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Andy Durgan

Comunismo, revolución y movimiento


obrero en Catalunya 1920-1936
Los orígenes del POUM.

Versión revisada y actualizada del libro B.O.C. 1930-1936. El Bloque Obrero y Campesino
(Laertes, Barcelona 1996).
Índice
Agradecimientos.......................................................................................................................... 1
Abreviaturas ................................................................................................................................ 2
Introducción ................................................................................................................................ 4
1. El Comunismo Catalán 1920-1930 ......................................................................................... 7
Comunismo y sindicalismo revolucionario 1920-1924 .......................................................... 7
Los orígenes de la disensión.................................................................................................. 21
El Bloque Obrero y Campesino. ........................................................................................... 29
2. Revolución y República 1930-1932...................................................................................... 35
La revolución democrática. ................................................................................................... 35
El partido ausente. ................................................................................................................. 45
Liberación nacional. .............................................................................................................. 61
3. Campesinos, Obreros y el Frente Único. El BOC y la República 1932-1933 ...................... 74
La Revuelta Agraria. ............................................................................................................. 74
El BOC, el anarcosindicalismo y los sindicatos.................................................................... 86
El Frente Único. .................................................................................................................. 106
Las elecciones de noviembre de 1933................................................................................. 120
4. 1934: La Alianza Obrera ..................................................................................................... 132
En busca de la unidad obrera............................................................................................... 132
Cataluña y Madrid: ¿desafío o sometimiento?.................................................................... 151
Octubre rojo......................................................................................................................... 162
5. 1935: Unidad marxista. ....................................................................................................... 179
Hacia la segunda revolución. .............................................................................................. 179
Las alianzas obreras en 1935............................................................................................... 190
Partido Obrero de Unificación Marxista. ............................................................................ 196
El POUM, la izquierda socialista y la unidad revolucionaria ............................................. 216
6. 1936: Revolución o contrarrevolución................................................................................ 221
El Frente Popular................................................................................................................. 221
La construcción del partido revolucionario......................................................................... 234
Federación Obrera de Unidad Sindical. .............................................................................. 254
La tormenta inminente. ....................................................................................................... 277
7. Características políticas y composición social de un partido comunista disidente ............. 286
Apéndices ................................................................................................................................ 299
1. Militancia de la FCC-B. 1929 ......................................................................................... 299
2. Militancia del BOC. 1934 ............................................................................................... 300
3. El BOC y el POUM en Cataluña 1931-36 ...................................................................... 301
4. Sindicatos afines al BOC y POUM 1931-1936............................................................... 310
5. La unió provincial agraria de Lleida 1934-1936............................................................. 316
6. El BOC, la ICE y el POUM. Su implantación fuera de Cataluña 1931-1936................. 318
7. Resultados electorales del BOC 1931-1934.................................................................... 322
8. La dirección política del BOC y del POUM 1932-1935................................................. 329
9. Prensa del PCC, FCC-B, BOC y POUM. 1929 – Julio 1936 ......................................... 332
Fuentes consultadas................................................................................................................. 335
1

Agradecimientos
Deseo hacer constar mi agradecimiento al personal de todos los archivos y bibliotecas
consultados, sobre todo al del Institut Municipal d'Història de la Ciutat de Barcelona, del
Centre d'Estudis Històrics Internacionals (Barcelona), del Centre d'Estudis d'Història
Contemporánia (Barcelona) y del Archivo del Comité Central del Partido Comunista de
España.
A lo largo de toda mi investigación conté con la ayuda inestimable de antiguos militantes del
BOC y del POUM (la lista completa aparece en la página 369) quienes me suministraron una
información valiosísima. Doy las gracias de un modo especial a Manuel Alberich por
permitirme consultar los documentos en su posesión, y también a Francesc de Cabo, Josep
Coll, Miguel Gayolà, Wilebaldo Solano y Joan Soler.
Debo manifestar mi reconocimiento a Paul Preston, quien dirigió con pericia la tesis doctoral
que dio origen a esta obra, con Pelai Pagès y Reiner Tosstorff, por su ayuda constante y sus
útiles sugerencias.
Un agradecimiento especial a Inés Caravia y a Antonio Saura por su concienzuda y exhaustiva
labor de traducción y por sus valiosas sugerencias para el mejoramiento del texto. Doy
también las gracias a Raquel Gomensoro por su generosa ayuda en la elaboración del índice
onomástico de la versión editada.
Doy muchas gracias a Martin Fahlgren por todo su imprescindible ayuda en la preparación de
esta nueva edición.
2

Abreviaturas
ACR Acció Catalana Republicana
ASA Acció Social Agrària
BIUSR Buró Internacional de Unidad Socialista Revolucionaria
BOC Bloque Obrero y Campesino
CADCI Centre Autonomista de Dependents de Comerç i Indústria
CEIC Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista
CEDA Confederación Española de Derechas Autónomas
CGTU Confederación General del Trabajo Unitario
CNT Confederación Nacional del Trabajo
CSR Comités Sindicalistas Revolucionarios
ECPP Estat Català Partit Proletari
ERC Esquerra Republicana de Catalunya
FAI Federación Anarquista Ibérica
FCC-B Federación Comunista Catalano-Balear
FCI Federación Comunista Ibérica
FET Federació d'Empleats i Tècnics
FJS Federación de los Juventudes Socialistas
FNTT Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra
FOUS Federación Obrera de Unidad Sindical
FPTT Federació Provincial de Treballadors de la Terra
FSL Federación Sindicalista Libertaria
FUTM Frente Único de Trabajadores Mercantiles
IC Internacional Comunista
ICE Izquierda Comunista de España
IJC Internacional Juvenil Comunista
ILP Independent Labour Party
ISR Internacional Sindical Roja
JCI Juventud Comunista Ibérica
JSU Juventudes Socialistas Unificadas
LCI Liga Comunista Internacionalista
OCE Oposición Comunista de España
OSR Oposición Sindical Revolucionaria
PCC Partit Comunista Català
PCdeC Partit Comunista de Catalunya
PCE Partido Comunista de España
PCF Parti Communiste Français
PCP Partit Català Proletari
POUM Partido Obrero de Unificación Mancista
PSOE Partido Socialista Obrero Español
PSUC Partit Socialista Unificat de Catalunya
UJC Unión de Juventudes Comunistas
UGSOC Unió General de Sindicats Obrers de Catalunya
UGT Unión General de Trabajadores
UPA Unió Provincial Agrària
UdeR Unió de Rabassaires
3

Abreviaturas en las notas


ACCPCE Archivo del Comité Central del Partido Comunista de España
CEHI Centre d'Estudis Històrics Internacionals
FPI Fundación Pablo Iglesias
IMHB Institut Municipal d'Història, Barcelona
4

Introducción
A principios de los años treinta el movimiento comunista internacional se encontraba en crisis;
el persistente empuje de la socialdemocracia, el aislamiento de la URSS y el ascenso del
fascismo fueron los factores que contribuyeron a socavar la influencia de los comunistas. Al
alejarse la perspectiva de una revolución mundial, el movimiento quedó en un estado de total
dependencia de la URSS; los intereses del estado soviético determinaban las actividades de los
comunistas en el mundo entero. Los métodos burocráticos y la disciplina acrítica se fueron
imponiendo progresivamente.
Muchos comunistas se oponían a lo que consideraban que era un proceso de degeneración de
los ideales de la revolución bolchevique. Algunos abandonaron el movimiento comunista,
mientras que otros formaron nuevos grupos independientes que rechazaron la tutela de Moscú.
En los años treinta surgieron muchas organizaciones comunistas disidentes de esta índole,
sobre todo en Europa. La mayoría eran grupos pequeños que generalmente carecían de una
implantación importante.
Una excepción la constituyó el Bloque Obrero y Campesino (BOC), formado por comunistas
catalanes en 1931 1 . Cuatro años más tarde el BOC iba a confluir con una organización
procedente del trotskismo, la Izquierda Comunista de España (ICE), en un nuevo partido
marxista independiente, el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), el grueso de la
militancia del cual procedió del BOC. Aunque el objetivo tanto del BOC como del POUM era
el de transformarse en partidos de ámbito estatal, ambos estuvieron implantados casi
exclusivamente en Cataluña, donde, antes de la guerra civil, se convirtieron sucesivamente en
los principales partidos obreros. Por consiguiente, las condiciones en las que estos comunistas
disidentes trataron de organizarse estuvieron en gran parte determinadas por las peculiaridades
sociales y políticas catalanas en el período que se estudia.
En 1930, Cataluña era la zona más industrializada de España y en ella se concentraba
alrededor del 40% del proletariado de todo el país. Desde el siglo XIX, Cataluña había sido
uno de los principales focos de conflictos sociales en la península; con razón Engels había
descrito a Barcelona, su capital, como una de las ciudades más revolucionarias de Europa. En
los años previos a la guerra civil española, los conflictos políticos y sociales volvieron a
estallar en Cataluña. Debido a su implantación en esta región y pese a que nunca se
transformaron en verdaderos partidos de masas, el BOC y el POUM lograron influir, aunque
de modo limitado, en el curso de los acontecimientos.
El pensamiento marxista en España nunca había conocido un gran florecimiento. El Partido
Socialista Obrero Español (PSOE) no había podido desarrollar más que una interpretación
poco elaborada de los postulados políticos y teóricos de la Segunda Internacional. Los
comunistas españoles tampoco contribuyeron mucho a mejorar este pobre patrimonio
ideológico, hasta que surgieron, en los años treinta, los grupos disidentes.
Los marxistas en España se enfrentaban, además, a un poderoso rival revolucionario: el
anarcosindicalismo. En los últimos treinta años del siglo XIX las ideas anarquistas se habían
difundido, sobre todo, en las zonas rurales del sur. El sindicalismo, posteriormente, dotó a los

1
Los principales trabajos aparecidos sobre el BOC son Alba, El marxisme a Catalunya. tomo I Història del BOC
(Barcelona 1974); V. Alba, El marxismo en España tomo I, (México 1974); F. Bonamusa, El Bloc Obrer i Cam-
perol (1930-1932) (Barcelona 1974); J. Barrull, El Bloc Obrer i Camperol (Lleida, 1919-1937) (Lleida 1990).
5

anarquistas de una orientación estratégica nueva y dinámica que cristalizó, en 1910, en la


creación de la central sindical anarcosindicalista, la Confederación Nacional del Trabajo
(CNT).
Como consecuencia de la primera guerra mundial y de la Revolución rusa, en España, al igual
que en muchos otros países europeos, estallaron conflictos sociales a lo largo de toda su
geografía. Sin embargo, a diferencia de sus correligionarios de Alemania, de Francia y de
algunas zonas de Europa central, los comunistas españoles participaron muy poco en esos
conflictos.
Fue la CNT la que en muchos lugares encauzó el descontento obrero. Cuando los comunistas
lograron organizar a sus escasas fuerzas, la agitación revolucionaria en la península había
comenzado a disminuir.
El recién fundado Partido Comunista de España se encontró en una posición extremadamente
minoritaria frente a sus rivales anarcosindicalistas, particularmente en Cataluña, uno de los
principales focos de agitación revolucionaria entre 1918 y 1921. En este período un grupo
reducido de simpatizantes de la revolución bolchevique trató de implantarse en Cataluña. La
debilidad de este grupo, la instauración de la dictadura de Primo de Rivera y la desintegración
casi total del PCE dificultaron enormemente esa tarea. Fue únicamente después de romper con
el partido “oficial” dirigido desde Madrid cuando los comunistas catalanes lograron aumentar
su influencia.
El análisis político desarrollado por los comunistas disidentes durante la segunda República
marca un notable contraste con la histórica pobreza teórica que había caracterizado al
marxismo español. La obra de Joaquín Maurín, dirigente del BOC, y la de Andreu Nin,
constituyen, pese a sus limitaciones, la única verdadera escuela de pensamiento marxista que
hubo en España antes de la guerra civil; en palabras de un historiador: “durante los años de la
segunda República, en Cataluña el pensamiento marxista se desarrolló probablemente hasta un
nivel nunca antes alcanzado en España”. 2 La historia del BOC y del POUM también la
historia de la evolución política de Maurín, caracterizado en 1933 por uno de sus camaradas
como “el mejor orador político de Cataluña”, y por un historiador contemporáneo como una
persona en quien confluían todas las características de “los comunistas de más valor”. 3 Maurín
tuvo una influencia decisiva en ambos partidos. Sin embargo, el objetivo de este estudio no es
escribir una biografía política de Maurín, sino situar sus ideas en su contexto social y político. 4

2
P. Heywood, Marxism and the failure of organised Socialism in Spain 1879-1936 (Cambridge 1990), p.135.
3
J. Miravitlles, El ritme de la revolució (Barcelona 1933) p.126; R. Vinyes i Ribes, La Catalunya Internacional
(Barcelona 1983) p.237. Víctor Alba, antiguo militante del BOC y del POUM, describe los mítines dado por
Maurín como “electrizantes”, Sìsif i el seu temps. I-Costa avall (Barcelona 1990), p.88.
4
Los principales trabajos de Maurín fueron, Los Hombres de la Dictadura (Barcelona 1930, reeditado en
Barcelona en 1977), La revolución española (Barcelona 1931, reeditado en Barcelona en 1977), y Hacia la
Segunda Revolución (Barcelona 1935), reeditado como Revolución y contrarrevolución en España (París 1966);
se pueden encontrar otros de sus escritos recopilados en V. Alba (ed.), La Nueva Era. Antología de una revista
revolucionaria. 1930-36 (Madrid 1977); V. Alba (ed.), La revolución española en la práctica. Documentos del
POUM (Madrid 1977) y A. Balcells, El arraigo del anarquismo en Cataluña. Textos de 1926-1934 (Madrid
1977); J. Maurín, ¿Socialismo o fascismo? Joaquín Maurín y la revolución española 1934-1936 (Zaragoza
2011). Para un estudio biográfico sobre Maurín véase, V. Alba, El marxisme a Catalunya 1919-1939. Tomo IV.
Joaquím Maurín (Barcelona 1975); V. Alba, Dos Revolucionarios. Andreu Nin. Joaquín Maurín (Madrid 1975)
pp.13-320; A. Monreal, El pensamiento político de Joaquín Maurín (Barcelona 1984); L. Rourera Farré, Joaquín
Maurín y su tiempo (Huesca 1992); A. Bonson, Joaquín Maurín: el impulso moral de hacer política (Huesca
1995); VV.AA Joaquim Maurín (Barcelona 1998); Y. Riottot, Joaquín Maurín. La utopía desarmada (Zaragoza
2004); A. Clavería, Maurín. De Huesca a Nueva York. La revolución interrumpida (Sariñena 2010).
6

Así, en este estudio analizaremos, en primer lugar, la evolución del BOC, y posteriormente la
del POUM, y especialmente en relación con el movimiento obrero en Cataluña durante los
años previos a la guerra civil.
7

1. El Comunismo Catalán 1920-1930


Comunismo y sindicalismo revolucionario 1920-1924
Después de la primera guerra mundial y de la Revolución rusa se generalizaron en gran parte
de Europa conflictos sociales. España no fue una excepción; los principales centros de
agitación fueron la Andalucía rural y la Cataluña industrial. En circunstancias similares,
habían comenzado a sentarse en Europa las bases de los nuevos partidos comunistas.
En el movimiento obrero español la Revolución rusa gozó de un amplio apoyo, tanto entre los
socialistas como entre los anarcosindicalistas. No obstante, los futuros dirigentes del Partido
Comunista de España surgieron, casi exclusivamente, de las filas del Partido Socialista Obrero
Español (PSOE). 1 Después de la fundación en Moscú de la Internacional Comunista (IC) en
1919, en el seno del PSOE comenzó un enconado debate acerca de si el partido debía alinearse
con la nueva organización internacional. Impacientes por la reticencia de la mayoría de los
socialistas a abandonar la Segunda Internacional, los procomunistas más radicales, principal-
mente agrupados en la Federación de Juventudes Socialistas, rompieron con el PSOE, en abril
de 1920, para formar el Partido Comunista Español. Los simpatizantes comunistas más
cautelosos prosiguieron su lucha dentro del PSOE durante un año más, antes de abandonarlo
para fundar el Partido Comunista Obrero Español (PCOE). El hecho de haber permanecido en
el PSOE acarreó a los militantes del nuevo partido el desprecio y la desconfianza de los
jóvenes y entusiastas militantes del Partido Comunista Español. 2
La existencia en España de dos facciones comunistas pequeñas y enfrentadas entre sí llevó a
que la IC tratase de imponerles la unificación. Los dos partidos llegaron a una tregua tensa y
en noviembre de 1921 ambas se unificaron y fundaron el Partido Comunista de España (PCE).
Pese a las agitaciones que habían sacudido al país desde 1917 y al amplio apoyo del que
gozaba la Revolución rusa, el recién unificado Partido Comunista contaba con tan sólo 1.200
militantes. 3 Frente a ello, el PSOE tenía en 1923 8.215 afiliados. 4 Además, en Andalucía y en
Cataluña, principales centros de actividad revolucionaria, el PCE reclutó pocos militantes. La
única zona con una implantación comunista de cierta importancia iba a estar, en este primer
momento, en el norte: en Asturias y sobre todo en Vizcaya.
Varias razones explican por qué los comunistas españoles fracasaron en su intento de construir
un partido de masas en unas circunstancias que, aparentemente, les eran favorables. La misma
ineptitud de los comunistas, sobre todo el sectarismo ultraizquierdista del Partido Comunista
Español, entorpeció sus esfuerzos para ganarse el apoyo de las masas; pero el principal
obstáculo para su proyecto fue el mantenimiento de la implantación de los socialistas y de los
anarcosindicalistas. Debido a que España no había intervenido en la primera guerra mundial,
los socialistas españoles no sufrieron la pérdida de credibilidad que afectó a algunos de los
partidos socialistas europeos por haber apoyado el esfuerzo bélico de sus respectivos

1
Sobre los orígenes y primeros años del comunismo en España, véase L. Portela, “El nacimiento y los primeros
pasos del movimiento comunista en España”, Estudios de Historia Social núm. 14, Madrid, julio – septiembre
1980; G. Meaker, The Revolutionary Left in Spain 1914-1923 (Stanford 1974); P. Pagès, Historia del Partido
Comunista de España (Barcelona 1978).
2
Sobre el Partido Comunista Español véase Portela… y Luis Arranz, “Los “Cien Niños” y la formación del
PCE”, Para una historia del P. C.E. (Madrid 1980) pp.85-104.
3
J. Bullejos, La Comintern en España (México 1972) p. 27.
4
M. Tuñón de Lara, El movimiento obrero en la historia de España (Madrid 1977) tomo II, p 354.
8

gobiernos. Además, el PSOE conservaba en cierta medida una imagen izquierdista, en parte
debido a que se hallaba casi totalmente excluido de la vida política institucional. Pero mayor
impedimento fue la existencia de una alternativa revolucionaria de masas ajena al comunismo:
el anarcosindicalismo.
Cataluña constituía la base más importante de los anarcosindicalistas. La industria catalana se
había beneficiado bastante de la apertura de nuevos mercados durante la guerra. El boom
económico, consecuencia del acceso a esos nuevos mercados, llevó no sólo a un importante
aumento de la producción, sino también a una significativa expansión de la clase obrera. Entre
1910 y 1920 más de 200.000 personas emigraron a Cataluña desde otras partes de España;
poco después la población inmigrada llegó a constituir 10% de la población total. La mayoría
de los que llegaron se establecieron en Barcelona, adonde también seguían afluyendo de forma
ininterrumpida antiguos campesinos de las zonas rurales de Cataluña.5 El aumento de los
beneficios de la industria había acrecentado la capacidad de los obreros de arrancar
concesiones a los patrones. En ese contexto, los sindicatos anarcosindicalistas de la CNT
habían logrado ganarse una implantación importante entre los trabajadores catalanes, sobre
todo en Barcelona. La contracción del mercado laboral europeo que tuvo lugar después de la
primera guerra mundial pronto desencadenó una crisis en Cataluña y en el resto de España. El
descenso de los salarios, junto con el aumento del paro, y el ejemplo de Rusia, así como
también el de otros movimientos revolucionarios en Europa, provocaron el estallido del
descontento social en el país. Además, el descenso de los beneficios hizo que los patrones se
decidiesen a poner fin al clima de relativa tolerancia del que habían gozado los sindicatos
durante el “boom”. En Cataluña la concentración industrial por un lado, y la creciente fuerza
del anarcosindicalismo por otro, crearon una situación explosiva; la agitación alcanzó su punto
culminante en 1919 con la importante huelga de los trabajadores de la compañía hidroeléctrica
anglo-canadiense, más conocida como “La Canadiense”. Las huelgas de solidaridad y otros
conflictos laborales contribuyeron a un notable aumento del prestigio de la CNT en Cataluña,
cuyos afiliados pasaron de 75.0000 a 350.000 en un año. 6
En este contexto un puñado de militantes comenzó a establecer las bases de la primera
organización comunista de Cataluña. Sus esfuerzos, sin embargo, tuvieron muy poca relación
con las actividades del PCE y de sus predecesores. Un pequeño grupo de militantes del PSOE
catalán, principalmente de Reus, se había integrado en el Partido Comunista Español. Aparte
de este grupo, el PC Español sólo contaba con una pequeña sección en Barcelona y con unos
pocos militantes desperdigados por otras zonas de Cataluña. 7 Algunos nacionalistas y
republicanos de izquierda también cortejaron al comunismo en este período. Entre éstos el
caso más significativo fue el del abogado Francesc Layret, conocido por defender a militantes
detenidos de la CNT, quien, con el apoyo de Lluís Companys, también abogado y futuro jefe
de gobierno de Cataluña, consiguió a finales de 1919 que el Partit Republicá Català se
adhiriese a la Internacional Comunista. Esta decisión tuvo pocos resultados, aparte de

5
J. Termes, La immigració a Catalunya i altres estudis d'història del nacionalisme català (Barcelona 1984)
pp.192-193.
6
M. Buenacasa, El movimiento obrero español 1886-1926 (Madrid 1977), pp.164-165.
7
Al grupo de Reus perteneció el futuro dirigente local del BOC, Francesc Olivé (véase J. Banqué, “Memórias.
Comunistes i catalans [extractes]”, Nous Horitzons núm. 23, México 1971); en el congreso extraordinario del
PSOE de abril 1921 los delegados de Mataró votaron en favor de afiliarse la IC, pero no ingresaron en el PCOE
(J.L. Martín i Ramos, Els orígens del Partit Socialista Unificat de Catalunya [1930-1936] Barcelona 1977, p.26
n); también es posible que se constituyese un núcleo del Partido Comunista Español en Olot promovido por otro
futuro dirigente local del BOC, Pelegrí Serrat.
9

desencadenar una crisis en el seno del mismo partido republicano. 8 El asesinato de Layret a
manos de los Sindicatos Libres, un año más tarde, truncó su posible trayectoria de
acercamiento a los comunistas. Otro ejemplo lo constituye el de Martí Vilanova, un conocido
nacionalista de izquierda de la ciudad de Figueres, principal impulsor del periódico Renovació
Social, que en diciembre de 1921 declaró su apoyo a la IC. 9
El grupo procomunista más importante de Cataluña iba a surgir del seno de la CNT y sin
vinculación alguna con el partido comunista. El origen sindicalista de este grupo, así como las
características específicas del movimiento obrero en Cataluña, lo diferenciarán del resto del
comunismo español. El elemento aglutinador original de estos militantes procomunistas fue,
como sucedió en otros muchos países, el apoyo a la Revolución rusa. Al principio, los aconte-
cimientos de Rusia causaron una honda impresión y simpatía en muchos anarcosindicalistas
españoles. Tanto que, al carecer de información detallada acerca de la revolución, tendían a
caracterizar a los bolcheviques como si fuesen de alguna manera anarquistas, y calificarse a sí
mismos de ‘verdaderos bolcheviques”. 10 En España el entusiasmo por el experimento ruso era
probablemente más acusado entre los anarcosindicalistas que entre los socialistas, pero
quienes apoyaban a la IC se preocuparon más de dividir al PSOE que de trabajar dentro de la
CNT. Esta inicial falta de visión política de los comunistas españoles y de sus consejeros de la
IC es otra razón que explica la incapacidad del PCE para lograr que los trabajadores
abandonasen el anarcosindicalismo para unirse a sus filas.
Las repercusiones que tuvo la Revolución rusa en la CNT se hicieron sentir con mayor
contundencia en el tumultuoso Segundo Congreso de la organización, celebrado en diciembre
de 1919 en el Teatro de la Comedia de Madrid. La Confederación había crecido enormemente
durante el año precedente – pronto iba a contar con más de un millón de militantes en toda
España – y sobre los debates desarrollados en el congreso planeaba la convicción de una
próxima victoria de la revolución social. En este ambiente radicalizado, el valenciano Hilario
Arlandis, quien posteriormente llegó a ser dirigente comunista, propuso la “adhesión
provisional” a la recién fundada Internacional Comunista, propuesta que fue apoyada por una
mayoría abrumadora de los participantes en el congreso. Parecía que el comunismo
comenzaba a adquirir una importante influencia entre los sectores más combativos del
movimiento obrero español. Este entusiasmo por la revolución bolchevique reflejaba no sólo
la radicalización social producida en España, sino también una comprensión muy tenue de lo
que realmente estaba sucediendo en Rusia. La crisis del movimiento revolucionario español,
así como el curso de los acontecimientos en la URSS, no iban a tardar en decantar la situación
en contra de los simpatizantes comunistas integrados en la CNT.
Sin embargo, en un primer momento el declive de la CNT en Cataluña, ocurrido en 1921,
permitió que los elementos procomunistas de los sindicatos aumentasen su influencia en
Cataluña. Poco después de la derrota de una serie de huelgas durante 1920, el gobierno otorgó
al nuevo gobernador militar de Cataluña, el general Severiano Martínez Anido, carta blanca
para ocuparse de los anarcosindicalistas. Además de proscribir a la Confederación, las
autoridades colaboraron en la creación de los llamados Sindicatos Libres para contrarrestar la
influencia de la CNT. Comenzó así una guerra abierta de los Libres contra los

8
S. Alberti, El republicanisme català i la restauració monárquica (1875-1923) Barcelona 1972, p.468; Meaker
p.334.
9
J. Miravitlles, El ritme de la revolució pp.12-14.
10
Buenacasa p.70. Véase también, Carlos Forcadell, Parlamentarismo y bolchevización (Barcelona 1978) pp.
257-264.
10

anarcosindicalistas. Pistoleros a sueldo asesinaron a muchos dirigentes de la CNT, lo que


provocó la respuesta de los grupos anarquistas, que a su vez asesinaron a patrones,
funcionarios gubernamentales, policías y otros elementos. Cada vez más la acción de masas
iba dejando paso al terrorismo individual. En estas circunstancias, militantes menos conocidos,
algunos de los cuales estaban muy próximos a los ideales de la revolución bolchevique,
reemplazaron a los muchos dirigentes de la CNT que se encontraban encarcelados o que
habían sido asesinados.
Entre estos activistas destacaba un joven maestro aragonés, Joaquín Maurín. 11 Maurín había
militado en el movimiento republicano antes de que, influenciado por la Revolución rusa,
pasase a las filas del sindicalismo, en el invierno de 1917-1918. 12
En 1920, después de haber realizado el servicio militar, Maurín retornó a su antiguo puesto de
maestro en Lleida, donde fue elegido secretario de la Federación Provincial de la CNT y
nombrado redactor jefe del órgano de la Federación Local de Lleida, Lucha Social. 13 Pronto
este periódico se convirtió en el catalizador de las tendencias probolcheviques dentro de la
CNT, y alrededor de la publicación se congregó un grupo de hábiles militantes que se
describían a sí mismos como “sindicalistas revolucionarios”. Lucha Social, sin embargo, no
profesó un entusiasmo exento de críticas hacia la Revolución rusa, aunque Maurín la hubiese
descrito a mediados de 1920 como “el acontecimiento más trascendente de toda la historia de
la humanidad”. 14 Los sindicalistas revolucionarios estaban muy influenciados por el
pensamiento de Georges Sorel, más que por el marxismo; de Sorel tomaban el concepto de la
“violencia revolucionaria colectiva” que se veía, según Maurín y sus seguidores, claramente
reflejado en la victoria bolchevique. La primera discrepancia de este grupo con los
bolcheviques surgió a raíz del papel de los soviets, considerados por los sindicalistas
revolucionarios como los organismos idóneos para tomar el poder pero no así para organizar la
economía, tarea que en su opinión les correspondía a los sindicatos.
El principal bastión de los sindicalistas revolucionarios estaba en Lleida. Esta ciudad siempre
había sido un centro de las tendencias socialistas del movimiento obrero catalán, que gozaban
aquí de mayor implantación que el anarquismo. A través de la intensa actividad desarrollada
por Maurín, la CNT se organizó rápidamente en muchas localidades de las comarcas leridanas.
El proselitismo de los sindicalistas revolucionarios de Lleida en este período allanó el camino
que llevó a la posterior influencia comunista en la zona. 15 La contribución personal de Maurín
a este proceso fue de tal envergadura que, más tarde, los anarquistas bautizaron
despectivamente a Lleida como “Mauringrado”. Sin embargo, el movimiento obrero de la
zona era muy reducido y, comparado con el número total de afiliados de la CNT, el grupo que
11
Maurín nació en Bonanza, Huesca en 1896; véase también nota 4 de la Introducción.
12
Maurín dio su primera conferencia sobre la Revolución rusa en el Centre Obrer de Lleida con motivo del
primer aniversario de la victoria bolchevique, la conferencia; según Pere Bonet, fue “un verdadero
acontecimiento político”, P. Bonet, “En la muerte de Joaquín Maurín”, La Batalla diciembre 1973.
13
El primer número de Lucha Social apareció el 27 de septiembre 1919. Maurín fue elegido como Secretario
Provincial en una reunión de la Federación Provincial de Sindicatos Obreros con la presencia, además de Maurín,
de los militantes más prosoviéticos y futuros dirigentes del BOC: Pere Bonet, Francesc Colomer, Joan Farré,
Tomás Pàmies y Francesc Pelegrí; también participó Andreu Nin como invitado; F. Aisa, El laberint roig. Víctor
Colomer i Joaquim Maurín, mestres i revolucionaris (Lleida 2005) pp.44-5.
14
J. Maurín, “La Revolución rusa ante el sindicalismo”, Lucha Social 24.7.20.
15
Entre los 48 pueblos donde se sabe que hubo suscriptores de Lucha Social estaban la mayoría de aquellos
donde el BOC iba a tener una cierta influencia durante la República: Alfarràs, Almatret, Almenar, Balaguer, Les
Borges Blanques, La Fuliola, Golmés, Ivars d'Urgell, Llardecans, Maials, Seròs, Tàrrega y Torrelameu, entre
otros.
11

apoyaba a Lucha Social constituía tan sólo una “ínfima minoría”. 16 En el resto de España,
existían también grupos de sindicalistas revolucionarios en Asturias y en el País Valenciano,
muchos de cuyos miembros iban a ser los primeros militantes comunistas en esas regiones.
En la primavera de 1921, la influencia de los sindicalistas revolucionarios dentro de la CNT
aumentó con la incorporación de dos destacados dirigentes de esta corriente a órganos
directivos relevantes de la Confederación. Maurín se integró en el Comité Regional de
Cataluña y otro decidido defensor de la Revolución rusa, Andreu Nin 17 , se convirtió en
secretario del Comité Nacional, en sustitución de Evelio Boal, que había sido detenido. Por
esas fechas, el gobierno suspendió la publicación del periódico de la CNT, Solidaridad
Obrera, por lo que Lucha Social se convirtió en el principal órgano de la Confederación en
Cataluña y comenzó a circular por toda España. Aunque Nin y Maurín habían coincidido en el
congreso de la CNT celebrado en Madrid, no se conocieron hasta finales de 1920, cuando Nin
participó en unas reuniones cuyo objetivo era ayudar a organizar la CNT en Lleida.18 A partir
de ese momento ambos se dedicaron conjuntamente a aumentar la influencia del sindicalismo
revolucionario dentro de la CNT y rápidamente se iban a convertir en dos de las
personalidades más importantes tanto del comunismo catalán como del español. El 28 de abril
de 1921, durante la reunión del Pleno Nacional de la Confederación, surgió la oportunidad de
fortalecer aún más la posición de los sindicalistas revolucionarios: el Pleno decidió enviar una
delegación al congreso fundacional de la Internacional Sindical Roja (ISR o Profintern),
internacional sindical comunista, que iba a celebrarse en Moscú en julio de ese año. Cuatro
destacados sindicalistas procomunistas fueron elegidos como representantes de la CNT en ese
congreso: Maurín, Nin, Arlandis y el asturiano Jesús Ibáñez. Es probable que Arlandis e
Ibáñez ya estuviesen afiliados al Partido Comunista cuando viajaron a Moscú. 19 Más adelante,

16
J. Maurín, El Bloque Obrero y Campesino (Barcelona 1932), p.19. En 1919, la CNT tenía 1 810 afiliados en las
comarcas de Lleida (M. González Urien y F. Revilla González, La CNT a través de sus congresos [México 1981]
p.298). En 1922 la CNT leridana afirmó contar con 25 secciones (Acción Sindicalista 18.11.22).
17
Nin, quien — al igual que Maurín — era maestro de profesión, había iniciado su actividad política como
afiliado de la Unió Federal Nacionalista Republicana en 1911. En 1913 se había afiliado al Partido Socialista y en
1918 ingresó en la CNT, influenciado, como muchos jóvenes activistas en aquel entonces, tanto por el gran
aumento de luchas obreras en Catalunya como por los acontecimientos de Rusia. Sobre la vida y trabajo político
de Nin véase, V. Alba, El marxisme a Catalunya 1919-1939 Tomo. III: Andreu Nin (Barcelona 1974) y Dos
Revolucionarios... pp.323-544.; F. Bonamusa, Andreu Nin y el movimiento comunista en España (1930-1937)
(Barcelona 1977); P. Pagès, Andreu Nin Una vida al servicio de la clase obrera (Barcelona 2011).
18
Según relata Maurín, conoció a Nin durante el Segundo Congreso de la CNT en 1919 (véase J. Maurín, “El II
Congreso de la CNT”, CNT núm.39, México, febrero-marzo 1960); pero según el propio Nin, en su prólogo a la
edición rusa del folleto de Maurín sobre el anarcosindicalismo en España (J. Maurín, Anarkosindikalizm Ispanii
[Moscú 1925]), se conocieron a finales del 1920 durante una campaña de reclutamiento de la CNT en Lleida (el
autor agradece a Reiner Tosstorff esta última información.)
19
Según Luis Portela (“El nacimiento...” p.202), Arlandis se afilió al Partido Comunista Español en 1920; esta
información se confirma en un informe sobre los orígenes políticos de la dirección del Partit Comunista de
Catalunya en 1934 (véase “Buró Político del Comité Central del Partit Comunista de Catalunya” 13.9.34.
[ACCPCE]) . Es acaso significativo que la fecha de su afiliación al PCE aparece escrita originalmente como 1923
y rectificada encima como 1920. Según Julián Gorkin (El revolucionario profesional [Barcelona 1975] p.59), que
colaboró con él en la constitución del PCE en Valencia, Arlandis fue anarquista hasta su viaje a Moscú en 1921.
Tanto Alfred Rosmer como Joaquín Maurín han relatado como, durante el congreso de la ISR, Arlandis estuvo al
principio en contra del establecimiento de cualquier vínculo entre la nueva internacional sindical y la IC, lo que
puede hacer pensar que entonces no era comunista (véase A. Rosmer, Lenin’s Moscow [Londres 1971] p.138; y
“Apéndice. Sobre el comunismo en España” en J. Maurín, Revolución y contrarrevolución en España pp.260-
261). Víctor Serge narra como Trotsky acusó a Arlandis de pequeñoburgués cuando el delegado español protestó
por la persecución de los anarquistas rusos (V. Serge, Memoires of a Revolutionary [Oxford 1975], p.142). Si
Arlandis era comunista en esta época, en todo caso su posición era crítica; así, en un mitin sobre la Revolución
12

el anarquista francés Gaston Leval fue incorporado a la delegación en representación de la


Federación de Grupos Anarquistas de Barcelona.
El principal debate que en el congreso enfrentó a las delegaciones comunistas con las no
comunistas (entre las que la cenetista era la más importante), giró alrededor de las relaciones
entre la ISR y la IC. Delegados sindicalistas revolucionarios y anarcosindicalistas se opusieron
con vehemencia a que la nueva internacional sindical estuviese subordinada a la IC.
Finalmente, se llegó a una solución de compromiso, aprobada por 287 votos a favor y 37 en
contra, que consistía en aceptar la cooperación entre las dos organizaciones para evitar el
peligro de una “doble dirección revolucionaria”. 20 Pese a que la delegación de la CNT intentó
aminorar el predominio comunista en la ISR, ello no la salvó de la ira de las secciones
anarcosindicalistas más tradicionales de la Confederación, cuya indignación iba en aumento
debido a los informes que daban cuenta de la persecución de los anarquistas rusos y de los
métodos dictatoriales adoptados por los bolcheviques. La misma legitimidad del apoyo dado a
la nueva Internacional se puso en tela de juicio cuando otro autoproclamado Pleno Nacional,
celebrado en Logroño en agosto de 1921, repudió la decisión de haber enviado una delegación
a Moscú. 21 No obstante, en un nuevo pleno celebrado en Lleida dos meses más tarde, Maurín
logró que se aprobase un informe preliminar de las actividades de la delegación en Moscú.
También se acordó postergar la decisión final acerca de cual debería ser la relación entre la
CNT y la ISR hasta después de que se hubiese consultado a los afiliados. Desde ese momento
en la prensa de la CNT se desarrolló un encendido debate acerca del apoyo a la ISR y de la
legitimidad de los varios plenos celebrados. Lo significativo de este debate fue que reveló el
limitado apoyo del que gozaban los procomunistas dentro de la Confederación.
A través de las páginas de Lucha Social, los sindicalistas revolucionarios defendían la unión
de todas las tendencias revolucionarias, tanto dentro de la CNT como de la ISR. Asimismo,
acusaban a los anarquistas de querer establecer su propia dictadura dentro de los sindicatos y
de querer excluir a todos aquellos que discrepasen de su línea. Argumentaban los sindicalistas
revolucionarios que su propuesta no implicaba la subordinación a Moscú, sino alinearse con la
ISR y con todos aquellos que hubiesen demostrado de manera fehaciente que deseaban
derrotar al capitalismo. Quienes se negaron a aceptar estos planteamientos y se opusieron a la
ISR fueron acusados de alinearse con el reformismo. 22
Desafortunadamente para los sindicalistas revolucionarios, la mayoría de los militantes de la
CNT eran de tendencia marcadamente anarquista y tales argumentaciones no les
convencieron. No obstante, Maurín, gracias a su influencia personal, consiguió postergar la
decisión acerca de la afiliación internacional. Debido a que Nin se había quedado en Moscú

rusa en Alcoy (septiembre 1922) expresó públicamente su desacuerdo con la represión de la rebelión de
Kronstadt (Acción Sindicalista 29.9.22). David Ruiz se refiere a Ibáñez como un comunista que había colaborado
en el número del 15 de abril de 1920 del periódico de Mieres La Dictadura, defendiendo la dictadura del
proletariado (D. Ruiz, El movimiento obrero en Asturias [Madrid 1979] p.138n).
20
“El congreso de la ISR y los delegados de la CNT” Lucha Social 24.9.21; Acción Sindicalista 13.10.22. Según
Nin, 380 delegados, representantes de 41 países, y que representaban a quince millones de trabajadores, asistieron
al primer congreso (A. Nin, “Los sindicalistas revolucionarias y la Internacional Sindical Roja”, Lucha Social
29.10.21).
21
Buenacasa p.81. Es la única referencia a este pleno que se conoce; Pagès, Historia del Partido Comunista...
p.64.
22
A. Nin, “Los sindicalistas revolucionarios españoles y la Internacional” Lucha Social 11.6.21; La CNT y la
Confederación Regional de Trabajo de Cataluña, “A todos los trabajadores”, ibíd 19.11.21; J. Maurín, “La CNT
delante de la ISR. Las dos tendencias”, ibíd 10.12.21.
13

para trabajar en la ISR 23 , Maurín había sido nombrado provisionalmente secretario del Comité
Nacional de la CNT en su lugar. Sin embargo, en febrero de 1922 Maurín fue detenido,
víctima de la ola represiva contra el movimiento obrero que entonces se produjo, con lo cual
desapareció otro de las obstáculos a la posición anarquista.
El restablecimiento de las garantías constitucionales en abril de 1922, que permitió a la CNT
reanudar sus actividades con plena legalidad, también ayudó a que los anarquistas se
impusiesen nuevamente en la organización. Se daban ahora las condiciones para una
confrontación final con los procomunistas en la Conferencia Nacional de la CNT que se iba a
celebrar en Zaragoza en el mes de junio. El punto más importante a discutir eran las relaciones
con la IC y la ISR. Maurín permanecía en prisión y Nin en Moscú, por lo que sólo Arlandis
estuvo presente en la conferencia para exponer el punto de vista procomunista. Por otro lado,
Ángel Pestaña, el influyente dirigente de la CNT que había representado a la Confederación en
el Segundo Congreso de la IC (1920), había sido liberado y pudo participar en la conferencia
de Zaragoza, donde presentó un informe sumamente desfavorable de su viaje a Rusia. Excepto
las federaciones de Asturias, Lleida y algunas delegaciones locales menores 24 , el resto votó a
favor de una ruptura con Moscú. Lucha Social protestó, cuestionando la “representatividad” de
la conferencia, dado que la CNT catalana había sido en gran medida desarticulada en 1922 y
que los afiliados que aún quedaban en ella no habían sido consultados. 25 En la conferencia se
eligieron delegados para el congreso de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) —
la internacional anarcosindicalista— que iba a celebrarse en Berlín. En general, ya en 1922,
las perspectivas de crear una amplia base comunista en el seno de la CNT estaban en franco
retroceso.
La conferencia de Zaragoza marcó el final del breve romance entre los anarcosindicalistas y el
movimiento comunista internacional. Además, las circunstancias objetivas en España se
tornaban cada vez más desfavorables para los revolucionarios de todas las tendencias. La
represión contra el movimiento obrero, en parte provocada por las tácticas empleadas por los
mismos anarcosindicalistas, no había disminuido, y los sindicatos integrados en la CNT
estaban perdiendo rápidamente la influencia de la que habían gozado dos años antes. En tales
circunstancias parecía mucho más difícil que las aspiraciones del pequeño grupo de
simpatizantes comunistas que había en la CNT pudiesen materializarse.
Después del congreso fundacional de la ISR el proceso de acercamiento de los sindicalistas
revolucionarios al comunismo se había acelerado. En Lucha Social comenzaban a publicarse
artículos que defendían no sólo a la ISR, sino también a la Revolución rusa en su globalidad.
El creciente apoyo del que gozaba el comunismo entre los sindicalistas revolucionarios se
reflejó de manera clara en un largo folleto escrito por Maurín a principios de 1922, titulado El
sindicalismo a la luz de la Revolución rusa. Para Maurín, la experiencia de la Revolución rusa
hacía posible la elaboración de una nueva y definitiva teoría revolucionaria fundamentada en
los aspectos más positivos del sindicalismo, del anarquismo y del socialismo de estado.
Debido a que en ese entonces Maurín creía que “ningún otro país guardaba tantas similitudes
23
Nin fue falsamente acusado, durante su estancia en Moscú, de estar involucrado en la asesinato del primer
ministro Eduardo Dato, y fue detenido en Berlín cuando regresaba a España. Al quedar en libertad decidió volver
al URSS para evitar su encarcelamiento en España. Lucha Social (19.11.21.) culpó al periódico anarquista y anti-
ISR Nueva Senda de la detención de Nin, por revelar su presencia en la capital alemana.
24
Las de Gijón y La Felguera (“La conferencia sindicalista de Zaragoza” Lucha Social 24.6.22). Según J.
Banqué, la delegación de Reus también se opuso a la ruptura con Moscú.
25
“Manifiesto de la Internacional Sindical Roja. A todos los miembros de la Confederación Nacional del Trabajo
de España” Lucha Social 2.9.22.
14

con España como Rusia”, consideraba que lógicamente había mucho que aprender de la
experiencia bolchevique. Resulta paradójico que, posteriormente, Maurín criticase a aquellos
que establecían un paralelismo “grotesco” entre España y Rusia. 26 Partiendo del concepto
soreliano de la violencia colectiva, los sindicalistas revolucionarios españoles defendían con
ardor la necesidad de aplicar medidas coercitivas una vez que los obreros hubiesen alcanzado
el poder. Aceptaban, por consiguiente, la necesidad de la dictadura del proletariado, a la que
caracterizaban como la “concentración de la violencia revolucionaria”. A diferencia de Rusia,
las organizaciones revolucionarias obreras de masas que en España habrían de ejercer esta
dictadura debían ser los sindicatos de la CNT, y no los soviets. 27 Esta visión de los
fundamentos del poder revolucionario, típica del sindicalismo, llegó a convertirse en un tema
recurrente de los escritos de Maurín, incluso después de que hubiese aceptado casi todos los
puntos de la ortodoxia comunista. Arlandis iba a decir que esta visión de la CNT como base de
una futura dictadura del proletariado en España no era incompatible con la posición adoptada
por el congreso de la CNT de 1919, que defendía la necesidad de una “dictadura
revolucionaria de transición” ejercida por los sindicatos. 28 Los sindicalistas procomunistas
también criticaban el hecho de que en Rusia el partido se arrogase progresivamente la
representación de la clase obrera “en su totalidad” en el ejercicio del poder. Maurín describió a
la tendencia de Oposición Obrera del PC ruso como de “orientación sindicalista” debido a que
las críticas expresadas por dicha oposición eran similares a las de su grupo.
Maurín y sus camaradas afirmaban que la fuerza del sindicalismo revolucionario se debía a su
apertura: se trataba de una “doctrina en formación”, a diferencia de los “dogmas
preconcebidos” del anarquismo y del socialismo de la Segunda Internacional. Creían que el
sindicalismo revolucionario podía ser la clave para la consolidación de la revolución ya que,
aunque hubiesen tomado el poder, los bolcheviques carecían de la superestructura económica
revolucionaria que los sindicatos podían aportar. Por otra parte, el sindicalismo revolucionario,
como cuerpo teórico, podía fortalecerse gracias a las enseñanzas políticas de la experiencia
rusa. Para Maurín y su grupo la revolución bolchevique demostraba que la lucha puramente
económica contra la burguesía no era suficiente, sino que era necesario destruir todo el sistema
capitalista, en particular su maquinaria estatal. 29
En este período, los sindicalistas revolucionarios se encontraban aún en un proceso de
evolución hacia una visión comunista más coherente. Pese a las frecuentes referencias a la
Revolución rusa, en Lucha Social se citaba más a Sorel que a Lenin. No obstante, las
afirmaciones sobre la necesidad de alguna forma de partido revolucionario, una “unión de
combate” o “liga de proletarios revolucionarios” tal como lo describió Maurín en abril de
1922, significaban un mayor acercamiento de su facción a los comunistas. En Julio Maurín
escribió a Nin, ya en Moscu, sobre el desarrollo de la fracción sindicalista revolucionaria:
“Aquí con tacto y habilidad se puede hacer mucho .Tengo fe en que si en el momento
oportuno la IC nos presta apoyo, aquí podemos formar un PC formidable; las masa están
cansadas de anarquismo y estupideces”. 30

26
J. Maurín, La revolución española p.168.
27
Pere Bonet definió al sindicato único como “la más perfecta forma de organización” (P. Bonet, “Necesidad del
Sindicato Único de los Trabajadores”, Lucha Social 26.11.21).
28
H. Arlandis, “La delegación de la CNT en Moscú”, Lucha Social 8.4.22.
29
J. Maurín, El sindicalismo a la luz de la Revolución rusa (Lleida 1922) pp. 86-91.
30
J. Maurín, “La organización de combate” Lucha Social 29.4.22. La carta a Nin se cita en A. Elorza & M.
Bizcarrondo, Queridos camaradas. La Internacional Comunista y España 1919-1939 (Barcelona, 1999) pp-40-
41.
15

A principios de 1922 las relaciones entre los sindicalistas revolucionarios españoles y el


movimiento comunista se canalizaban a través de la ISR. Maurín y sus colaboradores, aunque
formalmente a favor de “la unificación de todas las fuerzas revolucionarias” en España,
sentían poco interés, cuando no hostilidad, hacia los comunistas de Madrid y del norte, y entre
las dos tendencias prácticamente no había cooperación. Lucha Social había atacado tanto a los
dirigentes del PCOE, de cuyas credenciales revolucionarias dudaba, como al Partido
Comunista Español por su sectarismo. 31 Lucha Social valoró favorablemente la unificación de
ambos partidos, que tuvo lugar en noviembre de 1921, siempre que el nuevo partido unificado
aceptase los “principios del sindicalismo revolucionario”. 32 El alejamiento del grupo de
Maurín de los comunistas españoles aumentó aún más debido a que inicialmente el partido
unificado no se planteó realizar un trabajo concienzudo dentro de la CNT y concentró sus
esfuerzos en disputar el terreno a los socialistas. 33 Además, los sindicalistas revolucionarios
estaban comprensiblemente irritados por el hecho de aparecer a los ojos de Moscú como
“segundones” de los comunistas españoles. Por estas razones la delegación de la CNT en el
congreso fundacional de la ISR intentó con denuedo convencer a los dirigentes bolcheviques
de que en España un movimiento revolucionario serio sólo podía construirse a partir de la
CNT. 34
Pese a la hostilidad demostrada por los sindicalistas revolucionarios hacia el PCE, su
evolución ideológica y el creciente aislamiento que experimentaron después de la derrota
sufrida en la conferencia de la CNT en Zaragoza los acercaron cada vez más al movimiento
comunista. Esta situación quedó de manifiesto cuando la publicación Acción Sindicalista, de
Valencia, se transformó en el portavoz de la tendencia favorable a la ISR, después de que
Lucha Social hubiese cesado de publicarse en noviembre de 1922. El cierre del periódico
leridano a causa de su asfixia económica constituye una prueba significativa de la debilidad
del sindicalismo revolucionario. A diferencia de su predecesor, Acción Sindicalista era más
abiertamente comunista. De hecho lo financiaba la ISR y sus directores eran Arlandis y Julián
Gómez Gorkin, secretario de la Federación de Levante del PCE. 35 El nuevo periódico, cuyo
objetivo manifiesto era el de combatir las ideas anarquistas dentro de la CNT, publicaba con
regularidad artículos dedicados a lo que se consideraba el papel “traicionero” desempeñado
por los anarquistas en la Revolución rusa. La siguiente etapa de la evolución hacia el
comunismo de los sindicalistas revolucionarios será la formalización, en lo organizativo, del
creciente contacto entre ambas facciones en el seno de los sindicatos.
Durante su estancia en París, camino del congreso de la ISR celebrado en 1921, a Maurín le
había impresionado mucho el trabajo de los sindicalistas probolcheviques franceses, quienes
habían creado comités sindicalistas revolucionarios para aglutinar a los simpatizantes
comunistas dentro de los sindicatos. Ahora se propuso la creación de comités similares en
España. Aunque generalmente se afirma que la creación de tales comités se debió a Maurín,
indudablemente esta iniciativa reflejaba un cambio inspirado por Moscú en la orientación del

31
Véase el artículo de Liberto Fraternal (Pere Bonet) sobre la fundación del PCOE, “La escisión del Partido
Socialista” (Lucha Social 23.4.21.); también “Los partidos comunistas españoles”, (ibíd. 19.11.21).
32
ibíd. 26.11.21.
33
Tanto Jules Humbert-Droz (J. Humbert-Droz, Mémories. De Lénine à Staline. Dix ans au service de
l'Internationale Communiste 1921-1931 [Neuchátel 1971] p.189), como José Bullejos, (Bullejos, p.41.) acusan al
PCE de no haber valorado la importancia de la CNT.
34
Lucha Social 26.11.21.
35
L. Portela, “Introducción” en J. Maurín, Los hombres de la dictadura p.10; J. Gorkin, El revolucionario...
pp.55, 59.
16

PCE. En el otoño de 1922, la IC exhortó a los comunistas españoles a realizar esfuerzos para
ganarse a los anarcosindicalistas y propuso para ello que se creasen grupos de presión dentro
de la CNT. 36 En septiembre de 1922, José González Canet (Martín Zalacaín), fundador de la
Federación de Levante del PCE, abogaba, en Acción Sindicalista, por la creación de Comités
Sindicalistas Revolucionarios (CSR), a imagen de los comités franceses, en los sindicatos
anarcosindicalistas. 37 Poco después, en el mismo periódico, Luis Portela, otro dirigente del
PCE, apoyó la propuesta de su camarada e hizo un llamamiento para que comunistas y
sindicalistas revolucionarios “cooperasen fraternalmente” en la creación de los comités. 38 Una
semana después se publicó en el periódico de los sindicalistas revolucionarios un manifiesto
de apoyo a esta postura, firmado por la Federación de Lleida de la CNT así como por varios
sindicatos y grupos de oposición influenciados por los comunistas. 39 Con el fin de crear los
CSR se convocó una asamblea en Bilbao el 24 de diciembre de 1922. 40 En ella los delegados
hicieron un llamamiento a la unidad de todas las tendencias revolucionarias (anarquista,
sindicalista y comunista) de la CNT. Una propuesta anterior que propugnaba la creación de
comités similares dentro de la central sindical socialista, la Unión General de Trabajadores
(UGT), tuvo que ser retirada. En noviembre de 1922, en el XV Congreso de la UGT, un joven
militante socialista había muerto de un disparo en una reyerta en la cual participaron militantes
comunistas. Como consecuencia quince sindicatos dirigidos por el PCE fueron expulsados de
la UGT; esto significó un enorme obstáculo para cualquier labor sistemática de los comunistas
dentro del sindicalismo socialista.
El programa de los CSR establecía la afiliación de estos a la ISR y la “defensa de la
Revolución rusa” como uno de sus objetivos prioritarios. Los CSR apoyaban la “acción
directa” y la “violencia colectiva” y rechazaban, por lo tanto, el gradualismo reformista y el
terrorismo individual. 41 El órgano de los nuevos comités y, por consiguiente, de la ISR en
España, iba a ser La Batalla, periódico fundado poco antes en Barcelona por sindicalistas
procomunistas para reemplazar a Lucha Social y a Acción Sindicalista. En su primer número,
La Batalla afirmaba no ser “ni comunista ni anarquista” y se autodefinía de orientación
sindicalista revolucionaria. 42
La creación de los CSR coincidió con un retroceso del movimiento revolucionario en la
península. En 1923 la CNT había perdido ya mucha importancia, por lo cual el grupo de
Maurín no podía, como dos años antes, mantener la argumentación optimista de que la
Confederación, dirigida por los sindicalistas revolucionarios, fuese a unir a gran parte del
proletariado español. 43 En La Batalla se propugnaba la adopción de una táctica más defensiva
para afrontar la situación de debilidad del movimiento revolucionario. Para ello era menester

36
“Resolution on the Spanish Communist Party”, Theses, Resolutions and Manifestos of the First Four
Congresses of the Third International (Londres 1980) p.358.
37
Martín Zalacaín, “Orientación del sindicalismo español”, Acción Sindicalista 22.9.22.
38
L. Portela, “La ISR en España. Necesidad de una organización de combate”, ibíd. 11.11.22.
39
“Por la organización de los Comités Sindicalistas Revolucionarios. A todo el proletariado de la Confederación
Nacional de Trabajo”, ibíd. 18.11.22.
40
Incluso antes de la fundación formal de los CSR, los sindicalistas procomunistas ya actuaban en el País
Valenciano con el nombre de Grupos Sindicalistas Revolucionarios, – caso de Alcoy (ibíd 11.11.22.) o con el de
CSR, – caso del Sindicato de la Madera de Valencia – (ibíd 9.12.22).
41
Comités Sindicalistas Revolucionarios, “A todo el proletariado” s.l. s.f. (octavilla, FPI).
42
La Batalla 21.12.22. La Batalla fue hecho en una imprenta clandestina en la calle Tigre número 7 de
Barcelona; el grupo que apoyaba al nuevo periódico se reunía en la Bodega Modernista en la Ronda Sant Antoni,
esquina Floridablanca/Casanova, Aisa El laberint roig… pp.64, 72.
43
“El congreso de la ISR y los delegados de la CNT” Lucha Social 24.9.21.
17

crear un frente único compuesto por todas las tendencias proletarias. Esta había sido la
principal estrategia de la IC desde finales de 1921, de la cual se había hecho eco Lucha Social.
Asimismo, La Batalla denunciaba lo que describía como una creciente tendencia hacia la
“pasividad” por parte de los elementos anarquistas dentro de la CNT, como resultado de la
represión a la que se veían sometidos y de su dependencia de grupos “de acción” armados.
Aunque 1923 fue el año que menor número de huelgas registró desde 1919, el número de
asesinatos políticos se multiplicó por diez. Una víctima de éstos fue en marzo de 1924 del
administrador de La Batalla, Josep María Foix, dirigente del Sindicato Mercantil de la CNT de
Barcelona; atentado a que la Batalla acusó como culpables los propios anarquistas. Frente a
esta situación, quienes apoyaban a los CSR abogaban por la movilización de masas para
reavivar la militancia obrera.
El golpe de estado militar encabezado por el general Miguel Primo de Rivera el 13 de
septiembre de 1923 puso coto a las esperanzas que aún pudiesen albergar los “sindicalistas
comunistas” (nueva denominación que los sindicalistas revolucionarios se habían dado) de
reanimar al movimiento revolucionario. Las humillaciones sufridas en la guerra de Marruecos,
así como la continua agitación social y la pérdida generalizada de confianza por parte de las
clases dominantes en políticos ineficaces habían creado las condiciones para que se diese un
golpe militar. Este puso en peligro la propia supervivencia de un movimiento obrero ya
debilitado.
Mientras tanto, los anarquistas, que constituían el sector más ruidosamente anticomunista de
los sindicatos, habían afianzado su control sobre la CNT catalana. Como consecuencia,
algunos de los anarcosindicalistas más “moderados” colaboraron durante un breve período con
los sindicalistas comunistas. Este grupo de “moderados”, al igual que los procomunistas, se
oponía a los métodos anarquistas y algunos de ellos, entre quienes se contaban dirigentes de
importantes sindicatos de la CNT de Barcelona, como los del metal, transporte y textil, ya se
habían pronunciado en favor de la ISR. Posteriormente se dijo que incluso el dirigente más
influyente de la CNT en ese período, Salvador Seguí, se hallaba en un proceso de
acercamiento a los comunistas cuando fue asesinado a principios de 1923. 44 Esta colaboración
desembocó en la publicación conjunta de un nuevo periódico diario, Lucha Obrera, durante
diciembre de 1923, después de la exclusión de los elementos no anarquistas del consejo de
redacción del diario de la CNT, Solidaridad Obrera. Los representantes de los sindicalistas
comunistas en el nuevo órgano fueron Maurín y Arlandis. En términos generales, Lucha
Obrera defendía la línea de los CSR: “libertad de tendencia” dentro de la CNT, necesidad de
un “frente único obrero” y oposición al “aventurerismo” anarquista y al terrorismo. En
particular, el nuevo diario luchaba por lo que consideraba que era la opinión de la mayoría de
los afiliados de la CNT, es decir, por el trabajo sindical dentro de la legalidad, y combatía la
pretensión anarquista de disolver los sindicatos para evitar que éstos fuesen inducidos a
colaborar con la dictadura. Era este un peligro real ya que el nuevo régimen, para acabar con
la agitación obrera, utilizó no sólo la represión, sino que además introdujo algunas reformas
sociales. Ciertas medidas benévolas adoptadas por el gobierno, como el acceso a viviendas
económicas y a los servicios sanitarios, eran intentos de socavar la militancia obrera. En este
intento se enmarca la creación de los comités estatales de arbitraje (comités paritarios), en los
cuales la UGT aceptó participar. Algunos de los dirigentes más moderados de la CNT, Ángel

44
Según La Batalla (4.5.23), poco antes de su asesinato, Seguí había decidido participar en una delegación que
iba a viajar a la URSS. Véase también, J. Arquer, Salvador Seguí (Noi del sucre) 1887-1923. Treinta y seis años
de una vida Barcelona 1932, pp.23-24.
18

Pestaña el más destacado, también propugnaron la colaboración con estos comités a fin de
mantener intacta la organización de los sindicatos; la mayoría de sus compañeros, sin
embargo, rechazaron firmemente esta propuesta.
Lucha Obrera duró poco. La publicación del diario fue “suspendida temporalmente” al cabo
de 25 números, después de una aplastante victoria anarquista sobre un reducido grupo de
delegados encabezados por Maurín en la asamblea de la CNT catalana celebrada en Granollers
a fines de diciembre de 1923. Los redactores argumentaron que preferían cerrar el diario para
que su línea de oposición no fuese culpada de “la derrota de la Confederación”. 45 La
colaboración entre los sindicalistas comunistas y otros dirigentes de la CNT continuó
existiendo, pese a este revés. En julio de 1924, Desiderio Trilles y Josep Grau, del Sindicato
del Transporte de Barcelona, y Josep Jover y Manuel Vall, del Sindicato de la Metalurgia,
acompañaron a Maurín y a Óscar Pérez Solís, dirigente del PCE, al Tercer Congreso de la ISR
que se celebró en Moscú. Sin embargo al volver a Barcelona los dirigentes sindicales que
habían acompañado a Maurín abandonaron los CSR. Además las posibilidades de
consolidación de los CSR continuaron disminuyendo debido a la mayor represión estatal y a la
desintegración de la CNT. A finales de 1924, La Batalla calculó que el número de afiliados de
la Confederación en toda España apenas sobrepasaba los 50 000, en contraste con el millón
que había tenido cuatro años antes; la UGT, por su parte, merced a su colaboración con el
nuevo régimen, había mantenido una afiliación de aproximadamente 200 000. 46
Los Comités Sindicalistas Revolucionarios nunca gozaron por sí mismos de implantación
entre las masas. Aunque se los identifica en general con los sindicalistas comunistas
catalanes 47 , probablemente debido a que el órgano de los comités, La Batalla, lo dirigían casi
exclusivamente Maurín y algunos de sus más estrechos colaboradores, los CSR, al parecer, se
mantenían principalmente por el apoyo del PCE. La mayor parte de las quince organizaciones
sindicales y de los veintidós grupos de oposición que enviaron delegaciones al congreso
fundacional de los Comités estaba controlada por el PCE. La mayoría de las delegaciones eran
de Vizcaya y de Asturias, donde el Comité Ejecutivo de los CSR tenía su sede. Las únicas
delegaciones catalanas que asistieron fueron las de la CNT de Lleida y de Falset. 48 Asimismo,
y tal como el propio Maurín admitió posteriormente, tan sólo unos pocos cientos de
ejemplares de La Batalla, de una tirada semanal de 3 000, se distribuían en Cataluña,
principalmente en las comarcas de Lleida. 49 En realidad, los CSR cobraron importancia
retrospectiva a la luz de los acontecimientos posteriores del movimiento comunista catalán.
45
Lucha Obrera 1.1.24. Según Riottot, p.59, los delegados de los CSR “ni siquiera fueron admitidos” a la
asamblea.
46
La Batalla 6.11.24.
47
El mismo Maurín sugiere esta idea en “Apéndice. Sobre el comunismo en España”, Revolución y
contrarrevolución... p.266
48
Por las 38 delegaciones que acudieron al congreso estaban representados una federación provincial (Lleida), 4
sindicatos provinciales, 3 federaciones locales, 8 sindicatos locales y 22 grupos sindicales; 16 delegaciones eran
del País Vasco y 15 de Valencia (para una relación completa véase La Batalla 6.1.23. y P. Pagès, Historia del
Partido Comunista... pp.74-75). En referencia a la sede del Comité Ejecutivo en Oviedo, véase La Batalla 1.3.23.
Una indicación más de la importancia relativa de los Comités en el norte de España es el hecho de que de los
treinta y cinco delegados presentes en el Congreso Regional de la CNT de Asturias y León de septiembre de
1923, diecinueve eran simpatizantes de los CSR (ibíd 21.9.23).
49
“En Barcelona, se vendían muy pocos ejemplares. A la provincia de Lérida iban unos trescientos, un centenar a
Tarragona. El resto de la edición salía toda fuera de Cataluña” (Maurín, El Bloque... p. 9-10); en febrero de 1924
se imprimían solamente 1 000 ejemplares cada semana y casi 2 000 un mes más tarde (La Batalla 29.2.24,
28.3.24). En cuanto a la difusión de Acción Sindicalista en Cataluña, sabemos que se enviaban a Barcelona cada
semana 425 ejemplares (Acción Sindicalista 22.9.22).
19

Un informe de la ISR sobre las actividades sindicales del PCE, fechado en julio de 1924, no
hace mención de los CSR ni de Cataluña; asimismo, el informe hace referencia a la delegación
española en el Tercer Congreso de la ISR, (de la que formaban parte Maurín y otros que
apoyaban a los CSR) como representante “de los grupos sindicales comunistas”. 50 A esto hay
que añadir que cuando reapareció, en enero de 1925, después de que La Batalla suspendiese
su publicación, Lucha Socia/ publicó un manifiesto a favor de la unidad entre la CNT, los
sindicatos expulsados de la UGT y los sindicatos autónomos; de sus 38 firmantes únicamente
tres eran de Cataluña – los Sindicatos del Transporte y del Textil de Barcelona y el Sindicato
de Tintoreros de Mataró de la UGT. El resto de los firmantes eran organizaciones del norte de
España probablemente dirigidas por el FCE. 51 El aparente apoyo prestado por dos de los
sindicatos más importantes de Barcelona ha de considerarse meramente simbólico, no
únicamente porque en 1925 la CNT en Cataluña estuviese diezmada, sino porque, además, la
mayoría de los dirigentes anarcosindicalistas que habían apoyado a la ISR, poco después se
volvieron contra los comunistas. 52 Sin embargo, los CSR continuaron existiendo,
nominalmente al menos, hasta finales de 1926. 53
La creación de los CSR inevitablemente acercó todavía más el grupo de Maurín al PCE
durante el año 1923. La Batalla comenzó a publicar con frecuencia artículos de destacados
comunistas rusos y de otras nacionalidades, y poco después, de dirigentes del PCE. Por su
parte, Maurín había comenzado a escribir en La Correspondence Internationale, el órgano de
la IC, y había viajado nuevamente a Moscú en junio de 1923 para asistir a una reunión de la
ISR. 54 No obstante, en mayo de 1923, Maurín aún afirmaba que la victoria bolchevique
representaba el triunfo histórico de la doctrina de Sorel. 55 Por otra parte, las relaciones entre el
grupo catalán y el PCE continuaban plagadas de ambigüedades. El intento que se realizó en
diciembre de 1923 de clarificar la situación no llegó a fructificar, ya que los delegados del
Comité Central enviados a Barcelona fueron arrestados antes de que lograsen establecer
contacto con los sindicalistas comunistas. 56 A pesar de que Maurín declaró a principios de
1924 que “Moscú siempre ha tenido razón … con la experiencia de una revolución y
observando con inteligencia la marcha del capitalismo internacional, sus directivas se sujetan a
una realidad incuestionable” hasta mayo de 1924 no se publicó en La Batalla una declaración
inequívoca a favor del Partido Comunista. 57 Dos meses más tarde, después del Tercer
50
El informe habla de unos llamados Grupos Sindicales Comunistas implantados principalmente en Vizcaya,
Asturias, Galicia y Valencia, (“Delegación de los grupos sindicales comunistas al III Congreso de la ISR”, julio
1924, [ACCPCE]).
51
16 de ellas de Vizcaya (Lucha Social 8.1.25); véase también “Plan de organización de los Comités de Unidad
Sindical (Aprobado por el CE del PCE)” 10.7.24. (ACCPCE).
52
Maurín, “Apéndice...” Revolución y contrarrevolución... p.266. Dos excepciones fueron Josep Doménech, del
Sindicato de la Metalurgia de Barcelona e Isidre Casajoana, del Sindicato del Textil de Manresa (Maurín, El
Bloque Obrero... p.11).
53
Una carta de la FCC-B al Comité Ejecutivo del partido, fechada el 30 de septiembre 1926 se refiere al
comunista valenciano José González Canet (Lorenzo o Martín Zalacaín) como secretario sindical del PCE y de
los CSR (ACCPCE).
54
La Correspondence Internationale 20.7.23; Maurín menciona su viaje a Moscú de 1923 en La Batalla diez
años más tarde (2.11.33). Otro indicio de la creciente relación entre el grupo de La Batalla y la IC fue la
aprobación por parte del Comité Ejecutivo de la Internacional, según Jules Humbert-Droz, entonces delegado de
la IC en España, de la propuesta de Maurín de que los comunistas concurriesen en Barcelona en una lista
conjunta con los republicanos para las elecciones legislativas del 29 de abril de 1923; esta propuesta fue
rechazada sin contemplaciones por el PCE (J. Humbert-Droz, Mémories. De Lénine à Staline... p. 191).
55
J. Maurín, “Sindicalismo y Bolchevismo”, La Batalla 4.5.23
56
J. Andrade, “Al Comité Regional... Muy confidencial carta del CC del PCE” 28.8.24. (ACCPCE).
57
J. Maurín, “Los dos caminos – Moscú o Roma” La Batalla 4.1.24.; “En marcha hacia el Partido Comunista”
20

Congreso Mundial de la ISR, al que había asistido Maurín, el Comité Ejecutivo de la IC


(CEIC) finalmente decidió que había que acabar con “la existencia de dos organizaciones
comunistas paralelas” y que la facción sindicalista comunista debía de integrarse en el PCE. 58
En el verano de 1924, si no antes, la agrupación barcelonesa del PCE, con el beneplácito de su
dirección, trabajaba en el seno del grupo de La Batalla. 59 Pese a ello, e incluso en este
momento de avanzada convergencia, una cierta hostilidad mutua subsistía. Un dirigente del
partido en Madrid, Juan Andrade, pese a defender el trabajo conjunto entre el PCE y el grupo
de La Batalla en Cataluña, describió a éste último como “no completamente comunista”, hacia
el que era menester adoptar una “orientación inteligente” destinada a acabar de formarlos.60 Al
problema de la diferencia de orígenes y métodos de trabajo entre el PCE y los sindicalistas
comunistas se añadió el empeño de estos últimos de convertirse en dirección de la futura
organización del partido en Cataluña. En aquel momento, la sección catalana del PCE,
formada casi exclusivamente por afiliados de Barcelona (donde se había constituido en 1920
como parte del Partido Comunista Español), contaba tan sólo con unos 30 militantes y el
grupo de La Batalla no le otorgaba demasiado importancia. 61 En octubre de 1924 se llegó
finalmente a un acuerdo por el cual los sindicalistas comunistas se integraron en el PCE y
formaron la Federación Comunista Catalano-Balear (FCC-B).
La nueva federación sólo contaba con un reducido número de afiliados, apenas 100 62 creación
coincidió con el rápido declive de las fuerzas revolucionarias en Cataluña y en toda España.
La situación política reinante debido a la instauración de la dictadura, así como las condi-
ciones imperantes dentro del movimiento obrero, eran muy poco favorables para la construc-
ción de una organización revolucionaria de masas, fuesen cuales fuesen sus características.
Los comunistas catalanes, además, habían fracasado en su intento de sacar partido del apoyo
del que había gozado la Revolución rusa dentro de la CNT. En cierta manera esto fue
inevitable debido a que, ya en 1920, el apoyo entusiasta que la causa bolchevique había
suscitado dentro de la Confederación había comenzado a menguar. Muchos anarcosindica-
listas cuestionaban abiertamente los métodos de la Revolución rusa antes de que los militantes
procomunistas comenzasen a tener alguna influencia dentro de la CNT. La organización del
grupo procomunista dentro de la CNT coincidió además con la adopción de una posición más
defensiva por parte de los sindicatos, después del gran auge del activismo en los años 1919 y
1920. Aunque la debilidad de las organizaciones sindicales había beneficiado a los sindica-
listas revolucionarios, a quienes tal situación catapultó a la dirección de la Confederación, la
debilidad del grupo de Maurín quedó patente cuando, en 1922, una vez reorganizados los

ibíd 1.5.24; “El partido comunista, el único camino” ibíd 9.5.24. En febrero ya había aparecido un artículo más
general de Maurín a favor del comunismo (J. Maurín, “En marcha hacia el comunismo”, ibíd 8.2.24).
58
Bullejos, p.44; Portela, “Introducción” a Maurín, Hombres de la Dictadura pp.14-15.
59
J. Andrade, “Al Comité Regional... Muy confidencial carta del CC del PCE” 28.8.24. (ACCPCE).
60
Ibíd.
61
A. Pérez Baró, Els “feliços” anys vint. Memòries d'un militant obrer (Palma de Mallorca 1974) p.165; V. Alba,
Dos revolucionarios p.104; La Antorcha 10.10.24. A principios de 1922 el manifiesto publicado del disidente
Grupo Comunista Español, integrado por exmilitantes del PC Español, incluía 53 firmantes de Cataluña, (El
Grupo Comunista Español, “A los comunistas españoles” 1.1.22, [ACCPCE]). La Agrupación Comunista de
Barcelona no se constituyo legalmente hasta 1923 (Pérez Baró, p.165); uno de sus militantes fue el veterano
activista de la CNT David Rey (Daniel Rebull), quien se afilió al partido en enero 1924 (La Batalla 8.1.24).
Además de los grupos de Reus y Olot, véase nota 7, el PCE tuvo también una sección en Amposta (ibíd 29.8.24).
62
Víctor Alba (Dos Revolucionarios... p.104.) da un número de entre 150 y 200; La Antorcha (10.10.24.) anunció
que alrededor de 50 miembros del “grupo de La Batalla” se habían afiliado al partido; según fuentes oficiales del
PCE, la FCC-B tenía 100 afiliados en diciembre de 1925 (“Conférence du Partit Communiste Espagnol” 25.12.25
[ACCPCE]).
21

anarquistas, no encontraron éstos grandes dificultades para cortar todo vínculo formal con el
movimiento comunista internacional. Las actividades del PCE en el resto de España tampoco
beneficiaron a los sindicalistas catalanes, ya que, como se ha visto, inicialmente el PCE no se
planteó la posibilidad de trabajar seriamente en la CNT. El principal logro de Maurín y sus
camaradas, en última instancia, fue el de aglutinar a su alrededor a un sólido grupo de
militantes que iban a constituir durante años la espina dorsal del comunismo catalán.

Los orígenes de la disensión.


Después de la agitación de los años de posguerra, la instauración de la dictadura militar
inauguró un período particularmente árido para los revolucionarios españoles. Anarco-
sindicalistas y nacionalistas catalanes fueron el blanco principal de la represión del nuevo
régimen. El régimen dictatorial toleró las actividades del PCE, considerado como demasiado
débil para representar una amenaza seria, hasta finales de 1923. Pese a que la policía requisó
sus locales, la prensa del partido, aunque censurada, siguió publicándose. Esta tolerancia, sin
embargo, acabó de manera abrupta cuando la mayoría de los miembros del Comité Central
fueron arrestados, falsamente acusados de haber planeado un golpe de estado. 63 Las
discrepancias internas agravaron aún más la situación, cada vez más precaria, del partido.
El distinto origen político de la FCC-B, así como las circunstancias políticas objetivas,
dificultaron enormemente la integración del grupo catalán en el Partido Comunista de España.
Desde el principio, la federación catalana, junto con la de Vizcaya, discrepó de la dirección
nacional, a la que culpaba de ser responsable de la inoperancia del partido debido a su
“pasividad”. Para intentar resolver los problemas internos del partido, el entonces delegado en
España de la IC, Jacques Doriot, propuso que se realizase una ambiciosa campaña contra la
guerra de Marruecos. El Comité Central rechazó unánimemente esta propuesta, por no
considerarla realista, y convocó una conferencia especial en noviembre de 1924, en Madrid,
para reafirmar su decisión. La oposición tampoco compartía el punto de vista de Doriot, pero
decidió apoyar su propuesta como instrumento para deshacerse de la dirección nacional.
Finalmente, la conferencia aprobó la propuesta del delegado de la IC, lo que obligó a la
mayoría de los miembros del Comité Central a dimitir. Acto seguido se eligió a una nueva
dirección “izquierdista”, entre cuyos miembros se contaban Pérez Solís, Arlandis, González
Canet y Maurín. 64
Casi inmediatamente después de su elección, la mayoría de los miembros del nuevo Comité
Central fueron arrestados. Durante un breve período, la dirección del partido pasó a ser
desempeñada por la FCC-B, hasta que ésta fue desarticulada por la policía en enero de 1925.
Como resultado de la represión policial, alrededor de cuarenta o cincuenta de los militantes
más conocidos de la Federación fueron encarcelados, entre ellos Maurín, quien había sido
nombrado secretario del PCE. 65 Lucha Social reemplazó a La Batalla, que había sido
clausurado en diciembre de 1924, pero apenas pudo salir durante cuatro meses, por lo que la
FCC-B se vio privada de una publicación regular hasta 1930. 66 Durante los años siguientes,
63
Lucha Obrera 25.12.23.
64
Bullejos, pp.58-9; J. Andrade, Historia del PCE (s.l. 1974) p.18.
65
Según Maurín, en una carta enviada el 31.3.25. desde el castillo de Montjuic, donde se hallaba preso, a Andreu
Nin, casi todos los afiliados de la Federación en Barcelona habían sido encarcelados (ACCPCE); Maurín fue
secretario desde el 17.11.24 hasta su detención (12.1.25); durante ésta, la policía le disparó en la pierna al salir
del Ateneu Barcelonés (véase su carta, “Al Comité Ejecutivo del PCE” 5.7.30. [ACCPCE]).
66
Se publicaron quince números de Lucha Social entre el 1.1.25 y el 16.4.25. Según uno de los dirigentes del
Sindicato de Artes Gráficas de Barcelona, Adolfo Bueso, —que confunde Lucha Social con La Batalla— el
22

las actividades del PCE fueron muy escasas. La dirección provisional del partido, formada
entre otros por José Bullejos, Gorkin, Portela y Gabriel Trilla, se estableció en París. En
España, el partido contaba entonces con poco más de 500 afiliados en total, más de la mitad de
los cuales, según Gorkin, estaban encarcelados desde principios de 1925. 67 La casi total
desintegración del PCE se debió no sólo a la represión, sino también a que hubo afiliados que
se pasaron nuevamente al PSOE. A lo largo de los siguientes cinco o seis años, las crisis y
disputas internas absorbieron la mayor parte de la actividad del PCE. La intervención política
del partido en este período fue mínima; además, su orientación demostró su creciente falta de
contacto con la realidad del país. En cierta medida esta situación se debió al aislamiento del
PCE, pero sin duda se vio agravada todavía más decisivamente por las consignas erróneas que
recibió de la IC.
Las perspectivas del PCE empeoraron a causa de su creciente burocratización, reflejo de lo
que sucedía en el seno del PC ruso y, en consecuencia, dentro de la IC. Los métodos cada vez
más dictatoriales empleados por el partido ruso y la lucha desatada contra cualquier oposición
interna fueron la causa de que, a nivel internacional, la IC ejerciese un control cada vez más
severo sobre los partidos comunistas. La llamada “bolchevización” de estos partidos significó,
en la práctica, una mayor subordinación a las directrices de la Comintern. En la situación
española, esto se tradujo en la incuestionabilidad de la autoridad del Comité Ejecutivo, actitud
que se justificó por la necesidad de una “férrea disciplina bolchevique” en una situación de
clandestinidad. 68 Desde principios de 1926, José Bullejos, nombrado poco antes secretario
general del PCE, expulsó del partido, con el apoyo de la IC 69 , a antiguos dirigentes que se
opusieron a la política de la dirección por considerarla, a menudo, inviable. Fue esta la primera
vez en que se utilizaron las expulsiones arbitrarias como solución a las diferencias políticas en
el seno del PCE. A partir de entonces este método se iba a imponer como norma.
La federación catalana, y concretamente su principal dirigente, Maurín, chocaron enseguida
con los nuevos métodos adoptados por la dirección estatal. Recién nombrado secretario
general, Bullejos había criticado duramente, entre otros, al encarcelado Maurín, en la
Conferencia Nacional del PCE celebrada en Burdeos en diciembre de 1925. 70 Al parecer, la
dirección del PCE había decidido liquidar la autonomía de la que gozaba la federación
catalana desde su fundación poco más de un año antes. Desde entonces, la FCC-B no se había
integrado totalmente en el PCE. La clandestinidad y el gran número de militantes encarcelados
aumentaron la dificultad de esta integración, pero sin duda lo que más contribuyó a la

comité de redacción lo componían él mismo, Josep Grau, Adolfo Martín, Tomás Molinero y David Rey (A.
Bueso, Recuerdos de un cenetista tomo I, [Barcelona 1976], pp.208-209). Ante de la reaparición de La Batalla
(mayo de 1930), el único periódico editado por el PCE en Barcelona fue Heraldo Obrero, “Órgano de las
minorías y sindicatos unitarios”, del cual sólo aparecieron seis números entre el 5.11.27 y el 22.12.27.
67
Gorkin p.117. Según el informe del V Congreso Mundial de la IC, el PCE tenía 5 000 afiliados en 1924 (J.
Estruch, Historia del PCE tomo I, [Barcelona 1978] p.47); este número parece muy poco probable dado que un
año más tarde solamente había 300 afiliados (ibíd. p.49). En 1926, la afiliación del partido era de unos 500, según
uno de los dirigentes de la juventud comunista, Luis García Palacios, (Los dirigentes del Partido Comunista al
desnudo [Madrid 1931] p.28); Juan Andrade, en una carta al comunista holandés G. J. Geers (22.3.28.), da un
número de 800 militantes, (J. Andrade, Recuerdos personales [Barcelona 1983] p. 176). Maurín calcula que había
en 1929 menos de 500 (Maurín, El Bloque... p.19). En contraste, el PSOE tenía 9 089 afiliados en 1923 y 12 757
en 1929 (Heywood. p. 99).
68
La Antorcha 16.4.26.
69
Según Bullejos (p.63.), su nombramiento fue decidido por una comisión nombrada por el CEIC para resolver la
crisis del partido español, comisión que integraron, entre otros, Bullejos, Gramsci, Nin, Gorkin y Jesús Ibáñez.
70
M. Tuñón de Lara, “De la Dictadura de Primo de Rivera al Congreso de Sevilla”, Para una historia del PCE,
Conferencias en la (Madrid 1980) p.110.
23

existencia prácticamente independiente de la FCC-B fue su particular origen político. Desde el


punto de vista de la dirección del partido, las dificultades inherentes al trabajo político
clandestino y la nueva orientación de la IC hacían intolerable esa independencia. A esto debe
añadirse que probablemente Bullejos viese en la capacidad de liderazgo de Maurín una
amenaza para su propia posición.
Los métodos empleados por los nuevos dirigentes del partido pronto suscitaron la
desconfianza de los comunistas catalanes. Unos meses más tarde el descontento de la
federación catalana con la dirección del partido se hizo patente, cuando el dirigente comunista
valenciano González Canet, quien durante un breve período había sido secretario de
organización del PCE, fue expulsado del partido junto con el joven secretario de la FCC-B,
Josep Teixidó, que lo había apoyado. A finales de septiembre de 1926, los comunistas
catalanes amenazaron con situarse “fuera del partido” si la IC no readmitía a quienes habían
sido destituidos o expulsados por el Comité Ejecutivo, al cual acusaron de “tratar de destruir el
partido”. 71 En lo que al parecer fue un intento de desactivar la oposición de los catalanes,
Pérez Solís, quien pese a estar encarcelado era el representante del Comité Ejecutivo en
Barcelona, exhortó a Maurín a participar en las discusiones de la dirección acerca de los
problemas internos que aquejaban al PCE. La respuesta de Maurín revela su hostilidad hacia la
nueva dirección. 72 No es sorprendente su reacción ya que, para entonces, Bullejos y el Comité
Ejecutivo habían iniciado una campaña dirigida a socavar la influencia de la que Maurín
gozaba en la FCC-B; una serie de artículos escritos por Maurín en el órgano del PCE, La
Antorcha, acerca de la formación del Estado español fueron tildados de “no marxistas”. 73
Estos ataques, lejos de desacreditar a Maurín, indignaron más a la Federación: las relaciones
entre ésta y la dirección del partido parecían haber llegado a un punto de ruptura. 74 En
diciembre de 1926 las discrepancias se hicieron patentes cuando el Comité Ejecutivo del PCE
atacó públicamente la actitud “completamente negativa” del Comité Regional catalán, al
mismo tiempo que trató de persuadir al Séptimo Pleno del CEIC de que se excluyese a Maurín
y a Arlandis del partido. 75 Sin embargo, según Maurín, el CEIC apoyó a los catalanes y envió
una carta a los dirigentes del PCE en la que criticaba su actitud. 76 A pesar de esto los ataques
de la dirección del partido contra la oposición interna prosiguieron a través de las páginas de
La Antorcha. 77 Por su parte, Maurín y otros dirigentes de la FCC-B acusaron al Comité
71
“Al CE del PCE” 30.9.26. (ACCPCE). La Antorcha (22.10.26) anunció la expulsión de González Canet y
Teixidó; véase también Pagès, Historia del Partido Comunista... p.106.
72
Maurín calificó al Comité Ejecutivo del partido como de “comedia”, nombrado a dedo por Bullejos, a quien
acusó de haber “aplastado la organización de Madrid y destrozado completamente el partido en Asturias” (“Carta
de Maurín” 25.9.26.[ACCPCE]; véase también: “Carta de Óscar Pérez Solís a Maurín 25.9.26, “A los afiliados
del Partido” 28.9.26, y Secretariado de la FCC-B y delegado del CE, “Al partido, a las federaciones, a todos los
militantes comunistas” 9.10.26 [ACCPCE]).
73
Los cinco artículos de Maurín fueron publicados en La Antorcha entre el 29.1.26 y el 9.4.26, los de Bullejos,
30.9.26, 22.10.26, 29.10.26 y 3.12.26; véase también Pagès, Historia del Partido Comunista... pp.111-113.
74
La FCC-B pidió la expulsión del redactor jefe de La Antorcha, Vicente Arroyo, y se negó a hacer llegar a la
organización central su contribución económica hasta que sus reivindicaciones fueran satisfechas (“Al camarada
Arroyo, director de La Antorcha”, carta de la Federación Catalano-Balear, 18.10.26 y “CR de la FCC-B. A todos
los comunistas de Catalunya” 18.10.26. [ACCPCE]). Parece que la FCC-B abandonó el partido, al menos
temporalmente, como había amenazado hacer ya a finales de septiembre; un informe sobre el Pleno del Comité
Central del PCE de mayo de 1927 da noticia de que la Federación Catalana se había “reintegrado” en el partido
después de la ruptura de “hace ocho meses” (Correspondence Internacional núm.70, 1927 [el autor agradece a
Yveline Riottot sus indicaciones sobre el citado informe del PCE]).
75
La Antorcha 17.12.26; García Palacios pp.20-21.
76
Maurín, “A propósito de mi expulsión del Partido Comunista”, La Batalla 13.8.31.
77
Véase La Antorcha 4.3.27, 11.3.27, 25.3.27 y 27.5.27.
24

Ejecutivo del PCE de no hacer nada para que los excarcelasen. 78


En septiembre de 1927 la mayoría de los integrantes del Comité Ejecutivo del PCE ya estaba a
favor de expulsar a los disidentes catalanes, medida que se tomó tres años más tarde. Se acusó
a Maurín y sus seguidores de mantener contactos con el antiguo dirigente comunista francés
Boris Souvarine, una de las primeras víctimas de la “bolchevización”, que había sido
expulsado del Partido Comunista Francés (PCF) a finales de 1924. 79 Souvarine, al igual que
Maurín, había iniciado su militancia en el sindicalismo y se había opuesto a la burocratización
del partido. A diferencia de Maurín, Souvarine creía que la burocratización era consecuencia
de la degeneración de la propia Revolución rusa, y por ende, de la IC, sobre la cual los
comunistas rusos ejercían una influencia determinante. Maurín, en cambio, no hacía aún
extensivas a la Comintern sus diferencias con el partido español. El vínculo más estrecho entre
Maurín y Souvarine era, en realidad, de índole familiar, ya que, en noviembre de 1927, Maurín
se casó con Jeanne Souvarine, hermana de aquel. Maurín habia conocido a Jeanne durante el
congreso de la ISR en julio 1924.
Maurín fue excarcelado el 4 de octubre 1927 (aunque fue absuelto once meses antes) y autori-
zado a viajar a París. Allí estableció contactos con otros comunistas disidentes e inició una
relación epistolar con su amigo Nin, quien permanecía aún en la Unión Soviética, donde se
había integrado en la Oposición de Izquierda en 1926. El Comité Ejecutivo del PCE, que un
año antes no había logrado convencer al CEIC de que expulsase a Maurín por sus críticas a la
dirección de Bullejos, adoptó a partir de este momento métodos menos escrupulosos. Cuando
Maurín fue excarcelado, el representante del partido en Moscú, Gabriel Trilla, lo acusó de ser
un “confidente de la policía”. Por esta razón, en marzo de 1928 la Comisión de Control Inter-
nacional convocó a Maurín a Moscú para ver su caso. La Comisión de Control declaró unáni-
memente, en presencia de Maurín y de Trilla, que la acusación carecía de fundamentos y rea-
firmó el “honor revolucionario” de Maurín. La prensa de la IC publicó posteriormente la sen-
tencia de la comisión, algo que, significativamente, no hizo la del PCE. 80 Quedaba de mani-
fiesto que, en aquellos momentos, la IC no compartía la hostilidad de Bullejos hacia Maurín, a
quien se le encomendó, en junio de 1928, la redacción de un informe para la ISR acerca de la
situación en España. 81 Otra prueba de la confianza que Maurín despertaba era el hecho de que
en París trabajase para la editorial de la IC y fuese el corresponsal de Izvestia. 82 No obstante,
cuando regresó a París tras su estancia en Moscú, el PCE excluyó deliberadamente a Maurín
de sus actividades y las relaciones entre éste y el partido siguieron deteriorándose. Pese a los
esfuerzos realizados, el Comité Ejecutivo no sólo no logró eclipsar la influencia que Maurín
ejercía sobre la FCC-B, sino que el acoso a su dirigente aumentó la oposición de la federación
catalana. Una resolución adoptada por el CEIC en abril de 1928, en la que se criticaban los

78
“Si la [dirección] hubiese gastado la mitad del tiempo que ha gastado en insultarnos en ayudarnos ya
estaríamos en la calle” (“Carta de David Rey, J. Maurín y V. Colomer”, Prisión de Barcelona 21.7.27.
[ACCPCE]). Más tarde la FCC-B acusó al Comité Ejecutivo de haber “abandonado” a Maurín mientras estaba en
la cárcel (“Al CE del PCE” 8.5.29. [ibíd]).
79
La única oposición a la propuesta de expulsar a Maurín fue la del delegado de la Federación de Levante, (“Acta
de la reunión del CE del PCE” 7.9.27. [ACCPCE]); la propuesta de expulsión se había formulado ya dos meses
antes de la acusación de la supuesta conexión con Souvarine (“Al CR de la Federación...” 9.7.27 [ibíd]).
80
“J. Maurín à J. Humbert-Droz”, París 6.6.28, Archives de Jules Humbert-Droz III: Les Partis Communistes et
l'Internationale Communiste dans les années 1928-1932 (Dordrecht 1988) p.52; véase también las cartas de
Maurín al Comité Ejecutivo del PCE de 5.7.30. y a Henri 20.7.30. (ACCPCE) y su artículo “A propósito de mi
expulsión del Partido Comunista”, La Batalla 13.8.31.
81
“J. Maurín à Humbert-Droz”, París 6.6.28., Humbert-Droz, Archives III.... p.53.
82
Maurín a Nin 15.9.28., “Andreu Nin al Moscou de Stalin” L’Avenç núm. 50 y 51, julio-agosto 1982.
25

errores cometidos por la dirección del PCE, la insuficiente educación política de los militantes
y la falta de democracia interna, reafirmó a los catalanes en la justicia de su causa. El CEIC
consideró “particularmente seria” la amenaza de ruptura entre “Barcelona y el centro”. 83
Pese a que la FCC-B había sido apoyada por la IC, un cambio de política por parte de ésta
vino a crear las condiciones para que se agudizasen las discrepancias entre la Federación y la
dirección del partido. En su sexto congreso, celebrado en el verano de 1928, la IC, que para
esas fechas ya estaba férreamente controlada por Stalin, introdujo formalmente la orientación
política de lo que iba después a denominarse el “Tercer Período” de la Comintern. El
argumento esgrimido para la adopción de la nueva orientación fue que se estaba desarrollando
una crisis revolucionaria internacional, por lo cual el proletariado debía pasar a la ofensiva. La
nueva política se caracterizó por adoptar las consignas de “clase contra clase”, y “frente único
por la base” y por caracterizar a los partidos socialistas como el mayor obstáculo para la
inminente revolución, por lo que resultaban ser objetivamente partidos “socialfascistas”. Este
viraje ultraizquierdista se debió esencialmente a los intereses internos del partido ruso, aunque
la nueva orientación sectaria se viese también fortalecida por los acontecimientos que tuvieron
lugar en Alemania, donde el PC había sido víctima de la política represiva de los gobiernos
locales y regionales dominados por los socialdemócratas. 84
Los sucesivos golpes de la dictadura contra la frágil organización del partido dificultaron la
adopción de la nueva política por parte de los comunistas españoles. A principios de 1928,
casi todos los integrantes de la dirección del partido, incluido Bullejos, estaban encarcelados
desde su regreso a España, y el partido como tal “casi no existía”. Lo dirigían desde París
Vicente Arroyo, el único integrante del Comité Ejecutivo que permanecía aún en libertad,
junto con dos delegados del PCF, Jacques Duclos y Claude Rabaté. Hasta agosto de 1929 el
PCE no pudo celebrar su Tercer Congreso, que tuvo lugar en la capital francesa. La
preparación del mismo, sin embargo, había sido escasa y tan sólo unos pocos delegados
pudieron participar, ya que muchos fueron detenidos en la frontera franco-española. 85
El Tercer Congreso marcó un hito en las relaciones entre el PCE y su federación catalana.
Desde el excarcelamiento de Maurín, la oposición de la FCC-B a los métodos burocráticos de
la dirección se había profundizado hasta adquirir un carácter más político. La Federación pre-
sentó al congreso su propia tesis política. En ella se argumentaba que, debido a que la revolu-
ción burguesa nunca se había consumado en España, todo movimiento revolucionario sería,
inevitablemente, de “carácter democrático”. El partido, por consiguiente, debía propugnar la
instauración de una “república federal democrática” para, con esa consigna, poder llegar a
dirigir la revolución. Sin embargo, por influencia del delegado de la IC, Ruggiero Grieco
(Garlandi), se rechazó la posición de la FCC-B, calificada de “derechista”. Conforme a la
línea política internacional, se adoptó la consigna de “dictadura democrática de los obreros y
campesinos”. La decisión adoptada por el partido de apoyar la línea oficial de la IC no consti-
tuyó sorpresa alguna. Por otra parte, fueron rechazadas las credenciales a los delegados de la
FCC-B, Maurín y Pere Bonet (su más estrecho colaborador desde los tiempos de Lucha Social
en Lleida) 86 alegando que los delegados catalanes vivían en París y, conforme a las normas de
83
Véase, Le Comité Exécutif de l'Internationale, “Projet de résolution sur la question espagnole”, Humbert-Droz,
Archives III... pp.401- 416.
84
E. H. Carr The Twilight of the Comintern (Londres 1982) p.7.
85
Juan Andrade a G. J. Geers 22.3.28, J. Andrade, Recuerdos personales p.176; Bullejos pp.90-92.
86
Bonet fue dirigente del Sindicato de Artes Gráficas de Lleida, así como secretario de la Federación Provincial
de la CNT hasta que Maurín asumió este cargo en 1920. Colaboró con Maurín en la publicación de Lucha Social
y de La Batalla. Reanudaron su colaboración cuando Bonet se reunió con Maurín en exilio parisino.
26

la IC, debían de haberse integrado en el PCF. 87 La trascendencia de los argumentos de la


Federación se hará patente en los dos años siguientes; la teoría de Maurín sobre la “revolución
democrática” pronto va a convertirse en el principal fundamento de su análisis político.
La caída del régimen de Primo de Rivera, acaecida en enero de 1930, abrió una nueva
perspectiva al movimiento obrero español. El dictador se había enajenado el apoyo de la clase
dominante con proyectos erráticos, e incluso excéntricos, con los que pretendía aumentar el
bienestar económico y político del país. A finales de 1929, los terratenientes, los banqueros,
los empresarios industriales, la Iglesia, los políticos conservadores y principalmente el ejército
y la monarquía se mostraban descontentos con Primo de Rivera. Su forzada dimisión llevó a la
instauración de un nuevo gobierno encabezado por el general Berenguer y a una liberalización
limitada de la que se beneficiaron todas las facciones políticas, incluidas las del movimiento
obrero. Los comunistas españoles, encorsetados en el ultraizquierdismo de la IC, consideraron
que nada fundamental había cambiado y vieron en el gobierno de Berenguer la continuación
de la dictadura “fascista” de Primo de Rivera. La Internacional Comunista se hizo eco de este
análisis cuando Manuilski no atribuyó importancia alguna a lo acaecido en España
argumentando que ni el PCE ni el proletariado habían jugado un papel protagonista. 88
Como parte del proceso de reorganización de sus escasas fuerzas, el 1 de marzo de 1930 el
partido celebró cerca de Bilbao una Conferencia Nacional, conocida por razones de seguridad
como ‘Conferencia de Pamplona’. Grieco, el representante de la IC, criticó a los dirigentes del
PCE por su inactividad en las semanas siguientes a la caída de la dictadura 89 ; sin embargo, la
Comintern no cuestionó la permanencia de Bullejos en la dirección del partido. Pero el
creciente descontento dentro de las filas del PCE continuaba representando una amenaza para
su liderazgo. Según fuentes de la FCC-B, el Comité Ejecutivo “se olvidó” de invitar a los dele-
gados de Cataluña y Levante a la reunión del nuevo Comité Central, después de la conferen-
cia, como única manera de garantizarse la reelección. 90 En la Conferencia de Pamplona se
habían hecho evidentes las serias discrepancias de la FCC-B con la línea del partido. Pese a las
conclusiones del Tercer Congreso, celebrado un año antes, la federación catalana había
seguido defendiendo su análisis de que la inminente revolución iba a ser “democrática”.
Arlandis, representante de la FCC-B, se encargó de defender esta tesis, que de nuevo fue
derrotada. Mientras tanto los días 13 a 27 de marzo, Maurín estaba de nuevo en Moscú. En
una carta dirigida a la Secretaría Latina de la IC, reconoció como justas las decisiones del VI
Congreso de la IC y, en consecuencia asumió ‘completamente’ la nueva línea del PCE,
sosteniendo que su III Congreso había acabado con la crisis interna. En contrapartida suplica
una decisión rápida por parte de la IC con respecto a su pertenencia al PCE. 91
Parece que la posición que expuso Maurín en Moscú tuvo poco efecto. En un intento de
decapitar a la creciente oposición de la FCC-B, los dirigentes del partido se sirvieron de la
‘Conferencia de Pamplona’ para atacar con virulencia a Maurín. Mediante una interpretación
estricta de las normas de la IC, según las cuales los dos años de residencia en París de Maurín
lo habilitaban únicamente como afiliado del PCF, el Comité Ejecutivo del PCE planteó el
87
Maurín, “A propósito de mi expulsión del Partido Comunista” La Batalla 13.8.31; cartas del Comité Regional
de la FCC-B al Comité Ejecutivo del PCE 8.5.29 y 22.8.29. (ACCPCE).
88
I. Deutscher, The Prophet Outcast (Oxford 1970) p.160.
89
“Carta al CE del PCE” 5.7.30. (ACCPCE).
90
“A las federaciones regionales del PCE. A todos los comunistas de España”, La Batalla 19.9.30.
91
“Carta del CR al Comité Ejecutivo. Firma: Renart” 19.10.29. y “CE al CR de la Federación de ...” 20.9.30.
(ACCPCE); H. Arlandis, “Contestando a una falsedad” La Batalla 27.8.31. Sobre el viaje de Maurín a Moscú
véase Riottot p.126.
27

tema de su “readmisión” en el partido. La conferencia decidió que la readmisión de Maurín


estaba sujeta a que éste escribiese varios artículos contra el “trotskismo” y a que firmase una
declaración en la que suscribiese las orientaciones políticas de la IC; posteriormente se añadió
la exigencia de que rompiese con todos los opositores y reconociese sus “errores políticos del
pasado”. 92 Arlandis, quien defendió a Maurín contra estos ataques, también fue acusado de ser
“trotskista” y persona de poco fiar. 93
El objetivo perseguido por la facción de Bullejos era claro: imposibilitar la readmisión de
Maurín en el PCE. Maurín respondió vehementemente a las acusaciones que se le hacían y
protestó contra las condiciones exigidas para su readmisión. En primer lugar preguntó
retóricamente si había sido expulsado del partido, ya que se planteaba su “reintegración” a
éste. Defendió luego su “incansable actividad” dentro del movimiento comunista y su lealtad a
la IC; al mismo tiempo, dejó claro que rechazaba a la dirección del partido por “su total
incapacidad para entender la situación política en España”. 94 En cuanto a la acusación de ser
trotskista, es posible que Maurín hubiese simpatizado breve tiempo, en 1925, con la Oposición
de Izquierda; desde entonces, sin embargo, existen pocos indicios de que apoyase a esa
tendencia 95 , a menos que su relación epistolar con Nin quisiera considerarse prueba de su
“desviación”. La misma FCC-B en ocasiones anteriores había pedido la expulsión de Gabriel
Trilla, que era ahora uno de los principales acusadores de Maurín, calificándolo de trotskista. 96
Por lo demás, los propios trotskistas acusaban a Maurín de ser un “burócrata” y a su grupo de
estar dispuesto a “someterse incondicionalmente a la voluntad de Stalin” si eso pudiese
garantizarles conquistar la dirección del partido. 97
Si el Comité Ejecutivo albergaba la esperanza de privar a Maurín del apoyo del resto de la
FCC-B, su empeño fracasó estrepitosamente: el Comité Regional Catalán declaró poco
después que respaldaba a Maurín sin ambages. 98 En realidad, la federación había mantenido
en los últimos tiempos una existencia al margen de la autoridad del PCE. A fines de 1929 los
organismos directivos de la FCC-B ya habían comenzado a reunirse sin informar de ello a la
dirección del partido y los comunistas catalanes habían prácticamente cesado de cotizar al
PCE. 99 Asimismo, y para disgusto del Comité Ejecutivo, se descubrió que González Canet y

92
Las condiciones de su “reingreso” en el partido fueron comunicadas a Maurín por el Comité Ejecutivo del PCE
mediante una carta fechada el 25 de junio 1930 (“CE al camarada Maurín” 25.6.30. [ACCPCE]).
93
“Acta de la reunión del CE del PCE” 20.6.30. (ACCPCE); H. Arlandis, “Contestando a una falsedad” La
Batalla 27.8.31.
94
“Maurín al CE” 5.7.30. (ACCPCE).
95
Las simpatías de Maurín hacía Trotsky quedan de manifiesto en su artículo sobre el dirigente bolchevique
aparecido en el diario barcelonés La Noche donde habla de él como “el gran estratega” y el “mejor escritor y
mejor orador que ha producido la revolución” “El amigo Trotsky” La Noche 10.2.25.; sin embargo, en un
artículo posterior, J. Maurín, “Leninismo y Trotskismo” en La Antorcha (6.3.25.) defendió la ortodoxia del
momento, donde opina que, a pesar de su admiración para él, la publicación del libro de Trotsky Lecciones de
octubre fue un “gran error”. Riottot, p.93, comenta “la escritura pesada y la construcción de frases a veces
dubitativas” del artículo en La Antorcha “recuerdan poco de Maurín”. Según Souvarine, Maurín firmó el artículo
contra Trotsky para mantener su control sobre la dirección del PCE, ibíd. p.95. Más tarde, durante su estancia en
Moscu en la primavera de 1928 parece que Maurín tuvo algún contacto con la Oposición de Izquierdas pero llegó
a más, ibíd. p.118.
96
Para las acusaciones por parte de la FCC-B sobre el apoyo de Trilla a Trotsky en 1924, véase, “Carta de Renart
al Comité Ejecutivo” 22.8.29. (ACCPCE). Según Riottot, p.92, la correspondencia de Trilla a Souvarine en
febrero de 1925 muestra claramente que era Trotskista.
97
La Vérité 13.6.30; P. Pagès, El movimiento trotskista en España (Barcelona 1977) p.45.
98
“Resolución sobre el caso Maurín” 5.7.30. (ACCPCE)
99
A principios de 1930 sólo el 45% de los militantes de la Federación pagaron sus cuotas al PCE (“CE a la FCB”
28

uno de los dirigentes del Sindicato de Artes Gráficas de Barcelona, Adolfo Bueso, ambos
expulsados del partido, formaban parte de los Comités Regionales del partido de Levante y
Cataluña respectivamente. 100 Además, frente a la línea radical del PCE, que llamaba a la
instauración de “la dictadura democrática de obreros y campesinos”, la FCCB había seguido
hablando de “la revolución democrática”. En la práctica, la FCC-B, a diferencia del conjunto
del PCE, había colaborado durante los últimos años de la década de los veinte, aunque de
forma poco estrecha, con grupos republicanos y nacionalistas catalanes.
El 5 de junio de 1930, el Comité Ejecutivo tomó la decisión de expulsar a los disidentes
catalanes, a quienes denominaba “agentes burgueses” y “elementos
contrarrevolucionarios”. 101 Sin embargo, la dirección del partido tenía aun esperanzas de
evitar una escisión, ya que seguía creyendo que las discrepancias de la militancia catalana se
debían principalmente a su desconocimiento de la línea del partido. Con este fin, se estableció
un nuevo comité del PCE en Barcelona, el cual anunció el 14 de agosto de 1930 la expulsión
del Comité Regional “rebelde” de la FCC-B. 102 En la práctica, esta medida desembocó en la
separación de casi todos los militantes de la Federación porque, pese a las esperanzas del
Comité Ejecutivo, la gran mayoría de los militantes catalanes se identificaban con su
dirección, como lo confirmó el Pleno Regional de octubre. 103
El Comité Regional de la FCC-B no reaccionó inmediatamente a su expulsión, quizá con la
esperanza de lograr que se anulase. En las semanas siguientes a la expulsión, La Batalla, que
había vuelto a publicarse en mayo de 1930, continuó defendiendo la línea del PCE e incluso
publicó artículos de dirigentes importantes del partido. 104 No fue hasta el 5 de septiembre
cuando la FCC-B hizo públicas sus discrepancias con la dirección del partido, en respuesta a
un ataque contra la organización catalana publicado en el periódico del PCE, Mundo
Obrero. 105 La Federación acusó a los dirigentes del partido de ser “una pandilla de burócratas
que no representan al movimiento comunista español”. Asimismo, la FCC-B, por primera vez,
criticó abiertamente la decisión del partido de establecer el llamado “Comité para la
Reconstrucción de la CNT”, medida que, a su parecer, constituía un intento de dividir al
movimiento sindical. 106 Posteriormente, en un informe más extenso acerca de la crisis del
PCE, la federación catalana acusó a Bullejos de haber “dirigido el partido durante seis años

20.1.30. [ACCPCE]); ya en junio las cotizaciones habían cesado por completo y el mismo Comité Regional
tampoco aportó ya su contribución económica a la organización central, (“Acta de la reunión del CE del PCE”
14.8.30. [ibíd]).
100
González Canet, como se ha visto, fue expulsado del PCE en 1926. Al parecer fue readmitido después porque
una carta del CE a la Federación de Levante del 29.8.29 habla de la que debió ser su segunda expulsión “hace
cinco meses” y de como seguía formando parte del Comité Regional levantino (ACCPCE); Bueso fue expulsado
del PCE en 1927 (Pagès, Historia del Partido Comunista... p.117), y en enero de 1930 la dirección del PCE
denunciaba también su pertenencia al Comité Regional de la FCC-B (“Acta de la reunión del CE del PCE”
14.1.30. [ibíd]).
101
“Acta de la reunión (extraordinaria) del PCE” 5.6.30. (ACCPCE); “Como se liquida un partido”, La Batalla
17.10.30.
102
El Comité Regional expulsado lo integraban Maurín, Eusebio Rodríguez Salas -fundador la FCC-B en
Tarragona -, Arlandis y Joaquín Masmano – fundadores de la Federación de Levante -, Josep Metge – un
veterano del Sindicato de Metalurgia de la CNT -, Adolfo Martín y Roch (David Rey), (“CE a los CRs” 14.8.30.
y “CE al CR de la Federación de...” 20.9.30. [ACCPCE]).
103
La Batalla 10.10.30.
104
El último que apareció era del propio Bullejos (J. Bullejos, “Trayectoria del socialismo”, La Batalla 18.7.30).
105
Mundo Obrero 13.9.30.
106
La Batalla 5.9.30. Sólo tres semanas antes la prensa de la FCC-B había dicho que no creía que el Comité para
la reconstrucción de la CNT representase una escisión de la Confederación, (ibíd. 15.8.30).
29

con métodos terroristas”. No obstante, los dirigentes de la Federación continuaron afirmando


su lealtad a la IC, pese a que ésta había condenado la posición de la FCC-B en un telegrama
enviado al Comité Ejecutivo. Por su parte, la FCC-B hizo un llamamiento a favor de la
reinstauración dé la democracia interna y de un cambio en la dirección como único modo de
evitar el desmembramiento total del partido. 107 A pesar de sus protestas, el hecho es que, a
partir de entonces, la FCC-B quedó orgánica y políticamente separada del movimiento
comunista oficial.

El Bloque Obrero y Campesino.


Entre 1924 y 1930 el PCE había vivido aquejado por una crisis más o menos permanente y su
situación no permitía pensar que se hallase en condiciones de superarla: el número de afiliados
en toda España era de unos pocos cientos y la oposición a la dirección constituía una situación
endémica. El descontento no existía sólo en Cataluña, sino que también afectaba a las
organizaciones regionales de Asturias, de Levante, del norte de Castilla e incluso de Madrid.
En contraste con este declive del PCE, el comunismo ganaba nuevos simpatizantes en
Cataluña, aunque éstos no se integrasen en el partido. A fines de 1929, la FCC-B ya señaló
que “muchos trabajadores se autodenominan comunistas”. Se argumentó que fue sólo la falta
de apoyo financiero del PCE la que impidió a la federación catalana reclutar a esos obreros 108 .
Por otra parte, un acontecimiento importante vino a enriquecer el panorama del comunismo
catalán: la fundación de un nuevo grupo comunista independiente, el Partit Comunista Català
(PCC), que tuvo lugar en la casa del dirigente campesino Sebastià Garsaball en Lleida en
noviembre de 1928. De los afiliados de este nuevo partido, que eran alrededor de 200, algunos
procedían de la FCC-B, otros de la organización separatista Estat Català; sin embargo, la
mayoría nunca habían militado en ninguna agrupación política. En los años precedentes, el
movimiento nacionalista catalán se había radicalizado como resultado de la constante
persecución a la que lo había sometido la dictadura. Los grupos nacionalistas de izquierdas
habían ganado muchas simpatías, y, por otra parte, algunos jóvenes activistas de estos sectores
empezaban a interesarse por el comunismo. La incomprensión que los nacionalistas
manifestaban hacia las aspiraciones revolucionarias de la clase obrera por un lado, y la
hostilidad los anarquistas contra los movimientos de liberación nacional por otro, llevaron a
estos jóvenes a descubrir el leninismo. A sus ojos, el comunismo ofrecía una solución
coherente tanto a los conflictos sociales como a los nacionales. Sin embargo, pese a su
identificación plena con la experiencia rusa, estos activistas no toleraban las “intrigas” del
PCE, lo que les llevó a optar por crear un partido catalán independiente. 109
En Barcelona, la mayoría de los militantes del PCC la constituía un grupo de jóvenes
trabajadores mercantiles que durante 1926 y 1927 habían organizado un grupo de estudio
sobre el marxismo, auspiciado por el Ateneu Enciclopèpic Popular, influyente centro obrero
de educación y cultura. 110 Este grupo extendió su influencia a otros ateneos de la ciudad, con

107
“La crisis del Partido Comunista”, ibíd 12.9.30; Comité Regional de la FCC-B y Comité Local de la
Agrupación Comunista de Madrid, “A las federaciones regionales del PCE. A todos los comunistas de España”,
ibíd 19.9.30; “Como se liquida un partido” ibíd 17.10.30.
108
“FCC-B Pleno Regional”, noviembre 1929 y “Acta de la reunión del CE del PCE” 14.1.30. (ACCPCE).
109
Maurín a Nin 16.11.28. “Andreu Nin al Moscou...” L’Avenç; D. Domingo Montserrat, “La crisis del Partido
Comunista de España”, La Batalla 26.2.31.
110
En este grupo, que adoptó el nombre de Círculo de Estudios Marxistas, participaron varios activistas que iban
a ser dirigentes del BOC, como Jordi Arquer, Miguel Ferrer (Ramon Fuster), Daniel Domingo Montserrat y Josep
Soler, todos destacados militantes del Sindicato Mercantil, el obrero de la construcción Josep Coll, y los
30

lo que se llegó a crear una red que posteriormente iba a constituir el embrión del nuevo
partido. 111 Durante 1928, algunos de los futuros afiliados del PCC publicaron regularmente
artículos en el semanario republicano de izquierdas L’Opinió. 112 Hasta abril de 1930 el PCC
no comenzó a publicar su propio periódico, Treball, para lo cual hubo de hacerse, previa-
mente, con el control de una publicación cultural del distrito de Sant Andreu. 113 En el resto de
Cataluña, el PCC contaba con una implantación importante en Lleida y en sus alrededores; allí
sus organizadores fueron varios antiguos fundadores de la FCC-B, entre ellos Víctor Colomer,
un maestro que había colaborado estrechamente con Maurín en los días de Lucha Social. 114 En
la sección de Lleida se integró un grupo de trabajadores ferroviarios que desde septiembre de
1929 publicaba La Señal 115 , periódico que pretendía ser portavoz de los militantes que se
oponían ala “dirección reformista” del sindicato ferroviario de la UGT. El dirigente local de
este sindicato, Joan Farré, militante del PCC, fue pronto expulsado de la UGT debido a su
oposición a esa dirección. En protesta contra su expulsión, 200 afiliados de los 275 que tenía
el sindicato lo abandonaron y, posteriormente, se afiliaron a la CNT. 116 A partir de mayo de
1930, La Señal se comenzó a publicar en Barcelona como periódico de los ferroviarios y del
sindicato autónomo de los portuarios. El dirigente de los portuarios, Desiderio Trilles, que en
1924 había acompañado a Maurín al Tercer Congreso de la ISR, se había integrado en el PCC,
aunque posteriormente lo iba a abandonar para afiliarse al Partido Socialista. A partir de su
publicación en Barcelona, La Señal se transformó en la práctica en el órgano sindical de todo
el PCC, en el cual escribían dirigentes del partido, fueran o no ferroviarios o portuarios. 117 El
PCC también gozó de una cierta implantación entre los trabajadores mercantiles de
Sabadell 118 y entre los trabajadores de la industria del calzado de Sitges.
El PCC no era un partido estrictamente organizado a la manera leninista, sino más bien una
organización poco estructurada. Aunque se habían constituido órganos de dirección tanto
locales como de Cataluña, los militantes no pagaban cuotas. 119 Debido al acoso de la censura,

periodistas Abelard Tona y Narcís Molins i Fàbrega, quien después iba a militar en el trotskismo. Sobre le PCC
véanse también Aisa, El laberint roig… pp.91-97.
111
Sobre todo los ateneos de Sant Andreu, Gràcia y Sants (F. Bonamusa, El Bloc Obrer i Camperol p.52; J. Coll
y J. Pané, Josep Rovira. Una vida al servei de Catalunya i del socialisme [Barcelona 1978] p.24; “Conversa amb
Josep Soler i Vidal”, L’Avenç núm. 30, septiembre 1980).
112
Entre el 10.3.28. y el 15.12.28., Jaume Miravitlles publicó diez artículos en L’Opinió; Abelard Tona seis, entre
el 27.8.28. y el 17.11.28; también aparecieron otros de Arquer, Molins i Fàbrega, Joan Farré y Joan Quer.
113
A través del grupo Amics d'Ignasi Iglesias unos militantes del PCC habían hecho suya de la revista cultural
L’Andreuenc, que se transformó en un semanario político, L’Andreuenc-Treball, el 1 de enero 1930 y más tarde
en Treball, el 28 de junio 1930 (Entrevista con Josep Coll, 6.12.84; también véase Bonamusa, El Bloc Obrer...
pp.56-57).
114
Participaron en este grupo el dirigente del Sindicato de la Madera de Lleida Francesc Aguilar, el dirigente
campesino Sebastià Garsaball, el escritor Joan Baptista Xuriguera y Josep Rodes, futuro dirigente del POUM y
propietario de una zapatería. Fuera de la capital provincial, los militantes más destacados fueron Tomàs Pàmies,
de Balaguer, y Francesc Mateu de Tàrrega. Pàmies se había afiliado originalmente a la FCC-B, después de haber
organizado los Amics de la URSS en Balaguer en 1920 (T. y T. Pàmies, Testament a Praga [Barcelona 1971],
p.89); Mateu también fue fundador de la FCC-B (La Batalla 26.9.24); según él la agrupación de Tàrrega de la
Federación fue establecida a finales de noviembre 1924 (ibíd 4.12.24).
115
Entre los dirigentes de este grupo estuvieron Joan Farré, Francesc Pelegrí y Teófil Zayuelas.
116
La Señal 15 .10.29, 15.11.29, 1.1.30.
117
El núm. 19 de La Señal (31.5.30.) fue el primero editado en Barcelona; el último del que se tiene noticia fue el
29 (1.11.30)
118
Dos de los dirigentes principales del Sindicato de Empleados y Técnicos de Sabadell, y más adelante del
POUM en esta ciudad, Joan Vila y Josep Oltra Picó, militaron en el PCC.
119
Bonamusa, El Boc... p.53; Según Josep Coll, el PCC contó con Comité Ejecutivo, Comité Central y algunos
comités provinciales y locales (Entrevista con Josep Coll 6.12.84).
31

el PCC optó por organizarse a través de grupos de simpatizantes; así, los grupos Amics de La
Señal, que estaban agrupados en torno al periódico de los ferroviarios de Lleida y, más
adelante, los grupos Amics de Treball. La poca estructuración del partido quedó de manifiesto
cuando, en mayo de 1930, se informó de la creación de una “comisión de organización”. Esta
comisión, que hizo saber que había recibido adhesiones desde toda Cataluña, convocó una
“asamblea constituyente” para establecer el “programa y los estatutos del Partido Político
Obrero”, 120 nombre que, por razones legales, usaba habitualmente el PCC para
autodenominarse.
En un primer momento, la FCC-B criticó a aquellos de sus antiguos militantes que decidieron
participar en la creación del PCC. En noviembre de 1928, Maurín, en una carta a Andreu Nin,
había descrito al nuevo partido como una “escisión” que, en su opinión, sólo iba a servir para
perpetuar en su puesto a la dirección del PCE del momento. Al mismo tiempo, sin embargo,
Maurín, que siempre había sido optimista en cuanto a la posibilidad de que el marxismo
consiguiese una amplia implantación en Cataluña, se refirió a la fundación del PCC como “un
síntoma de la gran transformación ideológica que lentamente se está operando en el seno del
movimiento obrero de Cataluña”. 121 Los contactos personales entre los militantes de las dos
organizaciones comunistas catalanas, que eran bastante frecuentes, aumentaron a medida que
la Federación se desmarcaba de Madrid. El principal dirigente de Barcelona del PCC, Jordi
Arquer, había visitado a Maurín durante su encarcelamiento en los años veinte, y también en
París en 1928. 122 Aunque en enero de 1930 caracterizase al PCC como seudocomunista, la
FCC-B ya se estaba planteando seriamente la posibilidad de integrar a sus rivales en su
organización. El crecimiento del nuevo partido, que en esas fechas ya contaba con alrededor
de 400 afiliados, casi cuatro veces más de los que tenía la Federación, sin duda contribuyó a
que el grupo de Maurín se interesase por la fusión de ambas organizaciones. 123
En Madrid, la dirección del PCE se mostró poco entusiasta del nuevo partido, al que describió
como “pequeñoburgués”; aunque en enero de 1930 la dirección comunista propuso a Arlandis
que conectara con el PCC para intentar ganar “los elementos revolucionarios”. Los contactos
entre los dos grupos catalanes constituyeron otro motivo de descontento del Comité Ejecutivo
con la dirección de la FCC-B. En el verano de 1930 esos contactos habían progresado tanto
que el PCE acusó a la federación catalana de “estar preparando la ruptura con el partido para
formar una organización independiente con el PCC”. 124 Ciertamente existían las premisas para
que se diese esa unión. Las dos facciones catalanas discrepaban del partido oficial en temas
cruciales como la naturaleza democrática de la revolución española, y coincidían en su
oposición a la “división” de la CNT y en su desconfianza hacia los métodos burocráticos y
centralistas de Madrid. Por otra parte, tanto al PCC como a la FCC-B les interesaba ser
reconocidos por la IC, aunque mantenían una actitud ambigua frente a la evolución interna del
movimiento comunista internacional. 125 Después de que la FCC-B hubo sido expulsada del
PCE, llegó rápidamente a un acuerdo de unificación con el PCC. En el congreso del PCC,
celebrado en noviembre de 1930, la inmensa mayoría votó a favor de la unificación; tan sólo

120
Treball 3.5.30.
121
Maurín a Nin, 16.11.28, “Andreu Nin al Moscou...” L’Avenç….
122
J. Arquer, “Joaquín Maurín. Mis recuerdos personales”, La Batalla 12.1.37.; Bonamusa, El Bloc... p.65.
123
“Acta de la reunión del CE del PCE” 14.1.30 y “FCB al CE del PCE” 26.1.30 (ACCPCE).
124
El Comité Ejecutivo de la FCC-B informó que la Federación había celebrado una reunión a principios de
agosto donde se tomó la decisión de fusionarse con el PCC (“CE a los CRs”, 14.8.30. [ACCPCE]; véase también,
“CE al CR de la Federación de...” 20.9.30. [ibíd]). Sobre la propuesta a Arlandis véase Riottot p.150.
125
Coll y Pané p.29.; Alba (ed.), La revolución española en la práctica. Documentos del POUM, p.18.
32

un pequeño grupo de intelectuales, liderados por Amadeu Bernadó, el editor de Treball, se


opuso al acuerdo. 126
La unificación formal de las dos organizaciones se retrasó hasta el 1 de marzo de 1931 debido
a que varios de los dirigentes de ambas fueron encarcelados en otoño de 1930, cuando se
recrudecía la represión gubernamental frente a la creciente agitación social y política. En la
reunión de unificación, celebrada en la sede de la Agrupación Comunista de Terrassa, los
treinta delegados presentes decidieron que la organización unificada mantendría la
denominación de FCC-B, por razones históricas y para evitar las confusiones con el PCE que
hubiesen podido ocasionar las siglas PCC. 127 Se adujeron razones similares para decidir que
La Batalla fuese el órgano oficial de la nueva organización. En octubre de 1930 la FCC-B y el
PCC habían comenzado a publicar conjuntamente La Nueva Era, una revista dedicada a la
teoría, así como un semanario en catalán, L'Hora, en diciembre del mismo año. La Nueva Era,
que anteriormente había publicado ya un número en París auspiciado por Maurín, tenía como
objetivo desarrollar “la doctrina y la conciencia revolucionaria”, dejando de lado los
“episodios políticos o los conflictos partidistas”.128 Por su parte, L'Hora no era, a diferencia de
La Batalla, un verdadero periódico de partido, porque no todos los que lo elaboraban eran
militantes y porque se inspiraba en el modelo de la publicación izquierdista francesa Monde,
dirigida por Henri Barbusse. Aparte de artículos sobre la actualidad política, con especial
atención a Cataluña, L'Hora tenía una orientación más cultural; esto reflejaba sus orígenes, ya
que fue fundada por el Ateneu Enciclopèpic Popular.129
En el momento de su fundación, la FCC-B unificada contaba con alrededor de 700 militantes,
de los cuales entre 400 y 500 procedían del PCC. 130 La antigua Federación, que en julio de
1930 llegó a tener 194 militantes, había mantenido núcleos relativamente sólidos fuera de
Barcelona, en Girona, Lleida, Manresa, Mataró, Olot, Reus, Tarragona y Terrassa. 131 En las
comarcas de Lleida, bastantes cuadros de la antigua FCC-B la habían abandonado para unirse
al PCC, que también tuvo grupos organizados en Sabadell, Sitges, Vilanova i la Geltrú y en
Barcelona. La importancia del nuevo partido unificado no se debió tanto al número de
126
La mayor parte de los integrantes de este grupo, que publicó unos números más de Treball, acabaron en
partidos nacionalistas de izquierda (véase M.D. Ivern y E. Ucelay Da Cal, “Nacionalisme radical i marxisme.
D'Estat Català al Partit Català Proletari”, Ponencia. I Coloquio de Historia de Recerques, octubre 1974 y J.M.
Rodes i E. Ucelay Da Cal, “Una vida significativa: Amadeu Bernadó” L’Avenç diciembre 1978).
127
Entrevista con Josep Coll, 6.12.84; “Conversa amb Josep Soler i Vidal”, L’Avenç núm. 30, septiembre 1980;
Federación Comunista Ibérica, Tesis aprobadas por el II Congreso de la Federación Comunista Catalano-Balear
(Barcelona 1932) p.1.
128
“Editorial”, La Nueva Era, octubre 1930. Los primeros artículos de militantes del PCC en La Nueva Era
aparecieron en el número de noviembre: D. Domingo Montserrat, “El aspecto social de la racionalización” y V.
Colomer, “El plan quinquenal”.
129
Coll y Pané p.24. Según Jaume Miravitlles, el comité de redacción original lo formaron Arquer, Daniel
Domingo Montserrat y Molins i Fàbrega – todos del PCC – con Maurín y Andreu Nin (J. Miravitlles, Contra la
cultura burguesa Barcelona 1931, p.9).
130
Federación Comunista Ibérica, Tesis aprobadas por el II Congreso .... p.2; Humbert-Droz, Mémories. Lénine à
Staline... p.409; Maurín, “Au Comité Exécutif de l'IC” 5.5.31. (ACCPCE); La Batalla octubre 1968. En 1963
Maurín dijo que el BOC tuvo entre dos y tres cientos afilados en Abril 1931, Riottot p.167n.
131
“CE a los CRs” 14.8.30 (ACCPCE); Véase Apéndice Uno para la militancia de la FCC-B en 1929. La mayoría
de los núcleos habían existido desde la fundación de la FCC-B, una excepción fue Girona, donde la sección local
se estableció a finales de 1927, al principio con unos 20 afiliados, según uno de sus fundadores, Miguel Gayolà
(Entrevista con el autor, 14.5.84). Aunque no aparecen citados en el informe del PCE, hay indicios de que la
Federación tenía presencia también en Olot y Tarragona desde 1924. Josep Banqué menciona la existencia a
finales de los años 20 de grupos comunistas no solamente en Reus y Tarragona, sino también en de Falset, Flix,
Gratallops, La Cononja, Porrera y “otros sitios”.
33

militantes con que contaba, como al hecho de que, por primera vez, se constituyese en
Cataluña un partido obrero que agrupaba en sus filas a un buen número de militantes
experimentados. Aunque sus fuerzas a principios de 1931 eran escasas, la FCC-B contaba con
una implantación relativamente sólida, superior a la que en Cataluña hubiese alcanzado en el
pasado ninguna organización comunista o socialista. El aumento de la circulación de La
Batalla, que entre mayo y noviembre de 1930 incrementó su tirada de 3.000 a 8.000
ejemplares 132 , constituye un indicio de que, aunque lentamente, la influencia de los
comunistas disidentes aumentaba.
Una de las condiciones exigidas por el PCC para la unificación con la FCC-B fue que se
crease una amplia organización de simpatizantes. El PCC esperaba que dicha organización se
transformase en el embrión de un verdadero partido comunista de masas, en un “gran Partido
Político Obrero y Campesino”. 133 Por esta razón, el congreso de unificación decidió crear,
como organización paralela a la FCC-B, el Bloque Obrero y Campesino (Bloc Obrer i
Camperol). La idea de un “bloque obrero y campesino” había sido concebida por la Comintern
en 1923-1924, como una forma de alianza entre los obreros y los campesinos y como un
medio para atraer a las masas rurales hacia el comunismo. Aunque en España el PCE había
propuesto la creación de este bloque en 1924, las circunstancias políticas imperantes
determinaron que la propuesta no pasase de ser una consigna propagandística.134 Fue en
Francia donde esta política tuvo mayor repercusión, ya que llevó a la creación del Bloc
Ouvrier et Paysan a finales de 1923, aunque en la práctica este bloque no representó apenas
otra cosa que un frente electoral del PCF. En diciembre de 1930 Maurín se refirió, utilizando
la antigua consigna de la IC, a la necesidad de que los obreros formasen un bloque con los
campesinos cerrando así filas para la revolución democrática. 135
La concepción del bloque obrero y campesino formulada por el Primer Congreso de la
Federación difería sustancialmente de la idea originalmente propugnada por la IC. Para la
Federación, el BOC debía actuar como una organización periférica amplia que permitiese a la
FCC-B movilizar “a todos los trabajadores de la ciudad y del campo que aun no siendo
comunistas, aceptan, sin embargo, las consignas formuladas por los comunistas”.136 Un año
más tarde, Maurín explicó que los dirigentes de la Federación habían llegado a la conclusión
de que “la adopción rígida de los métodos de organización de los partidos comunistas en un
país como España, en donde hay una tan escasa tradición organizativa política, nos condenaría
al fracaso.... El sistema bolchevique copiado al pie de la letra ha dado resultados desastrosos
en la mayor parte de los países. En Francia, por ejemplo, la bolchevización ha hecho perder al
partido comunista las tres cuartas partes de sus afiliados. Hay que encontrar, pues, una fórmula
de organización que se adapte a las peculiaridades de nuestro movimiento obrero. Esta
fórmula es el Bloque Obrero y Campesino”. La creación del Bloc era, sobre todo, un medio
para llegar a los “campesinos explotados” quienes, en opinión de Maurín, no podían unirse
directamente al partido. Según este esquema, la FCC-B debía actuar como el “cerebro y
sistema nervioso central”, mientras que el BOC debía ser “el lugar de concentración de las
masas obreras que se aproximaban al comunismo” y donde pasasen por un proceso de

132
Nin a Trotsky 12.11.30., L. Trotsky, The Spanish Revolution (1931-1939) (Nueva York 1973) p.380.
133
Treball 8.11.30, 15.11.30; Federación Comunista Ibérica, Tesis... p.52.
134
La Antorcha 18.7.24; La Batalla 25.7.24, 2.10.24.
135
“El final de la ilusión democrática”, ibíd 11.12.30; este argumento Maurín lo repitió, por última vez, dos
meses más tarde, en su artículo, “La crisis política”, ibíd 26.2.31.
136
Maurín, “El Bloque Obrero y Campesino”, ibíd 12.3.31.
34

selección antes de asumir una plena militancia comunista. 137


La creación del Bloc se ha presentado como una ruptura con el comunismo ortodoxo. 138 Esto
parece confirmarlo Maurín en su escrito de principios de 1932 en el que hace referencia a los
“resultados desastrosos” causados por la imitación del modelo bolchevique y a la necesidad de
tener en cuenta las peculiaridades políticas de España. No obstante, la exposición teórica que
Maurín hace del concepto de bloque obrero y campesino se sitúa en gran medida dentro del
campo de la ortodoxia. Así, la distinción entre simpatizantes y militantes se presentó como un
retorno al leninismo más puro. A diferencia del PCE, la FCCB propuso que sólo se admitiesen
como militantes a aquellos “que han dado pruebas de sus convicciones y de sus actividades y
disciplina”, 139 a fin de constituir una auténtica vanguardia comunista. En realidad, la
estructura de la FCC-B se ajustaba al clásico modelo leninista, constituida por células
funcionales y regidas por el centralismo democrático. La única diferencia en lo organizativo
con el movimiento comunista oficial en ese período radicaba en la existencia, en el seno de la
FCC-B, de un nivel importante de democracia interna y de debate, algo que los comunistas
disidentes consideraban completamente coherente con la tradición bolchevique. Aunque
algunas modificaciones introducidas, tales como la elección del secretario general por el
congreso del partido, o la de los integrantes de los comités comarcales y provinciales por las
bases del mismo, representaban una ruptura con la práctica comunista de designar esos cargos
desde la dirección, la FCC-B declaraba su adhesión a los principios del “centralismo
democrático”.
El BOC, pese a su declaración de intenciones, nunca se transformó en una amplia organiza-
ción de simpatizantes. Su estructura era prácticamente idéntica a la de la FCC-B en todos sus
aspectos y, progresivamente, ambas organizaciones llegaron a ser indistintas. El Bloc apenas
diluyó el leninismo de la FCCB, mientras que por el contrario la influencia de ésta tomó al
BOC “más comunista cada día” 140 en sus orientaciones y en su funcionamiento. En los años
siguientes, el BOC mantuvo sus rasgos originales, una menor estructuración que la Federación
y una identidad diferenciada de ésta, tan sólo en algunas zonas rurales. Las direcciones de la
FCC-B y del BOC eran la misma; en la práctica, muy pronto se hizo difícil advertir diferencias
entre ambas organizaciones.

137
V. Colomer, “La Federación y el Bloque” ibíd 24.12.31; Maurín, El Bloque... pp.22-23.
138
Monreal p.46; I. Molas, Introducción a Monreal, ibíd. p.8.
139
Federación Comunista Ibérica, Tesis... p.52.
140
Colomer, “La Federación y el Bloque” La Batalla 24.12.31.
35

2. Revolución y República 1930-1932


La revolución democrática.
La caída de Primo de Rivera se dio en un contexto de creciente crisis económica, social y
política. Las divisiones existentes entre las clases dominantes, así como la progresiva
implantación del republicanismo entre la clase media, determinaron la naturaleza interina del
gobierno del general Berenguer. A la caída del dictador sucedió una liberalización política,
aunque limitada; poco después se desencadenaba una ola sin precedentes de huelgas
económicas, a menudo no controladas por las organizaciones obreras tradicionales. Desde el
punto de vista político, fueron los partidos republicanos, y no el dividido movimiento obrero,
los principales beneficiarios de la creciente agitación social.
La mayor parte del espectro político, caída la dictadura, estaba a favor de acabar con el
régimen autoritario y de restablecer alguna forma de gobierno parlamentario. Incluso
dirigentes políticos conservadores responsabilizaron a la monarquía de la situación imperante
en el país y se integraron activamente en el bando republicano. Tampoco cabía esperar que el
ejército fuese a salvar a la monarquía. Muchos oficiales mantenían contactos estrechos con la
oposición. En una serie de reuniones entre dirigentes socialistas y republicanos con oficiales
rebeldes se acordó llevar a cabo un levantamiento para derrocar al régimen tambaleante. La
rebelión militar debía coincidir con una huelga general. Las posibilidades de éxito del
levantamiento aumentaron gracias al apoyo tácito, aunque no explícito, de muchos dirigentes
de la CNT. La fecha del levantamiento se fijó para el 15 de diciembre. El pronunciamiento
prematuro de oficiales republicanos en Jaca ocurrido el 12 de diciembre y la pasividad de los
socialistas en Madrid frustraron el éxito del levantamiento. La huelga general, sin embargo, se
declaró en casi todo el país y constituyó, en opinión de Maurín, “el movimiento de masas más
formidable que haya conocido la clase obrera española”.1 Los días de la monarquía estaban
contados. El rey, presionado desde todos los sectores y después de haber cesado a Berenguer,
fue convencido de que convocase elecciones municipales; éstas se iban a celebrar el día 12 de
abril de 1931. La alianza entre socialistas y republicanos obtuvo una mayoría aplastante en
casi todas las ciudades importantes y al rey no le quedó prácticamente otra alternativa que
abandonar el país. Dos días después de las elecciones, en medio de un entusiasmo
desenfrenado, se instauró la segunda República.
La separación de la FCC-B del PCE y su posterior unificación con el PCC tuvo lugar en este
contexto revolucionario. El análisis de Maurín sobre la “revolución democrática” constituyó el
marco teórico dentro del cual los comunistas disidentes catalanes comenzaron a desarrollar
una praxis política diferente a la del partido oficial. Maurín ya había expuesto su análisis
político en 1929, pero fue en su libro La Revolución Española, publicado a fines de 1931,
donde lo presentó de manera exhaustiva. El problema central con el que se encontraban todos
los teóricos marxistas al estudiar el caso de España, el de la “revolución burguesa inacabada”,
constituía también el eje del análisis de Maurín. Según él, cualquier movimiento
revolucionario debía abordar el problema que esta “revolución democrática” planteaba. La
cuestión no estaba solamente en acabar con la monarquía sino que se debía conquistar también
la distribución de la tierra a las masas rurales, la autodeterminación de las minorías nacionales,
romper el poder de la Iglesia y desmantelar el ejército. A diferencia de la mayoría de los

1
Maurín, La revolución española, pp.73-74.
36

marxistas españoles, Maurín argumentaba que ni la burguesía, ni ningún sector de la misma,


eran capaces de realizar esta revolución. Fundamentaba su análisis en la naturaleza atrasada
del capitalismo español, que determinaba la composición de las clases dominantes por una
alianza entre fuerzas semifeudales y burguesas, alianza que había impedido el desarrollo de
una verdadera democracia burguesa. La experiencia de todo el período de la Restauración y
más tarde de la dictadura de Primo de Rivera parecía confirmar este análisis.
En sus escritos Maurín explica que la crisis del régimen anterior, agravada por el deterioro de
la situación económica, había permitido que un sector de la pequeña burguesía, representado
por los partidos republicanos, colmase el vacío de poder. No obstante, para Maurín y sus
correligionarios, esta clase tampoco estaba en condiciones de completar la revolución
democrática. La pequeña burguesía carecía de la solidez y del poder necesarios para
enfrentarse a los férreos intereses de la tradicional oligarquía dominante. En su elocuente
acusación contra el antiguo régimen y sus partidarios, Los Hombres de la Dictadura,
publicada a fines de 1930, Maurín argumentó que las debilidades de los republicanos se
habían reflejado claramente en su incapacidad de explotar la favorable situación que reinó en
las semanas siguientes a la caída de Primo de Rivera. 2 Pudo así la dictadura aguantar un año
más antes de desintegrarse; desintegración debida, a partes iguales, tanto a su propia ineptitud
y a la falta de apoyo de la clase dominante como a la actividad opositora de los republicanos.
En los cinco años posteriores a la caída de la dictadura, los planes de los gobiernos
republicanos dirigidos a introducir ni que fuera las más mínimas reformas sociales y políticas
se enfrentaron al sabotaje de la clase dominante atrincherada en sus intereses. El análisis de los
partidos pequeñoburgués es desarrollado por Maurín se revelaba acertado. Según este análisis,
el hecho de que esos partidos tuviesen el poder se debía a que la clase trabajadora estaba
dividida y carecía de una ideología revolucionaria coherente. Por consiguiente, los
republicanos estaban en el poder gracias a la “benevolencia” o confusión política de las
organizaciones obreras, sin cuyo apoyo las fuerzas de la pequeña burguesía apenas podrían
sobrevivir.
Fuera de Cataluña, la implantación de masas independiente del republicanismo de izquierdas
era escasa. En las elecciones celebradas en 1933, las únicas a las que los partidos republicanos
de izquierda concurrieron sin una alianza generalizada con los socialistas, su debilidad quedó
de manifiesto. Sobre lo que sucedía fuera del Parlamento los republicanos tenían muy poca
influencia. Las grandes luchas que se iniciaron en 1930, y que fueron desde huelgas hasta
esporádicas insurrecciones armadas, influyeron mucho más en el curso de la historia de la
segunda República que las pretensiones reformistas de los políticos de clase media. Sin
embargo, tal como Maurín y sus compañeros denunciaban constantemente, las principales
organizaciones obreras eran incapaces de constituir una alternativa revolucionaria al
republicanismo pequeñoburgués.
La FCC-B declaró que únicamente la clase obrera armada, con el apoyo del campesinado y de
los movimientos de liberación nacional, sería capaz de realizar la revolución democrática,
mediante la creación de “juntas revolucionarias obreras y campesinas”. Maurín proclamó que
“la toma del poder por la clase trabajadora, gracias a la coordinación de esas tres fuerzas,
significaría el fin de una pesadilla que se prolonga durante siglos”. 3 La FCC-B afirmaba que la
manifestación más reciente del poder del proletariado y la confirmación, conforme a la clásica
evaluación marxista, de su potencial revolucionario, se había dado en 1930. Por consiguiente,
2
Maurín, Los Hombres... pp.228-230.
3
“Proyecto de Tesis Política”, La Batalla 12.2.31; Maurín, La revolución española p.204.
37

según los comunistas disidentes, la revolución, dirigida por la clase obrera, debía avanzar
inevitablemente desde la consecución de la “etapa democrática” directamente al
establecimiento del socialismo. El fracaso de los obreros en su intento de arrebatar a la
pequeña burguesía la dirección de la revolución democrática sólo podía desembocar en la
reorganización de las fuerzas reaccionarias, con una consiguiente victoria de la
contrarrevolución. Como señaló Maurín, ante la clase dominante española se extendía un
amplio muestrario de regímenes y de movimientos autoritarios para tomar como modelo. Los
regímenes de esa índole proliferaban como resultado de la creciente inestabilidad del
capitalismo internacional y no existían razones para pensar que España, con su relativa
debilidad y atraso, fuese a mantenerse al margen de ese proceso. 4
El análisis de la FCC-B señalaba los dos obstáculos principales que impedían a la clase obrera
española cumplir con su papel histórico. En primer lugar, la ausencia de un verdadero partido
comunista de masas que contrarrestase la influencia del socialismo reformista y del
anarquismo, y que actuase como vanguardia revolucionaria en la lucha por el poder. El
enorme aumento de la fuerza de todas las organizaciones obreras, así como la creciente
agitación social que se desarrolló a lo largo de todo el año 1931, hacían pensar a la Federación
que las posibilidades de construir un partido de masas eran excelentes. El segundo obstáculo
lo constituían las falsas esperanzas albergadas por muchos trabajadores y campesinos con
respecto a la “democracia burguesa”, en especial en el período inmediatamente posterior a la
caída de la monarquía. Maurín escribió que hablar en aquellas circunstancias de la necesidad
de una “dictadura democrática del proletariado y el campesinado”, como hacía el PCE ,
implicaba una total falta de contacto con las realidades del movimiento obrero español,
equivalente a “hablar en chino”. 5 Habida cuenta de la fe que la mayoría de los obreros tenían
en la democracia, la posición del PCE lo condenaba al aislamiento porque las masas no iban a
aceptar que después de luchar contra una dictadura fuese a venir otra para sustituirla. El
Primer Congreso de la FCC-B proclamó la necesidad de plantear una serie de reivindicaciones
democráticas que un gobierno pequeñoburgués no tuviese el poder de aplicar, con lo cual se
demostraría la clase .obrera y a los sectores que debían ser los aliados de ésta que no les
quedaba otra alternativa que romper con los republicanos. Este programa se plasmó en la tesis
política del partido unificado, cuyas consignas centrales eran las siguientes:
—la tierra para los que la trabajaban.
—derecho a la autodeterminación para las nacionalidades.
—armamento de los obreros.
—control de la producción por parte de los sindicatos.
—nacionalización de la banca, las minas y los transportes.
—separación entre la Iglesia y el Estado.
—disolución de todas las órdenes religiosas y confiscación de sus riquezas.
—establecimiento de una república obrera y campesina. 6
Al caer la monarquía, el BOC añadió una serie de exigencias más inmediatas, entre las que
cabe señalar la disolución de la Guardia Civil y el Sometent – la milicia rural de Cataluña – ,

4
J. Maurín, Los Hombres... pp. 40-42.
5
J. Maurín, “A propósito de mi expulsión del P.C.”, La Batalla 13.8.31.
6
“Proyecto de Tesis Política”, La Batalla 12.2.31.
38

la abolición de los comités de arbitraje laboral creados por la dictadura, la creación de


subsidios de desempleo y la extradición del rey para ser juzgado por un “Tribunal Popular”.7
Este programa de “reivindicaciones democráticas revolucionarias”, en el que después se
introdujeron ciertas modificaciones, constituyó el eje de la agitación política desarrollada por
el BOC en los años siguientes.
Aunque muy hostiles a los partidos republicanos pequeño-burgueses, tanto la FCC-B como el
PCC, a diferencia del PCE, habían estado dispuestos a trabajar con ellos en cuestiones
prácticas. En junio de 1928, la FCC-B participó, conjuntamente con la CNT, la Unió Socialista
de Catalunya y varios grupos republicanos y nacionalistas, en la creación de un Comité
Revolucionario en Cataluña. En marzo de 1930, dirigentes de los dos grupos comunistas
catalanes firmaron, junto a republicanos y anarcosindicalistas, el manifiesto “Inteligencia
Republicana” que reclamaba una amplia gama de reformas democráticas para que España
alcanzase “el nivel de los países capitalistas más avanzados”. 8 Esta alianza, sin embargo, era
conflictiva, como quedó de manifiesto en las continuadas críticas a los republicanos
publicadas en la prensa de la FCC-B y del PCC. Posteriormente, en julio de 1930, el PCC
retiró su apoyo al manifiesto en protesta contra la permanente moderación de sus cosignatarios
republicanos. 9
Los dos grupos comunistas catalanes habían participado en el Comité pro-Libertad,
establecido con el apoyo de republicanos, socialistas y anarcosindicalistas después de una
gigantesca concentración, en la que participaron 20.000 personas, celebrada en Barcelona el
14 de septiembre de 1930 para exigir una amnistía inmediata para todos los presos políticos.
Maurín y Colomer, dirigente del PCC, fueron dos de los oradores que hablaron en la
concentración que presidió el doctor Tomàs Tussó, de la FCC-B. 10 En octubre, el Comité pro-
Libertad se convirtió en el Comité Revolucionario de Cataluña, con apoyo, una vez más, de
los comunistas disidentes. Las relaciones entre éstos y los republicanos seguían sin embargo
siendo incómodas, como se puso de manifiesto durante el movimiento de diciembre; el Comité
Revolucionario publicó un manifiesto en el que se llamaba a apoyar al ejército y se reclamaba
una transición pacífica hacia la república. La FCC-B reaccionó airadamente contra el tono
moderado del manifiesto y negó vehementemente que Maurín hubiese autorizado la inclusión
de su nombre entre los firmantes del mismo. 11 El grado de colaboración local entre republi-
canos y comunistas era mayor. A finales de los años veinte, muchos militantes comunistas
habían participado en los Centros Republicanos locales como tapadera de sus actividades
políticas. Así sucedió, por ejemplo, con la FCC-B de Girona 12 y con el PCC de Sabadell. 13 En
Terrassa, el grupo de la FCC-B participó en el Centre Republicà Obrer y cooperó, en 1929 y

7
ibíd 26.3.31 y 18.4.31; L'Hora 15.4.31.
8
Treball 19 .4.30; L’Opinió 2.5.30, 9.5.30; B. Pou y J. R. Magriña, Un año de conspiración (Barcelona 1933)
pp.18-21; A. Ossorio y Gallardo, Vida y sacrificio de Companys (Barcelona 1976) p.70.
9
Treball 12.7 .30.
10
Treball 20.9.30; La Batalla 19.9.30; Pou y Magriña p.101. El Comité Pro-Libertad se dotó de un subcomité
coordinador formado por Maurín, el nacionalista de izquierda Jaume Aiguader y el anarcosindicalista J. R.
Magriña que se reunía en la clínica del Dr. Tussó, (Pou y Magriña p.111). Tussó había estudiado con Maurín en
Huesca y fue uno de los fundadores de la FCC-B (P. Bonet, “En la muerte de Joaquín Maurín”, La Batalla
diciembre 1973).
11
La Batalla 12.2.31.
12
Entrevista con Miguel Gayolà 14.5.84.
13
A. Castells, Sabadell. Informe de l'oposició. Del terror a la Segona República 1918-1936 (Sabadell 1980)
p.17.30. Algunos militantes del BOC de Sabadell lo habían sido antes de la Joventut Republicana Federal, J. M.
Benaul (et al), La República i la Guerra Civil Sabadell 1931-1939 (Sabadell 1986) p.57.
39

1930, con republicanos y nacionalistas en la publicación del periódico de izquierda


Terrassa. 14 En Lleida, donde la actividad antigubernamental de los militantes comunistas fue
bastante intensa, éstos integraron junto a los grupos republicanos “de buena fe” un “frente
único”. 15 En Les Borges Blanques, hasta fines de 1932, el BOC estuvo afiliado al Centre
Democrátic Republicà. 16 En Balaguer militantes del BOC escribieron regularmente en el
periódico republicano Pla i Muntanya.
Eran estas, sin embargo, alianzas únicamente tácticas. El BOC rechazó la oferta de integrarse
en las listas de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) para las elecciones municipales. 17
Los comunistas disidentes decidieron presentar candidatos “obreros independientes” y sus
listas concurrieron como mínimo en Barcelona, Lleida, Balaguer, Sabadell y Terrassa. El
programa electoral del BOC, cuyo lema fue “ni un céntimo para los barrios ricos, todo el
dinero para los barrios pobres”, se centraba en una serie de exigencias específicas dirigidas a
paliar los problemas sociales existentes, tales como las viviendas deficientes, el desempleo, la
falta de hospitales y la mala calidad de la educación. En Lleida, el programa incluía exigencias
directamente relacionadas con las dificultades a las que se enfrentaban los campesinos de la
zona. 18 La participación del BOC en las elecciones perseguía fundamentalmente fines
propagandísticos, y su pronóstico de que ganarían los ayuntamientos de Barcelona, Reus,
Lleida y otros, “si no en éstas, en las próximas elecciones” se reveló exageradamente
optimista. 19 Los 3 000 votos que aproximadamente obtuvo, de ellos más de 2 000 en
Barcelona 20 , quedaron empequeñecidos por la aplastante victoria republicano-socialista. Lo
más importante para el BOC fue que las elecciones municipales le permitieron llegar a un
público más amplio, mediante los 18 mítines que organizó (ocho en Barcelona), así como a
través de los miles de folletos que se distribuyeron durante la campaña electoral. 21 Las 12 000
personas que asistieron al mitin del BOC en Barcelona el 1 de mayo parecieron confirmar el
creciente interés que el nuevo partido despertaba. 22
La FCC-B acogió con entusiasmo el establecimiento del nuevo régimen republicano, pese a
que advirtió que el gobierno provisional republicano-socialista no iba a ser capaz de satisfacer
las necesidades de las masas. Esta actitud relativamente positiva contrastaba claramente con la
del PCE, que hizo un llamamiento en favor del inmediato derrocamiento de la “república
burguesa.” La FCC-B, en cambio, exigió que se armase al pueblo y anunció su intención de
crear una “guardia cívica” de 200 obreros para defender al recién establecido gobierno
catalán. 23 Parecía que el enorme apoyo popular al nuevo gobierno y la temporal

14
Entrevista con Josep Marimon y Pere Vigues 28.9.85.; P. Vigués, Un món hostil (Terrassa, 1994) pp.52-3.
Según la FCC-B, Terrassa, al menos al principio, estuvo controlado por Estat Català (“CR de la FCC-B al
Comité Ejecutivo” 23.11.29. [ACCPCE]). Entre el 12.10.29. y el 22.3.30. aparecieron 25 números de Terrassa.
En la revista se publicaron artículos de dirigentes de diferentes partidos de izquierda, sobre todo de la FCC-B, el
PCC y la USC; así, del líder del PCC Jordi Arquer aparecieron los artículos “Contra l'esquerra burgesa”
(Terrassa 18.1.30), “Els obrers i la política” (ibíd 8.3.30.) y “Partit Polític Obrer”, (ibíd 22.3.30). Dos militantes
de la FCC-B de Terrassa, Josep Llobet y Pere Vigues colaboraron también regularmente con la revista.
15
La Batalla 14.9.33.
16
Barrull, El Bloc Obrer i Camperol... p.46.
17
Maurín, El Bloque Obrero... p.23.
18
“Als Treballadors i Pagesos de Balaguer”, L’Espurna 9.4.31.
19
La Batalla 9.4.31.
20
La Batalla 18.4.31, 4.7.31.
21
ibíd 1.5.31.
22
ibíd. 7.5.31.
23
J. Miravittles, Ha traït Macià (Barcelona 1932) p.19.
40

desorganización de las fuerzas reaccionarias abrían posibilidades ilimitadas a los


revolucionarios de todas las tendencias. Según el BOC, las condiciones eran propicias para
que la clase trabajadora y sus aliados impusiesen la revolución democrática. Dado el nivel de
conflictividad social que imperó en el país en 1931, el optimismo de los bloquistas es
comprensible. No obstante, y como a menudo sucedía, los acontecimientos no se desarrollaron
exactamente como habían esperado los dirigentes del BOC.
La república trajo consigo un incremento de las libertades políticas y sindicales así como
algunas reformas sociales, aunque limitadas. Sin embargo, dada la inestable situación
económica en la que España se encontraba, estas medidas no eran suficientes para contentar
las crecientes expectativas de las masas. Las elecciones generales de junio de 1931 no sólo
revelaron el abrumador apoyo con el que contaba la coalición republicano-socialista, sino que
además marcaron el inicio de una nueva ola de huelgas y de agitación social. El BOC se lanzó
con energía a la campaña electoral y presentó candidaturas en las cuatro provincias catalanas.
Desde un principio los comunistas disidentes fueron conscientes de lo improbable de obtener
representación, ya que el sistema electoral hacía “casi imposible que las minorías
revolucionarias ganasen escaños”. El BOC declaró que su meta era desenmascarar lo que, en
su opinión, era la naturaleza reaccionaria del gobierno provisional y simplemente “presentar el
[su propio] programa”. 24 Este contenía 25 puntos inspirados en las exigencias “revolucionarias
democráticas” que los bloquistas venían defendiendo desde abril, e incluso desde antes. 25 El
clima de gran agitación en el que se celebraron las primeras elecciones de la República no
podía sino favorecer al BOC, como quedó reflejado en la nutrida participación que hubo en los
numerosos mítines organizados en toda Cataluña. Tal como se esperaba, los aproximadamente
10.000 votos 26 que el BOC obtuvo en modo alguno podían medirse con el aplastante apoyo
electoral del que ERC gozaba. Sin embargo, los comunistas disidentes no se sintieron
desmoralizados con los resultados y subrayaron sus éxitos en algunos municipios,
particularmente en las comarcas de Lleida.27
El aumento de las huelgas durante el verano de 1931 alentó el “optimismo revolucionario” del
BOC. En cierta medida fue la intransigencia de la patronal frente a las reivindicaciones
obreras la que propició las huelgas. Pero lo más importante es que quedó de manifiesto que los
obreros, como consecuencia de la instauración de la república y de la reorganización de los
sindicatos, habían adquirido más confianza en sus propias fuerzas. Las huelgas a menudo
desembocaban en violentos enfrentamientos entre los obreros y las fuerzas del orden. En la
agria huelga que durante dos meses mantuvieron los trabajadores de la compañía telefónica, de
propiedad estadounidense, los militantes de la CNT no sólo se enfrentaron a la policía y al
ejército, sino también a afiliados de la UGT que no secundaron la huelga.
Como organización, el BOC era demasiado débil para incidir realmente en los resultados de
estas luchas; su intervención en las huelgas perseguía, principalmente, objetivos propagan-
dísticos. La radicalización de muchos sectores de la clase obrera llevó al partido de Maurín a
creer que estaban aflorando rápidamente nuevas posibilidades revolucionarias; el hecho de que
24
“El Bloque Obrero y Campesino y las elecciones a las Constituyentes. A los obreros y campesinos” s.f. s.l.
(octavilla, IMHB).
25
“Proyecto de Tesis Política” La Batalla 12.2.31; ibíd 26.3.31. Para el programa electoral del BOC véase, ibíd.
25.6.31 y L'Hora 20.6.31.
26
Para los resultados electorales del BOC véase Apéndice Siete.
27
La Batalla 4.7.31, 9.7.31. En la ciudad de Lleida, según sus propias fuentes, el BOC recibió 1 000 votos, frente
a los 76 de las elecciones municipales de abril. Jaume Barrull (El Bloc Obrer... p.49), probablemente más exacto,
considera que los votos fueron 891 y 75 respectivamente.
41

Barcelona fuese uno de los centros principales de la nueva ola de huelgas lo reafirmó en su
análisis. En la capital catalana, durante 1931, aparte de la de telefónica, hubo huelgas
importantes en los sectores portuario, metalúrgico, textil y del transporte. El número de
militantes de la CNT había aumentado enormemente desde la caída de la monarquía y,
además, la dirección más bien moderada que había encabezado la Confederación durante los
últimos años se mostraba cada vez menos capaz de controlar a su militancia joven y activista.
Ante la acelerada radicalización de las masas, las autoridades, apoyadas por los socialistas,
recurrían, cada vez más, a la represión sin paliativos frente al radicalismo obrero.
Con el objetivo de contener la agitación social, el gobierno introdujo medidas legislativas
represivas como, por ejemplo, la Ley de Defensa de la República; ésta permitía la suspensión
de muchos derechos constitucionales y otorgaba al ministro del Interior amplios poderes
arbitrarios. En agosto, el BOC afirmó que la represión era tan intensa como lo había sido
durante la dictadura. 28 El mismo BOC fue objeto de ella y sólo en septiembre y octubre La
Batalla fue confiscada cinco veces por las autoridades. 29 El BOC argumentó que si se querían
preservar los avances logrados por el pueblo desde abril de 1931 era necesario que las
organizaciones obreras actuasen de manera decidida.
A pesar de los ataques gubernamentales, a lo largo de 1931 los bloquistas siguieron confiando
en que el movimiento revolucionario crecería. El BOC había llegado a la conclusión de que las
“ilusiones democráticas” tan difundidas entre las masas en los primeros meses de la República
comenzaban a desvanecerse. El convencimiento de que el final del apoyo obrero al régimen
republicano era inminente constituía un tema recurrente en la propaganda del BOC en este
período. Habida cuenta de la radicalización de algunos sectores de las masas, es comprensible
que los comunistas disidentes hubiesen llegado a esa conclusión. Sin embargo, el crédito del
que gozaba el régimen republicano entre la clase trabajadora iba a ser más duradero, pese a
que, en los cinco años siguientes, iba verse al borde del colapso.
El verdadero problema no radicaba tanto en el apoyo popular al republicanismo como en la
falta de una alternativa revolucionaria de masas coherente. El BOC, sumamente consciente de
esta carencia, en un primer momento confió en que la CNT pudiese colmar el vacío, aunque
para ello fuese condición que los comunistas se hiciesen con la dirección. Por ello, y pese a su
fundamental desconfianza hacia los dirigentes de la CNT, el BOC exhortó a la Confederación
a pasar a la ofensiva mientras durasen las circunstancias objetivas favorables. Advirtió, no
obstante, que no bastaba con que los obreros tomasen el control de las fábricas y de sus
puestos de trabajo, tal como lo había demostrado la experiencia italiana de 1920. En
consecuencia, en los momentos críticos de la dura huelga de los trabajadores de la telefónica,
en julio de 1931, el BOC reclamó “todo el poder para las organizaciones obreras” y el
establecimiento de un “gobierno obrero y campesino”. La toma del poder se había de realizar
mediante la creación de “consejos obreros y campesinos” y de un “frente revolucionario
único”, integrado por la CNT y los bloquistas. 30
Quedaba aún por resolver un problema: la dirección de la CNT, que en el verano de 1931
todavía estaba controlada por los anarcosindicalistas más moderados. Los bloquistas
esperaban que las bases, más radicales, se desentendiesen de sus líderes e impusiesen una
orientación revolucionaria más clara. En efecto, en el otoño de 1931 la facción anarquista más

28
“La dictadura republicana” La Batalla 20.8.31.
29
ibíd 24.12.31.
30
“La revolución ha entrado en una nueva etapa. Lo que hay que hacer”, íbid. 30.7.31.
42

radical logró imponerse en casi todos los órganos de dirección más importantes de la CNT
catalana, ante un BOC que, en un primer momento, asistía a éstos acontecimientos
esperanzado. Ya antes de que esto sucediese, la confianza del BOC en el potencial
revolucionario de los sindicatos afiliados a la CNT había crecido gracias a la huelga general
del 3 de septiembre, convocada en solidaridad con los militantes de la Confederación
encarcelados en la cárcel Modelo de Barcelona, que mantenían una huelga de hambre. Las
proporciones alcanzadas por la huelga general fueron semejantes a las de una insurrección,
algo que no respondía en absoluto a las intenciones de la dirección de la CNT. La Batalla
describió los acontecimientos de ese día como una fiel “interpretación del sentimiento de las
masas, que están en contra del gobierno y del reformismo y derrotismo de los dirigentes de la
CNT”. Esta última demostración de radicalismo llevó a que el BOC hiciese un llamamiento a
la misma CNT para que “tomase el poder”. Los comunistas disidentes creían que si la CNT no
lo hacía, lo haría la UGT. 31 Para el BOC, en esos momentos, esta posibilidad representaba un
serio revés para la revolución, aunque, en realidad, resultaba improbable que los sindicatos
socialistas aspirasen al poder. Hay que remarcar en la actitud de los comunistas disidentes su
evaluación totalmente negativa de la actuación de los socialistas durante 1931. En los meses
posteriores, la dirección del BOC se iba a ver obligada a modificar su actitud hostil hacia los
socialistas.
El llamamiento a la CNT para que tomase el poder podía parecer una ruptura con el leninismo.
Como resultado de la Revolución rusa surgió una ortodoxia comunista conforme a la cual los
consejos obreros, o soviets, debían constituir la base de la dictadura del proletariado. Estos
organismos habían de constituirse al margen de las organizaciones obreras existentes,
mediante elección directa del proletariado o del campesinado de cada localidad, y en el caso
de los soviets de soldados, las elecciones habían de celebrarse en el regimiento o en la unidad
militar. Para Lenin y sus correligionarios los sindicatos eran organizaciones esencialmente
defensivas y de carácter económico y no organizaciones de ofensiva y políticas. Por lo tanto,
según el movimiento comunista, los sindicatos no podían ser el ámbito donde se realizase la
unión del proletariado, con independencia de los ramos productivos y de cualquier otra
circunstancia específica, para llevar a cabo la revolución socialista. Los comunistas siempre
habían descalificado la idea de que los sindicatos pudiesen acometer esta tarea.
Sin duda, el llamamiento del BOC, lanzado en julio de 1931, a crear consejos obreros y
campesinos por una parte, y a la toma del poder por parte de las organizaciones obreras por
otra, parecía encerrar cierta confusión. Arlandis explicó que esos consejos o soviets debían
crearse, o establecerse, mediante “lo que es lo mismo, el congreso de todas las organizaciones
de la clase trabajadora”. 32 La hegemonía de la CNT en el movimiento huelguístico, junto con
la radicalización de sus bases, llevó al BOC a concluir, en septiembre, que la CNT iba a
desempeñar el papel que los soviets habían representado en Rusia. Este aparente retorno al
“sindicalismo revolucionario” iba a horrorizar, según declaró Maurín, a los “repetidores de un
marxismo fosilizado”, con su deseo “grotesco” de “calcar sobre el mapa de España el de
Rusia”. Maurín sostenía que de la misma manera que un sistema de soviets se había
desarrollado en Rusia, un “sistema sindicalista” podía desarrollarse en España. El hecho de
que la CNT estuviese, en general, organizada en sindicatos únicos de industria que
transcendían la tradicional división del sindicalismo en oficios, probablemente contribuyó a

31
Oposiciones Sindicales Revolucionarias, “La huelga general y las minorías”, septiembre 1931, (octavilla,
IHMB); “El deber de la Confederación”, La Batalla 3.9.31; “¡Todo el poder al proletariado!” ibíd. 24.9.31.
32
H. Arlandis, “Hacia el gobierno obrero y campesino”, La Batalla 30.7.31.
43

que los comunistas disidentes creyesen que esos sindicatos podían llegar a ser más que
organizaciones meramente defensivas. Las experiencias recientes parecían confirmar este
análisis. Así, para Maurín, el papel del Sindicato de la Construcción cenetista de Barcelona en
las luchas callejeras que se desarrollaron el 3 de septiembre durante la huelga general dejó
claro que los sindicatos integrados en la CNT podían transformarse rápidamente en “órganos
insurreccionales”. 33
El BOC hubo de enfrentarse al hecho de que la Confederación, dados sus principios
anarcosindicalistas, no estaba interesada en “tomar el poder”. En consecuencia, el Bloc asumió
como tarea la de “crear un clima”, mediante su agitación propagandística, que permitiese
desbancar a la dirección de la CNT para que así los comunistas disidentes pudiesen asumir el
control de los sindicatos. 34 Se daba por sentado que, con el BOC a la cabeza, la Confederación
cumpliría con su destino revolucionario, pese a que en ese período la escasa influencia de los
bloquistas tanto sobre el movimiento obrero catalán como sobre el español no justificaba este
optimismo. En el mejor de los casos, el BOC podía aspirar a reclutar a los cenetistas ansiosos
de encontrar una alternativa revolucionaria que fuese más allá del radicalismo apolítico de los
anarcosindicalistas.
La falta de claridad de la propaganda de los bloquistas, en la segunda mitad de 1931, acerca de
la cuestión del poder obrero fue criticada por sus rivales. Nin acusó al BOC de tener
“prejuicios sindicalistas” y de haber olvidado todos los principios básicos del comunismo, “las
tácticas y principios tradicionales del partido obrero revolucionario [y] de la gran Revolución
rusa”. 35 Incluso una asamblea de afiliados del BOC en Barcelona, celebrada en julio, había
criticado el lema “todo el poder a las organizaciones obreras” por considerar que daba a
entender que la dictadura del proletariado se constituiría sobre la base de los sindicatos. 36 La
importancia que el BOC asignaba al papel exclusivamente revolucionario de la CNT
marginaba a muchos grupos de trabajadores, afiliados a otros sindicatos o, como sucedía con
la gran mayoría, sin afiliación alguna. El BOC dio poca importancia al enorme crecimiento de
la UGT durante los primeros meses de la República. Según el análisis de los bloquistas, los
socialistas constituían tan sólo un obstáculo al triunfo de la revolución. Esta hostilidad hacia
los socialistas se reflejó inequívocamente en La Batalla, durante la huelga de la telefónica,
cuando afirmaba que: “la socialdemocracia se ha revelado como el enemigo más encarnizado
de la clase trabajadora revolucionaria” y que iba a ser utilizada por la burguesía como puente
para “pasar al fascismo”. 37
El optimismo revolucionario del BOC durante el verano y otoño de 1931, así como su
hostilidad hacia los socialistas, respondían a una serie de factores. Indudablemente, la
agitación social en el país había alcanzado niveles tales que es muy comprensible que los
revolucionarios considerasen que se hallaban frente a un horizonte muy esperanzador. En este

33
Maurín, La revolución española pp. 168-169.
34
J. Vila, “El confusionismo de los grupos dogmáticos”, La Batalla 15.10.31; véase también la entrevista con
Maurín en el periódico argentino La Nación, reproducida en La Batalla 19.11.31.
35
A. Nin, “¿Adónde va el Bloque Obrero y Campesino?” Comunismo septiembre 1931; Nin hizo una crítica
similar a la línea del BOC en “La huelga general de Barcelona” (ibíd, octubre 1931) y “Los comunistas y el
momento presente. A propósito de unas declaraciones de Maurín” (El Soviet 22.10.31). Véase también, Fersen,
“El congreso del BOC”, (Comunismo, marzo 1932).
36
N. Molins i Fàbrega, “Los zigzags del Bloque” ibíd, marzo 1932.
37
“La actual situación revolucionaria y los deberes del proletariado”, La Batalla 13.8.31. En junio de 1931,
Maurín había caracterizado a la UGT como un “dique contrarrevolucionario”, J. Maurín, “Revolución
permanente” ibíd 4.6.31.
44

sentido, la radicalización de la CNT de Barcelona tuvo una influencia significativa. Durante


este período, el BOC mismo creció muy rápidamente, lo cual le dio pie a creer que llegar a
ejercer una influencia decisiva sólo era cuestión de tiempo. El odio demostrado por los
comunistas disidentes catalanes hacia los socialistas, en un primer momento, así como su
persistente subvaloración del apoyo obrero del que gozaban el PSOE y la UGT, se debieron a
las concepciones políticas heredadas de la IC. Aunque el BOC rechazaba muchos aspectos del
sectarismo del “tercer período”, éste había dejado su huella y había teñido la visión que de la
socialdemocracia española tenía el BOC. El hecho de que los socialistas participasen en el
gobierno, junto a su anterior colaboración con la dictadura de Primo de Rivera, reforzaba la
hostilidad del BOC. Contrasta esta actitud con el hecho de que el BOC, por ser independiente
del movimiento comunista oficial, hubiese adoptado un enfoque más flexible en sus análisis,
que le iba a permitir, poco tiempo después, cambiar, aunque fuese sólo parcialmente, la
opinión totalmente negativa que sobre los socialistas españoles tenía.
Las tendencias revolucionarias de algunos sectores de la CNT cristalizaron dramáticamente en
el putsch anarquista del Alt Llobregat de enero de 1932. Su origen fue un movimiento de
solidaridad con una huelga de los obreros textiles que rápidamente derivó en una insurrección
en algunos pueblos mineros, donde se declaró la instauración del “comunismo libertario”.
Aislado como estaba, el movimiento fue aplastado por el ejército en muy poco tiempo. Para el
BOC, la insurrección fue una mera ilustración de las limitaciones de sus dirigentes, afines a la
Federación Anarquista Ibérica (FAI). El BOC juzgó que el levantamiento no había constituido
más que un gesto políticamente equivocado, aunque heroico, perjudicial para la organización
de la clase trabajadora. Debía ser en Barcelona, argumentó el BOC, donde se iniciase un
movimiento revolucionario serio, y no en pueblos alejados. La insurrección reveló antes que
nada la debilidad de la teoría libertaria de que no era necesaria la toma del poder político.
Frente a una realidad revolucionaria, los trabajadores de una serie de pueblos habían
organizado comités revolucionarios que, en ciertos casos, actuaron inequívocamente de una
forma dictatorial, ajena a los postulados libertarios. El significado de estos hechos no escapó a
la atención de Maurín ni a la de otros comunistas, como Andreu Nin, quien proclamó que los
comités representaban la respuesta espontánea de los obreros al problema del poder y su
aceptación, en la práctica, de la posición marxista. 38
El levantamiento del Alt Llobregat, así como el descenso del número de huelgas y su menor
virulencia, obligó al BOC, a principios de 1932, a modificar su análisis político. Era cada vez
más evidente que la CNT no iba a cumplir con el papel histórico que los comunistas disidentes
le habían atribuido. La crisis económica, sin embargo, se agudizaba y el gobierno republicano-
socialista continuaba recurriendo a la represión para desmembrar a los sectores radicales de la
clase trabajadora. Durante todo el primer semestre de 1932, el BOC siguió confiando en que la
clase obrera iba a dirigir la revolución democrática para después establecer el socialismo. No
obstante, aunque su hostilidad hacia los socialistas no se había desvanecido, su actitud había
comenzado a cambiar. En unos escritos de finales de 1931, Maurín, pese a acusar a los
socialistas de haber “sofocado la revolución”, admite que la participación de los socialistas en
el gobierno era preferible a la de la derecha republicana, dirigida por Alejandro Lerroux o
Miguel Maura. 39 Esta actitud, que puede parecer bastante lógica, sin embargo contrastaba

38
“¡Frente Único Revolucionario! Después de la huelga general”, La Batalla 29.1.32; véase también el
suplemento de ibíd núm. 79, 11.2.32; y la entrevista con Maurín en el New York Times, reproducida en ibíd. Para
el análisis de Andreu Nin, A. Nin “La huelga general de enero y sus enseñanzas” Comunismo, marzo 1932.
39
Maurín, La revolución española p.196.
45

mucho con la profusión de insultos que se prodigaban a los socialistas, a quienes, en estos
momentos, a menudo la prensa del BOC denominaba “socialfascistas”.
Al mismo tiempo que amainaba la ofensiva obrera, la derecha comenzaba a reorganizarse.
Para el BOC y la FCC-B la creciente amenaza de la contrarrevolución era consecuencia de que
la clase obrera no hubiese arrebatado el liderazgo de la revolución a la pequeña burguesía.
Desde 1930 los comunistas disidentes habían sostenido que los republicanos eran incapaces de
socavar el poder de las clases dominantes tradicionales porque no sólo carecían de base social
sino que, además, no tenían la voluntad política de hacerlo. 40 Frente a esto, la derecha
reaccionaria resurgía como contendiente en pugna por el poder. A finales de 1931 ya
aparecían artículos en la prensa del BOC en los que se hacía referencia a la amenaza de un
golpe militar. 41 En el segundo congreso del BOC, celebrado en abril de 1932, las advertencias
se hicieron más explícitas al predecir que “los restos del feudalismo y la gran burguesía”
pronto iban a intentar “servirse de la guardia civil para dar un golpe de Estado y estrangular la
Revolución”. 42 Cuatro meses después, el 10 de agosto, se confirmaron en parte los temores del
BOC cuando el comandante en jefe de los Carabineros, el general José Sanjurjo, encabezó un
conato de golpe de estado.
Fue ésta la primera intentona seria contra el nuevo régimen por parte de la derecha, que
fracasó debido a que el ejército no la secundó. La derrota del levantamiento de Sanjurjo marcó
un cambio importante en la situación política. El gobierno reaccionó con la aprobación de la
tan esperada reforma agraria y del Estatuto de Autonomía de Cataluña. Ante esta situación, el
BOC consideró que el movimiento obrero debía adoptar una táctica mucho más defensiva. Los
bloquistas dejaron de exhortar a la toma inmediata del poder y comenzaron progresivamente a
hacer hincapié en la necesidad de crear un frente único con todas las organizaciones obreras,
para enfrentarse a la amenaza de la contrarrevolución.

El partido ausente.
El eje central del análisis de la situación política en España desarrollado por Maurín y por la
FCC-B era la necesidad de que existiese un partido revolucionario de masas. Sin una
organización de esta índole, argumentaban, la clase obrera no podría tomar el poder y realizar
la revolución democrática. En 1930, el PCE estaba totalmente desorganizado y sólo contaba
con unos pocos cientos de afiliados. 43 Aunque por razones diferentes, no sólo la federación
catalana, sino que también las de Madrid, Levante, Asturias y Duero (Palencia) se oponían a la
dirección del partido. La desintegración del PCE era tan amplia que, en octubre de 1930, La
Batalla declaró que “la inmensa mayoría de los comunistas españoles están fuera del
partido”. 44 No obstante, la federación catalana se mantuvo optimista y creyó que, dado el nivel
de desarrollo alcanzado por el movimiento revolucionario, iba a ser posible, a corto plazo,
construir un partido comunista de masas. Los acontecimientos posteriores iban a demostrar lo

40
Véase sobre todo, J. Maurín, “¿Adónde vamos?” La Batalla 4.7.30.
41
“La amenaza de un golpe de estado” ibíd 15.10.31; ibíd 26.11.31.
42
“La revolución española y los deberes del proletariado. (Tesis política aprobada por el II Congreso de la FCC-
B)”, La Batalla 7.4.32.
43
Según afirmó en 1934 O. Piatnisky, secretario de organización de la IC, el PCE tenía solamente 120 afiliados a
principio de 1931 (citado en S. Juliá, La Izquierda del PSOE [1935-1936] [Madrid 1977] p.194). En el Séptimo
Congreso Mundial de la IC en 1935, se cifró en 800 los afiliados del partido español a comienzos de 1931 (citado
en H. Thomas, The Spanish Civil War [Harmondsworth 1965] p.106). En contraste, el PSOE afirmaba que tenía
23 009 afiliados en 1930 (Heywood p.109).
44
“Como se liquida un partido”, La Batalla 17.10.30.
46

infundado de tales esperanzas.


El segundo grupo de oposición más importante fue el de Madrid, donde los métodos
empleados por el Comité Ejecutivo del PCE causaron descontento. La situación llegó al
enfrentamiento en el verano de 1930, cuando se expulsó a tres integrantes del comité local tras
una disputa con la dirección por razones de finanzas. Los cien militantes que la Agrupación
Comunista de Madrid (ACM) tenía aproximadamente expresaron de inmediato su apoyo al
comité local, y el Comité Ejecutivo respondió con la expulsión de casi todos ellos. A lo largo
de los 17 meses siguientes, la ACM se mantuvo como una organización independiente fuera
del PCE y rápidamente se alineó con la FCC-B, con la que coincidía no únicamente en su
enfrentamiento con los dirigentes del partido, sino también en su oposición a la política
sindical del PCE. 45
Tanto la ACM como la FCC-B, se mantuvieron, al menos públicamente, leales a la IC, a cuya
dirección apelaron para que mediase en la crisis interna del partido. En septiembre de 1930,
las federaciones de Madrid y Cataluña, apoyadas por la de Levante, publicaron un manifiesto
en el que solicitaron la convocatoria de un congreso extraordinario para resolver la crisis del
PCE. En febrero de 1931 repitieron esta solicitud. 46 En vísperas de su unificación con el PCC,
la FCC-B estipuló sus exigencias para ese congreso extraordinario del PCE: que debía
organizarlo una comisión auspiciada por la IC, que todas las expulsiones decididas desde 1925
fuesen anuladas, la democracia interna reestablecida y que el PCE a renunciase a la táctica de
“dividir” a la CNT. 47 Estos llamamientos a la celebración de un congreso de unificación se
repitieron tras la caída de la monarquía y, nuevamente, en junio de 1931, fecha en la cual la
FCC-B y la ACM presentaron un programa completo de debates políticos para que los
dirigentes de los dos grupos introdujesen su discusión en ese futuro congreso. 48
La actitud del PCE frente a estos llamamientos a la unidad lanzados por la oposición fue, en
todos los casos, hostil. Tal reacción no es sorprendente, teniendo en cuenta las condiciones
exigidas por los disidentes para la reunificación. El PCE, no obstante, se enfrentaba al peligro
de quedarse con muy pocos afiliados, especialmente en Cataluña, si no hallaba la forma de
minar el apoyo del que gozaba la oposición. 49 Por ello, en junio de 1931, el CEIC decidió
cambiar de táctica y ponerse en contacto con la FCC-B. La Internacional encargó a su
representante en Barcelona, Jules Humbert-Droz, la responsabilidad de establecer la
comunicación. Es probable que Humbert-Droz simpatizara con Maurín, acaso porque él
mismo apoyaba a la llamada Oposición de Derecha existente en el seno del Partido Comunista
Soviético, cuyas críticas a la línea oficial parecían haber sido asumidas por la FCC-B. De
hecho, el Comité Ejecutivo del PCE acusó a Humbert-Droz de querer entregar la dirección del
partido a Maurín. 50
En un intento de sacar partido de la lealtad que la FCC-B aún le mostraba como dirección del
movimiento comunista internacional, la IC la invitó, en junio de 1931, a enviar una delegación

45
“Alas federaciones regionales del PCE. A todos los comunistas de España”, ibíd. 19.9.30; Según La Batalla
(1.5.31.) la ACM tenía trescientos afiliados.
46
La Batalla 17.2.31.
47
Juan de Montgat (Andreu Nin), “A propósito de la “Declaración Política” del C.E. del PCE”, ibíd. 5.3.31.
48
La Batalla 23.4.31; “Carta abierta al Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista” ibíd 1.5.31; La Antorcha
20.6.31; Comunismo agosto 1931.
49
Humbert-Droz, a principios de 1931, calculaba que el PCE tenía menos de cincuenta simpatizantes en Cataluña
en esas fechas (véase su carta a Manuilski, 29.1.31., Archives p.191).
50
“Acta (del C.E. del P.C.E.) del 24.7.31.” (ACCPCE); Bullejos p.159.
47

a Moscú para debatir sus diferencias con la dirección del partido. La FCC-B aceptó la
invitación, a condición de que el PCE retirase a los candidatos que había presentado en
Barcelona para las elecciones que habían de celebrarse poco después, y de que acabase con su
“campaña de calumnias” contra la Federación. La delegación designada por la FCC-B
constituyó un auténtico desafío a la Comintern. No iban a participar ni Maurín ni Arlandis,
como pretendía la IC, sino que iban a integrarla Bonet, Antoni Sesé (cercano a las tesis del
PCE), el exdirigente del PCC Arquer, el trotskista Josep Metge y el dirigente de la ACM Luis
Portela. 51 Estas condiciones colmaron la paciencia del representante de la Comintern en
Barcelona: inmediatamente, el 2 de julio, se rompieron los contactos de todo tipo con la FCC-
B. Al día siguiente el CEIC confirmó la expulsión de Maurín del PCE, que había sido decidida
un año atrás, bajo la acusación de “menchevismo liberal”, “colaboración con el trotskismo” y
de haber querido “subordinar el movimiento obrero a los partidos pequeñoburgueses”. 52 La
celeridad del anuncio denotó claramente que éste se había preparado con antelación y que las
negociaciones propuestas no habían constituido más que una maniobra.
La ruptura con el comunismo oficial era total. Pocas semanas después, un Pleno Regional
apoyó totalmente a la dirección de la FCC-B, con lo que no quedaron dudas acerca de su total
separación del PCE. Maurín, al igual que casi todos los otros dirigentes de la FCC-B se hacía,
por lo menos desde mediados de 1930, pocas ilusiones acerca de las posibilidades de la
reunificación con el PCE. 53 No obstante, los llamamientos a la unidad se justificaban debido a
la presión ejercida por el PCE sobre la militancia de base de los disidentes, especialmente
fuera de Cataluña. Incluso tras la expulsión de Maurín de la IC, los grupos disidentes
mantuvieron la ficción de hacer una convocatoria a un “congreso de la unidad”, aunque
dejando claro que éste debía ser organizado por todos los “núcleos comunistas”, y no por un
congreso especial del PCE. Para muchos militantes, era muy difícil aún romper
completamente con la “sección oficial” española de la IC. Mediante sus incesantes llama-
mientos a la unidad de todos los comunistas, Maurín y otros pretendían desenmascarar el
rechazo de la dirección del PCE a readmitir a ningún militante que no acatase ciegamente su
línea. Finalmente, como Maurín reconoció casi cuatro años y medio más tarde, el BOC
decidió dejar de lado la consigna de la unificación, para evitar cualquier tentación o
posibilidad de acabar de nuevo dentro del PCE. 54
Públicamente, el PCE se opuso a la idea de un “congreso de unidad”. En su opinión, tal
congreso tan sólo iba a reunir a “renegados y enemigos de la Internacional, para arrastrar a los
obreros por el camino de la contrarrevolución”. 55 No obstante, el PCE persistió en su
exhortación a los disidentes a volver al seno del partido, e intentó establecer contactos directos
con la militancia de base de la FCC-B. Por esta razón, en el otoño de 1931, una delegación
conjunta del PCE y la IC, apoyada por militantes de la FCC-B leales al PCE, visitó las
organizaciones de Lleida y Mataró de la Federación. Al mismo tiempo que atacaba a los
líderes de la Federación, la delegación de la IC hizo un llamamiento público a las bases del
BOC a que se integrasen en el PCE. Estos esfuerzos, sin embargo, tuvieron pocas

51
“Resolución del CE de la FCC-B” 24.6.31 (ACCPCE).
52
Maurín, “A propósito de mi expulsión del Partido Comunista” La Batalla 13.8.31; “La IC ha rectificado su
política en España”, ibíd 9.7.31; “El Ejecutivo de la IC y la expulsión de Joaquín Maurín”, reproducido en P.
Broué, La Revolución Española (Barcelona 1977) pp.157-158; “La delegación en España de la Internacional
Comunista contra Maurín”, Mundo Obrero 18.7.31.
53
Federación Comunista Ibérica, Tesis... p.2.
54
Acta del Comité Central del POUM 5,6.1.36, p.5.
55
Heraldo Obrero 28.3.31.
48

consecuencias visibles. Humbert-Droz informó que al mismo tiempo que los afiliados de la
Federación estaban a favor de la reunificación y de mantenerse en la IC, se oponían a la
dirección del PCE y jamás iban a aceptar que Maurín fuese un “traidor” o un
“contrarrevolucionario”. 56 Las mencionadas visitas tan sólo aceleraron la salida del BOC de
un grupo compuesto por una treintena de militantes quienes, con anterioridad, ya estaban
decididos a reintegrarse en el PCE. El grupo estaba encabezado por Hilario Arlandis, el
dirigente comunista valenciano y estrecho colaborador de Maurín desde los días de Lucha
Social, que desde el final de los años veinte residía en Barcelona. 57 Tras la expulsión de
Maurín de la IC en julio de 1931, la facción de Arlandis, secundada y financiada por Humbert-
Droz, había comenzado a oponerse, de forma abierta, a la decisión de la dirección de la FCC-
B de crear un partido independiente en Cataluña. 58 No pasó mucho tiempo antes de que el
grupo opositor fuese expulsado de la federación catalana acusado de “trabajo fraccional” y,
casi inmediatamente después, el grupo expulsado se integró en el PCE. 59
La incorporación de la facción de Arlandis reforzó la escasa organización del PCE en
Cataluña, que, tras la expulsión de la dirección de la FCC-B en el verano de 1930, había visto
reducida su militancia a una docena de personas. 60 En un intento de aumentar su acercamiento
a las realidades de Cataluña, la sección catalana del PCE se convirtió, en mayo de 1932, en el
Partit Comunista de Catalunya (PCdeC). El “nuevo” partido poco después anunció que
contaba con 300 militantes 61 . Esto resulta improbable, pero ni incluso así podía competir con
sus rivales disidentes. Se hicieron entonces nuevos intentos para ganarse a la militancia de
base del BOC, a través de invitaciones a que se integrasen en masa en el PCE. 62 Los

56
Humbert-Droz visitó Mataró con Joaquín Olaso, uno de los organizadores del PCE en París durante los años
veinte, y Lleida con un dirigente del Sindicato de Artes Gráficas de Barcelona, Joaquín Pijoan (“Manifiesto de
los CE y Comité Local de Barcelona de la FCC-B aprobado por el pleno de células”, La Batalla 12.11.31; “A
todos las células de la FCC-B” 1.10.31 [ACCPCE]; “J. Humbert-Droz: Rapport au Présidium du Comité Exécutif
de l'Internationale Communiste sur la situation dans le Bloc Ouvrier et Paysan et remarques générales”, Humbert-
Droz, Archives III... pp.286-290; “La délégation de l'Internationale Communiste en Espagne aux organisations et
aux ouvriers du Bloc Ouvrier et Paysan” 10.10.31. ibíd. pp.294-296).
57
Además de Olaso y Pijoán, otros miembros de este grupo eran Antoni Sesé, administrador de La Batalla, y
Joaquín Masmano. Masmano, como Arlandis y Olaso, fue uno de los fundadores de la Federación de Levante,
según La Batalla, había “conquistado Buñol (Valencia) para el comunismo” en 1924 (La Batalla 30.10.24), y ya
había sido expulsado de la FCC-B en agosto 1931 por causa de su “inactividad política y sindical” (ibíd 20.8.31).
Para la posición de la facción véase, “Oposición del Bloque, resolución” 26.10.31, y la carta abierta de la fracción
a la militancia de la FCCB, “Carta abierta a los camaradas de la Federación Comunista Catalano-Balear” 1.11.31.
(ACCPCE) la cual tiene once firmantes, incluyendo a Arlandis, Olaso, Pijoán y Sesé, entre otros.
58
Humbert-Droz, “Rapport au Présidium du Comité Exécutif de l'Internationale Communiste sur la situation dans
le Bloc Ouvrier et Paysan et remarques générales”, Humbert-Droz, Archives III... pp.288-290; en octubre,
Humbert-Droz informó al CEIC que iba a entregar diez dólares a la facción para ayudar a financiar su trabajo (“J.
Humbert-Droz au Présidum du Comité Exécutif de l'Internationale Communiste”, Barcelona 8.10.31, ibíd p.293).
59
Se acusó tanto a Arlandis como a Sesé de haber dejado maltrecha económicamente La Batalla, al haber
utilizado los fondos del periódico para financiar su lucha faccional (“Manifiesto de los CE y Comité Local de
Barcelona de la Federación Comunista Catalano-Balear, aprobado por el pleno de células”, La Batalla 12.11.31).
60
“Acta del CE del PCE” 5.6.30 (ACCPCE); Humbert-Droz, Mémories. De Lénine à Staline… p.403.
61
“Relación de los delegados que asistieron al Congreso Nacional, número de afiliados que representaban y su
composición social” (marzo 1932) (ACCPCE). Ya en abril 1933 este número al parecer había aumentado a 458
(“Situación organizativa el 1 de abril 1933” [ibíd]).
62
La Batalla 17.3.32. El PCdeC hizo dos ofertas más de unidad al BOC, el 1 de noviembre de 1932 y el 5 de
enero de 1933 (ibíd 15.12.32; “Por la concentración de las fuerzas comunistas de Cataluña. A todos las células,
comités de Radio, camaradas y a todos los afiliados del BOC”, Catalunya Roja 19.11.32); en una carta dirigida
por el PCdeC al BOC en abril 1935, se encuentran también referencias a estas propuestas (“El Comité Central del
Partit Comunista de Catalunya al Comité Executiu del Bloc Obrer i Camperol” 3.4.35. [ACCPCE]).
49

resultados prácticos de esta campaña fueron escasos y tan sólo unos pocos militantes aislados
se pasaron al PCE. 63 A lo largo de todo el año 1932 y de 1933, Madrid se quejó del “estado
catastrófico” de su sección catalana y de su general inefectividad. 64 El fracaso de la campaña
de persuasión dirigida a la militancia del BOC no es sorprendente dados los frecuentes ataques
sectarios contra los disidentes que se publicaban en la prensa del PCE, así como también la
creciente tendencia de los comunistas oficiales de tratar de alterar las reuniones de sus rivales
de forma violenta. 65
Todos los grupos disidentes que surgieron en diferentes puntos de España en este período
coincidían en que los problemas que arrostraba el PCE eran el resultado directo de la
incapacidad de sus dirigentes. La única facción que culpó a la IC sin paliativos fue el reducido
grupo de trotskistas que había comenzado a organizarse en la península durante 1931. La
Oposición de Izquierda, la tendencia internacional trotskista, surgió en España más lentamente
que en otros países. La clandestinidad durante la dictadura había significado la reducción de la
actividad del PCE a unos niveles mínimos; la casi desaparición del partido no dejaba lugar
para el debate interno. Por esta razón hasta finales de 1927 casi no se mencionó en la prensa
del PCE la lucha desencadenada en el seno del partido ruso. 66 La sección española de la
Oposición de Izquierdas, la Oposición Comunista de España (OCE), había sido finalmente
fundada en Lieja, Bélgica, en febrero de 1930, por un reducido grupo de exiliados
encabezados por uno de los fundadores del Partido Comunista en Vizcaya, Henri Lacroix
(Francisco García Lavid). 67 En los meses siguientes los integrantes de ese grupo retornaron a
España para aprovechar la nueva situación política surgida a raíz de la caída de Primo de
Rivera. En un primer momento, la OCE contó con pocos seguidores; sin embargo, en sus filas
se integró un cierto número de cuadros comunistas muy capaces. Por otra parte, la claridad del
pensamiento de Trotsky llevó a que, desde un principio, sus correligionarios españoles
tuviesen una coherencia política de la que carecían las otras facciones de oposición en España.
Pese a la debilidad de los trotskistas, el caos que imperaba en el partido oficial era de tales
proporciones que la influencia que aquellos pudiesen ejercer sobre la militancia parece que
preocupó seriamente a la dirección del PCE. 68

63
Uno fue el dirigente del BOC de Mataró, Enric Dalmau; la sección del Bloc de Mataró ya había mostrado
algunas simpatías hacía la línea oficial después de la visita de Humbert-Droz a la ciudad en octubre 1931. Se
produjeron también expulsiones del BOC durante 1933 por “trabajo faccional”, por ejemplo Miguel Adán
(Miguel Sánchez) y dos afiliados más de Barcelona (La Batalla 6.4.33; Catalunya Roja 30.3.33, 15.6.33.);
también se expulsó en Balaguer a Pere Ardiaca (La Batalla 6.4.33, 6.7.33); además, según la prensa del PCdeC,
afiliados del BOC dejaron la organización para ingresar en el partido oficial en Castellserá (Lleida) (Catalunya
Roja 12.1.33.), Ripoll y Reus (ibid 19.1.33).
64
“Circular de la Federación Catalana del PCE” 22.2.32, “Reunión del Buró Político” 18.2.32, “Acta Buró
Político” 3.12.32 y “Sobre el trabajo en la organización de Cataluña” s.f. (1933) (ACCPCE).
65
Véase, La Batalla 9.7.31, 26.11.31, 17.3.32, 14.4.32, 16.6.32, 23.6.32, 5.1.33.
66
Pagès, El movimiento trotskista ... pp.35-38.
67
Lacroix había estado en Moscú donde trabajaba para Inprecor y donde fue ganado al trotskismo por Nin, P.
Broué, Histoire de l’Internationale comuniste 1919-1943 (Paris 1997) p.466. Este grupo de emigrantes se había
organizado en octubre de 1929 y contó, según fuentes del PCE, con media docena de militantes en Bélgica y
Luxemburgo (“Al CE del PCE. Carta de la subsección central de lengua española del PC francés”, 29.10.29.
[ACCPCE]). El grupo de Lacroix estaba en contacto con los trotskistas franceses (Pagès, El movimiento
trotskista... p.40).
68
Véase “Circular Número 8” (s.f. [ACCPCE]), que caracteriza al trotskismo en el PCE como “peor que el caso
Solís” (Oscar Pérez Solís fue un antiguo dirigente del PCE, que se convirtió al catolicismo en 1927 y desde
entonces se mostraba un anticomunista feroz). Además, en enero de 1930, el Comité Ejecutivo del PCE decidió
editar un boletín especial dedicado a la lucha contra el trotskismo (“Acta de la reunión del CE”, 14.1.30. [ibid]).
50

En general, los trotskistas fueron muy críticos con la FCC-B, la ACM y otros grupos
opositores “nacionales”. Para la Oposición de Izquierda, la IC, y por lo tanto sus secciones
nacionales, constituían el “centro” político del comunismo internacional, mientras que
consideraban “derechistas” a las otras corrientes no trotskistas de oposición debido a que estas
enfocaban sus análisis desde una óptica nacional y no internacional. Más importante incluso
era que los trotskistas se consideraban una fracción de la IC y como tal se oponían a la
creación de nuevos partidos comunistas independientes. En consecuencia, la OCE proclamó
que, pese a todas sus limitaciones, el PCE seguía estando ideológicamente más firme y más
cercano al verdadero bolchevismo que organizaciones de oposición como la FCC-B.
Esta opinión sobre el PCE no la compartía totalmente Andreu Nin, el principal dirigente de la
OCE, quien, tras varios años de vida peligrosa y aislada en Moscú, volvió a Barcelona en
septiembre de 1930. Contrariamente al análisis internacional del trotskismo, Nin argumentaba
que, dada la desorganización del comunismo español, “en España, el proletariado [debía]
organizar su partido fuera de las filas del partido oficial”. 69 Por consiguiente, Nin era
partidario de la integración en la FCC-B, sobre la cual creía que iba a poder ejercer influencia
a través de su viejo amigo Maurín. El optimismo de Nin se vio justificado en parte en enero de
1931, cuando comenzó a publicar artículos de manera regular en la prensa de la Federación e
incluso llegó a formar parte del comité de redacción de L'Hora. Más importante aun es que
mientras estuvieron encarcelados juntos tras el movimiento de diciembre de 1930, Nin
ayudase Maurín a escribir las primeras Tesis Políticas de la FCC-B. Se cree que antes de esto
Maurín había leído ya las cartas que Trotsky dirigió a sus correligionarios españoles. 70 No
obstante, esta aparente influencia trotskista se reducía a los contactos personales de Nin con
Maurín. La dirección de la FCC-B era bastante hostil a la Oposición Internacional de
Izquierda, hostilidad que se evidenció en mayo de 1931, cuando la solicitud formal de Nin de
afiliarse al BOC le fue denegada, alegando su cada vez más activa y abierta militancia
trotskista. 71 Trotsky siempre había dudado de que Nin pudiese ejercer influencia alguna en la
FCC-B y se mantuvo claramente indiferente ante lo que él consideraba política “vacilante” y

Los primeros informes sobre actividades trotskistas dentro del partido se producen con la Escuela de Verano del
PCE de agosto de 1929, cuando la dirección se quejó de que un participante de la UJC de Vizcaya era trotskista
(“Carta al CR de Vizcaya” 30.8.29. [ibid]). Lacroix mantenía contacto con algunos antiguos compañeros del PCE
vasco; véase su carta del 26.11.29. [ibid] a José Orue, quien había sido acusado por el partido de trotskismo.
Lacroix también intentó, aunque sin éxito, ganar al futuro dirigente del PCE Jesús Hernández para la oposición
(“Carta de Jesús Hernández al CE del PCE y a Henri Lacroix” noviembre 1929 [ibid]). En la reunión del Comité
Ejecutivo de 14 de enero de 1930 se denunciaron las actividades trotskistas de algunos militantes de Bilbao (Félix
Fresno y Esteban Bilbao) y de Asturias (Loredo Aparicio).
69
Carta de Nin a Trotsky 3.12.30., Trotsky, The Spanish Revolution... p.371.
70
Carta de Nin a Trotsky 17.1.31, ibíd. pp.371-372; Maurín leyó las cartas de Trotsky a sus seguidores españoles
según Narcís Molins i Fàbrega (N. Molins i Fàbrega “Una línea política: el Bloque Obrero y Campesino”,
Comunismo abril 1932).
71
Alba, Dos revolucionarios... p.361. El último artículo de Nin en la prensa del BOC, “Por el derecho de voto de
los jóvenes y las mujeres”, firmado con el nombre Juan de Montgat, apareció en La Batalla 1.5.31; el último
firmado con su propio nombre se había publicado una semana antes (“La lluita contra la reacció”, L'Hora
23.4.31). Paradójicamente el primer ataque abierto contra el trotskismo se publicó en la prensa bloquista una
semana más tarde en L'Hora (“El trotsquisme malaltia d'snobs”, ibíd. 30.4.31). Una semana después de este
ataque, Arquer escribió que el trotskismo podía haber tenido razón de ser en Rusia, pero no en otros países y
menos aún en España, donde según Arquer había trotskistas que ni eran comunistas (J. Arquer, “Contra les lluites
intestines del comunisme” ibíd. 7.5.31). Nin, según su propio testimonio, había roto ya con los dirigentes de la
FCC-B antes de abril 1931, pero volvió a colaborar con ellos dos semanas más tarde (véase las cartas de Nin a
Trotsky de 4.4.31.y 15.4.31. The Spanish Revolution pp. 374, 375.). Nin no anunció a Trotsky su ruptura
definitiva con la Federación hasta finales de junio (véase la carta de Nin a Trotsky 29.6.31. ibíd. p.376.).
51

“ambigua” de la Federación. Para Trotsky, la falta de perspectiva internacional condenaba a la


FCC-B y al BOC a un inevitable y “vergonzoso” fracaso. 72 Por lo tanto, hacer un llamamiento
a los obreros para que se uniesen a la FCC-B constituía, para Trotsky, un “error monstruoso”.
En cambio, Trotsky exhortó a sus partidarios a orientar su trabajo hacia el PCE, el cual, pese a
sus reducidas dimensiones en Cataluña, tenía mejores expectativas porque era la organización
más cercana a la política revolucionaria. 73 A Maurín, insistió Trotsky, había que someterlo a
una “incesante y despiadada crítica” porque los acontecimientos pronto iban a demostrar que
el dirigente de la FCC-B era tan sólo “un personaje cómico con reflejos provincianos,
doctrinas corroídas y consignas primitivas”. 74 En vez de perder el tiempo en tratar de
influenciar a la Federación, Trotsky argumentó que la OCE debía ocuparse de crear sus
propias publicaciones y de organizarse con la máxima celeridad posible. 75
Nin criticó por primera vez en público la línea política de Maurín en una reunión celebrada en
el Ateneo de Madrid en la que ambos tomaron la palabra, en junio de 1931. Este ataque puso
punto final a las ilusiones que sobre hipotéticas influencias en la Federación Nin y sus
camaradas pudiesen albergar; desde ese momento las relaciones entre la Federación y los
trotskistas se deterioraron rápidamente. El exiguo grupo de militantes de la OCE que trabajaba
dentro del BOC fue finalmente expulsado en noviembre de 1931 por su actividad fraccional. 76
En los meses siguientes, otros militantes del BOC fueron también expulsados, mientras que
otros más lo abandonaron para formar el núcleo del grupo catalán de la OCE. 77
Pese a las acusaciones de “trotskismo” 78 lanzadas contra Maurín por la dirección del PCE, y a
su breve colaboración con Nin, la FCC-B, despreciaba bastante a los trotskistas, aunque no así
al mismo Trotsky. Para la Federación, la OCE era una secta divisionista e irrelevante que
estaba condenada a vivir al margen del movimiento obrero, marginalidad desde donde se iba a
limitar a seguir ciegamente las posiciones que les indicase el antiguo líder bolchevique. 79

72
Véase, “Sobre la declaración del Bloque Obrero y Campesino” L. Trotsky, La revolución española (1930-
1940) tomo I, pp.162-166, y “El confusionismo de Maurín y de la Federación Catalana”, 8.7.31. ibíd. pp. 182-
186.
73
Carta de Trotsky a Nin 31.1.31. ibíd. pp.96-97; Trotsky, “¿Facción amplia o restringida ?”, 27.9.31. ibíd.
pp.209-212.
74
“Maurín and the anarcho-syndicalists”, 29.6.31, Trotsky, The Spanish Revolution p.146.
75
Véase, por ejemplo, las cartas de Trotsky a Nin de 31.1.31., 20.3.31. y 29.6.31. en Trotsky, La revolución
española... pp.96-97, 104-105, 156-159.
76
Pagès, El movimiento trotskista... pp.77-78; “Manifiesto de los CE y Comité Local de Barcelona de la FCC-B,
aprobado unánimemente por el pleno de células y la asamblea general de militantes de Barcelona”, La Batalla
12.11.31. Este grupo estuvo compuesto por Narcís Molins i Fàbrega – periodista, antiguo miembro del PCC y de
la redacción de L'Hora Josep Metge – antiguo miembro del Comité Regional de la FCC-B -, Carlota Durany -que
trabajaba como secretaria de Nin – y el compañero de esta última, Francesc de Cabo. El grupo se negó a realizar
una declaración para negar su actividad fraccional y manifestar su pleno acuerdo con la línea de la Federación y
alegó que dado que el BOC no se consideraba a sí mismo como una organización “comunista” no se podía
esperar que sus afiliados acatasen a la “disciplina comunista” (Organización Comunista de Izquierda, “Por la
unidad de todos los comunistas de España”, diciembre 1931 [IMHB]). También fueron expulsados del BOC por
Trotskistas: Joan Blanch, ex militante de Estat Català que había participado en el complot de Prats de Molló; y,
en 1932, el rabassaire de Premià de Mar, Joaquim Bou.
77
Pagès, El movimiento trotskista... pp.78-82. Raymond Molinier, quien visitó España como representante de la
Oposición Internacional de Izquierda, informó que la sección catalana de la OCE se había constituido el 10 de
septiembre, esto es, dos meses antes de la expulsión de algunos de sus miembros del BOC, y el nuevo grupo
contaba con una docena de afiliados (R. Molinier, “Rapport sur la delegation en Espagne” 21.9.31. [FPI]).
78
“CE al camarada Maurín” 25.6.30, (ACCPCE); “CE a los CRs y todas las células” 1.8.30 y 17.12.30. (ibíd).
79
Véase el artículo en cuatro partes escrito por Arquer, “Contra los epígonos de Trotsky”, La Batalla 9.7.31,
16.7.31, 23.7.31, 20.8.31; “El ataque de los trotskistas”, ibíd. 17.9.31; J. Gorkin, “Historia de un “chantaje
52

También Nin fue objeto de un ataque mordaz en las páginas de La Batalla, en septiembre de
1931. Se le acusó, en lo que era una clara referencia a su estancia en Rusia en los años veinte,
de haber abandonado al movimiento obrero español en “los momentos más difíciles”, así
como de haberse alineado, en un primer momento, con la dirección del PCE en contra de los
disidentes catalanes. La historia había demostrado, decía el artículo, que Nin era sin embargo
capaz de cambiar de posición y que dentro de cuatro meses iba a “llamar a las puertas del
BOC”. 80
La hostilidad de los comunistas disidentes catalanes hacia los trotskistas era consecuencia, en
parte, de la propia falta de claridad de la Federación acerca de los acontecimientos internos
que se desarrollaban en el movimiento comunista internacional. La OCE, a partir de este
período, arreció la vehemencia de sus ataques contra la política “confusa” y “localista” del
BOC. En abril de 1932, L. Fersen (Enrique Fernández Sendón) escribió que “quizás no sea
posible encontrar dentro del movimiento obrero actual otra organización paralizada por un
oportunismo más reprobable que el que padece la FCC-B”. 81 Nin afirmó que las
organizaciones “caseras” y ambiguas como el BOC no sólo no podían llevar a cabo la
revolución, sino que eran también un gran escollo para el desarrollo de un movimiento
comunista poderoso en Cataluña. 82 Los acontecimientos de los siguientes cinco años, sin
embargo, iban a obligar a las dos facciones disidentes a reconsiderar sus análisis de la
situación política de España, así como también a una reevaluación mutua.
El acelerado crecimiento de la influencia y de la militancia de la FCC-B y del BOC durante
1931 fortaleció la convicción de los disidentes catalanes de que podían existir sin necesidad
del PCE. La atmósfera revolucionaria generalizada que reinó en los meses siguientes a la
instauración de la república, sumada a los avances que la FCC-B parecía experimentar,
llevaron a que la propaganda de la Federación se tornase progresivamente demagógica. Tras el
aumento de 3 000 a 10 000 votos obtenido entre abril y junio de 1931, la Federación declaró
que pese a su juventud, el BOC era “el gran partido de la clase obrera catalana”. 83 Tres
elecciones parciales celebradas en Barcelona, una en julio y dos en octubre, permitieron al
BOC poner a prueba, una vez más, el apoyo electoral del que gozaba. En las elecciones, en las
que hubo poca participación y a las que no se presentó ningún candidato de ERC, Maurín
obtuvo 12 005, 8 412 y 13 708 votos en cada una de ellas respectivamente. 84 Estos resultados,
cuatro o cinco veces superiores a los obtenidos por los comunistas disidentes en las elecciones
de junio, fueron interpretados por La Batalla como prueba del inexorable ascenso del BOC.
Los resultados de la última elección, proclamó el periódico, manifestaban el apoyo del que
gozaba el comunismo en la ciudad y representaban a “la avanzada de las legiones
revolucionarios que en breve escribirán, con sus acciones, las páginas más brillantes de la
lucha revolucionaria”. El BOC proclamó que los 14 000 votos obtenidos podían llegar a 100
000 “en cuestión de meses”. 85
El repentino aumento de la afiliación del BOC sin duda alentó estos desmesurados cálculos

trotskista” ibíd 24.9.31. y J. Vila, “El malabarismo de los estornudadores” ibíd 29.10.31.
80
“El ataque de los trotskistas”, ibíd. 17.9.31.
81
L. Fersen, “Acerca del congreso de la FCC-B” Comunismo abril 1932.
82
Nin, “Los comunistas y el momento presente. A propósito de unas declaraciones de Maurín”, El Soviet
22.10.31.
83
“El triunfo electoral del Bloque Obrero y Campesino”, La Batalla 4.7.31.
84
I. Molas, “Les eleccions parcials a Corts Constituents d'octubre del 1931 a la ciutat de Barcelona”, Recerques
núm. 1. 1970.
85
“¡13 000 votos, 13 000 comunistas!”, La Batalla 16.7.31, 15.10.31; L'Hora 9.10.31.
53

acerca de su potencial. En abril de 1931 el BOC contaba con 1 000 militantes aproximada-
mente; cuatro meses después proclamó que ya tenía 4 000. 86 De éstos, alrededor de 1 000 se
hallaban en Barcelona donde, según el BOC, en octubre estaba reclutando “entre 10 y 20
militantes cada día”; en las comarcas de Girona, entre tanto, la militancia del partido se había
“duplicado en tres meses”. 87 Según Maurín, a principios de 1932, el BOC contaba con 6 000
afiliados y un total de 12 000 simpatizantes. 88 En marzo de 1932, el periódico derechista Diari
Mercantil hizo un llamamiento a organizar una campaña en contra del BOC, una organización
que el periódico juzgaba “más terrible que el Partido Comunista”, y que al decir del periódico
crecía diariamente y contaba ya con “más de 8 000 militantes”. 89 En el Segundo Congreso del
BOC, celebrado dos semanas después, se habló de 5 000 militantes. 90 No cabe duda de que las
cifras estaban infladas, un rasgo bastante típico de la propaganda de casi todas las
organizaciones políticas del momento. Muestra de ello es que, según afirmó el propio Maurín
años después, pese a este proclamado crecimiento, la difusión La Batalla era de unos 7 000
ejemplares por semana, y nunca la superó salvo en las semanas siguientes a la instauración de
la república, cuando se alcanzó una tirada de 30 000. 91 Un cálculo más realista nos lo brinda
un antiguo militante, Carmel Rosa (Roc), quien retrospectivamente calculó que a fines de
1931 el BOC contaba con 2 500 militantes. 92
Fuese cual fuese el número real de militantes del nuevo partido, que además no se mantenía
estable, es indudable que su influencia iba en aumento. Por ejemplo, en octubre de 1931, el
BOC tenía 17 sedes diferentes, frente a las cuatro con las que contaba poco después de su
fundación. 93 La nutrida asistencia a los mítines celebrados en diciembre en diferentes puntos
de Cataluña, en los que participaron un total de 25 000 personas, confirma el interés que la
organización de Maurín despertaba. 94 El BOC pronosticó que, al año siguiente, cuando
esperaba haber duplicado su número de militantes, iba a conquistar definitivamente liderazgo
de la clase obrera catalana. 95 Pocas semanas después, tras un mitin celebrado en Barcelona,
que congregó a 8 000 personas, La Batalla afirmó que el Bloc estaba recibiendo una
“verdadera avalancha de trabajadores”. 96 A principios de 1932, Maurín escribió que nunca
otro partido obrero catalán había mantenido actividad tan intensa como la del BOC desde su
reciente fundación y que, a diferencia del PCE, no se había mantenido de otra cosa que de las

86
La Batalla 13.8.31.
87
ibíd 1.10.31, 15.10.31.
88
Maurín, El Bloque Obrero y Campesino p.26; La Batalla (31.12.31.) dio una afiliación de 7 000.
89
Diari Mercantil 23.3.32.
90
La Batalla 7.4.32.
91
Véase la carta de Maurín a Víctor Alba, 9.5.72. (citada en Alba, Dos revolucionarios... p.155n). Incluso el
PCdeC estimó la tirada de La Batalla en unos 6 000 ejemplares (A. Sesé, “Los oportunistas del Bloque y la
unidad sindical”, Unidad Sindical 16.1.32.). Siete meses más tarde, el BOC decía que La Batalla contaba con 12
000 lectores y L'Hora con 3 000 (Front 16.7.32.).
92
C. Rosa-Roc, Quan Catalunya era revolucionáaria (Salt 1986) p.57. Víctor Alba (El marxismo... vol.1, p.93)
estima en 4 000 los miembros del BOC a principios de 1932 y el ex-bloquista Antoni Sesé lo hace en 3 000 (“Los
oportunistas del Bloque y la unidad sindical” Unidad Sindical 16.1.32.).
93
En abril de 1931, el BOC tenía sedes en Barcelona, Lleida, Sabadell y Terrassa (La Batalla 9.4.31); en agosto,
las tenía también en Martorell, Mataró, Reus y el barrio barcelonés de Gràcia (ibíd 20.8.31); en octubre también
en Anglès, Castellón, Girona, Olot, Sant Adrià de Besòs, Sitges, Tarragona, Vilanova i la Geltrú y el barrio
barcelonés de Sants (ibíd 15.10.31.).
94
La Batalla calculó la asistencia a los principales mítines como sigue: 6 000 personas en Barcelona, 4 000 en
Lleida, 3 000 en Girona, 3 000 en Reus, 2 000 en Tarragona, 1 000 en Cambrils y 1 000 en El Vendrell (La
Batalla 24.12.31.).
95
V. Colomer, “La Federación y el Bloque”, La Batalla 24.12.31.
96
ibíd. 14.1.32.
54

contribuciones de sus propios militantes. 97 Por su parte, el PCE declaraba tener, a finales de
1932, más de 500 militantes en Cataluña; el igualmente improbable número de 1 196
militantes era el que el PSOE se atribuía, mientras que la Unió Socialista de Catalunya (USC)
afirmaba contar con una militancia similar a la del BOC. 98
Hacia fines de 1931 ya era manifiesta la imposibilidad de lograr la reunificación de las
diferentes facciones en pugna en el seno del comunismo español. Incluso los trotskistas se
vieron pronto obligados a aceptar la imposibilidad de abordar la reconstrucción del Partido
Comunista a partir del PCE exclusivamente. Por ello, en marzo de 1932, decidieron aparecer
más abiertamente como alternativa al partido oficial, aunque sin dejar de afirmar que
continuaban siendo una facción del mismo, y cambiaron el nombre de su organización por el
de Izquierda Comunista de España (ICE). Por su parte, Maurín y otros dirigentes de la FCC-B
habían reconocido, al menos en privado, que llegar a un acuerdo con el PCE era improbable.
Tras la expulsión oficial de Maurín de la IC, en julio de 1931, el futuro inmediato de la FCC-B
como agrupación comunista independiente se había clarificado aún más. El problema era
ahora saber si los comunistas disidentes catalanes podrían extender su organización al resto de
la península. Aunque la FCC-B estuviese implantada únicamente en Cataluña, sus líderes
siempre habían defendido la necesidad de crear una organización de ámbito estatal. Esta
posición la compartían la mayoría de los dirigentes del PCC, pese a su inicial decisión de
formar una organización exclusivamente catalana; en noviembre de 1930, la prensa del PCC
había hecho un llamamiento a la unión de “todos los comunistas españoles” en un único gran
partido. 99
Maurín era optimista acerca de las posibilidades que tenía el BOC de implantarse en el resto
de España. A menudo, Maurín se refería al hecho de que las nuevas tendencias que habían ido
apareciendo en el movimiento obrero español a lo largo de su historia, generalmente se habían
iniciado en Cataluña; así sucedió con la UGT y la CNT, y consideraba el caso de su propio
partido como una prueba más de ese fenómeno. Según Maurín, la Federación había rescatado
a un importante sector de la clase trabajadora de la política catastrófica del PCE y debía
cumplir con su “gran responsabilidad histórica” en España. 100 La FCC-B confiaba en ganarse
a muchos comunistas que no estaban dispuestos a unirse “a las sectas staliniana y
trotskista”. 101 La existencia de grupos comunistas en Madrid, País Valenciano y Asturias que,
al parecer, apoyaban la línea de la FCC-B fortaleció su convicción de que era factible construir
una organización a escala estatal. En consecuencia, en el Segundo Congreso de la FCC-B,
celebrado los días 2 y 3 de abril de 1932, se decidió formalmente construir el partido fuera de
Cataluña y se fundó la Federación Comunista Ibérica (FCI). Sin embargo, en 1932, las condi-
ciones para la implantación de una organización comunista independiente de cierta enverga-
dura en el resto de España se estaban ya deteriorando. El PCE había logrado reorganizarse y,
si bien aún era pequeño, no se le podía ignorar a la ligera. Según el PCE, entre abril y julio de
1931, el número de sus afiliados había aumentado de 3 000 a 7 000. 102 Por el contrario, los

97
Maurín, El Bloque... pp.26, 28-29.
98
Sobre el PCdeC véase Cruz p.304; fuentes internas del PCE hablan de un número menor (véase nota 63); para
los detalles de la afiliación del PSOE véase, Heywood p.95. El BOC siempre ridiculizó los cálculos que la USC
hacía de su militancia (véase capítulo tres, nota 183).
99
Treball 8.11.30, 15.11.30.
100
Maurín, El Bloque... pp.28-29.
101
“En marcha hacia la creación de la Federación Comunista Ibérica”, La Batalla 14.4.32.
102
“Hoja de encuesta...” julio 1931 (ACCPCE); a finales de 1931, La Batalla (31.12.31.) hizo un cálculo de 3
600 miembros; apenas tres meses más tarde, ya le atribuía a su rival 5 000 afiliados (ibid 31.3.32.).
55

diversos grupos de oposición “nacionales”, a excepción de los catalanes, sobrevivían con


dificultades.
A diferencia de la FCC-B, estos otros grupos de oposición, con la posible excepción de la
Federación de Levante, no poseían un perfil diferenciado desde sus orígenes con respecto al
PCE, ni habían mantenido siempre su independencia, como había hecho la federación
catalana. El origen sindicalista-revolucionario de la FCC-B siempre la había distinguido del
resto del Partido Comunista y fue lo que le permitió desarrollar su propia línea política.
Además, la cuestión nacional, otro de los motivos de fricción, no solamente fortaleció las
tendencias opositoras de la FCC-B sino que había estado también en el origen de la creación
de un nuevo partido independiente, el PCC. Por todo ello, la FCC-B contaba con la confianza
política y los cuadros experimentados de los que carecían las otras facciones. La única
excepción la constituían los trotskistas, pero sus orígenes eran muy distintos a los de los
grupos disidentes cuyo ámbito era exclusivamente español.
El grupo disidente más importante que existía fuera de Cataluña era la Agrupación Comunista
de Madrid. La oposición madrileña había cifrado sus esperanzas en una intervención de la IC
que reestableciese el “verdadero centralismo democrático” en el PCE, para poder reintegrarse
en sus filas. Los resultados de las elecciones de junio de 1931, sin embargo, alejaron las
posibilidades de que la ACM lograse alcanzar una posición de fuerza para negociar con el
PCE. Tras no haber alcanzado un acuerdo con éste para presentar listas unificadas, la ACM
presentó su propia lista, en la que figuraba Maurín, y participó en las elecciones con el nombre
de “Bloque Obrero y Campesino”. A pesar de que en los mítines electorales la asistencia fue
numerosa, la lista disidente de Madrid sólo obtuvo alrededor 700 votos, mientras que el PCE
obtuvo 2 500. 103 A este revés le siguió poco después el cierre, tras haber aparecido solamente
cinco números, del periódico de la ACM, La Antorcha, incapaz de hacer frente a las onerosas
deudas y multas. Se había esperado que esta publicación ayudase a consolidar la presencia
independiente de la ACM, pero no tuvo eco y los militantes que debían venderla demostraron
“poco entusiasmo”. 104
Pese a las coincidencias con la FCC-B, y a que, tras el cierre de La Antorcha, vendían La
Batalla, la mayoría de los disidentes de Madrid no estaban dispuestos a romper completa-
mente con el PCE y formar una nueva organización independiente. Incluso muchos militantes
de la ACM tenían resquemores acerca de la línea de la FCC-B. Uno de los dirigentes más
conocidos de la Agrupación, el antiguo líder comunista valenciano y organizador del partido
en Francia en los años veinte, Gorkin, aunque seguía colaborando con la FCC-B, había
manifestado sus dudas en privado. En octubre de 1931, en una carta a Arlandis, quien estaba a
punto de ser expulsado de la FCC-B, Gorkin escribió que “discrepaba completamente” con el
llamamiento lanzado por Maurín a la CNT para que “tomase el poder”. 105 Luis Portela, otro
importante dirigente de la ACM, quien al igual que Gorkin iba a ser posteriormente líder del
BOC, también, al parecer, se opuso al principio a integrarse en el éste, debido a lo que él
consideraba la fuerte inclinación de éste hacia el nacionalismo catalán. 106

103
La votación más alta obtenida por la lista de la ACM fue de 805 votos para Maurín; la más baja, 451; Bullejos
encabezó la lista comunista oficial con 2 769 votos, el mínimo para el PCE fue de 1 700 (J. Tusell Gómez, La
Segunda República en Madrid: elecciones y partidos políticos [Madrid 1970] pp. 34, 58, 208.).
104
L. Portela, “Vida y muerte de la Agrupación Comunista de Madrid”, La Batalla 21.4.32. Los cinco números
de La Antorcha se publicaron entre 8.6.31. y 4.7.31.
105
Carta de Gorkin a Arlandis, 14.10.31. (ACCPCE).
106
Entrevista del autor con Enrique Rodríguez, 5.5.83.
56

El Partido Comunista, habiéndose percatado de que la mayoría de la afiliación de la ACM


estaba poco dispuesta a mantenerse fuera del partido, se negó siquiera a considerar cualquier
forma de unificación. En su lugar, ofreció a los afiliados de la ACM reintegrarse en el partido,
pero sólo de manera individual. La ACM mantuvo sus posiciones hasta principios de 1932,
mas finalmente la mayoría de sus militantes sucumbieron y retornaron a las filas del PCE. El
nivel de desmoralización que atenazaba a la ACM era tan serio que incluso Luis Portela, su
principal dirigente y uno de los fundadores del PCE, decidió que no podía impedir a aquellos
que así lo deseasen volver al partido. Un grupo reducido de militantes, entre ellos Portela y
Gorkin, quien al parecer se había reconciliado con las posiciones de Maurín, se decidió a crear
una nueva organización independiente y se transformó, en octubre de 1932, en la sección de
Madrid de la Federación Comunista Ibérica. 107
En su búsqueda de aliados fuera de Cataluña, la FCC-B tuvo un éxito ligeramente mayor en el
País Valenciano. Al igual que en el caso de la FCC-B, muchos de los dirigentes valencianos
procedían de la tradición sindicalista revolucionaria y los vínculos entre las organizaciones
comunistas catalana y valenciana siempre habían sido estrechos. Desde mediados de los años
veinte, la Federación de Levante también había sido un foco de oposición a la dirección del
PCE. Con el tiempo, casi toda la organización con la que el partido contaba en la provincia de
Castellón iba a pasarse a la FCI. 108 En Valencia, sin embargo, el PCE conservó la lealtad de
una buena parte de los militantes; tan sólo un grupo reducido de activistas de dilatada
experiencia se unieron a la nueva organización que, al parecer, no creció demasiado hasta el
retorno de Gorkin a la ciudad a mediados de los años treinta. 109
El PCE de Asturias también se oponía a la dirección de Bullejos desde mediados de los años
veinte. 110 En esa región el centro de la disputa giraba en torno al poderoso Sindicato Unico de
Mineros, integrado en la CNT, que había sido organizado por mineros comunistas tras su
expulsión de la UGT a principios de los años veinte. En los primeros meses de la República, el
líder minero y miembro fundador del Partido Comunista en la región, Benjamín Escobar, se
opuso decididamente a separar de la CNT al Sindicato Único de Mineros para integrarlo en un
llamado “Comité para la Reconstrucción de la CNT” organizado por el PCE. Su oposición le
valió a Escobar la expulsión del partido, a principios de 1932, junto con la de un grupo de sus
correligionarios del bastión sindical de Mieres. 111 Este grupo, formado por veinte o treinta
personas, se adhirió formalmente a la FCI en septiembre de 1932. Aunque hasta 1934 sólo

107
Portela, “Vida y muerte de la Agrupación Comunista de Madrid”, partes II y III, La Batalla 1.5.32 y 12.5.32;
“Manifiesto del Comité de la Agrupación Comunista de Madrid” ibíd. 12.11.31; Bonamusa, El Bloc… p.123. La
FCI de Madrid contó también en sus filas con Enric Adroher (Gironella), un joven maestro de Girona, quien,
como Gorkin y Portela, iba a ser más tarde dirigente de tanto del BOC como del POUM (Entrevista con Enric
Adroher, 26.11.84). En 1934, según sus propias fuentes, la FCI solamente tenía diez afiliados en Madrid (véase el
Apéndice Dos).
108
La Batalla (24.3.32) habló de que el BOC estaba “extendiéndose por toda la provincia”. El Bloc en Castellón
tuvo entre sus dirigentes a dos fundadores del PCE en la provincia, Julián Peirat y Dionisio Marsà. En 1934, el
BOC afirmaba tener 200 afiliados en la provincia (véase Apéndices dos y seis).
109
La Batalla 29.6.33. El BOC en Valencia estuvo también dirigido por dos fundadores de la Federación de
Levante del PCE, José González Canet y Manuel Salcedo. En 1934, el BOC afirmaba tener 100 afiliados en la
provincia de Valencia, la mayoría en el capital (véase Apéndices dos y seis).
110
José Loredo Aparicio, abogado del Sindicato Único de Mineros y periodista, fue expulsado del partido en
junio 1926. Fundador del PCE en Asturias, Loredo Aparicio formó el primer grupo comunista disidente en
España, los Bolcheviques de Nalón y ayudó a organizar la OCE en la región (D. Ruiz pp.138,161; P. Pagès, El
movimiento trotskista... p.82.).
111
“El CN a las células y a todos los comunistas de Asturias”, Boletín Interior 7.9.31. (ACCPCE); La Batalla
17.3.32; C. Álvarez, El Sindicato Único de Mineros de Asturias (Oviedo 2004) p.287.
57

tuvo presencia en Mieres, después pudo extender su implantación, que continuó siendo
limitada, a otros puntos de la región. 112
Hacia finales de 1932, la FCI y el BOC seguían siendo organizaciones implantadas
principalmente en Cataluña. Aparte de algunos reducidos grupos de disidentes del PCE en el
País Valenciano, Asturias y Madrid, la otra única región donde la Federación había
comenzado a conseguir una cierta implantación era en la zona catalanoparlante de Huesca,
cercana a las comarcas de Lleida. 113 Las esperanzas de los disidentes catalanes de construir un
partido comunista de masas sobre las ruinas del PCE se habían desvanecido. En lugar de eso,
conservaban como fundamento principal para este proyecto su organización de Cataluña que,
aunque de implantación reducida, no carecía de importancia.
El partido de Maurín se había dotado de una clara identidad política. En este período se le
conocía, cada vez más, por las siglas BOC exclusivamente, debido a que, en su funciona-
miento cotidiano, entre el BOC y la FCC-B había muy pocas diferencias prácticas. La
convergencia de las dos organizaciones hacia una organización única e indiferenciada se
aceleró cuando, en el segundo Congreso de la FCC-B, celebrado en abril de 1932, se decidió
fortalecer el sistema de células del BOC y de esta manera su estructura se tornó aun más
parecida a la estructura leninista de la Federación. La progresiva difuminación de las
diferencias originales entre el BOC y la FCC-B ya habían sido advertidas por los trotskistas en
enero de 1932. 114 A lo largo de los tres años siguientes, y con pocas excepciones, este proceso
continuó desarrollándose.
En lo que respectaba a las divisiones en el movimiento comunista internacional, no era fácil
definir cual era la posición que respectaba a las divisiones en el movimiento del BOC. A
menudo se ha afirmado que los disidentes catalanes estaban influenciados por la tendencia
“derechista” del bolchevismo, que se asocia al período de influencia de Bujarin en la URSS.
Eran sobre todo los trotskistas quienes tildaban de bujarinista al nuevo partido.115 La OCE, por
ejemplo, afirmó que, al confundir la diferencia entre un frente amplio y un partido comunista,
el BOC incurría en la misma herejía que había causado la terrible derrota del comunismo
chino en 1927, derrota que la Oposición Internacional de Izquierda achacó a la política de
Bujarin. 116
El mismo Maurín ayudó a corroborar la idea de que su partido había sido bujarinista cuando,
alrededor de treinta y cinco años después, escribió que el BOC había estado “ideológicamente
influenciado por Marx y Engels, por Lenin y Bujarin, muy poco por Trotsky y nada en
absoluto por Stalin”. 117 A finales de los años veinte, tanto la FCC-B como el PCC coincidían

112
La FCI en la región contó también con dos dirigentes más de los mineros y fundadores de la Federación
Asturiana del PCE, Marcelino Magdalena y José Prieto, (La Batalla 22.9.32, 29.9.32, 10.1.36, 17.1.36.).
113
La Batalla habló durante marzo y abril de 1932 del crecimiento del BOC en Castellón, Huesca y Logroño
(ibid 24.3.32, 14.4.32). En 1934, el Bloc se atribuía cien afiliados organizados en ocho grupos en la provincia de
Huesca pero solamente diez afiliados en Logroño (véase Apéndice Dos).
114
A. Nin, “¿Bloque, partido u organización de simpatizantes?” Comunismo enero 1932.
115
Para el “bujarinismo” del BOC véase: M. Bizcarrondo, Octubre del 34 (Madrid 1977) p.60; Martín i Ramos
p.48; I. Molas, introducción a Monreal p.8; y P. Broué, La Revolución Española (Barcelona 1977) p.247; para el
punto de vista de los trotskistas españoles véase: El Soviet 15.10.31; y, sobre todo, H. Lacroix, “De Brandler a
Maurín. La fenecida Agrupación Comunista de Madrid”, ibíd 12.5.32.
116
A. Nin “¿Bloque, partido u organización de simpatizantes?” Comunismo enero 1932; esta acusación contra el
BOC la vuelve a plantear el trotskista estadounidense Felix Morrow en su obra, escrita en 1937, Revolution and
Counter-Revolution in Spain (New York 1974) p.103.
117
Maurín, “Introducción”, Revolución y contrarrevolución... p.3. En 1965 Maurín escribió a Robert Kairis
58

con los “opositores de derecha” en que los problemas que arrostraban los partidos comunistas
podían resolverse en el marco “nacional”. Los comunistas disidentes catalanes esperaban de
esta manera evitar un enfrentamiento directo con la IC, a la que, hasta finales de 1931, habían
proclamado mantenerse leales. La orientación “nacional” del BOC también lo hacía chocar
con la propensión del PCE y de la OCE a comparar la España de 1931 con la Rusia de
1917. 118
En las publicaciones del BOC no hubo nunca, en realidad, alusiones directas a Bujarin y sólo
en La Nueva Era se publicó un texto del dirigente bolchevique acerca de la muerte de
Lenin. 119 Por lo tanto, el supuesto bujarinismo de los comunistas disidentes catalanes radicaba
únicamente en el hecho de tener una línea política independiente y en cierta medida en una
“culpabilidad por asociación”: el BOC estableció contactos con varios grupos extranjeros de
oposición que no eran trotskistas, y algunos de ellos estaban influidos por las ideas de Bujarin.
La concepción de una alianza, o bloque, entre obreros y campesinos, caracterizó, sobre todo,
el período de mayor influencia de Bujarin, a mediados de los años veinte. Sin embargo, como
se ha visto anteriormente, la concepción que la FCC-B tenía del Bloque no era la de una
alianza entre dos clases sociales. Para la Federación, las condiciones sociopolíticas específicas
de España en los años treinta exigían contar con una estructura como el BOC, que actuase
como una organización periférica de la misma FCC-B con el fin de organizar a sus
simpatizantes. Únicamente a finales de 1930 Maurín se refirió, aunque sin profundizar en ello,
al bloque empleando términos similares a los utilizados originalmente por Bujarin y otros
líderes comunistas. 120 La articulación entre el BOC y la FCC-B (y la FCI), en cuanto a su
funcionamiento, nunca fue en realidad muy clara. Sin embargo, cuando en 1935 se unificaron
con el grupo de Nin, la FCI y el BOC eran efectivamente una misma organización, mucho más
semejante a un partido comunista leninista que a un frente amorfo o interclasista.
Es igualmente difícil poder afirmar que el BOC aceptase la tesis de Bujarin sobre la
posibilidad de construir “el socialismo en un solo país”. 121 Sobre este debate, como sobre
muchos otros de' los que dividieron al movimiento comunista internacional, ni la FCC-B ni el
PCC se pronunciaron abiertamente en un primer momento. Eran conscientes, no obstante, del
problema inherente a la defensa de esta posición por parte del PC ruso.122 Posteriormente, y de
manera explícita, Maurín rechazó la tesis del “socialismo en un solo país” por considerarla
contraria a los intereses de la revolución mundial. 123
Es posible que las ideas de Bujarin influyesen en la política agraria que el BOC propugnaba.
Entre la defensa por parte d Maurín de la pequeña propiedad privada agraria, acompañada de
la nacionalización de las grandes industrias, y la NEP aplicada en la URSS a principios de los
años veinte, existían similitudes. Cabe la posibilidad de establecer un vínculo entre las

diciendo que “no puede decirse que el BOC fuese un partido comunista, aunque aceptaba algunos de los puntos
de vista de la doctrina comunista. Era, de hecho, un punto de transición entre el comunismo y el socialismo.
Teóricamente era socialista revolucionario; pero en la práctica correspondía más bien a una derecha comunizante
[…] Indirectamente, en el orden de influencia comunista la que se dejó sentir en él fue el boujarinismo” aunque,
como Maurín había escrito a Kairis en 1963, “el fenómeno se produjo casualmente sin que existiera contacto
alguno”, cartas citadas en Ritottot, p.168.
118
Véase el artículo de Maurín para conmemorar el decimocuarto aniversario de la Revolución rusa, “Rusia-
España”, La Batalla 5.11.31; y su prólogo a E. Morera, La burguesía en el poder (Barcelona 1932) p.3.
119
N. Bujarin, ”El camarada”, La Nueva Era enero 1931
120
J. Maurín, “El final de la ilusión democrática”, La Batalla 11.12.30.
121
Bizcarrondo p.60.
122
Véase, a modo ilustrativo, J. Miravitlles, El discurso de Stalin (Barcelona 1931) p.23.
123
Maurín, Revolución y contrarrevolución... p.108.
59

posiciones de Maurín y las de Bujarin, el principal teórico de la NEP. 124 No obstante, la


consigna principal del BOC, “la tierra para quien la trabaja”, reproducía exactamente la de los
bolcheviques en 1917. Existían similitudes entre los análisis desarrollados por el BOC acerca
de la importancia de la agricultura en el futuro desarrollo del socialismo en España y la
política soviética de mediados de los años veinte; no obstante esto no significa necesariamente
que el BOC siguiese la huella de Bujarin. Los argumentos que había utilizado el gobierno
soviético para justificar su política económica en ese período tenían poco que ver con el
contexto político en el que ahora se encontraban Maurín y el BOC.
La acusación de “desviación derechista” que se le hacía al BOC, se alimentaba, sobre todo, de
la ambigua relación que mantuvo, al menos hasta 1932, con el movimiento comunista
internacional. En esto no hay nada sorprendente, habida cuenta del prestigio del que gozaba la
URSS y por ende la IC. Incluso los trotskistas, que habían desarrollado el análisis más claro
acerca de la degeneración del partido ruso, se consideraron, hasta principios de 1933, una
fracción de la IC y no una tendencia internacional independiente. A diferencia de los
trotskistas, sin embargo, el BOC contaba con un menor margen de maniobra porque se negaba
aceptar, al menos públicamente, que la IC fuese responsable de la inoperancia del partido
español. La FCC-B incluso realizó notables esfuerzos para probar su lealtad a Moscú. El
distanciamiento de los líderes de la FCC-B del comunismo oficial internacional sólo comenzó
tras la expulsión de Maurín de la IC, acaecida en julio de 1931. Por otra parte, la afirmación
del comunismo oficial español de que la política del PCE se atenía a consignas de la IC era
cierta, con independencia de lo que quisieran creer los disidentes catalanes. La ruptura de la
FCC-B con el comunismo oficial tampoco se debió a que rechazase el estalinismo de manera
inequívoca, ni siquiera al “ultraizquierdismo” de la IC. 125 Las publicaciones de la Federación,
por ejemplo, siguieron refiriéndose ocasionalmente a los socialistas como “socialfascistas”;
incluso lo hizo, en algunos artículos, Pere Bonet, uno de los colaboradores más estrechos de
Maurín, hasta bien entrado 1932, cuando ya hacía tiempo que se había roto cualquier vínculo
con Moscú. 126 Hasta junio de 1932 no iba a aparecer en La Batalla una clara e inequívoca
denuncia de la teoría del socialfascismo. 127 Maurín , sin embargo, nunca había empleado esa
terminología en sus escritos, y el BOC siempre rechazó las consecuencias tácticas que se
derivaban de esta teoría. De hecho, parece ser que socialfascismo era un término
descalificatorio de uso muy difundido en el movimiento obrero de la época, ya que incluso los

124
Antoni Monreal hace referencia a esta cuestión, Monreal p.121.
125
Víctor Alba, sin embargo, afirma que Maurín estuvo en contra de la nueva línea de la IC desde el principio, V.
Alba, Dos revolucionarios... p.109.
126
Véase, a modo de ejemplo, “Tesis Sindical” La Batalla 17.2.31; P. Bonet, “Por el control obrero y la
producción” ibíd 30.7.31; P. Bonet, “¿Se trata de torpedear la ofensiva del proletariado?” ibíd 20.8.31; P. Bonet,
“Contra el escisionismo de los anarcosindicalistas”, ibíd 5.5.32; P. Bonet, “Leyes social-fascistas y lucha de
clase”, ibíd 2.6.32.
127
La denuncia de la teoría del socialfascismo apareció en un editorial de La Batalla (“El Ferrol-Cartagena” ibíd
9.6.32) una semana después de que Bonet calificase con ese adjetivo a los leyes sociales de la república. El
editorial caracteriza la teoría del socialfascismo como anticomunista, y la acusa de haber permitido el triunfo del
fascismo en Alemania. Por otra parte, el editorial plantea la incorrección de considerar a todos los trabajadores
encuadrados en UGT como reformistas, ya que “muchos de ellos anhelaban la revolución como el que más”.
Parece que el término no desapareció del todo en los ambientes bloquistas hasta algunos meses después. La
última vez que ha sido hallado en la prensa del BOC es un artículo de Francesc Bailarín, militante del BOC y
dirigente sindical de Ferrocarrils de Catalunya (ibíd 5.1.33.) Una semana después Maurín expone en La Batalla
su rechazo más completo y definitivo de la teoría del socialfascismo (J. Maurín, “Necesidad de la unificación
nacional e internacional del movimiento comunista”, ibíd 12.1.33).
60

anarcosindicalistas lo utilizaban a veces para fustigar al PSOE. 128


Tanto la FCC-B como el PCC, y posteriormente el BOC, se habían negado a tomar partido en
las luchas intestinas que se desarrollaban dentro del movimiento comunista internacional. Los
disidentes catalanes, en un primer momento, publicaron escritos de los dirigentes comunistas
más importantes, sin tener en cuenta cual era la ortodoxia vigente. 129 Una clara demostración
de esta posición fue que, en noviembre de 1930, con ocasión del XIII aniversario de la
revolución bolchevique, La Batalla publicó en su portada una fotografía de Stalin y otra de
Trotsky sin comentario alguno 130 ; atacar públicamente a Stalin era algo que, antes de 1932, no
se contemplaba. Por ello, mientras que Jordi Arquer elogiaba a Lenin, a Luxemburgo y a
Trotsky en octubre de 1929, un año después, otro dirigente del PCC, Jaume Miravitlles,
describió a Stalin como “la personificación de los momentos más interesantes de la historia”.
Para Miravitlles, sin embargo, este reconocimiento no implicaba que los comunistas debiesen
aceptar sin críticas las posiciones del líder soviético. 131 En general los comunistas disidentes
catalanes se mantenían en una silenciosa neutralidad, aun cuando La Batalla publicó un
artículo en octubre de 1931 en el que se proclamaba que Stalin era “más marxista” que
Trotsky. 132 Los dirigentes del BOC optaron fundamentalmente por distanciarse de ambas
posiciones y proclamaron que no eran ni estalinistas ni trotskistas, sino comunistas.
Es bastante probable que Maurín y sus colaboradores más cercanos estuviesen al corriente en
1930 de que estaba sucediendo en la URSS; no obstante, por el momento se abstuvieron de
criticar abiertamente a la dirección rusa. A lo largo de 1931 se fueron dando cuenta de la
presión que el PCE, visto como representante legítimo de la ortodoxia comunista, ejercía
permanentemente sobre los seguidores del BOC. La ambigua posición mantenida por los
bloquistas no era sostenible y pronto se vieron obligados a definir su posición con respecto a
los acontecimientos que se estaban desarrollando dentro del movimiento comunista
internacional. Esta toma de posición se hizo pública por primera vez en febrero de 1932
cuando, entrevistado por el New York Times, Maurín declaró que la degeneración de la IC
había comenzado “tras la muerte de Lenin”, lo cual situaba el inicio de este proceso en el
período de Zinoviev y Bujarin y no en el Tercer Período (1927-1928). Por las mismas fechas,
en su folleto El Bloque Obrero y Campesino, Maurín afirmó que, tras la muerte de Lenin, la
IC se burocratizó enormemente “bajo el mando de Zinoviev” y que “Bujarin, que le sustituyó,
no hizo nada más que cambiar de equipo. El régimen era el mismo.... al sistema “putchista” de
Zinoviev sustituyó la política de derecha de Bujarin-Stalin que culminó en la alianza con
Tchang-Kai-Shek...”. 133

128
Véase, por ejemplo, Solidaridad Obrera 14.1.32; J. Jiménez Campo, El fascismo en la crisis de la II
República (Madrid 1979) p. 54. Maurín lamentó la utilización del término por la CNT (“El Ferrol-Cartagena” La
Batalla 9.6.32.).
129
En la prensa bloquista aparecieron los siguientes artículos de Trotsky: “La situació d'Espanya”, L'Hora 4.2.31
y “Jean Jaurés”, La Nueva Era junio-agosto 1931; de Stalin: “Las raíces históricas del leninismo” ibíd, enero
1930 y “La cuestión nacional” ibíd, junio-agosto 1931. Para una relación de folletos editados por el PCC, con
escritos de Bujarin, Stalin, Trotsky y Zinoviev, véase Treball 13.9.30.
130
La Batalla 5.11.30.
131
Arquer, Las interpretaciones del marxismo (Barcelona 1937, escrito originalmente en 1929) p.32; Miravitlles,
El discurso... p.23. En octubre 1931, L'Hora publicó una foto de Stalin con el título “El hombre que está creando
el socialismo” (L'Hora 30.10.31).
132
Jacques Dumenil, “La liquidación del trotskismo” La Batalla 29.10.31.
133
Reproducido en ibíd 11.2.32. Por las mismas fechas, en su folleto El Bloque Obrero y Campesino, Maurín
afirmó que, tras la muerte de Lenin, la IC se burocratizó enormemente “bajo el mando de Zinoviev” y que
“Bujarin, que le sustituyó, no hizo nada más que cambiar de equipo. El régimen era el mismo.... al sistema
61

Los ataques al “sectarismo suicida” de la política adoptada por la IC en Alemania, donde


rechazó formar un frente común contra los nazis con los socialistas, no se hicieron esperar. 134
Las tesis sobre la “unificación comunista” presentadas al Segundo Congreso del BOC,
celebrado en abril de 1932, culpaban sin ambages a la IC de la línea política que el PCE había
adoptado desde 1925. 135 En junio, La Batalla publicó una crítica más general de los que
consideraba errores cometidos por la IC desde 1924. 136 En una serie de tres artículos
publicados seis meses más tarde, que versaban sobre el estado del movimiento comunista,
Maurín desarrolló por primera vez su análisis de lo que acontecía en Rusia. Según Maurín,
Stalin había transformado un partido burocratizado en una “máquina de obediencia ciega” que
estaba desarrollando una “terrible represión” contra los oponentes comunistas dentro de la
URSS. Maurín constató que, pese a que la crisis económica mundial estaba creando un clima
favorable para las ideas revolucionarias, la mayoría del movimiento obrero se mantenía al
margen de las filas comunistas; la incapacidad del PC ruso y, por consiguiente de la IC, eran
los causantes de ello. Se estaba produciendo una degeneración que partía del triunfo de la
teoría del “socialismo en un solo país”, teoría que había llevado a que la IC se subordinase al
Estado soviético. 137
Pese a su progresiva crítica al estalinismo, el BOC no alteró automáticamente su actitud hacia
el trotskismo. Para los bloquistas, la Oposición de Izquierdas constituía “el reflejo en el espejo
del estalinismo”, cuyos “métodos mecánico-centralistas” los trotskistas emulaban. 138 No
obstante, el BOC defendió a Trotsky personalmente, pese a sus “errores”, contra las calumnias
estalinistas; se le caracterizó como “el mejor camarada de Lenin”, “el hombre de la revolución
de octubre [poseedor de] un temple extraordinario de luchador de la causa comunista”. En
diciembre de 1932, La Batalla publicó con entusiasmo extractos del discurso pronunciado por
Trotsky en Copenhague, ante una audiencia de jóvenes socialdemócratas. Al mismo tiempo, el
BOC dejaba clara la diferencia que, en su opinión, existía entre el antiguo líder bolchevique y
sus seguidores, cuyas actividades a menudo “socavaban” su figura. 139 Según Maurín, a
principios de 1933, las premisas principales que sustentaban el comunismo del BOC
coincidían ya con las establecidas por los cuatro primeros congresos de la IC 140 , el período de
influencia de Lenin y Trotsky. Esta “ortodoxia” iba a afianzarse aun más en los dos años
siguientes, a medida que el BOC fuera consolidando su identidad política.

Liberación nacional.
La conquista del poder estatal por la clase obrera requería, según el BOC, la formación de una
alianza con el campesinado y con los movimientos de liberación nacional; España era un país
dividido en una serie de nacionalidades que, a lo largo de su historia, habían sido víctimas del
centralismo castellano. Los comunistas disidentes catalanes creían que, al igual que había

“putchista” de Zinoviev sustituyó la política de derecha de Bujarin-Stalin que culminó en la alianza con Tchang-
Kai-Shek...” (Maurín, El Bloque Obrero y Campesino, pp.16-17).
134
La Batalla 10.3.32.
135
“Tesis y resolución sobre la unificación comunista”, ibíd 7.4.32.
136
V. Colomer, “La conducta lamentable de la IC” ibíd 2.6.32. Véase también, Gironella, “El P.C.E. o la gallina
ciega” (ibid 3.11.32) y Gorkin, “Maniobras ‘unificadoras’” (ibid 24.11.32), en los que aparecen críticas similares
de la política de la IC.
137
J. Maurín, “Necesidad de la unificación nacional e internacional del movimiento comunista” ibíd 29.12.32,
12.1.33, 9.2.33.
138
J. Vila, “En este Primero de Mayo”, ibíd 27.4.33; J. Maurín “La quiebra del Trotskismo” ibíd 26.10.33.
139
Maurín, prologo a Morera p.3; La Batalla 22.12.32.
140
J. Maurín, “Necesidad de la unificación nacional e internacional del movimiento comunista” II, ibíd 12.1.33.
62

sucedido en Rusia, estas naciones oprimidas podían convertirse en aliados poderosos en la


lucha del proletariado contra el Estado burgués. Asimismo, para el BOC, sólo tras la
destrucción del capitalismo se podían sentar las bases para acabar con la opresión de las
nacionalidades. Este análisis, desarrollado por Lenin, constituía, al menos formalmente, la
posición defendida por todos los partidos comunistas desde la fundación de la IC.
El movimiento nacionalista más sólido de la península era el catalán, y eso marcó la existencia
de la FCC-B. Los orígenes sindicalistas de los comunistas catalanes contribuyeron a su
alejamiento del PCE. La cuestión nacional fue otra de las fuentes de discrepancias entre la
Federación y la dirección del partido. 141 Los desacuerdos se manifestaron todavía más
nítidamente cuando Maurín enunció su teoría de la “revolución democrática” en la cual se
asignaba a los movimientos de liberación nacional un papel central. Tras su ruptura con el
comunismo oficial y su fusión con el PCC, un partido exclusivamente catalán e influenciado
por el nacionalismo, la sensibilidad de la FCC-B hacia la importancia de la lucha nacional
aumentó aun más. Con la URSS como modelo, los comunistas disidentes catalanes creían que,
una vez establecidas las bases de la revolución democrática, la clase obrera iba a fundar sin
dilación una unión libre de “repúblicas socialistas” en la península. En este sentido resulta
muy significativo que cuando se decidió formalmente, en 1932, a fundar una organización de
ámbito estatal, la FCC-B optase por el nombre de Federación Comunista Ibérica. Con el uso
del término ibérica se subrayaba la vocación federalista y antiimperialista de los comunistas
disidentes, lo que contrastaba con la posición de los partidos comunista y socialista
“españoles”.
Buena parte de la izquierda había esperado que, tras la instauración de la república en abril de
1931, el problema nacional se resolviese finalmente. Era en Cataluña donde mayores
expectativas se habían creado, habida cuenta de la radicalización del movimiento nacionalista
como consecuencia de la supresión de los derechos nacionales y de la persecución desatada
por la dictadura de Primo de Rivera contra la lengua y la cultura catalana. Los comunistas no
podían ignorar este movimiento si querían incidir sobre las clases populares catalanas.
Los dirigentes del BOC se abocaron a desarrollar un análisis de la naturaleza del nacionalismo
catalán. Maurín escribió en julio de 1931 que el desarrollo del movimiento de liberación
nacional constaba de tres etapas. En su primera etapa, la lucha por las libertades nacionales
había estado monopolizada por la gran burguesía, representada por la Lliga, el partido
nacionalista de derecha, cuya presión sobre Madrid para que se otorgasen ciertas prerrogativas
autonómicas a Cataluña no tuvo éxito. Según Maurín, el fracaso de la estrategia de la Lliga
originó la radicalización del movimiento, cuya dirección pasó a la izquierda pequeñoburguesa.
Así, la segunda etapa se caracterizó por el de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC),
nacida en marzo de 1931 de la fusión de varios grupos nacionalistas de izquierda. Maurín
pronosticó que, empujados por sus bases, cada vez más impacientes y combativas, los partidos
pequeñoburgueses iban a intentar negociar con la clase dominante española la creación de una
república federal. Sin embargo, según Maurín, tales intentos fracasarían porque el Estado
español, opresivo y semifeudal, no podía tolerar ninguna forma de secesión. La única
alternativa, por lo tanto, consistía en destruir el Estado central, algo que la pequeña burguesía
no estaba dispuesta siquiera a tomar en consideración. Para Maurín, la tercera etapa iba a
comenzar en ese momento, cuando, dirigido por el proletariado, el movimiento de liberación

141
En mayo 1931, la FCC-B se refirió a la actitud del PCE frente al problema nacional como una de las causas de
su salida del partido (“Carta abierta de la Federación Comunista Catalano-Balear al Comité Ejecutivo de la
Internacional Comunista”, ibíd 1.5.31.).
63

nacional alcanzase sus objetivos mediante el derrocamiento violento del imperialismo


español. 142
Tal como Maurín había pronosticado, los partidos pequeñoburgueses sustituyeron a los
partidos burgueses en la dirección de gran parte del movimiento nacionalista. La Lliga estaba
demasiado comprometida por sus relaciones con la derecha española, centralista y agresiva,
para poder conservar el apoyo del que gozaba entre ciertos sectores de las clases populares
catalanas. Los acontecimientos de 1934 iban a confirmar el análisis de Maurín; no sólo quedó
de manifiesto el papel traicionero desempeñado por la burguesía catalana, sino también el
desinterés de los partidos pequeñoburgueses por la lucha contra el Estado central. Aunque el
diagnóstico sobre la naturaleza del movimiento de liberación nacional catalán realizado por los
comunistas disidentes era acertado, les quedaba aún la tarea de ganarse la dirección de ese
movimiento.
Las elecciones celebradas en junio de 1931 ilustraron claramente el apoyo del que ERC
gozaba. Su victoria aplastante fue descrita por el BOC como un “plebiscito popular a favor de
la República Catalana”. Frente a la magnitud de la victoria d Esquerra, Maurín, tiempo
después, describió al nuevo partid como representante del “deseo unánime del pueblo catalán;
partidario de la ruptura con el Estado monárquico para pasar a una estructuración
revolucionaria”. 143 Influenciado por el aumento del populismo nacionalista en los primeros
meses de República, el BOC pasó de la tradicional defensa comunista d “derecho a la
autodeterminación” a abogar por la independencia del País Vasco, Cataluña, Galicia y también
de Andalucía. 144 Maurín, sin embargo, matizó esta posición en junio de 1931 en el Ateneo de
Madrid, al defender la “separación” no de España, sino del Estado español, cuya
desintegración podía dar lugar a una verdadera unión ibérica. 145 Unas semanas más tarde, el
dirigente del BOC declaró que “decir que [...] los comunistas no [deben] fomentar el
separatismo es una vergonzosa capitulación ante los prejuicios social-demócratas” que nunca
había entendido la importancia de la cuestión nacional. Los comunistas disidentes catalanes
concluyeron que no bastaba con asumir la dirección de los movimientos de liberación nacional
existentes; era necesario participar en su creación. 146 Al adoptar esta posición en Cataluña, el
BOC confiaba en desplazar a ERC, cuya naturaleza de clase llevaba a que los comunistas
disidentes esperasen su pronta capitulación frente al centralismo español.
Al abogar por el separatismo, así como por la participación activa de los comunistas en la
formación de movimientos de liberación nacional, el BOC iba más allá de la estricta defensa
de la autodeterminación. Los dirigentes del BOC trataron de enmarcar esta supuesta
innovación en la ortodoxia comunista, refiriéndose al papel desempeñado por el “separatismo
revolucionario” en la Revolución rusa. Según Maurín, al haber defendido el “derecho a la
separación” los bolcheviques habían logrado que las minorías nacionales tomasen partido por
la causa proletaria con lo cual se alcanzó una “verdadera unidad rusa”. 147 El Segundo
Congreso del BOC, celebrado en abril de 1932, fortaleció esta línea. En sus Tesis sobre la

142
J. Maurín, “Les tres etapes del problema català”, L'Hora 11.7.31. y Maurín, La revolución española pp.120-
129. Véase también, Federació Comunista Catalano-Balear, La “Federación Comunista Catalano-Balear”
davant el problema de les nacionalitats ibériques. Projecte de tesi sobre la questió nacional (Barcelona 1932).
143
Maurín, Revolución y contrarrevolución... p.70.
144
Esta actitud queda reflejada en la “Carta abierta de la Federación Comunista Catalano-Balear al Comité
Ejecutivo de la Internacional Comunista” La Batalla 1.5.31.
145
ibíd 4.7.31.
146
J. Maurín, “La cuestión de las nacionalidades” La Batalla 3.9.31.
147
Maurín, La revolución española pp. 128-129.
64

Cuestión Nacional se afirmaba que cuando la clase obrera hubiese alcanzado el poder no iba a
ser necesaria una “separación suicida” ni una “balcanización”, porque todos los pueblos de la
península iban a gozar de una verdadera libertad. Sería posible, en consecuencia, la unidad de
la península en una verdadera “Unión Ibérica de Repúblicas Socialistas”, en la que también se
integrarían Portugal y Gibraltar. 148 El BOC nunca se planteó si los bolcheviques realmente
habían resuelto la cuestión nacional. Al igual que los comunistas de todas las tendencias en
este período, los bloquistas tenían una visión completamente acrítica de este aspecto del
desarrollo interno de la Revolución rusa.
La poca ortodoxa posición del BOC en los años 1931-1932 se debía a su convencimiento de
que, siguiendo los pasos de Cataluña, iban a aparecer similares movimientos de liberación
nacional y regional en toda España lo cual aceleraría la desintegración del Estado. Para
Maurín, “las perspectivas de la revolución socialista en España se hallan grandemente
favorecidas por la presencia de un problema nacional”. Tan convencido estaba de ello que
afirmó que “si no existiera habría que crearlo”. 149 Esta posición llevó a que el BOC subrayase
la necesidad de fomentar la lucha por la liberación nacional, no sólo de las nacionalidades
históricas, País Vasco, Cataluña y Galicia, sino también de Andalucía, Aragón, islas Baleares,
Castilla, Murcia y Valencia. 150 Desde un punto de vista marxista, esta posición resultaba tan
sorprendente como inusual. La existencia de una consciencia nacional en la mayoría estas
regiones en ese período era discutible. Es quizás significativo que en 1933 el BOC hubiese
dejado de referirse a esos hipotéticos movimientos. Su trabajo político se abocó desde
entonces a subrayar la necesidad de que el proletariado apoyase la lucha por la liberación
nacional de las nacionalidades históricas, y a que con el tiempo encabezase esa lucha;
asimismo, el BOC defendía el derecho a la independencia del pueblo marroquí.151 Este retorno
a una posición más ortodoxa causó algunas fricciones dentro del partido. Algunos de sus
integrantes, a quienes se puede caracterizar como más catalanistas, en especial varios antiguos
líderes del PCC, posteriormente criticaron al BOC por “haber abandonado la cuestión
nacional”. 152 Resultaba sin embargo indiscutible que la defensa de los derechos nacionales
desarrollada por el BOC era inequívoca y tenaz en contraposición a la actitud del resto del
movimiento obrero español.
Tanto los anarcosindicalistas como los socialistas eran hostiles a los movimientos
nacionalistas, debido, sobre todo, a un internacionalismo abstracto. Históricamente, los
socialistas españoles habían dado la espalda a los movimientos nacionalistas “burgueses” por
considerar que no tenían nada que ver con la clase obrera. Este antagonismo no sólo era una de
las claves de la falta de implantación del PSOE en Cataluña, sino que, según Jordi Arquer,
antiguo dirigente del PCC, también había sido la causa de que los obreros de otras partes de
España se opusiesen a los movimientos de liberación nacional. 153 El BOC declaró que los
socialistas, “siendo fieles seguidores del imperialismo panespañol”, se oponían a los deseos de

148
FCC-B, La “Federación Comunista Catalano-Balear” davant el problema de les nacionalitats… secció 17.
149
Maurín, La revolución española p.128.
150
Véase, FCC-B, La “Federación Comunista Catalano-Balear” davant el problema... secció 2; J. Maurín, “Les
tres etapes del problema català”, L'Hora 11.7.31; J. Maurín, “La cuestión de las nacionalidades” La Batalla
3.9.31.
151
“Resolución aprobada por la Federación Comunista Ibérica sobre la cuestión nacional”, La Batalla 27.7.33.
152
Véase Capítulo Cinco sobre al facción de L’Hora.
153
J. Arquer, “Catalanisme reaccionara i proletaris catalanitzats” Treball 21.4.30. y J. Arquer “Catalanisme
reaccionara i les nacionalitats oprimides” L'Hora 21.5.31.
65

los pueblos hispánicos “de la forma más brutalmente imperialista”. 154 En los primeros meses
de la República, las Juventudes Socialistas incluso llegaron a desarrollar una campaña contra
la enseñanza del catalán en las escuelas. 155 Esta hostilidad hacia las aspiraciones nacionales
catalanas había desembocado, en 1923, en una escisión en el seno de la sección catalana del
PSOE que llevó a la creación de la Unió Socialista de Catalunya (USC).
La actitud de la CNT en un primer momento parecía más contradictoria, dado que muchos de
sus afiliados votaban a ERC, a la que incluso algunos estaban afiliados. Esta contradicción se
explica por varias razones. La CNT era una organización de masas cuyas bases distaban
mucho de ser homogéneamente anarquistas. Para un sector importante de la clase obrera
catalana los métodos de los anarcosindicalistas podían resultar aceptables sin que eso
significase compartir todo su ideario. Pese al desdén de los dirigentes de la Confederación
hacia el “nacionalismo pequeñoburgués”, muchos afiliados de la CNT simpatizaban con la
causa nacionalista. Asimismo a muchos trabajadores les parecía lógico apoyar en las
elecciones a la izquierda nacionalista republicana contra la derecha burguesa; sobre todo
porque algunos destacados políticos republicanos se habían distinguido por su defensa de los
derechos de los trabajadores durante la dictadura. Además, algunos anarcosindicalistas, al
tiempo que rechazaban el “autoritarismo” de los partidos marxistas, simpatizaban con el
individualismo radical y el reformismo social de algunos dirigentes republicanos. Los
anarquistas más radicales representaban, por su parte, el sector cenetista más furibundamente
antinacionalista. Esta facción, tras asumir una vez más la dirección de la CNT catalana en
1931, se opuso frontalmente a la lucha por los derechos nacionales. Los anarquistas incluso
llegaron a amenazar, en nombre de “la unidad revolucionaria del proletariado español”, con
organizar una insurrección armada en caso de que se intentase separar a Cataluña del resto de
España. El BOC denunció que esta posición “reaccionaria y suicida” situaba a los anarquistas
del lado del “centralismo feudal” y, por consiguiente, totalmente alejados de sus propios
principios libertarios. 156
La actitud del PCE hacia los movimientos nacionales fue especialmente criticada por los
comunistas disidentes. Para el BOC, el partido oficial no había, en modo alguno, aplicado el
análisis leninista de la cuestión nacional al contexto español. Esto había contribuido a que la
FCC-B abandonase el partido. Incluso más significativo fue que, a finales de los años veinte,
la insensibilidad del PCE hacia la cuestión nacional hubiera convencido a un grupo importante
de militantes de la necesidad de fundar el PCC. El BOC acusó al PCE de repetir de manera
mecánica las consignas de la IC, las cuales reflejaban poco conocimiento de la situación real
de España. El primer manifiesto del PCE tras la instauración de la república ilustró este
problema ya que en él no se hacía mención alguna de la cuestión nacional. Para el BOC, si el
movimiento nacionalista era “burgués”, como afirmaba el PCE, ello se debía a que el partido
había ignorado ese movimiento y no había luchado para que su dirección fuese proletaria. 157
Incluso la IC consideró, como razón principal de la falta de implantación del PCE en Cataluña,
la “incapacidad absoluta” de éste para incidir sobre el movimiento de liberación nacional.158

154
FCC-B, La “Federación Comunista Catalano-Balear” davant el problema... secció 9.
155
A. Balcells, Marxismo y catalanismo 1930-1936 (Barcelona 1977) p.34.
156
FCC-B, La “Federación Comunista Catalano-Balear” davant el problema... secció 8; J. Arquer, “Els
anarquistes i les nacionalitats oprimides” L'Hora 21.5.31.
157
FCC-B, La “Federación Comunista Catalano-Balear” davant el problema... secció 10; “Proyecto de tesis
sobre la cuestión nacional”, apéndice a J. Arquer, Los comunistas ante el problema de las' nacionalidades
ibéricas (Barcelona 1932) pp.38-39.
158
“Carta de Manuilski adreçada al Comité Central del Partido Comunista de España el 21 de maig de 1931”, R.
66

Fueron estas críticas las que llevaron a que el PCE adoptase un política aparentemente más
contemporizadora hacia la cuestión nacional y a la fundación, en 1932, de su “nueva” sección
catalana, el Partit Comunista de Cataluña (PCdeC). Como consecuencia de este cambio de
orientación, los comunistas oficiales lograron, posteriormente, ganarse las simpatías de
algunos nacionalistas radicales de izquierda. No obstante, era difícil para el PCdeC competir
con sus rivales bloquistas quienes, aparte de contar con un número mucho mayor de
militantes, también tenían una organización extendida por toda Cataluña, mientras que, antes
de la guerra civil, el partido oficial estaba implantado casi exclusivamente en Barcelona.
La tenaz defensa de los derechos nacionales de Cataluña desarrollada por el BOC le ayudó a
ganarse las simpatías de un sector minoritario, pero importante, de las masas populares
nacionalistas. Este fenómeno fue más acusado fuera de Barcelona, donde entre algunos
sectores obreros y campesinos más radicalizados pronto cundió la insatisfacción con la
moderación de ERC. Además, en zonas exclusivamente catalanoparlantes, el antinacionalismo
de los anarquistas no gozaba de mucho seguimiento. En la misma Barcelona la implantación
del Bloc era mayor entre los sectores generalmente más catalanoparlantes, especialmente entre
los “trabajadores de cuello blanco” de bajos ingresos, como los oficinistas y los dependientes
de comercio. 159 En el barrio de Gràcia, donde el BOC tenía una implantación relativamente
sólida, muchos de sus jóvenes militantes eran hijos de seguidores de ERC. 160 En general, eran
los anarquistas quienes contaban con mayor implantación en Barcelona, en parte debido a que
el alto proceso migratorio de los 30 años anteriores repercutió en la formación de una clase
obrera industrial con pautas lingüísticas y culturales mixtas y menos proclive a responder al
populismo catalanista. No significa esto, sin embargo, que los inmigrantes, que representaban
el 25% de la población de las comarcas de Barcelona, estuviesen segregados del proletariado
catalán. Dejando de lado otras consideraciones, cabe señalar que la mayoría de los inmigrantes
provenían del País Valenciano y de Aragón oriental y que, por lo tanto, en general hablaban
catalán. 161 La influencia de los anarquistas en Barcelona no estaba, huelga decirlo,
determinada sólo por el origen geográfico de sus seguidores, sino que se explica por toda una
serie de factores de índole social e histórica que se analizan posteriormente.
El arraigo popular del nacionalismo se debía principalmente a la cuestión lingüística, lo que
convertía a ésta en un factor a tomar seriamente en cuenta por cualquier grupo revolucionario
que aspirase implantarse en Cataluña. Esto explica, por ejemplo, que Arquer, el joven
dirigente del PCC, defendiese, a fines de la década de los años veinte, el uso del catalán dentro
de los sindicatos. Arquer afirmó años después que, de haber entendido la importancia de la
cuestión lingüística, los anarcosindicalistas hubieran podido minar la influencia que ERC tenía
sobre la clase trabajadora. En cambio, lo que sucedió, según Arquer, fue que al empecinarse
en escribir y publicar en castellano, la CNT, el PSOE y el PCE actuaron como “correas de
transmisión del imperialismo panespañol” hacia las masas populares. 162 El diario
anarcosindicalista Solidaridad Obrera, por ejemplo, se opuso duramente en 1931 a lo que
consideraba la “catalanización” de la CNT. 163 Esta actitud contrasta con la del PCC que, en

Arnau, Marxisme català i qüestió nacional catalana (París 1974) tomo II, pp.273-274.
159
Uno de los dirigentes del BOC de Sabadell, Joan Oltra Picó, argumentó que estos trabajadores estaban
concienciados sobre la, cuestión nacional gracias a que su “situación profesional” no les habían hecho
“vulnerables al anarquismo” (J. Oltra Picó, “Els moviments dels treballadors mercantils”, L'Hora 25.8.34.).
160
R. Fernández Jurado, Memòries d'un militant obrer (1930-1942) (Barcelona 1987) p.73.
161
L'Hora 26.7.35; J. Termes, ., pp.130-131.
162
Front 13.12.35.
163
Solidaridad Obrera 13.12.31.
67

1930, fue el primer partido obrero revolucionario en publicar su órgano, Treball, en catalán. El
BOC mantuvo esta tradición durante el período republicano con sus semanarios L'Hora y
Front. Ambas publicaciones iban dirigidas a un público algo diferente al de La Batalla,
periódico en el que se daba más importancia a los asuntos sindicales y noticias políticas de
índole más general, así como a combatir a las otras tendencias existentes dentro del
movimiento obrero, en particular al anarcosindicalismo. La prensa en catalán del BOC
prestaba más atención a temas culturales, a la política catalana y a criticar a la USC y a ERC.
Esta orientación reflejaba con claridad los intentos que los bloquistas realizaban para
implantarse entre los sectores más nacionalistas de las clases populares. 164
La posición del BOC sobre la cuestión nacional provocó fuertes críticas tanto de sus rivales
del PC oficial como de la organización trotskista, Izquierda Comunista de España (ICE);
ambos acusaron a los disidentes catalanes de haber capitulado frente al “nacionalismo
pequeñoburgués”. Asimismo, los trotskistas acusaron al Bloc de ganarse apoyos “con una
política más separatista que de clase” y de ser “más catalanista” que la misma ERC. 165 El
BOC, en realidad, rechazaba los símbolos del catalanismo tales como la bandera nacional, la
senyera, a la que describió como “la bandera de la burguesía catalana”. 166 No obstante, los
militantes del BOC fueron, a menudo, ardientes defensores del derecho a hablar catalán167 ,
aunque el dirigente más conocido y popular del partido, Maurín, pese conocer el idioma, rara
vez lo utilizaba para hablar en público o para escribir. 168 La reticencia de Maurín a hablar
públicamente catalán constituía más bien una excepción a la norma general; además, el catalán
era la primera lengua de la mayoría de los seguidores del BOC. Sin duda, además, existían
sectores del BOC, sobre todo entre la antigua militancia del PCC, cuya visión era más
nacionalista. Eran estos los militantes que dominaban las comisiones del partido sobre la
cuestión nacional, como también los consejos editoriales de L'Hora y Front. Para algunos
bloquistas, sin embargo, incluso en estas publicaciones el partido no se manifestaba
suficientemente nacionalista. 169 Más adelante, este sector iba a ser el origen de la oposición al
proyecto del BOC de transformarse en una organización de ámbito estatal. La existencia de
este sector catalanista parecía otorgar verosimilitud a las acusaciones de los trotskistas, pero su
influencia en la dirección del partido estaba en cierta medida contrarrestada por la presencia de
Maurín y de otros dirigentes formados en un comunismo más ortodoxo.
En general, el BOC mantenía una actitud bastante antagónica hacia los grupos nacionalistas
catalanes de izquierda. En el terreno práctico, sin embargo, siempre existieron bastantes
contactos entre los comunistas y los nacionalistas, especialmente en 1930 a raíz de la creación
del Comité Revolucionario de Cataluña. Francesc Macià, dirigente de ERC y presidente de la
Generalitat, que durante su exilio en Francia durante los años veinte había mantenido
contactos con el PCE y con la CNT, despertaba ya en 1931 simpatías en el movimiento obrero.
Además, varios integrantes del PCC habían militado en la organización independentista Estat
164
Cuando L'Hora reapareció en 1934, el BOC manifestó que “tomando en cuenta la experiencia de L'Hora y
Front, el nuevo periódico debe estar editado oficialmente al margen del partido...con un carácter amplio, aunque
naturalmente bajo el control del Comité Ejecutivo” (La Batalla 7.4.34.).
165
“Tesis sobre las nacionalidades” Comunismo abril 1932; N. Molins i Fàbrega, “La posición política y fuerzas
del Bloque Obrero y Campesino”, ibíd, diciembre 1931.
166
La Batalla 15.6.33.
167
Así cuando a mediados de 1932 fueron juzgados por haber “insultado a la Guardia Civil”, Arquer y Miravitlles
insistieron en hablar catalán (La Batalla 30.6.32; Front 9.7.32.).
168
Según Wilebaldo Solano, Maurín no hablaba muy bien catalán; Entrevista con el autor 17.7.85.
169
Josep Coll, quien había sido militante del PCC, dijo años más tarde que lo que hacía L'Hora no era otra cosa
que “expresar en catalán un internacionalismo duro y puro”, Coll y Pané p.61.
68

Català, cuyo líder había sido Macià, e incluso algunos estuvieron involucrados en la
infructuosa invasión militar de Cataluña lanzada por Macià en 1926, que terminó en la debacle
de Prats de Molló. 170 El respeto que, inicialmente, el BOC guardaba a Macià se manifestó
cuando, en abril de 1931, se proclamó la república. Tanto L'Hora como L’Espurna de
l’Empordà, dirigida ésta por Miravitlles, publicaron en portada la fotografía de Macià sin
comentario alguno. 171 Por su parte, militantes de Estat Català cooperaron con el BOC en las
elecciones parciales celebradas en Barcelona en octubre de 1931.
En otras localidades estos contactos siempre habían sido sólidos, especialmente a través de los
Centros Republicanos. En Lleida y Figueres, como mínimo, núcleos importantes de jóvenes
nacionalistas y republicanos de izquierda se incorporaron al BOC. Un grupo de activistas
jóvenes de Lleida rompieron, en mayo de 1930, con la organización nacionalista de izquierda,
la Joventut Republicana, y formaron la Joventut Esquerrana. 172 Estos activistas, en su mayoría
estudiantes y trabajadores de cuello blanco, contaban con un cierto seguimiento en otras
localidades de las comarcas leridanos. 173 Algunos militantes del PCC participaron
directamente en la nueva organización, cuya influencia comunista quedó de manifiesto cuando
el primer número de su periódico, L’Espurna, declaró que la Joventut Esquerrana era
“marxista... completamente proletaria y antirreformista”. 174 Durante los meses posteriores este
grupo colaboró estrechamente con la FCC-B y con el PCC y votó a favor de su integración en
el BOC poco después de su formación, acaecida en marzo de 1931. 175
En la zona de Figueres, los seguidores del periódico nacionalista de izquierda Avant...!
también evolucionaron hacia el marxismo. Decepcionado con ERC, este grupo había llegado a
la conclusión de que era necesario “cimentar la lucha por la libertad de Cataluña en la lucha
del proletariado”. En consecuencia, en octubre de 1932, este grupo de jóvenes activistas se
transformó en un “partido proletario”, Avançada d'Empordà. 176 Su dirigente, Joan Carreras,
antiguo líder de Estat Català de Figueres, estaba influenciado por Jaume Miravitlles, quien
escribía en Avant...! y participaba en las reuniones del grupo. Animados por Miravitlles, los
aproximadamente cincuenta miembros con los que contaba Avançada d'Empordà se
convirtieron, en marzo de 1933, en la sección de Figueres de la organización comunista
disidente. 177
La atracción que el marxismo ejercía sobre algunos sectores nacionalistas no era un fenómeno
que afectase tan sólo a las comarcas catalanas. En Barcelona, una parte de la organización
nacionalista estudiantil, Esquerra Universitária, también se incorporó al BOC en 1931. 178 Las

170
Entre los militantes del PCC que habían participado en el episodio de Prats de Molló figuran Joan Farré, Juli
Figueres, Sebastià Garsaball, Jaume Miravitlles, Manuel Manonelles, Joan Nicolau, Alfred Pla, Abelard Tona i
Nadalmai y Josep Rovira – este último iba a ser dirigente del Estat Català Partit Proletari (ECPP) y comandante
militar del POUM durante la guerra civil (J. Miravitlles, “De Prats de Molló al Cementerio Nuevo” Adelante
2.1.34; Coll y Pané p.19); sobre la participación de Joan Farré, véase su necrológica en La Batalla 31.7.46.
171
L'Hora 15.4.31; L’Espurna de l’Empordà 16.4.31.
172
Este grupo tuvo sus orígenes en la Agrupació Cultural Lleidatana formada en 1926 en el seno de la Joventut
Republicana; estuvo dirigido por Josep Morlans y el escritor Joan Baptista Xuriguera (J. Barrull, Les comarques
de Lleida durant la Segona República 1930-1936 [Barcelona 1986] pp. 211-212).
173
Contaron con una agrupación en Les Borges Blanques y simpatizantes en Balaguer, Bellpuig, Bellvís,
Camarasa y Tremp.
174
L’Espurna 24.7.30.
175
Veintiséis votaron a favor, cinco en contra y tres se abstuvieron (ibid 2.4.31).
176
Avant...! 5.10.32.
177
ibíd, 22.3.33; carta de Joan Quer al autor, 26.6.85.
178
E. Ucelay Da Cal, La Catalunya populista. Imatge, cultura i política en l'etapa republicana (1931-1939)
69

simpatías que el marxismo despertaba también se reflejaron en el crecimiento de una reducida


facción seudomarxista en el seno de Estat Català, que iba a terminar escindiéndose y
fundando, en octubre de 1932, Estat Català-Partit Proletari (ECPP). Este nuevo partido,
implantado sobre todo en Barcelona, nunca contó con más de unos cien militantes. Aunque
pequeño, el ECPP fue influyente en el Sindicato Autónomo de Trabajadores de Hostelería y en
el importante Centre Autonomista de Dependents de Comerç i Indústria (CADCI).
El objetivo declarado del ECPP era el establecimiento de un gobierno obrero y campesino en
una Cataluña independiente que se uniría a “las repúblicas socialistas que existiesen”. 179
Aunque los izquierdistas de Estat Català estaban dispuestos a colaborar con el BOC en el
ámbito sindical, dos obstáculos se interponían a una colaboración política más amplia. En
primer lugar, el BOC pretendía convertirse en una organización de ámbito estatal, y por ende,
“española” y no mantenerse exclusivamente catalana. En segundo lugar, el ECPP simpatizaba
con la Comintern, por lo que no compartía las críticas del BOC al movimiento comunista
internacional. El PCE, dirigido desde Madrid, sin embargo, no constituía en este período una
alternativa atractiva para estos nacionalistas radicales. Por su parte, los comunistas disidentes
consideraban que el ECPP tenía una línea política confusa porque no entendía que, para
conquistar la libertad de Cataluña, se debía destruir el Estado capitalista a escala española,
dado que los intereses de las burguesías catalana y española estaban completamente
entrelazados. 180 Debido a su orientación peninsular, el BOC no pudo reclutar a muchos
militantes del ECPP, pese a lo cual ambas organizaciones trabajaban conjuntamente en temas
de índole más práctica. Una excepción reseñable la constituye uno de los principales dirigentes
del ECPP, Josep Rovira, quien se afilió al BOC a principios de 1933, donde pronto se
transformó en un destacado militante. 181
La reivindicación del autogobierno fue el caballo de batalla de todo el movimiento
nacionalista catalán. Para algunos nacionalistas el objetivo final era la administración
autónoma, mientras que otros la consideraban una etapa hacia la separación total de España.
Antes de la caída de la monarquía, los republicanos de izquierda se habían comprometido a
otorgar a Cataluña su propio Estatuto de Autonomía; por ello, en junio de 1931, una asamblea
catalana, elegida por los ayuntamientos y en la que ERC era predominante, se abocó a la
elaboración del proyecto de Estatuto. Fruto de este trabajo fue un proyecto que contenía una
serie de medidas bastante limitadas que fue aprobado por el pueblo catalán en un referéndum
el 2 de agosto de 1931. Así, a lo largo del verano de 1931, e incluso hasta la aprobación final,
por parte del Parlamento español, un año después, la discusión política en Cataluña giró en
torno a la propuesta de Estatuto.
El BOC consideró que el documento era totalmente insuficiente y abogó por que se adoptase
una línea de acción más radical. Por ello, cuando ERC resultó vencedora en las elecciones
celebradas en junio de 1931, el BOC, sin dilación, exhortó a Macià a que declarase la
República Catalana y que no esperase a. que el “reaccionario” Parlamento español otorgase la
autonomía, a Cataluña. Esa declaración inspiraría, según el BOC, a las otras naciones ibéricas
oprimidas a “romper el yugo de un Estado semifeudal” y a preparar el camino para la creación

(Barcelona 1982) pp.142. Esquerra Universitaria se formó a finales de octubre 1928 (L’Opinió 3.11.28).
179
Para documentación del ECCP véase Arnau, tomo II, pp.38-60.
180
“Contesta del BOC a Estat Català”, Front 16.7.32.
181
Según Josep Coll, Rovira se afilió al BOC porque no había obreros en el ECPP (Entrevista con el autor
6.12.84).
70

de una “Unión Socialista de las Repúblicas Ibéricas”. 182 Entre otras razones, el BOC atacó el
Estatuto de Autonomía, tal como se había promulgado, porque estipulaba que se renunciaba al
derecho de la Generalitat a legislar en cuestiones sociales y a formar un “Ejército Popular
Catalán”. Los bloquistas afirmaron irónicamente que el primer artículo de un estatuto de
autonomía debía declarar que Cataluña “como nación que es, se organizará como le dé la
gana”. Pese a sus críticas, sin embargo, el Bloc pidió el voto para el Estatuto, ya que un
“apoyo mayoritario” iba a representar un importante paso adelante en la lucha por los derechos
nacionales. 183 La aplastante mayoría de votos positivos recabada por el Estatuto en el
referéndum (el 99,4% de los votos emitidos) confirmó la importancia política que revestía.
Pronto quedó de manifiesto que incluso este moderado proyecto de Estatuto aprobado en
referéndum no iba a resultar aceptable para Madrid y que allí se iba a diluir aún más su versión
definitiva. La respuesta del BOC fue una virulenta campaña a favor de un Estatuto con mayor
alcance, así como en contra de que el gobierno central se inmiscuyese en su elaboración.
Cuando se presentó finalmente la versión enmendada del Estatuto en el verano de 1932, los
comunistas disidentes hicieron un llamamiento al presidente de la Generalitat, Francesc
Macià, para que la sometiese a votación en otro plebiscito de manera que el pueblo catalán se
pronunciase acerca de si la aceptaba o no. Sin duda alguna, esta nueva versión del documento
era fruto de una transacción sobre el originalmente presentado por ERC en 1931, y el BOC la
tildó de “traición miserable” porque dejaba que el poder real lo siguiese ejerciendo el
imperialismo español. El sólo hecho de que el primer artículo definiese a España como un
“Estado integrado” constituía, en opinión de los bloquistas, una negación en toda regla de la
nacionalidad catalana. 184
El BOC arreció sus ataques contra ERC, a medida que se tornaba cada vez más claro que ésta
iba a aceptar los dictados de Madrid, acusándola de una “traición” destinada a convertir a
Cataluña en “poco más que una colonia”. Tras la aprobación formal del Estatuto por el
Parlamento, en septiembre de 1932, La Batalla publicó una carta abierta a Macià en la cual se
denunciaba la “vergonzosa cobardía” de los diputados de ERC que se habían vendido por
completo a la burguesía española. 185 Los comunistas disidentes proclamaron que en su versión
definitiva el Estatuto constituía una mera ficción, debido a que se limitaba a descentralizar
algunas competencias administrativas sin alterar en absoluto la posición subordinada de
Cataluña con respecto al Estado central.
El núcleo central del argumento esgrimido por el BOC venía a decir que, en 1931, el pueblo
catalán hubiese estado dispuesto a respaldar a Macià si éste hubiera realizado algún intento
enérgico de ampliar la autonomía de Cataluña. Pero esto habría ocasionado un enfrentamiento
peligroso con el Estado español, cuyas consecuencias ERC no había estado dispuesta a
arrostrar. Para los bloquistas lo que sucedió fue que el “paternalismo” y la “demagogia” de
Macià causaron el desvío del apoyo popular hacia formas de acción más pasivas y así se evitó
la movilización de masas que hubiese amenazado el status quo. La burguesía española, según

182
“El Bloque Obrero y Campesino ante las elecciones del próximo domingo” La Batalla 9.7.31.
183
“El Estatuto de Cataluña”, ibíd 16.7.31; M. Ferrer, “Nosotros y el Estatuto” ibíd 30.7.31; “El Bloc Obrer i
Camperol davant la votació pel poble català del Projecte d'Estatut de Núria” L'Hora 1.8.31.
184
“La Federació Comunista Ibèrica i el Bloc Obrer i Camperol davant les mutilacions de l'Estatut”, Front 1.7.32;
“El estatuto no es la libertad de Cataluña”, La Batalla 8.9.32; FCC-B, La “Federación Comunista Catalano-
Balear” davant el problema... secció 12.
185
“La intolerable dictadura de las Gobernadores Civiles. Carta abierta al Presidente de la Generalidad”, La
Batalla 22.9.32.
71

el BOC, tenía buenas razones para estarle agradecida al presidente de la Generalitat. 186 A
partir de entonces, el BOC iba a denunciar reiteradamente la habilidad de la dirección de ERC
para refrenar a sectores obreros y campesinos. Si ese análisis era acertado, o si la dirección de
la izquierda nacionalista meramente reflejaba, en cierta medida, la moderación de sus propios
seguidores, es una cuestión discutible. De lo que no cabe duda es que muchos trabajadores y
campesinos que votaron por ERC en algún momento eran partidarios de una política más
radical frente a la cautela desplegada por la dirección de la organización. Esto se iba a revelar
durante la lucha de los rabassaires y los acontecimientos de octubre de 1934. 187 El problema
que se le planteaba al BOC era cómo lograr atraer a estas masas a sus filas y alejarlas de ERC
definitivamente.
Había otras razones, aparte del Estatuto de Autonomía, que llevaron al BOC a volverse de
manera tan virulenta contra Macià y ERC. Los bloquistas habían comenzado a acusar a los
nacionalistas de izquierda, así como al resto de los republicanos pequeñoburgueses, de estar al
servicio de “los intereses de 1 burguesía”. La intensidad de esta hostilidad aumentó a medida
que se tornaba claro que ERC estaba dispuesta a respaldar lo que para el BOC constituía una
política represiva por parte del gobierno republicano-socialista. En la prensa del Bloc se
sucedían con mayor frecuencia las referencias a los dirigentes de ERC que eran propietarios
rurales o empresarios industriales. Se destacó la figura del mismo Macià como un producto
“de un familia de tipo español clásico”, un terrateniente, católico antiguo oficial del ejército, e
incluso se lo tildó de “representante del imperialismo español en Cataluña”. 188
Tras la aprobación del Estatuto de Autonomía se convocaron elecciones al nuevo Parlamento
de Cataluña, lo cual brindó al BOC una oportunidad para desafiar la influencia de ERC sobre
importantes sectores de los obreros y campesinos catalanes Durante la campaña electoral, el
BOC resaltó el papel desempeñado por Macià y por ERC en la “capitulación frente a Madrid”.
El BOC argumentó que, al acudir a las elecciones con la consigna del Estatuto, ERC no se
diferenciaba ya en nada de la Lliga, de la moderada Acció Catalana Republicana (ACR), y
que, po consiguiente, el partido de Macià se había convertido en “1a piedra angular de la
contrarrevolución” en Cataluña. 189 Lo bloquistas no sólo esperaban poder socavar el apoyo
electoral del que gozaban los nacionalistas de izquierda, sino también persuadir a los obreros
influenciados por los anarquistas de que desoyesen el llamamiento de la CNT a la abstención
en las elecciones. La FAI fue más allá y realizó una campaña no sólo en contra d votar en las
elecciones, sino también dirigida especialmente contra los partidos obreros que trataban de
recabar el apoyo electoral del proletariado. Hubo ataques verbales, y no verbales contra el
BOC, y en varios mítines electorales de los comunistas disidentes se registraron violentos
enfrentamientos con los anarquistas. Conscientes de las posibles consecuencias que la
propaganda de la CNT y de la FAI podía tener entre los obreros inmigrantes en Cataluña, el
BOC hizo público un llamamiento desde las secretarias de la FCI de Asturias, Levante,
Madrid y Aragón, en el cual se explicaba la importancia que las elecciones catalanas revestían
para los obreros en otras partes de España y se exhortaba a los obreros no catalanes residentes
en Cataluña a apoyar a los candidatos del partido. 190

186
FCC-B, La “Federación Comunista Catalano-Balear” davant el problema... secció 12.
187
Véase Capítulo Cuatro.
188
J. Miravitlles, Ha traït Macia? (Barcelona 1932) p.43; J. Arquer, “Cataluña, colonia del imperialismo
español” La Batalla 15.12.32.
189
Véase la octavilla editado por el BOC, “Davant les eleccions al Parlament de Catalunya. La posició del Bloc
Obrer i Camperol” Barcelona, noviembre 1932 (IMHB).
190
“Llamamiento que las organizaciones españolas de la Federación Comunista Ibérica dirigen a los obreros no
72

El programa electoral del BOC recogía reivindicaciones de tipo general como la confiscación
de la riqueza de la iglesia, la abolición de la policía y del ejército y mejoras económicas que
beneficiasen a los obreros y campesinos. También se pedía la anulación del Estatuto y el
establecimiento de una república catalana. 191 El BOC subrayaba, de esta manera, la
importancia que esas elecciones tenían para el resto de España. Una “Cataluña roja”, como la
describió Arquer, se extendería como un “torrente de lava encendida” por toda la península y
encendería “con el fuego de la revolución los pechos de los obreros y campesinos” con lo cual
el Bloc se convertiría en la “guía revolucionaria de los pueblos hispánicos”. 192 Para que esto
sucediese, proclamó Arquer en una emisión de Radio Barcelona, era necesario que
interviniesen directamente las masas, de lo contrario el Parlamento catalán no pasaría de ser
un instrumento del “centralismo español”. 193 El objetivo perseguido por el BOC era el de
representar a esas masas, usando al Parlamento como tribuna para denunciar a la burguesía y
la “traición” de ERC. 194
Al margen de la demagogia, la nueva victoria aplastante obtenida por ERC en las elecciones
del 20 de noviembre no podía sorprender a nadie. Aunque su porcentaje de voto había
descendido comparado con el obtenido en las elecciones de 1931, de los 85 diputados
elegidos, 67 pertenecían a Esquerra o a sus aliados electorales, el máximo número posible. Los
aproximadamente 20 000 votos obtenidos por el BOC, aunque fueran el doble de los que había
obtenido en 1931, seguían siendo insignificantes comparados con los 200 000 de ERC. 195 El
BOC había cifrado sus esperanzas en obtener un escaño en Girona, merced a la popularidad de
la que allí gozaba Jaume Miravitlles, uno de los propagandistas más capaces del partido.196
Para beneficiarse del sistema de listas abiertas, que permitía a los electores votar a integrantes
de diferentes candidaturas, los comunistas disidentes sólo presentaron tres candidatos en la
provincia de Girona. Allí, los cálculos optimistas del BOC no se vieron del todo desmentidos:
Miravitlles obtuvo 7 720 votos, lo que representaba un aumento de 6 000. Aunque este
incremento reflejaba la labor desarrollada por el BOC entre el campesinado de las comarcas
gerundenses en los meses previos a las elecciones, le seguían faltando 9 000 votos para
obtener un escaño. En Barcelona el BOC triplicó su número de votos; Maurín, cabeza de lista
de la candidatura del BOC, obtuvo 3 800 votos (en 1931 había obtenido 1 215), lo cual
representaba menos del 2% del total de los votos emitidos. Los resultados obtenidos en la
capital catalana revelaron lo absurdo del desenfrenado optimismo que había cundido en las
filas del Bloc tras las elecciones parciales de julio y octubre de 1931.
A pesar de sus magros resultados electorales, el BOC juzgó positiva su participación en los

catalanes que viven en Cataluña” La Batalla 17.11.32.


191
“Davant les eleccions al Parlament de Catalunya. La posició del Bloc Obrer i Camperol” Barcelona,
noviembre 1932 (octavilla, IMHB); Bloc Obrer i Camperol, “Parlament burgés i diputats obrers” Sabadell,
noviembre 1932 (octavilla, Arxiu Históric de Sabadell).
192
J. Arquer, “Las futuras constituyentes de Catalunya” La Batalla 20.10.32.
193
Front 19.11.32.
194
Véase, J. Miravitlles, Los obreros y la política (Barcelona 1932) p.45; y la octavilla editada por el BOC de
Sabadell: Bloc Obrer i Camperol, “Parlament burgés i diputats obrers” Sabadell, noviembre 1932 (Arxiu Históric
de Sabadell).
195
Para los resultados de las elecciones de 1932 véase Apéndice Siete.
196
Miravitlles, había sido simpatizante de Estat Català antes de convertirse en marxista, tras conocer a Maurín en
París a finales los años veinte. Más tarde se afilió al PCC y se convirtió en un héroe local al ser encarcelado
cuando volvió a Figueres a principios de 1931. En las elecciones de 1931, ERC intentó persuadirlo de que se
presentase en sus listas. Las ofertas en este sentido de los nacionalistas de izquierda iban a tener éxito tres años
más tarde, cuando Miravitlles se pasó a ERC, véase Capítulo Cuatro.
73

comicios porque, durante los veinte días de campaña electoral, había podido establecer
contacto, según sus propios cálculos, con más de 100 000 personas en los más de trescientos
mítines que había organizado. 197 Pese a las audaces afirmaciones de su propaganda electoral,
la verdad es que los comunistas disidentes no barajaban seriamente la posibilidad de ganar
ningún escaño, salvo en el caso de Girona, debido a varias razones. Por un lado, ya antes de la
celebración de los comicios, los bloquistas habían señalado que les sería muy difícil obtener
representación debido a que el sistema electoral republicano discriminaba a las minorías. De
otra parte, muchos de los jóvenes seguidores del partido no tenían aún 23 años, que era la edad
mínima para poder votar. 198
Según el análisis que el BOC hizo de las elecciones, ERC había conservado su apoyo electoral
por dos razones: el temor a una victoria de la Lliga, y la campaña de la FAI a favor de la
abstención y contra el Bloc. En realidad, es poco probable que la abstención obrera meditada
hubiese perjudicado tanto al BOC como puede parecer, dado que los militantes de la CNT,
cuando votaban, lo hacían generalmente a la izquierda pequeñoburguesa.
A pesar de las interpretaciones como la del Partido Comunista, que afirmó que como
consecuencia de la campaña anarquista tan sólo el 30% de los trabajadores de Barcelona votó,
la realidad es que, en la ciudad, la participación no fue menor que en 1931. 199
Aunque las elecciones catalanas confirmaron, una vez más, el apoyo mayoritario del que ERC
gozaba, el BOC siguió confiando en que se trataba de un fenómeno temporal. Víctor Colomer
escribía en La Batalla que la decepción de las decenas de miles de trabajadores que habían
dado su voto a ERC sería “rápida y dolorosa”; el Bloc debía ganarse esos trabajadores para la
causa comunista. 200 Sin embargo, pese a lo pronosticado por el BOC, la popularidad de ERC
no descendió tan rápidamente; en los años siguientes los comunistas disidentes siguieron
enfrentándose al problema de cómo acabar con el liderazgo que el nacionalismo
pequeñoburgués ejercía sobre amplios sectores de las clases populares catalanas.

197
La Batalla 24.11.32. Según un informe interno del Partido Comunista, el BOC celebró treinta y ocho mítines
durante la campaña electoral, “Sobre el trabajo en al organización de Cataluña” s.f. (1933) (ACCPCE).
198
“Davant les eleccions al Parlament de Catalunya. La posició del Bloc Obrer i Camperol” Barcelona,
noviembre 1932 (octavilla, IMHB).
199
“Sobre el trabajo en la organización de Cataluña” s.f. (ACCPCE).
200
V. Colomer, “La gran responsabilidad del BOC”, La Batalla 1.12.32.
74

3. Campesinos, Obreros y el Frente Único. El BOC y la


República 1932-1933
La Revuelta Agraria.
Como Maurín escribió a finales de 1934, “el alfabeto de la revolución española empieza,
naturalmente, por la letra a, y la letra a es la revolución agraria”. Ésta constituía el mayor
desafío para la revolución democrática y la existencia misma de la República dependía de que
se le diese solución. La estructura agraria de España había dominado la economía del país a lo
largo de su historia. El régimen monárquico no había hecho nada para cambiar esta situación.
Maurín sostenía que “mientras no haya una transformación radical, profunda, [que destruya] el
actual status quo agrario, España estará condenada a arrastrar una vida miserable. No habrá
industria, no habrá pan, no habrá, en una palabra, civilización”. 1
El programa agrario del BOC se inspiraba en la política adoptada por el gobierno soviético en
los años veinte. Maurín creía que entregarle tierra al campesinado redundaría en un aumento
de la capacidad de consumo de las masas rurales, lo cual, a su vez, daría el ímpetu necesario
para sacudir a la industria española de su letargo. Debido a que la clase dominante española
tenía sus intereses profundamente vinculados a la estructura de la propiedad rural imperante,
sólo una revolución podía introducir los cambios necesarios. 2 El BOC criticó sin tregua la
propuesta de reforma agraria gubernamental porque no incluía medidas que solucionasen las
relaciones de propiedad, ni la opresión, ni la miseria reinantes en el campo. Las crecientes
dificultades que arrostraba la administración republicana en la aplicación de incluso su tan
tímido programa de reformas no hicieron sino confirmar la opinión de los comunistas
disidentes. Sin embargo, al menos en un primer momento, muchos campesinos habían cifrado
sus esperanzas en la reforma propuesta; así según Maurín, ésta actuó como un “dique legal
para impedir la verdadera revolución campesina”. 3 En el programa del BOC para realizar la
revolución democrática la consigna “la tierra para quien la trabaja” era fundamental. Los
comunistas disidentes confiaban en que la contradicción existente entre la sed de tierra
campesina y la ineptitud gubernamental convencería a los campesinos de la necesidad de una
solución revolucionaria.
Para el BOC, era imposible que el proletariado, en un país cuya economía estaba dominada
por la agricultura, tomase el poder sin el apoyo de las masas campesinas. Por otra parte, el
campesinado no podía realizar la revolución agraria sin el liderazgo de la clase trabajadora
industrial. Este programa constituía, como es bien sabido, una de las premisas fundamentales
de la política leninista; el BOC debía resolver cómo aplicar ese programa a la situación
española y, más específicamente, cómo desarrollar un programa marxista revolucionario en las
zonas rurales de Cataluña.
La situación en la Cataluña rural, aunque no exenta de conflictos, era de relativa calma si se la
compara con la imperante en los grandes latifundios del sur. La agricultura catalana, que
constaba de un sistema complejo de aparceros, arrendatarios y pequeños propietarios, era
sumamente productiva. El número de grandes terratenientes era muy reducido, por lo que eran
escasos los jornaleros que, en otras partes de la península, especialmente en Andalucía,
1
Maurín, Revolución y contrarrevolución... p.56.
2
ibíd pp.56-59.
3
ibíd p.57.
75

constituían la base del radicalismo rural. La principal causa del descontento para la mayoría de
los campesinos catalanes, aparte de la reivindicación de la propiedad de la tierra, un objetivo a
largo plazo, radicaba en los contratos agrícolas “completamente feudales”4 que regían sus
relaciones laborales. La revisión de esos contratos, para que se aumentase el porcentaje de la
producción asignado a los aparceros y para que se ampliase la duración de los contratos de
arrendamiento, pronto se tornó el grito de guerra de los campesinos catalanes durante la
República.
Para el BOC el campesinado como tal, a diferencia del proletariado rural sin tierra del sur,
constituía, fundamentalmente, un grupo pequeñoburgués. Esta visión implicaba que el partido
debía elaborar un programa político para el campo catalán que recogiese las necesidades de los
campesinos y al tiempo les mostrase que éstas no podían alcanzarse sin una lucha conjunta
con el proletariado que llevase a la revolución social. La expropiación sin compensación de
todos los grandes latifundios y la redistribución proporcional de la tierra al campesinado
constituían los ejes centrales del programa de reforma agraria del Bloc. Asimismo, el
programa exigía: la creación de un “Banco Agrario” público, cuyo cometido había de ser
otorgar créditos a bajo interés, el establecimiento de escuelas agrícolas en todas las comarcas,
centros de maquinaria agrícola a disposición de los campesinos y el cultivo de tierras
abandonadas por parte de granjas experimentales controladas por el Estado. En 1931, el BOC
proclamó que un programa como el suyo nunca iba a ser aplicado por una administración
republicana pequeñoburguesa debido a la oposición de las clases dominantes. Para los
bloquistas, únicamente un gobierno obrero y campesino sería capaz de llevar a la práctica
todas esas medidas. 5 La historia de los intentos realizados por el gobierno republicano, entre
1931 y 1933, y nuevamente en 1936, para poner en práctica la reforma agraria,
indudablemente confieren credibilidad a los argumentos esgrimidos por el Bloc. La decidida
oposición de la oligarquía terrateniente y de sus aliados, tanto dentro como fuera del
Parlamento, iba a constituir un serio obstáculo para el celo reformador de la izquierda.
La diversidad de condiciones socioeconómicas existentes en la Cataluña rural engendraron las
correspondientes diferencias ideológicas. Esa diversidad de condiciones planteó también
problemas específicos tanto a los comunistas, como a otros grupos revolucionarios que
quisieron organizarse en el campo catalán. Antes de la instauración de la república, la única
organización campesina de importancia que existía en Cataluña era la Unió de Rabassaires
(UdeR), fundada por nacionalistas de izquierda en 1923. Los rabassaires, que trabajaban en los
fértiles viñedos de Cataluña, constituían, sin duda alguna, el sector más importante del
campesinado catalán. El sistema por el que se regía su trabajo era conocido con el nombre de
rabassa morta, que consistía en el arriendo de los viñedos por un período de veinte o treinta
años hasta que la vid se secase. La Unió de Rabassaires, que en 1932 contaba con 21 542
afiliados, se transformó en uno de los principales bastiones de ERC durante la República.6
Establecer un sindicato campesino con una inequívoca orientación revolucionaria iba a
revelarse una tarea muy difícil.
Los intentos realizados por las organizaciones obreras revolucionarias de implantarse en las
zonas rurales de Cataluña históricamente no habían tenido éxito; en este sentido es

4
J. Maurín, “El problema agrario en Cataluña”, Leviatán, junio 1934.
5
“Proyecto de tesis agraria” La Batalla 26.2.31; “Tesis Agraria” ibíd 7.4.32; V. Colomer, “Els comunistes i el
problema agrari” L'Hora 1.8.31; véase también, V. Colomer, El Bloque Obrero y Campesino y la cuestión
agraria (Barcelona, 1932)
6
A. Balcells, El problema agrari a Catalunya. La qüestió rabassaire (1890-1936) (Barcelona, 1982) p.139.
76

especialmente remarcable el fracaso de la CNT. Según el BOC, los anarcosindicalistas habían


intentado establecer contacto con los campesinos como si lo hiciesen con obreros industriales.
La '1W CNT tendía a calificar la lucha de los rabassaires de “pequeñoburguesa” y, por ende,
irrelevante para el proletariado. 7 Por su parte, el BOC comprendió que para organizarse entre
el campesinado era necesario dotarse de una estrategia flexible; era menester que los
revolucionarios se preocupasen de “amoldar su actuación alas diferentes características, no
sólo a cada provincia, sino también a cada comarca”. 8 Por ejemplo, a diferencia de lo que
hacía respecto a los trabajadores urbanos, el BOC no argumentaba que los sindicatos
campesinos debieran integrarse automáticamente en la CNT. Por contra, creía que era
preferible que, dada la diversidad de sus intereses, los campesinos, con la excepción de los
jornaleros, se organizasen fuera de la Confederación. 9
El BOC, por lo tanto, mantuvo inicialmente una actitud abierta con respecto a la organización
sindical en zonas rurales y exhortó a sus seguidores a afiliarse a cualquier sindicato campesino
que existiese en su comarca, ya fuese un sindicato autónomo, la UdeR, la CNT o la UGT, para
organizar dentro de ellos “grupos revolucionarios de oposición”. En aquellas localidades
donde no existían organizaciones sindicales, situación que se daba en muchas zonas, los
comunistas disidentes se planteaban organizarlas y, según las categorías sociolaborales de
trabajadores que se diesen en cada lugar, formar las secciones correspondientes (de aparceros,
de jornaleros...). El clima político favorable que imperó durante los primeros años de la
República, con el consiguiente aumento de todas las formas de organización popular,
repercutió positivamente en los esfuerzos realizados por el BOC para organizarse en las zonas
rurales.
La implantación rural del BOC fue mayor en aquellas comarcas en cuyos centros urbanos más
importantes la organización ya había establecido núcleos, por ejemplo, en las de Lleida y las
de Girona. Además, dado que los sindicatos campesinos eran un fenómeno relativamente
nuevo, los comunistas disidentes pudieron ejercer bastante influencia sobre algunos de ellos,
por el mero hecho de haber sido sus creadores. En su Segundo Congreso, en abril de 1932, las
Tesis Agrarias del BOC proclamaron con optimismo que el partido “se ha puesto a la cabeza
del movimiento campesino en Cataluña” y que así había podido “influenciar a amplios
sectores de los trabajadores rurales”. 10 Los bloquistas confiaban en que si mejoraban sus
tácticas y sus métodos organizativos, la mayoría del campesinado catalán estaría dispuesta a
secundar sus consignas. En realidad, a menudo el éxito cosechado por el BOC en algunas
zonas rurales se debía a un cierto pragmatismo, del que carecían otras organizaciones de la
clase trabajadora que habían intentado implantarse en el campo. El Bloc, por ejemplo, no se
opuso a que sus militantes participasen en las cooperativas o en los Sindicatos Agrícolas, que
revestían gran importancia en toda la Cataluña rural. No obstante recomendaba cautela a
aquellos de sus militantes que se integrasen en esas estructuras, debido a la propensión que
tenían éstas “de degenerar rápidamente en un sentido conservador”. 11 Tras comprobar lo
beneficioso que resultaba la participación en esas organizaciones, el BOC alentó a sus
militantes a apoyar, donde fuese necesario, la creación de cooperativas, asociaciones de ayuda

7
Ya en 1924, Pere Bonet había acusado a la CNT de falta de interés en la cuestión agraria; véase el artículo de
Bonet con el significativo título: “El Bloque Obrero y Campesino. La lucha de clases en el campo” (La Batalla
9.10.24).
8
“Tesis Agraria”, ibíd 7.4.32.
9
ibíd 28.5.31.
10
“Tesis Agraria” ibíd 7.4.32.
11
“Proyecto de tesis agraria” ibíd 26.2.31.
77

mutua y otras de similares características. 12 Esta actitud llevó a que los campesinos más
radicalizados se identificasen con el programa agrario del BOC y, en consecuencia, ayudasen
a extender la influencia del partido en las zonas rurales.
La instauración de la república trajo consigo un incremento de las movilizaciones en toda la
Cataluña rural. La mayoría de los campesinos creía que había llegado por fin el momento de
dar un vuelco a su situación. Los rabassaires constituían el sector más homogéneo del
campesinado catalán, debido a sus comunes circunstancias económicas y a su concentración
geográfica. Por ello pronto se tornaron la vanguardia del movimiento campesino catalán. Los
rabassaires decidieron en 1931 entregar a los terratenientes tan sólo la mitad de la parte
estipulada de la cosecha para forzar un cambio de los contratos de cultivo que regían su
trabajo.
A fin de aplacar a su base social en las zonas rurales, el gobierno catalán, en el que ERC era
mayoritaria, promulgó, en junio y agosto de 1931, unos decretos que propugnaban la revisión
de los contratos y que legitimaban las acciones emprendidas por los rabassaires. Una intensa
campaña montada por la asociación de los terratenientes, el Institut Agrícola Català de Sant
Isidre, y la Lliga obligó, sin embargo, a la Generalitat a dar marcha atrás. En otoño de 1931, el
número de contratos revisados favorablemente para el campesinado había descendido debido a
la hostilidad de muchos jueces. La frustración cundió entre los rabassaires quienes, al año
siguiente, organizaron una campaña activa, y a menudo violenta, en las semanas previas a la
cosecha. Los tribunales especiales de arbitraje, establecidos por la Generalitat en agosto de
1932, no lograron desarticular el movimiento; la mayoría de los campesinos optó por dividir la
cosecha de la misma manera en que lo había hecho el año anterior. Tan sólo la promesa de que
se procedería a una reforma a fondo del sistema de contratos, una vez otorgada la autonomía a
Cataluña, evitó que la situación se desbordase completamente.
El BOC apoyó con entusiasmo la lucha desarrollada por los campesinos a favor de la revisión
de los contratos, porque consideraba que abría nuevas posibilidades revolucionarias en las
zonas rurales que poco tiempo atrás parecían imposibles. 13 Cuando, en septiembre de 1931,
los campesinos en bloque comenzaron a presentar demandas de revisión de contratos, el BOC
llegó a afirmar que “comenzaba una insurrección general de rabassaires”. 14 El Bloc esperaba
ganarse a los sectores campesinos más radicales gracias a su intransigente defensa de las
reivindicaciones del campesinado, es decir, la reducción máxima de las rentas adeudadas a los
terratenientes, y donde fuese posible, su abolición. Asimismo, el BOC se movilizó a favor de
que los arrendatarios pagasen la mínima renta posible y para que la duración de todos los
contratos de arrendamiento se ampliase. Al mismo tiempo, el BOC denunciaba
insistentemente la moderación desplegada por ERC. El pacto alcanzado en septiembre de 1931
entre la Generalitat, los terratenientes y los dirigentes de los rabassaires, por el cual se
aceptaba el procedimiento de arbitraje, fue denostado por los comunistas disidentes por
“estrangular al movimiento campesino”. 15
En las principales zonas vinícolas de las comarcas de Barcelona, el BOC tenía poca influencia
directa debido, en parte, a lo poco estructurado de su trabajo en el seno de la UdeR. 16 Los
comunistas disidentes realizaron un esfuerzo para remediar esta situación y en octubre de 1932

12
“Resolución Agraria”, ibíd 29.6.33; Coll y Pané p.226.
13
“Tesis Agraria” La Batalla 7.4.32.
14
“La revolució agrària”, L'Hora 25.9.31.
15
Comisión Agraria, “El movimiento de los rabassaires ha sido estrangulado” La Batalla 22.10.32.
16
“Tesis Agraria” ibíd 7.4.32.
78

La Batalla informó que muchos militantes del BOC estaban participando activamente en la
lucha de los rabassaires en muchos lugares de las comarcas barcelonesas. 17 En las comarcas de
Tarragona, la influencia del BOC entre los rabassaires era mayor. En esta zona las grandes
propiedades eran más numerosas y la inmensa mayoría de los campesinos más pobres, muchos
carecían de tierra, que en las comarcas de Barcelona, por lo que eran menos propensos a
adoptar actitudes “pequeño burguesas”. 18 Fue entre los rabassaires de El Vendrell donde el
BOC gozó de mayor influencia. El movimiento rabassaire de esa zona era históricamente uno
de los más combativos y durante la República El Vendrell fue el centro de la lucha 'campesina
en las comarcas de Tarragona. Aproximadamente a.000 peticiones de revisión de contrato, de
las 4 461 presentadas en las comarcas tarragoneses, lo fueron en la jurisdicción de El
Vendrell. 19 El alcance de la influencia del BOC en esta zona quedó de manifiesto en
septiembre de 1932, en los momentos más críticos de la lucha, cuando el líder rabassaire de la
zona y militante del BOC Pau Padró 20 fue detenido y se clausuró el local del partido, aunque
las razones aducidas para ambas acciones no estaban vinculadas a la lucha de los rabassaires.
Ante la amenaza de una huelga general Pau Padró fue rápidamente excarcelado. 21 Los
bloquistas también se destacaron en una combativa manifestación de protesta contra los
ataques sufridos por los campesinos a manos de la Guardia Civil y de los tribunales, que
congregó en la ciudad de Tarragona a más de 2.000 campesinos en noviembre del mismo
año. 22 Con la elección, en esas fechas, de Padró como presidente de la UdeR (aunque iba a
serlo por poco tiempo), la influencia del partido parecía experimentar un fuerte empuje.
Pese a que una minoría de rabassaires, principalmente en Tarragona, estaba dispuesta a aceptar
el liderazgo del BOC, la gran mayoría de ellos se identificaba políticamente con ERC. La zona
de viñedos de las comarcas de Barcelona fue particularmente impermeable a la penetración de
los bloquistas. Los rabassaires de esa zona, aunque pobres, gozaban de un nivel de vida un
poco más elevado que la mayoría del campesinado de Cataluña y adoptaban con frecuencia
actitudes más pequeñoburguesas. La visión idílica del populismo catalán de un campesinado
autosuficiente, con un holgado pasar gracias a sus propias parcelas de tierra fértil, calaba más
hondo en quienes trabajaban en los prósperos viñedos de la zona. Es por lo tanto comprensible

17
ibíd 6.10.32.
18
Según Daniel Domingo Montserrat, en las comarcas de Tarragona, que contaban con 355.148 habitantes, el
sector agrícola tenía la siguiente composición: 84.415 campesinos sin tierra, 9.500 campesinos con tierra
“insuficiente” y 1.375 con tierra “suficiente” (D. [Domingo] Montserrat, “La cuestión agraria en Tarragona”,
ibíd, 8.12.32); sobre la condición social de los rabassaires de Tarragona, véase también: P. Padró, “Els problemes
del camp a Catalunya”, (L'Hora 5.4.35).
19
A. Balcells, El problema agrari... pp.145-146.
20
Padró fue fundador y dirigente de un sindicato local de campesinos afiliado a la CNT fundado en 1918. Con la
llegada de la República, llegó a ser el presidente de la Unió de Rabassaires de El Vendrell; se afilió al BOC en
1932 (Bonamusa, El Bloc Obrer... p.291n).
21
La detención de Padró fue originada por una disputa con el alcalde sobre una deuda del dirigente campesino
con el suegro de aquel. El alcalde publicó un artículo atacando a Padró, y como respuesta el BOC de El Vendrell
boicoteó una reunión del consistorio. La detención de Padró, ordenada por el gobernador civil, se debió a este
incidente (Joan Reguerots, “Vendrell. Clausura del B.O.C. y detención del camarada Padró”, La Batalla 6.10.32;
Front 22.10.32). El caso se abrió de nuevo en agosto de 1933, y Padró fue condenado a un año y dos meses de
prisión por haber “insultado las autoridades” (La Batalla 24.8.33).
22
La manifestación estuvo dirigida por el BOC local, y en ella tomó la palabra uno de los portavoces del partido
sobre cuestiones agrarias, Daniel Domingo Montserrat. Acabó violentamente, al abrir fuego la Guardia Civil
contra los manifestantes. Resultaron heridos dos campesinos, uno de ellos afiliado al Bloc, Joan Contijoch (“La
marcha de los campesinos sobre Tarragona”, La Batalla 10.11.32); según la Guardia Civil, disparó al aire para
evitar que los manifestantes atacaran las oficinas del Gobierno Civil (M. Duch Plana, República, reforma i crisi.
El camp de Tarragona [1931- 1936] [Tarragona 1994], pp.27-28).
79

que ERC, el partido que mejor reflejaba las aspiraciones de la pequeña burguesía catalana,
disfrutase de mayor apoyo entre el campesinado catalán, especialmente entre los rabassaires,
que el BOC u otras organizaciones revolucionarias. Cuando los bloquistas parecían estar
aumentando su influencia dentro de la UdeR, la dirección de la organización, proclive a ERC,
socavó sus esfuerzos. Poco después de que Padró fuese elegido presidente de la UdeR a finales
de 1932, los nacionalistas de izquierda lograron la anulación de su elección. El apoyo del BOC
procedía principalmente de las capas campesinas más pobres, concentradas fuera de las
económicamente importantes zonas vinícolas. Esto se reflejaba sobre todo en las comarcas de
Lleida y Girona, donde existían núcleos comunistas desde los años veinte.
La proporción de aparceros en las comarcas de Girona era la más alta del campo catalán. La
asociación campesina de la zona de Banyoles, la Acció Social Agrària (ASA), fue la primera
organización que trató de aglutinar a los campesinos de las comarcas gerundeses.
Representantes de 150 pueblos se reunieron en mayo de 1932 para establecer la ASA como
organización provincial. Su mayor implantación se iba a dar en las comarcas donde existían
las mayores concentraciones de aparceros, en el Alt y Baix Empordà, el Gironés y la
Garrotxa. 23 La nueva organización trató de representar “todas las opiniones” de los
campesinos de la zona y se dedicó, casi exclusivamente, a la cuestión de la revisión de los
contratos de aparcería. La influencia política de ERC y de otras facciones republicanas
determinaba la convicción de la ASA sobre la posibilidad de alcanzar sus objetivos a través de
los cauces legales, aunque tampoco descartase el uso de métodos violentos si los terratenientes
se negaban a ceder. En enero de 1932, cumpliendo con la ley, los tribunales comenzaron a
examinar las 1.577 solicitudes de revisión de contrato presentadas en las comarcas
gerundenses. Este proceso jurídico fue el punto de partida de la organización de la ASA. La
intransigencia de los terratenientes y las crecientes dificultades con que se encontraron en los
tribunales hicieron que la actitud de los campesinos de Girona, al igual que la de los de
Barcelona y Tarragona, se radicalizase. A diferencia de lo que sucedía con los rabassaires en
otras partes de Cataluña, en las comarcas de Girona la organización de los campesinos
constituía un fenómeno relativamente reciente. El BOC, que contaba con algunos núcleos en
las comarcas gerundenses, desempeñó, a menudo, un papel protagonista en el establecimiento
de secciones de la ASA en varias poblaciones importantes de la zona. 24 De esta manera, los
bloquistas se hallaban bien situados para beneficiarse de la radicalización de la ASA. En el
seno de la dirección de la organización comenzó a gestarse una división entre quienes se
mantenían fundamentalmente leales a ERC y aquellos más proclives a adoptar actitudes
radicales, en sintonía con la línea que el BOC propugnaba. La división quedó patente cuando,
en agosto de 1932, el periódico de la ASA, El Camp, publicó dos manifiestos
complementarios. Uno de éstos estaba firmado por tres líderes campesinos y el otro por la
Comisión Agraria del BOC. En este último se hacía un llamamiento a los campesinos para que
cesasen de hacerse “ilusiones” con respecto a ERC y pasasen a la ofensiva. El BOC proponía
adoptar la posición de los rabassaires del Penedès, y reducir la contribución al terrateniente a
la mitad de lo entregado el año anterior. 25 La facción moderada de la dirección de la ASA
denunció los manifiestos de sus rivales como “no autorizados” ante el gobernador civil, que

23
El Camp 25.3.32, 5.6.32.
24
Sobre todo en las localidades de La Bisbal, Palafrugell, Torroella de Montgrí, Albons, L'Armentera y Cervià de
Ter, donde el BOC tenía una cierta influencia.
25
Baldiri Juscafressa, Miguel Pla y Enric Oliva, “Als pagesos de l'ASA” y Comissió Central Agrària del Bloc
Obrer i Camperol, “El Bloc Obrer i Camperol als pagesos de l'ASA” 13.8.32, (firmado por: J. Miravitlles, V.
Colomer y L. Estartús) El Camp 13.8.32.
80

ordenó la detención de todos sus signatarios. Ante la amenaza de los simpatizantes de la


facción más radical de cortar las líneas telefónicas de la provincia, sus líderes fueron
rápidamente puestos en libertad. 26
Con el objetivo de acabar con la oposición, los líderes de la ASA proclives a ERC convocaron
una asamblea para septiembre. La asamblea, que afirmó representar a 12.000 campesinos,
desalojó, sin embargo, a los moderados de la dirección de la Asociación. Aunque se acordó
que la ASA fuera una organización “apolítica”, sus secciones quedaban facultadas a su propio
criterio para intervenir en las luchas políticas. La asamblea también se pronunció a favor de
una propuesta del BOC y de sus simpatizantes, que propugnaba realizar una campaña en todas
las comarcas gerundenses para que se redujese ala mitad la contribución en especie entregada
a los terratenientes, tal como ya habían hecho los rabassaires de las comarcas de Barcelona y
Tarragona.
La ASA, con su nueva dirección más combativa, no pudo aprovecharse de la euforia que se
había generado en la asamblea de septiembre. Las bases de la organización, pese a lo que
pudiera parecer, en las semanas siguientes a la asamblea se revelaron mucho más susceptibles
a la influencia de ERC, y algunos grupos locales, junto a los antiguos líderes de la ASA, se
escindieron para formar la sección gerundense de la UdeR. 27 La promesa de emprender una
amplia reforma de la Ley de Contratos de Cultivo tras las elecciones catalanas fue un elemento
aun más importante que el anterior para debilitar la influencia del sector radical de la ASA.
Las elecciones catalanas, celebradas en noviembre de 1932, revelaron la fragilidad de la
alianza entre el BOC y algunos de los dirigentes de la ASA. El influyente secretario de la
ASA, Baldiri Juscafressa, rompió con sus aliados bloquistas cuando éstos no apoyaron su
candidatura al Parlamento catalán. 28 Juscafressa trató de sacar provecho del aparente apoyo
que la ASA le brindaba y formó una lista electoral híbrida, la Esquerra Federal Agrària
Obrera. También el BOC trató de ganarse el apoyo de los campesinos con su propia
candidatura revolucionaria encabezada por Miravitlles quien, con motivo de una detención que
sufrió a principios de 1931, a raíz de sus actividades políticas, se había granjeado una cierta
popularidad en las comarcas gerundenses. Comparados con los resultados obtenidos por ERC,
los de ambas listas fueron pobres y a consecuencia de su derrota electoral, Juscafressa dimitió
de la dirección de la organización campesina. 29
La ASA nunca fue una organización demasiado sólida, sino más bien el producto de la
movilización a favor de la revisión de los contratos agrarios. Tras la gran mayoría obtenida por
ERC en las elecciones catalanas, pareció que había llegado el momento en que ese problema
se iba a resolver favorablemente para los campesinos. La breve experiencia de la ASA es,
quizá, una ilustración de las limitaciones de la combatividad campesina en Cataluña. Los
conflictos intestinos también fueron perjudiciales y, a principios de 1933, la ASA, como
fuerza cohesionada, ya se había desintegrado. Según el BOC, los campesinos de Girona habían

26
J. Miravitlles, “La radicalización de los campesinos” La Batalla 25.8.32; L’Espurna (Gerona) 1.9.32.
27
R. Pujol y J. Clara, “Acció Social Agraria de les terres gironines”, Revista de Girona núm. 84, 1978.
28
L’Espurna (Girona) 15.11.32. Dado que para los once escaños disponibles el BOC solo presentó tres
candidatos y la lista de Juscafressa ocho, parece que hubo, por lo menos, una alianza de hecho entre las dos
candidaturas.
29
Miravitlles obtuvo 7.720 votos, mientras los otros dos candidatos del BOC sólo llegaron a 4.540 y 4.397
respectivamente (véase Apéndice Siete). El cabeza de lista de la Esquerra Federal Agrària Obrera, Eugeni Duch,
recibió 4.385 votos y Juscafresa quedó al final de esta lista con 2.671. En contraste, el voto de ERC en la
provincia osciló entre un máximo de 36.194 y un mínimo de 27.540 (I. Molas, El sistema de partidos políticos en
Cataluña 1931-1936 [Barcelona 1974] p.151).
81

sido víctimas del “aventurero Juscafressa”, un “concupiscente arribista de la peor especie”. 30


Los militantes del Bloc asumieron el papel protagonista en la reorganización de los sindicatos
campesinos de la provincia, proceso que culminó con el establecimiento de la Federació
Provincial de Treballadors de la Terra (FPTT) en septiembre de 1933. 31 El presidente de la
nueva organización era un afiliado del BOC, al igual que varios de sus principales dirigentes.
Sería erróneo afirmar, sin embargo, que el Bloc controlase a la FPTT. En realidad, su
dirección estaba integrada por una mayoría de no comunistas e incluía a militantes de ERC y
también de la USC. 32
La situación en las comarcas de Girona contrastaba con la de las principales zonas de viñedos
de las comarcas de Barcelona, ya que la variedad de relaciones de propiedad y de condiciones
sociales en el campo gerundense impidieron aquí la consolidación de las organizaciones
campesinas. La FPTT nunca logró contar con la influencia alcanzada por la UdeR en las
comarcas de Barcelona, o incluso por las organizaciones más pequeñas dirigidas por el BOC
en las comarcas de Lleida, pese a que en diciembre de 1933 contaba con 8 000 afiliados.”33
Como la ASA, la nueva federación parece haber sido una organización poco estructurada cuya
existencia, según uno de sus antiguos líderes, fue “relativamente efímera”. 34 Además, sus
actividades se vieron seriamente perturbadas por los acontecimientos de octubre de 1934, tras
los cuales muchos de sus militantes se pasaron a la sección provincial de la UdeR. 35 La
importancia del activismo bloquista en las comarcas de Girona durante este período radica en
que les permitió articular una amplia red de núcleos del partido de simpatizantes en
muchísimos pueblos. 36 Aunque no pudiese plantear un desafío electoral serio para ERC, el
BOC logró incorporar a sus filas a una minoría amplia de campesinos radicalizados. Esto por
si solo constituyó un logro importante, habida cuenta de lo exiguo del movimiento político
revolucionario en la Girona rural antes de la segunda República y del poder de los
terratenientes y de la Iglesia en muchos pueblos.
El único lugar donde parecía que el BOC estaba comenzando a erosionar con eficacia la
enorme influencia de la que ERC gozaba en zonas rurales fue en las comarcas de Lleida. De la
población activa de las comarcas leridanas, el 65% trabajaba en el sector agrícola, la mayoría
como aparceros o arrendatarios. Tanto los factores socioeconómicos como las condiciones
climáticas contribuyeron a formar un movimiento campesino relativamente cohesionado en las
comarcas situadas alrededor de la capital provincial. Los principales problemas que
arrostraban los campesinos empobrecidos de Lleida eran el temor a las sequías, la estructura
de propiedad de la tierra y los precios del trigo, el cultivo más importante de la zona. El poder

30
L’Espurna 1.1.33.
31
Adelante 24.10.33; El Camperol 4.11.33.
32
No parece que la FPTT estuviera controlada por la USC como afirma Ricard Alcaraz (R. Alcaraz, La Unió
Socialista de Catalunya [Barcelona 1987] p.195). Según uno de los antiguos dirigentes de la FPTT, el secretario
de la organización, Francesc Sales, estaba afiliado a ERC, y el presidente, Enric Oliva, era simpatizante del BOC
(carta de Joan Quer al autor 26.6.85). Tampoco la FPTT no tuvo nada que ver con la FNTT (FCTT durante la
guerra civil) liderada por los socialistas, una confusión de que nos acusa Marciano Cárdaba en Col·lectivitats
agràries a les comarques de Girona 1936-1939 (Girona 2002) p.214.
33
El Socialista 13.12.33. La FPTT se había fortalecido con la incorporación de la Associació Cooperativa
Sindical de Treballadors del Camp de la Comarca d'Olot, (El Camperol 4.11.33). Este sindicato se había fundado
en julio 1933 y estaba dirigido por el bloquista Antoni Casadella (La Batalla 6.7.33). Según J. Pujiula (“1934:
Als cinquanta anys dels fets d'octubre” L’Oloti 18.10.84.), la Associació tenía alrededor de unos 1.000 afiliados.
34
Carta de Joan Quer al autor, 15.8.85.
35
Carta de Joan Soler al autor 22.12.86.
36
Véase Apéndice Tres.
82

de los terratenientes de la zona hizo que el problema de la propiedad fuese, según Maurín, tan
“importante como en Andalucía o en Extremadura”. Además, las disposiciones de la cautelosa
reforma agraria republicana no afectaban a la mayoría de los campesinos de la provincia. 37
El movimiento comunista catalán había contado con una serie de núcleos importantes en los
principales centros agrícolas de las comarcas de Segrià, Urgell, La Noguera y Les Garrigues
desde los años veinte. Aproximadamente la mitad de la población de Lleida, que era
eminentemente rural, vivía allí, en las llanuras que circundan la capital de la provincia. Esta
circunstancia situó al BOC en una buena posición para canalizar la combatividad campesina
en la zona durante los primeros años de la República. El aparente letargo y conservadurismo
de ERC en estas comarcas también benefició a los bloquistas. A diferencia de otras partes de
Cataluña, en las comarcas de Lleida varios de los dirigentes más importantes de ERC,
incluyendo al mismo Macià, poseían tierras, factor que probablemente contribuyó a que fuesen
muy cautelosos al abordar las cuestiones agrarias. Este conservadurismo estaba también
determinado por la naturaleza urbana y eminentemente pequeñoburguesa de la organización
leridana de ERC, la Joventut Republicana. Por otra parte, la rudimentaria agricultura de las
comarcas leridanas abría posibilidades a la aplicación de una política progresista que los
nacionalistas pequeños burgueses no estaban dispuestos a poner en práctica.38 Esto no
significa que ERC careciese de una amplia implantación en las zonas rurales de la provincia,
pero sí que las circunstancias en esa zona dieron al BOC la posibilidad de contar con un
espacio político con el que no contaba en otras partes de Cataluña.
En las comarcas de Lleida, al igual que en el resto de Cataluña, prácticamente no existía una
organización campesina anterior a la instauración del régimen republicano. Los
anarcosindicalistas no se habían ocupado de los problemas del campesinado de la zona y la
CNT sólo existía efectivamente en unos pocos pueblos y su presencia se debía, sobre todo, a
los esfuerzos realizados por el grupo de Maurín a principios de los años veinte. Tras la caída
de la monarquía, el BOC se lanzó a organizarse entre el campesinado de las comarcas
leridanas. Al principio este proceso fue lento, debido a la amplia confianza que despertaban las
intenciones declaradas del nuevo gobierno. No obstante, aunque con lentitud, comenzaron a
crearse organizaciones campesinas. Algunas derivaban de los antiguos grupos de la CNT
existentes en la zona, pero la gran mayoría eran totalmente nuevas. Este proceso desembocó
en la creación de la Unió Provincial Agrària (UPA) en febrero de 1932. El desarrollo de este
movimiento campesino estuvo acompañado por una creciente decepción con la República
entre los campesinos, factor que contribuyó a extender la influencia de los comunistas
disidentes en las comarcas leridanas. El BOC creció rápidamente en este período, y en el
Pleno celebrado en marzo de 1932 ya contaba con 1 000 afiliados en las comarcas de Lleida,
organizados en aproximadamente 30 grupos. 39
El trabajo de organización del BOC culminó en marzo de 1933 con una asamblea, celebrada
en la capital de la provincia, que congregó a unos 1 000 campesinos, quienes proclamaron
representar a 32 sindicatos locales de las comarcas leridanas con un total de 4 000 afiliados; el
año anterior los afiliados eran sólo 600. El objetivo principal de la asamblea era formalizar la
estructura de la UPA y su programa. Se decidió que la adhesión a la organización estaría
abierta a todo campesino que “vive de su propio trabajo, sin que tenga a otro a jornal”. La
asamblea se pronunció a favor de emprender actividades que estuviesen dentro de la legalidad,

37
J. Maurín, “La cuestión de la tierra”, La Batalla 19.5.32.
38
Barrull, Les comarques de Lleida... p.171.
39
“Asamblea Provincial de la Unión Agraria de Lérida” La Batalla 24.3.32.
83

sin renunciar a “la acción directa”, y a favor de una alianza general con organizaciones
similares. La agitación de la UPA se iba a centrar en lograr una mejora salarial y una jornada
laboral de ocho horas para los braceros, así como en el problema de las mitjanies y del canal
de Urgell. 40 Todas estas eran reivindicaciones por las que el BOC se había movilizado al
menos desde principios de 1931. 41 La mitjania era una forma de arriendo muy común en las
comarcas de Lleida por la cual el arrendatario debía pagar al terrateniente un alquiler
equivalente a la mitad del total de la cosecha. Este sistema era sumamente perjudicial para los
arrendatarios. Por ello, la UPA decidió llamar a sus seguidores a pagar un alquiler equivalente
a sólo un tercio de la cosecha total, con la intención de obligar al gobierno a convertir esta
actitud en ley. A largo plazo, la UPA abogaba por una abolición total del sistema de mitjanies.
El canal de Urgell, el más grande y extenso de toda España y de titularidad privada, constituía
otra gran carga que pesaba sobre los 16.000 campesinos leridanos que dependían de él. El
canal estaba controlado por el Sindicato General de Acequias (Recs), dominado por un grupo
reducido de individuos ricos y no representativos, ya que para acceder a su junta había que
cumplir con ciertos requisitos económicos. Para poder hacer uso del canal, los campesinos
estaban obligados a pagar, en concepto de alquiler, la novena parte de su cosecha total, el
novè, denominación que se le daba en Cataluña a este sistema. Un sistema que era
particularmente humillante para los campesinos quienes, antes de disponer de su cosecha, se
veían obligados a esperar que los carros de la compañía pasasen para escoger esa novena
parte. 42 La sequía que azotó la región en 1931, junto a los cambios experimentados por la
situación sociopolítica, sentaron las bases para una revuelta contra el Sindicato General de
Acequias. La UPA decidió organizar una campaña para la eliminación del sistema del novè y
su substitución por un pago en metálico. También se recurrió a la Generalitat, mediante el
envío de un telegrama, exhortándola a requisar el canal para proceder a su nacionalización.
La asamblea de marzo de 1933 dio gran ímpetu a la UPA y marcó el inicio de una combativa
campaña centrada en las cuestiones de las mitjanies y del novè. Las acciones comenzaron a
finales de abril de 1933, cuando los campesinos de unos 26 pueblos se negaron a entregar a los
terratenientes su cuota de la cosecha de alfalfa. Desde el primer momento, el gobernador civil,
Antoni Ventós, hizo saber que iba a “hacer respetar la ley”, y envió a la Guardia Civil a
restaurar el orden. La verdadera batalla se desencadenó en julio, con la cosecha del trigo. 43
Ésta coincidió con la aprobación en el Parlamento de Cataluña de la llamada Llei Petita, sobre
los contratos agrarios, que fue enérgicamente criticada por el BOC y la UPA, que la acusaron
de contemplar tan sólo los problemas de los rabassaires de las comarcas de Barcelona y
Tarragona. 44 El hecho de que la nueva ley no afectase a los campesinos de Lleida se vio como
una consecuencia directa de los intereses de los propietarios de ERC en las comarcas
leridanas. Como comentó el periódico de la organización nacionalista moderada Acció
Catalana Republicana, El Diluvio, la situación del campo leridano revelaba la duplicidad de
ERC. Según el periódico, la represión desatada contra los campesinos de la provincia que se
negaron a entregar a los terratenientes su parte de la cosecha contrastaba de manera flagrante

40
ibíd; para detalles de la implantación de la UPA, véase Apéndice Cinco.
41
Uno de los primeros manifiestos agrarios del BOC aparece en L’Espurna (Balaguer) 9.4.31.
42
J. Maurín, “Por los campos del Urgell”, La Batalla 19.5.32; sobre la lucha sobre el canal véase también: V.
Ximenis, Demòcrata i socialista. Memòries de setanta anys de lluita política apassionada (Lleida 1998) pp.40-
47.
43
La Batalla 13.7.33.
44
Para la Llei Petita véase página 275.
84

con la tolerancia demostrada hacia los rabassaires. 45


El pueblo de Bellvís fue el centro de la lucha. El 7 de julio, las mujeres del pueblo, que
desempeñaron un papel destacado en los conflictos, apedrearon a los carros de la compañía
cuando éstos llegaron al pueblo con la intención de recaudar el novè. Al cabo de una semana,
más de 50 pueblos de la llanura de Urgell se habían incorporado a la movilización; los
campesinos se negaban a pagar el novè y sólo entregaban un tercio de la cosecha en lugar de la
mitad. Se calculó que, hacia el 12 de julio, sólo se había recaudado el 20% de los pagos
adeudados. El gobernador civil Ventós intentó reprimir al movimiento. El 13 de julio, 100
guardias civiles llegaron a Bellvís, trasladaron a 200 campesinos al cuartelillo y finalmente
detuvieron a los dirigentes locales de la UPA. Era éste un claro intento de socavar la
convocatoria de una huelga general de 24 horas en todas las comarcas leridanas fijada para el
día siguiente. Pese a esta maniobra intimidatoria, la huelga general fue ampliamente
secundada en una multitud de pueblos, especialmente en aquellos donde el BOC contaba con
una implantación sólida. 46
Mientras tanto, la UPA había elaborado un programa de reivindicaciones para presentárselo a
los alcaldes de las localidades de la provincia. Aunque el objetivo general de la Unió consistía
en cambiar el “régimen feudal” imperante en el campo mediante la abolición del sistema de
aparcerías y de todos aquellos sistemas de cultivo que implicasen pagos “en especie”, la
mayoría de las exigencias contenidas en el programa eran de índole más específica. Con
respecto al canal de Urgell, se exigía que el pago fuese monetario y que se desmantelase el
Sindicato General de Acequias para reemplazarlo por “comités de regantes” formados por los
mismos campesinos. Asimismo, la UPA exigió la liberación de los detenidos, la retirada de la
Guardia Civil del campo y el cese de Ventós. 47
Aparte de intentar reprimir el movimiento, era obvio que la Generalitat necesitaba ofrecer
algún gesto político a los campesinos, aunque sólo fuese para minar la creciente fuerza de la
UPA y del BOC. A mediados de agosto, Macià recibió a una delegación de la UPA,
acompañada por un dirigente del BOC, el doctor Tomàs Tussó, y les prometió interceder a
favor de los detenidos. La ERC de Lleida se mantuvo en un conspicuo silencio; más adelante
excusó la inactividad inicial de la Generalitat aduciendo que el canal de Urgell no entraba
dentro de sus competencias. La movilización comenzó a decaer a finales de agosto debido a
una serie de factores: la cosecha tocaba a su fin, la Generalitat parecía dispuesta a negociar
con los campesinos y surtían efecto los intentos de la Compañía del Canal de debilitar a la
Unió mediante contactos personales con los campesinos.
También contribuyó a calmar la situación la liberación del presidente de la UPA, Sebastià
Garsaball (del BOC), popular dirigente que había sido detenido en julio acusado de posesión
de armas de fuego. La perspectiva de elecciones generales en noviembre alentó a ERC, por su
parte, a tratar de desactivar la situación. En las comarcas de Lleida, al igual que en el resto de
Cataluña, las promesas de una inminente ampliación de la legislación de la Generalitat sobre
los contratos agrarios consiguieron aplacar, temporalmente, a muchos aparceros y
arrendatarios. Cuando el dirigente de la USC Joan Comorera fue nombrado consejero de
agricultura del gobierno catalán, en enero de 1934, se iniciaron conversaciones que
desembocaron en un decreto acerca del canal de Urgell. El decreto, que fue refrendado por una
45
El Diluvio 2.9.33.
46
Sobre este movimiento véase: El País 7.7.33, 8.7.33; El Correo 12.7.33; La Batalla 6.7.33, 13.7.33, 20.7.33,
10.8.33; Ximenis, Demòcrata i socialista… pp.41-44; y Barrull, Les comarques de Lleida... pp.315-318.
47
La Batalla 20.7.33.
85

asamblea de representantes campesinos, abolió el sistema del novè a favor de un pago en


metálico y propició otros cambios en la administración del canal. Aunque ni la Compañía del
Canal ni la UPA no quedaron satisfechas con el resultado final, los acontecimientos de octubre
de 1934 iban a postergar la solución definitiva del conflicto. 48
Es difícil calibrar la fuerza de la UPA con exactitud. Es indudable que creció rápidamente
durante 1933; en agosto de ese año afirmaba contar con secciones en alrededor de 50 pueblos
y un total de 8 000 afiliados. 49 Es probable que el número de afiliados real fuese apenas la
mitad, pero sin duda la Unió había logrado implantarse sólidamente en las comarcas centrales
de la provincia: Segrià, Urgell y La Noguera. 50 El principal logro alcanzado por la UPA fue
representar “la introducción, por primera vez, en el campo de Lleida de una plataforma
organizativa de carácter revolucionario”. 51
La influencia ejercida por el BOC en la construcción de ese movimiento es indiscutible. En
algunas zonas, el Bloc y la UPA se identificaban tanto que en la práctica constituían una única
organización. El BOC era relativamente fuerte en la mayoría de los pueblos que aparecen más
frecuentemente como centros de la movilización campesina. 52 No cabe duda de que las
autoridades consideraban a los comunistas disidentes como una amenaza, por lo que, durante
todo el verano de 1933, “prohibieron sistemáticamente” sus mítines. 53 La naturaleza
pragmática de la política agraria del Bloc en Lleida constituyó la clave de su influencia. Su
participación en la creación de cooperativas y asociaciones de ayuda mutua ejemplifican el
pragmatismo bloquista; estas estructuras siempre habían sido escasas en Lleida y
tradicionalmente los revolucionarios se habían opuesto a su creación por considerarlas una
suerte de desviación pequeñoburguesa. 54
Pese a su relativo éxito en las comarcas de Lleida, al igual que en el resto de Cataluña, el BOC
seguía enfrentándose al amplísimo apoyo del que ERC continuaba gozando, sobre todo en
términos electorales, aunque ello no fuese óbice para que muchos campesinos acudiesen a la
UPA cuando se trataba de defender sus derechos. Habida cuenta del historial de ERC en las
comarcas de Lleida, se comprende que fracasase estrepitosamente cuando trató, tardíamente,
de establecer una organización campesina afín. 55 No obstante, algunos afiliados de ERC de la
zona sí se habían destacado en la lucha campesina 56 lo que, junto con la promesa de la
Generalitat de realizar una reforma agraria radical, constituyó un factor importante para que
ERC conservase el apoyo popular. Así, las relaciones entre ERC y los campesinos leridanos
continuaron siendo contradictorias.
Para poder convertir la relativamente aislada movilización rural en un movimiento

48
Sobre el conflicto del Canal de Urgell véase, Barrull, Les comarques de Lleida... pp.311-321; y M. Lladonosa,
“Un conflicte agrari: el canal d'Urgell i el pagament del novè”, Recerques núm.7, 1977-1978.
49
El Comité Provincial de la UPA, “A los campesinos de la provincia de Lérida”, La Batalla 31.8.33.
50
De los 42 pueblos donde hay indicios de la existencia de sindicatos de la UPA, conocemos los datos de
afiliación de la mitad de ellos, que suma un total de 2 253 miembros; véase Apéndice Cinco.
51
Barrull, Les comarques de Lleida... p.446.
52
Sobre todo, Bellvís, Les Borges Blanques, La Fuliola, Golmés, Ivars de Urgell, Juneda, Torregrossa,
Torrelameu, Torres de Segre y Vilanova d'Alpicat.
53
La Batalla 17.8.33.
54
Así, Josep Rodes, en una intervención ante el Comité Central del POUM a principios de 1936, subrayó la
importancia que la influencia del partido tenía en las cooperativas de las comarcas leridanos (Acta del Comité
Central del POUM 5/6.1.36, p.16).
55
Barrull, Les comarques de Lleida... p.172.
56
Lladonosa, “Un conflicte agrari…”.
86

revolucionario organizado, el BOC necesitaba el apoyo del proletariado urbano; para ello era
menester desafiar la impresionante influencia del anarcosindicalismo.

El BOC, el anarcosindicalismo y los sindicatos.


Desde 1930, la CNT demostraba una vez más que seguía conservando la lealtad de la gran
mayoría de los obreros concienciados de Cataluña. La mitad de los 600 000 afiliados a quienes
el congreso cenetista de junio de 1931 proclamó representar, eran de Cataluña. Incluso si se
pone en tela de juicio la fiabilidad de estas cifras, no cabe duda de que la CNT era la
organización con mayor influencia sobre el movimiento obrero catalán. 57 Lo que resulta más
discutible es la difusión real de las ideas anarquistas o anarcosindicalistas entre los obreros.
Se puede comprender fácilmente por qué los comunistas catalanes, y Maurín especialmente,
trataron de analizar las razones de la implantación anarquista en Cataluña.58 Según Maurín dos
razones explicaban la atracción de esa ideología: el retraso económico y político y el
desarrollo y las características del socialismo español. Para Maurín, el anarquismo constituía,
sobre todo, una “ideología agraria y precapitalista” cuyas raíces se encontraban en la
Andalucía rural. Era una ideología elemental y se basaba en lo que Maurín definió como una
“mentalidad simplista para la cual los problemas de la vida social ofrecen poca complejidad”
Por el contrario, el “obrero de fábrica, el verdadero proletario, siente y piensa de otra manera...
comprende intuitivamente la interdependencia y estrecha relación que hay entre las diferentes
actividades de la producción”; por esta razón el proletariado industrial sí está en condiciones
de adoptar las concepciones socialistas de la actividad política. Pero comprender el socialismo
científico requería una educación política de la que carecían unas capas recientemente
proletarizadas. 59 Jaume Miravitlles escribió que “el proletariado español piensa como lo hacía
el europeo hace un siglo”. Esto, según Miravitlles, se debía a que el marco socioeconómico en
el que se organizó el anarquismo español era el mismo que el existente un siglo antes en el
resto de Europa. 60 Para Maurín, las grandes olas inmigratorias hacia Barcelona desde las zonas
rurales, que se habían producido desde el comienzo del siglo, aportaron el material humano
para el desarrollo del anarquismo en la ciudad. Estos inmigrantes, en opinión del dirigente
bloquista, carentes de educación política o de experiencia de la lucha de clases, eran, sin
embargo rebeldes y demostraban “gran capacidad para la lucha”. La propaganda anarquista
era la que más se adecuaba a estas masas sin estabilidad laboral ni cualificación. 61
Maurín estableció un paralelo entre las dos realidades laborales más importantes de España: la
Barcelona industrial y la Andalucía rural. La mentalidad de los trabajadores de estos dos
entornos tan diferentes presentaba, sin embargo, una extraña similitud. Según Maurín, “el
proletariado de Barcelona estaba mil veces más próximo a los campesinos de Jerez y de
Carmona que a los de Martorell o Granollers”, de los cuales se hallaba “completamente
separado”. 62 Esta comparación entre las masas trabajadoras de Barcelona y Andalucía no

57
Sobre la fiabilidad de los datos de afiliación de la CNT véase, S. Tavera y E. Vega, “L'afiliació sindical a la
CRT de Catalunya: entre l'euforia revolucionária i l'ensulsiada confedera 1919-1936”, Col.loqui Internacional
“Revolució i socialisme”. Vol. II: Comunicacions. (Barcelona, 1989) pp.343-363.
58
Véase sobre todo los folletos escritos por Maurín: L'anarcosyndicalisme en Espagne (París 1924) y El fracaso
del anarcosindicalismo. La crisis de la CNT (Barcelona 1932), así como sus artículos en L’Opinió durante 1928,
reproducidos en, A. Balcells, El arraigo del anarquismo...
59
J. Maurín, “Socialisme i Anarquisme: El proletriat català no és anarquista”, L’Opinió 7.7.28.
60
Miravitlles, Los obreros... p.29.
61
J. Maurín, “Socialisme i Anarquisme: El proletriat català no és anarquista”, L’Opinió 7.7.28.
62
Maurín, La revolución española pp.152-153.
87

implicaba que las ideas anarquistas hubiesen llegado a Barcelona directamente desde las zonas
rurales meridionales. Un parte importante de los inmigrantes procedía, en realidad, de la
propia Cataluña, de las zonas fronterizas con ella de Aragón y del País Valenciano. Pero
sucedía que estos trabajadores recientemente proletarizados eran más receptivos a las ideas
anarquistas, sobre todo porque no existía en el emergente movimiento obrero urbano una
verdadera oposición a las ideas anarcosindicalistas. Maurín y otros marxistas argumentaron
que la ideología anarquista no estaba tan profundamente arraigada como pudiera parecer, tal
como lo había ilustrado el auge del republicanismo durante los primeros años del siglo. Sin
embargo, no cabe duda de que los grandes movimientos migratorios que arribaron a Barcelona
durante este período sentaron las bases para el desarrollo de un movimiento obrero muy
radicalizado. Con todo, el hecho de que muchos obreros no inmigrantes también aceptasen las
ideas anarcosindicalistas apunta a que debían existir otras razones que explicasen la gran
implantación de esa doctrina.
Según Maurín, el otro factor importante, junto a las repercusiones de la inmigración, que
contribuyó a la implantación del anarquismo en Barcelona fue el papel desempeñado por los
socialistas. 63 Tras la fundación de la UGT en Barcelona, en 1888, los socialistas habían
“abandonado” Barcelona por Madrid al final del siglo anterior. Maurín explicaba este
fenómeno en función de la personalidad del fundador de la UGT, Pablo Iglesias, más afín a la
atmósfera “burocrática y pequeñoburguesa” de Madrid, que a la “revolucionaria” de Cataluña.
Los artesanos y trabajadores cualificados de Madrid y los de la industria pesada del norte de
España fueron más propensos a aceptar los métodos burocráticos y gradualistas del
sindicalismo socialista. El anarcosindicalismo, en sus diferentes formas, se difundió más en la
atmósfera socialmente radicalizada de Andalucía y Barcelona. Además de esto, Maurín
adscribía a la naturaleza reformista del PSOE el enraizamiento del anarquismo en España. En
otras partes de Europa, la existencia del socialismo revolucionario había debilitado al
anarcosindicalismo y dejado al descubierto su naturaleza de ideología obsoleta. En España, no
había existido el socialismo revolucionario como alternativa, lo que, dadas las circunstancias
históricas, llevó a la mayoría de los obreros radicalizados a volcarse en el anarcosindicalismo.
La tesis de Maurín sobre los orígenes del anarcosindicalismo catalán, una explicación muy
acorde con la ortodoxia marxista, carecía de un análisis serio de la estructura socioeconómica
de Cataluña. Andreu Nin, en escritos de finales de los años veinte, criticó esta omisión y
señaló la importancia que el capital agrario revestía en Cataluña y que había llevado al
predominio de la pequeña propiedad. La posterior abundancia de pequeños talleres, junto con
una tecnología relativamente atrasada, desarrolló la mentalidad “pequeñoburguesa” entre las
masas populares. Nin argumentó que, por el contrario, las grandes concentraciones de
trabajadores, como las de Rusia o las de Alemania, habían instaurado una tradición de
cooperación y disciplina colectivas incompatibles con la implantación del individualismo
anarquista. 64 Más adelante, Jaume Miravitlles, volviendo a este mismo tema, también señaló
que la falta de una “consciencia de masas” en Cataluña era fruto de su particular estructura
económica. En lugares de trabajo pequeños, el contacto con los propietarios era mayor, con lo
que existía la propensión a considerar a éstos como “buenos” o “malos” en lugar de hacerlo
desde una perspectiva de clase. Este “individualismo económico”, pese a la existencia de

63
J. Maurín, “Socialisme i anarquisme: Pablo Iglesias i Anselmo Lorenzo” L’Opinió 14.4.28 y “Pablo Iglesias i
el Pabloiglesisme” ibíd, 22.12.28.
64
A. Nin, “Per qué el nostre moviment obrer ha estat anarquista?” ibíd 11.8.28 y “Les arrels de l'anarquisme a
Catalunya” ibíd 25.8.28.
88

algunas grandes fábricas, había creado las condiciones idóneas para que se desarrollase el
anarquismo. 65
Tras la caída de la dictadura, los trabajadores más combativos retornaron a la CNT. La fuerza
del sindicato anarcosindicalista, pese a ello, no era suficiente para garantizar por sí sola el
éxito de la revolución social. En opinión de Maurín, la CNT había sido incapaz de sacar
provecho de los grandes movimientos huelguísticos de los años 1930 y 1931, debido a la “falta
de teoría revolucionaria” de sus dirigentes. Por su apoliticismo, los anarcosindicalistas no
consideraron oportuno “tomar el poder” y, frente a una movilización generalizada, habían
hecho poco más que ir a remolque de las acciones espontáneas de los obreros. Esta actitud,
según el Bloc, había llevado a que los anarcosindicalistas, al igual que los socialistas, se
tornaran “un freno para el movimiento obrero”.66 Para los comunistas disidentes era más grave
aún que la naturaleza “individualista” y “pequeñoburguesa” del anarquismo había causado la
adopción, por parte de sectores de la dirección de la CNT, de actitudes ambiguas hacia la
izquierda republicana y hacia el nuevo régimen. Esto era particularmente cierto en el caso de
los elementos más moderados que dominaron la CNT catalana hasta el otoño de 1931, que
veían con buenos ojos a algunos políticos republicanos y pequeñoburgueses y que incluso
llegaron a convencerse de que “Macià, Companys y los demás eran sus instrumentos”. Esta
falta de “verdadera consciencia de clase”, tal como la definió el BOC, llevó a que muchos
anarcosindicalistas apoyasen, a todos los efectos, la alianza republicana en las elecciones de
1931; asimismo explica el posterior flirteo con algunos de los elementos más demagógicos y
“aventureros” del republicanismo izquierdista, como Ramón Franco, Eduardo Barriobero y
Antonio Jiménez. 67
Los comunistas disidentes no podían ignorar, pese a sus críticas, el hecho de que la CNT
constituía la principal organización obrera revolucionaria de España. Maurín escribió en 1932
que el anarcosindicalismo se había “una vez más transformado inesperadamente en un
formidable movimiento de masas”. 68 Era, en consecuencia, de primordial importancia ganarse
a los militantes de la CNT para la causa comunista. El análisis de los comunistas disidentes
acerca de la naturaleza del anarcosindicalismo, relativamente coherente como era,
sobrevaloraba las posibilidades que tenían los marxistas de influir sobre la militancia de la
CNT. En un primer momento, los dirigentes del Bloc habían confiado en que dada la
“superioridad” del marxismo, ganarse la dirección de la CNT iba a ser sólo una cuestión de
tiempo. En el Primer Congreso de la FCC-B, celebrado en marzo de 1931, pronosticaron con
gran seguridad que lograrían “a corto plazo conquistar a todos los sindicatos de la
Confederación y a todo su aparato”. 69 Este optimismo, alentado por la agitación social que
imperó durante gran parte del año 1931, llevó a que se subvalorase completamente la
influencia de los anarcosindicalistas sobre gran parte del movimiento obrero catalán.

65
Miravitlles, Los obreros... pp.30-31. Aunque había un gran número de talleres con menos de cincuenta
trabajadores, en cada sector existían fábricas grandes o al menos en vías de expansión (E. Vega, La CNT i els
sindicats d'oposició a Catalunya i el País Valencià [1930-1936] [Tesis Doctoral, Facultat de Geografia i
Història, Universitat de Barcelona 1987] p.62).
66
Maurín, El fracaso... pp.43-46. La FCC-B tachó a los dirigentes de la CNT de “agentes provocadores” por
negarse a apoyar las huelgas del verano de 1930 y así jugar “el mismo papel que los socialistas en 1902”, aunque
criticó al PCE por tratarlos de poco más que instrumentos de la burguesía e incluso de “anarcofascistas” (La
Batalla 11.7.30); tres meses más tarde, la Federación caracterizó a los anarco-sindicalistas como “tan reformistas
y antirevolucionarios como los socialistas” (ibíd 24.10.30).
67
Maurín, El fracaso... p.21; “Tesis Sindical” La Batalla 24.3.32.
68
Maurín, El fracaso... p.43.
69
“Proyecto de tesis sindical”, La Batalla 17.2.31.
89

Confiados en que su propia expansión no conocería límites, los comunistas disidentes


comenzaron, a finales de 1931, a referirse con frecuencia a la CNT como la “organización
económica” de los obreros y al BOC como su “organización política”. Según este análisis, la
revolución dependía de que se formase un frente único entre las dos organizaciones. La
evolución de los acontecimientos iba a contradecir el análisis del BOC y muy pronto fue
evidente que su triunfalista visión guardaba muy poca relación con el verdadero equilibrio de
fuerzas existente dentro de la CNT.
En el terreno práctico, los comunistas disidentes catalanes siempre habían trabajado dentro de
la CNT. Incluso la FCC-B, debido a los orígenes sindicalistas de la mayoría de sus cuadros,
había mantenido una cierta implantación en algunas federaciones sindicales locales. La
decisión del PCE de crear lo que, de hecho, constituía su propia central sindical, el Comité
para la Reconstrucción de la CNT, fue una de las principales causas de la disensión de la FCC-
B en 1930. 70 La Federación y el PCC, en cambio, exigían a todos sus militantes afiliarse a la
CNT, al tiempo que exhortaba a cualquier sindicato autónomo en el que fuesen predominantes
a que hiciese lo mismo. Además, los comunistas disidentes argumentaban que era un error el
ignorar a los vastos sectores obreros que no estaban organizados, como según ellos, hacía el
PCE. El 80% de la población activa de España no estaba integrada en ninguna organización y
dado el clima político reinante a principios de 1931, la FCC-B creía que iba a ser posible
ganarse a esos trabajadores para incorporarlos a una CNT revitalizada y revolucionaria. 71
A fin de consolidar su influencia en el seno de la CNT, el BOC comenzó a organizar a sus
seguidores en grupos de Oposición Sindical Revolucionaria (OSR) en el primer semestre de
1931. Esta idea se nutría, claramente, de la experiencia acumulada por los comunistas durante
los años veinte dentro del movimiento sindical, en concreto de la experiencia de los CSR. Las
similitudes eran tantas que, inicialmente, los OSR incluso proclamaron defender el programa
de la ISR. Esta posición se abandonó rápidamente tras la ruptura oficial entre la FCC-B y
Moscú en el verano de 1931. 72 La OSR formó grupos en la mayoría de los sindicatos
importantes de Barcelona, pero tan sólo los de Artes Gráficas y del Sindicato Mercantil
gozaron de una cierta solidez. La propaganda de la Oposición Sindical Revolucionaria se
centró, durante 1931, en abogar por la formación de un frente único revolucionario entre los
comunistas y los sectores más combativos de la CNT, la FAI y otras facciones anarquistas. La
OSR también denunció la ineficacia de la dirección de la Confederación, que hasta el otoño de
1931 estuvo dominada por la tendencia sindicalista más moderada.
En la cuestión de la estructura sindical, sin embargo, el BOC alineó con los sectores más
sindicalistas frente a la FAI. Al igual que había sucedido en los años veinte, ahora también los
comunistas apoyaban la formación de federaciones industriales, a diferencia de los
anarquistas, que propugnaban la formación de sindicatos únicos. En su congreso nacional de
junio de 1931, la CNT había aprobado formalmente las federaciones industriales, pero la
decisión casi no se iba a llevar a la práctica debido a la tenaz oposición anarquista. La mayoría
de las agrupaciones de la CNT, por lo tanto, se organizaban a través de los sindicatos únicos,
70
Sin embargo, la FCC-B no criticó públicamente las posiciones del PCE hasta agosto de 1930 (La Batalla
15.8.30); véase página 45. Más tarde, Maurín escribió que la idea de “reconstruir” la CNT había sido correcta
hasta la caída, en enero 1930, de Primo de Rivera, pero desde entonces la Confederación “se había reconstruido a
sí misma” (J. Maurín, “A propósito de mi expulsión del Partido Comunista” ibíd 13.8.31).
71
“Proyecto de Tesis Sindical” La Batalla 17.2.31.
72
La tesis sindical presentada al Primer Congreso de la FCC-B reclamó la defensa del programa de la ISR dentro
de los sindicatos (ibíd); para el primer programa de la OSR véase, ibíd 14.5.31. y la octavilla de las Oposiciones
Sindicales Revolucionarias, “La huelga general y las minorías” (Barcelona, septiembre 1931 [IHMB]).
90

estructuras locales que reunían en un mismo sindicato a todas las secciones sindicales
industriales de una localidad o a todos los ramos de una industria. En los lugares de trabajo, la
O SR apoyaba la formación de consejos de fábrica, cuyo cometido debía consistir no
solamente en agrupar a todos los trabajadores sino también en constituir la organización
política, administrativa y de producción del proletariado, con la cual se sentaban las bases para
que los trabajadores desempeñasen “su misión revolucionaria histórica”. 73 La lucha principal
de la OSR dentro del sindicato volvió a ser la que, en los años veinte, había constituido ya la
histórica demanda de los sindicalistas comunistas: la “libertad de tendencias”, es decir, la
lucha de los comunistas disidentes por mantenerse dentro de la CNT como una facción
organizada.
En el seno de la Confederación, la situación del BOC se tornaba progresivamente más
conflictiva, pese al optimismo bloquista de 1931 cuando afirmaba que iba a lograr asumir la
dirección cenetista. Los anarcosindicalistas no estaban dispuestos a permitir que el BOC, ni
ninguna otra organización comunista, se tornasen influyentes dentro de la CNT. Para ello,
trataron de excluir de los puestos de responsabilidad a todos aquellos que hubiesen sido
candidatos en elecciones parlamentarias o locales. El Congreso Nacional de la CNT, en junio
de 1931, había aprobado esta medida, presentada por los sindicatos catalanes, contra la que tan
sólo había protestado un grupo reducido de delegados comunistas. 74 Esta decisión, (conocida
como los Acuerdos de Madrid) coincidía con el tradicional apoliticismo de la CNT, pero
pronto se hizo evidente que respondía a la orientación de utilizar cualquier pretexto para
excluir a los comunistas de los sindicatos. Los conflictos entre comunistas y anarco-
sindicalistas en Cataluña estallaron en las federaciones locales más importantes dominadas por
el BOC, las de Lleida y Girona. Aparte de la cuestión electoral, el conflicto también giró en
torno a la cuestión de la estructura sindical.
Los comunistas disidentes habían recuperado su influencia sobre la Confederación de Lleida
cuando contribuyeron a restablecer la federación local cenetista, en agosto de 1930. 75 El PCC
y la FCC-B desempeñaron un papel importante en la organización de los sindicatos en otras
poblaciones importantes de las comarcas leridanas. Los comunistas disidentes propugnaban
una organización de la CNT por comarcas con una federación local radicada en la capital de la
provincia. Los anarquistas leridanos se opusieron y propusieron a su vez crear sindicatos
únicos con lo que pretendían sobreponerse a la debilidad que padecían en la zona. En el Pleno
Provincial de octubre de 1931 se derrotó la propuesta de adoptar esta estructura tradicional-
mente anarquista. Los anarquistas respondieron con la creación de su propia Federación
Provincial de la CNT; trataban así de contrarrestar la influencia del Comité Local de Lleida,
dirigido por el BOC.
Los dirigentes provinciales de la CNT, tras su derrota en la cuestión organizativa, trataron de
imponer los Acuerdos de Madrid en virtud de los cuales quienes hubiesen sido candidatos en
elecciones quedaban inhabilitados para ocupar puestos dentro de los sindicatos. En
consecuencia, la Federación Provincial exigió el cese de Francesc Aguilar de su puesto de
presidente del sindicato mejor organizado de Lleida, el de la madera, aduciendo que había sido

73
“Tesis Sindical” La Batalla 24.3.32.
74
Según el BOC, fue la asamblea del Sindicato del Vidrio de Mataró la que propuso originalmente esta medida y,
en consecuencia, el militante bloquista Enric Dalmau tuvo que dimitir como tesorero de la Federación Nacional
del Vidrio de la CNT. Se decidió en la asamblea de este sindicato que Joan Peiró, dirigente local de la CNT,
presentase esta propuesta al Congreso de la Confederación (ibíd 14.5.31).
75
L’Espurna (Lleida) 24.7.30.
91

candidato, por las listas del BOC, en las elecciones municipales de abril de 1931. 76 El
Sindicato de la Madera, con el apoyo del Comité Local, se opuso al cese, por lo que la
cuestión fue remitida a la Conferencia Regional de Cataluña de la CNT que debía celebrarse
en diciembre. En la votación, los 27 delegados del BOC, la mayoría representantes de
sindicatos leridanos, fueron ampliamente derrotados y la Conferencia lanzó un ultimátum al
Sindicato de la Madera para que reemplazase a Aguilar. Nuevamente, y con el apoyo de la
mayoría de los sindicatos de Lleida, el sindicato se negó a acatar la decisión. El Comité Local,
dirigido por el BOC, contraatacó pidiendo la dimisión de los Comités Regional y Nacional de
la CNT como protesta contra su política sectaria. 77 Esta actitud no podía más que aumentar la
ira de los anarcosindicalistas; el abril de 1932 el Comité Local de Lleida fue expulsado de la
CNT por negarse a acatar las instrucciones de la Confederación. 78 Esta expulsión significó que
la mayoría de los sindicatos leridanos, con un total de 1500 afiliados aproximadamente,
quedaran fuera de la CNT. Tan sólo los sindicatos de la construcción y del transporte se
mantuvieron leales a los anarcosindicalistas. En el resto de las comarcas leridanas, los pocos
sindicatos de alguna importancia, como los de Alfarràs, Balaguer y Tàrrega, también se
alinearon con los bloquistas. 79
Entretanto, en Girona también habían surgido divisiones que, aunque giraban en torno a los
Acuerdos de Madrid, fundamentalmente reflejaban las diferentes concepciones que se tenían
de la organización sindical. La FCC-B de Girona había contribuido a la creación de un
Sindicato de Oficios Varios en 1927, el cual se afilió inmediatamente a la CNT cuando ésta se
reconstituyó formalmente en la ciudad, en 1930. 80 Los comunistas disidentes pronto
controlaron las secciones más importantes de la CNT de Girona. Los anarcosindicalistas, sin
embargo, eran mayoritarios en la dirección local de la Confederación, lo cual llevó a
enfrentamientos entre las dos facciones. A lo largo de todo 1931 las dos tendencias estuvieron
enzarzadas en un agrio debate acerca de si la CNT de Girona debía mantenerse organizada
como un sindicato único, o si por lo contrario, como propugnaba el BOC, debía transformarse
en una federación local de sindicatos diferentes. Hacia finales de noviembre de 1931, siete de
las diez secciones cenetistas de Girona, con 2 500 de los 3 500 afiliados con que contaba la
CNT, votaron a favor de establecer una federación local.81 Posteriormente, las divisiones
habidas en el movimiento sindical de Girona entre la mayoría bloquista y la minoría
anarcosindicalista dieron pie a duras recriminaciones entre ambas facciones, cada una de las
cuales acusó a la otra de traición y de actuar como esquiroles. Al igual que había ocurrido en
Lleida, esta disputa repercutió en las comarcas gerundenses, donde varios sindicatos se aliaron
con el BOC contra los anarcosindicalistas. 82
En vísperas de un nuevo Pleno Regional de Cataluña, y frente a la creciente campaña en su
contra, las federaciones locales de Girona, Lleida y Tarragona, hicieron público, en abril de
1932, un manifiesto dirigido a todos los afiliados de la CNT. 83 En el preámbulo del manifiesto
76
Aguilar fue un fundador tanto del PCC como de la Joventut Esquerrana.
77
Solidaridad Obrera 8-10.12.31; La Batalla 17.12.31, 3.3.32.
78
Federaciones Locales de Gerona, Lérida y Tarragona, “A los trabajadores de la Confederación Nacional del
Trabajo”, La Batalla 21.4.32.
79
Véase Apéndice Cuatro.
80
Entrevista con Miguel Gayolà 14.5.84; J. Soler, L'evolució dels Marxistes Independents de Girona (Perpiñán
1986) pp.6-7.
81
La Batalla 21.4.32; véase Apéndice Cuatro para más información sobre los sindicatos filobloquistas de Girona.
82
Sobre todo, los de Anglès, Figueres, Olot, Palafrugell y Sant Joan de les Abadesses.
83
Federaciones Locales de Gerona, Lérida y Tarragona, “A los trabajadores de la Confederación Nacional del
Trabajo” La Batalla 21.4.32.
92

se hacía referencia a la difícil situación que la clase trabajadora en general, y la CNT en


particular, atravesaban y se procedía después a dar una explicación de las divisiones en la
CNT de Girona y de Lleida. El manifiesto exponía la tesis de que si la CNT no lograba aunar a
todas las tendencias proletarias, nunca se transformaría en una verdadera central sindical
revolucionaria. Como cabía esperar, este documento aumentó la hostilidad de los anarco-
sindicalistas, quienes redoblaron sus esfuerzos para excluir a los bloquistas y sus seguidores de
la CNT. El Pleno Regional se celebró en Sabadell, el 24 de abril. Al comenzar, el Comité
Regional desautorizó sin admitir discusión a las federaciones locales de Lleida y de Girona
aduciendo que estaban “fuera de la CNT”. La mayoría de los delegados de la Federación Local
de Tarragona tampoco fueron aceptados por el Pleno por su apoyo a los rebeldes y sus
representantes se sintieron obligados a abandonar la reunión para evitar ser agredidos. 84 La
decena, aproximadamente, de delegados del BOC restantes se vieron marginados de todas las
deliberaciones del Pleno.
La exclusión de las federaciones de Girona, Lleida y Tarragona fue un duro golpe para la
actividad bloquista en la CNT. Las luchas faccionales se extendieron, además, a otros lugares
de Cataluña. El BOC siguió alentando a sus seguidores a mantenerse dentro de la
Confederación porque la consideraba el principal pilar del movimiento revolucionario en la
península. Para los trotskistas, sin embargo, el BOC no opuso gran resistencia a que sindicatos
en los que era influyente fuesen excluidos de la CNT en algunas localidades. Al parecer, esta
actitud se debió a que los afiliados a los sindicatos de esos lugares deseaban desembarazarse
de la influencia anarquista, y no a los deseos de los militantes del Bloc. 85 El objetivo de los
comunistas disidentes seguía siendo, al menos formalmente, luchar contra su exclusión de la
Confederación. Con este fin, las tres federaciones locales excluidas convocaron el 12 de junio
de 1932 en Tarragona un congreso de todos los sindicatos y grupos de oposición contrarios a
los métodos utilizados por los anarcosindicalistas. Al Congreso acudieron 28 delegaciones en
representación de más de 10 000 trabajadores. Aparte de las delegaciones de las federaciones
locales de Girona, Lleida y Tarragona, participaron representantes, o enviaron mensajes de
apoyo, sindicatos de Anglès, Les Borges Blanques, Manresa (de cinteros), Monistrol,
Palafrugell, El Pont de Vilomara, Sant Joan de les Abadesses, Reus, Tàrrega, Terrassa (artes
gráficas) y Vimbodí (ferroviarios), así como 18 grupos de la OSR. 86 El congreso subrayó que
los sindicatos disidentes no tenían la intención de crear una nueva central porque su meta era
luchar por su “reintegración en la CNT”. Para coordinar sus esfuerzos se estableció una
Federación de Sindicatos excluidos de la CNT con sede en Lleida. 87 Desde este momento, y
pese a las intenciones declaradas, comenzó a fraguarse la separación de la Confederación de
casi todos los sindicatos influenciados por el BOC. Este proceso fue, como se verá más
adelante, consecuencia a partes iguales tanto de la decepción del BOC con el potencial
revolucionario de la CNT como del sectarismo de los anarquistas.
La separación de la CNT de varios sindicatos del resto de Cataluña en los que el BOC era
dominante reflejaba la creciente intranquilidad que dentro de la CNT provocaban las
orientaciones de la dirección barcelonesa. Esta dirección estaba ya en otoño de 1931 en manos

84
ibíd 1.5.32.
85
N. Molins i Fàbrega, “La política sindical del B.O.C.”, El Soviet 16.6.32; “La conferencia sindical de
Tarragona”, ibíd, 23.6.32.
86
Para más información, véase Apéndice Cuatro. Los grupos de la OSR presentes procedían de Barcelona (ramos
de artes gráficas, construcción, ferroviario, madera, mercantil, piel y vestir), Lleida (ramo ferroviario), Mataró,
Olot, Sabadell, Sitges y Vilanova i la Geltrú.
87
La Batalla 16.6.32.
93

de las facciones anarquistas más radicales, integradas sobre todo por miembros de la
Federación Anarquista Ibérica (FAI). El incremento de la agitación social, junto con un
enorme aumento del número de afiliados, sobre todo de jóvenes trabajadores, sin experiencia y
muy combativos, habían creado las condiciones para que los anarquistas recuperasen el
control de la CNT de Barcelona. Además, la persecución a la que fue sometida la
Confederación — encarcelamiento de sus militantes, confiscación de su prensa y cierre de sus
locales — favoreció más a los radicales que a los partidarios de un sindicalismo más
gradualista y tradicional.
En este período se desarrolló un enconado enfrentamiento en el seno de la CNT,
principalmente entre la FAI y los elementos más sindicalistas. Para contrarrestar el aumento de
la influencia anarquista, un grupo de 30 militantes muy respetados de la CNT hicieron público
en agosto de 1931 un manifiesto, en el cual se descalificaba la concepción de la revolución
como el trabajo de grupos reducidos, audaces y dedicados, y se afirmaba la necesidad de una
paciente construcción de las fuerzas sindicales. Los treintistas, que así fueron llamados, se
inclinaban por una orientación sindicalista más tradicional, subrayando la importancia de la
educación en lugar del “derroche” de huelgas revolucionarias. Por su parte la FAI estaba
decidida a desembarazarse de los líderes de la CNT a quienes consideraban un freno para el
movimiento revolucionario.
En cierta manera, este enfrentamiento era una continuación de las diferencias ideológicas y
estratégicas que habían dividido a la Confederación desde su fundación; división que, en
Cataluña, había atravesado a muchos sindicatos. Los anarquistas estaban implantados funda-
mentalmente en Barcelona, mientras que los sectores más sindicalistas y los comunistas
disidentes eran más numerosos fuera de la capital. En consecuencia, también es posible
explicar las divisiones en función de factores sociales, económicos y culturales específicos. La
base social de los anarquistas radicales estaba compuesta, en términos generales, por la mano
de obra no cualificada y no catalana residente en Barcelona. 88 Fue esta base social la que
sustentó el crecimiento de la influencia del sector más revolucionario de la CNT, como ya
había sucedido en los años veinte, y también determinó los parámetros de la actividad
anarcosindicalista en este período. No deja de ser muy significativo que los anarquistas no
lograsen imponerse en la dirección de la mayoría de los sindicatos implantados fuera de
Barcelona. El predominio de obreros inmigrantes y no cualificados en las asambleas de la
CNT celebradas en Barcelona fue objeto de comentarios hostiles por parte de los adversarios
de los anarquistas en el movimiento obrero. 89 No cabe duda que esos sectores desempeñaron
un papel importante en el ascenso de la FAI a posiciones dominantes dentro de los sindicatos
de Barcelona.
La composición de la base de la facción más moderada, o de tradición más sindicalista, es
igualmente relevante. La mayor implantación de esta tendencia fuera de Barcelona significa
que sus seguidores eran catalanoparlantes, aunque no necesariamente de origen catalán; pero
sobre todo se trataba de una mano de obra más estable, con empleo más duradero y
88
La dirección del BOC analizaba también de esta manera la composición de la base social del anarquismo.
Maurín había escrito en 1924 que “todos los militantes de los grupos anarquistas de Barcelona hablaban
castellano” y que la “gran mayoría son inmigrantes” (Maurín, L'anarchosyndicalisme... p.28); Victor Colomer
afirmaba por su parte, en 1933, que entre el ochenta y el noventa por ciento de los anarquistas de Barcelona eran
inmigrantes (V. Colomer, El anarquismo y la revolución [Barcelona 1933] p.7). Miravitlles describió a la FAI
como una organización “no catalana” (Miravitlles, Los obreros... p.33).
89
A modo de ejemplo véase: Miravitlles, Los obreros... y R. Vidiella, “Causes del desarrollo, apogeo y
decadencia de la CNT” Leviatán, febrero de 1935.
94

relativamente más seguro y con una tradición de lucha y de organización. 90 No es mera


casualidad que los sindicatos más importantes en los que los treintistas predominaban,
especialmente en Sabadell, fuesen también las secciones más sólidas de la CNT, las que
contaban con el número más alto de cotizantes de toda Cataluña. 91 En la misma Barcelona los
pocos focos consistentes de oposición a los anarquistas, en el sector industrial, estaban
generalmente entre los obreros más cualificados, como los de artes gráficas, metalúrgicos y
artesanos. Estos trabajadores no comulgaban demasiado con la acción directa y las huelgas
generales insurreccionales, métodos de lucha anarquistas. Las ideas revolucionarias, en
cambio, sí estaban muy difundidas entre muchos trabajadores opuestos a los elementos más
radicales. Incluso algunos de los futuros dirigentes treintistas habían militado en su tiempo en
grupos anarquistas, algunos en la FAI. 92 Sin embargo, la opinión generalizada de esta
tendencia era que un movimiento revolucionario requería preparación y un enfoque táctico,
junto con un trabajo cotidiano de corte más tradicionalmente sindical. Bloquistas y treintistas
compartían esta orientación “conservadora”.
La influencia del BOC dentro de la CNT se daba, en general, en sectores similares a los
controlados por los treintistas. Con pocas excepciones, los comunistas disidentes eran
dominantes en las organizaciones obreras más pequeñas, fuera de las comarcas de Barcelona.
El Bloc contaba también con un importante apoyo minoritario en los principales centros
industriales de alrededor de la capital catalana: Manresa, Sabadell y, sobre todo, en Terrassa.
El predominio bloquista o treintista en la CNT de algunas localidades era a menudo algo
arbitrario; valgan los ejemplos de Terrassa y del Sindicato Regional de Luz y Fuerza. Lejos de
Barcelona existía un entorno obrero influenciado por lo rural y, sobre todo, mucho más
sensible a la cuestión nacional. La hostilidad anarquista hacia todo lo relacionado con la
cuestión nacional dio al BOC más posibilidades de ganarse el apoyo de los trabajadores en las
localidades industriales de las comarcas catalanes. La oposición demostrada por Solidaridad
Obrera en diciembre de 1931 a la llamada “catalanización” de la CNT revela cual era la
actitud anarquista y contrasta claramente con la vehemente defensa bloquista de la lengua
catalana, y de los derechos nacionales en general. 93
Las relaciones entre los treintistas y los anarquistas más radicales se deterioraron más aún tras
el levantamiento del Alt Llobregat acaecido en enero de 1932, y en septiembre la Federación
Local de Sabadell fue expulsada de la CNT por negarse a pagar sus cotizaciones. A ésta
siguieron, durante los primeros meses de 1933, una serie de expulsiones y de abandonos de
sindicatos que apoyaron a la federación de Sabadell, proceso que desembocó en el primer

90
Vega, La CNT i els sindicats d’oposició... p.291; Aunque muchos dirigentes treintistas eran inmigrantes, la
mayoría llevaba bastante tiempo en Cataluña, (ibíd, p.779). Según el dirigente del PSOE catalán Rafael Vidiella,
los dirigentes de los treintistas eran catalanoparlantes, (“Causas del desarrollo, apogeo y decadencia de la CNT”
Leviatán febrero de 1935).
91
A. Balcells, “La crisis del anarcosindicalismo y el movimiento obrero en Sabadell entre 1930-1936” en
Trabajo industrial y organización obrera en la Cataluña contemporánea (1900-1936) (Barcelona 1974) p.204.
Casi todos los trabajadores de Sabadell estaban sindicados en la CNT. Además, las cuotas de afiliación eran tres
veces más altas que en Barcelona – 30 céntimos semanales en Sabadell y diez en Barcelona (Vega, La CNT i els
sindicats d’oposició... p.321).
92
ibíd, p.185.
93
Solidaridad Obrera 13.12.31; J. Sabater, Anarquisme i Catalanisme (Barcelona 1986) p.34. Aunque en las
asambleas de la CNT de Cataluña generalmente se hablaba en catalán, las actas se escribían en castellano, incluso
en lugares de amplia mayoría catalanoparlante, como Igualada. En contraste, la CNT de Sabadell recibió críticas
en el seno de la Confederación por utilizar en sus publicaciones el catalán y no el castellano, un idioma más
“internacional”, (Vega, La CNT i els sindicats doposició... pp. 318, 323).
95

Pleno Regional de los Sindicatos de Oposición de la CNT, celebrado en junio de ese mismo
año, que proclamó representar a 35 000 obreros, principalmente de las comarcas de Barcelona.
Aparte de los sindicatos de Sabadell, la oposición aglutinaba a otras importantes
organizaciones cenetistas, como las de Manresa y Mataró. 94 La gran mayoría de la poderosa
CNT de Valencia también se alineó con los treintistas. El nuevo grupo no era ideológicamente
homogéneo, pero reclamaba como propio el tradicional apoliticismo de la CNT y la
concepción anarcosindicalista según la cual las federaciones industriales constituían los
cimientos económicos de la futura sociedad libertaria. Al tiempo que se organizaban los
Sindicatos de Oposición, varios treintistas fundaban, en enero de 1933, la Federación
Sindicalista Libertaria (FSL). Al igual que la FAI, la FSL era una organización relativamente
pequeña; contaba con alrededor de 600 afiliados en 1933. 95 Asimismo, como el grupo
anarquista radical y pese a negarlo con vehemencia, la FSL actuaba como una suerte de ala
política en los sindicatos dominados por los treintistas.
El BOC no dudó, inicialmente, en alinearse con la FAI contra los treintistas, a quienes los
comunistas disidentes acusaron de representar a la “tendencia reformista” cuyo liderazgo de la
CNT sólo había “beneficiado a la contrarrevolución”. 96 Para el BOC, los anarquistas represen-
taban mejor que los treintistas el movimiento revolucionario históricamente necesario”. En el
aumento de la influencia de los anarquistas, el BOC vio un rechazo a la colaboración de la
dirección de la CNT con los republicanos pequeñoburgueses durante 1930 y principios de
1931. Incluso cuando los anarquistas comenzaron su ataque frontal para echar a los
comunistas disidentes de la CNT, el BOC continuó optando por lo que consideraba un mal
menor. La Batalla declaró, en septiembre de 1932, que la FAI constituía una influencia
negativa sobre la clase trabajadora debido a su “política catastrófica”, pero sus seguidores
tenían más “sentido de clase” y eran por ello preferibles a los treintistas, quienes eran “mil
veces peores” que los anarquistas. 97
Los treintistas habían desplegado una diligencia comparable a la de los anarquistas en cuanto a
procurar la exclusión de los comunistas disidentes de la CNT catalana, por lo que el BOC no
tenía razón subjetiva alguna para alinearse con ellos. La dirección del Bloc concluyó, a fines
de 1932, que existían pocas diferencias entre las dos facciones principales del
anarcosindicalismo. 98 Como comentó Miravitlles, “el factor más negativo de los treintistas es
su programa positivo, [mientras que] el factor más positivo de la FAI es su programa
negativo”. 99 Muchos sindicalistas del BOC, sin embargo, se encontraron colaborando, en las
actividades sindicales normales, con los treintistas yen contra de los patrones y de los
anarquistas. Los comunistas disidentes, en efecto, pronto se retractaron de su previa
evaluación positiva, aunque dentro de ciertos límites, de la FAI. Las actividades mismas de los
anarquistas fueron la causa de este cambio de opinión.
La CNT, influida por la FAI, multiplicaba sus refriegas violentas con el Estado. El dirigente
anarquista Juan García Oliver describió estos choques como la “gimnasia revolucionaria”
necesaria para formar a la clase obrera en el arte de la insurrección y para mantener vivos, al
94
Sindicalismo 9.6.33.
95
Vega, La CNT i els sindicats doposició... p.173.
96
Oposiciones Sindicales Revolucionarias, “La huelga general y las minorías”, Barcelona, septiembre 1931
(octavilla, IHMB); véase también, “El deber de la Confederación”, La Batalla 3.9.31; y “Significación política
del movimiento” ibíd, 10.9.31.
97
“La FAI, los Treintistas y la ERC”, ibíd 29.9.32.
98
Véase la declaración del Comité Central del BOC, “El BOC ante la crisis de la CNT”, ibíd 15.12.32.
99
J. Miravitlles, Per què sóc comunista (Barcelona 1932) p. 29.
96

mismo tiempo, sus sentimientos revolucionarios. El año 1933 comenzó con otro conato de
levantamiento, cuando la FAI, aprovechando una convocatoria de huelga por parte de los
trabajadores ferroviarios, trató de organizar un levantamiento revolucionario general. La CNT
consideró necesario abdicar de cualquier responsabilidad por la debacle resultante. El intento
de alzamiento provocó un aumento de la represión gubernamental y el subsiguiente
debilitamiento del movimiento sindical. Esta última derrota, sin embargo, no disuadió a los
elementos anarcosindicalistas más radicales. La crisis social y económica generalizada y la
decepción con la República provocaron, en 1933, una radicalización de sectores de la clase
obrera. Ese año, el número de huelgas – y también el de atentados – alcanzó las cotas más
altas. Estas movilizaciones estuvieron acompañadas de una intensa campaña cenetista contra
la “dictadura” de Azaña y contra los principales enemigos de la CNT, los socialistas. Toda
esta agitación febril, en lugar de fortalecer la posición de los anarcosindicalistas, llevó a su
progresivo declive. La represión se hizo sentir con dureza: a mediados de 1933, alrededor de 9
000 militantes de la CNT estaban encarcelados y la prensa cenetista padecía suspensiones
frecuentes.
El Pleno Regional de Cataluña de marzo de 1933 afirmó representar a 208 821 afiliados, las
dos terceras partes de la militancia que la CNT se había atribuido en 1931. 100
Significativamente, dado el aumento de la oposición durante los años precedentes, no hubo
representantes de fuera de la provincia de Barcelona. Incluso en la misma Barcelona, plaza
fuerte de la organización, el número de afiliados, se había reducido, a principios de 1932, de
162 000 a 72 000. 101 Además, el número real de afiliados de la Confederación era menor que
el proclamado por el Pleno. Según un antiguo dirigente anarcosindicalista, Ramón Magre,
quien se había integrado en el BOC en 1932, a mediados de 1933 la CNT había perdido el
60% de sus afiliados cotizantes a escala estatal y el 75% en Cataluña. 102 En Barcelona, según
el hijo de Salvador Seguí, en noviembre de 1932 sólo quedaban 23.800 afiliados cotizantes. 103
El “aventurerismo” de la FAI, así como su persecución de toda oposición en el seno de la
CNT, llevó a que el BOC endureciese su actitud hacia los anarquistas. Para el Bloc, el
levantamiento de enero de 1933 mostró de manera inequívoca la “incapacidad absoluta del
anarquismo como fuerza revolucionaria”. El alzamiento había carecido de una organización
eficaz y de objetivos claros; para colmo de males, las autoridades, según el BOC, habían
tenido conocimiento previo de la planeada insurrección. 104 Cada vez más, los bloquistas iba
considerando a los militante de la FAI como “agentes provocadores”, que no sólo
perjudicaban a la causa revolucionaria sino que además abrían paso a la contrarrevolución. El
BOC acusó a los anarquistas de negarse a reconocer que las “ilusiones democráticas” aún
perduraban entre muchos trabajadores. En un momento en que era necesario fortalecer la
organización sindical, los anarquistas se dedicaban a destruirla; La Batalla escribió, tras la
violenta interrupción de una reunión de la FSL perpetrada por la FAI en abril de 1933, que “su

100
Confederación Regional del Trabajo de Cataluña, Memoria del Pleno Regional de Sindicatos Únicos de
Cataluña. Celebrado en Barcelona del S al 13 de marzo de 1933 (Barcelona 1933).
101
Cultura Libertaria 1.12.32.
102
R. Magre, “Movimiento sindical de masas, movimiento sindical de partido”, La Batalla 27.7.33.
103
Citado en N. Jones, “Regionalism and revolution in Catalonia”, in P. Preston (ed.) Revolution and War in
Spain 1931-1939 (Londres 1984) p.95. Ya incluso en junio 1931, el periódico de la CNT de Sabadell informaba
que de los 130.000 afiliados que la Confederación tenía en Barcelona solamente 20.000 habían pagado sus cuotas
(Vertical 18.6.31).
104
“Después del golpe de la FAI. ¡No hay que jugar con la revolución!”, La Batalla 12.1.33.
97

fanatismo, digno de una secta, está dividiendo a la CNT y reduciéndola a la impotencia”. 105
Pronto el BOC alegó que la FAI no sólo había ayudado objetivamente a la derecha, sino que,
incluso conscientemente, se había alineado con ésta contra la República. El alzamiento de
1933 coincidió con el inicio de una política de obstrucción sistemática de la actividad
parlamentaria por parte de los diputados de la derecha. La abortada convocatoria de una
huelga general de 48 horas por parte de la CNT en mayo de 1933, también fue denunciada por
su coincidencia con “maniobras de la contrarrevolución” dirigidas a desencadenar un “ataque
decisivo” contra la izquierda. 106 La Batalla, dos meses después, habló de una “triple ofensiva”
por parte de la contrarrevolución, cuyos componentes eran las maniobras de la derecha
reaccionaria, tanto dentro como fuera del parlamento, y, desde el punto de vista objetivo, las
actividades de la FAI. El BOC declaró que no cabía duda de que había que acabar con el
gobierno republicano-socialista, pero no para reemplazarlo por uno encabezado por Maura y
Lerroux. 107
El traspaso a Solidaridad Obrera de la antigua imprenta del periódico monárquico El
Imparcial, cedida en noviembre de 1933 por su propietario, el notorio conspirador Juan
March, confirmó a ojos del BOC sus agrias acusaciones acerca de papel “más o menos
consciente de agentes de la contrarrevolución” desempeñado por los anarquistas. El BOC
lanzó ahora ataques aún más frenéticos contra la FAI, cuyo “antimarxismo” comparó con el de
“Lerroux, Maura, Gil Robles y Sanjurjo”. El nuevo diario del BOC, Adelante, declaró que “los
peores reaccionarios juntos no han hecho en los dos años y medio que llevamos de República
tanto daño al proletariado como [lo ha hecho] la FAI”. El BOC insistió en que las
“provocaciones” y la irresponsabilidad de los anarquistas podían abrir el paso al fascismo. Las
revelaciones acerca de un supuesto complot tramado por antiguos miembros de los Sindicatos
Libres integrados en la FAI para asesinar a dirigentes obreros como Maurín, Arquer, Pestaña y
Vidiella agudizaron estos temores. El peligro de que elementos anarquistas evolucionasen
hacia posiciones fascistas quedó ilustrado por el caso de Álvarez de Sotomayor. Este antiguo
dirigente de la FAI de Madrid se había integrado en las Juntas de Ofensiva Nacional-
Sindicalistas de Onésimo Redondo, de carácter fascista. 108
Estos violentos debates no eran prerrogativa exclusiva del BOC y los anarquistas no se
limitaban a los ataques verbales solamente. Como había ocurrido durante las elecciones
catalanas de noviembre de 1932, las irrupciones anarquistas en mítines del BOC y los ataques
físicos contra militantes bloquistas se tornaron frecuentes. 109 No es sorprendente que, en tales
circunstancias, el Bloc tuviese poco éxito en la empresa de ganarse a militantes
anarcosindicalistas para la causa comunista. Sus intentos por diferenciar a la FAI de las bases
de la CNT, así como de “los muchos anarquistas respetables” no sirvieron de mucho. 110

105
“Fascismo – Faísmo”, ibíd 20.4.33.
106
Véase la octavilla, Comité Ejecutivo. Bloque Obrero y Campesino, Federación Comunista Ibérica, “Ante la
Huelga General decretada por la FAI” 9.5.33. (IMHB).
107
“La fase actual de la revolución española. Tesis política”, La Batalla 5.5.33; “Un conato de golpe de estado.
La ida y vuelta del Gobierno Azaña”, ibíd 15.6.33.
108
Adelante 7.11.33, 18.11.33, 19.11.33.
109
Al menos tres mítines electorales del BOC fueron boicoteados, con especial violencia el que el partido
organizó en Poble Nou, barrio conocido como feudo anarquista (La Batalla 17.11.32); cuatro meses antes otro
mitin del BOC había sido también boicoteado en el mismo barrio (ibíd 7.7.32).
110
Véase el artículo de Ramon Magre en La Batalla 7.9.33. Además de Magre, antiguo miembro del comité de
redacción de Solidaridad Obrera y dirigente del Sindicato Culinario de Barcelona, otros dos anarcosindicalistas
destacados se afiliaron al BOC durante 1932, Manuel Prieto, uno de los dirigentes de la sublevación del Alt
98

En dos años, desde que el BOC exhortó a la CNT a tomar el poder hasta las virulentas
acusaciones ahora lanzadas contra la organización, los dirigentes del Bloc parecían haber
recorrido un largo camino. Sin embargo, a finales de 1934, Maurín afirmó que en 1931 y 1932
la FAI había desempeñado el mismo papel que, objetivamente, los bolcheviques habían
desempeñado en 1917. El problema radicaba en que subjetivamente los anarquistas constituían
“una fuerza ciega”, la “antítesis de los bolcheviques”, carentes de doctrina, táctica, estrategia y
dirigentes. 111 Habida cuenta de la cadena de derrotas sufrida por la CNT catalana en este
período, no es difícil comprender por qué los comunistas disidentes comenzaron no sólo a
descartar el potencial revolucionario de la organización, sino también a subestimar la
influencia anarcosindicalista sobre la clase obrera organizada. Era comprensible que se
caracterizase a la FAI como a una minoría no representativa que ejercía una virtual dictadura
sobre la CNT. Pese a que los anarquistas abogaban por un control democrático directo dentro
de los sindicatos, es posible que en la CNT de Barcelona todas las decisiones concernientes a
los sindicatos locales, así como a los Comités Regional y Nacional, las tomasen, como
máximo, tan sólo unos 500 militantes. 112 Según cálculos de la misma FAI, ésta contaba, en
Cataluña, con 1 400 militantes en octubre de 1933, un número sorprendentemente reducido.
Los militantes de la FAI, sin embargo, estaban organizados en 206 “grupos de afinidad”, lo
cual quizás explica la influencia de la FAI pese a lo escaso de su militancia.113 Más importante
es que las ideas anarquistas, o anarcosindicalistas, y sus métodos seguían, claramente,
contando con la simpatía de gran parte del proletariado barcelonés. El BOC se equivocaba por
completo al adscribir los “males” de la influencia anarquista exclusivamente a las
maquinaciones de la FAI, ya que la difusión del anarquismo sobrepasaba en mucho las
fronteras de la pequeña organización faísta.
La creciente hostilidad del BOC hacia los anarquistas durante los años 1932 y 1933 no sólo
fue resultado de las tácticas de la FAI, consideradas por los bloquistas como desastrosas.
Después de la Conferencia de Tarragona de junio de 1932, la batalla dentro de la CNT
catalana entre anarquistas y bloquistas por el control de una serie de sindicatos continuó al año
siguiente. Tras una serie de derrotas y de victorias en muchas de las agrupaciones locales
cenetistas más pequeñas, la lucha surgió con virulencia en el bastión anarcosindicalista de
Barcelona, principalmente en el Sindicato Mercantil, en el Sindicato de Artes Gráficas y en el
Sindicato Fabril y Textil. 114
La base más sólida de los comunistas disidentes en Barcelona la componían, sobre todo, los
dependientes y oficinistas mal pagados del sector mercantil. El Sindicato Mercantil, ya desde
su fundación en 1918, promovida por la CNT, no había demostrado nunca mucho entusiasmo
por la doctrina anarquista; además el primer intento de organizar un sindicato de la CNT duró
poco entre los trabajadores mercantiles. 115 Este sector era generalmente la base social urbana

Llobregat, y Ramón García, de la CNT de Huesca.


111
Maurín, Revolución y contrarrevolución... pp.104-105.
112
En Vega, La CNT i els sindicats… (pp.312-318) se analiza detalladamente la poca representividad de la
Federación Local de Barcelona de la CNT.
113
De una afiliación total de la FAI de 4 839 (J. Gómez Casas, Historia de la FAI [Madrid 1977] p.157). Según
recoge Miravitlles, Durruti declaró en 1931 que la FAI contaba con 2.000 afiliados en España U. Miravitlles, De
Jaca a Sallent [Barcelona 1932] p.133).
114
Entre otros militantes destacados del BOC expulsados de las direcciones de sindicatos de la CNT de Barcelona
se encontraban Josep Coll, del Sindicato de la Construcción, Josep Doménech, del Sindicato de la Metalúrgia y
Ramon Cos, del Sindicato de la Madera.
115
J. Arquer, El proletariat mercantil i la consciéncia de clase (Barcelona 1935) pp.8-9; D. Martínez Fiol, Daniel
Domingo Montserrat (1900-1968). Entre el marxisme i el nacionalisme radical, (Barcelona 2001) p.153.
99

del nacionalismo de izquierdas. La tendencia de los trabajadores mercantiles a sentirse


separados del proletariado industrial en la estructura social encontraba su reflejo en la falta de
interés de los anarcosindicalistas por estos trabajadores, porque no los consideraba
“verdaderos proletarios”. La limitada implantación de las organizaciones marxistas en
Cataluña a menudo se daba entre los trabajadores de este sector. Así había sucedido con el
PCC, muchos de cuyos militantes habían desempeñado un papel destacado en la
reorganización del Sindicato Mercantil entre 1929 y 1930. 116 Casi inmediatamente después de
su reorganización, surgió el enfrentamiento, que iba a prolongarse durante dos años, entre la
dirección sindical, en manos de los comunistas disidentes, y los anarcosindicalistas por el
control del sindicato. La CNT trató de desautorizar a la dirección del sindicato invocando los
Acuerdos de Madrid: Jordi Arquer, antiguo dirigente del PCC, había sido candidato electoral y
formaba parte de la dirección del sindicato. El BOC, por su parte, consiguió hacer valer la
“libertad de tendencias” dentro del sindicato y se negó a aceptar las sanciones de la CNT. La
situación empeoró debido a la costumbre anarcosindicalista de hacer participar en las
asambleas del Sindicato Mercantil a trabajadores de otros sectores, como el de la construcción,
para tratar de derrotar a sus rivales. 117
Los conflictos internos culminaron en una tumultuosa e incluso violenta asamblea, celebrada a
principios de septiembre de 1932, donde se renovó el apoyo a la dirección filobloquista. 118 En
respuesta, los anarcosindicalistas crearon una junta rival que proclamó ser la junta de dirección
“oficial” del sindicato. La mayoría de los afiliados del Sindicato Mercantil se mantuvieron
fieles a la dirección emanada de la asamblea, con lo cual, en la práctica, comenzó la existencia
de dos Sindicatos Mercantiles. El sindicato liderado por el BOC fue expulsado de la CNT en
el Pleno Regional de Cataluña de marzo de 1933. 119 La influencia del sindicato rebelde entre
los oficinistas y dependientes iba más allá de los 2 000 afiliados con los que aproximadamente
contaba. 120 Pronto, el sindicato dominado por el BOC iba a encabezar un importante
movimiento en el que participaron decenas de miles de trabajadores mercantiles en la zona de
Barcelona a lo largo de los tres años siguientes.
Al tiempo que se desarrollaba la lucha dentro del Sindicato Mercantil, los comunistas
disidentes también luchaban para conservar su influencia dentro del Sindicato de Artes
Gráficas de la CNT barcelonesa. Las divisiones en este sindicato tenían el elemento añadido
de una división entre trabajadores cualificados, más próximos al BOC, y trabajadores no
cualificados, más proclives a los anarquistas. Mientras que la mayoría de los dirigentes

116
Se reorganizó con el nombre Associació de Dependents del Comerç; posteriormente se reconstituyó como
Sindicato Mercantil (2 de octubre 1930), y finalmente reingresó en la CNT. La primera junta del Sindicato
Mercantil reorganizado estuvo formada por Jordi Arquer, Daniel Domingo Montserrat, Doménec Ramon y Josep
Soler, entre otros, todos destacados militantes del PCC – (Treball 18.10.30, 24.10.30).
117
Entrevistas con Manel Alberich 6.12.84 y Martí Sans Orenga 30.1.85. Según el BOC, elementos anarquistas,
principalmente de los Sindicatos de la Construcción y de la Madera, habían acudido a las asambleas del Sindicato
Mercantil, (La Batalla 22.6.33).
118
Ibíd 8.9.32.
119
Confederación Regional... Memoria del Pleno Regional... marzo de 1933 p.20.
120
Se dispone de los siguientes datos de afiliación del Sindicato Mercantil, de fiabilidad relativa (frecuente en la
época) sobre todo en lo que hace a 1931: en agosto de 1931, La Batalla (13.8.31.) informó que el sindicato ya
había distribuido 4.700 carnets; según Solidaridad Obrera (8.12.31.) la delegación del Sindicato Mercantil a la
Conferencia Regional de la CNT representó a 7.500 afiliados. Después de la escisión, el número de afiliados del
sindicato cenetista se quedó en 1000, según el informe del Pleno Regional de marzo 1933 (Confederación
Regional.., Memoria del Pleno Regional...marzo de 1933); según el BOC, el sindicato disidente tenía 1.800
afiliados en abril de 1934 (La Batalla 20.4.34).
100

comunistas del Sindicato Mercantil habían sido militantes del PCC, en la industria tipográfica
la FCC-B siempre contó con un núcleo sólido. Varios de los dirigentes del sindicato, que se
reconstituyó en mayo de 1930, eran conocidos militantes de la FCC-B. 121
Tanto la influencia del BOC entre los trabajadores cualificados de las artes gráficas como su
implantación en el sector mercantil reflejaban la naturaleza de su base social en Barcelona.
Los trabajadores de las artes gráficas siempre habían tenido un papel relevante en el
movimiento obrero internacional; en España se destacaron en la fundación del PSOE y de la
UGT. En Barcelona los socialistas también controlaban varios sindicatos minoritarios del
sector de las artes gráficas de la ciudad. Si bien la mayoría de los tipógrafos organizados lo
estaban en la CNT, la existencia de una importante minoría marxista denota que los
trabajadores cualificados eran menos proclives al anarquismo.
Durante los tres años siguientes, el Sindicato de Artes Gráficas estuvo controlado,
intermitentemente, por los comunistas disidentes o por los anarquistas, según el grupo que
lograse imponerse en las luchas internas que se libraban. Aunque los anarquistas trataron de
usar los Acuerdos de Madrid como arma contra varios militantes del BOC que habían sido
candidatos en las elecciones de 1931, la lucha por el control del sindicato dependía, en última
instancia, del número de seguidores que cada uno de los grupos lograse movilizar entre una
asamblea y la siguiente. En junio de 1933, el sindicato ya contaba con dos juntas enfrentadas
entre sí, una dominada por el BOC y la otra por los anarquistas, cada una de las cuales se
proclamaba la legítima. La junta directiva encabezada por el Bloc había despertado las iras de
la CNT con sus duras críticas a la controvertida huelga general de 48 horas convocada en
mayo de 1933. 122 La huelga que durante cuatro meses mantuvieron los administrativos de
Solidaridad Obrera, apoyada tanto por los bloquistas como por los treintistas, contribuyó a
enrarecer aún más el ambiente dentro del Sindicato de Artes Gráficas. 123 Los anarquistas, por
su parte, enfurecieron al BOC al no permitir que se desarrollase ningún debate en las
asambleas del sindicato en las que los rivales de aquellos fuesen mayoritarios. Además, como
sucedía con el Sindicato Mercantil, los bloquistas acusaron a los anarquistas de infiltrar en las
asambleas de los tipógrafos a trabajadores de otros sectores.
Esta situación no podía prolongarse; los tipógrafos bloquistas, apoyados por algunos
treintistas, finalmente decidieron formar un nuevo sindicato. Este grupo proclamó que el
nuevo sindicato iba a estar exento de toda “injerencia partidista”, que sería “completamente
democrático”, “con una administración honesta” y abierto a la participación de todos los
trabajadores del sector independientemente de su ideología, “siempre que fuese
anticapitalista”. La fundación del Sindicato de Industrias Gráficas y Similares, a principios de
septiembre de 1933, fue descrita no como una escisión en las filas del sindicato de la CNT,
sino que se presentó como un “reagrupamiento” al que la oposición se había visto obligada por

121
Treball 31.5.30. Entre los militantes de la FCC-B con un papel destacado en el Sindicato de Artes Gráficas
estuvieron Pere Bonet, Adolfo Bueso, Joaquín Olaso, Joaquín Pijoan, Ginés Sagrera y Acrato Vidal. Pijoan y
Olaso abandonaron la Federación en 1931, con el grupo de Arlandis, y se afiliaron de nuevo al Partido
Comunista.
122
La Batalla 8.6.33, 22.6.33.
123
La huelga había comenzado en julio en solidaridad con dos trabajadores, Lino y Badori, despedidos el 29 de
mayo; el primero, acusado de haber agredido a otro afiliado del sindicato, anarquista, durante un mitin de la FSL,
y el segundo de robar muebles de las oficinas del periódico. Según el BOC, se perseguía a los dos trabajadores
por su oposición a los anarquistas (Lino era administrador del periódico treintista Sindicalismo). En La Batalla,
entre 6.7.33. y 2.11.33, apareció regularmente información sobre la huelga y sobre los intentos de introducir la
discusión sobre este conflicto en otros sindicatos.
101

el sectarismo de la CNT. 124 La gran mayoría de los tipógrafos de Barcelona continuaron en la


Confederación, pese a las repercusiones negativas de las luchas intestinas de ésta y su
generalizado declive. Según fuentes cenetistas, su Sindicato de Artes Gráficas había perdido
en 1933 al menos el 50% de los 8 000 militantes que había tenido en 1931. 125 El sindicato
anarcosindicalista, pese a estas pérdidas, seguía superando ampliamente al recién fundado
Sindicato de Industrias Gráficas, el cual, un año después de su creación, contaba con poco más
de 200 afiliados. 126 La importancia del sindicato filobloquista radicaba en la especial
influencia estratégica que su militancia tenía en el sector gráfico. Compuesto principalmente
por trabajadores cualificados, el nuevo sindicato iba a poder gozar de una relativa influencia
en su sector de Barcelona.
La lucha más encarnizada entre la FAI y sus enemigos se desarrolló en la industria textil. Éste
era el sector industrial de la ciudad que concentraba al mayor número de trabajadores y
constituía, junto a la construcción y los transportes, la base social más importante de la CNT.
Muchos de los líderes destacados de la FAI eran dirigentes del Sindicato Fabril y Textil.
Incluso lo consideraban casi como su feudo personal y eran, por lo tanto, especialmente
sensibles a toda forma de oposición. Era inevitable que los conflictos que aquejaban a la CNT
en 1933 repercutiesen también en este sector. Según sus propias fuentes, el Sindicato Fabril y
Textil había perdido un tercio de los 30 000 afiliados con los que había afirmado contar dos
años antes. 127 El descontento estalló, al igual que en el Sindicato de Arte Gráficas, en torno a
la convocatoria de huelga general de mayo de 1933, tras la cual militantes de la CNT de varias
fábricas se negaron a pagar sus cuotas. Muchos habían secundado la huelga por disciplina
sindical pero no por convicción. El BOC, que ya había abandonado toda esperanza de
reformar a la CNT, aprovechó las protestas para establecer, junto a varios treintistas, una
comisión encargada de organizar un sindicato por separado.
El nuevo Sindicato de Trabajadores de la Industria Fabril y Textil de Barcelona se fundó
formalmente en julio de 1933 y pronto reunió a 2 000 afiliados aproximadamente. 128 La FAI
reaccionó airadamente a esta invasión de su territorio y a lo largo de los cuatro meses
siguientes realizó una campaña con el objetivo de destruir al nuevo sindicato. Varios líderes
treintistas y del BOC sufrieron agresiones físicas. En varias fábricas, la CNT llegó a organizar
huelgas para tratar de obligar a los patrones a despedir a quienes habían osado afiliarse al
sindicato de los renegados. Para defenderse de posibles agresiones, algunos activistas del
nuevo sindicato acudían al trabajo armados. 129 El nuevo sindicato siguió creciendo; hacia
finales de año, y pese a que los anarquistas afirmaron que muchos obreros textiles pronto
habían retornado a las filas cenetistas, contaba ya con grupos en muchas fábricas. El de la
CNT seguía siendo mucho mayor que el nuevo sindicato, pero la misma existencia de éste era
una espina clavada en el flanco de la FAI y constituía un síntoma de que el control de los

124
La Batalla 17.8.33, 14.9.33; Sindicalismo 26.8.33, 22.9.33.
125
Solidaridad Obrera 8.12.31; Confederación Regional..., Memoria del Pleno...
126
Según el “Cens Electoral Social”, Bulletí Oficial de la Generalitat de Catalunya 26.7.34, el Sindicat
d'Indústries Gràfiques i Similars tenía 211 afiliados a mediados de 1934.
127
Solidaridad Obrera 8.12.31., Confederación Regional.., Memoria del Pleno...
128
Comisión Organizadora, “A todos los obreros de la Industria Fabril y Textil y su radio” Sindicalismo 23.6.33;
J. Mullerat, “La actividad sectaria y matonesca de la FAI”, La Batalla 14.9.33. Según fuentes de la CNT, en
septiembre 1933, el sindicato opositor tenía 400 afiliados y el sindicato “oficial” 7.000 (Vega, La CNT i els
sindicats d’oposició... p.614).
129
En la fábrica de Blanqueigs i Aprests Benguerel, militantes de la FAI denunciaron ante el empresario el hecho
de que el antiguo presidente del Sindicato Fabril y Textil de la CNT, Josep Fígols, llevaba una pistola mientras
estaba en la fábrica trabajando (ibíd p.614).
102

anarcosindicalistas sobre el movimiento obrero de Barcelona se estaba debilitando.


En el resto de Cataluña, surgieron enseguida conflictos entre el BOC y los anarquistas en el
seno de los sindicatos ferroviarios y de luz y fuerza. Dentro la Federación Nacional de
Industrias Ferroviarias (FNIF) de la CNT, los comunistas disidentes sólo contaban con el
apoyo de las secciones locales de Tarragona y de Lleida, donde el Bloc había conservado una
base Sindical desde la época de La Señal. Al igual que había sucedido en otros
sindicatos, no pasó mucho tiempo antes de que la FAI iniciase la persecución de la oposición:
primero se expulsó al viejo militante bloquista de Barcelona Teófil Zayuelas, y después por
protestar contra esta medida a Joan Farré y a Francesc Pelegrí, dirigentes de la organización de
ferroviarios de Lleida. 130 El sindicato ferroviario de Lleida trató de que se anulasen las
expulsiones, gestiones que resultaron infructuosas por lo que finalmente, en noviembre de
1932, el sindicato votó a favor de separarse de la CNT y de formar una organización
autónoma. 131 Mientras tanto, la Confederación también había expulsado a la sección sindical
ferroviaria de Tarragona por haber apoyado a la Federación Local de Sindicatos alineada con
el BOC. Con la esperanza de beneficiarse del creciente desorden que reinaba dentro de la
FNIF, que había perdido más de 50% de sus militantes en Cataluña desde 1931, estos dos
núcleos decidieron establecer un nuevo sindicato autónomo dentro de la Compañía de
Ferrocarriles del Norte y en junio de 1933 relanzaron La Señal. 132 Las posiciones de los
bloquistas gozaban de la simpatía de muchos trabajadores que, sin embargo, se mostraron
reticentes a afiliarse a un nuevo sindicato independiente. Pese al limitado apoyo recibido, los
bloquistas prosiguieron con sus planes y un año después establecieron en Lleida el Sindicato
Ferroviario del Norte. Joan Farré, dirigente de los ferroviarios leridanos desde los años veinte,
fue elegido presidente del sindicato, que pronto proclamó contar con 400 afiliados. 133 Antes de
que pudiese presentar batalla a sus rivales socialistas y anarquistas, el nuevo Sindicato
Ferroviario del Norte fue suspendido, tras los sucesos de octubre de 1934.
También en los Ferrocarrils de Catalunya de Barcelona cundía la insatisfacción con la
dirección cenetista y tras el fallido alzamiento de enero de 1932, los militantes habían
comenzado a darse de baja del sindicato. La situación empeoró cuando se eliminó de la
dirección del sindicato a tres dirigentes que habían sido deportados tras los sucesos de enero,
Juan Navarro, Vicente Acín y Rafael Martí, destituidos por haber intervenido en el mitin
organizado por del BOC en Barcelona para celebrar el primero de mayo. 134 Tras la rápida
desintegración de la CNT de los Ferrocarrils de Catalunya, los militantes del BOC participaron
en la creación de un nuevo sindicato, el Sindicato Profesional de Empleados de los
Ferrocarriles de Cataluña, fundado en junio de 1933 con el apoyo de casi la mitad de los 400
trabajadores de la compañía. 135
Entre los trabajadores ferroviarios de la capital catalana empleados por otras compañías más
grandes los bloquistas no tuvieron mucho éxito. Tanto la CNT como la UGT eran bastante
fuertes en ese sector. El sindicato ferroviario de los anarcosindicalistas seguía siendo un
adversario poderoso, pese a que muchos de los 8 000 afiliados que había declarado tener en

130
Vía Libre 1.1.32; La Batalla 1.5.32.
131
El País 29.11.32.
132
La Batalla 20.4.33, 8.6.33.
133
ibíd, 30.6.34; Frente Norte 1.10.34.
134
La Batalla 19.5.32.
135
Adelante 6.1.34; Según el “Cens Electoral Social” de la Generalitat (Bulletí Oficial de la Generalitat de
Catalunya 26.7.34), el nuevo sindicato tenía 184 afiliados.
103

1931 se habían dado de baja. El sindicato socialista del sector contaba con 1 807 afiliados en
1934. 136
A diferencia de sus modestos logros en el sector ferroviario, la actuación del BOC en el
Sindicato Regional de Luz y Fuerza de la CNT tuvo una incidencia mucho mayor. Aunque en
Barcelona el sindicato de este sector se había visto profundamente debilitado —en agosto de
1933 tan sólo el 20% de los afiliados pagaban sus cotizaciones —, fuera de Barcelona la
organización había resistido 137 y al igual que sucedía con muchos sindicatos cenetistas locales,
el descontento con la dirección anarquista de Barcelona iba en aumento. Durante 1933, las
secciones locales del sindicato comenzaron a actuar de manera prácticamente independiente
de la CNT. La organización rebelde de los trabajadores del sector energético, tras haber
celebrado su propio Pleno Regional, decidió presentar a la patronal una serie de
reivindicaciones sobre las condiciones laborales. La dirección de la CNT se negó a apoyar
estas reivindicaciones aduciendo que eran “reformistas” y condenó la decisión del Pleno de
formar un frente único con otros sindicatos del sector. 138 Las secciones locales, con el apoyo
de algunos afiliados de la capital, decidieron hacer caso omiso de esos ataques y organizaron,
en octubre de 1933, su propio Comité Regional. La CNT reaccionó con la expulsión de 17
subsecciones que habían dado su apoyo al nuevo Comité; los 2 600 afiliados de éstas
constituían casi la totalidad de los afiliados del sindicato del sector fuera de Barcelona. 139
Aunque la CNT acusó a los disidentes de ser treintistas, en realidad fueron militantes del
BOC, como Josep Morlans en Lleida, Eduard Emperador en Reus y Lluís García en Valls,
quienes aportaron el liderazgo político. 140 El comité rebelde, además, se había negado a unirse
a los Sindicatos de Oposición treintistas porque, al haber aceptado éstos los Acuerdos de
Madrid, consideraban que “no se diferenciaban de la FAI”. Las secciones expulsadas
finalmente se organizaron y fundaron, en febrero de 1934, un sindicato autónomo, el Sindicato
Regional de Luz y Fuerza de Cataluña. 141 La creación de este sindicato significó un aumento
de la influencia de los comunistas disidentes en Cataluña, no sólo porque fuera de Barcelona
pocos rivales pudieran medirse con el nuevo sindicato en su ramo, sino también por la gran
importancia económica que revestían los sectores del gas y la electricidad. La nueva
organización de trabajadores de este sector iba a adquirir protagonismo al poco tiempo.
En el resto de Cataluña, el poder sindical del BOC siguió aumentando durante 1933. Los
informes que llegaban de las tres capitales provinciales afirmaban que las federaciones locales
seguían expandiéndose tras su expulsión de la CNT. Asimismo, el Bloc comenzó a consolidar
su influencia en algunos sindicatos de las comarcas de Barcelona, especialmente en Terrassa,

136
Confederación Regional del Trabajo de Cataluña, Memorias de los comicios de la regional catalana 2-4.8.31
(Barcelona 1931) p. 52; “Cens Electoral Social” Bulletí Oficial de la Generalitat de Catalunya 26.7.34. Parece
ser que en 1934, si no antes, los pocos ferroviarios barceloneses del BOC se afiliaron a la UGT; algunos, como
Jaume Clúa, Bartolomé García, Ramón Tasis y Francisco Coratalá ocuparon cargos de responsabilidad en la
Sección de Estaciones del sindicato socialista (La Batalla 7.7.34).
137
La Batalla 3.8.33.
138
ibíd; Solidaridad Obrera 10.8.33.
139
Adelante 24.10.32, 12.1.34.
140
Solidaridad Obrera 30.9.33. Morlans había sido uno de los fundadores de la Joventut Esquerrana, Emperador
fue dirigente de la CNT de Reus y García era el presidente del BOC de Valls.
141
El nuevo sindicato afirmaba tener 2.100 afiliados, y secciones en los siguientes lugares: Barcelona, Capdella,
Granollers, Lleida, Manresa, Mataró, Molinos (sic), Pobla de Segur, Reus, Sabadell, Sant Cugat, Santa
Margarida, Terrassa, Tremp, Valls, Vic y Vilanova i la Geltrú. La CNT caracterizó al nuevo sindicato como
represente de apenas 400 “jefes y encargados” (“Pleno Regional del Sindicato de Luz y Fuerza de Cataluña” 3-
5.2.34., Adelante 6.2.34; ibíd 6.3.34).
104

donde se desarrollaba un proceso similar al que tenía lugar en los otros importantes centros
industriales cercanos a Barcelona. En el caso de Terrassa, la oposición a la FAI no estaba
encabezada por los treintistas sino por el BOC. Al igual que en Barcelona, en Terrassa la
principal base social de los comunistas disidentes desde los años veinte estaba compuesta por
el Sindicato de Artes Gráficas local, afiliado a la CNT, y por los oficinistas y dependientes
organizados en su propio sindicato autónomo, la Asociación de Empleados y Técnicos. El
presidente del Sindicato de la Metalurgia de la CNT local, Francesc Vidal, también era
militante del BOC. 142 El avance más importante logrado por el Bloc surgió a raíz del
descontento que cundió con los anarquistas en el sector de los géneros de punto, cuya mano de
obra era mayoritariamente femenina. El descontento llevó a la fundación, en junio de 1933,
del Sindicato de Industrias de Géneros de Punto, el cual reconoció “de una manera explícita el
principio de la democracia sindical y de la libertad de tendencias” y al que se afiliaron 1.500
trabajadores. 143 Los treintistas participaron en la constitución de este sindicato, pero su
creación favoreció sobre todo al BOC, ya que iba a representar un importante avance hacia el
liderazgo bloquista de una minoría significativa del movimiento obrero local. 144 En Sitges los
militantes del PCC habían contribuido a reorganizar, en 1930, el sindicato más importante del
lugar, el sindicato de zapateros. Tras su inicial afiliación a la UGT, donde estaban integrados
casi todos los sindicatos de Sitges, el sindicato se había pasado a la CNT. 145 Al igual que otros
sindicatos disidentes de Cataluña, tras la huelga general de mayo de 1933, el Sindicato Único
de Constructores de Calzado se dio de baja de la CNT, con la cual la Confederación se vio
privada de la única base social con lo que contaba en Sitges. 146
Durante todo el año siguiente al Congreso de Tarragona organizado por los sindicatos
disidentes, el BOC defendió oficialmente el trabajo dentro de la CNT. A finales de mayo de
1933, Ramón Magre seguía escribiendo en La Batalla que aún había tiempo para “construir un
gran sindicato sobre las ruinas de la CNT”. 147 Sin embargo, ya entonces, las posibilidades de
ganar posiciones dentro de la CNT eran muy escasas. Hacía ya tiempo que los grupos de la
OSR habían dejado de actuar y los tardíos llamamientos de la dirección del BOC a que
“intensificasen su propaganda” dentro de la Confederación carecían de eco. Miguel Ferrer, el
secretario de organización del partido, informó al Tercer Congreso del BOC (el primero de la
FCI), celebrado en junio de 1933, que muchos militantes del BOC habían cesado de trabajar
dentro de los sindicatos debido al “intolerable sectarismo” de la FAI. 148 Los conflictos que se

142
Vidal murió en junio 1933, La Batalla 15.6.33; 22.6.33.
143
ibíd 22.6.33; Vertical 14.7.33.
144
El Sindicato de Industrias de Géneros de Punto declaró en el momento de su fundación que estaba de acuerdo
con los treintistas pero no con sus “actividades”, que eran “tan desastrosas para la Confederación” como las de
los anarquistas (La Batalla 22.6.33).
145
Treball 3.5.30, 17.5.30.
146
Véase la carta no firmada del Sindicato Único de Constructores de Calzado al gobierno municipal anunciando
su ruptura con la CNT y la formación de un sindicato autónomo, del 16 de junio de 1933. (Arxiu Municipal de
Sitges). Mientras estaba en la CNT, el sindicato de calzado de Sitges declaró tener 800 afiliados en 1931y 600
dos años más tarde (Solidaridad Obrera 12.8.31., Confederación Regional..., Memoria del Pleno... marzo de
1933); en 1935, el “Cens Electoral Social” de la Generalitat (Bulletí Oficial de la Generalitat de Catalunya
22.11.35.) le atribuyó 710 militantes. Conocidos bloquistas de la localidad participaron en la dirección del
sindicato, entre ellos Pere Amposta, Josep Elias, Ramón Miravert y Ramón Silla Iborra.
147
R. Magre, “Necesidad de la autocrítica de las O.S.R. Por la unificación sindical” La Batalla 18.5.33. Así, en
una asamblea del sindicato textil cenetista de Sabadell, dominado por los treintistas, militantes del BOC
propusieron, sin éxito, que el sindicato no abandonase la Confederación y “seguir luchando dentro de la CNT”
(ibíd 29.12.32).
148
Ramon Fuster (Miguel Ferrer) “Federación Comunista Ibérica. Las células del BOC y las minorías de la OSR”
105

habían desarrollado durante todo el año precedente, especialmente en Barcelona, habían


desembocado, en la práctica, en la escisión de varias secciones de la CNT para formar
sindicatos autónomos. Fuese o no fuese ésta la política formal del BOC, era manifiesto que a
mediados de 1933 sus militantes alentaban tales escisiones. Esta orientación quedó claramente
de manifiesto en el sector de luz y fuerza, en la industria textil de Barcelona y en Terrassa.
Aparte de la hostilidad anarquista, lo que contribuyó de manera significativa a convencer a los
bloquistas de que la creación de nuevos sindicatos independientes constituía una alternativa
viable fue la creciente convicción del Bloc de que la desintegración de la CNT era inevitable.
En el Tercer Congreso del BOC se aprobó formalmente el cambio de estrategia del partido y
se propuso la organización de “una amplia plataforma de unidad sindical”. 149 A principios de
octubre de 1933 los sindicatos controlados por los comunistas disidentes convocaron un Cong-
reso Regional de Sindicatos cuyo cometido principal debía ser la creación de un “frente único
sindical” entre las varias facciones del movimiento obrero catalán. La existencia de cuatro
facciones organizadas en el movimiento obrero catalán — la CNT, los treintistas, la UGT y el
BOC — además de un gran número de sindicatos autónomos, considerados por Adelante como
“la fuerza sindical más poderosa” de Cataluña, justificaba esta iniciativa. Los bloquistas
argumentaron que los éxitos recientemente logrados por los frentes únicos de los sectores de
luz y fuerza y del mercantil mostraban el gran potencial de la colaboración intersindical. 150
Al congreso del 23 de octubre acudieron 53 delegados en representación de 45 sindicatos
diferentes que agrupaban a un total de 30 000 trabajadores afiliados. 151 Aparte de los
sindicatos que habían participado en el Congreso de Tarragona de junio de 1932, en éste
participaron también la UPA de Lleida, los trabajadores de géneros de punto y la Asociación
de Empleados y Técnicos de Terrassa, los zapateros de Sitges, los sindicatos de la industria
alimentaria y de la hostelería de Lleida, de carpinteros y trabajadores del textil de Anglès, del
transporte de Tarragona, los de la construcción de Girona y de Sitges y los sindicatos de
oficios varios de Alfarràs, Balaguer, Girona, Tarragona y El Vendrell. La participación de
sindicatos de Barcelona reflejó el importante giro positivo que la situación del BOC había
experimentado en esta ciudad. Tan sólo cuatro mese antes, un informe de Comité Ejecutivo
había señalado la debilidad del partido en el movimiento sindical de la capital catalana. 152 Al
congreso de octubre acudieron representantes de los siguientes sindicatos barceloneses:
Sindicato Mercantil, de los trabajadores de aduanas y Unión Ultramarina, así como de los
recién creados de artes gráficas, metalúrgicos, Ferrocarrils de Catalunya, sector textil y
peletero. La afiliación de los sindicatos representados en el congreso era similar a las de los
treintistas y a la de la UGT. Pero la fuerza real del BOC era aún mayor ya que en otros
sindicatos, en su mayor parte autónomos, que no participaron en el Congreso, también había

ibíd 11.5.33; la Tesis Sindical presentada en el Primer Congreso de la FCI (Tercer Congreso del BOC) no hizo
ninguna referencia a la OSR (“Tesis Sindical. La Unificación Sindical”, ibíd 25.5.33); la última referencia a la
OSR en la prensa del Bloc – un artículo firmado por la OSR de la construcción sobre una huelga en el sector –
apareció en el julio de 1933 (ibíd 20.7.33).
149
“Tesis Sindical. La unificación sindical”, ibíd 25.5.33; para el debate en el Congreso del BOC véase,
“Trascendental congreso de nuestro partido” (ibíd 29.6.33).
150
Ibíd, 5.10.33; Adelante 24.10.33. Sobre los frentes únicos de luz y fuerza y mercantil véase pp. 117-121.
151
“Conferencia Regional de Sindicatos”, Adelante 24.10.33, y La Batalla 26.10.33; La Humanitat (24.10.33) —
diario de ERC—, calculó los trabajadores representados en 21.000. Para más información sobre los sindicatos
presentes véase Apéndice Cuatro.
152
La Batalla 20.4.33.
106

militantes bloquistas. 153


Es significativo que, en vez de hablar de manera abstracta acerca de la necesidad de que todas
las tendencias actuasen unidas, la mayoría de los delegados se pronunciasen por una unión
organizativa con otros antiguos sindicatos de la CNT como primer paso hacia la
reconstrucción del movimiento sindical. Esta misma idea había sido propuesta por algunos de
los delegados cuatro meses antes en el congreso del BOC, donde fue rechazada porque
incurría en los mismos “errores sectarios” de la FAI, los treintistas y el PCE. 154 Muchos
militantes, sin embargo, a través de su experiencia práctica se habían convencido de que un
agrupamiento organizado fuera de la CNT era una propuesta viable. En varios sindicatos los
militantes del BOC ya trabajaban con los treintistas. Muchos delegados argumentaron que lo
que hacía falta era algún tipo de estructura organizativa, aun cuando esto requiriese la creación
de una nueva central regional de sindicatos. Fuese cual fuese la solución, era menester, como
argumentó el dirigente bloquista de Girona Miguel Gayolà en el congreso del partido,
desembarazarse del calificativo “sindicatos expulsados” y dotarse de una imagen más positiva.
El congreso decidió, en consecuencia, establecer un contacto formal con el Comité Regional
treintista de Mataró para celebrar una entrevista con su homólogo bloquista de Lleida. El
optimismo reinaba entre los delegados al acabar el congreso, porque se pensaba que pronto se
iba a configurar esta nueva convergencia de fuerzas en el seno del movimiento obrero catalán.
Los bloquistas esperaban que esta alianza entre los sindicatos que estaban fuera de la CNT, al
presentarse ante la clase obrera con una alternativa unitaria, contribuyese a “acabar con la
FAI”, como dijo el representante de los tipógrafos de Barcelona.
A fines de 1933 todos los sindicatos controlados por el BOC quedaron agrupados fuera de la
CNT. La coincidencia de dos factores había convencido a los bloquistas de que era tanto
posible como necesario trabajar de manera independiente. Por un lado, según el BOC, la
degeneración, numérica e ideológica, de la CNT no sólo la había tornado incapaz de
desempeñar un papel revolucionario constructivo, sino que la había transformado en un
verdadero obstáculo para la victoria proletaria. Por otro lado, el aumento de la influencia
bloquista en los sindicatos había alentado a los comunistas disidentes a creer que se daban las
condiciones para la existencia de una nueva corriente sindical controlada por ellos mismos.
Sin embargo, el análisis de la dirección del BOC resultó erróneo en cuanto que subestimaba el
alcance del apoyo latente al anarcosindicalismo entre la clase obrera de Cataluña. Más
adelante se iban a ver claramente las consecuencias de este error.

El Frente Único.
La falta de unidad sindical tenía su paralelo en las divisiones de índole política que también
existían dentro del movimiento obrero español. Este problema era especialmente grave en
Cataluña, donde a las rivalidades tradicionales entre anarquistas, socialistas y comunistas se
añadían las complicaciones derivadas de las circunstancias específicas del país. Para que la
clase obrera desempeñase el papel revolucionario que el BOC y otras organizaciones obreras

153
En 1933, según sus propias fuentes, los Sindicatos de Oposición en Cataluña tenían 26000 afiliados y la UGT
36.000 (Sindicalismo 9.6.33; Catalunya Obrera 31.8.33).
154
La Batalla 29.6.33. Al menos un dirigente sindical local, Josep Buiria, del Sindicato Mercantil de Lleida,
propuso entrar o bien en la CNT o bien en la UGT. Francesc Aguilar, del Sindicato de la Madera de Lleida,
defendió en cambio la creación de una nueva central sindical. Pere Bonet contestó a Aguilar en nombre de la
dirección del BOC, diciendo que su propuesta representaba “caer en la misma trampa sectaria de la FAI, los
Treintistas o el PCE”.
107

le asignaban era necesario que se superase la desunión que existía. Además, en 1932 ya no se
daban las circunstancias favorables al movimiento obrero que habían existido durante los
primeros meses de la República.
Según Maurín y el BOC, la revolución española había entrado ahora en una nueva y decisiva
tercera etapa. Durante la primera etapa, entre 1930 y 1931, la burguesía, la pequeña burguesía
y la clase obrera habían unido sus fuerzas para derrocar a la monarquía. Esto había llevado a la
segunda etapa, un período inestable y de transición durante el cual la pequeña burguesía había
actuado como árbitro de la situación. Para el dirigente bloquista era inevitable que ahora esta
etapa tocase a su fin porque la total inestabilidad de la situación económica, política y social
hacía imposible la instauración de una democracia burguesa estable de la índole que fuese. Tal
como lo había pronosticado Maurín repetidamente desde el año 1929, la pequeña burguesía se
había revelado incapaz de llevar a cabo las tareas fundamentales de la revolución democrática.
En esta tercera etapa que comenzaba las opciones estaban claramente polarizadas entre la
revolución y la contrarrevolución. Maurín ya había planteado esta dicotomía en 1931, aunque
entonces no había existido el peligro inmediato de una toma del poder por las fuerzas
reaccionarias porque, en los primeros y eufóricos meses de la República, la derecha estaba a la
defensiva. A principios de 1933, la situación política indudablemente ya había cambiado.
Tanto la mayor actividad y confianza de la derecha como la debilidad del gobierno
republicano parecían confirmar el análisis del BOC. Una crisis económica progresivamente
más profunda, tanto a escala internacional como española, agravó seriamente los problemas a
los que se enfrentaba el nuevo régimen. El “republicanismo pequeñoburgués”, sin embargo, se
iba a revelar, pese a todas sus debilidades, más duradero de lo pronosticado por el BOC. El
dilema general que España arrostraba en este período se daba, dicho está, entre la revolución o
la contrarrevolución, pero los factores subjetivos resultaban mucho más complicados. Para que
los trabajadores impusiesen sus consignas debían contar con una dirección revolucionaria
aceptada y coherente que estaba claro que aún no existía. Con su intensa y enérgica
propaganda el BOC esperaba superar este problema en el menor tiempo posible.155
Las advertencias del BOC acerca de los peligros de la contrarrevolución se vieron brutalmente
confirmadas, en agosto de 1932, cuando el jefe de los Carabineros, el general José Sanjurjo,
intentó tomar el poder. Los bloquistas habían sido prácticamente los únicos que, en las
semanas previas, avisaron de la posibilidad de que se diese un golpe. A principios de año, los
bloquistas ya habían pronosticado que “los restos del feudalismo y la burguesía intentarán
utilizar a la Guardia Civil para organizar un golpe y sofocar la revolución”. 156 En junio La
Batalla habló de las preparaciones en curso para dar este golpe. 157
El Bloc reaccionó rápidamente contra el golpe con manifestaciones en Barcelona, Girona,
Lleida y otras localidades catalanas. 158 La enérgica reacción de los comunistas disidentes
contrastó con la de la CNT de Barcelona, que justificó su indiferencia proclamando que
rechazaba tanto a la monarquía como a la República. Tan sólo en Sevilla, de donde partió el
golpe, se organizó una huelga general unitaria sin precedentes entre anarcosindicalistas,
comunistas y socialistas. En Cataluña, el Bloc distribuyó sin dilación un manifiesto en el cual
155
Véase por ejemplo, J. Maurín, “La pequeña burguesía y la clase obrera”, La Batalla 27.4.33; el editorial de
ibíd 22.6.33; J. Maurín, “Las etapas de la Revolución Española”, ibíd 21.12.33.
156
“La revolución española y los deberes del proletariado”, ibíd 7.1.32. El Bloc ya había avisado sobre el peligro
de un golpe en octubre de 1931 (ibíd 15.10.31.) y, de nuevo, un mes más tarde (ibíd 26.11.31).
157
Ibíd 23.6.32.
158
“Las lecciones del intento de golpe de estado” ibíd 13.8.32; Avant (Lleida) 19.8.32; L’Espurna (Girona)
1.9.32.
108

se exigía la ejecución sumaria de los generales golpistas, la expulsión de todos los oficiales
monárquicos del ejército, que se desarmase al Sometent y se armase al pueblo y en definitiva,
la consecución de los objetivos de la revolución democrática: la instauración de un gobierno
obrero y campesino y la creación de un frente único revolucionario. Según el Bloc, el golpe
había sido posible por la pasividad del gobierno frente al incremento del activismo de los
grupos contrarrevolucionarios. 159
El fracaso del plan de Sanjurjo asestó un duro golpe a la derecha conspiradora. El reto más
serio para la República, sin embargo, provenía de la llamada “derecha legalista”, agrupada
principalmente en torno a la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) de
José María Gil Robles. Mediante una estrategia, a la que se dio en llamar “accidentalismo”,
Gil Robles y sus seguidores pretendían destruir la República desde dentro. Con su
obstruccionismo, tanto dentro como fuera del Parlamento, a los intentos reformistas del
gobierno republicano, la derecha legalista logró paralizar todo el proceso parlamentario
durante el año 1933. El crecimiento de la CEDA y de organizaciones afines se dio al tiempo
que la patronal adoptaba actitudes más intransigentes. En Cataluña esta actitud se reflejó
especialmente en la posición agresiva tomada por el Institut Agrícola Català de Sant Isidre en
el campo y en Barcelona en el intento de reactivar a los Sindicatos Libres.
El gobierno republicano, reticente o incapaz de hacer frente a la amenaza planteada por la
derecha continuaba, sin embargo, aplicando medidas represivas contra los sectores más
combativos del movimiento obrero. La legislación dirigida a controlar a los sindicatos y a
incrementar los poderes policiales, así como la impopular Ley de Defensa de la República, se
aplicaron mucho más enérgicamente que cualquiera de las limitadas reformas sociales
introducidas por el gobierno republicano. El año 1933 comenzó mal para el gobierno: durante
la revuelta anarquista de enero, la Guardia de Asalto asesinó a 21 campesinos en Casas Viejas
(Andalucía). Tanto la derecha como los anarquistas explotaron esta tragedia para arreciar sus
ataques contra el gobierno republicano. Los dirigentes del BOC acusaron a los anarquistas de
utilizar tácticas irresponsables que sólo beneficiaban a la derecha, pero no por ello estaban
dispuestos a justificar las medidas de represalia del Estado. Así, la prensa bloquista describió
los acontecimientos de Casa Viejas como la consecuencia lógica de las generalización de las
medidas represivas del gobierno contra los sectores más radicales del movimiento obrero. El
Bloc calculó que, entre abril de 1931 y julio de 1933, la policía y el ejército habían matado a
400 obreros y herido a otros 2.000, y que otros 9.000 trabajadores (en su mayoría, militantes
de la CNT) habían sido encarcelados por delitos políticos. 160
Este cambio en la situación política llevó a un cambio en la orientación del BOC. Su análisis
de los problemas fundamentales de la revolución democrática y de la necesidad de que la clase
trabajadora tomase el poder no varió, pero ahora su planteamiento se tornó mucho más
defensivo. No sólo era mayor la amenaza de la derecha, sino que además la principal
organización revolucionaria obrera, la CNT, no había ejercido, según el Bloc, el liderazgo
necesario. Como ya se ha señalado, las críticas bloquistas al papel de la CNT llegaron incluso
al extremo de acusar a los anarcosindicalistas, a mediados de 1933, de estar desempeñando,
objetivamente, un papel contrarrevolucionario. La evolución de estos acontecimientos llevó al
Bloc a dos conclusiones tácticas fundamentales: una revaluación, de hecho, del papel de los

159
“Las lecciones del intento de golpe de estado” La Batalla 13.8.32; véase los manifiestos editados por el BOC
en Sabadell, “El Bloc Obrer i Camperol davant les temptatives dels momonàrquics assassins” s.f. (octavilla
IMHB) y en Barcelona, Bloc Obrer i Camperol Federació Comunista Ibèrica, “Treballadors” s.f. (ibíd).
160
La Batalla 13.7.33.
109

socialistas y la necesidad de un frente obrero único.


Durante el primer año del régimen republicano, el BOC esencialmente había coincidido con
los anarcosindicalistas y con el PCE en cuanto a que los dirigentes socialistas eran poco menos
que contrarrevolucionarios. El Bloc creía que la dirección socialista era tan impopular que
llegó a decir, en enero de 1932, que “nada garantiza [de que], dentro de unos meses, Largo
Caballero y Prieto no sean apedreados por las calles de Madrid o Bilbao”. 161 El verdadero
enemigo del movimiento obrero, la derecha, veía de manera muy diferente al PSOE y a la
UGT, a los que consideraba pilares sobre los que se sustentaba un régimen que amenazaba sus
intereses. Así, la derecha aumentaba su presión para que se expulsase a los socialistas del
gobierno, como primer paso hacia el desmantelamiento de la República misma. En junio de
1933, el BOC se vio obligado a asumir la nueva situación. Consideró ahora necesario defender
a los socialistas frente a los ataques de la derecha, aunque continuó hostigándolos por su
colaboración con la “política antirrevolucionaria” del gobierno. El BOC dirigía ahora su
atención a la militancia del PSOE y la UGT, que según creían los bloquistas no iban a
renunciar a los limitados logros alcanzados desde abril de 1931.
La radicalización de gran parte de la base social de los socialistas durante 1933 confirmó su
beligerancia frente a los avances de las fuerzas reaccionarias. El Bloc adoptó una estrategia
encaminada a una defensa de los socialistas contra la derecha que al mismo tiempo lograse
atraer a los seguidores socialistas al bando revolucionario. La consigna del Bloc desde este
momento fue la de exigir un “gobierno de la clase trabajadora” y la exclusión del gobierno de
todos los “ministros burgueses”. Esta posición no implicaba la renuncia a que la clase obrera
tomase el poder, sino que era la aceptación de que, en esta etapa, no era realista exigir un
gobierno de soviets o fórmulas similares. 162 El BOC creía que el llamamiento a un gobierno
formado exclusivamente por el PSOE abría dos posibilidades. La primera era que los
dirigentes socialistas rechazasen el llamamiento: quedaría así clara su poca decisión en la
defensa de los derechos de obreros y campesinos. La segunda era que aceptasen la consigna y
se enfrentasen a la burguesía. La nueva y combativa ala izquierda del PSOE pronto enarboló
también la reivindicación de un gobierno “exclusivamente socialista”. Aunque la prensa
bloquista continuaba entretanto con sus duras críticas al papel del PSOE en el gobierno, la
modificación de la línea del Bloc marcó una clara ruptura con su visión anterior de los
socialistas como poco menos que “agentes de la burguesía”.
Al tiempo que exigía la instauración de un gobierno de la clase trabajadora, el Bloc abogaba
por la formación de un frente único de todas las organizaciones obreras para oponerse a las
fuerzas reaccionarias y avanzar hacia la toma del poder estatal. La contribución más
importante del BOC a la política obrera en España fue, probablemente, el papel que iba a
desempeñar en la difusión de la táctica de frente único a lo largo de los dos años siguientes. El
BOC proclamó que su concepción del frente único coincidía con la idea que la IC había
defendido a principios de los años veinte. 163 La unidad en la acción debía sustentarse sobre la
igualdad e independencia ideológica de todos los que participasen. Con este mecanismo se
esperaba demostrar que los comunistas eran los mejores defensores de los intereses obreros, y

161
Ibíd 21.1.32.
162
“Un conato de golpe de estado. La ida y vuelta del Gobierno Azaña” ibíd 15.6.33.
163
Sobre el BOC y la táctica del frente único véase: J. Maurín, “La necesidad de la unificación nacional e
internacional del movimiento comunista” (La Batalla 12.1.33) y “Tesis Frente Único” (ibíd 18.5.33). El Tercer
Congreso del BOC (23 al 25 de junio de 1933) adoptó “tres consignas fundamentales”: “Frente Obrero Único”,
“ministros burgueses fuera del gobierno” y “un gobierno de la clase trabajadora” (ibíd 29.6.33).
110

lograr así derrotar la influencia del reformismo y de las ideas no revolucionarias. Para el BOC
era lamentable que los partidos comunistas oficiales hubiesen desacreditado la táctica de frente
único con su sectarismo y con la consigna “frente único por la base”, que era un llamamiento a
las masas no comunistas a abandonar a sus “traicioneros” dirigentes. Según el Bloc, esta
política había desempeñado un importante papel en el debilitamiento del movimiento obrero
alemán, porque había enfrentado a los comunistas contra los socialdemócratas, cuando lo
necesario era que ambos hiciesen causa común frente al fascismo, que era el enemigo común.
Los bloquistas creían que la fanática oposición de la FAI a los socialistas podía llevar a que
aquella desempeñase en España un papel sectario similar al que en Alemania desempeñó el
Partido Comunista. 164
Durante 1931 y principios de 1932, el BOC había hablado de la necesidad de un frente único
revolucionario con la CNT, pero esto no había pasado de ser un ejercicio propagandístico. En
este período los anarcosindicalistas descalificaron estas propuestas tildándolas de meras
“maniobras políticas”. Hacia finales de 1932, las únicas organizaciones obreras que aún
defendían seriamente la táctica de frente único eran el BOC y la ICE. Si querían extender su
influencia, para estas dos organizaciones, relativamente débiles, era apremiante continuar con
su defensa de la unidad. En Cataluña, dada la grave fragmentación del movimiento obrero, la
actitud a favor de la unión estaba más difundida, por lo menos entre los sectores no integrados
en la CNT. En este contexto, el BOC tomó una serie de iniciativas a lo largo de 1933 que
contribuyeron a popularizar la idea del frente único.
El BOC había propuesto la creación de un amplio frente obrero por primera vez la víspera del
fallido golpe de Sanjurjo, 165 que fue rechazada por el resto de las fuerzas del movimiento
obrero; pero pocos meses después una nueva propuesta de acción unitaria en torno a la
cuestión del paro fue mejor recibida. En España, al igual que en el resto del mundo, el paro, a
principios de los años treinta, aumentaba de manera constante agravando así los problemas
sociales y económicos a los que se enfrentaba la República. Mientras que el porcentaje de
desempleo en España no alcanzaba las cotas de algunos países europeos o de Estados Unidos,
puede decirse que la situación social en que se encontraban los parados era peor. Menos del
25% de los parados de Cataluña gozaban de alguna forma de subsidio. En toda España no
existía un programa de obras públicas y eran escasas las prestaciones sociales por lo que se
daba “una situación desesperada en muchos hogares proletarios”, como afirmó Fam, el
periódico de los parados, cuya publicación había sido inspirada por el BOC. 166 En Cataluña, la
situación era especialmente grave en Barcelona, donde alrededor de 60.000 personas, el 15%
de la población activa, carecían de empleo a mediados de 1933. 167
Desde su fundación el BOC había sido favorable a la organización de los parados.” 168 Por
contra, la CNT, había prestado poca atención a este tema y había descalificado reivindica-
ciones básicas, como la de un subsidio de paro, tildándolas de “reformistas” porque
implicaban solicitar la “intervención del Estado”. Lo sucedido en Alemania, donde muchos
parados, desilusionados y amargados, se habían volcado hacia el fascismo, hizo ver con
meridiana claridad al BOC y a otros grupos la necesidad urgente de actuar. La primera
164
“La F.A.I. al servicio de la burguesía”, ibíd 28.9.33.
165
“Ante la amenaza de un golpe de estado formemos el Frente Único Revolucionario”, ibíd 28.7.32.
166
Fam 10.2.33.
167
La Batalla 1.6.33; J. Hortelà, El desarrollo industrial de Cataluña (Barcelona 1968) vol.2., p.103.
168
El Congreso de fundación del BOC había planteado las siguientes propuestas sobre el tema del paro: creación
de secciones de parados en los sindicatos, exigencia un subsidio del estado para las personas sin trabajo y
organización de comités de parados en las escalas local, regional y estatal (“Tesis Sindical La Batalla 17.2.31).
111

iniciativa se plasmó en septiembre de 1932 cuando el BOC, junto con la ICE, el ECPP,
algunos anarquistas y militantes no alineados, estableció el Consejo de Obreros en Paro
Forzoso de Barcelona. 169 Al mismo tiempo, el Bloc hizo un llamamiento a la participación de
todas las organizaciones obreras de Cataluña en una conferencia conjunta sobre el tema. Este
llamamiento llevó a la celebración de una serie de reuniones durante el otoño de 1932 en las
que participaron, principalmente, el BOC, la USC, los sindicatos afines a estas organizaciones
y varios sindicatos autónomos.
La conferencia finalmente se celebró, con un cierto retraso sobre lo previsto, el 12 de febrero
de 1933 y contó con la participación de 47 sindicatos que representaban a 35 000 trabajadores
aproximadamente. 170 La CNT desoyó los llamamientos a tomar parte en la conferencia y su
influencia sobre el proletariado industrial barcelonés quedó de manifiesto en el hecho de que
ningún sindicato industrial de la ciudad participó en la conferencia. Los aproximadamente 20
sindicatos industriales que tomaron parte procedían de fuera de Barcelona y estaban, en su
mayoría, dirigidos por militantes o por simpatizantes del BOC. Pese a la ausencia de
representantes de los obreros industriales barceloneses, la conferencia demostró la existencia
de un sector sindical importante, aunque limitado, compuesto mayoritariamente por
trabajadores de cuello blanco, que estaba dispuesto a buscar la unidad obrera superando las
diferencias existentes en el seno del movimiento. El llamamiento que hizo la conferencia a
establecer un Frente Obrero contra el Paro Forzoso fue muy bien acogido, lo que evidencia la
buena predisposición que existía hacia la acción unitaria en amplios sectores. En abril de 1933,
131 sindicatos diferentes ya se habían declarado a favor de este frente. 171
Pese al apoyo manifiesto recabado por el Frente Obrero contra el Paro Forzoso, el predominio
del BOC sobre la conferencia y su programa originaron algunos problemas. Varios sindicatos
de trabajadores de servicios y oficinistas en los que la USC era predominante expresaron su
preocupación por la naturaleza “claramente demagógica e inviable” de la mayoría de las
consignas enarboladas. Asimismo, la importante asociación barcelonesa de oficinistas y
dependientes, el Centre Autonomista de Dependents del Comerç i de la Indústria (CADCI),
retiró su apoyo inicial al Frente a causa de lo que la dirección pro ERC del sindicato consideró
su “extremismo”. 172 Estas divergencias pueden ser la explicación de por qué el Frente nunca
llegó a tener existencia real. El BOC siguió siendo el principal sostenedor de las actividades
que se organizaban con respecto al problema del paro.
El programa adoptado por la conferencia era, esencialmente, el mismo que el Consejo de
Obreros en Paro Forzoso (o “Unión”, tal como se llamó a partir de abril de 1933) venía
propugnando desde meses antes. Entre otras reivindicaciones, el programa exigía un subsidio
para todos los parados, que debía financiarse mediante un impuesto especial sobre los ricos, el
cese de los desalojos de los trabajadores en paro que no pudiesen pagar el alquiler de su
vivienda, una jornada laboral de seis horas, un servicio municipal que se responsabilizase de
proveer de ropa y alimentos a las familias de los parados; también se exigía que la Generalitat
expropiase “los medios de producción y de distribución inactivos” para entregárselos a las
169
“Consell d'obrers en atur forçós de Barcelona” 22.9.32. (octavilla, IMHB).
170
Sobre la Conferencia véase, La Batalla 16.2.33; 23.2.33; Existen datos sobre la afiliación de 37 de los
sindicatos presentes, que suma un total de alrededor de 30 000 afiliados (véase Lluita [FET] 15.9.33. y “Cens
Electoral Social”, Bulletí Oficial de la Generalitat de Catalunya 26.7.34).
171
La Batalla 13.4.33.
172
Acció marzo 1933; Lluita (FET) marzo 1933; Justícia Social 18.2.33; 18.3.33. El PCdeC acusó a la
Conferencia sobre el paro de ser “una maniobra contrarrevolucionaria” del BOC, que solamente “desviaría los
parados de la lucha por sus derechos” (Catalunya Roja 16.2.33).
112

organizaciones obreras. La conferencia había declarado que para lograr estos objetivos era
menester que, por un lado, los trabajadores en activo apoyasen a sus compañeros en paro y,
por otro, que los parados se opusiesen a cualquier intento de ser utilizados como esquiroles. 173
A fin de presionar a la Generalitat y a las autoridades municipales para imponer sus
reivindicaciones, la Unión de Obreros en Paro Forzoso organizó acciones en Barcelona,
Lleida, Sabadell y en otras ciudades. Algunas desembocaron en enfrentamientos con la
policía, que allanó y saqueó las oficinas de la Unión en Barcelona. 174
La propaganda realizada en torno al Frente Obrero contra el Paro Forzoso, aunque sus
actividades prácticas fueron limitadas, contribuyó a popularizar la idea del frente único. En los
meses siguientes tuvo mucha mayor importancia política la iniciativa de acción unitaria frente
a la amenaza planteada por el fascismo. El terrible significado del ascenso de Hitler a la
cancillería alemana en enero de 1933 no había pasado desapercibido para el BOC. Maurín ya
había advertido en septiembre de 1930 que el triunfo del fascismo en Alemania “tendría
repercusiones inmediatas en toda Europa”. 175 Aparte del trotskista, el análisis del BOC fue
prácticamente el único que estableció inmediatamente paralelismos entre las condiciones que
habían producido el fascismo alemán y la situación española. Para el Bloc, al igual que en
Alemania, el empeoramiento de la crisis económica en España abría la posibilidad de que se
desarrollasen movimientos fascistas o movimientos contrarrevolucionarios afines al fascismo.
La división en el movimiento obrero entre el socialismo reformista y el aventurerismo
anarquista, entorpecía una reacción unitaria del movimiento obrero frente a esta amenaza.
Asimismo, el fracaso de la socialdemocracia gobernante y la consiguiente desmoralización del
proletariado se conjugaban en España con el provecho que los anarquistas sacaban a la
situación para proclamar que el fracaso era del socialismo mismo. Existía también una
Pequeña burguesía descontenta a la que amenazaba la ruina económica y el peligro de que el
total fracaso del régimen republicano en la conquista de las metas de la revolución
democrática, junto con la inexistencia de una alternativa obrera revolucionaria, llevasen a las
clases medias hacia el fascismo. Para desarrollarse, el fascismo requería, además, que hubiese
una “burguesía totalmente reaccionaria” y la ausencia, o la eliminación, del liberalismo
burgués. Para el BOC era evidente que en España existían históricamente estas dos últimas
precondiciones. Finalmente, el material humano necesario para las “hordas” fascistas podía, en
potencia, reclutarse por un lado entre los parados y por otro entre las milicias carlistas, los
requetés y otras organizaciones derechistas paramilitares o juveniles. 176
Sin embargo, en España se daban al menos tres factores importantes, que el BOC subrayó, y
que diferenciaban claramente la realidad española de la alemana. En primer lugar, el
movimiento obrero no había sido derrotado, como en Alemania, por lo que seguía existiendo
la posibilidad de organizar la resistencia contra la derecha. En segundo lugar, la pequeña
burguesía, pese a los crecientes problemas que arrostraba, aún no había dado la espalda a la
democracia burguesa. En tercer lugar, tampoco se había desarrollado todavía un partido
fascista de masas. El principal aglutinador de la derecha autoritaria era la CEDA. A pesar de
que muchos de sus líderes profesaban admiración por Hitler y de que el partido gozaba de un
apoyo creciente, sobre todo entre los campesinos católicos castellanos, su conservadurismo y
clericalismo no le permitían transformarse en un partido dinámico de masas como era el nazi.
173
“El problema internacional del paro forzoso”, La Batalla 12.1.33; “Conferencia obrera sobre el paro forzoso”
ibíd, 16.2.33; ibíd, 13.4.33.
174
ibíd 15.12.32, 5.1.33, 23.2.33, 18.5.33.
175
Maurín, Los hombres... p.40.
176
“La amenaza fascista existe”, La Batalla 23.3.33.
113

La Batalla afirmaba en marzo de 1933 que la naturaleza de la contrarrevolución en España


sería “una resurrección en otras circunstancias del carlismo clásico, modernizado, claro está,
con influencias mussolinescas y hitlerianas”. Las circunstancias históricas de España favore-
cían que la contrarrevolución fuese a darse bajo la forma de un clásico pronunciamiento o
golpe militar. 177 El alzamiento de 1936 iba a confirmar trágicamente este diagnóstico
bloquista acerca de cuál constituía, en la sociedad española, la verdadera amenaza
contrarrevolucionaria. Este análisis de las condiciones necesarias para el desarrollo del
fascismo en España fue uno de los pocos elaborados por los marxistas españoles en este
período. Los trotskistas fueron el único grupo obrero, aparte del BOC, que realizó una
aportación teórica seria a este debate, muy influida por los escritos del mismo Trotsky. En
general, los socialistas subestimaron hasta 1934 la amenaza que el fascismo planteaba, 178
mientras que los comunistas seguían considerando al “socialfascismo” como la mayor
amenaza que se cernía sobre el movimiento obrero.
Los bloquistas no eran los únicos a quienes preocupaba la expansión internacional del
fascismo y la amenaza que la derecha representaba. A principios de 1933, en una reunión
informal conjunta entre el Bloc y la USC se trató el tema de cómo enfrentarse a este peligro en
Cataluña. La USC estaba a favor no sólo de una alianza táctica, sino que defendía la
unificación de los dos partidos. 179 La Unió Socialista era el principal rival político de los
comunistas disidentes en Cataluña y contaba con una base social compuesta, sobre todo, de
trabajadores de cuello blanco y de algunos sectores barceloneses de obreros cualificados. La
USC afirmaba contar con más de 3 000 afiliados en este momento, pero el BOC calculó que su
militancia durante la República nunca pasó de 500 afiliados. 180 Para el BOC la idea de la
unificación entre los dos partidos no revestía mayor interés ya que en general tildaba a la USC
de ser una organización “pequeñoburguesa” que funcionaba como la “cara izquierda” de ERC.
La contrapropuesta del BOC fue la de establecer inmediatamente un frente único contra el
fascismo que aglutinase no sólo a los dos partidos, sino también a todas las otras
organizaciones obreras catalanas. Para que el llamamiento a la formación de dicho frente fuese
mejor acogido, se decidió lanzarlo a través del Ateneu Enciclopèpic Popular, una institución
influenciada por el BOC, en lugar de que partiese de uno de los partidos. En marzo de 1933,
en una reunión en el Ateneu, a la que asistieron representantes del BOC, de la USC y de la
FSL, se constituyó la Alianza Obrera contra el Fascismo. 181 La voz discordante fue la de la
sección catalana del PCE que, al igual que había hecho en la conferencia sobre el paro unas
semanas antes, denunció estas iniciativas como una simple maniobra “contrarrevolucionaria”
urdida por el BOC para desviar a las masas del “verdadero” frente, que estaba dirigido por los
comunistas. El PCE se atenía así a la consigna de la IC dada el 6 marzo, que llamaba a la
177
ibíd; para el análisis del BOC sobre el fascismo véase también los siguientes artículos en La Batalla (27.4.33):
“¡Por el Frente Único Obrero!; Gironella, “Contra la reacción latente, Gobierno de Obreros y Campesinos”; P.
Bonet, “Por la unificación del movimiento sindical”.
178
En el Congreso de la Internacional Socialista celebrado en París en 1933, el representante del PSOE Manuel
Cordero había explicado la toma del poder por Hitler como “un fenómeno transitorio que reflejaba una crisis
moral en Alemania” (Heywood p.116).
179
Véase la carta de Maurín a Víctor Alba, Nueva York 27.2.72. (Alba, Dos revolucionarios... p.170). Comorera
confirmó esta propuesta en su discurso electoral del 19 de noviembre de 1933 (Alcaraz p.150n).
180
Algunos cálculos establecen que en el congreso de la USC de julio de 1933 los delegados presentes
representaban a entre 3.500 y 4.000 afiliados (ibíd pp.158-159; Justícia Social 22.7.33). El BOC, citando según
el fuentes internas de la USC, calculaba en octubre de 1932, que la Unió Socialista tenía menos de 500 afiliados y
que solamente vendía 1.500 ejemplares de Justícia Social cada semana (Front 17.12.32; véase también La
Batalla 29.5.36. y p.492).
181
La Batalla 23.3.33; Mont-Fort (J. Maurín), Alianza Obrera (Barcelona 1935) pp.11-15.
114

creación de un “frente único desde la base” para combatir al fascismo.


Sin la CNT, claro está, cualquier frente único que se formase en Cataluña iba a representar
sólo a una minoría del movimiento obrero. Sin embargo significaba un avance importante
hacia una unidad obrera más amplia el hecho de que los militantes treintistas se implicasen, a
través de la FSL, en actividades políticas unitarias. La Alianza Obrera contra el Fascismo no
pasó de ser “un comité de propaganda sustentado totalmente por el BOC”, pero aún así
estableció otro importante precedente y contribuyó a aumentar la credibilidad de la estrategia
de frente único. 182 La primera actividad de envergadura de la Alianza fue un impresionante
mitin de 8 000 personas en Barcelona, en la cual tomaron la palabra dirigentes del BOC, de la
USC y de los treintistas. 183 A esta mitin siguieron una serie de actos en toda Cataluña durante
los siguientes tres meses, así como el establecimiento de comités de frente único en Lleida,
Olot, Reus, Vinaroz y en otras localidades. 184
Durante el verano de 1933, el BOC actuó de principal valedor de estos comités y fue el
principal animador de los intentos de desbaratar las actividades “fascistas” en toda Cataluña.
El término fascista se aplicaba indistintamente a todos los contrarrevolucionarios, a los
carlistas, a la Lliga o al Institut Agrícola Català de Sant Isidre. La acción directa fue cada vez
más frecuente y mítines derechistas fueron objeto de ataques, a menudo dirigidos por el BOC,
en Barcelona, Castellón, Olot, Sabadell, Tarragona, Valls y Vinaroz. 185 Uno de los incidentes
más trágicos tuvo lugar el 10 de julio en Balaguer, un bastión bloquista, donde, en un enfrenta-
miento con 200 carlistas, un joven militante del partido, Mariano Pujol Pàmies, resultó muerto
mientras trataba de proteger a su tío, Tomàs Pàmies, el líder local del Bloc. Los bloquistas
reaccionaron montando controles en las calles y allanando las casas de monárquicos conocidos
en busca de los responsables de la muerte de Pujol. El resultado fue que 60 carlistas fueron
apresados y entregados a las autoridades tras recibir una “severa lección”. La convocatoria de
una huelga de protesta del día siguiente paralizó la capital de la provincia, donde una mani-
festación de 2 000 personas se enfrentó a la policía, atacó la sede de la Lliga e incendió una
iglesia y el monasterio carmelita. 186 El hecho de hubiesen sido los carlistas los responsables de
los incidentes ocurridos en Balaguer y no la Lliga poco importaba a los manifestantes para
quienes ambas organizaciones formaban parte de la misma amenaza contrarrevolucionaria. El
BOC también instigó una campaña contra las empresas alemanas afincadas en Barcelona que
financiaban a los nazis. Aparte de hacer públicos sus nombres y direcciones, jóvenes mili-

182
ibíd p.16.
183
La Batalla 3.8.33.
184
ibíd 27.4.33, 27.7.33, 26.10.33. En Lleida se celebró también un mitin de la Juventud Contra el Fascismo en
abril de 1933 al que asistieron 800 personas (ibíd 6.4.33), también hubo mítines del Frente Único Antifascista en
Girona y Mataró (ibíd 17.8.33), y de la Alianza Obrera contra fascismo en Balaguer, Les Borges Blanques, Lleida
y Tarragona (ibíd 31.8.33), Sabadell (ibíd 5.10.33), Montblanc y Vilallonga (ibíd 17.10.33) y Manresa (Las
Noticias 31.8.33).
185
La prensa del BOC cita las siguientes acciones entre marzo y noviembre de 1933: afiliados del BOC dispersan
a “vendedores de prensa fascista” en Reus, (La Batalla 23.3.23); un mitin de “fascistas italianos” reventado en
Barcelona,(ibíd 30.3.33); el Centro Obrero de Castellón, formado por bloquistas y socialistas, fuerza la
suspensión de un mitin organizado por los carlistas (ibíd 1.6.33); obreros boicotean un mitin de “terratenientes”
en Valls (ibíd 8.6.33); trabajadores suben a un barco alemán en el puerto de Barcelona y quitan la bandera nazi
(ibíd 8.6.33); obreros boicotean un mitin “fascista” (de la Derecha de Cataluña) en Sabadell (ibíd 29.6.33); el
BOC, la JCI y otras organizaciones revientan un “mitin fascista” en Tarragona y apalean a varios fascistas (ibíd
20.7.33); nazis dispersados por el BOC en las Ramblas de Barcelona por tercera vez (ibíd 27.7.33); el BOC
revienta un mitin “fascista” en Olot, el gobernador civil da la orden de detener a tres dirigentes locales del Bloc
(ibíd 3.8.33); trabajadores evitan que la CEDA celebre un mitin en Vinaroz (Adelante 4.11.33).
186
La Batalla 14.9.33, 21.9.33; El País 12.9.33.
115

tantes del BOC organizaron ataques directos contra las sedes de esas empresas. 187 Con estas
tácticas ofensivas, el BOC perseguía impedir que la derecha se organizase, así como alertar a
los trabajadores catalanes acerca del peligro que se cernía sobre ellos. Que sus enemigos no
fuesen fascistas en la acepción clásica del término era irrelevante para el BOC ya que estaba
convencido que, en España, la contrarrevolución podía manifestarse con variedad de formas.
La violenta hostilidad que la derecha despertaba se generalizó rápidamente en toda España, a
medida que los acontecimientos, tanto dentro del país como en el extranjero, desvelaban la
magnitud de la amenaza que acechaba al movimiento obrero.
Durante el otoño de 1933, otras dos experiencias obreras, una protagonizada por los
trabajadores de luz y fuerza, y otra por los trabajadores mercantiles ilustraron más aun la
validez de la táctica de frente único. En ambos casos, el BOC desempeñó un papel
determinante tanto en la formación de estos frentes únicos como en las victorias que
alcanzaron. Los trabajadores de luz y fuerza habían encabezado la ola de huelgas que se
produjo en Cataluña en los años siguientes al final de la primera guerra mundial. No obstante,
desde la famosa huelga de 1919 de la compañía hidroeléctrica anglocanadiense “La
Canadiense”, estos trabajadores no habían vuelto a ser capaces de organizar una resistencia
eficaz contra la patronal. Aprovechando el cansancio originado tanto por la inefectividad
anarquista, como por las prolongadas y aparentemente infructuosas negociaciones con la
patronal, los militantes del BOC integrados en el sindicato cenetista del luz y fuerza lograron
que se aprobase una propuesta para la formación de un frente único que permitiese superar las
divisiones existentes. Como ya se ha señalado, la CNT reaccionó airadamente contra esta
decisión y expulsó a sus promotores. Los sindicatos rebeldes no se dejaron amilanar y en
septiembre de 1933 sellaron un pacto con la UGT, el CADCI y el Sindicato de Técnicos. Tan
sólo una minoría de la CNT, fundamentalmente de Barcelona, se mantuvo fiel a los
anarquistas; la práctica totalidad de los demás trabajadores sindicados, más de 5 000, se
adhirieron al frente único. 188
Por primera vez los trabajadores de las tres empresas de gas y electricidad de Cataluña
presentaban a las patronales un programa único de reivindicaciones. Consciente que las
negociaciones por sí solas no iban a lograr arrancar concesiones a los empresarios, el frente
único comenzó a prepararse abiertamente, mediante asambleas en los lugares de trabajo, para
ir a la huelga el 6 de octubre. La situación, desde un punto de vista objetivo, parecía favorable.
La Generalitat, a la que recientemente Madrid había otorgado jurisdicción sobre las relaciones
laborales, deseaba a toda costa evitar una huelga en un sector clave poco antes de la
celebración de las elecciones generales convocadas para el 19 de noviembre, por lo cual
presionó a los empresarios para que aceptasen las reivindicaciones de los trabajadores.
Empresarios de otros sectores, especialmente del textil, alarmados ante la combatividad
demostrada por los trabajadores del gas y la electricidad, también alentaron a las compañías
eléctricas y de gas a adoptar una actitud conciliadora. El 14 de octubre el conflicto quedó

187
La Batalla 30.3.33; Entrevista con Wilebaldo Solano 17.7.85.
188
Según La Batalla (5.10.33.) el Frente Único agrupaba a unos 6.000 trabajadores. El Sindicato Regional de Luz
y Fuerza de Cataluña tenía 2.500 afiliados en octubre de 1933, según Adelante (28.10.33) y 2.100 cuatro meses
más tarde (ibíd 6.3.34). Los otros componentes del Frente Único contaban en 1934 con la siguiente afiliación:
Sociedad de Empleados y Obreros de las Empresas de Gas, Agua y Electricidad (UGT) 1.812, Gremi de l'Aigua,
Gas i Electricitat (CADCI) 562 y Sindicato General de Técnicos (FET) 163 (“Cens Electoral Social” Bulletí
Oficial de la Generalitat de Catalunya 26.7.34). La CNT afirmó que 4.000 trabajadores de la luz y fuerza de
Barcelona permanecieron leales a la dirección de la Confederación, aunque según el BOC fueron solamente 200
(Adelante 28.10.33).
116

solucionado. Sin necesidad de huelga, los trabajadores habían alcanzado sus principales
objetivos: semana laboral de 44 horas, un aumento salarial de entre cuatro y cinco pesetas,
indemnización por enfermedad, quince días de vacaciones y otras mejoras. 189 Fue muy
significativo que un colectivo obrero, antes desmoralizado y mal organizado, pudiese alcanzar
tal victoria sin siquiera recurrir a la huelga. Además esta victoria se había conseguido sin el
apoyo de la supuestamente omnipotente CNT, la cual no sólo acusó a los integrantes del frente
único de ser “semiobreros” y un “puñado de señoritos”, sino que incluso se negó a reconocer
los beneficios ganados a través de la acción sindical. 190 Según el BOC, pese a que el frente
único estaba implantado sólo entre los trabajadores sindicados, que constituían la minoría, en
realidad gozaba del apoyo del 90% de los 28.000 obreros que trabajaban en ese sector
industrial, lo que confirmaba sin ambages la efectividad de la acción unitaria. 191
La táctica de frente único se reveló especialmente eficaz entre los trabajadores mercantiles de
Barcelona. Este sector, que aglutinaba a más de 80.000 personas, casi el 20% de la población
activa de Barcelona, estaba compuesto por una masa amorfa de dependientes y oficinistas y al
igual que en el resto del mundo había sido generalmente impermeable al sindicalismo
combativo. 192 Muchos de los trabajadores de este sector tenían una mentalidad y una imagen
pequeñoburguesa, que aparentemente los acercaban más a la clase media que a la obrera. No
obstante, sus condiciones laborales eran misérrimas y, a menudo, peores que las de los obreros
industriales; la norma general eran largas jornadas laborales y salarios bajos. Así definir este
sector como de “clases medias” es bastante superficial. La condición laboral más extrema era
el detestado sistema de internado, que significaba residir en el mismo lugar de trabajo,
frecuentemente en condiciones degradantes. Las trabajadoras, que componían una gran parte
de este sector, padecían muy a menudo situaciones especialmente humillantes. 193
Organizar a estos trabajadores representaba una tarea ingente, no sólo debido a su mentalidad,
sino también porque muchos trabajaban en establecimientos muy reducidos y aislados,
especialmente en el sector minorista. Las organizaciones que tradicionalmente habían existido
en este sector eran más propiamente asociaciones profesionales que sindicatos. La más
importante era el Centre Autonomista de Dependents del Comerç i de la Indústria (CADCI),
un bastión del nacionalismo catalán establecido en 1903, y cuyas actividades habían sido hasta
entonces más de índole cultural y deportiva que de carácter puramente sindical. Prácticamente
el único sindicato reivindicativo que existía en el sector era el Sindicato Mercantil, que estaba
dirigido por bloquistas.
La instauración de la república creó las condiciones necesarias para acabar con el

189
Adelante 15.10.33.; Comercio y Navegación octubre 1933.
190
Solidaridad Obrera 28.9.33; Adelante 27.10.33.
191
La Batalla 24.3.34.
192
El BOC y otras organizaciones obreras cifraron entorno a 80.000 el número de trabajadores mercantiles que
participaron en la huelga. En 1927, el sector mercantil contaba en Cataluña con 61.729 trabajadores (P. Gabriel,
“La población obrera catalana ¿una población industrial?” Estudios de Historia Social núms. 32-33 enero-junio
1985).
193
Para una descripción de las condiciones laborales de los trabajadores mercantiles, véase E. J. Ferrer, “El
problema dels empleats” (La Humanitat 21.10.33). Según uno de los dirigentes del BOC de Sabadell y del
Sindicato de Empleados y Técnicos, Josep Oltra Picó, los trabajadores mercantiles catalanes no eran
sociológicamente tan diferentes de los trabajadores mercantiles de Alemania o Italia, las organizaciones de los
cuales “habían sido las primeras en traicionar el movimiento obrero ante el fascismo” (“El moviment sindical
dels treballadors mercantils”, L'Hora 25.8.34). H. Graham, confunde los trabajadores de cuello blanco con las
clases medias, además de confundir catalanoparlante con ”catalanista”, cuando describe la base del BOC como de
”clases medias bajas catalanistas” The Spanish Republic at War 1936-1939 (Cambridge, 2002) pp.17-18, 67.
117

conservadurismo de la mayoría de trabajadores mercantiles. El torbellino de conflictos


sociales que barrió al país no los dejó impasibles y, al igual que sucedió con trabajadores de
otros sectores, aumentó significativamente su afiliación sindical.194 La agitación en el sector
comenzó inmediatamente, especialmente entre los dependientes de comercio, con los objetivos
de acabar con el internado, de garantizar el domingo como día de descanso semanal y obtener
un incremento salarial para todos los trabajadores (los salarios no habían subido desde 1921).
Los resultados de la agitación no fueron más positivos debido a lo fragmentario de la lucha
desarrollada y a que los trabajadores del sector dependían del Jurado Mixto. Se perdió mucho
tiempo en negociaciones infructuosas con los patrones en el seno de este órgano, lo cual llevó
a una creciente frustración entre las organizaciones de trabajadores mercantiles involucradas.
Para muchos activistas se tornaba cada vez más clara la necesidad de organizar formas de
lucha conjunta que no dependiesen del Jurado Mixto.
El Sindicato Mercantil había propuesto, en 1930, la creación de un sindicato único en este
sector, pero pese a que despertó un cierto interés, la propuesta no prosperó debido al temor de
la mayoría de las organizaciones de los trabajadores mercantiles al caer bajo el dominio de la
CNT. Igual suerte corrió una iniciativa dirigida a la creación de un frente único en el sector
mercantil formulada en junio por la Federació d'Empleats i Tècnics (FET) de 1933,
organización que ya agrupaba a más de 20 000 trabajadores de Cataluña. 195 Según un antiguo
dirigente del Sindicato Mercantil, la FET, que estaba muy influida por la USC y el CADCI,
era demasiado moderada y por ello no inspiraba la confianza necesaria para afrontar una lucha
seria. 196 Desempeñar este papel correspondía ahora al sindicato dirigido por el BOC. El hecho
de que el Sindicato Mercantil hubiese roto con la CNT por un lado y, por el otro, que nunca
hubiese participado en el Jurado Mixto, le valió un cierto respeto entre los elementos más
combativos del sector. Además, en 1933, los militantes del Bloc ya se habían forjado una
cierta influencia en las radicalizadas, aunque pequeñas, Unión Ultramarina y Asociación de
Empleados de Agentes de Aduanas. Fuera de Barcelona existían sindicatos mercantiles
dirigidos por bloquistas en Lleida, Sabadell, Terrassa y en otros lugares.
Al Sindicato Mercantil le llegó su oportunidad cuando en junio de 1933 se rompieron las
negociaciones del sector mayorista que durante dos años se habían desarrollado en el seno del
Jurado Mixto, negociaciones en las que los trabajadores habían fracasado en el intento de
arrancar concesiones a los empresarios. El 1 de agosto de 1933, en respuesta a la iniciativa del
Sindicato Mercantil, tras prolongadas y a veces arduas negociaciones celebradas a menudo
bajo la presión de sus respectivas bases, seis sindicatos diferentes de Barcelona se unieron en
un Frente Único de Empleados Mercantiles. En noviembre del mismo año un total de nueve
sindicatos ya se habían adherido al frente, entre ellos la UGT, con lo cual el número total de
trabajadores representados era de 18 000, lo que equivalía a la mayoría de los trabajadores
sindicados del sector mercantil de Barcelona. De las organizaciones integradas en el frente
único la más importante, al menos en términos numéricos, era el CADCI, que en este período
contaba con alrededor de 10 000 afiliados (ver Tabla 1). 197

194
En 1930, la UGT fundó (o reorganizó) su propio sindicato mercantil de Barcelona, la Unión General de
Dependientes; en 1932, se organizaron sindicatos autónomos: la Unió de Cobradors i Mossos, la Associació
Ferretera y la Cambra de Viatjants, Corredors i Representants; en 1933, la Associació de Comptables, también
autónoma (“Cens Electoral Social” Bulletí Oficial de la Generalitat de Catalunya 26.7.34).
195
Lluita (FET) julio 1933; Associació d’Empleats i Tècnics septiembre 1933.
196
M. Sans Orenga, Els Treballadors Mercantils dins el Moviment Obrer Català (Barcelona 1975) pp.125-
126,161.
197
La Unió Ultramarina y la Unió Professional de Cobradors i Mossos entraron en el frente único en octubre y la
118

Tabla 1: Frente Único de Empleados Mercantiles


Afiliados
en 1934:
CADCI 11.142
Sindicato Mercantil 2.000
Unión de Dependientes del Comercio y la Industria (UGT) 1.386
Cambra de Viatjants, Corredors i Representants 1.286
Acció Social Professional de l'Associació de Comptables 1.097
Associació d'Empleats d'Agents de Duanes, Consignataris, Armadors i Similars 647
Associació Ferretera 578
Unió Ultramarina 498
Unió Professional de Cobradors i Mossos de Comerç, Banca i Indústria 400

El Sindicato Mercantil estaba convencido de que sólo una huelga iba a doblegar a los
empresarios. Para crear un movimiento unido era necesario adoptar tácticas especiales que
tuviesen en cuenta la heterogeneidad de los dependientes y oficinistas y su falta de experiencia
sindical. Se decidió presentar, en primer lugar, un nuevo programa de reivindicaciones del
sector mayorista, que congregaba a la mayoría de los trabajadores, para después presentar las
reivindicaciones concernientes a los sectores más débiles, el minorista y el de la alimentación.
El Sindicato Mercantil estaba seguro de que el Jurado Mixto no iba a aceptar las exigencias
que se le planteaban, por lo que esperaba que esta experiencia contribuyese a convencer a la
mayoría de los empleados de la necesidad de ir a la huelga. La participación en las
negociaciones en el seno del Jurado Mixto representó, para el BOC, un importante cambio
táctico. Antes de 1933, los comunistas disidentes habían compartido el desdén de los
anarcosindicalistas hacia estos comités de arbitraje, a los que denunciaban como formas de
“colaboración de clase” e intentos de “domesticar al proletariado”. Jordi Arquer declaró que
aunque participar en los Jurados Mixtos era contrario a los “principios primitivos” del BOC,
esta participación se había revelado como una táctica útil. En efecto, los comunistas disidentes
iban a volver a utilizar esta táctica a lo largo de todo el período republicano. 198 Las
negociaciones fueron respaldadas por movilizaciones callejeras multitudinarias en las que
Arquer, como dirigente del Sindicato Mercantil, desempeñó el papel protagonista.199
Como era previsible, las negociaciones fracasaron, debido principalmente a que los
empresarios no se tomaron en serio la amenaza de huelga. Este error les iba a costar caro. El
13 de noviembre se inició la huelga, que afectó a la gran mayoría de tiendas y estableci-
mientos comerciales. Ese mismo día, la Generalitat, ansiosa de apaciguar la situación lo más
rápidamente posible, convocó a los trabajadores y empresarios a participar en negociaciones.
Los empresarios, sorprendidos por el inesperado seguimiento de la huelga, trataron de dividir
al frente único mostrándose dispuestos a aceptar la mayoría de las exigencias presentadas por
los trabajadores del sector mayorista y postergando las negociaciones acerca de las
correspondientes al sector minorista y de la alimentación hasta más adelante. Los líderes del

UGT en noviembre. La Associació de Depéndencia Mercantil, con 817 afiliados, también apoyó la huelga de
noviembre de 1933, pero no entró en el frente único hasta 1934 (Lluita (FET) 15.9.33; La Batalla 19.10.33;
Adelante 25.10.33, 5.11.33; “Cens Electoral Social” Bulletí Oficial de la Generalitat de Catalunya 26.7.34).
198
J. Arquer, “Los Jurados Mixtos contra la Generalitat”, Adelante 10.1.34.
199
Según el diario del Bloc, el 18 de octubre, 6.000 trabajadores mercantiles se concentraron ante la sede del
Jurado Mixto para mostrar su apoyo a sus representantes, (Adelante 19.10.33); otro 6.000 acudieron a un mitin de
protesta unos días más tarde (ibíd 24.10.33).
119

frente único inicialmente se mostraron dispuestos a presentar la solución de transacción a los


trabajadores, porque el Consejero de Trabajo de la Generalitat, Martí Barrera, los había
convencido de que la FAI tenía la intención de aprovecharse de la situación para iniciar una
huelga general revolucionaria.
Los trabajadores, sin embargo, habiendo esperado tanto tiempo para alcanzar una solución,
ahora no estaban dispuestos a desconvocar la huelga sin haber llegado a un acuerdo que
abarcase a todos los sectores del ramo. La multitudinaria y combativa asamblea, que se
celebró el mismo día en que se recibió la propuesta de transacción, decidió a los dirigentes del
frente único a desvincularse totalmente del pacto ofrecido por Barrera. Se decidió continuar la
huelga y extenderla a los sectores de la administración y de la alimentación, que inicialmente
habían sido excluidos para no alienar la simpatía del público. La huelga se generalizó, con lo
cual prácticamente toda la actividad comercial de la ciudad quedó paralizada. Los trabajadores
de la banca y de seguros se pronunciaron a favor de secundar la huelga, que ya se había
extendido a Cornellà y Badalona. En Lleida, Sabadell y Terrassa, los trabajadores mercantiles
se ofrecieron a iniciar una huelga de solidaridad con sus homólogos barceloneses. Los
enfrentamientos con la policía se multiplicaban a medida que los piquetes, generalmente
organizados y apoyados por los Grupos de Acción del BOC (GABOCS), garantizaban que los
establecimientos más reticentes cerrasen sus puertas. 200 ERC intentó romper la huelga:
primero la denunció como una “maniobra electoral” del BOC, y después se abocó a tratar de
establecer negociaciones directas entre el CADCI (dirigido por ERC) y la Generalitat, de las
cuales el frente único quedaría excluido. 201 La creciente influencia dentro del CADCI de un
grupo izquierdista de oposición, encabezado por miembros del partido nacionalista radical
Estat Català-Partit Proletari, frustró las intenciones de ERC.
La Generalitat, enfrentada a un movimiento tan enérgico, resolvió emitir un decreto favorable
a las reivindicaciones de los trabajadores del sector minorista y de la alimentación pese a la
oposición de los empresarios. Se ganaron así toda una serie de mejoras, tales como un
aumento salarial general, la jornada laboral de ocho horas, la abolición del sistema de
internado y un ambicioso programa de “subsidio familiar”, además de una cláusula que
impedía las represalias contra las huelguistas. 202
Aunque los empresarios se negaron a aceptar el decreto alegando que sobrepasaba las
competencias de la Generalitat, el frente único optó por desconvocar la huelga en un momento
en que gozaba de un seguimiento multitudinario con el fin de sacar el máximo provecho de las
medidas impuestas por el gobierno catalán.
Desde una perspectiva sindical, la táctica de frente único había resultado un éxito arrollador.
Mediante su acción conjunta, los débiles sindicatos del sector habían movilizado a alrededor
de 80.000 trabajadores, en su mayoría desorganizados y en muchos casos muy moderados.
Adelante escribió que sería necesario “remontarse al año 1919-1920 para encontrar en
Barcelona un movimiento tan bien dirigido, tan firme en su base y de resultados tan
sorprendentes”. 203 Los trabajadores mercantiles habían logrado una notable victoria, y además,
al igual que los trabajadores de la luz y fuerza, la habían alcanzado sin la CNT; ésta, aunque
en teoría hubiese secundado la huelga, dedicó gran parte de sus energías a denigrar a los

200
Entrevista con Carmel Rosa (Ro c) 27.9.85. Véase también, Coll y Pané . pp.31-33; y V. Alba, La Alianza
Obrera (Madrid 1978) p.80.
201
La Humanitat 16.11.33.
202
Butlletí Oficial de la Generalitat de Catalunya 17.11.33, 18.11.33.
203
“El Frente Único” Adelante 18.11.33.
120

líderes del frente único. 204 Sectores obreros mucho más poderosos dirigidos por los
anarcosindicalistas habían fracasado en lo que los trabajadores mercantiles habían triunfado.
Esta lección no pasó desapercibida para muchos trabajadores, cansados de lo que consideraban
las tácticas “irresponsables” y ruinosas de la CNT. Los resultados de la huelga no deben
juzgarse en términos puramente económicos. También ha de tenerse en cuenta que llevó a la
radicalización política de muchos trabajadores que tradicionalmente componían gran parte de
la base social urbana del nacionalismo catalán moderado.
La huelga redundó en una mayor influencia tanto de los grupos marxistas como de los
nacionalistas radicales entre los trabajadores mercantiles. De esta manera la dirección del
CADCI pasó a manos del grupo de oposición de izquierda, en agosto de 1934, con lo cual se
ponía punto final a 30 años de dominación de los nacionalistas moderados dentro de la
organización. La radicalización de este sector no puede adscribirse a la huelga exclusivamente.
Ahora que ERC dominaba el gobierno catalán, era inevitable que su popularidad se hubiese
visto erosionada. Algunos de sus militantes más combativos se decepcionaron con la
orientación de ERC en la Generalitat. Además, la crisis política, social y económica
generalizada que España atravesaba estaba causando una creciente radicalización de las masas.
El papel protagonista desempeñado por el BOC en las iniciativas dirigidas a la formación de
frentes únicos en Cataluña durante 1933 indudablemente incrementó su prestigio. La victoria
de la derecha en las elecciones de noviembre y la cada vez más amenazadora presencia del
fascismo en Europa pronto llevaron a que la mayoría de las organizaciones obreras se aboca-
sen a abordar el espinoso problema de la unidad obrera. Cataluña constituía un ejemplo para el
resto de España. Para muchos militantes sólo la acción unitaria iba a lograr superar las divisio-
nes históricas del movimiento obrero. El BOC, merced a su infatigable labor a favor del frente
único, se iba a beneficiar políticamente cuando éste se plasmase en una realidad concreta.

Las elecciones de noviembre de 1933.


La tensa situación política que coincidió con la huelga en el sector mercantil, que se inició tan
sólo días antes de la celebración de las cruciales elecciones generales del 19 de noviembre, sin
duda convencieron a las autoridades de la necesidad de resolver el conflicto con la mayor cele-
ridad posible. El gobierno republicano se había visto obligado a dimitir y convocar elecciones.
El constante obstruccionismo de la derecha en el Parlamento había causado un extendido
sentimiento de hastío y frustración entre muchos diputados: así, por ejemplo, en agosto de
1933 no pudo celebrarse la votación en el Parlamento de la propuesta de ley sobre los
arriendos rurales, por falta de quórum. La oposición de la derecha al gobierno, especialmente a
su reforma agraria, a la legislación laboral progresista y a los intentos de debilitar el poder de
la Iglesia, no se reducía a su obstruccionismo parlamentario. En el sur de España, por ejemplo,
las autoridades locales y la Guardia Civil colaboraron en la práctica con los terratenientes para
evitar que se llevase a cabo la reforma agraria. Este obstruccionismo iba aparejado con una
amplísima campaña propagandística montada por la derecha con el objetivo de convencer a
los sectores más conservadores de la población de las iniquidades de un gobierno “ateo y
marxista”. Las elecciones municipales parciales celebradas en abril de 1933 asestaron un
golpe al gobierno al resultar elegidos una mayoría de concejales antigubernamentales.
Además de las presiones externas, la coalición republicano-socialista en el gobierno se

204
Véase el violento y personal ataque contra Arquer, así como la acusación de que el fin de la huelga fue una
“traición”, en Solidaridad Obrera 18.11.33.
121

enfrentaba a una creciente disensión interna. Los partidos republicanos de izquierda padecían
divisiones internas y, por otra parte, muchos socialistas estaban decepcionados con la
trayectoria de su partido en el gobierno. Los métodos cada vez más represivos utilizados por
las autoridades gubernamentales se tornaban más insoportables para la militancia de base de la
UGT, pese a que las diferencias que los separaban de los anarcosindicalistas subsistían. Por
esta razón, los diputados del PSOE pugnaron durante la primera mitad de 1933 para que se
aboliese la draconiana Ley de Defensa de la República.
El gobierno sobrevivió a una moción de censura en el Parlamento a principios de septiembre,
pero el golpe mortal lo asestó la victoria de la derecha en las elecciones al Tribunal de Garan-
tías Constitucionales. En el verano, el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, ya
había retirado su confianza al gobierno republicano-socialista debido a la creciente oposición
de los republicanos más conservadores y a sus propias discrepancias con algunos aspectos de
la legislación gubernamental en la esfera religiosa. Aprovechando la nueva derrota infligida al
gobierno, el 11 de septiembre el presidente encargó al dirigente del Partido Radical, Alejandro
Lerroux, la formación de un nuevo gobierno. Unos días después, los socialistas finalmente
anunciaron que disolvían su alianza con los republicanos de izquierda. Lerroux, sin embargo,
carecía del apoyo necesario para gobernar, por lo cual prefirió mantener el Parlamento cerrado
durante septiembre a enfrentarse a una derrota. El 2 de octubre, cuando finalmente se reabrió
el Parlamento, el nuevo gobierno fue inmediatamente derrotado en una moción de censura. Se
estableció un gobierno republicano monocolor interino hasta que se celebrasen las elecciones
generales.
Para los dirigentes del BOC la caída del gobierno republicano-socialista no constituyó
sorpresa alguna, ya que hacía tiempo que venían pronosticando su inminente fin. El gobierno
pequeñoburgués que había llegado al poder como consecuencia de una revolución a la que
después había procedido a frenar, al fin había caído. Ese gobierno no había satisfecho a nadie.
Según el BOC, su demagogia sólo había conseguido decepcionar a muchos de sus seguidores
de las clases medias, quienes ahora se inclinaban a posiciones reaccionarias. La contrarrevolu-
ción era la única que iba a beneficiarse de la situación. La disolución del Parlamento solicitada
por Sanjurjo poco más de un año antes se producía ahora, como señaló La Batalla. 205 Parecían
confirmarse los peores augurios del BOC acerca de la debilidad política de los partidos
republicanos pequeñoburgueses.
Desde la perspectiva del BOC, la situación política reinante en este período preelectoral,
comparada con la de 1931, era menos favorable para los intereses de la clase trabajadora. No
obstante, los comunistas disidentes consideraban que el movimiento obrero y campesino
seguía mostrando “una gran vitalidad”, por lo que creían que aún podía imprimir una
orientación revolucionaria al curso de los acontecimientos. La combatividad obrera
ciertamente era mayor que nunca; el número de días de huelga en 1933 triplicó al de 1931. 206
Dada la ofensiva de los empresarios contra los socialistas en la esfera política, y en la
económica contra los logros alcanzados por los trabajadores desde la instauración de la
república, la mayoría de las huelgas tendían a ser acciones de resistencia a ultranza. Cataluña
no quedó al margen de esta situación, aun cuando allí el incremento de las huelgas no fue tan
notorio como en otras partes de España. La CNT, a pesar de estar debilitada, provocó una serie
de huelgas durante 1933, especialmente en Barcelona. El movimiento huelguístico también

205
“Unidad obrera contra el fascismo”, La Batalla 31.8.33; “La revolución burguesa ha fracasado. En marcha
hacia la revolución socialista”, ibíd 12.10.33.
206
Tuñon de Lara, El movimiento obrero en la historia de España vol.III (Barcelona, 1977) p. 171.
122

aumentó en el resto de Cataluña, donde se desataron una serie de conflictos laborales en los
que el BOC participó muy activamente.
Los acontecimientos más importantes de la evolución del movimiento obrero, sin embargo,
estaban desarrollándose fuera de Cataluña. En el verano de 1933, importantes sectores del
Partido Socialista, sobre todo dentro de la UGT y de la Federación de Juventudes Socialistas
(FJS), ya habían comenzado un brusco viraje hacia la izquierda. Este cambio se debía, en
parte, a las transformaciones de la composición de la base social socialista. Durante los dos
años precedentes, una multitud de trabajadores urbanos, pero sobre todo rurales, se habían
afiliado a la UGT. En esto la UGT no se diferenciaba de las demás centrales sindicales, que
también habían incrementado su militancia en ese período, pero el hecho de que el Ministro de
Trabajo fuese Largo Caballero, secretario general de la organización, había otorgado a la UGT
el privilegio de la protección gubernamental. El factor que más influyó en la transformación
de las bases socialistas fue la enorme afluencia de cientos de miles de jornaleros sin tierra del
sur de España a las filas de la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra (FNTT) de la
UGT. Esto y la progresiva decepción de muchos militantes con la colaboración del PSOE con
los republicanos fueron las razones de la radicalización socialista. El giro a la izquierda lo
encarnó con sus soflamas revolucionarias Largo Caballero, quien de antiguo líder moderado y
burócrata sindicalista, se transformó rápidamente en líder indiscutido de la izquierda
socialista. Este izquierdismo de última hora de Largo Caballero era reflejo de la presión
ejercida por una militancia cada día más combativa. Durante el verano, y ya iniciada la
campaña electoral, los discursos de Largo Caballero eran mejor recibidos cuanto más radicales
eran. Al tiempo que descartaba una reanudación de la colaboración con los republicanos, tanto
dentro como fuera del gobierno, Largo Caballero dejó claro que si la legalidad republicana
continuaba obstruyendo la realización del programa de los socialistas, éstos “saltarían por
encima de la democracia burguesa para proceder a la conquista del poder mediante la
revolución...”. 207 El giro izquierdista de Largo Caballero y otros socialistas no se debió tan
sólo al fracaso de su experiencia en el gobierno; también contribuyó la impunidad con que la
derecha, la CEDA en particular, se movilizaba contra la República. A la “amenaza fascista”
los socialistas contraponían la “amenaza” de iniciar la revolución.
A mediados de 1933, el BOC ya había modificado la actitud que había mantenido dos años
antes y ahora prestaba mucha más atención a los socialistas; aunque seguía criticando al PSOE
con dureza, el tono de las críticas había perdido gran parte de su antigua virulencia. Tras la
caída del gobierno republicano-socialista, el Bloc señaló los tres errores principales en los que
los socialistas habían incurrido. En primer lugar, los socialistas no habían aprovechado las
circunstancias favorables creadas por la derrota del conato de golpe de Sanjurjo, ni el revés
temporal que ésta representó para los enemigos de la República. Según el BOC, los socialistas
hubieran debido adoptar en esos momentos una posición más radical para hacer que la
situación política virase claramente hacia la izquierda. Sucedió en cambio lo contrario, por lo
que el régimen se encontró cada vez más a la defensiva. El segundo error cometido por los
socialistas había sido el rechazar un sistema electoral verdaderamente proporcional que
hubiese garantizado la existencia de una significativa minoría obrera en el Parlamento capaz
de hacer obstruccionismo frente a un gobierno de la derecha. El sistema que se aceptó, con el
beneplácito de los socialistas, permitía que una lista electoral ganadora con un mínimo del
40% de los sufragios emitidos ocupase el 80% de los escaños disponibles en cualquier
circunscripción electoral. Este sistema favorecía mucho la formación de bloques electorales, y

207
F. Largo Caballero, Discursos a los trabajadores (Barcelona 1979) p. 119.
123

creía el Bloc que esto probablemente llevaría a que un nuevo gobierno reaccionario gozase de
una sólida mayoría parlamentaria. En tercer lugar, el PSOE había persistido en su defensa a
ultranza de la naturaleza de las Cortes Constituyentes, que no satisfacían a nadie. El BOC
sostenía que los socialistas hubieran debido usar su fuerza, tanto dentro como fuera del
Parlamento, para transformar las Cortes en una “convención revolucionaria”, en lugar de
subordinarse a los partidos republicanos. 208 La indecisión mostrada por los socialistas no pudo
en realidad sorprender al BOC. Cabe pensar, por lo tanto, que las críticas bloquistas a la
trayectoria socialista en el gobierno estaban dirigidas exclusivamente a “educar” a la base
social del PSOE.
Los dirigentes bloquistas, pese a su condena de la participación socialista en el gobierno y de
su actuación en éste, eran muy conscientes de la importancia que revestía el giro izquierdista
de muchos militantes socialistas. La prensa bloquista veía con buenos ojos los discursos de
Largo Caballero, aun cuando consideraba que esto constituía una táctica del dirigente de la
UGT para mantener el control sobre sus bases. El BOC también tuvo que admitir que si el
PSOE en su conjunto no había quedado desacreditado ante buena parte del proletariado, esto
se debía a la inexistencia de un partido comunista capaz de sacar provecho de la complicidad
socialista en “el asesinato de la revolución”. Para el BOC la situación planteada requería que
todas las organizaciones obreras se solidarizasen con los socialistas contra los ataques de la
derecha, y que al tiempo “movilizasen a las masas” de manera que éstas, si se formaba un
gobierno socialista en el futuro, lo presionasen en caso de incumplimiento de sus promesas. El
Bloc creía que de esta manera las masas iban a darse cuenta a través de la práctica, y no de
“insultos sistemáticos”, de la inoperancia del reformismo. 209 La exigencia de ciertos
compromisos a los socialistas, en lugar de limitarse a la denuncia de su política, dejaba patente
que la dirección del BOC había comenzado a comprender la importancia de lo que estaba
sucediendo dentro del sector socialista del movimiento obrero.
En la esfera práctica, hasta 1933 la relación del BOC con los socialistas, especialmente con la
UGT, había sido en cierta medida ambigua. Esto se debía tanto a la hostilidad de los
comunistas disidentes hacia los socialistas en general como a la abrumadora influencia, en
Cataluña, de la CNT, con la que la UGT no podía medirse. Desde 1931, el Bloc había
defendido (al menos formalmente) el trabajo, en ciertos casos, dentro de los sindicatos
socialistas; en la práctica, sin embargo, esta consigna no tuvo mayores repercusiones. El
crecimiento limitado de la UGT catalana, que entre 1931 y 1933 había duplicado su militancia
hasta contar con 36 000 afiliados, era considerado por el BOC, en términos generales, como
un hecho negativo resultado de la negligencia anarcosindicalista. 210 En el verano de 1932, los
comunistas disidentes se estaban ya planteando adoptar una nueva orientación hacia la UGT;
en este cambio de actitud influyeron los crecientes conflictos que los comunistas disidentes
arrostraban dentro de la CNT y el comienzo del deshielo en su actitud hacia los socialistas. El
BOC ahora señaló que aunque fuese una organización reformista, muchos militantes de la
UGT “ansían la revolución tan ardientemente como el que más”, y que era necesario evitar
confundir a las bases del sindicato con sus dirigentes. A partir de este período una de las
consignas de los comunistas disidentes fue la de ganarse el liderazgo de las masas ugetistas. 211

208
“La revolución burguesa ha fracasado. En marcha hacia la revolución socialista”, La Batalla 12.10.33.
209
Para el análisis del BOC sobre la radicalización del socialismo español durante el 1933, véase el artículo en
tres partes de Gorkin, “Posición del socialismo español” (ibíd. 31.8.33, 7.9.33, 28.9.33).
210
Cataluña Obrera 31.3.33.
211
Véase a modo de ejemplo, “El Ferrol-Cartagena”, La Batalla 9.6.32; “¡Por un Gobierno Obrero y
Campesino!” ibíd, 21.7.32; “Ante la amenaza de un golpe de Estado formemos el Frente Único Revolucionario”
124

A pesar de este cambio, la actitud recelosa de muchos militantes bloquistas hacia los
sindicatos socialistas no se desvaneció del todo. Miguel Tufet, uno de los dirigentes
sindicalistas del Bloc de Lleida afirmó, en mayo de 1933, que “conviene por todos los medios
impedir en Cataluña el desarrollo del sindicalismo reformista encarnado en la UGT”, a lo que,
sin embargo, añadió que el partido debía examinar cada caso detenidamente ya que el hecho
de que un obrero militase en la UGT no significaba que fuese “un traidor”. 212
El BOC finalmente clarificó su posición con respecto a la UGT en su congreso de junio de
1933. Los cambios que se habían dado dentro de la central socialista, junto al desvanecimiento
de todas las esperanzas acerca del trabajo en el seno de la CNT, habían obligado al Bloc a
redefinir toda su estrategia sindical. El congreso decidió que los militantes bloquistas que
militasen en la UGT debían intentar crear facciones favorables a la “unión sindical”. La
democracia interna existente en la central socialista permitía realizar este trabajo, según
argumentó el delegado de Madrid y miembro de la dirección de un sindicato ugetista de esa
ciudad. 213 En Cataluña era cada vez más evidente que el PSOE, radicalizado, estaba
abriéndose a una colaboración estrecha con el BOC. Dentro de la UGT catalana, los militantes
bloquistas y socialistas eran aliados naturales frente a la más moderada USC.
En 1933, la mayoría de los sindicalistas bloquistas militaban en el seno de sindicatos
autónomos, o en antiguas secciones de la CNT; en Barcelona, sin embargo, esto no siempre
era posible. En aquellos sectores en los que no existían perspectivas de crear sindicatos
independientes y donde los socialistas contaban con un cierto seguimiento, los bloquistas se
habían integrado en la UGT. Esto sucedió especialmente entre los carpinteros, tras la
expulsión del BOC y otros grupos de oposición de la CNT de este sector en 1932; los
militantes bloquistas no sólo se afiliaron al sindicato de la UGT, sino que también accedieron
a puestos en su dirección. Los bloquistas también iban a ser influyentes dentro de los
sindicatos socialistas de los ferroviarios, de los mecánicos y de los maestros. 214 Tres militantes
bloquistas formaban parte del Comité Regional de Cataluña de la UGT. 215 Fuera de Barcelona,
donde la implantación de la UGT era casi inexistente, el BOC se desentendía del sindicalismo
socialista. Sitges constituía una rara excepción; allí la tradición socialista estaba bien arraigada
y los sindicatos autónomos de zapateros y obreros de la construcción, que estaban dirigidos
por el Bloc, se hallaban integrados en una federación local de sindicatos cuyos componentes,
en su mayoría, eran afiliados a la UGT 216 En el resto de España, en los lugares donde el Bloc
contaba con pequeños núcleos, sus militantes se integraban generalmente en los sindicatos
más implantados de cada lugar yen aquellos donde hubiese mayores posibilidades de
desarrollar el trabajo fraccional, condiciones que, invariablemente, llevaban a la UGT. El
único lugar, fuera de Cataluña, donde el BOC gozaba de una influencia real en el seno de la
UGT era en la vecina provincia de Castellón.

ibíd 28.7.32; “El Congreso Nacional del Partido Socialista” ibíd 13.10.32.
212
M. Tufet, “Los comunistas y el movimiento sindical”, ibíd 5.5.33.
213
“Tesis Sindical. La unificación sindical” La Batalla 25.5.33; para el debate en el congreso véase, ibíd 29.6.33.
214
Entre otros, Ramon Cos, fundador de la OSR de la madera, fue elegido vicepresidente y más tarde presidente
de la Sociedad de Obreros de la Madera y Similares de la UGT; Enric Adroher (Gironella) era secretario general
de la Federación Catalana de Trabajadores de la Enseñanza; Joaquín Casas, tesorero del Sindicato de Limpieza y
Riegos; Pío Guriol, vocal del Sindicato de Transporte (Sección Mecánica); el futuro dirigente de la JCI, Germinal
Vidal era presidente de la ugetista Sociedad de Conductores de Carretillas del Puerto (ibíd 7.7.34). Militantes del
BOC también ocuparon cargos relevantes en el sindicato ferroviario de la UGT de Barcelona (véase nota 136).
215
Según un antiguo bloquista de Girona, Joan Soler, éstos fueron Adroher, Torrent, del SNF – la federación
ferroviaria de la UGT – y “uno más” (carta de Joan Soler al autor 22.12.86).
216
Front 29.11.36.
125

Las elecciones constituyeron una posibilidad para ahondar más la colaboración con los
socialistas. Debido a que sobre la República se cernía la amenaza de la derecha —ahora
agrupada, aunque con poca estructuración, en un llamado “frente antimarxista”—, el BOC
exhortó a los obreros a votar por el Partido Socialista, “a pesar de los errores que haya podido
cometer durante el período de su colaboración con los partidos republicanos”. Fuera de
Cataluña, el BOC argumentó que los socialistas constituían ahora “en un sentido general, una
fortaleza del movimiento obrero”. Por contra, los anarquistas hicieron un llamamiento a la
abstención electoral. El nuevo diario del Bloc, Adelante, declaró que para los trabajadores no
era indiferente que la victoria electoral fuese de los socialistas o de la burguesía y que la
abstención sólo iba a ayudar a la reacción derechista.217
En Cataluña, el BOC propugnaba la formación de un frente de partidos obreros tanto para
oponerse a la derecha como para erigirse en alternativa a la izquierda pequeñoburguesa. En
septiembre de 1933, el BOC ya había propuesto la formación de este frente al PSOE y a la
USC para presentarse a las elecciones municipales que iban a celebrarse al poco tiempo. Al
PCdeC no lo había invitado a integrarse en el frente porque los comunistas oficiales ya habían
demostrado, con respecto al Frente Obrero contra el Paro Forzoso y a la Alianza Obrera contra
el Fascismo, que este tipo de colaboración con ellos era imposible. La USC se había mostrado
poco interesada en un pacto electoral exclusivamente obrero y había optado por apoyar una
vez más a ERC, debido a lo que denominaba el “papel excepcional” desempeñado por la
pequeña burguesía en Cataluña. En su lugar, en una reunión celebrada con el BOC para
debatir la crisis del gobierno de Lerroux, la USC volvió a proponer la unificación de los dos
partidos. Los dirigentes bloquistas no tenían la intención de aceptar esa propuesta, especial-
mente si no se podía llegar ni siquiera a un acuerdo acerca de algo tan coyuntural como un
pacto electoral. La prensa bloquista denunció que la actitud de la USC ante las elecciones
constituía una traición a su anterior disposición a colaborar en los frentes únicos. Por lo
demás, una verdadera cooperación entre los dos partidos se hizo muy difícil debido a que sus
respectivos análisis sobre el papel de la pequeña burguesía eran diametralmente opuestos. 218
Los comunistas disidentes ahora sólo podían albergar esperanzas de forjar una alianza con la
Federación Catalana del PSOE que, hasta ese momento, no había participado en las iniciativas
de frente único del BOC. Los socialistas catalanes estaban dispuestos a aceptar la oferta
bloquista de formar una coalición electoral, y ello no sólo se debía a su reciente giro hacia la
izquierda. El PSOE también necesitaba encontrar la forma de sobreponerse a su debilidad y su
casi total irrelevancia en Cataluña. Buena parte de su militancia, de por sí reducida, se había
pasado poco antes a la USC tras un intento fallido, en julio de 1933, de unificar a las dos
organizaciones socialistas catalanas. 219 Las relaciones entre la USC y el PSOE se deterioraron
incluso más cuando la UGT catalana, la mayoría de cuyos dirigentes respaldaban a la USC,
decidió pedir el voto para ERC. Sin embargo, varios sindicatos ugetistas controlados por el
217
Adelante 29.10.33.
218
La Batalla 2.11.33; Adelante 22.10.33, 27.10.33, 4.11.33, 25.11.33; Justícia Social 4.11.33.
219
En el abril de 1932, la Federación Catalana del PSOE afirmaba tener 1.261 afiliados (A. Balcells, “El socialis-
mo en Cataluña durante la Segunda República [1931-1936]”, Trabajo industrial y organización obrera en la
Cataluña contemporánea [1900-1936] [Barcelona 1974] p.131). En el fallido congreso de unificación con USC, la
Federación Catalana del PSOE solo tenía 17 agrupaciones, frente a las 74 -y 53 “en proceso de constitución”- de
la USC (Justícia Social 22.7.33). Ricard Alcaraz (p.158), calcula que el PSOE en Cataluña tenía entre 500 y
1.000 afiliados en este momento. La Liga Comunista Internacionalista (la organización internacional trotskista),
afirmaba que el PSOE catalán tenía 350 afiliados en 1935, esto es, después del proceso fallido de unificación de
1933, cuando varias agrupaciones se pasaron a la USC (“Actas de la sesión del 22 de mayo de 1935 del S.I. de la
L.C.I. [B.L.]”, L. Trotsky, La Revolución Española tomo II, [Barcelona 1977] p.347).
126

PSOE, principalmente de Barcelona, rechazaron esa decisión y se pronunciaron a favor de una


alianza electoral con el BOC. 220 Los seguidores del PSOE no eran los únicos que se oponían a
respaldar a la izquierda nacionalista. Incluso en el seno de la USC algunas de las secciones
locales, como las de Girona y Lleida, así como el Comité Provincial de Tarragona de la USC,
se negaron a respaldar a ERC, en lugar de lo cual se decantaron por el Frente Obrero formado
por el BOC y el PSOE. 221
La alianza sólo se formó realmente en la capital catalana, donde generosamente se les otorgó a
los socialistas siete de los 15 candidatos de los que constaba la lista electoral.
Testimonialmente se incluyeron a algunos candidatos del PSOE en las candidaturas
presentadas en las provincias de Barcelona, Lleida y Tarragona. 222 A pesar de la debilidad del
PSOE en Cataluña, el BOC consideraba el pacto relevante y esperaba que tuviese
repercusiones en el resto de España; esta era la primera vez que socialistas y comunistas
formaban un frente electoral unido y esto revestía una “importancia trascendental”. Maurín
señaló que el hecho de que los trabajadores socialistas de toda España leyesen en El Socialista
que ese acuerdo existía sólo podía constituir un paso más hacia la unidad de la clase obrera. 223
Las elecciones de noviembre de 1933 revistieron también importancia por ser las primeras en
las que las mujeres pudieron votar. De una manera u otra, por lo tanto, todos los partidos
políticos hubieron de tomar en cuenta a este nuevo sector del electorado. El análisis bloquista
de la opresión de la mujer se ceñía estrictamente a la tradición del marxismo ortodoxo: la
liberación de la mujer dependía de la lucha general por el socialismo porque su opresión
estaba firmemente ligada al desarrollo de la sociedad clasista. Con todo, el BOC prestó más
atención a la situación de la mujer que otras organizaciones obreras.224
La propaganda del BOC dirigida a las mujeres siempre subrayaba la posición económica de
éstas como mano de obra barata. El primer programa de reivindicaciones relacionadas con la
mujer que el Bloc había lanzado (junio de 1931) incluía exigencias como la igualdad ante la
ley, servicios de guarderías, el derecho al voto y el acceso a la educación gratuita y laica, pero
sobre todo subrayaba la necesidad de mejorar las condiciones laborales de las mujeres. 225 El
tema de la opresión de la mujer era rara vez mencionado en el programa político general del
BOC. La “liberación social y política de las mujeres” había sido incluida en septiembre de
1931 entre los cinco objetivos principales de la revolución democrática, pero tales menciones
constituían una excepción y no la norma. 226
No es sorprendente que cualquier alusión a que los hombres fuesen el enemigo de las mujeres
se rechazase tajantemente, ya que sólo la clase social se consideraba división básica de la
sociedad. En consecuencia, no sólo era imposible la existencia de intereses comunes entre las
mujeres proletarias y las burguesas, sino que además había que combatir el “feminismo
burgués”. 227 El análisis del BOC no difería en nada de la ortodoxia marxista aceptada acerca

220
Fuera de Barcelona, la UGT de Girona, Lleida y Vila-seca dieron su apoyo al Frente Obrero (Adelante
5.11.33, 18.11.33; Boletín de la Unión Obrera del Arte de Imprimir noviembre 1933).
221
Adelante 25.10.33, 29.10.33, 5.11.33, 11.11.33.
222
En Tarragona, el PSOE presentaba candidatos tanto en la lista de ERC-USC como en la del Frente Obrero. El
candidato del partido en esta última candidatura, Rafael Vidiella, se retiró antes de las elecciones.
223
Adelante 29.10.33, 31.10.33; La Batalla 2.11.33.
224
Sobre el BOC y la cuestión de las mujeres véase también, M. Nash, Mujer y movimiento obrero en España
(Barcelona 1981) pp. 207-225.
225
ibíd p.222; Grupo Femenino del BOC, “A las mujeres que trabajan”, La Batalla 4.6.31.
226
“¡Todo el poder al proletariado!” ibíd 24.9.31.
227
Véase, por ejemplo, “Por las mujeres y contra el feminismo”, ibíd 1.10.31.
127

de las relaciones familiares entre los sexos. Los bloquistas seguían el análisis de Engels sobre
la familia como una institución social que beneficiaba al capitalismo. También coincidían con
Engels en que la monogamia estaba en la base de una concepción proletaria de las relaciones
sexuales, y en que esta “monogamia proletaria” iba a acabar con la esclavitud y la
subordinación sexual de las mujeres. 228 Para el BOC la experiencia rusa había demostrado que
tan sólo el socialismo podía crear las condiciones materiales para que se diese la liberación de
la mujer. Así, los comunistas disidentes señalaban los según ellos grandes logros de las
mujeres en la Unión Soviética desde la revolución. Logros como la “efectiva abolición de la
prostitución”, o el hecho de que, como se suponía, muchas parejas rusas viviesen libres y en
pie de igualdad, se presentaban a modo de ejemplo de como, con un sistema socialista, la
situación de las mujeres iba a dar un vuelco positivo. 229
La participación de las mujeres en el BOC se limitaba, casi exclusivamente, a una militancia
de base, como también ocurría en las otras organizaciones obreras. Hasta la incorporación de
María Recasens en 1933, no hubo mujeres en el Comité Central del partido, que un año
después volvió a estar compuesto exclusivamente por hombres, y mucho menos en el Comité
Ejecutivo. 230 En las elecciones de 1931 el BOC no presentó a ninguna candidata, mientras que
en las de noviembre de 1932 y 1933 tan sólo hubo dos, María Recasens y Carme Martí, frente
a 40 candidatos masculinos. 231 En las comarcas, socialmente más conservadoras que Barce-
lona, la presencia de mujeres en puestos de responsabilidad era aun menor. 232
El Bloc había establecido en Barcelona el Grupo Femenino en mayo de 1931 para atraer a más
mujeres a la militancia revolucionaria. Cuatro meses después se estableció en Lleida un grupo
parecido. 233 A partir de julio de 1932, La Batalla comenzó a publicar una sección mensual
titulada “La Batalla Femenina”. El programa del grupo femenino no mencionaba temas como
la planificación familiar o el aborto, lo cual quizás fuese reflejo del desinterés general del
partido por temas que se veían como específicamente de mujeres. El trabajo del BOC en este
campo no se formalizó hasta su Segundo Congreso (abril de 1932), en el cual se acordó crear
la Sección Femenina, con el cometido de reclutar militantes entre las mujeres para el
partido. 234 Esta sección, que se estableció en una asamblea de mujeres militantes, en julio de
1932, no pretendía erigirse en una organización femenina separada, sino ser un foro que
tuviese en cuenta los problemas específicos de las mujeres y la desventajosa situación social
que les impedía en muchos casos participar activamente en la vida política. Aparte de las
tareas propagandísticas de tipo general y de realizar intentos para atraer a las mujeres al BOC,
muchas de las actividades de la Sección Femenina eran las tradicionalmente asignadas a las
mujeres en las organizaciones obreras, como la recaudación de fondos para los prisioneros
políticos. Las tareas culturales y educativas también eran parte importante de su militancia.
La Sección Femenina fracasó en su voluntad de atraer a más mujeres al partido. Esto se debió,

228
El texto más importante surgido en medios bloquistas sobre la visión marxista de la relaciones sexuales y
familiares fue el del periodista Angel Estivill i Abelló, Sexo, moral y familia. Contra los conceptos burgueses la
concepción proletaria (Barcelona s.f.).
229
Para la visión del BOC y la situación de la mujer en la URSS, véase los artículos de R. Fuster (Miguel Ferrer)
en L'Hora 12.7.35, 26.7.35, 27.9.35, 18.10.35, y 25.10.35; e Irene Polo, “La situación de las mujeres obreras”, La
Batalla 30.8.34.
230
La Batalla 29.6.33, 20.4.34; véase Apéndice Ocho.
231
Véase Apéndice Siete.
232
Entrevista con Josepa Reimundí, 28.9.85.
233
La Batalla 21.5.31, 24.9.31.
234
“La Batalla Femenina”, ibíd 1.9.32.
128

en la práctica, tal como se admitió en el Primer Congreso de la FCI (el Tercero del BOC, junio
de 1933), a que muchos militantes del partido consideraban que la existencia de la Sección
Femenina respondía a un concepto “pequeñoburgués” o, en el mejor de los casos, era una
especie de “mal menor”. Además, según informó la dirección del Bloc, la mayoría de las
militantes del partido no formaban parte de la Sección Femenina, cuyas actividades a menudo
recaían sobre jóvenes no militantes, carentes de experiencia política y, en muchos casos con
“mentalidad pequeñoburguesa”. El congreso proclamó que estos defectos se habían arrastrado
desde la creación de la Sección Femenina y que no habían sido erradicados. El verdadero
problema era la escasez de cuadros formados que trabajasen en la Sección, por lo que la
necesaria agitación en los pueblos y fábricas entre campesinas y trabajadoras no se había
realizado. 235 Por contra, la organización juvenil del BOC, las Juventudes Comunistas, tenía
bastante éxito en reclutar jóvenes mujeres, quienes trabajaban más o menos en pie de igualdad
con sus correligionarios masculinos, e incluso llegaban a participar en las acciones de los
grupos paramilitares del partido, los Grupos de Acción. En general, estas jóvenes militantes
daban la espalda a la Sección Femenina, al parecer porque consideraban que la verdadera
lucha revolucionaria era la que se libraba hombro con hombro con los militantes hombres. Las
Juventudes Comunistas, de hecho, se habían opuesto totalmente a la creación de la Sección
Femenina. 236 Se decidió, envista de la situación, disolver la Sección Femenina, en lugar de la
cual el BOC estableció una Comisión de Propaganda Femenina compuesta por militantes de
ambos sexos. El cometido de esta comisión, pese a carecer de la mínima estructura por
separado con la que había contado su predecesora, era más o menos el mismo: desarrollar
actividades propagandísticas y culturales con el fin de ganar a mujeres para el BOC.
Una esfera en la que el BOC alentó especialmente la participación femenina fue la del sindica-
lismo, especialmente en la provincia de Barcelona donde las mujeres representaban el 35% de
la población activa. 237 Aparte de que el trabajo sindical permitía de involucrar de una manera
directa a las mujeres en la lucha de clases, también era esencial que las mujeres se afiliasen a
los sindicatos a fin de evitar que se las usase como esquiroles. Por otra parte, como señaló
Amparo Colomer, no había ninguna presencia de la mujer en la dirección de los sindicatos,
incluidos los filobloquistas. 238 En los dos sindicatos importantes de Barcelona controlados por
el BOC, el Sindicato Mercantil y el Sindicato de Trabajadores de la Industria Fabril y Textil,
pese a que en los respectivos ramos la mano de obra era mayoritariamente femenina, las
mujeres estaban ausentes de sus direcciones, 239 y en el Sindicato Mercantil eran incluso la
minoría de afiliados. 240 Una excepción se daba en el superexplotado ramo de la confección,
donde la Asociación Obrera del Vestir, constituida en 1934 con la participación bloquista, si
tenía una mayoritaria participación femenina. 241 Fuera de Barcelona, varios sindicatos
importantes controlados por el BOC contaban con una militancia mayoritariamente femenina,

235
“Resolución a propósito de la Sección Femenina” ibíd 29.6.33.
236
Entrevista con Vicenç Ballester 16.4.84; Wilebaldo Solano citado en Bonamusa El Bloc… p.132; V. Alba,
Sísif i el seu temps I, p.73. La disputa entre las Juventudes Comunistas y la Sección Femenina surgió por primera
vez durante el congreso local del BOC de Barcelona en enero de 1933 (La Batalla 2.2.33).
237
A. Balcells, Crisis económica y agitación social en Cataluña (1930-1936) (Barcelona 1971) p.32.
238
Amparo Colomer, “La mujer y el sindicalismo” La Batalla 17.9.31.
239
Un caso excepcional fue el de Eulalia Gallofré, quien en el junio de 1934 entró a formar parte de la junta del
sindicato textil de Barcelona, dirigido por el BOC (ibíd 9.6.34).
240
Una activista de la JCI, María Manonellas, culpó a las mujeres bloquistas de no hacer proselitismo sindical
entre sus compañeras de trabajo (M. Manonellas, “Cal que la dona obrera actui”, L'Hora 15.9.34).
241
Sobre las condiciones laborales en el ramo del vestir y de la confección, donde la gran mayor de la mano de
obra era femenina, véase M. Manonellas, “Quines són les condicions del vostre treball?” L'Hora 22.9.34.
129

los de los trabajadores de los géneros de punto de Terrassa 242 y Calella y los de la industria del
calzado de Sitges. Sin embargo, al igual que sucedía en el partido mismo, muy pocas mujeres
ocupaban puestos en las direcciones de estos sindicatos.
Al otorgarse el voto a las mujeres, se temió entre algunos sectores de la izquierda, especial-
mente entre los republicanos, que éstas, por estar más influenciadas por la Iglesia, votasen por
la derecha. Si bien el BOC reconocía también el papel pernicioso desempeñado por la religión
en perpetuar la opresión de la mujer, su opinión era que la mejor manera de contrarrestar esa
influencia estaba en la participación femenina en todos los ámbitos de la vida política. 243 En
consecuencia, la Comisión de Propaganda Femenina y sus predecesoras se ocuparon de que
todas las seguidoras y simpatizantes del BOC se inscribiesen en el registro electoral para poder
votar. Durante la campaña electoral de noviembre de 1933, sin embargo, el BOC descuidó rea-
lizar una propaganda dirigida especialmente a las mujeres, limitándose más bien a apelar a su
condición de clase para que votasen a favor del Frente Obrero. El partido admitió
posteriormente que no haber realizado una campaña propagandística en este sentido había sido
un error. 244
La campaña electoral estuvo dominada, a escala española, por el autoritarismo de Gil Robles
por un lado, y por otro, por la retórica revolucionaria de Largo Caballero. En Cataluña, la
enérgica campaña a favor de la abstención realizada por los anarquistas, quienes denunciaban
el “fascismo de Gil Robles” y el “comunismo de Maurín” como una misma y única cosa,
marcó todo el período preelectoral. 245 El BOC, por su parte, atacó agriamente a la dirección de
la CNT por hacerle el juego a la derecha; incluso acusó al gobierno en funciones de Martínez
Barrio de complicidad con la FAI en un complot para llevar a cabo un levantamiento armado
antes de que pudiesen celebrarse las elecciones. Los bloquistas no creían que la revolución
fuese a desencadenarse a través de las urnas, pero tampoco creían que éstas constituyesen un
obstáculo. Adelante declaró que la lucha en esos momentos se daba en el campo electoral,
pero que, fuesen cual fuesen los resultados, el futuro inmediato seguía planteando dos
alternativas: la victoria total de la reacción o la revolución obrera. Por esta razón, la
convicción de que el país estaba polarizado entre las masas trabajadoras y la derecha burguesa
marcó el programa electoral del Frente Obrero. 246 Esta visión de la situación ganaba en
credibilidad por el creciente número de huelgas, a menudo prolongadas y violentas, y de otros
conflictos que se desarrollaban en esos momentos.
Como en elecciones precedentes, y pese a la escasez de sus recursos, el BOC organizó una
campaña intensa durante la cual celebró más de 300 mítines. Su campaña fue especialmente
activa en las zonas rurales de Lleida y de Girona, donde afirmó haber organizado 50 y 125
mítines respectivamente. En las comarcas de Lleida, las estrecheces financieras del BOC
242
El hecho que la UGT hubiese empezado en 1933 a reclutar a mujeres en Terrassa alarmó al BOC; la central
socialista tenía algún predicamento entre las trabajadoras, según el Bloque, porque, por primera vez en España,
había planteado la cuestión de la necesidad de la baja automática y pagada por la maternidad (La Batalla
21.7.32).
243
Como otras organizaciones de izquierda de la época, el BOC era ferozmente anticlerical. En abril de 1933, por
ejemplo, el BOC había organizado una “campaña antirreligiosa” en las comarcas de Girona, los mítines de la cual
atrajeron a un total de 10.000 personas (La Batalla 20.4.33). El Bloc editó dos folletos populares sobre la
cuestión religiosa: (J.) B. Xuriguera, La cuestión religiosa (Barcelona 1932) y S. Palacín, La religión es el opio
del pueblo (Barcelona 1936). Santiago Palacín era un dirigente del BOC de Alfarràs y ex-seminarista, que, según
Tomàs Pàmies, fue muy popular entre los campesinos de Lleida gracias a su anticlericalismo (Pàmies p. 119).
244
Adelante 19.11.33, 22.11.33.
245
Citado en ibíd 21.10.33.
246
ibíd 10.11.33, 19.11.33.
130

fueron la única razón por la que no se pudieron organizar más mítines aun. Además, según
Adelante, la campaña del BOC se vio entorpecida por las calumnias de ERC, según las cuales
el Frente Obrero estaba “financiado por los carlistas y la Lliga”. Los mítines electorales del
Bloc en Girona, Figueres, Sant Feliu de Guíxols y Torroella de Montgrí fueron más nutridos
que los organizados por ERC. En muchos pueblos, sin embargo, el BOC afirmó que resultaba
difícil celebrar mítines debido a la hostilidad de los propietarios rurales locales y los
seguidores de éstos. 247 El BOC también presentó candidatos en Castellón, donde ya contaba
con secciones relativamente sólidas en la capital de la provincia, en Vinaroz, Benicarló, y
Puebla Tornesa. Aunque los bloquistas no habían logrado formar en Castellón una alianza con
el PSOE similar a la alcanzada en Cataluña, se dijo que muchos socialistas habían asistido al
mitin allí organizado por el BOC. 248
Tal como habían apuntado todos los pronósticos, la derecha fue la gran vencedora en las elec-
ciones; las candidaturas más votadas fueron las del Partido Radical y las de la CEDA, que se
transformó en el grupo más numeroso del Parlamento. Los factores que explican la derrota de
la izquierda son el giro hacia la derecha de los partidos de centro y la abstención obrera, espe-
cialmente en el sur. 249 Las divisiones en la izquierda, pese a la importancia que se les ha dado,
no tuvieron tanta incidencia, pero sí dejaron de manifiesto la extrema debilidad de los partidos
republicanos de izquierda en ausencia de una alianza con los socialistas. Fuera de Cataluña y
de Galicia, tan sólo ocho republicanos de izquierda resultaron elegidos, cinco de los cuales se
presentaron en alianzas locales con los socialistas. El republicanismo pequeñoburgués sólo
logró conservar su fuerza electoral independiente en Cataluña, aunque incluso aquí ERC, rota
su alianza electoral con los nacionalistas moderados de Acció Catalana Republicana, no pudo
superar a la Lliga. El principal factor que explica el descenso de la Esquerra fue la división de
la izquierda nacionalista catalana, y no la campaña a favor del abstencionismo encabezada por
los anarquistas. Dos semanas después de las elecciones, hubo de celebrarse una segunda vuelta
en 16 circunscripciones; los resultados, con la excepción de la victoria socialista en la
provincia de. Madrid, ofrecieron poca variación con relación a la primera vuelta.
El BOC obtuvo alrededor de 24.000 votos.250 Este resultado representaba un pequeño aumento
con respecto a las elecciones de 1932, pero habida cuenta que ahora las mujeres podían votar,
indudablemente resultaba decepcionante. Al igual que había ocurrido en otras elecciones, los
bloquistas cosecharon buenos resultados en algunos lugares concretos. El porcentaje de votos
obtenidos descendió un poco en las comarcas de Barcelona, Tarragona y Girona y se mantuvo
casi sin variaciones en Lleida y en Barcelona capital. El prestigio personal del que gozaba
Miravitlles en Girona resultó ser, una vez más un factor importante; los 8 130 votos que
obtuvo duplicaron los obtenidos por cualquier otro de los candidatos bloquistas en las
comarcas de Girona. 251 El protagonismo del Bloc en las luchas campesinas de las comarcas de
Lleida durante 1933 no parece que lo ayudase mucho en el campo electoral; pese a un ligero

247
ibíd 18.11.33, 21.11.33, 22.11.33, 25.11.33.
248
ibíd 15.11.33.
249
Aunque generalmente se cree que fue la falta de unidad la razón principal por la derrota de la izquierda en las
elecciones de 1933, un examen más exhaustivo de los hechos permite descubrir otras razones más decisivas
(véase A. Durgan, “The 1933 elections in Spain and the defeat of the Left”, Journal of the Association for
Contemporary Iberian Studies Vol. 5, número 2, Londres 1992. pp. 40-52).
250
Véase Apéndice Siete.
251
El BOC obtuvo buenos resultados en algunas, aunque pocas, localidades de las comarcas gerundenses: Sant
Joan de les Abadesses, — 18% de los votos emitidos —, La Bisbal —11% —, Olot —7% —, Palafrugell —7%
— (Butlletí Oficial Extraordinari de la Provincia de Girona 21.11.33).
131

descenso de ERC en algunos pueblos, el voto a los comunistas disidentes sólo aumentó
significativamente en unos pocos lugares. 252 En Barcelona, la reciente victoria alcanzada por
los trabajadores mercantiles no alteró mayormente las pautas electorales tradicionales, aunque
el voto personal de Arquer aumentó de los 3.146 sufragios obtenidos un año antes a 5.745. En
las comarcas de Tarragona, El Vendrell continuó siendo el bastión electoral más importante de
los bloquistas donde obtuvieron alrededor del 25% de los votos emitidos. 253 En Castellón, los
bloquistas obtuvieron alrededor de 700 votos, menos del 0,5% del total de votos emitidos en la
provincia. 254
El BOC alegó varias razones para explicar por qué su influencia en Cataluña —Maurín
calculaba que el espectro de sus simpatizantes alcanzaba a 50 000 personas a finales de 1933
— no se había reflejado en las elecciones. 255 Los comunistas disidentes afirmaron que el
temor a una victoria de la Lliga había empujado a muchos de sus simpatizantes a votar a ERC.
Asimismo, quedó de manifiesto que el Bloc no había logrado atraer a tantas electoras como
había esperado. También se achacaron los escasos resultados obtenidos a la falta de dinero,
que impidió que la campaña del Bloc llegase a muchos lugares. Por último, también se adujo
el hecho de que de que muchos de los simpatizantes del Bloc tuviesen menos de 23 años, la
edad mínima para poder votar.
Todas estas son razones válidas, pero el verdadero problema estaba en el predominio electoral
de ERC entre las masas catalanas. Aunque había sufrido algunos reveses, Esquerra y sus
aliados habían vuelto a obtener alrededor del 40% de los sufragios, más de 400 000 votos en
total. Durante 1933, el BOC había logrado penetrar en parte de la base social de ERC, entre
los campesinos de Girona y Lleida y los trabajadores mercantiles de Barcelona, pero la
hegemonía electoral de los nacionalistas de izquierda seguía pareciendo inquebrantable.
Además, una vez más, la mayoría de los afiliados de la CNT había hecho caso omiso de los
llamamientos de sus dirigentes a la abstención y había votado a ERC. La participación en los
comicios, en el bastión cenetista de Barcelona, apenas había caído un 2% con respecto alas
elecciones generales de 1931. Los bloquistas apenas habían comenzado a ganarles terreno a
los anarcosindicalistas entre los trabajadores textiles y de las artes gráficas de Barcelona, y a
escala catalana entre los trabajadores de luz y fuerza y en algunos sindicatos locales. El
predominio de la CNT sobre la clase obrera organizada había sufrido una cierta merma, pero
distaba mucho de haberse resquebrajado. El partido de Maurín, por lo tanto, encajonado entre
el republicanismo nacionalista de izquierda y el anarcosindicalismo, tenía aún ante sí la dura
tarea de crearse una base social amplia en las clases populares.

252
El ejemplo más claro fue en el pueblo de Bellvís, el centro de la lucha campesina contra el novè, donde el voto
del BOC aumentó de un 20% en 1932 hasta un 30% en 1933; el voto de ERC, bajó desde el 40% al 20% (C. Mir
Curcó, Lleida [1890-1936]: Caciquisme polític i Huila electoral [Barcelona 1985] tomo II, pp.349-354).
253
Boletín Oficial Extraordinario de la Provincia de Tarragona 25.11.33.
254
El Mercantil Valenciano 22.11.33. Según Adelante (21.11.33), de estos votos, 271 se obtuvieron en Vinaroz.
255
J. Maurín, “El Bloque Obrero y Campesino (FCI) al entrar en el año 1934”, La Batalla 4.1.34.
132

4. 1934: La Alianza Obrera


En busca de la unidad obrera.
Tras la victoria electoral de la derecha, la inmediata respuesta de las organizaciones obreras
fue la radicalización aún mayor de sus posiciones. El BOC cifró la derrota del republicanismo
pequeñoburgués en el hecho de que éste no se hubiera atrevido a socavar las viejas estructuras
monárquico-feudales. Frente a esto saludó la decisión del PSOE de presentarse a las
elecciones en solitario y de defender una política “independiente, de clase”. El BOC acogió
con entusiasmo la victoria socialista en Madrid en la segunda vuelta del 3 de diciembre. Los
comunistas disidentes habían exhortado a los trabajadores de Madrid a votar por los
candidatos socialistas, a diferencia del PCE, que había abogado por la abstención. Con todo, se
consideraba necesario mantener una cierta cautela, porque, como señaló Maurín, la adopción
de posiciones radicales o incluso revolucionarias por parte de los socialistas constituía un
fenómeno muy reciente. Mientras habían estado en el gobierno, el PSOE no había calibrado
cabalmente la amenaza que la derecha contrarrevolucionaria podía representar, si se le daba
margen para reorganizarse. Algunas secciones del PSOE empezaron a advertir el peligro tan
sólo meses antes de las elecciones. 1 Tras las elecciones, la “contrarrevolución” estaba mucho
más cercana; la cuestión estaba en ver cómo el movimiento obrero iba a combatirla.
Entretanto, los anarquistas interpretaban la importante ola de huelgas que se dio semanas antes
de las elecciones, especialmente la virulenta huelga de los trabajadores de los transportes de
Barcelona, como prueba de que las masas estaban preparadas para la revolución. En
consecuencia, el 8 de diciembre iniciaron otro levantamiento. Esta insurrección, organizada
principalmente por la llamada facción “anarcobolchevique” de la FAI, y centrada en Aragón y
Logroño, constituyó la aventura anarquista más sangrienta hasta esa fecha: 87 personas
murieron y más de 700 fueron encarceladas. El resultado del levantamiento, que fue sofocado
tras cinco días de enfrentamientos intermitentes, fue un endurecimiento de las medidas
represivas contra una CNT ya debilitada. El BOC, que semanas antes había pronosticado que
los anarquistas, tras las elecciones, iban a organizar alguna “provocación”, se apresuró a
declarar que la insurrección sólo beneficiaba a la contrarrevolución. Al parecer, la FAI era
incapaz de liberarse del círculo vicioso en la que su “insurreccionismo” la había encerrado.
Para los bloquistas, la FAI se mostraba totalmente impermeable al hecho de que muchos
trabajadores apoyasen a los socialistas y, en menor medida a los comunistas y a los
republicanos de izquierda. Al insistir en hacer “su” revolución, en lugar de la revolución de
todos los trabajadores, la FAI, según Maurín, no sólo estaba abocada al fracaso, sino que podía
además causar daños incalculables a la causa proletaria. 2
Tras las elecciones, la necesidad de un frente único contra la derecha había quedado clara para
casi todas las organizaciones obreras de Cataluña fuera de la CNT. Inmediatamente después de
anunciados los resultados electorales, Adelante proclamó que la necesidad de un frente único
obrero era ahora una “cuestión de vida o muerte”. 3 El BOC se dirigió por escrito, sin dilación,
a todos los otros grupos obreros de Cataluña para proponerles la creación de un frente único;

1
Véase los artículos escritos por Maurín, “Después de las elecciones ¿Que hacer ahora?” La Batalla 7.12.33, “La
clase trabajadora y la pequeña burguesía” Adelante 5.12.33, y “¿Por que han triunfado las derechas? ¿A donde
vamos?” ibíd. 14.12.33.
2
ibíd. 29.10.33, 10.11.33; Maurín, “¿Qué harán ahora los anarquistas?” ibíd. 16.12.33.
3
ibíd. 21.11.33.
133

unos días después la FSL tomó una iniciativa con el mismo fin. 4 El 9 de diciembre, tras una
serie prolongada de conversaciones, el BOC y los sindicatos bajo su control, el PSOE, la
UGT, la USC, los Sindicatos de Oposición (treintistas), la FSL, la Unió de Rabassaires y la
ICE rubricaron un acuerdo por el que se creaba la Alianza Obrera, 5 que iba a representar así a
más de 100.000 trabajadores de Cataluña. Las únicas organizaciones obreras que quedaron al
margen fueron la CNT y el PCdeC. El manifiesto de la Alianza describía el avance de la
“reacción capitalista” y del fascismo en toda Europa, así como la manera en que estos
fenómenos se manifestaban en España. En lo que constituía una clara referencia a la CEDA, el
manifiesto apuntaba a cómo la derecha autoritaria iba a hacer uso de su fuerza en el
Parlamento para imponer la declaración del estado de excepción, conforme a la Ley de Orden
Público, para así lanzarse a la ofensiva contra el movimiento obrero. Según la Alianza, los
anarquistas podían reaccionar provocando más enfrentamientos inútiles con el Estado, los
cuales a su vez servirían de coartada a un golpe reaccionario y fascista para restablecer el
orden. El objetivo de la Alianza Obrera era conseguir la unidad de acción de la clase obrera
para enfrentarse a los planes de la derecha en defensa de las conquistas tan arduamente
ganadas y, al tiempo, constituirse en alternativa al “aventurerismo” anarquista. El pacto no
preveía que se salvasen las diferencias doctrinales de las diferentes facciones que componían
la Alianza, sino que ésta se planteaba como una unión establecida con unos fines específicos.
Este “trascendental” manifiesto, como lo describió Adelante, representó no sólo la
consolidación de la anterior Alianza Obrera contra el Fascismo, cuya finalidad había sido
propagandística, sino también, en palabras del dirigente de la ICE, Andreu Nin, un paso de
“enorme importancia histórica”, la unión con el campesinado que representaba la Unió de
Rabassaires. 6 Para Maurín, en términos históricos, la formación de la Alianza Obrera
significaba que el movimiento obrero catalán había plasmado en la práctica algo que la
Comintern había propugnado durante diez años, pero que no había sido capaz de llevar a cabo.
Incluso en Alemania, ante el brutal proceso de acceso al poder por parte de los fascistas, el
Partido Comunista no se había abocado a la tarea de crear un frente único. En la práctica, el
movimiento comunista oficial se había transformado en “el enemigo de la unidad”. Maurín
expuso al periódico socialista asturiano Avance, unos meses después, que la existencia en
España de un partido comunista independiente, el BOC, hacía posible que por primera vez
desde 1914 se crease en un país un amplio frente único cuyas ramificaciones iban a llegar
allende sus fronteras. 7 La Alianza nunca llegó a tener las repercusiones internacionales que
Maurín había pronosticado, pero sí representó, como pronto se iba a ver, una importante
evolución estratégica dentro del movimiento obrero español. En el ámbito ideológico, el BOC
iba a ser claramente hegemónico dentro de la Alianza. Los análisis que la Alianza Obrera
desarrollaba en sus declaraciones públicas en general no diferían de los del BOC.
Dentro de la Alianza, sin embargo, la cuestión de las relaciones con la pequeña burguesía
causaba dificultades. Desde su creación, la Alianza reconoció la necesidad de atraer a esta
clase a una “dirección proletaria” para así evitar que se “deslizase hacia el fascismo”. Las
organizaciones no obreras, sin embargo, sólo podían limitarse a “apoyar moralmente” al

4
ibíd. 25.11.33; La FSL iba a insistir más tarde en que los sindicalistas tomaron la iniciativa para establecer la
Alianza Obrera, Sindicalismo 2.5.34.
5
“¡A todos los trabajadores! A los de Cataluña, a los de toda España”, Adelante 10.12.33.
6
Entrevista con Andreu Nin, Adelante 16.1.34.
7
J. Maurín, “La Alianza Obrera. Frente Único en marcha”, Avance 1.5.34; se reprodujo este artículo en La
Batalla (5.5.34); y en el periódico de los socialistas de Valladolid, /Adelante! (19.5.34).
134

“frente exclusivamente obrero”, 8 ya que la mayoría de los signatarios del manifiesto de la


Alianza rechazaban la posibilidad de reincidir en los pactos con los republicanos. Un conflicto
surgió tras la entrada en enero en el gobierno catalán —dirigido por ERC— del dirigente de la
USC, Joan Comorera. Esto provocó protestas inmediatas por parte de las otras organizaciones
obreras, pero la USC se negó a salir del gobierno de la Generalitat, al tiempo que pretendía
seguir formando parte de la Alianza Obrera. La Alianza, al no lograr que la USC cambiase de
posición, la expulsó formalmente en marzo de 1934. 9 No obstante, algunas organizaciones
locales de la USC de fuera de Barcelona siguieron trabajando con la Alianza; esto refleja el
grado de pragmatismo de la izquierda en algunas comarcas, pese a la virulencia de los
frecuentes debates que se desarrollaban en su prensa. Resulta significativo que cuando el
PSOE apoyó a ERC en las elecciones municipales catalanas celebradas a mediados de enero
de 1934, el BOC, pese a protestar, no exigiera la expulsión del PSOE de la Alianza. La
explicación puede hallarse en que la alianza electoral no infligía el mismo daño a la Alianza
Obrera que la participación de la USC en el gobierno de Cataluña. Asimismo no ha de
obviarse el hecho de que el mismo Bloc estaba dispuesto a presentar algunas listas conjuntas
con ERC en las elecciones locales, con tal de derrotar a la derecha. 10 Es evidente que a los
bloquistas les interesaba mucho más mantener buenas relaciones con el PSOE, tanto por su
importancia a escala estatal como por la radicalización de gran parte de la base socialista, que
con la más moderada USC.
La expulsión de la USC no impidió que la Alianza Obrera se extendiese rápidamente por toda
Cataluña, donde se formaron comités locales en muchas ciudades y pueblos durante los
primeros meses de 1934 (ver Tabla 2). Fuera de Barcelona, el BOC como única organización
obrera con implantación real en las comarcas, fue quien organizó la Alianza en el ámbito
local, excepto en aquellos lugares donde los treintistas estaban bien implantados.
Tabla 2: Alianzas obreras en Cataluña.
Diciembre 1933-junio 1934 11
* presentes en la Conferencia de las Alianzas Obreras de Cataluña (17 de junio de 1934).
# información sobre la participación en la huelga general convocada por la Alianza Obrera el
13 de marzo de 1934.
Comarcas de Barcelona:
Badalona* febrero BOC, FSL, USC, Ateneo Sindicalista Libertario, Sindicato
Agrícola.
Barcelona* Mitin del 1 de mayo:
BOC, UGT, ICE, PSOE, FSL, Sindicatos de Oposición y
Sindicatos excluidos de la CNT (BOC).
Caldes de
Montbui#

8
“¡A todos los trabajadores! A los de Cataluña, a los de toda España”, Adelante 10.12.33.
9
“La Unió Socialista de Catalunya queda fuera de la Alianza Obrera”, declaración del Comité de la Alianza
Obrera, ibíd. 9.3.34.
10
Véase más adelante sobre las elecciones municipales de enero 1934.
11
Esta información aparece en Adelante entre 31.1.33. y 17.3.34; La Batalla 31.3.34, 5.5.34, 19.5.34, 26.5.34;
Combate 16.3.34; Sindicalismo 9.5.34., 27.6.34; Las Noticias 14.3.34. Es razonable suponer que se formaron más
alianzas obreras en Cataluña durante este período pero no se informa de ellas en la prensa del BOC.
135

Callús*
Canet de Mar*
Cerdanyola#
Esparraguera*
Gavà* enero Mitin del 1 de mayo. Oradores: socialistas, BOC, treintistas,
e ICE (Nin).
Igualada*
Manlleu#
Manresa*# diciembre
Martorell febrero
Mataró*#
Monistrol# enero BOC y Sindicato Autónomo.
Puigreig*
Roda de Ter#
Rubí* febrero BOC, Sindicato General de Trabajadores (Oposición), UdeR,
Sindicato Agrícola.
Sabadell*# enero BOC, FSL, Ateneo Sindicalista, UGT, USC, Federación
Local de Sindicatos (Oposición), UdeR.
Sallent*
Santa Perpétua de
Moguda*#
Sant Cugat*# febrero BOC, Sindicato de Trabajadores, UdeR.
Sant Hipòlit de Mitin del 1 de mayo. Oradores: BOC, treintistas.
Voltregá
Sant Vicenç de
Castellet*#
Sentmenat#
Sitges*# enero BOC, Federación Local de Sindica-tos Obreros, “Grupo
ecléctico de simpatizantes anarquistas”, Agrupación
Socialista. Mitin del 1 de mayo. Oradores: BOC, socialistas,
treintistas.
Terrassa* enero BOC, Ateneo Sindicalista Libertario, Agrupación Socialista,
UGT, UdeR, Sindicato de Artes Gráficas (ex-CNT),
Sindicato de Panaderos.
Torelló# Mitin del 1 de mayo. Oradores: BOC, PSOE y treintistas.
Vilanova i la febrero BOC, FSL, Agrupación Socialista, UGT, UdeR, Asociación
Geltrú* de Obreros de Productos Pirelli S.A., SNF, Sindicato de la
136

Luz y Fuerza.
Comarcas de Girona:
Albons diciembre
Banyoles# diciembre Mitin del 1 de mayo. Orador: Llibert Estartús (BOC).
La Bisbal enero BOC, Sindicato de Trabajadores de la Tierra.
Girona*# febrero BOC, Federación Local Obrera, FPTT, USC.
Olot Mitin del 1 de mayo. Oradores: BOC, UGT.
Palafrugell* febrero BOC, Sindicato Único (ex-CNT).
Comarcas de Lleida:
Alfarràs mayo BOC, Sindicato Único (ex-CNT).
Almenar marzo BOC, UPA.
Balaguer#
Bellvís marzo BOC, UPA, USC.
Les Borges Mitin del 1 de mayo. Orador: Jordi Arquer (BOC).
Blanques*
Lleida*# febrero BOC, Federación Local de Sindicatos, PSOE, UGT. Mitin
del 1 de mayo. Oradores: BOC, UGT, FSL
Seròs marzo BOC, CNT, FAI.
Soses mayo
Tàrrega marzo BOC, Sindicato de Trabajadores, UPA.
Comarcas de Tarragona:
Barberà* Mitin del 1 de mayo. Oradores: BOC, FSL.
Cabra del Camp* diciembre BOC, FAI, sindicatos, UdeR. Mitin del 1 de mayo. Oradores:
BOC, treintistas.
Montblanc# diciembre BOC, Sindicato de Oficios Varios de la Oposición, Sociedad
Obrera de Oficios Varios de la UGT.
Reus*# enero BOC, Federación Local de Sindica-tos, UdeR.
Sta. Coloma de enero Mitin del 1 de mayo. Oradores: BOC, FSL, Sindicatos de
Queralt Oposición.
Sant Martí diciembre
Sarroca
Tarragona# diciembre BOC, UGT.
febrero Frente Único de la Juventud: FJS, JCI, UJC, Juventud
Cultural y Exursionista. Mitin del 1 de mayo. Oradores:
BOC, UGT y treintistas.
137

Tortosa#
Valls# diciembre Comité Comarcal: BOC, Ateneo Sindicalista, UdeR, USC,
Federación Local de Sindicatos.
El Vendrell Mitin del 1 de mayo. Orador: Andreu Nin (ICE).
Vilallonga del diciembre BOC, UdeR, Sindicato. Mitin el 1 de mayo: orador: Juan
Camp López (FSL).
Vila-seca de Mitin del 1 de mayo. Oradores: BOC, PSOE
Solcina

La Alianza no quería limitarse tan solo a Cataluña y consideró necesario crear con urgencia
frentes similares en toda España. Maurín era optimista al respecto, aplicando su tesis de que
las principales transformaciones en el movimiento obrero español tendían a comenzar en
Cataluña. La radicalización de gran parte de la UGT, así como la clara amenaza de la derecha
tras su victoria en las elecciones de noviembre de 1933, sin duda habían creado un clima que
favoreció la extensión de las alianzas obreras al resto de España. 12 La más importante de las
alianzas obreras que surgieron fue sin duda la establecida en las zonas mineras asturianas. La
CNT asturiana, que en cierta medida siempre había colaborado con sus poderosos rivales de la
UGT, propuso un pacto entre las dos organizaciones en marzo de 1934. El texto del acuerdo,
tras exponer la amenaza que la derecha autoritaria representaba, llegaban a la conclusión de
que no era posible hallar una solución pacífica a la situación política. La CNT y la UGT
asturianas declaraban que el objetivo de la clase obrera unida era el de llevar a cabo la
revolución social. 13 Tras plantear algunas objeciones, la CNT finalmente aceptó que organiza-
ciones no sindicales suscribiesen el pacto, al cual se adhirió en primer lugar la federación
asturiana del PSOE, seguida de la Federación Comunista Ibérica (BOC) y de los trotskistas.
El BOC, posteriormente, se arrogó la iniciativa de la creación de la Alianza Obrera
asturiana. 14 A principios de enero de 1934 la FCI del centro minero de Mieres ya había
propuesto la formación de un frente único de todas las organizaciones obreras con el modelo
catalán como referencia. Los socialistas asturianos se habían mostrado especialmente
interesados en esta iniciativa. 15 Tras lanzar su propuesta, la FCI de Mieres auspiciaron la
creación de un comité contra el paro en el cual se integraron la mayoría de los organizaciones

12
A continuación se expone la fecha de fundación y la composición de las principales alianzas obreras: febrero:
Valencia (BOC, FSL, Sindicatos de Oposición, PSOE, UGT, sindicatos autónomos); Alcoy (12 sindicatos, FSL,
FJS, PCE); Elda (FSL, UGT); Puerto de Sagunto (PSOE, FSL, ICE, UGT). Marzo: Asturias (CNT, UGT, PSOE,
FCI, ICE); Murcia; Santander; Vinaroz. Mayo: Alicante (BOC, PSOE, UGT, sindicatos autónomos); Madrid
(PSOE, FJS, UGT, FSL, ICE); Sevilla (UGT, sindicatos autónomos, FSL, ICE); Navarra; Pontevedra; Zamora.
Julio: Castellón (BOC, JCI, PSOE, FJS, UGT, Consejo Obrero Ferroviario); Toledo. Agosto: Badajoz; Elche;
Granada; Sama de Langreo. Septiembre: Almería (PSOE, FJS, UGT, PCE); Jaén. También se organizó una
alianza al nivel provincial en Vizcaya; y, entre otros sitios, en las ciudades de Huelva y Zaragoza y en Sestao
(Adelante 3.2.34, 16.2.34, 19.2.34; La Batalla 1.5.34, 12.5.34, 26.5.34, 26.7.34, 9.8.34, 16.8.34; Sindicalismo
28.2.34, 7.3.34, 21.3.34; Mundo Obrero 11.9.34, 14.9.34; Renovación 11.8.34; ¡Adelante! [Valladolid] 26.5.34;
El Obrero [Elche] 26.8.34; Alianza Obrera [Valencia] 1935).
13
Avance 1.4.34, 11.4.34.
14
Por ejemplo, véase “Hablando con un dirigente del movimiento revolucionario de Asturias”, Acción 29.12.34.
15
“Una nota oficiosa de la Federación Comunista Ibérica (Agrupación de Mieres)”, Avance 11.1.34; Adelante
3.3.34. Incluso Pere Bonet llegó a anunciar en enero que “se acaba de formar la Alianza Obrera en Asturias” (ibíd
18.1.34).
138

obreras de la ciudad. A iniciativa de este comité el 25 de febrero se convocó una asamblea en


Oviedo a la que acudieron 180 delegados, en la cual se decidió establecer una denominada
Alianza Obrera contra el Paro Forzoso. Se eligió un comité regional con Manuel Grossi,
militante de la FCI, como vicepresidente. 16 Esta alianza parece ser que nunca alcanzó una
existencia real, y pronto fue relegada a un segundo plano por el pacto entre la CNT y la UGT,
del cual en cierto sentido fue precursora. La importancia de la Alianza Obrera contra el Paro
Forzoso radica en que participaron en ella todas las facciones obreras de la región. Resulta
discutible que correspondiese al BOC todo el mérito de haber sido el motor de la Alianza
Obrera asturiana. En realidad, tras las elecciones de noviembre, en Asturias, como en el resto
del país, el clima reinante era proclive a la unidad. Pero a diferencia de las demás
organizaciones obreras, con la excepción de la ICE, el BOC había sido el más tenaz defensor
de la táctica de frente único, y se le reconocía su protagonismo en la creación de la Alianza
Obrera en Cataluña. El único grupo sólido con que el BOC contaba en Asturias estaba en la
ciudad minera de Mieres, un centro de importancia estratégica, circunstancia que le permitió al
BOC ejercer una influencia desproporcionada con su implantación real en la evolución de la
Alianza Obrera de Asturias. El prestigio ganado por el BOC con la creación de la Alianza
Obrera en Cataluña se reflejó en la nutrida asistencia a los varios mítines celebrados en
Asturias en la primera semana de mayo de 1934, con la participación de Maurín. 17
Fue en el País Valenciano donde el BOC pudo asumir el protagonismo en la creación de la
Alianza Obrera. A principios de diciembre de 1933, el Bloc de Castellón y Valencia se había
dirigido por escrito a las demás organizaciones obreras de la región para proponerles la
creación de un frente único obrero. 18 La huelga general de tres días que se convocó en
Castellón a finales de enero de 1934, en protesta por una “manifestación fascista”, fue un paso
importante hacia la creación de la alianza. Una vez finalizada la huelga, el frente único
formado por los socialistas y el BOC no se disolvió, pero la Alianza como tal no se estableció
formalmente hasta seis meses después. 19 El BOC también participó, junto a los socialistas y a
algunos sindicatos autónomos, en la formación de la Alianza en Alicante a finales de abril. 20
La fundación de la Alianza en Valencia, a principios de febrero de 1934, revistió más
importancia. La iniciativa de su creación se remonta a la carta enviada por la sección del Bloc
de Valencia, aún pequeña pero en expansión, a todas las organizaciones obreras de la región
en diciembre del año anterior. 21 Integraron la Alianza el BOC, los socialistas y la mayoría de
los poderosos sindicatos cenetistas locales, que se habían puesto de parte de los treintistas. La
fuerza de la alianza de Valencia pronto se iba a poner de manifiesto con la convocatoria de un
paro de 24 horas en solidaridad con la huelga de los trabajadores de luz y fuerza, el 23 de
abril. Pese a que muchos de los dirigentes de la Alianza habían sido arrestados unos días antes

16
Las organizaciones que dieron su apoyo a la Alianza Obrera contra el Paro Forzoso fueron el PSOE, la UGT, la
CNT, el PCE y la FCI (Avance 27.2.34, 9.3.34; La Batalla 17.3.34, 7.4.34; Adelante 3.3.34).
17
El 1 de mayo, Maurín habló en Mieres, junto al socialista Manuel Vidal de Madrid, (Avance 2.5.34); El 5 de
mayo, Maurín habló en un mitin ante 4.000 personas, organizado por el Comité Provincial de la Alianza Obrera;
entre los otros oradores estaba Graciano Antuña (ibíd 7.5.34).
18
Adelante 7.12.33.
19
ibíd 31.1.34, 1.2.34, 3.2.34; La Batalla 26.7.34.
20
La Batalla 1.5.34.
21
Adelante 7.12.33, 3.2.34. El PCE firmó el manifiesto de fundación de la Alianza Obrera de Valencia, pero
pronto los demás componentes de la Alianza votaron la expulsión de los comunistas oficiales por haber formado
su propio “frente único” por separado (ibíd 18.2.34, 20.2.34). El PCE también participó en la fundación de la
Alianza Obrera de Alcoy (ibíd 16.2.34).
139

y a la oposición de los anarquistas, la huelga de 24 horas paralizó la ciudad completamente. 22


Este paro solidario representó un importante avance cualitativo para la Alianza Obrera
valenciana, cuyas actividades previas se habían limitado a campañas propagandísticas.
Como se esperaba, el gobierno radical, con el respaldo de la CEDA, inició enseguida la
socavación de las pocas reformas sociales que se habían aplicado durante los dos arios
precedentes, además de otorgar una amnistía para los presos políticos que permitió la
excarcelación de quienes participaron en la intentona golpista encabezada por Sanjurjo. Estas
medidas estuvieron acompañadas de la perpetuación del estado de excepción, que se había
decretado desde la insurrección anarquista de diciembre, y que otorgaba a las autoridades
poderes extraordinarios para hacer frente a la agitación social. Esta ofensiva llevó inevitable-
mente a un debilitamiento de la resistencia obrera; las huelgas disminuyeron y, sobre todo,
disminuyeron aquellas ganadas por los obreros.
Durante las primeras semanas de 1934 la prensa bloquista advertía de la seria amenaza de un
golpe de estado de corte fascista, el cual probablemente fuese a darse a través de la
introducción en el Parlamento de amplias medidas legislativas dirigidas a reprimir el
movimiento obrero y a la izquierda en general. Los acontecimientos que se habían
desarrollado en Alemania y Austria demostraban de manera fehaciente el peligro que un golpe
institucionalizado representaba. Adelante anunció que se aproximaba el “momento decisivo”
para el proletariado. Según los bloquistas, la derecha autoritaria pronto iba a desplazar del
gobierno a los radicales, lo cual iba a representar un avance decisivo de la contrarrevolución.
Este análisis pareció que iba a confirmarse en febrero, cuando el gobierno de Lerroux a duras
penas logró arrostrar su primera crisis. La reacción de la Alianza Obrera de Cataluña fue
declarar que a cualquier intentona golpista contrarrevolucionaria había que responder con una
inmediata “huelga general revolucionaria”.23 Consignas ofensivas de esta índole se
conjugaban con tácticas más defensivas. A diferencia de su actitud de dos arios atrás, ahora el
Bloc defendía los logros obreros obtenidos a través de los Jurados Mixtos en la época de
Largo Caballero. Los bloquistas pronosticaron que ese mismo sistema, en manos del nuevo
gobierno, se iba a utilizar contra la clase trabajadora. 24 Sólo una ofensiva proletaria dirigida a
la toma del poder podía evitar que los trabajadores españoles corriesen la terrible suerte de los
alemanes y la más reciente de los austriacos. Para que esta ofensiva fuese posible era necesario
superar las divisiones existentes en el seno del movimiento obrero español. Los comunistas
disidentes presentaron la creación de la Alianza Obrera como un paso importante en esa
dirección. Asimismo, los bloquistas proclamaron que las ilusiones cifradas en el Parlamento
por parte de las masas se habían agotado tras los dos primeros arios de gobierno republicano.25
Quedaba por ver si estaba justificado el “profundo optimismo” con el que, según sus propias

22
La Batalla 20.4.34, 5.5.34.
23
“Ante un posible golpe de estado de la contrarrevolución. ¡Huelga general revolucionaria!”, manifiesto de la
Alianza Obrera, Adelante 28.2.34; “La Alianza Obrera ante la crisis del Gobierno Lerroux. A todos los
trabajadores”, ibíd 2.3.34.
24
Según Ramon Magre, durante el mando de Largo Caballero, los Jurados Mixtos de Barcelona habían evitado
un aumento considerable de los despedidos al obligar a justificar éstos, y al establecer la compensación
económica. Los Jurados representaron un “dique contra el sabotaje capitalista a la República” pero ahora, bajo el
nuevo gobierno, se podrían convertir en parte de la “ofensiva fascista contra la clase obrera” (R. Magre, “Los
Jurados Mixtos van a ser convertidos en instrumentos de la ofensiva fascista contra la clase obrera”, ibíd 9.1.34).
25
Por ejemplo, véase “En marcha hacia la revolución obrera. El proletariado puede y debe triunfar”, ibíd 6.2.34;
ibíd 3.3.34; “La gran rectificación de la clase trabajadora española”, La Batalla 31.3.34; “La fase actual de la
revolución española y los deberes de la clase trabajadora (Tesis política adoptada por el II Congreso de la FCI)”,
ibíd 1.5.34.
140

palabras, se enfrentaban los dirigentes del BOC a la nueva situación.


Era necesario que la Alianza Obrera de Cataluña demostrase, en especial a la CNT, que era
capaz de algo más que de retórica grandilocuente. La oportunidad no se hizo esperar, debido a
la situación cada vez más desesperada del movimiento obrero en Madrid, sometido al duro
acoso gubernamental. La huelga de los trabajadores de la construcción y de la industria
metalúrgica de Madrid, y la posibilidad de que la UGT convocase una huelga general, llevaron
a la Alianza Obrera catalana a declarar, el 13 de marzo, un paro de 24 horas de solidaridad con
los huelguistas y contra el “peligro fascista”. La importancia histórica que revestía la
convocatoria de huelga de los obreros catalanes para solidarizarse con sus compañeros de
Madrid era grande, también lo era su riesgo, habida cuenta de que la CNT no formaba parte de
la Alianza Obrera. La Confederación, de hecho, había organizado una huelga el día anterior en
protesta contra el hostigamiento permanente de las autoridades catalanas. La huelga del 13 de
marzo convocada por la Alianza Obrera en Cataluña fue la más importante habida fuera de
Barcelona desde 1930 y afectó a 40 poblaciones, entre ellas a todos los principales centros
industria-les de las comarcas catalanes (ver Tabla 2). En Barcelona, por el contrario, aparte del
seguimiento que tuvo entre algunos sectores de trabajadores mercantiles y administrativos, de
las artes gráficas y de la hostelería, la huelga fue un fracaso; fracaso que La Batalla adscribió
al sabotaje “sistemático” de la USC y de ERC. La CNT se limitó a publicar una nota en la que
se ponía en tela de juicio la efectividad de un paro de 24 horas contra el fascismo y se llamaba
a los militantes cenetistas a esperar el desarrollo de los acontecimientos. Dado que los
anarcosindicalistas habían organizado una huelga el día anterior, cada facción debió ver la
convocatoria de huelga de la otra como una deliberada demostración de fuerza. 26
El BOC consideró que esta huelga no contaba con precedentes en la historia del movimiento
obrero de Cataluña, ya que se había convocado con la oposición de las dos principales
organizaciones de masas de la región: la CNT y ERC. Maurín posteriormente afirmó que la
huelga había sido como un “cañonazo en el medio de la noche” que había despertado a todo el
proletariado español. Los bloquistas proclamaron que la huelga había representado no sólo la
superación de las históricas divisiones que separaban a la clase obrera de Madrid de la de
Cataluña, sino también la recuperación de la idea de huelga general, que había caído en el
descrédito debido al aventurismo de los anarquistas y al reformismo socialista. 27 Sin embargo,
no todas las facciones en el seno del movimiento obrero coincidían con esta valoración.
Como era previsible, la USC criticó con dureza la huelga a la que describió como “infantil” y
como un fracaso que iba a debilitar al gobierno catalán, “leal” y de izquierdas, y por lo tanto
contraria a los intereses de los trabajadores y de la revolución en general. 28 La euforia que
había cundido entre las filas del BOC también se había visto mermada por la decisión de la
Unió de Rabassaires de retirarse de la Alianza Obrera aduciendo que el campesinado no estaba
dispuesto a secundar la huelga. Esta decisión, acaso previsible habida cuenta de los vínculos
existentes entre la Unió de Rabasssaires y ERC, asestó un golpe al prestigio de la Alianza
Obrera, que había dado mucha importancia al apoyo inicial de la organización campesina.
La huelga del 13 de marzo puso de relieve un debate que planeaba sobre la Alianza desde su

26
Sobre la huelga del 13 de marzo véase ibíd 17.3.34; Las Noticias 14.3.34; Combate 16.3.34; Comercio y
Navegación marzo 1934; La Antorcha 1.5.34.
27
“La Alianza Obrera a todos los trabajadores” 15.3.34, La Batalla 17.3.34; J. Maurín, “La importancia de las
huelgas económicas en momentos de inestabilidad política de la burguesía”, ibíd 24.3.34; Maurín, Revolución y
contrarrevolución... p.121.
28
“El fracàs de la vaga general de l'Aliança Obrera”, Justícia Social 17.3.34.
141

fundación: su papel exacto en el proceso revolucionario. Para el BOC, siguiendo la tradicional


concepción bolchevique, el frente único no podía limitarse a “ser una simple fórmula”, sino
que debía utilizarse. Los bloquistas explicaron que la revolución no consistía en una acción
determinada, sino que era la culminación de un largo proceso cuyo colofón era la insurrección
armada. Las alianzas obreras debían participar en las luchas cotidianas para así desempeñar el
papel que se les había asignado en la movilización de masas dirigida a la ofensiva
revolucionaria. 29 Los treintistas discrepaban de esta visión. Pese a que habían participado en el
paro del 13 de marzo, los treintistas habían deplorado sin ambages que la convocatoria no se
hubiese dejado exclusivamente a los sindicatos. Asimismo advirtieron que, en adelante, se
opondrían a que el Comité Regional de la Alianza Obrera catalana promoviese tales
convocatorias. Los treintistas argumentaron que las alianzas debían limitarse a su papel
estrictamente revolucionario de derrotar al capitalismo, tras lo cual su función iba a ser la de
“defender la revolución” dejando la organización de la nueva sociedad a cargo de los
sindicatos. 30
Más problemática fue la actitud ante las alianzas de los socialistas. Como había dicho Gorkin
en diciembre de 1933, “el Partido Socialista constituye hoy el partido obrero más fuerte, más
disciplinado y mejor preparado de España [...] no podemos combatir el fascismo sin contar
con el PSOE y con la UGT. 31 Tras la derrota electoral de noviembre de 1933, se agudizó la
radicalización entre las filas socialistas que había comenzado en el verano de ese año. En
consecuencia se afianzó la posición de Largo Caballero y de sus seguidores en el seno del
PSOE, y especialmente, en el de la UGT. Al igual que los bloquistas, muchos socialistas
estaban convencidos de que el nuevo gobierno radical iba a actuar de puente para que la
CEDA llevase a cabo algún tipo de golpe fascista institucional.
Los acontecimientos en el ámbito internacional agudizaron la consciencia de los peligros que
entrañaba una victoria “fascista”. La sangrienta eliminación de los socialistas austriacos por
parte del gobierno de Dollfuss en febrero de 1934 causó una honda impresión en España,
sobre todo por las evidentes similitudes existentes entre la CEDA y el partido de Dollfuss.
Ambos partidos contaban con una base campesina, eran de corte reaccionario y católico y
ambos seguían una estrategia “legalista”, dirigida a instaurar un régimen autoritario a través
del Parlamento. El último intento desesperado de los socialistas austriacos de frustrar los
planes gubernamentales mediante una insurrección armada, pese a su derrota, fue muy
significativo para la izquierda socialista española. Ésta comparó la actitud de los austriacos
con la de sus homólogos alemanes, quienes un año antes no presentaron una resistencia firme
al ascenso al poder de Hitler. “Mejor Viena que Berlín” se convirtió en la consigna de la
izquierda del PSOE.
A principios de 1934, la prensa socialista dedicaba cada vez más espacio a la amenaza fascista
y a la necesidad de organizar la revolución. No cabe duda de que muchos dirigentes y sobre
todo militantes socialistas creían sinceramente en que la revolución violenta era la única salida
que les quedaba. Sin embargo, veían la revolución como algo a lo que se habían visto
abocados por la intransigencia de la burguesía y no como una necesidad histórica en sí misma.
Incluso Indalecio Prieto, líder de la moderada facción de centro del PSOE, amenazó con la

29
“La fase actual de la revolución española y los deberes de la clase trabajadora [Tesis política adoptada por el
Segundo Congreso de La FCI] La Batalla 1.5.34.
30
Vertical 16.3 .34; “Frente Único táctica de clase”, Combate 17.3.34; “República Socialista Federal”,
Sindicalismo 20.6.34.
31
Gorkin, “Los socialistas y nosotros” Adelante 19.12.33.
142

revolución si la derecha autoritaria intentaba tomar el poder. Este vuelco a la izquierda de


muchos dirigentes socialistas no podía desvanecer de la noche a la mañana décadas de práctica
y política reformistas. El marxismo determinista tradicional del partido también impregnaba a
su nueva ala izquierda. En los escritos del principal teórico de ésta, Luis Araquistain, se
presenta el triunfo del socialismo como algo inevitable, mientras que se habla de un golpe
fascista como el detonante automático de la revolución. Además, los socialistas de izquierda
seguían pensando, al igual que el PSOE desde su fundación, que la misión del movimiento
socialista consistía en absorber a todas las demás organizaciones obreras. No es sorprendente,
por lo tanto, que la actitud de los socialistas de izquierda hacia las alianzas obreras fuese,
como poco, ambigua.
En un primer momento, El Socialista, diario del PSOE, había acogido favorablemente la
creación de la Alianza Obrera de Cataluña. El ala izquierda de los socialistas, en especial la
FJS, había demostrado gran entusiasmo al respecto. 32 El mismo Largo Caballero pareció
confirmar esta actitud favorable en sus entrevistas de enero y febrero (celebradas en Madrid y
Barcelona respectivamente) con delegados de la Alianza Obrera catalana, entre los que se
contaba Maurín. El BOC, al igual que lo había hecho durante las elecciones, reiteró la
importancia de la aparente “ruptura con la socialdemocracia” del dirigente de la UGT. En una
entrevista publicada por Adelante, Largo Caballero defendió la necesidad de un frente único y
de que la clase obrera se preparase para tomar el poder. Maurín respondió a estas declara-
ciones afirmando que, sin duda, todos los “verdaderos comunistas” debían acoger con los
brazos abiertos esta “rectificación” impuesta a los socialistas por la clase obrera, así como
trabajar para tratar de atraer a los socialistas de izquierda “completamente [a] la interpretación
revolucionaria del socialismo”. Maurín comparó la actitud del BOC con la de los comunistas
oficiales, quienes trataban, a través de una “guerra total”, de acabar la influencia socialdemó-
crata sobre amplias capas obreras. 33 Maurín, en su valoración positiva acerca de la evolución
de Largo Caballero y de sus seguidores había incluido, sin embargo, una nota de cautela tras
las elecciones de noviembre de 1933. Para él, los socialistas de izquierda ahora debían dejar
atrás la propaganda y romper decisivamente con la socialdemocracia. No obstante, el dirigente
bloquista creía que tal medida iba a resultar muy difícil para el ala izquierda del PSOE. 34
No pasó mucho tiempo antes de que los dirigentes de la izquierda socialista, y mucho más los
del resto del PSOE, dejasen claro que su participación en las alianzas obreras se iba a limitar a
lo que considerasen beneficioso para los intereses de su partido. Esta participación se
conjugaba con un izquierdismo abstracto, típico de la nueva ala izquierda, conforme al cual se
definía a las alianzas como organizaciones puramente insurreccionales. La posición
aparentemente revolucionaria de la izquierda socialista les llevaba a oponerse a que las
alianzas se inmiscuyesen en el trabajo sindical, que se consideraba terreno exclusivo de los
sindicatos. Comenzaron a considerarse las huelgas económicas cada vez más como una
manera de malgastar las energías obreras que debían reservarse para la revolución. Por ello, la
huelga general del 13 de marzo en Cataluña, y la que tuvo lugar en Valencia un mes después,
fueron criticadas por los dirigentes de la izquierda socialista como una pérdida de tiempo y por
no ser de la incumbencia de las alianzas obreras el organizar tales acciones.35

32
“El Frente Único Obrero”, El Socialista 29.12.33; para la actitud de la FJS véase, Renovación 9.12.33; S.
Poncela, “Un frente único juvenil”, ibíd 6.1.34; y S. Carrillo, “Frente Único”, ibíd 27.1.34.
33
J. Maurín, “El fracaso del socialismo reformista” Adelante 1.3.34.
34
J. Maurín, “Después de las elecciones ¿Que hacer ahora?”La Batalla 7.12.33.
35
El Socialista 17.3.34; Actas de la Comisión Ejecutiva de la UGT 19.4.34, 17.5.34.
143

Esta actitud ambivalente se reflejó más nítidamente en el papel desempeñado por la izquierda
socialista en la Alianza Obrera de Madrid, sobre la que ejercieron un total control. En lugar de
proyectar la imagen de una unidad obrera que pudiese atraer a los anarcosindicalistas, los
socialistas en general relega-ron la Alianza a un segundo plano. Así, cuando se llevó a cabo
una huelga general el 22 de abril de 1934 en protesta contra la multitudinaria concentración de
la CEDA en El Escorial, se afirmó que la iniciativa de la huelga había sido de la FJS y no de la
Alianza. Su oposición a las huelgas económicas, a las que consideraban un derroche de
energías, llevó a que los dirigentes socialistas se negasen a convocar acciones en solidaridad
con la importante huelga campesina organizada en junio de 1934 por la federación campesina
socialista, la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra (FNTT).
El BOC, aunque cada vez más interesado en un acercamiento a la izquierda socialista, no
compartía la opinión de ésta acerca del papel de las alianzas obreras. La Alianza Obrera
catalana, muy influenciada por los comunistas disidentes demostró desde un principio que
tenía la intención de intervenir en las luchas económicas siempre que fuese posible. Así, a
finales de enero la Alianza había convocado una asamblea para protestar contra el reciente
despido de 5 000 obreros en Barcelona; la asamblea, significativamente, se celebró en la sede
del PSOE de esta ciudad. Los delegados reunidos, que representaban a 62 sindicatos
diferentes, denunciaron que los despidos formaban parte de un “plan de la burguesía” para
desestabilizar más la situación política y justificar la aplicación de medidas aún más
represivas. 36 La reducida Federación Catalana del PSOE quizás hubiese estado dispuesta a
aceptar, presionada por los bloquistas, la participación de la Alianza Obrera de Cataluña en
conflictos económicos, pero esto era contrario a la posición de los dirigentes del partido de
Madrid. El BOC criticó a los socialistas por oponerse a que las alianzas obreras participasen
en este tipo de conflictos para “ahorrar” las energías obreras. Los acontecimientos de Austria
habían confirmado el análisis de los comunistas disidentes. Según el BOC, los socialistas
austriacos habían frenado a la clase obrera durante tanto tiempo que, cuando las circunstancias
los obligaron a romper con la práctica y la teoría del reformismo, ya era, trágicamente,
demasiado tarde. Era “suicida”, afirmaba el BOC, limitarse a reclutar a afiliados para los
sindicatos y los partidos y esperar pasivamente a que “llegase el gran momento”, como lo
habían demostrado fehacientemente los acontecimientos de Austria y de Alemania. En la
lucha contra el fascismo los trabajadores no podían esperar, sino que debían tomar la ofensiva
en todos los ámbitos. Además, para el Bloc, la unidad obrera por sí sola, que los socialistas
pretendían realizar en el seno de su partido, no bastaba. Para que la clase obrera saliese
victoriosa era necesaria una política marxista revolucionaria. 37
Maurín creía que la posición de los socialistas, pese a su retórica revolucionaria, seguía siendo
esencialmente reformista. Antes habían pedido a los trabajadores que “esperasen” a que el
Parlamento desarrollarse una política de reformas; ahora les pedían que “esperasen” a la
revolución. La socialdemocracia siempre se había opuesto a la táctica de huelga general y,
aunque ahora se declarasen de acuerdo con ella, los ataques contra la huelga del 13 de marzo
publicados en El Socialista demostraban que en realidad nada había cambiado. Según Maurín,
los socia-listas sólo hablaban de organizar una huelga general para atemorizar a la burguesía,

36
Comité Ejecutivo de la Alianza Obrera, “Ante una maniobra de la patronal” Adelante 24.1.34; Comité
Ejecutivo de la Alianza Obrera, “Contra el despido de los 5.000 obreros”, ibíd 25.1.34.
37
Para el análisis del BOC del significado de los hechos de Austria véase “Austria. El fascismo consecuencia de
los errores reformistas”, ibíd. 18.2.34; “Las lecciones de la insurrección obrera austriaca”, ibíd 20.2.34; “La gran
lección revolucionaria de insurrección de Viena”, ibíd 24.2.34; J. Miravitlles, “Después de la ‘comuna’
austriaca”, ibíd 1.3.34.
144

porque estaba claro que no tenían la intención de tomar tal medida. El movimiento obrero era
precisamente eso, un movimiento, y como tal debía estar permanentemente movilizado. Las
huelgas políticas y económicas desempeñaban el mismo papel que las maniobras militares de
un ejército en tiempos de paz, la preparación para la guerra. A través de la experiencia en la
organización de huelgas los trabajadores adquirían mayor consciencia de los problemas
organizativos, la moral se fortalecía y los obreros lograban “desmoralizar al enemigo” al
frustrar los planes de la burguesía y al dificultar la aplicación coherente de la política
gubernamental. Maurín advirtió que no se trataba de abusar de la táctica de huelga general
sino de recurrir a ella en aquellas circunstancias en que fuese indispensable, como en el caso
de la huelga antifascista de París (12 de febrero). ¿Qué hubiese pasado —se preguntaba
retóricamente— si se hubiese convocado a la huelga general en Alemania el 20 de julio de
1932, o en Austria antes de febrero de 1934? La huelga general en España debería haberse
realizado el 3 de diciembre de 1933; en lugar de esto los anarquistas tomaron la ofensiva
equivocando el rumbo, lo que perjudicó la causa del proletariado. Para que una insurrección
armada tuviese éxito era menester un período previo de agitación revolucionaria; en las
circunstancias imperantes incluso las “huelgas puramente económicas” tenían un significa-do
revolucionario porque llevaban a una mayor movilización de la clase obrera, cuyas
consecuencias podían ser de largo alcance. El BOC coincidía con algunos socialistas de
izquierda en que las alianzas obreras podían convertirse en organizaciones insurreccionales,
pero para que eso sucediese primero debían de unir a la clase trabajadora e iniciar una serie de
batallas más limitadas. 38
La colaboración de la CNT, tanto en Cataluña como en el resto de España, resultaba necesaria
para que las alianzas obreras se desarrollasen. Los anarcosindicalistas eran hostiles a los
frentes únicos, a los que consideraban una “maniobra comunista”; no obstante, existían
razones para esperar que al menos un sector de ellos cambiase de parecer. Este tema constituía
el punto central del análisis de Maurín acerca de las opciones que se presentaban a los
anarquistas tras la debacle del alzamiento de diciembre de 1933. El rumbo que los anarquistas
enfilasen era ahora de importancia capital debido a que, como dijo textualmente Maurín, “en
gran medida, el futuro de la revolución en España dependía de la evolución del anarquismo”.
El dirigente bloquista creía que los anarquistas tenían la intención de seguir una orientación
revolucionaria no les quedaba otra opción que unirse a las demás organizaciones obreras.
Organizar otro alzamiento les resultaría, por razones prácticas, difícil. Asimismo, el sincero
deseo de los anarquistas de “hacer la revolución” garantizaba que no iban a caer en la
pasividad y limitarse a organizar actividades culturales, ni tampoco a caer bajo la influencia de
los partidos burgueses o del fascismo. 39 Pese al optimismo de Maurín, la CNT sólo iba a
participar en las alianzas obreras en muy pocos lugares.
La reticencia de los anarquistas en Cataluña hacia la Alianza Obrera no es sorprendente,
habida cuenta de los ataques de los que habían sido objeto en el manifiesto original de la
Alianza. Las afirmaciones contenidas en el documento que proclamaban que había sido
“firmado por las organizaciones obreras más responsables de Cataluña”, debió convencer a los
anarquistas de que la Alianza se formaba tanto contra ellos mismos como contra la derecha. 40
Una colaboración real se hizo aun más difícil cuando, más adelante, la CNT emplazó a la UGT

38
J. Maurín, “La importancia e las huelgas económicas en momentos de inestabilidad política de la burguesía” La
Batalla 24.3.34; J. Maurín, “Importancia de las huelgas políticas en el período revolucionario” ibíd 31.3.34.
39
J. Maurín, “¿Que harán ahora los anarquistas?”Adelante 16.12.33.
40
“Un manifiesto trascendental. La Alianza Obrera”, ibíd 12.12.33.
145

a “clarificar sus intenciones revolucionarias” y añadió que la Confederación estaba dispuesta a


aliarse con cualquier movimiento revolucionario siempre que su objetivo fuese “la supresión
total del capitalismo y del Estado”. Naturalmente, ésta no podía constituir la base sobre la cual
llegar a un acuerdo con organizaciones marxistas que, por definición, estaban a favor de la
instauración de un nuevo Estado socialista. La militancia de la CNT, sin embargo, no era ajena
al deseo de unidad, deseo que se propagaba cada vez más entre la clase obrera organizada. El
fracaso del último alzamiento organizado por la FAI afianzó las aspiraciones unitarias en el
seno de la Confederación. Esta tendencia era más acusada fuera de Cataluña, especialmente en
aquellos lugares donde la influencia de la UGT relegaba a los anarcosindicalistas a un segundo
plano. Así fue que, en el Pleno Nacional de la Confederación de febrero de 1934, las
organizaciones asturiana, del centro y gallega propusieron la creación de alguna forma de
frente único con la central socialista. Asimismo, el veterano dirigente cenetista Valeriano
Orbón Fernández, en un artículo publicado en este período y que tuvo mucha repercusión,
argumentó a favor de una posición similar. 41 La extraordinaria huelga general de 36 días que
se llevó a cabo en el bastión cenetista de Zaragoza, en la primavera de 1934, fue organizada, al
menos nominalmente, por un frente único entre la CNT y la UGT. El BOC quedó muy
impresionado con la aparente unidad entre anarquistas y socia-listas en la capital aragonesa y
describió la huelga como “una de las manifestaciones más inteligentes de la lucha de clases”
de la historia del movimiento obrero español. 42 Tanto la Alianza Obrera de Cataluña como la
de Valencia organizaron acciones de apoyo a los huelguistas, como la localización de los
cientos de niños que había sido evacuados de Zaragoza durante la huelga. La Alianza Obrera
catalana también secundó la huelga de solidaridad con la de Zaragoza, que se llevó a cabo en
Barcelona el 7 de mayo y que fue promovida por la CNT; la Confederación no demostró
interés alguno en la participación de la Alianza. En realidad, pese a algunas iniciativas locales
aisladas a favor de la unidad, el único acuerdo duradero al que la CNT llegó en 1934 con otras
organizaciones fue el de Asturias. 43
En Cataluña, los bloquistas consideraban la influencia de la FAI como el principal obstáculo
para que la CNT se adhiriese a la Alianza. El BOC, sin embargo, estaba convencido de que la
fuerza de los anarquistas comenzaba a declinar tras las graves derrotas sufridas por la
Confederación en los meses anteriores, especialmente tras el fracaso del alzamiento de
diciembre de 1933. Por ello, los comunistas disidentes creían que con el tiempo la CNT
catalana se iba a ver obligada a participar en la Alianza Obrera y que además su control sobre
la clase obrera organizada de Cataluña ya se había debilitado mucho. En la popularidad que la
Alianza Obrera se había granjeado desde su fundación a finales de 1933 veían confirmada esta
opinión. La convicción bloquista sobre su análisis era tan firme que tras la huelga general del
13 de marzo La Batalla declaró, aunque pueda parecer increíble, que la FAI había
“desaparecido para siempre como dirigente del proletariado de Cataluña” y que ahora “sólo”
conservaba su hegemonía en Barcelona. 44 El BOC tenía plena confianza en que se podía
contrarrestar la influencia anarquista en el ámbito sindical con la unión de todos los sindicatos
no integrados en la CNT.

41
V. Orbón Fernández, “Alianza Revolucionaria, ¡Si!, Oportunismo de bandería ¡No!” reproducido en J. Peirats,
La CNT en la revolución española tomo I, (París 1971) pp.82-88 y Alba, La Alianza Obrera pp.191-200.
42
La Batalla 12.5.34.
43
Se tiene noticia de mítines a favor del frente único en los que la CNT participio junto a los socialistas y el PCE
durante los meses de enero y febrero de 1934 en los siguientes lugares: Málaga, Salamanca, Zamora, El Ferrol y
Espinardo (Murcia) (Adelante 19.1.34, 24.1.34, 8.2.34, 14.2.34; El Obrero [El Ferrol] 17.2.34).
44
“Lecciones de la jornada del 13 de marzo”, La Batalla 24.3.34.
146

La dirección del BOC cada vez tenía más esperanzas de llegar a algún acuerdo con los
treintistas. Tras la propuesta aprobada por la Conferencia Regional de Sindicatos del Bloc de
octubre de 1933 que propugnaba la celebración de conversaciones sobre la unidad, una
delegación se entrevistó con representantes de los treintistas el 5 de noviembre. Se acordó
convocar una conferencia de reagrupación sindical pero ésta nunca se llegó a celebrar.45 En
cambio, los treintistas crearon su propio Comité Regional de Sindicatos de Oposición de la
CNT e hicieron un llamamiento para que todos los sindicatos no integrados en la
Confederación se uniesen a la nueva estructura. Esto llevó al BOC a afirmar que los treintistas
no estaban realmente interesados en la unidad sindical sino que su objetivo era establecer su
propia central exclusivamente sindicalista revolucionaria. Por su parte los treintistas acusaron
al BOC de querer, al igual que la FAI, dominar los Sindicatos de Oposición, cuya “única
lealtad era a su clase”. 46
A fines de 1933, pese a la hostilidad entre las direcciones de ambas organizaciones, los
bloquistas y los treintistas continuaron colaborando entre sí en el ámbito local, incluso en la
organización conjunta de nuevos sindicatos. En el bastión treintista de Sabadell, la
relativamente importante facción bloquista siguió actuando en el seno de los sindicatos de la
ciudad. Igual sucedió en otros lugares de las comarcas de Barcelona donde la CNT local se
había unido a la Oposición, sobre todo en Manresa y Vilanova i la Geltrú. Esto, junto al hecho
de que los treintistas hubiesen participado en la Alianza Obrera, permite entender por qué los
comunistas disidentes confiaban en la posibilidad de una colaboración más estrecha entre las
dos tendencias. Como se ha visto, militantes del BOC y algunos treintistas trabajaban en
Barcelona conjuntamente en la creación de nuevos sindicatos autónomos de artes gráficas y
del textil; este trabajo conjunto también se realizaba con otros sectores de oposición de la CNT
barcelonesa. Así a finales de 1933 se hizo el intento de crear nuevos sindicatos de la madera,
de fotógrafos, de metalúrgicos, de la construcción y de la piel. Estos sindicatos, junto a otros,
también abordaron la tarea de crear una federación local en Barcelona. Los anarquistas
acusaron a los que tomaron esta iniciativa de estar relacionados con los Sindicatos Libres; la
nueva federación se vio obligada a hacer una declaración pública en la que reafirmaba su
“esencia revolucionaria y de clase”. 47
La coordinación entre sindicatos autónomos treintistas y bloquistas de Barcelona no prosperó,
probablemente debido a los diversos orígenes de los grupos que en este período rompieron con
la CNT. Algunos de estos nuevos sindicatos no parecen haber llegado a tener existencia real,
mientras que en el caso de otros no quedaba claro que facción era la dominante. De los 13
sindicatos afiliados a la nueva Federación Local de Sindicatos de Industria de Barcelona en
marzo de 1934, al menos cuatro, el de trabajadores de la piel, el de artes gráficas, el de textil y
el metalúrgico, estaban dirigidos por el BOC. 48 El subsecretario de la federación local recién
creada era el conocido bloquista Francesc Batista. Dos meses antes, no obstante, la FSL había
45
P. Bonet, “Necesidad de una conferencia de reagrupamiento sindical”, Adelante 27.12.33; P. Bonet, “A
propósito de un manifiesto de los Sindicatos de oposición”, ibíd 30.12.33; ibíd 31.12.33.
46
Juan López, “¿Ha sonado la hora de las irrelevancias?”, Sindicalismo 3.1.34; El Secretariado (FSL) “Los
comunistas del BOC y nosotros. Con toda claridad”, ibíd 10.1.34.
47
Adelante 19.1.34.
48
Las organizaciones afiliadas fueron: el Sindicato de las Industrias Gráficas, el Sindicato Obrero de la Industria
de la Piel, el Sindicato Obrero de Fotógrafos, el Sindicato Obrero de la Industria de la Construcción, el Sindicato
Obrero de la Industria Metalúrgica, el Sindicato Obrero de la Industria Madera, el Sindicato de Obreros
Vaqueros, el Sindicato de Oficios Varios, el Sindicato de Trabajadores de la Industria Fabril y Textil, el Sindicato
del Arte Rodado (tracción de sangre y mecánica), el Sindicato del Transporte Urbano, el Sindicato de Fideeros y
el Sindicato de Sastres, Modistas y Confeccionistas, (Combate 18.3.34).
147

protestado airadamente argumentando que era ella la organizadora de todos los sindicatos
ahora integrados en la nueva federación. 49 Esta nueva federación local unificada, pese a tener
sus oficinas en la sede barcelonesa de los treintistas, en realidad nunca estuvo dominada por
una sola tendencia. Esta limitada colaboración duró poco a causa de la hostilidad de los
dirigentes treintistas hacia el BOC, de la ruptura que se dio en las filas treintistas entre los
sindicalistas más “puros” y los seguidores de Ángel Pestaña y de la debilidad misma de
muchos de los sindicatos que integraban la federación. Unos meses después se estableció otra
federación local constituida exclusivamente por sindicatos bloquistas. 50
Mientras que la colaboración directa entre el BOC y los treintistas era desigual, la unidad en el
ámbito sindical, al igual que en el político, era más asequible a través del frente único. El
clima se había tornado más favorable para a esta táctica, como consecuencia no sólo de la
creciente amenaza que la derecha autoritaria representaba, sino también merced a los logros
alcanzados por los frentes únicos de los trabajadores mercantiles y los de luz y fuerza antes de
las elecciones. El prestigio de la acción conjunta aumentó entre los sectores no integrados en
la CNT con la formación de la Alianza Obrera, especialmente entre los sectores tradicional-
mente débiles y menos organizados, y en Barcelona se hicieron intentos, a principios de 1934,
de formar frente únicos entre los maestros, los funcionarios de la Generalitat los trabajadores
de los Ferrocarrils de Catalunya, Correos, hostelería, transporte urbano y banca. 51 A escala
catalana se llega a acuerdos entre los trabajadores de la compañía petrolífera CAMPSA, así
como entre los de artes gráficas, los metalúrgicos y los ferroviarios. La mayoría de estos
frentes únicos sólo aglutinaron a la minoría de los sindicalistas de sus respectivos sectores, y
algunos carecieron de importancia real. No obstante, esta tendencia a la unidad revela cual era
el clima que imperaba entre muchos trabajadores.
La táctica de frente único siguió demostrando su efectividad en diversos sectores. Así sucedió,
una vez más, en el de luz y fuerza. Los empresarios de este sector, aprovechando la nueva
situación política creada por la victoria de la derecha en las elecciones, se negaron a aplicar el
acuerdo que habían firmado con los trabajadores en octubre. La respuesta sindical fue
convocar una huelga general del sector el 15 de marzo de 1934. De nuevo la movilización que
consiguió levantar el frente único fue avasalladora: esta vez se sumaron a la huelga la casi
totalidad de los 28 000 trabajadores industriales y administrativos del sector en Cataluña, así
como en las vecinas provincias de Castellón, Huesca y Zaragoza. Tan sólo los afiliados a la
CNT, especialmente una minoría de los trabajadores de Barcelona y Badalona, se negaron a
secundar la huelga. Los empresarios dieron marcha atrás tras cinco días de huelga, durante los
que muchas ciudades se quedaron sin gas y electricidad, y tras la amenaza del Gobernador
Civil de militarizar la industria. Se firmó un nuevo acuerdo, auspiciado por Martí Barrera,
Consejero de Trabajo de la Generalitat. El pacto no sólo establecía que se iban a respetar los
términos del acuerdo firmado en octubre, sino que además obligaba a los empresarios a
hacerse cargo del 40% del fondo de pensiones para los trabajadores, una reivindicación que
había quedado pendiente desde el anterior conflicto. Asimismo, se garantizaba la continuidad
de todos los contratos, el reconocimiento de los sindicatos, el pago de los salarios perdidos
durante la huelga y que no se iban a tomar represalias contra los huelguistas. 52 Todas las

49
Sindicalismo 3.1.34.
50
Sindicalismo 3.1.34; Combate 18.3.34; Treball (Sindicato Mercantil) 1.9.34. Véase Apéndice Cuatro para una
relación de los sindicatos integrados en la Federación Local de Sindicatos de Barcelona, dirigida por el
BOC/POUM.
51
Adelante 2.12.33, 2.2.34, 2.3.34.
52
Para información sobre la huelga y su desenlace véase: Las Noticias 16.3.34, 21.3.34; La Batalla 17.3.34,
148

facciones que habían participado en la huelga subrayaron su importancia: el BOC la describió


como “una gran victoria”, los treintistas como “la acción más importante” en el sector desde
1919 y la USC como “un gran ejemplo de firmeza y disciplina”. En Madrid, la dirección de la
UGT saludó esta “gran victoria” y afirmó, sin fundamento alguno, que la huelga había
constituido un triunfo especialmente para el sindicato socialista, que había “dirigido el
movimiento”. 53 En realidad el mayor beneficiado fue el BOC, ya que la política de frente
único de los comunistas disidentes quedó plenamente justificada en la práctica por el éxito de
la huelga. Eran los bloquistas quienes se habían entregado al trabajo unitario, mientras
treintistas y socialistas tendían a intentar fagocitar a las demás facciones sindicales.
Simultáneamente a la huelga de luz y fuerza, se dio un conflicto similar en la empresa
Ferrocarrils de Catalunya. También en este caso los trabajadores fueron a la huelga al negarse
los empresarios a cumplir un acuerdo firmado un año antes en el Jurado Mixto. La creación a
finales de febrero de 1934 de un frente único entre los sindicatos de la compañía fue el
elemento fundamental de esta movilización. Fue el Sindicato Profesional de Empresa dirigido
por el BOC quien propuso la organización de un frente único algunas semanas antes; la UGT
y, sorprendentemente, la asociación de ferroviarios del Partido Radical, se adhirieron a la
iniciativa. La huelga tuvo lugar entre el 17 y el 21 de marzo, fue secundada por unos 1 200
trabajadores y se zanjó con una impresionante victoria del frente único. Entre otros logros, los
trabajadores obtuvieron el 80% del aumento salarial solicitado, un nuevo plan de pensiones y
quince días de vacaciones al año. 54
Como en el caso de luz y fuerza, la intervención de la Generalitat fue decisiva para llegar a
una rápida solución del conflicto. Desde que el gobierno central había transferido a la
Generalitat competencias en materia de relaciones laborales, ésta, en general, favorecía con
este tipo de intervenciones a los sindicatos no cenetistas con el objetivo de aislar a los
anarquistas y demostrar a los trabajadores las ventajas de participar en los comités de
arbitraje. 55 Esta actitud, duramente criticada por los anarcosindicalistas, beneficiaba, entre
otros, a los sindicatos dirigidos por el Bloc. La CNT, así como los treintistas, denunciaron los
peligros que la dependencia de las autoridades entrañaba y subrayaron que los trabajadores
sólo podían confiar en la acción directa. 56
En el sector de las artes gráficas las organizaciones obreras también se hallaban muy fragmen-
tadas. La relativa influencia de la que el BOC siempre había gozado entre los tipógrafos le
permitió ser el promotor de la creación de un frente único en el sector, que tuvo lugar en una
conferencia regional de sindicatos de artes gráficas celebrada los días 1 y 2 de abril de 1934.
Once sindicatos entre los cuales se contaban los dirigidos por Bloc, los de la UGT y sindicatos
independientes, con una militancia total de unos 1 500 trabajadores, participaron en esta
iniciativa. Aproximadamente 1.000 de estos militantes pertenecían a los cuatro sindicatos
barceloneses presentes en la conferencia y, aunque la militancia del sindicato de la CNT de
Barcelona era cuatro veces superior, las agrupaciones barcelonesas que se integraron en el
frente único eran bastante importantes debido a que aglutinaban a trabajadores cualificados del
sector. El objetivo de la acción conjunta de estos sindicatos era que se aplicase a todo el sector

24.3.34; Combate 20.3.34, 21.3.34, 23.3.34; Comercio y Navegación marzo 1934.


53
Combate 18.3.34; La Batalla 24.3.34; Justicia Social 24 .3 .34; Actas de la Comisión Ejecutiva de la UGT
29.3.34.
54
Adelante 11.12.33, 6.1.34, 24.1.34, 18.2.34; La Batalla 17.3.34, 24.3.34; Comercio y Navegación marzo 1934.
55
Jones p.100.
56
Vega, La CNT i els sindicats d’oposició... p.730.
149

en Cataluña, y no sólo en Barcelona, el Estatuto Nacional del Salario Mínimo, que se acabase
con la práctica de recuperar días festivos con horas extraordinarias y la eliminación del trabajo
por turnos en los casos en que se hubiese acortado el horario laboral. Para hacer frente al paro,
los trabajadores exigían la abolición de las horas extraordinarias, que se cubriesen las vacantes
existentes y una semana laboral de 40 horas. 57
Entre los trabajadores metalúrgicos y ferroviarios de la compañía estatal también se
organizaron frentes únicos de ámbito catalán con diferentes resultados. El frente único de
sindicatos metalúrgicos, que se estableció en febrero de 1934, decía representar a unos 10 000
obreros. Era el único frente sindical claramente dominado por los treintistas, quienes dirigían 9
de los 16 sindicatos que se adhirieron, el resto lo componían sindicatos autónomos, otros diri-
gidos por el Bloc y sindicatos ugetistas. 58 El presidente de este frente era Josep Doménech, un
veterano militante bloquista. 59 El objetivo principal del frente único de sindicatos
metalúrgicos era la semana laboral de 40 horas, una vieja reivindicación de los trabajadores

57
El Frente Único de Artes Gráficas integraba a los siguientes sindicatos (el número de afiliados corresponde a
1934):
número de afiliados:
Barcelona:
Unió d'Obrers de l'Art d'Imprimir (UGT) 442
Societat d'Obrers Impressors (UGT) 229
Societat de Fundidors i Tipògrafs (UGT) 17
Sindicat d'Indústries Gráfiques (BOC) 211
Terrassa:
Associació Obrera d'Arts Gráfiques (BOC) 107 (en 1932)
Mataró:
Societat Tipográfica (UGT/BOC) 35
Girona:
Societat de l'Art d'Imprimir (BOC) -
Badalona:
Unió d'Obrers Litógrafs (autónomo) 158
Reus:
Societat Tipográfica (UGT) 40
Sabadell:
Sindicat d'Indústries Gráfiques (autónomo) -
Tarragona:
Societat Tipográfica (UGT) 51
La Batalla 24.3.34, 7.4.34, 1.5.34; Boletín de la Unión Obrera del Arte de Imprimir marzo, abril, mayo-junio,
julio-agosto 1934.
58
Integraron en el Frente Único los sindicatos metalúrgicos de los siguientes localidades y tendencias: treintistas:
Castellvell, Manlleu, Manresa, Palafrugell, Puig-reig, Sabadell, Sallent, Sant Vicenç de Castellet y Vilanova i la
Geltrú; UGT: Barcelona y Manlleu; Autónomos/BOC: Barcelona, Cerdanyola-Ripollet, Lleida, Reus y Tarragona
(“Sindicato de la Metalurgia de Manresa a todos los sindicatos metalúrgicas de Cataluña”, Sindicalismo 24.1.34,
Adelante 2.2.34, 13.2.34).
59
Doménech se afilió al sindicato metalúrgico en 1902 y fue fundador de la CNT en 1910. Durante los años
veinte se incorporó a la FCC-B y fue el tesorero del partido; dejó el Sindicato de Metalúrgicos de la CNT después
de que la FAI se opuso a su nombramiento como presidente la sección mecánica del sindicato. Luego fue
presidente del Sindicato Obrero de la Industria Metalúrgica; este nuevo sindicato se formó en 1934, después de la
escisión que se produjo tras los choques entre militantes de la FAI y del BOC en la fábrica de Rivière. Doménech
fue elegido miembro del Comité Central del BOC en 1933.
150

del sector. En junio de 1934 se aceptó esta reivindicación, pero la medida fue retirada pocos
meses después; esto desató una dura batalla de los sindicatos metalúrgicos, incluyendo a los
integrados en el frente único, por su reinstauración. 60
Las iniciativas para formar un frente único en toda Cataluña de los ferroviarios de la compañía
estatal fueron menos fructíferas; además de la habitual hostilidad de la CNT, hubieron de
enfrentarse a la reticencia de la UGT hacia iniciativas de este alcance. No obstante, envista de
la cooperación que se había dado entre los ferroviarios anarcosindicalistas y socialistas en
Madrid y Zaragoza, el BOC no perdió las esperanzas de poder llegar a algún tipo de unidad
amplia en Cataluña. Finalmente, sólo se pudo llegar a acuerdos allí donde el Bloc tenía
influencia, como en Tarragona, donde estableció un pacto con la UGT. 61 En Lleida también se
estableció un frente único, tras el despido en septiembre de 1934 de varios trabajadores,
integrado por los sindicatos ferroviarios locales socialistas, anarcosindicalistas y bloquistas. 62
La industria textil de Barcelona constituía una importante excepción a la tendencia unitaria
generalizada que existía en el sector no cenetista del movimiento obrero catalán. En febrero de
1934 se había formado un frente único entre la UGT y el Sindicato de Trabajadores de la
Industria Fabril y Textil, dirigido este último por treintistas y bloquistas. Los dos sindicatos,
que representaban a unos 3 500 trabajadores, habían logrado beneficiarse, una vez más, del
Jurado Mixto ahora transferido a la Generalitat; se obtuvieron “mejoras salariales significa-
tivas”, algo que la FAI, pese a su radicalismo, no había sido capaz de lograr. Sin embargo, el
prestigio ganado por el frente único merced a esta victoria fue probablemente efímero; pocos
meses después la mayoría de los afiliados ugetistas del sector textil siguieron a la USC cuando
ésta se escindió de la UGT para formar la Unió General de Sindicats Obrers de Catalunya
(UGSOC), que no participó en el frente único. 63
Las profundas discrepancias internas que estaban surgiendo en el Sindicato de Trabajadores de
la Industria Fabril y Textil también perjudicaron al frente único de los trabajadores textiles. La
inestable alianza que en su seno mantenía el BOC con elementos treintistas se disolvió tras el
encarcelamiento del militante bloquista Salvador Albareda, presidente del sindicato, que fue
reemplazado por el sindicalista G. Zarraluqui. En junio de 1934 el BOC acusó a Zarraluqui de
ser responsable del descenso del número de afiliados, de no haber respaldado la huelga general
del 13 de marzo convocada por la Alianza Obrera, de prácticas antidemocráticas, de no
“oponerse a las coacciones de la FAI” y de haber sido elegido como presidente del sindicato
por un “lamentable equivocación”.64 Al poco tiempo el BOC ya acusaba a Zarraluqui y a otros
sindicalistas de ser “informadores de la policía” y “agentes de la patronal”. Las relaciones
entre las dos facciones habían comenzado a deteriorarse desde que algunos dirigentes
treintistas del sindicato se habían adherido al recién creado Partido Sindicalista, fundado en
60
Comité de Enlace Metalúrgico, “Por la semana de 44 horas”, La Batalla 20.7.34
61
La Batalla 16.8.34.
62
El País 14.8.34; Frente Norte 1.10.34.
63
La UGSOC se fundó en julio 1934 después del abandono en abril de la UGT por parte de los sindicatos
dirigidos por la USC; la retirada se produjo después del fracaso de la USC en su intento de acabar con el dominio
del PSOE de los sindicatos socialistas en Cataluña. Al principio, la nueva central sindical estuvo integrada por 41
sindicatos, con un total de 19.424 afiliados de los 45.000 que la UGT catalana decía tener en este momento. El
sindicato del textil de la UGT de Barcelona, “El Obrer Fabril”, tenía 1.118 afiliados antes de la escisión (“Cens
Electoral Social” Butlleti Oficial de la Generalitat de Catalunya 26.7.34).
64
El BOC también acusó a Zarraluqui y sus compañeros de haber conseguido puestos de trabajo para familiares
suyos en detrimento de los trabajadores en paro inscritos en las listas de la Bolsa de Trabajo quienes tenían
prioridad (“El caso vergonzoso de Zarraluqui”, La Batalla 9.6.34; A. Sabadell, “La situación del Ramo del
Agua”, ibíd 13.12.35).
151

abril de 1934 por los seguidores del antiguo dirigente cenetista Ángel Pestaña con el objetivo
de dotar al sindicalismo de una voz política. Los bloquistas se mostraron muy recelosos hacia
esta nueva formación a la que, en varias ocasiones, acusaron de estar confabulada con ERC e
incluso afirmaron que podía deslizarse hacia alguna una forma de fascismo. 65 Dada la
virulencia de estas recriminaciones, el margen para llegar a un compromiso era muy limitado.
La respuesta sindicalista fue crear su propia junta alternativa en el seno del sindicato, en
directa competición con la dirección oficial que respaldaba a los bloquistas. El sindicato quedó
así dividido en dos partes; los comunistas disidentes procedieron a cambiar el nombre de su
organización por el de Sindicato Regional de la Industria Fabril y Textil de Cataluña con la
clara intención de vincular en el marco de una organización de ámbito catalán a los diferentes
sindicatos del sector que se situaban en su órbita. La fusión posterior de la facción sindicalista
con el sindicato textil de la USC pareció confirmar las sospechas bloquistas acerca de un
involucramiento de ERC en el asunto. 66 La USC estaba estrechamente vinculada a los
nacionalistas de izquierda y los sindicatos a los que controlaba se beneficiaban de la
protección de la Generalitat.
El BOC creía, en la primera mitad de 1934, que la unidad obrera se abría paso de manera
inequívoca. Dos hechos le llevaban a esta conclusión: por una parte, en Cataluña, y pese al
revés sufrido en la industria textil, se habían formado frentes únicos Sindicales, como los de
los sectores gráfico, del metal, luz y fuerza y mercantil; por otra, y más importante, el avance
de las alianzas obreras en toda España.

Cataluña y Madrid: ¿desafío o sometimiento?


La Alianza Obrera fue la respuesta de un sector del proletariado catalán ante la amenaza que la
derecha representaba. Las elecciones municipales catalanas del 14 de enero de 1934 dieron a
la izquierda en general una oportunidad de recuperar parte del terreno electoral perdidos meses
antes. Antes de los comicios, ERC reconstruyó rápidamente su alianza con Acció Catalana
Republicana (ACR) a fin de evitar ser nuevamente derrotada por la Lliga, como había
sucedido en noviembre. El BOC, por su parte, consideró que las elecciones locales eran una
oportunidad para fortalecer la unidad obrera y para dar una nueva batalla en su intento de
romper el predominio político de ERC entre las clases populares. Fiel a su línea, el BOC
presentó el escenario electoral como el de una batalla entre el proletariado y la burguesía. En
consecuencia la pequeña burguesía no tenía más opción que tomar partido por una de las dos
clases, representadas respectivamente por el Bloc y la Lliga. Sin embargo, las clases populares
catalanas no compartían esta visión de la situación y parecían más dispuestas a dar su voto a
ERC y sus aliados una vez más. El BOC dedicó su campaña electoral a tratar de debilitar este
predominio de ERC, aunque admitiendo que ésta podía conservar el apoyo de parte de la clase
obrera debido al temor que infundía una victoria de la derecha. En su propaganda electoral el
BOC explicaba que los gobiernos municipales por sí solos no podían ser una barrera contra el
fascismo y que si los obreros daban su voto a ERC estarían malgastando su sufragio. Según
Adelante, los nacionalistas de izquierda habían actuado en Cataluña como “meros porteros de

65
“El fascismo naciente en Cataluña”, ibíd 2.6.34; “El caso vergonzoso de Zarraluqui”, ibíd 9.6.34; Junta
Central. Sindicato de la Industria Fabril y Textil, “A todos los trabajadores del Fabril y Textil” ibíd 16.6.34;
“Pestaña hacia el fascismo”, ibíd 7.7.34.
66
La unificación de los dos sindicatos, que adoptó el nombre de Sindicat Unió Obrera de la Indústria Fabril i
Textil, ocurrió en marzo de 1935. A finales de 1935, el nuevo sindicato tenía 3.585 afilados y el Sindicato
Regional bloquista, 1 188 según el “Cens Electoral Social” (Butlleti Oficial de la Generalitat de Catalunya
22.11.35).
152

la Lliga” y al igual que sus homólogos republicanos del gobierno de Madrid habían
constituido un “dique contra la revolución”. 67
El BOC halló en las elecciones municipales también la oportunidad de promover la táctica del
frente único obrero. El BOC perseguía reconstruir la alianza electoral que había forjado con el
PSOE en noviembre y confiaba en poder extenderla a otras organizaciones obreras. Estas
esperanzas se desvanecieron rápidamente porque los treintistas se negaron a participar en las
elecciones y, como se ha visto, la USC, aunque firmante del manifiesto de la Alianza Obrera,
pronto había vuelto a ponerse al lado de sus aliados de ERC. Más sorprendente fue la decisión
del PSOE catalán que esta vez, en lugar de aliarse con el BOC, optó por respaldar a ERC. En
vista de la demagogia revolucionaria de los socialistas de izquierda, facción con la que se
alineaba la federación socialista catalana, esta decisión parecía, como mínimo, incongruente.
El BOC tampoco se oponía frontalmente a formar alianzas locales con ERC allí donde ésta
fuese “la organización de los obreros y de los campesinos pobres”. 68 Esta posición era reflejo
de una cierta tradición de colaboración entre los comunistas disidentes y los nacionalistas de
izquierda en el ámbito local y también reflejo de la naturaleza contradictoria de la misma
ERC. Allí donde ERC “representase a la burguesía”, los bloquistas iban a enfrentarse con ella.
Por esta razón, el Bloc rechazó el ofrecimiento de Esquerra de ocupar cuatro lugares en su
candidatura de Girona, ya que consideraba que la organización de ERC allí era claramente
pequeño burguesa. 69 Por su parte, los dirigentes provinciales de ERC de Lleida, quienes se
consideraban a sí mismos como la “única garantía contra la revolución”, se negaron a tener
contactos con el Bloc; en algunas localidades donde el Bloc contaba con alguna posibilidad de
ganar, ERC llegó a pactos electorales con la derecha. 70 Sin embargo, en unos pocos pueblos
de Lleida, la organización local de ERC y el BOC presentaron listas conjuntas a fin de evitar
una victoria de la derecha. 71 Los bloquistas y los nacionalistas de izquierda se aliaron en otras
partes de Cataluña como en Olot, Sant Joan de les Abadesses, Valls y Vic. A pesar de la
heterogeneidad de ERC, sobre todo en las zonas rurales, lo cierto es que la actitud de los
bloquistas de llegar a ciertos pactos locales con ella no dejaba de contrastar nítidamente con
los virulentos ataques de los que la hacía objeto en su prensa.
La línea general del Bloc en Cataluña fue presentar candidaturas en solitario o bien hacer listas
conjuntas con organizaciones afines, generalmente sindicatos locales de campesinos. El
programa electoral del partido incluía entre sus puntos principales la introducción de un
impuesto especial para las clases altas con el cual financiar programas de bienestar social, el
control municipal de todos los servicios urbanos y una serie de iniciativas dirigidas a paliar las
condiciones sociales de los parados, como el libre acceso a la vivienda y el suministro gratuito
de agua, electricidad y transporte. También denunciaba enérgicamente la tradicional
corrupción y despilfarro de fondos públicos atribuidos a la administración municipal de
Barcelona. Aunque no exento de propuestas prácticas, el programa del BOC era de índole

67
“El Bloque Obrero y Campesino (F.C.I.) ante las próximas elecciones municipales”, Adelante 7.1.34; “La
significación política de las elecciones de mañana”, ibíd 13.1.34; “¡Votad contra los partidos burgueses!”, ibíd
14.1.34.
68
J. Farré, “A la conquista de los ayuntamientos”, ibíd 9.12.34.
69
ibíd 18.1.34.
70
ibíd 21.1.34. El BOC protestó sobre los pactos locales a los que ERC llegó con la derecha en Almenar,
Alfarràs, Bellvís, Llardecans y Puigvert.
71
Se establecieron alianzas entre el BOC y ERC en, al menos, Alcarràs, La Fuliola, Tàrrega y Vilanova de la
Barca. En Balaguer, la organización republicana de la ciudad, la Unió Republicana, aceptó la propuesta del BOC
para formar una alianza pero la dirección provincial de ERC la desautorizó después, (ibíd 31.12.33).
153

esencialmente propagandística y dirigido a “fortalecer las posiciones revolucionarias”. 72


Como se esperaba, los resultados electorales devolvieron a ERC muchos de los votos que
había perdido en las elecciones generales y le dieron el control del gobierno municipal en la
mayoría de las ciudades y pueblos de Cataluña. El BOC interpretó que lo que había llevado a
obreros y campesinos a dar su voto a ERC una vez más había sido su plena consciencia de que
la República se hallaba amenazada. El optimismo de los bloquistas les llevó a afirmar que los
resultados electorales no reflejaban una renovada simpatía por ERC sino que representaban un
voto contra la Lliga. Para el BOC, ERC continuaba representando un “importante obstáculo
contra la revolución”, pero debía ser la clase trabajadora, y no a la derecha, quien la derrotase.
El electorado se había polarizado aun más entre la izquierda y la derecha, entre ERC y la
Lliga, en estas elecciones locales; se vio así desmentido el pronóstico del BOC, que no fue
investido por las urnas como representante del proletariado frente a la Lliga, representante de
la burguesía. 73 Esta mayor polarización entre los dos principales partidos nacionalistas
ocasionó una pérdida de votos de todos los demás partidos, incluido el BOC, con respecto a
los que habían obtenido en las elecciones precedentes.
El BOC intentó justificar sus pobres resultados electorales aduciendo que “la gran mayoría” de
sus simpatizantes habían votado a ERC, pero los portavoces del partido no pudieron esconder
su insatisfacción. En Barcelona, por ejemplo, el Bloc obtuvo apenas 1 970 votos, menos de la
mitad de los obtenidos en otras elecciones. El querer presentar este reducido número de votos
como representativo de “la vanguardia de la vanguardia” no era un argumento muy
convincente, especialmente porque el diminuto Partit Comunista de Catalunya había
alcanzado 1 454 votos en la ciudad. Los resultados del BOC en las comarcas catalanas fueron
igualmente decepcionantes, pese a que logró obtener concejales en al menos 29 localidades.
Las únicas victorias que podía el Bloc adscribirse como directamente suyas se dieron en
Vilanova d'Alpicat y Tudela de Segre, en las comarcas de Lleida, y en Agullana, un pueblo de
las comarcas de Girona cercano a la frontera francesa. 74
En al menos nueve lugares, los concejales bloquistas lograron ganar su escaño coaligados con
ERC. En otros lugares, según los comunistas disidentes, como en Sitges y en El Vendrell, la
ausencia de tal pacto le había dado la victoria a la derecha. 75 En varias poblaciones, en
cambio, ERC y la Lliga habían cerrado filas para impedir que ganasen los candidatos del
BOC. La incoherencia política de los nacionalistas de izquierda parece haber provocado una
respuesta igualmente contradictoria de los bloquistas. Por un lado, el BOC estaba dispuesto a
llegar a pactos locales con ERC, al tiempo que denunciaba la actitud de ésta en aquellos
lugares donde estos pactos no se daban; por otro, el Bloc afirmaba que los nacionalistas de
izquierda estaban “atados de pies y manos a la Lliga”. El BOC seguía subestimando el alcance
del apoyo popular de Esquerra, por lo que con frecuencia pronosticaba su inminente
desaparición o su transformación en un partido “puramente” burgués. 76
Desde 1933 la prensa bloquista había arreciado sus ataques contra ERC. El BOC consideraba
que ERC estaba “prisionera de la Lliga”. Sobre Macià decían los bloquistas que, dada su
política “conservadora y reaccionaria”, debía reemplazar a Cambó en el liderazgo del

72
ibíd 11.1.34; “¡Por un consistorio obrero!” ibíd 12.1.34.
73
“La significación de las elecciones de mañana”, ibíd 13.1.34; “Las masas populares votan contra la reacción”
ibíd 16.1.34; ibíd 18.1.34.
74
Para los resultados de las elecciones municipales véase Apéndice Siete.
75
Adelante 17.1.34, 23.1.34.
76
“Las masas populares votan contra la reacción”, Adelante 16.1.34.
154

nacionalismo burgués. Según Maurín, ERC había gozado de un amplísimo apoyo popular
hasta 1934 porque hasta entonces su poder real había sido muy reducido y por ello había
logrado mantener vivas las esperanzas que sus seguidores albergaban con respecto a sus
intenciones; ahora, las más amplias transferencias de competencias legislativas otorgadas por
Madrid iban a desvelar la debilidad de ERC. Con la muerte de Macià, ocurrida en diciembre
de 1933, se iba a acelerar, según los bloquistas, el declive de ERC; al igual que todos los otros
partidos pequeñoburgueses de España, los republicanos catalanes estaban condenados a
desaparecer gradualmente. Maurín afirmó que sus gobiernos iban a terminar como los de
Robespierre, Castelar, Stanbulisky, Herriot y Chatemps, relegados por los intereses de las
clases más poderosas después de haber sido utilizados por ellas. Maurín creía que siendo ERC
un partido con una “dirección burguesa” y con una sólida base obrera y campesina, iba a
quedar en medio del BOC y de la Lliga, por lo que o bien iba a verse relegada a un papel cada
vez más marginal, como el del Partido Liberal británico, o bien iba a terminar por reemplazar
a la Lliga como principal fuerza contrarrevolucionaria en Cataluña. 77 Las predicciones del
BOC acerca de la inminente desaparición de ERC, o de su transformación en un partido de la
derecha, nunca se hicieron realidad, si no por otras razones, porque la guerra civil alteró
drásticamente la trayectoria de toda la izquierda.
La razón de que el Bloc hubiese estado dispuesto a colaborar en las elecciones municipales
con Esquerra, pese a los feroces ataques que le dirigía, radicaba en que ésta frecuentemente
contaba con una base social combativa en el ámbito local. Hay también otra explicación de la
actitud aparentemente contradictoria del BOC hacia los nacionalistas. Tras la victoria electoral
de la derecha en noviembre de 1933, la Generalitat se había convertido en un bastión del
republicanismo en toda España y como tal, en un claro objetivo de la derecha contrarrevolu-
cionaria. Así, el BOC y la Alianza Obrera consideraban que era necesario defender al gobierno
catalán de los ataques del centralismo derechista. No obstante, resaltaban la contradicción
existente entre el papel que la Generalitat desempeñaba con respecto a Madrid y sus políticas
represivas contra los sectores más combativos del movimiento obrero, especialmente contra la
CNT. Entre los elementos más separatistas de ERC la hostilidad hacia los anarquistas era
particularmente acerba. Durante 1933, los escamots, escuadrones paramilitares organizados
por la radicalizada sección juvenil del partido y encabezados por militantes de Estat Català,
protagonizaron enfrentamientos con los anarcosindicalistas y, a menudo, se los utilizó como
fuerzas rompehuelgas. La prensa obrera no cesaba de denunciar tales actividades; incluso La
Batalla llegó a describir la bandera catalana como un emblema de esquirolaje después de que
los escamots hubiesen intentado romper la huelga de los trabajadores del transporte de
Barcelona que tuvo lugar en noviembre de 1933. 78 Tras la transferencia a la Generalitat de
competencias plenas en materia de orden público, en marzo de 1934, se intensificó lo que el
BOC calificaba como “intolerable persecución” de los nacionalistas de izquierda contra los
anarquistas. ERC consideraba que la persistente combatividad de la CNT constituía un
obstáculo para la instauración de un gobierno estable en Cataluña. En consecuencia, incapaces
de persuadir a los dirigentes anarquistas de que moderasen sus tácticas, las autoridades
catalanas se dispusieron ahora a aplastar- los, mediante el uso de severas medidas coercitivas y
favoreciendo a ciertos sindicatos no cenetistas. El BOC denunció a la Generalitat por su

77
J. Maurín, “¿Quien vencerá, Cambó o Companys?” ibíd 4.2.34; J. Maurín, “On va l'Esquerra?” L'Hora 25.8.34
y 1.9.34.
78
La Batalla 7.12.33; según el BOC, en agosto 1933, los escamots, durante un desfile que realizaron en la playa
de Badalona, gritaron la consigna “¡Muerte a la FAI!” (ibíd 24.8.33); para más acusaciones por parte del BOC
sobre papel de los escamots como esquiroles véase, ibíd 31.8.33; Adelante 25.10.33, 26.10.33.
155

“política doble [de] demagogia por un lado [...] y de feroz persecución contra el movimiento
obrero organizado por otro lado” la cual demostraba que “este Parlamento colonial [...] ha
demostrado ser simplemente un órgano ejecutivo a las órdenes del gobierno de Madrid y un
instrumento dócil en manos de la gran burguesía catalana”.79
Las actividades de Estat Català y de otros grupos independentistas afines parecían justificar
los peores temores del BOC con respecto al talante contrarrevolucionario de los gobiernos
pequeñoburgueses y acerca del peligro de que las clases medias se acercasen al fascismo, y en
particular sobre la posibilidad de un giro a la derecha de ERC. No cabe duda de que algunos
nacionalistas radicales, sobre todo los escamots uniformados y el doctor Josep Dencàs,
dirigente de Estat Català, adoptaban cada vez más maneras fascistoides, y Maurín llegó a
afirmar que representaban al “nacionalsocialismo catalán”. 80 El BOC acusó a estos
“filofascistas catalanes” de tratar de infiltrarse en el movimiento obrero a través del Partido
Sindicalista de Ángel Pestaña.81 Los acontecimientos que tuvieron lugar en el seno del
Sindicato de Trabajadores de la Industria Fabril y Textil fortalecieron esta convicción. Acaso
la creciente obsesión del BOC con Dencàs y sus seguidores fuese exagerada, pero la compartía
la gran mayoría del movimiento obrero.
La aparente evolución de Estat Català hacia el fascismo constituye otro reflejo de la
composición heterogénea de ERC de la cual formaba parte. Esta evolución contribuyó a
fortalecer las opiniones del Bloc acerca de la naturaleza inherentemente inestable de Esquerra
que, sin embargo, conservaba la fidelidad de mucha gente de izquierdas, tal como habían
demostrado las elecciones municipales. El nacionalismo populista de ERC la hacía un rival
difícil de vencer para los bloquistas, cuyas acusaciones de que era un “instrumento de la
burguesía reaccionaria” no convencían a las masas que componían la base de Esquerra. En lo
que respecta a los militantes de base de ERC, es cierto que se daba un permanente goteo hacia
el Bloc, pero el proceso también se producía a la inversa.
En junio de 1934, Jaume Miravitlles, uno de los dirigentes bloquistas más populares, se asó a
ERC; también lo hizo Daniel Domingo Montserrat, uno de los principales portavoces del Bloc
en cuestiones agrarias. Miravitlles, inspirado por las teorías del socialista belga Henri Du Man,
afirmó que los acontecimientos de Alemania y Austria, junto a los ocurridos en Cataluña más
recientemente, lo habían convencido de que las clases medias, siempre denostadas por el
marxismo, eran la clave del futuro político. Miravitlles recriminó al movimiento obrero su
“insuperable sectarismo”, del cual también pecaba el BOC, que lo alejaba de la gran mayoría
del pueblo catalán; éste, según Miravitlles, era mayoritariamente de clase media pero básica-
mente anticapitalista. Miravitlles y Domingo fundaron el Casal Nacionalista Obrer Espartacus
del Districte VI adherido a la ERC. 82 La conversión de Miravitlles, al parecer, había
comenzado a gestarse un ario antes y ya se había manifestado en el Segundo Congreso de la
FCI de abril de 1934: allí Miravitlles había argumentado que el Bloc debía seguir una orienta-
ción menos doctrinaria” y “más práctica” con respecto no al PSOE, sino a ERC. 83 Aparte de
su evolución política, en el paso de Miravitlles a las filas del populismo republicano también
79
“La fase actual de la revolución española y los deberes de la clases trabajadora (Tesis política adoptada por el
Segundo Congreso de la FCI)”, La Batalla 1.5.34; véase también “La represión' en Cataluña. La Esquerra en
funciones” ibíd 7.4.34;
80
Maurín, Revolución y contrarrevolución p.135.
81
“La Esquerra filofascista pretende adueñarse de la dirección del movimiento sindical”, La Batalla 12.5.34; ibíd
1.6.34.
82
L’Opinió 21.6.34; Martínez Fiol, p.189.
83
La Batalla 20.4.34.
156

pesaron la influencia personal del dirigente de ERC Lluís Companys y el ofrecimiento del
puesto de director del nuevo departamento de propaganda de la Generalitat. 84
La reacción de sus antiguos camaradas de partido fue veloz y contundente: en La Batalla
salieron numerosísimos mensajes de las organizaciones locales del BOC denunciando la
traición de Miravitlles. 85 En una entrevista con el periódico barcelonés La Rambla, Maurín
describió a su antiguo discípulo de “inconstancia, superficialidad, diletantismo” y de ser un
“ejemplo claro de la actual generación pequeñoburguesa [cuya] pomposidad literaria encubre
la falta de una verdadera cultura”. Según Maurín la “traición” de Miravitlles era previsible
dadas sus debilidades, y la lógica de sus ideas pronto lo iba a llevar a abandonar ERC por las
filas del nacionalsocialismo. 86 Los vituperios lanzados contra Miravitlles y las afirmaciones de
que su deserción no iba a tener consecuencias perjudiciales no podían esconder el hecho de
que la pérdida de uno de sus dirigentes más populares era dañina para la imagen del partido. 87
Cabe señalar que tan sólo dos meses antes de su deserción Miravitlles había sido reelegido
como integrante del Comité Ejecutivo del Bloc y que el 1 de mayo había hablado en
representación del partido en el mitin de la Alianza Obrera celebrado en Barcelona. 88
Entretanto parecía que se estaba fraguando un enfrentamiento inevitable entre Madrid y la
Generalitat debido a las reformas que ésta planeaba introducir en el tema de los contratos de
cultivo. El BOC creía que ese enfrentamiento iba a revelar la naturaleza vacilante de la
“pequeñoburguesa” ERC y haría que surgiesen tensiones en la compleja relación que el
partido mantenía con las masas populares catalanas. La Generalitat ya había aprobado entre el
verano y el otoño de 1933 la llamada Hille Betita para intentar evitar una agudización de la
agitación social en el campo. Esta ley otorgaba a los aparceros involucrados en conflictos
acerca de sus contratos de cultivo el derecho a conservar el 50% de lo que anteriormente
debían entregar a los propietarios rurales; asimismo la ley estipulaba que el desahucio sólo
podía ocasionar-lo el impago de los arriendos. Según la Comisión Agraria del BOC el hecho
de que esta ley en realidad beneficiase sólo a los rabassaires era resultado de que éstos habían
sabido organizarse y luchar, por lo que ERC no pudo ignorarlos. Con todo, era una “injusticia
monstruosa” que alrededor del 70% del campesinado, sobre todo de fuera de las comarcas de
Barcelona, no gozase de la protección de esa ley y siguiese viviendo en las mismas
condiciones que durante la monarquía. 89
La Llei Petita constituía una medida transitoria hasta que se elaborase una legislación
definitiva. Un proyecto anterior había sido presentado el 20 de abril de 1933, seis días después
de que una multitudinaria manifestación campesina en Barcelona exigiese algo más que
promesas y soluciones provisionales. Las disensiones en el seno de ERC y la oposición de la
84
Entrevistas con Miguel Gayolà, 20.6.84., y Enric Adroher, 26.11.84.
85
La Batalla 21.6.34, 30.6.34.
86
La Rambla 21.6.34; la entrevista se publicó también en La Batalla 30.6.34. Véase también, J. Arquer,
“Aspectes de la personalitat de Jaume Miravitlles”, L'Hora 30.6.34.
87
El exbloquista, Ramon Fernández Jurado, describió a Miravitlles como “un orador brillante, el mejor
orador...después de Maurín” y explicó que su salida del BOC “causó el efecto de una bomba”, Fernández Jurado
pp.66-67.
88
Sin embargo, después de su elección, Miravalles no acudió a ninguna de las reuniones del Comité Ejecutivo
(La Batalla 20.4.34, 5.5.34, 9.6.34); la prensa del Bloc publicó el último artículo de Miravitlles solamente tres
semanas antes de su dimisión; el artículo era muy general y planteaba una defensa de los campesinos catalanes y
una crítica al dirigente nacionalista de izquierdas Joan Lluhí (J. Miravitlles, “L'actualitat política”, L'Hora
2.6.34).
89
“La cuestión agraria (proyecto de resolución)”, La Batalla 8.6.33 y 29.6.33; Comisión Central Agraria del
BOC “La ley debe ser para todos los explotados del campo catalán” ibíd 13.7.33.
157

Lliga no permitieron que el proyecto de ley, ampliamente enmendado, entrase en vigor hasta
el 21 de marzo de 1934. La ley otorgó a los campesinos, entre otros derechos, el de comprar
las tierras que hubiesen cultivado durante 18 años, garantizaba la renovación automática de los
contratos de arrendamiento de tierras arrendadas durante seis arios y prohibía los desahucios,
excepto en caso de impago de las rentas o de no cultivo de las tierras. Pocos días después de
que Lluís Companys, que había sucedido a Macià en la presidencia de la Generalitat,
proclamase oficialmente la entrada en vigor de la ley, el gobierno central presentó un recurso
contra la ley, tachándola de anticonstitucional, ante el Tribunal de Garantías Constitucionales,
que estaba dominado por la derecha.
Maurín criticó la Ley de Contratos de Cultivo por ser “pequeñoburguesa y esencialmente
conservadora” ya que apuntaba a la creación de una “gran masa de pequeños propietarios”
quienes, según la evolución de la situación política, podían apartarse del movimiento
campesino y ponerse de lado de los propietarios rurales contrarrevolucionarios. El dirigente
bloquista subrayó que una ley de esa índole no podía en absoluto resolver los problemas
agrarios de Cataluña, algo que sólo la revolución socialista podía lograr. La combinación entre
la conciencia popular catalana sobre sus derechos nacionales y los flagrantes antagonismos
que enfrentaban al gobierno reaccionario de Madrid con la Cataluña republicana hizo, sin
embargo, que la aplicación de la ley crease una situación potencialmente explosiva. En esta
situación era la autonomía de Cataluña la que estaba en juego, así como la aplicación de una
reforma agraria relativamente progresista, en un período en el cual el gobierno central se
dedicaba a desmantelar la legislación de signo avanzado aprobada por su predecesor
republicano-socialista. Los bloquistas, pese a sus críticas iniciales, reconocieron que en las
circunstancias reinantes la ley era “objetivamente revolucionaria” y resaltaron sus aspectos
más positivos, sobre todo la primacía que daba a los derechos del cultivador frente a los de la
“propiedad establecida”. 90 Para la Alianza Obrera la importancia de la ley residía también en
que era el resultado de las luchas campesinas de los dos años precedentes. Asimismo, como la
pequeña burguesía “probablemente” capitulase ante la presión ejercida por Madrid para que se
enmendase la ley, creía que iba a ser necesaria la movilización del movimiento obrero en
defensa de Cataluña contra el imperialismo español. 91
El BOC intentó movilizar a sus seguidores en el campo para hacer frente a los propietarios
rurales y a la derecha y al mismo tiempo para sacar provecho de la actitud evasiva de ERC. Al
tiempo que se creaba la Alianza Obrera, en diciembre de 1933, los comunistas disidentes
habían hecho un llamamiento, a través de la Unió Provincial Agraria de Lleida, a la creación
de un Frente Único Campesino con el objetivo de que el proyecto de reforma de los contratos
de cultivo se plasmase en una ley. 92 Este llamamiento fructificó, dos meses después, en un
mitin multitudinario y en una manifestación de 3 000 campesinos en Girona, organizados
conjuntamente por la Federació Provincial de Treballadors de la Terra, la UPA y la UdeR. La
combatividad de los asistentes y la hostilidad manifiesta hacia el representante de la UdeR y
diputado de ERC Amadeu Aragay alentaron en el BOC el convencimiento de que los
campesinos catalanes estaban dispuestos a romper con “los cantos de sirena de los partidos

90
J. Maurín, “El problema agraria en Cataluña” Leviatán junio 1934; Comisión Agraria del BOC, “La revisión de
los contratos de cultivo. A todos los campesinos” La Batalla 19.5.34; Joan Reguerots, “¿Que es la Ley de
Contratos de Cultivo?” ibíd; V. Colomer, presidente de la Comisión Agraria del BOC, “Por la revisión de los
contratos de cultivo” ibíd 2.6.34.
91
Comité de la Alianza Obrera. “La Alianza Obrera ante los problemas campesinos” ibíd 26.5.34.
92
S. Garsaball, “Hacia un Frente Único de los campesinos”, Adelante 21.12.33.
158

pequeño burgueses [...] al servicio [de] los propietarios y la burguesía”. 93 El antagonismo


entre los bloquistas y la dirección de la UdeR y la salida de ésta de la Alianza Obrera en marzo
no fueron óbice para que continuase la colaboración entre la organización de rabassaires y los
dos sindicatos bloquistas. Las organizaciones campesinas, tras la elaboración de la nueva
legislación, intensificaron su campaña a favor de la revisión de los contratos existentes. Los
campesinos se vieron animados por la cláusula de la nueva ley conforme a la cual todos
aquellos que hubiesen presentado solicitudes para la revisión de sus contratos antes de la
siguiente cosecha iban a tener derecho a conservar la mitad de lo que normalmente debían
entregar a los propietarios rurales.
Tal como se temía, el Tribunal de Garantías Constitucionales declaró el 3 de junio que la Ley
de Contratos de Cultivo era “inconstitucional”. La prensa bloquista afirmó que ERC había
pagado el precio de su demagogia y que “la comedia” se había terminado. Desde 1932, los
nacionalistas de izquierda habían venido aplacando al campesinado con la promesa de aplicar
esa ley, pero habían demorado su introducción hasta 1934 cuando, con un gobierno central
reaccionario, las circunstancias objetivas eran mucho menos favorables. Al anular la ley, la
derecha había dado una paso decisivo para acabar con la autonomía de Cataluña; según el
BOC, ERC debía ahora rebelarse contra Madrid si no quería cometer un “suicidio”. 94
En un primer momento pareció que, en efecto, los republicanos catalanes iban a adoptar una
actitud firme frente a Madrid. La reacción de Companys frente a la sentencia del Tribunal de
Garantías Constitucionales fue reforzar la posición de Estat Català, que representaba el ala
más intransigente del gobierno catalán, en el seno del ejecutivo. El 12 de junio el Parlamento
de Cataluña reafirmó su decisión de aplicar la nueva ley mientras que los diputados de ERC se
retiraron de las Cortes. Todo parecía indicar que se avecinaba un enfrentamiento decisivo con
Madrid.
El BOC saludó la clara negativa de ERC de someterse a Madrid y exhortó al pueblo catalán a
defender con cualquier medio a su alcance la ley votada por su Parlamento, pese a sus
imperfecciones. Maurín, sin embargo, señaló, en un mitin especial organizado en el Ateneu
Enciclopèpic Popular la misma noche en que el Parlamento catalán tomó su histórica decisión,
que la actitud desafiante de ERC debía ser tomada con cautela. Los republicanos, tanto
catalanes como españoles, habían sido quienes con sus vacilaciones habían permitido que la
derecha accediese a una posición tan poderosa. Maurín recordó a su audiencia que si Macià
hubiese mantenido la declaración de la República Catalana en abril de 1931 ninguna fuerza
podría haber frenado a los nacionalistas; lo que sucedió, en cambio, fue que la dirección de
ERC llegó a un pacto con Madrid, con lo cual había desperdiciado una gran oportunidad para
la libertad de Cataluña. Según Maurín, entonces y ahora, era más el temor a que las masas
cayesen bajo la dirección revolucionaria lo que empujaba a ERC que un verdadero deseo de
movilizarlas contra la contrarrevolución. Maurín dejó claro que la defensa bloquista de la Ley
de Contratos de Cultivo no constituía un respaldo a la Generalitat sino una defensa de
Cataluña contra el estado imperialista español. Maurín reiteró que seguía siendo este último y
no el gobierno de Cataluña la mayor amenaza para los obreros y campesinos catalanes, como
ya lo había proclamado dos meses antes en el Segundo Congreso de la FCI. 95
Habida cuenta de que las elecciones de noviembre de 1933 habían obligado al movimiento
93
“Gran jornada de la Alianza Obrera en Gerona” ibíd 13.2.34; ibíd 14.2.34; El Socialista 13.2.34.
94
L'Hora 9.6.34; La Batalla 9.6.34.
95
ibíd 20.4.34; J. Maurín, “Después de fallo del Tribunal de Garantías Constitucionales contra la Ley de
Contratos de Cultivo”, ibíd 16.6.34; L'Hora (Full extraordinari) 13.6.34.
159

obrero y a la izquierda en general a adoptar posiciones defensivas, la dirección del BOC estaba
convencida de que la crisis catalana constituía una excelente oportunidad para infligir un duro
golpe al nuevo gobierno. El Bloc también consideraba que la agudización de la oposición
vasca al gobierno central durante el verano 1934 ofrecía otra oportunidad para que el movi-
miento obrero se erigiese en paladín de los derechos nacionales.96 Para ello era menester,
argumentaron los bloquistas, convencer a los obreros del resto de España que en esa lucha no
existían “enemigos geográficos” sino tan sólo enemigos de clase. Maurín declaró en el mitin
del Ateneu que se estaban enfrentando “dos Cataluñas”; una, representada por el Institut
Agrícola Català de Sant Isidre y la Lliga con sus aliados reaccionarios del resto de España, la
otra era la “Cataluña de los obreros y campesinos”, la de Layret y Seguí, la de 1909 y del 14
de abril. La lucha que se estaba librando, por lo tanto, no era sólo la lucha por la libertad de
Cataluña, sino también por la libertad de los obreros de toda España. El BOC hizo un
llamamiento a todos los obreros españoles para que se solidarizasen con sus compañeros
catalanes y para que, si fuese necesario, impidiesen el envío de tropas a Cataluña. 97
Según los bloquistas, una combinación de factores habían transformado a Cataluña, desde las
elecciones generales, en el “baluarte de la revolución”. La lucha por la Ley de Contratos de
Cultivo había creado una situación en la que iba a ser posible establecer un “frente triple” de
obreros, campesinos y el movimiento de liberación nacional catalán. Había llegado el
momento, insistían los bloquistas, de instaurar la República Catalana y de llevar a cabo,
finalmente, la revolución democrática. Los bloquistas, al exigir la inmediata adopción de
medidas como la expropiación de todas las propiedades de los “catalanes traidores”, la
disolución de todas las órdenes religiosas y la confiscación de sus riquezas, la instauración de
la semana laboral de 40 horas y la “entrega de la tierra a quienes la trabajan”, confiaban en
movilizar a las masas populares para que se tornasen un “gran ejército invencible” que a su
vez inspirase a los obreros, campesinos y movimientos de liberación nacional del resto de
España. Para los bloquistas la instauración de la República Catalana constituía un paso
determinante hacia la consecución de la revolución socialista y el establecimiento de la Unión
Ibérica de Repúblicas Socialistas. La acogida aparentemente favorable que la posición
adoptada por la Generalitat halló entre algunas organizaciones obreras de fuera de Cataluña
fortaleció la convicción del BOC de que había surgido una oportunidad sin precedentes para

96
El descontento que venía fraguándose desde hacía tiempo en el País Vasco debido al estancamiento del proceso
autonómico estalló cuando la nueva legislación del gobierno privó a los ayuntamientos vascos, en muchos casos
gobernados por el Partido Nacionalista Vasco, del derecho a continuar recaudando el tradicional “impuesto del
vino”. Las movilizaciones que se desarrollan a lo largo del verano culminaron con una asamblea, celebrada el 2
de septiembre en Zumárraga de concejales y parlamentarios vascos, presida por el dirigente socialista Prieto. El
BOC siempre había abogado por que el proletariado asumieses la defensa de los derechos nacionales del pueblo
vasco. Según los bloquistas, los socialistas eran los responsables de que el movimiento nacionalista vasco fuese
reaccionario debido a que nunca habían hecho suya la causa de la liberación nacional. Tal como el BOC señaló,
pese a que Prieto participó en la asamblea de Zumárraga, el PSOE aún no se había pronunciado en favor de una
república vasca, ni de una catalana. Ahora, cuando se estaba forjando una oposición popular al centralismo
español, y no una oposición burguesa, las organizaciones obreras tenían la oportunidad de hacerse con la
dirección del movimiento nacionalista. (Sobre la opinión del BOC acerca de la lucha nacional en el País Vasco en
1934, véase “Proyecto de resolución de la Federación Comunista Ibérica sobre la cuestión nacional” La Batalla
26.7.34; “El gobierno de la reacción se opone a la libertad de Euzkadi” ibíd 16.8.34; “En defensa de las libertades
de Vasconia” ibíd 30.8.34; “Por la República de Euzkadi” ibíd 6.9.34; V. Colomer, “Visca la República
Basca!”L'Hora 8.9.34; R. Fuster [Miguel Ferrer] “Els socialistes espanyols davant del problema de les
nacionalitats” ibíd 15.9.34).
97
“Por la República Catalana. Hacia la Unión Ibérica de Repúblicas Socialistas” La Batalla 21.6.34.
160

unir a los tres “motores” de la revolución. 98


Lo que sucediese en Cataluña sin duda iba a afectar a la izquierda española en general.
Objetivamente puede afirmarse que parecía posible la formación del “frente triple”
propugnado por el BOC. Sin embargo, las reticencias de ERC, pese a sus bravatas, a
encabezar un movimiento revolucionario contra Madrid, por un lado, y por el otro la hostilidad
de la CNT hacia la cuestión nacional, hacían improbable la creación de ese “frente”, a menos
que el BOC lograse ampliar muchísimo su esfera de influencia. El BOC creía que, al ser capaz
de presentar al pueblo catalán las alternativas que ante él se abrían, iba a poder ganarse un
apoyo popular mayor.
El resto del movimiento obrero catalán no compartía el entusiasmo bloquista con la exigencia
de una república catalana, como se reflejó en la Primera Conferencia Regional de la Alianza
Obrera celebrada en Barcelona el 17 de junio. 99 El BOC, junto con los sindicatos bajo su
influencia, presentaron una propuesta de resolución en la que se plasmaba el análisis general
de los comunistas disidentes de la coyuntura y el potencial revolucionario del movimiento de
liberación nacional. La propuesta resaltaba la importancia estratégica de Cataluña y llamaba a
la Alianza Obrera a encabezar el “frente triple”; se advertía que, de no hacerlo y “dejar que la
dirección la lleve la pequeña burguesía, es ir, irremediablemente, a la catástrofe”. Ese
liderazgo se iba a conquistar mediante la lucha por la República Catalana, no mediante
“declaraciones más o menos platónicas de adhesión moral”. La conclusión optimista del BOC
era que la instauración de la República Catalana iba a convertir Cataluña “en trinchera
revolucionaria para abatir la contrarrevolución en toda España, constituirá el toque de rebato,
y obreros y campesinos de toda la península se sumarán a la insurrección general que no podrá
resistir la contrarrevolución unas horas o unos días” y que permitiría alcanzar el objetivo final
de la Alianza: la República Socialista Federal.100
La mayoría de los integrantes del comité de la Alianza Obrera catalana se declararon a favor
de apoyar a la República Catalana sólo si ésta se instauraba, pero no estaban dispuestos a
exigir que tal cosa se hiciese. Maurín advirtió a los delegados que el adoptar una posición tan
“defensiva” los abocaba a seguir a ERC y a una repetición de los acontecimientos del 14 de
abril de 1931; por contra, la Alianza debía convertirse en abanderada de las reivindicaciones
que le habían dado a ERC la popularidad de la que gozaba; reivindicaciones que, presentadas
por el movimiento obrero, iban a adquirir un contenido revolucionario y no ser meramente
nacionalistas. Maurín estableció un paralelo con la posición adoptada por los bolcheviques en
1917 cuando, al defender el régimen democrático contra Kornilov, lograron desvanecer la
influencia que aún ejercían la pequeña burguesía y sus aliados sobre las masas. Era necesario
tener consciencia de que la República Socialista Federal no iba a instaurarla una “reunión de la
Alianza Obrera de Madrid”, y que al igual que en 1931 era menester que el movimiento revo-
lucionario comenzase en alguna parte. La conclusión de Maurín era que, luchando por la Re-
pública Catalana, la Alianza se iba a transformar en la vanguardia de la revolución en España.
Estos argumentos fueron rechazados por los otros integrantes de la Alianza Obrera. Para los
treintistas la posición del BOC era “nacionalista e incomprensible”. Los sindicalistas

98
Sobre el BOC y la crisis originada por la Ley de Contratos del Cultivo, véase, “Por la República Catalana. ¡A
todos la clase trabajadora!” ibíd 16.6.34; “Ante el fallo del Tribunal de Garantías” Manifiesto del BOC, ibíd; “La
República Catalana, primer paso hacía la revolución socialista” ibíd 30.6.34; “Catalunya és un baluard de la
Revolució. Visca la República Catalana!” L'Hora 16.6.34; ibíd 23.6.34, 30.6.34.
99
Para información sobre la conferencia véase, La Batalla 21.6.34. y Sindicalismo 27.6.34.
100
“Proyecto de resolución presentado por el BOC y los Sindicatos excluidos” La Batalla 21.6.34.
161

argumentaron que si la Alianza Obrera era capaz de declarar la República Catalana, también
podía declarar la república socialista. 101 La delegación del PSOE proclamó que el
establecimiento de la República Catalana iba a ser inevitablemente rechazado por los
trabajadores del resto de España como “separatista” y que, en consecuencia, la Alianza Obrera
debería respaldar su instauración sólo si ésta se daba, pero no ser quien la propugnase. Andreu
Nin, como representante de la ICE, también abogó por una posición defensiva y se declaró
contrario a hacer un llamamiento a favor de la proclamación de la República Catalana por
considerar que era hacerle el juego a ERC. 102
La mayoría de los delegados de las 26 localidades representadas en la conferencia eran
seguidores del Bloc, no obstante era menester llegar a una solución de transacción entre todas
las facciones políticas existentes a fin de evitar que la Alianza Obrera se desintegrase.103
Finalmente se decidió que “si el gobierno contrarrevolucionario de Madrid ataca a Cataluña y
aquí con ese motivo se proclama la República Catalana, la Alianza Obrera apoyará el
movimiento procurando tomar la dirección con objeto de conducirlo hasta el triunfo de la
República Socialista Federal”. La Alianza Obrera parecía haber caído precisamente en la
pasividad contra la que el BOC había advertido. 104
El enfrentamiento entre Madrid y la Generalitat, sin embargo, se postergó porque la dirección
de ERC pronto comenzó a buscar una solución negociada al conflicto. En realidad, la actitud
radical del gobierno catalán tenía como objetivo arrancarle mayores concesiones al gobierno
central. La Generalitat se vio empujada a buscar una solución de compromiso debido a la
presión ejercida por la derecha y al hecho de que la influyente y moderada asociación de
entidades rurales de ayuda mutua, la Unió de Sindicats Agrícoles, también se declaró contraria
a la Ley de Contratos de Cultivo tal como había quedado. El acuerdo al que se llegó con
Madrid consistió básicamente en una complica-da serie de reglamentos para la aplicación de la
ley, refrendados por el Parlamento catalán el 13 de septiembre. Estos reglamentos, más
extensos que la ley original, fueron acogidos por la prensa de Esquerra como una “victoria” y
calificados por el BOC como una “capitulación”. Los bloquistas se mostraron especialmente
críticos con el nombramiento de abogados para que presidiesen el sistema de comités de
arbitraje propuesto por los reglamentos. Según el BOC, esos comités, controlados por
abogados, invariablemente iban a ponerse de lado de los propietarios rurales, cosa que no
sucedería si estaban encabezados por alcaldes, tal como había propuesto la Generalitat
originalmente. Así, declaró el Bloc, la “aplicación rápida y eficiente” de la Ley de Contratos
de Cultivo iba a ser muy difícil y los campesinos se iban a ver liados en una maraña densa de
procedimientos legales costosos con lo que sus conquistas se iban a quedar en nada. 105
La actitud del gobierno catalán, tildada por los comunistas disidentes de “traición cobarde”
tras haber mantenido “en tensión las masas populares de Catalunya y de España durante cerca

101
Sindicalismo 27.6.34.
102
De hecho, Trotsky, en un documento poco conocido, criticó sus seguidores catalanes por haber tomado una
posición pasiva dentro de la Alianza Obrera y les animó a plantear reivindicaciones más ofensivas, incluyendo la
de la declaración de la República Catalana (L. Trotsky, “El conflicto catalán y las tareas del proletariado”, verano
1934, reproducido en Inprecor [Madrid], noviembre 1984, pp.50-51).
103
Para una relación de las localidades representadas véase Tabla Dos, páginas 243-247.
104
La Batalla 21.6.34. Más tarde, Joan Villa, del BOC de Sabadell, definió la Conferencia de la Alianza Obrera
como una “farsa”, porque los delegados se limitaron a votar siguiendo la línea de sus respectivas organizaciones
(J. Vila, “Para transformar la Alianza Obrera en órgano de poder” ibíd 16.8.34).
105
“El reglamento de aplicación de la ley de Contratos de Cultivo” ibíd 2.8.34; R. Fuster (M. Ferrer) “Qui ha
estat el traidor?”, L'Hora 25.8.34; ibíd 15.9.34.
162

un mes”, era la consecuencia lógica de la política pequeñoburguesa de ERC, algo que el BOC
había pronosticado desde el comienzo del conflicto. En efecto, y tal como afirmó la Alianza
Obrera, si el partido nacionalista de izquierda “hubiese adoptado una actitud ofensiva” en el
momento adecuado ya habría dejado de ser ERC. Quedaba claro una vez más, según la
Alianza, que la cuestión de la tierra y la nacional no podían separarse de la cuestión más
general que era la revolución. Por ello, los campesinos catalanes no tenían otra alternativa que
apoyar a la Alianza Obrera. 106 El problema de cómo podía el BOC romper la hegemonía de
ERC sobre amplios sectores populares seguía siendo de difícil solución. A corto plazo por lo
menos, todo dependía de que ERC adoptase la posición que sus adversarios bloquistas le
exigían, convencidos de que no lo querría hacer. Pero Maurín había expuesto en junio ante la
conferencia de la Alianza que abrigaba la esperanza de que la pequeña burguesía se viese
obligada a adoptar una posición de la cual “no podría retirarse” y se viese sin otra alternativa
que la de declarar la República Catalana. La Alianza Obrera estaba convencida de que tras
esto, en el momento en que ERC inevitablemente flaquease, iba a poder asumir la dirección de
los movimientos campesino y de liberación nacional. 107
A las pocas semanas de su marcha atrás en el tema de la Ley de Contratos de Cultivo, los
nacionalistas de izquierda iban a verse empujados a la posición en la que Maurín y sus
camaradas esperaban verlos. Quedaba aún por ver si iba a formarse el frente triple dirigido por
la Alianza Obrera, lo que significaría el final de la hegemonía de ERC.

Octubre rojo.
A principios de septiembre tanto la derecha reaccionaria como el movimiento obrero moviliza-
ban a sus fuerzas frenéticamente en preparación de lo que la Alianza Obrera catalana describió
a principios de agosto de 1934 como una de las “fases más decisivas” de la revolución españo-
la. 108 Para grandes sectores de la izquierda catalana los preparativos de la contrarrevolución
los simbolizaba la convocatoria del Institut Agrícola Català de Sant Isidre de una concentra-
ción en Madrid el 8 de septiembre para exigir la total abolición de la Ley de Contratos de
Cultivo, pese a las enmiendas que se le habían introducido. La Alianza Obrera respondió
exhortando a las masas y al gobierno catalán a impedir físicamente que saliesen de Cataluña
las delegaciones del Institut. 109 El 5 de septiembre los Grupos de Acción del BOC respon-
dieron tomando por asalto la sede barcelonesa del Institut; el incendio que se desató como
resultado de esta acción causó bastantes daños. 110 Para la concentración 5.000 propietarios
rurales catalanes viajaron a Madrid. En una acción de solidaridad con Cataluña sin precedentes
la Alianza Obrera madrileña organizó una impresionante huelga de protesta. En un primer
momento, la poderosa UGT local se había opuesto a la huelga pero, al darse cuenta de que ésta
bien podía organizarse sin ella, se vio obligada a secundarla. 111

106
Comité Regional de la Alianza Obrera de Cataluña. “Ante la actual situación política” La Batalla 9.8.34; El
Comité Regional de la Alianza Obrera de Cataluña, “¡La tierra para el que la trabaja! ibíd 30.8.34.
107
ibíd 21.6.34.
108
Comité Regional de la Alianza Obrera de Cataluña. “Ante la actual situación política” ibíd., 9.8.34.
109
Comité Local de la Alianza Obrera “A toda la clase trabajadora de la ciudad y el campo” 5.9.34, ibíd 6.9.34.
110
L'Hora (8.9.34) declaró con orgullo que el BOC había quemado la sede del Institut. Un antiguo militante de la
JCI, Carmel Rosa (Ro c), sin embargo, escribió muchos arios más tarde que el incendio había empezado
accidentalmente y que cuando comenzó los atacantes abandonaron el edificio en seguida; entonces los bomberos
apagaron las llamas (Rosa-Roc p.93).
111
Actas de la Comisión Ejecutiva de la UGT 6.9.34; G. Munis, Jalones de derrota, promesa de victoria (Madrid
1977) p.156.
163

Los acontecimientos de Madrid revelan la fuerza de la presión de la base del movimiento


obrero a favor de la acción conjunta, y en parte explican la confianza de los bloquistas en el
potencial revolucionario de las alianzas obreras. Mientras tanto, en Barcelona, en una
asamblea celebrada el 8 de septiembre, a la que asistieron todas las organizaciones obreras a
excepción de la CNT, se rechazó una propuesta del BOC de organizar una huelga general de
un día en respuesta a la concentración madrileña del Institut; en lugar de esto se convocó una
manifestación de protesta el día 10. ERC, según parece con la intención de arrebatar la
iniciativa al movimiento obrero, también convocó una manifestación para la misma fecha. El
10 de septiembre las dos manifestaciones acabaron fundiéndose y de los 25 000 manifestantes
se calcula que 15 000 fueron movilizados por las organizaciones obreras. 112 En otros lugares
las alianzas obreras también estaban demostrando su fuerza. Ese mismo fin de semana de
septiembre Asturias quedó paralizada por la “huelga más unánime que la provincia había
conocido nunca” en protesta contra las intenciones de la CEDA de celebrar una concentración
multitudinaria en Covadonga. 113
La agitación en el campo catalán continuó pese a las amenazas de los propietarios rurales. A
medida que se acercaba la cosecha, muchos campesinos se negaron a que su tribulación
excediese el 50% de la renta establecida, tal como recogía la Ley de Contratos de Cultivo. 114
La creciente combatividad campesina se reflejó en una manifestación celebrada en Girona el
16 de septiembre en la que participaron más de 8 000 manifestantes y en la cual hablaron
campesinos locales y dirigentes bloquistas. 115
La integración del PCE, ocurrida a mediados de septiembre, contribuyó a aumentar la
fortaleza de las alianzas obreras. Hasta entonces los comunistas oficiales habían sido muy
hostiles hacia las alianzas, a las que habían tildado de “maniobra contrarrevolucionaria”. En
cambio, se habían abocado a propugnar el llamado “frente único desde la base” que, conforme
a la línea mantenida entonces por la IC, implicaba intentar ganarse a la militancia de las otras
organizaciones obreras al tiempo que se denunciaba a sus dirigentes como poco menos que
fascistas. La verdadera amenaza fascista había sido subestimada por los partidos comunistas
hasta tal punto que muchos de ellos, incluyendo el de España, habían considerado la victoria
de Hitler como el preludio de la revolución por ser reflejo de la profunda crisis del
capitalismo. 116 Los comunistas habían logrado en apariencia establecer frentes únicos en
algunas zonas de España, pero si querían acabar con el aislamiento en que se encontraban a
causa de su sectarismo era menester que cambiasen de orientación.117 El auge del fascismo
112
La rivalidad entre la Alianza y los nacionalistas se hizo más patente aún cuando estalló una refriega entre los
GABOC S y los escamots en la Pina de la República (Sant Jaume) al terminar la manifestación; en la misma
plaza, Maurín se dirigió a los manifestantes (La Batalla 13.9.34, 20.9.34; L'Hora 15.9.34; Mundo Obrero
13.9.34; carta del PCdeC al PCE 13.9.34 (ACCPCE); Bloc Obrer i Camperol, Les lliçons de la insurrecció a
Catalunya (Barcelona 1935), p.12).
113
Bizcarrondo, Octubre… p.41.
114
Comercio y Navegación agosto y septiembre 1934.
115
Entre los oradores estaban Miguel Gayolà y Didac Tarradell del BOC de Girona (La Batalla 20.9.34).
116
Véase el órgano del PCdeC, Catalunya Roja (9.2.33.) que acusó a Maurín de sembrar el pánico sobre la toma
de poder por parte de Hitler; según los comunistas oficiales la victoria de los nazis fue una señal de la debilidad
del capitalismo alemán.
117
Durante los primeros dos meses de 1934, el PCE había formado parte de frentes únicos con organizaciones no
comunistas en Jaén (enero, PCE, PSOE y sindicatos autónomos) y Castro Urdiales (febrero, PCE, PSOE y
Partido Radical Socialista Independiente). Además los comunistas oficiales habían participado en mítines a favor
del frente único en Salamanca (enero, PCE, CNT y PSOE), Málaga (febrero, PCE, UGT, CNT, Partido Radical
Socialista Independiente), El Ferrol (febrero, PCE, CNT y PSOE), Espinardo, Murcia (febrero, PCE, CNT y
PSOE), Barios de Encina, Jaén (febrero, PCE y PSOE), Cáceres (febrero, PCE y FJS) y habían firmado un
164

obligó a que la IC comenzase a moderar su actitud; la primera manifestación tangible de este


cambio se vio en la colaboración entre comunistas y socialistas franceses que desembocó en la
firma de un acuerdo antifascista en julio de 1934. En el ámbito internacional, la URSS
necesitaba encontrar nuevos aliados contra la Alemania nazi, por lo que en mayo de 1934 se
había integrado en la Sociedad de Naciones. Los primeros pasos del PCE hacia una
colaboración firme con otras organizaciones obreras los dio en el verano, cuando intentó un
acercamiento a los socialistas. Una reunión conjunta de las juventudes de ambos partidos
celebrada en julio, sin embargo, acabó sin resultado; la Unión de Juventudes Comunistas
rechazó la invitación de los socialistas a integrarse en las alianzas obreras.
Las objeciones del PCE a tal integración fueron pasajeras. Unas pocas semanas después, la IC,
consecuente con su nueva línea, dio instrucciones al PCE de unirse a las alianzas obreras sin
dilación. 118 El 12 de septiembre el PCE anunció formalmente su cambio de orientación. En
Barcelona ya se había manifestado el preludio del inminente cambio de línea. El PCdeC había
asistido a la asamblea de las organizaciones obreras del 8 de septiembre, donde se había
declarado a favor del llamamiento a la huelga general propuesto, sin éxito, por el BOC —en
protesta contra la concentración del Institut Agrícola Català de Sant Isidre en Madrid—. El
PCE expuso su programa de luchar por la transformación de las alianzas obreras en “alianzas
obreras y campesinas”, por la formación de comités en los lugares de trabajo y su posterior
transformación en soviets. En privado, los comunistas oficiales manifestaban su creencia de
que al unirse a las alianzas obreras iban a poder establecer “contactos permanentes con la
UGT, el PSOE y la FJS”, de cuya radicalización esperaban beneficiarse. 119 Unas semanas
antes la prensa bloquista ya había pronosticado la posibilidad de que se diese un cambio en la
línea del PCE como resultado de los acontecimientos en el ámbito internacional y del
aislamiento del partido en España. La posterior entrada de los comunistas oficiales en las
alianzas obreras no convenció a los dirigentes del BOC de que hubiese habido una verdadera
rectificación y los bloquistas aguardaban con escepticismo las primeras acciones del PCE. 120
La creciente inestabilidad de la situación política en España hacía enfrentarse al BOC con la
prueba más dura desde su fundación. Ahora el BOC debía demostrar que se encontraba a la
altura de las decisivas circunstancias que se vivían. En Cataluña el crecimiento de la
organización había sido incesante desde 1933, según las organizaciones locales del partido.
Entre enero y junio se habían distribuido, entre altas y renovaciones, 2.711 carnets del BOC en
toda España, la gran mayoría en Cataluña, y posteriormente se afirmó que en ese ario la
militancia total del partido iba a llegar a 4.423; el número de grupos del BOC había
aumentado de 127 en 1932 hasta un total de 74 secciones y 145 núcleos dos arios después. 121
Los mítines públicos organizados por el BOC contaban con nutridas audiencias. El número de
50.000 simpatizantes del BOC en Cataluña calculado por Maurín en enero de 1934 no

manifiesto en favor del frente único en Ávila (febrero, PCE y PSOE) (El Socialista 31.1.34, 27.2.34; Adelante
8.2.34, 14.2.34, 18.2.34, 20.2.34, 21.2.34; El Obrero [El Ferro]] 17.2.34).
118
E. H. Carr p.312.
119
Mundo Obrero 12.9.34, 17.9.34; carta del PCdeC al PCE 13.9.34. (ACCPCE); “PCE a todos los Comités
Provinciales del Partido” 19.9.23. (ibíd); “PCE a todos los Comités” 26.9.34. (ibíd); “Alerta camaradas” 3.10.34.
(ibíd).
120
J. Maurín “La capitulación de la Internacional Comunista”, La Batalla 2.8.34; L. Portela, “Ante el ingreso del
Partido Comunista en la Alianza Obrera (Una victoria nuestra)” ibíd 20.9.34; L'Hora 4.8.34.
121
La Batalla 7.4.32; Boletín del Bloque Obrero y Campesino (FCI) núm.1, junio 1934; Partit Obrer d'Unificació
Marxista, Comité Executiu, A propòsit d’un manifest fraccional Barcelona 10.12.35, p.8. Véase Apéndice Dos
para más detalles.
165

constituía probablemente una gran exageración. 122 Sin embargo, el BOC apenas obtuvo
24.000 votos en las elecciones de noviembre de 1933. Esto se explica por varios factores. El
primero es que la juventud de muchos de los militantes y simpatizantes bloquistas no les
permitía aún votar. El segundo es que por su implantación sindical la influencia del BOC iba
más allá de sus resultados electorales. Por último, dadas las complejas relaciones del BOC con
ERC en las zonas rurales, es probable que muchos simpatizantes bloquistas acabasen votando
a los nacionalistas de izquierda. Los comunistas disidentes continuaban enfrentándose a dos
grandes problemas de organización: su relativa debilidad en Barcelona en comparación con los
anarcosindicalistas y el hecho que no habían logrado una implantación real fuera de Cataluña.
El BOC sólo había logrado hacerse con una cierta base en las provincias de Huesca, Valencia
y, sobre todo, en Castellón. No obstante, parecía poder justificarse un cierto optimismo tras la
celebración de una serie de mítines muy concurridos en Asturias y en el País Valenciano
durante agosto de 1934 y debido que había aumentado “extraordinariamente la venta de La
Batalla fuera de Cataluña”. 123
El aumento de la afiliación no resolvió los problemas económicos del BOC. Muchos
militantes no pagaban su cotización o éstas no llegaban con regularidad a la sede central del
partido. 124 El BOC, además, no contaba con otras fuentes de financiación, por lo cual a
menudo debía organizar campañas especiales de recaudación de fondos para poder mantener
sus publicaciones. Las estrecheces financieras del partido fueron la razón por la que Adelante
no pudo volver a publicarse tras su suspensión a raíz de la huelga del 13 de marzo. En lo que
respecta a problemas organizativos, aún no se había clarificado la relación exacta que existía
entre el BOC y la FCI. En algunas zonas rurales el BOC no estaba muy estructurado debido a
la dificultad de organizar a grupos de campesinos bloquistas que, a menudo, estaban aislados.
En los centros urbanos y en las zonas donde el partido estaba más organizado las diferencias
entre el BOC y la FCI se habían ido desvaneciendo progresivamente. Los problemas que
entrañaba mantener la doble estructura originalmente planteada se manifestaron claramente en
Barcelona, donde en 1933 la FCI contaba con 200 militantes y el BOC con 1007, “la gran
mayoría de los cuales [se había afiliado] en algún mitin o conferencia y no se les había vuelto
a ver”. 125
La fusión definitiva entre las dos organizaciones, propuesta por Gorkin y Portela en el
congreso de la FCI de junio de 1933, podía solucionar el problema. La propuesta no halló
mucho eco, excepto en las delegaciones de Girona y de Castilla. El congreso decidió mantener
las diferencias formales entre el BOC y la FCI, salvo en las zonas donde no existiese un
movimiento campesino, como en Asturias, Madrid y Vizcaya, donde sólo iba a organizarse la
FCI. 126 En la práctica, sin embargo, las diferencias siguieron desvaneciéndose, en algunos
casos hasta desaparecer del todo, y durante 1934 este proceso llegó a su conclusión lógica con
la “asimilación orgánica del BOC por la FCI”. Este colofón respondía a la realidad del partido
en casi todos los lugares donde estaba implantado. En Barcelona, donde la división entre
ambas organizaciones se había mantenido más rígidamente, la asimilación significó un

122
J. Maurín “El Bloque Obrero y Campesino (FCI) al entrar en el ario 1934”, La Batalla 4.1.34.
123
Maurín habló en los mítines de Asturias y Gorkin en los del País Valenciano (“Manifiesto que el Comité
Ejecutivo del BOC dirige a todos sus afiliados. Por la expansión peninsular de nuestro partido” ibíd 2.8.34.).
Sobre la implantación del BOC fuera de Cataluña, véase Apéndice Seis.
124
”Tesis de organización. Estructura y funcionamiento de la FCI”, ibíd 11.5.33; Boletín del Bloque Obrero y
Campesino (FCI) núm.1, junio de 1934; véase también Apéndice Dos.
125
Partit Obrer d'Unficació Marxista, Comité Executiu, A propòsit d’un manifest fraccional p.11.
126
La Batalla 29.6.33.
166

fortalecimiento del partido. El número total de militantes que la organización barcelonesa en


su conjunto proclamó tener en 1934 era de 500, lo cual se consideró un importante avance
cualitativo a pesar de ser inferior a la militancia de 1933, cuando aún persistía la división
organizativa entre el BOC y la FCI. 127
A medida que se agudizaba la crisis económica y parecía avecinarse cada vez más la amenaza
de una toma del poder por parte de la derecha autoritaria, gran parte del movimiento obrero
comenzó a organizar grupos paramilitares de defensa. Entre las organizaciones que más
activamente participaron en estos preparativos sobresalieron los socialistas, especialmente la
FJS, que incluso llegaron a intentar hacer entrar en España, de contrabando, pequeñas canti-
dades de armas. En el seno del BOC, la Juventud Comunista Ibérica (JCI) – organización
juvenil del partido -, también llevaba a cabo preparativos, aunque menos espectaculares.
Las organizaciones juveniles, y entre ellas la JCI, desempeñaron en este período un papel muy
importante en la vida política del país. En agosto de 1933, el BOC proclamó que era el partido
que contaba con la proporción más alta de militantes jóvenes de España. 128 Las primeras
células de jóvenes bloquistas se organizaron en 1931, pero no fue hasta junio de 1932 cuando
las Juventudes Comunistas, el primer nombre por el que se las conoció, organizaron su Primer
Congreso, al que asistieron delegados de 39 localidades. Este congreso elaboró el programa de
la organización juvenil en el que, entre otros puntos, se exigía la reducción del servicio militar
y la democratización del ejército, y se hacía una declaración general de oposición al
militarismo y a la guerra. Las Juventudes Comunistas también defendían la creación de un
sistema educativo estatal y laico, que debía reconocer los derechos de los estudiantes, y
exigían que las organizaciones obreras controlasen la educación técnica. En el ámbito laboral,
las Juventudes reivindicaban el principio de “igual paga por igual trabajo”, y subvenciones
para el aprendizaje. 129
Las Juventudes Comunistas crecieron de forma regular a lo largo del todo el ario siguiente;
cuando celebraron el Segundo Congreso, el 24 de octubre de 1933, ya contaban con 1 000
afiliados (el PCE rebajó esta cantidad a 600) organizados en 40 secciones, y su mayor
implantación se daba en las comarcas de Barcelona y Lleida. 130 La JCI, como había pasado a
denominarse la organización, sufría, en sus propias palabras, del “poco rendimiento exterior,
de captación y de propaganda entre la juventud”. En septiembre de 1933, por ejemplo, se
informó que el 90% del trabajo de las células concernía asuntos internos y que no era muy
productivo. 131 La JCI, a diferencia de sus rivales socialistas y comunistas oficiales, nunca
logró publicar un periódico propio.
La enorme mayoría de los afiliados a la JCI eran de origen obrero, pero el BOC también logró
agrupar en sus filas un núcleo activo de estudiantes en la Universidad de Barcelona. Durante
1932 el BOC trató de organizar a los estudiantes universitarios en un Sindicato de Trabaja-
dores Intelectuales, que no llegó a cuajar. Después promovió un Comité Antifascista

127
Partit Obrer d'Unficació Marxista, Comité Executiu, A propòsit d’un manifest fraccional p.11.
128
“II Congreso de los Juventudes Comunistas. Tesis Política”, La Batalla 31.8.33; “II Congreso de los
Juventudes Comunistas. Resolución adoptada ante la situación política”, ibíd 4.1.34.
129
Juventudes Comunistas, “Proyecto de Tesis Política”, ibíd 4.5.32; para información sobre el Primer Congreso
véase, ibíd 16.6.32, 30.6.32.
130
Para información sobre el Segundo Congreso véase; Adelante 31.10.33; para el informe del PCE sobre las
organizaciones juveniles véase, “Organizaciones Juveniles” s.f. (ACCPCE).
131
“Tesis de Organización. Estructura y funcionamiento. II Congreso de las Juventudes Comunistas”, La Batalla
21.9.33.
167

Estudiantil, que se constituyó a principios de 1933. En torno a este comité se reunieron


simpatizantes de la mayoría de las organizaciones obreras, incluyendo a la FAI y al PCE. A
iniciativa de la JCI, el Comité se convirtió, el 21 de enero de 1934, en la Asociación de
Estudiantes Revolucionarios (AER). 132 Los esfuerzos por establecer un programa común no
prosperaron y los estudiantes anarquistas, quienes inicialmente se habían integrado en la
asociación, se retiraron. Las universidades europeas, se habían convertido, por el predominio
de las clases altas, en bastiones importantes del fascismo y de las fuerzas reaccionarias en
general; la nueva asociación estaba dispuesta a evitar que en Cataluña sucediese lo mismo.
Otro de los objetivos de la AER era combatir la guerra y la religión. 133 Según su principal
dirigente, Wilebaldo Solano, la AER contaba con simpatizantes en todas las facultades y era
más numerosa en la de Medicina, la facultad de Solano, donde contaba con unos 40
afiliados. 134 La AER también desarrolló su actividad entre los jóvenes trabajadores estudiantes
de la Escuela del Trabajo inscritos en cursos vespertinos, con campañas a favor del suministro
gratuito de materiales y de la participación estudiantil en la administración de la Escuela.135
Este intento de acción conjunta que la AER representaba, aunque más limitado en su alcance,
tuvo un seguimiento popular en la universidad equiparable al de las alianzas obreras y frentes
únicos sindicales. Según Wilebaldo Solano, en mayo de 1934, la AER contaba con 200
afiliados y con el respaldo de “muchos estudiantes cercanos a ERC”. Otro militante de la
AER, Victor Alba, dio años más tarde una cifra mucho más modesta. 136
La JCI, como era habitual en las organizaciones juveniles de la época, destacaba por su
activismo y combatividad. También era un rasgo común entre la JCI y las otras organizaciones
obreras la importancia que se concedía a la actividad deportiva. Existía entre la juventud
bloquista una cierta tendencia a oponerse moralmente al consumo de tabaco y de alcohol. En
varias ciudades se establecieron Clubes Deportivos Proletarios, muy populares entre las
juventudes de izquierda, a veces en colaboración con los ateneos locales. La JCI hizo hincapié
en la necesidad de emprender “una campaña enérgica para desenmascar a las asociaciones
burguesas y hundirlas en la impopularidad y el desprecio” y propugnó la creación de
“fracciones comunistas” en el seno de las asociaciones deportivas que existiesen allí donde no
pudiese establecer una organización propia. 137 Incluso el PCE tuvo que reconocer que, a través
de sus actividades deportivas, el BOC había atraído a sus filas a muchos jóvenes. 138
Pero fue la acción directa la que iba a dar a la JCI mayor notoriedad. El intento de llevar a
cabo instrucción paramilitar a través de una llamada “célula militar”, durante 1931 y 1932, no
llegó a buen puerto debido a que la prensa derechista denunció tales actividades. 139 Una

132
Adelante 24.1.34. Según La Batalla (26.10.33), el BOC ya había fundado la Agrupación Escolar
Revolucionaria el 22 de octubre de 1933, con un comité encabezado por Wilebaldo Solano — secretario general
—, Juan Miravitlles, Miguel Sánchez, Gracia y Bosch.
133
Véase el periódico de la AER, A.E.R. 19.4.34.
134
Entrevista con Wilebaldo Solano, 4.7.86.
135
A.E.R. 19.4.34.
136
Según el Secretario General de la AER, Wilebaldo Solano, (Front [Manresal 1.5.34). En contraste, otro
antiguo militante de la AER, Víctor Alba, escribe en sus memorias que la AER era “en realidad una etiqueta para
que media docena de amigos enviasen comunicados a los diarios y delegados alas reuniones: un anarquista, dos
comunistas oficiales (hijos del cónsul honorario en Barcelona de la República Dominicana) y cuatro bloquistas
(Solano, Fomer, [Enric] Panadés i S.[Alba] )” (V. Alba, Sísif i seu temps I p.123).
137
“II Congreso de las Juventudes Comunistas. Tesis de Propaganda”, La Batalla 12.10.33.; entrevista con
Vicenç Ballester 16.4.84.
138
“Sobre el trabajo en la organización de Cataluña” s.f. (1933) (ACCPCE).
139
“Un capitán, baja del ejército... (posiblemente Josep García Miranda), un antiguo sargento, también baja [..], y
168

iniciativa más eficiente fue la formación de los Grupos de Acción del BOC (GABOCS) a
iniciativa de Eusebio Rodríguez Salas, cuyo cometido consistía en organizar el servicio de
protección en los mítines del partido, participar en piquetes de huelgas, garantizar la seguridad
durante la pega de carteles y otras actividades defensivas. Estos grupos estaban formados por
cuatro o cinco militantes bloquistas, en general de la organización juvenil, y a veces incluían
mujeres. Era común que los grupos, en el curso de sus acciones, a veces portasen pistolas
pertenecientes a sus mismos integrantes, aunque rara vez se utilizaban. Las refriegas callejeras
con la policía, grupos derechistas e incluso con militantes de la FAI, comunistas oficiales y
escamots eran bastante frecuentes. La acción más sonada de los Grupos de Acción tuvo lugar
durante la huelga en el sector mercantil de noviembre de 1933, en la que “persuadieron” muy
eficazmente de cerrar sus puertas a los establecimientos que no secundaban la huelga.
También fueron los Grupos de Acción los que tomaron por asalto la sede barcelonesa del
Institut Agrícola Català de Sant Isidre en septiembre de 1934. Los GABOCS se organizaron
mejor partir de 1934, tras ser puestos a las órdenes de Josep Rovira capaz exdirigente de
ECPP. No obstante, la creación e un cuerpo de defensa paramilitar propiamente dicho seguía
siendo una tarea sumamente difícil. 140
El BOC propugnaba la formación de “milicias antifascistas” o “escuadrones de defensa”
antifascista bajo los auspicios de las alianzas obreras. 141 En los meses anteriores a octubre de
1934, la JCI y las juventudes socialistas y comunistas comenzaron a organizar de manera más
sistemática estructuras de tipo paramilitar. Esta orientación se reflejó claramente en el desfile
de talante marcial de 500 de militantes de la JCI uniformados con camisas azules de trabajo
celebrado en Matadepera, cerca de Terrassa, a finales de septiembre. La Batalla alardeó del
avance que el desfile de Matadepera representaba; frente a anteriores concentraciones
bloquistas de ese tipo que, aunque multitudinarias, habían sido “primitivas y espontáneas”, el
desfile fue, en cambio, una demostración de disciplina por parte de los hombres y mujeres que
iban a engrosar las filas de los “futuros batallones revolucionarios”.142 La JCI publicó con
orgullo indisimulado una serie de instrucciones militares para que sus militantes supiesen
como organizar estos desfiles. Las instrucciones estipulaban el uso de “camisas de trabajo de
color azul oscuro”, el saludo con el puño derecho, marcar el paso y la formación de secciones,
cada una de ellas con jefe y abanderado, que debían agruparse luego en ‘centurias”. La
disciplina también se debía aplicar a los cantos.143 Estos fueron los primeros pasos dados por
el BOC y la JCI hacia la formación de milicias; por el momento los recursos disponibles no les
permitían hacer mucho más.
Hacia fines de septiembre parecía inminente el “golpe” institucional largamente pronosticado
por las alianzas obreras y el BOC; todo estaba preparado, según advirtió La Batalla. La

un lugarteniente en activo organizaron esta célula. Después de que el periódico derechista El Debate denunciase
la existencia de la célula militar, el Comité Ejecutivo de la FCI la disolvió...” (POUM, Comité Executiu, A
propòsit... p.4).
140
Entrevistas con Vicenç Ballester 3.4.84., Ramón Fernández Jurado 18.4.84. y Carmel Rosa-Roc 27.9.85;
también véase, Ximenis, Demòcrata i socialista… p.48.
141
Adelante 6.3.34. La tesis sindical presentada al Segundo Congreso de la FCI hacía un llamamiento para la
formación de “milicias antifascistas” (La Batalla 7.4.34).
142
ibíd 27.9.34. La JCI también había desfilado durante las concentraciones organizadas por el BOC en Martorell
y Balaguer durante el verano de 1934. Mil personas acudieron a la concentración de Martorell, la cual, como
otros actos de este tipo, incluía competiciones deportivas (ibíd 14.7.34). A la concentración de Balaguer,
convocada para conmemorar el asesinato de Mariano Pujol, acudieron tres mil personas, procedentes de setenta
localidades diferentes de las comarcas de Lleida (ibíd 23.8.34).
143
ibíd 4.10.34.
169

contrarrevolución se sentía fuertemente amenazada por la clase trabajadora y se disponía a


actuar. Según el BOC, el estado de alerta que se había instaurado poco antes no se debía a las
pocas armas que se habían hallado en los centros obreros del país, sino que, en realidad, lo que
se temía era que la FAI se adhiriese a las alianzas obreras y se “completase el frente único”. 144
Las medidas gubernamentales probablemente respondían a una preparación por parte de las
autoridades para lo que muchos derechistas consideraban un inevitable enfrentamiento con el
movimiento obrero, aunque el temor al anarquismo pudo haber tenido su influencia. Todo el
mundo sabía que la caída del gobierno de Samper tras la reapertura las Cortes, que iba a
producirse el 1 de octubre de 1934, era inminente. Lo que no quedaba claro era quien iba a
reemplazarlo. El BOC pronosticó que “un gobierno en el que participasen los fascistas de Gil
Robles equivaldría a una declaración de guerra contra el proletariado, los campesinos,
Cataluña y el País Vasco”. 145
El 30 de septiembre tuvo lugar en Barcelona una reunión especial ampliada del Comité
Central del BOC para analizar la situación. Maurín abrió el debate argumentando que si bien
las fuerzas reaccionarias carecían de la fuerza necesaria para llevar a cabo el golpe que
planeaban, era igualmente cierto que el movimiento revolucionario no contaba con la potencia
suficiente para tomar el poder. Maurín advirtió que pese a que la situación en los meses
precedentes se había tornado más favorable al movimiento obrero, principalmente gracias a la
actividad de las alianzas obreras, el lanzar al proletariado mañana a la toma del poder estatal
sería “criminal”. En cambio, lo necesario era movilizar a todos los trabajadores para frenar,
por todos los medios posibles, la instauración de un gobierno de predominio derechista. Junto
a esto, el BOC exhortó a todas las otras organizaciones obreras a ayudar a transformar a las
alianzas obreras en una organización de ámbito estatal con su correspondiente Comité
Nacional. 146 Habida cuenta de que la mayoría de los sindicatos cenetistas aún estaban fuera de
las alianzas y de que los socialistas no se mostraban dispuestos a clarificar su posición, esta
llamamiento sólo podía tener una finalidad propagandística.
Al día siguiente, tal como se esperaba, el gobierno de Samper cayó después de la reapertura
del Parlamento, tras lo cual comenzaron inmediatamente las consultas con vistas a la
formación de un nuevo gobierno. El 3 de octubre ya se preveía que Lerroux iba a formar un
nuevo gobierno con la participación de la CEDA. Gil Robles era consciente de que la
participación de su partido en el gobierno iba a desencadenar, con toda probabilidad, una
situación revolucionaria, pero calculó que era mejor provocar y afrontar esa situación desde
una posición de poder, en un momento en que la clase obrera no se encontraba aún plenamente
preparada. El día anterior, los manifiestos publicados por el BOC y la Alianza Obrera
advertían una vez más que un gobierno de Lerroux en el que participase la CEDA constituía la
“antecámara” de un gobierno presidido por Gil Robles y el “comienzo del fascismo”.
Asimismo, los manifiestos afirmaban que aunque se avecinaba la “hora de la insurrección”,
una guerra civil provocada por el gobierno iba a ser perjudicial para el movimiento
revolucionario; era necesario responder a esa provocación pero de manera inteligente. 147
En la noche del 4 de octubre se confirmó la entrada en el gobierno de Lerroux de tres
diputados de la CEDA. Los socialistas habían advertido reiteradamente que si tal cosa ocurría
ellos llamarían a la revolución. Su juego había quedado al descubierto y, a su pesar, dieron la

144
“La situación difícil de la FAI. ¿Cuándo acordará su adhesión al Frente Único?”, ibíd 27.9.34.
145
L'Hora 29.9.34.
146
“Sesión Extraordinaria del Comité Central del BOC” 30.9.34, La Batalla 4.10.34.
147
ibíd.
170

orden para que se iniciase la huelga general en todo el país. En Asturias la huelga evolucionó
rápidamente hacia una insurrección a gran escala; allí miles de mineros pobremente armados
mantuvieron a raya a las fuerzas gubernamentales durante tres semanas, hasta que aquellas,
muy superiores en número, lograron reducirlos. La “comuna” asturiana, como se la dio en
llamar, representó el intento más firme de frustrar los planes de la derecha y también un
experimento de revolución social. Los mineros y sus aliados tomaron la región militarmente y
además crearon una red de comités revolucionarios, a través de las alianzas obreras locales,
que establecieron sus propios sistemas de comunicación, canales de suministros, servicios
sanitarios, seguridad interna y producción económica de primera necesidad. 148 La FCI
asturiana desempeñó un papel necesariamente muy limitado en estos acontecimientos debido a
que, aunque había ampliado su influencia más allá de Mieres, sólo contaba con unos 50
militantes, la mayoría de ellos mineros. 149 Su dirigente más destacado en estos aconteci-
mientos fue Manuel Grosssi, un joven militante minero quien también era vicepresidente del
Comité Regional de las Alianzas Obreras, con sede en Mieres.
El alzamiento de Asturias, y el de Cataluña, quedaron aislados. Fueron los socialistas, quienes
lideraron la resistencia en el resto del país, los responsables de que no se extendiese más. En
Madrid la huelga general acabó tras ocho días, ya que carecía de un verdadero liderazgo y de
propósito, pese a que la CNT local la secundaba. Los socialistas dejaron deliberadamente al
margen a la Alianza Obrera; ésta ni siquiera se reunió durante toda la huelga. Este hecho lo
confirmó un delegado de la Alianza Obrera de Cataluña al que le fue imposible encontrar la
manera de ponerse en contacto con el comité de Madrid. 150 En el País Vasco la huelga llegó a
alcanzar, aunque durante breve tiempo, proporciones insurreccionales, pero los socialistas se
negaron en redondo a extender esa acción. La CNT participó en el movimiento en algunas
localidades, sobre todo en Andalucía y el País Valenciano, pero su implicación no fue sufi-
ciente para empujarlo hacia la revolución, como había sucedido en Asturias. Los socialistas, a
pesar de sus proclamas encendidas, estaban pobremente preparados, tanto política como
materialmente, para lanzarse a la toma del poder. En palabras de un militante de la ICE, los
socialistas “iban a utilizar las armas con los mismos propósitos con que habían utilizado antes
las frases. Del petardo político iban a pasar al petardo dinamitero, pero sin sobrepasar los
límites del amago, con la intención de infundir seriamente miedo a la reacción...” 151
En Cataluña, la Alianza Obrera estaba reunida en sesión permanente desde el 3 de octubre,
fecha en la que quedó de manifiesto que iba a entrar en el gobierno la CEDA. 152 Al día
148
Para unas versiones desde la óptica de los comunistas disidentes de los acontecimientos de Asturias en octubre
de 1934, véase el relato de Manuel Grossi, militante destacado de la FCI de Asturias, M. Grossi, La Insurrección
de Asturias (Madrid 1979), y el de Narcís Molins i Fàbrega, periodista barcelonés, militante de la ICE y futuro
dirigente del POUM, UHP. La revolución proletaria de Asturias (Madrid 1977). Parece que el libro de Grossi fue
escrito en realidad por Gorkin, Acta del Comité Central del POUM Barcelona, 5/6.1.36, p.7. y carta a E. Granell
(14.10.71.), en E. Granell, Correspondencia con sus camaradas del P.O.U.M. (1936-1999) (Santiago de
Compostella 2009) pp.376-7.
149
Grossi p.14. Para detalles sobre la FCI en Asturias, véase Apéndice Seis.
150
“Acta de la reunión del B.P. de C.” 29.10.34. (ACCPCE); Bloc Obrer i Camperol (Federació Comunista
Ibèrica), La insurrecció d’octubre a Catalunya (Barcelona 1935) p.14.
151
Munis p.160.
152
Para el punto de vista del BOC de los hechos de octubre de 1934 en Cataluña véase: A Estival, Sis d’octubre
l'ensulsiada dels Jacobins (Barcelona 1935); Maurín, Revolución y contrarrevolución... pp.128- 144; y Bloc
Obrer i Camperol (Federació Comunista Ibèrica), La insurrecció a Catalunya (Barcelona 1935). Para un análisis
del papel del BOC y de la Alianza Obrera en Barcelona en octubre de 34, véase, Alba El marxismo... tomo I,
pp.162-179, y Alba, La Alianza Obrera pp.148-157. Relatos contemporáneos sobre los acontecimientos del
“octubre catalán” son los de: L. Aymamí i Baudina, El 6 d'octubre tal com jo l'he vist (Barcelona 1935); J.
171

siguiente comenzaron a llegar delegados del resto de Cataluña para asistir a una asamblea
extraordinaria que se iba a celebrar esa misma noche en la sede del PSOE. Maurín se dirigió a
la nutridísima asamblea, a la cual asistían delegados del CADCI y de otras organizaciones no
afiliadas a la Alianza Obrera, para explicar cuál era la situación general. El dirigente bloquista
afirmó que frente al nuevo gobierno de Madrid la Generalitat, si quería sobrevivir, debía
defenderse y declarar la República Catalana. Reiterando los argumentos que venía presentando
desde junio, Maurín declaró que el proletariado no podía triunfar por sí solo en Cataluña, sino
que debía formar parte de una triple ofensiva compuesta por trabajadores, campesinos y por el
movimiento de liberación nacional; era necesario, por lo tanto, empujar a ERC para que
actuase antes de que tuviese tiempo de retroceder. Con optimismo, Maurín declaró que los
medios técnicos para la insurrección podían garantizarse si los nacionalistas de izquierda
respondían, ya que la Generalitat contaba con 3 000 policías y 7 000 escamots. Las fuerzas
obreras del resto de España debían encargarse de extender el movimiento. Con este fin, el
Comité de la Alianza Obrera de Cataluña ya había enviado delegados a Madrid para intentar
llegar un acuerdo con la alianza madrileña, con el fin de iniciar un movimiento coordinado en
todo el país. 153
La asamblea concluyó finalmente en la madrugada del 5 de octubre, tras haber decidido
convocar una huelga general en toda Cataluña. También se decidió que la Alianza Obrera
colaborase, al menos por el momento, con ERC allí donde ésta dominase el gobierno
municipal. Donde gobernase la derecha, ésta debía ser reemplazada sin demora por
representantes de la Alianza Obrera. La asamblea confiaba en que iba a ser posible tomar el
poder en toda Cataluña; el problema se iba a dar en Barcelona, donde en gran medida las cosas
dependían de la actitud de la CNT. Unos días antes, Maurín había reiterado ante el Comité
Central del BOC su convencimiento en la posibilidad de que los anarquistas se adhiriesen en
un breve lapso de tiempo a la Alianza Obrera; cuando eso sucediese la organización “se
convertirá en una marea insostenible que lo desbordará todo”. 154 Las esperanzas cifradas en
esta posibilidad se habían fortalecido tras la confirmación reciente del apoyo de la CNT
asturiana a la Alianza Obrera, y después de una reunión en Barcelona en la cual varios
dirigentes anarquistas al parecer habían expresado su disposición a adoptar la misma actitud
en Cataluña. Con todo, los anarcosindicalistas rechazaron la invitación a participar en la
asamblea de Barcelona. Sólo el tiempo iba a demostrar si los trabajadores cenetistas, ante la
negativa de sus dirigentes de respaldar a la Alianza Obrera, se iban a pasar “a título individual
al frente único”, como Maurín había pronosticado. Mientras tanto, se había enviado una
delegación a entrevistarse con Companys para explicarle cuáles eran los planes de la Alianza
Obrera y para exhortarlo a proclamar la República Catalana. 155
La CEDA había dejado claro que su programa de gobierno incluía el desmantelamiento de
toda la legislación progresista introducida desde la proclamación de la república, así como
acabar con la limitada autonomía de Cataluña. Por ello ERC, en los meses anteriores, se había
comprometido reiteradamente a defender la República contra las agresiones del “fascismo”.

Balius, Octubre Catalán (Barcelona 1935); S. Camps i Terré, El d'octubre a les comarques (Tortosa 1935); J.
Costa i Deu i M. Sabaté, La veritat del 6 d'octubre (Barcelona 1936); J. Dencàs, El 6 d'octubre des del Palau de
Governació (Barcelona 1935); P.Foix, Barcelona 6 d'octubre (Barcelona 1935).
153
Sobre la asamblea, véase, Maurín, Revolución y contrarrevolución... pp. 129-131; BOC, La insurrecció... pp.
14-16.; A. Estivill, Sis d’octubre…pp.111-129. El libro de Estivill reproduce el discurso de Maurín en la
asamblea; también lo reproduce, en parte, Alba El marxismo... tomo I, pp.163-164.
154
“Sesión Extraordinaria del Comité Central del BOC” 30.9.34, La Batalla 4.10.34.
155
Maurín, Revolución y contrarrevolución... pp.129, 130.
172

Sin embargo, tal posición implicaba la movilización de sus bases y ponerse del lado de la
izquierda revolucionaria, algo que no estaba en los planes de los dirigentes de ERC, como
éstos ya demostraron en junio durante la crisis provocada por la Ley de Contratos de Cultivo.
El presidente de la Generalitat se mostró muy poco partidario de declarar la República
Catalana, como la Alianza Obrera pedía; sus vacilaciones advirtieron a la Alianza de lo poco
que se podía esperar de su gobierno. Por si esto no fuese suficiente, la Guardia de Asalto, a las
órdenes de Dencàs, jefe de Estat Català (nombrado Consejero de Orden Público de la
Generalitat en junio), había disuelto con violencia un manifestación organizada la noche
anterior por la Alianza en el centro de Barcelona; esto mostraba a las organizaciones obreras
lo que podían esperar de algunos de sus supuestos aliados.
En la madrugada del viernes 5 de octubre, los GABOCS, pertrechados con unas pocas
pistolas, se apostaron en el exterior de los depósitos de autobuses y de tranvías para impedir el
funcionamiento del transporte público. 156 Esta acción, organizada por el BOC en solitario,
estuvo coordinada por un comité militar presidido por Rovira. Los bloquistas, pese a su
insistencia en la importancia de la Alianza Obrera, no terminaban de confiar plenamente en las
otras organizaciones que la integraban, como demostró la creación de este comité militar. A lo
largo de los días siguientes quedó de manifiesto el protagonismo del BOC en el seno de la
Alianza catalana. La acción de los GABOCS el 5 de octubre fue decisiva para lograr la
paralización total de la ciudad.
A las nueve de la mañana, todo el distrito de Gracia ya estaba paralizado, y horas después el
paro se extendió a las otras zonas de la ciudad a medida que los piquetes recorrían
sistemáticamente las fábricas. Antes del mediodía ya no circulaba ni un solo autobús ni tranvía
por la ciudad, aunque para lograr el paro total del transporte había sido necesario quemar
cuatro tranvías y romper algunas ventanillas de otros. En la Telefónica se estableció un
Comité Revolucionario que puso “todas las comunicaciones en Cataluña [a] disposición de las
fuerzas revolucionarias”. 157 En algunos sectores laborales fue más difícil lograr una
paralización total, como en el puerto y en otros bajo la influencia de la USC.
Por primera vez se logró generalizar totalmente una huelga en Barcelona sin el respaldo de la
CNT, muy al contrario de lo que había sucedido el 13 de marzo, cuando ninguna de las
fábricas importantes de la ciudad había secundado el paro. Posteriormente los anarquistas
llegaron a decir que la huelga había sido impuesta por la policía siguiendo las órdenes de la
Generalitat. 158 En realidad la actitud de las autoridades catalanas no era favorable a los
huelguistas. La dirección de ERC mantuvo una actitud ambigua hacia la huelga; no así el
dirigente de Estat Català, Dencàs cuya oposición quedó patente. Decidido a que en la ciudad
sólo existiese un poder, el suyo propio, Dencàs ordenó a la policía que reprimiese a la Alianza
Obrera. Como consecuencia de la acción policial se dieron numerosos enfrentamientos con los
piquetes en los que hubo muchos heridos y al menos un muerto, así como muchísimas
detenciones. Más tarde, cuando militantes de la Alianza Obrera comenzaron a requisar
vehículos, la policía trató de arrestarlos. Cuando ya estaba claro que la huelga era
generalizada, los militantes de la Alianza detenidos fueron liberados enseguida, aunque la
actitud policial hacia los huelguistas siguió siendo hostil. Entretanto, Dencàs había movilizado

156
Sobre los acontecimientos del 5 de octubre en Barcelona véase, Butlletí de l’Aliança Obrera 6.10.34; BOC, La
insurrecció... pp.16- 18; Maurín, Revolución y contrarrevolución... pp.137-139; Estivill, Sis d'octubre... pp.134-
135, 145-146; Aymaní i Baudina, pp.96-97.
157
Butlletí de l'Aliança Obrera 6.10.34.
158
J. Balius, Octubre Catalán p.18; J. Peirats p.100.
173

a los escamots, quienes ahora patrullaban las calles de la ciudad, para prevenir cualquier
tentación de los anarquistas pero también para intentar arrebatarle la iniciativa a la Alianza
Obrera.
No tardaron en llegar noticias desde el resto de Cataluña que informaban de como la Alianza
había logrado imponerse en las principales ciudades y pueblos. La Alianza se dio cuenta de
que, a pesar del éxito de la huelga en Barcelona, nuevas y más decisivas acciones iban a ser
necesarias para hacer caer al gobierno central. Era sobre todo necesario armar a los seguidores
de la Alianza para contrarrestar las fuerzas de Dencàs, y también para prepararse para un
enfrentamiento con el ejército que ya se preveía inevitable. Asimismo, se debía presionar a la
Generalitat y con este fin se convocó una manifestación a las 8 de la tarde, en la que
participaron entre 15 000 y 20 000 personas y que exigió la instauración de la República
Catalana. La posición adoptada por la Alianza Obrera correspondía exactamente a la que su
Conferencia Regional había rechazado cuatro meses antes, lo cual dejaba patente la
hegemonía que el BOC había ganado. Según el BOC, la Alianza Obrera había aceptado esta
“consigna revolucionaria” por “las presiones del momento”. 159 Una delegación de
manifestantes se entrevistó con el gobierno catalán pero no se acordó nada ya que la
Generalitat seguía confiando en llegar a un pacto con Madrid. La Alianza advirtió que el día
siguiente iba a ser “decisivo” y que había que tomar una resolución160 , y amenazó con declarar
la República Catalana si Companys no lo hacía. Pero era evidente que, sin el respaldo activo
de la CNT, las organizaciones obreras dependían de que la Generalitat movilizase a sus
fuerzas. 161
La hostilidad de la CNT no era del todo sorprendente. Dencàs se había dedicado a perseguir a
los anarquistas para asegurarse de que éstos no se aprovechasen de la situación, por lo que
durante la jornada se habían sucedido una serie de enfrentamientos sangrientos. Al día
siguiente la CNT publicó un manifiesto exigiendo la reapertura de sus locales y protestando
contra las acciones policiales. Además, el manifiesto, en lo que constituía un claro ataque
contra sus rivales marxistas, reafirmaba su ideario revolucionario y libertario contraponién-
dolo a los principios “autoritarios”. 162 La Confederación se negaba a respaldar un movimiento
al que consideraba ajeno; las tres entrevistas mantenidas con la Alianza Obrera durante el
levantamiento no la convencieron de que cooperarse. Como les dijo el dirigente anarquista
Francisco Ascaso a Pere Bonet y Andreu Nin, que representaron a la Alianza Obrera en una de
las tres entrevistas, no había necesidad de llegar a pactos porque la CNT y la Alianza “se iban
a encontrar en la calle”. 163 Con todo, amplios sectores de la militancia cenetista de Cataluña
secundaron la huelga, e incluso en lugares como Badalona, Granollers, Ripoll, Súria y
Terrassa sus militantes participaron activamente en el movimiento. 164
El 6 de octubre, Barcelona amaneció cubierta de copias de un boletín impreso por la Alianza
Obrera en el que se informaba con optimismo del avance de la revolución en Cataluña y en el
resto del Estado. El boletín afirmaba que “las circunstancias son [...] extraordinariamente
favorables para una lucha victoriosa” y la necesidad de “una acción decidida y enérgica” y de
159
“L'Aliança Obrera i la República Catalana”, L'Hora 4.10.35; POUM, Comité Executiu, A propòsit... p.3.
160
Maurín, Revolución y contrarrevolución... p.138; BOC, La insurrecció... p.18; Aliança Obrera, “Endavant la
Vaga General” s.f. (octavilla, ACCPCE).
161
Butlletí de l’Aliança Obrera 6.10.34.
162
Peirats pp.101-102.
163
Alba, El marxismo... tomo I, p.163.
164
Según el PCdeC, véase, “Acta de la reunión del B.P. de C.” 29.10.34 (AC CPCE) y “Datos sobre la actividad
del P. en diversas localidades de Cataluña” s.f. (ibíd).
174

no retrasarse ni un día más en la proclamación de la República Catalana. Se creía que esta


proclamación iba a alentar a las masas en toda España y a fortalecer su resistencia contra el
gobierno. 165 Durante toda la mañana la sede de la Alianza Obrera, que había ocupado las
oficinas de la organización de los empresarios, el Fomento de Trabajo, fue el centro de una
actividad incesante y frenética. El problema crucial seguía siendo el de la falta de armas; la
búsqueda organizada por la misma Alianza sólo había logrado reunir unas 50 escopetas y casi
ninguna munición. 166 Todo dependía de la Generalitat.
Tras recibir muchas presiones, Dencàs finalmente prometió entregar algunas armas esa misma
tarde, pero entretanto la policía y los escamots seguían actuando contra los anarquistas y
contra la misma Alianza. Un siniestro incidente aumentó los recelos acerca de las verdaderas
intenciones del dirigente de Estat Català. Al parecer la policía recibió órdenes de disparar, sin
previo aviso, contra dos coches en los que viajaban los dirigentes de la Alianza Obrera. Esos
coches habían sido cedidos por el departamento de Dencàs. Para justificar el incidente la
policía alegó después haber recibido la información de que en esos coches viajaban
“fascistas”. 167
A las cuatro de la tarde los seguidores de la Alianza Obrera comenzaron a concentrarse frente
su sede, donde la Alianza tenía la intención de distribuir las armas prometidas. Dos horas más
tarde, y en vista de que éstas aún no llegaban, los varios miles de trabajadores concentrados
comenzaron un desfile de estilo militar hacia la Generalitat para exigir, una vez más, que se
declarase la República Catalana y que se les entregasen armas. Según el PCdeC, los
trabajadores eran mucho menos numerosos que la noche anterior porque las fuerzas de Estat
Català se habían hecho con el control militar de las calles; de esta manera, la Alianza Obrera
se había quedado sólo con “aquellos dispuestos a luchar”. La manifestación se disolvió poco
después de que se asegurase a una delegación de la Alianza que a las ocho de la noche el
presidente Companys iba a hacer una declaración publica. 168
A la hora anunciada, el presidente Companys pronunció su famosa alocución desde el balcón
de la Generalitat en la que anunciaba la “creación del Estado Catalán dentro de la República
Federal Española”. El entusiasmo de la multitud no halló eco entre los dirigentes de ERC, de
quienes dijo Maurín que asistieron a “un nacimiento si fuera un funeral”. 169 Más adelante los
nacionalistas de izquierda admitieron que se habían visto obligados a tomar esa decisión por la
presión de las masas populares y de los elementos más separatistas de su propio partido.
Muchos dirigentes de ERC, “inseguros de su propia capacidad de maniobra” temían verse
“desplazados por el BOC y la Alianza Obrera”. 170 El gobierno catalán no podía permitirse
reprimir el movimiento, ni tampoco abandonar el poder; así las cosas, optó por intentar
hacerse con el control de la situación. Los acontecimientos que tuvieron lugar más adelante
iban a revelar que los nacionalistas no estaban en absoluto dispuestos a luchar. Azaña, que
estaba en Barcelona en esos días y a quien posteriormente se iba a juzgar acusado de participar
en el movimiento, afirmó que los dirigentes republicanos catalanes estaban convencidos de
que con la rebelión se iba a repetir lo acaecido el 14 de abril y que el gobierno de Madrid iba a

165
Butlletí de l’Aliança Obrera 6.10.34.
166
BOC, La insurrecció... p.26.
167
Aymamí p.120
168
Estivill, Sis d’octubre... p.164.; BOC, La insurrecció... p.23; “Acta de la reunión del B.P. de C.” 29.10.34.
(ACCPCE).
169
Maurín, Revolución y contrarrevolución... p.141
170
Ucelay Da Cal p.215.
175

doblegarse y a entablar negociaciones con ellos. 171


Companys y su gobierno, tras su declaración, se atrincheraron en el Palacio de la Generalitat
para ver cómo se desarrollaban los acontecimientos. Aparte de las fuerzas policiales a las
órdenes de la Generalitat y de los escamots, unos 600 trabajadores permanecían concentrados
en el exterior de la sede de la Alianza Obrera a la espera de armas, y unos pocos cientos más
estaban concentrados en las oficinas del CADCI. Las fuerzas revolucionarias controlaban el
resto de Cataluña y todas las comunicaciones. Por otra parte, según Maurín, no estaba garanti-
zada la lealtad al gobierno central de los 5.000 soldados del ejército destacados en Barcelona.
No obstante, a las nueve de la noche, cuando un contingente de tan sólo 500 soldados salió de
sus acuartelamientos para reprimir el movimiento, no se les opuso resistencia, pese a que las
circunstancias parecían ser favorables para ello. Companys había rechazado la sugerencia del
jefe de las fuerzas de la Generalitat, Pérez Farràs, de que el gobierno abandonase Barcelona y
se instalase en otro lugar de Cataluña. Esto se debió, según Maurín, a que era evidente que “si
la Generalidad resiste ya no un día, sino tan sólo unas horas, la dirección del movimiento
hubiese pasado a la Alianza Obrera, como ya ocurría en un gran número de poblaciones
importantes...”. 172 En cambio, los políticos pequeñoburgueses había optado por hacer “un
gesto heroico” condenado al fracaso, tal como lo había pronosticado el dirigente bloquista
cuatro meses antes en la Conferencia Regional de la Alianza Obrera. 173
Apenas 10 horas después, tras un breve bombardeo de artillería sobre su sede, el gobierno
catalán se rindió. Los escamots, desmoralizados por esta patética rendición y tras haber
esperado toda la noche concentrados en espera de las órdenes de Dencàs, huyeron
abandonando sus armas tras de sí. También las fuerzas de la Alianza Obrera se vieron
obligadas a disolverse, pero lo hicieron tras recoger las armas abandonadas por los escamots
en su huida, para esconderlas hasta que hubiese otra oportunidad de usarlas. Unos 150
milicianos de la Alianza Obrera, exhaustos, recogieron algunos cientos de rifles con la
intención de trasladarse a Sabadell, que creían aún en manos de los revolucionarios. La
expedición, bajo el mando de un Comité Militar Revolucionario y compuesta por militantes
del BOC, del PCdeC y de la ICE, llegó hasta Sant Cugat, después de una serie de refriegas con
la Guardia Civil a lo largo del camino, en una de las cuales cayó muerta la militante bloquista
Teresa Vives. Un puñado de estos militantes permaneció luego en Sant Cugat para defender el
Ayuntamiento y enseguida se enzarzaron en un nuevo tiroteo con la Guardia Civil. El resto
comenzó a dirigirse a Sabadell, pero el grupo se disolvió al poco de salir, cuando recibió
noticias de que también allí la resistencia estaba prácticamente acabada.174
La resistencia más tenaz la presentaron unos 40 militantes armados del CADCI quienes,
atrincherados en su sede, resistieron hasta que el fuego artillero los obligó a rendirse. 175

171
Citado en Maurín, Revolución y contrarrevolución... pp.139-140.
172
ibíd. p. 142-143, 174.
173
La Batalla 21.6.34.
174
BOC, La insurrecció... p.30; Estivill, Sis d'octubre... pp.214-243; Bueso, tomo II, pp.113-115; O. Castellví,
De les txeques de Bacelona a l’Alemanya nazi (Barcelona 2003) pp.24-29; “Resolución de los ex-combatientes
de octubre del Partido Comunista de Catalunya sobre la actuación del Partido en dichas batallas” 13.4.35.
(ACCPCE). Según este último documento el Comité Revolucionario Militar lo componían “V.C” y “E”
(posiblemente Víctor Colomer y Estivill) del BOC, “H.A” y “D.B.” (posiblemente Hilario Arlandis y José del
Barrio) del PCdeC y “H.G.” y “M.” de la ICE. Según otra fuente, hubo un comité civil compuesto por Colomer,
Portela, Arlandis y Helios Gómez (del PCdeC) y un militar compuesto por Estivill y del Barrio, M. Moreno,
Abono inagotable. Historia del P.C.C. 1932-1936, (Barcelona 1997) p.55.
175
Estivill, Sis d’octubre... pp. 176-179.; Aymamí pp. 133-145; Foix pp.97-98.
176

También ellos habían esperado los refuerzos de Dencàs. Mientras tanto, el jefe de Estat Català
se dirigía por radio al pueblo catalán, exhortándolo de manera histérica a marchar sobre
Barcelona. En realidad no hizo nada para movilizar a sus fuerzas, que estaban relativamente
bien armadas, y menos aún por entregar armas a la Alianza Obrera, cuya represión había
ordenado sólo horas antes de que la artillería gubernamental abriese fuego contra la
Generalitat. La posterior huida de Dencàs a la Italia fascista confirmó el juicio de Maurín para
quien éste, a quien consideraba un aspirante a “führer” catalán, no era más que un
“provocador” y un “aventurero”. 176 No obstante, es un error culpar exclusivamente a Dencàs
por la debacle acaecida, cosa que hicieron luego muchos dirigentes de ERC. Lo cierto es que
el gobierno catalán en su conjunto había albergado poca voluntad de resistirse a las fuerzas del
Estado español.
El miércoles 9 de octubre, casi toda Cataluña había recobrado la “normalidad”, con decenas de
muertos y heridos. Tras la capitulación de la Generalitat, la CNT, a través de la radio de la IV
División del ejército, hizo un llamamiento a los trabajadores para que retornasen a sus puestos
de trabajo. 177 Posteriormente, los anarquistas justificaron su actitud ante el levantamiento
catalán aduciendo que se había demostrado que la Alianza Obrera no era más que un
instrumento de la Generalitat destinado a destruir a la CNT. El Comité Nacional de la
Confederación declaró que los “60.000 separatistas y marxistas armados de fusiles y
ametralladoras (sic), los gloriosos masacradores de anarquistas, que hasta el último instante no
cejaron en la persecución, se entregaron como azoradas mujerzuelas”. 178
Fuera de Barcelona, donde el equilibrio de fuerzas le era más favorable, el movimiento
revolucionario había triunfado con rapidez, aunque, según Dencàs, esto se debió a que él había
dado orden a las fuerzas policiales y a la Guardia Civil de no intervenir. 179 Sin embargo, y a
pesar de Dencàs, a las tres de la tarde del día 6 de octubre ya se había declarado la República
Catalana en toda Cataluña, por orden del Comité Regional de la Alianza Obrera. Esta fue una
presión añadida a Companys para hacer lo mismo. En casi todas las localidades de Cataluña la
Alianza Obrera había tomado la iniciativa, generalmente con el respaldo de los militantes
locales de ERC, y a veces, junto a la CNT. Con todo, estas rebeliones locales no podían suplir
la necesaria iniciativa de Barcelona, con la cual su destino estaba indisolublemente asociado.
El centro del movimiento en las comarcas de Barcelona fue Sabadell, donde la Alianza Obrera
inició la huelga general y se apoderó del Ayuntamiento en la noche del 4 de octubre. Un
comité revolucionario, integrado por cuatro representantes de la federación sindical local de
los treintistas, dos del Bloc, uno del PSOE, uno de la UGT y otro del PCdeC, enseguida
declaró la República Catalana, tras formar una alianza incómoda con el Ayuntamiento regido
por ERC. El 7 de octubre llegaron las tropas, lo que obligó a los revolucionarios a abandonar
el Ayuntamiento, pero la huelga general se prolongó durante otros cuatro días. 180 En el resto
de las comarcas de Barcelona los trabajadores lograron establecer plenamente su control. Los
incidentes más serios tuvieron lugar en Granollers y en Vilanova i la Geltrú donde, después de
la rendición de la Generalitat, siguieron los enfrentamientos armados durante dos o tres días.

176
Avant 29.10.34; Maurín, Revolución y contrarrevolución... p. 141.
177
Ibíd. p.145; N. Molins i Fàbrega p.221.
178
Citado en Bizcarrondo, Octubre... p.296.
179
J. Dencàs pp.62-63.
180
A. Balcells, “La crisis del anarcosindicalismo y el movimiento obrero en Sabadell entre 1930 y 1936”,
Trabajo industrial y organización obrera... pp.284-288; Castells, pp.20.29-20.35; Vertical 5.10.34, 6.10.34;
“Datos sobre la actividad del P. en diversas localidades de Cataluña” s.f. (ACCPCE).
177

En Lleida, la Alianza inició la huelga general el día 5 de octubre; enseguida tomó el control de
la ciudad, e incluso publicó su propia hoja informativa, Rebellió, para contrarrestar la
propaganda gubernamental. Se requisaron armas y Lleó Luengo, capitán del ejército y
“militante secreto del BOC”, se hizo cargo de la parte militar de la rebelión. Cuando el ejército
y la Guardia Civil salieron de sus cuarteles se enfrentaron a una tenaz resistencia. Después de
resistir cuatro horas en las barricadas, los insurgentes se vieron obligados a abandonarlas y se
refugiaron en la sede local de la Generalitat hasta agotar todas las municiones con que
contaban. El joven militante bloquista Isidre González fue una de las víctimas mortales de los
enfrentamientos. En las comarcas de Lleida hubo huelgas en casi todas las comarcas de los
alrededores de la capital, especialmente en aquellas zonas de mayor influencia bloquista. En
cuanto a ERC, su actitud dependió mucho de las condiciones locales. En Tàrrega los
republicanos se unieron al BOC para tomar el Ayuntamiento; por contra, en Balaguer el
gobierno municipal de ERC movilizó al Sometent para evitar que el BOC se hiciese con el
control de la localidad. El levantamiento acabó en la mayoría de los pueblos leridanos cuando
llegaron noticias de lo acaecido en Barcelona, a excepción de algunos lugares, como Almenar
y Torregrossa, donde los rebeldes se atrincheraron en los Ayuntamientos hasta la llegada de
los refuerzos de la Guardia Civil al día siguiente. 181
En Girona también se inició la huelga general indefinida, convocada por la Alianza Obrera, en
la madrugada del 5 de octubre; un comité especial, en el que también se integraron militantes
de la USC y de Estat Català, tomó el poder en la ciudad. Los obreros ocuparon la estación de
ferrocarril y paralizaron todos los trenes — entre los viajeros temporalmente retenidos estaba
el cónsul francés —. Las promesas de ERC de entregar armas, tras una manifestación de 3 000
personas organizada por la Alianza Obrera, no se materializaron. Cuando llegaron las tropas al
día siguiente, por lo tanto, encontraron poca resistencia — a pesar del espectacular episodio de
la muerte del oficial que las comandaba, quien fue abatido de un disparo cuando intentaba leer
la declaración del estado de guerra —. Una de las pocas víctimas mortales insurgentes fue el
bloquista Enric Coromines. 182 En el resto de las comarcas de Girona la huelga general obtuvo
bastante respaldo. Los centros rebeldes más importantes fueron Palafrugell y Olot. En ésta
ultima localidad, el gobierno local derechista fue reemplazado por un comité conjunto
compuesto por ERC y la ACR, y la huelga general duró hasta el 10 de octubre. El BOC, que
según el PCdeC lo “controlaba todo” durante esos días, se negó a participar en la nueva
administración y exigió, en cambio, y aunque sin éxito, que se armase a los trabajadores.183 En
las comarcas de Tarragona los acontecimientos fueron similares a los de las comarcas de
Lleida y de Girona; allí también únicamente el BOC y el PCdeC defendieron el mantenimiento
de la resistencia, tras la rendición de la Generalitat. 184
La inmediata consecuencia del levantamiento de octubre fue la represión generalizada contra
el movimiento obrero. Ésta tuvo sus más sangrientas consecuencias en Asturias. Con todo, el
resultado del movimiento revolucionario no fue una derrota sin paliativos, sino que el
levantamiento puso, en efecto, punto final a los intentos de la derecha de destruir a la
República “desde dentro”. Más importante aún es que de este bautismo de fuego el

181
“La revolució a Lleida” Avant 19.11.34; ibíd 16.4.35; Barrull, El Bloc Obrer... pp.75-85; Barrull, Les
comarques de Lleida... pp.387-406.
182
“Les jornades revolucionáries a Girona”, Avant 10.12.34; Entrevista con Miguel Gayolà, 20.6.84; J. Soler,
L'evolució dels Marxistes... p.27.
183
J. Pujiula, “1934. Als cinquanta anys dels fets d'octubre”, Olotí 18.10.84; “Datos sobre la actividad del P. en
diversas localidades de Cataluña” s.f. (ACCPCE).
184
ibíd; sobre los hechos en Reus, Tarragona y Valls, véase M. Duch Plana pp.100-109.
178

movimiento obrero emergió moralmente fortalecido. La heroica resistencia de los mineros


asturianos devino un símbolo de la resistencia revolucionaria a la amenaza del fascismo. La
primera edición de Avant, el periódico clandestino del Bloc, declaraba tras el final del
alzamiento que había sido la contrarrevolución la “gran derrotada”. 185 En realidad, la situación
política resultante de los acontecimientos de octubre de 1934 era un poco más complicada de
lo que tales declaraciones daban a entender. Es sin duda cierto que los sectores más radicales
del movimiento obrero parecían más seguros de sí mismos y de su victoria final. Por otra
parte, cabe señalar que la persecución de la que fueron objeto tras el movimiento
revolucionario los dirigentes republicanos, como Azaña y Companys, en cierta medida reavivó
su apoyo popular. La experiencia práctica de las alianzas obreras durante los hechos de
octubre no sólo iba a generalizar cada vez más la exigencia de extender la unidad a todas las
esferas del movimiento obrero; sino que posteriormente iba a empezar hablarse de una
“unidad antifascista” más amplia que incluyese a la izquierda republicana.

185
“Els esdeveniments d'octubre, etapa important de la revolució espanyola”, Avant 29.10.34.
179

5. 1935: Unidad marxista.


Hacia la segunda revolución.
El movimiento de octubre logró frenar los planes más autoritarios de la derecha, pero no pudo
evitar que continuase el desmantelamiento de las reformas introducidas por el anterior
gobierno. Al mismo tiempo, se desató una represión generalizada contra el movimiento
obrero. En poco tiempo, el número de prisioneros políticos en las cárceles españolas se
triplicó; antes de octubre había unos 9 000, en su mayoría anarcosindicalistas y campesinos; a
finales de 1934 había alrededor de 30 000. La represión en Cataluña también fue intensa,
aunque no llegó a los niveles de ferocidad de Asturias.
Según los cálculos del BOC, en diciembre había entre 7 000 y 8 000 prisioneros en Cataluña. 1
La Ley Marcial se suspendió temporalmente en abril de 1935, pero fue reimpuesta dos meses
después. Un ario después de la rebelión, unos 280 centros obreros seguían cerrados en
Cataluña. Los empresarios se aprovecharon de la situación para proceder a muchos despidos,
sobre todo en la industria textil, y para tomar represalias a quienes habían participado en los
acontecimientos de octubre. Se abolieron los Jurados Mixtos y las leyes sobre despidos
improcedentes con lo cual los obreros se encontraron más desprotegidos que nunca. Muchos
de los acuerdos alcanzados, como el del sector mercantil de noviembre de 1933, se anularon
enseguida, con el consiguiente deterioro de las condiciones laborales y recortes salariales. 2
En el campo catalán la situación era peor que en las ciudades. Miles de campesinos se vieron
reducidos a la miseria como consecuencia del revanchismo de los propietarios rurales contra
todos aquellos que habían osado desafiarlos durante los cuatro años anteriores, y los
desahucios se generalizaron. La situación empeoró cuando entró en vigor la nueva Ley de
Arrendamientos Rurales, en marzo de 1935. Conforme a esta ley los aparceros y arrendatarios
se vieron obligados a firmar nuevos contratos de arrendamiento, cuyas condiciones les eran
perjudiciales, si querían evitar el desahucio de sus exiguas parcelas que arrendaban. En los
pueblos en los que se había declarado la República Catalana, los dirigentes campesinos fueron,
en muchos casos, arrestados en masa y muchos de ellos trasladados a cárceles fuera de
Cataluña.
Según sus propios informes internos, el BOC “sufrió mucho la represión”. Su prensa fue
prohibida, sus locales clausurados y un número no determinado de sus militantes fueron
encarcelados. En febrero de 1935 el partido informó tener constancia de que 58 militantes se
encontraban en diferentes cárceles de Barcelona, Lleida, Girona, Asturias y en la tristemente
conocida Cárcel de San Cristóbal de Pamplona. Informes de fechas posteriores especifican que
también había militantes bloquistas presos en Reus, Tarragona y Valencia. Jordi Arquer y
Víctor Colomer fueron los únicos integrantes del Comité Ejecutivo del Bloc que fueron
encarcelados. Colomer estuvo retenido en el barco prisión Uruguay hasta febrero 1935.
También lo fueron al menos cinco miembros del Comité Central, Joan Alsina, Joan Farré,
Antoni Iborra, Marcelino Magdalena y Luis Portela, así como varios dirigentes locales.3 A
1
Avant! 3.12.34, 10.12.34. Se da una cifra de 3.400 en A. Balcells (co-ord.), Historia dels Paisos Catalans
(Barcelona 1980) p.584.
2
“Informe sobre la situación de Cataluña” s.f. (ACCPCE); Balcells, Crisis económica... pp.223-6; Vinyes, La
Catalunya Internacional pp.166-7.
3
Se condenó a Luis Portela a cadena perpetua; entre los dirigentes locales del BOC encarcelados estaban Joan
Farré, Sebastià Garsaball, Santiago Palacín, Josep Buiria y el capitán del ejército, Lleó Luengo (todos de las
180

estos casos conocidos hay que añadir los de los numerosísimos y desconocidos militantes de
base encarcelados, especialmente en zonas rurales y en aquellos lugares donde la lucha había
sido particularmente violenta, como en Vilanova i la Geltrú.4 La represión no se dirigía
exclusivamente contra los que fueron acusados de haber participado en los acontecimientos de
octubre; durante todo el año 1935 se siguió deteniendo y hostigando a militantes bloquistas. 5
Los bloquistas organizaron la ayuda material para sus detenidos a través de Socorro Rojo. En
los años veinte, los partidos comunistas habían creado en sus respectivos países
organizaciones de ayuda a los prisioneros políticos de la misma índole y con el mismo
nombre; el BOC se inspiraba ahora claramente en ellas. Socorro Rojo tenía como función
asistir tanto a militantes bloquistas como a los que no lo eran. Así, por ejemplo, tras el
levantamiento del Alt Llobregat de 1932 y la posterior huelga general de Terrassa, la
organización recaudó fondos para todos los que habían sido detenidos, independientemente de
su afiliación política. 6
El BOC, pese a sus muchas dificultades económicas, logró enviar regularmente ayuda,
monetaria y de diversa índole, a sus presos. Más adelante el BOC iba a afirmar que sus
detenidos habían recibido más ayuda que los de cualquier otra organización. Por “razones de
proselitismo” se dio especial importancia al envío de ayuda a los bloquistas detenidos en
Asturias, con lo cual se ofrecía una impresión favorable a los prisioneros pertenecientes a otras
organizaciones obreras. 7 Dentro de las cárceles, los bloquistas participaron activamente en
protestas contra las condiciones inhumanas que los detenidos tenían que soportar,
especialmente en la Cárcel Modelo de Barcelona y en la de San Cristóbal de Pamplona – en
este última se encontraban detenidos de toda España –. 8
Varias organizaciones revolucionarias extranjeras enviaron ayuda al BOC, especialmente el
Workers’ Party de Estados Unidos y el Buró Internacional de Unidad Socialista
Revolucionaria — el llamado Buró de Londres —. Las actividades de solidaridad más
importantes se llevaron a cabo en Francia, adonde habían escapado numerosos militantes
bloquistas para evitar la represión. El distrito de Saint Denis, en París, fue el centro de estas
actividades. Allí se contaba con la protección del alcalde del distrito, Jacques Doriot, un
antiguo militante del PCF expulsado del partido por oponerse al sectarismo de éste en la
cuestión del frente único. Con el respaldo de la organización de Doriot, un grupo de exiliados
bloquistas comenzó a publicar en el verano de 1935 su propio periódico, Adelante, dirigido a
los exiliados y otros trabajadores españoles residentes en la capital francesa. Según el BOC, el

comarcas de Lleida), Àngel Blanc y Pelegrí Serrat (Olot), Eduard Emperador y Francesc Oliva (Reus), Joan
Alsina (Sitges), Pau Padró (El Vendrell), el dirigente campesino Josep Franquesa y Josep Mas (Vic) Sergi
Balada, Presidente del Sindicato Regional de la Industria Fabril y Textil y Llibert Estartús (Barcelona) y los
dirigentes de la FCI de Asturias, Benjamín Escobar, Manuel Grossi y Marcelino Magdalena. Para información
sobre la represión sufrido por el BOC después de octubre 1934, véase: Boletín del Bloque Obrero y Campesino
(FCI) núm.1, enero 1935; ibíd núm.2, febrero 1935; ibíd núm.3, 25.4.35; ibíd núm.4, 15.5.35; ibíd núm.5, junio
1935; Boletín del Socorro Rojo del BOC junio 1935; Boletín del Socorro Rojo del POUM octubre 1935;
L’Estrella Roja 16.2.35; L'Hora 15.2.35, La Batalla 11.10.35; Pujiula, “1934: Al cinquanta anys...”; Aisa, El
laberint roig… pp.190-1.
4
Fueron condenados a muerte a treinta de los participantes, entre ellos dos bloquistas, en el levantamiento en
Vilanova i la Geltrú; aunque fueron indultados más tarde (La Batalla 29.11.35).
5
Entre los militantes detenidos estaban Àngel Estivill y uno de los dirigentes del BOC de Sabadell, Josep Oltra
Picó (L'Hora 19.4.35, 6.6.35).
6
“Tesis Socorro Rojo”, La Batalla 8.6.33.
7
Acta del Comité Central del POUM, Barcelona, 5 y 6 de enero de 1936, p.9.
8
Boletín del Socorro Rojo del BOC junio 1935; Avant! 17.12.34.
181

periódico fue recibido “con gran entusiasmo por los trabajadores”. 9 El bloquista más conocido
exiliado en París era Julián Gorkin, conocedor de la actividad política en círculos de exiliados
españoles en Francia, que pasó los primeros meses de 1935 allí. Poco después de la llegada de
Gorkin a París, se estableció un Comité de Refugiados Políticos compuesto por el BOC, el
PCE, el PSOE y la UGT, con el dirigente bloquista como secretario general. El objetivo del
Comité era recaudar fondos para ayudar a los refugiados y a los prisioneros políticos y dar
noticia de la represión en España. Su labor se vio entorpecida por los ataques difamatorios
contra Gorkin publicados por la prensa del PCF de los que, en el seno del Comité, se hizo eco
la diputada socialista y simpatizante comunista Margarita Nelken. 10
La resistencia obrera contra el gobierno y los empresarios tras los acontecimientos de octubre
de 1934 se vio limitada por la represión. Hubo muchas menos huelgas que en otros años,
aunque la información oficial de que hubo sólo 11 paros en Cataluña (y ninguno de ellos en
las comarcas de Girona) durante 1935 resultaba claramente “ridícula”. 11 Se sabe que hubo
muchos conflictos limitados, causados en general por despidos o por el incumplimiento de
acuerdos alcanzados antes de octubre de 1934. En la industria metalúrgica, la Alianza Obrera
catalana convocó el 10 de diciembre una huelga general de 24 horas en protesta contra la
decisión gubernamental de reintroducir la semana laboral de 48 horas; a ésta le siguieron otras
huelgas ilegales en fábricas de Barcelona, Badalona, Manresa, Sabadell y Terrassa.
Finalmente intervinieron en el conflicto la Guardia de Asalto y la Guardia Civil para hacer
respetar la medida. 12 En el campo catalán, donde la represión fue incluso más severa, se sabe
que hubo disturbios y protestas. 13 Una dé las primeras protestas públicas que se dieron en
Barcelona en 1935 tuvo lugar en enero, cuando Portela Valladares, el nuevo gobernador civil,
fue agredido con tomates por estudiantes nacionalistas de izquierda y por seguidores de la
AER durante una visita a la Universidad. 14
En esas circunstancias el BOC trató de reorganizarse clandestinamente. Las estructuras del
partido se mantenían en gran medida intactas pese a que muchos de sus militantes habían sido
arrestados. De la dirección del BOC, tan sólo Arquer estuvo en prisión un largo período,
mientras que otros, como Maurín, pronto volvieron a la vida política tras una breve estancia en
Francia. A fin de proteger el partido contra la represión policial, se redujo a tres personas el
número de militantes de todos los comités locales y comarcales. Esta situación, que causó una
“inevitable reducción de la democracia interna”, no fue óbice para que el Comité Central se
reuniese tres veces entre octubre de 1934 y septiembre de 1935, lo cual, según los bloquistas,
no lo hizo ninguna de las otras organizaciones obreras en ese período. 15 El número de
afiliados descendió alrededor de un 20% y el de secciones en un 50%, debido a los problemas
de organización en la clandestinidad, pero el BOC estaba seguro de que su influencia política

9
Acción 7.9.35. Se editaron en Saint Denis al menos ocho números de Adelante, el número ocho salió el
27.12.35.
10
Avant! 23.1.35, 11.2.35; La Batalla 27.9.35, 29.11.35.
11
Vinyes, Catalunya…pp.165-166; Cámara Oficial de Gerona 1936, p.137. Otra fuente da una cifra de veinte
cinco, véase la lista de huelgas en Cataluña durante la época de la Segunda República en Vega, La CNT i els
sindicats d’oposició... pp. 1060-1186.
12
El Comité de la Alianza Obrera, “La Alianza Obrera a todos los trabajadores metalúrgicos. Por la jornada de 44
horas” diciembre de 1934 (octavilla, IMHB); Acción 29.12.34; Lluita (PCdeC) 28.12.34; Comercio y Navegación
enero 1935.
13
Vinyes, Catalunya… p.119.
14
L’Estrella Roja 18.1.35.
15
POUM Comité Executiu, A propòsit... p.2.
182

había aumentado. 16 En abril de 1935 los bloquistas afirmaron que se habían pasado a sus filas
militantes nacionalistas de izquierda, sobre todo de Estat Català, y anarcosindicalistas (entre
ellos Sebastià Vera, conocido dirigente treintista de Sabadell), y también jóvenes sin previa
afiliación política. 17 De las secciones locales de las comarcas de Lleida, de Manresa,
Montblanc, Sabadell y del País Valenciano llegaron informes a mediados de 1935 en los que
se afirmaba que el partido había logrado aumentar su implantación significativamente. 18 En
noviembre ya se habían entregado todos los 3 000 carnets del partido que se habían imprimido
para ese año (entre la afiliación, los carnets se renovaban cada año). Hay que tener en cuenta
además que en una situación de clandestinidad como aquella, con un 50% de las secciones del
partido disgregadas, muchos afiliados no pudieron recibir su carnet. La clandestinidad
destruyó casi por completo las siempre frágiles finanzas del BOC; hasta mayo de 1935 tan
sólo las células de Barcelona pagaban sus cotizaciones con regularidad. El contacto de la
dirección con las comarcas era muy restringido: las únicas organizaciones del partido que
enviaban informes por escrito de manera regular eran las de Lleida y Valls. 19
Durante los primeros meses de 1935 la actividad del BOC fue muy reducida. Para compensar
la poca actividad, el partido organizaba excursiones al campo o visitas a las tumbas de los
militantes caídos durante los acontecimientos de octubre, a fin de poder realizar reuniones
políticas encubiertas. Los bloquistas también publicaban clandestinamente dos periódicos
quincenales, Avant! y Acción, que se imprimían en París. Desde comienzos de 1935 también
lograron volver a publicar L'Hora legalmente, aunque muy censurado. El periódico se
publicaba en Mallorca, donde no estaba en vigor el estado de guerra que se había impuesto en
gran parte del país. Dadas las restricciones de la libertad de prensa y la combatividad que
prevalecía incluso después de los acontecimientos de octubre, éstas y otras publicaciones
izquierdistas eran muy leídas. La circulación de Avant! era de unos 10 000 a 12 000
ejemplares y la reaparición de L'Hora causó, según un documento interno del PCdeC, “una
gran sensación”, con unas ventas “fantásticas”. 20 Por otra parte, el libro del bloquista Àngel
Estivill sobre los hechos de octubre en Cataluña, Sis d'octubre l'ensulsiada dels Jacobins,
aparecido en marzo de 1935, alcanzó tal éxito de ventas que cuatro meses tarde fue
reeditado. 21 En Lleida los militantes bloquistas impulsaron en el verano de 1935, la
publicación del semanario Polémica, que declaró ser una publicación de la “izquierda y de la
juventud”. En él se incluían artículos de índole general sobre la situación política y también
sobre arte, literatura y deportes. 22
Tras los acontecimientos de octubre de 1934, el BOC reaccionó exigiendo la reinstauración de
las libertades democráticas, como la libertad de prensa y de asociación, la excarcelación de
todos los prisioneros políticos, el levantamiento del estado de guerra, la disolución de las
“Cortes reaccionarias” y la reinstauración del Estatuto de Autonomía de Cataluña, que había

16
ibíd p.8; Boletín del Bloque Obrero y Campesino (FCI) enero 1935.
17
“L'engrandiment d'un Partit Obrer”, Avant! 1.4.35; “Un partido obrero que ha cumplido con su deber”, Acción
9.4.35.
18
Boletín del Bloque Obrero y Campesino (FCI) junio 1935.
19
ibíd 15.5.35, POUM Comité Executiu, A propòsit... p.8.
20
Acta del Comité Central del POUM 5/6.1.36, p.8; “BP de C al BP de E” 27.1.35 (ACCPCE). El periódico de
ERC, La Humanitat, tenía una circulación de 28.000 ejemplares en febrero de 1935 (Vinyes, Catalunya… p.144).
21
ibíd p. 145.
22
El primer número salió probablemente el 3 de junio de 1935. Su redactor jefe era el conocido militante del
Bloc Josep Morlans; entre los colaboradores de la revista estaban los bloquistas Joan Farré y Josep Buiria
(Polémica 17.6.35, 8.7.35, 15.7.35); en septiembre de 1935, Morlans fue detenido a raíz del contenido de la
revista (La Batalla 4.10.35).
183

sido definitivamente suspendido el 14 de diciembre de 1934. Estas consignas orientaron las


actividades del BOC durante los meses siguientes. 23 Una de las consecuencias más
importantes de los acontecimientos de octubre fue que el BOC, como otras organizaciones
obreras españolas, se vio obligado a analizar la nueva situación y a revaluar las estrategias y
tácticas del movimiento revolucionario. La primera manifestación pública de la posición del
BOC fue un artículo publicado a mediados de diciembre por Avant!, al que siguió una extensa
resolución del Comité Central unas semanas después. Es probable que Maurín los escribiese
ambos. 24 En abril de 1935 aparece la obra de Maurín Hacia la Segunda Revolución, escrita
durante el invierno de 1934-1935. 25 Aquí se expone de manera muy completa la posición del
BOC durante la República. Basándose en el análisis que ya había desarrollado en La
Revolución Española, el líder bloquista subraya una vez más que la burguesía había fracasado
históricamente en llevar a cabo “su revolución”; de la misma manera, una orientación
revolucionaria tampoco había sido impuesta por el proletariado, por culpa de la política de los
anarcosindicalistas y del socialismo reformista. Maurín insiste en que si el proletariado, aliado
con el campesinado y los movimientos de liberación nacional, no tomaba las riendas del
poder, lo harían las fuerzas reaccionarias. Argumentaba que aunque en el levantamiento de
octubre las masas trabajadoras habían sido derrotadas, esta derrota era transitoria, que ninguno
de los dos bandos enfrentados estaba en condiciones de imponerse al otro, pero que esta
situación no podía prolongarse durante mucho tiempo.
Desde la instauración de la república el BOC consideraba que ante la situación española se
abrían solamente dos caminos posibles: el de la revolución y el de la contrarrevolución. Los
acontecimientos de octubre de 1934 iban a corroborarlo. Según Maurín la situación en octubre
de 1934 había sido bastante favorable para el movimiento obrero. A diferencia de lo que había
sucedido en Austria en febrero, en España se daba un momento de ascenso revolucionario, la
huelga general había sido secundada en la mayoría de los centros estratégicos, la derecha se
había visto privada de su prensa y la radio más importante del país (la de Barcelona) había
sido tomada por los rebeldes. Además, había habido condiciones para que la insurrección se
produjese, además de en Asturias y Cataluña, en otras zonas de importancia estratégica del
país. Por otra parte, la pequeña burguesía aún no se había volcado al fascismo y la burguesía
estaba “realmente aterrorizada”. 26 Con todo, el movimiento había fracasado y en primer lugar
era necesario dilucidar las razones de este fracaso.
Para el BOC dos razones fundamentales explicaban la derrota del levantamiento: el papel
desempeñado por los socialistas en Madrid y por ERC en Cataluña. Madrid era el centro
estratégico de España y los disidentes comunistas reconocían que una insurrección, para tener
éxito, debía tomar el poder en esa ciudad. Sin embargo, dado que Madrid no era un centro
industrial y que además había allí radicado un gran contingente militar, la insurrección no
podía comenzar en la capital española. Según Maurín, si la insurrección hubiese tenido lugar
en varios puntos clave simultáneamente, Madrid hubiese caído como un “castillo de naipes”. 27
A pesar de que la clase obrera madrileña se había mostrado muy combativa desde las
elecciones de noviembre de 1933, el problema había estado en su dependencia política del
PSOE, partido que, como dejaron de manifiesto los acontecimientos de octubre, era incapaz de

23
Avant! 3.12.34, 10.12.34.
24
“La táctica i l'estratègia del moment”, ibíd 17.12.34; Resolució del Comité Central del Bloc Obrer i Camperol
– Federació Comunista Ibèrica, Les lliçons de la insurreció d’octubre (Barcelona 1935).
25
Hacia la Segunda Revolución se reeditó en 1966 con el titulo Revolución y contrarrevolución en España.
26
Maurín, Revolución y contrarrevolución pp.169-170.
27
ibíd p.177.
184

llevar al proletariado a la victoria.


En Cataluña, según la óptica bloquista, la situación en octubre de 1934 había sido, al menos
objetivamente, alentadora. El frente triple al que el BOC tanto aludía parecía estar a punto de
plasmarse en la realidad. En aquellos momentos se habían abierto tres frentes de batalla
diferentes al mismo tiempo: el de la clase obrera contra la reacción, representada esta última
por el gobierno de Lerroux, el de la contraofensiva campesina y el de la defensa de las
libertades de Cataluña contra la “contrarrevolución centralista”. El problema fue que la
iniciativa había quedado en manos de Esquerra. Maurín argumenta en Hacia la Segunda
Revolución que desde el punto de vista militar la Generalitat se encontraba en una posición
fuerte; no sólo contaba con sus propias fuerzas —la policía y los escamots— sino que,
además, la lealtad al gobierno central de las tropas del ejército y de la marina destacadas en
Cataluña no estaba garantizada. Antes y durante el levantamiento Maurín y el BOC, y por
ende la Alianza Obrera, sostuvieron que si la Generalitat se hubiese hecho con el poder en
Cataluña, esto hubiera sido un gran estímulo para el movimiento obrero de toda España y la
insurrección se hubiese extendido “como un reguero de pólvora”. En cambio, los nacionalistas
pequeñoburgueses habían capitulado enseguida. Maurín consideraba que el “octubre catalán”
había constituido lo que Trotsky denominaba una “revolución paradójica”. La pequeña
burguesía se había visto obligada a iniciar una lucha de liberación y esto la forzó a coaligarse
con el movimiento obrero. Pero esto representaba para ERC el peligro de perder el control del
movimiento, lo cual, según Maurín, explicaba sus vacilaciones y su rápida rendición. 28
El comportamiento de la dirección de ERC durante octubre de 1934 sin duda parece confirmar
la opinión de Maurín de que Esquerra temía tanto las posibles consecuencias de su propia
rebelión como el establecimiento de un gobierno abiertamente derechista de Madrid. Fue sólo
la presión popular lo que empujó a los dirigentes republicanos catalanes a actuar como lo
hicieron. Los acontecimientos de octubre también dejaron de manifiesto la debilidad que sin la
CNT padecía la Alianza Obrera y la consecuente dependencia de ésta con respecto a la
Generalitat. El BOC, tras el fallido levantamiento anarquista de enero de 1932, ya había
declarado que cualquier movimiento revolucionario serio debía comenzar en Barcelona y no
en las comarcas. 29 Pero era la CNT y no la Alianza Obrera la fuerza hegemónica entre las
masas populares barcelonesas.
Pero Maurín no se queda con el papel “traicionero” desempeñado por los socialistas y ERC
para explicar el fracaso de octubre. En Hacia la Segunda Revolución el líder bloquista aplica a
la sublevación de octubre el análisis leninista sobre las condiciones para el triunfo de la
revolución. En cuanto a las condiciones objetivas, Lenin plantea que ha de darse un momento
en que la clase obrera ya no esté dispuesta a tolerar la situación a la que se enfrenta y en el que
al mismo tiempo la clase dominante haya perdido la capacidad de imponerse. Estos dos
factores no se habían dado aún en España. Poco antes de octubre, las masas populares, a
excepción del campesinado, no se encontraban en una situación mucho peor a la de los tres
años previos. Los limitados logros conquistados desde 1931 todavía no habían sido del todo
eliminados por la contrarrevolución. La mayoría de la población sin duda deseaba cambios
sociales y políticos, pero aún no estaba convencida de que la única solución residiese en la
revolución proletaria. La burguesía, por su parte, no había aún agotado todas sus posibilidades;

28
ibíd pp.172-177, 184. Se ve un análisis similar en la octavilla editado por la Alianza Obrera de Cataluña
después de los hechos de octubre del 34, El Comité [de la Alianza Obrera de Cataluña], “Aliança Obrera” s.f.
(ACCPCE).
29
La Batalla 11.2.32.
185

habiendo apoyado hasta ahora al gobierno Lerroux-Gil Robles, podía todavía optar o por
disolver el Parlamento, o por propiciar un golpe militar. 30
En cuanto a los factores subjetivos, Maurín trae a colación el argumento de Lenin de que la
revolución no debía ser el resultado de una conspiración, ni labor de un sólo partido, sino el
colofón de la actividad revolucionaria del proletariado consciente. El movimiento de octubre
no había comenzado por decisión de las masas populares, había sido una acción defensiva
necesaria provocada por la clase dominante, que era quien tenía la iniciativa. La clase obrera
española debía, según Maurín, superar las deficiencias de las que aún adolecía. Los socialistas
seguían vacilando mientras que el ala derecha del PSOE mantenía intacta su fuerza. Los
anarcosindicalistas apenas comenzaban a advertir lo erróneo de algunas de las que Maurín
denominaba sus “posiciones falsas”. Pero había dos elementos de importancia mayor aún, y
sobre ellos se sustentaba el análisis bloquista de la derrota de octubre. Uno era que la Alianza
Obrera, pese a que aumentaba su implantación, sólo había adquirido consistencia real en
Asturias. El otro, que todavía quedaba por crear, el partido revolucionario de masas.
De manera general, Maurín trató de establecer paralelismos entre la situación española y la de
la Rusia revolucionaria en 1917. En Rusia, la pequeña burguesía tampoco había sido capaz de
llevar a cabo la revolución democrática, razón por la que esta tarea había recaído en el
proletariado y sus aliados. Lenin había abandonado, en vista de las circunstancias, su
insistencia acerca de “la dictadura democrática del proletariado y campesinado”. Esta
consigna, sin embargo, había sido posteriormente recuperada de nuevo por la IC y, por ende,
por el PCE. A diferencia de sus sucesores, Lenin había adoptado, aunque no de manera
explícita, la concepción de “revolución permanente”. 31 Según este concepto, la clase obrera
debía pasar directamente de la etapa “democrática” de la revolución a la “socialista”. Para
Maurín la clase obrera española se encontraba en una situación mejor a la de la rusa dieciocho
años antes. La clase obrera española podía aprender ahora de los errores cometidos por la
Revolución rusa; además, el movimiento obrero español contaba con una larga tradición
democrática, y éste era un elemento positivo de cara al carácter democrático que la sociedad
posrevolucionaria debía revestir. Por último, el nivel de consciencia política del campesinado
español era, en términos generales, más alto que el del campesinado ruso.
La posición de Maurín y del BOC, por lo tanto, seguía girando en torno a la necesidad de que
el proletariado llevase a cabo la revolución democrática, posición que habían venido
manteniendo durante los cinco años anteriores. Tras los acontecimientos de octubre de 1934,
se dio mayor importancia al vínculo directo entre la “etapa democrática” y la “etapa socialista”
de la revolución. Tal posición no implicaba, como declaraba Avant! en diciembre, que si la
pequeña burguesía no llevaba a cabo la revolución democrática el proletariado fuese a lanzarse
directamente a la revolución socialista; tal posición sería propia de “un anarquista, no de un
marxista”. La revolución democrática era indispensable y en España llevarla a cabo era
históricamente la tarea del proletariado, sostenía el BOC. En consecuencia, la revolución
democrática estaba directamente vinculada al triunfo del socialismo. Se recurría a la
Revolución rusa como prueba de este vínculo entre la revolución democrática y la socialista.
Avant! citaba a Lenin y a Trotsky para mostrar que, como abanderada de la democracia, la
vanguardia proletaria iba a imponer su línea, y de esta se iba a evitar que la pequeña burguesía
influyese sobre las masas trabajadoras. 32 Maurín acuñó el término “democrático-socialista”

30
Maurín, Revolución y contrarrevolución... pp.165-166.
31
ibíd p.116.
32
ibíd p.224; “La táctica i l'estratègia del moment”, Avant! 17.12.34.
186

para referirse a la revolución que los trabajadores iban a encabezar, con lo cual se dejaba de
manifiesto la intrínseca imbricación entre la etapa “democrática” y la “socialista”. Como ya
había argumentado el dirigente bloquista en 1933, la revolución había llegado a una etapa en
la cual sólo la clase obrera podía decidir la situación tomando el poder e iniciando la “marcha
hacia el socialismo”. 33
La esencia de la revolución democrático-socialista residía en que la clase obrera se
transformase a través de sus organizaciones, la Alianza Obrera y el partido revolucionario, en
“el gran libertador” de las clases populares, en palabras de Maurín. El libertador de “las masas
obreras torturadas por la injusticia social y el hambre”, de las minorías nacionales, “de las
clases medias y pequeña burguesía atormentadas por la incertidumbre y por la voracidad de un
capitalismo decadente y parasitario.... de la mujer, paria real en la sociedad burguesa”, de la
juventud, continúa Maurín, “en una palabra, el proletariado ha de ser el exponente, el guía de
una profunda transformación nacional”. Esta “segunda revolución” no podía ser llevada a cabo
por un solo partido, ni siquiera por una sola clase, sino que debía ser vista por “la inmensa
mayoría de la población” como “la aurora de un mundo más justo, más humano, más
ordenado, más habitable”. La conclusión del análisis de Maurín era que “cuando el
proletariado organizado.... sea el representante de la gran masa, cuando el meridiano del
interés nacional se confunda con el meridiano del movimiento obrero, entonces el proletariado
tomará el Poder”. 34 El BOC presentaba la “segunda revolución” como esta fuerza liberadora
encabezada por el proletariado en la que convergían las luchas del campesinado y de los
movimientos de liberación nacional. Pese a la terminología de Maurín y a las críticas de
Trotsky a sus teorías, es difícil señalar muchas diferencias entre la concepción de la revolución
democrático-socialista de Maurín y la de Lenin y de los bolcheviques en 1917. Un artículo de
Maurín publicado en mayo de 1936 revela su posición con total claridad: “nuestra revolución
es democrática y socialista a la vez, puesto que el proletariado triunfante tiene que hacer una
buena parte de la revolución que correspondía a la burguesía y, simultáneamente, ha de
empezar la revolución socialista”. 35
El programa mínimo propuesto por Maurín, de cuya aplicación debía hacerse cargo el futuro
gobierno obrero y campesino al principio de la revolución democrático-socialista, englobaba
muchos de los puntos que el BOC venía defendiendo desde 1930: la Unión Ibérica de
Repúblicas Socialistas, con derecho a la secesión de sus partes constituyentes; la
nacionalización de la tierra y su redistribución a los campesinos; la nacionalización de las
industrias más importantes, de la banca, de las minas y de los medios de transporte; la jornada
laboral de seis horas, y la entrega de armas a los obreros. El dirigente bloquista también
incluyó una serie de medidas económicas intermedias como la abolición de las deudas
estatales, regionales y municipales que eran financiadas por la población activa, el
establecimiento del monopolio estatal del comercio externo, multiplicar por dos el poder
adquisitivo del mercado interno mediante “un ascenso vertiginoso del rendimiento del trabajo
y de producción en general”, y “doblar, triplicar, cuadruplicar la producción, que será
controlada por el Estado”. La economía ya no iba a ser caótica sino que iba a ser planificada y

33
Maurín, Revolución y contrarrevolución... pp.96-97; J. Maurín, “Las etapas de la Revolución Española”, La
Batalla 21.12.33.
34
Maurín, Revolución y contrarrevolución... pp.224-225.
35
J. Maurín “¿Revolución democráticoburguesa o revolución democráticosocialista?”, La Nueva Era, mayo
1936. Para las criticas de Trotsky de la teoría de la “revolución democráticosocialista” de Maurín, véase, Trotsky,
“¿Que deben hacer los bolcheviques-leninistas en España? (22.4.36.) La revolución española... tomo I, p.342.
187

dirigida a un objetivo final: “aumentar el bienestar de los trabajadores”. 36


Comparado con el programa del BOC para la revolución democrática de 1931, el desarrollado
en Hacia la Segunda Revolución contenía medidas económicas más específicas pero era más
ambiguo con respecto a la cuestión del poder revolucionario. Los gobiernos locales,
nacionales y todos los otros “órganos de Poder” serían “elegidos democráticamente por los
trabajadores”. Así, según Maurín, “el Poder pertenecerá a todos y será de todos”. Las
estructuras que se iban a crear debían permitir “que todos los trabajadores intervengan en las
funciones de gobierno”. Los trabajadores iban a gozar de los derechos fundamentales: “a la
vida, a la libertad, al trabajo, a la verdad, a pensar, al Poder”. El Estado socialista, en estricto
contraste con el fascista, como Estado “carecerá de derechos. Tendrá deberes”. 37
Para Maurín hablar de la naturaleza “nacional” de la revolución española no se contradecía
con el internacionalismo socialista. Según el dirigente bloquista, la revolución española, como
la bolchevique antes, iba a tener “inmediatamente una gran repercusión internacional”. Maurín
estaba convencido de que las repercusiones internacionales de la revolución española podían
causar la caída del fascismo en Portugal, Italia y Alemania. Incluso si la revolución no se
extendía, el nuevo régimen contaría con dos poderosos aliados: la URSS y el proletariado
internacional. En España, al igual que en Rusia, probablemente se iba a dar un período de
guerra civil inmediatamente después de la toma del poder estatal por el proletariado. Maurín
pronosticó que este conflicto militar iba a ser más breve que el arrostrado por los bolcheviques
debido, por un lado, a que la oposición a la guerra por parte del proletariado de los países
capitalistas iba a dificultar el que éstos interviniesen en el conflicto, y por otro, a la
intensificación de la rivalidad interimperialista y a la amenaza de una guerra mundial. 38
Maurín no consideró la posibilidad de que esas condiciones no constituyesen un impedimento
a la intervención de los Estados capitalistas con regímenes fascistas en una futura guerra civil
española, como en efecto sucedió en 1936.
En Hacia la Segunda Revolución se afirma que los acontecimientos de octubre habían
revelado, entre otras cosas, la incapacidad política de la pequeña burguesía. Según Maurín esto
ya había quedado de manifiesto tras la debacle sufrida por los partidos republicanos de
izquierda en las elecciones de noviembre de 1933. Para el BOC esas elecciones habían
constituido, más que la victoria de las fuerzas reaccionarias, “la derrota absoluta de la pequeña
burguesía”, y habían causado, “como la oscilación de un péndulo, el ascenso de la derecha”.
Maurín señaló que aunque ERC había recibido un gran apoyo electoral en los comicios, su
debilidad política real había quedado de manifiesto durante el verano y el otoño de 1934.
Hasta poco antes, la compleja composición social de ERC -republicanos a la antigua usanza,
separatistas, socialdemócratas y campesinos radicalizados- había constituido tanto su fuerza
como su debilidad. La experiencia de ERC en el gobierno y la posterior debacle del “Estado
Catalán” de octubre de 1934 habían llevado, creía Maurín, a que se desarrollase un conflicto
entre el partido y la base que siempre lo había sustentado. 39 El BOC afirmaba que, si bien en
cierta manera ERC había sido una organización progresista entre 1930 y 1931, ahora
constituía una fuerza reaccionaria. 40
En vista de estas contradicciones, el BOC y Maurín reiteraron sus pronósticos de que el

36
Maurín, Revolución y contrarrevolución... p.226-228.
37
ibíd pp.228-229.
38
ibíd pp.223-224, 230-231.
39
ibíd pp.133-134. También véase, “L'Esquerra i els treballadors”, Avant! 9.1.35.
40
“Esquerra and Company”, La Batalla 2.8.35.
188

nacionalismo pequeñoburgués con el tiempo iba a desintegrarse, con lo cual sus seguidores
iban a tener que alinearse entonces o con la contrarrevolución o con el proletariado. El número
de militantes de ERC había aumentado desde 1934, pero según el BOC, muchos de esos
militantes eran obreros cuyos instintos de clase pronto iban a salir a flote. 41 Significativo de
esto es que, al parecer, aumentaba la simpatía hacia la Alianza Obrera en el seno de la UdeR.
Según el dirigente bloquista ferroviario de Lleida, Joan Farré, “la mayoría de los trabajadores
que militaban en ERC eran buenos revolucionarios”. En concreto los disidentes comunistas
tomaron nota de la radicalización de la base social de Estat Català y afirmaron que buena parte
de su militancia la constituían “patriotas jóvenes, [...] y revolucionarios sinceros” muy
diferentes a los “aventureros” que fundamentalmente integraban la dirección del partido. 42
Esta actitud marca un claro contraste con la opinión totalmente negativa de que la dirección
del BOC manifestaba acerca de Estat Català en 1934, cuando lo definía como semifascista.
Los bloquistas esperaban que el frente único fuese el mecanismo para que las masas populares
y la pequeña burguesía rompiesen con ERC y se unieran a la causa revolucionaria. Maurín
creía que este cambio era ahora factible, cuando se había visto que las alianzas obreras
(primero en Madrid en septiembre, después en Barcelona, y sobre todo en Asturias), habían
hecho más, con sus acciones decididas, por la defensa de la libertad de Cataluña de lo que la
pequeña burguesía catalana había hecho nunca. Los acontecimientos de octubre habían
convencido al líder bloquista de que “el movimiento [de liberación] nacional [había]
comenzado a desplazarse del campo de la pequeña burguesía al de la clase trabajadora”.
Asimismo, Maurín creía que de esta manera el proletariado se encontraba ahora en una
posición más favorable para asumir el liderazgo del movimiento de liberación nacional. 43 Sin
embargo, como ya había sucedido en otras oportunidades, los pronósticos optimistas del BOC
acerca de la inminente debacle del nacionalismo pequeñoburgués se revelaron infundados.
Después de los acontecimientos de octubre de 1934, el BOC intensificó sus advertencias
acerca del peligro de una conquista del poder al estilo fascista. Según Maurín, Gil Robles ya
había completado la segunda etapa de su estrategia para conquistar la República desde dentro.
Tras haber dado su respaldo parlamentario al gobierno radical, la CEDA participaba ahora en
ese gobierno y se disponía, en lo que iba a ser la tercera y última etapa a asumir por sí sola el
poder y a introducir el fascismo. 44 El BOC consideró, por lo tanto, sumamente peligrosa la
incorporación al gobierno de cinco ministros de la CEDA, en mayo de 1935. La Alianza
Obrera de Cataluña advirtió que el nuevo gobierno representaba “un gran paso hacia la
victoria del fascismo” y que, desde su nuevo puesto de ministro de la Guerra, Gil Robles se
dispondría a “preparar el golpe de Estado definitivo”. 45
El BOC no había desarrollado hasta entonces un análisis riguroso sobre la naturaleza del
fascismo, omisión que en cierta medida el último libro de Maurín corregía. En Hacia la
Segunda Revolución el líder del BOC argumenta que el fascismo es el último recurso del
capitalismo decadente frente a la amenaza del socialismo, y analiza las circunstancias que, en
general, habían favorecido el desarrollo del fascismo en otros países europeos. En primer lugar
41
El PCdeC compartía el análisis del BOC sobre la conciencia de clase de muchos trabajadores influenciados por
los nacionalistas de izquierda. A finales de 1935, los comunistas oficiales informaron a la dirección del partido en
Madrid que muchos trabajadores que antes leían Solidaridad Obrera, ahora leían La Humanitat (“Informe sobre
la situación de Cataluña” s.f. [ACCPCE]).
42
“La crisi de l'Esquerra”, Avant! 16.4.35; J. Farré, “Política lleidatana. Dues cartes”, L'Hora 8.3.35.
43
Maurín, Revolución y contrarrevolución... p.184.
44
ibíd p.225.
45
Acción 14.5.35.
189

considera necesario que se den crisis económicas muy agudas que produzcan un aumento
galopante del número de parados, entre los que el fascismo va a realizar un reclutamiento
masivo para sus filas. En segundo lugar, el capitalismo debe encontrarse en un callejón sin
salida, lo que va a llevar al país al borde de la bancarrota total. La burguesía trata entonces de
descargar la catástrofe económica sobre las espaldas del proletariado, esclavizándolo política y
económicamente. Otras de las condiciones previas para el desarrollo del fascismo son, según
Maurín, la evolución del estado hacia un autoritarismo cada vez mayor, la existencia de un
clima bélico a escala internacional, la derrota de la revolución democrática encabezada por la
pequeña burguesía y la división en el seno del movimiento obrero. 46
Aunque estas condiciones se daban, de una manera u otra, en España, Maurín advertía que en
este país aún existían una serie de circunstancias importantes que obstaculizaban el desarrollo
del fascismo y que no se habían dado en Italia, Alemania o en Austria. España había vivido
una reciente experiencia dictatorial con todas sus consecuencias. Por esta razón, Maurín creía
que era muy difícil que aquí, al contrario de lo sucedido en Italia o Alemania, el fascismo
consiguiese embaucar a las masas populares prometiéndoles un idílico futuro. Por otra parte,
la pequeña burguesía, que en otros países había constituido la base de masas del fascismo, en
España aún se hacía muchas ilusiones con la democracia, aunque esta situación podía cambiar
fácilmente. El fascismo en España tampoco había logrado implantarse entre la clase
trabajadora (al contrario de lo sucedido en Italia y Alemania, donde multitud de parados
engrosaron sus filas) y ni siquiera se había ganado a la burguesía industrial. Por último Maurín
recordaba que en España el movimiento fascista estaba dividido y carecía de un líder
aceptado. 47 Maurín creía que el partido reaccionario más sólido, la CEDA, no era capaz de
transformarse en un partido fascista de corte clásico. Este partido trataba de representar tanto
los intereses de la iglesia como los de los propietarios rurales, por lo que no podía estar al
servicio del único dios del fascismo, el Estado. Maurín afirmaba que, aunque represivo y
autoritario, Gil Robles nunca iba a llegar a ser un fascista verdadero. No tenía ni “inteligencia
como Mussolini, (ni) una gran pasión como Hitler” y pese a que aspiraba a ser fascista, en
realidad “le (daba) miedo el fascismo”. El líder de la CEDA, que estaba impresionado por la
reciente caída de Dollfuss, y que advertía por otra parte la clara falta de una implantación
importante del fascismo en España, se había visto obligado a distanciarse de esa opción
ideológica. Desde 1930-1931 Maurín consideraba que en España la contrarrevolución iba a
tener un carácter militar, opinión que ahora reiteró. De triunfar la contrarrevolución, el
régimen que ésta instaurase podía adoptar el modelo de la antigua dictadura de Primo de
Rivera, aunque acentuando el carácter fascista, o el de los regímenes imperantes en Polonia,
Portugal, Bulgaria, Grecia, Yugoslavia y en algunos países latinoamericanos y asiáticos. 48 En
España, la popularidad de la que ciertos jefes del ejército, como Franco, gozaban entre los
sectores conservadores tras el papel represivo que habían desempeñado durante los
acontecimientos de octubre de 1934, hacía más factible la posibilidad de una intervención
militar si el “camino institucional” de la CEDA fracasaba. El periódico clandestino del BOC,
Acción, incluso aludió en febrero de 1935 a la existencia de una “conspiración militar”
encabezada por Franco. 49 La gestión de Gil Robles como ministro de la Guerra desde mayo de
1935 iba a fortalecer aun más la posición de estos conspiradores en potencia.

46
Maurín, Revolución y contrarrevolución... pp.204-208.
47
ibíd pp.208-210.
48
ibíd pp.211-217. El folleto del BOC, Les lliçons de la insurreció... (p.25), argumenta que Gil Robles se había
alejado en algunos aspectos del fascismo después de la caída de Dolfuss.
49
“La amenaza de un golpe militar”, Acción 1.2.35.
190

Por último, según Maurín, otro factor esencial para que el fascismo pudiese triunfar era la
existencia de una revolución derrotada. En España había fracasado la revolución democrática
encabezada por la pequeña burguesía, por lo que las circunstancias eran favorables para que
tuviese lugar un golpe de carácter fascista. Sin embargo, sobre las ruinas de la primera y
fallida revolución podía también levantarse la segunda, la revolución democrático-socialista.
La clase obrera, que había aprendido de las trágicas experiencias de Austria y Alemania, ya
había demostrado en octubre que estaba dispuesta a luchar hasta el final para evitar que se
instaurase un régimen fascista. 50 Maurín afirmó que de no haber presentado batalla el
proletariado, tal como no la había presentado la pequeña burguesía, la derrota habría sido
entonces terrible. Las clases dominantes estaban aún divididas acerca de qué rumbo tomar y el
crecimiento del fascismo se enfrentaba a una serie de obstáculos importantes. La situación
podía cambiar, por lo que la conclusión de Maurín era que “si el proletariado no logra
superarse [para enfrentar esta amenaza], si no es capaz de comprender la misión que le
corresponde adoptando una estrategia y una táctica justas, enfocadas hacia un objetivo final, el
de la toma del Poder, evidentemente, la actual generación quedaría triturada por la
contrarrevolución...”. 51 Maurín subraya que el fascismo constituía un castigo terrible que se
infligía a la clase trabajadora y sus aliados cuando abdicaban de llevar a cabo su tarea
histórica: la conquista del poder estatal y la instauración del socialismo.

Las alianzas obreras en 1935.


Para Maurín y para el BOC la “unidad en la acción” era una de las condiciones indispensables
para que la clase obrera llegara a tomar el poder. Esta unidad se había logrado ya en parte a
través de la creación de las alianzas obreras. Tras los acontecimientos de octubre de 1934, los
comunistas disidentes reiteraban de manera persistente que estas alianzas debían ampliarse
para que agrupasen, como mínimo, a la mayoría del movimiento obrero y que debían
coordinarse a escala estatal. El BOC también señalaba la necesidad de transformar las alianzas
en el equivalente español de los soviets rusos; para lograr este objetivo el primer paso
consistía en que las alianzas se tornasen frentes únicos que pudiesen conseguir la unidad por la
base de la clase obrera y no fuesen solamente una coalición de organizaciones. El paso
siguiente consistía en que los frentes únicos se transformasen en organizaciones
insurreccionales, y finalmente en los órganos de poder revolucionarios.52 El BOC
argumentaba que para que este proceso se iniciase era necesario, en primer lugar,
“democratizar” las alianzas. También los trotskistas, desde 1934 y el PCE, tras su
incorporación a las alianzas, defendían esta posición. Para el BOC los soviets españoles
debían constituir una ampliación del frente único y no ser organizaciones totalmente nuevas
creadas al margen de los partidos y sindicatos existentes, como lo habían sido en Rusia debido
a la debilidad de las organizaciones obreras allí. Ya antes de octubre de 1934, en el seno del
BOC se habían expresado algunas críticas a las alianzas aduciendo que éstas se veían limitadas
por el hecho de depender de organizaciones existentes y constituir así una suerte de
“superorganización formada desde la cúpula”. 53 Los problemas inherentes a una organización

50
Maurín, Revolución y contrarrevolución... p.218. Véase también: BOC, Les lliçons... p.20 y “Los deberes de la
clase trabajador en este momento trascendental”, Acción 9.4.35.
51
Maurín, Revolución y contrarrevolución... p.221. Cuando se reeditó Hacia la Segunda Revolución 31 años más
tarde, el propio Maurín subrayó estas palabras trágicamente proféticas.
52
ibíd p.119; “Perspectivas de la Alianza Obrera”, La Batalla 13.9.35; R. Arteu, “Cómo surgió el primer soviet”,
ibíd 11.10.35; POUM, Què és i què vol el Partit Obrer d'Unificació Marxista (Barcelona 1936) p.14.
53
J. Vila, “Para transformar la Alianza Obrera en órgano de poder”, La Batalla 16.8.34; Gironella, “La
191

de esta índole se habían puesto de manifiesto en la Conferencia Regional de la Alianza Obrera


de Cataluña celebrada en junio de 1934, en la que los delegados, en lugar de representar a sus
respectivas alianzas locales, a la hora de votar se limitaban a seguir la línea del partido al que
pertenecían. Frente a esto, según el BOC, era el momento de que las alianzas se abriesen a la
participación de todos los trabajadores, aunque no militasen en partidos o sindicatos, para
transformarse en una especie de soviets o de consejos obreros. Los bloquistas esperaban así
que, al conseguir crear una tan amplia unidad por la base de la clase obrera, las alianzas se
iban a erigir en centros de un “poder dual” en potencia. El BOC propuso que las alianzas,
aparte de ser la instancia unitaria de lucha de las masas populares, debían también encargarse
de promover la creación de instituciones obreras para hacer frente a las necesidades cotidianas
de los trabajadores, como cooperativas, escuelas y asociaciones de ayuda mutua. 54
La aspiración bloquista a que las alianzas se transformasen en soviets no podía plasmarse en la
práctica sin que los socialistas y los anarcosindicalistas decidiesen propiciar la unidad obrera.
La actitud de los socialistas hacia las alianzas se había tornado, tras los acontecimientos de
octubre, incluso más ambigua, cuando no abiertamente hostil. Las direcciones del PSOE y de
la UGT sólo aceptaban a las alianzas en cuantas organizaciones limitadas a desempeñar un
papel estrictamente subordinado al partido. Por contra, la FJS seguía defendiendo abierta-
mente a las alianzas, incluso como una forma de soviet, aunque las veían como organizaciones
puramente “insurreccionales” y seguía considerando que las huelgas y otras luchas cotidianas
constituían “un derroche de la energía de los obreros”. El BOC por su parte argumentaba que
la participación de las alianzas obreras en acciones reivindicativas desempeñaba un papel
fundamental para que los obreros adquiriesen confianza en sí mismos.
La CNT continuaba oponiéndose a las alianzas, al menos oficialmente, y sobre todo lo hacía
en Cataluña. La actuación de la Confederación en los acontecimientos de octubre había dado
pie, sin embargo, a una cierta preocupación entre algunos militantes anarcosindicalistas, por lo
que los dirigentes cenetistas consideraron necesario justificar el papel que habían
desempeñado en esos momentos. 55 Así, señalaron que donde la CNT había participado en el
movimiento la huelga general había sido un éxito, con lo que resaltaban la importancia de la
Confederación, al tiempo que culpaban a la socialdemocracia del fracaso del movimiento en
general. Por otra parte, además de la CNT asturiana, otras secciones locales, entre ellas la de
Madrid, colaboraban ahora con las alianzas obreras. 56 En el seno de las Juventudes Libertarias
también surgió al parecer una corriente a favor de las alianzas. 57 El BOC se vio especialmente
alentado por la publicación de una serie de artículos de Federico Urales, veterano militante
anarquista, en la Revista Blanca, en los que abogaba a favor de la participación de la CNT en
un frente único. Durante la primavera y el otoño de 1935 el periódico bloquista L'Hora se hizo
eco de la polémica que los artículos de Urales habían desatado entre los anarquistas. El BOC
se mostraba confiado, en público por lo menos, en que la CNT pronto iba a cambiar su actitud

democratización de la Alianza Obrera” ibíd 4.10.34.


54
“Els problemas locals de l'Aliança Obrera” L'Hora 4.10.35. La exposición más clara de esta posición es: J.
Maurín, “La Alianza Obrera. Orígenes, características y porvenir”, La Nueva Era enero 1936.
55
Para el análisis de la CNT de los hechos de octubre del 34 véase, “Las lecciones de la insurrección de octubre”
y “Análisis de la revolución” en Bizcarrondo, Octubre... pp.291-316.
56
Según las Actas de la Comisión Nacional de la UGT del 6 de junio de 1935, la CNT y la FAI participaron en la
reunión de la Alianza Obrera de Madrid del 23 de mayo de 1935. Según el PCE, la CNT también participó en la
alianzas obreras de La Coruña, Huelva y Logroño (“Alianzas Obreras existentes en mayo-junio 1935” s.f.
[ACCPCE]).
57
W. Solano, “Los jóvenes anarquistas y la Alianza Obrera”, La Batalla 18.10.35.
192

hacia la Alianza Obrera. 58 En la práctica, este optimismo no estaba del todo justificado. La
gran mayoría de la CNT no se integró en las alianzas obreras y además la existencia de éstas
se iba tornando cada vez más precaria.
Durante los primeros meses de 1935 se organizaron, al menos formalmente, nuevas alianzas
obreras. Un informe interno del PCE de abril de ese año menciona la existencia de 16 alianzas
provinciales, 207 locales y 53 en fábricas y otros lugares de trabajo. 59 Muchas de estas
alianzas fueron probablemente creadas, y estaban dominadas, por el Partido Comunista. El
PCE había sacado provecho del papel que había o decía haber desempeñado en los aconteci-
mientos de octubre. La prensa burguesa contribuía a resaltar este papel de los comunistas ya
que le interesaba difundir la idea de que había existido un complot respaldado por Moscú.
Mientras que algunos dirigentes socialistas, entre ellos Largo Caballero, negaban tener
responsabilidad alguna en la organización del levantamiento, el PCE reivindicaba orgullosa-
mente su responsabilidad en lo ocurrido. El PCE, a diferencia del BOC, contaba con una
presencia a escala estatal, aunque reducida, y con los recursos para popularizar su concepción
de las “alianzas obreras y campesinas”. La gran mayoría de las alianzas que, según el PCE,
existían a mediados de 1935, se habían formado en zonas donde el PCE era predominante,
como en Vizcaya, y tan sólo estaban integradas por los comunistas oficiales, los sindicatos
dominados por ellos y unas pocas organizaciones locales de los socialistas. Es muy probable
que se ajustasen más a la realidad las afirmaciones posteriores del BOC de que las alianzas
habían “prácticamente desaparecido después de octubre de 1934” debido a la represión, pero
también a la indiferencia, cuando no a la hostilidad, de las organizaciones obreras más
importantes. 60 No deja de ser significativo que la prensa bloquista no hiciese casi mención de
las alianzas que, según el PCE, se habían formado durante 1935. 61 Fuera de Cataluña parece
ser que el BOC sólo participó en la organización, en junio , de una nueva Alianza Obrera en
Palma de Mallorca. 62
La Alianza Obrera continuó existiendo como organización de ámbito catalán, al menos
nominalmente, a lo largo de todo 1935, y a escala local lo hizo sólo en localidades importantes
como Barcelona, Badalona, Girona, Lleida, Mataró, Tarragona y Terrassa. 63 El Comité
Regional de la Alianza Obrera incluía ahora al PCdeC, que se había unido a la Alianza el día
antes de que se iniciase el levantamiento de octubre, y al Partido Sindicalista; más adelante, en
1935, también se integró el Partit Català Proletari (PCP) — nombre que el Estat Català-Partit
Proletari había adoptado en 1934 —. Los llamamientos que se hicieron a las organizaciones
que aún no estaban integradas, especialmente a la CNT, para que entrasen en la Alianza
Obrera no tuvieron mucho eco. Con todo, el BOC y el PCdeC estaban convencidos de que esta
situación iba a cambiar a corto plazo. 64 El BOC, además, estaba especialmente interesado en
persuadir a la UdeR de que se reintegrase a la Alianza Obrera, cosa que en marzo de 1935

58
L'Hora 22.3.35, 27.4.35, 21.6.35, 28.6.35, 5.7.35, 19.7.35.
59
“Resumen de las Alianzas Obreras y Campesinas” abril de 1935 (ACCPCE); “Alianzas Obreras existentes en
mayo junio 1935” s.f. (ibíd).
60
Acta del Comité Central del POUM 5/6.1.36 p.6.
61
Dos excepciones fueron las de Pamplona, con la participación de la ICE, el PCE, el PSOE, la UGT, la FJS y la
UJC, (La Batalla 16.8.35.) y Vigo (ibíd 29.11.35).
62
En la Alianza Obrera de Palma de Mallorca participaron también el PCE y el PSOE (El Obrero Balear
14.6.35); la Alianza organizó su primer mitin el 17 de noviembre de 1935, con oradores del PCE, del PSOE, de la
UGT y Maurín por parte del POUM (La Batalla 29.11.35).
63
“Alianzas Obreras existentes en mayo-junio 1935” (ACCPCE); “Alianzas Obreras y Campesinas” diciembre
de 1935 (ACCPCE).
64
A modo ilustrativo véase, “BP de C al BP de España” 21.3.35.(ACCPCE)
193

parecía posible debido a la creciente influencia de los elementos más combativos en la


dirección de la organización campesina. 65 Estas expectativas sufrieron un revés cuando pocos
meses después la UdeR publicó un folleto en el que se desacreditaba a la Alianza, tildándola
de ser una organización “compuesta por una serie de dirigentes interesados en alcanzar sus
propios objetivos”. 66
En los frentes de lucha sociopolítica, además de respaldar las acciones de los obreros
metalúrgicos, la Alianza Obrera de Cataluña intentó organizar una huelga general el 1 de
mayo de 1935. Dado que era un día de fiesta, la huelga fundamentalmente afectó a los sectores
de transporte y servicios. La Delegación de Trabajo amenazó con autorizar el despido de todos
los trabajadores que se adhiriesen a la huelga y las autoridades movilizaron a un importante
contingente militar y aumentaron los efectivos policiales en las calles de Barcelona para
mantener el orden público. La ciudad parecía un “campamento militar” y según fuentes
derechistas la situación era “casi normal”. Sin embargo, la prensa clandestina del BOC
proclamó que la huelga había sido una “gran victoria”. Por su parte el Partido Comunista
afirmó que fueron muy pocos los trabajadores que acudieron a sus puestos de trabajo en los
hoteles, bares y restaurantes de la ciudad. Se dio al parecer el caso de que incluso en los
establecimientos que funcionaron con normalidad hubo trabajadores que se negaron a atender
a los militares. Parece ser que la huelga tuvo un seguimiento menor en los transportes
públicos. Algunos tranvías fueron detenidos por militantes obreros armados con pistolas. Lo
más significativo de este paro fue el hecho de que la CNT también lo respaldase. Esta
colaboración cenetista con la Alianza Obrera carecía de precedentes y sin duda alentó las
esperanzas de que fuera a ser posible finalmente atraer a los anarcosindicalistas al frente
único. Sin embargo, y para pesar de la Alianza Obrera de Cataluña, una colaboración más
duradera con la Confederación no iba a resultar más fácil que antes. 67
Aparte de la huelga del 1 de mayo, las actividades de la Alianza catalana fueron bastante
limitadas debido al cerco de las autoridades y también por las tensiones internas que con el
tiempo la iban a paralizar prácticamente por completo. Desde que el PCdeC se había integrado
en la Alianza habían surgido una serie de conflictos, a menudo enconados, entre éste y el
BOC. Los comunistas disidentes, en general respaldados por la mayoría de las restantes
organizaciones de la Alianza, denunciaban lo que consideraban maniobras del PCdeC que
perjudicaban el prestigio de la Alianza. La acusación más seria fue presentada por Maurín en
enero de 1935; el líder bloquista denunció que, según documentos internos de los comunistas
oficiales, éstos estaban intentando crear comités de enlace con los socialistas a espaldas de las
alianzas. El Comité Regional de la Alianza Obrera catalana condenó esta iniciativa con la sola
oposición de la UGT y el PCdeC. Se decidió enviar una delegación a Madrid para tratar de
persuadir al PCE y al PSOE de que esta iniciativa era contraria tanto a los intereses de las
alianzas obreras como a los de la revolución. La presentación de documentos internos del PCE
en reuniones de las alianzas por parte del BOC caldearon los ánimos. Los comunistas
ortodoxos se quejaron de que el objetivo de los bloquistas era expulsar a su partido de la

65
En una entrevista con la periodista Irene Polo, en abril del 1935, Maurín habló de la fuerte corrientes” que
existía dentro de la UdeR “en favor de integrarse en la Alianza Obrera” (I. Polo, “Joaquim Maurín ens parla dels
propòsits de les forces marxistes de Catalunya”, L’Instant 12.4.35).
66
“La Unió de Rabassaires i l'Aliança Obrera”, L'Hora 27.9.35.
67
Sobre la huelga de 1 de mayo véase: la octavilla editada por el Comité Local de la Alianza Obrera de
Barcelona, “Primero de Mayo. ¡Viva la Huelga General!” (ACCPCE); el informe del PCdeC, “Informe sobre la
jornada del 1 de Mayo en Cataluña” s.f. (ACCPCE); Acción 14.5.35; Comercio y Navegación mayo 1935; La
Vanguardia 1.5.35, 3.5.35.
194

Alianza y que casi en cada reunión del Comité Regional el BOC atacaba a los representantes
del PCdeC. 68
La situación desembocó en un choque, en abril de 1935, tras un desacuerdo acerca del uso que
se debía hacer de los fondos recaudados para los prisioneros políticos. Después del
levantamiento de octubre, el Comité Regional de la Alianza Obrera de Cataluña había
decidido funcionar como un Comité de Ayuda a los Presos y recaudar fondos para todos los
trabajadores encarcelados independientemente de la afiliación política de éstos. Un intento del
PCdeC de aumentar su influencia dentro la Alianza contribuyó a encrespar más los ánimos.
Cuando Socorro Rojo Internacional (SRI), la organización de ayuda de los comunistas
oficiales, hizo una aportación de 10 000 pesetas donadas por “trabajadores rusos”, el PCdeC
exigió, tras entregar el donativo, que SRI estuviese representado en el Comité Regional de la
Alianza, exigencia que fue rechazada. La situación empeoró dos meses después, cuando el
BOC acusó al representante de la UGT catalana de haberse apropiado indebidamente de
fondos destinados a los presos. El representante del BOC en la secretaría de la Alianza dimitió
al no apoyar la acusación ninguna de las otras organizaciones, a excepción de la ICE. Esta
disputa llevó al BOC a afirmar que a todos los efectos, en Cataluña, la Alianza se había
“colapsado” en junio de 1935. 69 A escala local las alianzas siguieron existiendo, aunque
sostenidas exclusivamente por los comunistas disidentes. 70 La disputa sobre los fondos fue el
detonante de una crisis que dejó de manifiesto el realineamiento de las organizaciones obreras
que se estaba produciendo. La desintegración de la Alianza Obrera catalana constituyó un
síntoma del creciente alejamiento entre el BOC y las otras organizaciones marxistas de
Cataluña, con la excepción de la ICE. Este alejamiento se iba a profundizar mucho más a lo
largo de 1936.
Mientras la Alianza Obrera de Cataluña era presa de sus conflictos internos, su homóloga
valenciana parecía gozar de una posición mucho más fuerte. Esto se debía en parte a que el
estado de emergencia impuesto en casi todo el país tras octubre de 1934 no estaba en vigor en
el País Valenciano. Por otra parte, los treintistas, que constituían la fuerza obrera organizada
más importante de la provincia de Valencia, seguían integrados en la Alianza Obrera
valenciana. Junto con el BOC, el PCE y la ICE, los treintistas habían abogado, al menos desde
julio de 1934, por la formación de una Alianza Obrera Nacional; los sindicalistas consideraban
que la derrota del levantamiento de octubre se había debido a que ésta no había existido.
En las semanas siguientes a la revuelta, la Alianza valenciana impulsó una campaña por el
establecimiento de un frente coordinado a escala estatal. Los socialistas constituían el mayor
obstáculo para esta iniciativa. En noviembre de 1934, la Alianza Obrera de Valencia se dirigió
por escrito tanto a su homóloga madrileña como al PSOE y a la UGT proponiéndoles el
inmediato establecimiento de una Alianza Obrera estatal. 71 Cinco meses después, a principios

68
“Partit Comunista de Catalunya, Comité Central al Buró Político del Partido Comunista de España” 24.1.35,
(ACCPCE); “Partit Comunista de Catalunya Comité Central. A todos los comités de Radio y comarcas” 22.2.35
y 6.3.35, (ACCPCE); “B.P. de C. al B.P. de España” 21.3.35 (ACCPCE); “La Alianza Obrera en peligro”, Acción
1.2.35.
69
“Reunión del Comité Regional de Alianza Obrera de Cataluña” 8.4.35 (ACCPCE); Acta del Comité Central del
POUM 5/6.1.36 p.7. Parece que el Comité Regional de la Alianza Obrera de Cataluña continuó existiendo,
aunque fuera solamente nominalmente; así una octavilla firmada por el comité apareció en octubre de 1935
(Comité de l'Aliança Obrera de Catalunya, “L'aniversari de les jornades d'octubre” s.f. s.l. [octavilla, IMHB]).
70
Según el PCdeC, en enero de 1936 las alianzas obreras en Cataluña eran sostenidos casi exclusivamente por el
POUM y los sindicatos bajo el control del partido (“Qui posa obstacles a l'Aliança Obrera ?”, Octubre 10.1.36).
71
“Comité de la Alianza Obrera Antifascista Valencia al Comité de la Alianza Obrera Madrid” noviembre de
195

de abril, la Alianza valenciana, apoyada ahora también por el Comité Regional de la Alianza
Obrera de Cataluña, intentó tomar la iniciativa convocando una asamblea de todas las alianzas
obreras en Madrid. 72 Los socialistas rápidamente sabotearon ambas propuestas. La UGT
respondió a la invitación afirmando que ya no mantenía relaciones con las alianzas porque
“éstas ya habían cumplido con su misión”. 73 El PCE temía que si los socialistas no
participaban en la creación de una organización de ámbito español, ésta se establecería en
Barcelona y estaría, por lo tanto, controlada por el BOC. Por esta razón los comunistas
oficiales también hicieron un llamamiento a favor de la fundación de una alianza obrera estatal
través de la Alianza Obrera de Vizcaya, pero su iniciativa tampoco tuvo éxito. 74 Los
socialistas ni siquiera respondieron a otra carta que el Comité Regional de la Alianza catalana
dirigió a las direcciones de todas las organizaciones obreras, incluida la CNT, en la cual se
abogaba por la convocatoria de una conferencia especial para establecer una Alianza estatal.
Igualmente infructuosas fueron las gestiones realizadas por una delegación enviada a Madrid
para tratar la cuestión con el PSOE, compuesta por Maurín y el dirigente socialista catalán
Rafael Vidiella. 75 Sin embargo, a los dirigentes socialistas no les resultó nada fácil convencer
a su militancia de que las alianzas obreras ya habían agotado su papel. Las federaciones
catalana y valenciana y secciones locales del PSOE de Sevilla, Zaragoza y otras localidades
estaban a favor de la creación de una Alianza Obrera Nacional, lo que obligó a la dirección del
partido a enviar una nueva circular en junio para explicar las razones de su oposición. 76
La Alianza Obrera valenciana trató de dar nuevos ímpetus a la idea de una alianza estatal y,
aprovechando que en Valencia la organización no había sido proscrita, convocó un mitin el 18
de agosto de 1935 en el que hablaron representantes del PSOE, de la UGT, de los sindicatos
de Oposición, del BOC y del PCE. Se calcula que acudieron unas 40 000 personas, muchas
llegadas del resto de España. A miles de personas no se les permitió llegar e incluso se
produjeron detenciones. Unas 120 organizaciones estuvieron presentes en el acto, presentado
como “nacional” y no provincial o local: 16 alianzas obreras, 35 sindicatos, diez de ellos
campesinos, 31 organizaciones socialistas y agrupaciones de la FSL, del BOC y del PCE. La
mayoría de las organizaciones que apoyaron la convocatoria eran del País Valenciano y del
País Vasco —éstas últimas probablemente de la órbita del PCE. 77
Los partidarios de las alianzas obreras vieron en el multitudinario mitin de Valencia la
confirmación de que gozaban de una implantación importante. En su alocución durante el
mitin, Gorkin reiteró su convicción de que la CNT, “presionada por sus bases”, pronto iba a
adherirse a la Alianza Obrera, y entonces a la fuerza unida de ésta nada iba a poder hacerle
frente. Los socialistas parecían que estaban viéndose finalmente obligados a cambiar su
posición, al menos a juzgar por las palabras del representante de la UGT en el mitin, el
diputado del PSOE por Santander Bruno Alonso, quien habló de la necesidad de lograr la

1934 (ACCPCE).
72
PyJS, UGT, PyJC, “A la reunión extraordinaria de la Alianza Obrera Madrid” Zaragoza 5.4.35, (ACCPCE).
73
Actas de la Comisión Ejecutiva de la UGT 21.3.35, 4.4.35.
74
“B.P. de C. al B.P. de España” 21.3.35, (ACCPCE).
75
Carta del Comité de la Alianza Obrera de Cataluña a todos las organizaciones obreras, 15.4.35 (ACCPCE); en
relación con el viaje de Maurín y Vidiella a Madrid, véase la carta sin firma, probablemente del PCdeC, al
“Secretariado del PCE” 8.5.35. (ACCPCE).
76
Acta del Comité Central del POUM 5/6.1.36 p. 6; Actas de la Comisión Ejecutiva de la UGT 6.6.35; El
periódico del PSOE de Elda declaró, (según La Batalla 4.10.35) que la Alianza Obrera era “la organización
revolucionaria más auténtica que el proletariado español ha tenido nunca”; mientras que todavía en diciembre de
1935 el PSOE de Alcoy seguía apoyando la idea de una Alianza Obrera Nacional (ibíd 20.12.35).
77
Alianza Obrera Valencia, s.f. (1935).
196

“total unidad de la clase trabajadora” a través de las alianzas. 78 Estas expectativas se disiparon
muy rápidamente. La dirección estatal ugetista ya había intentado impedir que la UGT
valenciana participase en el mitin 79 , y Alonso, pocas semanas después de su celebración, se
desdijo de sus anteriores afirmaciones al describir a las alianzas como “órganos de confusión,
desorientación y división”. 80 Gorkin intentó usar el efecto del gran mitin como instrumento de
presión sobre los dirigentes socialistas; con este fin, en representación de la Alianza Obrera
valenciana, se entrevistó con Largo Caballero el 17 de septiembre. El dirigente ugetista fue
inequívoco acerca de su posición con respecto a las alianzas y afirmó, según los comunistas
disidentes, que los socialistas ni habían “organizado esas Alianzas Obreras, ni las (habían)
creado” y que los socialistas no tenían “porque mantener con ellas relación alguna”, 81
declaraciones éstas de las que iba posteriormente a desdecirse. La reticencia de los dirigentes
socialistas, incluidos los del ala izquierda, hacia las alianzas obreras era manifiesta en este
período. Un año después de la revuelta de octubre, la firme defensa bloquista de la necesidad
de crear una Alianza Obrera Nacional no había tenido mucho eco y, a pesar del BOC, el
llamamiento a crearla se estaba convirtiendo en una consigna meramente propagandística.

Partido Obrero de Unificación Marxista.


La otra gran conclusión que el BOC extrajo del levantamiento de octubre, junto a la de
extender y ampliar las alianzas obreras, fue la necesidad de crear un gran partido marxista
revolucionario, sin el cual la clase obrera nunca iba a llegar a tomar el poder. Aunque esta idea
constituía una de las premisas centrales del programa del BOC, así como de todas las demás
organizaciones marxistas, fue la derrota sufrida por el movimiento revolucionario en octubre
la que evidenció con mayor claridad que nunca antes la ausencia de un partido de esa índole.
Maurín afirma en Hacia la Segunda Revolución que en todas las revoluciones anteriores que
se habían dado, en Inglaterra, Francia y Rusia, había existido algún tipo de partido que había
desempeñado “un papel transcendental y decisivo” en el triunfo de la revolución.82 En España,
el partido debía convertirse en el eje de las alianzas obreras y por ende de todas las fuerzas de
la revolución democrático-socialista. De esta manera, como afirmaba el Comité Central del
BOC a principios de 1935, el partido iba a ser el “instrumento de dirección y de combate que
[la clase obrera] ha encontrado a faltar en la insurrección de octubre”.83 Maurín expone la
necesidad de una dirección centralizada, como la que había existido en Rusia, que pudiese
coordinar los aspectos militares, insurreccionales y políticos de la revolución. La creación del
partido revolucionario de masas era por otra parte imprescindible para evitar que la clase
obrera fuese derrotada al enfrentarse con las “provocaciones” de la clase dominante, como
había sucedido en octubre de 1934. La experiencia rusa demostraba que siguiendo la dirección
de un “partido acerado” ninguna acción revolucionaria, por prematura que fuese, iba a abocar
al proletariado a una “catástrofe irreparable”. 84
El BOC afirmaba que “la doctrina del futuro gran partido revolucionario socialista (comunista)
del proletariado ha de ser el marxismo y el leninismo”, y que el “marxismo y el leninismo” a
los que se refería no eran los “interpretados por los epígonos, sino el marxismo y el leninismo

78
ibíd.
79
Actas de la Comisión Ejecutiva de la UGT 1.8.35, 8.8.35, 15.8.35.
80
Citado en E. Cortezón, “Las Alianzas Obreras”, La Batalla 11.10.35.
81
POUM Comité Executiu, A propòsit... p.8.
82
Maurín, Revolución y contrarrevolución... p.222.
83
BOC, Les lliçons... p.28.
84
Maurín, Revolución y contrarrevolución... pp.168, 185.
197

interpretados por nuestro proletariado revolucionario” puesto que “las transposiciones


mecánicas de las experiencias ocurridas en unos países a otros son siempre de resultados
funestos”. Para Maurín “un partido no puede ser una copia, un remedo, una adaptación”; el
partido debía “tener vida propia, y para tenerla, sus raíces han de ahondar la tierra del país en
donde existe, [ha] de estar unido al pasado, al presente y al porvenir del pueblo que quiera
transformar”. Así el partido revolucionario iba a constituir, como había sucedido con los
bolcheviques y con los jacobinos, el “alma de la nación”. Bajo el liderazgo del partido
revolucionario las masas trabajadoras se iban a convertir, en palabras del dirigente del BOC —
como vimos antes — en “una genuina fuerza revolucionaria nacional”, “el gran libertador” del
pueblo español. En esto radicaba el “secreto de todo movimiento revolucionario de enverga-
dura histórica”. 85 El hecho de que Maurín utilizase el término “nacional” no implicaba que
rechazase las lecciones de otras revoluciones ni el internacionalismo. El carácter “nacional”
era necesario la estrategia y táctica del partido revolucionario habían de enmarcarse dentro de
la realidad de cada país, en lugar de aceptar ciegamente los dictados de una dirección
internacional considerada infalible, como sucedía con los partidos comunistas estalinizados.
Maurín y el BOC, desde tiempo atrás, habían difundido, invocando la experiencia histórica, la
idea de que la construcción del partido revolucionario podía iniciarse en Cataluña, pues allí era
donde siempre se habían configurado las vanguardias del movimiento obrero, donde se
crearon tanto la UGT como la CNT. Maurín comparaba el papel de Cataluña en la historia de
España con el de Prusia en la Alemania moderna. Sin embargo, los llamamientos a reactivar la
creación de la FCI a escala española, como lo fue la “intensa campaña propagandística”
iniciada poco antes de octubre de 1934, no habían dado muchos resultados. La FCI, pese al
optimismo de sus promotores, no había logrado una implantación significativa fuera de
Cataluña, excepto en ciertas áreas del País Valenciano y en la zona catalanoparlante de
Huesca. Los acontecimientos de octubre habían subrayado que era imperativo construir, a
corto plazo, un partido de ámbito estatal capaz de llevar a las masas obreras a la victoria; de lo
contrario, los bloquistas estaban convencidos de que la contrarrevolución iba a ser la que
triunfase. 86
En enero de 1935, Maurín afirmó que existían dos caminos para crear en España el partido
revolucionario: el de la unión del PSOE, PCE, BOC y de todos los otros núcleos marxistas
existentes y el de la absorción de todos los partidos por uno. 87 Los acontecimientos de 1934 y
el clamor a favor de la unidad que elevó el movimiento obrero había difundido mucho la
consciencia de la necesaria unificación de todos los grupos marxistas que existían en un solo
partido. Sin duda muchos militantes participaban de esta voluntad unitaria, pero el camino
estaba cuajado de dificultades debido a las profundas y enconadas divisiones existentes entre
los diferentes grupos. Por eso el llamamiento del BOC a la unificación de todos los partidos
obreros españoles constituía fundamentalmente una campaña propagandística. Lo que en el
mejor de los casos se podía lograr era que algunos sectores de esos partidos se pasaron al
futuro partido revolucionario unificado, y para que tal cosa sucediese los bloquistas eran
conscientes de que había que evitar que las iniciativas que se tomaban a favor de la unidad

85
ibíd p.114, 222-223, BOC, Les lliçons... p.28.
86
“Les tasques dels treballadors en aquesta hora”, Avant! 3.12.34.
87
Véase las repuestas de Maurín en, “Una enquesta a les organitzacions obreres. És possible constituir un gran
partit obrer unificat?” L'Hora 26.1.35. Véase también, “Les tasques dels treballadors en aquesta hora”, Avant!
3.12.34; “Any Nou” ibíd 9.1.35; Boletín del Bloque Obrero y Campesino (FCI) enero de 1935.
198

pudiesen ser tildadas de “maniobras”. 88


Los llamamientos a la unificación de los partidos obreros existentes tuvieron mayor
repercusión en Cataluña, donde las divisiones eran más graves y el BOC más fuerte. El 1 de
enero de 1935 el BOC hizo público un manifiesto en el que abogaba por la formación de un
“gran partido marxista”. 89 Este llamamiento fue bien acogido por los demás partidos obreros
de Cataluña, que iniciaron poco después una ronda informal de conversaciones para discutir el
proyecto. A continuación, el Partit Català. Proletari (PCP), con el respaldo entusiasta del BOC,
se declaró a favor de una reunión de todos los grupos marxistas de Cataluña para debatir la
cuestión de la unidad. 90 Esta iniciativa culminó en una reunión celebrada el 3 de febrero en la
que estuvieron presentes el BOC, la USC, la Federación Catalana del PSOE, el PCdeC y la
ICE. Enseguida quedó de manifiesto que iba a ser muy difícil llegar a un entendimiento. Las
dos organizaciones socialistas, ateniéndose a un acuerdo previo entre ellas, abogaron a favor
de una primera unión por separado entre los grupos socialistas y comunistas respectivamente
como primer paso para una posterior unificación general. Los representantes del PSOE
señalaron, además, que no podían tomar decisiones en el ámbito catalán debido a que debían
ceñirse a las orientaciones de la dirección central del partido. El PCdeC, por su parte, declaró
que una unión política, de la índole que fuese, debía fundamentarse en el programa de la IC. 91
No cabía esperar, por lo tanto, que se pudiese lograr una unidad real a corto plazo. Con todo,
la reunión presentó una declaración de tres puntos fundamentales, que debía ser debatida por
cada organización por separado. Estos puntos eran:
—que todos los presentes reconocían la necesidad de unificar a los partidos marxistas
existentes.
—que esta unificación debía llevarse a cabo “sobre la base del marxismo revolucionario”, lo
que implicaba romper todos los vínculos con los partidos pequeñoburgueses, y debía aspirar a
la “toma violenta del poder a través de la insurrección armada” y a la “instauración transitoria
de la dictadura del proletariado”.
—la necesidad de la integración de todos los partidos involucrados en la Alianza Obrera.
La delegación de la USC manifestó inequívocamente que sólo aprobaba el primer punto y, al
igual que el PSOE y el PCP, quería que la cuestión de la integración en la Alianza Obrera se
dejase abierta. 92
El 6 de abril tuvo lugar un nuevo encuentro. El BOC, la ICE y el PCP dieron su visto bueno a
las propuestas presentadas en la reunión de febrero y expresaron su deseo de proseguir con las
negociaciones. La USC, por su parte, reiteró sus objeciones a las propuestas y se manifestó a
favor de esperar para ver cómo se desarrollaban los acontecimientos. El PCdeC manifestó su
acuerdo general con las propuestas de febrero pero quería que se usase el término “marxismo-

88
Boletín del Bloque Obrero y Campesino (FCI) enero de 1935.
89
“El problema de la unificación marxista”, La Batalla 12.7.35.
90
“P.C.de C. Comité Central (al) B.P. del P.C. de E.” 5.2.35 (ACCPCE).
91
La dirección del PCE dio instrucciones al PCdeC en una carta que llegó demasiado tarde de acudir a la reunión
para por una parte denunciar el llamamiento de los “trotzkistas” (sic) y “Maurínistas” en favor de un partido
unificado como “una maniobra” para “desviar las corrientes de unificación que existen en los medios proletarios
y fundamentalmente de acercamiento hacia nuestro Partido [y] explicar sobre que bases puede constituirse el
partido único [pero] sin entrar en discusión de ninguna clase” (“Partido Comunista de España Comité Central al
CC del P.C.de C.” 30.1.35. [ACCPCE]). Véase también la respuesta del PCdeC (“Partit Comunista de Catalunya
Comité Central [al] B.P. del P.C. de E.” 5.2.35. [ibíd]).
92
Las actas de la reunión del 3 de febrero se publicaron en Acción 1.5.35 y en Justicia Social 25 .5 .35.
199

leninismo” en lugar de “marxismo revolucionario” y que se excluyese a la ICE, ya que ésta no


constituía “un partido sino un grupo de oposición”. Ambas pretensiones fueron rechazadas por
el resto de los presentes; la primera porque el objetivo era unificar a todos los marxistas y el
uso del término “marxismo-leninismo” excluía a los socialistas, y la segunda porque cualquier
exclusión era contraria al espíritu mismo de la unificación que se perseguía. Se acordó
suspender la sesión por una semana para dar tiempo a que los delegados de la USC y del
PCdeC pudiesen consultar con sus respectivos partidos y para que el PSOE, que no acudió a
esta asamblea, pudiese dar su opinión. 93
Los seis partidos volvieron a reunirse el 13 de abril. El Partido Socialista dio su aprobación a
las bases de la unificación propuestas en la reunión de febrero pero afirmó que debía darse en
el seno del PSOE. La USC apoyó la posición del PSOE, que fue rechazada por todos los otros
partidos representados. El PCdeC mantuvo sus objeciones y añadió que no creía en la
posibilidad de una unificación política; en su lugar propuso la creación de un comité de enlace
entre todos los partidos presentes. Los otros delegados se opusieron una vez más a las
propuestas de los comunistas oficiales, a los que el BOC acusó de sectarismo y de estar en
contra de una unificación real. El PCP declaró que la actitud adoptada por el PCdeC, el PSOE
y la USC imposibilitaba la unificación. Dada la situación las negociaciones fueron
interrumpidas. Sin embargo, el BOC, la ICE y el PCP no abandonaron el empeño y publicaron
un manifiesto inmediatamente después de la asamblea en el que se comprometieron a seguir
trabajando para sentar las bases de la unificación marxista. 94
La importancia de estas conversaciones no radica en sus resultados inmediatos, sino en su
carácter revelador de la aspiración a la unificación compartida por un creciente número de
trabajadores. Además, las conversaciones por una parte representaron el primer paso hacia la
futura unificación del BOC y de la ICE, y por otra reflejaron el inicio de la adopción de un
rumbo común de los otros cuatro partidos que participaron en ellas. El catalizador de la fusión
que finalmente, movido cada partido por razones diferentes, se dio entre el PCdeC, el PCP, la
USC y la Federación Catalana del PSOE, iba a ser la reacción de la IC a la creciente amenaza
del fascismo, su adopción de la política de Frente Popular y su defensa de la unión entre
comunistas y socialistas. Por el momento, los partidos obreros catalanes aún debían de definir
con claridad cual era su posición; los contactos prosiguieron, en diferentes ámbitos, durante y
después de que se interrumpiesen las conversaciones para intentar establecer las bases de una
colaboración más estrecha.
Al tiempo que se desarrollaban las conversaciones formales, el PCdeC realizaba otra campaña
para tratar de atraerse a sus filas a las bases del BOC. Tras los acontecimientos de octubre, los
comunistas oficiales habían propuesto que los dos partidos formasen un comité de enlace ya
que consideraban que lo ocurrido había acercado a las dos organizaciones “pese a las grandes
diferencias que las separaban”. El BOC había rechazado sin ambages esta propuesta señalando
que la “unidad en la acción” ya se daba en el seno de la Alianza Obrera catalana. Las
conversaciones que se desarrollaron posteriormente entre las diversas organizaciones
marxistas de Cataluña alentaron al PCdeC a renovar su llamamiento a la unificación con el
Bloc. Los comunistas oficiales distribuyeron una carta entre los militantes y los comités
locales bloquistas en la que se hacía hincapié en que entre muchos obreros existía “gran

93
Para las actas de la reunión del 6 de abril véase: Octubre 19.4.35; Acción 1.5.35; Catalunya Insurgent, primer
quincena de mayo de 1935; Justicia Social 25.5.35.
94
“Acta de la reunión del día 13.4.35” (ACCPCE); las actas de la reunión del 13 de abril fueron publicadas
también en, Acción 1.5.35 y en Justicia Social 25.5.35.
200

simpatía por la unificación [y] por la creación de un partido revolucionario marxista-leninista”


y que estos obreros “no comprendían porque el BOC se autodefinía comunista” [y al mismo
tiempo] estaba fuera de la IC”. 95 Incluso después de que las conversaciones mantenidas por
los partidos obreros catalanes se interrumpiesen, el PCdeC seguía confiando en poder atraerse
a parte de la militancia del BOC. En junio, el PCdeC volvió a dirigirse por escrito a la
dirección del BOC para proponerle la celebración de un encuentro en el que se debían discutir
los aspectos prácticos de la unificación, la celebración de un congreso conjunto para decidir a
qué Internacional adherirse y el envío de una delegación a Moscú para mantener contactos
directos con la IC. 96
Estas propuestas fueron acogidas con frialdad por la dirección del BOC, que ya en enero había
criticado con vehemencia al PCE cuando éste propuso la creación de comités de enlace con los
socialistas. Además los bloquistas habían conseguido que la Alianza Obrera catalana aceptase
imponer a todos sus integrantes la prohibición de llegar a pactos definitivos con otras
organizaciones sin la autorización del Comité Regional de la Alianza Obrera. Los comunistas
disidentes desecharon la propuesta del PCdeC considerándola como la vieja “maniobra” de la
“unificación por la base” a la que ningún bloquista se iba a adherir. 97 Sin embargo, algunos
militantes bloquistas descontentos con la dirección del partido, entre otras razones por las
relaciones cada vez más estrechas que éste mantenía con la ICE, se pusieron en este período
en contacto con los comunistas oficiales. 98 El desprecio con que los dirigentes bloquistas
respondieron a las propuestas de unificación del PCdeC no puede sorprender a la vista de que
en la prensa comunista oficial seguían publicándose ataques vitriólicos contra el BOC. Los
ataques al BOC no se limitaban a la dialéctica: a finales de mayo militantes del PCE intentaron
interrumpir violentamente un mitin que se celebraba en Palma de Mallorca en el que Maurín y
Gorkin eran los oradores. 99 El BOC sólo estaba dispuesto a considerar una unificación con el
PCdeC si ésta se daba en el marco de un proceso de unificación generalizado que abarcase a
los otros partidos obreros de Cataluña. Asimismo, los comunistas disidentes pensaban que
para que el PCdeC participase en este proceso era necesario que primero rompiese con la IC, a
la que estaba completamente subordinado. Dado lo improbable que esto resultaba, en realidad,
el BOC descartaba toda posibilidad de unificación con los comunistas oficiales, aunque en su
propaganda no hacía exclusiones al abogar por la “unificación marxista”.
El PCdeC, a pesar de su postura pública, era también consciente de que no existían bases
reales para una unificación con el BOC. Ya desde el principio de las conversaciones sobre la
unidad entre los grupos marxistas catalanes, los comunistas habían recibido instrucciones de
Madrid de participar en ellas con el único propósito de “denunciar” que el llamamiento de los
“trotskistas y Maurínistas” a la creación de un partido unificado constituía “una maniobra
dirigida a apartar a las masas del Partido Comunista”. El PCdeC todavía consideraba a Maurín
como un “trotskista camuflado” y “el principal enemigo del partido unificado”, y los
comunistas oficiales tenían la intención de exigir que el líder bloquista se retractase de todas
las anteriores “campañas contra la URSS desarrolladas por su prensa”. El PCdeC esperaba
“desenmascarar” la “falta de un compromiso real” de la dirección del BOC con la unificación

95
“El Comité Central del Partit Comunista de Catalunya al Comité Executiu del Bloc Obrer i Camperol” 3.4.35.
(ACCPCE).
96
“Partit Comunista de Catalunya al Comité Executiu de la Federació Comunista Ibèrica i del Bloc Obrer i
Camperol” 15.6.35 (ACCPCE).
97
“Contra una maniobra”, Avant! 16.4.35.
98
Véase más adelane sobre la facción de L’Hora.
99
El mitin se celebró el 26 de mayo, La Batalla 4.7.35.
201

para así ganarse a sus filas a parte de la militancia de base de su rival. La posición de los
comunistas oficiales también ha de verse en el contexto de ofrecimientos similares para la
formación de comités de enlace al PSOE, a la USC y al PCP. En realidad, a sabiendas de que
el BOC iba a rechazar sus propuestas, el PCdeC esperaba socavar los intentos de los bloquistas
de aparecer como los principales paladines de la unidad de la clase obrera. 100 A pesar de la
manifiesta duplicidad del Partido Comunista, este llamamiento público a favor de la
unificación con el BOC iba a contrastar de forma manifiesta con su posterior denuncia del
POUM como “fascista” durante la guerra civil.
Las conversaciones prosiguieron ahora entre el BOC, el PCP y la ICE. En un principio, los
participantes parecían confiar en la posibilidad de llegar a un acuerdo y Acción, retomando un
idea que había gozado de gran predicamento entre los dirigentes del BOC, manifestó su
convencimiento el 1 de mayo de 1935 de que “la unificación marxista... [como sucedió con] la
Alianza Obrera... [ ] comenzará en Cataluña y luego se extenderá al resto de España”. 101 Las
conversaciones entre estos tres partidos, sin embargo, no tardaron mucho en chocar con el
problema de si el futuro partido unificado debía ser de ámbito estatal o sólo catalán. Desde el
comienzo de las negociaciones con los otros grupos catalanes, el BOC había dejado claro que
estaba dispuesto a aceptar la unificación en Cataluña sólo si ésta constituía el punto de partida
para la creación de una nueva organización marxista unificada de ámbito estatal.102 Por contra,
el PCP estaba a favor de la creación de una organización marxista unificada en Cataluña,
independiente y separada de los procesos similares que se diesen en el resto de España, donde
la clase trabajadora ya estaba políticamente organizada en el PSOE y en el PCE. Una
propuesta como la del BOC de crear un nuevo partido de ámbito estatal sólo podía significar la
voluntad de destruir al PSOE y al Partido Comunista. El PCP argumentaba que una futura
organización catalana unificada no podía ni debía intentar ser el punto de partida de un nuevo
partido revolucionario español, sino que, en lugar de eso, se debía integrar en el partido
unificado sólo cuando éste se crease en el resto de España, y aun en este caso conservando “su
propio nombre y características”. 103 Estas dos concepciones eran claramente incompatibles,
razón por la que las negociaciones se rompieron a fines de junio de 1935. El BOC consideraba
completamente imprescindible el establecimiento de un partido revolucionario de ámbito
estatal y no podía aceptar lo que Maurín describió como “la visión estrecha [y] localista” del
PCP. 104
Habida cuenta de los orígenes divergentes de los seis partidos que tomaron parte en las
conversaciones sobre la unificación en Cataluña, el fracaso de éstas no puede haber
constituido una sorpresa para nadie, aun cuando en la propaganda del BOC la nota
predominante había sido el optimismo sobre el proceso. Como los mismos dirigentes
bloquistas afirmaron, un partido unificado no podía crearse sobre la base de una “federación
de tendencias dispersas”, sino que había que hacerlo sobre un fundamento teórico más firme.
Aunque finalmente sólo llegó a un acuerdo con la ICE, el BOC siguió insistiendo en que
“lógicamente” el partido revolucionario debía extenderse a todos aquellos que aceptasen el

100
Véase las cartas del PCdeC al PCE 5.2.35, 4.4.35, 2.5.35, 12.6.35 y 15.6.35. (ACCPCE); y”... a todos los
Comités de Radio y Comarcas” 6.3.35 (ACCPCE).
101
“Hacia la formación del partido marxista único”, Acción 1.5.35. Véase también la entrevista de Irene Polo con
Maurín, I. Polo, “Joaquim Maurín ens parla dels propòsits de les forces marxistes de Catalunya” L’Instant
12.4.35.
102
Boletín del Bloque Obrero y Campesino (FCI) enero de 1935.
103
Catalunya Insurgent 1.6.35, 7.7.35.
104
“Interviú con Joaquín Maurín a propósito de la unificación marxista”, La Batalla 4.7.35.
202

marxismo y seguía convencido de que las demás organizaciones marxistas de Cataluña, con
las que mantenía relaciones calificadas de “excelentes”, no iban a tardar en darse cuenta de la
necesidad de la unificación. 105 Estas afirmaciones, sin embargo, tenían un objetivo
propagandístico. Ya desde finales de 1934, cuando la dirección bloquista había propuesto por
primera vez la unificación de todos los partidos obreros, debía ser consiente de que esa unidad
sólo podía abarcar a grupos pequeños — la ICE y el PCP —, pero podía también atraerse a la
izquierda socialista, lo que constituía el verdadero objetivo tanto de los comunistas oficiales
como de los disidentes. Al final, fueron los trotskistas y bloquistas quienes decidieron
fusionarse, fusión que calificaron de primer pasó hacia una unificación más amplia de las
tendencias marxistas.
La ICE, cuya producción intelectual había sido de consideración, no había conseguido, pese a
ello, extenderse más allá de algunos núcleos locales. Como mucho contaba con unos 800
militantes, sobre todo en Extremadura, Madrid y en el norte de España. 106 La organización
catalana de la ICE, Esquerra Comunista tenía bastante menos de 100 afiliados. 107 Con la
excepción de un núcleo en Palafrugell, el resto de los trotskistas catalanes estaban
exclusivamente implantados en las comarcas de Barcelona, donde existían grupos en la
capital, en Callús, Canet de Mar, Manresa, Premió de Mar, Sabadell, Sallent, Santa Perpètua
de Moguda, Sitges y Vilassar de Mar. 108
Varias razones explican el acercamiento entre la ICE y el BOC, ocurrido durante 1934. 109 La
ICE y el movimiento trotskista internacional se habían ido distanciado progresivamente desde
1932. Este alejamiento se debió especialmente a que la sección española no participaba en la
vida interna de la Oposición de Izquierda Internacional, y a que ésta consideraba a la ICE
simpatizante de los grupos disidentes de Landau y de Rosmer. 110 La decisión del grupo
trotskista español de adoptar el nombre de Izquierda Comunista — en lugar de auto
denominarse oposición —, para proyectarse abiertamente como alternativa frente al partido
oficial, fue interpretada por el Secretariado Internacional (SI) de la Oposición de Izquierda
como un paso hacia la creación de un partido separado del PCE. Hasta 1933 y la desastrosa
derrota sufrida por el Partido Comunista de Alemania a manos de Hitler, la Oposición de
Izquierda había seguido pretendiendo que era una “fracción” en el seno del movimiento
comunista internacional oficial. Los intentos realizados por la dirección internacional de
intervenir directamente en la organización trotskista española, para respaldar a la llamada
“fracción de Lacroix” contra los seguidores de Nin, sólo habían logrado empeorar aun más la

105
ibíd; “Partido Único”, Acción 18.6.35.
106
Para detalles de la afiliación de la ICE véase, P. Pagès, El movimiento trotskista... pp.70-94; véase también
Apéndice Seis. Según Víctor Alba la ICE tenía menos de 500 afiliados (Alba, Sisif i el seu temes... p.120).
107
Pagès, El movimiento trotskista.. p.82; un antiguo dirigente de la Esquerra Comunista, Francesc de Cabo da un
número de entre cincuenta y sesenta militantes (ibíd); el BOC afirmaba en 1934 que la ICE tenía solamente once
militantes en Cataluña, (La Batalla 6.9.34). Lo que sí es indiscutible es que la ICE no fue una organización “casi
exclusivamente catalana” como algunos historiadores han dicho (por ejemplo Heywood p.168); parece que fue
Gerald Brenan quien estableció esta idea errónea (G. Brenan, The Spanish Labyrinth [Londres 1978] p.223n).
108
Pagès, El movimiento trotskista... pp.76-82, POUM Comité Executiu, A propòsit d’un manifest.. p.11; véase
Apéndice Tres.
109
Sobre los antecedentes de la unificación de la ICE con el BOC, y las relaciones de aquella con la Oposición
Internacional de Izquierda, véase A. Durgan, “The Spanish Trotskyists and the Foundation of the POUM”, The
Spanish Civil War. The view from the Left. (Londres 1992) pp.11-53; y Pagès, El movimiento trotskista... pp.129-
149, 237-277.
110
Antes de romper con Trotsky, Kurt Landau y Alfred Rosmer habían sido dirigentes del movimiento trotskista
de Alemania y Francia respectivamente (véase ibíd pp.129-132).
203

relación de la ICE con el trotskismo internacional. Lacroix, tras su expulsión de la ICE en


1933 por apropiación indebida de fondos, denunció “la contrarrevolución enmascarada [del]
trotskismo” ante el PCE. 111 Las diferencias se agudizaron aun más con el llamado “viraje
francés” de 1934, cuando Trotsky abogó a favor de que sus seguidores se integrasen en los
partidos socialistas con el objetivo de influenciar a las nuevas alas izquierdas radicalizadas
surgidas en el seno de éstos. En un Pleno Nacional extraordinario celebrado en septiembre de
1934, la ICE condenó esta nueva posición y abogó a favor de la constitución de una tendencia
de todos los que compartiesen su posición en el seno de la Liga Comunista Internacionalista
(LCI), nombre que la Oposición de Izquierda Internacional había adoptado en agosto de 1933.
Muchos trotskistas españoles sabían, por su experiencia en el seno de la UGT, lo que suponía
intentar trabajar dentro del PSOE. El trabajo fraccional de la ICE en el seno del sindicato
socialista se había enfrentado, a menudo, no solamente a trabas burocráticas, sino incluso a
una represión directa. Frente al “viraje francés” los trotskistas españoles insistían en que la
“garantía de futuro” radicaba en el frente único y en “la independencia orgánica de la
vanguardia del proletariado”; estos principios los habían aprendido de Trotsky y no estaban
dispuestos a abdicar de ellos, “aun a riesgo de tener que andar nuestro camino hacia el triunfo
separados” del antiguo dirigente bolchevique. 112
La ICE, al igual que el BOC, consideraba que la principal causa de la derrota sufrida por los
trabajadores en octubre se había debido a la inexistencia de un partido revolucionario de
masas. Fue esta visión compartida, junto con la voluntad del BOC de extender su influencia
fuera de Cataluña y el propio aislamiento de los trotskistas, lo que sentó las bases para que se
diese un acercamiento entre los dos partidos. En el seno del Comité Regional de la Alianza
Obrera de Cataluña, Maurín y Nin ya habían reanudado la estrecha colaboración de años atrás
y, a menudo, en la práctica estaban generalmente de acuerdo. Según Maurín, Nin le había
propuesto que los dos partidos estrechasen su colaboración, en el curso de una conversación
que mantuvieron tras una asamblea de la Alianza celebrada en el invierno de 1934. Las
violentas polémicas que en años anteriores con frecuencia habían enfrentado a sus respectivas
organizaciones no habían perjudicado significativamente a las relaciones personales entre los
dos dirigentes. 113
La ICE había asumido con entusiasmo el llamamiento a la celebración de conversaciones entre
los partidos obreros de Cataluña. Los trotskistas eran conscientes de que, dado el equilibrio de
fuerzas existente en el seno del movimiento obrero español en ese momento, la creación de un
partido unificado sólo era verdaderamente posible en Cataluña. Al igual que el BOC, los
trotskistas creían que la creación de este partido podía tener repercusiones importantes en la
izquierda revolucionaria española, como las había tenido en su momento la fundación de la
Alianza Obrera en Cataluña. Nin, sin embargo, había advertido en enero de 1935 que no era
deseable formar un partido sobre la base de “una cohabitación monstruosa de tendencias
irreconciliables”. 114 Si esto sucediese, el resultado sería una paralización de la lucha proletaria.

111
Véase las cartas de Lacroix al Comité Central del PCE, 14.7.33 y 15.7.33. (ACCPCE). Después de haber
fracasado en su empeño de reingresar en el PCE, Lacroix no tardó en denunciar todo su pasado comunista y
convertirse en militante del PSOE (El Socialista 29.9.33).
112
Comunismo septiembre de 1934; Pagès, El movimiento trotskista... pp. 273-277.
113
Véase la carta de Maurín a Víctor Alba 27.2.72, Alba, Dos revolucionarios... p.204; y la de Maurín a Pierre
Broué 18.5.72 (FPI).
114
“És posible construir un gran partit obrer unificat? Enquesta (Maurín, Nin, Joan Fronjosá)”, L'Hora 26.1.35.
La posición de la ICE sobre el tipo de partido que hacia falta construir se puede consultar en un serie de artículos,
probablemente escritos por Nin, en el periódico clandestino del grupo trotskista en Cataluña, L’Estrella Roja
204

Por ello Nin argumentaba que el partido revolucionario, cuya creación constituía una urgente
necesidad, debía fundarse sobre los principios fundamentales del marxismo revolucionario.
Los dirigentes de la ICE mantenían una actitud escéptica hacia las posibilidades de llegar a un
acuerdo tanto con el PCdeC como con la Federación Catalana del PSOE, aunque, en su
opinión, esto no constituía un problema serio dado que ninguna de esas dos organizaciones
contaba con una gran implantación. Para los trotskistas, la participación de su organización en
las conversaciones sobre la unidad les brindaba un mayor acercamiento al BOC, así como la
oportunidad de defender sus posiciones ante un público más amplio. 115
Fuera de Cataluña, la ICE esperaba poder intensificar sus relaciones con el ala izquierda de los
socialistas, sobre todo con la FJS. Los trotskistas españoles, aunque habían rechazado el
“entrismo” como estrategia general, no eran reacios a llegar a algún tipo de acuerdo que les
permitiese integrar sus juventudes en la organización juvenil socialista, siempre que
conservasen el derecho a realizar su propaganda independiente a favor de la creación de un
nuevo partido revolucionario. Al mismo tiempo, unos pocos militantes de la ICE habían
comenzado a propugnar la entrada incondicional en el PSOE. Esta tendencia argumentaba que
la ICE era demasiado pequeña para esperar que la FJS entablase negociaciones directas con
ella, y que, además, existía el peligro de que el acercamiento en el ámbito internacional de los
comunistas a los socialistas hiciese que el ala izquierda del PSOE, yen especial las juventudes
socialistas, cayesen bajo la influencia del estalinismo. Con la integración de la ICE en el
partido y las juventudes socialistas, esta tendencia argumentaba que se podía combatir ese
peligro. 116
Finalmente, en abril de 1935, el Comité Ejecutivo de la ICE aprobó una propuesta de
transacción presentada por Nin: los militantes de la organización se iban a integrar, en
Cataluña, en el nuevo partido unificado, mientras que en el resto de España debían entrar en el
PSOE como grupo diferenciado, con su propia prensa, en la que se continuaría defendiendo la
unificación con el partido creado en Cataluña. La afiliación de base de la ICE rechazó por
mayoría aplastante la decisión de la dirección, porque, según la opinión mayoritaria, era
utópico creer que la ICE pudiese ejercer influencia alguna en el seno del PSOE; en cambio,
opinaba que si los grupos de la ICE que existían fuera de Cataluña se convertían en secciones
del nuevo partido, esto no sólo fortalecería la posición de los trotskistas en la misma Cataluña,
sino que además fomentaría el crecimiento de la organización unificada en toda España. Esta
mayoría argumentaba que, al mantener su independencia, el partido unificado podía
desempeñar un papel importante en el desarrollo de una unificación marxista más amplia, sin
verse sometido a los dictados de la dirección socialista. 117
El Secretariado Internacional (SI) de la LCI condenó enérgicamente el rechazo de las
propuestas del Comité Ejecutivo de la ICE, al considerar que la decisión adoptada por la
sección española representaba una capitulación ante el “centrismo” del BOC. El SI reiteró su

(véase, “Cal un partit revolucionari del proletariat” L’Estrella Roja 1.12.34; “Unitat i partit revolucionari” ibíd
22.12.34; “Partit únic o partit revolucionari?”, ibíd 18.1.35; “Cap al partit únic revolucionari ibíd 16.2.35).
115
“A los miembros del CC. Carta remitida por el CE” 22.1.35. Boletín Interior de la ICE 15.3.35.
116
ibíd; Fersen, “Comentario a la resolución del CE de la ICE sobre cuál debe ser nuestra orientación” 5.2.35.
ibíd. Originalmente Fersen había sido un de los críticos más duros del entrismo, pero cambió su opinión cuando
estaba encarcelado con militantes de la izquierda socialista después de octubre del 34, (Pagès, El movimiento
trotskista... p.277).
117
Para la posición de la dirección, véase “Resolución del CE de la ICE” Boletín Interior de la ICE 25.4.35.; para
la posición alternativa que fue adoptada por la ICE véase, Roures i Tossal (Francesc de Cabo y Amadeu Robles)
“Los deberes de la ICE ante el momento actual” ibíd; también, Pagès, El movimiento trotskista... pp.277-281.
205

advertencia de que si la ICE no trabajaba en el seno del PSOE, existía el peligro de que la
“corriente probolchevique” cayese bajo el predominio del estalinismo. A fines de julio, la ICE
respondió rechazando la posición de la dirección de la LCI, al tiempo que condenaba sus
métodos “sectarios” y la acusaba de no entender en absoluto las condiciones imperantes en
España. En su respuesta, la ICE añadía que, en vista de que la información al respecto enviada
al SI en el pasado había sido claramente ignorada, en adelante no se le iba a continuar
informando. 118 La opinión de quienes se habían opuesto a entrar en el PSOE y en la FJS se vio
reforzada semanas después, cuando los trotskistas fueron expulsados de las Juventudes
Socialistas francesas. La dirección de la LCI aceptó finalmente, aunque con reticencias, la
decisión de la ICE de fusionarse con el BOC, con la condición de que los trotskistas tratasen
de convencer al nuevo partido de la necesidad de una “cuarta internacional”. 119 Sólo unos
pocos militantes de la ICE entraron, después de todo, en el PSOE, cosa que no comunicaron a
la LCI. Los pronósticos de la tendencia a favor de la entrada en el PSOE resultaron ser en
parte acertados, ya que pronto muchos socialistas del ala izquierda iban a comenzar a gravitar
hacia el PCE. No obstante, sigue siendo muy discutible que los trotskistas, pocos como eran,
hubiesen logrado hacer valer su opinión en el seno del PSOE, teniendo en cuenta además las
restricciones a las que, previsiblemente, se hubiera visto sometida la defensa abierta de sus
posiciones.
La evolución política tanto del BOC como de la ICE, junto con la presión existente en los
primeros meses de 1935 a favor de algún tipo de unidad a corto plazo, hizo que esta
posibilidad se tornase cada vez más factible. El abandono por parte del BOC de ciertas
actitudes heredadas del comunismo oficial, como había sido la hostilidad sectaria hacia los
socialistas, combinado con los éxitos obtenidos por la política de frente único, redundó en un
mayor acercamiento del BOC hacia la ICE. La misma evolución de la ICE, sobre todo su
distanciamiento de algunas de las posiciones del movimiento trotskista internacional,
fomentaron en el BOC la convicción de que iba a ser posible llegar a un acuerdo. Asimismo,
los dos partidos habían modificado su posición sobre la cuestión nacional, que en el pasado
había constituido una fuente de importantes discrepancias entre ambos. El BOC había
abandonado su insistencia en la necesidad de crear movimientos de liberación nacional en toda
España, con independencia de las circunstancias imperantes en las diferentes naciones o
regiones del estado, y su defensa del “separatismo”. Los bloquistas se habían dado cuenta a
partir de 1932 de que era improbable, al menos a corto plazo, que se desarrollasen
movimientos de esa índole fuera del País Vasco, Cataluña y Galicia, pese a que inicialmente el
BOC se había mostrado optimista al respecto. La defensa de Maurín del separatismo en 1931
fue breve y no llevó a que el partido alterase de manera significativa su posición leninista
ortodoxa sobre esta cuestión. Así, el BOC reivindicaba ahora la autodeterminación de las
nacionalidades oprimidas en lugar de su separación o independencia.120 La moderación de su

118
“Carta del Comité Nacional al Secretariado internacional” 21.7.35., Boletín interior de la ICE 1.8.35.
119
La LCI cambió de actitud después de la visita a España de Jean Rous como representante del SI, durante el
verano de 1935, en la que mantuvo largas conversaciones con Nin y otros dirigentes de la ICE. Según Rous los
trotskistas españoles le habían insistido que aunque fuera cierto que la plataforma de unificación en relación con
la cuestión de la internacional “está sujeta a interpretaciones, [...] para [la ICE] se trata de la IVa sin el número” y
concluyó que la “desaparición momentánea [de la organización trotskista] debe ser considerada como una etapa
más en el proceso de la construcción de un partido revolucionario, de la sección española de la IVa Internacional”
(J. Rous, Rapport sur la fusion de la Gauche Comuniste d'Espagne [Section de la LCI] et le BOC [Bloc ouvrier
et paysan-Maurín] s .1. septiembre 1935. El autor expresa su agradecimiento a Reiner Tosstorff por haber le
facilitado una copia del documento original).
120
La ortodoxia leninista de la posición del BOC sobre la cuestión nacional se manifiesta claramente en la
206

radicalismo de antaño sobre este tema causó ciertas fricciones en el seno del BOC y le valió
acusaciones por parte del sector más “catalanista” del partido de haber “abandonado la
cuestión nacional”. A su vez, la ICE había cambiado su anterior posición, que consideraba
reaccionarias las reivindicaciones de los nacionalistas vascos, y había pasado a defender la
necesidad de que el proletariado alcanzase la dirección del movimiento de liberación nacional
vasco, posición que el BOC siempre había sostenido. 121
Las críticas contra los trotskistas habían disminuido en la prensa bloquista a partir de 1933.
Aun así, en junio de 1933, La Batalla, en unos comentarios acerca del caso Lacroix, definió al
trotskismo como “igual al estalinismo” mientras que octubre de ese mismo año Maurín
todavía podía decir que el trotskismo “constituía la antítesis de la organización”, que
ocasionaba una “guerra civil” en el seno del movimiento obrero allí donde surgía. 122 Ataques
de esta índole entre las dos organizaciones se tornaron cada vez menos frecuentes una vez que
se hubo establecido la Alianza Obrera, aunque no desaparecieron del todo. La ICE señaló que
la deserción de Jaume Miravitlles – uno de los dirigentes bloquistas más importantes quien,
como se ha visto, se pasó a ERC en junio de 1934 – revelaba la naturaleza del partido de
Maurín. En el mismo artículo los trotskistas afirmaban que el BOC no sólo constituía un
partido esencialmente “oportunista” y carente de un programa claro sino que además, con el
tiempo, estaba destinado a desmoronarse por completo. 123 Los bloquistas, por su parte, podían
emitir críticas igualmente hostiles; ejemplo de ello es un artículo publicado por La Batalla en
septiembre de 1934 que afirmaba que la táctica del “entrismo” (el llamado “viraje francés)
representaba la “liquidación definitiva” del trotskismo. 124 En ese mismo artículo se acusaba a
la Oposición de Izquierda de ser “quizás incluso más sectaria que el mismo estalinismo”. Con
todo, estos excesos retóricos no reflejaban las relaciones en general fluidas que las dos
organizaciones mantenían ya en 1934.
Otro factor importante que permitió, la unificación de los dos partidos fue la gradual
clarificación del BOC de su posición con respecto al movimiento comunista internacional.
Este proceso, que se había iniciado en 1932, poco después había llevado al BOC a identificar
la crisis de la IC con la degeneración del partido ruso mismo. En el Primer Congreso de la
FCI, en junio de 1933, los comunistas disidentes habían afirmado que la Comintern había
fracasado como Internacional de la revolución, desde 1923 en Bulgaria hasta 1933 en
Alemania. 125 En Hacia la Segunda Revolución, Maurín escribió que la IC ya no constituía el
“centro de la revolución mundial” sino “un instrumento al servicio del estado soviético”. Para

elogiosa crítica de Maurín al libro de Nin, Els moviments d'emancipació nacional (Barcelona, 1935), véase, La
Batalla 12.7.35.
121
Para el cambio de posición de la ICE sobre la cuestión vasca, véase, J.L. y J.M. Arenillas, Sobre la Cuestión
Nacional en Euskadi (Barcelona 1981) pp.47-59.
122
“La crisis del trotskismo” La Batalla 15.6.33; Maurín, “La quiebra del trotskismo” ibíd 26.10.33. En
noviembre 1933, Marià Corominas fue expulsado del Bloc por haber distribuido “un desgraciado manifiesto
ninista” (ibíd 9.11.33; véase también, “Memòria. L'activitat política de l'Hospitalet. Mariá Corominas”, L’Avenç
núm. 60, mayo de 1983). Sin embargo, este antagonismo no impidió la solidaridad; cuando Nin estuvo encarce-
lado a principios de 1933, Maurín y Tussó protestaron personalmente al gobernador civil (La Batalla 16.3.33).
123
La Antorcha 30.6.34.
124
“La liquidación del trotskismo. La Liga Comunista (trotskista) de Francia acuerda ingresar en el Partido
Socialista”, La Batalla 27.9.34.
125
“Tesis Frente Único. La división de la clase trabajadora y la necesidad del frente único obrero”, La Batalla
18.5.33. Miravitlles iba a escribir, unos meses después del Congreso, que la política exterior del URSS era una
consecuencia de su política interior y que Stalin había “renunciado a la revolución mundial” (J. Miravitlles, “El
socialismo en un solo país. La política internacional de Stalin”, Adelante 10.12.33).
207

Maurín el hecho de que la revolución no hubiese podido extenderse a principios de los años
veinte había llevado al “mito” del “socialismo en un sólo país” y los “internacionalistas de
ayer se transformaron en fervientes nacionalistas”. Al mismo tiempo, afirmaba Maurín, los
“epígonos” habían transformado el leninismo en una especie de “secta religiosa”. La
conclusión del dirigente bloquista era que “el triunfo de Stalin sobre Trotsky es la victoria del
socialismo ruso sobre el socialismo internacionalista”. 126 Estas críticas contra el estalinismo
no diferían mucho de las formuladas por el mismo Trotsky. Asimismo, artículos de Trotsky
habían continuado apareciendo en la prensa bloquista, aunque desde las páginas de ésta se
atacase también, esporádicamente, a los trotskistas. 127 El BOC calificó de “incitación al
asesinato” las calumnias lanzadas durante 1933 por el Partido Comunista Francés contra
Trotsky, a quien se acusó de ser “agente de Hitler”, y cuando el líder revolucionario fue
expulsado de Francia al año siguiente, los bloquistas exigieron que se le otorgase asilo político
en España. 128
La discrepancia fundamental entre el BOC y la ICE atañía a las conclusiones a las que
llegaban los dirigentes de ambos partidos acerca de la degeneración de la IC. En abril de 1932
el BOC ya había afirmado que era necesaria una verdadera “gran Internacional Comunista”
pero, convencido de que no existían las condiciones para su creación a corto plazo, rechazó el
llamamiento de la Oposición de Izquierda Internacional a favor de una cuarta internacional.
Los comunistas disidentes favorecían, en cambio, la cooperación a corto plazo con las “fuertes
minorías”, existentes en muchos países, que querían volver a la “tradición de Marx y
Lenin”. 129 Las repercusiones de la crisis económica y el auge del fascismo, así como la
aparente incapacidad tanto de los partidos comunistas como de los socialdemócratas para
hacer frente a estos problemas, habían llevado, en el ámbito internacional, por un lado a la
radicalización de muchos socialistas, y por otro al desencanto de muchos militantes con el
comunismo oficial. Como consecuencia, durante los años treinta proliferaron, especialmente
en Europa, nuevos grupos socialistas de izquierda y comunistas disidentes.
El Independent Labour Party (Partido Laborista Independiente, ILP) de Gran Bretaña había
organizado en París, en agosto de 1933, una conferencia internacional de partidos socialistas
de izquierda y de organizaciones comunistas independientes con el objetivo de reunir a los
grupos dispares que habían ido surgiendo. 130 A la conferencia asistieron 12 organizaciones

126
Maurín, Revolución y contrarrevolución.. p.108.
127
L. Trotsky, “Lenin y la Revolución de Octubre” Adelante 7.11.33; Entrevista con Trotsky (publicado original-
mente en el New Leader) ibíd 11.11.33; L. Trotsky, “Hitler ‘El Pacifista’” (I) (publicado originalmente en La
Verité) ibíd 19.12.33; L. Trotsky, “Hitler ‘El Pacifista’” (II) ibíd 20.12.33; L. Trotsky, “Los congresos bolche-
viques antes y ahora” (I) (de La Verité) ibíd 1.2.34; L. Trotsky, “Burocratización de la dictadura y contradic-
ciones sociales” (II) ibíd 2.2.34; L. Trotsky, “¿Qué es el socialismo nacional?”, ibíd 16.2.34; L. Trotsky,
“Premisas y táctica de la revolución” La Batalla 1.5.34. No obstante, cuando La Batalla, el 14 de septiembre de
1933, anunció que el nuevo diario del Bloc (Adelante) iba a publicar artículos de Trotsky, el viejo dirigente
bolchevique protestó por el hecho de que sus escritos iban a aparecer junto a los de algunos a quienes consideraba
traidores, como Karl Radek y Preobrazhensky, y pidió que su nombre no se utilizara; una solicitud de la cual el
BOC no sabía nada o decidía a no hacerla caso (“No más colaboración en la confusión” 3.10.33., L. Trotsky, La
revolución española tomo I, pp.287-288). Según un antiguo dirigente de la ICE, Francesc de Cabo, la simpatía
que sentían algunos bloquistas por Trotsky y sus ideas se evidenciaba en el hecho de que había “numerosos
subscriptores y compradores” de la revista trotskista Comunismo entre la militancia del BOC (Carta de Francesc
de Cabo a Juan Andrade, 28.8.67. [colección privada]).
128
La Batalla 3.8.33; “La expulsión de Trotsky. España debe ofrecerle asilo” ibíd 1.5.34; L'Hora 29.4.34.
129
“En marcha hacia la creación de la Federación Comunista Ibérica”, La Batalla 14.4.32.
130
Acudieron delegaciones de las siguientes organizaciones: ILP; BOC (FCI); Partido del Trabajo de Noruega
(NAP); Partido Obrero Socialista (SAP), de Alemania; Partido Socialista Independiente (OSP) y Partido
208

europeas, entre ellas la FCI, así como representantes de la Oposición de Izquierda


Internacional. El rápido deterioro que se estaba produciendo en la situación mundial había
persuadido a las organizaciones representadas de que era más urgente que nunca una reacción
del proletariado a escala internacional. La victoria de Hitler en Alemania, sobre todo, había
revelado la terrible debilidad política de las internacionales existentes. Para los grupos
disidentes la Segunda Internacional estaba “completamente quemada”, mientras que la Tercera
había “estrangulado la democracia interna” y con la consigna de “socialismo en un solo país”
había “liquidado los intereses de la revolución mundial”. Como consecuencia de la “política
desastrosa” de la Tercera Internacional se habían sufrido derrotas no únicamente en
Alemania, sino también en Bulgaria, Estonia y China. En palabras de Maurín, representante de
la FCI en la conferencia, aunque la Internacional Socialista y la Internacional Comunista
estaban desahuciadas, las condiciones históricas no estaban maduras para crear una nueva
organización porque no existía un partido revolucionario poderoso, como el bolchevique, que
pudiese constituir el “alma” de dicha organización. Los delegados a la conferencia
coincidieron con Maurín en que una nueva internacional en esos momentos iba, o bien a caer
bajo la influencia sectaria de los trotskistas o bien, dado el predominio de antiguos grupos
socialistas, se iba a convertir en otra “Internacional Dos y Media”, parecida a la creada por los
socialistas de izquierda tras la primera guerra mundial. La mayoría de la conferencia también
rechazó una propuesta que abogaba por unificar la Segunda y Tercera Internacional,
presentada por algunos delegados. Se aprobó, en cambio, la posición de la FCI a favor de un
“frente único internacional”. La conferencia declaró que antes de poder plantearse la creación
de una nueva internacional era necesario abordar la reconstrucción de los partidos
revolucionarios. Se estableció un comité internacional, con frecuencia llamado “Buró de
Londres”, con el cometido de “desarrollar acciones internacionales conjuntas entre sus propias
secciones y otras secciones revolucionarias del movimiento obrero, a fin de prepararse para la
fundación de una internacional reconstruida sobre una base socialista revolucionaria”. 131
Durante 1934, el BOC reiteró su posición sobre la “unidad internacional en la acción” y, en
palabras de Maurín, “la necesidad de sentar progresivamente las bases de una nueva
internacional”. 132 La desintegración del movimiento comunista parecía proseguir de manera
incesante. Las tesis del Segundo Congreso de la FCI, celebrado en 1934, señalaron que en
muchos países “los partidos comunistas casi no existen”, o que estaban divididos. 133 Maurín
citó el caso de Francia, donde a principios de 1935 había como mínimo once fracciones
diferentes escindidas del PCF. 134 El curso de los acontecimientos contribuyó a fortalecer la
convicción del BOC de que era cada vez más factible un reagrupamiento revolucionario fuera
de las desacreditadas Segunda y Tercera Internacional. En una segunda conferencia, celebrada
en París en febrero de 1935, se reafirmó la posición adoptada en la conferencia previa a favor
de la unidad internacional, y el Comité Internacional se transformó en Buró Internacional para

Socialista Revolucionario (RSP), de Holanda; Partido Socialista Maximalista, de Italia; Partido Socialista
Independiente, de Polonia; Partido Socialista Unificado, de Rumania; Socialistas Revolucionarios de Izquierda,
de Rusia; Partido Comunista Sueco; Partido de Unidad Proletaria (PUP), de Francia y la Oposición Internacional
de Izquierda. El PUP, NAP y los rumanos estaban en favor de la unificación de la Segunda y Tercera
Internacionales; los partidos holandeses, el SAP y la Oposición de Izquierda favorecieron la creación de una
nueva Internacional. Para información sobre la Conferencia véase, ibíd 7.9.33, 14.9.33, 21.9.33.
131
Boletín Interior de la ICE 5.9.33; Revolutionary Socialist Bulletin enero de 1936.
132
J. Maurín, “La capitulación de la Internacional Comunista” La Batalla 2.8.34.
133
“La cuestión internacional. Proyecto de tesis”, ibíd 12.4.34.
134
J. Maurín, “La unidad internacional del proletariado” Leviatán núm.10, febrero 1935.
209

la Unidad Socialista Revolucionaria (BIUSR). De las al menos 17 delegaciones presentes, sólo


los dos partidos neerlandeses contrapropusieron la afiliación a la Cuarta Internacional, cuya
creación había sido propuesta por los trotskistas. 135
A principios de 1935 la única discrepancia significativa que subsistía entre el BOC y la ICE
giraba en torno a cómo se debía reconstruir la Internacional. La ICE creía, sin embargo, que
los bloquistas, al favorecer la creación de una nueva “internacional marxista revolucionaria”,
en realidad abogaban por lo mismo que los trotskistas. La ICE, a pesar de que había roto con
la LCI en julio de 1935, se había comprometido a luchar por “sus principios” en el seno del
BIUSR, de la misma manera que otros grupos trotskistas lo habían intentado antes en el seno
de los partidos integrantes de la Segunda Internacional. La ICE hubiese preferido que el nuevo
partido unificado que se estaba creando en España reconociese “explícitamente” la necesidad
de fundar la Cuarta Internacional, pero esto no había resultado posible. No obstante, Nin y sus
camaradas esperaban conseguir que, “a corto plazo”, la nueva organización se adhiriese al
“movimiento por la Cuarta Internacional”. 136 Por contra, según Maurín, la cuestión de la
Cuarta Internacional no se planteó siquiera en las conversaciones previas a la fusión entre los
dos partidos, sin duda por la consciencia de la hostilidad bloquista hacia los puntos de vista
internacionales del trotskismo. 137 Sobre la firmeza de la decisión de la ICE de dar la batalla
por sus posiciones internacionales en el seno del nuevo partido sólo caben especulaciones,
aunque probablemente no fuera mucha, habida cuenta de que los antiguos trotskistas españoles
habían aceptado no formar una tendencia organizada dentro del partido unificado.
Existían, junto a la convergencia ideológica, razones de índole más práctica para la unificación
de los dos partidos. La dirección del BOC había retomado, en la primera mitad de 1935, la
idea de construir el partido revolucionario “desde Cataluña hacia afuera”, pero, en la práctica,
este proyecto no se había abierto mucho camino. Las conversaciones entre las diversas
organizaciones marxistas de Cataluña habían resultado infructuosas, y al mismo tiempo el
BOC tampoco había podido, hasta el momento, implantarse en el resto de España. La
unificación con la ICE brindaba al proyecto bloquista de extenderse a todo el país una útil
serie de núcleos esparcidos por toda la geografía española. Años después Maurín declaró que
la unificación con la ICE también revestía para el BOC el interés del fortalecimiento que para
la dirección del partido, una dirección que hasta aquel momento dependía demasiado del

135
De las organizaciones que acudieron a la Conferencia de 1933 (véase nota 132), las siguientes enviaron
delegaciones en el 1935: ILP; FCI; NAP; PUP; SAP; Partido Comunista Sueco; OSP y RSP (Holanda); y el
Partido Socialista Independiente de Polonia; las otras organizaciones presentes fueron: Partido Comunista de la
Oposición, de Alemania (KPO); Frente Rojo (Austria) y los Grupos de Unidad Obrera franceses (seguidores de
Doriot); también había delegados de EEUU, India, Palestina, Bulgaria (probablemente el Movimiento de la
Izquierda Socialista) y Sarre (Avant 11.2.35, 28.2.35); entre finales de 1935 y principios de 1936 los grupos que
participaron en el BIUSR eran los siguientes: ILP; POUM; Partido Socialista Sueco; Partido Socialista
Revolucionario de los Trabajadores (Holanda); SAP; Partido Socialista Maximalista (Italia); el Frente Rojo
(Austria); Mot Dag (Noruega); Movimiento de la Izquierda Socialista (Bulgaria); Partido Socialista
Independiente (Polonia) y Partido Socialista Unificado (Rumania) (“La adhesión del Partido Obrero al Comité
Internacional pro-Unidad Socialista Revolucionaria” La Batalla 22.11.35; Revolutionary Socialist Bulletin enero
de 1936). Gorkin fue quien representó el BOC.
136
“Carta del C.E. de la I.C.E. al Secretariado Internacional”, 21.7.35. Boletín Interior de la ICE núm. 14, 1.8.35.
Como se ha visto, el emisario del SI, Jean Rous, había sido convencido por Nin y otros dirigentes de la ICE
durante el verano de 1935, de que la ICE iba a defender la causa de la Cuarta Internacional (véase nota 120).
137
Carta de Maurín a Pierre Broué, 18.5.72 (FPI). El Segundo Congreso de la FCI en 1934, había declarado que
la “Cuarta Internacional estaba condenada a fracasar” (“La cuestión internacional. Proyecto de tesis”, La Batalla
12.4.34).
210

mismo Maurín, significaba la incorporación de Nin. 138 Asimismo, el partido unificado se iba a
beneficiar de la presencia en sus filas de la militancia de la ICE, con muchos activistas capaces
y de dilatada experiencia, que podían aportar un importante bagaje intelectual a la nueva
organización. 139
El BOC y la ICE ya habían llegado al acuerdo definitivo de fusionar ambos partidos a
principios de julio de 1935. Maurín explicó que esto no había sido difícil porque entre las dos
organizaciones ya existía un entendimiento político en términos generales. El nuevo partido, el
Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), no iba a ser considerado como un partido
definitivo, sino como el primer “paso práctico en un proceso general de unificación”. El
Comité Central del BOC declaró que un “gran partido socialista revolucionario (comunista)”
se iba a formar “agrupando en un todo único a los núcleos marxistas revolucionarios
existentes” y que también iba a aglutinar a todos aquellos que “a causa del fraccionamiento del
movimiento obrero se han quedado temporalmente inactivos”, que ahora iban a verse atraídos
por el “impulso revolucionario” generado por la unificación marxista. La ampliación del
partido no podía darse en “línea recta”, mediante la simple incorporación de otras facciones,
sino que, como explicó Maurín, se trataba de un proceso en “espiral”, a través de una
verdadera “unidad de pensamiento y de acción” y no del “caos ideológico”. Ambos partidos se
mostraban confiados en que su unificación iba a tener repercusiones inmediatas en toda la
izquierda: así Maurín reiteró su firme convicción de que las otras organizaciones marxistas
“acabarán por comprender que es necesario [llevar a cabo la unificación] y vendrán a ella más
tarde o más temprano”. 140 Por su parte, Nin pronosticó “victorias rápidas y brillantes” para el
nuevo partido cuya importancia no había de “medirse mediante la suma numérica de sus partes
integrantes, sino en función del enorme polo de atracción que iba a constituir”. 141
El programa político del POUM, elaborado por Maurín y Nin durante el verano de 1935, fue
discutido y aprobado por los Comités Centrales y Ejecutivos de sus respectivas organizaciones
que formaban el nuevo partido. La política del POUM iba a basarse en el análisis desarrollado
por el BOC y por Maurín, que definía la fase que atravesaba la revolución española como
“democrático-socialista”. Según Maurín, escribiendo más de treinta años más tarde, “la fusión
del BOC y la IC (fue) sobre las bases ideológicas que había sostenido el BOC sin concesión
alguna al trotskismo”. 142 Sería, no obstante, una excesiva simplificación afirmar que el POUM
constituía una mera continuación del BOC, si bien es cierto que la mayoría abrumadora de los

138
Véase la carta de Maurín a Víctor Alba, 27.2.72., Alba. Dos revolucionarios... p.204.
139
Según Wilebaldo Solano, Maurín estaba interesado en este momento en obtener la colaboración de otros
dirigentes de la ICE además de Nin (entrevista con el autor 17.7.85). La importancia de la colaboración intelec-
tual de los extrotskistas, y no solamente la de Nin, se puede constatar por el hecho de que entre agosto de 1935 y
julio de 1936 aparecieron al menos ochenta ocho artículos en la prensa del POUM firmados por quince diferentes
militantes procedentes de la ICE, setenta uno en La Batalla, diez en La Nueva Era, seis en Front y uno en Treball
(del Sindicato Mercantil). Nin firmó 20 de estos artículos, José Luis Arenillas 18, Juan Andrade 12, Luis García
Palacios 9, Ignacio Iglesias 8, Eugenio Fernández Granell 6, Eusebio Cortezón 4, Enrique Rodríguez 3, Molins i
Fàbrega 2 y Loredo Aparicio, Francesc de Cabo, Julio Fernández Granell, Agustín Lafuente, José Quesada y
Aurelio Solares uno cada uno. Además, la unificación significó la reaparición de la revista teórica del BOC, La
Nueva Era, que había dejado de editarse el verano de 1931. El hecho de que el BOC hubiese tenido que
abandonar en 1932 sus planes de publicar una nueva revista teórica, Documentos, podía deberse a la falta de
militantes capacitados para colaborar en este tipo de publicación (Front 10.12.32, 31.12.32).
140
“Interviu con Joaquín Maurín a propósito de la unificación marxista” La Batalla 4.7.35; “El problema de la
unificación marxista”, ibíd 12.7.35. y Boletín del Bloque Obrero y Campesino (FCI) julio de 1935.
141
A. Nin, “Un pacto de unificación firme y sincero” La Batalla 19.7.35.
142
Pagès, El movimiento trotskista... pp.287-288; Carta de Maurín a Stanley Payne (10.6.67.) citada en Riottot
p.269.
211

militantes del partido unificado procedían del BOC y que Maurín gozaba de gran influencia.
Por otra parte, documentos internos de la ICE demuestran que esta organización estaba
convencida de que la fusión de los dos partidos se había realizado sobre la base de un
programa que incorporaba “todos [los] principios fundamentales” del trotskismo con respecto
al “carácter internacional de la revolución proletaria, a la condena de la teoría del socialismo
en un solo país, de la dictadura democrática del proletariado y del campesinado, a la defensa
de la URSS, con el absoluto derecho a criticar todos los errores de la dirección soviética, a la
afirmación de la bancarrota de la IIª y IIIª Internacionales y a la necesidad de restablecer la
unidad del movimiento obrero internacional sobre una nueva base”. 143 Juan Andrade,
miembro fundador tanto del PCE como de la ICE, llegó a decir que Maurín, tras los
acontecimientos de octubre de 1934, había “corregido totalmente sus puntos de vista” y que
coincidía ahora con los planteamientos trotskistas. 144 Sin embargo, la realidad se acercaba más
a la opinión expresada públicamente por Nin, quien afirmó que la unificación se había logrado
fácilmente porque no habían existido “discrepancias fundamentales” que separasen a los dos
partidos, y que “ninguna de las dos partes había hecho concesiones importantes”. 145 Las
circunstancias históricas determinaron que los dos partidos llegasen a una convergencia
general sobre las cuestiones más importantes, en lugar de que la línea política de uno se
impusiese a la del otro. Con todo, subsistían diferencias entre los dos, pero éstas pasaron a un
segundo plano, ante la necesidad imperiosa de dar el primer paso hacia la construcción de un
partido revolucionario unificado de masas.
Una vez aprobados por las direcciones del BOC y de la ICE el acuerdo de unificación y varias
resoluciones políticas, éstos pasaron a ser debatidos por sus respectivas bases. Al tiempo que
se desarrollaban estos debates, ambos partidos comenzaron a colaborar estrechamente en todos
los ámbitos. Cuando La Batalla volvió a publicarse, a fines de junio de 1935, contenía ya
artículos de dirigentes de la ICE, cuyos militantes, además, se encargaban ahora de venderla
en toda España. 146 A principios de septiembre, la prensa bloquista ya describía la unificación
con la ICE como una “realidad” aunque no estuviese formalizada. 147 Así, en Bilbao el antiguo
grupo de la ICE ya se daba el nombre POUM. 148 El BOC celebró un congreso extraordinario
secreto en Les Planes, población cercana a Barcelona, en el cual se aprobó la fusión por
mayoría arrolladora. 149
El congreso de unificación, debido a la situación de clandestinidad en que todavía se

143
“Carta del C.E. de la I.C.E. al Secretariado Internacional” 21.7.35, Boletín Interior de la ICE 1.8.35.
144
J. Andrade, “Carta a un camarada americano” 29.6.35, reeditado en L. Trotsky, La Revolución Española
(Barcelona 1977) tomo. II. pp.348-352.
145
Nin, “Un pacto de unificación firme y sincero”, La Batalla 19.7.35. En relación con el proceso de unificación,
el Comité Ejecutivo del POUM declaró en diciembre de 1935, que “ambas (organizaciones) había hecho
concesiones pero ninguna (había hecho) el más mínimo sacrificio de sus principios” (POUM Comité Executiu, A
propòsit d’un manifest... p.11).
146
El primer número contenía el artículo “El problema de las generaciones en el movimiento obrero” de Juan
Andrade, (La Batalla 28.6.35); véase la nota 141 sobre la colaboración en La Batalla de militantes extrotskistas.
En mayo de 1935, ya había aparecido en la prensa del BOC el primer artículo firmado por Nin después de cuatro
años de ausencia en sus páginas (A. Nin, “Les conclusiones obreres d'aquest Primer de Maig”, L'Hora 4.5.35). A
principios de agosto ya se vendía La Batalla en las calles de Madrid (La Batalla 9.8.35), suponemos que por
militantes de la ICE.
147
Acción 7.9.35.
148
Véase el manifiesto editado por el Comité Local del Partido Obrero de Unificación Marxista (Bloque Obrero y
Campesino e Izquierda Comunista unificadas) de Bilbao, “La posición equivoca de los socialistas y comunistas
oficiales”, La Batalla 9.8.35.
149
POUM Comité Executiu, A propòsit d’un manifest... p.2; Entrevista del autor con Wilebaldo Solano, 4.7.86.
212

encontraban los dos partidos, no pasó de ser mucho más que una reunión entre los dirigentes
de ambos, celebrada en Barcelona el 29 de septiembre, en el domicilio de los militantes de la
ICE, Francesc de Cabo y Carlota Durany. Nin, Molins i Fàbrega, e Ignacio Iglesias, de
Asturias, representaron a la ICE, mientras que el BOC estuvo representado por Maurín,
Arquer, Bonet, Coll y Rovira. 150 El nuevo partido iba a regirse de acuerdo con los principios
del centralismo democrático, que permitía la más amplia democracia interna pero no la
existencia de fracciones organizadas. La autoridad suprema iba a emanar del congreso anual
del partido, en el cual se iban a elegir a los 41 integrantes del Comité Central y al secretario
general. 151 En vista de la imposibilidad de celebrar un verdadero congreso a corto plazo, la
reunión de dirigentes, arrogándose funciones congresuales, nombró un Comité Central
compuesto por 29 militantes bloquistas y 12 de la ICE. También se nombró un Comité
Ejecutivo. Lo integraban, por parte de la ICE, Nin, quien asumía al tiempo el cargo de director
de La Nueva Era, revista teórica del partido, y Molins i Fàbrega; por parte del BOC, Maurín,
quien también iba a desempeñar la secretaria general y a continuar dirigiendo La Batalla,
Arquer, Bonet, Coll, Gironella y Rovira, director de L'Hora. Asimismo se decidió que las
juventudes del POUM heredasen el nombre de Juventud Comunista Ibérica y siguiesen
desarrollando tareas específicas entre la juventud, pero ya no como la “entidad orgánicamente
independiente” que habían sido las juventudes bloquistas sino como una estructura integrada
en el partido. Fueron elegidos como dirección de la JCI, Iglesias, Francesc Gelada, Miguel
Pedrola, Wilebaldo Solano y Germinal Vidal como Secretario General.152
La reacción de los militantes bloquistas ante la unificación fue diversa. Muchos, especialmente
el ala juvenil de Barcelona, reaccionaron con entusiasmo. Otros se mostraron indiferentes,
algunos presentaron objeciones al cambio de nombre alegando que el del BOC ya era bien
conocido como una opción política claramente definida. El prestigio del que Maurín gozaba en
el seno de su partido aseguraba la aceptación de la unificación con los trotskistas por parte de
la inmensa mayoría de las bases bloquistas.153 La oposición más pertinaz la presentó un grupo
encabezado por la mayoría de los integrantes del consejo de redacción de L'Hora, grupo que
ejercía además una influencia relevante en el seno del Ateneu Enciclopèpic Popular.
Este grupo tenía sus antecedentes principalmente en las voces que tiempo atrás habían acusado
al BOC de haber “abandonado la cuestión nacional”. Esta disputa se hizo pública en el

150
La reunión se celebró en la calle Montserrat de Casanovas 24, según Francesc de Cabo y Ignacio Iglesias
(citados en F. Bonamusa, Andreu Nin y el movimiento comunista... p.241). Iglesias se escondía en Barcelona
después de haber tenido un papel destacado en los acontecimientos de octubre en Asturias. Además de Francesc
de Cabo y Carlota Durany, también estaba presente Julio Alutiz, de la ICE de Pamplona, quien había asistido a
una reunión de la UGT en Madrid y al volver pasaba por Barcelona (I. Iglesias, “La fundación del POUM”,
Fundació Andreu Nin, Acotaciones para la Historia del P.O.U.M. [Barcelona 1989]).
151
Sobre la estructura del POUM véase, “Funcionamiento orgánico del POUM. Instrucciones a los militantes” La
Batalla 1.5.36, 8.5.36.
152
Boletín del Partido Obrero de Unificación Marxista octubre de 1935. Aunque el Boletín del POUM no lo
mencionaba, otras fuentes afirman que Josep Coll también formaba parte del primer Comité Ejecutivo del partido
(véase, Alba, El marxismo... p.234 y I. Iglesias, “La fundación del POUM”, Fundació Andreu Nin, Acotaciones
para la Historia del P.O.U.M.). Para una lista completa de los componentes del primer Comité Central, véase
Apéndice Ocho. Sobre la dirección de la JCI: I. Iglesias, Experiencias de la revolución, (Barcelona 2003) p.20.
153
Había bastantes recelos al cambio del nombre del partido según los exbloquistas Enric Adroher (Gironella),
Ramón Fernández Jurado, Víctor Alba y Joan Soler; Adroher consideraba además que la denominación POUM
fue una concesión a la ICE, (entrevista del autor con Enric Adroher 26.11.84; entrevista del autor con Ramón
Fernández Jurado, 18.4.84; V. Alba, El marxismo... pp.233, 240; J. Soler p.33). En contraste, para Vicenç
Ballester (entrevista con el autor 3.4.84) y Wilebaldo Solano (entrevista 17.7.85) el nuevo nombre gozó de
popularidad.
213

Segundo Congreso de la FCI, en abril de 1934. Núria Folch, una de las integrantes de este
grupo, llegó a proclamar durante el Congreso que las masas populares esperaban más de ERC
que del BOC ya que consideraban que este último era “imperialista, al igual que la FAI y los
lerrouxistas”. El grupo crítico había estado encabezado por Rovira y los antiguos dirigentes
del PCC Arquer, Colomer, Ferrer y Miravitlles, quienes, además, se mostraban reticentes
acerca de la construcción de un partido de ámbito estatal. El hecho de que en el Segundo
Congreso los argumentos de la que puede denominarse la facción “catalanista” de la dirección
fuesen rechazados por gran mayoría no había resuelto el problema planteado. 154 Tras el
congreso la oposición se aglutinó en torno al nuevo consejo de redacción de L'Hora —cuya
reaparición había sido decidida por el congreso —, integrado por Arquer, Coll, Ferrer,
Gironella, Rovira, Àngel Estivill y Llibert Estartús. De ellos puede considerarse que tan sólo
Gironella no pertenecía a la facción catalanista; Estivill y Estartús también habían apoyado a
la oposición durante el congreso de 1934. 155 El temor a que el semanario en catalán, pese a
que estaba nominalmente controlado por el Comité Ejecutivo del partido, se tornase un foco
de disensión, con el tiempo se iba a confirmar. 156 Ferrer, respaldado por Rodríguez Salas, ya
había chocado con el resto de los integrantes de la dirección del BOC acerca de cuestiones
organizativas. 157 La exclusión de estos dos militantes del Comité Ejecutivo del partido llevó a
que Rodríguez Salas, colaborador de Maurín desde hacía largo tiempo, abandonase el BOC y
se uniese al PCdeC a fines de 1934. 158 Colomer y Arquer fueron también excluidos del

154
Folch era estudiante, originalmente militante del PCC, afiliada de la AEP y candidata del BOC en las
elecciones municipales 1934; después de la guerra civil simpatizaba con el nacionalismo catalán y volvió al
catolicismo de su infancia. Delegados de ochenta cuatro células votaron en favor del informe del Comité
Ejecutivo y cuatro votaron en contra. Gorkin acusó a la oposición de ser “catalanistas”, mientras Rovira contestó
negando tal alegación. Rovira también acusó a la FCI de no tener “una dirección sindical competente” y de no
haberse extendido fuera de Cataluña tanto por falta de medios económicos como por la falta de “camaradas
capaces”, (La Batalla 20.4.34).
155
Estivill era un periodista y propagandista bloquista conocido; Estartús también era conocido como
propagandista del partido y había estado en las listas del BOC en las elecciones catalanas de 1932 tanto en la
provincia de Barcelona como en su provincia natal, Girona, donde también había sido candidato en 1933.
156
Uno de los delegados de Castellón, Dionisio Marsà, creía que existía el peligro de que “un núcleo de oposición
podría formarse alrededor de L'Hora [y] entrar en conflicto con el partido”; Maurín intentaba a calmar tales
temores diciendo que L'Hora iba a ser “propiedad del partido y dirigido por el Comité Ejecutivo” (La Batalla
20.4.34).
157
Ferrer había conseguido que el Primer Congreso de la FCI celebrado en 1933 adoptase la “Tesis de
Organización”, redactada por el, la cual dividió el Comité Ejecutivo en un Comité Político y un Comité de
Organización. Esta división de responsabilidades pronto provocó problemas dentro de la organización de
Barcelona y de la JCI. Según el Comité Político, Ferrer y Rodríguez Salas utilizaron el Comité de Organización
para promover una lucha fraccional contra el Político. El Segundo Congreso de la FCI rechazó con un gran
mayoría las criticas de Ferrer y Rodríguez Salas sobre las “actividades catastróficas” del secretario general —
Maurín — (ibíd; Acta del Comité Central del POUM 5/6.1.36 pp.18-20).
158
Antes del 2o Congreso de la FCI no había habido ningún indicio que transcendiese a nivel público del
distanciamiento de Rodríguez Salas de la dirección del Bloc; en una entrevista publicada en Adelante (28.1.34)
Rodríguez Salas se mostraba orgulloso del BOC y de la JCI y el periódico le elogiaba como un “gran leninista”.
Además Rodríguez Salas formó parte de las comisiones que prepararon las tesis de Organización, Juventud y de
Socorro Rojo del Segundo Congreso de la FCI (ibíd 4.3.34). Se dio de baja en el BOC después de los hechos de
octubre de 1934 (POUM Comité Executiu, A propòsit d’un manifest... p.5). Según Maurín, Rodríguez Salas había
empezado a sentirse molesto después de que la organización de Tarragona le rechazase como candidato por la
provincia en las elecciones de noviembre de 1932; Rodríguez Salas rechazó entonces una propuesta de Maurín
para presentarse en la lista de Barcelona capital (carta de Maurín a Pierre Broué, 18.5.72, [FPI]). Josep Coll ha
explicado que la disidencia de Rodríguez Salas dentro del Bloc, tenía sus orígenes en su obsesión de que Maurín,
de quien siempre había sido un gran admirador, estaba expuesto a sufrir algún atentado; cuando el dirigente
bloquista se negó a aceptar el servicio de guardaespaldas que Rodríguez Salas, como jefe de los GABOCS, le
214

Comité Ejecutivo por su postura opositora, aunque tras la deserción de Miravitlles del partido
en junio de 1934, Colomer reingresó en el Comité Ejecutivo a petición de éste. En el congreso,
Miravitlles había sido reelegido como miembro del Comité Ejecutivo, mientras que Rovira
había entrado en él por primera vez, pese a ser ambos pertenecían a la oposición. En el
nombramiento de Arquer, Coll y Rovira como miembros del Comité Ejecutivo del POUM en
septiembre de 1935 puede verse tanto un intento de garantizar la representación de la
tendencia más catalanista del BOC en la dirección del nuevo partido como un reflejo del
prestigio del que gozaban estos dirigentes entre gran parte de la militancia.
Casi todos los dirigentes del grupo de oposición del congreso de 1934 se mostraron
abiertamente contrarios a la unificación con la ICE. Esto quedó reflejado en un manifiesto
fraccional, distribuido a todos los militantes del partido unificado en noviembre de 1935,
firmado por 40 militantes, encabezados por Colomer, Ferrer, Estivill y Estartús. La oposición
alegaba que el BOC sufría un declive desde 1931; que en el partido no existía democracia
interna ni, como se había visto en octubre de 1934, preparación técnica; que su posición sobre
la cuestión nacional adolecía de “falta de contenido revolucionario”; que se había
“burocratizado” y que el partido atacaba demasiado a la URSS. La oposición también solicitó
que se acabase con la “campaña de insultos y calumnias contra otras organizaciones obreras” y
que se “trabajase con sinceridad” a favor de la unidad entre todos los partidos obreros de
Cataluña. Asimismo, la oposición prácticamente acusó al BOC de haber saboteado la Alianza
Obrera y de haber causado así su “fracaso”. 159
No fueron, sin embargo, estas críticas las que ocasionaron las más profundas divergencias
entre la mayoría del BOC y la “fracción de L'Hora” —como se dio en llamar a este grupo
opositor— sino que estas tuvieron su origen por un lado en la cuestión del establecimiento de
un partido de ámbito estatal, y más concretamente en la unificación con el grupo de Nin, y por
otro en la postura ante la táctica de “frente popular”. Seguidores de la fracción opositora, junto
con Rovira, también contrario a la unificación con los trotskistas, habían mantenido contactos
con el PCP, tras la ruptura de las negociaciones entre éste y el BOC, con la esperanza de poder
crear aún un partido de ámbito exclusivamente catalán. El rechazo a la unificación con la ICE
no se debía tan sólo a la aversión a crear un partido de alcance estatal sino también
simplemente al antitrotskismo. 160
Algunos integrantes de la fracción de L'Hora evaluaron positivamente el vuelco de la IC, y en
consecuencia de sus secciones estatales, a favor de la política de frente popular. Antes de que
esto sucediese, Colomer ya había comenzado a adoptar planteamientos frentepopulistas. Tras
las elecciones de noviembre de 1933, abogó a favor de la formación de un bloque común con
ERC para conjurar el “inmediato triunfo del fascismo”. 161 Más importante aun es la aparición,

había organizado, se ofendió mucho y sus relaciones con la mayoría de la dirección se tornaron cada vez más
incómodas. Después de dejar al BOC, Rodríguez Salas se afilió al PCdeC porque, según Coll, sabía que así podía
“hacer más daño a Maurín” (entrevista con el autor, 6.12.84).
159
POUM Comité Executiu, A propòsit d’un manifest fraccional p.2; V. Colomer, “Com donar volada a l'Aliança
Obrera ?”, L'Hora 26.10.35.
160
Acta del Comité Central del POUM 5/6.1.36 pp.19-20; Coll y Pané, p.52; Fernández Jurado p.143. Colomer
argumentó durante el Congreso Extraordinario del BOC, en septiembre de 1935, que la unificación con la ICE
iba a tener efectos negativos (POUM Comité Executiu, A propòsit d’un manifest... p.11). Arquer, en una carta a
Miravitlles en 1950, decía que siempre estaba en contra de la unificación con los Trotskistas y el cambio de
nombre del partido, J. Arquer, Fons Jordi Arquer. Correspondència (1939-1981) (Barcelona 2004) p.85. Rovira
representó al POUM en el congreso fundacional del Partit Estat Català en mayo de 1936 donde hizo una
intervención desde una óptica independentista, Martínez Fiol, p.216.
161
POUM Comité Executiu, A propòsit d’un manifest fraccional p.5.
215

en julio de 1935, de un artículo de portada en L'Hora, en el que se congratulaba del


establecimiento del Frente Popular en Francia. Según Colomer la victoria de ese frente iba a
tener repercusiones en el mundo entero e iba a marcar el inicio de la “derrumbamiento del
mundo capitalista”. En su opinión, criticar al Frente Popular era manifestación de un
“sectarismo ciego”, ya que la única batalla que debía librar ahora el movimiento obrero era la
de “enfrentarse al enemigo e impedir la victoria de una dictadura implacable”.162 En términos
similares se expresó Àngel Estivill en un discurso pronunciado ante empleados de banca en el
otoño de 1935, en el que habló de la “necesidad de unir a todas las clases progresistas” para
llevar a cabo “la revolución antifascista”. 163 La defensa del frentepopulismo que estas
declaraciones revelaban, y la consiguiente colaboración con la pequeña burguesía que dicha
política entrañaba, contrastaban abiertamente con la posición oficial del BOC. Esta posición
había sido expuesta sin ambages por Maurín en un artículo publicado en La Batalla una
semana después del escrito por Colomer en L'Hora, en el que no dejaba lugar a dudas acerca
del rechazo bloquista hacia nuevo giro estratégico de la IC. 164
Aunque la fracción era pequeña, y pese a que la dirección del POUM afirmaba que las
posiciones que defendía no iban a encontrar eco entre los militantes, el Comité Ejecutivo en su
conjunto se esforzó por desarticular esa oposición lo más rápidamente posible. Ante la
negativa del comité de redacción de L'Hora a acatar la disciplina del partido, el POUM
comenzó a publicar en Cataluña, a partir de diciembre de 1935, un nuevo semanario, Front. A
principios de enero de 1936 tuvo lugar una reunión extraordinaria del Comité Central
ampliado para tratar el problema planteado. Salvo Coll y Rovira, quien era director de L'Hora,
el resto de los dirigentes condenaron las actividades de la fracción, especialmente después de
que se hubiese revelado que el manifiesto que ésta había elaborado había caído en manos de
organizaciones rivales. El Comité Central decidió, en consecuencia, disolver la fracción y
suspender de militancia por un año a Colomer, Estivill y Estartús, por su condición de líderes
de la fracción. Se determinó también que si la oposición no acataba la decisión, todos los
integrantes y seguidores de la fracción serían expulsados del partido. 165
En una nota publicada en la prensa del PCdeC y del PCP a finales de enero de 1936, un total
de 22 militantes, encabezados por Colomer, Ferrer, Estivill y Estartús, declararon que ya no
militaban en el POUM. Este grupo de oposición estaba principalmente implantado en
Barcelona, si bien también recibió apoyo de las importantes secciones poumistas de Reus y El
Vendrell. 166 Rovira y Coll se mantuvieron dentro del nuevo partido pero no por ello dejaron
162
V. Colomer, “Per la conquista del Poder a França!” L'Hora 12.7.35.
163
A. Estivill, Cuatro lecciones de socialismo. Introducción a la Historia y teoría de la lucha de clases
(Barcelona 1937) pp.170-172.
164
J. Maurín,” Las relaciones del proletariado con los partidos pequeñoburgueses” La Batalla 19.7.35. Además,
Maurín había dejado muy clara su hostilidad a un “bloque” con la pequeña burguesía cuando el Partido
Comunista comenzó a plantear esta idea a principios de 1935 (J. Maurín, “Una política inacceptable. Bloc del
moviment obrer i de la petita burguesia?”, L'Hora 15.2.35).
165
Se opusieron a esta decisión Rovira, Coll y Joan Vila (Acta del Comité Central del POUM 5/6.1.36 pp.19, 21-
26; POUM Comité Executiu, A propòsit d’un manifest fraccional pp.1, 3; “Resolución sobre el grupo fraccional”,
La Batalla 17.1.36).
166
Octubre 24.1.36; “Informe sobre la actividad del p. desde julio hasta diciembre de 1935. Cataluña” s.f.
(ACCPCE). En El Vendrell, los dirigentes locales de la UdeR, Pau Padró y Josep Reguerots se pusieron de parte
de la oposición. Había problemas también con Padró y Reguerots porque defendían su “libertad de acción” en la
UdeR sin consultar al partido, (Acta del Comité Central del POUM 5/6.1.36 pp. 19-20). Según Francesc
Bonamusa (El Bloc Obrer... p. 291n), Padró se dio de baja del POUM en diciembre de 1935; sin embargo esto
probablemente sucedió más tarde, dado que Front (7.2.36), aún le nombraba como “nuestro camarada” cuando
fue elegido para representar a la UdeR en la lista de Barcelona del Frente de Izquierdas para las elecciones de
216

de ser destacados dirigentes de lo que siguió siendo el ala más “catalanista” del POUM la cual,
tras la guerra civil, iba a terminar escindiéndose del partido y fundando, junto a exmiembros
de la USC y del PSUC, incluyendo Víctor Colomer, el Moviment Socialista de Catalunya. 167
La fracción opositora mantenía contactos con el PCdeC desde hacía algún tiempo y el BOC
había acusado a éste, en junio de 1935, cuando las negociaciones para la unificación con la
ICE entraban en la recta final, de tratar de “instigar una revuelta” entre su militancia de
base. 168 Sin embargo, cuando la fracción opositora se escindió, la mayoría de sus integrantes,
aparte de Ferrer y quizá otros pocos, se adhirió a la Federación Catalana del PSOE y no al
PCdeC. Esta decisión parece haber sido motivada por la actitud relativamente abierta del
Partido Socialista; de lo que no cabe duda es de que desmiente el carácter pretendidamente
catalanista de la oposición, al ir a ingresar ésta en un partido tan poco sensible a la cuestión
nacional como el PSOE. Por otra parte, en abril de 1935, Colomer ya había propuesto al
Comité Central del BOC la integración en el PSOE. 169 La escisión de este grupo tuvo pocas
repercusiones en el POUM en términos numéricos, pero sus rivales la utilizaron con fines
propagandísticos, ya que varios de los escindidos eran destacados dirigentes bloquistas. La
pérdida de Colomer, miembro fundador de la FCC-B, del PCC y del BOC, debió ser un golpe
personal para Maurín, con quien lo unían largos años de colaboración política y lazos de
amistad. La verdadera importancia de esta escisión iba a ponerse de manifiesto en los meses
siguientes, a medida que los antiguos opositores bloquistas ahora integrados en el PSOE
comenzaron a desempeñar un papel importante en el desbaratamiento de los intentos del
POUM de influenciar a los socialistas catalanes.

El POUM, la izquierda socialista y la unidad revolucionaria


Para lograr su objetivo de tornarse un partido de ámbito estatal, era fundamental que el POUM
atrajese a sus filas al menos a una parte del ala izquierda del PSOE. Algunos dirigentes
bloquistas estaban a favor de una fusión directa con el PSOE. Esta había sido la posición
defendida por Colomer en abril de 1935, en contra de la idea de crear un nuevo partido
unificado extendido a toda España. Incluso Gorkin, uno de los más leales colaboradores de
Maurín, afirmó diez años después que él también en este período había apoyado la unificación
con el Partido Socialista. 170 La mayoría de los dirigentes bloquistas, sin embargo, descartaban
la unificación con el PSOE si en ese partido no se daba una escisión, o una purga de sus
facciones centrista y derechista. Cuando a finales de 1933 Largo Caballero había afirmado que
lo único que separaba a los socialistas de los comunistas era la cuestión del partido, Gorkin lo
había desmentido tajantemente. Para Gorkin los ejemplos históricos – Kerensky, Noske y
Scheidemann, entre otros – demostraban la falsedad de la opinión del dirigente ugetista.
Gorkin insistió entonces en que para que el BOC debatiese la unificación con el PSOE era
necesario que éste supiese “romper con su pasado, corregir errores, depurar traidores y

febrero de 1936, pero después de esto no hubo ninguna referencia más sobre Padró en la prensa del POUM.
Reguerots perteneció al partido al menos hasta finales de enero de 1936, cuando aún habló en un mitin del
POUM, (La Batalla 24.1.36).
167
El MSC fue fundado en 1945 y incluía en sus filas a Rovira, Coll y a otros exmilitantes del POUM, además de
exmilitantes del PSUC (en general procedentes originalmente de la USC y PSOE).
168
“Carta del Comité Ejecutivo del BOC al Partit Comunista de Catalunya”, La Batalla 30.6.35.
169
Esta propuesta fue rechazada unánimemente (POUM Comité Executiu, A propòsit d’un manifest fraccional
p.2).
170
J. Gorkin, El POUM ante el reagrupamiento socialista (México 1946) p.21.
217

tornarse leal a la clase obrera”. 171 Hubo muchas esperanzas de que esto sucediese a principios
de 1935, período en el que la izquierda socialista, en especial la FJS, estaba radicalizándose
cada vez más. A fines de 1934, el BOC había afirmado que la división del Partido Socialista
no iba a debilitar al movimiento obrero, sino que era “indispensable para su purificación”. 172
Además, los bloquistas confiaban en beneficiarse de la radicalización de las filas socialistas.
La afirmación de Luis Portela, en vísperas del levantamiento de octubre, de que el BOC, pese
a sus reducidas dimensiones, había “influenciado mucho en la nueva posición doctrinal del
partido socialista”, evidencia esta convicción bloquista. 173
Durante la primera mitad de 1935 la colaboración entre el BOC y algunas organizaciones
locales del PSOE aumentó de manera manifiesta. Así en Vinaroz (Castellón) los dos partidos
comenzaron a publicar conjuntamente el periódico Frente). 174 Más significativo aun era el
hecho de que, pese a la ruptura de las negociaciones sobre la unificación, las relaciones con la
Federación Catalana del PSOE seguían siendo relativamente fluidas. La consonancia entre el
BOC y los socialistas catalanes era tan estrecha que el PCdeC había protestado, en marzo de
1935, porque constantemente los dos partidos presentaban un frente unido contra sus represen-
tantes en el seno del Comité Regional de la Alianza Obrera de Cataluña. 175 Tras la creación
del POUM, los socialistas catalanes plantearon en el Pleno Nacional del PSOE la necesidad de
mantener relaciones con el nuevo partido, planteamiento que no contó con el beneplácito de
Prieto. 176 Los bloquistas cifraban sus esperanzas de ganar adeptos principalmente en la FJS, a
la que describían como “cada vez más marxista-leninista”. La radicalización de las juventudes
socialistas quedó plasmada en un controvertido opúsculo, titulado Octubre: segunda etapa,
publicado tras los acontecimientos de octubre de 1934. La FJS defendía ahora la necesidad de
una campaña más incisiva para “bolchevizar” al movimiento socialista, con el objetivo de
centralizar la estructura del partido, de expulsar a la facción de Besteiro y de desalojar a los
seguidores de Prieto de todos los puestos de dirección. La FJS esperaba que la
“bolchevización” se viese acompañada por una unificación general del proletariado en los
ámbitos político y sindical, por el rechazo de nuevas alianzas con los republicanos y por la
retirada de la Segunda Internacional para abordar la cuestión de una “reconstrucción
internacional (del movimiento obrero) sobre la base de la tradición de la Revolución rusa”.
Las juventudes socialistas habían reiterado que las alianzas obreras debían tan sólo ocuparse
de organizar la insurrección armada. Al igual que otros socialistas del ala izquierda, la FJS
creía que iba a ser un PSOE “bolchevizado” el que ejerciese una futura dictadura del
proletariado, no las alianzas obreras ni ninguna forma de soviet. 177
Tanto el BOC como la ICE, pese a discrepar con muchos de los planteamientos políticos de la
FJS, hacían cada vez mayor hincapié en la necesidad de sacar partido de la radicalización de
las juventudes socialistas para atraerlas a lo que los comunistas disidentes consideraban como
posiciones “plenamente marxistas”. Había razones para creer que esto era posible, ya que las
relaciones de la FJS con la JCI y con las juventudes de la ICE se habían ido fortaleciendo

171
J. Gorkin, “Posición del socialismo español (IV)” La Batalla 5.10.33.
172
“L'escisió al partit socialista”, Avant! 29.10.34.
173
Intervención de Portela en la reunión del Comité Central del 30 de septiembre de 1934, La Batalla 4.10.34.
174
ibíd 13.9.35.
175
“Partit Comunista de Catalunya Comité Central. A todos los Comités de Radio y Comarcas” 6.3.35
(ACCPCE).
176
Acta del Comité Central del POUM 5/6.1.36 p.2
177
Juventudes Socialistas de España, Octubre: segunda etapa (Madrid s.f. [1935]); también véase Bizcarrondo, ..
pp.83-156.
218

durante todo el año 1934 y principios de 1935. En Barcelona, la JCI y la FJS habían formado,
en abril de 1934, la Alianza Obrera Juvenil, a la que posteriormente se iban a adherir la UJC
(la Unión de Juventudes Comunistas) del PCE y la Asociación de Estudiantes
Revolucionarios. En Reus, Sabadell y Tarragona también se crearon organizaciones
similares. 178 Si las juventudes socialistas, al igual que el PSOE catalán, estaban dispuestas a
colaborar con el BOC se debía en parte a que eran conscientes de su debilidad en Cataluña.
Esto quedó de manifiesto cuando Carlos Hernández Zancajo y Santiago Carrillo, dirigentes de
la FJS, visitaron Barcelona en septiembre de 1934 y ofrecieron a la JCI la dirección de una
organización juvenil unificada en Cataluña. 179 El ofrecimiento fue rechazado por la juventud
bloquista ya que ésta consideraba que el establecimiento de un nuevo grupo juvenil unificado
no podía separarse de la creación de un partido unificado. Con todo, el Comité Ejecutivo del
BOC consideró que la propuesta constituía un signo esperanzador por lo que resolvió
intensificar las relaciones con la FJS. La colaboración entre ambas organizaciones se mantuvo
en Cataluña tras los acontecimientos de octubre de 1934. La JCI se unió con las
organizaciones juveniles comunista y socialista para desarrollar una campaña en contra de las
penas de muerte impuestas a algunos de los dirigentes de la revuelta de los mineros
asturianos. 180 Por el contrario, en Valencia, donde la FJS era más fuerte, los intentos de la JCI
de formar una Alianza Obrera Juvenil chocaron con la oposición tanto de aquella como de las
juventudes comunistas. 181
La influencia de los comunistas disidentes en el seno de la FJS parecía haber ido en aumento
durante 1934, a juzgar por el hecho de que muchas organizaciones locales de las juventudes
socialistas en diferentes puntos de España habían comenzado a suscribirse con regularidad a
La Batalla y a solicitar escritos del BOC. 182 Esta influencia probablemente aumentó cuando el
BOC comenzó a dar espacio en las páginas de su prensa a los dirigentes de la FJS para que se
defendiesen de los ataques de los que eran objeto dentro del PSOE por parte de la facción de
Prieto. En febrero de 1935 en L'Hora, y en La Batalla en el verano de ese mismo año,
aparecieron una serie de artículos de los dirigentes juveniles socialistas Carlos Hernández
Zancajo y Santiago Carrillo en los que se atacaba no sólo a las alas de centro y de derecha del
PSOE, sino también, en algunos casos, la idea del Bloque Popular Antifascista propugnada por
el PCE. 183 En el mismo período en que aparecieron en sus páginas estos artículos, L'Hora
publicó también una obra del dirigente de la FJS Segundo Serrano Poncela, El Partido
Socialista y la Conquista del Poder, en la que se ensalza el papel desempeñado por el BOC en

178
De todas maneras, el BOC se quejaba que las Alianzas Obreras Juveniles en estas localidades habían hecho
poco antes de octubre de 34 (Acción 18.6.35).
179
W. Solano, “Comentarios críticos a la “unificación” de las Juventudes Socialistas y Comunistas” La Batalla
1.5.36. Los delegados por parte de la JCI fueron Germinal Vidal, Carmel Rosa y Wilebaldo Solano; conversación
con W. Solano 30.10.96.
180
JCI, JSC, UJCC y FJS, “A tota la Joventut Treballadora” s.f. (octavilla, IMHB) y Comité Executiu Aliança
Obrera Juvenil, “Joves Obrers!” 1.4.35 (octavilla, IMHB).
181
Acción 18.6.35.
182
Entrevista con Wilebaldo Solano 4.7.86.
183
Para los artículos de los dirigentes de la FJS en la prensa bloquista véase: L'Hora 15.2.35, 27.4.35,11.5.35; C.
Hernández, “Nosotros las juventudes socialistas” La Batalla 28.6.35; S. Carrillo, “La bolchevización del Partido
Socialista” ibíd; C. Hernández, “El proletariado sindicalista en ruta hacia el marxismo”, ibíd 4.7.35; C.
Hernández, “Posiciones “colistas”“ ibíd 12.7.35; “Declaraciones de Carlos Hernández y Santiago Carrillo
contestando a I. Prieto que “La Libertad” no quiso publicar después de haberlo solicitado”, ibíd 19.7.35. La
Batalla reprodujo además un artículo de José Bullejos, aparecido en el periódico de la FJS de Guadalajara, en el
que el antiguo máximo dirigente del PCE atacaba la política del Bloque Popular (J. Bullejos, “El bloque popular
y la política de alianzas” ibíd 13.9.35).
219

el seno de la Alianza Obrera de Cataluña, contrastándolo con la actitud sectaria demostrada


por el PCE en otras partes de España. En opinión de Serrano Poncela, tras las elecciones de
noviembre de 1933 el BOC se había aproximado al PSOE, lo que hacía más probable que los
dos partidos llegasen a algún tipo de acuerdo político. 184 La oposición del ala izquierda del
PSOE a la renovación de la alianza republicano-socialista, había acortado aun más, al menos
objetivamente, la distancia entre los socialistas de izquierda y los comunistas disidentes.
Entretanto el BOC seguía, aunque de forma amistosa, criticando a la FJS, sobre todo por lo
que consideraba su “ultraizquierdismo”, una enfermedad que, según los bloquistas, podía
“curarse”. 185 Las diferencias de opinión existentes entre el BOC y la FJS quedaron explícitas
en una serie de intercambios escritos entre Maurín y Carrillo publicados durante julio y
septiembre de 1935 en La Batalla y en el periódico de la izquierda socialista Claridad. 186 Este
debate marcó, en cierta medida, un hito en las relaciones entre las dos organizaciones. Carrillo
reiteró su convicción de que el futuro gran partido bolchevique español iba a construirse en el
seno del PSOE e hizo un llamamiento al BOC a integrase en el partido para, de esta manera,
fortalecer a la izquierda en su lucha contra los reformistas. Maurín, en respuesta, reafirmó el
convencimiento del BOC en la imposibilidad de que esto sucediese mientras coexistiesen en el
seno del PSOE dos tendencias irreconciliables. Para Maurín el problema no era de naturaleza
numérica, tal cosa no había preocupado a Lenin en 1917, sino de claridad ideológica. Si los
comunistas disidentes se integraban en el PSOE, estarían sujetos a la disciplina del partido, por
lo que iniciativas independientes, como había sido la creación de la Alianza Obrera no podrían
prosperar. Por otra parte, la expulsión de los trotskistas del Partido Socialista Francés, ocurrida
en el verano de 1935, aumentó los temores de la dirección bloquista acerca de la probabilidad
de que una situación parecida se reprodujese en España si cualquier facción marxista disidente
se integraba en el PSOE. 187 Maurín afirmó que la unidad era imprescindible, pero que era
necesario realizarla sobre una base revolucionaria y no en el seno de ninguno de los partidos
obreros existentes. Maurín también atacó el concepto “blanquista” que la FJS tenía de la
insurrección armada, que relegaba a las masas al papel de observadores mientras la elite
revolucionaria, en el caso español el PSOE “bolchevizado”, tomaba el poder en su nombre.
Esto constituía un caso de sustitucionismo, denominación que se daba a la sustitución de la
acción de masas de la clase obrera por parte de una organización revolucionaria. El BOC había
criticado también el concepto de dictadura del proletariado que defendía el ala izquierda del
PSOE, según el cual debía ser el partido el que la ejerciese y no los soviets, o en el caso
español, las alianzas obreras.
El brusco giro a la izquierda de la FJS y de otros sectores socialistas no los había llevado,
como vemos, a abandonar la tradicional concepción socialdemócrata del marxismo según la
cual el partido actúa en representación de la clase obrera, en lugar de dirigirla en su lucha por
el poder como Lenin propugna. Maurín concluía su crítica de la línea política de Carrillo y de
la dirección de la FJS esbozando cuales debían constituir las bases de un acuerdo con la
izquierda socialista:
—Aceptación de las alianzas obreras como organizaciones de lucha, insurreccionales y como
184
S. Serrano Poncela, El Partido Socialista y la conquista del poder (Barcelona 1935) pp.113-114.
185
W. Solano, “Las JS y el problema de la insurrección” La Batalla 23.8.34.
186
S. Carrillo, “Razones que abonan nuestra invitación”, ibíd 2.8.35; S. Carrillo, “La depuración del socialismo
español, probable y próxima” ibíd 9.8.35; la respuestas de Maurín fueron publicadas en ibíd 16.8.35, 13.9.35 y
20.9.35. Todos los artículos fueron reproducidos en La polémica Maurín-Carrillo (Barcelona 1937); véase
también Alba, La revolución española en la práctica… pp.52-74.
187
Acción 7.9.35.
220

órganos de poder. —Unificación del movimiento sindical.


—Aceptación de la naturaleza democrático-socialista de la revolución.
—Adopción de una “posición bolchevique” con respecto a la cuestión nacional y a la cuestión
agraria.
—Creación de un partido homogéneo sin fracciones.
En conclusión, el dirigente bloquista advertía que, en el seno del PSOE, la FJS no sólo no iba
a lograr la unidad a la que aspiraba sino que, en última instancia, los jóvenes de izquierda iban
a sufrir una derrota si no cambiaban sus posiciones. 188
Esta polémica, así como el mismo hecho de la publicación de artículos de dirigentes de la FJS
en la prensa bloquista, ha provocado una sobrevaloración del acercamiento entre la juventud
socialista y el BOC en este período. Aunque a mediados de 1935 el BOC y la ICE habían
logrado ejercer una influencia limitada sobre algunas secciones de la FJS, finalmente sólo
habían podido ganarse a unos pocos jóvenes socialistas. Las exigencias de Maurín para
alcanzar la unidad con la izquierda socialista planteadas en la polémica con Carrillo eran de
muy difícil realización, debido a la propia inconsistencia de las posiciones del ala izquierda
del PSOE, debilidad que el mismo Maurín había señalado y de la que los dirigentes del BOC
eran conscientes. Es muy probable que el BOC no creyese realmente en la posibilidad de
alcanzar una unidad planteada sobre esos términos. Resulta más verosímil que la aspiración
bloquista fuese desvelar la fragilidad de la política “revolucionaria” de la FJS y atraer así a la
base de la juventud socialista a la órbita del nuevo partido marxista unificado. Esta empresa no
estaba exenta de dificultades, dado que el POUM era débil fuera de Cataluña, y en este
período no aparecía como una alternativa viable a ojos de los radicales de la FJS y de otros
socialistas de izquierda, que creían militar ya en organizaciones de masas revolucionarias. El
número de afiliados socialistas, sobre todo el de la FJS, continuaba aumentando, y es probable
que gran parte de la afiliación socialista considerase que el POUM era un competidor cuya
existencia resultaba innecesaria. Aun así, la dirección del POUM mantenía su optimismo
acerca de la atracción que el nuevo partido iba a ejercer sobre los jóvenes socialistas ya que
consideraba, como afirmó Maurín, que “si la FJS no abandona el sendero revolucionario” era
inevitable que acabase acercándose al nuevo partido. 189 Estas esperanzas no iban a llegar a
hacerse realidad: el poder de convocatoria del movimiento comunista oficial, revitalizado, y
poderoso a escala internacional, iba a resultar mucho más seductor para la FJS que la
ortodoxia marxista revolucionaria del POUM.

188
La Batalla 20.9.35.
189
Acta del Comité Central del POUM 5/6.1.36 pp.3-5.
221

6. 1936: Revolución o contrarrevolución


El Frente Popular.
La caída del gobierno formado por los radicales y la CEDA, acaecida en el otoño de 1935 y
ocasionada por una serie de escándalos financieros, inauguró una fase decisiva en la historia
de la República. El gobierno provisional, formado por varios pequeños partidos de centro,
hubo de abocarse enseguida a la preparación de nuevos comicios debido a que no logró
recabar suficiente apoyo parlamentario. El POUM creía que la opción que se planteaba se
daba, ahora más que nunca, entre la revolución socialista o el fascismo. En diciembre de 1935
el partido declaró que, en el mejor de los casos, unas elecciones no podían constituir más que
una solución temporal. Para los comunistas disidentes las Cortes que se eligiesen iban a ser las
que con más claridad demostrasen desde 1931, “su vacuidad e impotencia”.1 La conclusión
del POUM era que la incapacidad política de los partidos pequeñoburgueses, junto a la
inestabilidad de la situación sociopolítica, desbarataban cualquier posibilidad de que se diese
una solución duradera en el marco de la democracia burguesa. El POUM tildó de erróneas las
comparaciones, aparecidas en la prensa extranjera, entre la situación política en España en este
período y las de Alemania, Austria e Italia en los días previos a que los fascistas en esos países
asumiesen el poder. Según La Nueva Era, la revista teórica del partido, “la relación de
fuerzas” en el país a comienzos de 1936 era “infinitamente más desfavorable” para la derecha
autoritaria de lo que lo había sido dos años atrás. 2 Según el POUM esto se debía a la creación
de las alianzas obreras, a que las masas populares estaban decididas a no permitir que la
derecha tomase el poder, como había quedado demostrado en octubre de 1934, a los
escándalos gubernamentales y a las divisiones existentes en el seno de los partidos burgueses.
Por ello el POUM pronosticó que los comicios que se celebrasen iban a tener un “carácter
marcadamente revolucionario”; quedaba aún por ver si la clase obrera iba a poder aprovechar
esta situación, ya que el movimiento obrero no estaba en condiciones, ni organizativas ni
ideológicas, de erigirse como un verdadero contendiente por el poder.
Ante la perspectiva electoral, la mayoría de las fuerzas de izquierda se decantaban a favor de
algún tipo de pacto; pacto que, en realidad, no iba a pasar de ser una repetición de la alianza
formada por los republicanos y los socialistas cinco años atrás y que, dado el sistema electoral
vigente, iba a evitar una derrota electoral como la sufrida en 1933. La renovada popularidad de
la que gozaban los republicanos ayudó en gran medida a impulsar las gestiones que se
realizaban con miras a llegar a un acuerdo. Por otra parte, en el seno del PSOE, la facción de
Prieto acogió con entusiasmo la posibilidad de reconstruir la alianza con los republicanos.
Ahora el PCE abogaba también a favor de la formación de un Frente Popular de todas las
organizaciones obreras y los sectores antifascistas de las clases medias. La única resistencia a
este pacto la representaba el ala izquierda de los socialistas que, al menos teóricamente, se
oponía a que se reprodujese la alianza republicano-socialista.
Para el POUM, la pequeña burguesía iba a ser incapaz de desempeñar un papel decisivo en el
curso de los acontecimientos políticos del país. La debilidad de la base social de los republi-
canos, así como la impotencia que habían demostrado durante su período de gobierno, con-

1
“Nuestra posición concreta frente al confusionismo general”, La Batalla 13.12.35; “El desmoronamiento de la
coalición radicalcedista”, ibíd 20.12.35.
2
“Comentarios”, La Nueva Era enero de 1936.
222

firmaban a ojos del POUM su visión marxista ortodoxa de que sólo dos clases — el proleta-
riado y la burguesía — podían de verdad determinar cual iba a ser el futuro político de España.
Por ello, el POUM consideraba que, en última instancia, la pequeña burguesía por sí sola iba a
ser incapaz de adoptar una posición política independiente de las adoptadas por esas dos
grandes clases sociales; con todo, no menospreciaba la importancia de la pequeña burguesía
como clase social, sobre todo en vista de que, como señaló José Luis Arenillas, dirigente
poumista en el País Vasco procedente de la ICE, la clase obrera en España en realidad
constituía una minoría de la población 3 . Si el concepto general de pequeña burguesía se hacía
extensivo también al campesinado, la relevancia numérica de esa clase resultaba evidente. Por
lo demás, las experiencias fascistas habidas en otras partes de Europa habían demostrado que
la pequeña burguesía podía servir al fascismo como carne de cañón. Por esta razón Maurín y
otros venían advirtiendo repetidamente desde años atrás que “sería una monstruosa
equivocación” que la clase trabajadora rompiese completamente con la pequeña burguesía y
que la considerase un adversario. En julio de 1935 Maurín escribía que “no ha habido, ni hay,
ni habrá una revolución pura, fabricada con arreglo a un determinado molde o patrón” y que,
en “épocas de gran convulsión histórica”, como en la Rusia de 1917 o los momentos de auge
del fascismo, la pequeña burguesía había demostrado ser de “una importancia extraordinaria”. 4
Ante la propuesta de formar un frente que incluyese a la izquierda burguesa y a los partidos
obreros, el POUM reafirmó que la necesaria unidad de acción contra la reacción no significaba
entregar el movimiento obrero a los partidos pequeñoburgueses, como implícitamente
aconsejaban el PCE y los “socialistas reformistas”, ni tampoco que hubiese que negarle a la
pequeña burguesía su identidad política independiente y exigirle que se plegase a las exigen-
cias políticas del movimiento obrero, como esperaban los anarquistas y “el ala intransigente”
de los socialistas. Lo necesario era que las dos clases colaborasen, “cuando sus intereses coin-
cidiesen, en la consecución de la revolución democrática” y que las clases medias reconocie-
sen que no podían, por sí solas, “imponer las consignas del 14 de abrir.5 La posición del
POUM en lo esencial giraba en torno a dos ejes: que las organizaciones obreras conservasen
su independencia y que se demostrase en la práctica a la pequeña burguesía que sus aspira-
ciones sólo podía satisfacerlas el proletariado. Esto último no iba a lograrse, como escribió
Arenillas, simplemente denunciando el capitalismo ni haciendo un llamamiento a la pequeña
burguesía para que participase en la revolución socialista. El partido revolucionario debía
atraerse a esa clase sobre la “base de un programa de reivindicaciones concretas” y demostran-
do que la solución a los problemas de la pequeña burguesía sólo podía lograrse si las masas
obreras controlaban los medios de producción y de intercambio. 6 El BOC nunca había descar-
tado una colaboración en la práctica con los republicanos, como se vio en 1931 y, en menor
medida, con ocasión de las elecciones municipales catalanas de enero de 1934. Más reciente-
mente, la Alianza Obrera de Cataluña había impulsado la formación del Comité Pro-Amnistía
junto a ERC y a otros grupos republicanos y nacionalistas. Los bloquistas no sólo habían dado
su pleno apoyo a este comité sino que además Maurín había asumido su secretaría general.7
El POUM establecía una importante diferencia entre las masas pequeñoburguesas y sus parti-

3
J.L. Arenillas, “Las clases medias en relación con el proletariado” La Nueva Era julio de 1936.
4
J. Maurín, “Las relaciones del proletariado con los partidos pequeñoburgueses” La Batalla 19.7.35.
5
ibíd.
6
J.L. Arenillas, “Las clases medias en relación con el proletariado” La Nueva Era julio 1936.
7
El Comité de Front Pro-Amnistía, “Front Pro-Amnistía” s.f. (octavilla, IMHB); La Batalla 4.7.35. En Manresa,
en septiembre de 1935 — si no antes — existía un Comité d'Enllaç dels Partits d'Esquerra formado por ERC,
Centre Federal, USC, ACR y BOC, (Vega, La CNT i els sindicats doposició... p.736).
223

dos. En su prensa los comunistas disidentes no se cansaban de denunciar que los republicanos
“eran instrumentos de la burguesía” y los responsables de “haber frenado la revolución”. 8 Aun
así, el POUM consideraba que ese papel de dique de los republicanos burgueses iba a ser
transitorio porque, una vez que se constituyese una organización fascista de masas, la clase
dominante iba a utilizar solamente a ésta para aplastar a la revolución. Asimismo, los comu-
nistas disidentes pronosticaron que los partidos pequeñoburgueses iban a desaparecer. Sin
embargo, los acontecimientos que se desarrollaron en 1935 parecieron desmentir tanto este
pronóstico como otros anteriores, acerca del inminente colapso de los partidos republicanos de
izquierda, incluyendo a ERC. Azaña protagonizó en aquel entonces una serie de mítines al aire
libre que atrajeron a audiencias multitudinarias, y en aquel momento parecía simbolizar, mejor
que nadie, un nuevo espíritu de unidad de la izquierda. El POUM debía, en vista de esto,
explicar como la persona que había presidido el primer gobierno republicano y quien “había
hecho todo lo posible para que la insurrección de octubre fracasase en Cataluña” había llegado
a convertirse en símbolo de la unidad de la izquierda. Según Gorkin, Azaña y otros dirigentes
republicanos que habían sido encarcelados tras los acontecimientos de octubre de 1934 habían
recobrado su popularidad en parte porque eran vistos como víctimas de la persecución de la
derecha, pero sobre todo porque los socialistas no representaban una alternativa definida frente
a los republicanos de izquierda. En noviembre de 1935 Gorkin afirmaba que si el PSOE
hubiese sabido “como actuar dentro y fuera del Parlamento [...] denunciando a la derecha
reaccionaria”, y si se hubiese volcado plenamente a construir la Alianza Obrera, la situación
no se hubiese presentado tan favorable para Azaña. La asistencia multitudinaria que acudía a
los mítines de Azaña no significaba necesariamente que el republicanismo gozase de un
seguimiento masivo, sino que reflejaba la reacción popular contra la derecha. Según el POUM,
“la inmensa mayoría [de los asistentes eran] obreros revolucionarios” que acudían a esos
mítines a falta de otras formas de protesta pública. Gorkin afirmaba que Azaña había visto
como en su presencia se alzaban “millares de puños en alto y centenares de banderas rojas”. 9
El POUM dirigía sus mayores ataques contra la concepción de Frente Popular de la
Comintern. El cambio de línea de la IC se debía, por un lado, a la necesidad de responder de
alguna manera al auge del fascismo en Europa, y por otro, a la necesidad de la URSS de
encontrar aliados contra Alemania. Los dirigentes de la IC sostenían que la clase obrera de los
países europeos se enfrentaba a una lucha entre la “democracia y el fascismo”, y que para
afrontarla era necesario que todas las fuerzas antifascistas se aliasen. Para que las clases
medias también se integrasen en esta alianza el Frente Popular debía adoptar un programa
político que aceptase el marco de la democracia burguesa. Para el POUM, el análisis de la IC
adolecía de errores serios y su aplicación sólo podía llevar a que el proletariado quedase
subordinado políticamente a la pequeña burguesía. Los comunistas disidentes denunciaban
que hablar de una lucha entre “el fascismo y la democracia” era una abstracción peligrosa
porque ambos constituían formas diferentes de capitalismo y por lo tanto no debían ser
tratados como sistemas separados. Maurín, como otros teóricos y dirigentes revolucionarios,
ya había afirmado que el fascismo era la consecuencia de la crisis del capitalismo, y que por
ello no se podía combatir contra él defendiendo la democracia burguesa. Para Maurín, la
posición defendida por la IC sólo demostraba su “total incomprensión” de la naturaleza del

8
“El mito Azaña” La Batalla 25.10.35.
9
“La republicanización del movimiento obrero” ibíd 19.7.35; Gorkin, “El drama de Azaña” ibíd 8.11.35; Gorkin,
“Retrato político de Azaña” La Nueva Era junio de 1936. La Batalla afirmó que en el mitin de Azaña celebrado
cerca de Madrid, 650 ejemplares del periódico poumista (todos disponibles) se vendieron en dos horas (La
Batalla 1.11.35).
224

fascismo, y únicamente iba a resultar ser un freno para la clase obrera debido a que mantenía
la lucha dentro de un marco burgués, con lo que se daba tiempo a la contrarrevolución para
prepararse. La conclusión de Maurín era que la nueva orientación de los comunistas oficiales
constituía una repetición de “en una palabra, lo que los mencheviques deseaban en Rusia en
1917” y de la posición del socialismo reformista, cuyas consecuencias desastrosas ya se
habían visto en Italia, Alemania y Austria. Contra esta orientación, el POUM propugnaba
retomar la posición de Lenin, al defender la república democrática rusa contra Kornilov al
tiempo que sometía a Kerensky, máximo dirigente de ésta, a una “crítica implacable”, y
preservaba la total independencia del proletariado. 10
En Francia, la propuesta de Frente Popular cuajó de inmediato. En mayo de 1935, la URSS
había logrado establecer con el gobierno francés un pacto de defensa mutua frente a Alemania.
En julio, el PCF suscribió un acuerdo con los socialistas y los radicales para la formación de
un Frente Popular. Maurín afirmó entonces que el PCF, al ceñir los horizontes políticos de los
obreros a los del Frente Popular, negaba el “concepto histórico de lucha de clases” y reducía la
acción del proletariado a la mera colaboración de clases. 11 Así, la clase obrera iba a terminar
perdiendo su consciencia de clase y a quedar incapacitada para presentar una auténtica batalla
contra el fascismo. Probablemente el peor resultado del frentepopulismo fue la posición
“patriótica” que el PCF iba a adoptar como consecuencia de la alianza entre Francia y la
Unión Soviética. Para el POUM esto significaba que los comunistas franceses, en caso de
guerra con Alemania, apoyarían a su gobierno en lugar de seguir la tradicional posición
leninista de transformar la “guerra imperialista en guerra civil”. La posición del PCF
constituía, para el POUM, el epítome del resultado que tenía la táctica de Frente Popular para
la clase obrera: la sustitución del internacionalismo por el nacionalismo y de la lucha de clases
por la colaboración de clases. 12
El primer paso de la nueva política de la IC en España fue el llamamiento hecho por el PCE, a
finales de octubre de 1934, a la formación de “bloques antifascistas” con todas las “fuerzas y
organizaciones dispuestas a luchar contra el fascismo”. 13 Inicialmente el PCE no parecía tener
una idea muy clara acerca de cuál era el papel que los partidos republicanos podían
desempeñar en tal “bloque”. En una carta dirigida a la dirección del BOC en abril de 1935, el
PCdeC afirmaba que “gran parte de la pequeña burguesía laboriosa, después de la experiencia
de octubre, había perdido sus ilusiones en los partidos pequeñoburgueses, y que actualmente,
dirigen la mirada hacia el comunismo, hacia la URSS... al camino ruso”. 14 Sin embargo, una
vez establecida la táctica de Frente Popular en el verano de 1935, la sección catalana del PCE
se olvidó rápidamente del interés por el comunismo que le había atribuido a la pequeña
burguesía. Este nuevo giro de la política del PCE hacia una colaboración con los republicanos
resulta especialmente paradójico. Durante los dos primeros años del régimen republicano los
comunistas oficiales habían sido los más acérrimos enemigos de la pequeña burguesía y ahora
10
J. Maurín, “¿Revolución democráticoburguesa o revolución democráticosocialista?”, La Nueva Era mayo
1936.
11
J. Maurín, “Las relaciones del proletariado con los partidos pequeñoburgueses” La Batalla 19.7.35.
12
J. Maurín, “L'enfonsament definitiu de la Tercera Internacional” L'Hora 25.5.35; Gorkin “Servidumbre del
comunismo oficial” La Batalla 19.7.35.; J. Arquer, “¿Frente Popular antifascista o Frente Único Obrero?” La
Nueva Era enero de 1936.
13
Secretariado del C.C. “A todos los Comités Regionales y Provinciales del Partido” 27.10.34 (ACCPCE). Una
de las primeras manifestaciones públicas a favor de un bloque antifascista apareció en Lluita — periódico
clandestino del PCdeC — (Lluita 28.12.34).
14
“El Comité Central del Partit Comunista de Catalunya al Comité Executiu del Bloc Obrer i Camperol” 3.4.35,
(ACCPCE).
225

cuando los republicanos se encontraban en una posición mucho más débil, el Partido
Comunista parecía decidido a ayudarlos a fortalecerse.
Ya desde la creación de las alianzas obreras, el BOC había defendido que éstas debían presen-
tar sus propias listas en las elecciones. A principios de febrero de 1935, la Alianza Obrera de
Cataluña había aceptado presentarse a cualquier elección que se celebrase, siempre que se
lograse un acuerdo con los treintistas en este sentido. 15 Si esto no fuese posible, y la Alianza
Obrera no se presentase, el BOC abogaría por la formación de un frente obrero compuesto por
todos los partidos de clase. 16 Era poco probable que ninguna de estas dos posiciones llegase a
plasmarse en la realidad debido tanto al “apoliticismo” de los sindicalistas, como a las
reticencias del PSOE hacia una implicación demasiado estrecho con las alianzas obreras. En el
verano de 1935, Maurín y otros líderes bloquistas afirmaban que era menester llegar a algún
acuerdo con la izquierda pequeñoburguesa, quizás porque de manera tácita ya habían
reconocido la popularidad de la que gozaban ciertos políticos republicanos entre las masas.
Pero el acuerdo al que se llegase había de ser meramente coyuntural y no debía comprometer
en modo alguno la independencia política del movimiento obrero. 17
El POUM insistía en que cualquier acuerdo con la pequeña burguesía debía basarse en un
pacto previo entre todos los partidos obreros. En consecuencia, el Comité Ejecutivo del
POUM, después de reconocer la imposibilidad de que la Alianza Obrera presentase una
candidatura propia, se dirigió por escrito al PSOE y al PCE en noviembre de 1935 proponién-
doles la formación de una “amplia coalición obrera”. 18 Seguros de que su posición reflejaba la
opinión de las masas populares, los comunistas disidentes afirmaban que, si se unían, las
fuerzas obreras podrían imponer sus condiciones a los partidos de la pequeña burguesía y
obligarlos así a aceptar las orientaciones del frente obrero. Según el POUM, si no se adoptaba
esta posición se iba a repetir la experiencia negativa del primer gobierno republicano de 1931-
1933, pero esta vez con resultados aun peores para la clase trabajadora. Sin embargo, este
llamamiento a la unidad obrera, y otros posteriores, cayeron en saco roto. Estaba cada vez más
claro que no sólo el PCE, sino también el ala izquierda del PSOE, se inclinaban a favor de
llegar sin más a un pacto electoral con los republicanos de izquierda.
La caída del gobierno, acaecida a mediados de diciembre, y la consiguiente convocatoria de
elecciones generales, obligó al POUM a plantearse por qué habían fracasado sus intentos de
formar una alianza con los demás partidos obreros. Los comunistas disidentes consideraron un
grave error no haber elaborado una candidatura de las alianzas obreras que, junto a algunos
pactos con los republicanos, “hubiera constituido la movilización de la totalidad de las masas
trabajadoras y campesinas, arrastrando incluso, seguramente, a los anarquistas”. En vista de
que era inevitable que la formación de una coalición entre los republicanos de izquierda,
socialistas y comunistas, el POUM se declaró dispuesto a apoyar esa alianza con una serie de
condiciones: que fuese transitoria, que estuviese dirigida a “derrotar a la contrarrevolución en
las elecciones” y que garantizase la proclamación de una amnistía para todos los presos

15
“B.P. de C. al B.P. de España” 21.3.35. (ACCPCE).
16
“Davant d'unes posibles eleccions”, Avant! 18.3.35. A finales de septiembre de 1934, una reunión ampliada del
Comité Central del BOC había decido defender que la alianzas obreras se presentaran como tales a cualquier
futura elección; solamente Arquer y Miguel Jaime se habían opuesto esta posición, defendiendo en su lugar la
abstención (La Batalla 4.10.34).
17
J. Maurín, “Cómo se plantea entre nosotros la cuestión de las relaciones del movimiento obrero con los
partidos pequeñoburgueses” La Batalla 26.7.35.
18
“El Partido Obrero de Unificación Marxista se dirige al Partido Socialista y al Partido Comunista proponién-
doles la constitución de una amplia coalición” ibíd 15.11.35.
226

políticos y el restablecimiento del Estatuto de Autonomía de Cataluña. De no cumplirse estas


condiciones, los comunistas disidentes presentarían su propia candidatura por separado. 19
El PSOE y el PCE entre tanto mantenían discusiones acerca de cuál iba a ser su posición en el
marco de un pacto electoral con los republicanos. Como se ha visto, el POUM desde hacía
meses abogaba a favor de que las organizaciones obreras llegasen a un acuerdo entre sí, antes
de entablar negociaciones con los grupos republicanos. Por ello, el Comité Ejecutivo del
POUM se dirigió por escrito el 1 de enero de 1936 a su homólogo socialista protestando por su
exclusión de las conversaciones que mantenían socialistas y comunistas. En público, la
dirección del POUM reiteró su posición con respecto a las bases de cualquier coalición
electoral que se formase y proclamó que el frente obrero, proyecto que siempre había defen-
dido, era ahora una realidad. La invitación cursada por el PSOE al POUM, invitándolo a la
reunión que iba a celebrarse entre todas las organizaciones obreras que estaban a favor de
llegar a un pacto electoral con los republicanos, llegó demasiado tarde para que los poumistas
pudiesen acudir. El 10 de enero se llegó a un acuerdo acerca de las bases del pacto electoral de
la izquierda; ante este hecho consumado al POUM sólo le restaba decidir si apoyar o no el
acuerdo alcanzado. 20 La hostilidad del PCE y del ala derecha de los socialistas fue el principal
motivo de la marginación del POUM de las conversaciones mantenidas por los demás
partidos. Los representantes del Partido Comunista intentaron incluso de excluir totalmente al
POUM del acuerdo final y sólo la intervención de Largo Caballero evitó que así sucediese.
El 15 de enero las organizaciones de la izquierda republicana y las organizaciones obreras más
importantes, a excepción de la CNT, firmaron el programa electoral del pacto. Con reticencias,
y tras contactos telefónicos de última hora con Barcelona, Juan Andrade firmó el manifiesto
de la coalición en nombre del POUM. 21 Por mucho que el POUM pretendiese que el frente
obrero-republicano — como lo llamó — no era más que un mero compromiso con fines
electorales, un mal necesario para frenar al fascismo y para lograr que se proclamase una
amnistía, el hecho es que los comunistas disidentes se habían visto obligados a aceptar el pacto
sin haber podido intervenir en manera alguna en la elaboración de sus bases. 22
En Cataluña, el POUM confiaba en que la fuerza de la que aquí gozaba le permitiría influir en
las negociaciones que iban a entablarse con miras a la formación de un pacto electoral similar
al que se había alcanzado en el resto de España. El POUM mantuvo con la Federación Cata-
lana del PSOE una serie de reuniones sin la participación de los demás partidos obreros
catalanes. No se llegó a ningún acuerdo porque los socialistas tenían que esperar las
instrucciones de Madrid antes de tomar decisiones. A principios de enero, Nin informó al
Comité Central del POUM que la situación se complicaba debido, por un lado, a que una
facción de ERC se mostraba reacia a la formación de una alianza con los partidos obreros, y
por otra, al temor del líder de la USC, Joan Comorera, a que la participación del POUM en
cualquier coalición socavase la posición de su partido. La dirección del POUM, no obstante,
confiaba en que el conjunto de las organizaciones de izquierda se iba a ver obligado a tomar
en cuenta sus propuestas debido a que el número de votos que el partido podía recabar podía
19
“Ante las próximas elecciones” ibíd 27.12.35.
20
“Carta del POUM al PSOE” 1.1.36. y “Carta del PSOE al POUM” 8.1.36, ibíd 17.1.36; La correspondencia
entre el POUM y el PSOE se recoge en, S. Juliá, Orígenes del Frente Popular en España (1934-1936) (Madrid
1979) pp. 118-119, 207-210.
21
El propio Andrade estaba en contra de firmar el pacto, Juan Andrade citado en R.Fraser, Blood of Spain
(Londres 1979) p.560.
22
“Defensant el bloc electoral obrer-republicá el P.O.U.M. assenyala el camí de la victória” Front 24.1.36.; La
Batalla 21.2.36.
227

ser decisivo en ciertas zonas de Cataluña. 23


En enero de 1936, el POUM hablaba aún de que la Alianza Obrera debía concurrir a las
elecciones. Sin embargo, como expuso Maurín ante el Comité Central del partido, este
proyecto resultaba inviable porque los anarcosindicalistas sólo estaban dispuestos a respaldar
un pacto electoral que incluyese a los republicanos. 24 Además los restantes partidos obreros
también se inclinaban por un pacto de esa índole. El Comité Ejecutivo del POUM tuvo que
reconocer finalmente que, en Cataluña, un acuerdo con los partidos pequeñoburgueses era
“inevitable y necesario” para evitar una dispersión de los votos de la izquierda. En
consecuencia, una vez firmado el acuerdo electoral de Madrid, el POUM hizo público un
manifiesto, que se publicó en casi toda la prensa de Barcelona, en el que criticaba la ausencia
de un pacto similar en Cataluña y recordaba que en octubre de 1934 “obreros y republicanos
lucharon juntos [...] y juntos llenan las prisiones”. Así, si ERC no estaba de acuerdo en formar
una alianza con los partidos obreros, no se podía culpar al POUM que, en ese caso, presentaría
una “candidatura de minoritaria, incluyendo, sin embargo, aquellos republicanos de izquierda
que, por sus actuación pasada o significación presente, pueden ser colocados al lado de los
candidatos de la clase trabajadora”. 25 Pese a las reticencias de ciertos sectores de ERC, unos
días más tarde se formó un frente de izquierda con todos los partidos obreros catalanes, la
misma Esquerra, la ACR y de otros grupos republicanos y nacionalistas. A diferencia del
pacto de Madrid, el acuerdo electoral de Cataluña no contaba con un programa como tal.
El Comité Ejecutivo del POUM, tiempo atrás, había dejado claro que al partido “le interesa
extraordinariamente obtener una representación parlamentaria” que le permitiese defender una
“posición netamente de clase” en las Cortes. Los poumistas esperaban que esa representación
les brindase una ventaja política sobre el PSOE, lo que les ayudaría a atraerse a parte de la
izquierda socialista. Aun reconociendo que la cuestión de quiénes iban a ser los candidatos de
la coalición no atañía a los principios del partido, los dirigentes del POUM insistían en
defender el derecho del partido a incluir a sus candidatos en las listas de Asturias, Badajoz,
Castellón, Huesca, Valencia y, sobre todo, Cataluña, todas ellas zonas donde los comunistas
disidentes consideraban que tenían una implantación sólida. Sin embargo, dado que carecían
de una verdadera influencia dentro de la coalición, casi todas las propuestas presentadas por
los representantes del POUM fueron bloqueadas, por lo que al final, y pese a las protestas que
dirigió al PSOE, el partido se vio obligado a aceptar los lugares que se le ofrecían en las listas
de Barcelona, Cádiz y Teruel.26 De poco podía servirle al POUM presentar candidatos en estas
dos últimas provincias ya que casi no tenía presencia en ninguna de las dos. Cuando Nin y
Gorkin se desplazaron a Teruel y Cádiz respectivamente para participar en la campaña electo-
ral, se encontraron con que las organizaciones locales socialistas, comunistas y republicanas
no estaban dispuestas a cooperar con ellos. Ante esta situación, los dos candidatos del POUM
decidieron retirarse porque, según declararon públicamente, su presencia sólo podía causar

23
Uno de los dirigentes del POUM de Lleida, Josep Rodes, argumentó durante la reunión del Comité Central de
principios de enero que si el partido se presentaba solo en las comarcas de Lleida la subsiguiente división de la
izquierda iba a significar la derrota de ésta (Acta del Comité Central del POUM 5/6.1.36, p.13-16; “Resolución
sobre la cuestión electoral”, La Batalla 17.1.36).
24
Acta del Comité Central del POUM 5/6.1.36. p.7.
25
“Manifiesto que el P.O.U.M. dirige a todos los trabajadores de Cataluña” 17.1.36., La Batalla 24.1.36.
26
El Comité Central del POUM propuso a Maurín, Nin, Arquer, Gorkin, Luengo, Loredo Aparicio, Palacín y
Grossi como candidatos del partido en las listas de la izquierda (Acta del Comité Central del POUM 5/6.1.36,
pp.13-16.; La Batalla 7.2.36; “Retirada de los candidatos del POUM por Teruel y Cádiz”, ibíd 21.2.36); véase
también la carta del POUM al PSOE del 14.2.36, (ibíd).
228

divisiones que beneficiarían a la derecha. 27 La retirada de Nin y Gorkin dejó a Maurín en


Barcelona como único candidato del POUM. Quedaba así de manifiesto el aislamiento de los
comunistas disidentes en el seno del pacto electoral de las fuerzas de izquierda, no sólo en el
ámbito estatal sino también en el catalán. Las demás organizaciones de la izquierda catalana
no habían accedido a hacer ninguna concesión, pese a que el POUM había creído que la
influencia de la que gozaba en Cataluña las iba a obligar a ello. Por el contrario, los demás
partidos obreros y ERC habían intentado que la presencia del POUM en la lista electoral fuese
mínima, ya que lo consideraban un rival político. Los nacionalistas de izquierda habían
logrado imponer un acuerdo que dejaba al POUM, como al PCdeC, al PCP y a la Federación
Catalana del PSOE, organizaciones todas ellas mucho más débiles que él, con sólo un candi-
dato cada una. Lo que era aun peor, desde el punto de vista del POUM, era que en las listas de
la coalición electoral de Cataluña la USC contaba con cuatro candidatos, entre ellos Comorera
como único representante de un partido obrero en la lista de Lleida, pese a que su partido en
esa provincia casi no existía.
En su justificación del respaldo dado por el POUM al pacto electoral de izquierda, Andrade
afirmó que los comunistas disidentes y el ala izquierda de los socialistas se habían visto obli-
gados a reconocer “la existencia material de una ley electoral”, por lo que habían tenido que
llegar a acuerdos provisionales con el republicanismo de izquierda para evitar “la victoria de la
burguesía”. 28 El POUM más tarde declaró que el pacto había sido “un mal necesario para
cerrarle el paso al fascismo” y para lograr que se concediese una amnistía para los prisioneros
políticos. 29 Andrade también tuvo que reconocer que el programa de la coalición, que en esen-
cia era el de los republicanos de izquierda, era decepcionante, y responsabilizó de ello a los so-
cialistas de izquierda. La facción de Largo Caballero, aunque en un principio contraria a pactar
con los republicanos, finalmente había no sólo aceptado la coalición, sino que ni siquiera había
sido capaz – o no había estado dispuesta – a ejercer su fuerza en la elaboración del programa
electoral. Más adelante, Largo Caballero iba a afirmar que aunque el pacto no había desper-
tado entusiasmo ni en él ni en sus seguidores, lo habían aceptado como la única vía para lograr
una amnistía para todos los prisioneros encarcelados tras la insurrección de octubre de 1934. 30
La debilidad política del ala izquierda socialista había privado al POUM de un posible aliado
con el cual intentar imponer alguna condición en el acuerdo electoral. El pacto al que se llegó
fue muy poco satisfactorio para el POUM, tanto en términos de la representación del partido
en las listas electorales como por los contenidos del programa presentado. Con todo, y tal
como Andrade escribió muchos años después, las bases del POUM no se opusieron a que el
partido entrase en el pacto. En realidad, para muchos militantes, el mero hecho de que el
POUM hubiese sido aceptado en las listas electorales del pacto constituía una victoria, porque
significaba que las demás organizaciones de izquierda habían tenido que reconocer la
existencia del partido. Andrade estaba convencido de que la militancia del POUM no hubiera
respaldado una decisión de la dirección contraria a participar en el pacto. 31
El POUM, no obstante su aislamiento, trató de imponer algunas condiciones a su participación
en el pacto electoral. Al tiempo que reafirmaba su intención de “servir lealmente a la

27
ibíd 14.2.36; “La retirada de los candidatos del POUM por Teruel y Cádiz” ibíd 21.2.36.
28
J. Andrade “El Partido Obrero de Unificación Marxista y el alcance y significación del bloque de izquierdas”
ibíd 24.1.36.
29
ibíd 21.2.36.
30
L. Caballero, Escritos de la República (Madrid 1985) p.286.
31
J. Andrade, Notas sobre la guerra civil (Madrid 1986) p.30.
229

coalición”, el partido rechazaba la imposición de limitaciones a su propia actividad


independiente durante la campaña electoral, o a su actuación en cualquier futuro gobierno de
izquierda. Los comunistas disidentes creían que, una vez celebrados los comicios, una
orientación política revolucionaria exigía la unidad de todas las facciones del movimiento
obrero y, especialmente, la materialización del frente obrero que se había esbozado ya entre el
PSOE y el PCE, al que debía unirse el POUM. El POUM afirmaba que, de los republicanos,
los trabajadores sólo podían esperar “vagas promesas”, y que el pacto “debe tener su
terminación al día siguiente de realizada la consulta electoral”. 32
El POUM se volcó en la campaña electoral con el entusiasmo propio de los revolucionarios.
Tras habérsele prohibido en varias ocasiones convocar mítines, el partido obtuvo la necesaria
autorización y, pocos días antes de que se anunciase el pacto electoral, celebró en Barcelona
su primer acto público desde octubre de 1934. Ante una audiencia de unas 12 000 personas,
Arquer resumió la posición del partido al declarar que el POUM no contraponía “la democra-
cia burguesa al fascismo, sino [...] el comunismo, la dictadura del proletariado.” 33 Una vez
rubricado el pacto de izquierda y ya en plena campaña electoral, el partido organizó una serie
de mítines por toda Cataluña que, según su propio juicio, “han constituido verdaderos éxitos
sin precedentes”. Por otra parte, en La Batalla se decía que las multitudes que acudían a los
mítines del pacto electoral de izquierda “escuchan con verdadera indiferencia, cuando no con
frialdad, los postulados democráticos pequeñoburgueses y en cambio, su entusiasmo rebasa
toda descripción cuando los oradores hablan el lenguaje revolucionario de clase”. 34 El mitin
poumista más impresionante fuera de Cataluña fue el realizado en Madrid una semana antes de
las elecciones, en el que Maurín se dirigió a una multitud “eufórica” de 5 000 personas. Éste
era uno de los mítines organizados el mismo día por los líderes de la coalición electoral de
izquierda en Madrid, que fueron retransmitidos en directo por radio. El dirigente poumista
expuso ante su audiencia una interpretación radical de la campaña electoral. Maurín declaró
que “a un lado [estaba] el frente democrático-socialista, el frente obrero-republicano, el frente
progresivo [y] por el otro el frente de los asesinos y los ladrones”; y dijo también que partici-
pamos en las elecciones “pensando en los muertos de las jornadas de octubre, en los 30 000
camaradas presos, pero pensando además en el triunfo de nuestra revolución, que trace entre
Madrid y Moscú una diagonal sobre Europa que contribuya al hundimiento del fascismo en
todo el mundo”. 35
El POUM parecía muy seguro, al menos en público, tanto de la victoria electoral como de su
propia futura importancia en el seno de las Cortes. Como parte de su campaña electoral, la
prensa poumista publicó el programa mínimo de 25 puntos que el partido iba a presentar en las
Cortes, dirigido a “desencadenar la revolución social”. Este programa preconizaba la
introducción de una serie de amplias reformas sociales, políticas y económicas, que habían
constituido el programa bloquista para la revolución democrática desde 1931. 36 Resulta poco
probable que el POUM creyese que su único representante en las Cortes iba a poder imponer
este programa. Los poumistas debían esperar, en realidad, que la presentación de ese programa
de exigencias los diferenciase, ante las masas populares, de los demás partidos que integraban

32
Andrade “El Partido Obrero de Unificación Marxista y el alcance y significación del bloque de izquierdas” La
Batalla 24.1.36.
33
ibíd 10.1.36.
34
ibíd 7.2.36, 14.2.36, 3.4.36.
35
ibíd 14.2.36.
36
“Problemas sobre els quals la minoria parlamentária del P.O.U.M. presentará a les corts projectes de llei” Front
31.1.36.
230

el pacto electoral.
El POUM también confiaba en que la “coalición clase obrera-pequeña burguesía [iba a ser]
dejada atrás de manera natural” dando paso así a un nuevo período revolucionario. La reacción
popular ante la victoria electoral del pacto de izquierda el 16 de febrero pareció justificar este
optimismo. En toda España se dieron manifestaciones multitudinarias y varias prisiones fueron
tomadas por asalto en los días siguientes a la victoria. En una de estas manifestaciones,
celebrada el 20 de febrero en Barcelona, durante un enfrentamiento con la Guardia de Asalto,
cayó muerto Josep Palau, trabajador textil poumista. 37 Su funeral, al que acudieron
delegaciones de más de 200 organizaciones, entre ellas la CNT, las juventudes de ERC y el
PSOE, se transformó en otra multitudinaria demostración de fuerza a favor de la inmediata
excarcelación de todos los presos políticos. 38
La inmediata reacción del POUM ante los resultados electorales fue publicar un manifiesto en
el que se afirmaba que los comicios representaban una gran victoria proletaria y campesina y
una importante derrota de la contrarrevolución; 39 comenzaba una nueva etapa de la revolución
española. El POUM proclamó que el 16 de febrero iba a revelarse como una fecha incluso más
importante que la del 14 de abril como punto de partida para el logro de nuevas conquistas.
Según el POUM, dos caminos se abrían ante las masas: el de Alemania y Austria y el de
Asturias. Los comunistas disidentes hacían especial hincapié en el hecho de que la victoria del
pacto electoral de izquierda no era la de la democracia burguesa, ni tampoco significaba que
los partidos pequeñoburgueses gozasen del apoyo de las masas, sino que constituía un
resultado colateral de la lucha revolucionaria. 40 En La Nueva Era Nin afirmaba que de no
haber tenido lugar la insurrección de octubre “la situación sería hoy completamente distinta
[...] la conquista de las libertades democráticas es siempre un producto accesorio de la lucha
del proletariado por la conquista del poder”. 41 Para Nin el levantamiento había socavado los
planes de la derecha autoritaria y había cimentado en las masas obreras la voluntad de
resistencia; este era el contexto en el que debía enmarcarse la victoria electoral recién
conseguida. La situación política postelectoral, sin embargo, no resultó ser tan diáfana como
habían esperado los poumistas. Se iba a formar, como veremos, un gobierno integrado
exclusivamente por los partidos republicanos de la izquierda burguesa. Aunque es cierto que
los partidos republicanos de izquierda como tales contaban con unas bases sociales reducidas,
el pacto electoral había dado pie a que las masas populares cifrasen amplias esperanzas en que
el nuevo gobierno iba a ser muy diferente al de los años 1931-33. Cualquier estrategia
revolucionaria debía, por lo tanto, tener en cuenta estas ilusiones. Además, muy al contrario de
lo que los poumistas había pronosticado, los acontecimientos no sólo no arrumbaron el pacto
electoral sino que éste perduró y poco después pasó a ser conocido como Frente Popular.
Los socialistas de izquierda habían aceptado el pacto electoral con los republicanos de
izquierda, pero se oponían a que el PSOE participase con ellos en el gobierno. Largo

37
Véase el manifiesto distribuido por el POUM: El Comité Executiu del POUM, “Allibereu immediatament els
30 000 empresonats” 19.2.36. (octavilla, IMHB).
38
La Batalla 28.2.36. Se puede encontrar una descripción de la manifestación y el entierro de Palau en la novela
semi-autobiográfica de Joan Baptista Xuriguera, Les hores heròiques. Del 12 de febrer al 18 de juliol de 1936
(Barcelona 1985) pp. 56-81.
39
Comité Executiu del POUM, “Després del triomf electoral” 18.2.36. (octavilla, IMHB).
40
Comité Ejecutivo del POUM y Comité Central de la JCI 10.3.36.,”Ante la nueva situación política. A todos los
trabajadores” La Batalla 13.3.36; véase también, J. Maurín, “La nova situació política” Front 21.2.36. y J.
Maurín “The situation in Spain”, Revolutionary Socialist Bulletin núm.3, marzo de 1936.
41
A. Nin, “Después de las elecciones del 16 de febrero” La Nueva Era febrero de 1936.
231

Caballero y sus seguidores esperaban, además de evitar una repetición de la alianza de 1931-
33, que los republicanos aplicasen el programa electoral del pacto de izquierda para dar paso
después a un gobierno exclusivamente socialista. Fue así como se formó un gobierno
republicano compuesto por Izquierda Republicana, el partido de Azaña, quien asumió el cargo
de jefe de gobierno, junto a Unión Republicana y ERC, con el leal apoyo del PSOE y del PCE.
La propaganda del POUM siguió señalando que este gobierno republicano no iba a ser mejor
que el de 1931 sino que, probablemente, iba a ser peor. En efecto, las circunstancias objetivas
eran mucho menos favorables ahora que cinco años atrás para un gobierno pequeñoburgués
empeñado en introducir reformas. Aunque la derecha había sido derrotada en las elecciones, la
clase dominante que la respaldaba no estaba dispuesta a hacer concesiones a los obreros y
campesinos. Además, desde 1931, la crisis económica se había agudizado y el paro iba en
aumento. Por lo tanto, incluso si el nuevo gobierno tenía la voluntad de introducir su tímido
programa de reformas, esto no sería posible sin un enfrentamiento directo con la oligarquía
dominante. Maurín argumentó que incluso si mediante una reforma agraria se entregaba tierra
a los campesinos, esto por sí solo no sería suficiente, ya que el campesinado también
necesitaba créditos para comprar semillas, cereales y otros artículos. 42 El dirigente poumista
afirmó que la introducción de estas reformas chocaría con la feroz oposición de los grandes
propietarios rurales; por otra parte la única manera de poder financiar estas reformas era
mediante la nacionalización de la banca, medida que los republicanos no estaban dispuestos a
tomar en consideración. Los comunistas disidentes pronosticaron que, como ya había sucedido
durante el gobierno de 1931-33, los republicanos iban a intentar frenar la acción
revolucionaria de las masas. 43 En un mitin celebrado en Barcelona el 8 de marzo y que
congregó a unas 10 000 personas, Maurín afirmó que Azaña era ahora incluso más
conservador que en 1931. 44 Pocos días después de las elecciones, Andreu Nin declaró que el
nuevo gobierno iba a ser muy moderado y burgués y no el que las masas “instintivamente”
deseaban. A lo largo de toda la campaña electoral el POUM subrayó que la verdadera
naturaleza de ese gobierno iba a desvelarse enseguida. 45
Las medidas adoptadas por el gobierno en las semanas siguientes a su instauración parecieron
revelar lo acertado de los argumentos del POUM. El gobierno proclamó de inmediato una
amnistía general, reabrió el Parlamento de Cataluña y ordenó que se readmitiese a sus puestos
de trabajo a todos los despedidos tras el levantamiento de octubre de 1934, pero mantuvo en
vigor la suspensión de las garantías constitucionales individuales debido a la creciente
agitación que se estaba dando en todo el país. Para el POUM, con estas medidas el gobierno
pretendía hacer lo mínimo para frenar la agitación popular que se había desbordado tras el 16
de febrero. Estaba claro que campesinos y obreros esperaban mucho más de una victoria
electoral que veían como propia. Una semana después de su investidura, cuando retomó el
cauteloso programa de reforma agraria del bienio republicano-socialista, el gobierno se vio
rápidamente desbordado. La presión ejercida por miles de campesinos que se lanzaron a la
toma de tierras sin dilación aceleró el ritmo de los acontecimientos. Los dos años de agresivo
gobierno de la derecha no habían disminuido la combatividad obrera y campesina, sino que la

42
J. Maurín, “¿Revolución democráticoburguesa o revolución democráticosocialista?”, La Nueva Era mayo de
1936.
43
Comité Executiu del POUM, “Després del triomf electoral” 18.2.36. (octavilla, IMHB); Comité Ejecutivo del
POUM y Comité Central de la JCI 10.3.36, “Ante la nueva situación política. A todos los trabajadores” La
Batalla 13.3.36.
44
ibíd 13.3.36.
45
A. Nin, “Después de las elecciones del 16 de febrero” La Nueva Era febrero de 1936.
232

habían fortalecido. Ni las masas populares ni la oligarquía estaban dispuestas a aceptar


compromisos. A medida que la tensión aumentaba en todo el país, el gobierno republicano se
encontraba cada vez más acorralado entre dos fuerzas antagonistas y a todas luces imparables.
En abril ya se sucedían a mayor ritmo los choques callejeros violentos, en general entre
activistas de la extrema derecha y jóvenes de izquierda. Corrían, además, rumores acerca de
conspiraciones militares. Por otra parte, la creciente ola de huelgas se escapaba de las manos
de las organizaciones obreras, especialmente de la UGT.
Entretanto, Izquierda Republicana, el partido de Azaña, propuso a éste como sucesor de Alcalá
Zamora en la presidencia de la república. Tanto el PSOE como el PCE respaldaron a Azaña, lo
que brindó al POUM otra oportunidad de dejar a las claras las diferencias que lo separaban de
sus rivales socialistas y comunistas. Los poumistas reconocían que el dirigente republicano de
izquierda “todavía conserva una gran simpatía popular”, pero creían que como presidente iba a
ser “más peligroso aún para la clase trabajadora que en la presidencia del consejo de ministros
[..], Azaña, aunque exterioramente parece otra cosa, es, en el fondo, un antiliberal, un anti-
demócrata” y iba a llevar a cabo una política burguesa. 46 Por eso, los dos militantes del
POUM elegidos como compromisarios para el colegio electoral presidencial, el doctor Tomàs
Tussó y el capitán del ejército Lleó Luengo, votaron por González Peña, dirigente minero y
diputado socialista. El POUM declaró que eran estos dos votos, — frente a los 754 que recibió
Azaña — los que indicaban “que hay un núcleo proletario con firme conciencia de clase” y
que la historia iba a demostrar que el PCE y el PSOE “han cometido un error”. 47 En el Parla-
mento Maurín era, en general, el único diputado de la izquierda que criticaba al gobierno,
aunque es probable que algunos socialistas del ala izquierda viesen con buenos ojos su
oposición. El 15 de abril, en su primera intervención ante la cámara, pese a que votó a favor de
Azaña en una moción de confianza, Maurín atacó los intentos del entonces primer ministro de
apaciguar al país. El dirigente poumista se preguntó retóricamente cómo iba a poder el pueblo
permanecer tranquilo mientras no se juzgase a los responsables de la represión del
levantamiento de octubre; afirmó a continuación que únicamente los sacrificios y el heroísmo
de los obreros habían hecho posible la existencia misma del gobierno republicano. Pronosticó,
además, que a la burguesía española no le iba a resultar difícil sabotear a este gobierno cuando
considerase agotada su utilidad, como ya habían hecho con los gobiernos reformistas
moderados de Herriot en Francia en 1924y el laborista de 1929-31 en Gran Bretaña sus
respectivas burguesías. 48
A su vez, Nin escribía que constituía un “crimen y una traición” exigir, en las circunstancias
reinantes, que la clase trabajadora renunciase a destruir el estado burgués y a tomar el poder,
sus máximas aspiraciones, “en nombre de la necesidad de consolidar la República”. Aceptar
tal cosa significaba, en pocas palabras, brindar a la burguesía la posibilidad de consolidar “su
dominación de clase bajo la forma republicana”. Con esto no pretendía decir que la clase
obrera hubiese de lanzarse a una aventura “putchista”, como tampoco el hecho de no proponer
la inmediata conquista del poder significaba que ésta fuese una posibilidad remota y que las
masas debiesen limitarse a luchar por unas reformas. Para Nin era necesario crear, a corto
plazo, las condiciones para que la clase obrera tomase el poder, es decir “forjar las armas

46
“La presidencia de la República”, La Batalla 3.4.36.
47
Maurín no votó porque estaba en París, en una reunión del BIUSR (“La presidencia de la República” ibíd
1.5.36, “Azaña, Presidente de la República” 15.5.36). Tussó fue elegido por la lista de la ciudad de Barcelona,
con 162.588 votos (el voto máximo de esta lista era 162 849, y el mínimo, 161.926) y Luengo por la de Lleida
con 55.439 votos, el mínimo en este caso (el máximo fue de 55.558) (Molas pp.175-176,179).
48
J. Maurín, Intervenciones Parlamentarias (Barcelona 1937) pp.7-11.
233

necesarias para la victoria”: la alianza obrera y el partido revolucionario. Era también


menester que el movimiento obrero mantuviese una total independencia ideológica y
organizativa. Nin estaba convencido, por otra parte, de que sólo esta estrategia iba a brindar a
la pequeña burguesía una verdadera alternativa política a la representada por un gobierno cuyo
inevitable fracaso podía, como había sucedido en otros países europeos, volcar a esa clase
hacia el fascismo. 49
Por el momento, el problema radicaba en la confianza que gran parte de la clase obrera
depositaba en el Frente Popular. El apoyo prestado por el PSOE y el PCE a la continuación del
pacto de izquierdas tras las elecciones del 16 de febrero era el factor determinante de esa
confianza. En la práctica este respaldo implicaba que las masas debían ser desmovilizadas a
fin de no desestabilizar al gobierno. El PCE destacó en su oposición a muchas huelgas
aduciendo que podían perjudicar al Frente Popular y ayudar a la reacción. Como hemos visto,
el POUM no cesaba de criticar esta posición por considerar que iba a tener “consecuencias
muy graves”, ya que así la clase trabajadora quedaba relegada y subordinada a la burguesía, en
un momento en que la democracia burguesa era una fuerza agotada. En las páginas de La
Batalla se afirmaba, en abril de 1936, que el respaldo del PCE al gobierno de Azaña
significaba, a todos los efectos, que los comunistas oficiales se inclinaban por la “liquidación
de cualquier perspectiva revolucionaria en nuestro país”. En el mismo artículo se acusaba al
PCE de reducir la misión del proletariado al mero respaldo al gobierno republicano y a ejercer
una “presión inteligente” sobre el mismo. 50
Para el POUM era ahora tarea urgente desvanecer las falsas esperanzas que muchos trabaja-
dores cifraban en la estrategia de Frente Popular. Con este propósito el Comité Central del
POUM retó en abril al PSOE y al PCE, que “creían en la eficacia del Frente Popular”, a
formar un gobierno con los republicanos. 51 De esta manera se evidenciaría ante los obreros
que un gobierno de esa índole era incapaz de hacerle frente a la contrarrevolución. También la
facción de Prieto se inclinaba por un “verdadero” gobierno del Frente Popular, aunque por
razones muy diferentes; Prieto y los suyos creían que esa era la única respuesta posible ante
las provocaciones de la derecha y el caos social. Los socialistas de izquierda, por su parte,
llamaban a que el gobierno republicano “entregase el poder” al PSOE. Según el POUM, esta
exigencia equivalía a esperar pasivamente que el gobierno pequeñoburgués “se desgaste del
todo”, además de no tener en cuenta las esperanzas que el Frente Popular aun despertaba en
amplios sectores de las masas populares. Los poumistas creían que un gobierno socialista
monocolor sería apropiado si el PSOE fuese un partido “unido, revolucionario y el centro de
atracción para la mayoría de las masas trabajadoras.” Dado que no era así, era necesario que
las masas viviesen una “fase de transición” en la que se formase con un gobierno del Frente
Popular con participación socialista. Concluida esa fase llegaría el momento de establecer un
verdadero “gobierno obrero”. Maurín declaró, ante un Parlamento hostil, que esa era la única
alternativa ante el dilema entre “fascismo o socialismo” al que se enfrentaba el país. 52
El POUM, capaz de analizar los principales peligros que se cernían sobre las masas, carecía,
sin embargo, de la fuerza necesaria para poder influir en el devenir de los acontecimientos.
Ahora, la construcción de su partido, especialmente fuera de Cataluña, constituía para los

49
A. Nin, “Después de las elecciones del 16 de febrero” La Nueva Era febrero de 1936.
50
“El Mundo Obrero, al servicio de la burguesía”, La Batalla 10.4.36.
51
“Hay que agotar rápidamente la experiencia del Frente Popular. Resolución del Comité Central del POUM”,
ibíd 17.4.36.
52
J. Maurín, Intervenciones Parlamentarias (Barcelona 1937) pp.7-11.
234

poumistas una tarea incluso más urgente que antes.

La construcción del partido revolucionario.


En los meses previos al inicio de la guerra civil, el llamamiento a crear un “gran partido
revolucionario” siguió siendo el eje central del discurso del POUM. Después de la
constitución del partido en septiembre de 1935, y tras el fracaso en los meses posteriores de
sus intentos de atraer a los demás partidos obreros a un proceso de unificación, el POUM cesó,
por el momento, de presentar propuestas concretas en este sentido. Algunos miembros del
Comité Central criticaron esto en la reunión de enero de 1936, al señalar el peligro de que el
partido perdiese el prestigio del que gozaba en beneficio del PSOE y del PCE, partidos que
parecían ahora ser los promotores de las iniciativas de unificación. 53 Con el respaldo de casi
todos los presentes, Maurín afirmó que habida cuenta de que las demás organizaciones no
entendían la posición del POUM, el presentarles propuestas específicas sólo era una manera de
“buscar el aplauso fácil”. El POUM se dedicó en los meses siguientes a reiterar que sin un
acuerdo ideológico la unificación sólo podía desembocar en divisiones y luchas fraccionales.
En mayo de 1936, el Comité Ejecutivo señaló que no se debía confundir la unidad de acción –
el frente único – con la unificación política. 54 La claridad ideológica era de primordial
importancia; el POUM, siguiendo a Lenin, creía que antes de producirse la unificación debían
diferenciarse con claridad las posiciones de cada uno de los grupos que convergiesen en ella.
De otra manera el partido resultante sería una organización “elefantiásica”, que daría cabida a
todos, en lugar de un partido de “tipo bolchevique”. 55
El POUM era consciente de que se estaba atrincherando cada vez más en sus posiciones y que
esto contrastaba con la voluntad de las masas populares que, según Maurín, estarían “muy
satisfechas” si se produjese la unificación de todos los partidos obreros existentes. 56 Por esta
razón, a fines de mayo, los poumistas exhortaron una vez más al PSOE y al PCE a aceptar la
formación de un comité de enlace conjunto para así iniciar las conversaciones sobre la unifica-
ción. 57 Como cabía esperar, esta iniciativa no prosperó debido a la indiferencia, si no a la
hostilidad, del PSOE y del PCE hacia el POUM. Es probable que el llamamiento tuviese como
objetivo impresionar a los militantes de la izquierda socialista, a quienes los poumistas
consideraban el sector del movimiento obrero más próximo al marxismo revolucionario. El
hecho de que el POUM no promoviese otras iniciativas unificadoras más específicas denota,
en cierta medida, que sobrevaloraba su propia habilidad para expandirse. Este optimismo se
debía a que se consideraba el “único defensor de la revolución socialista en el seno de nuestro
proletariado”. Por ello, a mediados de abril de 1936, el POUM alardeó de ser “la gran preo-
cupación de la burguesía”, como lo habían sido los bolcheviques en 1917. En las páginas de
La Batalla se afirmaba que, al igual que había sucedido con los bolcheviques, su posición iba
a revelarse la correcta y que sus “detractores de ahora no tardarán en llamar a la puerta
pidiendo perdón”. 58 En realidad, este optimismo no estaba muy justificado, ya que había
pocos indicios de que su relativo aislamiento, tanto en Cataluña como en el resto de España,

53
Acta del Comité Central del POUM 5/6.1.36, pp.2-6.
54
“El problema de la Unificación Marxista (Resolución del Comité Ejecutivo del POUM 26.5.36.)” La Batalla
29.5.36.
55
J. Maurín, “Prólogo” (1.5.36.) a K. Marx, Crítica del programa de Gotha (Barcelona 1936) pp.29-30.
56
ibíd p.29.
57
“El problema de la Unificación Marxista (Resolución del Comité Ejecutivo del POUM 26.5.36.)” La Batalla
29.5.36.
58
“El P.O.U.M. El gran partido revolucionario”, ibíd 17.4.36.
235

estuviese disminuyendo. Por el contrario sus relaciones con el resto del movimiento obrero se
estaban en general deteriorando.
A lo largo de las primeras semanas de 1936, los dirigentes del POUM seguían confiando en la
capacidad del partido para atraerse al menos a algunos sectores del ala izquierda socialista.
Según expuso Maurín en enero al Comité Central, “cada día [hay] una mayor aproximación
entre [...] la masa revolucionaria del PSOE y nuestras posiciones”. No obstante, aparte de unos
pocos casos aislados en el ámbito local, los ejemplos de colaboración práctica en este período
parecen haber sido bastante limitados. Maurín afirmó sobre los principales dirigentes socialis-
tas de izquierda: “(Margarita) Nelken, (Carlos de) Baraibar, (Julio) Álvarez de Vayo y los
demás [...] son unos aventureros” en los que no se podía confiar. En cambio, el POUM se vio
alentado por la actitud, al parecer más abierta, de Largo Caballero. 59 Este afirmó, en un mitin
celebrado en Madrid en abril de 1936, que cualquier proceso de unificación marxista debía
incluir al POUM. 60 El dirigente ugetista llegó a proponerle por aquellas fechas a Maurín que
el POUM y el PSOE se fusionasen. 61 Las posibilidades de que esto sucediese eran reducidas
debido, por un lado, a la orientación política de los socialistas de izquierda, por no hablar de la
del resto del PSOE, y por otro, a la manera en que el POUM planteaba la cuestión de la uni-
ficación. El Comité Ejecutivo poumista rechazó la propuesta de Largo Caballero; entre los que
se opusieron destacó la firmeza de Nin.62 El POUM iba a seguir insistiendo en que para la uni-
ficación los socialistas de izquierda estos debían romper con los reformistas, tanto en la esfera
política como en la organizativa; es decir, como Maurín había indicado de manera implícita en
la reunión de enero del Comité Ejecutivo, provocar una escisión en las filas socialistas. En
mayo, Maurín increpó con dureza a los “unificadores socialistas” por su idea de formar un par-
tido en el que todo el mundo tuviese cabida, cosa que en su opinión “confunde lo que debe
constituir un partido revolucionario con partidos socialdemócratas o laboristas”. 63 No parece
guardar mucha relación la posición del POUM en estos momentos con lo que iba a escribir
Maurín, muchos años después: “el objetivo a largo plazo del POUM era fusionarse con el
PSOE”. 64
Pese al optimismo que Maurín y otros dirigentes mostraron en la reunión del Comité Central
de enero, en realidad el POUM estaba perdiendo la esperanza de que Largo Caballero y sus
seguidores diesen un verdadero giro revolucionario. Para Maurín, aunque la actitud de Largo
Caballero era el reflejo de “la voluntad revolucionaria de las masas obreras... [era imposible
que] el hombre que ha sido durante tanto tiempo el jefe del reformismo español [...] de golpe
se convierta en el jefe revolucionario”. 65 Los comunistas disidentes ya habían advertido en
1933 sobre lo endeble del radicalismo entonces recién estrenado por los socialistas, sobre todo
el del mismo Largo Caballero. La ambigüedad de éste quedó de manifiesto cuando renunció a
la presidencia del PSOE en diciembre de 1935. Prieto, en un intento de obligarle a revelar su

59
Acta del Comité Central del POUM 5/6.1.36. p. 3.
60
“Paraules de Largo Caballero. Som o no revolucionaris”, Front 17.4.36.
61
Carta de Maurín a Pierre Broué 18.5.72. (FPI); citado también en Alba, Dos revolucionarios... p.222.
62
Según Joan Soler, tanto Nin como Molins i Fàbrega destacaron por su firme oposición a la propuesta de Largo
Caballero (carta de Joan Soler al autor 22.12.86); Maurín, en su carta a Pierre Broué (18.5.72 [véase nota 61]),
menciona también la oposición de Nin.
63
Acta del Comité Central del POUM 5/6.1.36. p.6; J. Maurín, “Prologo” (1.5.36.) a K. Marx, Crítica del
programa de Gotha p.29.
64
J. Maurín, “Introducción” (1965), Revolución y contrarrevolución... p. 3; Maurín defiende el mismo punto de
vista en sus cartas a Joan Rocabert, (octubre de 1971 [CEHI]), y a Francesc Gelada, (10.12.72. [FPI]). La carta a
Rocabert aparece reproducida en Alba, Dos revolucionarios... pp.294-299.
65
“La derrota de Largo Caballero”, La Batalla 27.12.35; Acta del Comité Central del POUM 5/6.1.36, p.5.
236

juego, había propuesto, en la primera reunión que el Comité Nacional del PSOE celebró
después del levantamiento de octubre, que la minoría parlamentaria socialista estuviese sujeta
al control de la dirección del partido. Esta era, a todas luces, una posición que los socialistas
de izquierda siempre habían defendido, pero Largo Caballero votó en contra. Se había opuesto
antes ya a esta misma propuesta, presentada también por Prieto en vísperas del levantamiento
de 1934, aduciendo que, conforme a los estatutos del partido, este cambio sólo podía
introducirlo un congreso del partido. Tras ser derrotado en la votación, Largo Caballero
dimitió de su cargo de presidente del partido, renuncia que no tuvo otras consecuencias aparte
de la consternación de sus seguidores. Para La Nueva Era, revista teórica del POUM, este
episodio desvelaba los puntos flacos de la política de Largo Caballero, 66 quien pecaba del más
“puro reformismo” al elegir oponerse a Prieto en torno a una cuestión tan formalista como era
la de los estatutos del partido. Maurín argumentó que la ambivalente actitud de los socialistas
de izquierda hacia el pacto electoral con los republicanos alejaba aun más la posibilidad de
que se diese una “rectificación de la política del Partido Socialista”. Prieto y sus seguidores no
habían conquistado la dirección del partido, sino que era la misma izquierda socialista la que
con sus vacilaciones se la había ido entregando paulatinamente. 67
La opinión del POUM acerca de los dirigentes de la izquierda socialista se vio confirmada por
la conducta de éstos a lo largo de los meses siguientes. Fue sobre todo su actitud hacia el
nuevo gobierno republicano la que denotó, una vez más, todo lo abstracto del izquierdismo de
la facción de Largo Caballero. Si bien criticaban al gobierno, los socialistas de izquierdas se
mantenían, fundamentalmente, en la pasividad. No argumentaban que el proletariado debiese
tomar el poder, sino que exigían que éste “se entregase” a la clase trabajadora si los republica-
nos eran incapaces de gobernar; en su visión de las cosas el término “clase trabajadora” pare-
cía significar el PSOE. De esta manera, los seguidores de Largo Caballero carecían en la prác-
tica de una verdadera estrategia para tomar el poder, como dejaba flagrantemente de manifies-
to su actitud hacia la CNT. En la primavera de 1936, los anarcosindicalistas parecían cada vez
más abiertos a la idea de colaborar con la UGT. En mayo, el congreso de la Confederación
propuso a los socialistas la formación de una “alianza revolucionaria”. Al margen de lo que
pudiese haber de demagogia en esta iniciativa, éste era un ofrecimiento que, como señaló el
POUM con celeridad, los verdaderos revolucionarios deberían haber aceptado. 68 Enseguida se
hubiese comprobado la sinceridad de esta propuesta de acción conjunta cenetista. Los socialis-
tas de izquierda mostraron escaso entusiasmo hacia lo que pudiera haber constituido la oportu-
nidad de desarrollar una estrategia obrera alternativa y extraparlamentaria desde la unidad. El
radicalismo de Largo Caballero escondía, en esencia, el objetivo a largo plazo de los
socialistas españoles: que su partido absorbiese a los demás sectores del movimiento obrero. 69
A finales de mayo de 1936, el POUM ya había llegado a considerar que las facciones de Prieto
y de Largo Caballero no se diferenciaban mucho la una de la otra, si bien cada una de ellas
actuaba cada vez más como si fuesen partidos separados y corrían rumores acerca de la
inminencia de una escisión. Como señaló La Batalla, ambas facciones estaban a favor de la
permanencia del PSOE en la Segunda Internacional, apoyaban a la Sociedad de Naciones,
habían votado a favor de Azaña para el cargo de presidente del Gobierno y de la República,
estaban de acuerdo con la política del Frente Popular y aceptaban la permanente suspensión de
66
“Comentarios” La Nueva Era enero de 1936; véase también, “La derrota de Largo Caballero”, La Batalla
27.12.35.
67
J. Maurín, “¿Adónde va el Partido Socialista?” La Batalla 13.12.35.
68
“Ante todo es preciso la unidad de acción del proletariado” ibíd 10.4.36.
69
S. Juliá, La izquierda... pp.202-264.
237

las garantías constitucionales que el gobierno mantenía en vigor. Asimismo, ni la facción de


Prieto ni la de Largo Caballero tenían una actitud clara con respecto a la Alianza Obrera. 70 La
frustración poumista ante los vericuetos y contorsiones de la política socialista queda reflejada
en un artículo de Arenillas, donde éste se lamenta de que un sector tan importante de la clase
obrera continuase comulgando con el “mito de Largo Caballero”, cuya creación había
constituido una verdadera “disparate antimarxista”. 71
El POUM debía hacer frente tanto a la incoherencia de los principales portavoces de la
izquierda socialista como a la creciente simpatía que despertaban las posiciones de la
Comintern, especialmente en la FJS. Una serie de razones explican esta situación. Por un lado,
la confusión política de los socialistas contrastaba con la claridad de la política poumista, pero
también con la del PCE. Además, el Partido Comunista contaba con una organización mucho
más amplia e implantada en el ámbito estatal que la del POUM. La participación de los
comunistas en las alianzas obreras durante 1935 había llevado al PCE a establecer contacto
con muchas organizaciones socialistas locales, desorientadas por la clandestinidad y la falta de
una dirección clara. Por lo que respecta a la ideología, la izquierda socialista, con su proyecto
de un Partido Socialista “bolchevizado” destinado a ejercer la dictadura del proletariado, se
exponía a las influencias estalinistas. La simpatía de la que gozaba la URSS en casi todos los
sectores del movimiento obrero era otro factor de gran importancia que ayudaba al PCE en sus
intentos de influir en la izquierda socialista.
Pero el factor determinante para el acercamiento entre comunistas y socialistas fue el aban-
dono de la IC de su anterior línea sectaria, que se consumó en su Séptimo Congreso, celebrado
en agosto de 1935. Para algunos dirigentes de la FJS y otros de la izquierda socialista, la idea
comunista de la necesidad de unificar a las dos tendencias resultaba muy atractiva. Los diri-
gentes de las juventudes socialistas ya habían manifestado en el folleto Octubre: segunda
etapa que se integrarían en la IC si ésta modificaba en sus estatutos el papel dirigente que
estos asignaban al Comité Ejecutivo de la Comintern sobre las políticas de cada Estado. La
nueva orientación de los comunistas también fue aplaudida por Claridad, la publicación más
importante de la izquierda socialista. Nin escribió al respecto que o bien él había malentendido
el cambio de línea de la IC, o bien los argumentos esgrimidos por los socialistas de izquierda
carecían de sentido, porque las posiciones que ahora adoptaba la Comintern eran precisamente
aquellas contra las que se suponía que ellos luchaban dentro del PSOE. 72 En efecto, muchos
dirigentes de la izquierda socialista, y especialmente de la FJS, parecían olvidar por completo
que la existencia del Frente Popular significaba colaborar con los partidos pequeñoburgueses,
algo a lo que antes se habían opuesto con gran vehemencia. No hacía mucho tiempo que estos
mismos jóvenes habían criticado en La Batalla la propuesta del PCE de un Bloque Popular
Antifascista. 73
La absorción por parte de la UGT de la central sindical comunista, la Confederación General

70
“La crisis del Partido Socialista”, La Batalla 22.5.36. Maurín ya había afirmado en la reunión del Comité
Central de enero que Largo Caballero tenía “la misma posición política que el centro”, Acta del Comité Central
del POUM 5/6.1.36, p.5.
71
J.L. Arenillas, “¿Por el Frente Popular o por la revolución socialista?”, La Batalla 1.5.36.
72
A. Nin, “El congreso de la Internacional Comunista y los socialistas de izquierda. Una incongruencia” ibíd
30.8.35.
73
Wilebaldo Solano, unos de los dirigentes de la JCI, advirtió en septiembre de 1935 que si la IC introducía en
sus estatutos algunos cambios en relación con el papel del CEIC, esto iba ser suficiente para dejar libre el camino
del acercamiento de un sector de los jóvenes socialistas al stalinismo (W. Solano, “Después del VII Congreso de
la IC ¿Adónde van los jóvenes socialistas?” ibíd 13.9.35).
238

del Trabajo Unitario (CGTU), ocurrida a finales de 1935, pareció aumentar las posibilidades
de que comunistas y socialistas estrechasen su colaboración. En el ámbito sindical, los
socialistas tenían poco que temer de los comunistas. La CGTU apenas había llegado a contar
con 46 000 afiliados, mientras que la UGT tenía más de un millón. 74 Debido al recién
estrenado entusiasmo de los comunistas por la unidad, la incorporación a la UGT de los
sindicatos agrupados en la CGTU se consumó sin contratiempo alguno. Esto despertó en
muchos socialistas una falsa confianza sobre la posibilidad de dominar cualquier posterior
unificación en el ámbito político. El POUM señaló que esta unificación entre la UGT y la
CGTU había sido acordada por los aparatos burocráticos, sin un verdadero debate ni mucho
menos congresos locales o estatales, por mucho que socialistas y comunistas proclamasen lo
contrario. 75 Al PCE poco le importaba que esta fusión no hubiese sido democrática. Dado que
la CGTU era una organización débil, la importancia de la unificación sindical radicaba en sus
repercusiones políticas, que se manifestaron en la creación posterior de comités de enlace
entre socialistas y comunistas en muchas localidades. La nada desdeñable aproximación entre
el PCE y la FJS, que se venía gestando desde antes de principios de 1936, revestía aun un
mayor significado. Las relaciones se habían estrechado hasta tal punto que en marzo, cuando
una delegación conjunta de las juventudes socialistas y comunistas visitó Moscú, se firmó un
acuerdo preliminar de unificación de las dos organizaciones, auspiciado por la Internacional
Juvenil Comunista (IJC), organización de la Comintern. El proceso de unificación dio
comienzo tras el retorno de la delegación a España y se inició en el ámbito local: la importante
FJS madrileña se fusionó con su homóloga comunista, con lo que el 1 de abril se formaron las
Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). No fue hasta finales de agosto de 1936 cuando se
completó a escala estatal el proceso de unificación, pero ya antes las organizaciones juveniles
del PSOE y el PCE colaboraban estrechamente en casi todo el territorio español.
Los dirigentes del POUM se mostraron muy críticos, e incluso un tanto decepcionados, con
esta “estalinización” de algunos sectores de la izquierda socialista. Los poumistas no pudieron
menos que ironizar sobre el hecho de que estos sectores, que se decían revolucionarios,
optasen por acercarse a la IC justo cuando ésta estaba desplazándose hacia la derecha. El
POUM criticó por “oportunista” y no democrática la fusión de las dos organizaciones
juveniles. Era oportunista, según el POUM, debido a las bases políticas sobre las que se
asentaba, y no democrática por haberse consumado sin un debate interno. La FJS había
absorbido a la mucho más pequeña Unión de Juventudes Comunistas, pero en términos
políticos la nueva organización unida había adoptado un “programa estalinista”, como
revelaba el status de “simpatizante” de la IJC asignado a la JSU. El Comité Central de la JCI
declaró, en abril de 1936, que no podía crearse una organización juvenil revolucionaria sin
crear un partido revolucionario unido, y mucho menos si esas pretendidas juventudes
revolucionarias iban a ser un “confuso bloque de reformistas, estalinistas y socialistas de
izquierda”. 76 A los ojos del POUM, peor que esto, era la propuesta de la IJC de formar un
“nuevo tipo” de organización de juventudes que se extendiese a todos los sectores de jóvenes
antifascistas. En España, esta iniciativa llevó a que las JSU y diferentes organizaciones
juveniles republicanas fundasen el Frente de la Juventud Española. Los comunistas disidentes
condenaron la creación del Frente, al considerarla otro paso hacia la “republicanización” del
movimiento obrero español. Las JSU propusieron enviar representantes al Congreso Juvenil

74
Cruz p.241.
75
“Comentarios” La Nueva Era enero de 1936; J. Maurín, “Unificación sí, pero no absorción”, La Batalla 3.4.36.
76
Comité Central de la Juventud Comunista Ibérica, “A la juventud obrera y campesina de toda España”, ibíd
3.4.36.
239

Mundial que se iba a celebrar en Ginebra, donde al parecer iban a estar presentes incluso
grupos de juventudes fascistas. Para el POUM esta iniciativa confirmaba aun más la
“degeneración” de la antigua dirección de la FJS. 77 Con todo, este deslizamiento hacia el
estalinismo chocó con una cierta oposición en el seno de la FJS. En la FJS madrileña y
asturiana hubo voces que propusieron que cualquier proyecto de unificación debía también
incluir a la JCI. 78 Esto explica por qué el POUM, cuyas esperanzas de influir en toda el ala
izquierda socialista se estaban desvaneciendo rápidamente, continuó albergando hasta el
mismo inicio de la guerra civil ilusiones de poder atraerse a aquellos jóvenes socialistas que
eran aun “inequívocos y sinceros marxistas revolucionarios”.79
En Cataluña, las posibilidades de que el BOC se ganase para su proyecto de unificación
revolucionaria a las organizaciones que le eran más próximas – el PCP y la Federación
Catalana del PSOE- se alejaron con rapidez, como se ha visto, una vez que los bloquistas se
mostraron determinados a crear un partido a escala estatal. Por un lado, las relaciones de los
bloquistas con el PCP se enfriaron porque éste se inclinaba por crear un partido de ámbito
exclusivamente catalán. Por otro, la Federación Catalana del PSOE se desmarcó de los
bloquistas debido a que la creación de un partido extendido fuera de Cataluña conllevaba
pisarle el terreno a su propio partido en el resto de España. En julio de 1935, el PCP, tras el
fracaso de sus conversaciones con el BOC, estableció un comité de enlace con la Unió
Socialista de Catalunya orientado a la creación de un Partido Socialista Catalán. La
radicalización de la USC como consecuencia del levantamiento de octubre de 1934 había
hecho posible esta iniciativa. La posición de la IC sobre el Frente Popular y la unidad
comunista-socialista resultaba atractiva para la USC, razón por la que en julio de 1935 solicitó
ser admitida como “sección simpatizante” en la Comintern. En consecuencia, la USC se
acercó aun más al Partido Comunista, que ya había manifestado su interés en una fusión de los
dos partidos y para la cual, desde al menos el inicio de 1935, mantenía contactos con Joan
Comorera, el principal dirigente de la izquierda de la USC. 80 A partir de enero de 1936, los

77
Por ejemplo véase, W. Solano, “Comentarios críticos a la unificación de las Juventudes Socialistas y
Comunistas” ibíd 1.5.36; W. Solano, “Critica de la unificación de las Juventudes Socialistas y Comunistas” La
Nueva Era junio de 1936.
78
En marzo de 1936, la JCI y la FJS habían incluso organizado mítines conjuntos en varias localidades cercanas a
Madrid (La Batalla 27.3.36). En abril, se planteó una propuesta a la asamblea de la FJS de Madrid para que la
JCI participase en las negociaciones con la UJC sobre la unificación; la propuesta fue rechazada después de que
el presidente de la FJS local, Felipe Barroso, (que había simpatizado antes con las posiciones del POUM)
explicase que eso significaría la ruptura con la UJC (ibíd 17.4.36). Algunas semanas más tarde, una fracción fue
expulsada de la que ahora era ya la JSU de Madrid, acusada de “trotskismo”, según La Batalla a causa de su
oposición a Santiago Carrillo y sus aliados (“La Junta de la Juventudes Socialistas Unificadas para la exclusión
de la fracción”, ibíd 5.6.36). El congreso de la FJS de Asturias (mayo de 1936), al que acudió una delegación de
la JCI, votó a favor del proceso de unificación, pero defendió que la JCI debía ser incluida (Juventud Comunista
Ibérica, La juventud obrera asturiana en las luchas revolucionarios [Barcelona 1937] p. 24).
79
“Ante la ofensiva del fascismo y la quiebra del Frente Popular”.Manifiesto del Comité Central del POUM a la
clase trabajadora española, La Batalla 17.7.36.
80
“Partido Comunista de España Comité Central. Al C.C. del P.C. de Cataluña” 30.1.35. (ACCPCE). No fue el
caso entonces, como reclama Graham (p.68), que la USC propuso adherirse a la CI sin “ningún contacto previo”
con el PCdeC. El PCdeC, una vez superada una breve crisis interna producida a principios de 1935 — cuando
una rebelión dirigida por el exmilitante del BOC Pere Ardiaca, casi defenestrar a la dirección del partido —, se
tomó cada vez más entusiasta sobre la posibilidad de un nuevo partido socialista de ámbito exclusivamente cata-
lán (sobre la crisis dentro del PCdeC, véase: “Reunión del B.P. de C.” 31.10.34. [ACCPCE]; el documento sin
título que explica la posición de la oposición [Ardiaca] 13.4.35. [ACCPCE]; Microfilm rollo XII sección 161
[ibid]; y otros documentos en sección 157 del mismo rollo [ibíd]). Resulta interesante la opinión de José del
Barrio en enero 1936 cuando crítico en la prensa del partido la decisión de unificarse con la PCP y USC porque
240

comunistas oficiales se integraron en el comité de enlace USC-PCP, y propusieron ampliarlo


al PSOE y a Estat Català.
Al mismo tiempo se estaban produciendo cambios importantes de orientación en el seno de la
Federación Catalana del PSOE, que acabaron por llevarla a participar en este proceso de
unidad. El ala izquierda de la Federación Catalana, que estaba a favor de la unidad entre
comunistas y socialistas, se había visto fortalecida en esta posición merced a la victoria
electoral del Frente Popular en febrero, y al acercamiento de ciertos sectores de la izquierda
socialista, en el resto del estado, a las posiciones de la IC. Esta ala izquierda, cada vez más
procomunista, se vio también reforzada cuando, en enero de 1936, la casi totalidad de la
“fracción de L'Hora” se integró en el PSOE catalán, lo que llevó además a que éste adoptase
una actitud más receptiva hacia la cuestión nacional. El POUM afirmó que esos antiguos
militantes bloquistas, al unirse al Partido Socialista, habían logrado resucitar su Federación
Catalana y, al mismo tiempo, habían contribuido a acabar con las “excelentes relaciones” que
el BOC y el PSOE de Cataluña habían mantenido hasta entonces. 81 Además de acercarse a los
comunistas, los socialistas catalanes se aproximaron también a la USC y al PCP cuando éstos
aceptaron al PSOE y al PCE como únicos representantes políticos de la clase obrera en el resto
del estado. Este proceso culminó en mayo de 1936 cuando la Federación Catalana del PSOE
se declaró a favor de participar en las conversaciones sobre la unificación, de integrarse en la
IC y de la “autodeterminación de Cataluña”. 82
A fines de junio de 1936, los cuatro partidos que ahora participaban en el Comité de Enlace
hicieron público el acuerdo alcanzado, cuya meta era la fundación del Partido del Proletariado
Catalán. Esta declaración, que guardaba muchas similitudes con la suscrita conjuntamente por
la USC y el PCP un año antes, recogía además la mayoría de los puntos establecidos por el
Séptimo Congreso de la IC con respecto a la unidad comunista-socialista. La agitación socio-
política que sacudía a España en esos momentos se reflejó en el tono radical de la declaración,
y en su defensa de la necesidad de una insurrección armada que condujese a la instauración de
la República Socialista Catalana regida por la dictadura del proletariado. 83 Tres semanas
después, el inicio de la guerra civil precipitó la fusión definitiva de los cuatro componentes del
comité de enlace, que formaron así el Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC).
La militancia inicial que tuvo el nuevo partido se puede situar en torno de las 2.500 personas,
aunque el cálculo es difícil; el POUM, por su parte, ya contaba con más de 5.000 afiliados en
Cataluña en el verano de 1936. 84 El PSUC, pese a su reducido tamaño, gozaba de dos

era “menospreciar las fuerzas actualmente no están en el Comité de Enlace…..; no querer tener en cuenta las
bases revolucionarias que integran las filas del PSOE y del POUM …” citado en Moreno p.74.
81
Front 17.4.36.
82
Sobre este proceso véase: J.L. Martín i Ramos pp. 201231; Vinyes, Catalunya… pp. 253-276; M. Caminal,
Joan Comorera. Catalanisme i socialisme (1913-1936) (Barcelona 1984) pp.203- 213.
83
Justícia Social-Octubre 3.7.36; Catalunya Insurgent 26.7.35.
84
En relación con la afiliación del PSUC en el momento de su fundación se pueden comparar los datos de las
fuentes del propio PSUC (o de los partidos que en él convergieron) con los de la historiadora rusa L.V.
Ponamariova, los del antiguo dirigente del PSUC Miguel Serra Pàmies y los del POUM:
Fuentes: Según los Ponamariova: Serra Pàmies: Según el
partidos: POUM:
USC 4.500 2.000 1.200-1.500 500
PCdeC 3.000 2.000 400 -
PSOE(FC) 1.241 1.500 600-700 500
PCP 500 500 80 60
Datos “oficiales”: USC: citado en Alcaraz p.244; PCdeC: “Militantes del partido en julio de 1936” (ACCPCE);
241

ventajas: su mayor implantación se daba en Barcelona y su posición “unitaria” y


frentepopulista disfrutaba de un apoyo popular relativamente importante. La gran asistencia a
una serie de mítines celebrados en la primavera de 1936 son testimonio del interés que existía
en la creación de la nueva organización; el más grande de éstos fue el auspiciado por la
sección española de Socorro Rojo Internacional (organización pantalla del PCE), al que
asistieron más de 20 000 personas, extremo que incluso Front tuvo que aceptar como cierto. 85
Estos mítines multitudinarios reflejaban, en parte, el aumento del general del activismo
político tras las elecciones de febrero. No obstante, la capacidad de convocatoria de la
instancia unitaria se revelaba ya muchísimo mayor que la que habían tenido, por separado, los
cuatro partidos que convergían en ella.
El ámbito de influencia sindical que la unificación abría ante el nuevo partido iba también
mucho más allá de lo que era la estricta suma de las cuatro pequeñas organizaciones. Pese a
las divisiones que se habían producido en la UGT catalana y a la posterior creación por parte
de la USC de la Unió General de Sindicats Obrers de Catalunya (UGSOC), la afiliación de
ambas centrales socialistas había aumentado bastante. A finales de 1935, la UGSOC proclamó
contar con 22.000 sindicados; en julio de 1936, el número de afiliados de las dos centrales
sindicales socialistas en Cataluña en su conjunto sobrepasaba los 80.000. Era en Barcelona
donde los sindicatos socialistas contaban con mayor número de afiliados, y donde también en
el sector del transporte y en el metalúrgico su tamaño era comparable al de la CNT, aunque la
influencia de ésta seguía siendo mayor. 86 El PCP había logrado hacerse con el control del
CADCI, la importante asociación de oficinistas y dependientes, y junto con el PCdeC era
hegemónico en el recién fundado frente único de hostelería, la Federación Obrera de
Sindicatos de la Industria Gastronómica (FOSIG). 87 Además, según el PCdeC, los dirigentes
de los importantes sindicatos treintistas de Sabadell mantenían contactos con la USC desde
principios de 1935; 88 estos sindicatos, junto a los treintistas de Manresa, se pasaron a la UGT

PSOE: D. Ballester, Maginalitats i hegemonies: l’UGT de Catalunya (1888-1936) (Barcelona 1996) p.234; PCP:
véase los datos aportados por el exdirigente del PCP, E. Vilaseca (“Notes sobre els orígens del Partit Català
Proletari”, Nous Horitzons núm.4, México 1964). Los demás datos proceden de: L.V. Ponamariova, La forma-
ción del Partit Socialista Unificat de Catalunya (Barcelona 1977) p.100; Serra Pàmies es citado en B. Bolloten,
La Guerra Civil española: Revolución y contrarrevolución (Madrid 1989) pp.610-611; para las fuentes del
POUM, véase La Batalla 15.11.35, 15.5.36, 29.5.36, 10.7.36. Otro dirigente del PSUC, Miguel Valdés, afirmó
que el partido contaba con 3 000 miembros en el momento de su fundación (Daily Worker 12.12.36, citado en
Bolloten p.610), y Luis Girola, del Comité Central del PCE, le atribuyó 5.000 (Treball 27.7.37). El POUM
cuestionaba que la USC contase con los 4.500 miembros que se atribuyó en el congreso de mayo de 1936, ya que
las fuentes de este partido aseguraron que participaron 204 delegados, la máxima votación obtenida por un
candidato al nuevo Comité Directiu fue de 89 votos (La Batalla 29.5.36). Además, el informe administrativo del
congreso de la USC, siempre según el POUM, reflejaba que solamente 280 afiliados pagaban sus cuotas
regularmente y que la tirada de Justícia Social era solamente de 800 ejemplares. El PCdeC, también según el
POUM, tenía “veinte o treinta pequeños grupos” en mayo de 1936 (La Batalla 15.5.36). Para datos sobre la
afiliación del POUM véase más adelante.
85
Front 13.3.36; El PCdeC afirmó que 12 000 personas habían acudido al mitin que celebró en enero en el Teatro
Gran Price (Octubre 31.1.36); igual número calculó el POUM para la asistencia a su mitin celebrado en el mismo
local tres semanas antes (La Batalla 10.1.36).
86
Sobre la afiliación de los sindicatos socialistas, véase: Unión General de Trabajadores de España, Secretariado
General de Cataluña, Primera Asamblea General, Barcelona, abril 1934, pp.15- 19; “Cens Electoral Social”
Bulletí Oficial de la Generalitat de Catalunya 26.7.34, 31.7.34, 22.11.35, 3.7.36; “Informe sobre la situación de
Cataluña” s.f. (ACCPCE).
87
El CADCI tenía 14 465 afiliados en julio de 1936, “Cens Electoral Social…” 3.7.36; y la FOSIG decía reunir
8.000, en Barcelona, Manresa y Sabadell (Octubre 6.2.36).
88
“Partit Comunista de Catalunya Comité Central (al) B.P. del P.C. de E.” 5.2.35. (ACCPCE).
242

al iniciarse la guerra civil. Por último, la Unió de Rabassaires, que se estaba “alejando cada
vez más de ERC”, al parecer veía con buenos ojos el establecimiento del nuevo partido. 89
Al POUM no le impresionaban estas iniciativas dirigidas a la creación de un nuevo partido
marxista en Cataluña. Para los poumistas, la USC, a pesar de su aparente radicalización,
seguía siendo “más nacionalista que marxista [...] pequeñoburguesa [...] ultrarreformista [y]
pseudosocialista... al servicio de la burguesía republicana”. 90 La dirección del POUM también
dirigió críticas mordaces al PCdeC por su papel en el establecimiento del nuevo partido.
Según Arquer, el recién estrenado interés de los comunistas oficiales por la cuestión nacional
catalana era reflejo de uno de los “típicos virajes ordenados por Moscú”. 91 Como señaló
Arquer, el PCdeC nunca había dejado de estar subordinado al PCE, la mayoría de sus afiliados
no eran catalanes de origen y casi todas sus publicaciones utilizaban el idioma castellano. El
POUM, en un principio, consideró que el proyecto de unificación constituía una extensión de
la USC y por ende “un instrumento al servicio de ERC”. 92 Esta apreciación se iba a revelar
incorrecta aunque sólo fuera por el hecho de que el PSUC pasó a ser la sección catalana de la
IC. En el muy diferente contexto de la guerra civil, el PSUC, lejos de actuar como un apéndice
de ERC, desplazó a los republicanos catalanes y se tornó el principal contrincante de la
izquierda revolucionaria en Cataluña.
La política de Frente Popular constituía el factor fundamental que separaba al POUM de las
demás organizaciones marxistas catalanas. Con todo, y pese a que seguían dirigiéndose
descalificaciones los unos a los otros, en los meses anteriores a julio de 1936 las discrepancias
entre algunos de los futuros integrantes del PSUC y el POUM no parecían insalvables
concretamente como hemos visto, en lo que hace al PCP y a la Federación Catalana del PSOE.
A partir de 1933, se había generalizado la colaboración entre el BOC y el PSOE en Cataluña.
Incluso en fecha tan tardía como enero de 1936, las dos organizaciones habían debatido entre
ellas cuál iba a ser su actitud ante las elecciones. Los nacionalistas radicales de izquierda del
PCP también habían cooperado estrechamente con los comunistas disidentes en torno a una
serie de cuestiones, desde su salida de Estat Català en 1932. Tan sólo un año antes, el Partit
Català Proletari había estado a punto de unirse al BOC y a la ICE. Por lo tanto, la
incorporación de la Federación Catalana del PSOE y del PCP a la unificación que dio lugar al
PSUC no fue un proceso totalmente previsible. Durante los primeros meses de 1936, además,
los demás partidos marxistas catalanes seguían haciendo propuestas públicas hacia el POUM
sobre la unidad. Los poumistas no tomaron muy en serio tales propuestas, sobre todo cuando
se trataba del PCdeC; entre otras razones porque las demás organizaciones solamente
planteaban la unidad dentro de Cataluña. 93
El POUM se vio obligado a diferenciarse aun más de los estalinistas debido a que la política
de la IC, sobre todo tras su Séptimo Congreso, iba abriéndose paso en España. El BOC ya

89
Martín i Ramos p.230.
90
“La desaparición del Partido Comunista en Cataluña” La Batalla 15.11.35; “La fusión de cuatro sombras de
partido”, ibíd 10.7.36.
91
J. Arquer, “Carta oberta al meu entranyable amic Joan Comorera” Front 7.12.35.
92
“La crisis de la “Esquerra” Catalana y sus esfuerzos por conservar la simpatía obrera”, La Batalla 29.11.35; A.
Nin, “El sentit d'una fusió” Front 7.12.35.
93
En enero, el PCdeC hizo un llamamiento a “los trabajadores del POUM” para que se integrasen en el partido
unificado (Octubre 17.1.36.); en marzo, Josep Miret, de la organización juvenil de la USC, defendió la necesidad
de la unificación de la USC, PCP, PCdeC, Federación Catalana del PSOE y POUM (Justicia Social 14.3.36.);
una semana más tarde se invitó al POUM a participar en un mitin a favor de la unidad que se celebró el 25 de
marzo en el Ateneu Encidopèdic Popular, organizado por el PCdeC, USC, PCP y PSOE (Las Noticias 22.3.36).
243

había comenzado a analizar la “degeneración” del movimiento comunista internacional en tér-


minos similares a como lo hacía Trotsky, con la unificación con la ICE esta tendencia fue
ganando terreno en el nuevo partido. En enero de 1936, Arquer afirmaba en La Nueva Era que
la subordinación de los partidos comunistas a la Comintern era la causa de que éstos no toma-
sen como punto de partida “las realidades y peculiaridades propias de cada país”, lo que pro-
ducía “el debilitamiento gradual de los partidos comunistas y el apartamiento de los mismos
de enormes masas populares que seguían con fervoroso entusiasmo a la Revolución rusa”. Así,
continúa Arquer, se había producido un debilitamiento de las secciones nacionales de la IC y
un consiguiente aumento de su dependencia de la organización internacional. A resultas de
esta dependencia, los comunistas se habían visto cada vez más aislados del movimiento obre-
ro, con lo que la URSS había quedado “prácticamente indefensa”, y obligada a llegar a pactar
con unas potencias burguesas contra otras. Según Arquer, estos pactos eran consecuencia de la
tesis de “socialismo en un solo país” y del abandono del internacionalismo, que era lo que
había llevado directamente a la política del Frente Popular.94 En palabras de Maurín, su total
subordinación a los intereses nacionales rusos hizo que los comunistas dejasen de ser
“objetivamente revolucionarios” y se situasen “a la derecha de la social democracia”. 95
Los dirigentes del POUM, pese a sus críticas, no 7 descuidaban lo que consideraban su deber
de “defender a la URSS”. En mayo de 1936, una declaración del Comité Ejecutivo afirmaba
que la caída de esta “fortaleza de la revolución proletaria mundial [constituiría de producirse]
una catástrofe de consecuencias tremendas para el desenvolvimiento de la causa de los
trabajadores en todo el mundo”. A principios de 1935 Maurín había escrito que la URSS era
“lo que para la transformación universal de la burguesía, la Revolución inglesa en del siglo
XVII: la vanguardia”. 96 Aunque la clase obrera rusa “con sus esfuerzos incalculables ha
trazado el camino, difícil, pero heroico, [...] hacia la liberación definitiva de la Humanidad”,
esto no justificaba aceptar la “concepción teológica antimarxista” de que todo lo que sucedía
en la URSS fuese perfecto. Para el POUM, esta actitud era tan dañina para la URSS como la
de quienes la atacaban sistemáticamente. El movimiento obrero debía compaginar una
“entusiasta defensa de la revolución [con] el derecho a la crítica y a la evaluación”, actitud
que, como Lenin había afirmado, era la mejor manera de contribuir a la revolución mundial.
Extender la revolución y no frenarla, era, en opinión del POUM, la manera más idónea de
defender a la URSS. El POUM, a diferencia de la Comintern, afirmaba que la revolución
mundial continuaba siendo posible, siempre que el movimiento obrero no “capitulase ante la
burguesía” como lo había hecho en 1914. 97 El inestable clima económico y sociopolítico
imperante a escala mundial parecía hacer factible la posibilidad de esta revolución, que sin
embargo se enfrentaba al problema de no existir un movimiento revolucionario de masas
independiente del estalinismo. Desde su punto de vista leninista ortodoxo, los comunistas
disidentes no veían una alternativa a su línea: la “revolución proletaria internacional” era la

94
J. Arquer, “¿Frente Popular antifascista o Frente Único Obrero?” La Nueva Era enero de 1936.
95
POUM, Qué és... pp.28-29; J. Maurín, Revolución y contrarrevolución... p.109.
96
“El problema de la unificación marxista” Resolución del Comité Ejecutivo del POUM 26.5.36. La Batalla
29.5.36; J. Maurín, Hacía la Segunda Revolución El fracaso de la República y la insurrección de octubre
(Barcelona 1935) p.250; esta afirmación, a igual que otras, fue excuida por Maurín de la edición de 1966; véase:
J. Sans, Hacia la segunda revolución” de Joaquim Maurín i l’Octubre del 1934 (trabajo inédito, Barcelona
2011). Véase también: “El partido unificado y la situación internacional (resolución)”, Boletín del Bloque Obrero
y Campesino (FCI) julio 1935. En el mitin del POUM celebrado el 5 de enero de 1936 se exhibió una pancarta
con el slogan “¡Viva la URSS!” (véase la foto del mitin en La Batalla 17.1.36).
97
J. Maurín, “El VII Congreso de la IC” La Batalla 23.8.35.
244

manera tanto de defender a la URSS como de evitar la victoria del fascismo y la guerra. El
peligro de que estallase otra guerra mundial se había tornado más inminente tras la invasión
italiana de Abisinia en 1935, y debido también al incipiente rearme alemán.
Frente al peligro de un conflicto bélico mundial, el POUM abogó por el “derrotismo
revolucionario” bolchevique, que significaba “transformar la guerra imperialista en guerra
civil”. El partido declaró que “la posición del movimiento obrero con relación a la amenaza de
guerra” era ahora, como en 1914, “la piedra de toque para medir la consistencia real de [los]
principios revolucionarios”. Era de esperar, por lo tanto, que el POUM se opusiese de manera
enérgica a la decisión adoptada, tanto por la Segunda Internacional como por la Tercera, de
respaldar a la Sociedad de Naciones en sus intentos de obligar a Italia, mediante sanciones, a
retirarse de Abisinia. El POUM argumentó que el respaldo de socialistas y comunistas a la
Sociedad de Naciones constituía una extensión de la política de Frente Popular al terreno
internacional, y que se fundamentaba en el error de análisis de en establecer una separación
que situaba, de un lado, al fascismo y a la guerra, y de otro, al capitalismo. En opinión de los
comunistas disidentes, el fascismo y la guerra eran producto del capitalismo. La posición que
ahora adoptaban los socialistas y los comunistas era la misma que llevó a la política chovinista
defendida por la socialdemocracia durante la primera guerra mundial. Según el POUM, un
flagrante ejemplo de adónde conducía esta política se podía ver en el caso del PC francés,
cuya defensa de una “unión sagrada” nacional frente a la Alemania fascista lo había llevado a
apoyar a “su” gobierno contra una potencia extranjera. Para los poumistas era igualmente
alarmante que también los dirigentes de la izquierda socialista apoyasen las sanciones contra
la Italia fascista impuestas por la Sociedad de Naciones. El POUM no se oponía a las
sanciones, pero defendía que éstas debían ser impuestas por el proletariado de forma directa.
La FAI y los treintistas adoptaron una actitud similar a la del POUM, lo que fue saludado
desde La Batalla como una posición “más marxista” que la del PCE y el PSOE. 98 Ante la
invasión italiana de Abisinia, el POUM abogó a favor de que el movimiento obrero
internacional defendiese, de manera incondicional, la independencia de ese país, además de
señalar la necesidad que las masas populares abisinias llevasen a cabo la ((revolución
democrática” a fin de liberarse del “atraso” feudal.
Los comunistas disidentes intentaron organizar una Conferencia Nacional Contra la Guerra;
con este propósito, en octubre de 1935, hicieron un llamamiento a las demás organizaciones
obreras españolas a secundar esta convocatoria. 99 Los puntos de partida de esa conferencia
eran la oposición a la agresión italiana contra Abisinia, la “transformación de la guerra impe-
rialista en guerra civil” – el llamado derrotismo revolucionario –, y la oposición a cualquier
“unión nacional” como la que existía en Francia. A excepción de la Federación Tabaquera,
sindicato independiente, ninguna otra organización se mostró interesada en la conferencia
propuesta. 100 La indiferencia de socialistas y comunistas hacia esta iniciativa no es sorpren-
dente, dadas los presupuestos “derrotistas” desde los que el POUM la promovía. El POUM,
inasequible al desaliento, continuó hasta el estallido de la guerra civil con su propaganda en
contra de los peligros del pacifismo, de la “unión sagrada” y de la capitulación ante la
Sociedad de Naciones. El Buró Internacional de Unidad Socialista Revolucionaria promovió
iniciativas semejantes a las del POUM a escala internacional; en septiembre de 1935 había
98
“Nuestra posición marxista frente a la guerra” ibíd 25.10.35; W. Solano, “El proletariado ante la guerra. ¿Por
quién están los jóvenes socialistas?”, ibíd 22.11.35; L'Hora 18.10.35.; POUM, Què és... pp.23-24.; “El partido
unificado y la situación internacional (resolución)”, Boletín del Bloque Obrero y Campesino (FCI) julio de 1935.
99
La Batalla 11.10.35.
100
ibíd 13.12.35.
245

hecho, sin resultado, un llamamiento a la Segunda y a la Tercera Internacional para formar un


frente común contra la guerra. 101 Ocho meses después el Buró decidió convocar una
conferencia mundial sobre la guerra. 102 En definitiva, tanto los intentos del POUM como los
de sus homólogos internacionales de organizar una respuesta revolucionaria a la amenaza
bélica no tuvieron mucha repercusión, ni en España ni en el ámbito internacional.
En un momento en que la prensa comunista oficial denunciaba con creciente histerismo la
“amenaza trotskista”, el antiestalinismo del POUM se tornaba cada vez más radical. En
España, el recién fundado POUM era el blanco elegido por el comunismo oficial para sus
ataques contra el trotskismo, que en general eran difamatorios y no políticos. El PCE, desde la
escisión de Maurín y sus correligionarios en 1931, los había calificado alguna vez de
trotskistas, pero hasta 1936 estas esporádicas acusaciones contra el POUM no se tornaron una
línea política propiamente dicha. Los comunistas oficiales, siguiendo las directrices de una
campaña internacional orquestada desde la URSS, culpaban a los que consideraban trotskistas
de cometer toda una serie de crímenes contra la “patria socialista” y la causa comunista
mundial en general. A finales de abril el búlgaro Georgi Dimitrov, dirigente de la CI, declaró
que “el partido y su prensa no estaban haciendo prácticamente ninguna campaña contra el
trotskismo. Era imperativo concentrar todas las baterías sobre él, empleando la denuncia
pública para ‘desenmascarar la política aventurera de Maurín y Cía., sus relaciones con Doriot,
un agente de Hitler, sus actividades escisionistas (y) su hostilidad al frente popular”. Ya un par
de semanas antes en un mitin celebrado en Madrid, el PCE había lanzado la acusación de que
el POUM “estaba pagado por el oro fascista”. 103 Hilario Arlandis, antiguo dirigente de la
FCC-B, escribió por las mismas fechas y en vena parecida, que la tarea del “trotskista POUM”
era dividir a los partidos socialista y comunista y “sembrar el confusionismo entre las
masas”. 104 A finales de junio un titular de Mundo Obrero acusaba a Maurín de ser un
“renegado y un contrarrevolucionario al servicio de la reacción”. 105 Poco antes de que
estallase la guerra civil, la prensa de los partidos que iban a constituir el PSUC afirmaba que el
POUM era no sólo “enemigo de la URSS y del Frente Popular, [sino también de] todas las
demás organizaciones obreras”. 106
Las recién constituidas Juventudes Socialistas Unificadas eran la que con mayor frecuencia
lanzaban invectivas contra el trotskismo. Las JSU sin duda temían la influencia que el POUM
pudiese ejercer sobre algunos sectores de sus filas. El riesgo de que el POUM reclutase a mili-
tantes de las JSU era real, debido, por un lado, a que anteriormente el BOC y la ICE habían
logrado que sus ideas encontrasen un cierto eco en el seno de la FJS, y por otro, a la inquietud
que despertaba la política estalinista de las JSU en algunos de los antiguos militantes de la
FJS. Es probable, por lo demás, que los ahora dirigentes de las JSU que durante los dos años
precedentes habían simpatizado con los comunistas disidentes estuviesen deseosos de
demostrar su recién estrenada lealtad a Moscú. La Batalla señalaba lo paradójico de que
Santiago Carrillo, secretario general de las JSU, intentase ahora “emular al gran Stalin” con su

101
ibíd 20.9.35.
102
ibíd 15.5.36.
103
Véase el informe de la reunión del Comité Central del POUM del 13 y 14 de abril (ibíd 17.4.36) y el artículo,
“Antes contra los socialistas ahora contra nosotros” (ibid). Telegrama de Dimitrov a (José) Diaz y ‘Luis’
(probablemente Codovilla), citada en Elorza p.283 y en F. Hernández Sánchez, Guerra o revolución. El Partido
Comunista de España en la guerra civil (Barcelona 2010) p.76.
104
H. Arlandis, “On condueix el trotzkisme ?”, Octubre 13.3.36.
105
Citado en La Batalla 3.7.36.
106
Justicia Social-Octubre 17.7.36.
246

celo antitrotskista, cuando tan sólo pocos meses atrás había estado flirteando con la idea de la
Cuarta Internacional. Acabar con la amenaza que el POUM representaba constituyó uno de los
objetivos de las JSU desde su creación. En su primer manifiesto, hecho público a comienzos
de abril de 1936, las JSU dejaron clara su actitud al atacar a los “trotskistas” por sus críticas
contra la URSS y el gobierno republicano. Descalificaciones tales como “trotskistas
contrarrevolucionarios” y “enemigos de la unidad” para referirse al POUM pronto se tornaron
moneda común entre los dirigentes de las JSU. Estas invectivas también hallaron eco en
dirigentes de la izquierda socialista que, como Julio Álvarez del Vayo y Margarita Nelken, se
habían transformado en “compañeros de viaje” del PCE. 107
Durante la primera mitad de 1936, la prensa del POUM dedicó gran parte de su espacio a
atacar a la Comintern y al PCE. En parte, esta era la respuesta del POUM a la campaña en su
contra que los estalinistas estaban desarrollando, pero también un reflejo implícito de la
preocupación que el crecimiento del PCE en toda España en los meses previos al inicio de la
guerra civil generaba en los comunistas disidentes. El PCE era sin duda un claro competidor al
POUM, aunque sus afiliados fuesen bastantes menos de los 22 497 o de los 83 967 que afirmó
tener en febrero y julio de 1936 respectivamente. 108 El partido de Maurín afirmó, en abril de
1936, que el propósito de los estalinistas era “crear un clima de pogromo” contra el POUM
que pretendía provocar “agresiones físicas” contra sus militantes. 109 Gorkin comparó las
invectivas y las agresiones perpetradas por el PCE contra los comunistas disidentes con la
persecución sufrida por los bolcheviques en 1917 antes de la revolución de octubre. 110 El uso
de métodos violentos contra el POUM enseguida planteó un grave problema al partido fuera
de Cataluña, donde era más débil. El POUM acusó sin dilación al PCE de agredir a sus
militantes y de intentar sabotear sus mítines. 111 Los comunistas oficiales también presionaron
a los socialistas para que el POUM fuese excluido de iniciativas conjuntas, como la de formar
el pacto electoral de la izquierda; en este caso, como hemos visto, la presión del PCE no surtió
efecto porque Largo Caballero se negó en redondo siquiera a tomar en consideración la
propuesta. Algunos sectores de las juventudes socialistas de Asturias, Salamanca, Madrid y
otros lugares protestaron por las agresiones que se estaban produciendo contra el POUM; estos
mismos sectores estaban inquietos por el entusiasmo con que sus dirigentes se habían volcado
hacia el Partido Comunista. En este período todavía no podían vislumbrarse las siniestras
consecuencias que iba a tener la campaña estalinista contra el POUM, lo que explica que La
Batalla pudiese aún afirmar con seguridad que los militantes experimentados no tenían nada

107
“En torno a la fusión de los Juventudes Socialistas y Comunistas”, La Batalla 10.4.36; ibíd 17.4.36. Alvarez
de Vayo, durante el Pleno de la FJS de Madrid del 21 de marzo de 1936, describió al POUM como un “enemigo
de la URSS” (ibíd). También veáse: Hernández Sánchez p. 80.
108
“El Partido” s.f. (1937) (ACCPCE); Cruz p.60. En vísperas de la guerra civil, el POUM también reconoció
que el PCE había “crecido numéricamente [aunque] no tanto como sus dirigentes dicen” (“Ante la ofensiva del
fascismo y la quiebra del Frente Popular. Manifiesto del Comité Central del POUM a la clase trabajadora
española”, La Batalla 17.7.36).
109
“En torno a la fusión de las Juventudes Socialistas y Comunistas”, ibíd 10.4.36.
110
Gorkin, “Como los bolcheviques en 1917” ibíd 10.7.36.
111
La Batalla da cuenta de que militantes del PCE agredieron a miembros del POUM y provocaron disturbios en
mítines de este partido en Sama de Langreo, La Coruña y Cádiz, en mayo y en Salamanca y Palma de Mallorca,
en junio (La Batalla 8.5.36, 22.5.36, 12.6.36); en el barrio madrileño de Vallecas, la agrupación local del PCE
editó una octavilla que contenía calumnias contra Maurín (ibíd 22.5.36); en Galicia, militantes del PCE al parecer
amenazaron a quemar los quioscos de prensa que vendiesen La Batalla (ibíd 12.6.36 y la JSU lanzó calumnias
contra el POUM según el partido, D. Pereira, “Los heterodoxos del comunismo gallego (1931-1936)” en Funda-
ción Eugenio Granell, Eugenio Granell, militante del P.O.U.M. (Santiago de Compostella 2007) p.136.
247

que temer de esta campaña. 112


Por su parte, el movimiento trotskista no había perdido la esperanza de que el recién fundado
POUM fuese a mostrarse receptivo a la idea de crear una cuarta internacional. Sin embargo,
las relaciones entre la trotskista Liga Comunista Internacionalista (LCI) y los antiguos
militantes de la ICE, que nunca habían sido estrechas, se interrumpieron a raíz de la adhesión
del POUM, en enero de 1936, al pacto electoral de izquierda. A partir de este momento,
Trotsky, que desde 1931 no había prestado mucha atención a España, comenzó a publicar una
serie de escritos corrosivos contra sus antiguos seguidores. El antiguo dirigente bolchevique
acusó a Andrade, que fue el firmante del acuerdo electoral en nombre del POUM, de haber
traicionado al proletariado “en provecho de una alianza con la burguesía”. La justificación del
POUM sobre su decisión, en función de las condiciones específicas imperantes en España, fue
tachada por Trotsky de constituir el “argumento habitual de todos los oportunistas [...] la
técnica electoral no puede justificar la política de la traición, que constituye el lanzamiento de
un programa común con la burguesía...”. Para Trotsky, los antiguos comunistas de izquierda se
habían convertido “sencillamente en la cola de la burguesía e ‘izquierda’ [...] ¡Es difícil imagi-
narse una caída más humillante!” 113
Trotsky acusó a los antiguos militantes de la ICE de “vegetar en la organización confusionista
de [...] Maurín, sin programa, sin perspectivas, sin ninguna importancia política”. Según
Trotsky “la acción de los marxistas en España comienza por la condena de la política de
Andrés Nin y Andrade, que era y sigue siendo, no solamente errónea, sino criminal”. De Nin,
que fue quien más lo decepcionó, afirmó que “en el curso de la revolución ha revelado lo que
es en realidad, un diletante, completamente pasivo [sobre quien no alimentaba] personalmente
ninguna esperanza de [que volviese a ser] de nuevo un revolucionario”, aunque al mismo
tiempo admitía que “podía equivocarse” en su opinión sobre el dirigente poumista. Para
Trotsky la mayoría de sus antiguos simpatizantes en España merecían ser “estigmatizados para
siempre como traidores a la revolución” porque, al no seguir la directriz trotskista de
integrarse en el PSOE, habían permitido que “la magnífica juventud socialista [se pasase] al
campo estalinista”. La tarea de los seguidores españoles de la Cuarta Internacional iba a ser,
por un lado, integrarse en el PSOE y las JSU, y por otro, “comprender a fondo y exponer
claramente ante los ojos de los obreros avanzados el lamentable papel jugado por la dirección
[del POUM], en particular el de los antiguos comunistas de izquierda...”. 114
En cuanto a Maurín, Trotsky reiteró sus críticas de cinco años antes y lo describió como “la
encarnación del pequeñoburgués revolucionario, ágil, versátil y superficial” a lo que añadió
que “no estudia nada [...] comprende poco y siembra la confusión”. Según Trotsky, “toda la
política” de Maurín era “nacionalista-provinciana y pequeñoburguesa reaccionaria en su esen-
cia misma”. La teoría de la revolución democráticosocialista de Maurín también fue blanco de
las críticas de Trotsky, que la calificó de “galimatías ecléctico”. Trotsky argumentaba que la
revolución de octubre de 1917 en Rusia había demostrado que “la revolución democrática y la
revolución socialista se encuentran en lados opuestos de la barricada” y que, en España, ya se
había llevado a cabo la revolución democrática, pero ahora el Frente Popular “la resucita”.
Para Trotsky, la revolución socialista sólo podía hacerse realidad mediante una lucha

112
“En torno a la fusión de los Juventudes Socialistas y Comunistas”, La Batalla 10.4.36.
113
Trotsky, “La traición del POUM” (22.1.36), La revolución española, tomo II, pp.333-336.
114
Trotsky, “¿Qué deben hacer los bolcheviques-leninistas en España?” (22.4.36), ibíd p. 343; Trotsky, “¿Es
posible un acercamiento a Nin?” (5.6.36), ibíd p.348; Trotsky, “Maurín y Nin, rehenes del Frente Popular” (Carta
al RSAP, 16.6.36), ibíd pp.353-354.
248

implacable contra la revolución “democrática” y su Frente Popular. Carecía de sentido, por lo


tanto, esa “síntesis de la revolución democráticosocialista”.115 Estas críticas revelan de manera
bastante fehaciente que Trotsky tenía poco conocimiento acerca de cuál era la verdadera
posición de Maurín, así como de las críticas frontales del POUM al Frente Popular.
Los dirigentes del POUM, pese a las invectivas que les dirigía Trotsky, consideraban que el
análisis de la situación política española que éste hacía era válido. En el análisis internacional
el POUM coincidía también en gran medida con la visión de Trotsky. Por esta razón, esporá-
dicamente, la prensa del partido continuó publicando artículos suyos. 116 En la primavera de
1936, en un artículo acerca de las causas históricas del atraso de España, Gorkin alabó el
“magnífico” diagnóstico que de éstas hacía Maurín en sus dos libros sobre este tema y Trotsky
en el folleto La Revolución Española, publicado en 1931. 117 El 1 mayo de 1936, la JCI declaró
su intención de “seguir el camino de Lenin y Trotsky... el camino del octubre ruso”. 118 La sim-
patía que el antiguo dirigente bolchevique despertaba era manifiesta sobre todo en aquellos
sectores del POUM compuestos casi exclusivamente por antiguos militantes de la ICE. Enor-
mes retratos de Lenin y Trotsky adornaron las paredes del cine madrileño donde se celebró el
mitin del partido durante la campaña electoral de febrero, en el que habló Maurín. Una octa-
villa publicada el 1 de mayo de 1936 por la agrupación del POUM de Salamanca, compuesta
por antiguos militantes de la ICE, afirmaba que Trotsky era el único de los antiguos dirigentes
bolcheviques que aún “mantenía en alto la bandera de la revolución internacional”. 119
El artículo de Maurín “Yo no soy trotskista...pero”, publicado el 1 de mayo de 1936, contrasta
de manera nítida con las invectivas lanzadas por Trotsky contra el POUM y sus dirigentes. En
respuesta a la campaña estalinista en su contra yen contra de su partido, Maurín explicaba en
este artículo que aunque ni el POUM ni sus dirigentes eran trotskistas, no se sentían insultados
por ser calificados de tales. Las discrepancias sobre toda una serie de cuestiones no podían en-
mascarar la verdad de que Trotsky había sido, y seguía siendo, “uno de los cerebros mejor
organizados del movimiento socialista”. No sólo no era contrarrevolucionario, sino que era el
“hombre de la revolución de octubre [y] el mayor dirigente bolchevique después de Lenin”.
Maurín contrastaba esta apreciación de Trotsky con una larga lista de rasgos no
revolucionarios de la política de Stalin, desde la “división de la clase obrera en Alemania”,
pasando por su recién estrenado patriotismo, hasta su apoyo a la Sociedad de Naciones.
Maurín, que no era trotskista, llegaba a la conclusión de que Trotsky estaba “mil codos por
encima de esa turba de recientes ‘revolucionarios’; ‘revolucionarios’ desde que la
Internacional comunista ha sacrificado toda veleidad revolucionaria en los altares de la
‘sagrada unión’, de la ‘patria’ y de la ‘democracia burguesa’”. 120

115
Trotsky, “¿Qué deben hacer los bolcheviques-leninistas en España?” (22.4.36), ibíd pp.341-2; Trotsky,
“Maurín y Nin, rehenes del Frente Popular” (Carta al RSAP, 16.6.36), ibíd pp.353.
116
Trotsky, “El proletariado ante la guerra”, La Batalla 13.9.35; Trotsky, “¿Quién defiende ala URSS y quién
ayuda a Hitler?”, ibíd 4.10.35; Trotsky, “Sobre el VII Congreso de la Internacional Comunista”, ibíd 8.11.35;
Trotsky, “¿Se puede evitar la guerra con la huelga general?”, La NuevaEra febrero de 1936; Trotsky, “¿Qué
enseña la experiencia de Mongolia?”, ibíd mayo de 1936; Trotsky, “La nueva constitución de la URSS”, ibíd
julio de 1936. Una foto de Trotsky, con el titulo “Un gran discípulo de Marx”, apareció en Front el 10 de abril de
1936.
117
Gorkin, “Los problemas de la revolución española” La Nueva Era marzo-abril de 1936.
118
“La juventud trabajadora ante el 10 de mayo” La Batalla 1.5.36.
119
El Comité de Salamanca del POUM, “A todos los trabajadores” (1.5.36), (octavilla, CEHI). El POUM de
Madrid dijo hablar “en el nombre del comunismo de Marx, Engels, Lenin y Trotsky” en la carta que dirigió al
PCE para invitarlo, sin éxito, a debatir sus diferencias (La Batalla 3.4.36).
120
Maurín, “Yo no soy trotskista, pero...”, La Batalla 1.5.36.
249

La construcción del POUM, aparte del combate ideológico, tenía lógicamente una dimensión
organizativa. La afiliación al POUM en los meses anteriores al estallido de la guerra civil, al
igual que la de las demás organizaciones obreras, había aumentado, aunque no de la forma
espectacular en la que lo habían hecho las del PCE y de las JSU. Se suele calcular que en julio
de 1936 el POUM contaba con unos 10 000 afiliados. 121 Sin embargo, en una reunión del
Comité Central en diciembre de 1936, Andreu Nin habló de 6 000 afiliados al comienzo de la
guerra, de los cuales probablemente 5 000 eran de Cataluña. Según Maurín, escribiendo más
de treinta años más tarde, el partido tuvo unos 7.000 afiliados en enero de 1936 y 10.000 en
vísperas de la guerra civil. 122 No cabe duda de que a fines de 1935 la dirección del partido
seguía confiando en que sus filas iban a continuar engrosándose, por lo que se imprimieron
para el año siguiente 5 000 carnets, 2 000 más que el año anterior, para los viejos y nuevos
afiliados. El número de grupos organizados del partido había aumentado de los 145 con que
contaba el BOC en 1934 a más de 300 del POUM a finales de 1935, y esto pese a que el BOC
y ICE habían debido operar en la clandestinidad durante más de un año y al descenso inicial
del número de grupos ocasionado por la represión de la que el partido había sido objeto. La
circulación de La Batalla en ese mismo período había aumentado de 6 000 a 9 000 copias y
ahora se “leía en toda España”. 123
Fuera de Cataluña, las zonas de España con mayor implantación del POUM fueron aquellas
donde el BOC había tenido mayor presencia: las provincias de Castellón y Valencia y el este
de Aragón. En el resto del país, el nuevo partido había heredado los núcleos de la ICE y
algunos del BOC. La mayor parte de la organización poumista fuera de Cataluña iba a crecer
durante la primera mitad de 1936. En octubre de 1935 el recién fundado partido aseguraba ya
contar con secciones en Castilla, País Valenciano, Extremadura, Asturias, Galicia, Andalucía,
Aragón, País Vasco, Baleares y Canarias, es decir, en casi toda España. 124 La implantación del
POUM parecía ir en aumento en todo el país. Con todo, la excesiva lentitud de este

121
En 1964, Maurín calculó que el POUM contaba con 10 000 afiliados en julio de 1936 (“Apéndice. Sobre el
comunismo...” Revolución y contrarrevolución... p.288); según Víctor Alba, el POUM tenía 7.000 afiliados en el
momento de su fundación y 9.000 seis meses más tarde (el marzo de 1936) (El marxismo en España tomo 1,
p.240); Wilebaldo Solano calcula que el nuevo partido tenía 8. 000 afiliados y 40.000 simpatizantes al momento
de su fundación (La Batalla 1.7.77).
122
Boletín Interior del POUM 15.1.37.; carta de Maurín a Stanley Payne (10.7.67.) citada en Riottot p.265. Para
la afiliación del POUM véase Apéndices Tres y Seis.
123
La tirada del semanario en catalán del partido, Front, según el POUM, era de 3.000 ejemplares (POUM
Comité Executiu, A propòsit d’un manifiest fraccional p.9; Acta del Comité Central del POUM 5/6.1.36, pp.7-8);
la del diario Adelante también era de 3.000 (según Luis Portela, citado en Bonsón p.256n). Fuentes oficiales del
BOC y del POUM establecen la siguiente tirada de La Batalla:
Abril 1931 5.000
Julio 1932 12.000
Dic. 1932 10.000
Oct. 1933 10.000
Sept. 1934 6.000- 6.500
Dic. 1935 9.000
Los dos últimos números aparecen en fuentes internas (citadas arriba) para los demás: La Batalla 1.12.32, 12.10
y Front 16.7.32. El PCE afirmaba que en enero de 1932 la tirada de La Batalla era de 6 000 ejemplares (Unidad
Sindical 6.1.32). Según sus propias fuentes, el PCdeC imprimía durante 1934 1.000 ejemplares de su semanal
Catalunya Roja (“Cataluña” noviembre de 1934 [ACCPCE]); en marzo de 1935, imprimió 3.000 ejemplares del
primer número de Octubre (“Partit Comunista de Catalunya Comité Central al B.P. de España” 18.3.35.
[ACCPCE]); en septiembre, la tirada de Lluita fue de 4.000 ejemplares (“Esquema del informe que ha de darse en
la reunión del Comité Central ampliado del Partit Comunista de Catalunya” 5.9.35. [ACCPCE]).
124
La Batalla 11.10.35.
250

crecimiento era un freno a la pretensión del POUM de transformarse en el eje central de la


unificación marxista revolucionaria en España. Tras la fusión del BOC con la ICE, el nuevo
partido dedicó considerables esfuerzos a aumentar su implantación fuera de Cataluña; así, se
organizaron giras de mítines en las que participaron líderes del POUM, sobre todo Maurín. La
Batalla prestaba cada vez más atención a cuestiones de alcance estatal, lo cual respondía tanto
a la necesidad de polemizar con los socialistas de izquierda del resto del estado como a la de
contrarrestar la actividad hostil del PCE. Calcular los efectivos el POUM fuera de Cataluña no
es tarea fácil debido a la falta de documentación. Es posible hacerse una idea general a partir
de la información existente sobre las organizaciones locales de la ICE y también a partir de la
prensa del partido unificado; ésta da cuenta del crecimiento del partido, sobre todo en Galicia,
Madrid y en el País Valenciano. 125
En Galicia, país donde en general la organización obrera no tenía gran tradición, el partido
logró crecer de forma continua a partir de los núcleos de la ICE que allí existían, yen enero de
1936 el POUM ya se estaba planteando la posibilidad de publicar un semanario. El plebiscito
sobre la autonomía, celebrado en julio de 1936, le brindó al POUM la oportunidad de exponer
su línea acerca de la cuestión nacional en Galicia. El POUM fue el único partido obrero que de
forma manifiesta pidió el voto positivo en el plebiscito. 126 Al iniciarse la guerra civil, el
partido ya contaba con al menos 16 o 17 grupos, la mayoría en la provincia de La Coruña. La
sección de Santiago de Compostela, donde tuvo influencia en el sindicato de la construcción,
reunía en enero de 1936 a 70 afiliados, era la más importante. 127
A principios de 1935 la organización de Madrid de la ICE se había fortalecido con la entrada
en sus filas de unos 30 antiguos militantes de las juventudes comunistas. En enero de 1936
Maurín calculaba en su informe al Comité Central que la militancia madrileña del POUM
ascendía a 70 militantes. En los meses siguientes el partido continuó aumentando su implanta-
ción en Madrid e incluso reclutó a algunos militantes en otras localidades de la provincia. 128
En el País Valenciano la implantación del BOC había ido aumentando desde 1934 y, después
de la unificación con la ICE, el crecimiento del ahora POUM continuó hasta ya entrado 1936.
Fue en la ciudad de Valencia donde el partido reclutó el mayor número de nuevos militantes;
en enero de 1936 contaba allí con unos 70 miembros y con una gran influencia en el Sindicato
de Trabajadores Administrativos, que tenía 3 000 afiliados. En el Puerto de Sagunto, la
sección local de la ICE había entrado en el PSOE, y más adelante la organización socialista de

125
Para la evolución de la implantación del POUM véase La Batalla, julio de 1935 hasta el julio de 1936;
POUM Comité Executiu, A propòsit d’un manifest fraccional; Acta del Comite Central del POUM; sobre la ICE
véase Pagès, El movimiento trotskista... pp.70-94; véase también Apéndice Seis. Lo que sí es claro es que el
POUM fuera de Cataluña, aunque muy minoritario fue algo más que un “grupúsculo” que solamente existió en
Valencia y Madrid, Graham p.67.
126
El Comité Ejecutivo del POUM decidió el 22 de junio “intervenir activamente en el movimiento autonómico
en Galicia” (La Batalla 26.6.36; véase también, J. Ramos López, “La autonomía de Galicia”, ibíd 17.7.36).
127
Acta del Comité Central del POUM 5/6.1.36. p.10. El POUM fue fundado en Santiago el 27 de marzo de 1936
y la sección de Lugo el 13 de abril; D. Pereira, “Los heterodoxos del comunismo gallego (1931-1936)” en
Fundación Eugenio Granell, Eugenio Granell, militante del P.O.U.M. (Santiago de Compostella 2007) pp.132,
140. El alcalde de Santa Eugenia de Riveira, Manuel Fernández Sendón, era militante del POUM (“Nuestros
muertos”, Fundació Andreu Nin, Acotaciones para la Historia del P.O.U.M); Según Pereira, El POUM tuvo “un
montón de miembros” en Ribeira, “Los heterodoxos… p.62.
128
Principalmente los pueblos de Perales de Tajuna y Tielmes. La Batalla del 27 de marzo de 1936 informó sobre
un series de mítines organizados conjuntamente por la JCI y la FJS en varias localidades cercanas a Madrid el
domingo anterior (22 de marzo); hablaron Joaquín Vazquez de la FJS, Enrique Rodríguez de la JCI y García
Palacios del POUM.
251

esta ciudad se adhirió en bloque al POUM. 129 Las fuentes disponibles permiten calcular que en
julio de 1936 el POUM contaba con al menos 27 agrupaciones en el País Valenciano, 19 de
ellas en la provincia de Castellón; en ésta se encontraban las más consolidadas de la región
(aparte de Valencia capital); las de Benicarló, Puebla Tornesa (conocida en la zona como “la
Pequeña Rusia”) y Vinaroz. Se habían creado secciones nuevas en Cálig, Xert, Grao y, en la
provincia de Valencia, en Ribarroja; esta última con unos 50 militantes procedentes de la
CNT.
Las fuentes poumistas hablan también del reclutamiento de nuevos militantes en Castilla,
donde el partido tenía una implantación sólida en Salamanca y sus alrededores. Además,
existían grupos dispersos en la provincia de Palencia, el más importante de los cuales era el de
Villada, así como en las ciudades de Valladolid, León y Soria. En Logroño, el BOC había
contado con un grupo desde 1932, si no antes. 130
En el País Vasco, el POUM contó con las antiguas secciones de la ICE de Bilbao, Pamplona y
Sestao y con nuevos núcleos creados en Vitoria y Santurce. Es probable que la relativamente
importante organización del POUM en Astillero, población cercana a Santander, estuviese
vinculada orgánicamente a la estructura vasca del partido, como lo había estado durante la
existencia de la ICE.
En Extremadura, el POUM proclamó que su grupo de Llerena, con 120 afiliados a principios
de junio de 1936, constituía “el núcleo proletario más sólido de la región”, y que contaba con
secciones en diferentes poblaciones de sus alrededores. 131 Llerena había sido uno de los
centros más importantes de la ICE en la región desde 1932 y 1933, cuando los trotskistas
desempeñaron un papel destacado en las huelgas de los campesinos de la zona.
El grupo más importante del POUM en Andalucía era el de Sevilla. También existían núcleos
en Huelva y en otras pocas localidades, entre éstas Gerena (Sevilla), donde la FJS local se
había pasado al POUM, tras la expulsión de sus dirigentes, acusados de “trotskismo”, de la
organización socialista.
El resultado de la fusión entre el BOC y la ICE en Asturias fue calificado de “magnífico”.
Antes de la unificación existían grupos del BOC en Mieres y sus alrededores, la ICE tenía
militancia en Gijón y Sama, y ambas organizaciones contaban con afiliados en Oviedo. En La
Felguera el POUM estableció una nueva agrupación.
En Mallorca, donde había existido un núcleo muy reducido del BOC, las fuentes hablan de
que la implantación del nuevo partido aumentaba “pese al boicot del PCE”.
Finalmente, en Aragón, también se incrementaban las filas del POUM, especialmente en la
franja catalanoparlante cercana a Lleida; se sabe que al iniciarse la guerra civil el partido
contaba con 13 grupos en la región. En general y pese a la visión optimista POUM, su
implantación a escala española siguió siendo muy reducida, y en términos generales su
organización no podía competir con la de sus rivales comunistas y socialistas.
Cataluña siguió siendo el principal baluarte de los comunistas disidentes; la dirección del
POUM declaró en diciembre de 1935 de manera triunfal que ya había conquistado a “gran

129
Acta del Comité Central del POUM 5/6.1.36, p.10.
130
La Batalla 14.4.32; en 1934, el BOC afirmaba tener en Logroño un grupo de diez afiliados (ibíd 20.4.34).
131
ibíd 5.6.36; dos meses más tarde La Batalla afirmó que el grupo de Llerena contaba con 230 militantes (ibíd
18.8.36).
252

parte de las masas obreras” catalanas para la causa del “marxismo revolucionario”. 132 Aunque
esto distaba mucho de la realidad, es indudable que en el período previo al estallido de la
guerra civil el POUM se consolidó en Cataluña. A fines de junio de 1936 el Comité Ejecutivo
afirmó que en los meses precedentes “el ritmo de actividad del partido [había sido]
verdaderamente extraordinario”. 133 Los mítines del POUM seguían atrayendo a grandes
audiencias, especialmente los que se realizaban fuera de Barcelona. En abril de 1936 La
Batalla afirmaba que en sus últimos mítines el partido había logrado llenar los locales más
grandes de Sabadell, Terrassa, Figueres, Sitges y Banyoles. 134 El 1 de mayo, el POUM
organizó 50 mítines en toda Cataluña. 135 También aumentaba la circulación de la prensa del
partido; La Nueva Era volvió a aparecer y el primer número de su nueva época, publicado en
enero de 1936, se agotó en dos o tres días. 136 Además de sus publicaciones barcelonesas La
Batalla, Front, y La Nueva Era, el POUM contaba ahora también con periódicos en Manresa
(Avant) y Sant Joan de les Abadesses (Avançada). El partido controlaba además diversos
periódicos sindicales: el del Sindicato Regional de Luz y Fuerza (Llum i Força), los de las
Federaciones Locales de Figueres (Treball), Lleida (Lucha Social) y Terrassa (Front) y los de
los sindicatos barceloneses Mercantil (Treball) y Asociación Obrera del Vestir (Lluita). 137
El número real de afiliados al partido en Cataluña en julio de 1936 debía ser, como ya se ha
expuesto, de unos 5 000. Este contingente era considerablemente superior al de cualquiera de
los demás partidos obreros de Cataluña, pero representaba menos de la décima parte del de
ERC. 138 Lo más característico de la implantación del POUM en Cataluña era su solidez fuera
de Barcelona. En el período previo a la guerra civil se pueden contabilizar 285 secciones o
núcleos del POUM en Cataluña, 76 más que el BOC dos años antes. Sin duda había más
grupos aún, cuya existencia no se puede corroborar debido a lo incompleto de la documenta-
ción disponible. Por ejemplo, el partido proclamaba contar, en enero de 1936, con núcleos
organizados en “casi todas los pueblos” de la comarca del Bages, pero de 35 municipios de
esta comarca solamente tenemos información sobre la existencia de grupos del POUM en 14
de ellos. En definitiva, resulta razonable afirmar que el partido estaba presente, aunque de
forma limitada, en más de 300 poblaciones y pueblos de Cataluña. 139
Barcelona continuaba siendo el flanco relativamente débil del POUM en Cataluña, aunque a

132
POUM Comité Executiu, A propòsit d'un mamfest fraccional p.10.
133
Comité Ejecutivo 22.6.36, “A todos los afiliados y simpatizantes del POUM”, La Batalla 26.6.36.
134
Según La Batalla, cuatro mil personas acudieron al mitin organizado por el POUM en Terrassa el 27 de marzo
(ibid 3.4.36).
135
ibíd 8.5.36.
136
ibíd 31.1.36.
137
Véase Apéndice Nueve.
138
En vista de la información disponible, la afirmación por parte de Josep Termes de que la USC era “el más
importante de los partidos obreros [de Cataluña] de la época republicana” (J. Termes, “Próleg”, Alcaraz p.6), nos
parece errónea.
139
Sobre la implantación del POUM en Cataluña véase las relaciones de secciones y núcleos aparecidas en La
Batalla (20.4.34) y en el Boletín del Bloque Obrero y Campesino (FCI) (15.5.35.); así como en la prensa del
BOC y del POUM de 1935 y 1936. En relación a las comarcas de Girona, datos proporcionados por Joan Soler
(carta al autor 21.4.87); para más información, véase Apéndice Tres. Para valorar la importancia relativa del BOC
y el POUM en las diferentes localidades se han tomado también en cuenta los resultados electorales entre 1931 y
1934 (véase Butlletí Oficial Extraordinari de la Provincia de Girona 30.6.31, 22.11.32, 21.11.33; Boletín Oficial
extraordinario de la Provincia de Tarragona 2.7.31, 23.11.32, 25.11.33; M. Vilanova, Atlas electoral de Cata-
lunya durant la Segona República [Barcelona 1986] pp.299-372; Mir, Lleida [1890-1936]. Caciquisme...
Apéndice 1). Sobre la militancia y implantación de la USC y del PSOE: Alacaraz pp.247- 273; sobre el PCdeC:
“Dades provisionals d'organizació a Catalunya” 20.6.35. (ACCPCE).
253

finales de 1935 el partido decía contar allí con 500 afiliados y con una organización “más
fuerte que nunca”. A diferencia de lo que sucedía en su provincia, en la ciudad de Barcelona el
POUM tenía que afrontar una mayor competencia de las otras organizaciones marxistas —
que más adelante iban a formar el PSUC— cuyo número de afiliados en conjunto posible-
mente duplicase al del POUM. Era en las comarcas de Barcelona donde la implantación del
partido parecía aumentar con más rapidez; a fines de 1935 el POUM proclamó contar allí con
36 secciones y 30 núcleos. 140 La sección más importante era la de Sabadell, con 200 miembros
en marzo de 1936, seguida de las de Sitges, Terrassa y Vilanova i la Geltrú. Además el partido
tenía una presencia significativa en Badalona, Calella, Cerdanyola, Cornellà, El Pont de
Vilomara, Igualada, La Pobla de Lillet, Manresa, Mataró, Monistrol, Rubí, Ripollet, Santa
Coloma de Gramanet, Sant Cugat, Sant Vicenç de Castellet, Vic, Vilafranca del Penedès y
Vilassar de Dalt.
En las comarcas de Tarragona, se sabe documentalmente que en 1936 el POUM contaba con
41 secciones y núcleos, aunque es posible que también allí tuviese más grupos. En septiembre
de 1935 el partido afirmó que pronto no iba a haber “ni un pueblo en la comarca de Alt Camp”
en el que no existiese un grupo del partido. Era en esta comarca yen la del Tarragonés donde
se concentraba el mayor número de afiliados del POUM. En Alt Camp, las agrupaciones más
importantes eran las de Cabra del Camp, el Pont d'Armentera y Valls, mientras que en el
Tarragonés eran las de la ciudad de Tarragona, Vilallonga del Camp y Vilaseca de Solcina. En
el resto de las comarcas de Tarragona el partido también contaba con secciones fuertes en
Reus, Montblanc y El Vendrell. 141
En las comarcas de Barcelona y Tarragona el POUM se enfrentaba a una cierta competencia
por parte de los otros partidos marxistas. En abril de 1935, el PCdeC afirmó que contaba con
afiliados en 39 poblaciones de las comarcas de Barcelona yen 29 de las de Tarragona, aunque
su implantación, según sus propias fuentes, sólo era superior a la del POUM en la comarca del
Alt Penedès. También la USC tenía algunos grupos dispersos, casi todos en las comarcas de
Barcelona y especialmente en la del Maresme. 142 El PSOE, por su parte, sólo contaba con
unas pocas agrupaciones pequeñas en las comarcas de Barcelona. 143
En las comarcas de Beida y Girona, el POUM era prácticamente el único partido obrero con
una implantación sólida. En 1936 ya contaba con grupos organizados en al menos 88
140
POUM, Comité Executiu, A propòsit d’un manifest fraccional p.9. Ha sido posible identificar 58 de estos
grupos, véase Apéndice Tres.
141
El POUM de El Vendrell no parece que hubiese sido afectado por la salida de la “fracción de L'Hora”, con la
cual simpatizaban dos de los militantes más conocidos de la organización local, Padró y Reguerots; en el marzo
de 1936, el presidente del POUM de El Vendrell, Guixens, afirmó que el partido local era “muy fuerte” (La
Batalla 13.3.36).
142
Según La Batalla (15.5.36.) en cualquier lugar en que la USC tenía un “amigo” afirmaba tener una “sección”
y en realidad no tenía “absolutamente nada” en Girona, Lleida y Tarragona y solamente unos pocos núcleos en
las comarcas de Barcelona principalmente en el Maresme. Según sus propios fuentes, la USC tenía en este
momento un total de 4 500 afiliados organizados en 63 secciones, 9 en Barcelona (capital), 30 en las comarcas de
Barcelona, 14 en las de Tarragona, 7 en las de Girona y tres en las de Lleida (Alcaraz pp.244, 288-289).
143
Después de las fallidas conversaciones de unificación de 1934, la Federación Catalana del PSOE perdió ba-
stantes militantes y sólo conservó las agrupaciones de Barcelona, Montcada, Reus, Sabadell, Sitges, Tarragona y
Tortosa (ibíd p.181). En mayo de 1935, la LCI informó que el PSOE tenía en Cataluña alrededor de 350 militan-
tes (“Actas de la sesión del 22 de mayo del S.I. de la LCI”, Trotsky, La Revolución española tomo II, p.347).
Según La Batalla (15.5.36.) la Federación Catalana del PSOE tenía tres o cuatro secciones (agrupaciones) en las
comarcas de Barcelona, tres o cuatro en las de Tarragona, una en las de Lleida (en la capital) y ninguna en las de
Girona, y un total de 500 militantes, 233 de los cuales estuvieron presentes en la asamblea de la sección de
Barcelona en mayo de 1936.
254

localidades de las comarcas de Girona. Casi la mitad de estos grupos estaban en las comarcas
del Alt y Baix Emporrada, donde las agrupaciones más importantes eran las de Figueres, La
Bisbal, Palafrugell, Agullana, Camallera, Espolla, L'Armentera, L'Escala, Llancà, Mont-ras,
Sant Feliu de Guíxols y Torroella de Montgrí. El partido siguió contando con una presencia
importante en la ciudad de Girona, donde en julio de 1936 su número de afiliados era de 140,
así como en Anglès, Banyoles, Olot y Sant Joan de les Abadesses. El PCdeC y la USC no
parece que llegasen a contar con más que una organización muy endeble en Girona, mientras
que el PSOE allí casi no tenía presencia.
En las comarcas de Lleida, donde los probablemente más de cien grupos que tenía el POUM
casi duplicaban los que el BOC habría tenido en 1934, la implantación del partido seguía
concentrada en la capital yen las comarcas de La Noguera, Segrià y Urgell. 144 En La Noguera
las agrupaciones más importantes eran las de Balaguer, Alfarràs, Artesa de Segre, Bellvís y
Torrelameu; en Segrià, las de Lleida, Almatret, Almenar, Golmés, Llardecans, Maials, Seròs,
Torres de Segre y Vilanova d'Alpicat y, finalmente, en Urgell, las de Tàrrega, La Fuliola e
Ivars d'Urgell. El POUM contaba también con grupos relativamente importantes en otras
poblaciones, entre ellas Les Borges Blanques y Torregrossa. A partir de 1934 el PCdeC había
comenzado a reclutar nuevos militantes en unos pocos pueblos de las comarcas de Lleida, pero
sin que esto significase un desafío para el POUM en esa zona. 145 La USC y el PSOE contaron
con muy pocos afiliados en las comarcas de Lleida y las únicas agrupaciones de ambos que,
aunque muy pequeñas, tuvieron una presencia real, fueron probablemente las de la ciudad de
Lleida.

Federación Obrera de Unidad Sindical.


La falta de una implantación importante entre el proletariado industrial de Barcelona
relativizaba bastante la que el POUM tenía en el resto de Cataluña, donde como se ha visto el
número de sus afiliados era muy superior al de los demás partidos obreros. En 1936 la CNT
catalana se encontraba debilitada a consecuencia de la represión sistemática de la que era
objeto y de las tácticas aplicadas por la FAI en los años precedentes. El POUM estaba
convencido de que finalmente se podría romper el dominio anarcosindicalista sobre el
movimiento obrero de la ciudad. A finales de 1935 los comunistas disidentes afirmaron que la
CNT “se encuentra completamente aplastada [...] orgánicamente no tiene nada” y, muy poca
su influencia era ya en Cataluña. 146 Unos meses después, Nin calculó que la CNT catalana
tenía “en realidad [sólo unos] 40 000 o 50 000 afiliados”. 147 Ahora es fácil darse cuenta de que
el POUM minusvaloraba mucho la implantación de la que gozaban en Cataluña los
anarcosindicalistas en aquel período, pero entonces el declive de la CNT parecía inexorable.
También los socialistas y los nacionalistas catalanes de izquierda coincidían con el POUM en
que la Confederación perdía terreno. 148 Según las propias fuentes de la CNT, el número de sus

144
8.000 personas acudieron según La Batalla (3.4.36) al mitin organizado por el POUM en la capital leridana el
29 de marzo.
145
Según sus propias fuentes, el PCdeC se ganó militantes bloquistas en las localidades de Os de Balaguer y
Torregrossa (Catalunya Roja 28.6.34; carta de J. Olaso [al Comité Ejecutivo del PCE], 11.10.35. [ACCPCE]). Se
dio también el caso del dirigente del BOC de Balaguer, Tomas Pàmies, que fue expulsado del Bloc en 1934 por
haber enviado su hijo a una escuela religiosa y que iba a afiliarse más tarde al PSUC (Pàmies p.114).
146
POUM Comité Executiu, A propòsit... p.10.
147
A. Nin, “Importancia del Congreso (1)” La Batalla 22.5.36.
148
Para la opinión de uno de los dirigentes de la Federación Catalana del PSOE, Rafael Vidiella, véase “Causas
del desarrollo, apogeo y decadencia de la CNT”, Leviatán febrero de 1935; L’Opinió 13.1.33. citado en Jones, .
255

afiliados en Cataluña se había reducido de más de 300.000 en 1931 a 140.000 en mayo de


1936. Mientras que en 1931 en Cataluña el 30% de los trabajadores no agrícolas y el 85% de
los trabajadores sindicados estaban afiliados a la CNT, cinco años después estos porcentajes
habían descendido a aproximadamente al 15% y al 50% respectivamente. 149 Incluso el
dirigente de la FAI García Oliver reconoció que, a principios de 1936, la CNT sólo vendía
unos 18 000 ejemplares de su diario Solidaridad Obrera en toda España. 150 Con todo, la
fuerza de los anarcosindicalistas catalanes distaba mucho de estar acabada. En diciembre de
1935 el POUM había afirmado, haciendo gala de prudencia que, “en circunstancias normales”,
la CNT podía ser hallarse en condiciones de reconstruir “algunos” de sus sindicatos. 151 Es
probable que el PCdeC acertase más en su juicio cuando, en enero de 1936, afirmó que, pese a
sus problemas internos, la CNT tenía “más posibilidades que ninguna otra organización para el
resurgir de sus fuerzas, si tenemos en cuenta que conserva sus cuadros sindicales en las
principales industrias de Barcelona”. 152 El POUM calibró más acertadamente la fuerza de la
CNT fuera de Cataluña. En muchas zonas la Confederación arrebataba afiliados a la UGT
debido al mayor activismo de los anarcosindicalistas. Los comunistas disidentes criticaban a
los socialistas por afirmar que la CNT fuera de Cataluña estaba “acabada”. Según Nin, esta
actitud se debía al “desconocimiento acerca del movimiento obrero español”; se había
proclamado muchas veces el colapso definitivo de la CNT, pero ésta había “continuado
gozando de buena salud” e incrementando su ascendiente sobre sectores importantes de las
masas en diferentes zonas de España. 153
Por su parte, los comunistas disidentes aun confiaban en la posibilidad de formar en Cataluña
un amplio “frente único sindical”. Los sindicatos controlados por ellos continuaban creciendo
y, según afirmó Maurín en el Segundo Congreso de la FCI (abril de 1934), se estaban
transformando “en el eje central del movimiento obrero” de Cataluña. 154 En ese mismo
congreso algunos delegados, sobre todo los de Lleida, abogaron de hecho por la creación de
una nueva central sindical a partir de los numerosos sindicatos autónomos que entonces
existían en Cataluña. La dirección del BOC no descartó del todo esta propuesta, pero
consideró que la cuestión había que plantearla en términos de un frente único extendido en
lugar de hablar de la creación de una nueva central sindical propiamente dicha. Con todo, los
llamamientos lanzados por los comunistas disidentes antes de octubre de 1934 a la CNT, UGT
y a los treintistas a fin de celebrar una conferencia conjunta no tuvieron mucho eco. 155
La colaboración con los treintistas durante 1934, en el seno de la Alianza Obrera y de los
frente únicos de luz y fuerza y metalúrgico, habían convencido entonces al BOC de que, pese
al fracaso de las conversaciones conjuntas celebradas a finales de 1933, la unificación sindical
con los treintistas seguía siendo factible. Por ello, tras la insurrección de octubre, el BOC

p.95.
149
Para la afiliación de la CNT véase, M. González Urién y F. Revilla González, La CNT a través de sus
Congresos (México 1981) p.310; Confederación Regional... Memoria del Pleno... 1933 p. 9; y Solidaridad
Obrera 6.5.36. Sobre la población activa, véase, Hortelá pp.103-108.
150
Front 10.1.36. Según Ramon Magre, la tirada de Solidaridad Obrera en Cataluña había bajado desde 20.000
ejemplares antes de octubre de 1934 hasta 8 000 un año más tarde (La Batalla 27.9.35).
151
POUM Comité Executiu, A propòsit... p.10.
152
“Informe sobre la situación en Catalunya” s.f. (ACCPCE).
153
A. Nin, “Importancia del Congreso (I)”, La Batalla 22.5.36.
154
ibíd 20.4.34.
155
Véase, “A todos los sindicatos obreros de Cataluña y a la clase trabajadora en general” ibíd 14.7.34; P. Bonet,
“Para revitalizar y unificar la actuación de los sindicatos. ¡Frente Único Sindical!”, ibíd 27.9.34; “Per una
Conferéncia Front Unic Sindical”, L'Hora 4.8.34.
256

reanudó sus esfuerzos para convencer a los treintistas de formar un frente único conjunto. Esto
llevó a una reunión de las dos facciones en marzo de 1935, tras la cual se hizo público un
manifiesto en que ambas se declaraban a favor de la unidad de todo el movimiento sindical de
Cataluña. Pero estas conversaciones no fructificaron y los posteriores llamamientos del BOC a
la celebración de otra ronda de conversaciones fueron ignorados o rechazados. 156 En enero de
1936, Bonet se vio obligado a reconocer que ya habían dejado de existir “las buenas relaciones
con los Sindicatos de Oposición” que el BOC había mantenido. 157 La mayoría de los
dirigentes treintistas habían visto en las propuestas del BOC poco más que un intento de crear
una nueva organización sindical dominada por los marxistas. No sólo esto, sino que además se
fue imponiendo entre ellos la idea de que no había otra alternativa que reintegrarse en la CNT,
por lo que la mayoría de los Sindicatos de Oposición asistieron al congreso cenetista de
Zaragoza en mayo de 1936. Sin embargo, entre los treintistas catalanes había división de
opiniones acerca de la Confederación, como se reflejó en la oposición de los sindicatos de
Sabadell y Manresa a la reintegración en la CNT. Por esta razón el POUM continuaba
confiando en que iba a ser posible atraer a algunos treintistas a sus posiciones.
A principios de 1935 el BOC ya había defendido la fusión de la CNT y la UGT como objetivo
final de una estrategia de unidad sindical. Para el POUM, en España debía imitarse el ejemplo
de Francia, donde se había propuesto la unificación entre el sindicato socialista CGT, y el
comunista CGTU. 158 Sin embargo, era poco probable que en España se diese la unificación
sindical a corto plazo debido a que tanto la CNT como la UGT veían la “unidad” como la
absorción, por parte de una u otra, de las demás fuerzas sindicales. Ante esta situación, el BOC
decidió convocar una Conferencia de Unidad Sindical con el propósito de reunir al mayor
número posible de sindicatos catalanes no integrados en ninguna de las dos principales
centrales sindicales. La idea subyacente era que la organización unificada que surgiese de la
conferencia confluiría con la CNT y la UGT cuando éstas estuviesen dispuestas a unificarse.
Como primer paso hacia esta conferencia, y para que los sindicatos dirigidos por los
comunistas disidentes se presentasen a ella coordinados, el BOC creó el Comité del Frente
Único Sindical en el verano de 1935. Éste estaba formado por la antigua Federación de
Sindicatos excluidos de la CNT y por la Federación Local de Sindicatos de Industria de
Barcelona dirigida por los comunistas disidentes.
En el resto de España, en general las instrucciones del POUM a sus militantes iban a ser que
se trabajase dentro de la UGT, porque era la central sindical más grande y en la que existía un
mayor grado de democracia interna. Desde dentro de la organización socialista los militantes
del POUM debían abogar a favor de la “unidad sindical” y promover llamamientos a la convo-
catoria de un “congreso de fusión” con la CNT. En casos excepcionales, y en virtud de circun-
stancias locales, los sindicalistas del POUM podían trabajar también en el seno de sindicatos
cenetistas, treintistas o autónomos. Una de las tareas de los militantes del POUM debía ser
convencer a éstos últimos, así como a los obreros no sindicados, de que se integrasen en la
UGT. 159
Cuando en enero de 1936 se levantaron casi todas las restricciones legales a la actividad polí-
tica, el Comité Ejecutivo del POUM volvió a insistir en la necesidad de lanzar una “ofensiva

156
Avant! 18.3.35; La Batalla 28.6.35, 4.10.35.
157
Acta del Comité Central del POUM 5/6.1.36. p.26.
158
La Batalla 19.7.35; Gorkin “Un ejemplo a seguir. Una sola central sindical en Francia”, ibíd 4.10.35.
159
“El Partido Unificado y la cuestión sindical”, Boletín del Bloque Obrero y Campesino (FCI) núm.6, julio de
1935.
257

total” sobre la cuestión de la unidad sindical, y como primer paso de ésta, llevar a cabo la
Conferencia de Unidad Sindical sin más dilación. 160 Una serie de iniciativas sindicales en este
período llevaron al POUM a pensar que la incipiente unidad de acción, que durante 1934 se
había desarrollado con tan buenos resultados, iba a seguir profundizándose. Los frente únicos
de luz y fuerza y metalúrgico se habían reorganizado y, durante 1935, el sindicato ugetista del
sector textil de Barcelona había cooperado con el sindicato dirigido por los comunistas
disidentes para evitar que los Sindicatos Libres se volviesen a establecer en las fábricas del
sector. 161 También hubo colaboración sindical con los treintistas, con la Federació d'Empleats
i Tècnics y con otros sindicatos en la campaña promovida en marzo de 1936 por la Federación
Local de Sindicatos de Industria de Barcelona filopoumista, para que se readmitiese a todos
los trabajadores despedidos a raíz de la insurrección de octubre de 1934. Varios sindicatos de
la UGT, entre ellos el de la madera y el ferroviario, habían asistido al primer mitin de la
campaña; la dirección ugetista reaccionó dando instrucciones a sus organizaciones de no
participar en ella “en ninguna circunstancia”. 162 Pese al tono optimista de la propaganda del
POUM, la actitud incoherente de la UGT, de los treintistas y de la UGSOC con respecto a la
acción sindical conjunta dejaba de manifiesto que la unidad organizativa no iba a ser fácil de
alcanzar.
Durante el otoño de 1935 se crearon en Figueres, Mataró, Reus y Terrassa federaciones sindi-
cales locales unidas en las que se integraron todos los sindicatos de esas poblaciones sin
excepción, iniciativa que fue seguida por el POUM con gran interés. En Terrassa, el prestigio
del POUM se había acrecentado debido al papel que había desempeñado durante las cinco
semanas que duró, entre fines de 1935 y principios de 1936, la huelga de los 2 500
trabajadores de géneros de punto por un tema de diferencias salariales. La huelga, dirigida por
los comunistas disidentes, y apoyada en el resto de Cataluña por los sindicatos textiles
treintistas y filopoumistas, acabó, según Front, con una “gran victoria”. 163 Este triunfo
contribuyó a revitalizar al movimiento sindical de Terrassa, que estaba en decadencia debido a
la política de la FAL Al menos seis sindicatos autónomos se unieron y formaron una nueva
federación local en Terrassa que, en 1936, ya aglutinaba a unos 4 000 trabajadores, alrededor
del 25% de toda la población activa de la ciudad. 164
En Reus, a diferencia de lo que ocurrió en Terrassa, la CNT sí participó en la creación, en
diciembre de 1935, de una federación local unida. En esta ciudad la mayoría de los sindicatos
eran autónomos, muchos de ellos salidos de la CNT a principios de los años treinta; algunos
estaban controlados por el POUM y al menos seis estaban afiliados a la UGT. Según su propia
información, en 1936 la CNT sólo contaba con 245 afiliados en Reus. En diciembre de 1935,
la nueva federación local de Reus decía reunir “a todos los sindicatos locales”; se sabe que
éstos eran entonces 37 y que su número total de afiliados ascendía a unos 5.000. 165 En Mataró

160
Acta del Comité Central del POUM 5/6.1.36. pp.7, 26.
161
Sobre la reorganización del Frente Único de Luz y Fuerza véase, Llum i Força enero de 1936 y Octubre
24.1.36; sobre el Frente Único Metalúrgico, La Batalla 6.3.36; sobre la lucha contra los Sindicatos Libres en la
industria textil, ibíd 1.11.35, 29.11.35, 6.12.35.
162
ibíd 27.3.36, 3.4.36.
163
“La vaga dels obrers del géner de punt de Terrassa i la unitat sindical”, Front 3.1.36; ibíd 17.1.36. Las
demandas de unificación de salarios de los trabajadores quedaron satisfechas, excepto para los ayudantes y
montadores (Comercio y Navegación enero 1936).
164
Entrevista con Josep Marimon, 28.9.85. Los seis sindicatos que formaron la Federación Local fueron los de
géneros de punto, artes gráficas, textil, mercantil (Associació d’Empleats i Tècnics) y contramaestres del textil
(El Radium), véase Apéndice Cuatro para más información.
165
Front 20.12.35. Según el Censo Electoral Social de la Generalitat, un total de 30 sindicatos de Reus,
258

se creó en octubre de 1935 una federación local — a la que la CNT denominaba Comité Local
de Entente Sindical— en la que se integraron los sindicatos treintistas, la UGT, la CNT y los
sindicatos autónomos, todas estas organizaciones, en conjunto, contaban con unos 5 000 o
6 000 afiliados. 166 Los treintistas formaban parte de la nueva federación, pero según Front,
Joan Peiró, dirigente de éstos en Mataró, se había opuesto a la creación de una organización a
la que tildaba de “absurda”, por lo que distaba mucho de quedar clara cuál era la relación
exacta de los Sindicatos de Oposición con la agrupación unitaria.167 La federación de Figueres
se creó en la clandestinidad en octubre de 1935, a iniciativa de la CNT, aunque posteriormente
los anarcosindicalistas la abandonaron. Doce sindicatos autónomos, que contaban con un total
de 700 afiliados y algunos de los cuales habían pertenecido a la CNT, se adhirieron a la nueva
organización en la que el POUM era la fuerza dominante. 168
A principios de 1936 ya habían comenzado los preparativos para la celebración de la
Conferencia de Unidad Sindical. La Federación Local de Sindicatos de Industria de Barcelona
publicó un manifiesto de apoyo a la conferencia en el que se subrayaba que el objetivo de ésta
no era formar una nueva central sindical en Cataluña, sino crear un “movimiento a favor de la
unidad sindical. 169 Tinas semanas después, los comunistas disidentes hicieron un llamamiento
a que la conferencia fuese “de todos los sindicatos catalanes sin excepción”. En este
llamamiento se afirmaba que el problema de las divisiones en el movimiento sindical iba a
resolverse con una “fusión” y no mediante la absorción de unas organizaciones por otras. El
POUM intentó dejar claro que una organización sindical unida no iba a ser propiedad de una
sola tendencia sino que iba a representar a la clase obrera organizada en su conjunto. 170 Como

incluyendo tres organizaciones campesinas, participaron en los Jurados Mixtos en 1934, 1935 y 1936; 23 de estos
sindicatos aparecen en el censo de 1936 con una militancia de 3 678 trabajadores; si se toman en cuenta los datos
de 1934, 1935 y de la militancia de la CNT se llega un total de 4 655 afiliados entre 31 sindicatos. En 1934, la
Federación Local, según el BOC (Lucha Social 10.2.34), agrupaba a 17 sindicatos, entre ellos los sindicatos de
ladrilleros, artes gráficas, luz y fuerza y la Sociedad de Albañiles y Peones, que no aparecen en las relaciones de
la Generalitat; el último de estos sindicatos citados por el BOC, estuvo representado en el Congreso de la FOUS
(mayo de 1936), al igual que fue el Sindicato de Minadores (La Batalla 8.5.36); el Sindicato Ferroviario de Reus
había participado en a la Conferencia Sindical organizada por el BOC en junio de 1932, (ibíd 16.6.32); estos
últimos dos sindicatos no participaron en los Jurados Mixtos. (Se puede encontrar detalles sobre la afiliación de
los sindicatos de Reus en: Solidaridad Obrera 6.5.36; Confederación Regional de Trabajo, Memorias de la
Conferencia Regional Extraordinaria celebrada en Barcelona durante los días 25,26 y 27 de Enero de 1936
[Barcelona 1936]; UGT Secretariado General de Cataluña, Primera Asamblea...; Actas de la Comisión Ejecutiva
de la UGT 9.5.36, 1.7.36; “Cens Electoral Social” Butlletí Oficial de la Generalitat de Catalunya 31.7.34,
22.11.35, 3.7.36). M. Duch (Reus i el Baix Camp durant la II República [Reus 1989] p. 119), da una lista de 26
de estos sindicatos.
166
La Batalla 1.11.35; Front 20.12.35; para la militancia sindical en Mataró, véase: Solidaridad Obrera 6.5.36;
Confederación Regional de Trabajo, Memorias de la Conferencia Regional Extraordinaria celebrada en
Barcelona durante los días 25, 26 y 27 de enero de 1936 (Barcelona 1936); UGT Secretariado General de
Cataluña, Primera Asamblea...; “Cens Electoral Social” Butlletí Oficial de la Generalitat de Catalunya 31.7.34,
22.11.35, 3.7.36.
167
Front 3.1.36.
168
ibíd 20.12.35, 3.1.36; Treball (Figueres) 4.7.36; para la militancia sindical en Figueres véase, “Cens Electoral
Social” Butlletí Oficial de la Generalitat de Catalunya 3.7.36.
169
Federación de Sindicatos de Industria de Barcelona, “A los sindicatos y la clase trabajadora de Cataluña”, La
Batalla 31.1.36.
170
“¡Basta de divisiones! ¡Viva la unidad sindical! A todos los trabajadores de Cataluña” 10.3.36, firmado por
representantes de los siguientes sindicatos: Sindicato Regional de la Industria Fabril y Textil (Sergio Balada),
Sindicato de Obreros de la Industria del Transporte (Francisco Tolsa), Sindicato Obrero de la Industria
Metalúrgica (José García), Asociación Obrera del Vestir (J. Altimira), Sindicato Mercantil (Carles Viella) y
Sindicato de Industrias Gráficas (Pere Bonet), ibíd 13.3.36.
259

era previsible, esta argumentación no resultó convincente para los demás grupos sindicales.
Tras no haber logrado llegar a un acuerdo con los treintistas, el Comité del Frente Único
Sindical se dirigió por escrito a la CNT, la UGT, la UGSOC y el CADCI invitándolos a tomar
parte en la iniciativa unitaria. El envío de la misiva a las centrales cenetista y ugetista, que ni
siquiera respondieron, revistió probablemente una motivación meramente propagandística. A
escala local, sin embargo, los contactos tuvieron eco, especialmente entre los sindicatos
autónomos, pero también en algunos sindicatos cenetistas, treintistas y socialistas. A finales de
abril, la prensa del POUM afirmaba que la convocatoria a la conferencia estaba recibiendo un
“número extraordinario de adhesiones”. 171
La conferencia se celebró finalmente el 2 de mayo, con la asistencia de 200 delegados que
proclamaron representar a 60 000 trabajadores afiliados a 150 sindicatos. Casi todos los
delegados presentes aceptaron con entusiasmo la posición del POUM sobre que el objetivo de
la conferencia no era crear una nueva central sindical, sino en establecer un “agrupamiento
orgánico” como primer paso hacia una unidad más amplia y definitiva. La mayoría de los
delegados representaba a sindicatos autónomos, lo que era reflejo de la insatisfacción que
despertaban las centrales anarcosindicalista y socialista y confirmó la convicción del POUM
de que el problema de la unidad sindical no podía resolverse mediante la integración de las
diversas organizaciones sindicales ni en la CNT ni en la UGT. La conferencia decidió fundar
la FOUS, Federación Obrera de Unidad Sindical. Con el llamamiento a crear una central
sindical “ni anarquista, ni socialista [...] sino una central de todos los trabajadores”, la nueva
federación se pronunció a favor de iniciar sin dilación “negociaciones con todos los sindicatos
[...] para alcanzar la unificación del movimiento [sindical]” lo más rápidamente posible. La
FOUS confiaba en que su existencia iba a atraer a “todos los sindicatos no integrados ni en la
UGT ni en la CNT”. Nin, nombrado secretario general de la FOUS, afirmó que, aunque por el
momento la nueva organización únicamente existía en Cataluña, su vocación no era limitarse
al ámbito catalán exclusivamente, ya que eso constituiría un “crimen” que sólo beneficiaría a
ERC; la nueva federación constituía el primer paso hacia la unidad sindical en toda España. 172
No obstante, en este período por lo menos, el POUM no estaba en condiciones de plantear la
creación de la FOUS a escala estatal, por lo que el resto de España sus militantes siguieron en
general trabajando a favor de la unidad sindical dentro de la UGT. 173
Es difícil contabilizar con exactitud los efectivos de la FOUS, pero la información disponible
permite calcular que los sindicatos mencionados en la relación de asistencia a la conferencia
fundacional contaban en conjunto con poco más de 50 000 afiliados. Los sindicatos integrados
en la FOUS eran principalmente antiguos sindicatos cenetistas, u organizaciones creadas por
el BOC — o por el POUM —, así como diferentes organizaciones independientes de orígenes
diversos y unos pocos grupos que habían pertenecido a la UGT. Reviste una especial
importancia el hecho de que la FOUS estuviese extendida por todo el territorio catalán, a
diferencia de las otras centrales sindicales catalanas, cuya implantación estaba limitada a
Barcelona y sus poblaciones colindantes. Ocho federaciones locales se afiliaron a la FOUS
(ver Tabla 3).

171
A. Nin, “Una iniciativa laudable. La Conferencia de Unidad Sindical” ibíd 24.4.36; ibíd 8.5.36.
172
Sobre la fundación de la FOUS véase, ibíd 8.5.36; A.Nin “La Federación Obrera de Unidad Sindical” ibíd
15.5.36; y la octavilla, Federació Obrera d'Unitat Sindical, “A tots els treballadors de Catalunya” s.f. (CEHI).
173
Un ejemplo de la política sindical del POUM fuera de Cataluña lo hallamos en Llerena (Extremadura), donde
el sindicato controlado por el partido fusionó con la UGT local (La Batalla 3.7.36).
260

TABLA 3. Federaciones Locales afiliadas a la FOUS 174


Localidades: Afiliados:
Reus 5.000
Terrassa 4.000
Lleida 2.500
Tarragona 2 000
Girona 1.600
Olot 1.500
Sitges 1.000
Figueres 700
En Barcelona, se integraron en la FOUS 17 sindicatos con un total de entre 16.000 y 17.000
afiliados. De éstos, 10.000 estaban agrupados en los 8 sindicatos que constituían el Frente
Único de Trabajadores Mercantiles (FUTM), de los que el más numeroso era el Sindicato
Mercantil — éste contaba, en junio de 1936, con 3.921 trabajadores sindicados —. El POUM
controlaba únicamente otros dos sindicatos barceloneses de alguna importancia, los de los
sectores textil y de artes gráficas, que contaban con 2.441 y 875 afiliados respectivamente. La
FOUS también tenía en la capital sindicatos en los sectores de confección, repostería, luz y
fuerza, metalurgia, transportes y ferroviario (Ferrocarrils de Catalunya). 175
Por lo que respecta al resto de Cataluña, la dirección del POUM comunicó a principios de
1936 que el partido había aumentado su implantación dentro de los sindicatos de Figueres,
Girona, Lleida, Olot, Reus y Tarragona. 176 Los sectores en los que la FOUS contaba con el
mayor número de afiliados eran el mercantil y el textil. En toda Cataluña, el FUTM tenía unos
12 000 afiliados, mientras que el Sindicato Regional de la Industria Fabril y Textil tenía unos
10 000. El FUTM, además de sus sindicatos barceloneses, integraba a otros de Badalona,
Figueres, Lleida, Manlleu, Sabadell y Terrassa. Sindicatos textiles de Barcelona, Alfarràs,
Anglès, Calella, El Pont de Vilomara, Girona, Granollers, Igualada, La Pobla de Lillet, Lleida,
Manresa, Monistrol, Olot, Reus y Terrassa también se habían integrado en la FOUS. 177
La organización de tipógrafos de la UGT de Mataró se adhirió a la FOUS, a la que también
apoyaron al menos algunos de los sindicatos ugetistas de Sitges. 178 En la federación local de
Reus, que había suscrito a la convocatoria de la conferencia en la que se fundó la FOUS,
estaban integrados por lo menos seis sindicatos de la UGT. Algunos militantes del POUM en
Cataluña, y especialmente en Barcelona, siguieron integrados en los sindicatos socialistas
174
Para detalles de la afiliación de la FOUS veáse Apéndice Cuatro. Graham, p.70, citando erróneamente Bollo-
ten, dice que la FOUS “con aproximadamente 6.000 afiliados” (sic) acordó entrar en la UGT en mayo de 1936,
cuando esta decisión se tomó en plena guerra civil, en agosto 1936. Ballester, también sin citar su fuente, dice
que la FOUS no tuvo mas de 40.000 afiliados, D. Ballester, Els anys de la guerra. La UGT de Catalunya (1936-
1939) (Barcelona 1998) p.43; La Federación Local de Reus daba su apoyo a la Conferencia, pero no envió
delegación (La Batalla 17.4.36); véase nota 165 para más información sobre los sindicatos de Reus.
175
Véase Apéndice Cuatro.
176
POUM Comité Executiu, A propòsit d’un manifest fraccional… p.10.
177
Para más información véase Apéndice Cuatro.
178
Los sindicatos de Sitges “siempre habían estado unidos y en la misma federación” (Front 29.11.36); la
Federación Local agrupaba a ocho sindicatos en 1934, cuatro de los cuales —Producción Agrícola, Peones,
Profesiones Varias y Pescadores — estaban afiliados a la UGT, los demás — Aprendices y Albañiles,
Carpinteros, Carreteros y Calzado — eran autónomos (La Batalla 17.3.34). La Federación Local estuvo presidida
por bloquistas, al menos en-1933 — por Ramón Sillá — y en 1935 —por Joan Alsina— (véase la carta de la
Federación Local de Sindicatos a las autoridades municipales de Sitges del 19.4.33, [Arxiu Históric Municipal,
Sitges] y Boletín de Información sobre el proceso contra el POUM 1.11.37).
261

debido a que no existían posibilidades de crear una organización separada en sectores como
los de la madera, ferroviario, de enseñanza, y de los trabajadores portuarios. Algunos antiguos
sindicatos treintistas también decidieron adherirse a la nueva federación sindical. Los más
importantes fueron los de Igualada; además se integraron otros de Calella, Palafrugell y de las
pequeñas poblaciones de La Pobla de Lillet y El Pont de Vilomara. El POUM afirmó que su
implantación iba en aumento en el seno de las organizaciones treintistas de otras poblaciones,
entre ellas las de Manresa, Mataró, Vilanova i la Geltrú y, sobre todo en las de Sabadell. 179
La principal base campesina de la FOUS se hallaba en las comarcas de Lleida, donde la
organización agraria afín al POUM, la UPA, afirmaba contar con 62 agrupaciones en junio de
1936, que representaban probablemente a unos 4.000 afiliados. 180 Únicamente otro sindicato
campesino se adhirió a la FOUS en el resto de Cataluña, el de Olot, que contaba con unos
1.000 afiliados. Otras organizaciones campesinas de las comarcas de Girona influenciadas por
el POUM no se llegaron a afiliar a la nueva federación. En este período, los comunistas
disidentes aún afirmaban que estaban ganando “gran influencia” en la dirección de la Unió de
Rabasaires y que controlaban muchos de sus comités locales.181 La posición del POUM dentro
de la UdeR debió resultar perjudicada cuando Pau Padró, el principal dirigente poumista del
sindicato, abandonó el partido. 182 A esto hay que añadir que la actitud del POUM hacia el
trabajo en la UdeR era un tanto ambigua, a juzgar por el hecho de que el BOC, a principios de
1935, había considerado la posibilidad de crear una nueva Unión Provincial Agraria en
Tarragona, iniciativa que no llegó a materializarse. 183
En el seno de los sindicatos dirigidos por el POUM se dio una cierta oposición a la fundación
de la FOUS. Al parecer, la mayoría de los miembros de la federación local de Girona se
habían pronunciado a favor de integrarse en la UGT, aunque finalmente esta opción sólo fue
adoptada por el sindicato de luz y fuerza. 184 En el Sindicato de Industrias Gráficas de
Barcelona también se produjeron discrepancias entre poumistas y treintistas, dado que estos
últimos se negaron a adherirse a la nueva federación. 185 El POUM madrileño, al parecer,
tampoco estaba muy de acuerdo con la creación de la FOUS, porque temía que ésta corriese la
misma suerte que los intentos del PCE de establecer una central propia. Por ello no era
favorable a la creación de la nueva federación en Cataluña, y defendía que en toda España las
organizaciones sindicales de influencia poumista se integrasen en la UGT. 186 A pesar de estas
objeciones, la mayoría de los sindicatos controlados por el POUM parece que fueron muy
favorables a la creación de la nueva federación sindical.
La importancia que la FOUS revestía sólo puede calibrarse de manera cabal si se la compara
con las demás agrupaciones sindicales de Cataluña. La creación de la FOUS fortaleció la
convicción del POUM de que, desde que la CNT se veía lastrada por la FAI, los sindicatos
filopumistas formaban “seguramente el sector [sindical] más importante” de Cataluña. 187 Así,
Nin sostenía que los anarcosindicalistas ya habían “perdido definitivamente [su]

179
POUM Comité Executiu, A propòsit... p.10.
180
Véase Apéndice Cinco.
181
POUM Comité Executiu, A propòsit... p.10.
182
Véase capítulo Cinco nota 167.
183
Boletín del Bloque Obrero y Campesino (FCI) núm.1, enero de 1935.
184
J. Soler p.38.; Octubre 28.5.36. Algunos afiliados del Sindicato de Transporte de Girona, contrarios a formar
parte de la FOUS, se pasaron a la CNT, ibíd; La Batalla 12.6.36.
185
Bueso, tomo I, p.285.
186
Entrevista con Enrique Rodríguez 5.5.83.
187
POUM, Qué és i qué vol... p.16.
262

hegemonía”, 188 y a finales de mayo de 1936 La Batalla afirmaba que los sindicatos catalanes
veían ahora su marco de referencia en la FOUS y no en la CNT. 189 La información
documental de la que se dispone, aunque las estadísticas sobre afiliación de los diversos
sindicatos estén infladas, así como la evolución de los acontecimientos durante la guerra civil,
contradicen el optimismo del POUM. El número de afiliados que la CNT tenía en Cataluña en
estas fechas era muy superior al de la FOUS, aunque fuese menos de la mitad del que la
Confederación había tenido en 1931; además, el crecimiento de las dos centrales socialistas, la
UGT y la UGSOC, significaba que, al menos formalmente, éstas se habían convertido en
rivales importantes de la nueva federación.
En efecto, las dos centrales sindicales socialistas habían experimentado un incremento impor-
tante de su afiliación en la primera mitad de 1936, tal como recoge el Censo Electoral Social
de la Generalitat correspondiente al mes de julio del mismo año. Esto desmiente la opinión
generalizada sobre la supuesta debilidad del sindicalismo socialista en estos momentos. Este
aumento se dio, sobre todo, entre los trabajadores portuarios, del transporte, de la construc-
ción, de la metalurgia y del sector textil. 190 Sin embargo, fuentes de la época restan impor-
tancia a estos sindicatos. En diciembre de 1935, el Comité Ejecutivo del POUM afirmó que,
aunque la UGT estaba creciendo, en realidad sus efectivos sólo eran numerosos entre los
trabajadores ferroviarios y los bancarios, y esto debido principalmente a la labor de la central
en los Jurados Mixtos. 191 Nin declaró que la UGT “nunca ha sido y ni será nada en Cataluña”,
mientras que, en mayo de 1936, Front calificaba a los sindicatos socialistas de “super minori-
tarios”. En febrero de 1936, Bonet admitía que la UGT catalana había ampliado ligeramente su
base durante 1931-33, merced a su trabajo en los Jurados Mixtos y a “la lamentable actuación
de la CNT”, pero también señaló que había resultado muy perjudicada por la escisión de la
UGSOC. 192 Por otra parte, a principios de 1936, en un informe interno del PCdeC se decía que
la UGT catalana, dentro de la que los comunistas oficiales aumentaban cada vez más su
influencia, contaba con “poca fuerza en Barcelona”. 193 Los poumistas tampoco consideraban
importante a la UGSOC; poco antes del inicio de la guerra civil, Arquer la describió como

188
A.Nin “La Federación Obrera de Unidad Sindical” La Batalla 15.5.36.
189
J. Maurín, “¿Adónde conduce la política del Frente Popular?”, ibíd 29.5.36.
190
“Cens Electoral Social” Butlletí Oficial de la Generalitat de Catalunya 26.7.34, 31.7.34, 22.11.35, 3.7.36;
véase también P. Gabriel, “Sindicalismo y sindicatos socialistas en Cataluña. La UGT, 1888-1938”, Historia
Social núm.8, otoño 1990 pp.47-72. Según los datos del gobierno catalán, la militancia total de los sindicatos
socialistas de transporte, con su base principal en el puerto de Barcelona, había aumentado aproximadamente
desde 5.500 en 1934 hasta 10.000 en 1936. La Sociedad de Albañiles y Paletas de la UGT pasó de 374 afiliados
en 1934 a entre 600 y 700 en febrero de 1936, y en julio a unos 3 500 según Justícia Social – Octubre (17.7.36),
4.339 según el Censo Electoral Social de la Generalitat. Entre los trabajadores metalúrgicos el sindicato ugetista
tenía 2.308 afiliados antes de la escisión de 1934; después la situación se tomó muy confusa con dos sindicatos,
el Sindicato de Obreros Metalúrgicos y el Sindicato Profesional de Obreros Metalúrgicos (reconocido por la UGT
en Madrid) utilizando las siglas UGT. Según la Generalitat, estos dos sindicatos tenían respectivamente 9.223 y
7.618 afiliados en junio de 1936; cuando se reunificaron alcanzaron una afiliación total de apenas 12.000
(Justícia Social–Octubre 3.7.36), lo que nos hace pensar que los dos sindicatos metalúrgicos socialistas
reivindicaron en algunos casos como suyas las mismas parcelas de afiliación. El sindicato textil de la UGT tenía
1.118 afiliados en 1934, antes de la escisión, y después de reunificarse en 1936, 6.000 en julio de 1936 (Actas de
la Comisión Ejecutiva de la UGT 9.7.36).
191
POUM Comité Executiu, A propòsit... p.10.
192
A.Nin “La Federación Obrera de Unidad Sindical” La Batalla 15.5.36; Front 1.5.36; Bonet, “La situación del
movimiento sindical” La Nueva Era febrero 1936. Bonet había avisado también, en 1933, que la UGT “estaba
preparando el terreno” para construir su organización en Barcelona (La Batalla 6.7.33).
193
“Informe sobre la situación en Cataluña” s.f. (ACCPCE).
263

“una organismo impotente, anémico, destinada a morir sin pena ni gloria”. 194
La diferencia entre los datos del censo de la Generalitat y la poca importancia otorgada al
sindicalismo socialista catalán por casi todas las fuentes de la época como también por
aproximaciones posteriores, puede estar ocasionada, en parte, por la imagen proyectada por la
pasividad y conservadurismo que imperaban en los sectores laborales en los que la UGT tenía
su mayor implantación. La UGT, según Bonet, había desempeñado “en las grandes batallas de
clase que se han planteado en Cataluña en lo que va de siglo [...] un papel insignificante”. Por
su parte, la UGSOC, cuyo crecimiento Bonet y el PCdeC adscribían al respaldo que había
recibido del gobierno catalán, era incluso más moderada que la UGT. Ambas centrales
socialistas, que poco tiempo después iban a volver a fusionarse, estaban compuestas de un
gran número de sindicatos pequeños, a menudo de artesanos, de los que en 1936 existían más
de 250. 195 Esta estructura fragmentada de los sindicatos ugetistas contrasta con el modelo
sindical defendido por los sectores más combativos de la CNT, basado en sindicatos únicos.
La FOUS era especialmente débil en Barcelona, donde se concentraba casi la mitad de la clase
obrera de Cataluña. Incluso teniendo en cuenta la conocida falta de fiabilidad de los datos
oficiales de la CNT, no hay duda de que sus militancia superaba ampliamente a la de la FOUS
en todos los sectores importantes. Hay que señalar las considerables diferencias entre las
fuentes en lo relativo a la afiliación a cada central. Mientras que Maurín afirmaba en Leviatán,
en octubre de 1934, que el principal sindicato textil de Barcelona contaba con sólo 3 000
sindicados, un año antes la CNT se atribuía en la ciudad un total de 20 000 afiliados en este
sector. 196 Por otra parte, más de 75 sindicatos de Barcelona, en su mayoría pequeños, estaban
afiliados a la UGT y la UGSOC y en conjunto eran, al menos numéricamente, considerable-
mente más importantes que los sindicatos dirigidos por el POUM. Utilizando las fuentes de la
CNT y de la UGT, así como el Censo Electoral Social de la Generalitat y con un conocimiento
detallado sobre la afiliación de la FOUS, es posible calibrar y comparar, de manera
aproximativa, cuál era, a finales de junio de 1936, la implantación de las tres tendencias en los
cuatro sectores industriales principales de Barcelona, lo que deja de manifiesto el exiguo
contingente de la nueva central sindical (Ver Tabla 4).
TABLA 4: Militancia sindical aproximada en Barcelona.
Junio de 1936 197
(El número de sindicatos se indica entre paréntesis)
CNT UGT/UGSOC FOUS
Construcción (1)15.000 (6) 6.000 -
Metal (1)15.000 (1) 12.000 (1) 528
Textil (1)14.500 (1) 6.000 (1) 2.441
Transporte/puerto (3)10.500 (19) 10.000 (1) 249

En el sector industrial, la FOUS sólo podía competir con sus rivales en los ramos de luz y

194
J. Arquer, “La Unitat Sindical”, Front 17.7.36.
195
UGT, Secretariado General de Cataluña, Primera Asamblea... pp.15-19; Actas de la Comisión Ejecutiva de la
UGT 1934-1936.
196
J. Maurín, “El movimiento obrero en Cataluña” Leviatán octubre 1934.
197
Solidaridad Obrera 6.5.36; “Cens Electoral Social” Butlletí Oficial de la Generalitat de Catalunya 3.7.36;
Actas de la Comisión Ejecutiva de la UGT 1936; Justícia Social – Octubre 3.7.36, 17.7.36; véase la nota 191 para
más detalles sobre la militancia de la UGT y UGSOC en estos sectores; sobre la militancia de la FOUS, véase
Apéndice Cuatro.
264

fuerza y artes gráficas, pequeños aunque de cierta importancia estratégica. 198 En el sector
servicios existían dos importantes agrupaciones autónomas que eran competidoras de la
FOUS: el CADCI y la Federación Obrera de Sindicatos de la Industria Gastronómica, ambas
dirigidas por elementos que iban a acabar integrándose en el PSUC; la FOUS sólo era
importante en el ramo mercantil. En él, el CADCI seguía siendo numéricamente más poderoso
pero, dada la naturaleza amorfa de éste, el Sindicato Mercantil, pese a ser más pequeño, logró
conservar la importancia que había adquirido durante 1933-34 (Ver Tabla 5).
TABLA 5. Sindicatos mercantiles en Barcelona. Junio de 1936
(El número de sindicatos se indica entre paréntesis)
CNT UGT/UGSOC FOUS CADCI
(1) 1.000 (5) 2.000 (9) 10.000 (1) 13.000
(1933)

La implantación de la FOUS era mucho mayor fuera de Barcelona, cosa que reflejaba
claramente el peso político del POUM en la federación sindical. En las comarcas de
Barcelona, zona de importancia industrial, la CNT seguía siendo la central sindical más
numerosa pese a que muchos de sus integrantes se habían pasado a los treintistas y a que,
desde 1931, su número de afiliados se había reducido en más del 60%. Por contra, desde 1934,
los sindicatos socialistas habían duplicado su número de afiliados en la provincia. En el resto
de Cataluña, excepto en algunas localidades, la CNT se encontraba en una posición
sumamente débil debida a que no se había podido recuperar del abandono de la central, en
1932, de la mayoría de sus sindicatos afiliados. Por su parte, fuera de la provincia de
Barcelona, la UGT sólo había logrado aumentar ligeramente sus efectivos, fundamentalmente
en las comarcas de Lleida, donde antes de 1934 casi no había tenido ningún sindicato bajo su
control, salvo una reducida base sindical entre los trabajadores ferroviarios. Ahora, la central
socialista había logrado organizar unos pocos sindicatos, e incluso establecer varias
agrupaciones de su federación estatal campesina, la FNTT, probablemente merced a la labor
de militantes del Partido Comunista. Los sindicatos socialistas también tenían una cierta
implantación en las comarcas de Tarragona, sobre todo en la capital yen Tortosa. De la
información disponible, por lo tanto, se puede hacer un cálculo aproximativo de de los
efectivos de las principales tendencias sindicales en Cataluña en este período. También es
necesario tener en cuenta la existencia de otros grupos sindicales, como los sindicatos
treintistas de las comarcas de Barcelona, que contaban con más de 40 000 afiliados, o los
sindicatos autónomos, de los que el más importante era la FET (Federació d'Empleats i
Tècnics); la UdeR, por su parte, contaba con más de 30 000 sindicados, que superaban
ampliamente al número de afiliados de los sindicatos campesinos controlados por el POUM.
Cabe señalar, una vez más, que los datos relativos a los efectivos sindicales a mediados de
1936 no se pueden considerar absolutamente ajustados a la realidad, y por lo tanto su valor es
sólo indicativo (ver Tabla 6).
TABLA 6: 199 Militancia (aproximada) de las principales fuerzas sindicales en Cataluña.
198
El Sindicato de Industrias Gráficas de la FOUS de Barcelona tenía 875 afiliados en junio de 1936, la CNT
decía tener 3.500 y los seis sindicatos socialistas en el sector una militancia similar a la FOUS o menos. Entre los
trabajadores de luz y fuerza de la capital catalana, la CNT decía contar – lo que resulta improbable – con 2.500
afiliados, la UGT tenía 2 036 y la FOUS 2.500 en toda Cataluña – desconocemos su número de afiliados en
Barcelona -(Solidaridad Obrera 6.5.36.; “Cens Electoral Social” Butlletí Oficial de la Generalitat de Catalunya
3.7.36; véase Apéndice Cuatro).
199
Los datos sobre la militancia de la CNT proceden de: Solidaridad Obrera 6.5.36; Confederación Regional de
265

Junio de 1936
CNT UGT/UGSOC FOUS
Barcelona (ciudad) 85.000 65.000 17.000
Barcelona (comarcas) 40.000 12.000 12.000
Girona 4.000 1.500 7.000
Lleida 2.000 2.500 8.000
Tarragona 2.000 5.000 8.000

La importancia de las diferentes centrales sindicales en Cataluña no puede calcularse


únicamente a partir del número de sus afiliados; se ha de considerar, además, su importancia
estratégica, su concentración en zonas específicas y el número de sindicatos integrados en
cada una de ellas. Desde esta óptica, queda claro que la CNT seguía dominando a grandes
sectores del movimiento obrero en Barcelona y sus alrededores, como lo había hecho desde el
fin de la primera guerra mundial. Por su parte la FOUS era hegemónica en las poblaciones
más importantes de las comarcas de Girona, Lleida y Tarragona. La FOUS se enfrentaba al
hecho de que la fuerza real del movimiento obrero catalán se hallaba precisamente en aquellas
zonas donde los que aún dominaban eran los anarcosindicalistas, y no en las comarcas más
alejadas de Barcelona, que era donde la nueva federación tenía una mayor implantación.
La FOUS se creó en un momento en que se estaba dando un notable aumento de la lucha
sindical y social en toda España. Este incremento de la conflictividad se debía, principalmente,
a las expectativas creadas por la victoria del Frente Popular en las elecciones y al hecho de que
la clase trabajadora estaba intentando recuperar el terreno perdido durante el anterior gobierno
de la derecha. En el resto de Europa también crecía la agitación social y la radicalización
como respuesta a la crisis económica y a la amenaza fascista. Las huelgas, muchas veces
espontáneas, que se llevaban a cabo en España pueden compararse a las que tenían lugar en
Francia en este mismo período. En ambos países la combatividad obrera se enfrentaba,
además, a la oposición de los recién elegidos gobiernos de Frente Popular. Cataluña no quedó
al margen de esta situación; pese al mito del “oasis catalán”, según el que, a diferencia del
resto de España, en Cataluña la “paz social” reinaba en este momento, la realidad es que a
partir de abril las huelgas aumentaron de manera significativa. Las fuentes disponibles dan
cuenta de que en Cataluña se realizaron 52 huelgas en mayo de 1936, 17 en abril y 20 en
marzo. 200 En España fue en general la CNT la que dirigió la protesta; en Cataluña la FOUS se
atribuyó el liderazgo, aunque algo que resulta discutible.
En los meses previos al inicio de la guerra civil los sindicatos del POUM participaron
activamente en este movimiento huelguístico. Al mismo tiempo comenzaron a encontrarse
cada vez más aislados del resto del movimiento obrero. Según Andreu Nin, secretario general

Trabajo, Memorias de la Conferencia Regional Extraordinaria celebrada en Barcelona durante los días 25, 26 y
27 de Enero de 1936 (Barcelona 1936). Se ha calculado el número de afiliados de la UGT comparando la relación
de sindicatos afiliados presentada en la Primera Asamblea de la UGT catalana en 1934 (UGT Secretariado
General de Cataluña, Primera Asamblea...), con los datos de afiliación recogidos en el Censo Electoral Social de
la Generalitat (Butlletí Oficial de la Generalitat de Catalunya 26.7.34, 31.7.34, 22.11.35, 3.7.36; información
adicional viene de, Actas de la Comisión Ejecutiva de la UGT 1934-1936); sobre la FOUS, véase Apéndice
Cuatro.
200
Para una critica del concepto del “oasis catalán” véase, Vinyes, Catalunya… pp.303-335; detalles sobre
huelgas en Cataluña entre 1931 y julio 1936 se encuentran en Vega, La CNT i els sindicats d’oposició... pp.1060-
1186.
266

de la FOUS, “la campaña encarnizada emprendida [por la UGT y la CNT] contra el nuevo
organismo [la FOUS] son la prueba más evidente de que nos hallamos en presencia de un
movimiento de indudable importancia...”. 201 La actitud de la CNT no dejaba de ser coherente
con la tradicional hostilidad de los anarcosindicalistas hacia los sindicatos marxistas en
general, y, en Cataluña, hacia los del BOC o del POUM en particular. Por otra parte, todas las
demás corrientes sindicales veían a la FOUS como una nueva central sindical rival y no como
lo que la federación dirigida por el POUM declaraba ser, una etapa organizativa en el camino
de la unidad sindical. La dirección cenetista era la que rechazaba con más encono a la FOUS,
no creía en la voluntad proclamada de ésta de ser la promotora de una gran central sindical
única “ni socialista ni anarquista” y sólo veía en ella a una nueva central marxista cuya
existencia era innecesaria al cubrir ya la UGT ese terreno.
La UGT, al igual que ya hizo en octubre de 1933, había dado instrucciones a sus sindicatos de
no asistir a la conferencia sindical auspiciada por el POUM en la que se iba a crear la FOUS.
La fundación de ésta llevó a un mayor endurecimiento de la actitud de los ugetistas hacia los
comunistas disidentes y marcó, excepto en unos pocos casos, el inicio del fin de la
colaboración, que aunque limitada, se venía dando entre algunas secciones de la UGT catalana
y los sindicatos dirigidos por el POUM o el BOC. Este cambio de actitud no puede separarse
del proceso en curso que iba a culminar con la creación del PSUC y la consiguiente
reunificación de la UGT y la UGSOC. Es probable que la hostilidad ugetista hacia sus rivales
marxistas se debiese también al crecimiento que estaban experimentando en este período los
sindicatos socialistas en Cataluña. La CNT, pese a su teórica aspiración a la unidad sindical,
defendía la necesidad de que existiesen dos centrales sindicales, una anarcosindicalista y otra
marxista, y ninguna más; esto fue aprovechado por la UGT para formar una alianza de facto
con la Confederación contra la FOUS. Por su parte, la CNT se inclinó también por colaborar
con los socialistas catalanes contra los sindicatos de los poumistas, cuya combatividad
representaba una mayor amenaza para su predominio en Cataluña que las actividades de las
más dóciles UGT o UGSOC.
La participación de algunos de los sindicatos dirigidos por el POUM en los Jurados Mixtos
aumentaba la desconfianza de la CNT hacia la FOUS. Los sindicatos socialistas, como era de
esperar, estaban a favor de esa participación, pero la Confederación, a cuyos militantes de base
los comunistas disidentes esperaban atraer a sus posiciones, siempre se había opuesto a
participar en esos órganos. Durante los primeros años de gobierno republicano, también el
BOC había mantenido una actitud hostil y había criticado enérgicamente a los Jurados Mixtos
como entes colaboracionistas de clase” dirigidos a debilitar al movimiento obrero. 202 Esta
actitud había comenzado a cambiar en noviembre de 1933, durante la huelga de los
trabajadores mercantiles, cuando los bloquistas se dieron cuenta de que, pese a sus reservas, la
participación en los Jurados Mixtos era tácticamente útil. La victoria electoral de la derecha y
el cambio de actitud bloquista hacia los socialistas también contribuyeron a que el BOC
reconsiderase el papel que estos órganos de arbitraje desempeñaban. Ahora se pensaba que,
aunque creados con el propósito de apaciguar la combatividad de los trabajadores, en general

201
A.Nin “La Federación Obrera de Unidad Sindical” La Batalla 15.5.36.
202
El dirigente del Sindicato del Ramo de Alimentación de Lleida, Josep Torres, fue expulsado del BOC en el
julio de 1932 por defender la participación del sindicato en el Jurado Mixto de su sector (Avant [Lleida] 22.7.32).
En contraste, en Tàrrega el dirigente sindicalista del BOC, Francesc Mateu, representó a los trabajadores del
transporte de su localidad en la Delegació Local del Consell de Treball ya desde 1931 (G. Coma i Torres, La
Segona Republica a Tàrrega. Desenvolupament Politic i Comportament Social [1931-1936] [Tesi de
Llicenciatura, Universitat de Barcelona, 1989] pp.135-141).
267

habían resultado ser beneficiosos para el proletariado. 203


Jordi Arquer había declarado en 1934 que el sector mercantil catalán era un caso
“excepcional”, ya que contaba con el único Jurado Mixto de Cataluña al que se habían
incorporado sindicatos con implantación, en un claro alegato en contra del sistema de Jurados.
Sin embargo, muchos sindicatos controlados por el BOC-POUM, se integraron en los Jurados
de sus sectores entre 1934 y 1936. 204 Fue el caso de casi todos los sindicatos controlados por
los comunistas disidentes en la ciudad de Barcelona y en las comarcas de Lleida, como
también los mercantiles de Sabadell, Terrassa y Badalona, los textiles de Reus, Girona,
Calella, La Pobla de Lillet y El Pont de Vilomara y el del calzado de Sitges. No obstante, el
POUM seguía caracterizando a los Jurados Mixtos como órganos dirigidos a “atar a la clase
trabajadora [...] al estado burgués para evitar [no sólo las huelgas, sino la misma] revolución
social”. Front hacía hincapié, en febrero de 1936, en que la participación del POUM en esas
instancias constituía un práctico “oportunismo revolucionario” y no era una “colaboración [...]
sistemática”. 205 Con todo, no todos los sindicatos controlados por el POUM participaron en
los Jurados Mixtos; la mayoría de los de las comarcas de Girona y Tarragona y los de la
ciudad de Terrassa se mantuvieron al margen.
Lo problemática que resultaba la participación de los sindicatos afines al POUM en los
órganos estatales de arbitraje quedó de manifiesto en el sector textil de Barcelona. Al parecer,
el sindicato textil filobloquista fue uno de los pocos sindicatos importantes de Barcelona que
no fue prohibido tras el levantamiento de octubre de 1934. Así, los comunistas disidentes
continuaron participando en la importante Comisión Mixta (nombre que ahora se le daba a los
Jurados Mixtos) del ramo de agua del textil pese a que los Sindicatos Libres y otros sindicatos
amarillos se incorporaron a ésta en 1935. 206 Estas organizaciones reaccionarias, respaldadas
tanto por las autoridades como por los empresarios, estaban intentando aprovecharse de la
represión de la que venía siendo objeto la izquierda desde octubre de 1934 para hacerse un
espacio en las fábricas. Aunque estos sindicatos eran relativamente débiles, su resurgimiento
en el movimiento obrero catalán causó alarma entre muchos militantes. Tanto el PCdeC como
la USC criticaron al Sindicato Regional de la Industria Fabril y Textil, dirigido por el POUM,
por participar en la Comisión Mixta del ramo del agua – blanqueadores y tintoreros – junto a
los Sindicatos Libres. 207 Andreu Sabadell, joven dirigente textil del POUM, intentó justificar
la participación de su sindicato como una cuestión táctica, debido a que “poco, o nada, podía
lograrse a través de la Comisión Mixta que redundase en beneficio de los obreros”. Se trataba
por un lado de criticar el funcionamiento de la Comisión e impedir que desempeñase su labor,

203
“¡¡Trabajadores!!”, Adelante 31.12.33; R. Magre, “Los Jurados Mixtos van a ser convertidos en instrumentos
de la ofensiva fascista contra la clase obrera”, ibíd 9.1.34.
204
J. Arquer, “Los Jurados Mixtos contra la Generalitat” ibíd 10.1.34. Para la participación sindical en los
Jurados Mixtos en Cataluña véase el “Cens Electoral Social” (Butlletí Oficial de la Generalitat de Catalunya
26.7.34, 31.7.34, 22.11.35, 3.7.36).
205
“Per evitar el feixisme i possibilitar la revolució social”, Front 28.2.36; una posición similar fue defendido por
Carles Vilella, del Sindicato Mercantil (véase C. Vilella, “La posició del Sindicat davant els Jurats Mixtes”,
Treball 1.6.35).
206
Butlletí Oficial de la Generalitat de Catalunya 27.8.35. La Confederación Nacional de Sindicatos Libres de
España fue reconstituida en febrero de 1935 (C.M. Winston, Workers and the Right in Spain, 1900-1936 [New
Jersey 1985] p.304). Según el Censo Electoral Social (Butlletí Oficial de la Generalitat de Catalunya 22.11.35),
había dieciséis Sindicatos Libres en Barcelona en noviembre 1935 con un total de 7.714 afiliados; los más
importantes eran: los dos textiles — 1.062 afiliados —, construcción — 1.049 —, peluqueros — 974 —,
mercantil — 937 —, choferes — 793 — y metalúrgicos — 764 —.
207
Justícia Social 7.9.35; Octubre 26.12.35.
268

y por otro, de contribuir a defender a los trabajadores, entre ellos muchos cenetistas
despedidos después de los acontecimientos de octubre y evitar que sus puestos de trabajo
fuesen ocupados por miembros de los Sindicatos Libres. 208 Estas sutilezas tácticas no eran
convincentes para los anarcosindicalistas, quienes siempre se habían mostrado contrarios, por
cuestión de principios, a colaborar con los órganos de arbitraje estatales y mucho más cuando
en éstos entraron los seudosindicatos derechistas. Además, antes de noviembre de 1933, el
gobierno central y la Generalitat habían favorecido a los sindicatos que participaban en los
Jurados Mixtos, al tiempo que intentaban acabar con la CNT. La desconfianza de la
Confederación hacia las intenciones de los comunistas disidentes era, por lo tanto,
comprensible.
Al mismo tiempo que la participación de la FOUS en los Jurados Mixtos aumentaba la
hostilidad hacia ella de la CNT, entre la nueva federación y los sindicatos socialistas
comenzaban a surgir discrepancias mucho más fundamentales. El conflicto entre la FOUS y
las centrales socialistas se disparó a raíz de la oposición de los partidos integrantes del Frente
Popular a la mayoría de las huelgas que se estaban realizando. No fueron sólo los partidos
comunista y socialista los que adoptaron actitudes moderadas, sino que incluso Joan Peiró,
dirigente treintista, también criticó la “interminable proliferación de huelgas”. 209 El POUM,
por lo contrario, estaba a favor de estas nuevas movilizaciones en las que veía el inicio de un
movimiento que podía llegar a asestar un golpe mortal a las fuerzas reaccionarias arrumbando
al gobierno del Frente Popular, inepto y conciliador. La generalizada ola de ocupaciones de
fábricas y de huelgas que se desató en Francia en junio de 1936 constituyó, para el POUM, un
ejemplo de cómo el movimiento obrero podía llegar más lejos de donde un gobierno del
Frente Popular estaba dispuesto a ir, y del “papel traicionero” del Partido Comunista que, en
Francia al igual que en España, intentaba socavar el movimiento de los trabajadores. El
POUM insistía en que había sido la decidida acción de los trabajadores españoles, similar a la
actitud de ahora de los franceses, la que había impedido la contrarrevolución en España en
octubre de 1934; sofocar y frenar al movimiento sólo podía llevar a su desmoralización y su
derrota. 210 En consecuencia, según Ignacio Iglesias, militante del POUM de Asturias, la
huelga general de un día convocada el 17 de abril por la CNT en Madrid, en protesta contra
los ataques de las bandas fascistas a militantes de izquierda, había sido más importante y
decisiva para oponerse a la amenaza de la derecha que todas las acciones conciliatorias del
gobierno. 211
Las acciones de los anarcosindicalistas contrastaban con los repetidos llamados a la calma ante
la violencia fascista lanzados por los socialistas y comunistas. El POUM respaldó con
entusiasmo el papel que la CNT estaba desempeñando fuera de Cataluña, debido a que estaba
convencido de que una generalizada movilización de las masas constituía la única manera de
evitar que se diese una contrarrevolución. A principios de junio de 1936 La Batalla afirmó que
los anarcosindicalistas tenían una doble alma, una anarquista y la otra “sindicalista revolucio-

208
A. Sabadell, “Contra los difamadores del Sindicato de la Industria Fabril y Textil La Batalla 20.9.35; A.
Sabadell, “La situación del Ramo del Agua” (I) ibíd 13.12.35; A. Sabadell “La situación del Ramo del Agua” (II)
ibíd 20.12.35.
209
Vinyes, Catalunya… p.320.
210
Para el punto de vista del POUM sobre el movimiento huelguístico véase, A. Nin, “Són ineficaces les
vagues?” Treball (Sindicato Mercantil) s.f. (julio 1936) y A. Nin, “La acción directa del proletariado y la
revolución española”, La Nueva Era julio 1936; sobre la situación en Francia, Gorkin, “La experiencia del Frente
Popular en Francia”, La Batalla 17.7.36.
211
I. Iglesias, “Hay que organizar la ofensiva” ibíd 12.6.36.
269

naria”. La primera se había plasmado en la práctica de la FAI, cuyas consecuencias desde


1933 habían sido “catastróficas”, la segunda era “hija del buen sentir obrerista de las masas” y,
por lo tanto, de “un alto valor revolucionario” y reflejo de la “madurez revolucionaria del
proletariado español”. Según el POUM, esta orientación “sindicalista” era el motor del gran
movimiento huelguístico que se estaba desarrollando en Madrid y en otros lugares de España.
El hecho de que en algunos casos esta luchas llevasen a que la UGT fuese “desplazada” por
los anarcosindicalistas constituía, para La Batalla, un claro reflejo de la frustración provocada
por el gobierno republicano y los partidos obreros que lo respaldaban. 212 Así, cuando las
autoridades gubernamentales decidieron reprimir a la CNT de Madrid, el POUM se solidarizó
sin ambages con los anarcosindicalistas. No obstante, los comunistas disidentes consideraban
que el papel desempeñado por la CNT en Cataluña había sido muy diferente al que había
ejercido en el resto de España; el POUM acusó a la dirección faísta de la Confederación no
sólo de sabotear el movimiento huelguístico, sino incluso de haber jugado un papel de
esquirol. Para Maurín, en Cataluña era la FOUS y no la CNT la que capitaneaba la
combatividad obrera. Según el dirigente del POUM, el hecho de que en Cataluña, a diferencia
del resto de España, existiese un “verdadero partido marxista revolucionario”, era otra de las
razones por las que los obreros más radicalizados ya no veían a la CNT como cabeza del
movimiento obrero. 213
El conflicto de los obreros metalúrgicos, el primero de envergadura que se desató en Cataluña
en la primavera de 1936, reflejó tanto la nueva combatividad del movimiento sindical como
las divisiones que aún perduraban en su seno. Se inició a mediados de marzo, cuando los
obreros de las fábricas de Barcelona y Badalona comenzaron a trabajar 44 horas por semana,
en protesta contra la imposición de la semana laboral de 48 horas hecha por el anterior
gobierno y vigente aún entonces. Esta acción fue respaldada por los sindicatos treintistas,
socialistas y filopoumistas agrupados en el Frente Único Metalúrgico, que se había
reorganizado en febrero de 1936, y también por la CNT. Temerosa de que la acción se
extendiese a otros sectores, la Generalitat aceptó reintroducir la semana de 44 horas y decretó,
a modo de compensación, el establecimiento de la semana laboral de 40 horas, sin recortes
salariales, por el mismo número de semanas que había durado la de 48 horas. El Frente Único
aceptó esta oferta como manera de dar trabajo a “un gran número de parados”. Por contra, la
CNT se opuso y se pronunció a favor de una compensación monetaria por el número de horas
extras trabajadas durante el período en que estuvo vigente la semana de 48. Respaldados por la
UGT catalana, siguiendo ésta órdenes de su dirección madrileña, los anarcosindicalistas
convocaron una huelga ya total. Sorprendidos por la decisión del ugetista Sindicato
Profesional de Obreros Metalúrgicos de secundar la convocatoria, los demás sindicatos
integrados en el Frente Único, en aras de la “unidad” del movimiento obrero, no' tuvieron otra
opción que unirse a la iniciativa de huelga lanzada: por la CNT, a la que sumaron enseguida
40 000 metalúrgicos de toda Cataluña. Finalmente, los empresarios se vieron obligados a
aceptar un acuerdo de transacción; entonces, para gran sorpresa del POUM, los
anarcosindicalistas rompieron el pacto y exigieron mayores subidas salariales y otras mejoras.
Una vez más, siguiendo las directrices de la dirección central, el sindicato d obreros del metal
de la UGT se plegó a la línea de la CNT.
Se desarrolló entonces una segunda huelga, aunque esta vez limitada a los bastiones
anarcosindicalistas y ugetistas en Barcelona. El Frente Único — ahora sin la UGT —, cuya

212
“La ofensiva contra el movimiento obrero”, ibíd 5.6.36.
213
J. Maurín, “¿Adónde conduce la política del Frente Popular?” ibíd 29.5.36.
270

principal implantación estaba fuera de la capital, se opuso frontalmente a esta huelga e incluso
hizo un llamamiento a la Generalitat para que obligase a los empresarios a mantener abiertas
las fábricas. Los dirigentes huelguísticos proclamaron que el 90% de los trabajadores
metalúrgicos secundaban la huelga, afirmación que fue enérgicamente desmentida por el
Frente Único. A mediados de abril, las enconadas divisiones de las organizaciones sindicales
metalúrgicas forzaron a los huelguistas a volver al trabajo sin haber alcanzado sus objetivos.
Para los obreros metalúrgicos del POUM, el fracaso de esta segunda huelga y la confusión
causada por ella ocasionaron la desmoralización de gran parte de los obreros del sector y una
“pérdida de prestigio” de los sindicatos. En lugar de la amplia victoria que una lucha unitaria
hubiese debido lograr, con la participación de la CNT junto a las demás organizaciones
obreras — de por sí un acontecimiento poco frecuente en Cataluña —, se había producido un
desastre debido al objetivo anarcosindicalista de marginar a cualquier precio a sus rivales. 214
En junio de 1936, el antagonismo de la CNT catalana hacia los comunistas disidentes había
endurecido. Según Pere Bonet, secretario administrativo de la FOUS, la dirección de la CNT
catalana había prohibido de manera explicita que sus secciones participasen en negociaciones
sobre condiciones laborales junto con otras organizaciones. 215 La experiencia iba a demostrar
que esta prohibición apuntaba, en realidad, a la FOUS y no a la UGT. Un ejemplo, aunque de
importancia menor, se dio en el caso de los sombrereros de Barcelona, quienes, merced a una
huelga dirigida por la FOUS que duró casi todo el mes de junio, lograron una serie de mejoras
de sus condiciones laborales. 216 Aunque en apariencia dispuesto a secundar la huelga, el
sindicato de sombrereros de la CNT recibió instrucciones de la dirección de ésta de no
sumarse a la movilización dirigida por la FOUS. La CNT presentó, por separado, su lista de
reivindicaciones, lo que desembocó en dos huelgas paralelas en el sector. La persistente
rivalidad sindical en el sector textil era, según el POUM, aun más dañina. En las fábricas
textiles de Barcelona la FAI continuaba promoviendo enfrentamientos violentos, aunque al
parecer sin llegar a los niveles de 1933. 217 La enemistad de los anarquistas hacia sus competi-
dores marxistas estaba tan exacerbada que en 1935 se habían negado a colaborar con los
comunistas disidentes y la UGT para evitar que los Sindicatos Libres se reorganizasen en las
fábricas textiles. En este período, y pese a la insistencia de los comunistas disidentes en la
necesidad de formar un frente único, los sindicatos de la CNT, de la UGT y de la FOUS,
presentaron, por separado, una lista de demandas a los empresarios textiles. Según Bonet,
como empezaba a ser habitual, la CNT primero se negaba a colaborar con los demás sindicatos
del sector para después dirigir un tardío llamamiento a la acción conjunta a la UGT, ignorando
a las restantes fuerzas sindicales. 218 Por otra parte, en el sector ferroviario de Lleida se había
llegado poco antes de octubre de 1934 al acuerdo de formar un frente único, pero en agosto de
1935 el Sindicato Ferroviario del Norte, afín al BOC, ya se quejaba de que los demás
sindicatos del sector le negaban su colaboración. 219 Por contra aumentaba, en todo el ámbito
catalán, la colaboración entre los sindicatos ferroviarios ugetistas y anarcosindicalistas, antaño

214
Sobre el conflicto metalúrgico véase, Las Noticias 21.3.36 a 15.4.36. y Comercio y Navegación abril 1936.
Para el punto de vista del POUM y del frente único, La Batalla 6.3.36, 10.4.36, 17.4.36; Front 10.4.36.
215
P. Bonet, “El moviment vaguista i la CNT”, Front 5.6.36.
216
Sobre la huelga de los sombrereros véase, ibíd; P. Bonet, “Las huelgas de estos días y la CNT”, La Batalla
10.7.36; Las Noticias 30.6.36.
217
Entrevistas con Vicenç Ballester 3.4.84, y con Meri Arbonés 21.11.84, ambos antiguos militantes del
Sindicato Regional de la Industria Fabril y Textil (FOUS) de Barcelona; Ballester había formado parte del
Comité de Defensa del sindicato.
218
P. Bonet, “El moviment vaguista i la CNT”, Front 5.6.36.
219
J. Farré, “El Sindicato Ferroviario del Norte y el Frente Único”, La Batalla 16.8.35.
271

enemigos implacables. 220 El desmoronamiento del frente único de los trabajadores de luz Y
fuerza, y su posterior reconstitución en junio de 1936, sin la FOUS y con la entrada de la
CNT, asestó un golpe más duro aun a las propuestas unitarias del POUM. 221
Continuaba dándose, pese a estos reveses, una colaboración limitada entre la FOUS y algunos
sindicatos socialistas. Esta colaboración llevó a una victoria en la huelga de repostería,
organizada conjuntamente por la FOUS y la UGT en las primeras semanas de junio de 1936,
gracias a la que los trabajadores obtuvieron un aumento salarial, 15 días de vacaciones anuales
y una jornada laboral de siete horas. 222 De mayor trascendencia fue la iniciativa de los
sindicatos de la madera de Barcelona y Terrassa, afiliados a la UGT y a la FOUS
respectivamente, de convocar una conferencia a escala catalana con el propósito de elaborar
una lista conjunta de demandas para presentárselas a los empresarios del sector. Esta propuesta
fue secundada por una serie de sindicatos locales de la UGT, de la FOUS y autónomos, así
como por los treintistas de Sabadell y Manresa. 223 Con todo, estas iniciativas se tornaban cada
vez más infrecuentes, y no hay que descartar que el dominio del POUM en la ugetista
Sociedad de Obreros de la Madera de Barcelona desempeñase un papel determinante en la
buena acogida que tuvo a la iniciativa unitaria. Otra excepción a la tónica general se dio
también en junio de 1936, cuando se estableció en Barcelona, a iniciativa de la FOUS, el
Comité de Enlace de Sindicatos Obreros del Transporte, en el que se integraron la UGT, la
UGSOC y el diminuto Sindicato de Obreros de la Industria del Transporte de la FOUS. 224
Como último ejemplo, en julio, el Sindicato de la Industria Fabril, Textil y Anexos de la UGT
aceptó entablar conversaciones en Barcelona con sus homólogos de la FOUS con miras a la
presentación de reivindicaciones conjuntas a la patronal. 225 Ha de contrastarse esta limitada
colaboración entre la FOUS y algunos sectores de la UGT catalana con la ruptura de las
relaciones entre los comunistas disidentes y los ugetistas en sectores como el metalúrgico, el
de luz y fuerza y el de las artes gráficas.
La FOUS intervino en las dos de las huelgas más importantes desarrolladas en Cataluña en
vísperas de la guerra civil, en junio de 1936, que además se superpusieron en el tiempo.
Fueron las de los sectores de artes gráficas y del mercantil, y en ellas quedó de manifiesto
tanto la fuerza como la debilidad de los sindicatos dirigidos por el POUM. No es coincidencia
que estas dos huelgas se diesen en los sectores en los que los comunistas disidentes siempre
habían tenido mayor implantación. Estas huelgas permitieron a la FOUS fortalecer su
credibilidad y desmarcarse de sus rivales, debido a lo cual el antagonismo sindical iba a
continuar en aumento. Los poumistas explotaron plenamente la victoria de las dos huelgas en
las que vieron un reflejo de la importancia de sus sindicatos.
Tras las elecciones de febrero el Sindicato de Industrias Gráficas, filopoumista, había tomado
220
Un ejemplo de esta colaboración fue el mitin organizado conjuntamente por los sindicatos de ferroviarios de la
CNT y de la UGT en Barcelona (Justicia Social-Octubre 3.7.36).
221
Las Noticias 17.6.36.
222
M. Utges, “El triomf dels obrers pastissers” Front 12.6.36.
223
Las Noticias 19.6.36, 30.6.86.
224
P. Bonet, “El moviment vaguista i la CNT”, Front 5.6.36; Las Noticias 19.6.36. El Sindicato de Obreros de la
Industria del Transporte de Barcelona afiliado a la FOUS, fue organizado en octubre de 1935 por un grupo de
trabajadores, en la mayoría chóferes, que creían que hacía falta formar una “organización de clase” al margen de
las centrales principales, “como reflejo de la creciente corriente en favor de la unidad” pero también del rechazo
al uso hecho en el pasado de los trabajadores del sector para “experimentos revolucionarios” (La Comissió
Organitzadora, Sindicat del Ram de Transport, “A tots els reballadors del ram del transport” Treball [Sindicato
Mercantil] 31.10.35).
225
Las Noticias 8.7.36.
272

la iniciativa de reconstituir el Frente Único de Artes Gráficas. Los demás sindicatos del sector
se mostraron reacios a colaborar con este proyecto. La CNT, una vez más, rechazó todas las
invitaciones en ese sentido, mientras que la UGT no demostró interés alguno en reintegrarse
en el frente único. A la Conferencia Regional de Artes Gráficas, organizada por el Sindicato
de Industrias Gráficas a mediados de marzo, asistieron casi exclusivamente sindicatos
autónomos, salvo en el caso del sindicato ugetista de Reus. Las demás delegaciones provenían
de los sindicatos de Barcelona, Sabadell, Terrassa, Badalona, Girona y Campdevànol – la
mayoría se iban a integrar posteriormente en la FOUS –. En la conferencia se elaboró una
nueva lista de demandas; pese a una “intensa” campaña para recabar el respaldo de los demás
sindicatos, la CNT y la UGT continuaron desentendiéndose. 226
La patronal se negó a negociar con los trabajadores de artes gráficas, por lo que el 16 de junio
se convocó una huelga que enseguida se extendió desde Barcelona a Sabadell, Terrassa,
Badalona, Manresa, Mataró, Girona, Lleida y después a otras poblaciones de Cataluña.
Mientras al aparecer la huelga era total en las comarcas, en Barcelona el frente único se
enfrentaba a la oposición de la UGT, de la UGSOC y especialmente a la de la CNT, que hizo
público un manifiesto en el que se llamaba a romper la huelga. El Sindicato de Industrias
Gráficas no dudó en recurrir a la fuerza para imponer la huelga, lo que llevó a Solidaridad
Obrera a denunciar actividades coactivas de grupos armados de “provocadores” y “fascistas
del POUM”. Pese a esta oposición, al cabo de dos días el 85% de los trabajadores gráficos de
Barcelona se había sumado a la huelga. Según La Batalla, incluso algunos militantes
cenetistas secundaron la movilización. Tras cinco días, durante los que la violencia fue en
aumento, la huelga fue suspendida “temporalmente” porque los empresarios aceptaron discutir
las demandas de los trabajadores en el Jurado Mixto. Para la FOUS esto constituía de por sí
una victoria, ya que significaba que las condiciones laborales se iban ahora a discutir en
Barcelona directamente en lugar de tratarse exclusivamente en Madrid a través del Comité
Nacional de Salarios, como había sucedido hasta entonces. Entre los logros alcanzados por el
frente único cabe citar la semana laboral de 44 horas, el subsidio por enfermedad, vacaciones
más prolongadas, la regulación del período de aprendizaje y el reconocimiento de los consejos
de taller. Se dejaron para negociaciones posteriores los aumentos salariales y la paridad de
salarios entre los diferentes sectores. La FOUS estaba convencida de que, al haber forzado a la
patronal a hacer estas concesiones y al haber impuesto la huelga contra los deseos manifiestos
de la CNT, había logrado ganar una importante batalla dentro del movimiento sindical de
Barcelona. Esto fortaleció su ilusión de que, al menos en algunos sectores, iba a lograr
desplazar para siempre a los anarcosindicalistas. 227
Fue entre los trabajadores mercantiles donde la política de los comunistas disidentes tuvo, una
vez más, mayor eco. Tras la huelga de 1933, los elementos más radicales de este sector habían
fortalecido su implantación en los sindicatos del ramo, especialmente en el seno del CADCI,
organización que desde 1934 controlaba el PCP. 228 En la Unión Ultramarina se había elegido
en enero de 1934 una junta “revolucionaria” encabezada por Àngel Álvarez, militante del

226
Front 20.3.36; La Junta. Sindicat d'Indústries Gráfiques i Similars, “A tots els obrers de les Arts Gráfiques”
marzo 1936 (octavilla, IMHB).
227
Para la huelga de artes gráficas véase, Las Noticias 7.6.36, 14.6.36, 17.6.36, 19.6.36, 21.6.36; y Comercio y
Navegación junio 1936; para el punto vista de la FOUS, Front 5.6.36, 26.6.36; y La Batalla 15.6.36, 26.6.36.
Para la visión de la CNT véase, Solidaridad Obrera 17.6.36, 18.6.36, 19.6.36.
228
Véase el periódico de la Minoria d'oposició mercantil del CADCI, dirigida por militantes del PCP, Front
Mercantil 9.2.34.
273

BOC. 229 No obstante, en el sector mercantil iba en aumento la rivalidad entre diferentes
facciones. Cuando, en marzo de 1934, el frente único se había reconstituido como Frente
Único de Trabajadores Mercantiles (FUTM) no se integraron en él ni el CADCI ni la UGT. 230
Sin embargo, el Sindicato Mercantil estaba convencido de que la “inmensa mayoría” de los
150 000 trabajadores del sector en Cataluña seguían las consignas del FUTM. 231
Tras la victoria del Frente Popular, los sindicatos mercantiles se abocaron a la tarea de
recuperar los logros alcanzados en 1933 y abolidos por el gobierno en junio de 1935. La
retirada de la Carta de Trabajo, que aseguraba la continuidad en el puesto de trabajo a todos
los trabajadores de este sector hasta fines de 1936, había causado un amplio descontento. Esta
medida había privado a los trabajadores del sector, cuyos ingresos eran exiguos, de la mínima
seguridad laboral que habían logrado alcanzar. Ya en octubre de 1935, el FUTM había
elaborado una nueva lista de exigencias, entre las que se incluía el restablecimiento del
acuerdo alcanzado en 1933. 232 La negativa de la patronal a discutir las propuestas del frente
único hizo que la huelga fuese inevitable. Según La Batalla, la intransigencia de los
empresarios no respondía a motivaciones económicas sino que era consecuencia de una
generalizada ofensiva política por parte de la clase dominante contra el proletariado. 233
TABLA 7: Frente Único de Trabajadores Mercantiles 1934-1936 234
Número de afiliados: 1934 1936
Barcelona:
Acción Social Profesional de Contables 1.097 1.500
Agrupación de Agentes, Corredores, Viajantes y 124 127
Representantes del Comercio y de la Industria (UGT)
Asociación de Dependencia Mercantil 817 810
Asociación de Empleados de Agentes de Aduana, 647 564
Consignatarios, Armadores y Similares
Cámara de Viajantes, Corredores y Representantes 1.286 1.592
Asociación Ferretera 578 500
Sindicato Mercantil 2.000 3.921
Unión Profesional de Cobradores y Mozos de Comercio, 400 453
Banca y Industria
Unión Ultramarina 498 527
Badalona:
Centro de Dependientes 112 120
Figueres:
Centro de Dependientes 58 98
Lleida:
Sindicato Mercantil 451 332
Manlleu:
Sección Mercantil del Sindicato Fabril
Sabadell:
229
Véase la revista de la Unión Ultramarina, La Defensa marzo 1934.
230
“Projecte de Reglament del Front Únic de Treballadors Mercantils”, Lluita 15.2.34; Transports abril 1934.
231
Treball (Sindicato Mercantil) 1.10.34.
232
FUTM, Noves bases de treball dels estaments de l'engròs, detall i alimentació s.f. (Barcelona) (IMHB); La
Defensa noviembre 1935, marzo 1936; Lluita (FET) 15.3.36.
233
La Batalla 10.7.36.
234
“Cens Electoral Social” Butlletí Oficial de la Generalitat de Catalunya 26.7.34, 3.7.36; Front 27.3.36.
274

Sindicato de Empleados y Técnicos 607 700


Terrassa:
Asociación de Empleados y Técnicos 893 837

Los sindicatos mercantiles eran en 1936 considerablemente más poderosos de lo que habían
sido dos años y medio antes. Los ocho sindicatos que integraban el FUTM en Barcelona
habían aumentado de 7.000 a 10.000 su número total de afiliados, mientras que los del CADCI
lo habían hecho de 11.000 a más de 14000. Por otra parte, los sindicatos de la FOUS de
Sabadell, Terrassa, Badalona, Lleida, Figueres y Manlleu, que en conjunto contaban con unos
2.500 afiliados, se habían unido al frente único, al igual que la ugetista Agrupación de
Agentes, Corredores, Viajantes y Representantes del Comercio y de la Industria (ver Tabla 7).
Con todo, los repetidos llamamientos del FUTM al CADCI para que éste se le uniese a fin de
presentar una lista conjunta de exigencias a la patronal no prosperaron, por lo que, en mayo de
1936, el frente único decidió actuar por su cuenta. 235 Entretanto, los militantes del POUM
integrados en el CADCI intentaban forzar, por lo menos, un cambio de orientación, si no un
cambio de la dirección de la organización. 236 Finalmente, dado que el FUTM y el CADCI
vieron la imposibilidad de arrancar por separado concesiones a la patronal, ambas
organizaciones decidieron aunar sus fuerzas temporalmente contra el enemigo común. En una
asamblea conjunta celebrada en Barcelona el 10 de junio el FUTM y el CADCI decidieron que
no quedaba otra alternativa que ir a la huelga. 237
El paro comenzó el 18 de junio y duró nueve días; a diferencia de lo sucedido en 1933, esta
vez la huelga se extendió desde Barcelona a poblaciones de la provincia como Sabadell, Man-
resa, Terrassa, Mataró, entre otras. 238 La vida comercial de Barcelona quedó rápidamente
paralizada por la huelga, cerraron la mayoría de los comercios, ningún barco pudo zarpar del
puerto de la ciudad debido a que los funcionarios de aduanas se sumaron al paro y el comité de
huelga asumió el control de la distribución de alimentos. El tercer día de la huelga la
Generalitat dio orden de apertura a los comercios y decidió utilizar a la policía para hacerla
cumplir, pero el resultado fue un aumento de actividad de los piquetes para obligar a los que
abrieron sus puertas a volver a cerrar. A fin de evitar una escalada de la violencia, Companys
aceptó retirar la orden de apertura obligatoria de los comercios, tal como exigían los
huelguistas. Según el Sindicato Mercantil, durante el resto de los días que duró la huelga todos
los establecimientos comerciales permanecieron cerrados. Como ya había sucedido en 1933,
los Grupos de Acción de los comunistas disidentes desempeñaron un papel disuasorio
importante contra posibles esquiroles. Esto llevó a la detención de muchos militantes del
POUM y a que algunos resultasen heridos durante los conflictos tanto del sector mercantil
como del de artes gráficas. 239 La huelga de los oficinistas y dependientes de comercio causó

235
Sobre los acontecimientos previos a la huelga véase, Treball (Sindicato Mercantil) 31.10.35; Front 20.3.36,
27.3.36, 1.5.36; Las Noticias 22.4.36, 28.4.36.
236
Entrevista con Manel Alberich, 6.12.84.
237
Front 26.6.36.
238
Para detalles sobre la huelga y su desenlace véase, FUTMCADCI, Butlletí del Comité de Vaga núm.1, s.f.
(Barcelona); Las Noticias 17.6.36, 23.6.36; La Batalla 26.6.36, 3.7.36, 10.7.36; Treball (Sindicato Mercantil) s.f.
(julio 1936); Comercio y Navegación junio 1936.
239
La Batalla (26.6.36.) informó que 53 militantes del POUM habían sido detenidos hasta esta fecha durante los
conflictos mercantil y de artes gráficas. Según Carmel Rosa (Roc), militante destacado de la JCI y de la
Asociación de Empleados y de Agentes de Aduana, 120 militantes de la JCI fueron detenidos durante la huelga
mercantil (entrevista con el autor 27.9.85.).
275

de nuevo una honda impresión en la opinión pública, especialmente en la de las comarcas de


Barcelona, donde nunca se había dado una huelga en este sector. Poco después de iniciado el
paro, la patronal se vio obligada a retroceder y el 27 de junio ya había aceptado la mayoría de
las exigencias sindicales. Una multitudinaria asamblea de trabajadores se pronunció a favor de
volver al trabajo al día siguiente, con la garantía del consejero de Trabajo de la Generalitat de
que el resto de las demandas planteadas iban a ser aceptadas en un plazo de ocho días. Los
trabajadores mercantiles lograron, aparte del restablecimiento de las mejoras alcanzadas en
1933, un aumento salarial general del 7%, la instauración de la semana laboral de 44 horas en
el ramo mayorista y de 47 en el minorista, mayores vacaciones y la creación de un Censo
Profesional obligatorio.
Esta nueva victoria de los trabajadores del sector mercantil parece que fue tan inesperada
como la de 1933, y sus repercusiones igualmente trascendentes. Una vez más, este sector
tradicionalmente débil había sido capaz de mantener una huelga de extensión impresionante.
Se calcula que unos 100 000 trabajadores participaron en ella, pese a la inhibición ésta de la
CNT y a la hostilidad de ERC. Tanto el POUM como los partidos que iban a constituir poco
después el PSUC intentaron sacar provecho político de la victoria alcanzada. Octubre Justicia
Social alabó el liderazgo del CADCI y arremetió contra el FUTM tildándolo de “herramienta
del POUM”, mientras que La Batalla afirmó que la huelga iba a mostrar a “otros sectores
obreros [...] que no puede confiar nunca sus progresos y avances a gobiernos pequeño
burgueses, aun que éstos sean [...] del Frente Popular”. 240 La táctica radical empleada en esta
huelga contrastaba con la cautela general de socialistas y comunistas ante los conflictos
laborales; el hecho de hubiese llevado a los trabajadores a una tan clara victoria motivaba que
los poumistas le diesen carácter de hito.
En el resto de Cataluña la FOUS también participó activamente en los conflictos sindicales
que proliferaban. Sindicatos afiliados a ella dirigieron, entre otras, las huelgas de los obreros
textiles llevadas a cabo en Calella en marzo, Girona y Sant Joan de les Abadesses en junio, en
Alfarràs en julio, así como la de los obreros de la industria de la piel de Igualada en el mismo
mes. 241 Como ya había sucedido en Barcelona, algunas de estas huelgas ocasionaron disputas
con sindicatos rivales. No obstante, cuando el sindicato cenetista de la construcción de Girona
fue a la huelga se vio obligado a recurrir al respaldo del sindicato homólogo de la FOUS, que
se adhirió a la acción. 242 Por contra, la CNT de Lleida, con el respaldo de la UGT, organizó en
junio una huelga de la construcción cuyo objetivo, según La Batalla, era socavar a la FOUS.
En consecuencia, los sindicatos del POUM se negaron a secundar el paro, lo que llevó a que
los anarcosindicalistas los acusasen de esquiroles. Al mismo tiempo, la FOUS leridana estaba
organizando sus propias luchas, que menospreciaron sus rivales cenetistas y ugetistas, más
débiles que ella. El 22 de junio, sin duda animado por la lucha de sus compañeros
barceloneses, el Sindicato Mercantil de Lleida inició una huelga, tras rehusar la patronal,
respaldada por la organización local de ERC y por las autoridades, discutir las exigencias de
los trabajadores. Siete días después, sorprendidas por la determinación de los trabajadores, las
autoridades se vieron obligadas a presionar a la patronal para negociar, y el Sindicato
Mercantil interrumpió la huelga. Ante la posterior ruptura de estas negociaciones, la
federación leridana de la FOUS convocó para el 6 de julio una huelga general de 48 horas en
solidaridad con los trabajadores mercantiles, que paralizó por completo la ciudad. Según la

240
Justícia Social-Octubre 3.7.36, 17.7.36; “La huelga de los trabajadores mercantiles” La Batalla 26.6.36.
241
Cámara Oficial de Gerona 1936, p.138; véase la relación de huelgas en Vinyes, Catalunya… pp. 322-329.
242
Las Noticias 25.6.36; “El movimiento de huelgas en Gerona”, La Batalla 3.7.36.
276

FOUS, la UGT y la CNT se opusieron a la huelga, y ésta última llegó a ofrecer sus servicios a
la patronal, al ayuntamiento y al comisario de orden público. 243
El POUM señaló que el papel desempeñado por la FOUS en el movimiento huelguístico de
aquella primavera en Cataluña marcaba una ruptura con el “confusionismo suicida” de la CNT
y la UGT. La prensa de los comunistas disidentes señalaba que había quedado nítido el
contraste entre un POUM que alentaba a las masas obreras y el reformismo en general, la
“impotencia” de la UGT y de la UGSOC y el “esquirolaje” de la CNT. Los líderes de la FOUS
afirmaron que el mérito de ésta radicaba en “no está ligada a intereses y conveniencias
políticas”, a diferencia del sindicalismo vinculado al PSOE o a la FAI, “y por eso puede
interpretar fielmente el sentir de las masas trabajadoras”. 244 Así, en junio de 1936, el Comité
Ejecutivo del POUM, declaró que el “verdaderamente extraordinario” trabajo sindical
desarrollado por el partido en los meses anteriores había llevado a que la clase obrera catalana
se identificase “cada vez más” con los comunistas disidentes. 245 Aparte del tono retórico de
este análisis, está claro que el papel desempeñado por la FOUS en algunos de los importantes
conflictos laborales que se dieron en las semanas precedentes al inicio de la guerra civil
aumentó su prestigio y por ende su implantación. No obstante, como se ha visto, sus intentos
de proyectarse como un movimiento sindical independiente, unitario y no sectario no llegaron
a convencer a sus rivales, por lo que en este período el nivel de cooperación entre los
sindicatos dirigidos por el POUM y las demás organizaciones sindicales decayó de manera
significativa. La especial hostilidad demostrada por la UGT en estos momentos, que contrasta
con su actitud dos años atrás, quedó de manifiesto en el hecho de que la central socialista
tendía a alinearse con la CNT contra la FOUS; así lo hizo en Lleida, yen el ámbito de Cataluña
hizo lo mismo en los sectores del metal, artes gráficas y luz y fuerza. La limitada y tardía
cooperación entre los sindicatos barceloneses del transporte y del sector textil de la UGT y de
la FOUS constituyó una excepción a la tónica general. Por lo demás, la “implacable campaña”
que, según el POUM, la CNT y la FAI orquestaban en su contra hacía muy poco probable que,
a corto plazo, se pudiese pensar en una colaboración duradera con los anarcosindicalistas.
Cabe añadir que la estrategia ofensiva y la actitud competitiva de la propia FOUS, que explotó
a fondo la renovada combatividad sindical, también debió de contribuir a aumentar la tirantez
de sus relaciones con las demás fuerzas sindicales. En definitiva, en relación con su estrategia
de unidad sindical, la FOUS sólo podía aspirar a ganar para sus planteamientos unitarios a
algunos sectores de las otras centrales sindicales, dada la hostilidad de las direcciones de éstas,
aparte de la tarea de fortalecerse a sí misma mediante el reclutamiento.
Por último, los comunistas disidentes tenían una idea exagerada de su propia importancia
debido a que subestimaban a la CNT. Ésta conservaba un gran ascendiente entre la clase
obrera catalana a pesar de que, desde la instauración de la república, su número de sus
afiliados había ido reduciéndose. En la FOUS estaba integrada una importante y combativa
minoría de obreros de Cataluña, pero la mayoría, sobre todo en Barcelona, seguía
simpatizando con la CNT, como iba a quedar patente durante los primeros meses de la guerra
civil. El subjetivismo del POUM en el análisis de la situación interna del movimiento obrero
catalán lastró su política sindical. Discutir si estaba justificada la confianza del partido en que
los sindicatos por él dirigidos iban a seguir creciendo pertenece al terreno de la especulación.

243
Sobre estos conflictos véase, La Batalla 15.6.36, 3.7.36,17.7.36; Las Noticias 12.6.36, 17.6.36, 7.7.36, 8.7.36;
Justicia Social-Octubre 3.7.36.
244
J. Arquer, “La Unitat Sindical”, Front 17.7.36; “Las luchas sociales en Cataluña”, La Batalla 26.6.36.
245
Comité Ejecutivo 22.6.36, “A todos los afiliados y simpatizantes del POUM” La Batalla 26.6.36.
277

Tan sólo diez semanas después de la fundación de la FOUS, estalló la guerra civil, lo que
consecuentemente impuso un cambio drástico en la estrategia sindical del POUM.

La tormenta inminente.
La ola huelguística acontecida a principios del verano de 1936, así como el crecimiento de las
organizaciones obreras producido a lo largo de la primera mitad del año, tuvieron como
trasfondo los insistentes rumores acerca de conspiraciones derechistas, acompañados de una
escalada de la violencia callejera. En abril, La Nueva Era había afirmado que la ola de
agresiones contra militantes de izquierda “no se trata de actos más o menos esporádicos sino
más bien de acciones claramente preparadas y aquilatadas” que representaban un retorno a las
tácticas terroristas empleadas en los años veinte. 246 La amenaza de que se diese un golpe de
corte fascista se había tornado muy factible, y sobre esta amenaza se insistía cada vez más en
la prensa y en los mítines del POUM. La “contraofensiva burguesa”, como la había definido
Maurín en mayo de 1936, había finalmente comenzado; prueba de ello eran los sabotajes a la
actividad económica y la multiplicación de las actividades de grupos fascistas y de los
elementos reaccionarios del ejército. Con todo, tal como había señalado el dirigente del
POUM en su obra Hacia la Segunda Revolución, en España aún no se daban las condiciones
favorables a una victoria del “fascismo clásico”, el que había triunfado en Italia y
Alemania. 247 Por el contrario, según La Batalla, era muy factible que tuviese lugar un
levantamiento militar encabezado por generales, de los que ya apuntaba los nombres de
Franco, Mola y Goded. 248
La “ineptitud” gubernamental ayudó, según el POUM, a los planes de la derecha. El 16 de
junio, en una intervención ante las Cortes, Maurín censuró a los republicanos por permitir que
las “hordas fascistas” difundiesen sus ideas utilizando la prensa y el Parlamento en lugar de
aplicar “medidas enérgicas” para erradicar la amenaza planteada por la contrarrevolución. La
coerción no bastaba para frenar al fascismo, las medidas políticas eran también esenciales.
Para Maurín había que aplicar el programa del Frente Popular, del que ni una “centésima
parte” había entrado en vigor, y además poner en práctica una política general que beneficiase
a la clase trabajadora y que incluyese, entre otras medidas, la nacionalización de la tierra, de
los medios de comunicación y de las grandes industrias. 249 Sin embargo, el gobierno se
dedicaba a perseguir a los sectores más radicales del movimiento obrero en lugar de poner
freno a las actividades de los grupos fascistas y de sus correligionarios. Tres meses después de
la investidura del nuevo gobierno, las garantías constitucionales seguían suspendidas, la
prensa censurada — también la del POUM — y la “libertad de reunión y asociación es
tolerada, pero no es considerada un derecho”. Los comunistas disidentes pronosticaron que “la
asfixia de la democracia”, por parte del gobierno del Frente Popular sólo “trae consigo la
victoria de la derecha”. La convicción del POUM acerca de la incapacidad gubernamental para
reformar la vieja maquinaria estatal, al igual que sus afirmaciones sobre los resultados que iba
a tener la política represiva del gobierno, se vieron confirmadas por la espantosa matanza
perpetrada por la Guardia Civil el 29 de mayo en Yeste, en la que murieron 17 campesinos. El
censor gubernamental incluso prohibió la publicación en Front de un artículo en el que, tras el
246
“Comentarios”, La Nueva Era marzo-abril 1936.
247
J. Maurín, “¿Revolución democráticoburguesa o revolución democráticosocialista?” La Nueva Era mayo
1936; Maurín, Revolución y contrarrevolución... p.208; J. Maurín “Introducción”, A. Lansberg, El arte de la
insurrección (Barcelona 1936) p.6.
248
“Ante una situación inquietante”, La Batalla 17.7.36.
249
Maurín, Intervenciones... pp. 14-18.
278

trágico suceso, se hacía un llamamiento a la disolución de la Guardia Civil. 250


El eje central del análisis político del POUM continuaba siendo, como a lo largo de todo el
período republicano, que la burguesía y la pequeña burguesía eran incapaces de protagonizar
la revolución democrática, y que sólo la clase obrera podía hacerlo y así destruir las raíces del
fascismo. La línea política del partido parecía verse confirmada por la falta de voluntad e
incapacidad del gobierno de socavar el poder de los propietarios rurales, del capital industrial,
de la iglesia y del ejército. Pero, para alcanzar el poder, la clase obrera debía conquistarlo. A
finales de mayo de 1936, el Comité Ejecutivo del POUM señalaba que “el marxismo
revolucionario no puede aceptar el supuesto que la clase trabajadora podrá tomar el poder por
gradaciones sucesivas desplazando progresivamente a la burguesía [...] la historia ha enseñado
que una clase no es alejada del poder si no es por medio de una acción violenta [...] la clase
trabajadora tomará el Poder al margen del Parlamento y de las luchas de carácter electoral”.251
Con todo, el apoyo que el Partido Socialista y el Partido Comunista seguían dándole al Frente
Popular entorpecía el que la clase obrera emprendiese ese camino. Las consecuencias prácticas
de la posición de socialistas y comunistas habían quedado de manifiesto tras la matanza de
campesinos de Yeste: los diputados del PSOE y del PCE retiraron la propuesta que hicieron,
tras la salvaje represión, de disolver a la Guardia Civil, ya que creían ahora, según La Batalla,
que “era preciso evitar la crisis de Gobierno, salvar a todo trance el Frente Popular”. 252 Los
diputados socialistas, tanto del ala derecha como de la izquierda, respaldaban invariablemente
a Santiago Casares Quiroga, sucesor de Azaña en el cargo de primer ministro. A pedido de
Casares Quiroga, los diputados del PSOE se abstenían de plantear preguntas incómodas acerca
de conspiraciones militares y la provocación de la derecha para crear el caos.253 Como Maurín
argumentó ante las Cortes el 15 de abril, si los socialistas creían, como lo habían hecho sus
homólogos alemanes y austriacos, que era posible “estabilizar la república democrática”, iban
a asistir también como ellos a la instauración de “un régimen fascista que será presidido o por
Gil Robles o por Calvo Sotelo o por otro aspirante a Führer o a Duce”. 254
La incoherencia del PSOE ante una situación en la que se revelaba inminente un
pronunciamiento militar exasperaba cada vez más al POUM. La facción “profundamente
menchevique y republicana” de Prieto sólo quería, según los comunistas disidentes, “convertir
al movimiento obrero, lo mismo que el Partido Comunista, en un fiel soporte del Frente
Popular”. Por su parte los dirigentes de la izquierda socialista carecían “de base doctrinal, de
plataforma concreta, de línea firme”; el resultado era que utilizaban constantemente un
lenguaje contradictorio y a menudo izquierdista, combinado con una práctica política centrista,
aunque sus seguidores eran en general revolucionarios sinceros. 255 Pese a su retórica
revolucionaria, Largo Caballero y sus correligionarios, en realidad, no presentaron en las
Cortes oposición a la política del gobierno republicano. En mayo, Maurín, parafraseando a un
observador de la situación italiana en 1919-20, había escrito en La Nueva Era que “el país era
socialista, pero el socialismo no sabía qué hacer con el país”. 256 La prensa poumista criticó

250
“La democracia encadenada”, La Batalla 29.5.36; “Yeste, tragedia de España” ibíd 12.6.36.
251
Resolución del Comité Ejecutivo del POUM, “El problema de la Unificación Marxista”, ibíd 29.5.36.
252
“Yeste, tragedia de España”, ibíd 12.6.36.
253
P. Preston, The Coming of the Spanish Civil War (London 1994) p.271.
254
Maurín, Intervenciones... pp.7-11.
255
“Ante la ofensiva del fascismo y la quiebra del Frente Popular. Manifiesto del Comité Central del POUM a la
clase trabajadora española”, La Batalla 17.7.36.
256
J. Maurín, “¿Revolución democráticoburguesa o revolución democráticosocialista?” La Nueva Era mayo
1936.
279

aun más acerbamente al PCE, cuya degeneración oportunista consideraba equiparable a la de


las alas de centro y derecha del PSOE. Para La Nueva Era, la defensa del Partido Comunista
del “orden republicano”, como lo denominaba Mundo Obrero, “significaba defender a toda
costa el régimen capitalista contra el proletariado”. La revista teórica del POUM afirmaba que
sólo mediaba un paso entre esto y “pedir plenos poderes” para la burguesía a fin de que ésta
pudiese defender sus intereses “por medio de las fuerzas coactivas del Estado republicano
contra el movimiento revolucionario”. 257 El 12 de julio, la dirección del POUM declaró que la
insistencia en subordinar las demandas de la clase obrera al mantenimiento del Frente Popular,
en un clima de profunda inestabilidad sociopolítica y con unas masas obreras radicalizadas,
significaba “un crimen y una traición” cuyas consecuencias iban a costar muy caras. 258 Para
los poumistas la estrategia del PCE y de algunos sectores del PSOE iban a deteriorar
gravemente el prestigio de los republicanos y también el de los mismos partidos obreros que
los respaldaban. Así, era probable que los sectores obreros influenciados por comunistas y
socialistas se desmoralizasen, lo cual sólo serviría para fortalecer al fascismo. Era menester,
por lo tanto, que el movimiento obrero “aprovechase la más mínima lucha revolucionaria para
aproximarse a la batalla definitiva”. Al igual que en octubre de 1934, ante la férrea oposición
de la derecha incluso a las más tímidas reformas sociales, y en vista de sus preparativos para
llevar a cabo un golpe militar, la izquierda no tenía otra alternativa que movilizar a las masas.
Sin embargo, ni el PSOE ni el PCE estaban dispuestos a hacerlo, hasta que el pronunciamiento
militar los obligó a ello. Por lo demás, la CNT, que era la única organización de masas que
podía erigirse en alternativa al PSOE y al PCE, carecía de la coherencia política necesaria para
transformar la indudable combatividad de sus afiliados en un verdadero desafío a la derecha.
Ante la amenaza que la derecha autoritaria representaba, la mayoría de las organizaciones
obreras abogaban, teóricamente por lo menos, a favor de la formación de algún tipo de
“milicias obreras”. Cómo debían constituirse éstas era objeto de discusión. Por parte del
POUM, la primera referencia al tema fue un artículo, de Luis García Palacios, dirigente del
POUM madrileño, aparecido en noviembre de 1935. 259 En este artículo García Palacios
propuso la “reorganización y el rearme” de las milicias que se habían creado antes de octubre
de 1934, como parte de un proceso general de desarrollo de la organización revolucionaria e
independiente de la clase trabajadora. Ante el incremento de la violencia de los grupos
fascistas y los insistentes rumores acerca de complots militares, el POUM subrayaba la
necesidad de crear estos cuerpos paramilitares. Al mismo tiempo, el partido criticaba con
dureza la “retórica demagógica” del PSOE, y más aun al PCE, por dedicarse a enardecer con
“fáciles latiguillos” los sentimientos de las masas en mítines, uniformarse y organizar desfiles
militares y no hacer nada por estructurar cabalmente las milicias como cuerpos defensivos y
ofensivos. Tanto el PSOE como el PCE exhortaban a sus afiliados a no responder a las
“provocaciones fascistas”, al tiempo que llamaban al gobierno a desarmar y disolver a los
grupos reaccionarios. El POUM, por su parte, consideraba que las organizaciones obreras
debían ser las que se encargasen de frenar a la extrema derecha, ya que estaba claro que no se
podía confiar en que el gobierno lo hiciese. Los comunistas disidentes eran especialmente
257
“Comentarios”, ibíd, julio 1936. De interés en este contexto es el manifiesto conjunto del PSOE, PCE y
POUM en Sama de Langreo el 1 de mayo 1936 que termina con un “¡Viva la revolución social!”; una muestra
bastante clara que la política del Frente Popular no estaba todavía asumida por, al menos, algunos sectores de la
base comunista, F. Erice, (coordinador), Los comunistas en Asturias 1920-1982 (Gijón 1996) p.524.
258
“Ante la ofensiva del fascismo y la quiebra del Frente Popular. Manifiesto del Comité Central del POUM a la
clase trabajadora española”, La Batalla 17.7.36.
259
L. García Palacios, “Bolchevismo y menchevismo. El proletariado y la pequeña burguesía en España”, ibíd
18.11.35.
280

críticos con el PCE, en cuyos mítines se enarbolaban pancartas en las que se hacía referencia a
milicias obreras y campesinas “que no existían” mientras que en la prensa de ese partido se
denunciaba los intentos de formar realmente tales milicias como “una provocación
trotskista”. 260
El POUM carecía de los recursos necesarios para crear un cuerpo de milicias bien
estructurado, aunque la JCI continuó organizando sus propios desfiles de corte paramilitar,
como lo había hecho en 1934. 261 Los poumistas utilizaban sin vacilar la acción directa contra
los grupos derechistas y fascistas siempre que podían, yen aquella situación las oportunidades
eran cada vez más frecuentes, sobre todo en Madrid. Así, cuando el 11 de julio la organización
fascista Falange Española ocupó brevemente los locales de una emisora de radio en Valencia,
la sección local del POUM se unió a militantes anarquistas y sindicalistas en una
manifestación espontánea que, pese a la oposición de los partidos integrados en el Frente
Popular, atacó la sede de la Derecha Regional Valenciana, las oficinas del Diario de Valencia
y la sede de la patronal. 262
Aunque no renunciaba a la acción paramilitar propia, necesariamente muy limitada, el POUM
creía que la creación de milicias era algo que no podía depender de un solo partido, y que
tampoco podía dejarse en manos de las organizaciones juveniles. La creación de las milicias
equivalía a “armar al proletariado”, por lo que éstas debían abarcar no sólo al movimiento
obrero organizado sino a todos los trabajadores, estuviesen afiliados o no. La dirección del
POUM argumentaba que las alianzas obreras constituían la herramienta más adecuada para
lograr que todos los trabajadores se involucrasen en esta empresa. A lo largo de toda la
primera mitad de 1935 los comunistas disidentes habían sostenido que, pese a los reveses
sufridos, las alianzas obreras iban a entrar en un período de crecimiento. Esta fue una de las
razones que los llevó a pronosticar el fracaso del Frente Popular cuando se planteó su
creación. 263 A principios de 1936, ya era manifiesto que se había producido todo lo contrario a
lo que el POUM había previsto y Nin se vio obligado a admitir, a través de las páginas de La
Batalla, que las alianzas obreras se veían reducidas a una “existencia vegetativa”.264 En marzo
de 1936 el Comité Ejecutivo del POUM intentó remediar esta situación; con este fin se dirigió
por escrito a las organizaciones que habían integrado la Alianza Obrera de Cataluña propo-
niéndoles que ésta se reorganizase. El documento enviado por el POUM fundamentalmente
reiteraba los argumentos desde siempre esgrimidos por el partido acerca del papel de las
alianzas en el proceso revolucionario, su existencia como “superorganizaciones” y no como
una mera tendencia dentro del movimiento obrero y la necesidad de que existiese una
organización a escala española; además planteaba también algunas propuestas detalladas
acerca de la estructura de las alianzas. En el mismo documento los comunistas disidentes se
referían, como ya lo habían hecho en 1935, a la necesidad de crear comités de las alianzas en
los lugares de trabajo, cuyos integrantes debían ser elegidos por todos los trabajadores de cada
centro, incluidos los que no tuvieran afiliación política. 265 En La Nueva Era, Maurín había

260
“La tarea más urgente es la constitución de las milicias” ibíd 10.4.36.
261
La JCI celebró un desfile paramilitar en Lleida el 1 de mayo, y otro en Sabadell nueve días después. En éste,
1.000 militantes de la JCI desfilaron por la ciudad camino al bosque de Can Feliu, donde se celebró una
concentración con deportes, teatro y concursos de coros y de oradores (ibíd 15.5.36.); véase también la octavilla
que anunciaba la concentración de Can Feliu, que habla de “las milicias del POUM” (IMHB).
262
La Batalla 17.7.36.
263
“La Alianza Obrera Nacional”, ibíd 23.8.35.
264
A. Nin “Hacia una nueva etapa de la Alianza Obrera” ibíd 6.3.36.
265
“Alianza Obrera. Proyecto de reorganización que presenta el Comité Ejecutivo del POUM” ibíd 27.3.36.
281

desarrollado la idea de estos comités en los lugares de trabajo, que él consideraba un medio de
llevar a las alianzas a ser una organización del estilo de los soviets. 266
En realidad, la creación de estos soviets españoles distaba de ser tarea fácil, y el nuevo intento
de resucitar la Alianza Obrera catalana, incluso con su estructura de antaño, resultó infruc-
tuoso. La causa principal de este fracaso fue el deterioro de las relaciones entre el POUM y las
demás organizaciones marxistas, ocasionado por la tendencia hacia la unidad política entre
estas últimas y su respaldo al Frente Popular. De los treintistas, la mayoría de cuyos sindicatos
estaban a punto de reintegrarse en la CNT, el POUM tampoco podía esperar mucho. Existían,
no obstante, ciertos indicios de que en algunas localidades de Cataluña la idea de la Alianza
Obrera aún seguía teniendo arraigo. El 1 de mayo se celebraron en Cataluña una serie de
mítines convocados conjuntamente por diversas organizaciones obreras y, por lo menos en los
celebrados en Figueres, Palafrugell y La Pobla de Lillet, participaron los anarquistas. En
Barcelona, la Asociación de Trabajadores de Banca de la UGT tomó parte en una
concentración junto al FUTM y a otros sindicatos dirigidos por el POUM. 267 Pero sin el pleno
respaldo del resto del movimiento obrero era imposible que se construyesen las alianzas
obreras. En vísperas del inicio de la guerra civil, el POUM se vio obligado a reconocer que las
alianzas ya no existían. 268 Socialistas, comunistas oficiales y anarcosindicalistas demostraron
en la práctica, aunque por razones diferentes, igual desinterés incluso en la reorganización de
las alianzas que se habían establecido en 1934; tanto más lo hicieron en la creación de nuevas
alianzas.
La actitud ambigua, cuando no hostil, del PSOE hacia las alianzas perduró hasta ya entrado el
año 1936, aunque algunas agrupaciones locales del partido y de la UGT siguieron
expresándose a favor de aquellas. Para evitar un conflicto interno sobre el tema, la dirección
del PSOE se vio en la necesidad de enviar una circular a sus secciones a fines de 1935, dando
instrucciones a sus afiliados de permanecer en las alianzas “donde éstas existiesen” hasta que
el próximo Congreso Nacional del partido zanjase finalmente la cuestión. 269 En abril de 1936,
las palabras favorables de Largo Caballero a la organización de alianzas a “escala provincial,
regional y nacional” parecieron abonar las esperanzas del POUM acerca de que las alianzas
prosperasen. Pocas semanas después, sin embargo, el dirigente ugetista volvió a referirse al
PSOE, y no a las alianzas, como estructura destinada a ejercer la dictadura del proletariado.
Para Largo Caballero, las alianzas, si es que se organizaban, debían limitarse a desempeñar un
papel auxiliar al del partido. 270 La persistente ambigüedad manifestada por Largo Caballero
con respecto a la unidad obrera sólo podía exasperar más al POUM, cuya impaciencia con la

266
J. Maurín, “La Alianza Obrera. Orígenes, características y porvenir” La Nueva Era enero 1936.
267
El POUM afirmó haber organizado 50 mítines con 70 oradores diferentes en Cataluña, entre otros los de
Sitges (mitin de la Alianza Obrera); Palafrugel (mitin de la Alianza Obrera con oradores del POUM, Sindicatos
de Oposición, CNT y FAI); Figueres (POUM y anarquistas); La Pobla de Lillet, (manifestación convocada por el
POUM, CNT y FAI). En Manresa, Reus, Sabadell y La Bisbal hubo mítines organizados por las federaciones
locales de sindicatos con representantes del POUM entre los oradores. En Vilafranca del Penedès hablaron
representantes del POUM y de la UdeR. En Lleida, la JCI organizó un “desfile uniformado” hasta la tumba de
Isidre González, muerto durante los hechos de octubre de 1934 (Front 8.5.36; La Batalla 8.5.36.). En Tarragona,
se celebró una manifestación de 500 personas con la consigna de los mineros asturianos de octubre 1934, “UHP”
(Uníos Hermanos Proletarios), con la participación de la JCI, JSU, CADCI, POUM, PSOE, UGT y PNCP (Duch
Plana, República, Reforma i Crisi... p.40.).
268
“¡Adelante por las Alianzas Obreras!”, La Batalla 17.7.36.
269
“Las Alianzas Obreras y el Partido Socialista”, ibíd 3.1.36.
270
“Largo Caballero contra las Alianzas Obreras” ibíd 22.5.36; “Largo Caballero en favor de las Alianzas
Obreras”, ibíd; Claridad 11.5.36.
282

indefinición del dirigente de la izquierda socialista iba en aumento. Resultaba cada vez más
evidente que la iniciativa de reconstruir las alianzas obreras no iba a provenir de los
socialistas.
Mientras que los socialistas, en la práctica, siguieron oponiéndose a la reorganización de las
alianzas obreras, en teoría por lo menos el PCE continuaba estando muy a su favor. La
realidad era que en 1936 los estalinistas, ocupados como estaban en fomentar la creación de
Comités del Frente Popular, poco se ocupaban del tema de las alianzas. Esta actitud era una
continuación de la orientación política del PCE desde 1935, por lo que es fácil de comprender
que el POUM tildase de “pura demagogia” los llamamientos de los comunistas oficiales al
fortalecimiento de las alianzas obreras y campesinas en tanto que futuros soviets, paralelos al
Frente Popular. 271
A principios de 1936, la reticencia manifiesta de las demás organizaciones marxistas rivales
del POUM a comprometerse con las alianzas obreras, que causaba frustración en las filas del
partido, contrastaba con la actitud de la CNT que ahora parecía más propensa a aceptar alguna
forma de acción unitaria. Desde octubre de 1934, la actitud hostil de los anarcosindicalistas
hacia el resto del movimiento obrero venía atemperándose —a pesar de su beligerancia contra
el POUM en Cataluña—, incluso habían favorecido indirectamente el voto al Frente Popular
en las elecciones, cosa que fue crucial para la victoria de éste. La propuesta a favor de la
formación de una alianza revolucionaria con la UGT, lanzada por el congreso de la
Confederación celebrado en Zaragoza en mayo de 1936, pareció constituir un paso incluso
más importante hacia la unidad de los trabajadores. El POUM acogió con entusiasmo esta
propuesta y ante la respuesta negativa de los socialistas a la iniciativa unitaria
anarcosindicalista, criticó enérgicamente al PSOE por su falta de visión. En mayo del mismo
año, Nin afirmó en La Batalla que “a pesar de su carácter limitado, representaría un gran paso
adelante que habría de conducir fatalmente, en plazo no lejano, a la constitución de una vasta
Alianza Obrera que englobara a todas las fuerzas proletarias organizadas...”. Con todo, Nin
señaló que la voluntad cenetista de limitar esta alianza a una unión entre ella misma y la UGT
representaba un “subterfugio ingenuo” mediante el cual los anarcosindicalistas pensaban poder
sortear la espinosa cuestión de la unidad con los partidos políticos. Nin añadió que la
aseveración de la CNT de que ella y la UGT aglutinaban y controlaban “en su seno a la
totalidad de los trabajadores de España” era falsa, ya que muchos miles de trabajadores
estaban integrados en otras centrales sindicales. 272 No obstante, el Comité Central del POUM
declaró el 12 de julio que la decisión de la CNT de plantear la acción unitaria con la UGT
significaba que aún existía “un clima extraordinariamente favorable para que las alianzas
obreras se hiciesen realidad”. 273 El optimismo manifestado por los comunistas disidentes con
respecto al futuro de la unidad obrera no se correspondía con las experiencias que habían
tenido en las huelgas que se habían desarrollado en Cataluña poco tiempo antes; en la práctica,
el movimiento obrero seguía tan dividido como siempre. La única excepción, si así se la puede
considerar, la constituía la limitada, aunque creciente, cooperación entre la CNT catalana y los
socialistas. Por lo demás, la hostilidad de los anarcosindicalistas hacia el POUM no se había
atemperado en absoluto.
Desde abril de 1936, el POUM había abogado reiteradamente por el establecimiento de un

271
“¡Adelante por las Alianzas Obreras!”, La Batalla 17.7.36. Como un ejemplo de la posición de los comunistas
oficiales véase la llamada del PCdeC a crear Alianzas Obreras y Campesinas en Octubre 4.6.36.
272
A. Nin, “Las Alianzas Revolucionarias” La Batalla 5.6.36.
273
“¡Adelante por las Alianzas Obreras!”, ibíd 17.7.36.
283

gobierno formado por todos los partidos que respaldaban al Frente Popular. Los comunistas
disidentes consideraban que la formación de un gobierno de esta índole iba a resultar la
herramienta más eficaz para disipar las “ilusiones” que buena parte de la clase obrera
albergaba con respecto a la estrategia del Frente Popular. A fines de junio de 1936, la gran
agitación social que venía sacudiendo al país había alcanzado tales niveles que el POUM llegó
a convencerse que estas “ilusiones” comenzaban a hacerse añicos. El mejor símbolo de esto
fue la huelga de la construcción de Madrid, en la que trabajadores socialistas y anarquistas se
enzarzaron, hombro con hombro, en un conflicto cada vez más enconado y revolucionario
contra la patronal y el gobierno por igual. Fueron también a la huelga los ramos, entre otros,
de calefactores, mecánicos de ascensores, sastres, madera, textil y saneamiento. A mediados
de junio más de 110 000 obreros estaban participando en Madrid en la ola de huelgas. El
POUM, a diferencia de los comunistas y socialistas, quienes intentaban desesperadamente
poner coto a la combatividad de los obreros madrileños, afirmaba que era menester ganar estas
huelgas a cualquier precio. Según los poumistas, en estos momentos “sólo los imbéciles o los
traidores [hablaban] de ayudar al gobierno”. Por su parte, la organización madrileña del
POUM hizo un llamamiento para que todos los conflictos pasasen a ser dirigidos por un
comité de huelga unitario que, a su vez, debía preparar una huelga general de todos los
trabajadores de la ciudad. 274
El Frente Popular parecía estar perdiendo el control sobre las masas tanto en Madrid como en
el resto del país. El 3 de julio, La Batalla afirmaba que el gobierno se encontraba indefenso
ante la agitación social, una “formidable crisis económica cada vez más grave” y los ataques
generalizados de las fuerzas reaccionarias. 275 Un editorial de La Nueva Era del mismo mes
proclamaba que había “un divorcio evidente [....] entre los anhelos y la voluntad de las masas
populares por una parte y la obra del [gobierno] por otra”. Según el editorial, “las pocas y
tímidas” reformas gubernamentales se debían a la presión ejercida por la acción directa del
proletariado, por lo que, en las circunstancias reinantes, respaldar al Frente Popular equivalía a
“frenar al movimiento de las masas [y] a hacer el juego a las fuerzas reaccionarias, cuyo
triunfo iba a ser posible solo en el caso de que el proletariado [se resignase] a adoptar una
actitud pasiva”. En consecuencia, argumentaba el editorial, debía “ampliarse e intensificarse”
la acción de las masas proletarias. A fin de que su acción fuese efectiva, la clase obrera debía
“romper las amarras que ligan al proletariado a los partidos burgueses o pequeñoburgueses
adoptando una intransigente política revolucionaria de clase”. 276
A mediados de julio arreciaron los rumores acerca de un inminente golpe de la derecha; el
dirigente derechista Calvo Sotelo había sido asesinado, en represalia por el homicidio de José
Castillo, teniente de la Guardia de Asalto. Mientras tanto que la huelga de la construcción en
Madrid había ganado virulencia, pese a todos los esfuerzos realizados por socialistas y
comunistas para desactivarla. Según el POUM, se estaba aproximando un nuevo momento
decisivo. Por un lado las masas trabajadoras actuaban ya por su cuenta, a medida que se
“ampliaba y profundizaba” el movimiento huelguístico, y por otro la extrema derecha “hacía
sus preparativos para recuperar el terreno perdido” mediante un golpe militar. Para el POUM,
ahora más que nunca la situación se “polarizaba entre revolución social o fascismo”. La única
solución consistía en “destruir de manera implacable todos los rastros de fascismo”. El 17 de

274
El Partido Obrero de Unificación Marxista, “A todos los huelguistas madrileños. Al proletariado en general”
s.f. (Madrid) (octavilla, CEHI).
275
“La revolución contra el caos”, La Batalla 3.7.36.
276
“Comentarios”, La Nueva Era julio 1936.
284

julio, La Batalla afirmó que de no hacerse, el resultado sería una terrible derrota de las masas.
La conclusión del POUM era que “la clase trabajadora haga una tregua en sus disputas
internas, que unifique su acción formando rápidamente la Alianza Obrera Nacional y que por
su empuje irresistible [...] imponga aquellas soluciones progresivas que conduzcan al triunfo
final”. 277 Sin duda el uso de la fórmula “soluciones progresivas”, cuyo verdadero significado
era claramente la toma del poder, era una estratagema para evadir la censura de prensa. Con
todo, incluso en estas circunstancias en que las masas se habían radicalizado, el POUM veía
necesario el exigir la instauración de un “auténtico gobierno del Frente Popular”. Esto
reflejaba no sólo el hecho de que entre importantes sectores de la clase obrera aún perduraba el
respaldo a la coalición de izquierdas, a pesar del aumento de luchas sociales, sino también la
propia debilidad de los comunistas disidentes. Pese a que el análisis del POUM de las
circunstancias objetivas y de las opciones a las que se enfrentaba la clase obrera podía resultar
en gran medida acertado, por sí solo el partido no podía influir sobre el curso de los
acontecimientos.
El alzamiento militar se esperaba en cualquier momento. El 15 de julio el Comité Ejecutivo
del POUM decidió movilizar a los militantes para estar preparados cuando esto acaeciese. La
mayoría de los militantes comenzaron a pernoctar en los locales del partido, mientras que
grupos de ellos montaban guardia fuera de los cuarteles donde se sospechaba que se llevaban a
cabo los preparativos para un golpe, sospechas que también Companys había comunicado a
Maurín y Nin en el curso de una entrevista. El partido aconsejó que sus comités locales de
toda Cataluña intentasen establecer contactos con la CNT y las demás organizaciones a fin de
llegar a algún tipo de cooperación formal. Sin embargo, aún había dudas sobre la inmediatez
del golpe. Maurín, tras comentarle en Madrid un diputado republicano que en los días
siguientes no iba a suceder nada, tomó la infausta decisión de trasladarse a Galicia el 16 de
julio para participar en el Pleno Regional del POUM yen una serie de mítines organizados
para los días siguientes. 278 Entretanto, como ya lo hiciera en octubre de 1934, el POUM había
organizado en Barcelona un Comité Militar, encabezado por Rovira. La treintena aproximada
de rifles Winchester ocultados tras la insurrección de octubre de 1934 salieron a luz
nuevamente. Durante la noche del 18 de julio, los militantes del POUM, como los de otras
organizaciones obreras, permanecieron tensos a la espera de la confirmación de las noticias
que daban cuenta de una rebelión militar en el norte de África. Según Gorkin, el firmado por
el Comité Ejecutivo del POUM fue el único comunicado que circuló por la tarde del día 18 en
Barcelona en el que se advertía de la inminencia de un golpe de estado. 279 Esa misma noche,
el POUM envió varias delegaciones a entrevistarse con las demás organizaciones obreras, en
un fallido intento de última hora de persuadirlas de formar un Frente Obrero Revolucionario
para encabezar la lucha contra el fascismo. Las visitas de representantes del POUM a la
Generalitat y a la comisaría central de policía a fin de obtener armas chocaron con respuestas
evasivas o directamente negativas. 280
Pocas horas después, el problema de armar y de unir al movimiento obrero para hacer frente al
levantamiento militar iba a adquirir tonos trágicamente acuciantes en las calles de Barcelona y

277
“Ante una situación inquietante”, La Batalla 17.7.36.
278
El Pleno iba a celebrase el 18 de julio, La Batalla 3.7.36. Para la versión de Maurín véase, Jeanne Maurín,
Cómo se salvó Joaquín Maurín (Madrid 1980) pp.47-48; véase también, Alba, Dos revolucionarios... p.241; Un
mitin con Maruín fue organizada para el 18 de julio en Santiago de Compostella, Fundación Eugenio Granell,
Eugenio Granell, militante del P.O.U.M. (Santiago de Compostella 2007) pp.138-9.
279
Gorkin, “El error fundamental”, POUM, L’expérience espagnole (Paris 1939) p.4.
280
Para un testimonio directo de la actividad del POUM el 18 de julio 1936 véase, Rosa-Roc pp.135-142.
285

en multitud de ciudades y pueblos de toda España. Comenzaba un nuevo y terrible capítulo de


la historia de la revolución española.
286

7. Características políticas y composición social de un


partido comunista disidente
El POUM nunca logró alcanzar el objetivo que se había fijado, como tampoco lo había
alcanzado el BOC. La guerra civil cercenó la pretensión del POUM de transformarse, primero
en Cataluña y después en el resto de España, en la vanguardia política de las masas obreras.
Especular acerca de si el POUM habría llegado a lograr sus propósitos si el curso de los
acontecimientos hubiese sido otro pertenece puramente al terreno de la conjetura. No cabe
duda de que, tal como su historia muestra, para alcanzar esa meta el partido hubiera debido
sortear una serie de serios obstáculos. Evaluar el papel desempeñado por el POUM en el movi-
miento obrero requiere examinar la naturaleza de su organización, su relación con las demás
organizaciones de la izquierda, el análisis que sobre ellas elaboró y su contribución, tanto
teórica como práctica, al desarrollo de la política revolucionaria durante la segunda República.
Con todas sus limitaciones, el BOC, y después el POUM, logró crear una organización con
importantes diferencias con respecto a los demás partidos obreros. La estructura interna del
BOC era, en contraste con la de los partidos comunistas oficiales de la época, abierta y demo-
crática. Al igual que la mayoría de los grupos comunistas disidentes en el ámbito inter-
nacional, el BOC insistía en la necesidad de preservar la democracia dentro del partido, y
consideraba que esto equivalía a defender la verdadera esencia del centralismo democrático
leninista que el estalinismo había traicionado. Es indudable que la total falta de recursos
materiales del BOC y del POUM era un elemento que hacía difícil el surgimiento de tenden-
cias burocráticas dentro de sus estructuras. Al carecer de cualquier ayuda económica externa,
el partido se veía obligado a depender exclusivamente de las contribuciones de sus afiliados.
En 1936, los afiliados con empleo pagaban al partido una cuota de 50 céntimos al mes,
mientras que los que estaban parados no pagaban nada. 1 Para financiar las campañas electo-
rales y la publicación de La Batalla y la demás prensa del partido, el BOC (y el POUM) debía
recaudar fondos adicionales. 2 Recaudar estos fondos siempre le planteó problemas al partido.
La escasez de recursos, y los problemas que de ello se derivaban, eran un tema que aparecía
constantemente en sus informes organizativos. 3 A modo de ejemplo, cabe señalar que a
mediados de 1934 tan sólo 1.260 de los 4.700 afiliados del BOC en Cataluña habían pagado
todas las cuotas correspondientes al primer semestre del año. 4 El BOC no tuvo personal a
sueldo dedicado a las tareas del partido, aparte de Maurín, secretario general, editor de La
Batalla y responsable de la modesta sede del partido en Barcelona, y de un administrador del
periódico. El trabajo administrativo y de organización se realizaba con la ayuda voluntaria de
militantes en su tiempo libre, de los que estaban parados y de los que eran estudiantes. Al

1
Boletín del POUM octubre 1935; “Funcionamiento orgánico del POUM. Instrucciones a los militantes”, La
Batalla 1.5.36.
2
Según Víctor Alba, el salario medio en los años treinta era de 200 pesetas mensuales y la contribución media de
un afiliado, en forma de cuota o de donativo, ascendía a 12 pesetas por mes, mucho más de lo que cotizaban los
afiliados de cualquier otra organización obrera en esta época (Alba, El marxismo... . tomo I, pp.734). Un trabaja-
dor de metal ganaba unas 300 pesetas al mes y uno del textil 345 (J. M. Huertas Claveria, Obrers a Catalunya
[Barcelona 1982] p.235). Según el POUM, los afiliados de la USC cotizaban 25 céntimos cada mes (“El
Congreso de la Unió Socialista de Catalunya”, La Batalla 29.5.36.). Los militantes del PCE cotizaban entre 50
céntimos y 2 pesetas, según sus ingresos (Cruz p.34).
3
POUM Comité Executiu, A propòsit d’un manifest fraccional… pp.11- 12; véase también los informes de las
reuniones del Comité Ejecutivo en La Batalla (2.6.34, 31.1.36.).
4
Véase Apéndice Dos.
287

crearse el POUM se decidió contratar a un asistente técnico, para hacerse cargo de las tareas
administrativas, y a un asistente general, para ayudar en la distribución de la prensa y las
demás publicaciones del partido. El salario de estos dos empleados, pero no así el de Maurín,
se pagaba a cargo de los ingresos procedentes de las ventas de prensa y publicaciones, por lo
que al partido no le costaban nada. 5
El entusiasmo de sus militantes suplía las carencias materiales de las que el BOC y el POUM
adolecieron. La mayoría de los militantes tenían un alto grado de identificación y compromiso
con el partido, al que dedicaban gran parte de su tiempo libre. Esta actitud contrastaba mucho
con la de la generalidad de los miembros de organizaciones obreras. Los obreros sindicados
tenían normalmente con sus centrales una relación más distante, y la pasividad se hallaba
generalizada entre la mayoría de los afiliados a organizaciones socialistas. El tamaño relativa-
mente pequeño del BOC y del POUM, el hecho de que su implantación estuviese concentrada
geográficamente, la considerable actividad interna del partido, así como sus actividades
educativas, culturales y deportivas, contribuyeron a forjar y fortalecer la identificación de la
militancia con el partido. Se le daba gran importancia también a la formación teórica. Además
del importante papel que desempeñaba el BOC-POUM en muchos ateneos populares, algunos
de los cuales dirigía y donde sus dirigentes dictaban con frecuencia conferencias, el partido
también organizaba en octubre 1931 una Escuela Marxista dedicada a impartir una formación
ideológica básica a la militancia. Se organizó cursos en geografía económica, economía
política, historia de los movimiento políticos sociales, estadística y materialismo histórico,
entre otros. Cada curso se basaba en doce clases a menudo introducidos por Maurín, Arquer o
Víctor Colomer y, hasta su marcha del BOC, organizados por Miravitlles.
Por otra parte, durante todo el período republicano, el BOC (y después el POUM) se dedicó la
divulgación del marxismo mediante la constante publicación de folletos y libros, tanto de
autores marxistas clásicos como de dirigentes del partido. El BOC estableció también su
propia compañía teatral, en 1931, conocida como Teatro Proletario, y desde 1933 como Teatro
de Masas, que representaba principalmente obras escritas por afiliados del partido, sobre todo
piezas de Gorkin. 6 La compañía, aparte de las representaciones en Barcelona, realizaba giras
alrededor de Cataluña. Según el BOC, el Teatro de Masas fue el primero de su estilo que se
fundó en España. 7 El BOC, y especialmente sus juventudes, se mostraban orgullosos de las

5
El auxiliar técnico ganaba 120 pesetas mensuales (POUM Comitè Executiu, A propòsit d’un manifest fraccio-
nal… pp.11-12). Según Víctor Alba, Maurín cobraba un salario de 300 pesetas cada mes en 1932, que aumentó a
500 antes de 1936. Cuando Maurín fue elegido diputado en 1936, recibía como tal un salario de 1 000 pesetas
mensuales, de las que entregaba la mitad al partido (V. Alba, “El món del militant del POUM”, I. Iglesias y V.
Alba [eds.] L'aventura del militant [Barcelona 1994] p.209; V. Alba, El marxisme a Catalunya. Vol.4. Joaquim
Maurín p.27).
6
Bajo los auspicios del Teatro Proletario, el BOC organizó en septiembre de 1931 un mitin con Salvador Dalí,
durante el breve período en que el artista flirteaba con el partido (“El Surrealisme al servei de la Revolució”
L'Hora 15.9.31); la conexión de Dalí con el Bloc se produjo a través de Miravitlles; ambos habían sido compañe-
ros de escuela (Entrevista con Miquel Gayolà 20.6.84); además Dalí ilustró el libro de Miravitlles El ritme de la
revolució. Sobre la breve relación de Dalí con el BOC, además de su participación en el mitin del septiembre
1931, véase Martínez Fiol p.120 y Aisa, El laberint… pp.135-6, y sobre el Teatro Proletario, ibíd pp.137-8.
7
El Teatro de Masas fue organizado, entre otros, por Pere Durán, Germinal Vidal, Francesc Gelada y Ramon
Cos. Además de obras de Gorkin, los organizadores anunciaron que iban a representar obras de teatro escritos por
otros bloquistas, como Joan Baptista Xuriguera, Ramon Magre y Juan Vallespinós (“Teatro de Masas”, La
Batalla 12.10.33); el director del teatro en 1934 era Joaquín Alfiarra (ibíd 17.3.34); sabemos que durante el
verano de 1934 el Teatro de Masas presentó La guerra estalla mañana, de Gorkin, en Barcelona, Figueres,
Girona, La Bisbal, Manresa, Mataró, Olot, Sabadell, Sitges y Tarragona (ibíd 16.6.34.). Sobre las obras de Gorkin
también véase J. Gorkin, Contra el estalinismo, (Barcelona 2001) p.13.
288

actividades deportivas que promovían; además de participar en los clubes deportivos que
existían, también fundaron los suyos propios, como la Unió Esportiva Obrera de Barcelona, y
la Juventud Atlética Proletaria de Sabadell.8 La amplia gama de actividades desarrolladas por
el BOC, y continuadas por el POUM, llevaba a que frecuentemente sus afiliados mantuviesen
entre ellos no sólo relaciones políticas sino también sociales, e incluso a que familias enteras
estuviesen afiliadas al partido.
La intensidad de las actividades del partido queda reflejada en el informe organizativo de
1933, en el que una vez más e infructuosamente se trata de trazar la frontera organizativa entre
el BOC y la FCI. El informe establecía para los militantes de la FCI un calendario semanal de
actividades políticas, según el cual cada militante de la FCI debía dedicar algún tiempo cada
día al trabajo partidista: un día a la semana debía hacerlo a la célula de la FCI de la que
formase parte, otro a la célula del BOC, otro a la de la OSR, otro a la reunión del partido en el
lugar de trabajo, otro al estudio, supervisado por una de las comisiones del partido, y por
último, otro a la reunión de los secretarios — que en algunos casos eran secretarias — de
célula del BOC — cada militante de la FCI era responsable de una célula bloquista —. El
informe concluía que “de esta manera, [quedaba] el domingo libre para que [los afiliados
pudiesen] acudir a mítines, conferencias y asambleas de carácter extraordinario”. 9 Resulta
improbable que los militantes de la FCI, y mucho menos los del BOC — cuando existía aún
alguna diferencia entre ambos —, llegasen nunca a cumplir con este grado de actividad; pero
el plan de trabajo ilustra lo que se esperaba de un militante. A principios de 1934, Maurín se
quejó de la indisciplina de muchos afiliados, lo que adscribía al “pasado anarquista” de
éstos. 10
La gran mayoría de los afiliados del BOC, y del POUM después, eran obreros manuales,
oficinistas, dependientes de comercio y campesinos, la mayoría hombres y casi todos menores
de 30 años. 11 Por ejemplo del comité ejecutivo en el momento de la fundación del POUM Nin
fue el más mayor con 43 años; Maurín tenía 39, Bonet y Molins 34, Rovira 33, Arquer 29,
Coll 28, y Gironella 27. La juventud de la base del partido era algo bastante común a todas las
organizaciones revolucionarias, como había sido muy notoria también la juventud de la

8
La Batalla afirma que “los ensayos deportivos del BOC no pueden ser más brillantes” (ibíd 24.3.32); sobre la
Juventud Atlética Proletaria de Sabadell véase ibíd 6.7.33. Para una defensa del deporte proletario véase, C. Rosa,
“Hem d'organitzar l'esport a servei del proletariat”, (Treball [Sindicato Mercantil] 31.10.35). El PCdeC reconoció
la “gran actividad deportiva” organizada por el BOC (“Sobre el trabajo de organización en Cataluña” 1933
[ACCPCE]). La posición política del POUM sobre el deporte queda ilustrada en su actitud hacia la Olimpíada
Popular, que debía celebrarse en Barcelona en julio de 1936, y que el partido se negó a apoyar directamente dada
la base “confusa” de la organización de la misma; si algún club deportivo del ámbito poumista tomaba parte en la
Olimpíada, lo haría como organización “obrera” y no “popular”. La Unión Deportiva Obrera, a pesar de criticar a
los organizadores de la Olimpíada Popular, acordó de participar en ella para protesta contra los Juegos Olímpicos
de Berlín (“La nostra posició davant l'Olimpiada Popular de Barcelona”, Front 10.7.36; “Los jóvenes comunistas
y la Olimpíada Popular de Barcelona”, La Batalla 17.7.36).
9
R. Fuster (Miquel Ferrer), “F.C.I. De organización” La Batalla 23.3.33. Para el militante bloquista “el Bloque
era una extensión de su hogar y el trabajar para el Bloque, el militar, era más importante que el trabajo que le
daba de comer, pues proporcionaba a su existencia sentido y objetivo. Los locales del Bloque estaban llenos,
todos los días, a partir de las siete de la tarde, cuando se cerraban las fabricas y tiendas. Para el militante era
inconcebible pasar una velada en que hiciera algo que no estuviera relacionado con el Bloque. Incluso los
domingos se dedicaban al Bloque. Las amistades, fuera de las familiares, eran todas del Bloque o tratabas de
atraerlas al Bloque” (Alba, El marxismo... tomo 1, pp.74-5).
10
J. Maurín, “En marcha hacia el triunfo. El período heroico de nuestro partido”, La Batalla 18.1.34.
11
Gran parte de los militantes tenía poco más de veinte años (Alba, Sísif i el seu temps... p.70); véase sobre la
edad de la célula del barrio de Gracia, en Castellví, De les txeques… p.20.
289

militancia bolchevique en la Revolución rusa. La composición social del BOC se reflejaba en


la dirección del partido. Sabemos que entre marzo de 1932 y septiembre de 1935 76 militantes
ocuparon cargos en el Comité Central del partido en algún momento; de los 68 de quienes
conocemos su ocupación, 31 eran obreros manuales y 24 trabajadores administrativos y
mercantiles y del sector de servicios en general. De los diez militantes que fueron miembros
de todos los Comités Centrales – cuatro – que se sucedieron en este mismo período, seis eran
obreros manuales. El partido contaba con pocos intelectuales o profesionales entre su
militancia; aun así, de los 17 militantes que en un momento u otro integraron el Comité
Ejecutivo durante el mismo período, se puede considerar a seis como tales. De los cuatro
trabajadores manuales que pasaron por el Comité Ejecutivo, tan sólo Pere Bonet y Josep Coll
lo hicieron de forma más o menos permanentemente. 12 Las listas electorales del BOC también
constituyen una importante fuente de información acerca de la composición social del partido.
Del total de 50 candidatos diferentes que formaron parte de alguna de las listas bloquistas en
las elecciones generales de 1931 y 1933 y en las catalanas de 1932, 27 eran obreros
manuales. 13
Mayor interés reviste aun el estudio de la implantación del BOC y el POUM en los diferentes
sectores sociolaborales de la sociedad catalana. En los principales centros industriales —
Barcelona y su cinturón —, el BOC y el POUM nunca alcanzaron una gran implantación,
pese a la importante presencia de obreros manuales en sus filas. Ninguno de los grupos
marxistas existentes logró una implantación significativa entre el proletariado industrial del
área barcelonesa; por el contrario, el anarcosindicalismo en sus diferentes tendencias, — FAI,
treintista u otras — logró conservar la lealtad de la mayoría de los sectores más combativos de
ese proletariado industrial. En cambio, el BOC y el POUM gozaban de mayor implantación en
pueblos y ciudades pequeños, de importancia industrial secundaria, donde a menudo los
comunistas disidentes habían sido los organizadores del movimiento sindical.
De un estudio de la base sindical del partido se desprende que, en general, era entre el sector
de la clase obrera catalán de origen donde el partido se hallaba más implantado. En términos
generales, estos trabajadores gozaban de una mayor continuidad en el puesto de trabajo, eran
catalanoparlantes y, a menudo, no residían en Barcelona. Como hemos visto, gran parte de la
base del treintismo pertenecía al mismo segmento del proletariado, segmento que, sin
embargo, en Barcelona en general permanecía fiel a la CNT.
No cabe duda de que el predominio de una facción u otra sobre el movimiento obrero
respondía, en cierta medida, a factores arbitrarios. De esta manera, en lo que hace al ámbito
anarcosindicalista, para decantar el predominio de una de sus tendencias no sólo influían los
factores geográficos — faísmo en Barcelona, treintismo en otros centros industriales
importantes — o de origen de los trabajadores — faísmo entre los inmigrantes y treintismo
entre los catalanes de origen —. La orientación ideológica de los dirigentes y cuadros
sindicales en cada lugar o ámbito laboral también pesaban. Por otra parte, el predominio de
una de esas tendencias tampoco llevaba a que los trabajadores de esas zonas o ámbitos
laborales pudiesen ser clasificados automáticamente como anarquistas o sindicalistas según
cual fuese la tendencia dominante. De la misma manera, se hace difícil dilucidar cuáles eran
las diferencias sociológicas entre los sindicatos de comarcas de predominio treintista y los de

12
Solamente Bonet y Maurín formaron parte de todos los Comités Ejecutivos entre 1931 y 1936; Arquer, Coll,
Colomer, Miravitlles, Rey y Tussó participaron en tres de los cuatro Comités habidos entre 1932 y 1935, véase
Apéndice Ocho.
13
Véase Apéndice Siete.
290

influencia bloquista-poumista. Así, mientras los trabajadores textiles de Sabadell estaban


mayoritariamente integrados en el Sindicato de Oposición de los treintistas, en la vecina
Terrassa existía una gran implantación de la FOUS. Asimismo, las agrupaciones locales del
Sindicato Regional de Luz y Fuerza estaban controladas por los treintistas o por el BOC-
POUM dependiendo de cual de estas fuerzas fuese la dominante en la zona.
Los comunistas disidentes fueron los primeros en organizar los sindicatos locales en diversas
poblaciones de Cataluña, sobre todo en las comarcas de Lleida y Girona; este fue uno de los
factores determinantes en el hecho de que pudiesen encabezar un movimiento sindical propio,
aunque minoritario. El predominio de los treintistas y del BOC fuera de Barcelona nos lleva a
la conclusión de que entre los trabajadores afines a las dos organizaciones existían puntos de
coincidencia, entre los que no dejaba de revestir importancia su oposición a los métodos
anarquistas. Por otra parte parece probable, habida cuenta de su importante implantación en
las comarcas de Girona, Lleida y Tarragona, que el BOC atrajese a aquellos sectores del
movimiento obrero más sensibilizados sobre la cuestión nacional catalana. En estas zonas
predominantemente rurales, el nacionalismo contaba con un mayor respaldo entre las clases
populares al que existía en Barcelona y sus alrededores, donde el influjo de la inmigración
había creado un entorno político más heterogéneo. Los pequeños centros industriales de las
comarcas sin duda eran más permeables a la influencia de la Cataluña rural. Asimismo, gran
parte del proletariado industrial de estos centros provenía de las zonas rurales colindantes y,
como observó Maurín en 1931, la mentalidad del proletariado barcelonés y la del campesinado
catalán era muy distinta. 14
El estudio de la categoría laboral de los cuadros del partido y de los militantes en general
resulta también ilustrativo para el estudio de la base del BOC y del POUM. Todo parece
indicar que entre los dirigentes había más trabajadores cualificados o semicualificados —
tipógrafos, ferroviarios metalúrgicos e incluso artesanos— que trabajadores sin cualificación.
Era un fenómeno común en Europa que los trabajadores con un grado superior de
cualificación desempeñasen un papel importante en las organizaciones marxistas. Por otro
lado, y aunque en Barcelona los anarquistas contaban con muchos obreros cualificados en sus
filas, en general su mayor implantación se daba entre los obreros no cualificados, sobre todo
en el sector de la construcción. En 1931, el trotskista Molins i Fàbrega afirmó que el BOC
atraía a “una capa de la clase obrera, que se cree situada por encima del proletariado en
general y más cerca a la pequeña burguesía”. 15 Este juicio se asemeja al expresado en 1930
por el PCE acerca del PCC. Si bien estas caracterizaciones son injustificadas en términos
generales, reflejan, aunque toscamente, la naturaleza de al menos parte de la base con la que el
BOC contó inicialmente en Barcelona. 16 Cabe asimismo señalar que no existía una correlación
exacta entre la base sindical del partido y su base política. En las elecciones políticas el BOC
nunca obtuvo un nivel de votación equiparable a su implantación sindical, excepto en las
comarcas de Lleida y en otros pocos puntos de Cataluña. Tal como el partido a menudo
afirmaba, esto se debía, en parte, a que muchos de sus simpatizantes votaban a ERC para
evitar una victoria de la derecha, y también a que muchos de sus seguidores más jóvenes no
podían aun votar. Muchos obreros afiliados a la CNT o a los sindicatos treintistas y socialistas
votaban también a los nacionalistas de izquierda. Esto se inscribe en el fenómeno general del
14
Maurín, La revolución española pp.152-153.
15
N. Molins i Fàbrega, “La posición política y las fuerzas del Bloque Obrero y Campesino”, Comunismo
diciembre 1931.
16
Según Carmel Rosa, el BOC tendía a atraer a “una cierta elite” de los trabajadores más cualificados (Entrevista
con el autor, 27.9.85).
291

amplio respaldo electoral del que ERC gozó durante la República entre las masas populares
catalanas.
En algunos sectores del campesinado, y entre los trabajadores administrativos y de comercio,
el BOC y el POUM contaron con una base política más sólida que entre el proletariado
industrial. Los elementos más radicalizados de los trabajadores mercantiles tendían a volcarse
principalmente hacia el marxismo, en lugar de hacerlo hacia el anarquismo; de esta manera la
USC y el PCP también se habían creado una base en este sector. Los trabajadores mercantiles,
como los trabajadores del campo y el proletariado de las comarcas, difería en sus actitudes
sociales y políticas del proletariado industrial de Barcelona. 17 Mientras que el campesinado
constituía la base rural del nacionalismo catalán, los trabajadores de cuello blanco
representaban gran parte de su respaldo urbano. Las actitudes de rechazo que se daban en el
anarcosindicalismo hacia el campesinado y los trabajadores mercantiles, sectores a los que se
tildaba de no ser verdaderos proletarios, también contribuyó a que el sindicalismo marxista se
atrajese a los elementos más radicalizados de éstos. Los comunistas disidentes, que constituían
la facción marxista más dinámica de Cataluña, captaron, incluso antes de la instauración del
régimen republicano, a muchos de los elementos más capaces del sector de trabajadores
mercantiles, que aportaron buen número de militantes destacados al BOC y al POUM.
Una parte importante de la militancia del partido la representaban los campesinos, debido a
que los comunistas disidentes contaban con un gran número de núcleos en zonas rurales. Esto
se explica por diferentes razones. El hecho de ser, en diversos lugares del campo catalán, la
primera fuerza obrera en organizarse, permitió en bastantes localidades al BOC acceder a la
dirección del movimiento campesino; tanto es así que, en algunos casos, no resultaba clara la
línea divisoria entre el partido y el sindicato. En el ámbito político, la defensa del BOC de los
derechos nacionales de Cataluña fue otro factor que acercó a las masas rurales al partido. Por
otra parte, la poca disposición de ERC a asumir las demandas campesinas, como sucedía en el
caso de las comarcas de Lleida, contribuyó a que los comunistas disidentes acrecentasen su
implantación en zonas rurales. Asimismo, la naturaleza relativamente pragmática del
programa agrario bloquista permitió que el partido fuese visto por importantes sectores
campesinos como una herramienta válida para enfrentar su problemática. El planteamiento
inicial de crear un bloque obrero y campesino mediante el que se pudiese reclutar a
simpatizantes campesinos para la FCI, a la que se quería reservar el papel de organización
comunista y proletaria, contribuyó también a la implantación campesina de la que gozó el
BOC. Al parecer, aunque en las aglomeraciones urbanas las diferencias entre el BOC y la FCI
se disiparon muy rápidamente, en muchos pueblos los grupos del BOC, aislados y, a menudo,
diminutos, mantuvieron una organización poco estructurada. A modo de ejemplo, cabe señalar
que en las comarcas de Girona, donde existía un gran número de estos grupos, además de
afiliados aislados, existían comités integrados por la militancia de varios pueblos. Cada uno de
estos comités, cada tres o cuatro semanas, se reunía con un miembro del Comité Comarcal del
partido para mantener “discusiones generales”. 18 En las zonas en las que sólo existían núcleos
del BOC muy reducidos era difícil realizar el trabajo del partido debido, por un lado, a la
propia falta de estructuras organizativas, y por otro, a la presencia de la derecha y a los
propietarios rurales locales. Esto revestía importancia dado que, de las poblaciones rurales
donde el BOC afirmaba tener alguna presencia, eran minorías aquellas en las que contaba con

17
Josep Oltra Pico afirma que la situación profesional de los trabajadores mercantiles los situaba fuera del ámbito
de influencia anarquista (J. Oltra Pico, “El moviment sindical dels treballadors mercantils”, L'Hora 25.8.34).
18
Entrevista con Miquel Gayolà, 20.6.84.
292

una implantación sólida. Asimismo, pese a la importancia numérica de los campesinos en el


seno del partido, muy pocos de sus dirigentes eran de extracción campesina. Entre 1932 y
1935 en el Comité Central únicamente hubo tres campesinos, y sólo cuatro entre los
candidatos bloquistas en los comicios autonómicos y generales. 19
La estructura social de España imponía a un partido marxista revolucionario la necesidad de
ganarse el respaldo de las masas rurales. Resultaba más probable que fuesen los jornaleros y
campesinos pobres del sur, y no el campesinado catalán, quienes constituyesen la espina
dorsal del movimiento revolucionario rural. Las movilizaciones campesinas dirigidas por el
BOC en las comarcas de Girona (1932) y de Lleida (1933) ilustran las limitaciones de las que
el partido adolecía. En ambos casos la Generalitat logró desactivar la situación con promesas
de reformas. El potencial revolucionario del campesinado catalán como clase se veía
aminorado por el predominio de pequeños propietarios rurales y la existencia de diferentes
categorías de arrendatarios. En Cataluña, como en el resto de España, la posesión de tierra era
la principal demanda campesina. Aunque el BOC había logrado convencer a una parte del
campesinado de que este objetivo sólo era alcanzable mediante el establecimiento de un
gobierno obrero y campesino, este objetivo era imposible sin el respaldo de las masas urbanas.
Por lo demás, con muy pocas excepciones, como en la zona de El Vendrell, los comunistas
disidentes no lograron dirigir el movimiento de los rabassaires, que fue en esta época el más
importante de Cataluña.
El mayor obstáculo para que el BOC (y después el POUM) llegase a construir un partido
comunista de masas en Cataluña fue su falta de base en los principales centros industriales.
Las poblaciones y ámbitos laborales en los que gozaba de mayor implantación – que estaban
sobre todo fuera de Barcelona – carecían de la relevancia social y política necesaria para poder
influir de manera determinante en la lucha de clases. Los acontecimientos de octubre de 1934
probablemente revelen, mejor que cualquier otra circunstancia, lo que tuvo de sólida y de
frágil la implantación del BOC. El éxito de la insurrección fuera de Barcelona se debió en gran
parte al partido. Por el contrario, en Barcelona, la hostilidad de la CNT fue causa de que,
aunque la mayoría de los trabajadores apoyase pasivamente el movimiento insurreccional, la
Alianza Obrera y el BOC quedasen a merced de la actitud de la Generalitat, razón por la que
la insurrección fracasó.
El lograr que sus planteamientos encontrasen eco en las masas populares siempre fue el
principal problema al que se enfrentaron los comunistas disidentes, cuyos esfuerzos en este
sentido sólo en algunos casos resultaron fructíferos. La tarea de ganarse a las masas populares
debía iniciarse en Cataluña. Al margen de consideraciones de índole teórica — la teoría de
Maurín de que Cataluña encabezaba históricamente la evolución del movimiento obrero —
esta tarea, por imposición de la realidad, no podía comenzar si no en Cataluña, base geográfica
del partido. Esto significaba que había que acabar con el ascendiente del que el nacionalismo
pequeñoburgués y los anarcosindicalistas gozaba mayoritariamente entre las masas populares
catalanas. En consecuencia, el análisis del BOC, y el del POUM posteriormente, sobre estas
dos fuerzas, así como sus relaciones con ellas, desempeñaron un papel determinante en el
devenir del partido. El crecimiento del BOC y del POUM se vio entorpecido, entre otras
razones, por su propensión, al menos en sus declaraciones, a sobreestimar su propia fuerza, y

19
Manel Bala, de Cerdanyola y Pau Padró y Josep Reguerots, de El Vendrell fueron elegidos miembros del
Comité Central en 1933. Bala fue candidato del BOC en la provincia de Barcelona en las elecciones de 1932 y
1933, igual que Padró en Tarragona y Sebastià Garsaball en Lleida; Pere Bricollé, del Alt Penedès, se presentó
también en lista de la provincia de Barcelona en 1932 (véase Apéndices Siete y Ocho).
293

por ende a infravalorar la de sus rivales. Los comunistas disidentes incurrieron en un grave
error de apreciación, sobre todo en cuanto a ERC y a la CNT, pero también con respecto a los
demás grupos marxistas; éstos, si bien fueron siempre durante la República mucho más
pequeños que el BOC o POUM, representaban un potencial político, especialmente en
Barcelona, que quizás los comunistas disidentes no debieron minusvaloran tan a la ligera. Con
todo, las reflexiones de los dirigentes del BOC tanto acerca de la trayectoria de ERC como
sobre todo de los orígenes y naturaleza del anarcosindicalismo a menudo fueron muy certeras,
aunque las conclusiones a corto plazo que de éstas extraían se revelasen con frecuencia
inexactas.
Tras las elecciones autonómicas de 1932 y las generales de 1933, así como después de octubre
de 1934, el BOC hizo un firme vaticinio de que ERC no iba a tardar en desaparecer. Por el
contrario sucedió que, pese a las sucesivas crisis internas sufridas por los nacionalistas de
izquierda, en general su respaldo político se mantuvo sólido a lo largo de todo el período
republicano. Aun así, gracias a su firme defensa de los derechos nacionales y a su flexible a la
vez que reivindicativo programa agrario, el BOC pudo ganarse algunos apoyos a costa de ERC
en ciertas zonas del campo catalán. En esto el BOC se vio ayudado por la tendencia de
Esquerra a volcarse, en el ámbito local, hacia la derecha o hacia la izquierda según las
circunstancias de cada lugar. Esta situación se reflejó más claramente en el campo gerundense
y leridano, aunque también en algunos centros urbanos. Se daba una dicotomía entre el
respaldo electoral a ERC de ciertos sectores populares y la aparente disposición de estos
mismos sectores a aceptar una dirección revolucionaria en determinadas circunstancias. En los
acontecimientos de octubre de 1934 esta dicotomía se había revelado con toda nitidez. En
Barcelona existía una relación compleja y con frecuencia contradictoria entre la base cenetista
y ERC, mientras que en las comarcas se daba una situación similar entre el BOC y ERC.
Los comunistas disidentes subestimaron a sus rivales anarcosindicalistas incluso más que a
ERC. En 1931, cuando la CNT se encontraba en uno de sus momentos de máxima solidez, el
BOC ya había anunciaba que iba a ganarse a la Confederación para el comunismo. Más
adelante, tras la expulsión de los bloquistas de los sindicatos cenetistas, cuando las crisis
internas cada vez más frecuentes de la Confederación estaban causando una merma continua
en las filas de ésta, la prensa del BOC anunció en reiteradas ocasiones que no estaba lejano el
momento en que los anarcosindicalistas dejarían de ser la organización dominante en el
movimiento obrero catalán. Los comunistas disidentes parecían prestar poca atención en su
propaganda al arraigo del que entre el proletariado catalán gozaba el anarcosindicalismo,
aunque en sus análisis más teóricos sí estudiaron las razones sociales e históricas que lo
motivaban. A finales de la década de los veinte, Maurín y otros dirigentes de la FCC-B
analizaron con bastante rigor el fenómeno del anarcosindicalismo en Cataluña. La importancia
que éste revestía para el líder bloquista queda reflejada después en su libro Hacia la Segunda
Revolución, donde califica a las masas que habían seguido a los anarquistas entre 1930 y 1932
como “la materia prima de un verdadero partido bolchevique”. 20 En definitiva, la política de
los disidentes comunistas adoleció de alimentarse de unas expectativas falsas, al creer, ante la
aparente desmoralización de la CNT y su pérdida de afiliados yen vista del crecimiento del
BOC, sobre todo en círculos sindicales, que su partido constituía la alternativa marxista que
iba a arrancar a los trabajadores de la hegemonía anarquista. Lo erróneo de esta apreciación
iba a quedar de manifiesto con el resurgimiento de la CNT en los primeros meses de la guerra
civil.

20
Maurín, Revolución y contrarrevolución... pp.105,133.
294

A partir de 1932, la creciente hostilidad del BOC hacia los anarcosindicalistas respondió al
sectarismo, e incluso la violencia, desplegados contra él por la CNT. Esta hostilidad, junto al
equivocado análisis sobre que la FAI y demás grupos anarquistas eran una fuerza “acabada”
en Cataluña, restó posibilidades al BOC, y después al POUM, de erigirse en un partido de
masas. Por lo demás las relaciones con la CNT necesariamente debieron empeorar a raíz de los
intentos bloquistas de crear frentes únicos o sindicatos en los que, a menudo, se integraban los
sectores más moderados del movimiento obrero catalán, y más aun con la participación de los
comunistas disidentes en los Jurados Mixtos. Es también probable que la orientación sindical
del POUM y la creación de la FOUS apareciesen a ojos de muchos activistas obreros como un
intento de reagrupar a todas las facciones sindicales cuyo principal punto de convergencia era
su oposición a los anarquistas. Por otra parte, en 1936, si no antes, el POUM parecía haber
abandonado la idea de atraerse a sus filas a corto plazo a la base cenetista, y esperaba sortear
el problema de su implantación limitada mediante la creación del partido en el resto de
España. Esta fue la razón por la que en los últimos años del período republicano los
comunistas disidentes dedicaron una energía quizás desproporcionada a tender puentes a los
socialistas de izquierda al tiempo que descuidaban una necesaria reflexión sobre su relación
con los anarcosindicalistas.
Con el estallido de la guerra civil, el contexto en el que el POUM planeaba crecer dio paso a
otro radicalmente diferente. 21 Una de las consecuencias más negativas que tuvo el cambio de
escenario para el POUM fue que truncó sus expectativas de extensión española, ya que los
diversos núcleos del partido fuera de Cataluña habían tenido poco tiempo para consolidarse.
Esto representó un duro golpe para la estrategia poumista. Maurín otorgaba a esta extensión
una importancia trascendental ya desde 1932, y más aun después de octubre de 1934, cuando
el líder bloquista vio en la ausencia de un partido revolucionario estatal el principal factor del
fracaso de la insurrección. Fuera de su base catalana y aparte de una cierta implantación en el
País Valenciano, en el resto de España, con la excepción de algunas agrupaciones de relativa
importancia, el POUM sólo tenía una presencia limitada. Por otra parte, tampoco iban a llegar
a materializarse las esperanzas de atraerse a sectores de la izquierda socialista. En parte esto se
debió a que las tendencias que obstaculizaron este acercamiento, principalmente el creciente
ascendiente del estalinismo sobre un sector importante de la izquierda socialista, se fortale-
cieron mucho durante la guerra civil. Los cambios habidos en la situación política después de
julio de 1936 también acallaron las voces disidentes que en la JSU se habían alzado contra su
dirección filocomunista.
El mejor período para la creación de un partido comunista independiente a escala estatal debió
ser el de 1930-31, época en la que el PCE se encontraba al borde del colapso total y las
diversas fracciones disidentes superaban en número a las que aun se mantenían leales a este
partido. Sin embargo, la unidad entre los grupos de oposición no resultaba posible si no se
clarificaban las diferentes actitudes hacia la Internacional Comunista. Esta clarificación llegó
cuando el PCE ya se había sobrepuesto a su crisis interna y volvía a ser un polo de atracción
para todos aquellos que se consideraban comunistas. Otro problema que perjudicó al BOC, y
también al POUM, fue la pérdida, a lo largo de estos años, de una serie de militantes que, en
diferentes momentos, habían desempeñado un papel importante en el desarrollo del partido en
Cataluña. De quienes habían integrado en sus inicios el Comité Regional de la FCC-B,

21
Sobre el POUM en la guerra civil véase: V. Alba, El marxisme a Catalunya. Vol.II. Història del POUM
(Barcelona 1974); Alba, El marxismo en España tomo I, pp.287-395 y tomo II; Bonamusa, Andreu Nin.. pp.276-
465; Pagès, Andreu Nin... ; R. Tosstorff, Die POUM im Spanischen Bürgerkrieg 1936-1939 (Frankfurt 1987).
295

expulsado del PCE en julio de 1930, tan sólo Maurín y David Rey permanecían en el partido
en 1936. 22 Asimismo, de los 17 candidatos que integraron las listas electorales del BOC en
junio de 1931, cinco años más tarde once habían abandonado el partido. 23 La marcha, a lo
largo de la andadura del partido, de importantes dirigentes de la FCC-B y del BOC, como
Arlandis, Colomer, Ferrer, Miravitlles y Rodríguez Salas, sin duda debió perjudicar al
desarrollo del POUM. A esto hay que añadir la escasez de intelectuales dentro del partido y el
completo predominio de Maurín en la esfera de la elaboración teórica de la política del mismo.
Por un lado, dada su probada capacidad como dirigente revolucionario, su papel de principal
teorizador contribuyó a fortalecer la coherencia política del partido, pero la casi total
dependencia de un único teórico no estaba exenta de problemas. 24 La fusión con la ICE marcó
el inicio de un cambio en esta situación. Pero, capturado Maurín por los franquistas en Galicia
durante los primeros días de la guerra, su ausencia dejó de manifiesto que el papel del ahora
preso secretario general había continuado siendo, tras la fundación del POUM, de crucial
importancia, ya que su ausencia iba a ser un grave inconveniente para el partido.
De los muchos grupos comunistas independientes que comenzaron a surgir en los años treinta
en el panorama internacional, el BOC (y el POUM) constituyó el más importante. En 1936,
aunque de reducidas dimensiones y sin nunca alcanzar el grado de crecimiento esperado por
sus líderes, el POUM ya contaba con una base importante en Cataluña, la zona más
industrializada de España. Asimismo, por sus filas habían pasado, en un momento u otro de su
historia, muchos de los fundadores del comunismo español. Esta importancia le iba a costar
cara al partido, ya que se tornó el blanco principal de sus poderosos detractores estalinistas.
Acusado de trotskismo, y por ende, siguiendo los dictados de la Comintern, de “agente del
fascismo”, el POUM fue desmantelado, no por la contrarrevolución burguesa, sino por sus
rivales comunistas. Algunos historiadores continúan etiquetando al POUM de trotskista, pero
esto es tan erróneo como considerar al BOC como una organización de la derecha comunista.
Desde una perspectiva estrictamente analítica, estas denominaciones no son adecuadas,
aunque no cabe duda de que el POUM coincidiera con muchas de las posiciones de Trotsky.
El BOC, después de 1932-33, y mucho más aun el POUM posteriormente, se identificaban de
manera explícita con la época revolucionaria del bolchevismo ruso, cuya esencia estaba
imbricada en las orientaciones políticas de los primeros cuatro congresos de la Internacional
Comunista (1919-1922). Por la misma razón, también rechazaban enérgicamente la evolución
posterior del Comintern, en la que veían una traición a su anterior trayectoria revolucionaria.
Esta posición acercó al POUM al trotskismo mucho más que a ninguna de las corrientes
disidentes existentes en aquella época en el movimiento comunista internacional. Con todo, las
discrepancias estratégicas y tácticas entre el POUM y Trotsky marcaban claramente las
distancias entre aquel y el movimiento trotskista.
Es una tergiversación caracterizar al POUM, como que se ha intentado, como un partido
“original”, como un fenómeno únicamente catalán, o incluso como algo que no fue

22
Los demás eran Rodríguez Salas, Arlandis, Joaquín Masmano Josep Metge y Adolfo Martín. Este último era tal
vez aún militante del partido en 1936, la última referencia sobre él aparece en agosto de 1934, en la lista de
contribuyentes al fondo de La Batalla (La Batalla 23.8.34). Sobre la expulsión del Comité Regional de la FCC-B
véase páginas 44-45.
23
Miguel Adam Sánchez, Hilario Arlandis, Víctor Colomer, Enric Dalmau, Daniel Domingo Monserrat, José
García Miranda, Joaquín Masmano, Jaume Miravitlles, Joaquín Pijoan, Eusebio Rodríguez Salas y Antonio Sesé;
véase Apéndice Siete.
24
Como el propio Maurín admitirá más tarde en una carta al historiador francés Pierre Broué (18.5.72. [FPI];
Alba, Dos revolucionarios... p.208).
296

verdaderamente “comunista”. 25 Es cierto que en el momento de su fundación el BOC defendía


posiciones que, para una organización comunista de la época, podían considerarse originales.
Entre estas se enmarca la concepción misma del BOC, que choca con los métodos de
organización del bolchevismo tradicional. Con todo, el intento de crear una organización
menos estructurada y más periférica — el BOC —, autónoma de la vanguardia comunista
propiamente dicha — la FCI —, nunca llegó a cuajar. A partir de 1932-33, la FCI y el BOC
funcionaban cada vez más como si constituyesen una única organización y, en 1935, fue el
BOC, no la FCI, el que se unificó con la ICE para crear el POUM. Por añadidura, a partir de
1932, Maurín no volvió a repetir el argumento de que una organización de estilo bolchevique
no era la adecuada para la realidad española; quedó ahora más patente la ortodoxia leninista
del BOC, que éste contrapuso a lo que consideraba la distorsión infligida al ideario de Lenin
por los comunistas oficiales. 26 Igualmente originales son las primeras posiciones adoptadas
por el BOC sobre la cuestión nacional y el poder revolucionario. También en este caso
desaparecen sin tardanza las referencias poco ortodoxas de Maurín en 1931-32 a la necesidad
de instigar movimientos de liberación nacional en zonas de España donde no existían
nacionalidades históricas. Por otra parte, tras la debacle sufrida por el alzamiento anarquista de
enero de 1932, el BOC no reitera sus nada ortodoxos llamamientos a la CNT para que ésta
tome el poder. En definitiva, a partir de finales de 1932, cuando la dirección bloquista
comenzó a manifestar clara y públicamente su actitud hacia la Internacional Comunista, la
política del partido puede caracterizarse como de “disidencia ortodoxa” con la Comintern. 27
La originalidad de los comunistas catalanes arranca del hecho de tener unas raíces y un
desarrollo propios y distintos a los del PCE y al enfrentamiento que con éste mantuvo ya desde
sus inicios. Todos estos factores conjugados sentaron los cimientos para que los comunistas
catalanes desarrollasen una línea política independiente y rompiesen con el movimiento
comunista oficial, mientras intentaban aplicar lo que ellos consideraban el leninismo a la
realidad española; en diciembre de 1935, el Comité Ejecutivo del POUM declaró que el
partido constituía “el verdadero Partido Comunista de Cataluña y de España”. 28
La evolución de las ideas políticas de Maurín y sus colaboradores ha de verse en el contexto
de la gran pobreza teórica de la que adolecía la mayor parte de las organizaciones obreras de la
época. La contribución del BOC, en este ámbito, fue desarrollar un marco teórico marxista de
referencia mediante el cual poder analizar la sociedad española de los años treinta. Ninguna

25
Según Antoni Monreal, el Bloc rechazó “elementos sustanciales de la tradición comunista adoptando por
necesidades prácticas elementos sustanciales de la tradición socialdemócrata: los referidos al modelo teórico de
funcionamiento, la propia práctica organizativa del BOC, la cuestión de la autonomía en las decisiones del propio
partido…” (Monreal p.52.). Según el antiguo dirigente del BOC Josep Coll, la experiencia del BOC fue una
“búsqueda de una formulación socialista que no fue ni comunista ni socialdemócrata (Pané y Coll p.41). El
trotskista estadounidense Felix Morrow describe al BOC como “grupo seminacionalista catalán” (Morrow p.43).
Yveline Riottot escribe que “La atipicidad organizativa del BOC es el resultado de la pérdida del carácter
leninista del partido por el regreso al carácter primitivo del partido político como partido de masas, En otras
palabras, el modelo teórico de funcionamiento y organización propuesto por Maurín se encuentra más dentro de
la tradición socialdemócrata que de la comunista” (Riottot p.168). Las explicaciones de Maurín mucho años más
tarde dan credibilidad a estos puntos de vista (por ejemplo véase p.77): En una carta a José M. Cardona (24.3.63.)
Maurín escribió que “el programa del POUM era el que correspondía a un partido socialista de izquierda, pero
no comunista”; y escribiendo a Arquer (12.11.72.) que “el grupo que venia de la (ICE) era comunista, cuando los
que componíamos el BOC éramos izquierda socialista” (cartas citadas Riottot p.269).
26
Por ejemplo véase la posición adoptada en el Segundo Congreso de la FCI: “Organización de la FCI
(Resolución aprobada)”, La Batalla 20.4.34.
27
La caracterización de “disidencia ortodoxa” fue formulado por Vinyes, Catalunya…p.235.
28
POUM Comitè Executiu, A propòsit d’un manifest... p.10.
297

otra organización obrera española, a excepción de la ICE, podía igualar al BOC en este, aun en
su modestia, importante logro. La fusión del BOC y de la ICE contribuyó a fortalecer la
capacidad de elaboración teórica del partido aun más. El análisis de Maurín sobre el desarrollo
histórico de España y sobre las consiguientes fortalezas y debilidades de las clases sociales en
pugna desmarcó claramente a su grupo de la pobreza ideológica del PCE. A partir de 1929,
este análisis se iba a reflejar en la actividad política, de la FCC-B, del BOC y del POUM. La
insistencia de Maurín en la fragilidad de las clases medias pareció confirmarse en la práctica
por la actitud adoptada por los gobiernos republicanos de 1931-33 y 1936 ante la necesidad de
aplicar reformas sociales y políticas fundamentales — de realizar la “revolución democrática”
—. El patético resultado obtenido por los partidos pequeño-burgueses en las elecciones de
1933 y su ineptitud ante la amenaza de una rebelión militar en la primera mitad de 1936
acabaron de dar la razón a Maurín. La permanente combatividad de obreros y campesinos y el
germen revolucionario que contenía confirmaron, a los ojos de Maurín y de sus
correligionarios, que tan sólo las masas populares eran capaces de arrancar a España de su
letargo y su retraso. Creían que, al igual que había sucedido en Rusia, la revolución popular y
democrática iba a dar paso a la instauración del socialismo. A partir de 1932-33, la
propaganda del partido hacía constantemente hincapié en el peligro que el fascismo planteaba
y advertía acerca de la posibilidad de que surgiese en España un fascismo castrense. Huelga
subrayar lo acertado de estas advertencias. Por último, el BOC y el POUM — y también la
ICE — desarrollaron los más certeros y elaborados análisis que en España se realizaron en
aquella época sobre las diferentes corrientes del movimiento obrero —anarcosindicalista,
socialista y estalinista—, a pesar de sus errores de apreciación a corto plazo.
Maurín, el BOC y el POUM argumentaron siempre que para que tuviese lugar la revolución
“democráticosocialista” era necesario que tres grandes fuerzas se uniesen en un único
movimiento revolucionario: el campesinado, los movimientos de liberación nacional y el
proletariado, que sería quien dirigiese el movimiento. En lo formal, los comunistas siempre
habían discrepado con los socialistas y anarquistas al defender esta línea de argumentación,
pero el BOC-POUM, sobre todo en los meses anteriores a la insurrección de octubre de 1934,
fue más allá de donde había llegado el PCE e intentó desarrollar, en Cataluña, una praxis
política que le permitiese atraerse efectivamente junto al proletariado al movimiento agrario y
al de liberación nacional. El que fracasase en la creación de este triple frente, como Maurín lo
denominaba, no quita que su partido, comparado con la confusión de las demás organizaciones
aspirantes al título de revolucionarias, contase con una línea política clara.
La estrategia revolucionaria del BOC y del POUM contemplaba como elemento esencial la
creación de una organización capaz de dirigir la revolución. Así, abogó a favor de una política
de unidad obrera sin excepciones para intentar solventar las divisiones crónicas que aquejaban
al movimiento obrero español, y especialmente al catalán. La defensa que el BOC y el POUM
hicieron de la táctica de frente único tuvo importantes repercusiones tanto para la
consolidación del partido como para la totalidad del movimiento obrero catalán. La unidad
sindical que la FCC-B había propugnado desde los años veinte finalmente dio sus frutos en
1933. El frente único resultó ser una innovación importante, por la cristalización de una nueva
concepción del sindicalismo y también por sus consecuencias políticas. La iniciativa más
relevante tomada por el BOC con respecto a la política obrera en España fue la de la creación
de las alianzas obreras. Junto a esto, el BOC realizó intentos menos afortunados de
sobreponerse a la ausencia de un partido revolucionario de masas, necesario para poder acabar
con el ascendente que el socialismo reformista y el anarcosindicalismo tenían sobre la clase
obrera, mediante sus esfuerzos por reagrupar al menos a algunas de las diversas facciones
298

marxistas existentes. La creación del POUM debía constituir el primer paso hacia la
consecución de su partido; las circunstancias cerraron el fututo que el proceso podía haber
tenido.
Al evaluar el papel desempeñado por el BOC, y después el POUM, es menester tener en
cuenta tanto las posibilidades reales con las que contó durante los años turbulentos de la
segunda República como las enormes dificultades a las que tuvo que sobreponerse. El BOC y
el POUM se enfrentaron en Cataluña al enorme ascendente que el anarcosindicalismo tenía
entre las masas populares; en el resto de España lo hicieron a un movimiento del ala izquierda
socialista, confundido pero aparentemente revolucionario, y al Partido Comunista oficial aún
pequeño, pero en crecimiento, y que contaba con el respaldo prestigioso del primer estado
socialista del mundo. En este contexto, el principal mérito del BOC y del POUM fue su
empeño en crear, a contracorriente, una organización comunista independiente en Cataluña y
en toda España. El estallido de la guerra civil se interpuso entre los comunistas disidentes y su
objetivo, pero esto no debe menoscabar la valoración de la contribución histórica que
aportaron a la teoría y la praxis del marxismo revolucionario en España.
299

Apéndices
1. Militancia de la FCC-B. 1929
La información expuesta en este apéndice procede del informe del Pleno Regional de la FCC-
B del 3.2.29 y de una circular interna de esta organización del mismo ario; esta última sólo
hace referencia a aquellos militantes considerados “activos”. Ambos documentos se
encuentran en el ACCPCE.

Militantes
Febrero Noviembre
BARCELONA
Argentona 5 -
Barcelona 32 24
Canet de Mar 4 4
Castellgalí - 3
Manresa 4 5
Mataró 5 7
Monistrol 4 4
Rubí 1 -
Sant Vicenç 2 -
Sabadell 1 -
Terrassa 6 9
GIRONA
Girona 25 23
LLEIDA
La Fuliola 10 12
Lleida 10 -
Sarroca 2 -
Tàrrega 8 6
Vilanova 1 5 -
TARRAGONA
Bellveí 1 -
Reus - 4
El Vendrell 1 -
BALEARES
Palma 10 8
Alaró 5 -
TOTAL 141 109

1
Vilanova d'Alpicat o Vilanova de la Barca.
300

2. Militancia del BOC. 1934


La información expuesta en este apéndice se ha elaborado a partir de los informes del Segundo
Congreso de la FCI, en La Batalla, 20.4.4, y del Boletín del BOC de junio del mismo ario.
Este boletín incluye, entre otros datos, la relación entre cuotas pagadas y carnets distribuidos
en el primer semestre de 1934. Esta información hace posible calcular aproximadamente el
número de afiliados que habían pagado la cuota en ese momento, aunque hay que señalar
también que, según esa fuente, varias secciones importantes del partido, como las de
Tarragona, El Vendrell, La Bisbal, Vilanova i la Geltrú, Les Borges Blanques y Torroella de
Montgrí todavía no habían pagado nada, y muchas otras habían entregado muy poco. Según el
documento A propòsit d'un manifest fraccional, publicado a finales de 1935, la militancia total
del BOC en 1934 ascendía a 4 423 integrantes, que estaban organizados en 74 secciones y 145
núcleos.

Provincia Secciones Núcleos Carnets Número Afil. (aprox.)


(Abril) (Abril) Pedidos aprox. de del BOC
(hasta junio) afil. con (según el
pagadas todas las Segundo
(hasta junio) cuotas Congreso
de la FCI)
Barcelona 23 11 1255 750 1800
Girona 12 66 399 185 1100
Lleida 20 39 646 260 1200
Tarragona 11 11 268 65 600
Castellón 5 5 70 15 200
Valencia 1 3 50 100
Alicante - 1 - 5
Huesca - 8 - 100
Zaragoza - 2 - 15
Asturias 1 - 20 - 25
Madrid - 1 3 - 10
Baleares - 1 - - 5
Logroño - 1 - - 10
Orense - 1 - - 5
Zamora - 1 - - 5
TOTAL 73 151 2711 1275 5180
301

3. El BOC y el POUM en Cataluña 1931-36


El siguiente apéndice es una relación de los grupos de los que se tiene noticia (secciones y
núcleos) del BOC y del POUM en Cataluña. Esta relación se ha elaborado a partir de datos
aparecidos en la prensa del BOC y del cálculo del número de carnets del partido distribuidos
entre enero y junio de 1934 y entre enero y abril de 1935 (véase La Batalla, 20-4-34 y Boletín
del BOC, junio de 1934 y mayo de 1935). En relación a la militancia en las comarcas de
Girona, Joan Soler ha proporcionado algunos datos adicionales (carta al autor, 21-4-87).
Muchos de los grupos nombrados en la relación no eran secciones sino núcleos o agrupaciones
“en vías de construcción” y probablemente contaban con pocos afiliados. La información
sobre los grupos procedentes de la ICE se ha tomado de Pagès, El movimiento trotskista...,
pp.76-82; los grupos de la ICE mencionados por el Comité Ejecutivo del POUM en A propòsit
d’un manifest... (p.11), se indican con un asterisco.
cp: carnets pedidos.
a: afiliados.
COMARCAS DE BARCELONA
Año de fundación (o de
primera mención)
Al Penedès
Vilafranca del Penedès (1934) 1934: 17 cp; 1935: 35 cp.
Anoia
Igualada 1932 1934: 25 cp; 1935: 20 cp.
Bages 1934:100 cp.para: Monistrol,
El Pont de Vilomara, Sant
Vicenç y Manresa.
Artés (1934) 1935: 9 cp.
Avinyó (1936)
Callús (ex-ICE)* (1935)
Cardona (1933)
Castellgalí (1933)
Fonollosa (1934)
Manresa (más ex-ICE) 1931 1935: 20 cp.
Monistrol 1931
El Pont de Vilomara 1931 1935: 5 cp.
Rajadell 1931
Sallent (más ex-ICE) 1931 1935: 6 cp.
Sant Fruitós de Bages (1933)
Sant Vicenç de Castellet 1931 1935: 8 cp.
Súria (1936)
Baix Llobregat
Cornea. (1934) 1934: 30 cp; 1935: 18 cp.
Gavà (1934)
Martorell 1931 1935: 7 cp.
Sant Vicenc dels Horts 1936
Barcelonés
302

Badalona (1934) 1934: 30 cp; 1935: 9 cp.


Barcelona (más ex-ICE)* 1931 1934:500 cp; 1935: 500 a..
Esplugues de Llobregat (1934)
Sant Adra de Besòs 1931
Sant Just Desvern (1934)
Santa Coloma de Gramanet (1934) 1934: 15 cp.
Bergueda
Berga 1931
Fígols 1936
Gironella 1931
Guardiola (1936)
La Pobla de Lillet 1933 1934: 10 cp; 1935: 18 cp.
Puig-reig (1934)
Garraf
Sant Pere de Ribes 1936
Sitges (más ex-ICE) 1931 1934: 75 cp; 1935: 30 cp.
Vilanova i la Geltrú 1931 1934: 65 cp.
Maresme
Argentona 1931
Caldes d'Estrach 1931
Calen 1931 1934: 10 cp; 1935: 16 cp.
Canet de Mar (ex-ICE)* 1931
Mataró 1931 1934: 45 cp; 1935: 28 cp.
Prema de Mar (ex-ICE) (1932)
Teià 1931
Vilassar de Dalt 1931 1934: 12 cp; 1935: 13 cp.
Osona
Sant Hipòlit de Voltregà (1936)
Torelló (1934)
Vic 1933 1934: 10 cp.
Solsonès
Navés (1934)
Vallés Occidental
Cerdanyola/Ripollet (1933) 1934: 30 cp; 1935: 40 cp.
Rubí (1934) 1934: 12 cp.
Sabadell (más ex-ICE) 1931 1934: 120 cp; 1935: 125 cp;
1936: 150 a.
Sant Cugat (1933) 1934: 44 cp; 1935: 35 cp.
Santa Perpètua de
Moguda (ex-ICE) 1931
Terrassa 1931 1934: 80 cp; 1935: 75 cp.
Vallés Oriental
Aiguafreda (1936)
Cardedeu (1936)
Granollers 1933 1934: 6 cp; 1935: 7 cp.
Llinars del Vallès (1936)
Mollet 1935
303

COMARCAS DE GIRONA
Alt Empordà
Agullana (1934) 1934: 10 a.
Arenys d'Empordà (1936)
L'Armentera 1931 1934: 30 a; 1935: 20 cp.
Avinyot de Puigventós (1934)
Boadella (1936)
Cadaqués (1934)
Camallera 1933 1934: 10 a.
Colera (1934)
L'Escala 1933 1934: 10 a.
Les Escuales (1936)
Espolla (1935) 1935: 30 cp.
Figueres 1933 1934: 100 a; 1935: 40 cp.
Fortià (1933)
La Jonquera (1936)
Llança 1931 1934: 15 a.
Lladó (1934)
Maçanet de Cabrenys (1934)
Peralada (1934)
Port Bou (1934)
Rabós d'Empordà (1934)
Sant Pere Pescador (1934)
Santa Llogaia d'Algama (1933)
Vilabertràn (1934)
Vilajoan (1934)
Vila-sacra (1934)
Baix Empordà
Albons (1934)
Bagur (1934)
La Bisbal 1931 1934: 30 a; 1935: 25 cp.
Calonge de les Gavarres (1934)
Castell d'Aro 1933
Corçà (1934)
L'Estartit (1934)
Fonteta (1934)
Guaita (1934)
Monells (1933)
Mont-ras (1934) 1936: 30 a.
Palafrugell (más ex-ICE) 1932 1934: 30 a.
Palmos (1934)
Pals (1934)
Peratallada (1934)
Sant Feliu de Guíxols 1932 1934: 15 a.
Santa Cristina d'Aro (1933)
La Tallada d'Empordà (1934)
Torroella de Montgrí 1933 1934: 15 a; 1935: 15 cp.
Ullà. (1934)
304

Verges (1934)
Vullpellac (1934)
Cerdanya
Alp 1935
Bellver 1935
Puigcerdà 1935
Garrobca
Les Preses (1932)
Montagut de Fluvià 1936
Olot 1931 1934: 40 a; 1935: 50 cp.
Sant Privat d'en Bas 1934
Santa Pau 1936
Tortellà 1934
Gironès
Banyoles (1932) 1935: 40 cp.
Bescanó 1932 1934: 20 a.
Bonmatí (1933)
Bordils (1932)
Caçà de la Selva (1934)
Cela (1933)
Cervià del Ter 1933 1934: 20 a.
Girona 1931 1934: 100 a; 1935: 110 a;
1936: 140 a.
Juià (1934)
Llagostera (1934)
Madremanya (1934)
Salt (1932)
Sant Gregori (1933)
Sant Joan de Mollet (1934)
Sant Jordi Desualls (1933)
Sara de Ter (1934)
Ripollés
Ripoll (1932)
Sant Joan de les Abadesses 1931 1934: 20 a.
Vilallonga de Ter (1934)
Selva
Amer (1932)
Anglès 1931 1934: 20 a.
Arbúcies (1934)
Breda (1934)
Caldes de Malavella (1934)
La Cellera de Ter (1936)
Maçanet de la Selva (1934)
Osor (1933)
Sant Hilari Sacalm (1934)
Santa Coloma de Famers (1933)
Tossa (1934)
Vidreres (1933)
305

Vilobí d'Onyar (1934)

COMARCAS DE LLEIDA
Alta Ribagorça
Boí (1934)
Alt Urgell
Coll de Nargó (1934)
Les Garrigues
Arbeca 1932
Borges Blanques 1932 1934: 50 cp; 1935: 25 cp.
L'Espluga Calba (1934)
La Granadella (1934)
Juneda (1934)
La Pobleta de la Granadella (1936)
Torregrossa 1931 1932: 27 a; 1935: 28 cp.
El Vilosell (1936)
Vinaixa (1934)
La Noguera
Ager (1936)
Alentorn (1934)
Alfarràs (1932) 1934: 36 cp; 1935: 20 cp.
Algerri (1936)
Alòs de Balaguer (1934)
Artesa de Segre (1932) 1934: 20 cp.
Anyà (1936)
Les Avellanes (1936)
Balaguer 1931 1934: 100 cp; 1935: 100 cp.
Baldomar (1934)
Bellcaire d'Urgell (1932)
Bellvís 1931 1934: 23 cp.
Butsenit de Montges (1933)
Camarassa (1934)
Castelló de Farfanya 1931
Cubells (1934)
Foradada (1936)
Gerb (1936)
Linyola (1934)
Meràrguens (1934)
Montgai (1934)
Oliola (1936)
Os de Balaguer (1934)
Penelles (1936)
Ponts (1934)
Prebcens (1936)
La Sentiu de Sió (1934)
Térmens (1934)
Torrelameu 1931 1934: 25 cp; 1935: 25 cp.
306

Tudela de Segre (1934)


Ventoses (1936)
Vilanova de Meià (1936)
Pallars Jussà
Figuerola d'Orcau (1934)
Tremp (1934)
Vilaller (1934)
Pallars Sobirà
Llavorsí (1934)
Segrià
Alcarràs (1934)
Alcoletge (1934) 1934: 5 a.
Alguaire (1936)
Almatret (1934) 1935: 1 cp.
Almenar 1931 1934: 20 cp.
Bell-lloc (1934) 1935: 10 cp.
Corbins (1934)
Golmés 1931 1934: 30 a.
Lleida 1931 1932: 300 a; 1934: 200 cp;
1935: 150 cp; 1936: 200 cp.
Llardecans 1931 1934: 10 cp; 1935: 7 cp.
Maials (1933) 1934: 22 cp; 1935:18 cp;
1936: 24 a.
Miralcamp (1934)
Mollerussa (1934)
Raimat (1935)
Rosselló (1936)
Sarroca de Lleida (1934)
Seròs (1Seròs 1934: 30 a.
Torres de Segre (1933) 1934: 20 cp.
Vilanova d'Alpicat (1934)
Vilanova de la Barca (1934) 1934: 20 a.
Vilanova de Segrià (1936)
Segarra
L'Aranyó (1936)
Cervera (1934)
Guissona (1934)
La Manresana (1936)
Les Oluges (1936)
La Prenyanosa (1936)
Sant Antolí (1936)
Tarroja de Segarra (1936)
Urgell
Agramunt 1931 1934: 6 cp.
Belianes (1936)
Bellpuig d'Urgell (1934)
Bellver (1936)
Castellnou (1936)
307

Castellserá (1936)
Ciutadilla (1936)
Claravalls (1936)
Donzell (1936)
La Fuliola 1931 1934: 16 cp.
Guimerà 1931
Ivars d'Urgell 1931 1934: 20 cp.
Nalec (1936)
Puigverd d'Agramunt (1936)
Rocallaura (1936)
Sant Martí de Maldà (1934)
El Talladell 1936
Tàrrega 1931 1932: 100 a; 1934: 50 cp;
1935: 35 cp.
El Tarròs (1936)
Vallbona de les Monges (1936)
Verdú 1932
Vilagrassa (1936)

COMARCAS DE TARRAGONA
Alt Camp
Aiguamúrcia 1935
Bràfim (1933)
Cabra del Camp (1933) 1934: 13 cp; 1935: 11 cp.
Figuerola (1936)
El Pla de Cabra (1934)
Les Pobles 1935
El Pont d'Armentera 1935 1935: 23 a.
Santes Creus 1935
Valls (1933) 1934: 40 cp; 1935: 20 cp.
Vila-rodona (1936)
Baix Camp
Reus 1931 1934: 62 cp; 1935: 75 cp.
Montbrió del Camp 1931
Riudecanyes 1931
La Selva del Camp (1934)
Baix Ebre
Alcover (1934)
Tortosa (1934)
Xerta (1934)
Baix Penedès
Bellveí (1933)
El Vendrell 1931 1934: 40 a; 1935: 10 cp.
Conca de Barberà
Barberà (1933) 1934: 12 a; 1935: 15 cp.
Montblanc 1931 1934: 34 cp; 1935: 11 cp.
Sarral (1933) 1934: 12 cp; 1935: 18 cp.
308

Ribera d'Ebre
Móra la Nova (1934) 1934: 2 cp.
Miravet d'Ebre 1936 1936: 10 a.
Serra d'Almors 1936
Priorat
Bellmunt (1936)
Cornudella 1936
Falset (1935)
Gratallops (1934)
Poboleda (1934)
Vilella Baixa 1936
Tarragonès
El Catllar 1933
Canonja 1931
Constantí 1936
Creixell 1936
Pobla de Montornès (1934) 1934: 3 cp.
Tamarit 1936
Tarragona 1931 1934: 100 cp; 1935: 50 cp.
Torredembarra 1936
Vilallonga del Camp (1933) 1934: 40 a.
Vila-seca de Solcina (1934) 1934: 10 a; 1935:10 cp.

Secciones y núcleos Secciones y núcleos


del BOC en el 1934: del POUM 1936:
COMARCAS DE BARCELONA
Alt Penedès 1 1
Anoia 1 1
Bages 11 14
Babc Llobregat 3 4
Barcelonès 6 6
Berguedà 4 6
Garraf 3 4
Maresme 8 9
Osona 2 3
Solsones 1 1
Valles Occidental 5 6
Valles Orriental 2 5
COMARCAS DE GIRONA:
Alt Empordà 20 25
Baix Empordà 22 22
Cerdenya 3
Garrotea 4 6
Girones 16 16
Ripollès 3 3
Selva 12 13
309

COMARCAS DE LLEIDA:
Alta Ribagorça 1 1
Alt Urgell 1 1
Les Garrigues 7 9
La Noguera 21 32
Pallars Jussà 3 3
Pallars Sobrià 1 1
Segrià 17 21
Segarra 2 8
Urgell 19 22
COMARCAS DE TARRAGONA:
Alt Camp 4 10
Baix Camp 4 4
Baix Ebre 3 3
Baix Penedès 2 2
Conca de Barberà 3 3
Ribera d'Ebre 1 3
Priorat 2 6
Tarragonès 6 10
Totales:
COMARCAS DE BARCELONA 46 58
COMARCAS DE GIRONA 77 88
COMARCAS DE LLEIDA 62 98
COMARCAS DE TARRAGONA 25 41
CATALUÑA 210 286
310

4. Sindicatos afines al BOC y POUM 1931-1936


En este apéndice se da noticia de los sindicatos que, en virtud de la información disponible, se
pueden considerar afines al BOC y posterior-mente al POUM, en el período 1931-36, así
como de su número de afiliados. La mayoría de los sindicatos mencionados enviaron delega-
ciones a la Conferencia de Sindicatos Expulsados de la CNT de junio de 1932 (indicados en la
tabla con una a), al Congreso Regional de Sindicatos de octubre de 1933(b) o al congreso de la
FOUS de mayo de 1936(c) (cuando un sindicato únicamente manifestó su adhesión a alguno
de estos congresos se ha señalado entre paréntesis). 2 A menudo los sindicatos locales estuvie-
ron representados en estos congresos por sus correspondientes federaciones locales o provin-
ciales. Además de los sindicatos indicados, es bastante posible que estuviesen representados
otros sindicatos afiliados a federaciones locales, de los cuales no tenemos información. Sobre
la UPA de Lleida, que envió delegaciones tanto al congreso de 1933 como al de 1936, véase
Apéndice Cinco.
Las principales fuentes utilizadas son: La Batalla (1931-36); Cens Electoral Social de la
Generalitat de Catalunya 3 y datos procedentes de las fuentes de la CNT (indicados con un
asterisco) 4 . Otras fuentes utilizadas aparecen indicadas con notas a pie de página.
Abreviaciones: Agrup: Agrupación; Asoc: Asociación; Aut: Autónomo; Emps: Empleados;
Ind: Industria; Ob: Obrero: Ofs: Oficios; Prof: Profesional; Reg: Regional; S: Sindicato; Soc:
Sociedad; Trabs: Trabajadores; Un: Unión

Fundació Congres Militancia:


n os correspondiente al año indicado
entre paréntesis.
CATALUÑA:
S.Reg. de Trabs. de la
CAMPSA 1933 c
S.Regional de Luz y Fuerza 5 1934 c 2 100(34); 2 000(35); 2 500(36).
BARCELONA (ciudad):
Federación Local: 1934
Asoc. Obrera del Ramo de Vestir 1935 c 570(36).
S. de Industrias Diversas 1936 c
S. de Industrias Gráficas 1933 bc 211(34); 319(35); 875 (36).
S.Mercantil (véase FUTM) S.
Obrero de la Ind.
Metalúrgica 1934 bc 200(34); 528(36).
S. Ob. de la Ind. del Transporte 1935 c 249(36).
S. Prof. de Emps. de los FFCC 1933 b 184(34); 283(35).
S.Reg. de la Ind. Fabril y Textil 1933 bc 2 000(33); 2 500(34); 6

2
La Batalla 10.6.32, 26.10.33, 8.5.36; Adelante 24.10.33.
3
“Cens Electoral Social”, Butlletí Oficial de la Generalitat de Catalunya 26.7.34; 31.7.34; 22.11.35; 3.7.36.
4
Solidaridad Obrera 8.12.31, 26.4.32; CNT, Memoria de los comicios.... (1931); CNT, Memoria de la
Conferencia Regional... (marzo 1933).
5
La información sobre el número de afiliados del Sindicato Regional de Luz y Fuerza se encuentran en: Adelante
6.3.34; “Informe sobre la situación de Cataluña” s.f. (1935) (ACCPCE); Las Noticias 11.7.36.
311

1 118(35); 2 441(36).
FUTM: 1934
Asoc. de Contables 1934 c 1 097(34); 1 500(36). 7
Asoc. de Emps. de Aduanas 1920 bc 647(34); 564(36).
Asoc. de la Dependencia Merc. 1898 c 817(34); 836(35); 810 (36).
Asoc. Ferretera 1932 c 500(33); 8 578(34); 500 (36). 9
Cámara de Viajantes... 1932 c 1 286(34); 1 647(35); 1 592(36).
S. Mercantil 1933 bc 2 000(34); 3 921(36).
Un. Prof. de Cobradores/Mozos 1912 c 400(34); 453(36).
Un. Ultramarina 1895 bc 378(33); 10 498(34); 488(35);
527(36).
Otros:
Agrup. Prof. Ob. de
Reposteros... 1925 c 292(34); 304(35); 383 (36).
S. de la Ind. de la Piel 1934 b 210(36).
S. de Trabs. Intelectuales - a
BARCELONA (comarcas)
Aiguafreda
S. de Ofs. Varios - c
Artés
S.de Ofs. Varios . (c)
Badalona
Centro de Dependientes 1934 c 112(35); 120(36).
Calella
S. Fabril de Obs. en Géneros de 1899 c 1 430(36).
Punto
Cerdanyola-Ripollet
S. de Ofs. Varios - bc
Granollers
El Radium 1924 (c) 195(35).
Hospitalet
S. Reg. CAMPSA 1933 301(34); 437(36).
Igualada
S. Aut. Ind. Fabril y
Textil c 400(33*).
S. de la Ind. de la Piel 1936 c 300(33*); 199(36).
S. del Ramo de la
Construcción 1934 c 250(33*); 124(36).
Manlleu
Sec. Merc. del S. Fabril - c
Manresa
S. Aut. de Cinteros - ab 500(31*).

6
Adelante 27.12.33.
7
Front 27.3.36.
8
Lluita (FET) 15.9.33.
9
Front 27.3.36.
10
Lluita (FET) 15.9.33.
312

Mataró
S. de Obs. Barberos - c 72(31*); 35(33*).
Soc. Tipográfica 1932 c 35(34).
Monistrol
S. Autónomo 1931 abc 550(32*).
La Pobla de Lillet
S. de Trabs. 1932 (c) 170(34); 124(36).
El Pont de Vilomara
S. de Trabs. 1931 ac 91(35); 111(36).
Sabadell
S. de Emps. y Técnicos 1932 c 550(33); 11 607(34); 631(35);
700(36). 12
Sitges
Federación Local - C
S. Único de Constructores de 1933 bc 800(31*); 600(33*); 325(35);
Calzado 710(36).
Soc. de Albañiles - bc 90(31).
Terrassa
Federación Local:
Asoc. de Emps. y Técnicos 1931 bc 817(32); 13 900(33); 14 893(34); 15
837(36).
S. Artes Gráficas - abc 95(31*); 100(36). 16
S. de Inds. de Género de Punto 1933 bc 1500(36). 17
S. Ob. de la Ind. Fabril y Textil - c 500(36). 18
S. Prof. de Contramaestres “El - c 800(36). 19
Radiumn -
S. del Ramo de la Madera - c
Vic
S. Agrícola - (c)
GIRONA
Anglès
S. de Arte, Fabril y Textil - b
S. del Ramo de la Madera - b
S. de Trabs. - a 1 000(31*); 800(32*). 20
Campdevànol
S. Artes Gráficas - c
Figueres
Federación Local: 1935 (c) 700(36).

11
Ibíd.
12
Front 27.3.36.
13
Associació d’Empleats i Tècnics abril de 1932.
14
Lluita (FET) 15.9.33.
15
Associació d’Empleats i Tècnics febrero de 1934.
16
Entrevista con Josep Marimon 28.9.85.
17
Ibíd.
18
Ibíd.
19
Ibíd.
20
Treball (Figueres) 4.7.36.
313

Asoc. de Emps. de Banca 1931 c 44(34); 47(36).


Asoc. Emps/Obs.
Gas y Electricid. 1932 92(34); 97(35); 90(36).
Centro de Deps. 1932 58(34); 70(35); 98(36).
S. Aut. Metal. -
S. Ob. Curtidores -
S. Ofs. Varios - c 84(35); 81(36).
S. del Ramo de Construcción -
S. Ramo de Vestir -
Soc. de Camareros 1932 86 (34)
Soc. de Barberos 1934 44(35); 48(36).
Soc. Local de Obs.
Municipales -
Soc.Obs. Pintores -
Girona
Federación Local 1931 abc 2 500(31); 1 900(34); 21
1 600(36).
Asoc. Arte de Imprimir -
S. de Albañiles - (b)
S. Alimentación 1931 ac
S. Arte Fabril 1931 ac 298(34).
S. Barberos -
S. del Ramo de la Construcción 1933 abc 528(34).
S. de la Madera - 35(33).
S. Metalúrgica - abc -
S. Ofs. Varios - bc 22 (34)
S. Productos Químicos - ac
S. Transporte abc
Olot
Federación Local: - c 1 000(34). 22
S. de Artes Decorativas - 270(34).
S. Artes Gráficas -
S. Ob. de la Ind. -
Hotelera 1923 28(34).
S. Luz y Fuerza 1934 38(34); 35(36).
S. Obs. del Arte Fabril y Textil 1932 613(34).
S. del Ramo de Construcción 1932 282(34).
S. U. del Ramo de Elaborar - 133(34).
Madera
S. del Ramo de la Piel 1933 60(34).
Federación de Trabs. del Campo 1933 c 1 000(34). 23
Palafrugell
S. de Trabs. - ac 500(31); 578(36).

21
Catalunya Roja 30.8.34.
22
Ibíd 16.8.34. La relación de sindicatos que formaron parte de la Federación Local probablemente es incompleta
dado que en 1936, según la propia Federación, ya se habían adherido todos los sindicatos de la localidad.
23
J. Pujiula, “1934: Als cinquanta anys dels fets d'octubre”, L'Olotí 18.10.84.
314

Sant Joan de les Abadesses


S. de Ofs. Varios - abc 600(31*); 300(32*).
LLEIDA
Alfarràs
S. de la Ind. Fabril y Textil 1934 c 359(36).
S. Único - b 500(31*).
Almatret
S. de Mineros - c
Balaguer
S. de Trabajadores - b 150(311; 103(32*); 88 (36).
Lleida
Federación Local: 1931 abc
Fed. de Trabs. del
Ramo de la Const. 1933 c 581(36).
S. Arte Imprimir - 72(311; 20(36).
S. de Camareros,
Cocineros... 1931 bc 161(36).
S. Ferroviario del
Norte - ab 400(31*); 400(34).
S. Inds. Químicas - a 80(311; 78(36).
S. de la Ind. del
Transporte - c
S. Luz y Fuerza abc 200(31*); 100(36). 24
S. Mercantil 1931 abc 180(31*); 200(33); 25 451(34);
332(36).
S. de Obs. del
Ayuntamiento 1936 c 109(36).
S. Ob. Prof. de Oficios
Diversos 1931 bc 114(34); 133(36).
S. del Ramo de la
Alimentación bc 84(311; 121(36).
S. del Ramo de la
Madera - abc 159(36).
S. del Ramo de
Metalurgia abc 200(31); 190(36).
Soc. de Obs. Panaderos 1931 61(34); 60(36).
Soc. de Obs. Pasteleros 1926 77(34).
Soc. de Oficiales
Peluqueros y Barberos - abc 79(36).
Tàrrega
S. de Trabs. abc 97(311; 356(36).
TARRAGONA
Reus
Comité Comarcal de
Sindicatos - a

24
Lucha Social 14.2.34.
25
Lluita (FET) 15.9.33.
315

Sindicato Único - a 1 769(311; 1 667(32*).


Federación Loca1 26 - (c) 5 000(36).
S. de Ferroviarios - a
S. de Minadores Soc. - c
de Albañiles y Peones - (c)
Un. Ob. Fabril y Textil 1931 c 679(36).
Un. Ob. del Ramo de 1934 (c) 233(36).
Marroquinería
Salomó
Agrupación Femenina Obrera - c
Tarragona
Federación Local: 1931 a
Asoc. de Emps. Técnicos - b
Sección de Mosaístas... 1932 29(36).
S. Aut. de Ind.
Ferroviario ab 140(31*); 65(32*).
S. Aut. de Ofs.
Diversos 1933 b 230(31*); 81(36).
S. CAMPSA - 72(32*).
S. Luz y Fuerza - 210(32*).
S. Picapedreros -
S. Metalúrgico 250(32*); 159(34).
S. de Pintores 1934 c 57(36).
S. del Ramo del Aguja - 210(32*).
S. de Teléfonos - 16(32*).
S. de Transporte b 700(31*); 120(32*).
Soc. de Peones y
Albañiles ac 635(321; 396(36).
Torredembarra
S. Ofs. Diversos 1936 (c) 81(36).
El Vendrell
S. Ob. Local - b 300(31*).
Soc. de Albañiles - c
Vimbodí
S. Ferroviario - a

26
Según sus propias fuentes la Federación Local en 1934 agrupaba a 17 sindicatos. En 1936, la nueva Federación
Local unificada afirmó reunir a todos los sindicatos de la ciudad –conocemos la existencia 36 de ellos; salvo los
cuatro que participaron o se adhirieron al congreso de la FOUS, no es posible establecer si los demás estaban
influenciados por el POUM. Véase Capítulo Seis, nota 165.
316

5. La unió provincial agraria de Lleida 1934-1936


La información expuesta en este apéndice procede del informe de la asamblea de la UPA de
marzo de 1933 (véase: La Batalla, 23.3.33. y Cens Social Electoral, Butlletí de la Generalitat
de Catalunya, 26.7.34. y 3.7.36). Gran parte de esta información se encuentra también
reproducida en Barrull, El Bloc Obrer i Camperol, p.67. A finales de 1933 la UPA afirmaba
tener más de 8 000 afiliados y, en junio de 1936, 60 secciones. Sólo ha sido posible identificar
42 de estas secciones, de las cuales se conoce el número de afiliados de 29 de ellas, que
ascendía a 2 376 a principios del verano de 1936.
Fundación Afil. Afil.
1934: 1936:
Les Garrigues
Les Borges Blanques 1933 147 194
L'Espluga Calba - - -
Juneda 1930 250 183
Torregrossa 1933 181 -
La Noguera
Balaguer - - 19
Bellvís 1933 70 94
Butsènit de Mongai 1933 - 44
Linyola 1932 108 108
Penelles - - -
Preixens 1933 31 31
La Sentiu de Sió - - -
Torrelameu - - -
Vallfogona de 1936 - 20
Balaguer
Segarra
Cervera 1933 24 24
Segrià
Albatàrrec 1934 - 26
Alcarràs 1933 111 111
Alcoletge 1936 - 70
Almatret - - -
Almenar 1933 120 -
Corbins 1934 - 113
Golmés 1933 60 66
Lleida 1931 394 425
Llardecans 1934 - 26
Miralcamp - -
Puigverd de Lleida 1933 118 118
Sarroca 1933 47 29
Seròs 1936 - 25
Torres de Segre 1933 38 48
Torre-sona - -
Vilanova d'Alpicat 1933 110 110
317

Vilanova de la Barca - - -
Urgell
Agramunt - -
Anglesola 1933 66 77
Barbens 1933 53 56
Castellserà 1933 78 80
La Fuliola 1932 136 136
Ivars d'Urgell - -
Sant Llorenç de 1933 14 -
Rocafort
Sant Martí de Maldà 1932 60 48
Tàrrega 1932 37 51
Tornabous - - -
Verdú - -
Vila-Sana 1936 - 44
318

6. El BOC, la ICE y el POUM. Su implantación fuera de Cataluña


1931-1936
No hay mucha información detallada disponible sobre la implantación del POUM fuera de
Cataluña. En la mayoría de casos las secciones del POUM se habían constituido sobre la base
de los antiguos grupos de la ICE y de la FCI/BOC. La información sobre muchos de estos
núcleos es escasa, sobre todo en lo que hace a algunos de grupos de militantes del PCE que se
alinearon con el trotskismo en 1931, así como sobre los núcleos de la FCI de Logroño, Orense
y Zamora.
La información sobre la implantación del POUM y del BOC procede de la prensa de estos
partidos hasta julio de 1936 y sobre todo del informe del Segundo Congreso de la FCI, en La
Batalla (20.4.34). Gran parte de la información disponible sobre la ICE aparece en Pagès, El
movimiento trotskista... (pp.70-92); para información adicional véase ‘Informe General del
C.E. de la OCE’ en Boletín Interior de Información y Discusión – Oposición Comunista
Española de Izquierda (febrero 1932). Los grupos de la ICE mencionados por el Comité
Ejecutivo del POUM en su informe A propòsit d’un manifest... (p.11), aparecen indicados con
un asterisco. Antes de marzo de 1932, la organización trotskista utilizó la denominación OCE.
a: afiliados.
cp: carnets pedidos.

Fundación (o primera mención)


ANDALUCÍA
Algeciras ICE (1932)
Cádiz ICE (1932)
Fuensanta de Martos
(Jaén) ICE 1931
Gerena (Sevilla) ICE
POUM 1936
Huelva POUM (1936)
Jaen ICE 1931
Sevilla* ICE 1931 1931: 70 a.
POUM 1936
ARAGÓN
Huesca 1934: 100 a.
Albelda BOC (1934)
Alcolea de Cinca POUM (1936)
Barbastro BOC (1934)
Binefar BOC (1934)
Bonansa BOC (1934)
Castillonroy BOC 1933
Estadilla BOC (1934)
Fraga BOC (1934)
Monzón POUM 1936
Ontineña POUM 1936
Selgua POUM 1936
Zaragoza 1934: 15a.
319

Mequinenza BOC (1934)


Zaragoza BOC (1934)
ASTURIAS
Albaña FCI 1934
La Felguera FCI (1934)
POUM (1936)
Gijón* ICE
POUM (1936)
Mieres FCI 1932 1934: 25 a.
POUM (1936)
La Rebollada FCI 1934
Ollinogo FCI 1934
Oviedo FCI (1934)
ICE
POUM (1936)
Sama ICE (1932)
POUM (1936)
CANTABRIA
Astillero* ICE 1931
POUM (1936)
CASTILLA-LA MANCHA
Almansa (Albacete) ICE (1932)
CASTILLA-LEÓN
Alarez (Salamanca) ICE 1932
Baltañas (Palencia) ICE 1931
Hornillos (Palencia) ICE 1931
Lantadilla (Palencia) ICE (1932)
León ICE 1931 1932:5 a.
POUM (1936)
Mayalde (Zamora) FCI (1934) 1934:5 a.
Peñaranda (Salamanca) ICE 1932 1932
Palencia ICE 1931
POUM 1935
Riaño (Leon) ICE (1932)
Salamanca* ICE 1931
POUM (1936) 1936: 30 cp.
Segovia ICE (1932)
Soria ICE (1932)
Tejares (Salamanca) ICE 1932 1932: 40 a.
POUM 1936
Valladolid POUM (1936)
Villada (Palencia)* ICE 1931
POUM (1936)
Zamora ICE 1931
EXTREMADURA
Berlanga ICE (1932)
Castuera POUM
Fuente de Cantos ICE (1933)
320

Llerena* ICE (1932)


POUM (1936) 1936: 122 a.
Maguilla ICE (1932) 1932: 50 a.
Villagarcía de la Torre POUM 1936
GALICIA
La Coruña
Boiro POUM
Camariñas POUM
Cesuras POUM 1936
La Coruña ICE 1931
POUM 1936
El Ferrol ICE 1931
Finisterre POUM 1936
Hombre ICE (1932) 1932: 10 a.
Mariños ICE (1932) 1932: 12 a.
Noya ICE
Padrón ICE
POUM 1936
Puente del Puerto POUM 1936
Pontedeume ICE 1931 1932: 12 a.
Ribeira?? POUM
Santa Eugenia de Ribeira ICE
Santiago de Compostela* ICE
POUM 1936 1936: 70 a.
Teijeiro ICE 1931
Lugo
Lugo ICE 1932
POUM (1936)
Orense
Barco de Baldeorras ICE 1931
Orense FCI (1934) 1934: 5 a.
Rubiá POUM
Pontevedra
Rianxo POUM 1936
Vilagarcía de Arousa POUM
BALEARES
Palma de Mallorca BOC 1934 1934: 5 a.
POUM (1936) 1935: 15 cp.
CANARIAS ICE (1932)
POUM 1935
MADRID
Madrid* ICE 1931
FCI 1932 1934: 10 a.
POUM 1935 1936: 70 a.
Perales de Tajuña POUM 1936
Tielmes de Tajuña POUM 1936
LA RIOJA
Logroño FCI 1932 1934: 10 a.
321

PAÍS VALENCIANO
Alicante
Alicante BOC (1934) 1934: 5 a.
Torrellano ICE (1934)
Castellón
Albocácer POUM (1936)
Alcalá de Chivert BOC (1934)
Bechí POUM 1936
Benicarló BOC 1933 1934: 15 a.
Burriana BOC 1935
Cabanes BOC (1934)
Castellón BOC 1931 1934: 50 a.;
1935: 30 cp.
Chert POUM 1935 1936: 20 a.
Grao POUM 1935 1936: 35 a.
La Jana POUM (1936)
Moncófar POUM 1935
Puebla Tornesa BOC 1932 1934: 20 a.
Teresa de Viver BOC (1934)
Torás POUM (1936)
Torreblanch POUM 1935
Torre Embesora BOC (1934)
Villareal BOC (1934)
Vinaroz BOC 1932 1934: 20 cp.
1935: 29 cp.
Valencia
Borriol BOC 1932 1934: 12 a.
Burjasot BOC (1934)
Faura (Los Valles) BOC (1934)
Pueblo de Sagunto BOC (1934)
ICE (1934)
Ribarroja POUM 1935 1936: 50 a.
Valencia BOC 1933 1934: 50 cp.
POUM 1935: 45 cp.
1936: 70 cp.
Xelva POUM

PAÍS VASCO Y
NAVARRA
Ablitas (Navarra) ICE 1932
Bibao* ICE 1931
POUM 1935
Pamplona* ICE (1932)
POUM 1935
Santurce POUM 1936
Sestao ICE (1932)
POUM (1936)
Vitoria POUM 1936
322

7. Resultados electorales del BOC 1931-1934


Elecciones a las Cortes Constituyentes, el 28 de junio de 1931 27
Barcelona (capital):
Joaquín Maurín Secretario General BOC 1 215
José García Miranda Capitán del ejército 1 105
Tomàs Tussó Médico 969
Jordi Arquer Dependiente 741
Hilario Arlandis Marmolista 711
Jaume Miravitlles Profesor 706
Víctor Colomer Maestro 623
Joaquín Masmano Picapedrero 597
Daniel Domingo Montserrat Funcionario Generalitat 587
Daniel Rebull Mecánico 586
Pere Fuentes Dependiente 576
Joaquín Pijoan Tipógrafo 548
Antoni Sesé Obrero de la calefacción 534
Pere Bonet Tipógrafo 530
Voto medio: 716
% de votos emitidos: 0.4

Barcelona (provincia):
Enric Dalmau Obrero del vidrio 1 800
José García Miranda Capitán ejército 1 312
Hilario Arlandis Marmolista 1 275
Voto medio: 1 462
% de votos emitidos: 1.0

Girona:
Jaume Miravitlles Profesor 1 640
Miguel Adán Sánchez Ferroviario 620
Voto medio: 1 130
% de votos emitidos: 1.5

Lleida:
Joaquín Maurín Secretario General BOC 3 159
Víctor Colomer Maestro 2 710
Voto medio: 2 934
% de votos emitidos: 4.6
Tarragona:
José García Miranda Capitán ejército 2 344
Eusebio Rodríguez Salas Corredor de comercio 1 367
Voto medio: 1 855

27
Para los resultados de las elecciones de 1931 a 1933 véase Molas, El sistema de partidos políticos... pp.129-
167; la información sobre la profesión de los candidatos procede de: L'Hora 8.4.31; La Batalla 3.11.32; Front
19.11.32; Adelante 18.11.33; y también de entrevistas realizadas a antiguos militantes del BOC, sobre todo Josep
Coll, Miquel Gayolà, Pere Vigués y Wilebaldo Solano.
323

% de votos emitidos: 2.2

Elecciones parciales 1931


12 de junio de 1931:
Barcelona (capital):
Joaquín Maurín 12 005
% de votos emitidos: 17.7
Barcelona (provincia):
José García Miranda 1 967
Hilario Arlandis 1 257
Voto medio: 1 612
% de votos emitidos: 1.0

4 de octubre de 1931:
Barcelona (capital):
Joaquín Maurín 8 412
% de votos emitidos: 10.0

11 de octubre de 1931:
Barcelona (capital): 13 708
Joaquín Maurín
% de votos emitidos: 24.2

Elecciones catalanas, el 20 de noviembre de 1932


Barcelona (capital):
Joaquín Maurín Secretario General BOC 3 800
Jaume Miravitlles Profesor 3 482
Jordi Arquer Dependiente 3 146
Tomàs Tussó Médico 2 725
Víctor Colomer Maestro 2 549
Josep Coll Albañil 2 302
Joaquín Aroca Ceramista 2 265
Daniel Rebull Administrativo (CAMPSA) 2 230
María Recasens Estudiante 2 190
Josep Domènech Metalúrgico 2 179
Fortià Matabosch Metalúrgico 2 174
Pere Bonet Tipógrafo 2 169
Eusebio Rodríguez Salas Empleado municipal 2 142
Pere Fuentes Dependiente 2 132
Salvador Serra Ebanista 2 129
Josep M. Tarafa Empleado 28 (luz y fuerza) 2 119
Carme Martí Modista 2 109
Josep Sala Albañil 2 109
Miguel Sánchez Gómez Empleado de correos 2 101
Voto medio: 2 424

28
Se ha respetado el término empleado, que en la época se utilizaba para referirse a los trabajadores
administrativos y oficinistas.
324

% de votos emitidos: 1.6

Barcelona (provincia):
Joaquín Maurín Secretario General BOC 2 893
Jaume Miravitlles Profesor 2 700
Jordi Arquer Dependiente 2 446
Víctor Colomer Maestro 2 178
Josep Vidal Ferroviario 2 026
Llibert Estartús Estudiante 2 015
Fortià Matabosch Metalúrgico 1 995
Daniel Domingo Montserrat Funcionario Generalitat 1 988
Pau Padró Rabassaire 1 976
Josep Oltra Empleado 1 975
Vicenç Acín Mas Ferroviario 1 973
Jaume Armengol Metalúrgico 1 963
Isidre Casajoana Obrero del textil 1 954
Manel Bala Rabassaire 1 952
Pere Bricollé Raventós Rabassaire 1 915
Voto medio: 2 130
% de votos emitidos: 2.0

Girona:
Jaume Miravitlles Profesor 7 720
Llibert Estartús Estudiante 4 540
Miquel Gayolà Metalúrgico 4 397
Voto medio: 5 552
% de votos emitidos: 8.9
(Miravitlles: 12.4)

Lleida:
Víctor Colomer Maestro 4 432
Joaquín Maurín Secretario General BOC 4 319
Jaume Miravitlles Profesor 3 458
Jordi Arquer Dependiente 3 180
Santiago Palacín Dependiente 3 032
Pere Ardiaca Metalúrgico 3 009
Francesc Mateu Obrero del transporte 2 840
Tomàs Pàmies Obrero del transporte 2 826
Francesc Aguilar Ebanista 2 791
Joan Farré Ferroviario 2 437
Sebastià Garsaball Campesino 1 796
Voto medio: 3 102
% de votos emitidos: 5.2

Tarragona: 29
Joaquín Maurín Secretario General BOC 1 779

29
Datos del Boletín Oficial extraordinario de la provincia de Tarragona 23.11.32.
325

Antoni Iborra Representante comercial 1 700


Jaume Miravitlles Profesor 1 654
Pau Padró Rabassaire 1 640
Jordi Arquer Dependiente 1 505
Daniel Domingo Montserrat Funcionario Generalitat 1 431
Josep Rebull Empleado/estudiante 1 400
Víctor Colomer Maestro 1 400
Joan Fortuny Carpintero 1 309
Francesc Oliva Empleado 1 230
Mateu Pedret Electricista 1 158
Voto medio: 1 473
% de votos emitidos: 2.1

Elecciones generales, el 19 de noviembre de 1933


Barcelona (capital):
Frente Obrero
Jordi Arquer Dependiente 5 745
Joaquín Maurín Secretario General BOC 5 637
Tomàs Tussó Médico 4 607
Luis Prieto (PSOE) Viajante comercial 4 530
Jaume Miravitlles Profesor 4 525
Joaquín Escofet (PSOE) Tipógrafo 4 472
Ricardo Neira (PSOE) Pres. Fed. Cat. PSOE 4 461
Víctor Colomer Maestro 4 459
Francisco Duran (PSOE) Arquitecto 4 377
María Recasens Estudiante 4 370
Raimundo Morales (PSOE) Pres. FJS Barcelona 4 353
Josep Coll Albañil 4 352
Ramon Farré (PSOE) Ferroviario 4 331
Pedro Muñoz (PSOE) Portuario 4 297
Pere Bonet Tipógrafo 4 199
Voto medio: 4 581
% de votos emitidos: 1.3

Barcelona (provincia):
Frente Obrero
Jordi Arquer Dependiente 2 758
Julián Gómez (Gorkin) Escritor 2 527
Manuel Prieto — 2 505
José García Miranda Capitán ejército 2 494
Daniel Rebull Administrativo (CAMPSA) 2 475
Josep Oltra Empleado 2 464
Isidre Casajoana Obrero textil 2 456
Josep Tarafa Empleado (luz y fuerza) 2 425
Pedro Mendoza (PSOE) — 2 422
Manuel Bala Rabassaire 2 407
Eusebio Rodríguez Salas Empleado municipal 2 364
Ramon Magre Cocinero 2 360
326

Voto medio: 2 471


% de votos emitidos: 0.8

Girona:
Frente Obrero
Jaume Miravitlles Profesor 8 130
Llibert Estartús Estudiante 4 756
Miquel Gayolà Metalúrgico 4 310
Josep Domènech Metalúrgico 3 797
Carme Martí Modista 3 795
Voto medio (menos
Miravitlles): 4 165
% de votos emitidos: 3.4
(Miravitlles: 6.7)

Lleida:
Frente Obrero y Campesino
Joaquín Maurín Secretario General BOC 5 521
Santiago Palacín Dependiente 5 201
José Solé (PSOE) Empleado de banco 5 007
Sebastià Garsaball Campesino 4 822
Voto medio: 5138
% de votos emitidos: 4.6

Tarragona:
Frente Obrero
Julián Gómez (Gorkin) Escritor 1 921
Pau Padró Rabassaire 1 827
Antoni Iborra Representante comercial 1 481
Daniel Domingo Montserrat Funcionario Generalitat 1 465
Rafael Vidiella (PSOE) — 688
Voto medio: 1 476
% de votos emitidos: 1.0

Castellón: 30
Frente Obrero
Joaquín Maurín Secretario General BOC 730
Julián Gómez (Gorkin) Escritor 704
Jaume Miravitlles Profesor 211
Voto medio: 548
% de votos emitidos: 0.4

Elecciones municipales, el 14 de enero de 1934 31

30
El Mercantil Valenciano 22.11.33.
31
La información disponible sobre las elecciones municipales es muy limitada, los detalles citados proceden de:
Butlletí Oficial de la Generalitat de Catalunya del 24.1.34. a 13.2.34; Adelante 16-21.1.34, 24.1.34, 3.2.34,
327

Los lugares en los que se obtuvieron concejales se indican con un asterisco, y cuando se sabe
el número de éstos se especifica, entre paréntesis
Candidatura: Votos % de voto
Barcelona:
Badalona Front Obrer 389 2.7
Barcelona 1970 0.6
Cornellà de Llobregat 31 1.1
Linars del Vallès 3 0.6
Manresa 55 0.3
El Pont de Vilomara - -
Sabadell 509 2.6
Santa Coloma de Gramanet - -
Sant Genís de Vilassar Front Obrer 57 3.9
Terrassa 347 1.9
Vic Coalició d'Esquerres i Obrerista 2 056 33.6* (1)
Vilanova i la Geltrú 292 4.5
Vilassar de Dalt Front Obrer 8 2.0

Girona:
L'Armentera 125 37.3* (2)
Agullana Canditatura Obrera 251 56.7* (5)
Cadaques Coalició del Forment
Republicà i simpatitzants del BOC 193 34.2*

Camprodón Grup Front Obrer Republicá del Camp 137 30.0


Cervià de Ter - -*
Figueres 58 1.3
Fortià - -*
Girona 170 2.0
Olot Front Obrer d'Esquerra 2 186 41.5* (1)
Osor - -*
Ripoll Front Únic 103 3.6
Salt Aliança Obrera Pagesa 517 27.4
Sant Joan de les Abadesses Front Popular d'Esquerra Catalana i BOC 652 45.9* (1)
Santa Pau Canditatura Obrera 224 42.6
Tortellà Sindicatos-Casino del Pueblo 378 82.3 *

Lleida:
Alfarràs 305 46.7 * (2)
Alcarràs Front Republicà d'Esquerra 541 47.5 *
Almenar Front d'Obrers i Pagesos 75 6.1
Balaguer Front d'Obrers i Pagesos 254 10.7

7.2.34; La Vanguardia 16.1.34, 18.1.34; La Humanitat 19.1.34; C. Mir Curcó, Lleida (1890-1936). Caciquisme
polític i lluita electoral (Barcelona 1985), tomo II, pp.131-146. En las comarcas de Girona, suponemos por la
actividad bloquista a escala local y por los nombres de las candidaturas que el BOC participó en las de
Camprodón, Ripoll y Salt (R. Virós, “Las elecciones municipales del 14.1.34 en la provincia de Gerona”,
Perspectiva Social núm.5, Girona, 1975).
328

Bellvís Front Obrer i Pagès 256 22.8


Les Borgues Blanques Front d'Obrers 144 6.4
Castellserá 377 48.1 *
La Fuliola Front Únic d'Esquerres 279 53.6 *
Golmés 294 46.2 * (2)
Llardecans Front de Treballadors 247 41.9 * (2)
Lleida Front Obrer i Pagès 635 3.1
Maials 22 2.1
Puigvert de Lleida Sindicat de Treballadors 200 41.2 * (2)
Tàrrega Front Republicà i Obrer 954 42.3 * (1)
Torregrossa Front de Treballadors 28 2.2
Torrelameu 32 129 47.9 * (2)
Tudela de Segre Front de Pagesos 133 94.3 * (4)
Vilanova d'Alpicat Front de Treballadors 246 70.9 * (5)
Vilanova de la Barca Front d'Esquerres 181 50.4 *

Tarragona:
Cabra del Camp BOC & UdeR - -*
Gratallops - -*
Montblanc 1207 -* (3)
Reus 108 1.0
Tarragona Alianza Obrera 786 7.2
Valls Front Únic d'Esquerres 2 962 51.7 * (1)
El Vendrell 653 30.0
Vilallonga Front Únic de Obrers i Pagesos 359 62.1 * (2)
Vila-seca Unió d'Obrers del Camp, Arts i Oficis 550 38.7

32
Según La Batalla (15.5.36), la mayoría de los concejales del ayuntamiento de Torrelameu pertenecían al
POUM.
329

8. La dirección política del BOC y del POUM 1932-1935


El presente apéndice es una relación de componentes del Comité Central (CC) del BOC y del
POUM entre 1932y 1935. Indica también aquellos de sus componentes que lo eran a su vez
del Comité Ejecutivo (CE). En 1933 este último comité se dividió entre un Comité Político
(CP) y un Comité de Organización (CO), y se amplió el CC; en 1934 se restableció el CE y se
redujo de nuevo el CC. Todos los miembros del CE (o del CP y del CO durante la existencia
de éstos) lo eran también del CC.
La información sobre la composición de estos comités y los lugares de origen o de represen-
tación de sus miembros procede de: La Batalla, 1.9.32, 22.6.33, 29.6.33, 20.4.34 y 1.5.34;
Boletín del POUM no 1 (octubre 1935) y Acta del Comité Central del POUM, 5/6.1.36. Sobre
la composición del CE en 1932, carta de Josep Coll al autor, 21.3.85. La información sobre las
profesiones de los integrantes de estos comités procede de la prensa del BOC y del POUM y
del testimonio de antiguos militantes de estos partidos; sobre todo de Manel Alberich,
Francesc de Cabo, Josep Coll, Miquel Gayolà, Joan Soler y Wilebaldo Solano. En caso de
desacuerdo sobre la profesión de algún componente de los comités, se ha aceptado la opinión
mayoritaria. Hay que resaltar que en esta relación aparecen únicamente los integrantes
elegidos de los comités indicados y no se incluyen los nombres de aquellos que participaron
esporádicamente en las reuniones de estos comités sin ser miembros de los mismos.
Nombre Repres. Oficio 1932 1933 1934 1935
/lugar FCC- FCI FCI POUM
resid. B
Adroher, Enric Barcelona Maestro CE CE
Gironella
Aguilar, Francesc Lleida Ebanista CC
Alsina, Joan Sitges Ob. piel CC CC
Armengol, Jaume Manresa Metalúrgico CC CC
Aroca, Joaquim Barcelona Ceramista CC
Arquer, Jordi Barcelona Depeniente CE CP CC CE
Avré Madrid — CC
Aznar, Pablo Badalona — CC CC
Bala, Manel Cerdanyola Rabassaire CC
Bancells, Lluís Mataró Barbero CC 33 CC
Bonet, Pere Barcelona Tipógrafo CE CP CE CE
Bosch, Jaume Sabadell Ob. Textil CC CC CC
Brugera, Pere La Bisbal Camarero CC
Carreres, Joan Figueres Empleado 34 CC
Casajoana, Isidre Manresa Ob. Textil CC CC
Coll, Josep Barcelona Albañil CE CP CC CE
Colomer, Víctor Barcelona Maestro CE CP CE 35
Domènech, Josep Barcelona Metalúrgico CO CE CC
Domingo Montserrat Barcelona Funcionario, CC

33
Al parecer que Bancells y Jorba fueron substituidos por Figueres y Lucas, (La Batalla 22.6.33).
34
Véase nota 28.
35
Colomer reemplazó a Miravitlles en el Comité Ejecutivo cuando este último abandonó el BOC (junio de 1934).
330

Daniel Generalitat
Duran, Pere Reus Empleado CC CC
Escobar, Benjamín Asturias Minero CC
Farré, Joan Lleida Ferroviario CC CC CC CC
Ferrer, Miquel Barcelona Empleado Generalitat CE CO
Figueras, Juli Terrassa Dibujante CC
Fortuny, Joan Tarragona Carpintero CC CC CC CC
Gayolà, Miquel Girona - Metalúrgico CC CC CC CC
Gibert, (Emili) CC
Gorkin Gómez, Julián Valencia Escritor CE CC CC
Gracia, Ramón Huesca CC
Iborra, Antoni Montblanc Represent. Comercial CC CC CC
Jaime, Miguel Balaguer Albañil CC
Jorba, Jaume Terrassa Ob. Textil CC CC CC
Lucas, Mongol Mataró Pintor construc. CC
Magdelena, Marcelino Mieres Minero CC CC CC
Magre, Ramon Barcelona Cocinero CE 36
Marsà, Dionisio Castellón Carpintero CC
Mas, Josep Vic Peón/Ferroviario CC
Masferrer, Llorenç. Barcelona Albañil/Sec. Gen. JCI CC
Mateu, Francesc Tàrrega Obrero Transporte CC
Maurín, Joaquín Barcelona Secretario General CE CP CE CE
Milla, Guillaumes Sitges Zapatero CC
Miravitlles, Jaume Barcelona Profesor CE CP CE
Moyà, Àngel Barcelona Dependiente CC CC
Oliva, Francesc Reus Empleado CC CC
Padró, Pau El Vendrell Rabassaire CC
Parera, (Joan) (Girona) (Ferroviario) CC
Peirat, Julián Castellón Empleado CC CC
Ponsoda, Eduard Tarragona Ferroviario CC
Portela, Luis Barcelona Tipógrafo CC CC
Quer, Joan Indigeta Figueres Secretario Municipal CC CC CC

Rabassa, Josep Vinaroz Empleado CC


Rabinat, Sixto Valencia Empleado CC
Reboll Cornellà — CC CC
Rebull, Daniel Barcelona Admin. CAMPSA CE CO CE CC
David Rey
Reguerots, Josep El Vendrell Rabassaire CC
Recasens, María Barcelona Estudiante CC
Rodes, Josep Lleida Propietario Zapatería CC CC CC

36
Según La Batalla (6.9.34), Magre dimitió del CE y fue remplazado por Tussó (ibid 1.10.34).
331

Rodríguez Salas, Barcelona Empleado Municipal CE CO CC


Eusebio
Romero, Cristiano Asturias — CC
Romeu Barcelona — CC
(prov.)
Rovira, Josep Barcelona Empleado Generalitat CE CE
Sala, Acardi Manresa Abogado CC
Sala, Josep Barcelona Albañil CC CC
Sala, Llorenç Olot Artesano CC CC CC CC
Sans Orenga, Martí Barcelona Dependiente CE CC
Serra, Salvador Barcelona Ebanista CC
Tarafa, Josep M. Barcelona Admin. (Luz y Fuerza) CO CE CC

Teixidó, Josep 37 Barcelona — CC


Tona, Abelard Barcelona Periodista CO
Torres, Salvador Igualada Albañil CC
Tussó, Tomàs Barcelona Médico CE CP CE 38 CC
Urgelles, Pere Sitges Zapatero CC
Vendrell, Joaquim Terrassa Contramaestre CC
Vidal, Germinal Barcelona Conductor Carretilla (puerto) CC CC
Sec. G. JCI
Vila, Joan Sabadell Contable CC CC CC
Viladrosa Lleida Dependiente CC
Viola, Domenèc Balaguer Escribiente CC

Relación de antiguos militantes de la ICE que formaron parte también del primer
Comité Central del POUM (septiembre de 1935):

Alutiz, Julio Pamplona Ferroviario


Andrade, Juan Madrid Editor
Arenillas, José Luis Bilbao Médico
Cortezón, Eusebio Astillero Obrero petróleo
De Cabo, Francesc Barcelona Administrativo
Mauricio, Eduardo Llerena Empleado
Maynou Calella —
Molins i Fàbrega, Barcelona Periodista
Narcís
Nin, Andreu Barcelona Periodista/ Traductor
Rodríguez, Enrique Madrid Fotograbador
Sánchez, Manuel Salamanca —
Solares, Aurelio Gijón Sindicato de Espectáculos Públicos CNT
37
Josep Teixidó, de Olot fue secretario de la FCC-B durante los años veinte y militó en la organización local del
BOC al menos hasta 1934 (La Batalla 4.10.34); en la reunión del CC del 5/6 de enero de 1936, se le menciona
como representante de Barcelona.
38
Véase nota 36.
332

Molins i Fàbrega y Nin eran también miembros del Comité Ejecutivo.

39
9. Prensa del PCC, FCC-B, BOC y POUM. 1929 – Julio 1936
# publicaciones promovidas por militantes del PCC, FCC-B, BOC y POUM no vinculadas
orgánicamente a estos partidos.
*números publicados conocidos.

Barcelona
Treball-LAndreuenc# (PCC) 1.1.30. – 1.4.30: 7 números.
Treball (PCC) 19.4.30. – 29.11.30: 40 números.
La Batalla 23.5.30. – 4.10.34: 205 números.
28.6.35. – 17.7.36. 55 números.
La Señal# (Federación Nacional de Puertos 31.5.30. – 1.11.30. 10 números.
de España y de la Sección de Ferroviarios)
(PCC)
L'Hora 10.12.30. – 13.11.31: 45 números.
29.4.34. – 29.9.34: 23 números.
19.1.35. – 10.1.36: 57 números.
Front 9.7.32. – 31.12.32: 17 números.
7.12.35. – 17.7.36: 32 números.
Adelante 15.10.33. – 11.3.34: 127 números.
La Nueva Era oct. 1930 – oct. 1931: 8 números.
enero – julio 1936: 6 números.
FAM# (Consell d'obrers en atur forçós) febrero 1933: 2 números*.
A.E.R.# (Associació d'Estudiants febrero 1933 – 19.4.34: 3 números*.
Revolucionaris)
Treball# (Sindicato Mercantil) 2.5.34. – julio 1936: 10 números.
Llum i Força# (Sind. Reg. de Luz y Fuerza) enero 1936 – febrero 1936:2 números*.
Lluita# (Assocciació Obrera del Vestir) abril 1936: 1 número*.

Balaguer
Avant 1931 – marzo 1932: 11 números*.

Figueres
L’Espurna de l'Empordà# 16.4.31. – junio 1931.

39
El primer número de La Señal de 1933 se menciona en La Batalla 8.6.33. Para la suspensión de Combat véase
ibíd; La Guspira parece citada en La Batalla 13.7.34; Frente en ibíd 12.7.35; Front de Terrassa en ibíd 8.5.36;
Avançada en ibíd 15.6.36; el primer número de Avant de Manresa en ibíd 3.1.36; Lluita en Front 24.4.36; El
Dependent en Lluita (FET) 15.10.33; se menciona por primera vez Adelante, de Saint Denis (París), en Accion
7.9.35. Un antiguo bloquista de Sabadell, Miquel Casablancas habla de L'Espill en su entrevista con J.Fabre y
J.M. Huertas, (“Miquel Casablancas: mig segle defensant la mateixa trinxera”, L’Avenç núm.43, noviembre
1981). La información sobre Full Roig y Unitat procede de Pere Vigués (Entrevista con el autor, 28.9.85).
333

Treball# (Federación Local de Sindicatos) julio 1936: 1 número*.

Girona
L’Espurna 1.5.32. – 1.3.33: 21 números*.

La Fuliola
Combat# (Ateneu de La Fuliola) 1933.

Lleida
La Señal# (Unión de Ferroviarios) (PCC) 1.9.29. – 15.5.30: 18 números.
Vía Libre# (Ferroviarios) 1.1.32: 1 número*.
Avant marzo – oct. 1932: 10 números*.
El Dependent# (Sindicato Mercantil) 1933.
Frente Norte# (Ferro.) 1.10.34: 1 número*.
Lucha Social# (Fed. Local de Sinds.) 10.2.34. – septiembre 1934:7 números.
Polèmica# 3.6.35. – 15.7.35: 7 números*.
Unió Agrària# (Unió Provincial Agrària) junio 1936: 1 número*.

Manresa
Front 1.5.34. – oct. 1934: 5 números*.
Avant enero 1936: 1 número*.

Palafrugell
La Guspira 1934.

Reus
La Torxa julio 1933: 1 número*.

Sabadell
L'Espill

Sant Joan de les Abadesses


Avançada junio 1936: 1 número*.

Sitges
Front 13.7.34 – oct. 1934: 7 números*.

Terrassa
El Crit 28.3.31. – 11.4.31:3 números*.
Full Roig 1932: 2 números*.
Unitat# (AET) 1933.
Front# (Federación Local de Sindicatos) 1936.

Vinaroz
Frente# (BOC y PSOE) 1935.

París
La Nueva Era enero 1930: 1 número.
334

Adelante septiembre 1935 – 27.12.35: 8 números*.

Publicaciones clandestinas
Acción 29.12.34. – 7.9.35: 10 números.
Avant! 29.10.34. – 16.4.35: 14 números.
335

Fuentes consultadas
1. Archivos y bibliotecas
Archivo del Comité Central del Partido Comunista de España, Madrid.
Arxiu Comarcal, Reus.
Arxiu Històric Municipal, Olot.
Arxiu Històric Municipal, Sitges.
Arxiu Històric Municipal, Tarragona.
Arxiu Històric de Sabadell.
Arxiu Històric de Terrassa.
Arxiu Municipal, Girona.
Arxiu Municipal, Lleida.
Arxiu Municipal, Tarragona.
Biblioteca de Catalunya, Barcelona.
Biblioteca Nacional, Madrid.
British Library, Londres.
British Newspaper Library, Londres.
Centre d'Estudis Comarcals, Banyoles.
Centre d'Estudis d’Història Contemporània, Barcelona.
Centre d'Estudis Històrics Internacionals, Barcelona. Fundación Pablo Iglesias, Madrid.
Hemeroteca de la Biblioteca Provincial de Girona. Hemeroteca Municipal, Madrid.
Institut d'Estudis Llerdenses, Lleida.
Institut Municipal d'Història de la Ciutat, Barcelona. International Institut voor Sociale
Geschiedens, Amsterdam.

2. Fuentes primarias
2.i. Testimonios orales y escritos
Manel Alberich, administrativo; JCl/BOC/POUM, Barcelona.
Enric Adroher (Gironella), maestro; FCI Madrid; BOC/POUM Barcelona; Comité Ejecutivo
1934-.
Meri Arbonès, obrera del textil, POUM, Barcelona
Vicenç Ballester, obrero del textil, BOC/POUM, Barcelona; Grupos de Defensa de la FOUS.
Francesc de Cabo, administrativo, ICE/POUM, Barcelona; Comité Ejecutivo de la ICE;
Comité Central del POUM.
Josep Coll, albañil; PCC/BOC/POUM, Barcelona; Comité Ejecutivo 1932-1934, 1935-.
Francesc Colomer, albañil, BOC/POUM, Igualada.
María Teresa García Banús, ICE/POUM, Madrid.
Miquel Gayolà, metalúrgico, FCC-B/BOC/POUM, Girona; Comité Central 1932-.
Ramon Fernández Jurado, carpintero, JCl/BOC/POUM, Barcelona.
Josep Marimon (Pere Alentorn), capataz del textil, BOC/POUM, Terrassa.
Joan Quer (Indigeta), secretario municipal, BOC/POUM, Figueres; Comité Central 1933-.
Josepa Reimundí, maestra, BOC/POUM, Lleida.
Enrique Rodríguez, fotograbados ICE/POUM, Madrid; Comité Central del POUM 1935-.
Carmel Rosa (Roc), empleado de aduanas; JCl/BOC/POUM, Barcelona.
Martí Sans Orenga, dependiente de comercio; FCC-B/BOC/ POUM, Barcelona; Comité
336

Ejecutivo 1934-1935; Comité Central 1935-.


Joan Soler; BOC/POUM Girona.
Wilebaldo Solano; estudiante de medicina; JCl/BOC/POUM, Barcelona; Secretario General de
la AER; Comité Central de la JCI; Secretario General de la JCI durante la guerra civil;
Secretario General del POUM en el exilio.
Pere Vigués, Secretario General de la Associació d’Empleats i Tècnics de Terrassa 1934-;
BOC/POUM, Terrassa; redactor jefe de la prensa del BOC/POUM de Terrassa.

2.ii. Prensa: PCC, FCC-B, BOC y POUM. 1929-1936


Acción, Barcelona 1934-1935.
Adelante, Barcelona 1933-1934.
Adelante, Saint Denis, París 1935.
A.E.R., Barcelona, 1934.
Avant, Balaguer, 1931.
Avant, Lleida, 1932.
Avant!, Barcelona 1934-1935.
Avant, Manresa 1936.
La Batalla, Barcelona 1930-1936.
El Crit, Terrassa 1931.
L’Espurna de l'Empordà, Figueres 1931.
L’Espurna, Girona 1932-1933.
FAM, Barcelona 1933.
Frente Norte, Lleida 1934.
Front, Barcelona 1932, 1936.
Front, Manresa 1934.
Front, Sitges 1934.
L'Hora, Barcelona 1930-1931, 1934-1935.
Llum i Força, Barcelona 1936.
Lucha Social, Lleida 1934, 1936.
La Nueva Era, Barcelona 1930-1931, 1936.
Polèmica, Lleida 1935.
La Señal, Lleida/Barcelona 1929-1930.
La Torxa, Reus 1933.
Treball-L’Andreuenc, Barcelona 1930.
Treball, Barcelona 1930.
Treball (Sindicato Mercantil), Barcelona 1934-1936.
Treball, Figueres 1936.
Vía Libre, Lleida 1932.
Unió Agrària, Lleida 1936.
El País, Lleida 1932-1934.
Sindicalismo, Barcelona 1933-1934.
Solidaridad Obrera, Barcelona 1931-1936.
El Soviet, Barcelona 1931, 1932.
Terrassa, Terrassa 1929-1930.
Transports, Barcelona 1931-1935.
Unidad Sindical, Barcelona 1931-1932.
Vertical, Sabadell 1932-1934.
337

Vida Sindical, Barcelona 1926.

2.iv. Prensa: números sueltos


Acción Social Obrera, Sant Feliu de Guíxols 1928.
¡Adelante!, Valladolid 1934.
L’Autonomista, Girona 1933-1934.
Avance, Oviedo 1934.
Claridad, Madrid 1936.
El Correo, Lleida 1933.
Correspondence Internationale, Berlín 1923-1924.
La Ciutat d’Olot, Olot 1934.
Diari Mercantil, Barcelona 1932.
El Diluvio, Barcelona 1933.
Foc Nou, Artesa de Segre 1930-1931.
Front, Sitges 1936.
La Humanitat, Barcelona 1931-1936.
Leviatán, Madrid 1934-1936.
El Mercantil Valenciano, Valencia 1933.
Mundo Obrero, Madrid 1931-1936.
La Noche, Barcelona 1934.
Las Noticias, Barcelona 1934-1936.
El Obrero, Elche, 1934.
El Obrero, El Ferrol, 1934.
El Obrero Balear, Palma 1934-1936.
L’Opinió, Barcelona 1928-1936.
Renovación, Madrid 1933-1934.
Revista Blanca, Barcelona 1935.
El Sindicalista, Barcelona 1934-1935.
El Socialista, Madrid 1931-1934.

2.iii. Otra prensa


Acció, Barcelona 1931-1933.
Acción Sindicalista, Valencia 1922.
Alianza Obrera, Valencia 1935.
L’Andreuenc, Barcelona 1929.
La Antorcha, Madrid 1921, 1926-1927.
La Antorcha(ACM), Madrid 1931.
La Antorcha(ICE), Madrid 1934.
Avant..!, Figueres 1931-1933.
La Batalla, Barcelona 1922-1924.
La Batalla, Barcelona 1936-1937.
La Batalla, París 1945-1977.
La Batalla, Madrid 1976-1980.
El Camp, Banyoles 1931-1932.
El Camperol, Girona 1933.
La Catalunya Insurgent, Barcelona 1935.
Cataluña Obrera, Barcelona 1933.
338

Catalunya Roja, Barcelona 1932-1934.


Combate, Barcelona 1934.
Comunismo, Madrid 1931-1934.
Cultura Libertaria, Barcelona 1932-1933.
La Defensa, Barcelona 1931-1936.
L’Espurna, Lleida 1930-1931.
L’Estrella Roja, Barcelona 1934-1935.
Frente Único, Barcelona 1931.
Front Mercantil, Barcelona 1933-1934.
Heraldo Obrero, Barcelona 1927, 1931.
Joven Espartaco, Madrid 1932.
Justícia Social, Barcelona 1931-1936.
Justícia Social-Octubre, Barcelona 1936.
Lluita (FET), Barcelona 1931-1936.
Lluita (PCdeC), Barcelona 1934-1935.
Lucha Obrera, Barcelona 1923.
Lucha Social, Lleida 1919-1922.
Lucha Social, Barcelona 1925.
New Leader, Londres 1934-1936.
Octubre, Barcelona 1935-1936.
La Terra, Barcelona 1930-1931, 1935-1936.
La Vanguardia, Barcelona 1931-1936.
La Vérité, París 1929-1930.
La Voz Confederal, Barcelona 1934-1935.

2.v. Boletines sindicales y de partidos


Associació d’Empleats i Tècnics, Terrassa 1932-1936.
Boletín del Bloque Obrero y Campesino (FCI), Barcelona 1934-1935.
Boletín de información sobre el proceso del POUM, Barcelona 1937-1938.
Boletín Interior de Información y Discusión de la Oposición Comunista Española de
Izquierda, Madrid 1932.
Boletín Interior de Discusión del Comité Regional de Castilla La Nueva y el Comité Nacional
de Jóvenes de la Izquierda Comunista Española, Madrid 1932-1933.
Boletín Interior de la Izquierda Comunista de España, Barcelona 1933, 1935.
Boletín Interior. Órgano de información y discusión del Comité Ejecutivo del Partido Obrero
de Unificación Marxista, Barcelona 1937.
Boletín del Partido Obrero de Unificación Marxista, Barcelona 1935.
Boletín del Socorro Rojo del BOC, Barcelona 1935.
Boletín del Socorro Rojo del POUM, Barcelona 1935.
Boletín de la Unión General de Trabajadores de España, Madrid 1934-1936.
Boletín de la Unión Obrera del Arte Imprimir, Barcelona 1933-1934.
Butlletí de l’Aliança Obrera, Barcelona 1934.
FUTM-CADCI, Butlletí del Comitè de Vaga, Barcelona s.f. (1936).
Revolutionary Socialist Bulletin, Londres 1935-1936.

2.vi. Boletines oficiales


Boletín Oficial de la Provincia de Barcelona, 1931.
339

Butlletí Oficial de la Província de Girona, 1931-1933.


Boletín Oficial de la Provincia de Tarragona, 1931-1933.
Butlletí Oficial de la Generalitat de Catalunya, 1934-1936.
Camara Oficial de Comercio e Industria de Gerona, 1931-1936.
Comercio y Navegación, Barcelona 1932-1936.

2.vii. Informes, correspondencia y otros documentos


Actas de la Comisión Ejecutiva de la UGT, Madrid 1933-1936.
Acta del Comité Central del POUM, Barcelona 5-6.1.36.
Arquer, J., Fons Jordi Arquer. Correspondència (1939-1981) Barcelona 2004.
Carta de Joaquín Maurín al compañero del Comité Central del POUM Joan Rocafort, Nueva
York, octubre de 1971
Confederación Regional del Trabajo de Cataluña, Memorias de los comicios de la región
catalana celebrados los días 31 de mayo y 1 de junio, y 2,3, y 4 de agosto de 1931, Barcelona
1931.
Confederación Regional del Trabajo de Cataluña, Memoria del Pleno Regional de Sindicatos
Únicos de Cataluña celebrado en Barcelona del S al 13 de Marzo de 1933, Barcelona 1933.
Confederación Regional de Trabajo, Memoria de la Conferencia Regional Extraordinaria
celebrada en Barcelona durante los días 25, 26 y 27 de enero de 1936, Barcelona 1936.
“Correspondència Nin-Maurín”, L’Avenç junio de 1982, julio de 1982 y enero de 1993.
Federación Comunista Ibérica, Tesis aprobadas por el II Congreso de la Federación
Comunista Catalano-Balear, Barcelona 1932.
Front Únic de Treballadors Mercantils, Noves bases de treball dels estaments de I'Engròs,
Detall i Alimentació, Barcelona s.f.
Generalitat de Catalunya, Població de Catalunya 1936, Barcelona 1937.
Granell, E., Correspondencia con sus camaradas del P.O.U.M. (1936-1999) Santiago de
Compostella 2009.
Maurín, J. “Hombres e Historia” CNT, México, enero de 1960.
“El II Congreso de la CNT”, ibíd, febrero-marzo de 1960.
“La derrota”, ibíd, mayo-junio de 1960.
“Terror y contra terror”, ibíd, julio de 1960.
“La CNT y la III Internacional”, ibíd agosto-septiembre de 1960.
Partit Obrer d'Unificació Marxista, Comitè Executiu, A propòsit d’un manifest fraccional,
Barcelona 10.12.35.
POUM, L’expérience espagnole, París 1939.
Rous, J. Rapport sur la fusion de la Gauche Communiste d'Espagne (Section de la LCI) et le
BOC (Bloc ouvrier et paysan-Maurín), septiembre de 1935.
Trotsky, L. “El conflicto Catalán y las tareas del proletariado”, Inprecor, noviembre 1984.
Unión General de Trabajadores de España, Secretariado General de Cataluña, Primera
Asamblea General, Barcelona abril 1934.
2.viii. Colecciones de documentos reeditados
Alba, V. (ed.), La Nueva Era, Madrid 1977.
La revolución española en la práctica. Documentos del POUM, Madrid 1977.
Arenillas, J.L. y J.M., Sobre la Cuestión Nacional en Euskadi, Barcelona 1981.
Arnau, R., Marxisme català i qüestió nacional catalana 1930-1936, París 1974.
Balcells, A., El arraigo del anarquismo en Cataluña. Textos de 1926-1934, Madrid 1979.
340

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González Urién, M., y Revilla González, F., La CNTa través de sus congresos, México 1981.
Granell, E., Artículos políticos (1932-1990) Santiago de Compostella 2009.
Humbert-Droz, J., Archives de...I. Origines et débuts des Partis Communistes des Pays Latins
(1919-1923) Dordecht (Holanda) 1970.
Archives de Jules Humbert-Droz III: Les partis Communistes et l'Internationale Communiste
dans les années 1928-1932, Dordrecht 1988.
Largo Caballero, F., Discursos a los trabajadores, Barcelona 1979.
Maurín, J., ¿Socialismo o fascismo? Joaquín Maurín y la revolución española 1934-1936
Zaragoza 2011.
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Trotsky, L., The Spanish Revolution, New York 1973.
2.ix. Folletos
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Aroca, J., El paro forzoso, Barcelona 1932.
Arquer, J., El comunisme i la qüestió nacional i colonial. Marx, Lenin, Bujarin i Stalin,
Barcelona 1930.
Los comunistas ante el problema de las nacionalidades ibéricas, Barcelona 1932.
Las interpretaciones del marxismo, Barcelona 1937.
De Pi i Maragall al comunisme, Barcelona 1931
Primero de Mayo, Barcelona 1932.
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Balius, J., Octubre Catalán, Barcelona 1935.
Benedí, D.T., Del anarquismo al comunismo, Barcelona 1924.
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el problema de les nacionalitats ibèriques. Projecte de tesi sobre la questió nacional,
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García Palacios, L., Los dirigentes del Partido Comunista al desnudo, Madrid 1931.
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La España burguesa en ruinas, Barcelona 1937.
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La universidad socialista, Barcelona 1937.
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Ha traït Macià?, Barcelona 1932.
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Perquè sóc comunista, Barcelona 1932.
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2011).
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segle, (Premi Salvador Seguí, Barcelona 1986).
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Vega, E., La CNT i els sindicats d'oposició a Catalunya i el País Valencià (1930-1936) (Tesis
Doctoral, Facultad de Geografía y Historia, Universidad de Barcelona 1987).

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