Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Ardiente - Emma Green PDF
Ardiente - Emma Green PDF
Poseída
Poseída: ¡La saga que dejará muy atrás a Cincuenta sombras de Gre!
Muérdeme
Una relación sensual y fascinante, narrada con talento por Sienna Lloyd
en un libro perturbador e inquietante, a medio camino entre Crepúsculo y
Cincuenta sombras de Grey.
Nunca lo había visto en tal estado. Es la primera vez en ocho meses que
Gabriel parece haber perdido totalmente el control.
¿Quién puede ser tan cruel para comportarse así? ¿Para utilizar el
nombre de Eleanor, fallecida hace trece años, para desestabilizarnos y
destruirnos?
Un navajazo…
Un tiro…
Una locura…
–¡Lo sé todo, Prudence! ¡No lo niegues, sé que estás detrás de todo esto!
–Gabriel, ¿qué te ocurre? ¡Nunca me habías hablado con ese tono! Sobre
todo delante de ella…
–¡No cambies de tema! ¡Confiésalo, mamá, confiésalo! ¡Eres tú quien
tiranizas a Amandine desde hace semanas, quien intenta separarnos, quien
nos amenaza! ¡Me has dado una puñalada trapera! ¡Me has traicionado,
Prudence!
–¡No sé de qué me hablas, has perdido la razón Gabriel! Esta chica te ha
vuelto loco…, replica, implacable y altanera, como de costumbre.
–Tengo pruebas. Sé que lo tramaste todo. Thor me contó vuestro
pequeño acuerdo. ¿Pensabas seriamente que no descubriría la verdad?
–¿Thor? ¿Quién es ese Thor? No lo conozco…
–Dime, ¿por qué lo hiciste? ¿Por Virgile? ¿Por ti? ¿Para que ninguna
mujer me aleje de ti? Estás loca. Eres mi madre, nada más. Y si no
empiezas a confesar, no serás nada más para mí. Utilizar a Eleanor para
herirme, para hacerme daño… ¡No tengo palabras para explicar hasta qué
punto es rastrero, mezquino, inhumano... no digno de una madre!
–¿Ahora no soy digna de ser madre? ¿Después de todo lo que he hecho
por ti, todo lo que he hecho por mis hijos? Os he dedicado toda mi vida y
lo seguiré haciendo hasta el día en que me muera. No te permitiré
hablarme de esa forma. ¡No tengo nada que reprocharme!
–¿Es todo lo que tienes que decir, Madre?
–Sí. Cuando abras por fin los ojos, te darás cuenta de tu error. Esta chica
no es tu aliada, yo sí lo soy. Sin mí no eres nada.
–Voy a demostrarte lo contrario. Adiós Prudence.
¡Y lo asumo!
Yo que estaba en las nubes, ¡no me esperaba caerme del cielo tan
rápido! Al bajar del avión, mi amante me anuncia sin rodeos que nos
caminos se separan aquí mismo…
–Amande, me vas a volver loco… Ahora sí que tengo que irme. Sal, mi
chófer te espera en la puerta diez. Vete antes de que cambie de idea…
–Es precisamente mi objetivo. Usted me ha enseñado a ser perseverante,
señor Diamonds.
–También debo enseñarle a ser obediente, señorita Baumann. Pondré
todo mi empeño en ello dentro de unos días, cuando vuelva a buscar lo que
me pertenece.
–Si para entonces nadie os ha robado vuestra preciada mercancía…
–El que lo intente pasará un mal trago, créame, señorita Impertinente…
me dice, cortante, antes de plantarme un último beso abrasador en mis
labios y de largarse gritando una vez más: “¡Puerta diez!”
Por suerte Marion, Louise y Camille han estado muy presentes desde mi
regreso de Los Ángeles. Misiones imposibles de compras, desayunos de
revisión, cafés estratégicos, sesiones de cine y paseos relajantes: todo mi
equipo ha intentado ayudarme para la hora de la verdad. Pero este pequeño
mundo no ha conseguido hacerme olvidar de la ausencia de mi amante
fantasma. Aparte de unos emails y mensajes, silencio sepulcral. Sé que
tiene sus propios problemas de los que ocuparse, y que lanzarse de lleno en
sus negocios tiene un efecto terapéutico, pero no puedo dejar de culparle…
un poco… solo un poco.
Me decido por un look moderno bien trabajado, pero sin florituras: una
camisa negra vintage de cuello redondo, ligeramente entallada, un pitillo
azul eléctrico y unos zapatos negros de talón alto. Elegante y a la moda,
justo lo que necesito. Un peinado esmerado con el pelo totalmente liso,
maquillaje natural y por fin estoy preparada a hacer mi entrada triunfal en
el mundo de los peces gordos.
–La regla de oro para sobrevivir aquí es no dejarse pisar. Por mucho que
te digan que sigas todo a pies juntillas, sé tú misma y di lo que tengas que
decir. Si ven que no sabes ponerte en tu sitio, te machacarán.
–Es fácil decirlo… Llevas aquí tres años, yo tres horas…
–Precisamente. Durante meses opté por ser educado, antes de darme
cuenta de que me iba a estrellar. Los compañeros se aprovechaban de mi
debilidad, de mi falta de carácter. Un día, decidí hablar alto y claro, y
desde entonces, nadie se atreve a pisarme los pies.
–¡Entendido, entrenador!
–Lo mismo con el jefazo. Ferdinand es un tipo autoritario, que sabe lo
que quiere, pero que odia más que nada a los pelotas. Por eso tiraniza a
Ortie, por cierto, porque ella le trata como a un dios…
–¿Ortie?
–Hortense, es su apodo, ¿le viene al pelo, no? Siempre está presente
donde no le llaman, es picona y le saca a uno de quicio. En fin, volviendo
al director, plántale cara si hace falta. Pero cuidado, es un ligón… ¡A las
chicas guapas como tú, se las lleva de calle!, me dice, antes de echarse a
reír.
Bueno, bueno… Muy bien… Muy pero que muy bien…
Llamo a la puerta adornada con una placa dorada que dice “Director
General”. Estoy nerviosa, pero tengo determinación. El silencio que
obtengo por respuesta aumenta aún más mi aprensión.
No te dejes pisar los talones, Amandine, esta vez no. Aquí, ¡si te
ablandas, se acabó!
–Veo que tiene carácter… Llamémonos cómo mejor nos parezca. Tengo
el presentimiento de que este es el principio de una larga y bella
colaboración…
–Profesional, sí, yo también espero que así sea.
–Veamos Amandine, ¿qué insinúa? Sea lo que sea que le hayan dicho,
¡me rodeo de personas cualificadas para que mi empresa sea fructífera,
punto y final!, me responde con una sonrisa pícara. Y, evidentemente, tanto
mejor si mis empleados son… cómo decirlo… agradables desde todos los
puntos de vista.
Ya estamos…
Soñaba con despertarme en sus brazos desde hace diez días. Mi sueño
por fin se ha hecho realidad, y no dejo de admirar al ejemplar espléndido
que duerme a mi lado. Su cabello dorado despeinado refleja la suave luz de
la mañana e ilumina los rasgos de su mirada angélica. Su cuerpo es
escultural y esbelto al mismo tiempo, su piel bronceada, salpicada de pecas
discretas.
Grrr…
–¡Hola cariño! ¡Wow, date la vuelta que te vea! ¡ Sexy lady!, exclama,
olvidando bajar el volumen de su iPod.
–Marcus, estás gritando…, le respondo, roja como un tomate,
consciente de que todas las miradas se han vuelto hacia mí.
–Ups, bye-bye Madonna, ¡buenos días Kristen Stewart!
–Ah, eso es nuevo, nunca me lo habían dicho. Si yo soy Stewart, ¿quién
eres tú?
–Una mezcla de Will Smith y de Simon Baker.
–Entonces, ¿eres un ligón de primera y lees el pensamiento?
–Eso es. Ves Amandine, hablamos el mismo idioma. Y, como soy
mentalista, sé que te va a hacer falta un café. ¿Me acompañas?
–Acabo de llegar, me gustaría ver mis emails…
–¡Qué oficiosidad, querida! Ven conmigo, voy a prepararte ¡el mejor
cappuccino de tu vida!
–Gracias por sus consejos, pero son inútiles. Quisiera hablar con la
señorita Baumann en privado…, me dice, con los labios más prietos que
nunca.
Empate.
–¡Te has reciclado, ahora sí! Amandine Baumann, la nueva top model ha
ascendido…
–¡Ah ah, nada mal! Un moño trenzado, un vestido ajustado y tacones:
¡la receta del éxito!
–¿Y bien? Ni me has hablado de tu primer día. Pensé que me llamarías
anoche.
–Gabriel ha vuelto por fin a la tierra. Y se ha presentado de improviso,
como de costumbre…
–Ya veo. Tenías cosas más importantes que hacer que ponerme al día,
me imagino… me dice, guiñándome el ojo.
–Imaginas bien…, le respondo, sacando la lengua como una cría.
–Bueno, ¿y qué tal el curro?
–Por ahora, bien. Mi compañero Marcus es genial. Me viene al pelo
porque trabajamos juntos.
–¡A que está bueno!
–Sí, es muy guapo, pero sobre todo muy gay.
–Mierda. ¿Y qué más?
–Pues mi jefe es más bien simpático y su ayudante una loca furiosa y
totalmente amargada…
–¿Más bien simpático? ¿Y físicamente?
–¡Solo te interesa eso!
–Amandine, desde Silas estoy en calma total. ¡Déjame soñar un poco!
–Ferdinand de Beauregard… Así se llama…
–Empezamos bien, ¡me gusta!
–Es guapo, tiene unos treinta, es rico y tiene poder. Justo el tipo de
hombre que te gusta…
–¿Es rubio? ¿Moreno? ¿Alto? ¿Delgado? ¿Musculoso? ¿Extranjero?
–Moreno, ojos grises, alto, delgado, de tez pálida y una sonrisa que
mata. Muy elegante, muy seguro de sí mismo.
–Perfecto. ¿Cuándo me lo presentas?
–Cuando sepas comportarte y no me pongas en evidencia delante del
hombre que paga mi salario…
–¡Mañana me viene bien!
–Ya veremos… ¿Y tu nuevo trabajo de verano?
–¡H&M es como la jungla! Me encanta comprar ropa, pero venderla…
–¿Y Tristan? No sé nada de él desde L.A.
–Le va bien. Trabaja mucho, ¡pero se ha echado una novia!
–¿Ya?
–¿Qué creías? ¿Que te iba a esperar toda la vida?
–No, me alegro por él. ¿Y cómo es la novia?
–Amable pero un poco especialita. En todo caso, hace mucho que no
veía a Tristan así. Iris parece gustarle muchísimo.
–Mejor para él… Ahora que está cogido, puede que acepte volverme a
hablar…
–Sí, precisamente, me ha dicho que quería verte, y presentártela.
“Apetitoso”, ¿es ese nuestro nuevo código secreto cuando intentas que
te castigue?
Deja de desvalorizarte, eres perfecta, eres mi Musa, el objeto de todos
mis deseos. Nada en ti podría decepcionarme (aparte del hecho de que
trabajes para un dandi vicioso que parece disimular muy bien…).
Amorosamente,
G.
Tras una tarde no muy interesante, excepto por las risotadas con
Marcus, me encuentro con toda mi familia a eso de las ocho. Gabriel no ha
podido acompañarme a casa de mis padres, requisado a la fuerza por
algunos de sus inversores.
Quizás amordazado…
–Camille, hace dos semanas que te espero, que te doy espacio. Necesito
algo más, quiero más. Sé que en el tema de las relaciones no tengo un
pasado glorioso, pero confía en mí, eres tú a quien quiero. Quiero que
estemos juntos. Estoy preparado a comprometerme, para siempre.
–Silas, ya te he dicho que necesito tiempo. Cuanto más me metas la
presión, menos lograré reflexionar.
–¿Pero sientes algo por mí o no? Dime solo eso, da un pasito hacia mí…
–Obviamente, pero lo que me pides no es un pasito, sino ¡que salte al
vacío! Mi vida ya es demasiado complicada: tengo un bebé, un marido que
pronto ya no lo será, una madre más o menos restablecida, un trabajo que
me espera… ¡No puedo ocuparme de todo al mismo tiempo!
–En ese caso, déjame simplificarte las cosas. Permíteme ayudarte, ser tu
pilar, tu mitad, oficialmente.
–Silas, tienes que irte. No estoy preparada para todo eso…
–¿Y lo estarás algún día?
–Quizá. No puedo prometerte nada…, le responde, entre sollozos.
Para variar…
–¡Se lo ha dicho! ¡El cabrón de… de… de yo qué sé… no sé lo que sois
el uno para el otro, nadie lo sabe! ¡Tu Gabriel se lo ha dicho a Silas, lo sabe
todo! Que estoy embarazada desde hace casi seis semanas y que no se lo he
dicho. Voy a matar a tu Diamonds, ¡te lo juro que lo mato!
–Camille, cálmate…
–“Cálmate Camille”, “Deja de llorar Camille”, “Deja de gritar Camille”,
“Todo irá bien Camille”… Estoy harta de tus estúpidos consejos. No, nada
irá bien, y no voy a calmarme. Te estoy diciendo que Gabriel me ha
traicionado, que ha revelado mi secreto, y tú, como siempre, le defiendes.
¿Por una vez en tu vida piensas ponerte de mi lado, luchar por mí,
defenderme?
–¡Explícame en vez de irritarte! ¿Qué ha ocurrido exactamente? ¿Y
cómo ha reaccionado Silas?
–Se lo dijo ayer. Silas me acosa desde entonces; me ha dejado un
montón de mensajes esta noche, luego se ha plantado en casa esta mañana,
totalmente ebrio. Acaba de irse, furioso, herido. Le voy a perder, me odia a
muerte. Y con razón…
–Dale tiempo para hacerse a la idea, para asumirlo. Volverá, estoy
segura.
–Sí, y mientras tanto, no será gracias a vosotros dos. Al fin y al cabo,
estáis hechos el uno para el otro, sois igual de egoístas.
–Camille, lo siento…
–¡Me da igual! Vale que me sermonees, que estés celosa, que me mires
por encima del hombro. Pero con esto te has pasado de la raya. No puedo
perdonarte, Amandine… Y ahora si me disculpas, Oscar acaba de
despertarse, tengo que ir a ocuparme de él fingiendo que todo va bien y que
su tía y su novio no acaban de clavarme una puñalada en la espalda.
¿Y si he hablado de más?
Al contrario de la susceptibilidad…
–¿Te has puesto tan guapa por nosotros?, me pregunta, con una sonrisa
socarrona en los labios.
–Es verano, hace calor, llevo puesto un vestido… y…
–Y vas a ver a Diamonds…, añade Tristan interrumpiéndome.
–Sí, ¿y qué? ¿Habéis acabado con el interrogatorio?
–¡No te defiendes nada mal, Baumann! Te recuerdo que me diste
plantón en el último momento anoche. Espero que tengas una buena
excusa.
–Estaba… ocupada…, le digo, ruborizándome.
–Amandine ha perdido la virginidad, qué bonito…, ironiza Tristan.
–No me vendría nada mal perderla a mí también…, agrega Marion.
–¡Marion!
No eres nadie para hablar, Amandine. Se doblegó por ti, a cambio de…
nada.
–Amandine, ¿no? ¿Eres la que les vuelve locos a todos? Ahora entiendo
por qué.
Mi mejor amiga me lanza una mirada de apoyo, para señalarme que está
de mi lado. Y seguramente para impedir que salga de mis casillas…
Decido ignorar el último comentario de Iris, esperando que no me vuelva a
dirigir la palabra.
¿Y si fuera él?
–¿Sí?
–¿Amandine Baumann?
–Sí… dígame.
–Soy Prudence Diamonds. ¿Tiene algo de tiempo para hablar conmigo?
–Sí, pero estoy en el metro, puede que se corte.
–No importa, iré al grano. Como sabe, mi hijo se niega a dirigirme la
palabra…
–No, se niega a oír sus mentiras, que es distinto.
–No me interrumpa Amandine, no haga más difícil todavía esta
discusión.
–…
–Si le quiere de verdad, si pretende que sea feliz, no aleje a mi hijo de
mí. Necesita a su madre… y yo también a él. Siempre he querido lo mejor
para él, siempre he intentado protegerle…
–Dígaselo usted misma, Prudence.
–Se niega a hablar conmigo, lo sabe muy bien.
–Sea honesta y aceptará hablar con usted. Reconozca sus errores,
confiésele la verdad y le perdonará. Gabriel es un hombre familiar, está
dispuesto a todo por su clan. Pero no soporta la traición…
–El mundo al revés…
–¿Por qué?
–Usted, Amandine, intenta hacerme creer que conoce mejor a mi hijo
que yo, su propia madre.
–Yo no soy quien le ha hecho daño. No es a mí a quien rehúye como a la
peste. ¿Le doy un consejo, Prudence? Bájese de su pedestal y dígale lo que
siente en su corazón. O eso o le perderá… para siempre.
–…
–Adiós, Prudence.
–¿Esperas a alguien?
–Sí. A la mujer que quiero pero que no quiere ser la madre de mis hijos.
–Gabriel, dije eso en el momento, enfadada. No lo pienso de verdad…
quiero decir, no todo.
–Lo sé, me dice acercándose a mí. No debería habérselo dicho a Silas.
No antes de que Camille hubiera hablado con él primero…
–Estamos de acuerdo Sr. Diamonds. Ahora, hablemos de esta cena que
despierta mis papilas…
Gabriel está en todos sitios al mismo tiempo. Gimo por sus acometidas,
loca del placer que se hunde en mí. Con mi mano libre tomo su sexo y
comienzo un vaivén sensual, lo que le provoca gruñidos roncos. Su lengua
se vuelve más ávida, sus manos más insistentes. Coge uno de mis muslos y
eleva mi pierna contra su cadera para poder penetrarme con un dedo, luego
con dos. Jadeo al ritmo de sus intrusiones, sin lograr recuperar el aliento.
Mi vagina está que arde, y siento un calor exquisito expandirse por todo mi
cuerpo, indicándome la inminencia del orgasmo. Mi amante obstinado lo
nota y pasa a las cosas serias.
¡¿Mi qué?!
–¿Ya conseguiste lo que querías, eh? Hace siete años que me dedico en
cuerpo y alma a esta maldita empresa.
–Hortense, no sé de qué me hablas…
–¡No te hagas la inocente! ¡Acaban de echarme por tu culpa! ¡Le has
puesto ojitos a Beauregard y ahora te quiere a ti! No te hagas ilusiones, ya
te llegará tu turno…
« Beauregard,
que sepa que le tengo vigilado. Amandine Baumann, su nueva ayudante,
resulta ser también mi novia. Le aconsejo por su bien que no intente
nada.
Cordialemente,
Gabriel Diamonds, Director de Diamonds Company »
Más vale que su multimillonario se controle si no quiere poner en
peligro su puesto.
Haga lo necesario para que no se repita.
F.D.B.
Una vez instalada a su lado, en su rutilante Mercedes, puedo soltar por fin
toda mi rabia, mi decepción…
Hmm…
¡Prudence!
–Gabriel, tenía que verte. Me ignoras desde hace más de tres semanas,
ya no lo soporto…
–Sabes lo que tienes que hacer para que la situación cambie. Me niego a
que me manipules, Prudence, ya lo has hecho tú bastante.
–¿No sientes ni una pizca de compasión? ¿No te importa verme en tal
estado? Eres mi hijo, deberías…
–¿Debería qué? ¿Aceptar sin rechistar que mi propia madre me
traicione?
–Deberías saber que lo he hecho por ti, por protegerte…
–¿Entonces reconoces haber contratado a Thor para acosarnos, a
Amandine y a mí? ¿Reconoces haber amenazado a la mujer a la que quiero,
haber utilizado el nombre de mi prometida difunta, todo ello para
separarnos?
–Sí… fui yo…, admite en un respiro.
–¿Por qué mamá, por qué? ¡No lo entiendo! ¿Qué le reprochas a
Amandine? ¿No ves que me quiere con todo su corazón y que me ha hecho
revivir, que es la única que ha logrado destronar a Eleanor? ¿No quieres
verme feliz?
–Sí, pero tengo miedo de que sepas la verdad… y que me odies.
–¿De qué me hablas?
–…
–¡Prudence!
–Eleanor está viva.
Continuará...
¡No se pierda el siguiente volumen!
En la biblioteca: