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EL SEGURO DE RESPONSABILIDAD CIVIL PATRONAL: ¿SOLUCIÓN O NUEVO

PROBLEMA? – Carlos José María Facal*

Sumario
I. Introducción: un cambio de paradigma. II. El cambio entra en crisis. III. De un
sistema “no fault” al regreso de un subsistema de responsabilidad civil. IV.
Interesados en la aparición de una cobertura de responsabilidad civil. V. El
seguro de responsabilidad civil patronal aprobado y ofrecido por las
aseguradoras. VI. El acierto de la resolución que aprueba el seguro de
responsabilidad civil patronal. VII. Los problemas que ofrece la nueva
cobertura. VIII. Conclusiones e interrogantes.

I. Introducción: un cambio de paradigma.


Sin querer entrar en una discusión valorativa, es conveniente y hasta casi imprescindible comenzar por
trazar una semblanza de la naturaleza jurídica del sistema que nuestro Congreso sancionara a través de
la Ley 24.557, en octubre de 1995.
Participo de la opinión, expresada por parte de la doctrina, que el régimen establecido hace ya quince
años, tiene todas las connotaciones de un subsistema de la seguridad social1.
Cuando con la irrupción del maquinismo se dispararon los accidentes del trabajo, favorecidos por las
penosas condiciones del primer capitalismo manchesteriano, surgieron con fuerza los movimientos
sociales y sindicales que revolucionaron a la Europa ya sensibilizada –pocos años atrás- por la
Revolución Francesa.
Evidentemente el régimen de responsabilidad civil clásico consagrado en el código civil francés de
1804, no ofrecía soluciones adecuadas: pretender que el trabajador lastimado o sus derecho habientes
persiguieran una reparación ante los tribunales civiles y probaran el daño sufrido, que había habido
culpa o dolo del patrón, y la relación de causalidad entre el daño y la conducta del agente, era una
entelequia inconducente.
Las soluciones fueron gestándose durante ese siglo tan convulsionado y fueron básicamente dos. En
primer lugar la de la doctrina belga y francesa, que encontró que debía abrirse un nuevo capítulo de la

1
Pueden consultarse, entre otros, BENCLOWICZ, Oscar El riesgo en el seguro de la Ley de Riesgos del Trabajo.
Ponencia presentada para las IX Jornadas Nacionales de Derecho de Seguros, VII Conferencia Internacional y II Jornadas
Latinoamericanas de Derecho de Seguros. Villa Carlos Paz, Córdoba, Argentina, 21, 22 y 23 de setiembre de 2000. GARCIA
RAPP, Jorge, Responsabilidad individual o seguridad social, Capítulo 6, p. 283 a 304 en FOGLIA, R. y RODRIGUEZ
MANCINI, J., Directores. Riesgos del trabajo, Ed. LA LEY, 2008, Buenos Aires. FACAL, Carlos J. M. La cobertura de
riesgos del trabajo: un subsistema de la seguridad social, LNL 2003-07, 468. DABINI, Gonzalo La problemática del
contrato de afiliación en el sistema de riesgos del trabajo. RDLSS, 2006-6, 471, también El contrato de afiliación en el
Sistema de Riesgos del Trabajo y la responsabilidad contractual de las ART. en nuestra jurisprudencia. Primera parte: el
contrato de afiliación en la ley 24557, RDLSS, 2007-4, 283 y El contrato de afiliación en el Sistema de Riesgos del Trabajo
y la responsabilidad contractual de las ART. en nuestra jurisprudencia. Segunda parte: La responsabilidad contractual de
las ART. en nuestra jurisprudencia, RDLSS, 2007-7, 565.
responsabilidad civil y consideró que, como el patrón era quien se beneficiaba del resultado del trabajo
de sus obreros y empleados, era justo que también se lo considerara responsable de los daños sufridos
por aquellos con motivo de sus labores, salvo que se probara la culpa o dolo del damnificado. El
concepto fue ampliado para responsabilizar también al empleador por el daño sufrido por el trabajador
“en ocasión del trabajo”. Ese fue el fundamento de nuestra ley de accidentes del trabajo, número 9688,
sancionada en 1915 y sus posteriores reformas hasta el año 2005.
La otra respuesta, concebida por la dieta alemana, a instancias de Bismarck, quien construyó un
sistema obligatorio para todos los empleadores y trabajadores, universal y que –sin indagar ni discutir
culpas- indemnizaba sin más a quien hubiera sufrido un daño, en forma automática, a través de mutuas
creadas al efecto.
El sistema creado por la ley 24.557 (LRT) dispone un sistema obligatorio para todos los empleadores
públicos y privados (artículo 2) y universal ya que ampara a todos los trabajadores, sea que estén
registrados formalmente o trabajen informalmente y aunque sus empleadores evadan su contribución
al sistema (artículos 2, 3 y 28).
Conforme al artículo 26 las prestaciones están a cargo de entidades especiales que sólo tiene ese solo
propósito y que se denominan aseguradoras de riesgos del trabajo (ART). En caso de insolvencia de
las mismas responde un fondo de reserva creado por la norma (artículo 34), pero en ninguna
disposición del nuevo sistema se establece la responsabilidad subsistente del empleador, salvo en caso
de no afiliación, en el cual deberá asumir las prestaciones que debió haber prestado la ART. También
en este caso el damnificado está a cubierto de la insolvencia del empleador a través del fondo de
garantía (artículo 33).
La cobertura brindada no requiere ningún tipo de prueba, salvo la de que el daño haya ocurrido con
motivo o en ocasión del trabajo (artículo 6, incisos 1 y 2) y no admite tampoco exclusiones de ninguna
índole (artículo 6 inciso 3), salvo cuando no hubo propiamente accidente sino intención de causarse
daño a uno mismo, cuando el daño no proviene del trabajo o cuando el daño se produjo antes de la
vigencia del régimen. La cobertura no nace del contrato de afiliación del empleador con la ART sino
de la ley y por ello no reconoce como causa un sinalagma contractual: la prestación de la ART será
siempre debida aunque el empleador no hubiese cumplido en tiempo o forma con la registración del
trabajador o el pago de la alícuota (artículo 28 incisos 2 y 4) .
Las prestaciones, calculadas y definidas por la propia ley –preestablecidas o «a forfait»-, son
irrenunciables e inmodificables.
El sistema, tal y como fue concebido y sancionado, es cerrado y excluyente ya que el empleador que
cumple con la afiliación queda eximido de responsabilidad civil, salvo dolo. Los damnificados no
tienen derecho a otras prestaciones que las acordadas en el régimen, salvo responsabilidad civil de un
tercero diferente del empleador (artículo 39).
Las contingencias cubiertas –nótese la terminología propia de los subsistemas de responsabilidad civil-
son los accidentes del trabajo y las enfermedades profesionales. Sólo estas últimas son atendidas por
las ART, y sólo están consideradas como tales aquéllas originadas exclusivamente por las tareas
efectivamente realizadas, con independencia de cualquier característica o predisposición del trabajador
o de otros factores causales concurrentes y ajenos a la labor desempeñada. Las enfermedades no
profesionales deben ser atendidas por otros subsistemas de la seguridad social, tales como las obras
sociales, la salud pública, los seguros de salud, los sistemas de medicina prepaga, etc. Las
enfermedades consideradas profesionales están incluidas en un listado semi cerrado.
Las prestaciones son otorgadas sin necesidad de juicio o reclamo judicial o extrajudicial, bastando la
mera denuncia del trabajador o del empleador de la contingencia acaecida y la comprobación del daño
en sede administrativa. Hay un seguimiento y control del Estado para que las mismas sean adecuadas a
la gravedad del caso y prestadas en tiempo y forma. Para la determinación de las incapacidades
resultantes y en caso de divergencia sobre el tratamiento, intervienen órganos administrativos
dependientes de la autoridad estatal de control.
Por último, el régimen pone énfasis en la obligación de prevención del empleador y crea
responsabilidades de control y asistencia en cabeza de las ART las que también son objeto de
seguimiento por parte del ente estatal supervisor.
En definitiva la ley 24.557 significó un profundo cambio de paradigma respecto de la ley 9688, sus
reformas y leyes continuadores de idéntica inspiración, las que en su artículo 1° definían que el
empleador era responsable de los accidentes y enfermedades sufridas por sus trabajadores con motivo
o en ocasión del trabajo y permitían abandonar el régimen de reparación de la ley especial para
reclamar las reparaciones conforme a la ley civil.

II. El cambio entra en crisis.


Pero el nuevo paradigma no llegó a enraizar y las razones de su rechazo social y judicial fueron
diversas y concurrentes. Haremos una breve enumeración de las más importantes.
En primer lugar cabe señalar un pecado original: las prestaciones dinerarias originalmente acordadas,
de muy baja cuantía, que resultaron insuficientes. Como el nuevo sistema era obligatorio y cerrado no
había alternativas de escape y se sucedieron las impugnaciones constitucionales alegándose que la
reparación era desigual en perjuicio del trabajador damnificado frente a la que hubiese recibido
cualquier reclamante por la vía del derecho común. A pesar de que al poco tiempo (la primera vez en
julio de 1977 y la más importante en marzo de 2001) se amplió el alcance de las prestaciones y se
incrementaron los topes, la crítica y el descontento de doctrinarios, especialistas y jueces, fue ya
incontenible.
La cuestión se agravó porque las prestaciones y sus adecuaciones habían sido pensadas durante el
régimen de convertibilidad del peso, es decir en un contexto de inflación cero e incluso de deflación.
La inflación que se sucedió a partir del año 2002 y se comenzó a desbocar en los últimos cuatro años,
alcanzando niveles de dos dígitos, terminó de descalabrar el sistema y de consolidar el desprecio hacia
las paupérrimas sumas reconocidas. Téngase presente que este problema recién fue parcialmente
solucionada con la sanción del decreto 1694 en noviembre de 2009.
Inicialmente el sistema fue exitoso, eliminando la controversia en sede judicial, pero la virtud escondía
un defecto: el deseo de evitar el conflicto llevó a prescindir de la protección del derecho de defensa de
los damnificados ante las comisiones médicas –por ejemplo- y los ataques a su constitucionalidad se
redoblaron.
Y para colmo la protección brindada era asimétrica, pecado capital en materia de seguridad social. Las
coberturas de la seguridad social apuntan a brindar protección cuando hay un estado de necesidad de
los beneficiarios. Pero la protección no era la misma si el daño sufrido provenía de un accidente que
no fuera laboral o de una enfermedad no listada y entonces se sucedieron los pleitos para hacer
declarar de etiología laboral lo que para la ley y su listado no lo eran.
He aquí otro gran talón de Aquiles del sistema: las causas son habitualmente complejas y
entrecruzadas, sobre todo en materia de enfermedades. Si la protección hubiera sido la misma para
daños permanentes en la salud de origen laboral o de cualquier otro origen, más allá de cómo se
financiaran, la divergencia se hubiera producido, únicamente, entre los prestadores del sistema para
ver quién debía tomar a su cargo el pago y la atención médico farmacéutica.
Pero no lo eran: si la enfermedad era profesional habría salarios caídos hasta durante un año o hasta el
alta, asistencia superior a la que brinda el artículo 208 de la ley de contrato de trabajo (LCT). Si la
enfermedad profesional derivaba en una incapacidad permanente, total o parcial o en la muerte, la
LRT acordaba prestaciones dinerarias, acumulables en todo caso con las previstas en los artículos 212
y 248 de la LCT, pero si la enfermedad no estaba en el listado no habría prestaciones adicionales.
El peso de la historia fue demasiado y los juicios se sucedieron uno tras otro, horadando un sistema
que originalmente había sido pensado sin fisuras ni fugas. Los fallos de los tribunales de todo el país
terminaron con la concepción original y las decisiones de la Corte Suprema de Justicia de la Nación,
por todos conocidas y que comentaremos brevemente, trajeron un alud incontenible de nuevos
reclamos.

III. De un sistema “no fault” al regreso de un subsistema de responsabilidad civil.


Con tantos cambios pretorianos, ¿cuál es el real sistema que rige hoy en materia de riesgos laborales?
El sistema de riesgos del trabajo concebido como un subsistema de la seguridad social subsiste pero,
cuando la reparación –a juicio de los tribunales donde se ventilan los pleitos- es insuficiente, ha dejado
de ser cerrado y excluyente. Tal es la consecuencia del fallo «Aquino, Isacio c/ Cargo Servicios
Industriales»2 donde el nuestro más alto tribunal descalificó por inconstitucional al inc. 1º del art. 39
de la LRT por vedar la acción civil contra el empleador ya que, a su criterio y en ese caso concreto, las
prestaciones dinerarias acordadas eran insuficientes y no alcanzaban para que pudieran aceptarse como
indemnizaciones justas e integrales, vulnerando el principio alterum non laedere. Hicieron especial
hincapié en el valor tope reconocido por la LRT y que la misma sólo indemniza daños materiales y,
dentro de éstos, únicamente el lucro cesante: pérdida de ganancias, que, asimismo, evalúa
menguadamente. Sin embargo, hicieron constar que no sería inconstitucional un régimen limitativo de
la reparación por daños, lo cual incluye al propio de la LRT, pero que en tal caso el trabajador, sujeto
de preferente tutela constitucional, no debería verse privado de reclamar a su empleador la justa
indemnización por los daños derivados de un accidente o enfermedad laborales. O dicho de otra
manera: si el régimen de reparación especial es limitado, entonces debe haber una posibilidad para el
trabajador de reclamar a su empleador la diferencia no cubierta por el mismo. De lo contrario, si se
aspirase a que el reclamo contra el empleador quede agotado, el régimen que se diseñe tendrá que
proveer una reparación integral. Al reconocer que la solución alcanzada no acarrea la frustración de
los elevados propósitos de automaticidad y celeridad del otorgamiento de las prestaciones
perseguidos por la LRT, dejó a salvo la posibilidad de crear seguros sociales no fault.
En la misma línea, la Corte consagró la acumulación de acciones de naturaleza diversa, en el
precedente «Llosco, Raúl c/ Irmi S.A. »3. Por las prestaciones dinerarias de las ART son, en todo caso,
un piso mínimo irrenunciable y luego de su cobro se pueden reclamar reparaciones en exceso de las
sumas recibidas.
Además, ampliando el concepto de que sólo habrá reparación por las enfermedades profesionales, el
Tribunal Supremo reconoció, en el fallo «Silva, Facundo Jesús c/ Unilever de Argentina S.A.»4, que
existen contingencias de origen laboral no cubiertas por la LRT que autorizan el reclamo directo al
empleador, por la vía civil, en concepto de enfermedades laborales no profesionales.
En el caso “Torrillo, Atilio Amadeo y otro c/ Gulf Oil Argentina S.A.”5, otro de los fallos
trascendentes en la materia, nuestro máximo tribunal hizo una interpretación harto extensiva de las
responsabilidades de las ART en materia de prevención, afirmando que comprenden obligaciones de
control, promoción, asesoramiento, capacitación, información, mejoramiento, investigación,
instrucción, colaboración, asistencia, planeamiento, programación, vigilancia, visitas a los lugares de
trabajo y denuncia. Como colofón, condenó solidariamente con el empleador, en exceso de las

2
CS, 2004/09/21, A. 2652. XXXVIII
3
CS, 12/06/2007, L. 334. XXXIX.
4
CS, 18/12/2007, S. 1789. XL.
5
CS, 31/03/2009, T. 205, XLIV
prestaciones de la ley, a una ART que consideró que había omitido cumplir con alguno de estos
deberes.
IV. Interesados en la aparición de una cobertura de responsabilidad civil.
Con las profundas transformaciones del régimen originario, ha cambiado en forma copernicana el
panorama de la responsabilidad por los accidentes del trabajo o por cualquier enfermedad que pueda
ser relacionada, aunque más no fuera indirectamente, con el trabajo.
Los empleadores necesitan proteger su patrimonio porque pueden ser declarados civilmente
responsables por los accidentes o enfermedades laborales que sufran sus empleados.
Las ART son muchas veces condenadas, en forma solidaria, más allá de las prestaciones de la LRT, en
razón de lo que los tribunales consideran un cumplimiento deficiente o una omisión del deber de
prevención a su cargo, deber que se aprecia en forma extensiva.
Las ART son habitualmente condenadas a cubrir enfermedades no profesionales cuando el Juez
considera que tienen etiología laboral, aunque el nexo no sea exclusivo sin concurrente con otro tipo
de factores.
De tal forma, los nuevos eventuales responsables tienen interés en asociar otro «bolsillo profundo»
para afrontar esas condenas adicionales a las previstas en la LRT: de allí la demanda por la existencia
de una póliza de seguro de responsabilidad patronal.

V. El seguro de responsabilidad civil patronal aprobado por la SSN y ofrecido por


las aseguradoras.
Debe tenerse en cuenta que se trata de un seguro comercial, de responsabilidad civil, destinado a
mantener indemne al patrimonio del empleador-asegurado, y que se rige plenamente por la Ley
17.418. Esta cobertura no está inspirada en la filosofía de la seguridad social creado por la LRT y la
cobertura que otorga tiene diferencias sustanciales con el régimen creado por la ley 24.557.
Por comenzar, sólo se cubre a los trabajadores que estén en blanco y que hayan sido denunciados a la
AFIP y al asegurador con anterioridad al siniestro.
Por otro lado, solamente el empleador estará protegido si mantiene vigente su contrato de afiliación
con una ART, es decir que si la afiliación caduca por falta de pago de las alícuotas
contemporáneamente caerá la póliza de responsabilidad civil aunque las primas estén pagas.
El seguro sólo otorga cobertura en exceso de las prestaciones de la LRT, de forma que podría haber
situaciones –sobre todo si el accidente ocurrió luego de la vigencia del decreto 1694/09- en las cuales
el juez considere que las prestaciones dinerarias son suficiente reparación y no haya condena en
exceso de lo prestación a cargo de la ART. En tal caso, para esta cobertura, no habrá habido siniestro.
El régimen de RT cubre a la víctima. Un seguro de RC protege al patrimonio del responsable del daño
en la medida de su responsabilidad frente a la víctima, pero su objetivo no es la cobertura de la
víctima.
Como en cualquier contrato de seguro y a diferencia de lo que sucede en la ley 24.557 se aplican
institutos propios del seguro tales como la nulidad de la cobertura por reticencia o por falta de
denuncia de la agravación del riesgo o por cambio del titular del interés asegurable, y el seguro tiene
exclusiones y limitaciones a la cobertura.
El seguro es libremente rescindible, sin necesidad de expresar causa, mediando preaviso fehaciente, y
lo es tanto por la compañía como por el asegurado conforme al artículo 18 de la Ley 17.418.
Recordemos que el contrato de afiliación no puede ser rescindido por la ART salvo falta de pago de la
alícuota y conforme al régimen del artículo 18 del decreto 334/96.
Si el empleador asegurado se atrasa en el pago de la prima del seguro se suspende la cobertura,
mientras que la cobertura de la ART siempre continúa mientras el contrato de afiliación siga vigente.
La póliza que analizaremos mantiene indemne al empleador asegurado por cuanto deba pagar a los
damnificados, pero hasta ciertos límites por trabajador y por evento, pudiendo haber eventuales
descubiertos a cargo del patrón.

VI. El acierto de la resolución que aprueba el seguro de responsabilidad civil


patronal.
Como el lector apreciará si continúa con la lectura del presente artículo, el suscripto es muy crítico con
los términos de la cobertura aprobada por la Resolución N° 35550/11 de la Superintendencia de
Seguros.
Sin embargo, la norma contiene un acierto: pese a los deseos de algunas ART la cobertura de
responsabilidad civil no podrá ser extendida por ellas sino que deberá ser acordada por compañías de
seguros que tengan aprobado el ramo de responsabilidad civil.
Sin duda que tal solución es la más recomendable, ya que las ART tienen por único objeto otorgar las
prestaciones de la LRT (art. 26) y dentro de ese objeto no se encuentra el asegurar la responsabilidad
civil del empleador. Por otro lado también la ley 20.091 demanda, a quienes pidan autorización para
operar en seguros, tener objeto social exclusivo. La suscripción de estos contratos quedará entonces al
los aseguradores que tengan aprobado el ramo de responsabilidad civil.
Pero fundamentalmente porque como difiere tanto la cobertura de riesgos del trabajo del seguro de
responsabilidad civil, si ambas coberturas fueran brindadas por un único ente se produciría confusión,
y no estaríamos exentos tampoco de cierto escándalo –ocasión de tropiezos, en su acepción
etimológica. Muy bien podría suceder que un trabajador informal cuente con cobertura de su ART a
raíz de un accidente, pero le sea rechazada la citación en garantía al asegurador de su patrón porque el
seguro no cubre trabajadores “en negro”. O que la ART cubra pese a que el empleador esté en mora en
el pago de las alícuotas y que su patrón no mantenga indemne su patrimonio y no proceda la garantía
del asegurador de responsabilidad civil si había deuda de primas de ese seguro al momento del
accidente. Más aún, haber situaciones que comprometan la cobertura de ART pero merezcan rechazo
de la garantía en la acción civil porque el accidente fue el resultado de la violación, por parte del
empleador, del régimen de trabajo de mujeres o menores.

VII. Los problemas que ofrece la nueva cobertura.


La póliza salida de la Superintendencia de Seguros de la Nación es tan deficiente que –adelanto una
vez más mi opinión- es un “producto defectuoso” de escasa utilidad.
Es una cobertura de contratación voluntaria, lo cual significa que ningún empleador estará obligado a
contratarlo. Pero la pregunta que cabe hacer es si habrá seguro para todos los que quieran tomarlo. Y
es muy probable que los empleadores más amenazados por acciones civiles de sus trabajadores no
constituyan riesgos asegurables para las compañías de seguros (riesgos de pesca, construcción,
personal eventual, etc.)
Como toda póliza de RC, esta también contempla límites máximos por trabajador (entre $ 250.000 y $
1.000.000) y podría tenerlos en el agregado anual de las indemnizaciones. Esas cifras estarán
expresadas en pesos. Ahora bien, los juicios por accidentes del trabajo y por enfermedades
profesionales normalmente no se inician sino pasado más de un año y a veces sobre el filo de la
prescripción, de manera de aprovecharse íntegramente las prestaciones de las ART que están
garantizadas y se otorgan inmediatamente sin juicio. La mayoría de los tribunales de todo el país
entienden que la prescripción no se cuenta desde el accidente sino desde la determinación de la
incapacidad, lo cual generalmente acaece mucho tiempo después del siniestro. Para colmo un juicio
laboral por accidente del trabajo no dura menos de tres y hasta cuatro años. Es decir que el asegurador
recién prestará su cobertura unos seis o siete años luego de ocurrido el accidente o denunciada la
enfermedad. Las sumas máximas aseguradas se expresan en moneda nacional y no tienen ningún tipo
de actualización. Por eso es más que probable que la cobertura, con una tasa de inflación en torno al
20-30 % anual, sea realmente insignificante para cuando la compañía deba solventar la condena. De
allí que las sumas aseguradas deberían expresarse en un múltiplo del salario mínimo vital y móvil,
aunque la prima sea más difícil de ser calculada por el asegurador, y no en una suma nominal de
dinero. Se está ofreciendo un producto que, de continuar el escenario inflacionario, brindará una
protección insignificante cuando llegue el instante en que sea usado.
La póliza señala que no se cubre la RC por enfermedades no listadas. Eso es lo mismo que decir que
quedarán fuera de la cobertura no menos del 70% u 80% de los reclamos que se reciben actualmente.
Si esto no es claramente expuesto y explicado al empleador incauto, podríamos estar frente a una
cláusula sorpresiva y frente a una venta de dudosa ética.
Pero atención: el déficit de cobertura no acaba allí. La póliza establece que sólo se cubrirán las
enfermedades profesionales que se hayan iniciado durante la vigencia de la póliza de RC.
Generalmente las enfermedades tienen un inicio incierto y un desarrollo largo. Esta disposición del
contrato amenaza a abrir un frente de debate, hasta ahora inexistente, en los juicios en los cuales se
discutan enfermedades profesionales, que complicará la prueba a rendirse en el expediente por el
empleador: el debate sobre la fecha de origen de la afección. Si sumamos esta limitante a la señalada
en el párrafo anterior, directamente podemos afirmar que las pólizas de responsabilidad civil para
empleadores, en la práctica, no darán cobertura a enfermedades de ningún tipo, ni listadas ni no
listadas. Sólo se cubrirán accidentes y no enfermedades.
Para colmo de inconvenientes, el asegurador podría exigir, como requisito de cobertura, que haya un
certificado médico de aptitud laboral de los trabajadores a incluir. Ningún empleador hoy tiene tal
certificado para todos sus empleados en relación de dependencia.
Se podrá pedir la inclusión del personal de contratistas. Sin embargo, no se prevé cubrir al personal de
empresas eventuales, recurso muy frecuente en determinadas empresas. Es muy probable que los
empleadores principales pidan a esas empresas de servicios eventuales que contraten la póliza y los
designen en la misma como asegurados, pero es dudoso que los aseguradores accedan a otorgar
cobertura en esos términos.
La póliza excluye de cobertura a los accidentes o enfermedades que sean consecuencia de dolo o culpa
grave de los directivos del asegurado (artículos 43 y 1113, primera parte, del Código Civil). Con esa
disposición se modifica el artículo 113 de la ley 17.418 en perjuicio del empleador asegurado. Es
curioso que, al excluir esta situación mediante condiciones generales, la propia Superintendencia de
Seguros haya violado la ley de seguros, porque si bien es una norma legal derogable no tendría que
habérsela hecho constar en las condiciones generales sino en condiciones particulares en forma
destacada (art. 158 LS).
Además la póliza aprobada excluye de cobertura a los accidentes que ocurran a raíz de la violación a
leyes y reglamentos del régimen de trabajo de menores o de mujeres. Esta es otra exclusión absurda
que viene de las viejas pólizas. Crea dos categorías de violaciones a deberes legales, las “asegurables”
y las “no asegurables”. Este tipo de exclusiones de cobertura no debería aceptarse por el organismo de
control. El nivel de cumplimiento de las normativas de seguridad es tema a ser evaluado por el
asegurador al momento de la suscripción. El asegurador prudente evitará dar cobertura si constata una
práctica de violaciones a las normas de seguridad laboral, pero si el asegurador dio la cobertura no
debería sustraerse a sus obligaciones de garantía alegando que el asegurado violó las normas del
trabajo de mujeres y niños o cualquier otra, salvo dolo. Por otro lado, esta exclusión –además de ser
discriminatoria en perjuicio de los que supuestamente quiere proteger, porque a la postre les niega la
garantía del asegurador- es ilegal. Es increíble que la propia Superintendencia de Seguros autorice esta
exclusión que, por agravar el art. 114 de la ley de seguros en perjuicio del asegurado, viola el artículo
158 de esa norma. Veámoslo: o la violación es fruto de una decisión dolosa o fruto de una conducta
del empleador configurativa de culpa grave. En cualquiera de los dos casos estará excluida de
cobertura conforme al artículo 114 de la LS. Pero si fuera resultado de una conducta culposa no
procedería la exclusión porque la ley de seguros prohíbe que se agrave el artículo 114 en perjuicio del
asegurado. En mi opinión, en el seguro de responsabilidad civil de los empleadores también se debería
cubrir la culpa grave, porque la mayoría de los casos encuadrarán dentro de esa figura, como por
ejemplo el accidente sufrido por el Sr. Isacio Aquino.
No paran allí los despropósitos. Según la póliza, si el empleador es una persona física, no se cubren los
reclamos de los trabajadores vinculados al mismo por relación de parentesco, hasta el 3° grado de
consanguinidad o afinidad. Cabe preguntar, si el empleador es una sociedad comercial o de hecho y el
accidentado es el hijo o cónyuge de uno de los socios, ¿estará cubierto? ¿A qué principio responde esta
diferencia? Se discrimina en la cobertura respecto de los emprendimientos más pequeños, que por
regla general son los únicos que adoptan la figura del responsable unipersonal.
La póliza establece una franquicia a cargo del asegurado del 5 % del monto del siniestro, con un
mínimo del 1% de la suma asegurada y un máximo del 5%. Pero se duplica si es consecuencia de
incumplimientos a la normativa de salud y seguridad laborales, lo cual sucederá en el 99% de los
casos. Por ende, sería más honesto fijar la franquicia, directamente en el 10% del monto del siniestro.
El asegurador deberá asumir el pago de las costas. Cabe advertir, sin embargo, que las costas del juicio
más la indemnización a cargo del asegurador siempre tendrán el límite global de la suma asegurada.
La cobertura incluye los honorarios de la propia defensa del asegurado si, con autorización del
asegurador, actuó con su propia representación y patrocinio letrado. En concepto de honorarios se
establece que se pagará hasta el 30% de la indemnización acordada o el 30% de la suma asegurada, lo
que fuera menor.

VIII. Conclusiones e interrogantes.


Llega un seguro de responsabilidad civil cuando la tendencia del derecho de daños es a abandonar la
responsabilidad civil y privilegiar la satisfacción de la víctima de un daño o sus derechohabientes. No
son pocos los fallos que, apartándose del seguro tradicional de responsabilidad civil, declaran que las
exclusiones de la póliza o franquicias no son oponibles al damnificado y obligan al asegurador a pagar
las condenas, sin perjuicio de que con posterioridad repitan el exceso de cobertura del asegurado.
¿Cómo responderán los tribunales frente a una póliza tan defectuosa?
Los aseguradores que han decidido salir a recaudar primas sin haber hecho una revisión profunda de la
póliza, ¿volverán sobre sus pasos y elaborarán productos mejorados?
¿Qué será de los empleadores que se creen bien cubiertos cuando descubran que la protección que se
les ofrece es menguada y llena de exclusiones absurdas?
Sólo el tiempo nos traerá las respuestas. Pero es probable que la cobertura que hoy ha comenzado a
ofrecerse y que tan imperfectamente diseñó la Superintendencia de Seguros de la Nación, no solucione
los problemas de los cuales empleadores y ART han venido quejándose.

*Abogado especializado en seguros y riesgos del trabajo. Director de la Especialización en Seguros de la Facultad de
Ciencias Económicas de la Universidad del Salvador. Socio de Facal, Martin & Asociados – Abogados.

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