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Lienhardt, M. - Un Estudio Del Hombre
Lienhardt, M. - Un Estudio Del Hombre
ANTROPOLOGIA
SOCIAL
COLECCION
POPULAR
FONDO DE C
ULTURA E
CONOMICA
MÉXICO
so
En su mayoría los hombres viven en la sociedad como en el mundo físico, sin
reflexionar en su naturaleza. Pero así como los físicos han superado el nivel común
de la comprensión del universo físico, también los sociólogos han esperado alcanzar un
conocimiento de las sociedades más profundo y sistemático del que tie. nen los propios
ue necesitan habitualmente para conducir día
miembros de esas sociedades o del q
tras día sus asuntos.
La antropologla social (cuando menos con este nom 'bre) es la más joven de las
ciencias sociales. Está co nectada con materias más viejas y más conocidas,
como la historia y la sociología, y no se la distingue clara · mente de ellas.
Pero, por regla general, los pueblos que han suscitado el mayor interés en
-los antropólo gos sociales difieren d e aquellos estudiados por. los
historiadores, de un lado, o por los sociólogos, del otro, en dos aspectos
principales. Esos pueblos-han carecido de la tradición escrita que
proporciona su materia de estudio a la historia, o del tipo de com
18
..
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..-..
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universitario
o estudio integrasraban las esp
plejidad social y tecnológica que interesa a los socio logas. Existen p ueblos
cuyas sociedades, tradicional mente (según palabras de E. E. Evans-Pritchard)
son "de pequeña escala de acuerdo con el número, el te rritorio y el alcance de
sus contactos sociales, y que tienen, en comparación con otras sociedades más
ayan zadas, una tecnología simple y poca especialización en su sunción
social".
Los antropólogos sociales han c omenzado por realizar estudios de tales
sociedades "primitivas”, en la creencia d
e que los rasgos distintivos
fundamentales de las instituciones sociales aparecerán allí más clara mente
que en las modernas y populosas comunidades. También se encuentran en posición
de estudiar so. ciedades más complejas y mayores, y algunos así lo han hecho; pero aun en
ese caso, han comenzado con u n cúmulo de conocimientos y teorías adquiridos me
diante una preparación obtenida anteriormente, que empezó por estudiar las
más sencillas y pequeñas co ' munidades no industriales. E. B. (Sir Edward)
Tylor (1832-19:7) en los d
ías iniciales de la preocupación por este tema hizo
resaltar la importancia de comen zar cualquier. examen de las instituciones sociales con el
estudio de pequeñas comunidades en las cuales sus rasgos característicos
esenc iales puedan ser más fá cil mente identificados. Los a ctuales estudiantes
de dere. cho, por ejemplo, que " se meten en seguida en los r ec oveco
s de los
sistemas legales que han crecido a través de luchas, reforma s y aun desatinos
de miles de años" podría nh aber sido mc jor preparados, piensa Tylor,
"observando cómo comenzaron las leyes en sus formas más simples,
destinadas a satisfacer las nece sidades de tribus bárbaras y salvajes".
cipio
La antropologia —de la cual la antropologia social es una raroa, prin a
convertirse en
un terna universitario d
iferente d nte el s iglo xix. En los antecedentes del
ura
estudio i ntegral del Ho
mbre, que se proponían iniciar lo s eruditos, estaba n las
especulacio nes y las indagacion es de gene raciones d e filósof os y v iajeros, y así
muchos nombres familiares, d esde Aris. tóteles y Herndo to hasta e l capitán
Conk y Locke, han v enido a ocupar un lugar en la hi sto ria de l a antra pología.
Este libro no se propone dar a.c onocer tal aspecto de la historia y ni si quiera las
contribuciones hechas al tema p or modernos escritore s profesionalcs han po.
dido siela pre ser atribuidas a e llus por su nombre en los últims; capítulos. El
principal objeto que nos p roponenios es dar alguna info rmación de lo que
actualmente saben y piensan l os antropólogos sociales acerca de la vida
social de las sociedades exóticas", antes que reconstruir el desarrollo de tal
conocimiento.
Pero, como otras materias meno s ambiguamente "científicas", l a antropologia
social se ha desarrollado al desechar completamente ciertas cuestiones que
al. guna vez parecieron de capital importancia, y, al mis ino tiempo, al
reconsiderar otras, a la luz del c onoci niento y la comprensión, cada vez mayores
de los hechos. Así, por ejemplo, no esforzaremos más nues tro ingenio para suministrar r elatos
cia les: el
o
verosímiles de los orígenes de todas y cada una de las instituciones s
matrimonio, la familia, l a religión y otros con. ceptos análogos. C
omo los
intereses especulativos y l as preocupaciones cotidianas de los actuales estudian tes de
la materia no pueden ser evaluados y entendi. dos en debida forma sin tener cierta
idea de esta
ACT
14
res?
historia de eliminación y agregación, primeramente trazarenios'una perspectiva
histórica lo más precisa que sea posible.
Los progresos antropológicos han seguido a menu. do a los intereses de los
gobiernos en la solución de sus problemas prácticos y morales. Un caso famoso es
el del Ashanti, de lo que ahora es Ghana, quien en prendió una guerra contra sus
gobernantes británicos hace medio siglo. En 1900, el gobernador de la Costa de Oru
de
preguntó al Ashanti por qué no había s ido invitado a sentarse en el sagrado Taburete
Oro de su nación, un acto que, según pensaba, era necesario para confirmar su soberanía
como representante de la reina Victoria. La ignorancia y falta de compren s i ón que causara
esta demanda condujo a la guerra, y a que el Taburete de Oro nunca había sido u n tro no. Tue
y es el relicario y el símbolo del espíritu del pueblo de! Ashanti. Posteriores desórdenes se
habrían producido si el Gobierno no hubiera apoyado al ca pitán Rattray —de
acuerdo co n The G olden S tool d e Edwin Smith (1 927) "un hombre de manifiesta
habilidad y la rga experiencia, dotado de mucho tacto y gran simpatía entre el
pueblo" — para que estudiase las c ostumbres del Ashanti y la inportancia del Ta
burete de O ro e n s u vida. Pronto apareció una se rie de libros de Rattray sobre
muchos aspectos de la cul 'tura del Ashanti, y surgió un mayor entendimiento
entre e l gobiern
o y el pueblo.
Pero muchos años antes de esto, la antropologla soci al (llamada entonces e lnología
en Inglaterra, nom bre que aún se le da frecuentemente en Francia) fue
fortalecida gracias a lo s pro s morales de la ex pansión de los imperios
blema
europeos del siglo. La natu 16
raleza y las condiciones de l os pueblos. "primitivos"
-y las responsabilidades de los colonizadores hacia ellos, provocaron preguntas similares
a aquellas que se habían hecho a los españoles amos de las Indias tres siglos antes, y a
las que ellos respondieron en de bates teológicos. Antes que nada, eran hurpanos los
pueblos colonizados, c
omo eran humanos sus coloni. zadores?
Un distinguido antropólogo, de los primeros, James Cowles Pritchard, es un
ejemplo de aquellos cuáquc. ros y filántropos de comienzos del siglo XIX, que tra taron
de utilizar el conocimiento científico de las diferentes razas con el interés de
atural H
tener un trato humano y justo con ellos. En The N istory of M
a
n
( 1
843), se
propone la tarea de examinar todas las pruebas posibles de las características físicas y
ma rales de los diferentes pueblos, con el propósito de averiguar si tal estudio
empírico confirmaria las en se ñarizas de las Escrituras que establecen que "agradó al
Creador Todopoderoso hacer de u na sangre todas las naciones de la tierra", Las
consecuencias de esto no eran simplemente académicas o teológicas, como lo.
comprendió perfectamente el mismo Pritchard, pues, como él mismo escribió:
S. con e
l incimient o , que
Las conclusiones de Pritchard fueron las mismas de todos los estudiosos
respetables de la materia: que una investigación puramente científica sostenia la
creencia en una unidad básica de l as especies huma nas, en una similitud que sobrepasaba
todas las dise rencias notorias. Todas, entonces, eran potencialmen te comparables,
tanto desde el punto de vista social y psicológico como desde el zoológico. .
.
· En el aspecto filantrópico y humanitario, en que el. interés de Pritchard coincidió con
el de reformadores como Buxton y Hdogkin, el estudio de la condición de los
pueblos indigenas coloniales llevó a la funda ción de la Sociedad Protectora de
Aborígenes, en 1837. Eslo resultó, también, de gran importancia científica y
práctica para el desarrollo de la etnologla. Como dijo Pritchard, pensando en los
cfectos de la expansión Europca: "Muchos de los problemas más interesantes y
extraños quedarán sin resolver si las diferentes ra zas de la humanidad empiczan
a disminuir en nú. mero, y cuando las diversas tribus de América, Au s tralia y muchas
partes de Asia hayan cesado de existir."
Este creciente interés despertado en pueblos muy diferentes pudo satisfacerse
mcdiante la formación de sociedades de investigación. La Sociedad Etnológica
Norteamericana, la Sociedad Etnológica de París, y la Sociedad Etnológica de
Londres se fundaron poco des pués de 1840. Los fundadores de la Sociedad Etno
lógica de Londres pres entaron un cuestionario de costumbres tribales, c o
mo
guía para los viajeros y o li. ciales que pudieran contribuir al estudio sistemático
del Hombre en cualquier parte, y también un diario
en el cual las contribuciones iban desde descripciones
· directas de pueblos extranjeros y sus países hasta es tudios y especulaciones de
carácter lingüístico, histó rico y biológico. En esta atmósfera de humanitarismo
cristiano y de filantropía, d e colonialismo y de genui na curiosidad científica, se
desarrolló el nuevo estu. dio del Hombre en los principios del siglo XIX. Por esa época
encontramos el principio efectivo de la historia de la antropología como una
disciplina orga n izada más empírica y, en principio, de mayor am plitud
intelectual que la de los primeros filósofose historiadores que investigaron la
naturaleza de la so ciedad humana.
Los etnólogos del siglo pasado intentaron algo así como una historia universal de
la humanidad. Estu d iaron las caracterítsicas físicas de las diferentes ra mas y su
lugar dentro del reino animal; su distribu ción geográfica; sus culturas en el orden
espiritual y en el material y sus relaciones históricas entre sí, ela boradas a base de
conjeturas; y, en un nivel que a hora nos parece muy elemental, sus instituciones
sociales. El estudio de tipos físicos, con el nombre de antropo logla física, se ha
convertido desde entonces en un tema casi autónomo y allamente
especializado, que se relaciona más estrechamente con la anatomia, la bio logia y,
particularmente, con la genética, que con los estudios sociales y culturales. La
disuribución del puc? blo y de l as artes y costumbres continúa siendo en
señada con el nombre de etnorrasla, mientras que la inmensa variedad de las
realizaciones culturales hu. manas y, hasta donde puede ser determinada, su his
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toria, es de la incumbencia de lo que actualmente 1 hacia la mitad del siglo XIX, comenzó a proponer.
en Inglaterra, se
llama etnologia. 6
se una Ciencia del Hombre directiva, más
ambiciosa La etnologia ha tendido a ser identificada con el estudio de la cultura material, y es
verdad que hasta
que aquella q
ue había sido intentada por los
prime
ros etnólogos. Esta ciencia, que entonces
ndría como meta el
empezó a la segunda década de este siglo muchos de aquellos ser llamada "antropologia”, te
des. que en Inglaterra se llamaron a sí mismo etnólogos cubrimiento inmediato de las leyes universales del
tuvieron la propensión de preocuparse más por las desarrollo del hombre y de la naturaleza
humana, tarı cosas que por la gente. Pero, como-K. L Burridge. - precisas en su aplicación como las de
las ciencias flsi. ha dicho,
cas. Una vez que estas leyes fueran
conocidas, podrian detrás del estudio de las cosas está el estudio
ser usadas en la regulación de las actividades
huma de la gente que hizo esas cosas, viviendo dentro de
nas, particularmente aquellas de los pueblos
no euro dos límites de ambientes particulares y valién peos en sus relaciones con los colonizadores
europeos. dose de recursos particulares. Estos factores de Irónicamente, bajo la influencia de tales
ambicio ambientes, recursos y circunstancias históricas es
nos (m
ás prudente y simpáticamente
expresado, habla pecílicas, en relación con las culturas e institu.
vivido de esc ritos antropológicos hasta ese
día), la ciones so
ciales que se h
an desarrollado entre
antropología pasó por un p
eriodo de
controversias ex ellos, fo
nidan todavía las bases de la mayoría de
tremadamente poco científicas. En Inglaterra,
un des los estudios antropológico-sociales.
tacado exponente de esta ciencia exacta del desenvol De este modo, larantropologia social se arraiga
en i vimiento humano fue el batallador presidente de la l a etnograíla y la einología, que suministra gran parte
Sociedad Antropológica de Londres, fundada hacia de la iníormación sobre las soc iedades humanas anali. poco
ticmpo, doctor James Hunt. La aversic:n de Hunt zadas p or antropólogos "de poltrona" a la luz de la
a la inclinación a la filantropía de los
antiguos etno t eoría sociolózica. Pero desde la iniciación de serias logos iba acompañada de violentos
prejuicios raciales, 'investigaciones en el me dio r ealiza
das por antropólo cxpresados, como es frecuente en
estos casos, con una gos s ociales e
n la primera parte de este si glo, estos actitud seudo-científica. Hunt
mantenia, por ejemplo, han sido capaces de impartir su propio c o nocimiento. q ue correspondía "al
estudiante [de antropología] etnográf ico y etnol ógico y
l a etnografía y la etnología asignar a cada
raza la posición que debe tener", y especializadas (diíerentes de la antropología flsica y . se
convenció a sí mismo y a otros de que habla "cerca de la arqueologia prehistórica), con las
cuales también de seis razas por debajo del negro y alrededor de seis tiene estrec has con exiones histór icas,
aunque enseña. raza
s por encima de é
l, si consideramos co mo prueba das separadamente en unos
cuantos cursos universita la capacidad de su cánco".. rios, sólo e
n la práctica s o
n diserentes de la
antropo- i Comenzar a discutir estas proposiciones en la actua l o g
i a social.
nes del a
lidad sería como discutir las razo rzobispo
CU CCCII
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Usher para afirmar que el mundo fue creado en el año 2004 antes de C risto. Pero
su propósito fue jus tificar la prolongación de la esclavitud del negro, gra cias a la
cual los esclavos, de acuerdo con Hunt y sus amigos, tenían una oportunidad de
mejorar, por el contacto con la raza superior. Los antropólogos y los etnólogos
atrajeron entonces mayor atención pública (la Sociedad Antropológica de
Londres, de Hunt, cre ció de once a quinientos miembros entre 1869 y 1865) y se
vieron envueltos en acaloradas disputas, de unos con otros y con los abolicionistas, los
misioneros y los filántropos. E sos desacuerdos tenían un origen más politico,
teológico y moral que científico. En r eali dad, le otorgaron escaso crédito a la
materia y tuvieron poco que ver con cualquier descubrimicnto de la an tropologia moderna,
excepto como una advertencia. Porque manifestaron de una manera obvia la tenta ción
(quizá particularmente en las ciencias sociales) de dar una apariencia científica a
actitudes y opiniones no derivadas solamente —si es que lo eran- de una
desapasionada consideración de los hechos.
Y desde este punto de vista, la teoría de Hunt de una jerarquía de ' razas (sin
excluir su llamamiento a la gente más ignorante o igualmente tendenciosa de hoy) es
de cierto interés. Muestra, con mucha cru deza, una preocupación característica de
muchos de los antropólogos de las postrimerías del siglo xix, una
preocupación que, como podemos advertir, provenia, por lo menos, tanto de las circunstancias
de su propia educación y de sus propias presunciones sociales, como de sus
investigaciones científicas. Se encontraron en una sociedad fuertemente
jerarquizada, y considera- i ban naturales las enormes y, aparentemente f irmes
distinciones de rango, riqueza y privilegios; y al exa minar los pueblos
del mundo, los consideraron como también ordenados
jerárquicamente, en un esquema de evolución o creación en el cual las razas
"inferio. res" y "superiores”, las costumbres y creencias infe riores y superiores
formaban una gradación entre el semejante a un mono y el semcjante a un dios, o
entre e l niño y el adulto humanos. La riqueza, y la supe rioridad militar y
tecnológica que la acompañaban, parecían conferirles también una precedencia
moral. Los pueblos primitivos vivientes fueron observados como análogos a los
restos fósiles de aquellos seres extintos que fueron considerados como pruebas
volución física humana. S
de e e pensó que ellos repre sentaban las etapas
iniciales de un proceso universal de evolución social, en el cual habían llegado
más le jos, según pensaban ellos, entre los favorecidos cu ropeos.
La palabra "evolución" es casi inseparable del hom bre de Charles Darwin, aunque las
teorías de la evo lución social -de las etapas mediante las cuales los hombres han
logrado una transición desde el estado natural hasta el de civilización, habían sido corrien
tes mucho antes de su é poca. Darwin, sin embargo, deniostró de qué manera la
especulación filosóficase histórica sobre el origen y el desarrollo humanos
pudo scr remplazada por los comienzos de la certeza cien tífica. Su obra, por
tanto, propició la posterior apli c ación de una filosofía de la evolución al cstudio de
diferencias morales y sociales entre los diversos pue blos del mundo. El libro de Tylor
Primitive G ult: :Te (1871) agrado mucho a Danvin.
inseriores mostraban el lado opuesto de las citadas características: procesos
mentales pueriles, falta de capacidad inventiva, anarquía o tiranía en la essera
política, comunismo económico y sexual, y un ritua lismo amoral, o una total
iosos. Aun el propio Charles Darwin, tan preciso
ignorancia en asuntos reli g
observador como naturalista, fue capaz de persuadir se a sí mismo de que el había
encontrado pueblos en esas condiciones, en su visita a la Tierra del Fue go.
Después de un contacto muy superficial con ellos, escribió:
quienes sostuvieron que la condición original del nombre habia sido "más alta" que
la de muchos pue blos primitivos vivientes en esa época, algunos de los cuales
tenían que haber degenerado posterior mente, al contacto de medios
desfavorables, y que ahora carecian de los medios o los móviles para me jorarse a sí
mismos en forma independiente. Así podia preservarse el texto de la doctrina
teológica y biblica ' acerca de la original perfección de Adán. Además, es éste un
asunto que ni aquí ni allá incum. be a la antropologia.
Desde el punto de vista de la "progresiva" evolu ción social humana, la cual
encontró mayor acep cación entre los eruditos antropólogos, vemos ahora
claramente que los índices de vida social de los euro. pcos del periodo fueron
considerados como categorías definitivas. Esto está explícitamente expresado me
diante el uso corriente de términos como razas "infe riores" y "superiores". Al
aceptarse que los más altos indices de conocimiento, conceptos morales y religión de
aquel tiempo podían encontrarse en las clases edu cadas de Europa y América, de ello
se infirió que lo opuesto a estos índices debía de haber sido el de nucs tros primeros
antepasados, de los cuales algunas tri bus primitivas vivientes, según se pensó,
eran los sa brevivientes.
Los pueblos "superiores" se caracterizaban por su razonamiento científico y su
poder tecnológico, por sus fuertes gobiernos "representativos" y por un sen. tido
desarrollado de propiedad privada, por una mo. n ogamia estricta y por la
importancia atribuida a la moralidad s exual, y por una religión de monoteis. mo ético. Por
otra parte, se supuso que l os pueblos
El asombro que experimenté al ver por pri mcra vez una partida de pobladores de la
Tierra del Fuego en una costa s
alvaje y quebrada, ja más seră olvidado por mí,
por la reflexión que en seguida se produjo en mi mente: "Asi sucron nucstros
antepasados." Aquellos hombres esta ban absolutamente desnudos y
pintarrajeados; sus largos cabellos se hallaban enmarañados, sus bocas echaban
espuma por la excitación, y su e xpresión era de barbarie, miedo y
desconfianza. A duras penas poseían algunas artes y, como animales salvajes,
vivían de lo que podían cap t urar; n
o tenían gobierno y cran despiadados con cualquiera
que no pertenecicse a su peque na tribu.
Y Darwin llegó a referirse al "salvaje que goza con torturar a sus cncmigos, ofrece
sangrientos sa crificios, practica el infanticidio sin remordimiento alguno, trata a sus
mujeres como esclavas, no conoce la docencia y es víctima de las máis groseras
supers vicioncs",
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-
..
.
Vid
clases de derechos respecto a la propiedad, y acepta. ban la .a utoridad de
algunas de las mujeres más vie. j as. Un escritor posterior, E. Lucas
Bridges, quien vivió durante largo tiempo con lo s moradores de e sa región
ha revelado en Uttermost p art o f t he E
arth (1
948) que qucdaron
desconcertados por la clase d e interrogatorio al que se les sometió en los
tiempos de Darwin, por lo cual empezaron a dar las contesta ciones que
pensaron que eran esperadas (confirmar la persistente sugestión de que
ellos eran. caníbales, por ejemplo), y finalmente hicieron fantásticos relatos
para divertirse viendo que sus interlocutores los to maban en serio:
-- Tal fue uno de los retratos del "hombre. primi
tivo" que empezó a crearse alrededor de la mitad del siglo XIX. Fue'un retrato
menos exacto, según sabe mos hoy, que el que había sido aceptado por los et
nólogos de principios del siglo y fue el completo rever so de la romántica
pintura del "noble salvaje” de un periodo un poco anterior. (Una interesante
síntesis de los ideales tanto del noble salvaje como del caballero europeo
apareció más tarde en la fico: c ión de Edgar Rice Burroughs, cuyo noble
salvaje, T arzán, también resultó ser un aristócrata británico.) Algunos escritores
que ejercían influencia —Herbert Spencer y sir John Lubbock (Lord Avebury)
entre ellos— hicieron lo que h oy nos parece un-uso selec tivo de las fuentes de
información para demostrar que lo s pueblos primitivos vivientes exhibían
algu- . nas, o todas, de las más bajas” características men cionadas.
Se formaron teorías que aun los obscrvadores con temporáneos, si las liubicson
examinado de una ma n cra imparcial, podrían haberlas usado para oponer. las unas
a otras. El relato de Darwin acerca de los pobladores de la Tierra del Fucgo,
por ejemplo, cuya primera publicación data de 1871, presenta un cua dro muy
diferente del de otro visitante del mismo lugar, W. P. Snow, quien ya había
publicado una descripción accesible de ese pueblo en 1
861, en el Journa
l
de l a Sociedad Etnológica de Londres. De acuerdo c on Snow, dichos
aborígenes eran sujetos de "aspecto fuerte y agradable", aunque sucio y desali.
ñado; sus mujeres se destacaban por su modestia; eran muy amorosos con
sus hijos; algunos de sus ar tefactos er an muy ingeniosos; re conocían
algunas
Hemos dicho que describieron, con gran deta lle, como los moradores de la
Tierra del Fuego devoraban a sus enemigos muertos en combate y, cuando no había tales
víctimas, devoraban a sus mujeres viejas. Cuando se les preguntó si c omlan
pertos, dijeron que no lo hacían, p
or que los perros eran usados para apresar
nutrias, mientras que las mujeres viejas no servían para nada.
Una de las mayores tareas de los a ntropólogos so ciales de este siglo ha
sido obtener la verdad conte nida en tan contradictorios relatos de
viajeros, ha ciendo sus propias observaciones; y al hacerlo han tenido que
echar a un lado mucho del dogma evolu cionista del pasado. Un ejemplo
clásico es suficiente para sugerir c uán antihistórica y anticientifica nos
· parece ahora la l abor de algunos e
ruditos obsesiona dos por v astas
reconstrucciones " históricas" de l as instituciones sociales. Uno d e los
escritores más in.
fluyentes del siglo pasado r especto a la evolución de la sociedad humana (M
arx y
Engels se basaron en él y probablemente popularizaron su trabajo) f ue un abogado
818-81). En Ancient Society
norteamericano convertido en etnólogo, L. H. Morgan (1 (1877)
,
squema m
aró un e
pre-. p uy elaborar el curso completo del clesarrollo social' hrimano, e
un estado origi nal de salvajisino, a través de la condición que deno minó de
barbarie, hasta la civilización. Identifico estas etapas de desarrollo según varios criterios
-ma terial, tecnológico e institucional-, e intentó catalo gar todas las sociedades
conocidas, del pasado y del presente, dentro de las categorías propuestas. Tanto en el
hecho como en la discriminación (pueblos de muy diferentes culturas fueron clasificados
enudo cometió errores; pero su trabajo tuvo el va. lor de los errores
juntos), a m
académicos audaces, al provocar la reconsideración de la información y al suministrar tea
rías explícitas, que podían ser criticadas por mayores : referencias a los hechos.
· Antes de escribir. Ancient S ociety , habla ya intenta do Mo rgan una
reconstrucción en gran escala de la historia completa del matrimonio y de la familia,
fC
Systems o onsanguinity and A
ffinity o
f t he Human F
amily ( 1871), y a
un
antes liabía hecho uno de los primeros estudios científicos de los indios america
nos, la League of t he Ho-d e-no- s aunee
or I roquois ( 1 851). Este trabajo acerca
de la familia aclaró cier tos principios de la estructura de la fainilia, diferen tes de los
conocidos en Europa y América en, aquel tiempo, como se verá en un
capítulo posterior. Pero no salisfecho co
n esto, se impuso la tarea de intentar
mostrar que el matrimonio y la familia se habían
desarrollado o se desarrollarlan universalmente, en unas quince etapas definidas, desde el
estado origi nal de total promiscuidad sexual hasta el civilizado matrimonio monogámico.
Las primeras etapas aún duraban, afirmó Morgan, entre los pueblos primiti vos
vivientes de su época, y podrían ser más adc lante considerando los modos de
nombrar y dirigirse a la parentela, m
uy diferentes de aquellos que usa ban los europeos
del siglo xix, en las diversas par : tes del mundo. : De acuerdo con Morgan, un
estado original de pro miscuidad ha cedido el paso a una forma de aparea miento entre
hermanos y hermanas, produciendo lo qu
e él llama la "familia comunal", como la primera
familia verdadera. Encontró ciertas pruebas en rela tos de Hawai y de otros sitios, de
las costumbres co munes de matrimonio (las cuales casi seguramente habían sido
mal interpretadas) y de los términos usa dos allí para describir y dirigirse a los
parientes. C ndrews, por ejemplo, había informado que los hawaianos
ierto juez A
no tenían palabras acuñadas para "tío", "tla”, “sobrino", "sobrina”. ' Todos los tíos y
tías eran llamados por el mismo vocablo que desig naba a padres y m adres; todos
los sobrinos y las so brinas eran llamados por el mismo de hermano y hermana. Según
esto, pensó Morgan, se puede llegar a la conclusión de que los hermanos se casan
regu larınente con sus propias hermanas, en cuyo caso, por supuesto, el padre de un
hombre debería ser también su tío y así por el estilo. Actualmente sabemos que t al
deducción es más que dudosa; e n todo caso, esto no sería una prueba de la
aseveración de que tal es tado d
e cosas privó en cierta época en el mundo.
to
supues con sus o
s que los Morgan
, s
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En las primeras formas de aparcamiento, un niño sabria quien cra su madre, pero
no quién era su pa. dre. Por tanto, Mongan penso (y en eso muchos de sus
contemporáncos estuvieron de acuerdo con él) que los descendientes deberían
ser divididos primero en tre las mujeres, separando así el pueblo en grupos
matriarcales. El iroqués siguió, en efecto, el rastro de los descendientes a través
de las mujeres. La pro miscuidad y el aparcamiento por grupos cedieron
roduciendo "la familia bårbara", la cual a su vez
entonces ante la unión individual, p
había sido seguida p or el matrimonio de un hombre con varias muje res. Esto puso de
manifiesto la importancia del in dividuo de mayor edad o patriarca, fue
acompañado por el rastro de la d escendencia masculina, y produ jo "la familia patriarcal".
Finalmente, con el comien zo de una c
oncepción de propiedad privada y el de
seo de trasmitirla a--sus herederos legitimos, vino la civilizada familia monogámica,
la cual Morgan veneraba ardientemente: "La completa experiencia previa y el
progreso de la humanidad culminaron y cristalizaron en esta institución.” .
La reconstrucción del desarrollo d e la familia-he cha: por Morgan es
bastante más elaborada de lo que este breve resumen sugiere, y la
elaboración-50 lamente sirve para exponer más claramente los defec tos
básicos de su procedimiento. Empero, algunas de las "pruebas" en que éste se
basaba resultaron, en su época, aparentemente convincentes. Tampoco ha bia
pruebas del estado de promiscuidad total, del cual partían todos los demás,
pero Morgan eludió esta dificultad expresando que estas pruebas segura mente
serían encontradas, lo que no ha ocurrido. Por
lo demás, hubo informes sobre matrimonios entre her manos y hermanas (como en el
arecernos como uniones de un cere. imonial especial en
antiguo Egipto) que ahora podrían p
algunas casas reinantes, y hubo relatos (generalmente basados en equivocos)
sobre la participación de mujeres en algo que podria ser considerado como
matrimonio en grupo. Hubo y hay un conocimiento definido acerca de pueblos en
los que se toma un cierto número de esposas; de pueblos que por algún
propósito especial consideran su descendencia por el lado femenino (aunque no
habitualmente porque no conozcan a sus padres); y, por supuesto, del matrimonio
monogámico.
El error de Morgan, como el de muchos presuntos historiadores de las instituciones
de su tiempo, fue tratar de a plicar todo esto a una secuencia de t iempo
universal. Ahora aceptamos que no hay y nunca podrá haber ninguna
prueba histórica de una forma o riginal de matrimonio o de familia o, más a
ún, de que
existe esa forma original. Enfrentados a una teoria tan "antropológica" co mo la de
Morgan, los historiadores bien pueden desconfiar de la antropa logía y la etnologia.
Como escribió Maitland:
..
Cuando e stas pruebas caen en manos de hom bres que han estado preparándose en alguna
rigurosa e scuela de historia, y que han sido en señados a observar los fenómenos sociales
como interdependientes, dichas "pruebas" comienzan a probar bastante menos
de lo que antes pro baban. Cada caso comienza a parecer único, y una ley que deduce
que el “derecho-materno" (matriarcado) no puede venir después del "de recho-paterno"
(patriarcado) o que estableciera
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cualquiera otra secuencia similar de "condicio nes" comienza a parecer demasiado
improba ble...
Pero esas primitivas teorías evolucionistas, no obs tante, contribuyeron al
desarrollo de la antropolo gla social. Trataron de poner orcien en u
n fárrago de
información confusa que existía sobre la vida so cial; y .continuaron, en
una mayor e
scala de
iento, las tentativas de los filósofos sociales de la primera cosecha -Comte
conoci m
probablemente el más gran de de t odos ellos- tendientes a relacionar las ins Lituciones
de muchas variadas formas de sociedad entre sí y con su propia civilización. Para
disponer estas diversas instituciones sociales en una secuencia evolucionista fue necesario,
por lo menos definirlas, aislarlas y compararlas, de alguna manera e investi gar las
correlaciones existente:s entre ellas.
Trabajando en estas líneas, mientras proponía teo rias evolucionistas de su
propia cosecha, diferentes de las de Morgan, J. F. McLennan (1827-81) comen zó a
examinar y a tratar de explicar la ampliamente e xtendida costumbre del matrimonio
fuera del gru po en que se nace, una c ostumbre para la cual acuño la palabra "exogamia",
todavía en uso. Su explica ción esas tribus primitivas, encontrando q
ue sus
descendientes femeninos eran una carga, habrian practicado el infanticidio de
las niñas y, por tanto, habrían tenido que buscar sus esposas en grupos e
xtraños, es
un típico ejemplo de la imaginación evolucionista; pero la regla de la exogarnia
existe, y tratando de comprenderla, McLennan promovió pos teriormente el estudio de las
relaciones matrimoniales
entre diferentes tribus clanes o linajes, inientras tann bién establecia una
conexión entr e las costumbres del matrimonio exogámico y los fenómenos
religiosos del totemismo (la veneración o adoración de diferen. tes.especies
naturales identificadas como "l oter" con la solidaridad de determinados grupos
humanos, ospe. c ialmente grupos de antepasados comunes).
De este modo, los estudios evolucionistas, con to das sus confusiones, de las que no vale
la pena dece. nerse en mayores detalles, abrió el camino para una s ociología
comparada que ya no podrla pasar por alco las instituciones tribales menos familiares. El histo
escuidar éstas, la his toria ortodoxa había limitado su
riador Seeley reconoció que al d
suntos políticos: " Cuando hayamos logrado desem barazarnos de la
comprensión de los a
creencia de que las tribus y clanes de los bárbaros son despreciables e indignos de
aten ción, obtendremos una visión un poco d iferente del estado", escribió.
Y en las postrimerlas del siglo xix hubo ciertos ct. nólogos que comenzaron a tener un
punto de vista crítico de lo difícil y conjetural de intentar recons truir las instituciones
sociales de los hombres primi. tivos. Ya habían empezado a minar las teorías evo
lucionistas de sus predecesores (aun sin ser capaces d e librarse de ellas),
tratando de marcar una llnea entre el conocimiento histórico o etnológico y las
meras conjeturas. Sir Henry Maine (1828-88), cuya preparación legal y estudios
clásicos, combinados con experiencia de los asuntos de la India le habían dado : una
perspectiva que faltara a muchos otros, sostuvo que "lo que la humanidad hizo
en su estado primi. tivo puede no ser un tema imposible de averiguar,
· 35 .
34
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ciosa. Claro está que ningún tema académico podría hacer progresos cuando los hechos
propuestos para su interpretación sueron representados de manera di. ferente por
diversos observadores, como en e
l caso de los relatos de Darwin y Snow
accrca de los pobla dores de la Tierra del Fuego. El segundo requisito fuc un punto
de vista más crítico y'm
ils cuidadosa. mente planeado para seleccionar el
creciente matc. rial informativo sobre la sociedad primitiva, un punto de vista
que, como la "rigurosa escucla de historia" de Maitland, podría "observar todos los fc.
nomenos sociales como interdependientes", y estudiar los en su específico contexto
histórico y geográfico.
II
aya para hacerlo, es imposible conocer nada". Pues,
pero acerca de los motivos que h
según decía:
La narración de las dificultades de los seres humanos en las primeras'edades del
mundo se han realizado empezando por imaginar una hu nanidad en circunstancias
muy diferentes de las que la rodean actualmente, y por suponer que, en las
condiciones asi imaginadas, los hombres. I podrían alimentar los mismos sentimientos y
prejuicios que los impulsan ahora, aunque, de hecho, estos sentimientos pueden haber
sido creados y engendrados por las propias circuns tancias de las cuales, según la
hipótesis, tienen
que ser despojados. Y Sir James Frazer (1854-1941), autor de La rama dorada*
una obra de gran importancia para intro ducir a la antropología el gran público,
en su con f erencia inaugural como primer profesor que daba una cátedra de
antropología social (en 1908, e n Li verpool), afirmó que el tema "no t enía nada
que ver c on el hombre primitivo en un sentido absoluto”. No se sabía nada, y no era
probable que llegara nun ca.a saberse nada acerca de él: "Construir la historia de la
sociedad humana comenzando con el hombre totalmente primitivo y remontándose a
través de mi les o millones de años hasta las instituciones de los salvajes hoy
existentes, posiblemente tendría mérito como trabajo científico."
También en e
l comienzo de este siglo, dos requi sitos para el desarrollo de
la moderna a ntropología social han principiado a llenarse. El primero era la
necesidad de una observación más directa y más minu
• Hay cd. esp. del F.C.E., Mexico, 1965.
Existe un tipo de mentalidad que anda creerse mniem bro de la raza superior,
considera la aversión que siente por los extranjeros como fruto de un sentido común
realista y libre de sentimentalismos, y se atri. buye a sí misma todas las virtudes de la
civilización a la cual pertenece. Es el tipo de inteligencia que no está abierta a las
experiencias ajenas, a las que juzga con un desdén lleno de superioridad, y es mentali
dad con la cual los pensadores humanitarios, muchos antropólogos entre ellos, han
tenido que contender durante largo tiempo. El doctor Samuel Johnson, . con todos sus
dones, era el clásico representante de e
sta mentalidad.
86
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in ni
cuerde usted a un olicial del Fuerte Augus
cus, que había servido en América, quien nos ::. habló de una mujer a la quc cllos hablan
i tenido que atar a fin de recuperarla de la
vida salvaje.. BOSWELL: D ebla de ser un animal, una bestia. JOHNSON: Sir, cra un gato
que hablaba.
z
Matthew Arnold estaba luchando contra esto poco después de 1860, cuanien The
function of C rili. cism at t he P
resent Time, cxaminó la "desbordante s atisfacción
propia" de un discurso de Sir Charles Adderley, quien habla dicho:
Hablar dcl mejoramiento de la especiel Va mos! La raza que nosotros, hombres y muje
105, representamos, la vicja raza anglosajona, es l a mejor especie del mundo cntcro... la
falta de un clima demasiado enervante, de cielos de. masiado nublados y de una naturaleza
demasia do exuberantc ha producido una raza vigorosa, y nos ha hecho
superiores al resto del mundo.
nombre comarih después el Instituto Etnográfico de Moscú. Maklay afirmó: "No
podría usted aprender nada acerca dd los aborígenes, a menos que viviese con ellos y
nvirtiera en uno de ellos: sobre todo, debe uste ganar su confianza
casi se co y, por
lo misnio, empezar por confiar en ellos ciegamente." Según Wallace, el
propio Maklay liabía puesto esto en prác lica hasta el punto de permanecer sentado
y sonrien do inientras los hombres de la tribu tendían sus arcos co n las flechas
dirigidas al pecho de él; luego, sol. caror: la cuerda, con un ruido vibrante, pero
conser vando sujetas las slechas. Este es un ejcioplo crime
mo de la propia
adaptación al modo de ser de los extraños; pero en cl otro extremo estuvicron las
"autoridades" en vida priinitiva que no conocían si quiera los elementos idiomáticos de los
pueblos que d escribían. Sir Francs Galton, quien corporó la ca pacidad de expresión de los
hoientolcs Damara con la de su perro e indicó que dependien tanto de las señales que a
duras penas podían comunicarse por la noche, seguramente no conocían en lo mis
minino sa lenguaje.
Wallace y Huxley quedaron impresionados por las ideas de Maklay, y por su valor y
exito, porque en ese tiempo la necesidad de establecer relaciones hu. manas con los
pueblos indigenas no ca considcrada como algo necesario, ni aun por los que habian
via jado. Il propio Wallace habla cutado en Nueva Gui nea, pe ro como naturalisa, corno
Danvin cuando visitó Tierra del Fuego. El estudio de los pueblos de estas distantes
regiones fue llevado hacia el cam. po de una investigación más práctica a los
ojos del mundo, mas importante en biologia, geogratia,
Eso habla pensado de los griegos Aristóteles en una ocasión, y son
incontables los ejemplos de j uicios t an arrogantes en ciertos recie nte
s
escritos, aún en los dias actualcs. Ellos colaboran con cierto clima de opinión
en el cual aun la gente bien intencionada y medianamente informada
puede mirar con sorpre sa cualquier intento prá c tico de acercarse a un puc
blo extanjero según sus propios valores,
Un amigo de Darwin, A. R. Wallace, d escribe en su biografia una cena
ofrecida a T. H. Huxley por cl etnologo ru so Milullo Mallay (1840-88),
cuyo
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ciudadano alemán, y con ayuda suministrada por un periódico alemán, fue una
introducción al tipo d
e trabajo al que había de consagrarse después de to mar
la nacionalidad norteamericana.
La trayectoria de Boas muestra algo del efecto que sobre una mentalidad seriamente
científica causaría el contacto directo con las cuiluras primitivas. Según su amiga Ruth
Benedict, intención al ir al terri torio esquimal había sido crtender los estudios geo
gráficos y ambientales efectuados en Alemania como estudiante. Quizás había
supuesto que el medio hos til en que viven los esquimales le serviría como ejem plo
extremo del modo en que el medio físico (como Boas suponía entonces) era un
factor último y deter minante sobre vida y pensamiento.
En este primer viaje, al descubrir la vastedad y conspicjidad de las culturas
encontradas dentro de los límites de un ambiente absolutamente uniforme, vio
Boas que sus primeras ideas sobre el determi nismo ambiental eran tolalınente
salsas. Su interés se volvió hacia las complejas interrelaciones de deta ilcs en una
sola cultura, y las conexiones entre las tradiciones culturales e históricas de los
diferentes pueblos. Frente a la inmensa cantidad de inforina ción que aún las
más pobres culturas ofrecen a un etnologo riguroso, y de la cual el sue uno de los
pri neros en acopiar en su totalidad, y apreciando las inurincadas
intcrdependencias de los hechos cultura les y socialcs, también reconoció Boas la
superficia lidad de los primeros inientos por establecer lcyes universales al
desarrollo cultural: “Debemos coin. prender el proceso mcdiante el cual crece la
cultura individual", dijo, "antes de que emprendamos el
asenlaz las leyes mediante las cuales creció la cultura de toda la humanidad".
Orientándose desde las ciencias naturales (s u te sis doctoral versó sobre el color
del agua) hacia la etnología, Boas cambió también la estructura mental del
naturalista, básicamente materialista frente a la estricta naturaleza de los
senónienos, por la del his toriador. Pues si (c omo él había encontrado) la cul. tura
del esquimal no podía explicarse simplemente inediante causas materiales o
físicas, tampoco podía ser explicada solaniente mediante ideas y procedi mientos
que parecían apropiados para el estudio del mundo material. Aquellos que se
proponían "una ciencia natural de la sociedad", entre ellos el pro ininente
antropologo social británico A. R. Radcliffe Brown (1881-1955), colocaban el interés
metodológi co de una manera diferente. Como Boas, descavan descubrir la
interdependencia funcional y estructural de los hechos sociales; pero, como se
conocía muy poco de la historia de muchas de las sociedades eslu diadas por los
antropólogos sociales, les pareció a Radclisse-Brown y a otros que la explicación de
los rasgos distintivos de la vida actual de csas socicdades debería buscarse no tanto
en la secuencia de los acon tecimientos pasados como cn las relaciones entre las
instituciones sociales vivienics.
Y ciertamente, cl enfoque de la Historia de la cul. tura" de'un Boas tiene sus
limilaciones, asi coino sus. virtudes. La clase de estridio que estimula puede
convertirse en meras conjelas, si bien conjeturas n
iis prudentes y eruditas que las
de los primeros in. vestigadores que intentaron rccrear la historia de la cultura
humana en una escala mucho mayor. Aigu:
42
nas de las más fructíferas influencias en la moderna antropología social, han
provenido en efecto, no de aquellos que consideraban el tema como una clase de
historia de la cultura (aunque esto tiene s u ra zón de ser), sino de un estudio científico de
las relacio nes sociales, independientemente, en último término de su expresión cultural
particular. Así para el his toriador de culturas, las relaciones familiares en la :
antigua Roma, pongamos por caso, son parte de la his.. toria social y cultural de la
antigua Roma. También para un antropólogo social serán lo mismo; pero para éste, pueden,
además, ser extractadas de la cultura particular a la cual pertenecen, y
comparadas con relaciones saniiliares e ntre pueblos de diversas raíces culturales. Pero
tal discusión metodológica difícil. mente podría haber surgido sin el contacto personal
con sociedades muy diferentes de l as de los primeros investigadores, entre quienes
sobresalió Boas.
La familiarización c on los pueblos "primitivos" también hizo algo para reducir la
supuesta diferencia entre la mentalidad "primitiva" y la "civilizada", di-. ferencia en
la cual liabia insistido tanto la teoria evo lucionista. Aunque ciertas diferencias, tanto
psicoló gicas y fisiológicas como sociales pueden muy bien existir entre los
diserentes grupos humanos, el estudio de ellas ni aun ahora es suficiente para garantizar
cualquier aseveración generalizada que establezca un contraste entre el hombre
"primitivo" y el "civiliza do". Aun la palabra "primitivo", como ahora la en. lendemos,
es simplemente un asunto de conveniencia literaria. Los primeros escritores fueron menos cau
Telosos, y erróneas informaciones y malas interpreta ciones los indujeron a sacar falsas
conclusiones, que
sólo comenzaron a ser corregidas mediante una in. tensiva investigación.
Otra vez v iene a colación la obra de Boas. En un curso de conferencias publicadas bajo el
ind o
título de The M fP
rimitive M
a 913), se refiere Boas a
n ( 1 una descripción de la
mentalidad de los indios de la Isla. Vancouver hecha por G. M. Sproat, en
1868: "...una breve conversación lo fatigaba (al indio], particularmente si las preguntas
que se le hacían re querían esfuerzos de pensamiento o de memoria por su parte. La
mente del salvaje pareció entonces ir de un lado a ouro, por mera debilidad". El
sociólogo Herbert Spencer había ofrecido este y similares infor mes como prueba de
que los pueblos primitivos esta b
an psicológicamente menos evolucionados que los
civilizados.
Boas. sometió esta observación a la crítica de su propia experiencia de vivir con los
mismos pueblos que Sproat había descrito. El indio, dijo, considera triviales las
preguntas de los viajeros:
...naturalmente, pronto se caņsa de una con. versación mantenida en un idioma
extraño y en la cual no encuentra nada de interés para él. En realidad, el interés de estos
aborígenes puede ser fácilmente llevado a un alto grado, y a menudo he sido yo
quien se ha fatigado pri mero.
Y se refiere a algunas de l
as características p
or las cuales los indios de la
Columbia Británica ahora s e han vuelto bien c onocidos en la literatura "antra
pológica":
44
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Tampoco el manejo de su intrincado sistema de cambio prueba inercia mental en los
asuntos que concicrnen a los aborígenes. Sin "ayuda mcmorias", planean la sistemática
distribución de su propiedad, de tal manera que incremente su fortuna y mejore su
posición social. Estos planes requieren g
ran previsión y aplicación constante.
Boas en América, con su gran influencia de profe sor, proclamó así un cambio en la
dirección de su materia. En Inglaterra, yn signo evidente de u
n cam bio similar apareció en
1898, cuando la bien equi pada expedición de Cambridge al Estrecho de Torres arribó a
la Isla Viernes, en la Melanesia. Esta expe dición fue conducida por A. C. Haddon
(zoól ogo convertido en etnólogo y antropólogo, y fundador de la enseñanza
antropológica en Cambridge) y compien dia doctores en incdicina, psicólogos
experimentados, un especialista en lenguas y un registrador de músi. ca.
En este tiempo no h abía antropología social e s pecializada; Haddon y los o tros,
especialmente W. H. R . Rivers, uno de los psicólogos, más tarde bien conocido como
etnologo, recogió cuanta información pudo. Los varios volúmenes de informes de la
expe d ición intentaron presentar una descripción del pue blo melanesio en todos los
aspectos de su vida mu cho más completa de lo que había sido previamente
intentado en algunos de l os pueblos de los territorios británicos.
Una contribución, particularmente, había tenido una influencia de peso sobre la
antropología social: cl uso hecho por Rivers de lo que había sido llamado "cl método
gencalógico" de investigación. En su ca
lidad de físico experimentado, Rivers tenía interés por el estudio de las aptitudes e
incapacidades herc ditarias y h
abía sido con el fin de investigar estas cuestiones
por lo que había comenzado a recoger es critos genealógicos. El valor
sociológico de registrar las · relaciones genealógicas de los individuos, especialmen
te en sociedades donde el rango y la fuerza de los lazos ale parentesco s uelen ser
mayores que en las condi ciones reinantes en los grandes países, es ahora d
ado por
sentado en las investigaciones antropológicas. Pero en aquel tiempo ni el propio
Rivers se dio plena cuenta de la variedad de información que podría ser adquirida
mediante la comprensión, en detallc, dc las relaciones que él había empezado a
registrar. 125 de el punto de vista de la moderna antropología, es
· curioso leer su consesión de que, cuando estuvo en
la Isla Murray, "no investigó si había alguna función especial conectada con los lazos
familiares”. Fue sólo 'nnás tarde c uando comprendió cuánto podrla ayudar la
colección de genealogias en toda su complejidad a proporcionar una clave
importante para el enten dimiento de la organización social, cuando hubo co
menzado a ver que la discrencia entre el parentesco real y el adoptivo era
socialmente, muy significativa (se había creado una gran confusión acerca de
esto t ratando de aplicar la ley) y que no todos aquellos que parecían
estrechamente emparentados en l as ge nealogías lo estaban biológicamente.
Las expediciones de un personal completo de in vestigadores son mucho más costosas de lo
que per miten, por lo común, los fondos destinados a la antropología. Afortunadamente, la
investigación con ducida por equipos de especialistas no es la única
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fuente de conocimientos antropológicos, ni se ha pro bado que sea siempre la
mejor. La misma presencia de un grupo de investigadores extranjeros tiende a
modificar las relaciones que cualquiera de ellos indi vidualmente pudiera
establecer con el pueblo con el cual están viviendo, y lo que se gana en amplitud de
miras, puede perderse en profundidad. El éxito de la expedición del Estrecho de
Torres ha sido atri b
uido por más de un escritor a la suerte personalidad de A. C.
Haddon, con su genuino interés por los me lanesios como seres humanos (le
preocupaban los efectos de la explotación europea sobre ellos), así como por su
ansiedad de ensanchar una fuente de co nocimiento científico que por entonces
parecía estar agotándose. i Por consiguiente, muchos de los logros más im
portantes en el campo de investigación de la antro pologia social han sido
logrados no por equipos de eruditos, sino por individuos aislados, como Miklu kho
Maklay o por su predecesor Boas, entre los pue blos que deseaban estudiar. La teoria
moderna ha dependido fundamentalmente de la acumulación de estos estudios individuales
detallados de deterniina dos pueblos, hechos a la luz del conocimiento com parado de
muchas sociedades, y adquirido mediante l a preparación técnica o la lectura.
Algunas de las con clusiones que pueden sacarse de este detallado material informativo
aparecerá en ca pítulos posteriores. La propia información comicn za a ser recogida
cada vez co n mayor minuciosidad en las primeras décadas de este siglo. Para
mencio. nar solamente unos cjemplos, direinos que Edward Westermarck sue a
Marruecos (1
900), Rivers a los
Todas de la India del Sur (1901-1902) y la Melanesia (1 908-1914), A. R.
Radcliffe-Brown a las Islas Anda mán (1906), C. G. y B. Z. Seligman al Sudán (1909),
G. Lindblom a la Akamba del este de Africa (1910) y Malinowski, probablemente el más
célebre de los antropólogos en el ámbito europeo de su tiempo, obligado a
expatriarse a cualquier parte durante la guerra de 1914-1918, vivió con los
isleños de Tro briand. Todo esto fue realizado para lograr estudios profesionales
intensivos, y produjo informes de esas investigaciones, que todavía se recomiendan
como lec turas sobre antropología.
Experimentados observadores no profesionales de los pueblos primitivos, a
quienes la antropologia so cial debe mucho, abundan más aún desde las postri
merlas del siglo XIX. S
ólo necesitamos mencionar unos cuantos. Una de las
primeras monografías va l iosas es The Religious Sy stem o
f t he Amazulu (1870),
de Callaway, probablemente la primera colección ano tada de textos africanos. R. H.
Corrington, un mi. sionero, escribió su trabajo The M elanesians ( 1891). El erudito
holandés en asuntos islámicos S nouck Hurgronje presentó su estudio del
Ach chenese of Su matra (1893, en inglés 1906), un ejemplo de antro pología al servicio
de la administración. H. J unod, misionero suizo, estuvo trabajando en su excelente
The L
ife of a S
outh African T
rib
e
(t raducida en 1912-1918), y Spencer y Gillen
empezaban a publicar su rico material acerca de los aborígenes australianos. En
América, la recopilación de informaciones relati vas a los amerindios continuaban tan
entusiástica mente como antes. El material informativo especia lizado y de buena
fuente sobre el cual se basaban los
: 49
18
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Note
antropólogos sociales, empezaba a aumentar rápida mente.
Algunos estudiantes de ctnología y etnografía se contentaban simplemente
con recoger y contemplar los hechos interesantes acerca de pueblos exóticos, con
el espíritu de un anticuario minucioso. Pero como en otras disciplinas, el impulso
de la investi gación se ha d ebido a otros, intelectualmente más exigentes, que
tratan de unificar principios o teorías, a la luz de las cuales puede verse que series
comple tas de hechos suelen estar interrelacionadas de una manera coherente. De
este modo, el error de los an tropólogos cvolucionistas mencionados anteriormente no
consistió, en realidad, en haber propuesto teorías, sino en que esas teorías estuvieran
basadas en una muy deficiente información, y hasta el grado en que ellas
comprendlan una gran cantidad de trabajos ba sados en conjeturas sobre el hombre
primitivo, nunca podrían ser demostradas. Así, en fin de cuentas, cran antes
bien dogmas filosóficos que teorias científicas.
En los primeros tiempos de la antropología, no cra fácil encontrar en una misma
persona las cualida des del estudioso que trata de conseguir una buena
información y las del que intenta su unificación y síntesis. En Europa, no
fue hasta la segunda década de este siglo, especialmente con Malinowski, cuando
el trabajo intensivo realizado en el campo de la in vestigación fue
combinado con cl desco o la capaci dad de llegar a g
eneralizaciones que
(hayan sido o no adecuadas) tienen la virtud de animar a otros a tra tar de
comprobarlas mediante un posterior cxamen de los hechos. Boas, en América,
l campo de la investigación con la genera
indudablemente combinó e
lización, pero tenía la tendencia d e separar las dos, y no podría afirmarse
que haya dado idcas que a ún provoquen polémicas metodológicas.
Ha sido a base de desacuerdos sobre hechos y sus interpretaciones,
que la antropologia social ha establecido c icrtos principios teóricos
generalmente aceptables, a unque modestos. A principios dc siglo
comenzaron a definirse y aclararse muchos de los pun tos de i nterés para los
estudiosos, en una especic do diálogo entre aquellos -ya sueran antropólogos o no-
que habían tenido la oportunidad de observar l os pueblos primitivos en u na forma
directa, y aquc. llos que en su hogar. coleccionaban c interpretaban estas diversas
informaciones. Tales investigadores, "antropólogos de poltrona" como
se les denomina con frecucncia, descmpeñaron un papel importante en la
formación de la disciplina, y aun c n la actua lidad algunas veces se lamenta que
no existan'más de ellos, para dar una dirección a las labores sepa. radas de los
incontables antropólogos "de campo".
En Inglaterra, cl propio Tylor ha hecho bastante para presentar al público la
antropologia como un estudio unificado del Hombre, el cual podría aligcrar las
dificultades del aprendizaje rcduciendo las com plejidades de culturas y
socicdades a unos cuantos principios relativamente simples. En cierto sentido, ha
enunciado tales principios; por cjemplo, al acui ñar la palabra "animismo" para
determinar las creen cias religiosas básicas de los pueblos primitivos, y al darles
como definición básica "una c reencia en entos espirituales". En la actualidad,
esta dclinición no resulta de mucha ayuda para nosotros, pero, cn su tiempo,
por lo menos estableció que los objetos
..
.
.
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materiales — figuras esculpidas, rocas y árboles, en voltorios “mágicos" y
cosas de esta laya— en los cua les se localizaban o representaban a menudo las di
vinidades primitivas, no eran adorados como objetos materiales, sino como
representación de realidades es pirituales. La investigación de la religión
primitiva, la cual ha ido en la actualidad mucho más lejos, po dría haber
realizado pocos progresos si no se hubiera s acado esta simple conclusión de los
escritos iniciales sobre el tema.
El más notable de los "antropólogos de poltrona" británicos, Sir James Frazer, se
convirtió durante mu chos años e
n el intérprete de las c reencias religiosas y
mágicas para un público mucho más numeroso que el de los antropólogos profesionales,
como puede co legirse por las r eferencias a su obra que aparecen en la poesía de T. S.
Elliot, o por el entusiasmo que despertó en Ezra Pound: "Así como Voltaire fue una luz
necesaria en el siglo Xviii, así en nuestro tiempo Frazer y Fabre han sido
esenciales en el enriqueci miento de cualquier inteligencia calificada para es c ribir
acerca de cuestiones éticas, filosóficas o esa re vuelta melaza, la religión.” En adición a
sus vastas lecturas —el solo L a r ana dorada * tiene el valor de : una e
nciclopedia y
una bibliogr afía— Frazer tuvo un extenso número de corresponsales en
diferentes par tes del extranjero, capaces de hacer investigaciones, en los lugares
indicados, acerca de las costumbres y creencias que el presentaba a su atención.
laboró un cuestionario para que les sirviera de gula general, y los animaba
Frazer e
personalmente en las investi!
gaciones hechas en su nombre. Era la suya una men talidad unificadora y
especulativa, que había desem peñado un papel importante para establecer
cierto orden en la siempre. creciente masa de detalles a los cuales debe enfrentarse
constantemente el antropó.. logo.
Es cierto que la amplia concepción g
eneral de Fra zer acerca del esquema
universal de la evolución psi cológica, desde el pensamiento mágico hasta la cre encia
religiosa, desde la creencia religiosa hasta: el pensamiento cientfico, no habla
probado en sí mis ma ser de un gran valor. La magia, la religión y las formas científicas
de comprensión del mundo habían sido mostradas como coexistentes, aunque e n diferen
tes niveles de la experiencia individual y comunal. En su tiempo, T ylor se sintió
inquieto por el creci miento, aun en la misma Europa, del espiritualismo entre las
personas cultivadas y en otros aspectos "científicas”, y el hombre de ciencia A. R.
Wallace registra el hecho de que el mismo recomendó al poc ta Tennyson un médium
que había considerado "enteramente digno de confianza”. Por otra parte, en tre los
pueblos primitivos, como Malinowski diría insistentemente más tarde, las prácticas
os muestran habilidad técnica
religiosas y mágicas no significan el total de la vida. Tod
y cálculo racional en los asuntos cotidianos prácticos, y en los primeros escri tos
sobre la sociedad primitiva "l a superioridad del conocimiento sobre la
credulidad es grandemente sub estimada", como observó Elsie Clews Parsons.
La penetración psicológica de Frazer, de la cual el mismo se enorgullecía, fue a
menudo causa de erro res, sobre todo porque pensó que podría entender
53
....
J. G. Frazer, 57 cd, en
español de F.C.E., México, 1965.
59