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TRABAJO SOCIAL HOY Y DERECHOS HUMANOS

Los Derechos Humanos como fundamento ético del Trabajo Social (2001)

Por:
Lic. Nilda Gladys Omill- Universidad Nacional de Tucumán (Universidad Pública
Argentina)
Se puede hablar del Trabajo Social y los Derechos Humanos desde distintas
perspectivas. Una de ellas es la que elegí para desarrollar este artículo. Si
partimos de la definición de derechos Humanos como los derechos inherentes a
nuestra naturaleza, sin los cuales no podemos vivir como seres humanos,
entonces podemos decir que cualquier profesión o actividad que se desarrolle con
personas tiene que tener su fundamento en estos derechos.

La conciencia acerca de que los hombres poseemos dignidad y derechos propios


comenzó a desarrollarse desde los orígenes de la humanidad, pero fue necesario
que la dignidad del hombre se violara de modo inimaginable para que los
derechos fueran reconocidos en formulaciones doctrinarias y legales. El Siglo XX
fue el escenario en el que Derechos Humanos y Trabajo Social se desarrollaron.
El Siglo XX ha sido el siglo de la declamación y consagración de los Derechos
Humanos; pero también el de su violación. El Siglo XX ha sido el siglo en que el
Trabajo Social se institucionalizó. El Siglo XX fue el siglo que cobijó una forma de
Estado - el Estado de Bienestar - que promovió y concretó los derechos humanos,
especialmente los de segunda generación: derechos sociales y económicos. Fue
ese Estado el que permitió la apertura de nuevos espacios profesionales para el
Trabajo social, a partir de la institucionalización de las Políticas Sociales.

El Siglo XX fue el escenario de la crisis del Estado de Bienestar y su posterior


reemplazo por el Estado Neoliberal Conservador, que desconoce las
reivindicaciones alcanzadas gracias a enormes luchas de los sectores populares.
Este nuevo Estado le plantea serios desafíos al Trabajo Social, pues la violación
de los Derechos Humanos es moneda común y el trabajador social interviene en
esas violaciones que se producen al nivel de vida cotidiana.
Aunque el Trabajo Social reconoce un origen contradictorio, pues surgió en el
marco de la ampliación de la intervención estatal para hacer frente a la creciente
tensión social, es indudable que nuestra profesión históricamente ha cumplido un
papel en la defensa y promoción de la vida. Esto más allá de la claridad intelectual
para interpretar la realidad que hayan tenido los profesionales en cada momento.
Ya Mary Richmond sostenía "...No basta que los trabajadores sociales hablen el
idioma de la democracia...es necesario que lleven en su corazón la convicción
espiritual del valor infinito que representa nuestro carácter común de seres
humanos...".

Hoy más que nunca el compromiso de la profesión con los Derechos Humanos
debe ser mayor, pues en estos años se ha involucionado en la concreción de los
derechos declamados. La profesionalización de nuestra práctica está ligada con
los derechos sociales de ciudadanía garantizados por el Estado de Bienestar.

Los derechos sociales conllevan el desarrollo de las capacidades que posibilitan la


emancipación de las limitaciones que impone la pobreza y de la dependencia en
relación con las políticas estatales. Pero como decíamos al comienzo, el Estado
Neoliberal Conservador nos retrotrae a la prehistoria de la ciudadanía social,
imponiendo la lógica de la beneficencia, o sea la intervención en la cuestión social
basada en el deber moral y no en una concepción de derechos sociales

El debate de la ciudadanía en el interior de la profesión es un antídoto para la


neofilantropía. Como dice Nora Aquín "...contrapongamos procesos de inclusión
repensando a los sujetos con los que trabajamos como ciudadanos y no como
víctimas".
Trabajamos con un sujeto pobre no con un pobre sujeto. El primero es una
persona con derechos (vulnerados) y obligaciones; el segundo es una persona
que recibe favores. El Trabajo Social puede facilitar la efectivización de la
ciudadanía ya que interviene en la integración de diversas acciones que atienden
un conjunto de derechos.
Cuando decimos que el Trabajo Social es la profesión que orienta su atención a
las necesidades materiales y no materiales; y decimos que intervenimos cuando
aparecen obstáculos en la producción y reproducción de personas, grupos y
comunidades, estamos refiriéndonos a situaciones donde los derechos humanos
están siendo negados. Por lo tanto, Trabajo Social es una profesión afirmativa de
los derechos humanos.

Los trabajadores sociales tenemos la obligación ineludible de conocer todos y


cada uno de los derechos humanos. Y la obligación de difundirlos. Cuando
decimos que el Trabajo Social tiene un objetivo de orientación que comprende los
contenidos formativos e informativos que se les brindan a los sujetos para superar
sus situaciones problemáticas, ahí incluimos a los derechos humanos, que las
personas deben conocer para organizarse y movilizarse en su reclamo.

Qué distinta es la postura de un sujeto que demanda desde una posición


subalterna, de ignorancia y desconocimiento, a un sujeto que demanda que se le
reconozcan sus derechos. Es una posición cualitativamente distinta. Dice Teresa
Matus Sepúlveda en su libro "Propuestas Contemporáneas en Trabajo Social" que
no se pueden aplicar lecturas anacrónicas a realidades cambiantes y que hoy
importa que el trabajador social pueda hacer una síntesis no unívoca a partir de
una mirada compleja y rica sobre los problemas en los que interviene.

Requiere, entonces un cúmulo de saberes pertinentes, que conjuguen


conocimiento de la teoría social, enfoques epistemológicos adecuados y
referentes éticos.

Esos referentes éticos están enunciados por la Federación Internacional de


Trabajo Social en su Declaración de Ética, en la que explícitamente se sostiene
que el Trabajo Social está basado en el valor de los derechos humanos y que
respeta los contenidos de la Declaración Universal de Derechos Humanos como
los de la Declaración Universal de Derechos de los Pueblos Indígenas.

Además, los ocho principios restantes implican de una u otra manera el


reconocimiento de la dignidad del hombre: de su capacidad para el desarrollo
autónomo, de la necesidad de la autodeterminación y de la participación en las
decisiones que los afectan, del derecho a la protección de la privacidad mediante
el secreto profesional, de la aceptación de las diferencias (no de las
desigualdades) rechazando la discriminación. Y también se refieren a la
construcción y preservación de la democracia como sistema que garantiza los
derechos de las personas; por eso el Trabajo social aboga por la solidaridad, por
la asignación de recursos necesarios para la gente que precisa apoyo a fin de
participar en igualdad de términos. Compromete al trabajador social a revelar las
desigualdades y las estructuras político - sociales represivas y a trabajar para
abolirlas. Nuestra profesión es incompatible con el apoyo a grupos, fuerzas o
estructuras políticas que eliminen seres humanos y empleen medios brutales

TRABAJO SOCIAL HOY Y DERECHOS HUMANOS


EL DISCURSO DE LOS DERECHOS HUMANOS EN Y DESDE EL TRABAJO
SOCIAL Wilson Herney Mellizo Rojas Trabajador Social Universidad Andina
Simón Bolívar Sede Ecuador- 2008

Acercándonos a la producción sobre Trabajo Social y Derechos Humanos,


encontramos, que es amplia esta producción, atravesada a las especificidades del
devenir profesional; se ha centrado en la producción proveniente de la práctica
profesional, qué profesionales agencian frente a derechos humanos específicos.
La incorporación de los principios fundamentales de los derechos humanos a la
profesión, pareciera ser parte de la identidad profesional.
La adhesión al valor del respeto a la dignidad de la persona humana ha estado
ligada al pasado y presente del Trabajo Social; a través de la historia, trabajadores
sociales han tenido distintas oportunidades y en función de ellas se agencian
formas diversas de promover el respeto a la dignidad de las personas humanas
(en algunos casos de manera comprometida y en otros de manera difusa). Hace
algunos años afirmaba Nidia Aylwin, es necesario recuperar la historia para la
constitución de la identidad profesional; allí aparecen en la última fase, que
algunos autores denominan post-reconceptualización del Trabajo Social, varias
inquietudes que persisten.

El Trabajo Social y los Derechos Humanos: Un Rol Profesional


Contradictorio y Complejo

La pregunta por los derechos humanos es parte de la contradicción profesional,


más en contextos de globalización en donde se cuestiona cada vez el papel del
Estado, se da su desmonte progresivo, la tendencia privatizadora de lo social.
Como afirma Sonia Severino (2002, 9)“La reiteración de lo dado por el Estado
respecto a las políticas sociales, la reiteración de los gobiernos que ponen al
Estado al servicio de los grandes capitales, propiciando en forma escandalosa
transferencias de recursos desde los sectores populares hacia los poseedores del
gran capital, la reiteración del pueblo votando en contra de sus propios intereses,
hizo muchas veces confundir al más optimista y pensar al más materialista lector
de la historia en un “sin remedio.. “Citando a Alain Touraine (en Thai-Hop, 1996,
10) “la sociedad liberal lleva consigo el ghetto”, ya que no sólo permite la
exclusión, sino que, además, la fábrica. Al ser prioritarios la productividad, la
eficiencia, la tecnología, el utilitarismo y la competencia en el mercado, se
privilegia a los ricos y a los mejor preparados, excluyendo a los pobres y menos
favorecidos del círculo encantador producción-consumo. Por no ser productores y
consumidores importantes, que es lo que interesa a este modelo tecno económico,
hay poblaciones, regiones y hasta continentes enteros, que son considerados
como inútiles...”.

Desde esta perspectiva el papel de Trabajo Social aparece complejo y


contradictorio cuando se enfrenta, interviene, interacciona o acompaña a sujetos,
grupos o comunidades subordinadas o en desventaja en el sistema social. Dice
Severino (2002,10) “etiquetar desechables (calificarlos, orientarlos, derivarlos de
acuerdo con mayor o menor infortunio, mayor o menor carencia, mayor o menor
miseria, mayor o menor penuria, actividad indigna si las hay -para el que da y para
el que recibe o promover la inclusión”. Uno de los puntos que merece especial
atención, son las llamadas políticas sociales, a cuyo origen y desarrollo ha estado
ligado al Estado y el Trabajo Social.

Las políticas sociales concretan las exigencias o respuestas que los estados
hacen a la llamada desde Trabajo Social “la cuestión social”. En el contexto de
globalización actual nos encontramos ante la crisis del estado de bienestar. Los
derechos sociales que se había constituido en conquistas de la sociedad civil
mediante las luchas sociales, son señalados como privilegios o compensaciones
que requieren ser desmontados. En el terreno de la política, la fragmentación de
intereses trae como consecuencia un elemento de sospecha generalizada hacia
esa actividad, que se suma a la desconfianza en cuanto al papel del Estado, que
ya no puede cumplir con sus mandatos fundacionales… Por otra parte, la acción
social se privatiza. Las empresas comienzan a intervenir en lo social, ya que esas
intervenciones pueden significar un incremento en la ventas -una empresa que
invierte en la acción social tiene en la actualidad mejor presencia en la sociedad-.
En otras palabras, el horizonte de cohesión de la sociedad abre paso al de la
lógica del costo-beneficio, es decir, del mercado.

La acción política del Estado pareciera adquirir la lógica de la empresa


(Carballeda, 2002, 70). Es sabido que esta crisis históricamente también
acompaña al discurso de los derechos humanos, en la medida que se afirma que
son declaraciones de buenas intenciones sin asidero en la realidad social. El reto
del Trabajo Social se amplía, y la relación con derechos humanos se complejiza;
puede incluso ser contradictoria si entramos a revisar la evolución de ideas de
justicia, dignidad y su interpretación jurídica y social; la discusión sobre valores,
objetividad o convencionalidad, tanto en los derechos humanos como en el
Trabajo Social, la compleja y cambiante relación entre Trabajo Social y Estado y el
tema de las políticas sociales. Muchas cuestiones no han sido revisadas en
profundidad; el debate parece estar al día en las Ciencias Sociales.

Esta reflexión ha sido asumida en diversos escenarios nacionales e


internacionales como preocupación fundante al interior de los espacios gremiales.
En un documento de propuesta que el Comité Permanente de Ética presentó ante
la Asamblea General de la FITS (Federación Internacional de Trabajo Social) en
septiembre de 2004, se asume que: El Trabajo Social promueve el cambio social,
la resolución de problemas en las relaciones humanas, el fortalecimiento y la
liberación de las personas para incrementar el bienestar.

Mediante la utilización de teorías sobre comportamiento humano y los sistemas


sociales, el Trabajo Social interviene en los puntos en los que las personas
interactúan con su entorno.
Los principios de Derechos Humanos y Justicia Social son fundamentales para el
Trabajo Social” (FITS, 2004). Los profesores Chinchilla y Villegas (1998) en su
artículo “Hacia la construcción de una cultura de los Derechos Humanos en el
Trabajo Social” señalan la existencia de un espacio común de intervención entre
los derechos humanos y el Trabajo Social; afirman que “dada la cercanía y
similitud entre los principios filosóficos del Trabajo Social y de los derechos
humanos, es un deber inaplazable para nuestra profesión, abocarse a un proceso
en que más que enseñar la teoría de los derechos humanos, propiciemos su
alcance, mantenimiento y vivencia dentro de las aulas y el espacio de intervención
profesional”. No obstante, afirma Sonia Severino (2002, 9) “La reiteración de lo
dado por el Estado respecto a las políticas sociales, la reiteración de los gobiernos
que ponen al Estado al servicio de los grandes capitales, propiciando en forma
escandalosa transferencias de recursos desde los sectores populares hacia los
poseedores del gran capital, la reiteración del pueblo votando en contra de sus
propios intereses, hizo muchas veces confundir al más optimista y pensar al más
materialista lector de la historia en un “sin remedio…” Desde esta perspectiva el
papel del Trabajo Social aparece complejo y contradictorio cuando se enfrenta,
interviene, interacciona o acompaña a las y los sujetos, grupos o comunidades
subordinadas o en desventaja en el sistema social. Dice Severino (2002, 10)
“etiquetar desechables, calificarlos, orientarlos, derivarlos de acuerdo con mayor o
menor infortunio, mayor o menor carencia, mayor o menor miseria, mayor o menor
penuria, actividad indigna si las hay -Para el que da y para el que recibe o
promover la inclusión”.

TRABAJO SOCIAL HOY Y DERECHOS HUMANOS

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA FORMACIÓN EN DERECHOS


HUMANOS EN TRABAJO SOCIAL- Cory Duarte Hidalgo- Chile- 2014

En el ámbito internacional, la Federación Internacional de Trabajo Social (FITS)


reconoce desde sus inicios la estrecha interrelación existente entre derechos
humanos y trabajo social, lo que se ha consolidado al figurar como entidad
consultiva en materias relacionados con derechos sociales, infancia, salud ente
otros (Naciones Unidas, 1995). En el año 1992, el Centre for Human Rights de las
Naciones Unidas, en conjunto con la International Federation of Social Workers
(IFSW/FITS) y la International Association of Schools of Social Work (IASSW),
publican por primera vez un manual dedicado a las Escuelas de "Servicio Social",
en el que se considera imperativo "que las personas que participan en la
enseñanza y la práctica del servicio social se comprometan claramente y sin
reservas en la promoción y la protección de los derechos humanos y en la
satisfacción de las aspiraciones sociales fundamentales" (p. 11). En el mismo
documento se insta a las escuelas de trabajo social a introducir los derechos
humanos en sus propuestas curriculares:

Algunas escuelas podrán ofrecer un curso facultativo separado, otras exigir a sus
alumnos que sigan un curso de derechos humanos y otras introducir el estudio de
los derechos humanos en todos sus cursos fundamentales obligatorios. Esos
métodos no tienen por qué excluirse mutuamente, ya que cada uno de ellos tiene
ventajas y desventajas. (p. 12)

Así también, en dicho manual, se señala la necesaria coherencia en los


programas de trabajo social, los que debiesen reflejar "dimensiones de los
derechos humanos y la justicia social" (p. 12). Considerando lo anterior, se señala
la necesidad de contar con misiones y principios en las escuelas que den cuenta
de estas dimensiones, así como las instalación de relaciones y procedimientos con
base en los derechos humanos.

En la Declaración del 2000, la FITS reconoce a los derechos humanos y la justicia


social como principios de la profesión, relevando su importancia en el proyecto
ético político del trabajo social. Reconocer lo anterior implica pensar los derechos
consignados en la Declaración Universal como mínimos éticos en el desarrollo de
los pueblos, constituyéndose en tanto "condiciones de posibilidad de realización y
de transformación con vistas a conseguir una mayor justicia y solidaridad"
(Cordero, Palacios y Fernández, 2006, p. 7). Sin embargo, la concepción de
derechos de la Declaración Universal resulta problemática en atención a los
cuestionamientos sobre la visión universalista, burguesa, androcéntrica y
eurocentrista contenida en ella; ante lo cual se hace necesario ligar la idea de
dignidad humana con el reconocimiento de múltiples contextos, situados, fundados
y multiculturales.

Por estas razones, la propuesta de la FITS y la AIETS respecto de la definición de


Trabajo Social posee un gran número opositores respecto de la visión
etnocéntrica, funcionalista y eurocéntrica de la misma, imponiéndose "los
parámetros de principios éticos amplios" (AIETS, 2003), lo que de todas formas,
deja a un lado los contextos y especificidades propias de cada región. Las
distintas asociaciones regionales, han trabajo en sendas propuestas de
modificación de la definición de 2000, las que no han logrado acuerdo ni los
consensos necesarios.
En el año 2004, la FITS lista siete instrumentos de derechos humanos
considerados de especial relevancia para la práctica y acción del trabajo social
(FITS / AIETS,2004, p. 3), entre estos se encuentran la Declaración Universal, el
Pacto de Derechos civiles y políticos (PIDCP), el Pacto de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales (PIDESC), la Convención por la Eliminación de todas las
Formas de Discriminación Racial; laConvención por la Eliminación de todas las
formas de discriminación contra la Mujer (CEDAW), la convención de los Derechos
del Niño (CDN), y la convención sobre pueblo indígenas y tribales (convenio de la
OIT, n. 169).

En el mismo año la FITS compromete sus esfuerzos para denunciar y contribuir en


la eliminación de toda forma de vulneraciones a los derechos humanos.

En el caso chileno, el Consorcio de Escuelas de Trabajo Social compuesto por


algunas Universidades del CUECH en 2006 1 trabajó en una propuesta colectiva de
perfil académico, proceso en el cual se revisaron los ámbitos distintivos de
desempeño profesional y los núcleos históricos de formación profesional. En dicho
trabajo se reconoce la pertinencia de las competencias concernientes a los
derechos humanos en los ámbitos relacionados con sujetos y procesos. En la
sistematización realizada por Castañeda y Salomé mencionan que los y las
profesionales de lo social se enfrentan a desafíos relacionados con
transformaciones estructurales relacionadas con la tecnología y la economía, en
un sistema social que se ha complejizado, en el que las respuestas a las
demandas corren el riesgo de quedar obsoleta, en lo que las autoras identifican
como una crisis de sentido. Así, "la sociedad contemporánea demanda nuevas
exigencias a los profesionales del ámbito social, cuestionando los contenidos de
su formación y los desempeños laborales que le han sido tradicionales"
(Castañeda y Salomé, 2009, p. 3).

Esas nuevas exigencias se dan por las características contextuales de cada


escuela de trabajo social y su conexión con el medio local en el que estén
insertas; así, materias como migraciones, medio ambientes o movimientos
sociales cobran una trascendencia especial debido a las particularidades
regionales/locales, lo que de alguna forma u otra inciden en la formación
entregada.

Podemos afirmar que los derechos humanos y su incorporación en trabajo social


atienden a una visión ético política de la profesión y disciplina, en la que se
considera como perspectiva ética la noción de derechos humanos en toda su
complejidad. De esta forma, el principal desafío para las escuelas es la forma de
implementar esta perspectiva, evitando caer en una concepción mítica,
enfrentándoles como una realidad efectiva (Martín, Esteban y Ramos, 2006), de
alcance y complejidad situada.

La consideración de los derechos humanos como marco axiológico de


intervención, praxis e investigación en trabajo social, implica adoptarlos en su
complejidad e historicidad, facilitando, a través de ellos, procesos de subjetivación
de las personas y los pueblos, componente esencial del proyecto ético político del
trabajo social. Desde este marco, la consideración de los derechos humanos en
las acciones transformadoras de los y las trabajadoras sociales implica la
realización de investigaciones e intervenciones respetuosas de la diversidad,
democráticas, situadas y críticas. Así, los Derechos Humanos constituyen el guiñó
emancipatorio de nuestra acción, en torno a un "diálogo intercultural sobre la
dignidad humana que eventualmente puede conducir a una concepción mestiza de
los derechos humanos, una concepción que en lugar de recurrir a falsos
universalismos, se organice como una constelación de significados locales"
(Santos, 2002, p. 69-70).

¿A qué apela el proyecto ético político del Trabajo Social?

Puesto que somos ciudadanos y ciudadanas y nos desempeñamos como tales,


inmersos en un sistema democrático en el cual el derecho a tener derechos
debiera de considerarse la consigna primordial, las profesiones de lo social
requerimos de un marco ético para nuestro actuar, una ética aplicada, puesto que
la cotidianeidad de los complejos escenarios en los que nos situamos nos hacen
enfrentar dilemas frente a los cuales no existen soluciones estandarizadas,
requiriendo de mínimos éticos, pero también, el ejercicio ético de nuestras
vocaciones (Cortina, 2002). De esta forma la consideración de la ética aplicada en
profesiones como la nuestra permite "orientar de forma mediata, ofreciendo un
marco reflexivo para la toma concreta de decisiones" (Cortina, 1996, p. 121).

Considerando esta concepción de ética aplicada, creemos relevante aclarar lo que


entendemos en este documento por proyecto ético político del trabajo social. Para
esto seguiremos la reflexión de Montaño, respecto de la crisis en la "base de
sustentación funcional-laboral" de la profesión, crisis que obliga a reaccionar a
través de propuesta de acción de orden colectivo, entre las que el autor señala la
necesidad de "construcción/consolidación [...] de un proyecto profesional
hegemónico que integre la dimensión ética y la dimensión política" (Montaño,
2005, p. 7), este ha de ser construido en forma democrática por el colectivo
profesional, "inspirado y articulado a proyectos societarios".
Como propuesta, Montaño plantea un proyecto profesional progresista fundado en
diversos valores y principios, entre los que destacan los derechos humanos
(Montaño, 2005, p. 8). Para el desarrollo de dicho proyecto el autor propone una
agenda que considera cuatro elementos: la organización profesional; un marco
legal profesional en el que se plasme la operatividad del proyecto y la propuesta;
en dicho marco han de estar señalados el reglamento de ejercicio profesional y el
código de ética (Montaño, 2005, p. 9); la formación profesional, la que procuraría
la "unificación de niveles de formación", "planes de estudios básicos", posgrados y
la "promoción de las condiciones para la producción bibliográfica teórica de
calidad"; y por último, Montaño considera la articulación con las fuerzas vivas de la
sociedad.

En este sentido, si comprendemos a los y las profesionales del trabajo social como
sujetos y sujetas que desde sus contextos, historicidades y diversidades enfrentan
las distintas realidades sociales en las que están inmersos, elementos como la
formación profesional darán contenido a su praxis profesional (Olaya, 2009). Así,
el proyecto ético político exigido por Montaño y otros de similares características
implican una propuesta que "garantiza compromiso y responsabilidad social,
permitiendo que el sujeto sea crítico frente a los desafíos que impone la propuesta
del relativismo y la neutralidad y lo más importante, posibilita que se vincule a un
proyecto de sociedad radicalmente democrático" (Olaya, 2009, p. 7).

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