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Una mujer normal llamada “Madame Necesidades”

Había una vez, en algún lugar cercano y normal una mujer que constantemente quería cosas, siempre,
todo el tiempo. Por esa razón y a partir de esto, la gente la llamaba “Madame Necesidades”.

Madame necesidades necesitaba cosas, todo el tiempo y a toda hora. Buscaba en un lado y otro, y volvía
a buscar en el mismo sitio y aunque a veces creía que lo había logrado, no había encontrado nada en
realidad. Se engañaba bien, madame necesidades, pues buscaba cosas que no sabía que quería.

Caminaba constantemente, se rodeaba de gente, buscaba más y más, lejos, cerca, pero jamás satisfecha.

A veces, madame necesidades pasaba horas frente al computador, escribía cosas en fichas eternas, veía
números todo el tiempo y los pasaba. Los números corrían y bajaban, a veces subían en la pantalla y ella,
como siempre, buscaba terminar de llenarlos.

-Pero si lleno esto – se preguntaba a veces – ¿me llenará a mí?

Y terminaba el día confundida, al final de cuentas, seguía necesitando más. Obtuvo más números, más
papeles, más letras vacías en su computador pero nada era suficiente.

En algún punto, madame necesidades no podía hacer las cosas, todas esas cosas que tanto pidió y ahora
se amontonaban sobre ella. ¿Qué haría ahora, que todo estaba encima? Tenía tanto pero todo lo que
tenia eran cosas que no quería y la aplastaban.

-¿y si nunca dejo de necesitar? ¿Y si nada es suficiente?

Se preguntó un dia ante el sol, quien, con lastima la miraba a través de la ventana.

-¿qué esperas para buscar? – le dijo el sol un día.

-Es que siempre busco porque siempre necesito. Si no hago esto no como, si no como no vivo, necesito
que me escuchen también, necesito que me entiendan, necesito y necesito más. ¿No crees tú que pido
mucho?

-Yo creo – respondió el sol antes de ocultarse y dejarle su puesto a las nubes – que no necesitas más de
lo normal, todos tenemos necesidades ¿sabes? Solo debes buscar en el lugar en donde no lo has hecho.

La lluvia comenzó a caer, fuerte y clara. Madame necesidades estaba confundida. Se puso frente al
computador pero no hacía nada. Tomó su móvil y no hizo nada, intentó ver una película pero no podía
salir de cosas que ya había visto, a pesar de sentir esa necesidad de conocer más. Estaba atorada,
desvalida en un hueco que se formó en el medio de su sofá.

-¡Que alguien me ayude! – gritó mientras el sofá se la tragaba.


-¿Quién va a ayudarte? - le dijo el sofá que la absorbía – si aunque siempre necesites jamás obtienes,
¿por qué sería diferente hoy?

Madame necesidades cayó en un fondo, bañada en desconcierto y temor. Esta vez, por primera vez,
abandonada ahí, ella no sabía que necesitaba.

-¿Qué es lo que quieres? – le preguntó esta vez el viento que corría en ese hueco, parecía solo entrar ahí
para hablarle a ella, no para nada más.

-No sé que quiero.

- ¿Qué es lo que tienes? – dijo la vos del viento alejándose mientras subía para salir.

-Tengo todas las cosas que quería llenar de lo que me dijeron que necesitaba, ¿por qué si dicen que lo
tengo todo, sigo necesitando más?

Madame estaba en un apuro, aunque faltó a llenar sus números y letras, nadie le preguntó la razón ni
sintieron la falta de sus acciones. Aunque ya no salía a la calle a siempre buscar cosas, nadie estaba
interesado en salir a su casa a buscar su existencia. Aunque le llegaran mensajes preguntando por sus
trabajos, una vez resueltos, ya no era importante. El sofá solo la tragaba más y más y ella, asustada, se
dejaba llevar por la suavidad del paso del tiempo.

-¿Vas a dejar que termine de hundirte? – preguntó un día el sofá, confundido.

-Que hago si no dejarme, porque parece ser que eres el único que tiene la necesidad de mi.

-Varios tienen necesidades de ti, ¿sabes? Te buscan algunos a los que les importas y aquellos que
siempre te veían buscar y buscar.

-¿pero que buscaba? Ya no lo se.

-Tal vez tu no lo tengas claro, pero ellos si lo tenían claro, algunos incluso se sorprenden de lo que has
logrado.

-¿Pero que he logrado? – preguntó ella.

-No lo sé, necesitar cosas y complacerlas. Lo has logrado al parecer.

-Pero si lo he logrado, ¿por qué siento que necesito más?

El sofá la escupió, hacia arriba, para el momento exacto en el que la necesitaban en su computador. De
vuelta la vida, de vuelta a las letras y números danzantes.

-si claro – dijo a la voz del video – ahora lo hago, todo bien aquí.

Colgó y se sentó de nuevo en el sofá, en ese que se la tragaba hace unos segundos. No parecía molesta
ni triste, ni siquiera asombrada por el acontecimiento, solo parecía confundida. Tan confundida que al
mirar su tórax, ahí, donde todo cae cuando lo engulles, había un hueco enorme y doloroso.
-por qué me pasa esto, si dices que ya cumplí con lo que necesitaba.

El sofá ya no respondió y ella salió a la calle, con su hueco que a nadie le importaba. Y compró comida,
se alimentó, regresó, vio una película y hablo con personas que la necesitaban a ella. Escuchó todo y
respondió de la mejor manera, “es feo cuando no escuchan” pensaba siempre.

Las necesidades de los demás eran importantes para madame necesidades, porque sabía lo duro que
era tener un hueco vacio en el tórax sin poder llenarlo, nadie debía sentirse así. Y aunque intentaban
ayudarla a llenarlo con todas esas cosas que se esperaban, madame no podía lograrlo aunque no dejaba
de intentar.

-Hoy si lo haré – se repetía en las madrugadas, cuando aún estaba despierta a deshora – hoy lo cambiaré
y lograré terminar esto. Hoy los números y las letras serán mejores que ayer.

Al llegar el día pasaba lo mismo y necesitaba las mismas cosas, ocupaba concentración, necesitaba
tiempo, ganas. No los tenía pero los quería y se esforzaba en seguir, porque cumplir esas necesidades le
cumplía otras más. Sin eso no comería y no podría seguir intentando llenar el hueco.

Descubrió otras cosas que hacer, en el horario en el que debía hacer cosas diferentes, le gustaban
algunas otras actividades, pero ella sabía que necesitaba hacer lo otro. Vivía en una situación que no
necesitaba pero que estaba ahí, tenía miedo de no hacer nada pero terminaba haciendo nada todo el
día. Repetía el patrón de necesidades y al final cumplía aquella necesidad de presión y estrés que su
cuerpo de manera involuntaria le daba.

¿Qué hacer? ¿Qué hacer? Madame necesidades, aunque no sola, estaba confundida. Necesitaba amor
pero no sabía pedirlo, necesitaba afecto físico pero le aterraba tenerlo. Ella necesitaba sentirse útil, pero
las cosas que tenía que hacer solo la frustraban más. Quería sentir resuelta una necesidad al menos
porque no dejaba de tener más y más necesidades. Estaba adolorida, ahora, necesitaba sentirse bien.

En las nuevas noches, desde lo del sofá, madame necesidades se preguntaba si en algún momento
conoció ese sentimiento de satisfacción al poder cubrir una de tantas necesidades.

-Si, lo he hecho – se respondió cuando pensó en las más básicas como comer – aunque, a veces cuando
se hace mucho el estomago me duele y no puedo comer algunas cosas por lo que esa necesidad es muy
especial ahora.

Pensó en otra necesidad cubierta, si ella era “útil” y lo preguntó a sus amigos – si lo eres, cumples bien,
tienes trabajo, eres buena en ello, en los números y las letras danzantes, en los pasos indefinidos y
continuos de un lado a otro todo el tiempo. Eres buena hablando con gente que no conoces y es
sorprendente que puedas hacerlo.

Y en esos momentos madame se sentía satisfecha, ella era capaz y podía ver en retroceso esos
momentos que sus amigos le ilustraban, bailar frente a su ojos confundidos. Una y otra vez dándole
vueltas, aunque fuera capaz, hábil, aunque supiera hacer las cosas bien, el hueco en el tórax seguía ahí,
doliendo.
Y aquí fue donde se preguntó, de manera tajante y fuerte, si esas cosas en las que era buena, eran las
cosas que quería hacer. Si quería seguir caminando y leyendo y hablando, si quería volver a pasar por
todos esos momentos que recuerda con huecos pero que pasó y superó por la necesidad de sentirse útil.

El sofá le volvió a hablar cuando colgó su llamada y le preguntó si quería volver a sentarse en él.

-¿Y si me tragas?

-No lo haré – le dijo el sofá.

-No lo preguntaba con miedo, esperaba que lo afirmaras. Quiero que me tragues porque no se qué
hacer, solamente quiero dejar de necesitar.

-No podrás dejar de necesitar nunca, así somos todos todo el tiempo y está bien.

-Y si todos somos así, dime ¿qué hago entonces ahora que tengo cosas que necesitaba pero que se que
no quería?

El sofá la dejó entrar en el hueco, hundiéndose unas horas en las que sabía que realmente nadie la
necesitaría. Estaba sola pensando y viendo todo lo que tenia ahora, las cosas que sabía, los lugares que
conocía, las habilidades que descubrió en sí misma. No es que madame necesidades no fuera buena en
su trabajo o no fuera buena en aquello que sabía hacer muy bien, es que ella no quería usarlo para esas
cosas porque cada acción de sus necesidades la alejaba de sus quereres.

-Si necesitas sentirte útil – le dijo el sofá en su interior – ¿por qué no hacer lo que quieres con lo que
sabes?

Ella sintió terror ante aquello, pues madame necesidades, aunque sola, independiente, capaz y
trabajadora había estado rodeada contantemente de un campo de fuerza sobrenatural llamado
“aprobación”. Era un campo malvado, que hacía daño por doquier. Madame necesidades necesitó cosas
que no quería porque ese campo la seguía sin parar. Ahora tenía más y muchas cosas y saberes que eran
buenos, pero el hueco estaba ahí porque el reto, además de encontrar la necesidad real, era quitarse el
campo de fuerza y poder caminar realmente por donde quiera.

-¿Qué hago aquí? ¿Por qué hago esto? ¿Por qué por más que me esfuerce todo termina igual?

Todas estas preguntas venían del campo siempre y ahora, ella las tenía muy bien incrustadas en el
hueco doliente de su tórax.

-¿y cómo me quito esto? - Preguntó al cómodo sofá de su sala.

-Intenta cubrir una necesidad, porque esa persona es quien eres.

-Pero cual de todas, hay más de una - respondió con desesperación.


-Debes averiguarlo querida, pero saber y entender que algo está mal es la clave. El hueco está mal, el
dolor está mal y las necesidades sin amor son lo peor. Cubrir tus necesidades no es lo malo, sino ver el
lugar de donde realmente provienen estas.

Si bien madame necesidades no iba a parar, entendió que no debía hacerlo. Confundida y lastimada, con
pasos tan lentos como los de una tortuga, más que una simple promesa de madrugada, era un proceso
de trabajo constante. Trabajo para una necesidad del alma, no para una del cuerpo. Trabajo para
cambiar los dolores del corazón, y poder minimizar los que el tórax le daba. El estomago estable de un
corazón amoroso y el cuerpo realizado de un alma tranquila.

Madame necesidades le contó la situación a sus amigos, que le confesaron ser personas con
necesidades también. No estaba sola por supuesto, pero todos tenían un hueco en diferentes lugares.
¿Qué es lo que debían llenar? Aquello que pensaron que llenaría el hueco, resultó no estar hecho para
los diferentes tamaños. No podían hacer lo mismo para ayudarse, ni seguir el mismo camino. Pero al
menos, para ella, saber que no era la única “madame necesidades” la tranquilizó y el nacimiento ante el
sol, de una posibilidad remota de cambiar todo aquello que necesita, la ilusionó. ¿Te imaginas descubrir
que quieres algo que jamás creíste querer? Ha nacido en madame necesidades una duda para bien, que
debe resolver y tratar pero que estremece.

-Tal vez, en lo que soy buena, no es lo único que puedo hacer, tal vez lo que ya se no sea lo único que
necesito saber – le dijo al sol y a ella misma antes de volver a ver esas letras y números que ya no serían
iguales.

-Dejará de ser un tal vez – le respondió el sol – cuando lo plantees como una verdadera necesidad.

Al final de esta historia, que comenzó con un “había una vez” sigue habiendo en un lugar cercano y
normal un mar de dudas y pensamientos sin resolver en madame necesidades, y está bien. Todos en el
fondo, en ese hueco y esos momentos perdidos, con el campo de fuerza de la aprobación, han sido
madame necesidades y están ahí para escuchar las necesidades de los demás y merecer que escuchen
las suyas, de lo contrario, solo el sofá los tragará.

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