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Desvaloración de las docentes

En la sociedad antigua las ocupaciones que desempeñaban hombres y mujeres eran


relativamente semejantes, puesto que, sus intereses de sobrevivencia y cuidado eran el
objetivo común en esta sociedad. El influjo de la mujer en la sociedad primitiva era decisivo,
ya que, la potestad era del matriarcado, y su participación abarcaba el domino económico,
político, y hasta religioso, es decir, su poder estaba sobre toda la estructura social de ese
entonces. En los ayeres de la edad media, la iglesia, los señores feudales y la nobleza
subyugaban los procesos de producción, y su rol, era ejercer el poder bajo la idea de mandato
divino, sobrepasando sus intereses sobre los del pueblo.

Los roles de la sociedad estaban desempeñados solo por el género masculino; político,
económico, religioso, productivo. Mientras que las mujeres, estaba obligadas a existir de
manera invisibilizada, y sin participar en la toma de decisiones. Con el surgimiento de la
sociedad industrial y posteriormente el capitalismo, el rol de la mujer fue más explotado,
repitiendo la estructura patriarcal en este tipo de sociedad.

A comienzos del siglo XX, el rol participativo de la mujer, tiene una influencia más
grande en los distintos contextos; políticos, económicos, industriales, deportivos,
medicinales y educativos. No obstante, a pesar de que la intervención de las mujeres en los
diversos espacios ha sido destacada, la brecha de la desigualdad de género ha sido
visibilizada en los últimos tiempos, siendo un tema de controversia y de vital atención. En
los años setenta el rol de la mujer ocupa espacios administrativos donde no posee autoridad
ni poder alguno, replicando de manera minimizada la relación patriarcal. Un ejemplo de ello,
es el informe de Casares (2000) citado por [ CITATION Mar15 \l 3082 ], donde declara que
coexisten desventajas económicas de la mujer en comparación de la del hombre y establece
que existen formas de exclusión de aspecto genérico, como el hecho de disponer de un
empleo y no poder cubrir sus necesidades básicas.

En la actualidad, las mujeres cumplen varios roles, pero las desventajas de estos, siguen
siendo críticas en comparación a la población masculina. Se continúa observando que en los
contextos donde se ‘‘desarrollan’’ las mujeres, las actividades se mantienen anexadas al
género y muy pocas ofrecen genuinas oportunidades de desarrollo. A pesar de la notable
presencia de la mujer en el ámbito educativo, la preparación académica de los hombres,
frente a la de las mujeres siguen estando destinada a recibir empleos de mala remuneración y
baja productividad. Asimismo, el trabajo doméstico es un factor determinante en las mujeres
con preparación profesional, mientras que el mañana en el aspecto profesional resulta
incierto, puesto que, estas responsabilidades han sido delegadas a lo que la sociedad ha
llamado el género femenino. Otro factor problemático es la valoración social y económica,
que se ve reducida por juicios preestablecidos, que agrava la situación de todas las mujeres
en la humanidad actual.

La situación en el Ecuador se maneja bajo un marco legal que suscita la equidad de


género, el mismo que está señalado en la Constitución del 2008 y muchas otras instituciones
estatales o no estatales que avanzan por la misma vía. No obstante, las desigualdades
subsisten y son evidentes en toda la estructura social, a pesar de los esfuerzos realizados. En
este aspecto, la presencia de la mujer en el ámbito nacional, y los roles que estas cumplen,
han aumentado, sin lograr un cambio significativo en las cuestiones de género.

En el contexto educativo, si bien la situación de la mujer en cuestión de números es


favorable, según los datos del censo de docentes (2014), del total de los 112.731 expertos
43689 pertenecen al género masculino y 69042 al femenino, según declaro el Instituto
Nacional de Estadística y Censos (INEC). La colocación laboral en cargos directivos sigue
estando protagonizada por la población masculina, reduciendo a la mujer, en general, a
puestos de cátedra educativa. El problema aumenta en las instituciones educativas
particulares, porque las desigualdades económicas se agudizan, pese a la preparación
académica de las docentes, su remuneración está por debajo, en comparación de sus colegas
hombres.

Igualmente, la carga laboral es más significativa para las profesoras en especial de la


sección de básica media y elemental, puesto que al ser maestras de grado deben comprender
diversas materias además de la tutoría, por el contrario, la mayoría de los maestros hombres
poseen carga única y tienen menor carga horaria. Encima del rol profesional, la mujer
distribuye sus labores con sus responsabilidades de hogar en momentos como madre y
esposa por lo cual el tiempo de formación es menor.

En la actualidad, todos los aspectos mencionados se han agudizado de manera drástica,


debido a la crisis sanitaria (covid19) que atraviesa el país. Es por eso que, el estado ha
tomado medidas preventivas al cerrar las instituciones educativas, y trasladar el proceso de
enseñanza aprendizaje a los hogares. Por lo que las docentes, han tenido que desempeñar
múltiples roles de manera sincrónica, sin contar con los desafíos que representa la educación
virtual, generando desgaste emocional y físico, sin contar la falta de empatía y machismo
que reciben por parte de sus convivientes. Así, evidenciando las desigualdades de género
existentes en la docencia.

Durante toda la historia, las mujeres han buscado espacios en todos los ámbitos
profesionales, en especial en el contexto educativo, ejecutando distintos roles que se han
generado con éxito dentro de la sociedad, pero a su vez, se han desarrollado a pasos muy
cortos, los cuales, son provocados por la inequidad y la falta de oportunidades que han
perseguido históricamente a las mujeres.

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