actualizado un 25%, monto que normalmente se presume la
víctima destinaba para sus gastos personales; sin embargo, se aplica una
excepción, cuando la familia tiene más de cuatro miembros, casos en los
cuales el total del salario se divide entre todos9. Aunque una de las víctimas
directas tenía 5 hijos, el Tribunal no consideró la excepción al deducir el
25%. Finalmente, la fórmula aplicada por el Tribunal de Justicia y Paz
no distingue entre el lucro cesante de la víctima directa que es traslada
posteriormente según las normas sobre la herencia a sus familiares, y el
lucro cesante que surge en relación con las víctimas indirectas.

2.2.3 Otras medidas de asistencia y reparación

El debate sobre la distinción dogmática entre medidas de reparación y


medidas de ayuda humanitaria de emergencia, medidas de asistencia
y políticas públicas orientadas a la implementación de los servicios
sociales como los derechos económicos, sociales y culturales10, también
ha tocado el primer fallo de Justicia y Paz, pues el Tribunal de Justicia
y Paz ordenó, como medidas de satisfacción asistencial, el acceso a la
salud y la educación primaria y secundaria para las víctimas menores
de edad. La discusión sobre cómo calificar y distinguir las medidas
orientadas a superar los impactos económicos, psicológicos y sociales

9
Consejo de Estado. Sección Tercera, Sentencia del 24 de abril de 2005; véase
también González Medina, Diego Andrés. “Apuntes sobre la Reparación
Judicial en el Marco de la Ley de Justicia y Paz”, en: González Medina, Diego
Andrés; Perdomo Torres, Jorge Fernando y Mariño Rojas, Cielo (2009).
Reparación Judicial, Principio de Oportunidad e Infancia en la Ley de Justicia y Paz.
1ª ed., Bogotá, GTZ.
10
Véase Corte Constitucional, Sentencia C-1199 de 2008, sobre la inexequibilidad
del artículo 47 inciso segundo de la Ley 975 de 2005.

55
¿Qué quieren las víctimas como reparación
y qué pueden esperar de los mecanismos de reparación diseñados por la Ley de Justicia y Paz?

de la violencia en las víctimas tiene su origen en el hecho que el marco


legal de la Ley de Justicia y Paz no ha sido diseñado como escenario
para decidir directamente sobre la responsabilidad internacional
del Estado. Por esto, el debate sobre la distinción entre reparación
y políticas públicas para garantizar el bienestar social de la sociedad
y sus miembros es de carácter particular en Colombia, pues en el
derecho internacional las medidas de reparación tradicionalmente
han sido entendido como consecuencia de la determinación de
la responsabilidad internacional del Estado, es decir se presentan
como obligaciones secundarias derivadas del incumplimiento de las
obligaciones primarias del Estado, que consisten en los deberes de
respetar, garantizar, proteger e implementar los derechos consagrados
en los tratados internacionales11. Esta posibilidad de distinción
encuentra sus límites en el marco de Justicia y Paz y su procedimiento
penal especial. Sin embargo, la Corte Constitucional entiende la
reparación como un derecho fundamental de las víctimas del conflicto
armado que es autónomo e independiente de la determinación previa
de la responsabilidad internacional del Estado12, lo cual implica
el deber del Estado de garantizar una reparación rápida, efectiva y
proporcionada al daño sufrido.

11
Sin embargo, se puede notar un cambio en el derecho internacional, pues
la reparación para las víctimas de graves violaciones de derechos humanos y
graves infracciones al Derecho Internacional Humanitario se entiende cada
vez más como un derecho autónomo y desvinculado de la determinación de la
responsabilidad internacional del Estado. Véase el artículo 31 del informe de
Diane Orentlicher, experta independiente encargada de actualizar el conjunto
de principios para la lucha contra la impunidad, Consejo Económico y Social
de las Naciones Unidas, Doc. ONU E/CN.4/2005/102/Add.1 del 8 de febrero
de 2005, y la resolución sobre impunidad, número 2005/81 de la Comisión de
Derechos Humanos de Naciones Unidad, Doc. ONU E/CN.4/RES/2005/81 del
21 de abril de 2005; véase también el artículo 15 de los principios y directrices
básicos sobre el derecho de las víctimas de violaciones manifiestas de las normas
internacionales de derechos humanos y de violaciones graves del Derecho
Internacional Humanitario a interponer recursos y obtener reparaciones, Doc.
ONU A/RES/60/147 del 21 de marzo de 2006.
12
Véase Corte Constitucional, Sentencias C-1199 de 2008, T-821 de 2007, T- 188
de 2007, T-085 de 2009.

56
Florian Huber

2.2.4 Los titulares de la obligación de reparar


según el primer fallo de Justicia y Paz

En este contexto, la primera sentencia de Justicia y Paz es interesante


en cuanto a cómo ha tratado el problema jurídico de los titulares de la
obligación de reparar. Según los artículos 23, 38.3, 42 de la Ley 975 de
2005, 15 del Decreto 3391 de 2006, y las Sentencias C-370 de 2006
y C-575 de 2006 de la Corte Constitucional, son, en primer lugar,
los penalmente responsables quienes tienen que reparar13, en segundo
lugar, y con base en el principio de la responsabilidad civil solidaria los
miembros del bloque que ha causado el daño14, y, en tercer lugar, el

13
Según la Corte Constitucional, Sentencias C-370 de 2006 y C-575 de 2006, los
primeros obligados a reparar son los perpetradores de los delitos, que responden con
su patrimonio, por las siguientes razones: (1) No existe una razón constitucional que
permita excepcionar el principio general según el cual todo aquel que cause un daño
antijurídico está obligado a repararlo y trasladar el costo total de la reparación a los
ciudadanos y ciudadanas; (2) según el numeral 38.3 del artículo 37 de la Ley 975
de 2005, las víctimas tienen derecho a una pronta e integral reparación de los daños
sufridos a cargo del autor o partícipe del delito; (3) el Estado no está autorizado
para perdonar –ni penal ni civilmente– a quien ha cometido delitos atroces o al
responsable de actos de violencia masiva o sistemática. Eximir completamente de
responsabilidad civil al causante del daño equivale a una amnistía integral de la
responsabilidad, la cual estarían pagando, a través de los impuestos, los ciudadanos
que no han causado daño alguno; (4) es constitucionalmente desproporcionado
renunciar a perseguir el patrimonio de los responsables del daño, al menos, en
aquellos casos en los cuales se pueda comprobar que las personas responsables
tienen inmensas fortunas mientras que quienes han sufrido dicho daño, por
efecto de este, se encuentran en dolorosas condiciones de pobreza y desarraigo; (5)
resulta razonable que la reducción de las penas que la norma establece se encuentre
acompañada de la adopción de otras medidas que, como el pago de los daños y
la restitución de los bienes, puedan constituir un marco justo y adecuado para
alcanzar de forma sostenible la justicia y la paz.
14
Corte Constitucional, Sentencia C-370 de 2006, 6.2.4.4.13.: En virtud del
principio de solidaridad, responden los miembros del grupo específico al que
pertenezcan los perpetradores, pues quienes judicialmente hayan sido calificados
como integrantes del grupo armado específico responden civilmente, de manera
solidaria, con su patrimonio, por los daños ocasionados a las víctimas por otros
miembros del bloque o frente al cual pertenecieron, no sólo por los perjuicios
derivados de los delitos por los cuales fueren individualmente condenados.

57
¿Qué quieren las víctimas como reparación
y qué pueden esperar de los mecanismos de reparación diseñados por la Ley de Justicia y Paz?

Estado de manera subsidiaria, para cubrir el riesgo de la falta de recursos


de los miembros de los grupos armados ilegales15.
A pesar de este marco jurídico, el Tribunal de Justicia y Paz, en la
parte resolutiva, se abstuvo de imponer al condenado una obligación de
asumir los costos para la reparación. Aunque es cierto que el condenado
aparentemente no disponía de bienes, el Tribunal no distinguió entre la
imposición de una orden de reparar y su posible ejecución.
En segundo lugar, el Tribunal de Justicia y Paz no se pronunció sobre
cómo poner en práctica la figura de la responsabilidad civil solidaria
de los miembros del bloque. La dificultad con la responsabilidad civil
solidaria de los miembros de un bloque responsable por el daño es que
no estaba prevista originalmente en la Ley de Justicia y Paz, sino tiene su
origen en la Sentencia C-370 de 2006, en la cual la Corte Constitucional
creó esta figura de responsabilidad colectiva al pronunciarse sobre la
constitucionalidad del artículo 54 de la Ley 975 de 200516.
En tercer lugar, el Tribunal ordenó exclusivamente el pago de las
indemnizaciones y la financiación de las medidas de rehabilitación y
las medidas asistenciales a cargo del Fondo de Reparación. Esto resulta
interesante en la medida que la Corte Constitucional, en la Sentencia
C-370 de 2006, había señalado que la sujeción de las indemnizaciones
decretadas judicialmente, a la disponibilidad de recursos en el
Presupuesto General de la Nación es inconstitucional17, razón por la cual

15
Corte Constitucional, Sentencias C-370 de 2006 y C-575 de 2006: la
responsabilidad del perpetrador específico del delito, y solidariamente de
los miembros del grupo al que pertenece, no significa que el Estado se pueda
liberar de las obligaciones que de manera subsidiaria le corresponden frente a las
víctimas. El Estado ingresa en esta secuencia sólo en un papel residual para dar una
cobertura a los derechos de las víctimas, en especial a aquellas que no cuentan con
una decisión judicial que fije el monto de la indemnización al que tienen derecho
(inciso segundo del artículo 42 de la Ley 975 de 2005) y ante la eventualidad de
que los recursos de los perpetradores sean insuficientes.
16
Corte Constitucional, Sentencia C-370 de 2006, 6.2.4.4.
17
Según la Corte Constitucional, Sentencia C-370 de 2006, 6.2.4.3.1.3., la
sujeción de la indemnización a la disponibilidad de recursos en el Fondo de
Reparación establecida en el numeral 56.1 del artículo 55 de la Ley 975 de 2005,
es inconstitucional por las siguientes razones: (1) es desproporcionada y constituye
una afectación excesiva del derecho de las víctimas a la reparación; (2) una vez

58
Florian Huber

el Estado se convierte en un garante para el pago de las indemnizaciones


ordenadas a cargo del Fondo de Reparación. Sin embargo, hasta el
momento el Fondo de Reparación cuenta sólo con aproximadamente
8.000 millones de pesos.

2.2.5 La valoración de los requisitos de elegibilidad como


condiciones para el acceso a la pena alternativa en la práctica

En relación con los requisitos de elegibilidad para acceder al procedimiento


penal especial de la Ley 975 de 2005 y la pena alternativa, su evaluación
en el proceso penal contra el primer paramilitar condenado deja la
lección que los requisitos son poco palpables y verificables. Mientras que
fueron diseñados desde la perspectiva de un cumplimiento colectivo por
parte del bloque18, la aplicación selectiva de la Ley de Justicia y Paz los

Continúa nota 17
que se ha ordenado, como consecuencia de un proceso judicial adelantado con las
formalidades de la ley, que una persona que ha sido víctima de una violación de sus
derechos humanos tiene derecho a recibir una determinada suma de dinero en calidad
de indemnización, se consolida a su favor un derecho cierto que no puede estar sujeto
a posteriores modificaciones por Acción Social, en su función de liquidador y pagador
de dichas indemnizaciones, mucho menos cuando éstas se derivan de la disponibilidad
de recursos en el Presupuesto General de la Nación; (3) adicionalmente, el deber de
reparar recae sobre el responsable del delito que causó el daño, de tal forma que el
presupuesto general de la nación no es la única fuente de recursos para financiar el
pago de las indemnizaciones judicialmente decretadas. La norma parecería eximir al
condenado de su deber de reparar en cuanto al elemento de la indemnización; (4) lo
anterior no significa que la disponibilidad de recursos públicos sea irrelevante o que la
Comisión Nacional de Reparación y Rehabilitación pierda su facultad de fijar criterios
para distribuir los recursos destinados a la reparación (artículo 52.6); lo que sucede
es que el derecho cierto no se puede desconocer en virtud de los recursos disponibles
en una determinada vigencia fiscal; (5) las limitaciones presupuestales justifican
medidas de distribución equitativa y temporal de los escasos recursos, pero no el
desconocimiento del derecho judicialmente reconocido, situación diferente a aquella
en la cual se puede encontrar quien no cuenta a su favor con una providencia judicial
específica que ya haya definido el monto de la indemnización a que tiene derecho.
18
Véase también Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Pronuncia-
miento sobre la aplicación y el alcance de la Ley de Justicia y Paz en la República
de Colombia, OEA/Ser/L/V/II.125 Doc. 15, 1 de agosto de 2006, parag. 24:

59
¿Qué quieren las víctimas como reparación
y qué pueden esperar de los mecanismos de reparación diseñados por la Ley de Justicia y Paz?

ha convertido en requisitos que se evalúan de manera individualizada


en relación con cada postulado.
Para la verificación del requisito de la entrega de bienes del grupo
armado colectivamente desmovilizado, las autoridades judiciales hasta
el momento han considerado los bienes entregados colectivamente en el
momento de la desmovilización, y posteriormente la entrega individual
de bienes por parte de postulados. Para el cumplimiento de la entrega
de información sobre desaparecidos, se valora la colaboración de los
postulados en la ubicación de fosas comunes.
Cabe anotar que en cuanto a los requisitos de rendir una confesión
completa y veraz sobre todos los delitos cometidos y no reincidir en la
comisión de delitos, el incumplimiento de estas dos condiciones debe
realizarse mediante sentencia condenatoria por los delitos ocultados19 o
cometidos posteriormente a la desmovilización20.

2.2.6 Recomendaciones

Cabe resaltar que el marco institucional de Justicia y Paz se caracteriza


actualmente por su centralización. Mientras que las versiones libres se
realizan en varias ciudades del país, se llevan a cabo las primeras dos
audiencias públicas, es decir las audiencias de imputación y formulación
de cargos solamente en tres ciudades (Bogotá, Medellín y Barranquilla).
La etapa de juzgamiento, que está compuesta por la audiencia de control

Continúa nota 18
“(…) Del mismo modo, exhorta a las autoridades a definir con claridad los
efectos de la falta de cumplimiento de los requisitos de la desmovilización
colectiva del artículo 10, en especial el efecto sobre cada miembro del grupo
desmovilizado del incumplimiento en que pueda incurrir el grupo en tanto
colectivo. Esto es particularmente relevante pues los requisitos del artículo 10
estarían fijando, en principio, deberes del grupo desmovilizado, más allá de
que los procesos penales sean individuales, así como los beneficios penales que
puedan otorgarse en cada caso. Para la CIDH el incumplimiento de cualquiera
de los elementos del artículo 10 debería ser interpretado en el sentido de
vedar, en principio, el acceso a los beneficios penales a todos los miembros del
grupo desmovilizado colectivamente”.
19
Corte Constitucional, Sentencia C-370 de 2006, 6.2.2.1.7.27.
20
Corte Suprema de Justicia, Sala Penal, Auto del 10 de abril de 2008, Rad. 29472.

60
Florian Huber

de legalidad de la acusación, el incidente de reparación y la audiencia de


sentencia, se lleva a cabo actualmente exclusivamente en Bogotá ante la
Sala de Conocimiento del Tribunal de Justicia y Paz. Esta centralización
va dificultar el acceso a las audiencias y la información para las víctimas
durante la etapa de juzgamiento, razón por la cual una descentralización
del marco institucional de Justicia y Paz podría resultar positiva para los
procesos penales y el acceso de las víctimas a la justicia.
Además, una sola Sala de Justicia y Paz, compuesta por tres magistrados,
tiene que decidir sobre todas las solicitudes de reparación presentadas
en las audiencias de incidente de reparación, y luego supervisar la
implementación de las medidas de reparación. Sería recomendable que
la Sala cuente en el futuro con el apoyo institucional de otras entidades o
inclusive disponga de un subcomité compuesto por expertos que pueda
asesorar y apoyar al Tribunal de Justicia y Paz durante el procedimiento
de decidir sobre las medidas reparatorias y supervisar su implementación.

2.3 Accesoriedad de la reparación vía judicial en un proceso


penal y perspectivas para las víctimas hacia el futuro

Una de las debilidades de la reparación vía judicial a través de un proceso


penal es su carácter accesorio, es decir el acceso a la reparación está
condicionado a la existencia de un proceso penal contra un miembro
de un grupo armado ilegal postulado a Justicia y Paz.
Hasta el momento, se encuentran 3711 personas postuladas a la
Ley de Justicia y Paz21. De estas, 1.200 postulados no ratificaron su
acogimiento a Justicia y Paz, 5 postulados terminaron su versión libre,
y 554 procesos están en curso22.

21
De esta cifra son 3.621 desmovilizados de las AUC y 90 de grupos guerrilleros;
postulados que se desmovilizaron colectivamente de las AUC son 2.938; postulados
de las AUC que se encontraban privados de la libertad en el momento de la
desmovilización colectiva del bloque al que pertenecían, son 651, y postulados que se
desmovilizaron individualmente de las AUC son 32. Cifras de la Unidad de Justicia y
Paz, Fiscalía General de la Nación, del 25 de febrero de 2009.
22
Fiscalía General de la Nación. Información a 13 de marzo de 2009. Véase
Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz, Justicia y Seguridad para las Víctimas
del Conflicto Armado, Análisis con Perspectiva de Género, abril de 2009, p. 24.

61
¿Qué quieren las víctimas como reparación
y qué pueden esperar de los mecanismos de reparación diseñados por la Ley de Justicia y Paz?

El carácter accesorio de la reparación vía judicial a través de un


incidente de reparación en el marco de un proceso penal contra un
miembro de un grupo armado ilegal postulado y sometido a la Ley de
Justicia y Paz, ha resultado como uno de los obstáculos más grandes para
el acceso de las víctimas a una reparación judicial. La experiencia de la
aplicación de un criterio de selectividad, basada en el sometimiento
voluntario al proceso penal especial de Justicia y Paz, para definir el
ámbito de aplicación personal de esta ley ha mostrado una serie de
tendencias muy diferentes en cuanto a la judicialización de miembros
de los grupos paramilitares bajo la Ley de Justicia y Paz.
En primer lugar, hay bloques desmovilizados, que cuentan solamente
con un número muy bajo de postulados23. En segundo lugar, hay
bloques con un número muy alto de postulados, pero al mismo tiempo
con una cifra muy alta de no-ratificaciones o renuncias al procedimiento
penal especial de Justicia y Paz24. En tercer lugar, hay bloques con
muchos postulados todavía no llamados a iniciar su versión libre25. En
cuarto lugar, hay bloques con muy pocas versiones libres en curso26. En
quinto lugar, hay bloques con vacíos. En el caso del bloque Calima, por
ejemplo, hay aproximadamente 29 personas postuladas, de las cuales
10 han empezado a rendir versión libre. Sin embargo, varios miembros
importantes dentro de la estructura de este bloque, como alias El Cura,
uno de los comandantes militares, o alias El Fino, jefe financiero, no
han sido postulados hasta el momento, aunque se encuentran presos.
Adicionalmente, el comandante del bloque, alias HH fue extraditado,
y el jefe político, alias Fernando, está muerto. Por esto, el Despacho 18
de la Unidad Especial de la Fiscalía para Justicia y Paz designado para

23
Véase, por ejemplo, las cifras sobre postulaciones en el caso de los bloques: Suroeste
Antioqueño, Cundinamarca, Pacífico, Sur del Putumayo y Élmer Cárdenas.
24
Véase el caso del Bloque Norte y el Frente Resistencia Tayrona, que hicieron
presencia en los departamentos Guajira, Magdalena, Cesar, Bolívar, Atlántico
y Sucre.
25
Véase el caso de los bloques: Héroes del Llano y Guaviare, Centauros y Autodefensas
Campesinas del Magdalena Medio.
26
Véase el caso de los bloques: Héroes de Tolová, Próceres del Cagúan, Nordeste
Antioqueño, Bajo Cauca, Magdalena Medio o Autodefensas Campesinas de
Puerto Boyacá.

62
Florian Huber

la investigación de los crímenes cometidos por el bloque Calima, ya ha


solicitado la postulación de unos 30 integrantes de este grupo27.
Finalmente, la aplicación selectiva de la Ley de Justicia y Paz para
miembros de grupos ilegales postulados para el proceso penal especial,
dificulta la reparación de los daños colectivamente causados por los
miembros de un grupo armado ilegal, y los daños colectivamente
sufridos por las comunidades victimizadas por las acciones delictivas de
los grupos armados.

Cuadro 1. La aplicación de la Ley 975 de 2005 en cifras28

VL aplazadas, suspendidas o canceladas


Postulados (P.)
Miembros privados de la libertad30

Versiones libres (VL) no iniciadas


Desmovilizados colectivos29

P. no se ha presentado

P. ha iniciado VL
P. no se ratificó

Sin información
Desmovilizados individuales
Desmovilizados colectivos31

VL terminadas

Extraditados
Privados de la libertad32

Fallecidos
Bloque (AUC)
TOTAL

Sur de
Magdalena e
48  0 0 0                      
Isla de San
Fernando

Cacique Pipintá 0  0 4 0   4 3               1

Metro 0  0 6 0   6         6        

Frente Vichada
325  0 6 5   6                
(BCB)

Suroeste
126  0 7 6   4     1 2        
Antioqueño

27
Véase también el Decreto 4719 de 2008.
28
La información específica sobre la situación actual de los postulados (en cuanto
al número de versiones libres no iniciadas, aplazadas, canceladas o suspendidas,
postulados que no se han presentado o que renunciaron a su postulación, versiones
libres iniciadas y terminadas, postulados extraditados, fallecidos, o sin información)
ha sido tomada de http://www.fiscalia.gov.co/justiciapaz/Postulados975.asp (15
de abril de 2009).
29
Cifras de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, http://www.altocomi-
sionadoparalapaz.gov.co/web/g_autodefensa/dialogos.htm
30
Se trata de personas privadas de la libertad en el momento de la desmovilización
colectiva del respectivo bloque y certificadas por el comandante del bloque como
miembros del grupo armado ilegal. Cifras del Ministerio del Interior y de Justicia,
13 de febrero de 2009.

63
¿Qué quieren las víctimas como reparación
y qué pueden esperar de los mecanismos de reparación diseñados por la Ley de Justicia y Paz?

Cuadro 1 (cont.)

Postulados (P.)

VL aplazadas, suspendidas o canceladas


Miembros privados de la libertad30

Versiones libres (VL) no iniciadas


Desmovilizados colectivos29

P. no se ha presentado
Desmovilizados individuales
Desmovilizados colectivos31

Privados de la libertad32

P. ha iniciado VL
P. no se ratificó

Sin información
VL terminadas

Extraditados

Fallecidos
Bloque (AUC)

TOTAL

La Mojana 109  0 11 11     2 1   1 6        

Pacífico 358  0 12 12           4 4   1 3  

Mártires de
552 1 14 15       2   6 4     1 1
Guática (BCB)

Sur del
Putumayo 504 57 18 15 3         1 17        
(BCB)

Cacique
868 98 23 20 3     1   8 10   1 2 1
Nutibara

Próceres del
552 0 23 23     5 1 11 1 5        
Caguán

Élmer
1536 8 26 23 3   1   1 1 23        
Cárdenas

Calima 564 0 29 25   13 1     10 1     4

Julio Peinado
251 21 29 15 14     1   7 18     1 2
Becerra

Nordeste
Antioqueno, 1922 0 44 57     3   4 24 5 2   4 2
Bajo Cauca, MM

Tolima 207 171 50 7 43   24 3   7 8     1 7

Noroccidente
222 6 56 53 3   14 1   35 6        
Antioqueno

Libertadores
689 102 59 34 25   3 6 5 9 32   1   4
del Sur

Vencedores de
548 91 59 39 20   16 1 4 14 15   1 2 6
Arauca

Héroes de
2033 384 75 69 6   15   4 36 14 1 1 3 1
Granada

Bananero 451 21 123 112 11   12 2 15 41 41   1 7 4

31
Cifras de la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía General de la Nación, http://
www.fiscalia.gov.co/justiciapaz/Postulados975.asp, Búsqueda de Postulados por
Grupo Armado, (15 de abril de 2009).
32
Se trata de personas privadas de la libertad en el momento de la desmovilización
colectiva del respectivo bloque, certificadas por el comandante del bloque como
miembros del grupo armado ilegal, y postuladas a la Ley de Justicia y Paz. Cifras
del Ministerio del Interior y de Justicia, 13 de febrero de 2009.

64
Florian Huber

Postulados (P.)

VL aplazadas, suspendidas o canceladas


Miembros privados de la libertad30

Versiones libres (VL) no iniciadas


Desmovilizados colectivos29

P. no se ha presentado
Desmovilizados individuales
Desmovilizados colectivos31

P. ha iniciado VL
Privados de la libertad32

P. no se ratificó

Sin información
VL terminadas

Extraditados

Fallecidos
Bloque (AUC)

TOTAL
Montes de
594 76 138 105 33   82 2 5 19 12     6 12
María

Catatumbo 1434 111 179 143 36   67 3 6 48 35   1 4 15

Córdoba 925 48 200 196 4   54   5 119 11     10 1

Héroes del
Llano y 1765 108 209 166 43   146 4 2   27     7 23
Guaviare

Sur de Bolívar
2519 853 216 43 173   56 12 10 16 107   1 3 11
(BCB)

Mineros 2789 44 237 199 38   25 1 29 143 24   1   14

ACMM 990 154 240 208 32   149 37 12 2 26     5 9

Centauros 1134 708 243 175 58   183 5   1 13   1 7 33

Tayrona 1166 116 537 526 11   165 3 43 215 83   5 22 1

Norte 4759 468 592 495 97   35 5 63 354 99   2 21 13

TOTAL33 31671 3760 3624 2949 658 s.i.34 1103 101 244 1195 67735 4 17 112 171

Fiscalía 36
31671 3621 2938 651 32

Mininterior37 31671 3626 2940 654 32

33
Estas cifras han sido tomadas principalmente de la página web de la Unidad de
Justicia y Paz de la Fiscalía General de la Nación, http://www.fiscalia.gov.co/
justiciapaz/Versiones.asp, 15 de abril de 2009.
34
En la página web de la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía General de la
Nación, http://www.fiscalia.gov.co/justiciapaz/Postulados975.asp no se encuentra
información específica sobre la pertenencia de los 32 postulados individualmente
desmovilizados a los bloques paramilitares.
35
Esta cifra es más alta que la cifra presentada en un informe de la Fiscalía General
de la Nación del 13 de marzo de 2009; la diferencia se explica por la razón que
la información cometida en la página web de la Unidad de Justicia y Paz no está
sometida a una actualización permanente; por ejemplo, en el caso del frente Tayrona
se menciona que 83 personas han iniciado la versión libre, aunque unas 60 personas
han sido citadas solamente a una sesión hace más de 2 años, lo cual permite concluir
que estás personas no se presentaron o renunciaron a su postulación.
36
Cifras de la Unidad de Justicia y Paz, Fiscalía General de la Nación, del 25 de
febrero de 2009.
37
Cifras del Ministerio del Interior y de Justicia, 13 de febrero de 2009.

65
¿Qué quieren las víctimas como reparación
y qué pueden esperar de los mecanismos de reparación diseñados por la Ley de Justicia y Paz?

3. La reparación vía judicial para víctimas sin


victimario identificado a través de un incidente
de reparación especial fuera del contexto de
un proceso penal

3.1 Marco teórico

Para atenuar los efectos negativos del carácter accesorio de la reparación


en el marco de la ruta de reparación vía judicial para víctimas de un
victimario identificado, se diseñó un procedimiento judicial especial para
beneficiar a las víctimas de delitos cometidos por miembros de grupos
armados ilegales no identificados por el procedimiento penal especial38.
Por lo tanto, los requisitos del artículo 42 inciso segundo, para que
prospere la solicitud de reparación, son los siguientes: (1) la demostración
de la calidad de víctima; (2) la demostración del daño; (3) que no se haya
logrado la individualización del autor material del ilícito, en el marco de
la Ley 975 de 2005; (4) la demostración del nexo causal entre el daño
y las actividades del grupo ilegal, y (5) que se trate de un grupo ilegal
beneficiario de la Ley 975 de 2005, esto es, desmovilizado y con el firme
propósito de contribuir a la paz nacional39.

3.2 El impacto de la aplicación práctica

Resultan curiosas las lecciones de la aplicación de dicho artículo en la


práctica, pues en los casos decididos por la Sala de Conocimiento del
Tribunal de Justicia y Paz, no ha sido el primer requisito, es decir la
necesidad de mostrar la calidad de víctima, sino han sido los requisitos
(3), (4) y (5), los que han impedido que las víctimas hayan recIbído una
reparación según este artículo.

38
Tribunal de Justicia y Paz, Bogotá, Sala de Conocimiento, Auto del 8 de octubre
de 2007, Rad. 2007001001: “El objetivo del artículo 42 inciso segundo es
evitar que las víctimas de acciones de grupos desmovilizados quedaran excluidas
de reparación ante la imposibilidad de encontrar responsable de las conductas
punibles venerantes del daño”.
39
Tribunal de Justicia y Paz, Bogotá, Sala de Conocimiento, Auto del 8 de octubre
de 2007, Rad. 00001; Auto del 8 de octubre de 2007, Rad. 00005.

66
Florian Huber

En todos los casos, la calidad de víctima ha sido el requisito más fácil


para cumplir, pues el Tribunal de Justicia y Paz se mostró satisfecho
con los registros civiles de nacimiento y defunción del cadáver como
pruebas suficientes para la demostración de la calidad de víctimas.
Han sido los requisitos (3), (4) y (5) del artículo 42 segundo inciso
y la respectiva interpretación por la Sala de Conocimiento del Tribunal
de Justicia y Paz y la Corte Suprema de Justicia, que no han permitido
que las solicitudes de las víctimas a obtener una reparación a través de
este mecanismo de reparación hayan tenido éxito.
El requisito (3), según el cual se necesita que no se haya logrado la
individualización del autor material del ilícito, en el marco de la Ley
975 de 2005, ha sido interpretado por las autoridades judiciales como
requisito que le otorga al artículo 42 segundo inciso como mecanismo
de reparación un carácter subsidiario, es decir que este mecanismo
de reparación requiere el agotamiento de la etapa de versión libre,
pues se debe establecer que ningún postulado ha confesado el hecho
victimizante por el que una persona solicita una reparación según el
artículo 42 segundo inciso.
El Tribunal de Justicia y Paz ha aclarado que el archivo de un proceso
mediante la decisión inhibitoria en el marco de la justicia ordinaria
no puede ser interpretado como muestra de la no identificación del
responsable, mientras que continua la etapa de versión libre, pues según
una interpretación integral y conforme a la teleología específica de la
Ley 975 de 2005, se hace necesario que sea a través del procedimiento
penal especial consagrado en la Ley 975 de 2005, que se establezca si los
desmovilizados del bloque al que se atribuye el hecho delictivo, aceptan
o no esta ilicitud y se comprometen a reparar40.
Finalmente, el Tribunal de Justicia y Paz se abstuvo de conceder una
reparación en un caso, en el cual la víctima contaba con una sentencia
condenatoria en la justicia ordinaria contra un desmovilizado que
posteriormente fue postulado a Justicia y Paz41.

40
Tribunal de Justicia y Paz, Sala de Conocimiento, Bogotá, Auto del 8 de octubre
de 2007, Rad. 00005.
41
Tribunal de Justicia y Paz, Sala de Conocimiento, Bogotá, Auto del 31 de julio de
2008, Rad. 1001225200020080000801.

67
¿Qué quieren las víctimas como reparación
y qué pueden esperar de los mecanismos de reparación diseñados por la Ley de Justicia y Paz?

Los requisitos (4) y (5) que exigen la demostración del nexo causal
entre el daño y las actividades de un grupo ilegal beneficiario de la Ley
975 de 2005, significan, que solamente víctimas de grupos armados
ilegales desmovilizados pueden ser beneficiarias del artículo 42 segundo
inciso. Esto significa que las víctimas de grupos guerrilleros que no se
han desmovilizado, quedan excluidas, pero también víctimas de dos
grupos paramilitares que no se desmovilizaron (son las Autodefensas
Campesinas de Casanare, ACC, y el frente Cacique Pipintá).
Para evaluar la efectividad del mecanismo de reparación vía judicial
según el artículo 42 segundo inciso, es necesario mirar a la aplicación del
procedimiento penal especial contra los postulados a la Ley de Justicia
y Paz, es decir, los grupos armados ilegales desmovilizados, el número
de postulados en relación con cada bloque, y los avances en cuanto a la
etapa de versión libre.
En este contexto, es el caso de las víctimas de la zona oriental de Colombia,
que resulta emblemático para mostrar el limitado impacto del artículo 42
segundo inciso en la actualidad. En los departamentos del Meta y Casanare
hicieron presencia y se desmovilizaron el bloque Héroes del Llano y del
Guaviare y el bloque Centauros, mientras que las Autodefensas Campesinas
de Casanare, bajo el comando de alias Martín Llanos, se negaron a
desmovilizarse42. Además, había la presencia de grupos guerrilleros.
Hasta el momento, de los 2.899 desmovilizados de los bloques Héroes
del Llano y Guaviare y Centauros, solamente unos 452 miembros se
encuentran postulados, y de estos aproximadamente 329 aún no han
sido llamados a versión libre. Esto significa que si una persona pretende
ser víctima de uno de estos dos bloques, tendrá que esperar hasta que
se agoten las audiencias de versión libre de todos los postulados. Y si la
persona se presenta como víctima de las ACC, no puede ser beneficiaria
por la falta de desmovilización de esta estructura43.
Esto muestra que el carácter subsidiario del artículo 42 segundo
inciso y su ámbito de aplicación personal que se restringe para

42
Véase: González, José Jairo. “Los Paramilitares y el Colapso Estatal en Meta y
Casanare”, en: Corporación Nuevo Arco Iris (2007). Parapolítica - La ruta de
expansión paramilitar y los acuerdos políticos. 2ª ed., Intermedio, pp. 309 y ss.
43
Véase sobre este caso, Corte Suprema de Justicia, Sala Penal, Auto del 12 de marzo
de 2009, Rad. 31320.

68
Florian Huber

víctimas de grupos armados ilegales desmovilizados, limita consi-


derablemente su efectividad.
El artículo 42 segundo inciso va a aplicarse en un futuro cercano solamente
para víctimas de los bloques, que no cuentan con muchas postulaciones o
en los cuales el porcentaje de no ratificaciones ha sido muy alto.

4. Conclusiones

El carácter accesorio de la reparación vía judicial en el marco de un proceso


penal contra un miembro de un grupo armado ilegal postulado a Justicia y
Paz, el impacto muy limitado de la reparación vía judicial para víctimas sin
victimario identificado en Justicia y Paz, y las limitaciones de la reparación
individual vía administrativa según el decreto 1290 de 2008, han sido
criticado por la Corte Constitucional en una reciente tutela44. La Corte
encontró que ninguno de los mecanismos de reparación diseñados por la
Ley de Justicia y Paz se presenta actualmente como un mecanismo rápido,

44
Corte Constitucional, Sentencia T-085 del 16 de febrero de 2009. En relación con
la reparación vía judicial para víctimas con un victimario condenado (artículos 23
y 42 primer inciso de la ley 975 de 2005), la Corte señala que “4.2. (…) En este
orden de ideas, la satisfacción del derecho de las víctimas está sometida no sólo a la
identificación del victimario, sino también a la aceptación de los cargos por parte
de éste, esto es, al reconocimiento de su autoría en el hecho delictuoso, por lo que
imponerles el trámite de este proceso es tanto como que los derechos derivados
de la condición de víctima quedaran suspendidos hasta cuando se cumpla dicho
acto procesal, lo que no sólo desconoce tal condición, ignorando que para su
reconocimiento no es necesario siquiera identificar al victimario, sino que también
se le está atribuyendo indirectamente la carga de perseguirlo para la satisfacción
de sus derechos fundamentales, pues si el Estado no lo hace y el único medio
para conseguir la reparación es por medio del proceso penal, entonces la víctima
tendría que ejercer la persecución, lo que a todas luces contraviene los postulados
imperantes de un Estado Social de Derecho, donde es éste el que tiene el deber de
hacer respetar las leyes y de este modo las garantías fundamentales, mediante la
persecución del infractor y perpetrador del daño, pues sólo el Estado posee el poder
coercitivo para ello….”. Y en cuanto a la reparación vía administrativa en casos de
desplazamiento dice que: “(…) En lo que atañe al sometimiento de los accionantes
al procedimiento establecido en el Decreto reglamentario 1290 de 2008 «por el cual
se crea el programa de reparación individual por vía administrativa para las víctimas
de los grupos armados organizados al margen de la ley» a fin de ser satisfecho el

69
¿Qué quieren las víctimas como reparación
y qué pueden esperar de los mecanismos de reparación diseñados por la Ley de Justicia y Paz?

efectivo y adecuado para garantizar una reparación para las víctimas de


graves violaciones de los derechos humanos y graves infracciones al derecho
internacional humanitario ocurridas en el contexto del conflicto armado.
Por lo tanto, la Corte Constitucional, ante la deficiencia de los mecanismos
institucionales de reparación, ordenó en abstracto la indemnización del daño
causado, que habrá de liquidarse mediante incidente como lo dispone el
artículo 25 del Decreto 2591 de 1991 ante la jurisdicción de lo contencioso
administrativo, específicamente, ante un Juez de Circuito Administrativo45.
Esta evaluación de los mecanismos de reparación por parte de la Corte
Constitucional muestra que la Corte ha dado una respuesta a la pregunta
planteada al inicio de este artículo –¿Qué pueden esperar las víctimas?– que
no es muy alentadora, lo cual requiere un ajuste normativo e institucional en
relación con el diseño y la implementación de los mecanismos de reparación.

Continúa nota 44
derecho a la reparación, esta Sala destaca que el mencionado texto dispone que «la
indemnización solidaria prevista en el presente artículo para quienes hayan sido víctimas
del desplazamiento forzado, se entregará por núcleo familiar y se reconocerá y pagará a
través de FONVIVIENDA…» (artículo 5°), ante lo cual esta Sala considera que dicha
disposición es notoriamente contraria al derecho a la reparación, pues le da este
calificativo a una conducta propia de la asistencia social que el Estado está en la
obligación de proveer a todas las personas, en especial a los que se encuentran en
situación de vulnerabilidad y, en el caso especial de las víctimas del desplazamiento
forzado, a que cese su condición mediante la estabilización socio económica; en
otras palabras, es un derecho que se tiene por ser persona, no por ser víctima del
desplazamiento forzado; luego, al contravenir los postulados del derecho a la
reparación, dicho decreto resulta inaplicable al mismo bajo el manto de la Constitución
Política que nos rige…”. Por esto la Corte Constitucional llega a la conclusión que:
“(…) 4.3. En este sentido, los medios referidos por la entidad accionada para el
amparo del derecho a la indemnización de los accionantes, resultan ser ineficaces
por las trabas y cargas que le imponen a la víctima, ignorando su condición de tal y
el derecho a un recurso ágil, eficaz y sencillo para proteger sus derechos, por lo que
el Estado al ser el principal garante de los derechos fundamentales y al recaer en él
la obligación investigativa que permita aprehender al autor de la vulneración, tiene
el deber de satisfacer el derecho a la reparación de los accionantes, en este caso, a la
justa indemnización, sin que ello implique la asunción de responsabilidad directa de
los hechos, de allí que posea la facultad de repetir contra el autor del ilícito, pues hay
requisitos que la víctima no puede cumplir y que el Estado debe asumir”.
45
Corte Constitucional, Sentencia T-085 de 2009; la decisión es interesante en el
sentido que la Corte Constitucional crea una nueva ruta de reparación para víctimas
del conflicto armado ante las deficiencias de los mecanismos de Justicia y Paz.

70
Nuevos retos para la reparación
por vía administrativa

Evelio Henao

El programa de reparación individual a las víctimas de la violencia


armada creado por medio del Decreto 1290 del 22 de abril de 2008 tiene
por objeto: “conceder un conjunto de medidas de reparaciones individuales
a favor de las personas que con anterioridad a la expedición del presente
decreto hubieren sufrido violación en sus derechos fundamentales por acción
de los grupos armados organizados al margen de la ley a los que se refiere el
inciso 2° del artículo 1o de la Ley 975 de 2005” 1.
Los derechos fundamentales a los que se refiere este programa son: a)
vida; b) integridad física; c) salud física y mental; d) libertad individual,
y e) libertad sexual.
Temas como la restitución de tierras, reparaciones colectivas y los
hechos atribuibles a agentes del Estado no hacen parte del programa,
sin que ello signifique su desconocimiento o que sean de menor
importancia. El principal motivo para no incluirlos tuvo que ver con
la consideración que para ello se requería de una ley, no de un decreto.
La razón por la cual el Estado asume la reparación de estas víctimas,
según el decreto, es por el principio constitucional de solidaridad2.
Sobre este punto debemos decir que algunos consideran que el Estado
es responsable por la “omisión al deber de garantía” y no por el principio

1
Decreto 1290 de 2008, art. 1º.
2
Decreto 1290 de 2008, art. 3º. “Solidaridad. La reparación individual por la vía
administrativa de que trata el presente programa se fundamenta en el principio de
solidaridad del Estado con las víctimas”.
Nuevos retos para la reparación por vía administrativa

de solidaridad, pero este es un asunto complejo que merece un estudio


aparte, porque la responsabilidad del Estado colombiano en el marco del
artículo 90 de la Constitución Política, que dice: “El Estado responderá
patrimonialmente por los daños antijurídicos que le sean imputables,
causados por la acción o la omisión de las autoridades públicas”, debe ser
declarada judicialmente.
Además, de acuerdo con lo dispuesto por la Ley 975 quienes deben
reparar a las víctimas son los victimarios. El Estado, de acuerdo con lo
señalado por la Sentencia C-370-06, que declaró la constitucionalidad
de dicha ley, establece que el Estado solo lo hará de manera residual o
subsidiaria. En sus propias palabras:

“Así, los primeros obligados a reparar son los perpetradores de los de-
litos, en subsidio y en virtud del principio de solidaridad, el grupo es-
pecífico al que pertenezcan los perpetradores. Antes de acudir a recur-
sos del Estado para la reparación de las víctimas, debe exigirse a los
perpetradores de los delitos, o al bloque o frente al que pertenecieron,
que respondan con su propio patrimonio por los daños ocasionados a
las víctimas de los delitos”.
“El Estado –agrega esta providencia- ingresa en esta secuencia sólo en
un papel residual para dar una cobertura a los derechos de las vícti-
mas, en especial a aquellas que no cuentan con una decisión judicial
que fije el monto de la indemnización al que tienen derecho (inciso
2o del artículo 42 de la Ley 975 de 2005) y ante la eventualidad de
que los recursos de los perpetradores sean insuficientes”3.

Fue la propia Comisión Interamericana de Derechos Humanos


la que hizo un llamado al Estado colombiano para “6. Estudiar la
revisión del sistema de acceso a reparaciones previsto en el marco legal por
la vía exclusiva del incidente de reparaciones en el procedimiento penal.
El Estado debe asumir un rol principal y no secundario en garantizar el
acceso de las víctimas a reparaciones, conforme a los estándares del derecho
internacional. Para ello la CIDH recomienda la adopción de un programa

3
Corte Constitucional, Sentencia C-370 de 2006. Ver párrafo N° 6.2.4.4.11 de
dicha sentencia.

72
Evelio Henao

de reparaciones que funcione de manera optativa frente a la vía judicial


penal y complementaria de las demás reparaciones de índole colectiva y de
los programas y servicios sociales destinados a la población que ha padecido
la violencia en Colombia”4 .
Es importante destacar que el programa creado por el Decreto 1290
comprende a todas las víctimas que hayan sufrido un daño o lesión por
causa de la violencia armada, lo cual permite el acceso no solo quienes
fueron víctimas de grupos que se hayan desmovilizado (AUC), sino
también de la guerrillas que aún no se han desmovilizado (FARC y ELN).
Así mismo se debe tener en cuenta que, contrario a lo que algunos
sostienen, el programa incluye los diferentes modos de reparación, a
saber: restitución, rehabilitación, satisfacción, medidas de no repetición
e indemnización5. Si bien el monto de las indemnizaciones podría
alcanzar para el fisco nacional una cifra aproximada de 11 billones de
pesos, en algunos casos las otras medidas podrían tener individualmente
un costo superior a los montos señalados para las indemnizaciones. Esto
no lo han entendido la mayoría de los críticos del programa, e incluso
algunos funcionarios que tienen el deber de implementarlo.
Como la reparación indemnizatoria no se hace sobre la base del daño
emergente y el lucro cesante, o el daño moral, se optó en el programa
por que los montos fueran iguales en todos los casos de un mismo
derecho violando, con el fin de evitar discriminaciones derivadas de la
edad, el género, la condición socio-económica o cualquiera otra. Esto
quiere decir, por ejemplo, que a todas las víctima por el homicidio de
un ser querido se le reconoce la misma cantidad de dinero expresada
en salarios mínimos.
Respecto al procedimiento se optó porque este fuera lo más sencillo
y sumario posible a través de un Comité Nacional de Reparaciones,
con amplias facultades, dejando en manos del Estado la carga de la
prueba sobre la condición de víctimas, bajo el principio de la buena fe
del solicitante. En caso de que el Estado no resuelva la petición en el
término de los 18 meses señalados, automáticamente se considera que
se debe reconocer la reparación.

4
OEA/Ser.L/V/II. Doc. 3 2 octubre 2007 Original: Español.
5
Decreto 1290 de 2008, art. 4º.

73
Nuevos retos para la reparación por vía administrativa

Si bien lo dicho anteriormente sobre los montos de la reparación y el


procedimiento, merecen especial atención, los nuevos retos que surgen
para el programa en este momento a raíz de dos recientes decisiones
de la Corte Constitucional que tienen que ver con la naturaleza de las
medidas de reparación y el procedimiento para su reconocimiento.
Mediante la Sentencia C-1199 de 2008 se resolvió de una vez por
todas que las medidas de reparación son distintas a los servicios sociales
que presta el Estado (en materia de vivienda, salud y educación),
y a las medidas de emergencia. En síntesis los siguientes fueron los
pronunciamientos de la Corte Constitucional6:

 La reparación es un conjunto integral de acciones encaminadas a bo-


rrar o desparecer los efectos que sobre las víctimas han dejado los
crímenes cometidos.
 Los servicios sociales comunes que presta el Gobierno, así sea a perso-
nas que hayan sido víctimas de los delitos a que se refiere la Ley 975 de
2005, no corresponden a alguna de las acciones a través de las cuales
debe procurarse la reparación de las consecuencias nocivas del delito.
 En determinados casos se presenta la simultánea ejecución de ambos
tipos de acciones.
 No es posible, en cambio, que aquéllos puedan sustituir éstas (distin-
ta intencionalidad, diverso título jurídico).
 Resulta inadecuado plantear que la acción gubernamental, en de-
sarrollo de deberes de carácter general que al Estado atañen, pueda
suplir la acción reparatoria.

Por otra parte, la Sentencia T-085 de 2009 ha dispuesto que las víctimas
de desplazamiento forzado tienen derecho a ser reparadas por el Estado
colombiano (Acción Social para estos efectos), sin que esto implique
reconocimiento de responsabilidad por parte del Estado y por lo tanto
conserva el derecho a repetir contra el victimario, en las dimensiones del
daño emergente, el lucro cesante y el daño moral. Y en caso de no hacerlo,
se podrá acudir, a través de una acción de tutela, al procedimiento especial
previsto por el artículo 25 del Decreto 2591 de 1991.

6
Corte Constitucional, Sentencia C-1199 de 2008.

74
Evelio Henao

Sobre este particular dijo la Corte7:

las personas que han sido objeto de violaciones de derechos hu-


manos tienen el derecho a la reparación integral del daño cau-
sado. Esta reparación debe ser plena y efectiva y comprender ac-
ciones (restitución, indemnización, rehabilitación, satisfacción
y garantías de no repetición) que distan de la asistencia social
que el Estado tiene la obligación de brindar de forma priori-
taria por el hecho de ser los desplazados personas en estado de
desigualdad y vulnerabilidad.

En el entendido que la indemnización comprende:


a) El daño físico o mental; b) La pérdida de oportunidades, en
particular las de empleo, educación y prestaciones sociales; c) Los daños
materiales y la pérdida de ingresos, incluido el lucro cesante; d) Los
perjuicios morales; e) Los gastos de asistencia jurídica o de expertos,
medicamentos y servicios médicos y servicios psicológicos y sociales.
Estas dos decisiones, sin duda, modifican y aclaran a la vez por
completo el panorama de las reparaciones individuales por vía
administrativa. A partir de las mismas, estos temas ya no deberían ser
objeto de controversia, como las que se dieron al diseñar el programa
y las que se han venido presentando en los debates relacionados con
la ley de víctimas.
A propósito de este tema, en un nuevo proyecto de ley de víctimas se
deberían incluir estas decisiones para ser consecuentes con lo señalado
anteriormente por la Corte Constitucional.
No obstante, es de la mayor importancia que el Estado y el país en
general resuelvan desde ahora cómo va a ser viable fiscalmente este
compromiso histórico con las víctimas de la violencia política, bajo el
entendido de que no basta con reconocerles una determinada suma de
dinero, sino que las medidas de reparación deben ser percIbídas por
estas “como un acto de justicia”, según expresión de Pablo de Greiff.
Vale la pena destacar que el programa, de acuerdo con el número
de víctimas que han acudido a solicitar la reparación (205 mil a

7
Corte Constitucional, Sentencia T-085 de 2009.

75
Nuevos retos para la reparación por vía administrativa

abril de 2009) prevista en el decreto comentado, ha tendido una


amplia demanda, como lo demuestran los siguientes cuadros de
Acción Social8.

Gráfico 1

8
Agencia Presidencial para la Cooperación Internacional y la Acción Social, informe
de abril de 2009.

76
Evelio Henao

Se causaría un enorme daño a la confianza y la credibilidad de las


víctimas, y sobre todo sería un irrespeto a su dignidad y demás derechos,
que el programa de reparación administrativa fracasara, pues como lo
dijera hace pocos días el Cardenal Pedro Rubiano al referirse al tema de
la paz: “si no hay justicia, no hay paz, y no hay paz si no hay reparación”.

Bibliografía
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(2007). Recomendación de criterios de reparación y de
proporcionalidad restaurativa. Bogotá: Comisión Nacional de
Reparación y Reconciliación.

De Greiff, Pablo (2006). The hand book of reparations. Oxford:


Oxford University.

Huber, Florian (2007). La Ley de Justicia y Paz, desafíos y temas


del debate. Bogotá: FESCOL.

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deber de memoria. Bogotá: Ed. Temis.

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derechos de las víctimas del delito de desaparecimiento forzado. Bogotá.

Rettberg, Angelika (Comp.) (2005). Entre el paredón y el


perdón. Preguntas y dilemas de la justicia transicional. Bogotá:
Universidad de los Andes.

Rettberg, Angelika (2008). Reparación en Colombia:


¿Qué quieren las víctimas? Bogotá: Deustche Gesellschaft für
Technische Zusaminenarbert (GTZ) GmbH - Universidad de
los Andres - Fiscalía General de la Nación - Embajada de la
República Federal de Alemania.

Sanar, no tanto castigar. Justicia restaurativa y paz en Colombia


(2006). Simposio Internacional. Memorias.

Todorov, Tzvetan (2000). Los abusos de la memoria. Buenos


Aires: Paidós.

77
Elementos para una política de verdad, justicia
y reparación integral para las víctimas:
Complementariedades entre las encuestas
de percepciones y opiniones sobre paz,
justicia, verdad, reparación y reconciliación
en poblaciones urbanas y rurales, de
la Fundación Social, y Reparación en Colombia:
¿Qué quieren las víctimas? de Angelika Rettberg

Iris Marín Ortiz & Paula Gaviria Betancur


Fundación Social

Durante los últimos años, la Fundación Social ha seguido de cerca


las salidas jurídicas formuladas para permitir la desmovilización de
miembros de grupos armados ilegales y garantizar los derechos de las
víctimas de delitos de derechos humanos en Colombia.
Un primer esfuerzo lo constituyó el seguimiento al proceso de
discusión y aprobación en el Congreso de la Ley 975 de 2005, conocida
como la ley de justicia y paz, que definió un marco normativo para la
desmovilización de los miembros de los grupos armados ilegales, y en
particular, los grupos paramilitares, que adelantaban para el momento
un proceso de negociación con el Gobierno nacional. Una vez aprobada
la ley de justicia y paz, la Fundación Social buscó profundizar en el
conocimiento, percepciones, opiniones y actitudes de las víctimas y
de la sociedad colombiana sobre los derechos a la verdad, la justicia
y la reparación y la disposición a la reconciliación en medio de la
incertidumbre sobre la terminación del conflicto armado. En asocio con
el Consejo Noruego para Refugiados, la Consejería en Proyectos y el
Centro Internacional para la Justicia Transicional, realizó una encuesta
Elementos para una política de verdad, justicia y reparación integral para las víctimas

sobre el tema en zonas urbanas aplicada a una muestra de 2.000 hogares,


800 de ellos afectados por delitos graves, y 1.200 hogares no afectados.
La muestra es representativa de 8.3 millones de hogares urbanos1.
En enero de 2008 la Fundación Social inició una serie de estudios a
profundidad sobre justicia transicional a nivel regional. El primero de
ellos fue un estudio sobre el departamento de Nariño2. Posteriormente,
en agosto del mismo año, realizó una nueva encuesta nacional pero
aplicada a 2000 hogares representativos de 481.822 hogares rurales en
Colombia3. Esta encuesta cuenta además con muestras específicas en
cuatro regiones o departamentos, a saber: Valle, Antioquia, Montes de
María y Meta4. Tanto en la encuesta nacional como en las regionales,
el 60% de las entrevistas se realizaron a hogares no afectados por la
violencia y el 40% a hogares afectados por la violencia.
Con los anteriores estudios, la Fundación Social ha logrado recabar
una buena cantidad de información relevante sobre las percepciones,
opiniones y experiencias de las víctimas y del resto de la población sobre
los derechos a la verdad, la justicia y la reparación. Dicha información

1
Percepciones y opiniones de los colombianos sobre justicia, verdad, reparación
y reconciliación. Fundación Social, Consejería en Proyectos, Fundación Social,
Centro Internacional para la Justicia Transicional. Bogotá, 2006. La encuesta fue
realizada por Econometría Consultores S.A.
2
Para este ejercicio la Fundación aplicó una encuesta similar a la realizada en 2006
en zonas urbanas, actualizando y ajustando el formulario de la encuesta para
que fuera representativo de las particularidades del departamento, y realizó un
estudio cualitativo donde aplicó entrevistas semi estructuradas y realizó talleres
con organizaciones sociales y víctimas. Entre los meses de enero y febrero de 2008
se aplicó la encuesta en 20 municipios del departamento a 400 hogares; 200 de
ellos de personas afectadas por el conflicto armado o por graves violaciones a los
derechos humanos, y 200 de personas no afectadas.
3
Se definió como ámbito geográfico los municipios del país con menos de 10.000
habitantes en la cabecera, excepto los municipios pertenecientes a los departamentos
de Amazonas, Arauca, San Andrés, Casanare, Guainía, Guaviare, Putumayo,
Vaupés y Vichada (no incluidos por su baja concentración de población).
4
En Valle se realizaron 469 encuestas, que representan a 35.450 hogares rurales. En
Antioquia se realizaron 337 encuestas, representativas de 93.906 hogares rurales.
En Montes de María se realizaron 235 encuestas, representativas de 9.522 hogares
rurales. Por último, en Meta se realizaron 265 encuestas, representativas de 22.303
hogares rurales.

80
Iris Marín Ortíz & Paula Gaviria Betancur

ha sido un insumo básico para la formulación de recomendaciones y la


incidencia en procesos de diseño de política pública.
Algunos de los puntos tocados por los estudios realizados
anteriormente por la Fundación Social son también abarcados por la
encuesta realizada por la profesora Angelika Rettberg entre junio y
julio de 2008, con el Programa de Investigación sobre Construcción
de Paz (CONPAZ) del Departamento de Ciencia Política y el Centro de
Desarrollo Económico (CEDE), ambos de la Universidad de los Andes.
El objeto de este artículo es comparar y complementar algunos de
los resultados de las encuestas mencionadas e identificar lineamientos
de políticas públicas que se podrían derivar de dicho análisis.Para tal
fin, inicialmente se hará una comparación de las metodologías de los
estudios, para determinar los aspectos comparables y no comparables
de los mismos. Luego se abordarán los siguientes aspectos: porcentaje
de victimización y caracterización de la población víctima, principales
responsables de los hechos victimizantes, formas de reparación
preferidas por las víctimas, conocimiento de la verdad, percepciones
y experiencias sobre justicia, conocimiento de la ley de justicia y paz y
perspectivas sobre la finalización del conflicto.

1. Comparación metodológica

Como ya advertimos, las comparaciones entre los estudios de la


profesora Rettberg y de la Fundación Social tienen limitaciones pues
existen diferencias metodológicas importantes entre ambos ejercicios,
los cuales pasamos a explicar.

1.1. Diferencias respecto a los aspectos abordados


por los estudios

El estudio de la profesora Rettberg indagó por las formas de


victimización, los actores responsables, la proximidad social entre
víctimas y perpetradores, las preferencias frente a las medidas de
reparación y frente a la verdad y a la justicia, el conocimiento de la
ley de justicia y paz y la evaluación de programas de reparación entre
otros temas de análisis. Los estudios de la Fundación Social, han
indagado sobre el porcentaje de población afectada por delitos graves,

81
Elementos para una política de verdad, justicia y reparación integral para las víctimas

percepciones sobre el conflicto y la paz, percepciones y actitudes


sobre justicia, sobre verdad y sobre reparación. En este documento se
abordarán sólo algunos de los temas en los que el análisis de los estudios
puede resultar especialmente complementario.

1.2. Diferencias en relación con la muestra:

La encuesta de 2006 de la Fundación Social, consistió en 2.000 entrevistas


representativas de 8.3 millones de hogares urbanos. La muestra para la
encuesta de 2008 fue también de 2.000 hogares, representativa, como ya
se mencionó, de 481.822 hogares rurales. Las muestras de ambas encuestas
fueron probabilísticas, de conglomerados, estratificadas y multietápicas5.
Por su parte, la encuesta de la profesora Rettberg correspondió a 1.014
personas encuestadas por búsqueda focalizada. La información fue
recogida acudiendo a organizaciones tanto nacionales como regionales,
públicas y privadas que trabajan con víctimas del conflicto armado. Una
vez se confirmaron los datos de las organizaciones, estas fueron contactadas
y consultadas sobre su voluntad de participar en el estudio. Los criterios
de selección de municipios fueron intencionales y explícitos6. De acuerdo
a lo anterior, la muestra es representativa principalmente del grupo
encuestado, y en ella se “subrepresentan las personas que están por fuera
de las redes de alcance estatal y de las organizaciones regionales y locales,
y se representan los que ya han pasado por un proceso de socialización y
aprendizaje en las organizaciones”7.

5
Es probabilística porque cada hogar del universo estudiado tuvo una probabilidad
de selección conocida y superior a cero. La ventaja de este tipo de muestras es que
permite estimar los indicadores investigados para el universo de estudio con un
margen de error calculable. Es de conglomerados de diferente categoría, donde
las categorías definidas son las cabeceras municipales agrupadas en estratos, las
manzanas al interior de las cabeceras seleccionadas y los hogares al interior de las
manzanas. El diseño es multietápico, es decir que la selección final de la unidad
informante se realiza por etapas.
6
Rettberg, Angelika. Reparación en Colombia ¿Qué quieren las víctimas? (2008).
Bogotá: GTZ - Fiscalía General de la Nación - Universidad de los Andes - Embajada
de la República Federal de Alemania, pp. 37 y 38.
7
Ibíd., p. 34.

82
Iris Marín Ortíz & Paula Gaviria Betancur

1.3. Diferencias en cuanto a la población encuestada:

Las encuestas de la Fundación Social se dirigieron tanto a población afectada,


como a población no afectada por delitos graves. Mientras tanto, la encuesta
de la profesora Rettberg se centró en población afectada por el conflicto
armado. El estudio de 2006 de la Fundación Social,sólo indagó sobre la
población víctima de grupos armados ilegales debido a que era la población
que tendría cobertura por la ley de justicia y paz. Sin embargo, en los estudios
posteriores incluyó en su análisis a víctimas de agentes estatales, con el fin de
contar con información sobre las necesidades de la totalidad de las víctimas.

2. Porcentaje de victimización y caracterización


de la población víctima

Los estudios de Fundación Social en cuanto encuestaron población


afectada y no afectada, permitieron hacer una proyección del porcentaje
de hogares afectados. Se entendió, para efectos del estudio de 2006, que
un hogar afectado era aquél en el que una persona con vínculo directo con
la persona directamente encuestada (papá, mamá, hermana, hermano,
hija, hijo, cónyuge, compañero o compañera permanente) hubiera sido
víctima de algunas de las siguientes conductas, atribuibles a grupos
armados ilegales: secuestro, extorsión, desplazamiento forzoso, asesinato,
amenaza de muerte, tortura, desaparición forzada o violación física.
En la encuesta de 2008, se entendió que un hogar afectado era aquél
que a) había sufrido alguna acción violenta en el marco del conflicto
armado o por grave violación a los derechos humanos, en las cuales
hubiera tenido responsabilidad las guerrillas, los grupos paramilitares,
la Fuerza Pública u otro agente estatal; b) el delito por el cual había sido
afectado era secuestro, extorsión, desplazamiento, asesinato, amenaza
de muerte, tortura, desaparición forzada, reclutamiento de niños, niñas
y jóvenes8, y c) el hecho le había ocurrido a la persona encuestada, o a

8
La lista no es exhaustiva por razones metodológicas, por lo cual la cifra no da cuenta
del total de personas afectadas por los graves delitos de derechos humanos y Derecho
Internacional Humanitario. Además, aunque en la encuesta de 2006 se incluyó la
violación sexual, en esta no se incluyó porque la pregunta resultaba invasiva.

83
Elementos para una política de verdad, justicia y reparación integral para las víctimas

su padre o madre, o a su compañero, compañera o cónyuge, o a su hijo


o hija, o a su hermano o hermana9.
De acuerdo a lo anterior, se encontró que 12% de hogares urbanos
contaban con al menos una víctima de grupos armados ilegales. A nivel
rural se encontró que un 20% de hogares rurales tenían al menos una
víctima de grupos armados ilegales o agentes estatales. En la encuesta
de 2008 también se indagó sobre la afectación por pérdida de bienes, y
se encontró que el 9% de la población había perdido bienes por causa
del conflicto armado.
En el plano regional, se encontró que Montes de María es la región
con mayor nivel de afectación, con un 35%; seguido de Valle, con
un 29%, por último se encuentran Antioquia y Meta con un 24% de
hogares afectados. En todo caso, todas las regiones estudiadas están por
encima del nivel de victimización rural nacional. En cuanto a pérdida
de bienes, los resultados arrojaron un 8% de afectación en Valle, 10%
en Antioquia, y en Meta y 23% en Montes de María.
En cuanto a su caracterización, de acuerdo al estudio de Rettberg, la
mayoría de víctimas adscritas a instituciones son mujeres: 69.8%, frente a
30.2% de hombres. Los estudios de Fundación Social, por estar dirigidos
a hogares, la metodología no permite determinar el sexo de las víctimas
directas y de las víctimas indirectas o sobrevivientes10. Los resultados dan
cuenta del sexo de la persona que respondió la encuesta al abrir la puerta de
la casa, pero no lo hacen respecto del de la persona afectada directamente por
el hecho en su hogar, o de familiares de personas asesinadas o desaparecidas.
En cuanto al estado civil, los estudios son coincidentes: se encontró
que alrededor del 60% de las víctimas vive en unión libre o es casada, y
alrededor del 20% es soltera. El estudio de la Fundación Social muestra
además que hay más personas viudas entre personas afectadas que entre
aquellas no afectadas.

9
La definición de víctima en la encuesta es restrictiva respecto de la que establece
la jurisprudencia constitucional, que también incluye a otras personas cercanas
que prueben el daño. Esto se debe a las características de la encuesta, en la que es
imposible determinar ese punto.
10
Jurídicamente sólo se considera víctima a la persona que directamente sufrió
el delito. Los familiares directos sólo se consideran víctimas cuando la persona
afectada directamente fue asesinada o desaparecida forzadamente.

84
Iris Marín Ortíz & Paula Gaviria Betancur

El estudio de Fundación Social evidencia que en zonas rurales las


víctimas habitan en viviendas de menor estrato y calidad. Sin embargo,
en zonas urbanas el estrato socioeconómico de la población afectada y
no afectada no es estadísticamente relevante.
Los estudios confirman que el nivel socioeconómico de las víctimas es
extremadamente bajo. De acuerdo con el estudio de Rettberg, el 61.5%
de las personas entrevistadas perciben menos de $360.000 mensuales
y el 16.6% no perciben ingresos. Esta situación es más grave entre las
mujeres. Adicionalmente, las víctimas tienen en promedio 4 personas
a cargo. Respecto del nivel educativo, con algunas diferencias en
porcentajes, las encuestas coinciden en que más del 70% de las víctimas
no han terminado secundaria.
En lo referente a la configuración racial de las muestras, si bien los
resultados son diferentes las tendencias son similares. En el estudio
de la Fundación Social 2008,el 55% del total de encuestados se
considera a sí mismo mestizo, una tercera parte (32%) blancos, un 5%
afrocolombiano, negro o mulato y un 5% indígena; en el estudio de
Angelika Rettberg el 43.3% se considera mestizo, el 21.5% blanco, el
13.4% afrocolombiano y el 6.5% indígena11.

3. Conocimiento de la verdad

En la encuesta urbana de Fundación Social de 2006, más del 35% de las


víctimas dijo no conocer la verdad de los hechos que le habían ocurrido,
mientras que un 59% dijo que sí conocía la verdad. Estos porcentajes varían
en lo rural, según lo muestra la encuesta 2008: el 51% de la población rural
colombiana afectada por la violencia no conoce las razones, circunstancias
y responsables del hecho que les afectó. En Valle, este porcentaje es de
46%, en Antioquia 53%, en Montes de María 42% y en Meta 49%.
Por su parte, el estudio de Angelika Rettberg señala que el 43.1%
de hombres y 30.1% de mujeres sí conoce la verdad. Mientras que el

11
El estudio de Rettberg indagó, adicionalmente, por la religión de la población
encuestada y encontró que alrededor del 60% de las personas encuestadas se
consideran católicas y entre 19 y 24% –dependiendo del sexo– cristianos no católicos.

85
Elementos para una política de verdad, justicia y reparación integral para las víctimas

53.2% de los hombres y el 68.1% de las mujeres no conoce la verdad. A


la pregunta de si conoce a la persona del crimen sufrido personalmente,
el 20% dijo que no, mientras que el 62% señaló que no sabía o no
respondió. Al preguntarse si conocía al responsable del crimen sufrido
por la familia, el 23.1% dijo que no, mientras que el 60.4% dijo no
saber o no respondió. En cuanto al conocimiento del responsable del
crimen que la comunidad sufrió, el 49% dijo que no lo conocía, y el
44% dijo no saber o no respondió.
Esto muestra que, aunque los estudios no coinciden en la magnitud,
el porcentaje de personas que no conoce la verdad es considerable.
De otra parte, todos los estudios preguntaron a las personas
afectadas si desearían que la verdad se informe públicamente. En el
estudio urbano de la Fundación Social de 2006 se encontró que un
49% de la población afectada sí lo quiere. En cuanto al estudio rural
de la Fundación Social de 2008, el 52% dijo estar de acuerdo. Este
porcentaje es especialmente alto en montes de María, donde el 75%
así lo quiere. Según el estudio de Angelika Rettberg, sólo el 26.4%
de los hombres y el 27.8% de las mujeres opinan que la verdad ha sido
divulgada adecuadamente al público.
Por último, en el estudio de Rettberg se preguntó si se consideraba
que una Comisión de la Verdad sería útil en su caso. Aunque el
porcentaje de conocimiento es bajo, de quienes habían respondido sí
haber escuchado hablar de comisiones de la verdad12, una importante
mayoría opinó que este mecanismo sería útil en su caso (80.9% de las
mujeres y el 85.3% de los hombres).

4. Principales responsables de los hechos


victimizantes

Como se vio antes, un porcentaje alto de las víctimas no conoce


la verdad sobre lo sucedido, incluso, no conoce con certeza los
responsables de los hechos.

12
Sólo el 20% de las mujeres y el 15.2% de los hombres habían escuchado hablar de
comisiones de la verdad.

86
Iris Marín Ortíz & Paula Gaviria Betancur

En las encuestas de la Fundación Social, se preguntó tanto a


población afectada como a no afectada si se consideraban víctimas de la
violencia. Dado que la encuesta de Fundación Social no pretendió ser
una encuesta sobre victimización13, se preguntó a todos los encuestados
si se consideraban a sí mismos como víctimas. En segundo lugar, se
les preguntó por el grupo o grupos del que se consideraban víctimas,
pudiendo señalar a más de un grupo como responsable.
El 89% de la población afectada y el 11% de la población no afectada
respondieron que sí se consideraban víctimas14. Quienes se consideran
víctimas y pertenecen a población afectada, estiman que el responsable
de su afectación es, en primer lugar, la guerrilla (63%); en segundo lugar,
los paramilitares (44%); en tercer lugar, la Fuerza Pública (9%) y en
cuarto lugar, el Estado (4%). De acuerdo a las respuestas, la percepción
por parte de la población afectada sobre la responsabilidad de guerrillas y
paramilitares fue muy similar en el Valle (alrededor del 45%); mientras que
en Montes de María la población afectada señala más a la guerrilla (66%)
que a los paramilitares (45%); al igual que en Meta, donde el señalamiento
a la guerrilla es significativamente mayor (82%) que a los paramilitares
(28%). Antioquia es la única región donde se responsabiliza en mayor
medida a los grupos paramilitares (63%) que a la guerrilla (44%).
En relación a la percepción sobre responsabilidad de miembros de
la Fuerza Pública, si bien en todas las regiones se les responsabiliza en

13
Las encuestas de victimización requieren un grado de confianza y cercanía con la
persona encuestada que no se presenta en un operativo de campo con entrevista
puerta a puerta de búsqueda aleatoria, como el desarrollado por la Fundación
Social. Resulta invasivo preguntar a la víctima sobre hechos tan delicados sin tener
un acercamiento previo de confianza con ella.
14
Las razones para sentirse víctima son variadas entre afectados y no afectados: haber
sido forzados a desplazarse y la muerte de familiares o amigos son las razones más
frecuentemente relacionadas por las personas afectadas que se sienten víctimas,
mientras que las personas no afectadas mencionan razones más generales que
muestran que el impacto del conflicto armado es mucho más que una acción
directa de un grupo armado, sino que incluye aspectos como el sufrimiento, el
desempleo, el miedo, la inseguridad y la intranquilidad. Al tratarse en esta ocasión
de una pregunta abierta, que se codificó con un grupo de categorías diferentes a
las utilizadas en el año 2006, estos resultados son directamente comparables entre
sí, pero se ven más similitudes que diferencias en ambas opiniones.

87
Elementos para una política de verdad, justicia y reparación integral para las víctimas

un porcentaje bajo respecto de los otros grupos, los resultados no dejan


de ser graves por tratarse de actores que no están al margen de la ley.
Este porcentaje es mayor en Antioquia y Valle, en donde la población
afectada señala en un 10% y 9% respectivamente la responsabilidad de
miembros de la Fuerza Pública. El porcentaje es de 4% en Meta y del
1% en Montes de María.
Ahora bien, al preguntar por otros agentes del Estado –diferentes a
miembros de la Fuerza Pública–, la población no los identifica como
responsables, con porcentajes entre el 0 y 4%. Resultado que sorprende
pues son de público conocimiento los probados nexos de los grupos
armados ilegales y sectores políticos en casi todas las regiones del país.
Se buscó también indagar de manera más general a las personas
encuestadas su opinión sobre quiénes consideraban como mayores
responsables de los delitos cometidos en el conflicto. Las guerrillas
ocuparon el primer lugar (46%), los políticos que han apoyado los
grupos armados ilegales un segundo lugar (21%), los paramilitares
un tercer lugar 17%–por debajo de los sectores económicos y sociales
que han apoyado a dichos grupos– (13%), y sólo el 2% considera
que es responsable la Fuerza Pública y agentes del Estado.
En relación con la encuesta de Angelika Rettberg, la pregunta
fue más directa respecto del autor responsable del crimen propio, el
responsable del crimen en la familia y el responsable del crimen en la
comunidad. En todos los casos se señala como primer responsable a las
AUC y segundo a la guerrilla de las FARC.

5. Formas de reparación preferidas por las víctimas

En los estudios de Fundación Social, así como en el estudio de Rettberg


se indagó sobre las formas de reparación preferidas por las víctimas.
En el estudio urbano de la Fundación Social de 2006, se ofrecieron
varias opciones de reparación. Para su calificación se utilizó la escala
de Lickert, de acuerdo a la cual, las categorías para responder esta
pregunta se clasifican en una escala entre totalmente de acuerdo hasta
totalmente en desacuerdo. Se le dio un puntaje de 2 a totalmente
de acuerdo, 1 a de acuerdo, 0 a indiferente, -1 a en desacuerdo y
-2 a totalmente en desacuerdo. Los puntajes son el promedio de las
repuestas de los encuestados:

88
Iris Marín Ortíz & Paula Gaviria Betancur

Cuadro 1.

Localización de personas secuestradas o desaparecidas 1.75

Devolución de bienes, dinero o propiedades 1.67

Que el Estado otorgue bienes y servicios especiales a los afectados 1.53

Cárcel 1.29

Verdad 1.25

Que los responsables pidan perdón 1.10

En la encuesta rural de Fundación Social de 2008, se preguntó


también sobre la simpatía con las medidas de reparación, usando un
método similar, pero calificando en una escala de 0 a 5. En la siguiente
gráfica se muestra quiénes señalaron estar de acuerdo o totalmente con
la respectiva medida de reparación:

Cuadro 2.

Que los responsables digan toda la verdad sobre lo sucedido, frente a


93%
los afectados y su comunidad

Que los responsables de delitos y crímenes pidan perdón frente a los


91%
afectados y su comunidad

Que los responsables paguen una pena en la cárcel 90%

Que el Estado otorgue bienes y servicios especiales a los afectados 90%

Que los responsables de los delitos y crímenes devuelvan a las


personas afectadas o a sus familias los bienes, dinero o propiedades 89%
que les quitaron

Que los responsables colaboren en la localización de las personas


88%
secuestradas y desaparecidas

Si bien, la escala de preferencias en cuanto a las medidas prácticamente


se invierte de orden en el ámbito rural frente al urbano, resulta muy alto

89
Elementos para una política de verdad, justicia y reparación integral para las víctimas

el grado de aceptación de las diferentes medidas razón por la cual la


diferencia de orden no es relevante estadísticamente.
En el estudio de Rettberg, por su parte, se preguntó también sobre
la preferencia de diferentes medidas como reparación. Los resultados
fueron los siguientes:

Cuadro 3.

Cubrir necesidades económicas 45.5%


Verdad 44%
Dinero en compensación por los daños y pérdidas 37.8%
Garantías de no repetición 36%
Devolución de bienes 32.2%
Juzgamiento de responsables 26.6%
Recuperación física y psicológica 16.1%
Liberación del ser querido 14.1%
Devolución restos de persona allegada 13.1%
Homenajes a la memoria de las víctimas 10.4%
Solicitud de perdón 5.1%

La metodología usada por Rettberg permite identificar el grado de


aceptación de la medida y también su preferencia ante la necesidad de
selección, pues para responder, las personas encuestadas debieron elegir
su tres favoritas.
La opción con mayor apoyo es ladel cubrimiento de las necesidades
económicas. Esta preferencia resulta natural, teniendo en cuenta
la situación socioeconómica de las víctimas. Sin embargo, se debe
tener cuidado con la interpretación de estos resultados, pues podría
validar aquellas tesis que permiten validar las medidas generales
dirigidas a población pobre, como medidas de reparación.Esto es
especialmente relevante si se tiene en cuenta que tanto víctimas como
población no víctima en zonas urbanas tienen más o menos igual
nivel socioeconómico. En el ámbito rural, las víctimas están en una
situación socioeconómica más baja, pero no mucho más, que el resto de

90
Iris Marín Ortíz & Paula Gaviria Betancur

la población. Adicionalmente, no es posible saber si el mayor grado de


vulnerabilidad se derivó del hecho violento o si la victimización afectó
más a la población más vulnerable. En este sentido si bien es claro que
es un deber del Estado adoptar medidas para enfrentar la pobreza,
estas medidas deben dar cobertura a toda la población que no tiene
sus necesidades básicas satisfechas; ello no sustituye la obligación de los
responsables y del Estado de reparar por virtud del daño causado por
un delito grave, bajo el derecho internacional. Además, el derecho al
mínimo vital, es decir a un sustento básico, es un derecho fundamental,
y no podría ser cubierto únicamente o prioritariamente a las víctimas,
pues el Estado se estaría eximiendo de su responsabilidad de hacerlo
respecto de toda la población pobre del país.

6. Justicia

Aunque la experiencia de las víctimas cuando han llevado su caso a


la justicia no ha sido siempre exitosa, estas confían y tienen altas
expectativas en ella:

Cuadro 4.

Efectividad de la justicia para… Superar el conflicto: 49.6%


(FS, urbana, 2006) Revelar la verdad: 58.02%
La reconciliación: 57.11%

Superar la violencia: 80%


Efectividad de la justicia para…
Revelar la verdad: 86%%
(FS, rural, 2008)
La reconciliación: 81%

Para conocer la verdad: 41.1%


¿En su opinión, para qué son los
Para permitir que las personas
juicios contra los responsables de los
puedan volver a convivir: 26.1%
diferentes crímenes cometidos en el
Para perdonar los actos cometidos:
conflicto armado colombiano? (AR)
11%

Las diferencias de las respuestas de los estudios de Fundación en


2006 y 2008 muestran un incremento de la confianza de la población
afectada en la justicia. Este incremento podría obedecer al aumento de la

91
Elementos para una política de verdad, justicia y reparación integral para las víctimas

discusión nacional sobre el derecho a la justicia con la implementación


de la ley de justicia y paz. Sin embargo, los resultados sobre credibilidad
en la justicia penal no son tan altos en la encuesta de Rettberg.
Resulta positivo que en un país cargado por una historia de violencia
tan larga y cruenta, y considerables los niveles de impunidad, las
personas victimizadas confíen en la justicia como un medio para resolver
los graves conflictos sociales violentos. Esta confianza se refuerza con la
valoración positiva que tienen las instancias de la justicia nacional como
medios para hacer justicia sobre tribunales extranjeros o internacionales:

Cuadro 5.

Fiscalía 62%
Presidencia15 47%
¿Qué instancias podrían
servir para hacer Tribunales Internacionales 38%
justicia con respecto a Instancias de Justicia y Paz 35%
los delitos? (FS, rural,
2008) Jueces Penales 23%
Justicia de USA a través de la 23%
extradición
Órganos nacionales de justicia 27.6%
Cortes Internacionales 18.7%
¿Quién debería juzgar a Un sistema mixto nacional e 17.2%
los responsables? (AR) internacional
La comunidad 15.5%
Cortes militares 7.4%

Ahora bien, si se sumaran las respuestas que prefieren como


instancias para hacer justicia con respecto a los delitos a tribunales
internacionales (38%) y a la justicia de Estados Unidos a través

15
Aunque la presidencia no es parte de la rama judicial, es percIbída por las
víctimas como una institución clave para la justicia. En efecto, aunque
la responsabilidad de hacer justicia recae en fiscalías, jueces y tribunales,
parece también ser evidente que sin la contribución de todas las ramas del
poder, incluyendo la ejecutiva, la justicia puede ver nublado el alcance de

92
Iris Marín Ortíz & Paula Gaviria Betancur

de la extradición (23%), la opción por la justicia internacional o


extranjera pasaría a un segundo lugar de preferencia, después de la
Fiscalía, con un 61% de apoyo.
Igualmente, en cuanto a la pregunta de quién debería juzgar a los
responsables, si se sumaran las respuestas de quienes prefieren cortes
internacionales (18.7%) y un sistema mixto nacional e internacional
(17.2%), la opción por intervención de la justicia internacional
obtendría un 35.9%, es decir, sería preferida por encima de los órganos
nacionales de justicia, que alcanzan un 23% de favoritismo. La lectura
anterior podría permitir plantear la hipótesis de la posible existencia de
una tendencia que favorecería a la justicia internacional.
Independientemente de lo anterior, la justicia nacional tiene una alta
confianza. Estos resultados,si bien son un reconocimiento importante
para el sistema judicialcolombiano, a pesar de las notables falencias y
dificultades que debe enfrentar para hacer justicia, denotan igualmente
una gran responsabilidad de su parte, por la confianza y expectativas
que tienen las víctimas sobre su gestión.
Por otra parte, la exigencia de penas ordinarias o más fuertes es
la opción más escogida por los encuestados en los estudios de la
Fundación Social, como se puede observar en el Cuadro 6.
De esta manera, más del 60% de las víctimas urbanas consideran
que se les debe imponer una pena igual o mayor a la establecida
ordinariamente. En efecto, el 41.45% prefirió que se hagan cumplir
las penas sin tratamiento especial y el 29.12% prefirió que se les
incremente las penas. La suma de estos dos porcentajes da un 70.57%
de apoyo a penas iguales o más altas para los responsables. Esta
proporción es de más del 90% en ámbitos rurales. En la encuesta
rural el 64% prefiere que no se les rebajen las penas y el 27% prefiere
que se les incrementen, lo que da como resultado 91% de apoyo a la
imposición de unas penas iguales o más altas.

Continúa nota 15
sus objetivos. Otra posible explicación es que según la Constitución Política,
el presidente de la república es el jefe de Estado, de gobierno y la suprema
autoridad administrativa, ello sumado a que existe en la actualidad una fuerte
figura presidencial que lleva dos períodos consecutivos en el poder.

93
Elementos para una política de verdad, justicia y reparación integral para las víctimas

Cuadro 6.

Rigor en la aplicación de la justicia FS, urbana, FS, rural,


a los responsables 2006 2008
Que se les haga cumplir las penas tal como están
establecidas actualmente en la ley, sin tratamiento 41.45% 64%
especial

Que se les aplique la justicia con mayor rigor que lo


29.12% 27%
establecido actualmente, incrementando las penas

Que se les reduzca la pena por el delito que


24.12% 7%
cometieron

Que no se les imponga ninguna pena 5.32% 2%

Estos resultados no pueden desconocerse por quienes han diseñado


y tendrán que diseñar marcos legales para la desmovilización de
combatientes pues el desacuerdo con la reducción de penas que ha
primado en las soluciones legislativas en Colombia es muy representativo
en estas respuestas.
El estudio de Rettberg refuerza esta conclusión, pues a la pregunta:
¿Cómo deberían ser castigados los culpables de los crímenes?, el
37% respondió que deberían ser encarcelados, el 37% respondió
que deberían pagarle a sus víctimas, el 17% respondió que deberían
prohibírseles ocupar cargos públicos16, sólo el 6% dijo que sería
suficiente con el pago de una multa.
Por otra parte, hay una opinión importante de las víctimas respecto a
enjuiciara líderes y rasos pero con preferencia a que se enjuicie con más
rigor a los líderes:

16
En todo caso las víctimas rechazan, en su mayoría, la posibilidad de que los
responsables ocupen cargos públicos, de acuerdo a los resultados sobre el punto
indagado en las encuestas de Fundación Social, en el capítulo sobre reconciliación.
En la encuesta urbana de 2006 el 34.9% de los hombres afectados y el 20.6%
de las mujeres afectadas, dijeron estar dispuestas a aceptar que los responsables
participaran en política y si fueran elegidos gobernaran. En el 2008, sólo el 11%
de la población afectada respondió que sí.

94
Iris Marín Ortíz & Paula Gaviria Betancur

Cuadro 7.

Solamente los líderes 32.46%


¿Quién cree ud. que debe ser juzgado?
Todos: 65.74%
(FS, urbana, 2006)
Solamente los rasos: 1.8%

Solamente los líderes 15%


¿Quién cree ud. que debe ser juzgado?
Todos: 84%
(FS, rural, 2008)
Solamente los rasos: 1%

¿Debe distinguirse entre quienes ordenan Si: 48.8%


un crimen y quienes lo ejecutan? (AR) No: 36.9%

Los que ordenan: 37.5%


¿Quiénes cree que deberían recibir el
Los que ejecutan: 9.2%
castigo más fuerte? (AR)
NS/NR: 53.4%

Aunque la necesidad de buscar eficiencia en la investigación, dada


la magnitud de personas responsables de los hechos y la masividad
de los mismos, han llevado a preferir la investigación únicamente
de los líderes, la verdad es que las personas encuestadas opinan que
se debería juzgar a todas las personas responsables. Sin embargo, de
acuerdo a los resultados de Rettberg, parece haber aceptación de
que se concedan penas más benignas a quienes ejecutan los hechos,
respecto de quienes los ordenan.

7. Conocimiento de la Ley de Justicia y Paz

Luego de más de tres años de aplicación de la Ley de Justicia y Paz, en


los estudios de la Fundación Social del 2008 y de Rettberg se indaga
sobre el grado de conocimiento de esta ley. Cada estudio aborda el tema
de manera distinta. En el Gráfico 1 se puede observar las preguntas
utilizadas por la Fundación Social y sus resultados.
Alrededor de 6 de cada 10 habitantes en zonas rurales del país (cifra
que es ligeramente más alta entre afectados que entre no afectados)
sabe que a algunos desmovilizados los están juzgando a través de una
“ley especial que les da rebajas de penas a cambio de que cumplan
ciertas condiciones”. Ello sugiere un conocimiento importante de la

95
Elementos para una política de verdad, justicia y reparación integral para las víctimas

Gráfico 1.

legislación actual que se refuerza con que más de la mitad menciona


específicamente la “Ley de Justicia y Paz” cuando se indaga sobre
cómo se llama la ley mediante la cual están siendo juzgados. Esta
proporción es menor en Montes de María, donde cuatro de cada
diez sabe, y es mucho mayor en Meta, donde el 85% de las personas
conocen la existencia de dicha ley17.
Estos resultados contrastan con los del estudio de Rettberg
pues al preguntarse a las víctimas si conocían la diferencia entre la
ley de justicia y paz y la ley ordinaria, un 74.2% respondió que no.
Luego, a quienes conocían la diferencia, se les preguntó cuál de las
dos prefería: el 81.7% dijo no saber o no respondió, mientras que
un 12.3% dijo preferir la ley de justicia y paz. Sólo un 6% dijo
preferir la ley ordinaria.

17
En Meta paradójicamente es donde menos instituciones de justicia y paz hacen
presencia y donde las que sí tienen presencia manifestaron no conocer aspectos
básicos de dicha ley, de ahí que el alto conocimiento de justicia y paz pueda
atribuirse a la difusión del tema en medios de comunicación.

96
Iris Marín Ortíz & Paula Gaviria Betancur

8. Las víctimas: entre el miedo, la confianza y la


desesperanza

Las víctimas como ciudadanas que luchan por construir o reconstruir


un proyecto de vida, se debaten entre el escepticismo respecto a la
finalización del conflicto, las posibilidades reales de un futuro mejor
para ellas y la confianza en que las cosas van a cambiar.
Así, frente a la pregunta sobre si va a haber paz en Colombia en los
próximos 5 años, las respuestas son mayoritariamente optimistas.

Cuadro 8.

Estudio A. Rettberg ¿Cuándo va a finalizar el conflicto?

3.8% hombres
NS/NR
7% mujeres
¿Cree usted que va a haber paz
37.7% mujeres
en Colombia en los próximos NO
45.9% hombres
cinco años?
55.3% mujeres
SI
50.3% hombres

Los estudios de la Fundación Social, por su parte, tienden a mostrar,


más bien, una gran incertidumbre. Tanto en el ámbito rural como en
el urbano, más del 50% de la población encuestada no sabe cuándo
terminará el conflicto, o cree que no va a ser nunca.

Cuadro 9.

Estudio Fundación Social ¿Cuándo va a finalizar el conflicto?

Nunca 30%
¿En cuántos años cree usted que
se va a acabar el conflicto en No sabe 28%
Colombia?
(FS, urbano, 2006) Se acaba
(promedio 14 42%
años)

97
Elementos para una política de verdad, justicia y reparación integral para las víctimas

Cuadro 9 (cont.)

Estudio Fundación Social ¿Cuándo va a finalizar el conflicto?

Nunca 18%
¿En cuántos años cree usted que
se va a acabar el conflicto en No sabe 48%
Colombia?
Se acaba
(FS, rural, 2008)
(promedio 12 34%
años)

En Valle y en Antioquia la tendencia es al pesimismo. En Valle, cerca


del 80% responde no saber cuándo se terminará el conflicto o piensa que
no se terminará nunca. En Antioquia, entre el 70% y el 80% responde
no saber cuándo será la terminación de la confrontación armada, o
piensa que no se terminará nunca. En Montes de María y Meta, la
población es menos pesimista. Alrededor del 60% de la población de
Montes de María y de Meta responde que no sabe cuándo se acabará el
conflicto o considera que nunca.
Al panorama anterior se le agrega el temor que mantienen las víctimas.
Sin bien se reconocen cambios positivos en las percepciones sobre el
debilitamiento de los grupos armados ilegales y el nivel de violaciones
cometidas por ellos, las víctimas están atrapadas entre el miedo y la
desesperanza.
En la gráfica se ve que el alto porcentaje que cree que los grupos se
han debilitado contrasta con que casi nadie considera que ya no existan.
Igualmente la percepción positiva sobre la reducción de la violencia a
partir de las desmovilizaciones, 62%, contrasta con la baja denuncia
de las víctimas sobre sus delitos a causa del miedo (del 51% que no
ha denunciado, el 60% no lo hizo por miedo a represalias). El miedo
también es la principal razón para no conocer la verdad (39%) y para
no solicitar reparación (de las 65% de las víctimas señalaron que no
habían solicitado reparación, el 35% no lo hizo por temor a represalias).
Valle y Antioquia son los departamentos donde las víctimas tienen más
miedo a represalias comparativamente con Montes de María y Meta.
Este miedo no es sólo una percepción si se tiene en cuenta que el año
pasado la Corte Constitucional tuteló a varias mujeres que pidieron

98
Iris Marín Ortíz & Paula Gaviria Betancur

protección por la grave situación de riesgo que enfrentaban por el hecho


de participar en los procesos de justicia y paz. De hecho varias de ellas
fueron asesinadas.
Los grupos armados ilegales después de las desmovilizaciones

Cuadro 9.

Guerrillas Paramilitares

Se han debilitado 87% Se han debilitado 81%

Conservan el mismo poder 12% Conservan el mismo poder 16%

Están fortalecidos 1% Están fortalecidos 1%

Ya no existen 0% Ya no existen 1%

9. Conclusiones y recomendaciones

A continuación se profundiza en algunos análisis de los resultados, en


aras de dar algunas recomendaciones para la construcción de políticas
públicas para víctimas de violaciones a derechos humanos y derecho
internacional humanitario.
Se requiere fortalecer mecanismos de acceso a la justicia para
población rural. Dado que parece ser significativamente más alto el
porcentaje de victimización en las zonas rurales que en las urbanas,
deberían de redoblarse los esfuerzos por establecer mecanismos de
acceso a la justicia y a las medidas de reparación para la población rural,
que es la que más dificultades enfrenta para acceder a las instituciones.
La mayoría de las instituciones de atención a víctimas se encuentran
ubicadas en cabeceras municipales. Tal es el caso de las oficinas regionales
de atención de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación,
las Procuradurías Regionales y Provinciales y las sedes regionales de la
Defensoría del Pueblo. Dado que evidentemente sería muy difícil contar
con oficinas especiales de atención a víctimas en todos los municipios
del país, lo más razonable es apoyarse en las entidades ya existentes
en los municipios, como las personerías. Igualmente, es necesario
apoyar la creación de programas de atención por parte de las alcaldías y
gobernaciones y fortalecer los ya existentes.

99
Elementos para una política de verdad, justicia y reparación integral para las víctimas

Todos los grupos han agredido a la población civil, todas las


víctimas deben tener iguales derechos. Los mayores responsables de
los delitos cometidos en el marco del conflicto armado han sido las
guerrillas y los grupos paramilitares. Hay también un porcentaje de
víctimas de la Fuerza Pública, y otras que se reportan como víctimas
de las Águilas Negras18. Igualmente, hay una percepción de una
responsabilidad comparativamente alta de sectores políticos y sociales
que han cohonestado e incluso apoyado las actividades de los grupos
armados ilegales. Resulta indispensable atender y garantizar sus derechos
a todas las víctimas de estos delitos por igual, sin hacer distinciones en
consideración al grupo que las ha victimizado.
No confundir las obligaciones sociales del Estado con la
obligación de reparar. La mayoría de las víctimas se encuentran en
condiciones de pobreza y vulnerabilidad. La mayoría de las víctimas
son mujeres de un bajo nivel socioeconómico y educativo. Las víctimas
rurales se encuentran en una situación socioeconómica ligeramente
más difícil que la de la población no afectada. No se sabe si esta
situación es consecuencia de la victimización o si la victimización
afectó más a población más vulnerable, o ambas. En los centros
urbanos, en cambio, el nivel socioeconómico de población afectada y
no afectada es similar.
Las apremiantes necesidades económicas que enfrentan las víctimas
pueden llevar a que estas acepten beneficios sociales encaminados
a cubrir sus necesidades económicas básicas, como medidas de
reparación. Esto parece indicar la encuesta de Angelika Rettberg,
en la que resulta clara la preferencia de las víctimas por ayudas para
cubrir las necesidades económicas personales y familiares.
Sin embargo, la población no afectada también es población pobre
y de bajo nivel socioeconómico y educativo. Así, si el Estado decidiera,
como se ha planteado en la discusión de algunas medidas legislativas,

18
Las Águilas Negras son grupos armados ilegales surgidos después de la
desmovilización de los grupos paramilitares, con presencia en varias zonas del país.
19
En las discusiones del proyecto de Ley 157 de 2007 –Senado y 044 de 2008–
Cámara, se propuso hacer valer como medida de restitución de bienes inmuebles la
concesión de acceso prioritario a los subsidios parciales de vivienda. Estos subsidios

100
Iris Marín Ortíz & Paula Gaviria Betancur

como el proyecto de ley de víctimas19, hacer pasar por reparación


las medidas de asistencia social, generaría una pugna nociva entre
víctimas y población no afectada. Se enviaría el equívoco mensaje de
que, para tener acceso a políticas sociales del Estado en vivienda, salud
o educación, no sólo es necesario ser pobre y no tener medios para
garantizarse esos derechos, sino además, haber sido víctima de un grave
delito de derechos humanos o derecho internacional humanitario.
Tomar esta decisión restaríala capacidad de acceso a estas políticas
sociales al resto de la población pobre.
Pero además, las medidas sociales, en principio, no son reparadoras.
Así lo ha confirmado la jurisprudencia constitucional, especialmente
en la Sentencia C-1199 de 2008, en la que la Corte Constitucional
estudió la Ley 975 de justicia y paz y señaló que las medidas sociales no
pueden ser validadas como medidas de reparación, pues cada una de
es tipo de medidas tiene fuente y finalidad distinta. Por consiguiente,
la solución de reparar con beneficios sociales, que parece práctica y
poco costosa en términos de recursos económicos, es inconstitucional,
dificulta el acceso a las políticas sociales por parte del resto de la
población pobre, y no repara.
Lo que se podría concluir es que se requiere que, a la vez que se
destinan recursos adicionales y específicos para reparación, se fortalezcan
las medidas para enfrentar las condiciones de vulnerabilidad y pobreza
de toda la población, incluyendo las víctimas.
No todas las víctimas saben la verdad de su caso y no están de
acuerdo con la difusión pública de la verdad. El 50% o más de las
víctimas de zonas rurales no conocen la verdad sobre lo que les ocurrió.
Este porcentaje es un poco más bajo en las zonas urbanas. Lo anterior
muestra que es imperioso fortalecer los mecanismos de acceso a la
verdad: a la determinación de los responsables y las causas de los
hechos. También muestra que el reto todavía es enorme, a pesar de
los resultados de la aplicación de la Ley 975 de 2005, en particular

Continúa nota 19
los ofrece el Estado para garantizar el derecho a la vivienda. Disposiciones similares se
han discutido en relación con costos educativos de educación básica primaria, que debe
ser gratuita de acuerdo a la Constitución y a los tratados internacionales aplicables.

101
Elementos para una política de verdad, justicia y reparación integral para las víctimas

por las declaraciones de los desmovilizados20, así como por el trabajo


del Grupo de Memoria Histórica de la Comisión Nacional de
Reparación y Reconciliación.
Ahora bien, aunque la mayoría de las víctimas quieren saber la
verdad, quienes no la quieren saber manifiestan que esto se debe al
temor a represalias. Esta razón podría ser también la explicación para
que alrededor de la mitad de las víctimas prefieran que la verdad no se
haga pública.
En todo caso, parece ser que es indispensable que para la difusión
pública de la verdad, tanto de los procesos judiciales como de los
mecanismos de verdad histórica, se deba contar con la autorización
expresa de la víctima concernida, y no desconocer ni minimizar los
temores o resistencias que esta pueda manifestar.
Justicia es sanción, y las víctimas prefieren el encarcelamiento
como sanción. Parecería que aceptan que se focalice el juzgamiento
en los líderes, y creen que la justicia nacional es quien puede y debe
hacerlo. Mayoritariamente, las víctimas consideran que los responsables
deben ser juzgados yque deben ser privados de la libertad. Creen además
que las penas deben ser iguales o mayores a las establecidas en la ley
ordinaria. Es decir, las víctimas, en principio, rechazan los indultos,
y quieren justicia retributiva sin rebajas para los responsables de los
delitos. Sin embargo, de acuerdo al marco legal vigente, los miembros
de los grupos postulados a la ley de justicia y paz, que equivale al 10%
de los desmovilizados, aproximadamente, responderían con penas de
entre 5 y 8 años de cárcel. El resto de los desmovilizados no cumplirían
pena alguna.
Además, la ley de justicia y paz sólo fue prevista para el juzgamiento
de quienes tuvieran procesos judiciales por delitos graves al momento
de su desmovilización. El resto de los desmovilizados accederían,
conforme a la Ley 782 de 2002 y a su Decreto Reglamentario 128 de
2003, a una medida de indulto, sin investigación alguna. Sin embargo,
la posibilidad de indultar sin condiciones a quienes hubieren hecho

20
El balance sobre los resultados y alcances de esas declaraciones es agridulce. Un
análisis del tema se encuentra en los panoramas nacional y regional de la justicia
transicional, elaborado por la Fundación Social en 2008.

102
Iris Marín Ortíz & Paula Gaviria Betancur

parte de los grupos paramilitares, fue encontrada inconstitucional por


la Corte Suprema de Justicia21.
Ahora bien, no es una tarea fácil la que la Fiscalía ha asumido con la
implementación de la ley de justicia y paz. Las cifras sobre confesiones
recIbídas, formularios diligenciados por las víctimas para participar en
los proceso de justicia y paz, entre otras, muestran que ha sido una
tarea descomunal. De otra parte, la Corte Constitucional ha revisado
la Ley 975 de 2005 y ha encontrado que la reducción de la sanción a
una privación de la libertad de entre 5 y 8 años es aceptable, siempre
que se garanticen los derechos de las víctimas. Igualmente, las víctimas,
de acuerdo a las encuestas, muestran aceptación de la focalización del
juzgamiento en quienes ejercían mando en los grupos, sin perjuicio
del deber del Estado de investigar, con la debida diligencia, todos los
hechos constitutivos de graves violaciones a los derechos humanos e
infracciones al derecho humanitario22.

21
Cuando más de 11.000 desmovilizados habían sido indultados la Corte Suprema
de Justicia expidió el 11 de julio de 2007 una sentencia que señaló que los
desmovilizados de grupos paramilitares no podrían ser indultados, aunque no
hubieren cometido delitos diferentes a la pertenencia al grupo, al porte ilegal de
armas y al porte ilegal de uniformes e insignias. Según la sentencia de la Corte
Suprema de Justicia, la pertenencia a grupos paramilitares constituía el delito de
concierto para delinquir agravado, es decir, en el delito de asociarse para cometer
delitos graves de derechos humanos. La Corte Suprema estimó que ese delito no
era indultable y que el perdón de la pena vulneraría las normas que reconocen
los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación. Por tal razón,
19.000 desmovilizados quedaron a la espera de una solución jurídica. Al momento
de culminar este artículo el Congreso de la República aprobó el proyecto de ley
que permite aplicar el principio de oportunidad, es decir suspender, renunciar o
interrumpir la investigación penal, de estos desmovilizados. El juez puede, si así
lo estima, imponer algunas condiciones relacionadas con la satisfacción de los
derechos de las víctimas y la garantía de no reincidencia.
22
Es altamente probable que entre los 19.000 en espera de una solución jurídica
se encuentren personas que, aunque no tengan investigaciones o procesos por
delitos graves, los hayan cometido, o incluso hayan actuado como mandos medios
o altos en las estructuras, sin que la justicia haya avanzado en su individualización
como presunto responsable del hecho. El Estado debe investigar los hechos para
garantizar que estas personas no escapen a la responsabilidad penal que tienen por
los delitos que hayan podido cometer.

103
Elementos para una política de verdad, justicia y reparación integral para las víctimas

Lo que sí resulta indispensable, es que todas las personas postuladas


a la ley de justicia y paz sean privadas de la libertad. De acuerdo a cifras
suministradas por la Fiscalía a la Fundación Social, en ninguna de las
regiones estudiadas a profundidad en el estudio realizado en 200823, la
proporción de personas sometidas a justicia y paz que estaban privadas
de la libertad superaba el 35%. En algunos casos, como los del Bloque
Pacífico, este porcentaje era del 9%. Es decir, en las cuatro regiones
estudiadas, por lo menos el 65% de los paramilitares desmovilizados
sometidos a justicia y paz, que tienen investigaciones en contra por
delitos contra los derechos humanos y el derecho humanitario, no están
privados de la libertad.
No sólo porque es lo que quieren las víctimas, sino además porque
es lo que exige la ley, habría que fortalecer los esfuerzos para capturar
a todos los desmovilizados sometidos al marco de la ley de justicia y
paz, pero también a los miembros de las guerrillas y los miembros de la
fuerza pública comprometidos en delitos graves.
Retos para la justicia en medio del conflicto. A pesar de la
percepción de mejoramiento de la situación de violencia general y
del debilitamiento de los grupos, ninguna víctima encuestada cree
que los grupos paramilitares hayan dejado de existir, a pesar de su
desmovilización. Adicionalmente, en ellas prima el miedo, y este las
disuade de reclamar sus derechos.
Las falencias del programa de protección de víctimas y testigos de
la ley de justicia y paz son notables. Así lo ha constatado la Corte
Constitucional en la sentencia T-496 de 2008, que tuteló a las
mujeres que estaban en una grave situación de riesgo por su interés de
participar en los mecanismos de justicia y paz. Dado que la mayoría
de las víctimas que solicitan servicios de los programas del Estado
son mujeres, es fundamental que en estos programas se incorpore un
enfoque diferencial de género, además del enfoque etáreo, étnico y para
personas en situación de discapacidad.
Debido a que los mecanismos de justicia y de reparación están
operando en medio del conflicto, la participación de las víctimas
en lo procesos judiciales –no sólo en justicia y paz–, así como

23
Valle, Antioquia, Montes de María y Meta.

104
Iris Marín Ortíz & Paula Gaviria Betancur

en los procesos de esclarecimiento de verdad no judiciales y de


búsqueda de la reparación, las pone en riesgo. Por consiguiente,
tal vez la tarea más apremiante en este proceso es fortalecer los
mecanismos de protección.
Además, estos mecanismos se deben complementar con políticas
de prevención. La Corte Constitucional ha encontrado defectos
graves en la política pública de prevención en el marco del
proceso de seguimiento de la Sentencia T-025 de 2004. Para ser
solucionados, la Corte ha llamado la atención sobre la necesidad
de desarrollar un Sistema Nacional de Prevención de Violaciones
de Derechos Humanos:

Según los distintos informes y evaluaciones remitidos a la Corte Cons-


titucional con ocasión del seguimiento al cumplimiento de la senten-
cia T-025 de 2004, en materia de prevención, continúa faltando el
desarrollo de un sistema nacional de prevención del desplazamiento
propiamente dicho que, entre otras cosas, (i) funcione en el marco de
una política pública de prevención de violaciones de derechos huma-
nos, (ii) cuente con recursos adecuados que no dependan exclusiva-
mente de la cooperación internacional; (iii) permita un seguimiento
permanente de la dinámica del desplazamiento, de la evolución del
conflicto armado y de otros factores de alteración del orden público y
de seguridad ciudadana que incidan en el desplazamiento forzado;
(iv) supere el análisis puramente coyuntural activado por los infor-
mes de riesgo presentados por la Defensoría del Pueblo; (v) establezca
mecanismos y protocolos técnicos para desvirtuar objetivamente los
informes de riesgo; (vi) permitan mantener por un tiempo pruden-
cial las medidas de protección a bienes y personas, así no se declare
la alerta temprana; (vii) cuente con un sistema de información ade-
cuado para valorar los riesgos, que tenga en cuenta otros sistemas de
seguimiento existentes sobre la evolución del conflicto armado y el
orden público y sobre violaciones de derechos humanos, de tal manera
que sea posible establecer mecanismos adicionales para la prevención
del desplazamiento; (viii) facilite la implementación de planes de
contingencia cuando el riesgo esté relacionado con operaciones legíti-
mas del Estado para el mantenimiento del orden público; (ix) retroa-
limente el sistema de protección individual a líderes y personas des-
plazadas a cargo del Ministerio del Interior y de Justicia; y (x) de una

105
Elementos para una política de verdad, justicia y reparación integral para las víctimas

respuesta estatal oportuna, coordinada y efectiva ante los informes de


riesgo señalados por la Defensoría del Pueblo y ante las declaratorias
de alerta temprana que emita el CIAT24.

La Corte ha señalado que entre las deficiencias de las medidas de


prevención de violaciones a los derechos humanos se encuentra la ausencia
de enfoques diferenciales en las mismas. En particular, ha resaltado la
necesidad de dar respuestas específicas para la prevención de los riesgos
desproporcionados del conflicto en las mujeres (Auto 092 de 2008);
en niños, niñas y adolescentes (Auto 251 de 2008); en la población
indígena (Auto 004 de 2009); en la población afrodescendiente (Auto
005 de 2009) y en la personas en situación de discapacidad (Auto 006
de 2009). Para superar las falencias señaladas, la Corte ha ordenado
al Gobierno el diseño e implementación de planes de prevención del
desplazamiento forzado, en el marco de una política de prevención de
las violaciones a los derechos humanos.
Para proteger efectivamente a las víctimas, la multiplicidad de
programas de protección, así como los planes de prevención ordenados
por la Corte Constitucional en materia de prevención y protección,
deben ser articulados bajo una política pública integral y armónica de
prevención de violaciones a derechos humanos y de protección de las
personas que se encuentran en situación de riesgo.

24
Corte Constitucional, Auto 008 de 2009.

106
Víctimas, victimarios y vecinos: proximidad
social y actitudes de las víctimas
frente a la reparación, la justicia y la paz*

Angelika Rettberg & Juan Diego Prieto**


Departamento de Ciencia Política
Universidad de los Andes
Bogotá, Colombia

Introducción

“¿Conoce usted a la persona responsable del crimen que usted sufrió?”.


“Sí, ese se aparece por aquí a ratos…”, contesta una mujer desplazada,
encuestada para el proyecto Reparación en Colombia: ¿Qué quieren las
víctimas? (Rettberg, 2008) durante una jornada en Caquetá (1° de
julio de 2008). Cerca de una quinta parte de las víctimas del conflicto
armado colombiano encuestadas para este proyecto dijo conocer a su
victimario (ver Tabla 1). 9,1% de la muestra afirmó saber dónde vive
éste, y el 5,1% afirmó que vive en su comunidad. Porcentajes similares

*
Agradecemos a GTZ-Profis la oportunidad de presentar resultados preliminares
en el foro “Reparación en Colombia: ¿Qué quieren las víctimas? - Retos, desafíos
y alternativas para garantizar la integralidad”, realizado el 8 de mayo de 2009
en el Hotel de la Ópera, Bogotá. Agradecemos también a Natalia Lombana por
compartir sus observaciones del trabajo de campo realizado en el marco de la
encuesta Reparación en Colombia: ¿Qué quieren las víctimas?, cuyos resultados
fueron recopilados en Rettberg (2008).
**
Rettberg, Angelika Ph.D. es directora del Programa de Investigación sobre
Construcción de Paz (ConPaz) y directora del Departamento de Ciencia Política de la
Universidad de los Andes. Juan Diego Prieto es estudiante de la Maestría de Ciencia
Política del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Los Andes.
Víctimas, victimarios y vecinos: proximidad social y actitudes de las víctimas frente a la reparación, la justicia y la paz

dijeron conocer (16,6%), saber dónde viven (8,1%), o tener en su


comunidad (3,8%) a los victimarios de sus familiares.

Tabla 1. Porcentajes de proximidad social entre víctimas y victimarios

Propio Familia
Conocen al victimario 17,6% 16,6%
Saben dónde vive 9,1% 8,1%
Vive en su comunidad 5,1% 3,8%

Colombia se distingue de otros países inmersos en conflictos armados


por la extracción social similar de la mayoría de víctimas y victimarios
(Arjona, 2009; Rettberg, 2008). Orozco (2005) ha definido este
fenómeno como de “victimización horizontal”. Esto hace referencia no
sólo a que las bases sociales y económicas de ambos grupos coinciden
a grandes rasgos, sino también a que, debido a la larga duración del
conflicto colombiano, muchos victimarios pueden aducir su propia
victimización previa como causante o justificación de su acción1. En
varias regiones del país víctimas y victimarios han convivido en las
mismas poblaciones o tienen antecedentes familiares comunes. Muchas
veces, haber quedado de un lado u otro de la responsabilidad frente
a graves violaciones de Derechos Humanos ha sido fruto más de la
coincidencia que del cálculo político.
La Ley de Justicia y Paz (Ley 975 de 2005) y el proceso de
desmovilización (Ley 782 de 2002) han sido instrumentales para poner
de presente muchas de estas realidades. Tanto las versiones libres de los
paramilitares desmovilizados como las declaraciones de los desertores
de las guerrillas, como también los testimonios de las múltiples

1
Este no sólo es el caso de grandes cabecillas como Carlos Castaño, líder de
las AUC, quien en su autobiografía relata una larga historia de victimización
por parte de la guerrilla a su familia (Aranguren, 2001). También líderes
intermedios y combatientes rasos recurrentemente relatan que ataques del bando
opuesto –a sus familias y sus poblaciones– jugaron un papel en su decisión de
vinculación (ver Bolívar, 2006).

108
Angelika Rettberg & Juan Diego Prieto

víctimas y organizaciones de víctimas surgidas en los últimos años no


sólo sugieren experiencias sociales similares –de pobreza, abandono,
precariedad material y pocas oportunidades– sino también coincidencia
en las regiones de origen y de residencia. Si bien el abismo moral que
separa a estos dos grupos resulta infranqueable, su convivencia en la
práctica plantea preguntas que son relevantes para la construcción
de paz en Colombia: ¿En qué medida la proximidad social –desde el
conocimiento hasta la coincidencia en lugares de residencia con una
probabilidad elevada de contacto cotidiano– entre víctimas y victimarios
representa un obstáculo o una oportunidad para la reparación de unas
y la reintegración social de los otros? En breve, ¿en qué medida la paz y
la reconciliación en Colombia van a depender de resolver –en el nivel
micro local (casi que de barrio)– la convivencia entre (antiguas) víctimas
y (antiguos) victimarios?
Este trabajo no pretende dar respuesta a estas preguntas pero intenta
iniciar una reflexión con base en insumos como los presentados al
comienzo de este documento. Intenta derivar indicios de respuesta a
las preguntas planteadas arriba de lo que víctimas consultadas en la
encuesta Reparación en Colombia: ¿Qué quieren las víctimas? (Rettberg
2008) dijeron sobre sus necesidades y expectativas de reparación. En
concreto, intenta identificar en qué medida la proximidad social con
el victimario incide en sus preferencias y necesidades de reparación. En
primer lugar, este documento establece un perfil de aquellas víctimas
que reportan proximidad social para aclarar si se pueden distinguir del
universo general de víctimas. En ese sentido, el texto describe quiénes
son estas personas, qué crímenes sufrieron y qué actores armados son
los responsables de su victimización. En segundo lugar, el documento
se adentra en la pregunta de si las necesidades de reparación de las
víctimas y sus opiniones sobre temas de justicia son condicionadas por
la experiencia de la proximidad social con los victimarios: ¿Convivir
con el victimario hace que las víctimas se inclinen más por ciertas
formas de reparación que por otras? ¿Conocer a los responsables de
los crímenes afecta sus opiniones acerca de la manera adecuada de
juzgarlos? Finalmente, con miras al contexto más amplio, ¿en qué
medida la proximidad social incide en la percepción de las víctimas
sobre su papel político y sobre la situación del país?
Esta utilización de opiniones sobre reparación de víctimas en
condiciones de proximidad social con sus victimarios como “proxy”

109
Víctimas, victimarios y vecinos: proximidad social y actitudes de las víctimas frente a la reparación, la justicia y la paz

del potencial de reintegración social y convivencia en Colombia tiene


sentido metodológico dada la carencia de datos disponibles acerca
de cómo está funcionando, en la práctica, la reintegración social de
los victimarios y la convivencia entre ambos grupos. En un futuro,
estudios de caso más profundos podrán arrojar con mayor precisión
información acerca de la construcción de la convivencia (o de su
ausencia) en el nivel micro colombiano.
Al mismo tiempo, la decisión de unir el análisis de ambos grupos
–víctimas y victimarios– puede resultar políticamente polémica. Lo común
–en la institucionalidad que se ha desarrollado y también en los estudios
académicos sobre estos temas– es la fragmentación y la especialización.
En Colombia, la Alta Consejería de la Reintegración atiende a los
desmovilizados, mientras que la Comisión Nacional de Reparación y
Reconciliación (CNRR) y la Agencia Presidencial para la Acción Social
representan la respuesta estatal a las necesidades de las víctimas. En
medio de las dos, un ejército de organizaciones gubernamentales y
no gubernamentales, nacionales e internacionales, compiten para
incidir en la agenda y para definir respuestas adecuadas a las múltiples
necesidades2. Al mismo tiempo, en la academia la especialización hacia
uno de los dos grupos suele generar recomendaciones irreconciliables o,
mínimamente, incompletas. Un paraíso para quienes estudian la lógica
de la acción colectiva (o su ausencia - ver Olson, 1971), este escenario
resulta ser una pesadilla para quienes procuran transmitir una visión
integral y sostenible en el tiempo que responda tanto al fantasma del
sabotaje advertido por estudios internacionales acerca de los procesos
de desmovilización, desarme y reinserción (Humphreys & Weinstein,
2007; Springer, 2005 y Walter, 1999) como a la necesidad de
conocer la verdad, reconocer la responsabilidad y construir una paz con
justicia (De Greiff, 2006; Díaz 2006 y Rombouts et al., 2005). Este
estudio aborda explícitamente esta tensión al considerar la realidad de la
proximidad social entre víctimas y victimarios y sus implicaciones para

2
Consideramos que el ejemplo más reciente de esta heterogeneidad fue el fracaso
en el Congreso de la República en la expedición de una Ley de Víctimas. Cálculos
inmediatistas y poca coordinación entre los muchos involucrados llevaron a que
se postergara esta que es una de las necesidades más imperiosas del momento.

110
Angelika Rettberg & Juan Diego Prieto

la formación de preferencias de las primeras frente a un tema crítico:


la reparación. Muchas de sus conclusiones apuntarán a la necesidad
de superar explícitamente la división surgida en la atención a ambos
grupos y buscar maneras de atender integralmente las necesidades de
ambos en el nivel local colombiano.
El documento está estructurado de la siguiente manera. La siguiente
sección describe aspectos metodológicos del estudio y destaca posibles
fuentes de sesgo. La tercera sección revisa el lugar de la proximidad
social en la literatura académica. En seguida, presentamos y discutimos
los datos sobre las preguntas planteadas: a) perfil de las víctimas en
contextos de proximidad social; b) proximidad social y reparación; c)
proximidad social y actitudes frente a la justicia, y d) proximidad social,
organización política y perspectivas de paz. El documento concluye
con una sección que resume los principales hallazgos y discute sus
implicaciones a la luz de las preguntas planteadas arriba.

1. Consideraciones metodológicas

El principal insumo de este documento son los datos recogidos por la


encuesta Reparación en Colombia: ¿Qué quieren las víctimas? (n=1014)
cuyos principales resultados fueron publicados en Rettberg (2008).
Para analizar los datos, llevamos a cabo pruebas estadísticas de dos tipos.
Para estudiar la incidencia de la proximidad social en las preferencias
de reparación, segmentamos la muestra total según conocimiento
del victimario, de dónde vive y de convivencia en la comunidad y
obtuvimos estadísticas descriptivas sobre las respuestas de estos grupos
de encuestados para compararlas con las del total de las víctimas. Para
los demás temas, realizamos pruebas de chi-cuadrado (X²) de Pearson
con el fin de establecer la significancia estadística (p ≤ 0.05) de las
diferencias observadas entre quienes están en situaciones de proximidad
social y quienes no lo están. Para la interpretación de los datos, nos
apoyamos en la literatura sobre conflicto armado y construcción de
paz en Colombia y en las notas cualitativas de los encuestadores que
participaron en la aplicación de la encuesta.
Destacamos posibles sesgos en los datos recolectados. En primer
lugar, es posible que la pregunta relacionada con el conocimiento del
victimario (”¿Conoce usted a la persona responsable del crimen que

111
Víctimas, victimarios y vecinos: proximidad social y actitudes de las víctimas frente a la reparación, la justicia y la paz

usted sufrió?) haya sido malinterpretada por algunas de las personas


encuestadas, ya que al pasar a la pregunta de si sabe dónde vive
éste, algunas personas respondieron con frases como “sí, en Estados
Unidos, en la cárcel allá” (una persona encuestada en Medellín, 26
de junio de 2008). Así mismo, es probable que, en algunos casos, el
conocimiento del victimario expresado al responder la encuesta sea
más un reconocimiento del jefe del grupo culpable de la victimización
(“Macaco”, “Tirofijo”, “Don Berna”, “El Mono Jojoy”) que un
conocimiento personal directo. También, los altos porcentajes de
respuestas negativas y de “no sabe, no responde” pueden ser reflejo del
temor a responder en contextos donde la continua amenaza contra
las víctimas es latente porque los victimarios –aun desmovilizados–
siguen ejerciendo poder social3. En todo caso, los datos recogidos son
insumos importantes para una agenda académica en ciernes.
Por otro lado, la muestra no es proporcional con respecto a las
regiones estudiadas4, ni en términos de las víctimas de diferentes
delitos. En particular, las víctimas de secuestro, minas antipersonales
y delitos sexuales están subrepresentadas. Además, vale la pena señalar
que muchas de las personas encuestadas figuran en más de una categoría
de victimización. De hecho, el 8,9% de los encuestados reportó dos
formas de victimización propia y el 1,5% reportó tres o más (Rettberg
2008). Además, 67,2% de los encuestados son víctimas directas y, al
mismo tiempo, familiares de víctimas. Por estas razones, una simple
enumeración de cuántas víctimas de cada crimen conocen, saben dónde
vive o conviven con los victimarios no sería suficiente para establecer
asociaciones entre proximidad social y formas de victimización. Con
esto en mente, llevamos a cabo pruebas de chi-cuadrado comparando
las respuestas a estas preguntas de las víctimas de los distintos delitos
con las de aquellas que no reportaron victimización por esos delitos.

3
Por ejemplo, cuando se le formularon las preguntas sobre proximidad social a una
persona encuestada en Medellín (27 de junio de 2008), ésta contestó: “Eso me lo
reservo. El día que yo vuelva por allá no quiero que me pregunten por esto”.
4
De las 1.014 personas encuestadas 423 residían en la región central (Antioquia,
Bogotá, Cundinamarca, Huila, Caquetá y Meta), 418 en la región Caribe
(Atlántico, Bolívar, Cesar, Magdalena y Sucre), 106 en la región Pacífica (Cauca,
Nariño y Valle del Cauca) y 67 en la región Oriental (Santander).

112
Angelika Rettberg & Juan Diego Prieto

2. La proximidad social en la literatura académica

El tema de las relaciones sociales entre víctimas y perpetradores ha


sido objeto de estudio desde varias perspectivas. Desde la victimología
criminal, por ejemplo, se ha señalado que estas relaciones constituyen
un asunto de gran importancia en el estudio de la violencia criminal ya
que pueden brindar información sobre las estructuras sociales dentro
de las cuales ocurre la victimización (ver por ejemplo Loftin et al.,
1987 y Miethe & Meier 1994). Además, se ha llamado la atención
sobre las diferencias entre el impacto de la victimización por parte de
extraños y por parte de personas conocidas o cercanas a la víctima, así
como las diferencias en el tratamiento por parte del sistema judicial
de estas distintas formas de victimización (Hessick, 2007). En
Colombia, una de las variables analizadas por Medicina Legal en sus
estudios anuales sobre muertes y lesiones personales es precisamente “la
relación existente el agredido y el agresor, de acuerdo con los grados de
cercanía o vínculo entre ellos” (Instituto Nacional de Medicina Legal
y Ciencias Forenses, 2009). Según el estudio más reciente, en 2008
hubo más homicidios y lesiones personales causados por familiares,
amigos, vecinos o conocidos que por actores del conflicto armado5. En
segundo lugar, desde un punto de vista psicológico, la convivencia de las
víctimas con sus victimarios puede ser fuente de serios problemas para
la recuperación de aquéllas, ya que el tratamiento efectivo de traumas
suele requerir un entorno que genere algo de confianza y un sentido
de seguridad (ver por ejemplo Herman 1997 y Montiel, 2000). Por
otra parte, el tema ha sido estudiado por expertos en asuntos de justi-
cia transicional y reconciliación post-conflicto. Ya que la reconciliación
–más allá de la construcción de paz entendida en términos minimalistas
(al respecto, ver Rettberg, 2003)– suele entenderse como la superación

5
Vale la pena anotar, a propósito, que la literatura criminológica en general se
ha enfocado más en las relaciones entre víctimas y agresores con respecto a la
criminalidad común que a la violencia en contextos de guerras. Por ejemplo, el
estudio de Medicina Legal trata como categorías distintas la “violencia impulsiva”
en contextos de relaciones cercanas (por ejemplo, violencia intrafamiliar o riñas) y
la “violencia sociopolítica”.

113
Víctimas, victimarios y vecinos: proximidad social y actitudes de las víctimas frente a la reparación, la justicia y la paz

de un pasado de violencia con el concurso de toda una sociedad y la


transformación de relaciones sociales de conflicto en relaciones de paz y
convivencia (Lederach, 1998; Rigby, 2001 y Santa-Bárbara, 2007),
los problemas que implican las relaciones entre víctimas y victimarios
resultan ser un asunto ineludible para prevenir la perpetuación de ciclos
de violencia y venganza (Minow, 2002; Staub, 1998 y Walker, 2006).
Según Kalyvas (2006), la violencia entre personas cercanas no
es un rasgo exclusivo de las guerras contemporáneas: ésta ha sido
común en muchos conflictos a lo largo de la historia, desde la antigua
Grecia hasta las guerras de los siglos XIX y XX. No obstante, en
años recientes el tema ha sido estudiado con gran atención en varios
trabajos sobre conflictos como los de Ruanda y la antigua Yugoslavia
(ver Halpern & Kideckel, eds., 2000 y Stover & Weinstein, eds.,
2004). Por su parte, el estudio pionero sobre víctimas en once países6
de Kiza, Rathgeber y Rohne (2006) otorgaron gran importancia
a la proximidad social de las víctimas con sus victimarios. Según los
autores, estudiar la relación entre víctimas y victimarios antes, durante
y después de la victimización es crucial para entender las actitudes
de las víctimas respecto a su experiencia y sus necesidades a futuro.
Notablemente, como se muestra en la Tabla 2, en la muestra de Kiza
et al. el conocimiento de los victimarios varía de 1% en Israel a 75% en
Sudán, lo que destaca diferencias importantes entre los conflictos y el
nivel en el que las estructuras bélicas permean a las sociedades.
La pregunta era: ¿Conocía usted a las personas que le hicieron lo que le hicieron?
Nota: Las discrepancias en los porcentajes totales se deben a
estimaciones (traducción libre).
En su conjunto, la literatura sobre estos temas señala desde aspectos
psicológicos y emocionales de la víctima y del perpetrador, aspectos sociales
relativos al poder social y económico que pueden tener los victimarios
y aspectos jurídicos sobre el tratamiento diferencial que reciben ambos
grupos. Si bien los estudios coinciden en destacar que tanto la probabilidad
de la reincidencia de los victimarios así como de la convivencia entre

6
Los países son Afganistán, Bosnia y Herzegovina, Camboya, Croacia, República
Democrática del Congo, Israel, Kosovo, Macedonia, Territorios Palestinos (Gaza
y Cisjordania), Filipinas y Sudán.

114
Tabla 2. Conocimiento del victimario (en porcentajes) en once países, según Kiza, Rathgeber y Rohne (2006)

TOTAL
Afganistán
Antigua Rep.
Yugoslava de
Macedonia
Bosnia-Herzegovina
Camboya
Croacia
Filipinas
Israel
Kosovo
Rep. Dem. Congo
Sudán
Territorios
Palestinos

Sí 49 22 59 51 46 35 53 1 40 69 75 72

No 38 76 20 31 30 50 41 96 48 26 13 16

Sin comentarios 7 2 12 10 2 9 4 0 10 4 9 7

No sabe 4 0 7 5 20 6 2 0 1 0 3 4

Faltantes 2 0 2 2 2 1 0 3 0 2 3 1

115
Angelika Rettberg & Juan Diego Prieto
Víctimas, victimarios y vecinos: proximidad social y actitudes de las víctimas frente a la reparación, la justicia y la paz

víctimas y victimarios dependen de una combinación de factores, la


comprensión de los contextos de conflicto armado como el colombiano y
los retos que plantean aún requieren un significativo esfuerzo.

3. Relaciones entre proximidad social, formas de


victimización, justicia, activismo y expectativas de paz

3.1 Perfiles de victimización y proximidad social

Las víctimas encuestadas son, en su mayoría, mujeres solteras de


más de cuarenta años, con varios hijos, responsabilidad económica
exclusiva frente a su mantenimiento y escasos niveles de educación.
Este perfil general se mantiene igual en casos de proximidad social.
En términos geográficos, Bogotá y, en menor medida, Medellín
sobresalen notoriamente como escenarios de proximidad entre víctimas
y victimarios: tanto con respecto al conocimiento del victimario propio
y del familiar y a saber dónde vive como en términos de convivencia
en las comunidades, los porcentajes de respuestas afirmativas son
significativamente más altas que en los demás municipios estudiados. Este
hallazgo es consistente con los datos según los cuales el Distrito Capital
y el departamento de Antioquia ocupan los primeros lugares como
receptores tanto de desplazados como de combatientes desmovilizados
(Acción Social, 2009; Alta Consejería para la Reintegración, 2009).

Tabla 3. Proximidad social entre víctimas y victimarios según municipio

BOGOTÁ Propio Familia


Conocen al victimario 39,5% 35,0%
Saben dónde vive 21,9% 19,0%
Vive en su comunidad 17,2% 13,1%

MEDELLÍN Propio Familia


Conocen al victimario 32,3% 26,1%
Saben dónde vive 21,9% 17,4%
Vive en su comunidad 9,1% 8,7%

116
Angelika Rettberg & Juan Diego Prieto

En cuanto a formas de victimización, como lo muestran los Gráficos


1 y 2, el conocimiento del victimario propio está asociado con la
victimización por secuestro y tortura; así mismo, ser familiar de víctimas
de secuestro, homicidio, desaparición y tortura está relacionado con
conocer al victimario de un familiar. No hay correlaciones significativas
entre el conocimiento del victimario propio y la victimización por
desplazamiento, minas antipersonales o delitos sexuales, ni tampoco
entre el conocimiento del victimario de un familiar y la victimización
de familiares por masacres, minas o desplazamiento.

Gráfico 1. Conocimiento del victimario según formas de victimización propias


¿Conoce Ud. a la(s) persona(s) responsable(s) del crimen que Ud. sufrió?

*La diferencia es significativa según prueba de chi-cuadrado (p ≤ 0.05).

Gráfico 2. Conocimiento del victimario del familiar según formas de victimización en la familia
¿Conoce Ud. a la(s) persona(s) responsable(s) del crimen que sufrió su familiar?

117
Víctimas, victimarios y vecinos: proximidad social y actitudes de las víctimas frente a la reparación, la justicia y la paz

En todas las categorías, menos de la mitad de las víctimas dice conocer


a los responsables de los crímenes que sufrieron. No obstante, entre una
cuarta parte y la mitad de las víctimas de estos crímenes conoce a sus
victimarios, lo cual significa un aumento importante respecto al nivel
de conocimiento expresado por la muestra general.
Por otra parte, las únicas formas de victimización con asociaciones
significativas con saber dónde vive el victimario propio o el del familiar son
el secuestro y la tortura, propios y el homicidio en la familia. En estos casos,
las personas que fueron afectadas por estos crímenes saben dónde vive su
victimario o el de su familiar en mayor proporción que quienes no lo fueron.
En cuanto a la presencia del victimario en la comunidad, ésta no está asociada
significativamente con ninguna forma de victimización en particular.
Ahora bien, ¿de qué actores armados son víctimas las personas en
situaciones de proximidad social? Como lo muestra el Gráfico 3, las
víctimas y los familiares de víctimas de las AUC conocen y saben dónde
vive su victimario y el de sus familiares (respectivamente) en mayor
proporción que los de las FARC7. No hay datos suficientes para sacar
conclusiones respecto a la presencia de victimarios en las comunidades
de las víctimas según actor armado.

Gráfico 3. Conocimiento del victimario según actor armado responsable


¿Conoce usted a la(s) persona(s) responsable(s) del crimen que sufrió usted/su familiar?

7
No podemos extraer conclusiones sobre las víctimas de “otros” actores armados
(ELN, EPL, agentes del Estado, Águilas Negras y delincuencia común). Por un lado,

118
Angelika Rettberg & Juan Diego Prieto

En resumen, podemos identificar diferencias importantes dentro


de la muestra consultada respecto al conocimiento de los victimarios:
Bogotá y Medellín aparecen como los escenarios principales de
situaciones de proximidad social, lo cual plantea retos importantes en
términos de protección tanto para víctimas como para ex combatientes
desmovilizados, seguridad ciudadana en las localidades receptoras
y generación de oportunidades, entre otros. Frente a situaciones
como esta se hace evidente la necesidad de adoptar enfoques menos
fragmentados para atender las necesidades de estos grupos. En cuanto
a las diferencias en términos de proximidad social según tipos de
victimización, resultan especialmente reveladores los hallazgos sobre
los familiares de víctimas de homicidio, desaparición y tortura. Su
conocimiento de los victimarios puede indicar que estas dinámicas
del conflicto armado colombiano muchas veces tienen lugar en
ámbitos locales, con participantes –tanto víctimas como victimarios–
pertenecientes a las mismas esferas sociales. Con respecto al hallazgo
de que las víctimas de las AUC conocen a sus victimarios en mayor
proporción que las de las FARC, éste puede indicar, por un lado, que
el proceso de desmovilización en el marco de la Ley de Justicia y Paz
posiblemente ha permitido a las víctimas de los paramilitares conocer
más información sobre su victimización. Por otra parte, también
puede reflejar las estrategias de penetración en las comunidades que
tuvieron las AUC antes de entregar las armas, así como la visibilidad
con la que llegaron a operar en algunos de los lugares donde se aplicó
la encuesta, como Medellín, Sincelejo y Valledupar.

3.2 Reparación y proximidad social

Respecto a las formas de reparación preferidas por las víctimas en


situaciones de proximidad social, no hay diferencias muy grandes con
relación a las preferidas por el total de las víctimas. Las medidas más

Continúa nota 7
en la muestra son muy pocas en comparación con las de las FARC y las AUC, y por
otro lado sería inadecuado agrupar a grupos tan disímiles para propósitos distintos a
la categorización.

119
Víctimas, victimarios y vecinos: proximidad social y actitudes de las víctimas frente a la reparación, la justicia y la paz

escogidas siguen siendo las reparaciones materiales (ayuda con necesidades


económicas o pago de indemnizaciones) y que se sepa la verdad sobre los
hechos8. La menos escogida, aun por quienes tienen a su victimario o
al de su familiar en la comunidad, sigue siendo “que los responsables
de los actos me pidan perdón”. Por lo demás, los únicos contrastes
notables con respecto a la muestra general son la disminución en el
porcentaje de respuestas a favor de recibir indemnizaciones materiales
y el aumento en el porcentaje de respuestas a favor de “que liberen
a mi ser querido” entre quienes dijeron tener al victimario propio
en sus comunidades. Este último hallazgo es llamativo ya que sólo
una de las 16 personas que escogieron esta última opción y afirmaron
convivir con su victimario dijo ser familiar de víctimas de secuestro9.
Por su parte, la disminución en las respuestas a favor de recibir
indemnizaciones parecería indicar que la presencia de victimarios
puede coartar las exigencias de las víctimas. En el Anexo 1 se presenta
la información sobre preferencias y necesidades de reparación según
las diferentes categorías de proximidad social.

4. Proximidad social y actitudes frente a la justicia

En donde la proximidad social parece concentrar su impacto es en las


actitudes de las víctimas frente a la justicia. En términos de castigo

8
En la muestra general, “Que me ayuden con mis necesidades económicas y las de
mi familia” obtuvo el mayor porcentaje de respuestas, con 45,5%. Le siguieron
“Que se sepa la verdad sobre los hechos” (44%) y “Que me den dinero para
compensar la pérdida y los daños” (37,8%).
9
De hecho, de las 143 personas en la muestra completa que seleccionaron “que
liberen a mi ser querido”, sólo 15 dijeron tener familiares víctimas de secuestro.
Una persona encuestada en Bogotá (30 de julio de 2008), al no lograr decidirse
por ninguna de las opciones de reparación, dijo: “No sé cuál de todas esas. Ponga
que liberen a los secuestrados”. Podría plantearse que ya que en esa pregunta no
se ofrecía la opción de marcar “no sabe, no responde”, quienes no supieron qué
contestar se inclinaron por esa opción, ya sea por empatía con las víctimas de
secuestro y sus familiares o bien, sobre todo en casos de cercanía con los victimarios
propios, precisamente por tratarse de una opción no relacionada consigo mismas
ni con sus victimarios.

120
Angelika Rettberg & Juan Diego Prieto

para los responsables de los crímenes, aunque en todos los casos de


proximidad social las medidas preferidas siguen siendo que éstos
sean encarcelados y que les paguen a sus víctimas, los porcentajes de
respuestas a favor de estas opciones disminuyen entre quienes conocen
a su victimario. De igual manera, quienes conocen al victimario de su
familiar se inclinan menos por que los responsables les paguen a sus
víctimas y quienes saben dónde vive su propio victimario se inclinan
menos por el encarcelamiento de los responsables. La misma tendencia
parece mantenerse entre quienes tienen victimarios en sus comunidades,
pero las diferencias en los datos no son estadísticamente significativas.
Respecto a las respuestas a la pregunta sobre quién debe juzgar a
los responsables, en situaciones de proximidad social hay una menor
tendencia a inclinarse por los órganos nacionales de justicia. Cuando
conoce al victimario de su familiar, la gente suele preferir más a las
cortes internacionales o sistemas mixtos (con jueces colombianos y
extranjeros) y menos a las cortes militares que cuando no lo conoce
(el Gráfico 4 muestra las opiniones de este segmento en comparación
con las de todas las víctimas encuestadas). Así mismo, el porcentaje de
respuestas a favor de un sistema mixto aumenta entre quienes saben
dónde vive su victimario o el de un familiar, como también crece el
porcentaje de respuestas “no sabe, no responde” entre quienes conocen
a su propio victimario o lo tienen en su comunidad.

Gráfico 4. ¿Quién debe juzgar a los responsables de los crímenes?

La preferencia por cortes internacionales o por sistemas mixtos llama


la atención. Por un lado, porque expresa cierta suspicacia frente a las
instituciones nacionales y, quizás, temor ante la continua presencia del

121
Víctimas, victimarios y vecinos: proximidad social y actitudes de las víctimas frente a la reparación, la justicia y la paz

victimario y sus vínculos con –o capacidad de presionar– los órganos de


justicia nacionales. Datos acerca de la penetración de las entidades estatales
regionales por parte de los grupos armados justifican este temor. En segundo
lugar, porque expresa confianza en entes externos presumiblemente
neutrales frente a las condiciones locales. Esto, aunque no lleve a la
realización de juicios propiamente, constituye un capital importante
para las agencias y órganos internacionales que busquen incidir en estas
realidades locales mediante iniciativas como la Comisión Internacional
Contra la Impunidad en Guatemala –impulsada por la sociedad civil de
ese país, reconocida por el Gobierno y apoyada por Naciones Unidas–
adaptadas a las realidades locales dentro del contexto colombiano10.
Notablemente, la proximidad no parece tener un gran impacto en
las opiniones de las personas encuestadas sobre la participación de
las víctimas en los juicios ni sobre cómo deben participar (presencia
directa, a través de abogados, etc.). Por último, aunque el conocimiento
de la diferencia entre la justicia ordinaria y la Ley de Justicia y Paz
se mantiene escaso, las víctimas en situaciones de proximidad social
conocen la diferencia en mayor proporción que las demás. No hay
correlaciones significativas entre proximidad social y preferencia por un
mecanismo u otro.

5. Proximidad social, organización política y


perspectivas de paz

Respecto al papel político de las víctimas en condiciones de proximidad


social con sus victimarios también hay hallazgos interesantes y
preguntas abiertas para investigaciones futuras. En primer lugar, no
encontramos asociaciones significativas entre proximidad social y
participación electoral. En todo caso, vale la pena reiterar que casi tres
cuartas partes de las personas encuestadas afirman haber votado en las
pasadas elecciones (las departamentales y locales de 2007), en gran
contraste con los promedios nacionales de abstención (Rettberg,

10
Para más información sobre CICIG, ver http://www.cicig.org/documents/CICIG_
factsheet.pdf

122
Angelika Rettberg & Juan Diego Prieto

2008). Sigue en pie la pregunta de si quizás esto pueda deberse a la


coacción por parte de grupos armados en las regiones donde se realizó
la encuesta.
Con respecto a la vinculación de las víctimas a organizaciones,
quienes conocen a su victimario o al de su familiar, así como quienes
saben dónde vive y quienes tienen en la comunidad a su victimario,
dicen formar parte de organizaciones de víctimas en mayor proporción
que quienes no. Esto sugiere que el conocimiento del victimario y la
proximidad con éste pueden ser motores de vinculación estratégica a –y
activismo en– organizaciones. Como señala un informe reciente de la
CNRR sobre el corregimiento de La Libertad (Sucre), las organizaciones
de víctimas pueden servir como elementos de apoyo y protección para
permitir la participación de las víctimas en los procesos de Justicia y
Paz en comunidades de riesgo (CNRR 2009)11. El Gráfico 5 muestra
los porcentajes de vinculación a organizaciones de víctimas según las
respuestas a las preguntas sobre proximidad social.

Gráfico 5. ¿Forma Ud. parte de una organización de víctimas?

11
El análisis de los datos de esta pregunta abre un interrogante difícil de resolver
con la información disponible. Entre quienes dijeron no saber si su victimario
vive en su comunidad o prefirieron no responder esta pregunta (NS/NR), el
porcentaje de personas que dijeron no pertenecer a organizaciones aumenta de
manera significativa. En ninguna otra pregunta se encuentra un caso similar. Tal
vez este hallazgo esté relacionado con la posibilidad de que algunas respuestas

123
Víctimas, victimarios y vecinos: proximidad social y actitudes de las víctimas frente a la reparación, la justicia y la paz

Finalmente, ¿qué impacto tiene la proximidad social en las


perspectivas de las víctimas sobre la paz en Colombia? Mientras que en
la muestra completa el 52% de las personas consultadas opinó que va a
haber paz en los próximos cinco años, la proximidad social está asociada
significativamente con actitudes menos optimistas. En particular,
quienes saben dónde vive el victimario propio son los más escépticos
frente al tema: el 62% cree que no va a haber paz y sólo el 38% cree
que sí la va a haber. Este pesimismo de la sub-muestra es llamativo en
la medida en que la proximidad social, sobre todo cuando el victimario
conserva espacios de poder como es el caso en muchas regiones
colombianas, parece generar un efecto limitante sobre la expectativa de
las víctimas de lograr vivir en paz. El Gráfico 6 muestra las perspectivas
sobre la paz de las víctimas en situaciones de proximidad social, en
comparación con las de la muestra completa.

Gráfico 6. ¿Cree Ud. que va a haber paz en Colombia en los próximos cinco años?

En resumen, la proximidad social ejerce un impacto importante en la


decisión de movilizarse como víctimas así como en las expectativas frente a
la paz. Conocer al victimario o tenerlo cerca aparece como incentivo para

Continúa nota 11
del tipo “no sabe, no responde” puedan interpretarse como expresiones de temor a
retaliaciones. Este miedo podría explicar la prevención de este segmento en contra
de integrar organizaciones o de reconocer su vinculación. Es necesario estudiar el
tema a mayor profundidad para aclarar este hallazgo.

124
Angelika Rettberg & Juan Diego Prieto

la búsqueda de apoyo en organizaciones y potencialmente el activismo


político en defensa de sus intereses frente a la presencia –y posibles
presiones– de los victimarios. Por su parte, el reducido optimismo de
estas víctimas respecto a las posibilidades de que haya paz en Colombia
puede verse como resultado de los recuerdos traumáticos y el temor a
una nueva victimización que el contacto continuo con el victimario
puede evocar, teniendo en cuenta los hechos reseñados en varias regiones
colombianas de las recurrentes amenazas contra las víctimas y el continuo
control social, político y económico por parte de los actores armados.

6. Conclusiones

Este trabajo parte de un hallazgo importante constatado en Rettberg


(2008) que muestra que una parte importante de las víctimas en
Colombia conoce a su victimario, sabe dónde vive y convive con éste en
su comunidad. Estos indicadores de proximidad social fueron analizados
más detalladamente en este documento y permiten identificar una serie
de rasgos distintivos de esta población que tienen importancia tanto
para nuestro conocimiento de los mecanismos de la convivencia (o su
ausencia) en el nivel local entre víctimas y victimarios durante y después
de un conflicto como para la formulación de políticas que aborden esta
realidad particular de múltiples regiones colombianas.
En primer lugar, no encontramos grandes diferencias entre esta
población y la muestra completa en cuanto a sus preferencias en términos
de reparación. Como también las que no viven en situación de proximidad
social, estas víctimas declaran que necesitan reparación material y que
se sepa la verdad, aunque es posible que la presencia de sus victimarios
en las comunidades tenga un efecto limitante sobre sus exigencias. En
todo caso, ambos grupos prefieren estas dos opciones muy por encima
de recibir disculpas de sus victimarios. Esto sugiere que es necesario tener
cautela en Colombia frente a esquemas de reconciliación adoptados de
otros contextos internacionales y que centran gran parte de sus esfuerzos
en la obtención y el otorgamiento del perdón.
En segundo lugar, este grupo, en contraste con la muestra general,
el segmento de víctimas en situaciones de proximidad social expresa
cautela frente a órganos nacionales de justicia y, en cambio, apoya entes
internacionales o sistemas mixtos. Esto es un llamado de atención para

125
Víctimas, victimarios y vecinos: proximidad social y actitudes de las víctimas frente a la reparación, la justicia y la paz

las entidades nacionales que operan en las zonas de mayor incidencia


en cuanto a proximidad social entre víctimas y victimarios, porque
enfrentan un problema de desconfianza. También representa una
oportunidad para órganos internacionales o nacionales no-estatales
interesados en explorar formas novedosas adaptadas a contextos locales
concretos para establecer verdades y responsabilidades.
En tercer lugar, la participación en organizaciones por parte de esta
población en mayor proporción que quienes no conocen ni tienen
contacto con sus victimarios indica que las víctimas no permanecen
inmóviles frente a los problemas que supone la presencia de aquéllos
en sus comunidades. Con esto en mente, las organizaciones parecerían
tener un gran potencial para facilitar avances en la construcción de
paz en las comunidades colombianas. Se hace necesario, por ende,
estudiar el tema a mayor profundidad para determinar, entre otras
cosas, qué tipos de organizaciones –asociaciones de base, movimientos
de gran envergadura nacional, etc.– pueden ser más útiles en
diferentes contextos. En cualquier caso, el disminuido optimismo de
las víctimas en situaciones de proximidad social con sus victimarios
sobre la posibilidad de alcanzar la paz anticipa las complejidades de la
reconciliación en Colombia.
Todos estos hallazgos tienen repercusiones para los análisis del
potencial de reconciliación en Colombia, especialmente en los ámbitos
regional y local. Nos muestran, en primer lugar, que, además de las
diferenciaciones que se han hecho entre formas de victimización (el
contraste entre secuestrados y desplazados es útil aquí), también es
necesario distinguir de acuerdo con proximidad social. Aparentemente,
las realidades que viven las víctimas en situación de proximidad social
son diferentes a las de quienes no enfrentan esta situación. Por tanto
sus opciones y sus necesidades de atención (porque no de reparación)
parecieran ameritar estrategias investigativas y de políticas públicas
distintas. Como primer paso, será importante prestar atención a las
dinámicas que se vayan desarrollando con el tiempo en términos de
interacciones y conflictos entre víctimas y victimarios en ciudades como
Bogotá y Medellín, que presentan los casos más notables de proximidad
social entre todos los municipios donde se realizó la encuesta Reparación
en Colombia: ¿Qué quieren las víctimas?
Además, los contextos y datos presentados aquí refuerzan la necesidad
de mirar la reparación de las víctimas y la reintegración social de los

126
Angelika Rettberg & Juan Diego Prieto

victimarios en conjunto y de forma integral, especialmente en los


contextos de proximidad social. Que en esos contextos la reparación
y la reintegración avancen a ritmos diferentes y con énfasis y recursos
distintos a la luz de nuestros hallazgos resulta no sólo problemático
por lo injusto sino por el potencial que encierra de sentimientos
sostenidos de agravio y maltrato.
Finalmente, si algo queda claro también en este estudio es la gran
importancia de llevar a cabo investigaciones adicionales fundamentadas
empíricamente, de alcance nacional y comparativo así como estudios de
caso detallados en las regiones en las que la proximidad social ha sido
reportada con más frecuencia. En esa agenda de investigación ampliada
podrán encontrarse muchas de las respuestas precisas a los interrogantes
planteados aquí para que se puedan traducir en recomendaciones
políticas ancladas en realidades locales y regionales específicas.

7. Anexo 1. Preferencias frente a medidas de reparación

n = todas las víctimas

n = conocen a su victimario

127
Víctimas, victimarios y vecinos: proximidad social y actitudes de las víctimas frente a la reparación, la justicia y la paz

n = saben dónde vive su victimario

n = el victimario propio vive en la comunidad

n = conocen al victimario de un familiar

n = saben dónde vive el victimario de un familiar

128
Angelika Rettberg & Juan Diego Prieto

n = el victimario de un familiar vive en la comunidad

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132
Reparación
para las víctimas afro colombianas

Tathiana Montaña Mestizo & Leonardo González Perafán

Introducción

La reparación colectiva es actualmente uno de los ejes fundamentales


de las luchas de los pueblos afrocolombianos. Para estas comunidades
se ha convertido en una exigencia permanente al Estado que les sean
concedidos sus derechos a la verdad, justicia y reparación colectiva;
pero especialmente el reconocimiento real y efectivo de su autonomía
(expresado en la Constitución 1991). Este reconocimiento de la
autonomía permite entre otras cosas, que el discurso la defensa del
territorio colectivo, sea apropiado por la sociedad en general; además
de convertirse en un instrumento efectivo para superar la condición
de pobreza, la desigualdad y la exclusión social, económica y
política a la que históricamente han sido sometidas las comunidades
afrocolombianas. Este artículo pretende hacerle réplica a las voces de los
pueblos afros, al Auto 005 de 2009 proferido por la corte constitucional
y a las anotaciones de la Procuraduría General de la Nación sobre la
reparación colectiva.
Examinaremos la situación de los afrocolombianos en la actualidad, las
causas y consecuencias del desplazamiento, confinamiento y resistencia
por el conflicto armado y las propuestas de las comunidades sobre la
reparación colectiva, concluyendo que las reparaciones aplicadas desde
la visión de las propias comunidades son una plataforma necesaria
para el goce de los derechos ciudadanos, pero en especial los sociales,
económicos, culturales y colectivos.
El derecho a la reparación a las víctimas afro descendientes en
Colombia, se debe comprender como un proceso complejo en cual
intervienen muchas variables que imputan a que este derecho sea
Reparación para las víctimas afro colombianas

atendido de manera diferencial y exige una prioridad en las agendas de


las instituciones del Estado.
Cabe anotar que el Derecho a la reparación para las comunidades afro
descendientes, es una obligación del Estado, que no debe limitarse a los
procesos de violencia armada que estas comunidades han soportado,
sino también debe detenerse y estudiar con atención factores tales como
la exclusión estructural, la discriminación y marginalización.

1. Contexto

La población afro descendiente que habita el territorio colombiano,


principalmente se encuentra en la región del Pacífico y en el Caribe;
según los resultados de la encuesta realizada por la Universidad de los
Andes y la Fiscalía ¿Qué quieren las víctimas? (2008), señala que 69.8%
de las víctimas son mujeres; el 84.6% tienen ingreso bajo; el 44.9%
solo tienen educación primaria y el 13.4% son afros; del universo
de victimas encuestadas, el 74.3% son por desplazamiento forzado,
constituyéndose este como en la primera manifestación de violación a
los derechos fundamentales de las personas.
De acuerdo con las cifras dadas por Registro Único de Población
desplazada entre los años 1997 y 2007 se registró el desplazamiento
forzado de 140.266 afro colombianos.
En el Censo de 2005, 4.311.757 personas de la población censada
fueron reconocidas como afro descendientes, es decir un 10% del total
de población desplazada; del total de afro descendientes desplazados,
29.140 personas lo hicieron en eventos de desplazamiento masivo
y 111.126 lo hicieron de forma individual (Auto 005 de 2009).
Según la CIDH “la población afrocolombiana constituye el segmento
mayoritario de las clases más pobres del país, muestra los indicadores
socioeconómicos más bajos, con menor acceso a servicios básicos,
como la educación y salud, y menor acceso a empleos redituables y
participación en la vida pública”1.

1
Observaciones preliminares de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
tras la visita del relator sobre los derechos de los afrodescendientes y contra la
discriminación racial a la República de Colombia.

134
Tathiana Montaña Mestizo & Leonardo González Perafán

Según la Procuraduría General de la Nación (2008), las causas del


desplazamiento forzado de las comunidades afro son, la Militarización de
los territorios por parte de la fuerza pública y de actores ilegales: guerrillas,
narcoparamilitares, “nuevos grupos o grupos emergentes”. La persistencia
del narcotráfico sin que las autoridades competentes lo impidan. La
aplicación inconsulta e indiscriminada de programas de erradicación
aérea con químicos y de erradicación manual forzada y la ocupación y uso
del territorio por agentes legales que adelantan proyectos sin consultar
previa y sin obtener su consentimiento libre e informado2.
Las organizaciones de afros descendientes en Colombia, han
demostrado que sus territorios, reconocidos por la Ley 70 de 1993 como
territorios colectivos en la región del Pacífico, contienen intereses tanto
de actores nacionales y extranjeros por la riqueza natural; además se les
agrega valor militar, de defensa y seguridad que el Estado pone en ellos
y adicionalmente el interés económico por parte de actores armados
y no armados, legales e ilegales, entre otros: las empresas nacionales y
multinacionales y el narcotráfico (ver Gráfico 1).

1.1 Población afrocolombiana

El Pacífico colombiano es el territorio colombiano que más riqueza


natural y cultural proporciona al país y a su vez es el territorio en donde
se encuentran los índices más bajos de pobreza y exclusión.
También es la región que concentra la mayor cantidad de intervención
extranjera, los Mega proyectos como el Puerto de Buenaventura, la
Vía al Mar por el Chocó, el Proyecto Puerto de Tribugá, el Proyecto
Puerto Bahía Málaga, el Puerto de Tumaco, el Ferry Urabá-Panamá,
los Sistemas portuarios Urabá-Atrato y el Plan Arquímedes así lo
determinan (Flores, 2007).
Pese a esta situación, la protección jurídica e institucional sobre los
territorios es deficiente. Su carácter de inembargables, imprescriptibles
e inalienables no es suficiente a pesar de los instrumentos como la
Constitución Política de 1991 en donde se señala que “Colombia

2
Procuraduría General de la Nación. Primero las Víctimas, criterios para la
reparación integral de los grupos étnicos. Fase 2, Bogotá, diciembre de 2008.

135
Reparación para las víctimas afro colombianas

Gráfico 1

136
Tathiana Montaña Mestizo & Leonardo González Perafán

Estado Social de Derecho, democrático, participativo y pluralista


(artículo 1°) y se reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la
nación (artículos 3°, 7° y 8°).
De otro lado, algunos instrumentos internacionales como el
Convenio 169 de la OIT-Ley 21 de 1991, Convención Internacional
sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación Racial-
Ley 22 de 1981, entre otros, reconocen los derechos especiales de los
grupos étnicos, así como la protección de estos frente a situaciones
que se traduzcan en su vulneración o amenaza; en ese sentido, la
normativa adquiere rango constitucional en virtud del Bloque de
Constitucionalidad.
Por su parte la Ley 70 de 1993 es un instrumento jurídico y advierte
en el artículo 4° que “El Estado adjudicará a las comunidades negras
de que trata esta ley la propiedad colectiva sobre las áreas que, de
conformidad con las definiciones contenidas en el artículo segundo,
comprenden las tierras baldías de las zonas rurales ribereñas de los ríos
de la Cuenca del Pacífico y aquellas ubicadas en las áreas de que trata el
inciso segundo del artículo 1° de la presente ley que vienen ocupando
de acuerdo con sus prácticas tradicionales de producción”.
Los terrenos respecto de los cuales se determine el derecho a la
propiedad colectiva se denominarán para todos los efectos legales
“Tierras de las Comunidades Negras”.
Esto es, la relación directa que existe entre la tierra y la existencia de
las comunidades como pueblos, la cohesión social.
A pesar de que la Constitución de 1991 reivindicó la lucha de los
pueblos afrocolombianos por sus derechos, las condiciones sociales de
dichas comunidades no han cambiado y por el contrario la violencia y la
disputa por los recursos naturales ha hecho que se exacerbe la inequidad
a una magnitud aberrante.
Uno de los principales problemas que enfrentan los pueblos
afrocolombianos, en especial los del pacífico, es el accionar de agentes
externos en sus territorios (partes del conflicto armado, colonos,
empresas, megaproyectos, etc.). Los territorios colectivos de comunidades
afrocolombianas han sido objeto de presiones de grupos armados y no
armados tanto legales como ilegales, generando constantes desplazamientos,
confinamientos, emplazamientos y asesinatos selectivos de los líderes.
Los actores armados han desarrollado actividades que afectan a la
población civil que vive en condiciones de pobreza extrema, y por lo

137
Reparación para las víctimas afro colombianas

tanto la población afrodescendiente se ha visto sujeta a actos de violencia


individual y colectiva, desplazamiento forzado y usurpación de tierras.
Para los afrocolombianos, existen varias situaciones que hacen
su desarrollo social, económico y político a diferencia del resto de la
población sea desventajosa: las situaciones de racismo, discriminación,
marginalidad y exclusión a la cual históricamente han sido sometidos,
el incremento de jóvenes afrocolombianos que son reclutados o se ven
obligados a engrosar las filas de los grupos armados tanto legales como
ilegales, hacen parte de las constantes violaciones a sus derechos.
La población afrocolombiana sufre una grave crisis provocada por el
incumplimiento por parte del Estado por la falta de políticas públicas
diferenciadas; por tanto, se requiere la implementación de políticas de
acción afirmativa que posibiliten avanzar en la promoción de la igualdad
real y material al tiempo que tiendan a superar las desigualdades
históricas de las cuales han sido víctimas.
La Corte Constitucional en el Auto de 005 de 2009, afirma
que en el último periodo el incumplimiento de las políticas de
reconocimiento ha sido evidente. Las políticas benévolas ante la
inversión extranjera para integrar a sus poblaciones y territorios a las
dinámicas de los megaproyectos han generado un resquebrajamiento
del tejido social, y atenta directamente contra la autonomía de los
pueblos afrodescendientes.
El derecho a la propiedad colectiva sobre los territorios ancestrales
del Pacífico, establecido en la Ley 70 de 1993, ha sido violado
constantemente por múltiples factores. Especialmente por la falta de
voluntad política para iniciar proceso de titulación de los territorios.
Esta situación hace que las comunidades se encuentren en estado de
indefensión jurídica frente al capital privado, el cual ha pretendido
adueñarse ilegalmente de este territorio. Las principales críticas que se
han presentado a la aplicación de grandes proyectos en los territorios
son porque generan el daño ambiental, y beneficia su ocupación ilegal.
Es de resaltar que según las cifras oficiales sobre desplazamiento
forzado a nivel nacional, muestran una similitud geográfica entre
los sitios donde hay procesos de legalización de títulos de propiedad
colectiva, las acciones de confrontación y lucha por el territorio por parte
de los actores del conflicto (guerrillas, narcoparamilitares y ejército),
y los intereses de apropiación de la tierra por parte de empresarios
de la palma aceitera. Esta similitud parece ser más que una simple

138
Tathiana Montaña Mestizo & Leonardo González Perafán

coincidencia tal como fue demostrado en los territorios de Jiguamiandó


y Curvaradó, en el Chocó.
La ausencia de una estrategia del Estado para “blindar” jurídicamente
el patrimonio individual y colectivo de las personas en situación
de desplazamiento hace que se facilite la ocupación ilegal y el
aprovechamiento de las tierra y en ocasiones titulando el territorio
colectivo a intereses privados.

2. Preocupaciones de la Corte Constitucional

El Auto 005 de 2009 enuncia de manera enfática algunas de las


consecuencias más graves de esta pérdida territorial son las siguientes:

1. Imposibilita la titulación de territorios ancestrales que aún no han


sido reconocidos como territorios colectivos: el desplazamiento mo-
difica la relación con la tierra y con el entorno, así como la cohesión
social de la comunidad, lo cual imposibilita la activación de los pro-
cesos de titulación colectiva.
2. Aumenta el riesgo de pérdida de los territorios colectivos ya titulados:
las presiones ejercidas en los territorios que han sido titulados están
en riesgo de una pérdida irreparable tanto del bosque de respaldo o
de uso colectivo en las comunidades, de las cuencas y de los mares,
como de los medios de uso, los mecanismos tradicionales de subsis-
tencia y de recreación de sus imaginarios culturales.
3. Facilita la proliferación de procesos de colonización y de formas de
explotación económica abrasiva de los territorios colectivos: Las pre-
siones que se ejercen sobre los afrocolombianas para abandonar sus
territorios ha facilitado que personas ajenas a sus comunidades se
apropien de sus tierras y promuevan un modelo económico que des-
truye el medio ambiente.
4. La pérdida de control social y cultural de sus territorios por parte de
las comunidades negras ha estado asociada a fenómenos de repobla-
miento y cambio de la composición étnica, como por ejemplo, en el
Urabá, en algunos lugares de la costa de los departamentos del Cauca
y de Nariño, en el Norte del Cauca y en Buenaventura. El repobla-
miento del territorio en el norte del Cauca y más concretamente en
los municipios de Suárez y Buenos Aires, ha sido causado por per-

139
Reparación para las víctimas afro colombianas

sonas provenientes de Nariño, en Buenaventura por “paisas” y en el


Urabá por “chilapos”, venidos de Córdoba3.
5. Aumenta el riesgo de pérdida de sus modelos de desarrollo y de pro-
tección del medio ambiente: Las comunidades afrocolombianas han
defendido el etnodesarrollo como una alternativa para la explotación
ambientalmente sana de los recursos naturales. El desplazamiento, así
como el confinamiento, obligan a abandonar estas formas de explo-
tación y permite la prevalencia de modelos de desarrollo que arrasan
con el medio ambiente y con la posibilidad de supervivencia cultural
de las comunidades afrocolombianas.
6. Impide la aplicación de mecanismos efectivos para la restitución de
los territorios colectivos: El abandono de los territorios colectivos y la
dispersión de la comunidades afro colombianas como consecuencia
del desplazamiento hace más compleja la posibilidad de restitución
de los territorios colectivos, como quiera que los procesos de reunifica-
ción contemplan la reunificación familiar, pero no la reunificación de
las comunidades para efectos de facilitar un retorno seguro, en condi-
ciones de dignidad y voluntariedad a sus territorios ancestrales”4.

3. Principales conclusiones de la Corte Constitucional -


Auto 005 de 2009

No se ha estructurado una verdadera política pública con enfoque


diferencial, tal como lo demandan los instrumentos y las observaciones
realizadas por organismos internacionales de derechos humanos y por la
misma Corte Constitucional. En ese sentido, la formulación de políticas
y la intervención institucional a favor de los afrocolombianos hasta ahora

3
CNOA. Informe “Lineamientos para tener en cuenta en la definición,
implementación y seguimiento de una política pública de atención diferenciada a
la población afrocolombianas en situación de desplazamiento y confinamiento”.
4
Corte Constitucional, Auto 005 de 2009. Protección de los derechos fundamentales
de las personas y los pueblos indígenas desplazados por el conflicto armado o en
riesgo de desplazamiento forzado, en el marco de la superación del estado de cosas
inconstitucional declarado en la Sentencia T-025 de 2004, después de la sesión
pública de información técnica realizada el 21 de septiembre de 2007 ante la Sala
Segunda de Revisión.

140
Tathiana Montaña Mestizo & Leonardo González Perafán

no han tenido en cuenta sus particularidades culturales y por el contrario


han contribuido a procesos de negación y pérdida de la identidad cultural;
No existe voluntad política del Estado y sus instituciones para el
respeto de los derechos adquiridos de las comunidades afrocolombianas;
Hay una ausencia de mecanismos que sirvan real y efectivamente
para la protección de sus derechos colectivos, y
Las comunidades afro colombianas hasta ahora han sido excluidas y/o
sub representadas en los procesos de toma de decisiones, ocasionando la
violación sistemática de su derecho a participar.

4. Principales instrumentos legales nacionales


e internacionales en materia
de protección a grupos étnicos

El Estado colombiano ha incorporado en su ordenamiento jurídico


interno, instrumentos internacionales que reconocen los derechos
especiales de los grupos étnicos (ver Tabla 1).

Tabla 1.

Convenio 169 de la OIT - Ley 21 de 1991.


Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las formas de
Discriminación Racial - Ley 22 de 1981.
El artículo II de la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre establece
que “todas las personas son iguales ante la ley y tienen los derechos y deberes consagrados
en esta Declaración sin distinción de raza, sexo, idioma, credo ni otra alguna”.
El artículo 24 de la Convención Americana establece que “todas las personas son
iguales ante la ley y que en consecuencia, “tienen derecho, sin discriminación, a
igual protección de la ley”.
La Constitución Política define a Colombia como un Estado pluriétnico y
multicultural que reconoce y protege la diversidad étnica y cultural (artículo 7°) y
promueve la adopción de medidas “a favor de grupos marginados o discriminados”
(artículo 13). La Constitución asimismo establece que “las tierras comunales de
grupos étnicos… son inalienables, imprescriptibles e inembargables” (artículo 63).
La Ley 70 de 1993 legislación especializada a favor de los afrodescendientes. Sobre el
alcance y la implementación de esta norma en materia de titulación colectiva de territorios.

Autos Corte Constitucional: 004, 005 y 008 de 2009

141
Reparación para las víctimas afro colombianas

5. Reparación colectiva

La reparación colectiva es la recuperación de los derechos vulnerados y


a la reparación de los daños ocasionados a las comunidades, grupos u
organizaciones afectadas por hechos de violencia.
La reparación colectiva a comunidades afrocolombianas debe
entenderse como una restitución plena de derechos. Entonces desde
esta visión, podemos afirmar que son aquellas medidas eficaces que
sirven para enfrentar las violencias (estructural y física), tanto en
términos de indemnización económica, de garantías a los derechos
sociales, económicos, culturales y colectivos, como en la generación
de medidas que garanticen la plena igualdad ciudadana, la inclusión
en la democracia y el logro del desarrollo humano y de las libertades
culturales plenas de los grupos sociales.
Esta reparación, debe ser precedida de la garantía de los derechos a
la verdad y a la justicia, y además sugiere la adopción de un enfoque
diferencial al momento de identificar los daños ocasionados y adoptar
las respectivas medidas de reparación.
Según la corporación Avre5, la reparación colectiva comprende los
componentes de restitución, indemnización, rehabilitación y medidas
de satisfacción. Estos componentes permiten:

 El restablecimiento de los derechos vulnerados, que debe partir de


considerar a las víctimas como sujetos políticos y de derecho y por lo
tanto debe contribuir a garantizar el pleno ejercicio de la ciudadanía
y con ella su participación social y política,
 Una compensación proporcional a los perjuicios económicos causa-
dos por los derechos vulnerados,
 La rehabilitación de comunidades, organizaciones y grupos por los
daños generados en su salud mental, que debe contemplar estrategias
de acompañamiento psicosocial orientadas a la recuperación emocio-
nal de las víctimas,

5
Castro, Clara (2008). La dimensión política de la reparación colectiva. Aportes de
Andrea Becerra de ILSA y Liliana Romero del Grupo de Trabajo pro Reparación,
Corporación Arve

142
Tathiana Montaña Mestizo & Leonardo González Perafán

 Medidas de satisfacción que promuevan el reconocimiento público


de los hechos y aporten a la dignificación de las víctimas y a la recu-
peración y difusión de la memoria histórica.

Nota. Según la CNRR6, “la ley de justicia y paz (975/05) afirma


que la reparación colectiva es aquella que se orienta”, tan solo, “a la
reconstrucción psicosocial de las poblaciones afectadas por la violencia.
Este mecanismo se prevé de manera especial para las comunidades
afectadas por la ocurrencia de hechos de violencia sistemática (art. 8°)”.

6. Medidas de reparación a las comunidades


afrocolombianas

1. Protección a sus territorios de colonos: se deben proteger a las co-


munidades afrocolombianas del repoblamiento por parte de grupos
de desmovilizados en territorios colectivos quienes por medio de los
proyectos productivos pretenden desarrollar una reconciliación forza-
da; así como una protección efectiva por parte de empresas tanto las
que están vinculadas a los paramilitares7, como de las empresas legales
que han utilizado fraudulentamente los territorios o han obligado a
los pobladores a vender sus propiedades lo que se convierte en una
venta viciada, o peor aún a trabajar en sus propios territorios convir-
tiéndose en empleados en su propia tierra. Por lo anterior se deben
considerar viciados los negocios sobre bienes cuando:
 Se haya solicitado titulación colectiva de un territorio ancestral.
 El proyecto no fuese consultado ni haya obtenido el consentimiento
de las comunidades.
2. Seguridad personal: se debe garantizar la seguridad de las comuni-
dades frente a la presencia de actores del conflicto tales como grupos
guerrilleros (FARC-EP y ELN), narcoparamilitares y la fuerza pública
(Ejército y policía) los cuales en ocasiones ubican sus campamentos en
escuelas y centros de salud, poniendo en peligro a la población civil.

6
Fuente en internet www.cnrr.org.co/clases.htm
7
Fuente en internet www.indepaz.org.co Informe de para empresarios 2008.

143
Reparación para las víctimas afro colombianas

3. Reconocimiento como población afrodescendiente: Mediante la


Constitución de 1991 y la Ley 70 de 1993, Colombia ha tenido im-
portantes avances hacia el reconocimiento y mejoramiento de la pro-
tección de los derechos de los afrodescendientes y la protección de su
identidad cultural, Pero a pesar de ello es de observar que el Estado
no ha tenido ningún compromiso real para la implementación de
políticas públicas a largo plazo encaminadas al reconocimiento de los
derechos colectivos de los afrocolombianos, como lo anota la corte
constitucional8. El derecho a la reparación a la población Afro debe
partir de los principios de la diferenciación y la especificidad cultural.
4. Titulación de territorios colectivos: Las comunidades han tenido
una constante exigencia por las dificultades procesales para otorgar
la titulación de territorios colectivos los cuales como afirma la Ley
70 son inalienables, imprescriptibles e inembargables. Estas dificul-
tades se han presentado tanto por la falta de voluntad política como
por las amenazas, el chantaje y la compra de líderes.
5. Medidas de diferenciación positiva: El Estado debe aplicar polí-
ticas sociales concretas, integrales, suficientes y especialmente dife-
renciadas (ofertas de trabajo, salud, educación, respeto a identidad
cultural, créditos a pesar de la tierra inembargable) no vistas como
parte de la aplicación de políticas públicas (obligatorias) sino como
una medida de reparación que implique acciones extensivas a sus
necesidades y acordes con su especificidad cultural.
6. Reparación para todos: Deben aplicarse medidas de reparación no
solo a quienes abandonaron sus territorios sino también a quienes se
quedaron resistiendo o fueron confinados en su propia tierra, así como
a los desplazados de corta duración y retornaron sin medidas de seguri-
dad, quienes en su mayoría no fueron registrados (subregistro).
7. Capacitación: una de las medidas que más han sido reiteradas por
las comunidades afrocolombianas es la capacitación sobre sus de-
rechos, ya que en muchos casos los colonos se aprovechan de este
desconocimiento para vulnerarlos.

8
Auto 004 de 2009. Protección de los derechos fundamentales de la población
afrodescendiente víctima del desplazamiento forzado, en el marco del estado de
casos, declarado inconstitucional en la Sentencia T-025 de 2004.

144
Tathiana Montaña Mestizo & Leonardo González Perafán

8. Colonos y Coca: Las comunidades han insistido en la necesidad de


implementar nuevos mecanismos de erradicación de los cultivos de
coca que no afecten otros cultivos (pan coger y producción agrícola);
la aspersión aérea utilizada en la guerra contra las drogas, a lo largo de
su implementación ha demostrado que no ha logrado cumplir con
los objetivos para lo cual fue diseñada (erradicación total de los culti-
vos ilícitos), con el agravante de que esta estrategia se ha constituido
en una condición para el desplazamiento de las comunidades.
9. Territorio no solo es la tierra: Las políticas de reparación sobre la
recuperación del territorio están enfocadas a la recuperación solo de
la tierra; pero el concepto general de territorio va más allá, no solo
lo geográfico (superficie terrestre), dependiendo de las diferentes vi-
siones se puede hablar de territorio, en ese sentido, desde la visión
ecológica, el término territorio se entiende como sinónimo de medio
natural, con lo que suele hablarse de relaciones entre sociedad y terri-
torio; desde la visión social, el territorio se entiende como el sistema
que reúne la sociedad y el medio que ésta habita. Es por ello que el
territorio se debe ver tanto en sus relaciones culturales, como en sus
características: organización económica, política, demográfica, espa-
cio construido, medio físico en cuanto condiciona a la sociedad.
10. Reparación por sus autoridades: La Corte Constitucional en el
Auto 004 insiste en que para aplicar un programa de reparación
en las comunidades étnicas, éste debe ser consultado y tener el
consentimiento de dichas comunidades. Pero debemos ir más allá
y no solo exigir el consentimiento, sino que bajo el reconocimien-
to de las autoridades étnicas (consejos comunitarios y resguardos)
se les debe dar la tutela de la formulación del plan de reparaciones
y la coordinación del mismo9. Primero, porque esto fortalece el

9
En ese sentido la Corte IDH ha reconocido la importancia de ordenar medidas
de reparación que atiendan las tradiciones y costumbres de los miembros de las
comunidades afectadas. Casos: Aloeboetoe vs Surinam, masacre Plan de Sánchez
vs. Guatemala, Comunidad Moiwana vs. Surinam, Yakye Axa vs. Paraguay.
Además es reiterado por la misma Corte Constitucional en la Sentencia T-380 de
1993 y con el Convenio 169 de 1989 de la OIT y con la Constitución de 1991,
los afrodescendientes dejan de ser sujetos pasivos para convertirse en activos que
tienen la capacidad de decidir sobre las medidas que los afectan.

145
Reparación para las víctimas afro colombianas

derecho a la gobernabilidad; segundo, porque no propicia divisio-


nes internas, y tercero, como medida de seguridad.
11. Reparación por reclutamiento: Una de las formas de reparación
colectiva que debe generar el Estado es la no obligatoriedad del
servicio militar para los jóvenes afrocolombianos. Esta exigencia
nace de una sentencia de tutela de la Corte Constitucional10, la
cual dio el primer paso para declarar la excepción por diversidad
etnocultural respecto del servicio militar obligatorio a las comu-
nidades indígenas. En ese sentido, y por el principio de aplicación
e interpretación extensiva, se le debe dar el mismo tratamiento a
las comunidades afrocolombianas; ya que como lo anota la cor-
te constitucional en la mencionada sentencia, estas comunidades
tienen derecho a participar especialmente en las decisiones que
las afecten. Entonces, un joven afrocolombiano tiene el derecho a
incorporarse al Ejército Nacional a prestar servicio militar “volun-
tario” y, por tanto, a desincorporarse cuando voluntariamente así
lo decida. Este consentimiento debe ser libre e informado.
12. Reparación cultural a través de mujeres: es necesario que para
generar una política pública de reparación, esta debe basarse en las
voces de las mujeres de la comunidad ya que como lo afirma el in-
forme de la procuraduría, las mujeres en las comunidades étnicas son
las que transmiten las tradiciones, los cantos, los ritos y cuidan a los
muertos11. En ese sentido la Corte IDH ha reconocido la importan-
cia de ordenar medidas de reparación que atiendan las tradiciones y
costumbres de los miembros de las comunidades afectadas12.
13. La verdad de la autoridad mediata como medida de reparación:
La aplicación de medidas de reparación a las comunidades afroco-
lombianas no se puede dar sobre el olvido de la verdad de los suce-
dido, una verdad que no sólo se base en la Ley 975 de 2005 o de
justicia y paz ni en la “ley de víctimas”; se debe ir más allá, conocer

10
Corte Constitucional, Sentencia T-113 de 2009.
11
Primero las víctimas-criterios para la reparación integral víctimas individuales y
grupos étnicos- Procuraduría General de la Nación. Junio de 2007.
12
Casos: Aloeboetoe vs. Surinam, masacre Plan de Sánchez vs. Guatemala,
comunidad Moiwana vs. Surinam, Yakye Axa vs. Paraguay.

146
Tathiana Montaña Mestizo & Leonardo González Perafán

la autoridad mediata de quien ejecutó el hecho, como una forma


de participación en el delito (parapolítica y paraeconomía). En ese
sentido la verdad se convierte en una medida de reparación.
14. Plan de caracterización: Frente a la reparación de afrocolombianos
debe presentarse un plan de caracterización de los territorios colec-
tivos y ancestrales para determinar:
 La situación jurídica de los predios señalados como territorios co-
lectivos –titulados o en proceso de titulación– y ancestrales;
 Las características socioeconómicas de las comunidades asentadas
en dichos territorios;
 La situación fáctica y jurídica en que se encuentran los consejos co-
munitarios y las autoridades locales constituidas en dichos territorios;
 Los riesgos y potencialidades para la protección de los territorios;
Los obstáculos jurídicos que impiden la protección efectiva de di-
chos territorios, y
 Los mecanismos para garantizar la restitución efectiva de los te-
rritorios cuya propiedad haya sido transferida con violación de
lo que establece la Ley 70 de 1993, incluido el establecimiento
de presunciones de ilegalidad de las transacciones realizadas sobre
dichos territorios sin el cumplimiento de lo ordenado por la Cons-
titución y la Ley 70 de 1993.
15. Parar para reparar: Las causas del desplazamiento no pueden ser
políticas de reparación, por lo tanto se debe dejar de ejecutar las
políticas, proyectos y alianzas que hayan generado el desplazamien-
to; en ese sentido, si uno de los motivos por los cuales la pobla-
ción afrocolombiana se ha desplazado es por la implementación
de megaproyectos en sus territorios; no puede ser una política de
reparación (ni de desarrollo) el que la población desplazada trabaje
en megaproyectos.
16. Plan regional de reparación como política pública: Se debe for-
mular un plan regional de reparación, teniendo en cuenta que las
víctimas son víctimas de las violaciones a los derechos humanos,
toda la población afrocolombiana. En ese sentido se debe aplicar
una política no por municipios sino por región así por ejemplo una
política para toda la región del pacífico colombiano.
17. No inclusión en el conflicto: Como política de reparación debe
darse un cese de hostilidades especialmente en los territorios de los
afrodescendientes.

147
Reparación para las víctimas afro colombianas

18. Consentimiento libre e informado: Una de las medidas de repa-


ración es la exigencia de suspensión de proyectos que hayan sido
adelantados por agente legales por medio de la ocupación y uso del
territorio sin consultar previamente y sin obtener el consentimiento
libre e informado de las comunidades afrocolombianas.

7. Conclusiones

Al igual que la reparación individual, la reparación colectiva debe ser


integral y se proyecta tanto de manera material como simbólica. La
recuperación de las personas afectadas y el restablecimiento de un ambiente
apropiado para la plena salud mental, son fines que la reparación integral
debe atender desde un aspecto psicosocial, así como el fortalecimiento del
tejido social, y la restitución de la confianza y la solidaridad.
Está visto que uno de los retos más grandes de reparación en
países en guerra, es conseguir la verdad para reparar los derechos
fundamentales de quienes han sido y son víctimas (Kiza, 2006).
La mirada desde lo local es fundamental, para entablar y pensar en
estrategias certeras que garanticen los derechos fundamentales de las
comunidades afro descendientes en Colombia, partiendo de la verdad
total, como medida de reparación.
Muchos estudios, en especial los realizados por las organizaciones
afros, de la Procuraduría General de la Nación y las sentencias y
autos de la Corte Constitucional, señalan con mucha claridad la
importancia de hacer efectivo el derecho a la reparación, con base en los
principios de la diferenciación positiva, es decir, la puesta en marcha de
“políticas especiales, concretas, integrales y suficientes para mejorar las
condiciones de vida de quienes han sido víctimas de procesos de guerra
y conflictos armados”. Esto debe ser entendido de esta forma, debido a
la histórica exclusión estructural, discriminación y marginalización que
las comunidades afro de Colombia han soportado desde hace varias
décadas en Colombia.
Por lo anterior es necesario identificar y tener claridad sobre la
importancia que merece atender por medio de política públicas, las
necesidades históricas /básicas de las comunidades afro en Colombia,
pero también se debe diferenciar que estas políticas no se constituyen en
la reparación ni individual ni colectiva; pues el derecho a la reparación

148
Tathiana Montaña Mestizo & Leonardo González Perafán

de las comunidades afro, va mas allá de retornar a las condiciones de


vida antes de la generación de daño.
Lo anterior con base en la obligación del Estado Colombiano de
reconocer el Territorio, entendido este no solo como es espacio físico
en el cual las comunidades afro desarrollan actividades económicas
que garantizan sus derechos fundamentales, sino con el espacio
físico, social, cultural, ambiental, económico y político en donde las
comunidades desarrollen y garanticen la permanencia en el tiempo de
su identidad y cultura.
Las comunidades afro descendientes en Colombia ocupan de manera
mayoritaria, los territorios de la región del Pacífico, esto sin desconocer
la existencia e importancia de comunidades afro en la región Caribe. El
Pacífico toma mayor atención por es la región en donde “convergen de
manera critica las condiciones de desigualdad en medio de un territorio
reconocido por su significativa riqueza natural (…) Esta región es
reconocida desde tres perspectivas: como productora de materias
primas, como plataforma de acceder a mercados internacionales y
como potencial extractivo de recursos biológicos dada su significativa
variedad” (Flores, Millán, 2007).
El escenario dado para iniciar procesos de reparación a las comunidades
afro del Pacifico colombiano, está marcado por la confluencia de
intereses de actores legales e ilegales, armados y no armados, nacionales
y extranjeros, por la apropiación y explotación de recursos naturales y la
apropiación forzada de la tierra.
Estos fenómenos han generado que la región del pacífico sea una de
las regiones del país con mayores indicadores de desplazamiento forzado
en Colombia. El 13% del total de los desplazados del país, pertenecen
a esta región (Rettberg, 2007).
Según la PGN las causas del desplazamiento de los grupos étnicos
son, la militarización de los territorios por parte de la fuerza pública
y de actores ilegales: guerrillas, paramilitares, “nuevos grupos o
grupos emergentes”, la persistencia del narcotráfico sin que las
autoridades competentes lo impidan, la aplicación inconsulta e
indiscriminada de programas de erradicación aérea con químicos y
de erradicación manual forzada y la ocupación y uso del territorio
por agentes legales que adelantan proyectos sin consultar previa y
sin obtener su consentimiento libre e informado (Procuraduría
General de la Nación, 2008).

149
Reparación para las víctimas afro colombianas

Dadas las condiciones, el derecho a la reparación de las comunidades


afro no se queda en el simple hecho de exigir tierras para garantizar
el retorno de las comunidades. Se trata de reparar en el territorio, de
exigir tierras cuyo uso garantice los derechos fundamentales de las
comunidades de acuerdo con lo establecido por la constitución política
de Colombia y las leyes que han desarrollado estos asuntos; la Ley
7ª de 1993, el Convenio 169 de 1989 de la OIT, la Sentencia de la
Corte Constitucional T-113 de 2009 y los Autos étnicos de la Corte
Constitucional de Colombia, 004, 005, 008 de 2009.
En este sentido, es indispensable reconocer la responsabilidad
directa e individualizada del Estado para que garantice la titulación
de territorios colectivos, los cuales son escasamente el señalamiento
de la inalienabilidad, la imprescriptibilidad y la inembargabilidad
(Ley 70 de 1993). A pesar de la ley, la realidad señala dificultades que
van más allá del ordenamiento jurídico: los intereses económicos y
políticos representados en las amenazas a líderes sociales, los chantajes
a las comunidades, la compra de líderes por parte de las empresas y
multinacionales.
Es importante señalar que no basta con generar procesos forzados
de reparación; no pueden ser políticas de reparación, los motivos y las
causas de la victimización. En el caso del desplazamiento, no puede
ser la política de atención a la población desplazada, la ejecución de
proyectos de desmovilizados en territorios colectivos, la inclusión de
poblaciones afro descendientes sin previo y libre consentimiento en el
desarrollo de mega proyectos en la región.
Por estas razones, una política de reparación desde lo local para las
comunidades afro descendientes en la región del Pacífico Colombiano,
debería desvincular de manera urgente de los conflictos armados en la
región a las comunidades afro, fortalecer los mecanismos establecidos
por la ley, como los consejos comunitarios (Ley 70 de 1993, art. 4°),
suspender los proyectos que no han tenido consentimiento de las
comunidades, elaborar un censo para identificar el universo de víctimas,
las violaciones, los daños y los responsables, elaborar un Plan Integral de
Prevención, Protección y Atención, esto es reparar en el territorio y para
el territorio, para fortalecer los modelos de desarrollo –el etnodesarrollo–
que obedece al uso adecuado o la explotación ambientalmente sana de
los recursos naturales y por ende, al la garantía de todos los derechos
fundamentales de las personas que habitan esta región.

150
Tathiana Montaña Mestizo & Leonardo González Perafán

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¿Qué quieren las víctimas? Bogotá: Deustche Gesellschaft für
Technische Zusaminenarbert (GTZ) GmbH - Universidad de
los Andres - Fiscalía General de la Nación - Embajada de la
República Federal de Alemania.

151
Lo que quieren las víctimas
Paradojas y retos de la tensión entre el ser
y el deber ser en el proceso de reparación
en Colombia

Andrés Casas-Casas & Germán Herrera Toloza1

Introducción

Pensar los problemas que las reparaciones en procesos de justicia


transicional le plantean a las sociedades en general, y a las víctimas en
particular, implica ante todo identificar tensiones y dilemas sociales
y personales que lejos de encontrar su solución en fórmulas mágicas
requieren del acuerdo colectivo para asumir altos costos políticos y
económicos, una gran inversión de energía, de información y recursos
para el diseño, implementación, negociación, deliberación, construcción
de acuerdos, y formación de coaliciones y alianzas; así como para la
acción colectiva sostenida orientada a influenciar y hacer seguimiento,
monitoreo y control del cumplimiento de las reglas seleccionadas para
atar a los actores involucrados evitando los efectos perversos del paso
del tiempo en sus decisiones.
Así, pensar en las reparaciones implica también pensar en tensiones
y paradojas. Estas tensiones afloran en situaciones clave de estos
procesos y constituyen dilemas con efectos intertemporales (en el
presente, en el futuro, en la manera en que se va a narrar el pasado) y
multidimensionales (a nivel institucional, organizacional, interpersonal

1
Agradecemos el apoyo, interés y gentileza de Ernesto Kiza, Angelika Rettberg
y de Jorge Parra (Profis-GTZ) por hacer posible esta participación.
Lo que quieren las víctimas. Paradojas y retos entre el ser y el deber ser en el proceso de reparación en Colombia

y personal). Las paradojas resultan del encuentro desafortunado entre


variables que aunque seductoras a nivel personal en el corto y mediano
plazo, resultan perversas a nivel colectivo en el largo plazo.
Son muchas las aproximaciones existentes para estudiar los
fenómenos asociados con la reparación a víctimas de la violencia en
procesos de justicia transicional. Sin embargo, en su gran mayoría
estás miradas adoptan perspectivas normativas que aunque necesarias,
de no contar con evidencia precisa y rigurosa pueden llevar a la
distorsión, confusión y al desaprovechamiento de ventanas de
oportunidad clave para las víctimas, las sociedades, y sobre todo para
garantizar un tránsito efectivo de la guerra a la paz, o de la dictadura
a la democracia.
Es por esta razón que al hablar del proceso de reparación a
víctimas en el caso colombiano es importante no perder de vista la
doble premisa expuesta: identificar tensiones desde la evidencia y la
inferencia; por un lado, para establecer las condiciones, dinámicas y
retos que enfrentan tanto las víctimas, como la sociedad y el Estado
colombiano, por el otro.
Dos razones adicionales motivan este capítulo. En primer lugar, en
Reparación en Colombia ¿Qué quieren las víctimas?, escrito por Angelika
Rettberg (2008) con el apoyo de GTZ, la Fiscalía General de la Nación,
la Embajada de la República Federal Alemana y la Universidad de Los
Andes, se ofrece una mirada en la que se privilegia la importancia de
hablar desde la evidencia y no desde el deseo. Esto, debido a la fortaleza
teórica y metodológica que permite realizar inferencias que trasciendan
los hallazgos del estudio y revisen las implicaciones que estos tienen
desde otras perspectivas de análisis.
En segundo lugar y como afirma Rettberg (2008, 14), “La
reparación, además de una forma práctica y legal de resarcir daños
a personas afectadas, es también una expresión política que capta el
poder relativo de diferentes grupos en la definición de la agenda social
(Segovia, 2006 y Casas y Herrera, 2008)”. Es desde este ángulo que
queremos aportar a través de la revisión e interpretación de los hallazgos
de Rettberg y de sus colaboradores (2008). Como advierte la autora,
paradójicamente la atención a los aspectos políticos de la reparación
a víctimas siguen siendo uno de los aspectos menos exploradas por
quienes estudian reparaciones, justicia transicional e incluso dentro de
la denominada “victimología”.

154
Andrés Casas-Casas & Germán Herrera Toloza

En este sentido, tomando la información proporcionada por


la encuesta, así como los hallazgos producto de los talleres con
representantes de instituciones clave y con ONG´s (ambos realizados
en Bogotá el 29 de enero de 2009), este capítulo rastrea algunas de
las implicaciones micro, meso y macropolíticas de la valiosa evidencia
ofrecida por Rettberg y sus colaboradores.
Para satisfacer este propósito en primer lugar buscamos desarrollar,
interpretar y analizar los hallazgos a la luz de la mirada analítica del
Juego Político de las Reparaciones (Casas y Herrera, 2008) con el fin
de contrastar los hallazgos realizados en los dos trabajos. En segundo
lugar buscamos establecer las implicaciones posibles de la reparación a
víctimas de la violencia en Colombia en cuatro niveles: Satisfacción de
derechos; Satisfacción de los estándares internacionales; Su contribución al
cierre del ciclo de violencia; así como de los retos para el Estado colombiano.
Por último, se busca analizar las implicaciones de las percepciones y
preferencias de las víctimas frente a la evolución y oferta de los posibles
programas de reparación en Colombia.
Nuestra hipótesis de trabajo es que la evidencia de la encuesta sugiere
una paradoja: al parecer lo que quieren las víctimas encuestadas va en
contravía de la lógica de la reparación integral y afirma los efectos perversos
del juego político de las reparaciones.
Al explorar esta hipótesis buscamos aportar a la discusión sobre
la reparación a víctimas en el país de tres maneras: a) ofreciendo
alternativas para la explicación de fenómenos políticos relativos
a procesos de reparación en contextos de justicia transicional; b)
esbozando estrategias para que las víctimas puedan superar las
ataduras establecidas por el juego político que surge entre gobierno y
victimarios; Por último, c) identificando las tensiones que surgen entre
lo normativo (deber ser) y lo que existe (ser) en materia de reparaciones,
así como los efectos perversos que plantean para las víctimas, el capital
social, y en general los bienes públicos de sociedades que han decidido
romper con el pasado.
El capítulo se divide en seis secciones. En la primera abordamos
la relación entre el juego político de las reparaciones y las víctimas
de la violencia política en Colombia. En la segunda presentamos
un análisis del caso colombiano desde el marco analítico de las
reparaciones en procesos de Justicia Transicional sin transición.
En la tercera sección ofrecemos una mirada fugaz del contexto

155
Lo que quieren las víctimas. Paradojas y retos entre el ser y el deber ser en el proceso de reparación en Colombia

y del desarrollo de los programas de reparación en el país. En la


cuarta sección y a manera de ejercicio contrastamos el Ser (las
percepciones de las víctimas) frente al deber ser de las reparaciones
(tipos de medidas y cumplimiento de principios internacionales)
en cuatro dimensiones de análisis. En la quinta sección abordamos
algunas preguntas y respuestas inquietantes a partir del análisis de
la encuesta. Por último, reflexionamos sobre algunas implicaciones
de la evidencia para el futuro de las víctimas colombianas desde el
juego político de las reparaciones.

1. Una mirada política de las reparaciones en procesos


de justicia transicional

En las conclusiones de su informe sobre América Latina N° 29-30,


el International Crisis Group –ICG– (2008, 27) urge afrontar tres
problemas necesarios para corregir el curso que está siguiendo el
proceso de las víctimas frente a la Ley de Justicia y Paz en Colombia.
Para el ICG (2008, 27) en Colombia todavía no se ha asignado
prioridad a la representación política de las víctimas y a la defensa
y promoción de sus derechos; además las instituciones encargadas
de implementar la Ley de Justicia y Paz (LJP)y de garantizar los
derechos de las víctimas siguen enfrentando serios cuellos de botella
operacionales y financieros; y la persistencia del conflicto armado en
muchas regiones impide seriamente la participación de las víctimas y
la aplicación rigurosa de la LJP.
La preocupación manifestada en este sentido, por este y otros estudios,
centros de investigación y organizaciones, lejos de sorprender identifica
el síntoma de una condición que ha caracterizado muchísimos procesos
de reparación dentro y por fuera de procesos de justicia transicional.
Algunos analistas olvidan que las reparaciones como cualquier producto
humano están informadas por los intereses de los actores involucrados.
En particular, por las preferencias de aquellos que definen las ataduras
y alcances en las negociaciones previas que dan paso a las normas en las
que se desenvuelven las decisiones y las acciones a través de las cuáles se
desarrollan estos procesos.
Durante los últimos dos años hemos venido diseñando herramientas
teóricas para analizar desde una perspectiva no normativa el tema de

156
Andrés Casas-Casas & Germán Herrera Toloza

las reparaciones a víctimas de violaciones a los derechos humanos y


delitos de lesa humanidad Casas y Herrera (2007a, 2007b, 2008).
Lo anterior en el marco de procesos de justicia transicional, desde
una perspectiva politológica. Este intento se inspiró en una intuición
que gracias a la evidencia constituye una regularidad que lejos de
ser un rasgo determinante y obligatorio, implica un reto para las
sociedades, las víctimas, ante todo para los Estados, así como para
los actores clave que desde la comunidad internacional han decidido
dejar de ser espectadores pasivos para convertirse en aliados,
facilitadores y garantes.
Siguiendo a Jens Arup Seip: “En política, la gente nunca trata
de atarse a sí misma, sólo de atar a los demás” (Ver Elster, 2002.
p 11). Así la política puede ser vista como el arte de atar a otros’
(Elster, 2002). La esencia política de las reparaciones se refleja en
tres aspectos: a) se puede afirmar que la justicia transicional es un
proceso de ruptura con una situación dada (pasado) con el fin de
alcanzar un estado de cosas deseado (futuro) (Elster, 2005); b) en
este sentido es un proceso que implica la selección entre diferentes
alternativas de cambio; c) es un proceso en el cual están en juego
los intereses y expectativas de quienes toman decisiones de impacto
colectivo y de quienes se ven afectados por ellas.
Así, vale la pena preguntar ¿qué es la Justicia transicional (J.T)
desde una perspectiva política? Desde el punto de vista político, la
J.T es un proceso en el cual se intenta atar a otros en el tiempo con
el fin de: a) reducir la incertidumbre propia del paso de la guerra
a la paz, o de la dictadura a la democracia; b) generar confianza a
través de la aceptación de restricciones y de la reparación de los daños
realizados en el marco del conflicto. Lo político de las reparaciones
en los procesos de justicia transicional se expresa en que constituyen
mecanismos para atar estados posibles del mundo en el tiempo, unos
que implican un reparto de valores determinado a nivel de toda la
sociedad. Esto, ya sea a través de la sincronización de preferencias en
el tiempo, o para establecer ataduras débiles con el fin de desatarse
en el futuro. Puede observarse entonces que las reparaciones desde
un punto de vista estratégico constituyen un mecanismo político de
transformación social. Es aquí dónde buscamos aportar una mirada
distinta a la literatura tradicional.

157
Lo que quieren las víctimas. Paradojas y retos entre el ser y el deber ser en el proceso de reparación en Colombia

Tabla 1. Una mirada política de las reparaciones en procesos de justicia transicional

= Escenario estratégico de selección de


Procesos de Justicia Transicional
alternativas
Programas de reparación = Mecanismos para atar a otros

Depende de las alternativas que se


El potencial de transformación
seleccionen, es decir, de las agendas que se
social de las reparaciones
privilegien

Mirar a las víctimas como partes activas


¿Qué implica esta mirada? dentro de estos procesos y no como meros
depositarios de “derechos y beneficios”

Fuente: Casas y Herrera, 2009.

1.1 Lo que hemos aprendido: regularidades de los procesos


de reparación

Un estudio comparado de los procesos de las Reparaciones dentro y


por fuera de procesos de Justicia Transicional ha permitido establecer
algunas regularidades clave que arrojan estos procesos (Ver Casas y
Herrera, 2007 y 2008; Naranjo y Casas, 2009)2:

1. La mayoría de los procesos se desviaron de sus metas iníciales y mu-


chos de ellos no lograron sus cometidos.

2
Los 10 casos estudiados son: Sudáfrica, Guatemala, Chile, Argentina, El
Salvador, República Federal Alemana, Estados Unidos, Perú, Marruecos y
Colombia. El estudio de los mismos se basó en la revisión de fuentes primarias
(leyes y decretos que dieron origen a los distintos procesos de justicia
transicional, a comisiones de verdad y reparación, informes y propuestas de
las mismas y documentos propositivos de ONG’s y organizaciones relevantes
en cada uno de los casos) y fuentes secundarias (trabajos académicos y
periodísticos relacionados con los mismos casos). Para aproximarse a la
revisión de los distintos casos internacionales, véase Casas-Casas, Andrés y
Herrera, Germán (2007a; 2007b). Para un análisis del papel de las víctimas
frente a las reparaciones desde una perspectiva comparada de diferentes casos
ver Naranjo y Casas (2009).

158
Andrés Casas-Casas & Germán Herrera Toloza

2. En la mayoría de los casos se crearon organizaciones formales (co-


misiones de verdad, de reconciliación, etc.) para dirigir el proce-
so de justicia transicional, cuyo diseño se caracterizó por el no
otorgamiento de poder vinculante a sus decisiones, razón por la
cual las mismas adquirieron fundamentalmente la forma de reco-
mendaciones que para materializarse debían ser acogidas por una
organización política distinta (e.j. el Congreso, Asamblea Consti-
tuyente, entre otros).
3. Aun cuando en la mayoría de los casos estas “comisiones de ver-
dad” fueron las encargadas de diseñar inicialmente los programas,
políticas y estrategias para reparar a las víctimas, sus recomen-
daciones no se tradujeron de manera fidedigna en las políticas y
leyes que buscaron implementarlas, lo que a su vez fue visto por
las víctimas como una muestra clara del desinterés por parte de
los tomadores de decisión frente a sus sufrimientos, a excepción,
claro está, del caso marroquí.
4. En la gran mayoría de los casos, las víctimas y las organizaciones
que las representaron no tuvieron gran capacidad de influencia en
los procesos de toma de decisiones que llevaron a las políticas de
reparación finalmente implementadas, debido fundamentalmente a
las restricciones previas impuestas al proceso por las negociaciones
iniciales que les dieron vida, en la mayoría de las cuales las víctimas
tampoco fueron tenidas en cuenta.
5. Se puede afirmar que, en su mayoría, las víctimas expresaron altos
niveles de insatisfacción y desconfianza respecto de las medidas de
reparación finalmente implementadas.

Entonces, ¿quién ata a quién? La experiencia internacional demuestra


que los actores que tradicionalmente definen las ataduras que dan paso
a la paz son los victimarios y los representantes de la organización
política que negocia con ellos (en el caso de transiciones negociadas) o
los actores victoriosos (en el caso de conflictos resueltos militarmente).
Desde este punto de vista, estas ataduras se hacen fundamentalmente
entre los actores que negocian, pero afectan directamente a las víctimas,
especialmente para restringir su capacidad de reclamación de verdad,
justicia y reparación frente a las violaciones de derechos humanos y
delitos de lesa humanidad cometidos.

159
Lo que quieren las víctimas. Paradojas y retos entre el ser y el deber ser en el proceso de reparación en Colombia

1.2 El juego político de las reparaciones3

Con el uso de herramientas de la teoría de juegos se busca formalizar a


continuación la dimensión política de las reparaciones de acuerdo con la
idea de que lo que se busca a la hora de diseñar e implementar políticas
de reparación es atar a los demás para definir el reparto terminante de
valores en la sociedad a futuro4.
De manera específica, y como ya se planteó, el efecto del juego político
entre quienes negocian la transición ata a las víctimas en relación con el
reparto terminante de ciertos valores: las posibles medidas y programas de
reparación, así como los alcances de las mismas. En términos concretos,
se busca definir qué consiguen las víctimas, de qué forma y de quién
(Estado, victimarios o ambos). El juego que se presenta se circunscribe
al contexto de una transición negociada hacia la paz, donde básicamente
dos partes (Estado y victimarios) deben “ponerse de acuerdo” acerca de: ¿a
quién reparar?, ¿cómo se va a reparar? y ¿qué tanto se va a reparar?
Se parte de la idea según la cual es preciso reparar; es decir, el problema
de “si reparar o no” está fuera de discusión y se da por sentado que las
víctimas de los actos atroces cometidos deben recibir algún tipo de
reparación por los daños sufridos. Esto se justifica en que en el contexto
internacional actual, debido a los avances de la legislación internacional,
especialmente de la relacionada con los derechos humanos y el derecho
internacional humanitario, existe una gran presión por parte de distintos
actores internacionales la cual hace impensable considerar que en
escenarios de posconflicto o de transición hacia la democracia, aquellas
personas que han sufrido los vejámenes de la guerra o de un sistema
político represivo no sean tenidas en cuenta a la hora de garantizarles la
verdad, la justicia y la reparación5.

3
Esta sección obedece fundamentalmente a Casas y Herrera (2008 y 2009).
4
Una discusión sobre la política, lo macro político y lo micropolítico se puede
revisar en Losada y Casas (2008) y Casas (2008).
5
Además, se debe tener en cuenta también que a la par de las presiones
internacionales, existen presiones internas por parte de distintos actores, tanto
públicos como privados, medios de comunicación, gremios, ONG, entre otros,
para asegurar un nivel mínimo de justicia, verdad y reparación para las víctimas de
delitos atroces y violaciones a los derechos humanos.

160
Andrés Casas-Casas & Germán Herrera Toloza

Bajo este marco de acción, el problema a resolver se centra en “cómo


reparar”. Éste es el problema de interacción estratégica que se pretende
formalizar a través de un árbol de juego compuesto por dos jugadores:
Estado y victimarios. Antes de desarrollar el juego, es necesario dejar
claros los supuestos e ideas de los que parte y que lo definen a su vez:
Se busca modelar un juego donde intervienen sólo dos jugadores:
Estado y victimarios. En este sentido, se asume inicialmente que el Estado
y los victimarios son dos actores distintos capaces de tomar decisiones
autónomas y cuya negociación inicia el proceso de transición6.
Se asume también, por simplicidad a la hora de plantear el ejercicio,
que el jugador Estado juega primero, seguido por el jugador victimarios7.
Los pagos que se asignan a cada uno de los jugadores son de naturaleza
variable, es decir, la utilidad que representan es ordinal y no cardinal8.
Las estrategias que tienen disponibles cada uno de los actores son las
mismas, a saber: comprometer recursos (tiempo, dinero, reputación,
trabajo, entre otros) para llevar a cabo reparaciones “amplias” (Estrategia
A) o comprometer recursos para llevar a cabo reparaciones “restringidas”
(Estrategia B)9.

6
Esta diferenciación es útil incluso en los casos en donde los victimarios hacen
parte y controlan el aparato estatal (caso Argentina, Chile y Suráfrica), pues en
estos contextos los victimarios también tienen que negociar con aquellos grupos
que van a acceder al control del aparato estatal todo lo concerniente a la justicia,
la verdad y la reparación para los victimarios.
7
A la hora de la verdad, el orden de los jugadores no altera el equilibrio final del
juego; sólo usamos está convención, otra vez, en aras de hacer lo más simple
posible el árbol de juego. En términos estrictos lo que se busca con esta idea es
demostrar que el juego es de carácter secuencial y no simultáneo.
8
Si bien las estrategias que pueden escoger cada uno de los jugadores implican
costos materiales medibles (en términos de dinero, tiempo, costos de oportunidad
y percepción política), también es cierto que los mismos varían en cada caso, razón
por la cual es más recomendable utilizar pagos ordinales que reflejen los órdenes
de preferencia de cada uno de los actores entre los resultados posibles del juego.
9
En el contexto de este juego la idea de reparaciones amplias o restringidas no
se relaciona estrictamente con las definiciones que se dieron de cada una en la
dimensión administrativa de las reparaciones. En esta situación específica, cuando
se plantea la idea de reparaciones amplias o restringidas se busca incorporar en
estos conceptos qué tan incluyentes (en términos de víctimas a reparar y delitos a
reparar), qué tan generosas (en términos de recursos, materiales y no materiales,

161
Lo que quieren las víctimas. Paradojas y retos entre el ser y el deber ser en el proceso de reparación en Colombia

Los supuestos anteriormente mencionados se relacionan directamente


con la forma que adquiere el juego de las reparaciones en contextos
de transiciones negociadas. Aparte de estos, es necesario también
describir los supuestos e ideas que definen los pagos para cada uno de
los jugadores. Así, se tiene:
Se asume que el jugador “Estado” se enfrenta, por un lado, a
restricciones políticas por parte de distintos actores con intereses
propios acerca de las medidas de reparaciones a implementar y con
capacidad de veto sobre sus decisiones10; y por el otro, a restricciones
fiscales y macroeconómicas que le dificultan llevar a cabo reparaciones
“amplias”, especialmente si se enfrenta a un contexto de recursos
escasos definidos por una agenda política en las que se prioriza la
atención a otros problemas. Lo anterior, sobre todo en escenarios
de posconflicto, donde paralelamente son imperantes metas tales
como la consolidación de políticas de seguridad, el desarrollo de la
infraestructura, de una política social amplia, de disminución de
pobreza y de asegurar el crecimiento económico.
En el caso del jugador “victimarios” se asume que éste, frente al dilema
“justicia vs. paz” desea obtener la paz al menor costo posible; esto es,
sin justicia para las víctimas o con niveles muy bajos de la misma. En
este sentido, posee un interés manifiesto porque las reparaciones sean
lo menos costosas posible (tanto en términos judiciales, económicos,
políticos, y de imagen), pues lo contrario se constituye en un incentivo
negativo para cesar sus acciones violentas.
Del anterior contexto se desprende la matriz de pagos descrita en la
Tabla 2 y la Figura 1.

Continúa nota 9
para reparar) y qué tan abiertas (en términos de los requisitos que deben cumplir
las víctimas para acceder a las reparaciones) resultan ser las reparaciones, donde
las reparaciones “amplias” son más incluyentes, generosas y abiertas que las
“restringidas”; es decir, las primeras son más costosas para cada uno de los actores
y las segundas menos costosas.
10
Entre estos se pueden citar a los partidos políticos, el estamento militar, las
organizaciones de la sociedad civil y los medios de comunicación, entre otros.

162
Andrés Casas-Casas & Germán Herrera Toloza

Tabla 2. Matriz de pagos del juego de las reparaciones

Resultados posibles Estado Victimarios

(A,A) 3 2

(A,B) 1 4

(B,A) 4 1

(B,B) 2 3

Figura 1. Juego de las reparaciones entre Estado y victimarios

En este juego el jugador “Estado” juega primero y, como se


planteó ut supra, esto no afecta la lógica del juego (esto significa que
el jugador “victimarios” pueden jugar primero y esto no alteraría el
resultado final. Decidimos que “Estado” jugara primero porque es
lo que hemos encontrado en la mayoría de los casos estudiados).
“Estado” se enfrenta con la opción de jugar dos estrategias: A
(Reparaciones amplias) y B (Reparaciones restringidas). Cada una
de estas estrategias es representada por las ramas superiores del
árbol, seguidas por dos nódulos negros que corresponden a las
posibles jugadas que el jugador “victimarios” puede llevar a cabo
después que el jugador “Estado” juega. En este sentido, el jugador
“victimarios” puede jugar las mismas dos estrategias que el jugador
“Estado”, lo que explica las 4 ramas inferiores del árbol. Después de

163
Lo que quieren las víctimas. Paradojas y retos entre el ser y el deber ser en el proceso de reparación en Colombia

cada posible combinación de estrategias11 se encuentran los pagos


que se desprenden de las mismas.
Al usar el método de backward induction (razonamiento hacia atrás)
para resolver el juego, se tiene que el equilibrio de Nash –es decir,
aquella situación de juego en la que ningún jugador puede mejorar
su posición unilateralmente– del mismo está dado por la combinación
de estrategias (B,B), esto es, ambos jugadores escogen por alternativa
a seguir la de comprometer recursos para llevar a cabo reparaciones
“restringidas” o mínimas.
La principal implicación de este “juego de las reparaciones” es que
la idea normativa de que las reparaciones por sí mismas deben ser lo
más incluyentes, generosas y abiertas posibles probablemente se verá
erosionada frente a los intereses y los incentivos que los actores tienen
respecto de las reparaciones (y con el proceso de justicia transicional
en general). Además, es importante ver que estos actores deciden bajo
restricciones, tanto accidentales como auto-impuestas.
Lo anterior se debe, fundamentalmente, por un lado, al peso que en las
percepciones de los tomadores de decisión tienen las restricciones económicas
y fiscales sobre los Estados, y al interés de los mismos por lograr la paz (cese
de hostilidades), incluso a costa de la justicia para las víctimas; y por el otro, el
interés manifiesto y, por cierto obvio, de los victimarios de que la transición
les resulte lo menos costosa posible, tanto en términos económicos como
políticos, judiciales y en términos de percepción/reputación.
Ahora bien, el problema no radica solamente en que la formulación
normativa del problema de las reparaciones no concuerde con los intereses
que puedan tener los distintos actores involucrados. El problema estriba
en que de no generar incentivos y mecanismos que influyan y cambien
el juego descrito, las reparaciones, sus mecanismos y sus alcances
resultarán limitados, lesionarán los derechos y las expectativas de las
víctimas y podrán generar poderosos incentivos perversos que motiven
conductas atajistas, rencorosas o descaradas en el tiempo12.

11
Cómo se puede ver en el árbol y en la matriz de pagos, sólo existen 4 combinaciones
posibles: (A,A) (A,B) (B,A) (B,B).
12
Para una reflexión sobre la cultura del atajo ver Mockus y Cante (2005) y
Drago, Cante y Ortiz (Comps.) (2005).

164
Andrés Casas-Casas & Germán Herrera Toloza

El resultado del juego se hace latente cuando los victimarios hacen


o han hecho parte, en el pasado reciente, del aparato estatal o se han
constituido en actores con alta influencia local. Esto genera dificultades
pues se da una evidente aversión a estar “cediendo el poder” a aquellos
que victimizaron, o por lo menos a sus representantes, o a aquellos que
no sufrieron directamente o en gran medida sus acciones represivas y
violatorias (caso Argentina, Chile y Suráfrica) y que están por fuera de
su órbita de influencia. En casos como estos, los incentivos para que las
reparaciones se limiten a su naturaleza mínima son aún mayores. De
hecho, se puede decir que hay incentivos para no reparar del todo13.
Ahora bien, en contextos de este tipo, ¿qué esperan estos actores de las
víctimas? La respuesta, aunque desalentadora, es obvia: aceptar cualquier
tipo de medidas o políticas que se les propongan para repararlas. La
razón principal por la que ésta es la estrategia dominante para las
víctimas reside en que estas se encuentran “atadas” por las decisiones
previas hechas entre el Estado y los victimarios, pues son ellos los que
deciden cómo se “reparten las reparaciones” para las víctimas. Este es el
incentivo perverso que resulta del juego para las víctimas. Ya que frente
al miedo, la impotencia propia del trauma generado por los hechos, el
desarraigo, la vulnerabilidad económica, el riesgo de revictimización,
y sobre todo, el afán para algunos de cerrar este capítulo, el desinterés
por el tiempo y la aparente eficiencia de un beneficio inmediato
hace que muchos y muchas acepten indemnizaciones económicas y
ofertas de servicios de la política social. Además, ante lo imperativo
de una paz negativa (ausencia de violencia), muchos gobiernos están
dispuestos a sacrificar la justicia.
En otras palabras, las víctimas “juegan” después del Estado y de los
victimarios, o de manera estricta, se puede afirmar que las víctimas no
“juegan” en el juego de las reparaciones, pues las acciones del Estado y los
victimarios de forma espontánea no están en situación de interdependencia
estratégica con las víctimas, pues cómo lo ha mostrado la experiencia estas
no participan si no hasta mucho después de esta primera fase.

13
En Argentina y Chile, por ejemplo, las medidas y programas de reparación se
dieron, relativamente, mucho después que los victimarios cedieran el poder y se
consolidara la democracia.

165
Lo que quieren las víctimas. Paradojas y retos entre el ser y el deber ser en el proceso de reparación en Colombia

La afirmación anterior se confirma cuando se analizan los distintos


casos de justicia transicional en el mundo. En la gran mayoría de los
mismos, las víctimas y las organizaciones que las representan inicialmente
no han tenido gran capacidad de influencia en los procesos de toma
de decisiones que llevaron a las políticas de reparación finalmente
implementadas ¿Por qué? Fundamentalmente por el papel que juegan
las restricciones previas impuestas al proceso en las negociaciones
iniciales que les dieron vida, en la mayoría de las cuales las víctimas
tampoco fueron tenidas en cuenta.

2. El caso colombiano desde el marco analítico de las


reparaciones en procesos de justicia transicional sin
transición

La pregunta entonces es si aplica el juego político de las reparaciones para


el caso colombiano. La respuesta, desafortunadamente, es afirmativa.
Esta situación se debe básicamente a dos razones. Por un lado, el bajo
nivel de influencia y agenciamiento de las víctimas frente al proceso de
negociación, y por otro, a las fuertes restricciones institucionales previas
a las que las víctimas fueron sometidas14.
Como lo deja ver Rettberg (2008, 85-86) solamente alrededor de
una cuarta parte de las víctimas pertenece a alguna organización de
víctimas, lo que evidencia un bajo nivel de organización política y de
capital social, requisitos indispensables para ejercer influencia sobre los
actores clave y, fundamentalmente, sobre resultados políticos como lo
son las reparaciones, y en general los procesos de justicia transicional.
Este hecho se ve reflejado y potenciado por las restricciones institucionales
a las que las víctimas han sido sometidas, condensadas básicamente en
la Ley 975 de 2005. Esta ley es un reflejo del bajo nivel de influencia y
agenciamiento de las víctimas dada la poca (o mejor, nula) injerencia de

14
Si bien el juego político de las reparaciones aplica al conjunto de casos estudiados
en Casas y Herrera (2008, 2007b y 2007a), las peculiaridades del mismo en
el caso en el caso colombiano hacen a éste muy parecido a los casos surafricano,
chileno y, en menor medida, al caso peruano.

166
Andrés Casas-Casas & Germán Herrera Toloza

las víctimas y las organizaciones de víctimas en su diseño y aprobación.


Asimismo, potencializa tal circunstancia debido a los pocos espacios
formales que crea para la participación de las víctimas, y en especial a las
limitaciones y requisitos que impone sobre tal participación15.
Ahora bien, si se acepta que el juego político de las reparaciones aplica
para Colombia, la inquietud que sobresale se refiere a la pregunta por
los efectos que tiene tal situación en el proceso de justicia transicional
colombiano, uno que se perfila como un proceso de justicia transicional
sin transición. La preocupación recae específicamente en la dinámica
de la relación entre las víctimas y el componente de reparaciones de
tal proceso. Al respecto se pueden anotar 4 efectos relevantes, cuyas
implicaciones trascienden la faceta del diagnóstico y llegan hasta el
punto del diseño de políticas de reparaciones para las víctimas.
El primer efecto que el juego tiene es el de engendrar ciertos niveles
de desconfianza de las víctimas en la capacidad del Estado para asegurar
la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición, tal
y como se desprende de los resultados de los talleres con representantes
de instituciones estatales y ONG’s clave llevados a cabo por el proyecto
Profis-GTZ. Además según Rettberg (2008, 84), sólo una cuarta parte
de las víctimas manifiesta confianza en que el programa de atención al
que está vinculado logre atender sus necesidades adecuadamente16.
Un segundo efecto es la existencia de una brecha muy grande entre
las expectativas de las víctimas frente a los programas de reparación y las
posibilidades reales de los mismos. Esto se desprende fundamentalmente
de los bajos aportes (materiales y no materiales) de los victimarios y
de la reticencia por parte del gobierno nacional a otorgar reparaciones
integrales, escudándose en la naturaleza complementaria de los aportes
estatales y en las restricciones fiscales que el Estado enfrenta17.

15
Véase infra un análisis más detallado de la Ley de Justicia y Paz y del marco
institucional del proceso colombiano.
16
Hay que tener claro que sólo el 60% de las víctimas afirma pertenecer a algún
programa de atención a víctimas, y que de estas sólo la cuarta parte están vinculadas
a programas de carácter estatal (Rettberg, 2008, 83).
17
Véase el Decreto 1290 de 2008, el cual crea el “programa de reparación individual
por vía administrativa para las víctimas de los grupos armados organizados al
margen de la ley”.

167
Lo que quieren las víctimas. Paradojas y retos entre el ser y el deber ser en el proceso de reparación en Colombia

El tercer efecto que se desprende del juego político de las reparaciones en


Colombia tiene que ver con los incentivos perversos que el juego y el marco
institucional vigente crean en el proceso colombiano, dónde de acuerdo a
las víctimas, es mejor y más rentable ser “victimario que víctima”18.
Por último, el resultado del juego político de las reparaciones en
Colombia incentiva la manipulación política y “burocrática” de las
víctimas por parte de determinados actores políticos (políticos locales,
partidos políticos, etc.) y administrativos (tramitadores, gestores, etc.) lo
que genera un proceso de “piratería humanitaria” y una situación en la
que se aumentan las probabilidades y los incentivos para la corrupción
alrededor y dentro de los programas de reparación existentes (y por existir).

2.1 El marco analítico de las reparaciones en procesos de justicia


transicional sin transición: un análisis del caso colombiano

En este apartado se analiza el caso colombiano a partir del marco analítico


de las reparaciones desarrollado previamente (Casas y Herrera, 2008),
el cual se resume en la Tabla 2.

Tabla 2. Marco analítico de las reparaciones19

Dimensión Características
Resarcir el daño (material y no material) causado
Justicia Justicia legal vs. Justicia política
Materializada por victimarios, Estado o ambos
Formas que adquieren las reparaciones y como son materializadas
Tipología de acuerdo a la forma en que son diseñadas: 1) am-
plias vs. restringidas; 2) judiciales vs. administrativas
Adminisrativa
Tipología de acuerdo a la forma en que son materializadas: 1)
“en especie vs. monetarias”; 2) programas autónomos vs. insertas
en políticas públicas

18
Véanse los resultados de los talleres con representantes de instituciones estatales y
ONG’s clave realizados por Profis-GTZ, Bogotá, 29 de enero de 2009.
19
Por marco analítico se entiende un conjunto de presupuestos, reglas de inferencia
y estrategias metodológicas que permiten descomponer un fenómeno con el fin de
comprenderlo, describirlo, explicarlo e incluso de elaborar estimaciones de probabilidad
sobre su ocurrencia o de fenómenos asociados al mismo (ver Casas y Herrera, 2008).

168
Andrés Casas-Casas & Germán Herrera Toloza

Dimensión Características
Política: “el arte de atar a otros” (Elster)
Procesos de reparaciones entendidos como escenarios estratégicos
de selección de alternativas
Política ¿Quién ata a quien? Estado y victimarios atan a víctimas
Juego (interacción estratégica) entre dos actores fundamental-
mente: Estado y victimarios
Víctimas son vistas básicamente como sujetos pasivos

Fuente: Casas y Herrera (2008).

La utilidad de este marco analítico radica en que permite descomponer


el fenómeno de las reparaciones en procesos de justicia transicional en
sus 3 dimensiones básicas: justicia, administrativa y política.
Dado el carácter inconcluso del caso colombiano y al hecho que
hasta ahora se encuentra en sus fases iniciales de implementación,
el análisis del mismo a la luz del marco analítico de las reparaciones,
como se puede ver en la tabla 3, se centra básicamente en los aspectos
institucionales formales y en las informaciones que se tiene sobre su
inicial y reciente ejecución (Tabla 3).
Tabla 3. Colombia y el marco analítico de las reparaciones

Dimensión
Dimensión Justicia Dimensión Política
Administrativa
Estado y victimarios
Busca resarcir daño tanto Diseño: amplias
atan a víctimas
material (reparación (restitución,
Víctimas son tratadas
económica) como no indemnización
(de una u otra forma)
material (reconocimiento rehabilitación,
como sujetos pasivos
de los hechos ¿y satisfacción y garantías
Víctimas son sujetas de
arrepentimiento?) de no repetición)
manipulación (política
Combinación entre justicia y judiciales-
y “burocrática”)
legal y justicia pura (pero administrativas
Respuesta de las
se acerca más al extremo (pendiente de
víctimas: falta
legal: “debido proceso con aplicación)
de confianza,
presunción de culpabilidad”) Materialización:
insatisfacción,
Materializada (en principio) monetarias
frustración. Pero
por Victimarios y Estado (rol Distancia entre diseño
también intentos de
complementario) y materialización
acción colectiva

Fuente: Casas y Herrera (2009).

169
Lo que quieren las víctimas. Paradojas y retos entre el ser y el deber ser en el proceso de reparación en Colombia

Entre los resultados de este ejercicio vale la pena resaltar los siguientes tres:

1. Se encuentra que en la dimensión justicia, si bien se busca resarcir tan-


to el daño material como el no material, en la práctica, con la informa-
ción con la que se cuenta hasta el momento, existe cierta tendencia a
centrarse más en la primera que en la segunda. Además, el Estado, en
principio, participa en esta dimensión con un rol complementario20.
2. En cuanto a la dimensión administrativa se encuentra que la misma no
se encuentra del todo definida, especialmente en cuanto a la manera de
implementar las reparaciones, dónde se encuentran dos caminos: el ju-
dicial y el administrativo, sobre los cuales todavía no se tiene total cla-
ridad. Asimismo, se observa una distancia considerable entre el diseño
de las medidas de reparación, pensadas inicialmente de manera amplia,
y su ejecución inicial, la cual tiende a ser de carácter restringido.
3. Por su lado, en la dimensión política se observa que el juego político
de las reparaciones entra en acción en el caso colombiano, donde
Estado y victimarios terminaron atando a las víctimas, por lo me-
nos en la fase inicial del proceso. Esto ha producido en las víctimas
sensaciones de falta de confianza en el Estado, de insatisfacción y de
frustración, pero también intentos incipientes de acción colectiva.

3. Contexto histórico e institucional de los programas


de reparación en el país21

En esta parte se describen de manera sucinta tanto la historia de procesos


de reparación en Colombia como el marco institucional formal que rige
el actual proceso de justicia transicional: la ley 975 de 2005, haciendo
especial énfasis en las características institucionales de la Comisión
Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR).

20
Claro está que con la reciente aceptación por parte del gobierno nacional de
incluir las víctimas y crímenes de Estado dentro del universo de crímenes y
víctimas a reparar, este rol complementario empieza a adquirir visos de cambio y
a constituirse la participación estatal en una más activa y directa.
21
Este apartado presta fundamentalmente de Casas y Herrera (2007a)

170
Andrés Casas-Casas & Germán Herrera Toloza

3.1 Breve recuento de procesos de reparación en Colombia

A pesar de la gran cantidad de conflictos que pulularon en Colombia a lo


largo de su vida republicana, la solución de estos, que usualmente incluía
un tratado o algún tipo de negociación formal, nunca tuvo en cuenta
de manera expresa el concepto de reparación como parte constituyente
del mismo. Tal fue el caso de los tratados de Neerlandia, Wisconsin y
Chinácota, que le dieron fin a la guerra de los mil días, del decreto 1823
del 13 de junio de 1954, que dio fin a las guerras del período de la violencia
y del pacto de Sitges,22 que dio inicio al Frente Nacional23.
Tales tratados sólo incluían las condiciones para la desmovilización,
y se configuraban usualmente como perdones amnésicos, es decir, estas
negociaciones incluían figuras como el indulto y la amnistía, y las
víctimas nunca eran consideradas sujetos de derechos como la justicia,
el conocimiento de la verdad, o la reparación integral24.
La razón de ésta situación se puede encontrar, en que sólo hasta la
segunda mitad del siglo XX se empiezan a discutir y aplicar principios
de reparación a las víctimas de conflictos internacionales o domésticos
o de regímenes autoritarios, debido al avance de la legislación
internacional al respecto25.
No obstante, en el caso de la negociación con el M-19, a finales de
la década de los 80’s y principios de la década de los 90’s, cuando ya se

22
Gutiérrez Sanín, Francisco. “¿Negociación racional? La experiencia del frente
Nacional en Colombia”, en: Cante, F. (Ed) (2008). Argumentación, negociación y
acuerdos. Bogotá: CEPI - Ed. Universidad del Rosario.
23
Bastidas Martínez, Liliana y Gómez Parra, María Alejandra (2005). La
memoria, el perdón y la reparación en los acuerdos de paz y en la prolongación del
conflicto armado en Colombia. Monografía para optar al título de psicólogas.
Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, junio de 2005, p. 301.
24
Uprimny Yepes, Rodrigo. “Las enseñanzas del análisis comparado: procesos
transicionales, formas de justicia transicional y el caso colombiano”, en: ¿Justicia
transicional sin transición?: verdad, justicia y reparación para Colombia. Bogotá:
DeJusticia, 2006, p. 26.
25
No obstante, algunos autores hacen un recuento de las políticas de reparación
anteriores a éste período, sólo que éstas sólo aplican para conflictos de carácter
internacional. Véase Elster, Jon (2004). Closing the books: transitional justice in
historical perspective. Cambridge: Cambridge University Press.

171
Lo que quieren las víctimas. Paradojas y retos entre el ser y el deber ser en el proceso de reparación en Colombia

habían instaurado tales principios internacionales en relación con los


derechos de justicia, verdad y reparación para las víctimas, estos no se
cumplieron, pues no se incluyó en ningún momento un mecanismo o
medida tendiente a asegurarlos26.
Lo anterior deja entonces como única instancia de reparación para
colombianos por crímenes contra los derechos humanos y delitos de lesa
humanidad la que se resume en las sentencias de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos (CIDH) proferidas contra el Estado colombiano,
en las que se obliga a éste a indemnizar y garantizar la vida y seguridad
de determinados individuos (o sus familiares) que han demandado al
mismo ante dicha Corte.
Entre los casos más representativos se encuentran el de Ituangó, el de
la masacre de Mapiripán, el del asesinato de 19 comerciantes en Puerto
Boyacá en el Magdalena Medio y el de Wilson Gutiérrez Soler, entre otros27.
En todos estos casos, la CIDH obligó al Estado Colombiano a
reparar a las víctimas de los actos punibles considerados (desaparición
forzada, ejecución extrajudicial, secuestro, etc.) en dinero y a través de
indemnizaciones de distinto monto de acuerdo a los daños sufridos.

3.2 Análisis institucional: Ley de Justicia y Paz y la CNRR

Tal y como lo muestran Rodrigo Uprimny y María Paula Saffon


(2006), a pesar de las “buenas intenciones” de los legisladores y del
Gobierno Nacional, en el proceso que llevó a la Ley de Justicia y
Paz, para con la consecución de la verdad, la justicia y la reparación,
los mecanismos y herramientas consagrados en la misma ley para
implementar estos principios se constituyen en insuficientes y dejan
ciertos vacíos a la hora de su materialización efectiva28.

26
Bastidas Martínez, Liliana y Gómez Parra, María Alejandra. La memoria,
el perdón y la reparación en los acuerdos de paz y en la prolongación del conflicto
armado en Colombia. Op. cit., pp. 389-391.
27
Estos casos se pueden consultar en detalle en www.corteidh.org.cr
28
Uprimny Yepes, Rodrigo y Saffon, María Paula (2006). “La ley de «justicia
y paz»: ¿una garantía de justicia y paz y de no repetición de las atrocidades?”,
en: ¿Justicia transicional sin transición?: verdad, justicia y reparación para Colombia.
Bogotá: DeJusticia, 2006, p. 176.

172
Andrés Casas-Casas & Germán Herrera Toloza

Tales deficiencias son transversales a la consecución de los derechos


de justicia, verdad y reparación. En relación con el primero, si bien la
ley establece la obligación del Estado de investigar los hechos punibles
llevados a cabo en el marco del conflicto armado y de identificar,
capturar y sancionar a los responsables de tales actos29, su aplicación se
ve truncada por problemas en el diseño de los mecanismos aprobados
para implementarlo. Esto es así, aun cuando la Corte Constitucional, en
Sentencia C-370 de 2006, la cual declara exequible la Ley 975 de 2005,
corrige algunos aspectos de la misma que impedían la aplicación eficaz
del derecho a la justicia30, pues problemas como los cortos plazos para la
investigación por parte de la Unidad Nacional de Fiscalía para la Justicia
y la Paz y la falta de recursos para la misma persisten e imposibilitan la
materialización efectiva del derecho a la justicia de las víctimas31.
Por otro lado, la ley establece también el derecho de la sociedad,
y en especial de las víctimas de conocer la verdad sobre los delitos
cometidos en el contexto del conflicto armado32. No obstante, la misma
ley dispone que el o los imputados no están obligados a contar toda la
verdad en la versión libre que deben rendir como primer paso dentro
del proceso judicial, error que se subsana en la Sentencia C-370 de
2006 ya mencionada33.
Así, y como lo reconocen Uprimny y Saffon (2006), en ausencia de
la exigencia de una confesión plena como requisito para la concesión
de los beneficios allí previstos, no existe en la Ley de Justicia y Paz
ningún tipo de incentivo para que los desmovilizados suministren

29
Congreso de Colombia, Ley 975 de 2005: por la cual se dictan disposiciones para
la reincorporación de miembros de grupos armados organizados al margen de la
ley, que contribuyan de manera efectiva a la consecución de la paz nacional y se
dictan otras disposiciones para acuerdos humanitarios, Diario Oficial N° 45.980,
25 de julio de 2005, art. 6°.
30
Corte Constitucional, Sentencia C-370 de 2006, en http://portal2.semana.com/
documents/doc-1294_2006713.doc, acceso el 29 de mayo de 2007.
31
Uprimny Yepes, Rodrigo y Saffon, María Paula (2006). “¿Al fin, ley de justicia
y paz? La ley 975 de 2005 tras el fallo de la Corte Constitucional”, en: ¿Justicia
transicional sin transición?: verdad, justicia y reparación para Colombia. Bogotá:
DeJusticia, pp. 213-215.
32
Congreso de Colombia, Ley 975 de 2005. Op. cit., art. 7°.
33
Ibíd., art. 25.

173
Lo que quieren las víctimas. Paradojas y retos entre el ser y el deber ser en el proceso de reparación en Colombia

información sobre los crímenes perpetrados por ellos de los cuales no


tenga conocimiento el Estado. Asimismo, y al igual que en la provisión
del derecho a la justicia, la precariedad de las herramientas con que
cuenta la Fiscalía General de la Nación para investigar exhaustivamente
delitos complejos, sistemáticos y masivos imposibilitan también el
recuento eficaz de la verdad de los hechos sucedidos34.
Finalmente, la ley establece también el derecho de las víctimas
a obtener una reparación integral de los delitos sufridos, la cual se
fundamenta en los 5 pilares de la restitución, la indemnización, la
rehabilitación, la satisfacción y las garantías de no repetición35. Pero al
igual que con los dos principios anteriores, las disposiciones específicas
destinadas a lograr este objetivo distan de ser suficientes. Inicialmente,
si bien los beneficiarios de la ley tenían la obligación de reparar
materialmente a las víctimas de sus actos violentos, esta reparación se
veía truncada por exigencias tales como: debía comprobarse que los
beneficiarios efectivamente poseían bienes con que reparar (lo que
abría la posibilidad del testaferrato)36, que se deberían entregar sólo
los bienes adquiridos ilícitamente (dejando de lado los bienes lícitos
o supuestamente lícitos)37, que las víctimas mismas (o el Ministerio
Público o el Fiscal del caso en su nombre) debían iniciar la reclamación
de reparación ante el tribunal encargado de juzgar a sus victimarios (lo
que hacía engorroso el procedimiento)38. No obstante, y al igual que
en el caso de la provisión de los derechos a la justicia y a la verdad, los
condicionamientos hechos por la Corte Constitucional subsanan hasta
cierto punto estas deficiencias39.
Ahora, en cuanto a la Comisión Nacional de Reparación y
Reconciliación creada por la misma ley, vale la pena resaltar las dos
características institucionales más importantes de la misma:

34
Uprimny Yepes, Rodrigo y Saffon, María Paula. Op. cit., p. 187.
35
Congreso de Colombia, Ley 975 de 2005. Op. cit., art. 8°.
36
Congreso de Colombia, Ley 975 de 2005. Op. cit., art. 44.
37
Ibíd., art. 44.1.
38
Ibíd., art. 45.
39
Véase Corte Constitucional, Sentencia C-370 de 2006, en http://portal2.semana.
com/documents/doc-1294_2006713.doc, acceso el 29 de mayo de 2007.

174
Andrés Casas-Casas & Germán Herrera Toloza

 Sibien la ley le otorga un gran número de funciones a cumplir, la


misma no le confiere poder vinculante a ninguna de sus iniciativas y
decisiones, lo que la hace, hasta cierto punto, inefectiva, y;
 La fuerte presencia del gobierno nacional le otorga una influencia
desproporcionada al mismo a la hora de plantear la agenda y de to-
mar las decisiones dentro de la Comisión.

Por último, frente a la posibilidad de un Plan Nacional de


Reparaciones Administrativo (PNRA), y aun cuando se avanza en
relación con el mismo en el Decreto 1290 de 2008, su implementación
queda abierta a discusión por dos razones: primero, tal y como
está en el decreto el PNRA se restringe solamente a reparación
individual (y específicamente material) y segundo, a que no existe
un consenso definitivo en torno al mismo40. Como afirma el informe
del International Crisis Group (2008, 27) citado arriba, “La CNRR,
cuya misión es defender los intereses de las víctimas, ha mantenido
un perfil bajo y no tiene la independencia necesaria con respecto al
gobierno como para recomendar los cambios de políticas requeridos”.

4. Ser vs. deber-ser de las reparaciones

En este acápite se analiza el caso colombiano en función de la


comparación entre el “ser” y el “deber ser” de las mismas. Por el “ser”
de las reparaciones se entienden las preferencias de las víctimas frente a
las medidas, programas y políticas de reparación41. Por el “deber ser” se
entienden las prescripciones que en torno a las reparaciones se consagran
en los estándares internacionales y en la normatividad nacional (ley de
justicia y paz, resoluciones y documentos de trabajo CNRR, etc.).

40
Esta falta de consenso definitivo se manifiesta en el hecho que cursa actualmente en
el Congreso Nacional un proyecto de ley de víctimas que contempla la posibilidad
de crear un Programa Nacional de Reparaciones Administrativo con facultades
distintas a la del actual.
41
La evidencia para estas preferencias se basa en Rettberg (2008) y en los talleres con
representantes de instituciones estatales y ONG’s clave realizados por Profis-GTZ.

175
Lo que quieren las víctimas. Paradojas y retos entre el ser y el deber ser en el proceso de reparación en Colombia

La comparación entre estas dos maneras de ver las reparaciones se basa


en 4 niveles de análisis, a saber: satisfacción de derechos, satisfacción de
estándares internacionales, contribución al cierre del ciclo de violencia
y retos para el Estado colombiano.
De este análisis se desprende la Tabla 4, dónde se compara el Ser vs.
el Deber-Ser de las reparaciones en los 4 niveles de análisis.

Tabla 4. Ser vs. Deber ser de las Reparaciones

Nivel de Análisis Deber Ser Ser

• Víctimas desean verdad,


justicia y reparación, pero
• Verdad: conocimiento
el énfasis está en reparación
y reconocimiento de los
material (pensión, vivienda,
actos atroces cometidos
educación, subsidios)
• Justicia: castigar
• ¿Cómo reparar lo que
(judicial y socialmente)
no es reparable?: homicidio,
Satisfacción de a los responsables de los
desaparición
derechos actos atroces
• Ciertas víctimas no quieren
• Reparación: Resarcir los
que se sepa la verdad en público
daños causados (materiales
(mujeres y delitos sexuales)
y no materiales)
• Víctimas no quieren ser
• Priorizar víctimas sobre
priorizadas. Estarían satisfechas
otros actores
con acceder a política social ya
existente

• Penas (alternativas) • Desconocimiento de


mínimas estándares internacionales
• Incorporar a los (y de la diferencia entre
victimarios en el procesos justicia ordinaria y justicia
• Restitución, transicional)
compensación, • Bajo nivel de asociatividad,
Satisfacción
rehabilitación, capital social y acción colectiva
de estándares
satisfacción y garantías de (información como bien
internacionales
no repetición público)
• Priorizar víctimas • Proceso lento y tortuoso
sobre otros actores • Víctimas piensan que
• Celeridad e inclusión victimarios deben pagar
(universo de víctimas y de (prisión, dinero, etc.) por sus
delitos) hechos

176
Andrés Casas-Casas & Germán Herrera Toloza

Nivel de Análisis Deber Ser Ser

• Victimización continúa
(FARC y ELN, Bandas
emergentes, paramilitares no
• Victimarios deben desmovilizados)
contar toda la verdad • Problema fundamental:
• Victimarios deben víctimas conviven con
pedir perdón por las victimarios a nivel local
acciones cometidas • Altos niveles de miedo y
Contribución al
• Reparaciones amedrentamiento (NS/NR ~
cierre del ciclo de
simbólicas junto con 60%)
violencia
reparaciones materiales • Victimarios no cuentan
• Deben asegurar la no toda la verdad (distintas
repetición de los hechos razones)
• Resarcir el daño moral, • Daño moral, emocional y
emocional y psicológico psicológico no es prioritario
para las víctimas
• Reparación simbólica nula
o casi nula

• Medidas para preservar


la memoria histórica
• Priorizar las
• Falta de confianza en el
reparaciones
Estado y en su capacidad de
• Restricciones fiscales y
garantizar la no repetición
económicas no son excusa
(proceso lento y engorroso)
• Control efectivo del
• Extorsión de los
territorio y monopolio del
intermediarios: “piratería
Retos para el uso de la fuerza
humanitaria”
Estado • Balancear estos
• Incentivos perversos: es
requisitos con los propios
mejor ser desmovilizado que
del post-conflicto
víctima
• Celeridad e inclusión
• Víctimas no quieren
(universo de víctimas y
programas y políticas de
delitos)
reparaciones diferenciados
• Programas
diferenciados de la política
social

Fuente: Casas y Herrera (2009).

177
Lo que quieren las víctimas. Paradojas y retos entre el ser y el deber ser en el proceso de reparación en Colombia

5. Siete respuestas inquietantes


a seis preguntas inquietantes

El análisis realizado en las páginas precedentes sobre el caso colombiano


nos lleva a formularnos 6 preguntas inquietantes en torno a qué se debería
y a qué se podría hacer para llevar a cabo un programa de reparaciones
exitoso para las víctimas colombianas. Estas seis preguntas son:

 ¿Cómo responder a las necesidades de las víctimas?


 ¿Cómo equilibrar dichas necesidades con los recursos del Estado?
 ¿Cómo garantizar la integralidad de los programas?
 ¿Cómo articular los esfuerzos de reparar después del proceso judicial
con un programa de reparaciones por vía administrativa?
 ¿Quiénes son las víctimas?
 ¿Qué clases de víctimas existen?

Por motivos de espacio y de empatía con el lector, antes de proponer


respuestas puntuales a estas preguntas, se presenta un horizonte general
para responder las mismas, así como las preocupaciones que guían y
enmarcan nuestra reflexión.
El horizonte general se define en concordancia con la CNRR, para
la cual “el objetivo general del Programa Nacional de Reparaciones
Administrativas (PNR) es el de redignificar a las víctimas de la violencia
en el marco del conflicto armado, con el fin de lograr la satisfacción de
las mismas y la restitución de los derechos que les han sido violentados,
a través de políticas que implementen los componentes de un proceso
amplio de reparación, definidos por la CNRR, a saber: restitución,
indemnización, rehabilitación, satisfacción y garantías de no repetición”
(CNRR, 2007).
De acuerdo con este horizonte general, las respuestas a las preguntas
planteadas deberían cumplir con los siguientes requisitos:

 Contribuir al logro de la reconciliación entre las víctimas y sus agre-


sores, y entre los distintos miembros de la sociedad afectados por el
conflicto armado.
 Complementar los mecanismos de reparación implementados por la
Ley de Justicia y Paz, y en sentido estricto, el proceso judicial estable-
cido por la misma.

178
Andrés Casas-Casas & Germán Herrera Toloza

 Establecer un registro confiable y oficial de las víctimas de la violen-


cia así como del patrón de violaciones padecidas, que permita diseñar
e implementar medidas puntuales acordes a los distintos tipos de
víctimas existentes.
 Identificar las comunidades indígenas y afrodescendientes, y otros
grupos específicos que han sufrido las consecuencias del conflicto ar-
mado de manera colectiva, para que su reparación se dé en la misma
dimensión colectiva.
 Incorporar al Estado colombiano a través de sus distintas agencias,
para la atención económica, política, legal, psicológica y médica de
las víctimas de la violencia, que evidencie a su vez la aceptación de
responsabilidad por parte de todos los actores involucrados.
 Depende de las víctimas sus organizaciones y de actores no guberna-
mentales generar procesos genuinos de acción colectiva que blinden
las organizaciones contra los peligros y tentaciones propias de estos
procesos.

Formar alianzas clave a nivel nacional, regional e internacional que


actúen como acompañantes, facilitadores y garantes de un proceso
de reparación que simultáneamente llene las expectativas de las
víctimas y cumpla con los principios internacionales que orientan las
reparaciones. A partir de una lectura interpretativa de la Encuesta de
Rettberg (2008), las preocupaciones que quedan se resumen en tres.
En primera instancia la evidente tensión entre el “ser” y el “deber ser”
de las reparaciones, que alimenta nuestra segunda preocupación: el
surgimiento de una paradoja dónde lo que quieren las víctimas frente a
la reparación no es necesariamente lo que deberían obtener. Y de estas dos
preocupaciones objetivas surge una tercera de carácter más subjetivo
¿estaremos lesionando la libertad de las víctimas imponiendo nuestro
interés normativo sobre sus necesidades objetivas?

6. Reflexiones finales

El ejercicio realizado en estas páginas nos lleva a exponer de manera


breve algunas reflexiones y conclusiones sobre el proceso de ‘Justicia
Transicional’ en Colombia, específicamente en cuanto al componente
de reparaciones.

179
Lo que quieren las víctimas. Paradojas y retos entre el ser y el deber ser en el proceso de reparación en Colombia

En un primer instante se llega a la conclusión que el juego político de


las reparaciones desafortunadamente sí aplica para Colombia. ¿Qué se
puede hacer al respecto? La respuesta aventurada inicialmente (Casas y
Herrera, 2008) se centra en que las víctimas jueguen herestéticamente
en los niveles intermedios y micro de definición e implementación
de las políticas y medidas de reparación42. Para esto se requiere del
apoyo técnico y práctico desde sectores aliados a nivel interno (ONG´s,
Universidades, medios de comunicación responsables y comprometidos
más allá de la coyuntura, partidos políticos que no vean a las víctimas
como mero caudal electoral, organizaciones de reintegrados, así como
de profundizar el apoyo de autoridades en el nivel local, regional y
nacional para facilitar la parte operativa de los procesos y garantizar
la seguridad de las víctimas y de las familias sobrevivientes); a nivel
externo de la conformación de coaliciones y alianzas para influenciar
desde afuera las agendas políticas, lo ha demostrado gran efectividad en
casos exitosos a nivel internacional.
En un segundo momento surge la inquietud de cómo resolver la tensión
entre el “ser” y el “deber ser” de las reparaciones, ya sea centrándose
en lo que quieren las víctimas o en lo que deberían obtener. Hay que
tener en cuenta el contexto socioeconómico y psicológico generado por
la diversidad de las víctimas (Kiza, Rathgeber, Rohne, 2006). Esto
requiere un diálogo y una conciencia sobre los efectos que las decisiones
tomadas en el presente pueden tener en el futuro, a mediano y largo
plazo. Ante todo implica un gran esfuerzo de deliberación y definición
de acuerdos que favorezcan la resolución de dilemas personales y
colectivos a favor de un óptimo social en el que todos ganemos.
Por último, surge la pregunta acerca de si es viable un Programa
Nacional de Reparaciones Administrativas y de cómo resolver el dilema
aparente entre materializar las reparaciones por vía judicial o por vía
administrativa. Esto plantea un reto en términos del empoderamiento
de las víctimas no sólo a través de coaliciones ganadoras que influyan
en las agendas legislativas, sino que además definan en un proceso de
abajo hacia arriba qué es lo que quieren las víctimas teniendo en cuento
las ataduras que van a asumir y las implicaciones que estas tendrán para
ellas y los suyos en el futuro.

42
Para un análisis más detallado de la herestética véase Riker (1984 y 1986).

180
Andrés Casas-Casas & Germán Herrera Toloza

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184
Verdad y reparación

Jorge Parra

Tras una situación de violencia generalizada, conflicto o régimen


autoritario, algunas sociedades se han esforzado en hacer el tránsito, sea
de vuelta o inicial, hacia la democracia. Las preguntas que surgen sobre
qué trato deben recibir las personas e instituciones involucradas en ese
pasado violento es motivo de numerosas y complejas preguntas.
¿Qué hacer con los responsables de cometer las violaciones de
derechos? ¿Cómo reparar a sus víctimas? Sobre estas dos preguntas
quiero referirme en este artículo.
Luis Joinet al escribir el conjunto de principios en la lucha
contra la impunidad1 sugiere el triángulo de derechos sobre el cual
reposan los esfuerzos a considerar para hacer el tránsito mencionado
de forma efectiva: verdad, justicia y reparación. En instrumentos que
aparecieron posteriormente se incluyen las garantías de no repetición
como un cuarto pilar en la ingeniería a considerar en la reconstrucción
o construcción de la sociedad.
Estos derechos, principios si se quiere, se ponen a jugar de forma
correlativa, creando puentes y necesidades recíprocas que van a favor
de las víctimas, y que se articulan a las garantías procesales en los
juicios y tratamientos a los antiguos combatientes. De las ecuaciones
que se hagan entre estas variables se termina por construir la ingeniería
institucional necesaria para la transición, sea el caso de crear Comisiones
de Verdad, procesos judiciales novedosos (caso colombiano) o empleo
de la institucionalidad preexistente.

1
Conjunto de Principios para la Lucha contra la Impunidad.
Verdad y reparación

En razón de que es un juego de múltiples variables, ¿Por qué


concentrar especial interés en la verdad? Esta respuesta se sugiere sencilla
de responder por la importancia innegable que tiene el descubrir la
verdad sobre lo acontecido, pero merece una breve explicación.
La consideración inicial está relacionada con el tránsito a una
democracia real, lo cual necesariamente implica transparencia del
Estado y acceso a la información de parte de la ciudadanía. Como
fundamento de la vida democrática, en especial al cabo de una
transición, es necesario convivir en paz, superando la situación de
conflicto, en lo cual coincido con Rettberg (2005) quien afirma
que: “una de las medidas del éxito o fracaso de la construcción de
paz es si efectivamente evita la reanudación del conflicto y logra una
consolidación institucional” (p. 12).
En el entendido de las garantías de no repetición, se hace fundamental
con ello, llevar el esclarecimiento de la verdad con propósitos claros,
entre los que se destacan las reformas institucionales. Es así como se
puede comprender que la utilidad de un proceso para saber la verdad,
como lo son claramente las Comisiones, no basta por el informe final
que produce:

Es posible que una comisión pueda ayudar a evitar abusos futuros


sencillamente mediante la publicación de un registro exacto de los
abusos del pasado, con la esperanza de que una ciudadanía más
informada reconocerá y resistirá cualquier signo de retorno a un
régimen represivo. Sin embargo, la paz y la convivencia futura pro-
bablemente dependerá mucho más del cambio de las instituciones en
las cuales esos abusos han tenido lugar, como la policía y el ejército,
así como de las instituciones responsables de prevenir abusos y casti-
gar a los malhechores, como el poder judicial (Hayner, 2008: 72).

Es la necesidad de avanzar hacia la reconciliación de las partes


enfrentadas, de superar los conflictos entre ellas que se debe procurar
por sembrar nuevas confianzas y arraigar la legitimidad o credibilidad
en las nuevas instituciones (o en la reforma de las antiguas).
En Colombia, el escoger un proceso judicial como mecanismo de
esclarecimiento de la verdad, trae nuevos aspectos a tener en cuenta. La
literatura de justicia transicional suele ser escéptica del papel que pueda
cumplir el proceso judicial, en especial por su carácter penal:

186
Jorge Parra

La justicia penal tiene características distintitivas frente a los otros


mecanismos de la transición… los mecanismos formales propios de la
justicia penal también limitan su actuación. La prueba que puede
incorporarse válidamente al proceso, por ejemplo, es acotada y ello
puede impedir la maduración de ciertos tipos de reconstrucción his-
tórica. Al mismo tiempo, la pena sólo opera respecto de una persona
individual, lo que obstaculiza los procesos de responsabilidad colecti-
vos (Magarell, Filippini, 2006: 45).

La principal virtud que se reconoce en el proceso penal, el cotejo


de una narración con los medios materiales para la demostración
de la veracidad de esta, lo cual lleva a la contienda en afirmación y
comprobación ante un estrado imparcial, es la sin-salida en un proceso
en el que se indaga por violaciones masivas a derechos humanos. Dado
que se deben allegar pruebas de cientos de miles de víctimas (más de
213.000 registradas ante la Unidad de Fiscalías para la Justicia y la Paz
en Colombia) se encuentra que las posibilidades reales de encontrar
justicia de forma masiva son escasas y se reducen proporcionalmente en
la medida en que más víctimas llegan a ser parte del proceso.
Esta no es una particularidad colombiana, pues se encuentra que:

La abrumadora mayoría de las víctimas y de los perpetradores de crí-


menes masivos jamás encontrarán la justicia en un tribunal y por lo
tanto, resulta necesario complementar los enjuiciamientos con otras
estrategias. Es importante no sólo hacer saber ampliamente que han
ocurrido violaciones de los derechos humanos, sino también que los
gobiernos, los ciudadanos y los perpetradores reconozcan la injusticia
de tales abusos. El establecimiento de una verdad oficial acerca de
un pasado brutal puede ayudar a inocular a las futuras generaciones
contra el revisionismo y empoderar a los ciudadanos para que reco-
nozcan y opongan resistencia a un retorno a las prácticas abusivas
(Van Zyl, 2008:18-19).

El propósito de saber la verdad, al crear una conciencia popular sobre


lo acontecido y con ello sensibilizar sobre las posibilidades en el futuro
de que ello vuelva a suceder, implica el conocer las causas estructurales
que produjeron el fenómeno: economía política, connivencia de grupos
políticos y estructuras ilegales, articulación de conflictos individuales

187
Verdad y reparación

o personales con la lucha de los grupos ilegales, etc. Para fundar una
verdad oficial, el proceso judicial debe hacer mayores esfuerzos de los
que suele hacer ordinariamente pues no sólo necesita demostrar la
responsabilidad individual de cada postulado a la Ley (miembros de los
grupos organizados al margen de la ley que se desmovilizan, individual
o colectivamente, y se presentan al proceso judicial) sino de los daños
infligidos colectivamente y de cómo se creó y funcionó el grupo en
conjunto. En síntesis, se debe mostrar la historia del conflicto.
Esta exhibición, es el reto que asumen los órganos judiciales al afirmar
que: “La historia que se revela, se sanciona y sobre la cual la sociedad
debe hacer catarsis, es una historia que se declara judicialmente ante
el juez colegiado”. Se precisa que “no solo la voluntad del postulado sino
también el por qué, el cómo, el cuándo, el para qué, de cada crimen”2
(M.P.: Augusto Ibáñez, 2008: 18), con el propósito de avanzar de la
concepción penal-individual hacia la comprensión de un fenómeno de
macro criminalidad. Este esfuerzo tendrá repercusiones en el desarrollo
y trabajo de operadores judiciales hacia el futuro, que merecerá nuevos
pronunciamientos y decisiones, no solo de la Corte Suprema de Justicia,
que permitan rediseñar el proceso de justicia y paz para zanjar las
dificultades prácticas que una ambición tan grande sugiere.

1. ¿Qué quieren las víctimas?

En términos abstractos se encuentra la importancia y necesidad de la


verdad. ¿Cómo se relaciona esta con las necesidades básicas y prácticas
de las víctimas?
En su estudio, Angelika Rettberg (2008) muestra que las víctimas:

 En el escalafón de preferencias frente a medidas de reparación, en


segundo lugar con 44%, desean que se sepa la verdad sobre los
hechos (70).

2
Razón por la cual se exigen ocho (8) puntos en el escrito de acusación para que
relacionen la actuación individual con la del GAOML al cual hacía parte y en el
cual durante y con ocasión a dicha pertenencia cometió estos crímenes.

188
Jorge Parra

 68.1% de las mujeres y 53.2% de hombres no conocen la verdad


respecto de los hechos que los afectaron (82).
 65.1% y 68,2% de hombres y mujeres consideran que la verdad no
ha sido divulgada adecuadamente al público (82).

Ante una manifiesta necesidad de las víctimas, el diseño de estrategias


de reparación debe responder eficientemente, trascendiendo de la
enunciación de la importancia de buscar mecanismos de esclarecimiento
y difusión de la verdad, a tener articulaciones con el proceso judicial. En
este punto merece la pena avanzar hacia algunas consideraciones sobre
el caso colombiano y de ahí analizar los aspectos críticos que merecen
ser atendidos y sugerir recomendaciones al Estado colombiano.

2. Procedimiento en la Ley de Justicia y Paz.


Derecho a la Verdad

Este proceso, como se mencionó anteriormente, busca garantizar los


derechos de las víctimas a la Verdad, Justicia y Reparación. Siendo el énfasis
de este artículo el primero de estos, me detendré a explicar este derecho.
Afirma la ley en su artículo 8º:

La sociedad, y en especial las víctimas, tienen el derecho inalienable,


pleno y efectivo de conocer la verdad sobre los delitos cometidos por
grupos armados organizados al margen de la ley, y sobre el paradero
de las víctimas de secuestro y desaparición forzada3.

3
La Corte Constitucional ha definido en el marco del proceso transicional de
Justicia y Paz, al Derecho a la verdad, “como la posibilidad de conocer lo que
sucedió y en buscar una coincidencia entre la verdad procesal y la verdad real”.
Véase en: Corte Constitucional, Sentencia 370 de 2006. Ms.Ps.: Manuel José
Cepeda Espinosa, Jaime Córdoba Triviño, Rodrigo Escobar Gil, Marco Gerardo
Monroy Cabra, Álvaro Tafur Galvis y Clara Inés Vargas Hernández, p. 247.
En dicha sentencia, se invocan los fallos de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos en los que se desarrolla la importancia del derecho a la verdad: Velásquez
Rodríguez (fundamento 166), Sentencia del 29 de julio de 1988 y Barrios Altos
(fundamento 43), Sentencia de 14 de marzo de 2001.

189
Verdad y reparación

En esta definición se encuentran dos dimensiones para la


satisfacción de este derecho, una colectiva que le compete a toda la
sociedad colombiana (por lo que se debe difundir ampliamente) y
otra individual para las víctimas a quienes se les debe informar sobre
los avances y resultados de las investigaciones. El énfasis puesto a las
víctimas de secuestro y desaparición forzada responde al desarrollo
que la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos ha mostrado en sus fallos, sobre la particular necesidad
que tienen sus familiares de saber la verdad, relacionada al paradero,
para cerrar procesos de duelo.
En el ámbito internacional, este derecho ha tenido dificultades
en encontrar su campo autónomo, pues se suele relacionar con la
Justicia (en el sentido de que esta debe apuntar inequívocamente a
su garantía) o con el deber de investigar que asiste al Estado. Pero
sobre su especificidad:

…podría decirse que el derecho a la verdad se sitúa entre el umbral


de una norma jurídica, y una herramienta narrativa. Su incuestio-
nable vínculo con la dignidad humana hace que nadie niegue su
importancia, pero, a raíz de las persistentes dudas sobre su contenido
y sus parámetros normativos, se sitúa un poco por encima de un buen
argumento y un poco por debajo de una norma jurídica clara. Aún
hay que ponerse de acuerdo sobre el asunto de la verdad sobre el dere-
cho a la verdad (Nasqvi, 2006: 33).

A pesar de esta indefinición jurídica, su garantía se hace explícita por


la mención a la interdependencia que este tiene con los demás derechos
y su necesidad en las medidas de reparación. Se entiende que es necesario

Continúa nota 3
Sobre la dimensión individual de este derecho la Corte Interamericana ha expresado
su importancia, en particular para los casos de desaparición forzada (Caso Velásquez
Rodríguez vs. Honduras, Sentencia C-4 de 29 de julio de 1988, Párrafo 181; Caso
Godínez Cruz vs. Honduras, Sentencia C-5 de 20 de enero de 1989, párrafo 191.),
manteniéndolo en sus fallos de manera sostenida (Ticona vs Bolivia, Sentencia de 27
de noviembre de 2008. Serie C N° 191. Párrafo 80).

190
Jorge Parra

este último vínculo por la importancia que hay en la concepción de la


condición de víctima y en la restitución de sus derechos vulnerados,
más allá del rol que cumple el proceso penal:

Si las reparaciones tienen una relación complementaria con la justi-


cia penal, la relación es aún más fuerte en el caso de la verdad, ya que
las reparaciones sin verdad pueden interpretarse fácilmente como la
“compra del silencio” (Magarell y Filippini, 2006: 58).

En Colombia este aspecto tiene un carácter especial, pues el


Decreto 1290 de 2008 que reglamenta la Reparación Individual por
Vía Administrativa, abre un proceso en el que esta es brindada de
forma paralela al proceso judicial, en reconocimiento de la lentitud de
llegar a una decisión en los Tribunales y por la necesidad de brindar
ayuda a las víctimas.
Este proceso de reparación se fundamenta en el principio de
solidaridad del Estado, lo cual es explícito pues se evita la confusión
con un principio de responsabilidad (dada la discusión sobre
participación de fuerzas armadas legales en la comisión de violaciones)
y lleva a una confusión en el mensaje sobre qué es la reparación. Esta
surge de la ruptura entre el vínculo que hay entre el daño cometido
por un grupo armado ilegal y la necesidad de la víctima de superar el
estado de vulneración (en las dimensiones que comprende el derecho
a ser reparado: restitución, rehabilitación, satisfacción, indemnización
y garantías de no repetición). Si se entregan recursos en un concepto
indemnizatorio, ¿qué necesidad encuentra una víctima de seguir siendo
parte en un proceso judicial en el que las trabas legales impedirán
que se conozca la verdad sobre lo acontecido? ¿No se estimula así un
ciudadano-consumidor y no un ciudadano en ejercicio de derechos?
Magarell y Filippini se refieren a estos casos en los que desconectar
la verdad de la reparación dan un mensaje negativo a las víctimas, por
esto se encuentran posturas radicales en contra de este programa en
Colombia de parte de organizaciones de víctimas mientras que otras
víctimas en situación de vulnerabilidad (la mayoría de ellas según
muestra Rettberg) no encuentran otra salida que recurrir a esta.
Responder a los interrogantes merece ser trabajado a profundidad por
las repercusiones en términos democráticos que se irán observando en
los próximos meses y años en el país.

191
Verdad y reparación

3. Esclarecimiento de la Verdad. Proceso judicial

Sucintamente, sin entrar en muchos detalles de procedimiento, el proceso


que enmarca la Ley de Justicia y Paz se divide en las siguientes fases:

1. Desmovilización, individual o colectiva.


2. Postulación.
3. Versiones Libres.
4. Formulación de Imputación y de Cargos.
5. “Juicio”4.
6. Condena, incidente de reparación integral y ejecución de pena.

En la ruta jurídica que describe el procedimiento, se encuentra


un énfasis particular para la atención al desmovilizado, su confesión,
juicio y reparación a las víctimas. Considérese que en dos momentos
se pueden hacer parte las víctimas: Versiones Libres y “Juicio”. En el
primer momento, sólo lo pueden hacer a través del Fiscal, dado que se
encuentran en habitaciones diferentes (por motivos de seguridad) y esto
lleva a limitaciones en la confrontación de la versión que se hace allí.
En el segundo momento, al ser audiencias públicas, se pueden hacer
parte directamente. Una limitación surge para este acceso: la sala de
conocimiento (única en el país) se encuentra en la capital, Bogotá, lo
cual impide que las víctimas de menos recursos pueda desplazarse desde
ciudades muy apartadas.
Un tercer elemento, que se convierte en elemento de contexto, se
convierte en problema para el acceso de las víctimas: La persistencia del
conflicto armado en algunas regiones del país impide que las víctimas
se acerquen al proceso por amenazas, o temores, de retaliación. Este
mismo elemento hará que las tareas de esclarecimiento en ocasiones
se haga difícil, pues la necesidad de realizar exhumaciones en zonas de
conflicto obliga a suspender actividades en algunos lugares.
La labor que tiene la Fiscalía General de la Nación, concentradas prin-
cipalmente en la Unidad para la Justicia y la Paz, es titánica, ya que debe:

4
El uso deliberado de las comillas responde a que en esta etapa no hay confrontación
como sucede en un juicio en el procedimiento ordinario.

192
Jorge Parra

Las circunstancias de tiempo, modo y lugar en que se realizaron


las conductas punibles; las condiciones de vida, sociales, familiares
e individuales del imputado o acusado y su conducta anterior; los
antecedentes judiciales y de policía, y los daños que individual o co-
lectivamente haya causado de manera directa a las víctimas, tales
como lesiones físicas o sicológicas, sufrimiento emocional, pérdida
financiera o menoscabo sustancial de derechos fundamentales (Ley
975 de 2005, art. 15).

Considerando las dimensiones de la criminalidad, es de esperar que


la capacidad institucional esté desbordada al tener que documentar y
verificar cada uno de los crímenes que se enuncian y confiesan en las
versiones libres. Esto sumado al control de legalidad necesario en las
audiencias ante los Magistrados de Justicia y Paz (encargados del juicio)
muestran que las dificultades procesales hacen lento el esclarecimiento
y publicidad de la verdad.
Un caso similar en el que se buscó develar la verdad por vía judicial,
se encuentra en Etiopía, en donde:

…la Oficina del Fiscal Especial trató de documentar minuciosamen-


te el amplio patrón de abusos cometidos bajo el régimen de Mengistu
Haile Mariam, en el curso de preparar los juicios de más de 2.000
perpetradores acusados y publicar sus amplias conclusiones en un in-
forme (Hayner, 2008: 58).

Al cabo de varios años de trabajo, con los esfuerzos por acusar a los
perpetradores, llamando cientos y miles de víctimas de cada parte, se
decidió abandonar la construcción del informe, de tipo histórico, y
mantener los juicios (a un ritmo mucho más lento), se concluye que:

El intento de Etiopía de fundir las dos metas de una amplia re-


velación de la verdad y los juicios criminales en un solo proceso es
claramente problemático y ha sido criticado por observadores inter-
nacionales (Hayner, 2008: 59).

Estas reflexiones se traen para el caso colombiano a modo de


reflexión sobre las verdaderas capacidades que tienen las instituciones
judiciales por crear una narrativa histórica simultánea con los casos
que se siguen contra postulados. Aún más, se debe tener en cuenta
la necesidad pero imposibilidad por enjuiciar de forma sensata con

193
Verdad y reparación

una baja participación de las víctimas, que confronten la versión del


victimario, y con las exigencias de comprobación de lo confesado para
emplearlo como plena prueba5.
En el mandato a la Fiscalía, y por lo tanto parte de la decisión de los
jueces, se encuentra la necesidad de determinar y sancionar los daños
individuales y colectivos. Si bien en el país existe una clara tradición
legal respecto del primero, se debe precisar que ha estado encaminada a
la indemnización (como se encuentra en el Consejo de Estado) pero no
hay una tradición, por lo tanto una comprensión, de reparación integral,
por lo que medidas de garantías de no repetición, o de preservación
de la memoria histórica no está claro cómo deben ser satisfechas en el
proceso judicial. En el trabajo con documentación de daños colectivos
se agrava, dado que no hay claridades sobre este tema y por lo tanto las
medidas que se deban diseñar.
Este último punto tiene una arista legal que dificulta la determinación
del daño infligido a una comunidad o al país en general y que con
ello implica mayores dificultades para la verdad histórica del país: las
imputaciones parciales6. En principio la Ley 975 exige la confesión
plena y completa de los crímenes, lo cual implicaba por supuesto la
investigación completa de donde se derivaría una imputación completa
de la Fiscalía ante los magistrados. En razón de las dimensiones
de a criminalidad, se encontró en esta solución un camino para
agilizar el proceso mediante la imputación de delitos agrupados.
Este procedimiento que buscaba mayor celeridad ha producido una
dificultad práctica para la verdad histórica, pues no se ha logrado
articular los hechos a una narrativa lógica en la que se explique cómo
estos fueron cometidos durante y con ocasión de la pertenencia del
individuo a la organización, algo que se ve claramente en el primer
fallo en el caso contra Wilson Salazar Carrascal alias El Loro.

5
Vale la pena considerar la decisión 31133 de la Corte Suprema de Justicia en este
sentido, en la que se invita a considerar la confesión como plena prueba e invita
a flexibilizar el régimen probatorio en Justicia y Paz, cuyos efectos prácticos
están por verse.
6
Esto se puede consultar en los Autos de Trámite, Segunda instancia 30120 del
23/07/2008. Segunda instancia 30955 del 09/02/09. Segunda instancia 31115
del 16/04/09.

194
Jorge Parra

La importancia que tiene el proceso judicial debe considerarse en razón


a que la búsqueda de verdad está articulada con el acceso de las víctimas
a la justicia. Como muestra el estudio de la profesora Rettberg el 37%
de las víctimas consideran que los culpables deben ser encarcelados. El
41.1% cree que los juicios son un mecanismo útil para conocer la verdad,
el 48.8% le parece que debe distinguirse entre quienes ordenan y ejecutan
el crimen pero un 53.4% no sabe o no responde sobre quién debe
recibir un castigo más fuerte. Un 27.6% cree que deben ser los órganos
nacionales quienes deben juzgar. El 59.6% opina que las víctimas deben
participar en los juicios, 49.6% deben hacerlo a través de un abogado
defensor o directamente. Estas cifras muestran que existe una necesidad
y un grado de conciencia acerca de cómo trabajar con los organismos
judiciales. Sobre estas necesidades y las particularidades de las diferentes
formas de victimización se deben diseñar los mecanismos para garantizar
el acceso de ellas al proceso, y en virtud de las limitaciones expuestas en
este artículo se debe rediseñar o adecuar la oferta institucional.

4. Articulación institucional para esclarecer la verdad

Si bien una gran parte del proceso está concentrada en los organismos
judiciales, esto no excluye el concurso de otras instituciones del Estado
que aportan una considerable dosis de verdad al país.
Sea el caso de la información que recoge la Defensoría del Pueblo en
su trabajo con las víctimas, o de la Procuraduría General de la Nación
en su rol de promotora y garante de los derechos humanos, ambas
presentes en los procesos judiciales.
Adicionalmente, el Grupo de Trabajo de Memoria Histórica de la
Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR) ha venido
documentando casos de víctimas con investigaciones académicas
que enriquecen la perspectiva histórica. El primer caso investigado y
publicado es sobre los periodos de violencia en la comunidad de Trujillo,
Valle del Cauca, en donde se aprecia un esfuerzo por documentar cómo
se produjeron los fenómenos de violencia allí.
En este punto merece hacerse una precisión y definición. La verdad,
sea judicial o histórica, tiene una correspondencia con la memoria
histórica. En su artículo 56 la Ley 975 describe el Deber de Memoria
que tiene el Estado, y lo describe:

195
Verdad y reparación

El conocimiento de la historia de las causas, desarrollos y consecuen-


cias de la acción de los grupos armados al margen de la ley deberá ser
mantenido mediante procedimientos adecuados, en cumplimiento
del deber a la preservación de la memoria histórica que corresponde
al Estado.

Como se aprecia, el propósito social del esclarecimiento de la verdad


que se persigue por vía judicial, en su dimensión histórica, implica
que sea preservado con las técnicas adecuadas. Este deber es resultado
del trabajo que se hace al incorporar los estándares internacionales7 y
explicitando la importancia de crear ahora un acervo de conocimiento
que será útil hacia atrás para cerrar heridas y hacia el futuro para
consolidar la democracia y evitar la repetición de los hechos.
La forma concreta de cumplir este deber se traduce en la preservación
de archivos, por lo que el artículo 57 afirma:

El derecho a la verdad implica que sean preservados los archivos.


Para ello los órganos judiciales que los tengan a su cargo, así como
la Procuraduría General de la Nación, deberán adoptar las medidas
para impedir la sustracción, la destrucción o la falsificación de los
archivos, que pretendan imponer la impunidad. Lo anterior sin per-
juicio de la aplicación de las normas penales pertinentes.

La obligación atañe a los organismos judiciales al ser en estos


donde se concentra la mayor producción de información. Incluye a
la Procuraduría General por ser la entidad que tiene relación con las
víctimas (sin quedar claro porque no lo hace con la Defensoría del
Pueblo). Y al ser el Tribunal Superior de Distrito Judicial la última
instancia en la que se reúne la información procesal, le asigna en el
artículo 32 la creación de una Secretaría para dicho fin.
La diferencia entre verdad y memoria implica un debate acerca de
los alcances y características de cada uno. Si bien la verdad alimenta la
memoria, la relación en dirección contraria no está muy clara. Quizás
se logre precisar en el plano histórico pues la función de la memoria

7
Citar Joinet y deber de archivos.

196
Jorge Parra

tiende a cuestionar e interpelar lo que se afirma como verdadero en


un momento y circunstancias políticas determinadas. Por ello, la tarea
por esclarecer la verdad sobre lo pasado se lanza hacia el futuro para
crear fundamentos sociales más concretos acerca de los valores y de la
inclusión de narrativas de sectores sociales tradicionalmente oprimidos.
En las tareas de esclarecer la verdad y preservar la memoria, concurren
los archivos General y locales. En estos se debe concentrar el esfuerzo
por crear experticia acerca de la preservación archivos que contienen
información sobre violaciones a los derechos humanos. Es evidente que
con las heridas que abren se involucran sectores sociales poderosos (sea
el caso de militares) que buscarían su destrucción y con ello la pérdida
de valiosa información hacia el futuro, con lo que la impunidad sería
campante.

5. Entre lo judicial y lo no judicial

El proceso de esclarecimiento de la verdad no es una tarea sencilla en


ningún país que busque superar un pasado violento. El caso colombiano
comporta la particularidad de tener un conflicto de larga duración, en
el cual se dificulta diferenciar las líneas de contorno entre víctimas y
victimarios. Si bien se debe hacer una apuesta por las primeras, empleando
los supuestos de buena fe, no se puede hacer una campaña en contra
de los victimarios, dado que el enfoque de reconciliación implica una
superación de los odios y resentimientos producto de la confrontación.
El uso del término reconciliación es problemático, dado que sus
menciones en otros procesos (caso Rwanda) implica un cese de
hostilidades, acuerdos de paz y promesa de buena voluntad entre las
partes. El caso colombiano no tiene este momento inicial. Cuenta si,
con opciones (en varias veces empleada) para producir encuentros entre
víctimas y victimarios con pedidos de perdón públicos, y construcción
de iniciativas o memoriales que cierran el proceso violento. Las preguntas
surgen más por la dificultad de acercar en el proceso judicial a las dos
partes y enfrentar sus versiones.
Las trabas legales, en especial penales, para el proceso merecen ser
atendidas con adecuaciones explícitas de los procedimientos, sea el uso
de regímenes probatorios flexibles, mayor participación de víctimas
en audiencias públicas, programas de atención a víctimas en zonas de

197
Verdad y reparación

conflicto, entrenamiento de operadores judiciales en atención a víctimas


de grupos vulnerables, celeridad en investigaciones, entre otros.
No obstante, es importante reconocer el siguiente hecho: el 15.2%
de mujeres y el 20% de los hombres víctimas afirman conocer sobre
comisiones de la verdad. Y de estos el 80.9% y el 85.3% respectivamente,
creen que serán útiles en sus casos. Este hecho puede ser el inicio para
pensar que el proceso judicial colombiano puede pensar en alternativas
no judiciales que lo complementen. Si bien esta afirmación responde
rápida y coherentemente con el argumento presentado en el texto, no se
puede pensar en aplicaciones prácticas sencillas. Llevar a la realidad esta
implementación debe considerar las relaciones que se establezcan entre
ambos procedimientos: ¿Ante quién responde cada desmovilizado?
¿Una confesión judicial excluye una de Verdad? ¿Los testimonios
acumulados por la futura Comisión serán remitidos o compulsados al
poder judicial? ¿Qué garantías tendrán las víctimas al participar allí?
Un caso comparativo que resulta interesante para reflexionar sobre
las tensiones que existen en esta materia se encuentra a continuación, al
analizar el caso de Sierra Leona.

Con respecto a las consecuencias prácticas del derecho a la verdad en


relación con los juicios penales, uno de los sectores en que el reconoci-
miento de ese derecho podría afectar el funcionamiento de los juicios
es la relación entre los procesos de búsqueda de la verdad y los procesos
judiciales. En principio, se supone que esos procesos son complemen-
tarios, pero hay posibilidades de conflicto, como se vio en la decisión
del Tribunal Especial para Sierra Leona (TESL), cuando rechazó la
solicitud de que Samuel Norman compareciese ante la Comisión de
la Verdad y Reconciliación antes de que lo juzgara el TESL, alegando
la falta de salvaguardias procesales para el acusado. Esto implicaba
que los derechos a juicio imparcial del acusado pasarían por encima
de la función de la Comisión, que era la búsqueda de la verdad. Al
recibir la apelación, el juez Robertson propuso una solución de com-
promiso, permitiendo que Norman presentase pruebas por escrito o se
reuniese con la Comisión en privado, pero sin hacer lugar a una au-
diencia pública. En efecto, ésta nunca tuvo lugar, pero, a causa de la
resolución del conflicto de jurisdicción a favor del tribunal, se perdió
la posibilidad de profundizar la investigación de algunos elementos
del conflicto en Sierra Leona. Cabe preguntarse si la decisión hubiera

198
Jorge Parra

sido distinta en caso que el derecho a la verdad de las víctimas y de la


sociedad de Sierra Leona, se hubiese reconocido y sopesado contra los
derechos del acusado (Nasqvi, 2008: 30).

No se puede afirmar que el fin de Justicia y Paz esté próximo en


relación al esclarecimiento de la verdad, en primer lugar por los logros
que alcanza (en términos cuantitativos y cualitativos), y con ellos sugerir
que la decisión de crear una Comisión de la verdad, como instancia
única o complementaria, sea la solución. Pero se puede comenzar a
pensar en formas complementarias extra judiciales, o dentro del mismo
proceso judicial, que faciliten la tarea de reconstruir nuestra historia
como país, a favor de las víctimas, y reparar los daños sufridos para
evitar su repetición. Esta tarea implicará análisis jurídicos muy juiciosos
y avances en materia penal que den pasos más allá de las concepciones
tradicionales e individualistas.

6. Conclusión

En el presente artículo me propuse discutir la relación entre la verdad


y la reparación para las víctimas. Para ello discutí que es la verdad en
un sentido práctico, como se ha desarrollado en el proceso de Justicia
y Paz, cómo se esclarece y que finalidad tiene. Me he detenido en los
problemas que enfrenta esta tarea en el proceso judicial. Mencioné la
forma como se construye inter institucionalmente y la relación que tiene
con la memoria histórica. Finalicé con una discusión sobre la necesidad
o pertinencia de una comisión de la verdad en el país.
Se encuentra que la verdad es una necesidad, independiente de las
consideraciones legales-judiciales que su esclarecimiento tiene, pues es
una necesidad sentida por las víctimas y una obligación estatal.

Recomendaciones

 Incorporar las decisiones jurisprudenciales en el ordenamiento legal


de justicia y paz, con el fin de crear líneas argumentativas que permi-
tan incrementar los niveles de verdad, bien sea con mayor participa-
ción de las víctimas.

199
Verdad y reparación

 Articular los esfuerzos institucionales alrededor del esclarecimiento


de la verdad, generando espacios y canales de comunicación entre la
CNRR y los organismos judiciales.
 Transformar prácticas judiciales que consideren lo individual para
avanzar hacia judicializaciones de crímenes de sistema.
 Capacitar y sensibilizar a los funcionarios judiciales sobre las particu-
laridades de la implementación de la Ley de Justicia y Paz.
 Sistematizar y profundizar el diálogo con víctimas y organizaciones
de víctimas respecto a sus necesidades y expectativas en términos de
reparación.
 Promover el diálogo y las consultas entre sectores sociales, académi-
cos y funcionarios del Estado sobre la pertinencia y características de
procesos no judiciales que complementen la verdad judicial.

Bibliografía
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verdad: impacto de la justicia transicional en la construcción de
a democracia en América Latina. Bogotá: Centro Internacional
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Jorge Parra

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búsqueda de la verdad histórica. Bogotá: Géminis.

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Verdad, Memoria y reconstrucción. Estudios de caso y análisis
comparado. Bogotá: Centro Internacional para la Justicia
Transicional.

201
Los autores

Paula Gaviria Betancur

Abogada de la Universidad de los Andes, con posgrados en periodismo


y opinión pública y marketing político y especialista  en Derechos
Humanos. Experiencia en el servicio público en la Corte Constitucional
y la Defensoría del Pueblo: auxiliar judicial de la Corte Constitucional
en el despacho del Magistrado Eduardo Cifuentes Muñoz y jefe de
prensa de la misma Corporación. Secretaria Privada del Defensor del
Pueblo, Delegada para las Comunicaciones y Directora de la Dirección
Nacional de Promoción y Divulgación de los Derechos Humanos de
la Defensoría del Pueblo. Desde 2005 dirige el Área de Incidencia en
Políticas Públicas de la Fundación Social.

Andrés Casas-Casas

Politólogo con estudios de Maestría en Filosofía. Es Profesor Asistente de


la Facultad de Ciencia Política y Relaciones de la Pontificia Universidad
Javeriana en Bogotá.

Evelio Henao

Abogado, periodista e investigador, con Maestría en Ciencias Penales


y Criminológicas de la Universidad Externado de Colombia. Autor de
varias obras biográficas, de Derecho y crónicas periodísticas. Consultor
y ex asesor del Alto Comisionado para la Paz y del Ministro del Interior
y de Justicia de Colombia en materia de Justicia Transicional y Ley de
Justicia y Paz (975 de 2005).
Reparación en Colombia: ¿qué quieren las víctimas? Retos, desafíos y alternativas para garantizar la integralidad

Florian Huber

Jurista de la Universidad de Munich, Alemania; LL.M., Universidad


de Essex, Inglaterra; Investigador del Instituto de Ciencias Criminales,
Departamento de Derecho Penal Extranjero e Internacional, Catedra
de Derecho Penal, Procesal Penal, Derecho Comparado y Penal
Internacional; Candidato al doctorado en Derecho, Universidad de
Gotinga, Alemania.

Ernesto Kiza

Se ha dedicado al estudio en profundidad del campo de la justicia


transicional, con especial interés en los asuntos de víctimas, Derecho
Penal Internacional y mejores prácticas. Ha trabajado para el Instituto
Max Planck para el Derecho Penal Internacional en Friburgo, para
el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia y como
consultor independiente de la Organización de las Naciones Unidas
para la Seguridad y la Cooperación en Europa. Aparte de su interés en
asuntos de post-conflicto, también se ha involucrado en la investigación
teórica y empírica de problemas relativos a la victimización de migrantes
ilegales en la Unión Europea.

Tathiana Montaña

Tathiana Montaña es internacionalista, especializada en Estudios de


Desarrollo y Magister en Ciencia Política; es  profesora asociada al
programa de Relaciones de la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá
y forma parte del equipo académico de Indepaz. Ha realizado trabajos
académicos sobre participación ciudadana, comunidad internacional y
paz y conflictos internacionales.

Iris Marín Ortiz

Abogada de la Universidad del Rosario, magíster en Derecho


de la Universidad Nacional de Colombia. Amplia experiencia y

204
Los autores

conocimiento en derecho internacional de los derechos humanos


y derecho constitucional colombiano. Experticia en legislación
relacionada con derechos de las víctimas de violaciones a derechos
humanos e infracciones al derecho internacional humanitario, desde
la perspectiva del derecho internacional, la experiencia comparada
latinoamericana y el derecho constitucional colombiano. Trayectoria
en el litigio constitucional. 

Jorge Parra

Politologo de la Pontificia Universidad Javeriana, especialista en


Negociación y Relaciones Internacionales de la Universidad de Los
Andes. Ha trabajado como investigador en temas de violencia y
delincuencia urbanas, ejercicio de prostitución y conflicto armado.
Actualmente es asesor para la Agencia de Cooperación Técnica Alemana
(gtz) en temas de preservación de memoria histórica en el proceso de la
Ley de Justicia y Paz.

Leonardo González Perafán

Profesional en Derecho con experiencia en elaboración de documentos


analíticos sobre la realidad política nacional e internacional con
capacidad argumentativa, objetividad y uso de datos estadísticos
y fuentes. Experiencia en temas de justicia transicional, desarme y
reinserción de los grupos armados ilegales, y derechos de las víctimas
a la Verdad, Justicia, Reparación y no repetición. Actualmente es
Coordinador de la Unidad de investigativa del Instituto de Estudios
para el Desarrollo y la Paz (Indepaz).

Juan Diego Prieto

Juan Diego Prieto es estudiante de la Maestría de Ciencia Política


del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los
Andes.

205
Reparación en Colombia: ¿qué quieren las víctimas? Retos, desafíos y alternativas para garantizar la integralidad

Angelika Rettberg

Angelika Rettberg Ph.D. es profesora asociada y directora del


Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes
y directora del Programa de Investigación sobre Construcción de
Paz (ConPaz).

Germán Herrera Toloza

German Herrera es politólogo de la Pontificia Universidad Javeriana,


candidato a Magíster en Análisis de problemas políticos, económicos
e internacionales contemporáneos de la Universidad Externado-
IAED. Se ha desempeñado como profesor de introducción a las
relaciones internacionales y enfoques para el análisis político en la
Pontificia Universidad Javeriana.

206
Este libro se terminó de imprimir
en los talleres gráficos de
ALVI IMPRESORES LTDA.
en el mes de noviembre de 2010.

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