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SEGUNDA SOLEMNE CURSO TRANSFORMACIONES SOCIOCULTURALES

Daniela Abarca Manso

Paula Ordóñez Yarza

Profesores: Lorena Ubilla y José Román

Ayudantes: Wladimir Barrera Salas y Matías Palacios Rivero

Curso: Transformaciones Socioculturales

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

ESCUELA DE PSICOLOGÍA

Santiago, Chile

Julio, 2020
Reestructuración capitalista: neoliberalismo y transformaciones del trabajo

Antecedentes y configuración socio-histórica del modelo de desarrollo capitalista keynesiano

El Estado de Bienestar o modelo keynesiano surge como respuesta a tres principales puntos; 1)
La crisis económica del ’29, que evidenció las consecuencias de la especulación financiera, 2) la
crítica a los supuestos de la mano invisible en el mercado y 3) el surgimiento de fascismos y el
socialismo. Criticando así a la economía tradicional, donde la mayoría de los trabajadores no
poseían los suficientes recursos para participar en la economía, lo que se traducía a un porcentaje
de contribución económica escaso. Las ideas propuestas por este modelo tuvieron su llegada
cuando Roosevelt asumió el poder en EE.UU. en el año 1933, trayendo como solución a las
consecuencias de la Gran Depresión una política intervencionista conocida como el “New Deal”.

Este modelo cuenta con un nuevo eje, centrado en la demanda, el consumo y la


producción. El Estado ahora se encarga del bienestar de las personas, aunque teniendo como
enfoque el fomentar la economía, creando un círculo de consumo. Esto se traduce en que las
personas, una vez financieramente estables, pudieran participar de y mantener la economía. El rol
del Estado es fomentar el consumo mediante herramientas, como la baja de impuestos al sector
con menor adquisición económica y el alza de éstos para los ricos; Se hace cargo de diferentes
aspectos para lograr una estabilidad social y así hacer de la población agentes activos de la
economía, creando así un “círculo virtuoso”. Otro rol que cumple, es el de mediador de conflictos
entre capital y trabajo, lo que quiere decir que posee la facultar de implementar políticas que
protejan los intereses públicos económicamente, fomentando o asumiendo la inversión en los
gastos públicos, mediante estrategias fiscales y monetarias, consolidando un crecimiento hacia
adentro.

Propuesta Taylorista-Fordista

Mediante la “ciencia del trabajo”, se proponía acabar con los trabajadores de tipo
artesanales, que se encargaban de producir productos de manera completa, ya que eran
ineficientes. Surge la propuesta de la producción en cadena, cuyo fin es especializar la
producción. Es decir, una organización jerárquica y centralizada de producción masiva. En la
cual la tecnología tendría un rol crucial en base a la disponibilidad permanente de fuentes de
energía. Frederick Taylor desarrolla esta teoría, la cual Henry Ford aplicará a su empresa
automovilística, expandiéndola por el mundo.

Bajo este modelo, se busca la configuración de una relación laboral donde se establezcan
normas básicas que velen por el trabajador, logrando la normalización de dichas medidas. Éstas
se caracterizan por: contrato de trabajos estables de duración indefinida y a tiempo completo, una
rutina de estabilidad y ahorro para una futura mejor vida, jornadas laborales e ingresos regulares,
que permiten subsistencia del trabajador y su familia. Además de la valoración de la organización
obrera, reflejada en la negociación colectiva entre sindicatos y empresariado.

Junto con lo anteriormente mencionado, se implementa una legislación que imponía una


distinción femenina y masculina en el ámbito laboral, con el objetivo de mantener la
segmentación y segregación sexista en él (Todaro y Yáñez, 2004). Es decir, surge una nueva
regulación laboral denominada “contrato de género” que contempla un rol productivo en el caso
del hombre y uno reproductivo en el caso de la mujer.
Crisis del modelo y la emergencia de una matriz de desarrollo

Debido a la necesidad energética del modelo keynesiano, se contempló la innovación


tecnológica, lo que se traduce en una relación de revolución industrial y reestructuración laboral.
Este nuevo patrón tecnológico generaría que incrementara la competencia económica y la
expansión del mercado, desplazando las medidas del Estado de Bienestar sobre la estabilidad
planificada, social y económicamente.

Por otro lado, los ideales neoliberales -desde sus orígenes como reflexiones intelectuales
en los años cuarenta/cincuenta- seguían presentes, pero sin mucha acción. Sin embargo, tras la
gran crisis de 1973, donde el modelo keynesiano cae en recesión, la economía global se ve en la
necesidad de reestructurar este sistema, dando paso así al proceso de irrupción de un nuevo
modelo capitalista, que vendría a ser el neoliberalismo como una vía alternativa al Estado de
Bienestar. El neoliberalismo surge como una reacción al contexto político, económico y social
previamente instalados y tiene como principal foco la idea de la libertad, tanto en sentido de
liberalización del mercado como en el concepto del individualismo extremo, que promueve la
autonomía y responsabilidad de cada sujeto, trayendo como consecuencia una desigualdad
inevitable como cuestión natural. En este modelo, la intervención del estado debía ser
prácticamente inexistente y el mercado debía actuar como único mecanismo de regulación
económica. (Garretón, 2012)

 Neoliberalismo y su impacto en las transformaciones del mundo del trabajo: del paradigma
fordista al flexible-toyotista

Como consecuencia de la crisis del petróleo en el año 73’, el neoliberalismo se estableció como
una hegemonía en términos económicos; con esto, el paradigma fordista perdió fuerza y fue
reemplazado posteriormente con la flexibilización del trabajo según el modelo toyotista. Al
cambiar estos paradigmas se produjeron cambios importantes en la forma de trabajo, producción
y relaciones entre trabajadores; se pusieron a un lado las ideas del Estado de Bienestar, entre ellas
la relación laboral “normal” que hacía énfasis en la seguridad, estabilidad y bienestar de los
trabajadores.

La obsolescencia del modelo fordista se dio por la necesidad de flexibilizar la economía


con el objetivo de extender el mercado a una escala global. En este sentido se ven opuestas las
ideas entre ambos paradigmas ya que según el nuevo modelo “prima la lógica de los mercados
financieros; vale decir, el éxito de las empresas se mide crecientemente por la rentabilidad de las
acciones, las alzas y caídas de la bolsa y las ganancias o pérdidas de las respectivas
organizaciones” (Todaro y Yáñez, 2004, p. 42). En contraste, el modelo taylorista-fordista existe
una “dominancia de la racionalización de producción por sobre la racionalidad del mercado”
(Todaro y Yañez, 2004, p. 42).

El toyotismo trajo consigo ciertos impactos en el mundo del trabajo, entre ellos la
incorporación de tecnologías que permitirían la automatización de procesos que anteriormente
eran realizados por los trabajadores, además del comercio virtual que trae consigo formas de
trabajo alternativas tales como el trabajo a distancia. Además de esto, existen ciertos aspectos
importantes que se deben mencionar respecto de esta estructuración; estos son 1) la organización
descentralizada de las empresas: se refiere a la generación de unidades de producción con
funciones específicas y que responden a las demandas del comprador con el objetivo de reducir
los costos de la empresa; y 2) la organización de la producción sensible que presenta
características específicas como la orientación a la demanda, la innovación según requerimientos
culturales, la externalización de ciertos procesos (cabe decir, la subcontratación) y la competencia
entre empresas que ofrecen un mismo servicio (conocido como mercantilización).

Adicional a lo mencionado, se debe hacer hincapié en la gestión de la mano de obra y las


formas flexibles de empleo. El primer aspecto se refiere a la necesidad de que los trabajadores
cumplan roles variados en la producción con el objetivo de que sea fácilmente reemplazado en
caso de no presentarse, además se espera que este utilice habilidades más complejas que le
faciliten la diversidad de áreas en las que pueda desempeñarse, sumando habilidades como la
proactividad, innovación, trabajo en equipo, entre otras. El segundo aspecto se refiere a las
formas contractuales variadas y flexibles que crean la posibilidad de ajustar estos contratos según
la demanda. Esto implica que existan casos de trabajadores que no sean empleados regulares ni
tengan una jornada laboral completa, dejando así de lado el trabajo estable que se buscaba con el
modelo fordista y permitiendo que exista una flexibilidad también en cuanto al salario por causa
de la fijación de comisiones por vente, por ejemplo. 

Con respecto a esto último se generan ciertas problemáticas importantes como son la
precarización y pérdida de seguridad laboral y la estabilidad del trabajador como contratado de
tal empresa, la tendencia a competir entre trabajadores causada por la intensificación del trabajo y
la individualización, y la pérdida de límites entre la vida laboral y no laboral. Además, el
empleador busca evitar las prácticas de sindicalismo de los trabajadores llevando a la
imposibilidad de negociación con respecto a las condiciones laborales de los trabajadores con la
empresa y favoreciendo de esta forma la negociación individual.

Referencias bibliográficas

Garretón, M., (2012). Neoliberalismo corregido y progresismo limitado: los gobiernos de la


Concertación en Chile 1990-2010. Santiago, Chile: Arcis, CLACSO.

Todaro, R. & Yáñez, S., (2004). El trabajo se transforma: relaciones de producción y relaciones
de género. Santiago, Chile: Centro de Estudios de la Mujer.

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