Está en la página 1de 2

J.R.R.

Tolkien, “Valedictory Address to the University of Oxford”, en The Monsters and


the Critics and Other Essays. Edited by Christopher Tolkien. London, Harper Collins,
1990, pp. 224-240. [Merton College, Oxford, 1959]

Han pasado ahora catorce años más y aún no tengo nada especial que decir. Nada, claro, del
tipo apropiado para una lección inaugural, al menos según puedo juszgar por las que he
leído: los productos de mentes más pletóricas, o más eficientes y magistrales que la mía. El
diagnóstico de lo que está mal y la prescripción confiada de la cura; el panorama vasto, el
estudio magistral; planes y profecías: estas cosas nunca estuvieron en mi línea. Yo quisiera
tratar de exprimir el jugo de una oración, o explorar las implicaciones de una palabra, antes
que tratar de resumir un periodo en una lección, o liquidar un poeta en un parágrafo. Y me
temo que lo que yo quisiera hacer es lo que he hecho habitualmente.
Pues supongo que, de algún modo desde los buenos tiempos idos cuando los estudios
ingleses no estaban organizados -un hobby y no un negocio-, unas pocas personas más
amateur pudieron ser puestas en una posición profesional “by a set of curious
circumstances”. Por 34 años mi corazón estuvo inquieto por el pobre Koko, “taken from a
county jail”1; aunque yo tuve una ventaja sobre él. Él fue designado para cortar cabezas, y
realmente no le gustaba. La filología fue parte de mi trabajo y yo la disfruté. Siempre la
encontré divertida. Pero nunca tuve opiniones estrictas sobre ella. No la considero necesaria
para la salvación. No creo que deba ser introducida en la garganta de los jóvenes, como una
píldora, más eficaz cuanto peor es su sabor.
Pero si las filas de Etruria se sienten inclinadas a festejar, permítanme darme prisa para
asegurarles que tampoco creo que sus mercancías sean necesarias para la salvación; mucho
de lo que ofrecen es baratija de mercachifles. De hecho me he vuelto más, no menos,
intolerante como resultado de la experiencia en el pequeño mundo de los académicos
English Studies.
“Intolerante” es para los estruscos. Hablando a los romanos, defendiendo la ciudad y las
cenizas de sus mayores, diría “convencido”. ¿Convencido de qué? Convencido de que la
filología nunca es detestable, excepto para aquellos deformados en la juventud o con alguna
deficiencia congénita. No creo que deba ser metida en las gargantas como una píldora,
porque considero que si ese proceso es necesario, los que lo sufren no estarían aquí, al
menos no estudiando o enseñando literatura inglesa. La filología es el cimiento de las letras
humanas, la “misología” (“odiología”, del gr. miseîn, odiar) es un defecto o una
enfermedad descalificante.
No es, según mi experiencia, un defecto o enfermedad localizado en aquellos cuyos
conocimientos literarios, sabiduría y agudeza crítica los ponen en el rango más alto. Pero
hay otras voces, epigonales más que ancestrales. Debo confesar que a veces, en los últimos
treinta años, me he sentido agraviado por ellos; por aquellos, afectados en algún grado de
“misología”, que han desacreditado lo que generalmente llaman “lengua” (language). No
porque ellos, pobres criaturas, hayan carecido evidentemente de la imaginación requerida
para su disfrute, o del conocimiento necesario para una opinión sobre ella. La estupidez
debe compadecerse. O al menos eso creo, siendo yo estúpido en varios aspectos. Pero la
estupidez debe ser confesada con humildad; y por ende yo he sentido como un agravio que
ciertos profesionales supusieran que su estupidez e ignorancia eran una norma humana, la
medida de lo que es bueno; y he sentido ira cuando han procurado imponer la limitación de

1
Cita de The Mikado de Gilbert and Sullivan, donde Koko es designado High Lord Executioner.
sus mentes sobre las mentes jóvenes, disuadiendo a aquellos con curiosidad filológica de su
propensión, animando a aquellos sin este interés a creer que su ausencia los marcaba como
mentes de un orden superior.
Pero yo soy, como he dicho, un amateur. Y si esto significa que he dejado de lado partes de
mi extenso campo, dedicándome ante todo a aquellas cosas que a mí personalmente me
gustan, esto significa que he tratado de despertar gusto, de comunicar deleite en aquellas
cosas que encuentro agradables. Y esto sin sugerir que son la única fuente de provecho o
placer para los estudiantes de Inglés. [...]
Todos los campos de estudio e investigación, todas las grandes Escuelas, demandan
sacrificio humano. Pues su objeto primario no es la cultura, y sus usos académicos no están
limitados a la educación. Sus raíces están en el deseo de conocimiento, y su vida se
mantiene por medio de aquellos que persiguen algún amor o curiosidad per se, sin
referencia incluso al mejoramiento personal. Si este amor y curiosidad individuales fallan,
su tradición se torna esclerótica.
No hay necesidad entonces de despreciar, ni siquiera de sentir piedad por meses o años de
vida sacrificados en cualquier investigación mínima, esto es, el estudio de algún texto
medieval poco inspirado y su dialecto desmañado; o de algún miserable poetastro moderno
y su vida (desagradable, triste y afortunadamente corta) – NO SI el sacrificio es voluntario,
no SI está inspirado por una genuina necesidad, por un sentimiento personal o espontáneo.

También podría gustarte