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UNLP | FBA | TEORÍAS DEL AUDIOVISUAL

Delgado Guillermina
Legajo 67372/9

“Un creador no es un ser que trabaja por el placer. Un creador


no hace más que aquello de lo que tiene absoluta necesidad.”
Giles Deleuze.

Glles Deleuze proponía esta idea en 1987 en una conferencia en la cátedra de los martes de la
fundación FEMIS, sobre el acto de la creación. Hablando sobre los imites de cada área de estudio y
expresión (tanto artística como científica), el filósofo plantea la idea de que en todos existe la
cuestión del acto creativo. Por separados y en su ámbito, pero reflexionando que ciertamente, el
límite de cada uno de ellos se encuentra en la idea del espacio. Así es como llega a debatir sobre
Robert Bresson y el tratamiento audiovisual que realiza sobre el mismo. Pero puntualmente
exponiendo sobre cómo, una de sus desiciones es conectar espacios a través del uso de las manos
de sus personajes. Recalcando que “el tipo de espacios en Bresson y la valorización
cinematográfica de la mano en la imagen están evidentemente ligados”.
Tomamos dos películas del director, para reflexionar sobre el uso estético y narrativo que hace de
las manos de sus personajes.

“El diablo, probablemente” expone la historia de un joven invadido por el existencialismo y la


depresión que esto le causa al no encontrar en su vida algo que lo motive. Siendo este un conflicto
interno del personaje, Bresson enfoca la mirada, a diferencia que en El carterista, en aspectos
tales como la personalidad de Charles y su círculo (jóvenes desorientados sin el deseo o el afán por
algo en particular), la religión, los problemas ambientales y la política (de manera incierta,
mostrando el intento de Charles por conseguir en ella alguna respuesta, pero sin la posibilidad de
lograrlo), y las cuestiones relacionadas con su inestabilidad emocional, (sosteniendo relaciones
con dos mujeres sin verse atravesado al máximo por ninguna de ellas). El tratamiento audiovisual
que lleva a cabo se ve más latente en el discurso narrativo y la caracterización de personajes, en la
que presenta un dilema de empatía o apatía hacia los mismos, ya que los muestra tanto en la
incertidumbre como en el poco compromiso que pueden llegar a lograr con alguna de estas
prácticas antes mencionadas en las que buscan una respuesta o motivación.

Totalmente distinto y opuesto es el tratamiento que Bresson dispone en El carterista. Dado que
muestra las vivencias de un hombre que encuentra al robo de billeteras como única manera de
subsistencia, la que, a fin y al cabo no termina resultándole. En este caso, Bresson utiliza el
lenguaje corporal como principal vía para narrar. En esta historia, el cuerpo del personaje, y por
sobre todas las cosas, por supuesto, sus manos, son el primordial objeto en el que el director posa
su mirada y hace de ellas una herramienta comunicativa excepcional.
Tal es así que, en definitiva, cada secuencia de narración que lleva a cabo con los planos de las
manos, en cada robo o entrenamiento para lograr una agilidad y calidad en sus trucos, termina
siendo una escena en sí misma, donde el accionar de éstas conforma una coreografía y es una
secuencia narrativa con principio, desenlace y final y tienen muchísima más relevancia en muchos
casos, que los diálogos.

En este aspecto es en el que se realza la idea de Deleuze en la que propone que el creador en sí,
acciona por necesidad pura. Encontramos en Bresson la idea de generar un lenguaje audiovisual
que atiene a una idea en particular, pudiéndola expresar efectivamente mediante la puesta en
escena y las decisiones artísticas que esta misma requiere. Demostrando, como cree el filósofo
Deleuze, que él mismo utiliza las manos, porque tiene necesidad de ellas.

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