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Aun así, Amartya Sen recuerda que “si en última instancia

considerásemos al desarrollo como la ampliación de la capacidad de la


población para realizar actividades elegidas (libremente) y valoradas,
sería del todo inapropiado ensalzar a los seres humanos como
instrumentos del desarrollo económico.” Es una puntualización muy
interesante, porque, tal y como argumenta Sen, se tiende a interpretar el
concepto “capital humano” como la generación de ingresos. Volvemos de
nuevo a utilizar términos estrictamente economicistas para cuantificar el
desarrollo.

Ayuda al Desarrollo y sociedad de consumo


Hoy en día, tras varias décadas de debate académico e institucional, la
comunidad internacional ha comprendido que el desarrollo es un derecho
humano (Declaración sobre el Derecho al Desarrollo). Por ello, los
Estados se ven obligados a respetar ese derecho y a actuar por
preservarlo.

El debate sobre el desarrollo está impregnado con la realidad global, que


se puede resumir en la dinámica Centro-Periferia o Norte-Sur. Esta
división del mundo diferencia entre una serie de países desarrollados y
otros que no lo están tanto (están en proceso de desarrollo o,
directamente, subdesarrollados). Con respecto a los países del Tercer
Mundo, la mayoría de las veces el desarrollo no se entiende como algo que
los propios países del Sur tengan que conseguir por sus medios, sino
como algo que los países del Norte han de proveerles. Se habla de Ayuda
al Desarrollo o de “cooperación internacional para el desarrollo” para
ayudar a los países de la Periferia. Habría que preguntarse si esta
cooperación se hace porque existe una verdadera voluntad de que los
países menos desarrollados progresen, porque hay una sensación de
remordimiento, o porque hay un interés en que la Periferia se desarrolle.

Para ampliar: «Cooperación por remordimiento«, Fernando Arancón


en El Orden Mundial, 2013.

Mientras que en el Sur se habla de desarrollo, en Occidente se habla de


crecimiento. Una de las amenazas que existen en este sentido es que la
Ayuda al Desarrollo que se presta desde el Norte hacia el Sur sea un
mecanismo para implantar modelos de crecimiento occidentales en países
que, por razones históricas, nada tienen que ver con el desarrollo de
países como Francia, Reino Unido, Estados Unidos o Japón.
Parafraseando al profesor Vicenç Navarro, “cada país tiene que buscar sus
propias vías de desarrollo”.

Es necesario ayudar a aquéllos países que lo precisen en materia de


desarrollo humano, pero en lo que concierne al desarrollo económico la
ayuda occidental puede entenderse como un ejercicio de intromisión. No
puede disfrazarse como ayuda desinteresada lo que en realidad es un
proceso de influencia de empresas extranjeras. Lo hemos visto durante
1980 y 1990 en Latinoamérica con la presencia de Estados Unidos y lo
vemos hoy en día con el desembarco nada disimulado de China en África.
Cuando una empresa china construye las infraestructuras más
importantes de un país no sólo está haciendo un bonito gesto para ayudar
al progreso de ese país, sino que está adquiriendo un poder mayor que el
del propio Gobierno.

Para ampliar: «China y África» Juan Pérez Ventura en El Orden


Mundial, 2012.

En ese sentido, el debate sobre la ayuda al desarrollo está muy abierto.


También podemos entrar a valorar fenómenos como la occidentalización,
que pretende llevar el modelo de desarrollo occidental a todos los
rincones del mundo. Una de las características de ese modelo occidental
es que se ha basado en una producción masiva que ha fomentado la
llamada sociedad de consumo. Como hemos dicho antes, Keith Griffin
señala que “un aumento en el suministro de artículos de consumo puede
contribuir a aumentar las capacidades humanas”, una frase en la que
subyace una idea peligrosa.

La promoción del consumo no sólo se da desde los escaparates de las


tiendas, también se puede hacer realizando informes para la ONU o el
Banco Mundial. Relacionar desarrollo con consumo es algo que muchos
economistas y autores han hecho para asegurar la expansión de un
modelo económico determinado, pero es un grave error. La realidad
demuestra que un aumento del consumo no significa necesariamente un
mayor desarrollo.

Para ampliar: «Atrapados en la pobreza» Eduardo Saldaña en El Orden


Mundial, 2017.

Quizás sí que sea cierto que un mayor nivel de consumo está ligado con un
mayor nivel de vida pero, ¿significa eso que aumente también la calidad
de vida? Como hemos apuntado al principio, el desarrollo busca mejorar
el bienestar de las personas, ¿a caso el consumismo fomenta ese
bienestar? Llegados a este punto cabría reflexionar sobre la raíz del
debate: ¿qué es el desarrollo? ¿cómo se mide? Si el grado de desarrollo
depende, entre otras cosas, de las posibilidades de consumo que tienen las
personas, seguramente República Dominicana sea un país
subdesarrollado en comparación con Corea del Sur. En cambio, los
habitantes dominicanos son más

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