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Hna.

Lety Mariela
Pérez López
Esclava de Cristo rey
El Hatillo

Compilación de RR PP Jesuitas:
Adolfo Chércoles
Herman Rodríguez
Glenz Llorente
Carlos Cabarrús
DISCERNIMIENTO DE ESPIRITUS

SINOPSIS:
1. Oración
2. ¿Qué sabemos sobre Discernimiento?
3. Definiciones
4. Punto de arranque
5. Razón Antropológica
6. Discernimiento y Autobiografía
7. Tipos de Discernimientos
8. Requisitos para Discernir humanamente
9. Las fuerzas en juego y sus expresiones en el discernimiento
10. Metodología del Discernimiento
11. Reglas de Discernimiento (I y II Semana)
12. Examen de Conciencia (Pausa Ignaciana)

DESARROLLO:

1. ORACIÓN
Discernimiento de espíritus

Lector 1: “Algunas veces se paraba a pensar en las cosas que había leído; otras veces en
las cosas del mundo que antes solía pensar. Esta sucesión de pensamientos tan diversos le
duró harto tiempo. Había todavía esta diferencia; que cuando pensaba en aquello del
mundo, se deleitaba mucho, pero cuando después de cansado lo dejaba, hallábase seco y
descontento; y cuando en ir a Jerusalén descalzo, y en no comer sino hierbas, y en hacer
todos los demás rigores que veía haber hecho los santos, no solamente se consolaba
cuando estaba en tales pensamientos, mas aun después de dejado, quedaba contento y
alegre” (Autobiografía de San Ignacio de Loyola). (Un momento de silencio)

Lector 2: “No miraba en ello ni se paraba a ponderar esta diferencia, hasta en tanto que
una vez se le abrieron los ojos y empezó a maravillarse de esta diversidad y reflexionar
sobre ella, cogiendo por experiencia que de unos pensamientos quedaba triste y de otros
alegre, y poco a poco viniendo a conocer la diversidad de los espíritus que se agitaban, el
uno del demonio y el otro de Dios. Y cobrada no poca lumbre de esta lección, comenzó a
pensar más de veras en su vida pasada y en cuánta necesidad tenía de hacer penitencia de
ella” (Autobiografía de San Ignacio de Loyola). (Un momento de silencio)

Lector 3: Así es como el discernimiento de espíritus irrumpe en la vida de Ignacio de


Loyola. Es el inicio de su conversión. Ya no le dejará. Será una constante de su vida, la nota
más original y característica de su espiritualidad, el instrumento que usará siempre que
tiene un problema de elección y la vida es un tejido de elecciones. Destilará su experiencia
en las Reglas de Discernimiento, poniendo así a nuestra disposición las lecciones que
aprendió. Y como no es un arte fácil, sino que requiere una fina percepción de nuestros
pensamientos y sentimientos –cómo se originan, a dónde nos llevan– ideará el examen de
conciencia, que no es otra cosa sino “un ejercicio diario intensivo de discernimiento” (G.
Aschenbrenner). (Un momento de silencio)

Lector 1: Oremos a Dios, que le concedió a Ignacio de Loyola este don del discernimiento
de espíritus, para que nos conceda a nosotros también la gracia de saber buscar y hallar la
voluntad de Dios en cada momento de nuestra vida. Respondamos diciendo:

R/ Padre de bondad, concédenos el don del discernimiento.

Lector 2: Tú que concediste a Ignacio de Loyola la capacidad de percibir la diversidad de


espíritus, uno que lo dejaba seco y descontento y otro que lo dejaba alegre y animado,

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concédenos la gracia de percibir en nuestra vida los movimientos interiores que tu suscitas
y los que propone el enemigo, para reconocer tu voluntad en nuestro camino hacia ti...

R/ Padre de bondad, concédenos el don del discernimiento.

Lector 3: Tú que enseñaste a Ignacio de Loyola que en la consolación nos quía y aconseja
el buen espíritu, y que en la desolación nos guía y aconseja el malo, concédenos la gracia
de no hacer mudanza en los momentos de desolación, sino que insistamos más en la
oración para ser prontamente consolados por tu amor.

R/ Padre de bondad, concédenos el don del discernimiento.

Lector 1: Tú que enseñaste a Ignacio de Loyola a reconocer las falsas consolaciones y a


estar atento al discurso de los pensamientos para reconocer tu acción en él, concédenos la
gracia de saber reconocer en nuestras vidas las señales que nos ofreces para revelarnos tu
voluntad y los engaños del enemigo para no apartarnos de ti.

R/ Padre de bondad, concédenos el don del discernimiento.

Lector 2: Padre de bondad, escucha nuestras oraciones y concédenos en todo vivir


cumpliendo tu voluntad, por Jesucristo nuestro Señor, AMEN

2. ¿QUÉ SABEMOS SOBRE DISCERNIMIENTO?

3. DEFINICIONES:

El arte de apreciar los dones que Dios nos ha dado y de descubrir


el modo de responder mejor (verdad) a ese amor en la vida diaria.
Un proceso de búsqueda de nuestro propio camino como
cristianos en unas circunstancias concretas.
Un medio para responder al llamamiento del amor cristiano y de
la verdad cristiana en una situación en la que suele haber intereses
y valores encontrados y en la que se impone una elección.
El es don de observar y valorar los distintos factores en una
situación concreta, y de elegir la vía de acción que mejor responda
a nuestro deseo de vivir según el evangelio.

4. PUNTO DE ARRANQUE:

Autobiografía No. 8: Este fue el primero discurso que hizo en las


cosas de Dios; y después cuando hizo los ejercicios, de aquí comenzó
a tomar lumbre para lo de la diversidad de los espíritus.

Había todavía esta diferencia: que cuando pensaba en


aquello del mundo, se deleitaba mucho; mas cuando después
de cansado lo dejaba, hallábase seco y descontento; y
cuando en ir a Jerusalén descalzo, y en no comer sino
yerbas, y en hacer todos los demás rigores que veía haber
hecho los santos; no solamente se consolaba cuando estaba
en los tales pensamientos, mas aun después de dejado,
quedaba contento y alegre. Mas no miraba en ello, ni se
paraba a ponderar esta diferencia, hasta en tanto que una
vez se le abrieron un poco los ojos, y empezó a maravillarse

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de esta diversidad, y a hacer reflexión sobre ella, cogiendo
por experiencia que de unos pensamientos quedaba triste y
de otros alegre, y poco a poco viniendo a conocer la
diversidad de los espíritus que se agitaban, el uno del
demonio y el otro de Dios.

En el nº 8 describe lo que según él mismo fue el comienzo de su


reflexión sobre el discernimiento de espíritus. En la concisa
descripción que tenemos en la autobiografía, aparece como algo
central el tiempo

PENSAMIENTOS T I EM P O

PRESENTE FUTURO
(Después)

(del mundo) "se deleitaba "hallábase seco


mucho" y descontento"
"triste"
«de Dios» "se consolaba" "quedaba contento
y alegre"
"alegre"

Por el esquema podemos ver que el tiempo va a ser algo sin lo


cual es imposible discernir.

En el PRESENTE tanto un proyecto como otro los experimenta como


positivos. DESPUES de dejado los pensamientos experimentaba una
diferencia notable: el poso que dejaba un proyecto era negativo y el
que dejaba otro, era positivo. Y en esta diferencia, sólo perceptible
con el distanciamiento temporal (o más bien habría que decir que
mientras se "fantasea" se está al margen de la realidad y, por tanto,
fuera del tiempo) ve Ignacio la acción de los diversos espíritus. Es
decir, no toda experiencia positiva se presenta después como tal, y la
experiencia de habernos engañado es más frecuente de lo que
querríamos.

5. RAZÓN ANTROPOLÓGICA:

San Ignacio comienza la experiencia de Ejercicios presentándonos


una apretada síntesis sobre el sentido de la vida humana. En medio
de tantos falsos ideales como nos ofrece el mundo, debemos
aclararnos sobre el fin de nuestra vida, reconociendo la realidad
objetiva de nosotros mismo y de todo lo que nos rodea. Así crecerá
en nosotros un deseo profundo de cooperación consciente con el
hermoso proyecto que Dios tiene sobre nosotros, sobre los demás y
sobre todo el mundo.

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Actualización del texto de San Ignacio::

Todos los seres humanos somos creados por Dios para ser felices, amando y siendo
amados, creciendo y realizándonos como personas, en el respeto y la complemen-
tariedad, a semejanza de la Trinidad Divina.

Para poder lograrlo debemos fiarnos de Dios, nuestro creador, que nos ama y es el
único que conoce lo que realmente necesitamos para alcanzar esa felicidad.

Todas las demás cosas, las maravillas del universo, la tierra, nuestros países,
nuestro trabajo, nuestra familia, las estructuras sociales y los gobiernos, son
creadas para que nos ayuden a conseguir nuestra auténtica felicidad.

De donde se sigue que debemos estar dispuestos a aprender a usar todas las cosas
en la medida en que nos ayuden a todos a lograr nuestra felicidad; y a rechazarlas,
en la medida en que no nos ayuden a conseguirla. Y sólo nuestro Creador conoce
esa medida.

Para lo cual es necesario “hacernos indiferentes”, o sea, objetivos e imparciales,


interiormente libres, ante todas las cosas, de manera que no nos esclavicen, y
podamos, por consiguiente, desear y elegir lo que más nos ayude a crecer en
nuestra personalidad y poder así alcanzar la felicidad a la que somos llamados,
según su proyecto.

Todos buscamos un «para»


Tenemos que saber de dónde partimos y qué merece más la pena,
aunque no lo vivamos. Por ejemplo, podemos admirar a una persona
generosa y desinteresada, y por otro lado nosotros sentirnos egoístas
y lejos de esa generosidad, pero merece la pena intentar ser como
ella. Estamos de acuerdo aunque no lo vivamos.

Por eso lo llama Ignacio Principio y Fundamento, porque empezamos


(principio) por estar de acuerdo en lo que queremos conseguir; y nos
apoyamos (fundamento) en eso que nos llena.

Si no nos paramos a pensar en lo fundamental de la vida, vamos a


estar siempre perdidos.

Todos buscamos un «para», pero caemos en la cuenta de que todos


los «paras» que encontramos no merecen la pena igual. A veces
tenemos que reconocer que nos hemos equivocado.

Según lo que se ha dicho entonces, el hombre se siente "arrojado a la


existencia", "criado" sin estar "programado" por su instinto, como el
animal, pero con una necesidad ineludible de buscar un "para".

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Podemos representar esto en un doble esquema

Según este esquema, el animal sólo necesita la inmediatez del


presente para acertar, pues está programado por un instinto.

El animal no tiene que buscarse ningún «para». Nace programado y su


comportamiento puede escribirse en un libro. No puede equivocarse
porque se guía por un instinto con el que nace.

El hombre, sin embargo, no nace programado por ningún instinto: es


libre y desde su libertad tiene que buscarse un «para» que le merezca
la pena. En esta búsqueda se juega su felicidad, porque no todo lo que
encuentra sirve. Y si no lo busca, le impondrán un «para», y eso
nunca le llenará.
S. Ignacio propone un «para». Nosotros tendremos que decidir si nos
merece la pena o, por el contrario, tenemos otros «para» mejores
(Adolfo Chércoles sj).

El hombre, al no estar programado, tiene que buscarse un "para, un


proyecto, y en esta búsqueda puede equivocarse. Ahí hay que situar
el discernimiento: para que la libertad acierte en su "para" le es
ineludible el discernir, y para discernir necesita romper el presente (la
inmediatez) abriéndose al pasado (la experiencia) y al futuro
(proyecto).
Recordemos el esquema de la Autobiografía: para Ignacio, en esa
búsqueda, sólo contaba para orientarse con el "poso" positivo o
negativo que iban dejando los distintos proyectos. Si esto le
aplicamos al esquema del Principio y Fundamento vemos que el
"para" que allí se plantea es "dialéctico": es decir, no todo "éxodo" de

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mi yo me asegura el "salvar" mi alma (realizarme. El auténtico
discernimiento consistirá en ir percibiendo, a través de los posos
positivos desde un distanciamiento del presente, mi manera de
"alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor", mediante la
cual me experimento salvo.

Según esto el discernimiento es algo irrenunciable: si no


discierno, me programarán.

6. DISCERNIMIENTO Y AUTOBIOGRAFÍA:

El discernimiento de Ignacio de Loyola a la luz de la Autobiografía

Un auténtico cristiano es el que, consecuente con su experiencia de


fe, va adquiriendo una convicción sentida de hacer que toda su vida
y su acción transcurran según las normas del Evangelio y la guía del
Espíritu Santo. Es aquel que orienta toda su existencia según las
mociones (inspiraciones) del buen espíritu, es decir, lleva una vida
en y según el discernimiento espiritual.

No podemos negar la dificultad sentida de conocer y seguir al


Espíritu Santo. Jesús nos dijo: «El Espíritu es como el viento, no
sabes de dónde viene ni a dónde va pero oyes su VOZ» (cfr. Jn 3,
8;). Si no podemos conocerlo directamente, sí lo podemos conocer
indirectamente por sus efectos: por sus dones, por sus carismas, por
sus frutos en nosotros y especialmente por sus mociones interiores.
Escuchar la voz del Espíritu es saber leer, en discernimiento
espiritual, las mociones del Espíritu Santo.

San Ignacio y el discernimiento espiritual

Los Ejercicios de San Ignacio de Loyola son obra de su experiencia,


personal y ajena, espiritual y sicológica. Están basados en el primer
hallazgo espiritual del aprendiz de santo en Loyola y Manresa: el
discernimiento espiritual. Ignacio fue el primer ejercitante con sus
rudimentarios ‘ejercicios’ espirituales que contenían la quinta esencia
del método:

«Este fue el primero discurso que hizo en las cosas de Dios; y


después cuando hizo los ejercicios, de aquí comenzó a tomar lumbre
para lo de la diversidad de espíritus».

Estas reglas tuvieron su origen en su convalecencia en Loyola;


fueron practicadas y anotadas la primera vez en Manresa; llegaron a
su maduración y redacción definitiva en París y Roma. Loyola fue,

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pues, el escenario donde Ignacio descubrió el discernimiento
espiritual que ya existía en la Iglesia y que nadie se lo había
enseñado. Es un autodidacta en la materia, guiado siempre por la
ayuda de Dios.

Fue un descubrimiento fenomenal el de este recién convertido,


puesto como un niño en la escuela del Divino Maestro. El
discernimiento como hilo conductor, como clave de Lectura de todos
los Ejercicios, unido a la elección de estado y sustrato de todos los
exámenes y ejercicios de cada semana, es el aporte más original y
novedoso de San Ignacio a la espiritualidad cristiana.

Ignacio se explica por Ignacio. La Autobiografía, conversación de


Ignacio con su confidente Gonçalves da Câmara sobre su vida y
conversión, ilumina extraordinariamente el diálogo entre el que da
los Ejercicios (acompañante) y el que los hace (acompañado); es
como un principio explicativo fundamental. Si la Autobiografía es
clave para entender la espiritualidad ignaciana y en particular los
Ejercicios, el discernimiento es lo primero que debe interpretarse con
ayuda de este «relato del peregrino», principalmente en los nn. 6 a
10.
En estos números están los puntos esenciales del discernimiento
ignaciano: nn. 6-7:sentir lo que los pensamientos desencadenan:
las rnociones; n.8: percibir la diferencia entre unos y otros, es
decir, discernir; n.9: habla del decidir (o lo que debe hacer);
n.10: finalmente, viene el confirmar (del discernimiento hecho). En
varios de los números siguientes podremos encontrar algunas
experiencias que subyacen a las reglas del método. Analizaremos
rápidamente los números más pertinentes de la Autobiografía:

N0 6. Dos pensamientos encontrados, originados el primero por


una lectura espiritual («Vita Christi» y la «Vida de los santos»), y el
segundo por los recuerdos mundanos del pasado (la «dama de sus
pensamientos») marcan el punto de arranque: el sentir. Estos
pensamientos son sometidos a un meditar, reflexionar y «reflectir
en sí mismo» lo leído. A esto, por el gran poder de introspección de
Ignacio, se añadirán luego los «exámenes», todos bajo la luz del
discernimiento. En este primer tiempo del discernir, él siente, sin
saberlo reflejamente, diferentes movimientos en su interior
(«mociones» EE 313). Empieza lo que él llamará luego la
«agitación de espíritus». Es el punto de partida -muy importante-
del método, y por lo tanto, del diálogo del acompañamiento: hacer
caer en cuenta al acompañado, primero, que siente algo
interiormente (consciencia espiritual), (cfr. EE 6).

Se trata de formar La «consciencia (o consciente) espiritual» del

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ejercitante (distinta de la conciencia moral y de la sicológica). Se le
enseña a tener un «conocimiento interno» de lo que pasa en su
interior espiritual. Según San Ignacio, se dan tres clases de
pensamientos interiores: uno propio mío y otros dos venidos de
fuera: del buen espíritu y del mal espíritu

(EE 32). El pensamiento personal generalmente se presenta aliado o


con el buen espíritu o con el malo, así que quedan prácticamente
solo dos espíritus para discernir.

N0 7. Continuando con el sentir (las varias mociones que en el


alma se causan), encontramos aquí en el desarrollo de las dos
clases de pensamientos, varias piezas importantes del mecanismo
del discernimiento que es, en sí mismo, relacional: el “tiempo”
(proceso), la “sucesión” (u orden evolutivo); el “antes”, el
“durante” (duración) y el “después”, La “diversidad” (diferencia de
pensamientos), más aún, la contraposición y oposición entre ellos.
(Varias reglas de discernimiento se refieren a estas modalidades:
EE 318, 327, 330, 336, 333).

El discernimiento es un proceso que requiere tiempo suficiente; no


es un acto puntual. En este proceso se da una sucesión diferenciada
que hay que saber reconocer. En este tiempo y en este proceso hay
que calificar los pensamientos en relación con unos parámetros
determinados (reglas de 1ª y 2ª semanas). En el proceso es
igualmente importante analizar el inicio, el medio (desarrollo) y el fin
al que tienden los pensamientos (EE 333).

N0 8. Es el número más importante en el que Ignacio, guiado por


Dios, descubre «la diferencia» (EE 314, 315) que le da la clave
del discernimiento. Primer descubrimiento: unos pensamientos y
otros no son iguales (EE 314, 315). Segundo: el efecto de cada uno
cambia según se mire el “durante” y el “después de” (EE 333).
Tercero: unos pensamientos dan consolación (alegría y
contentamiento) (EE 316) y otros desolación (sequedad.
descontentamiento, tristeza) (EE 317). Cuarto: el origen es
opuesto; unos vienen de Dios y otros del demonio.

Aquello de que se «abrieron un poco sus ojos» fue definitivo, como


lo fue para los dos discípulos de Emaús: así aprendió la ciencia y
recibió la gracia del saber cómo habla Dios. Hay que examinarlo todo
pues se presentan múltiples “apariencias” que parecen ser del buen
espíritu pero que no pasan de ser ilusiones espirituales que hay que
saber discernir para no dejarse engañar.

Precisamente en este punto es donde el acompañante debe tener la

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suficiente experiencia y la ciencia para poder prestar una ayuda
válida al ejercitante. Es imposible dar (acompañar) y hacer Ejercicios
Espirituales ignacianos sin la gracia del discernimiento como
carisma1 o sin saber manejar las reglas propuestas por el método.

El n0 8 precisa el discernimiento con dos referencias capitales: el


origen de donde vienen las mociones y los efectos que producen; y
da dos explicaciones que van a constituir la materia de las reglas:
la consolación y la desolación.

N0 9. Con la luz recibida de Dios en el conocer la diversidad y el


origen de los espíritus, Ignacio ya puede pasar a tomar sus
decisiones: poner por obra sus propósitos de hacer penitencia y la
peregrinación a Jerusalén (Cfr. la «elección»: EE 169-189).

N0 10. Es la confirmación (EE 183) de sus primeros


discernimientos. Aquí en concreto recibe la gracia de la castidad
por medio de una visión interior producida por una imagen de
nuestra Señora con el niño Jesús. Y la confirmación se hace por el
efecto que produce: «por este efecto se puede juzgar haber sido la
cosa de Dios». La gracia de la castidad es una de las
manifestaciones de su conversión total a Dios. El hecho concreto
sucedió en Loyola donde su conversión interior empezó a
manifestarse también al exterior, de modo que su hermano y los
demás de la casa «fueron conociendo por lo exterior la mudanza
que se había hecho en su ánima interiormente». El cambio de
conducta manifestado al exterior (lo notan los otros), es señal de
confirmación de una auténtica conversión en el interior de la
persona. (El amor –conversión- se tiene que manifestar más en
obras que en palabras EE 230).

7. TIPOS DE DISCERNIMIENTO:

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8. REQUISITOS HUMANOS PARA DISCERNIR

Con frecuencia creemos que tomar decisiones correctas es fruto simplemente


de comparar situaciones y que esto está al margen de los procesos
personales, de las cosas que vivo, de mis miedos, de lo que siento, de lo que
no conozco de mí. Muchas veces tomamos decisiones erradas porque no
conocemos los verdaderos móviles que nos hacen actuar; porque
confundimos nuestras razones y aún nuestros “ideales”, con las impresiones
que perviven en nuestras entrañas aunque aún no les hayamos puesto
nombre.
Discernir humanamente es algo necesario especialmente donde las normas y
las leyes no han tomado en cuenta lo que nosotros tenemos por delante;
donde se ponen en juego muchas circunstancias que podrían afectar a los
demás, por ello tenemos que saber discernir a nivel humano y no sólo a un
nivel espiritual.

La necesidad de discernir, tanto en lo humano como en lo cristiano, está


relacionado con la falta de directrices, de normas de leyes con los que uno se
encuentra en muchas de las encrucijadas de la vida. En esas ocasiones se
tiene que discernir, es decir, poder tomar una decisión correcta, poder elegir
entre dos cosas que se presentan con la mayor lucidez posible. Esto supone
una actitud básica y también una técnica.
Discernir siempre es optar, pero se necesita hacerlo sobre todo frente a
elecciones concretas.

Además es preciso tener actitudes humanas de discernimiento, tener la


actitud de poder escoger lo positivo, la felicidad, la vida, por principio.
No siempre es así y nos dejamos guiar muchas veces por lo que nos
culpabiliza, nos disminuye, nos preocupa, por esas voces “internas” que nos
condenan. Junto a esa voces esta la “VOZ de de CONCIENCIA” y discernir
humanamente es dejar que la conciencia tome el control de nuestro interior y
el papel de parámetro de nuestras decisiones.

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LA CONCIENCIA

Todas las personas, por perversas que sean sus actuaciones, tienen la
“felicidad” como meta de su actuación; como su “valor”. Sólo que una felicidad
mal entendida, muchas veces.

La conciencia es la “voz” de nuestro ser se que expresa. Es lo más profundo


de nosotros mismos que toma la forma de una palabra de indicación. Es esa
voz la que va indicando cuándo algo de lo que se realiza se acerca o no a su
verdadera felicidad. La conciencia es el gran patrón para discernir. Esa voz,
con todo, necesita de otros criterios para poder actuar. Esos otros criterios son
los valores. Una conciencia se forma, no se adquiere de una vez por todas; se
alimenta de valores. Sin embargo, hay que saber distinguir la voz de la
conciencia de las “voces” negativas o compulsivas. Allí hay un primer material
de discernimiento: la voz de la conciencia reconoce la propia valía y sabe
aceptar las responsabilidades e integrar la culpabilidad sana.

LOS VALORES

Sin embargo, tenemos confundida muchas veces la noción de felicidad. Lo


que está al fondo de la búsqueda de la felicidad es la “vida”.
Valores son cosas positivas, son elementos que tienen bondad.
Se discierne y se elige frente a valores.

Los valores que constituyen el discernimiento humano deben ser aquellos que
tocan lo central de la humanidad. Es lo que denominamos ética.
Allí estaría, por ejemplo, el derecho a la vida, la igualdad del hombre y de la
mujer, el derecho a la educación, el derecho al trabajo, etc. Toda esta serie de
“rasgos” constituirían, entonces, los valores humanos universales. Valores que
tienen que ver con la vida y la vida colectiva, es decir la vida de los demás.

Tener mi felicidad y mi “vida” prescindiendo de los demás, es cada vez menos


defendible. Por esa razón, actuar como ser humano implica oír la voz de mi
conciencia –que me impele a ser cada vez más yo mismo- frente a unos
valores, que me hacen tomar más y más en cuenta la vida de los demás y la
vida del planeta, con responsabilidad.

Hasta ahora hemos hecho énfasis en los procesos que calificarían la razón y
la mente: hemos establecido parámetros en el discernimiento. Ahora veremos
que la voluntad juega un papel muy importante en toso el proceso de elección
y discernimiento, sobre todo porque ésta se deja llevar, con mucha facilidad,
por el mal que la circunda.

LA EXPERIENCIA DEL MAL

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Frente a la conciencia y frente a los valores tenemos otro elemento
característico de la persona. Es la inclinación constitucional al mal. Esto es lo
que a nivel de experiencia religiosa llamamos pecado. Se ve fecundada, por
una parte, por todo lo que ha sido herido o vulnerado en nuestro pasado. No
es lo mismo la herida recibida que le mal realizado, pero ciertamente los
traumas provocan una decantación hacia la realización del mal. Pero, por otra
parte, la experiencia del mal, es fruto también de nuestra libertad.
Es un misterio que los hombres y mujeres podamos escoger lo que nos mata,
en vez de lo que vivifica.

LA OPCIÓN POR LA VIDA REQUISITO DEL DISCERNIMIENTO HUMANO.

Ese poder optar por la vida se puede traducir en cinco actitudes básicas:
1. saber trabajar equilibradamente sabiendo descansar.
2. poder “construir amor”
3. no ser “moscas” sino “colibrí” o mejor aún “abejas”
4. la capacidad de dialogar.
5. por último, la sana autoestima, que es la base de todo lo demás.

1. Trabajar equilibradamente sabiendo descansar


El trabajo constituye al ser humano. Pero trabajar equilibradamente es la
capacidad de poder reponer esa fuerza de trabajo, es decir, de darnos el
descanso y los nutrientes necesarios a nivel físico, psíquico y espiritual.
Esta actitud tiene mucho que ver con una sana autoestima.
Criterios de discernimiento:
¿Hago evaluación de mi trabajo? ¿Tengo un proyecto personal que reviso con
frecuencia? ¿Vivo con estrés? ¿Cómo me doy alimento y descanso a nivel
corporal, psicológico y espiritual? ¿En qué cosas puedo verificar si me
alimento en cada una de esas dimensiones? ¿Cómo me doy cuenta de que lo
hago? ¿Me percato de que reparar mis fuerzas es un indicador de que capto
vitalmente el amor por la vida y que estoy capacitado para otras elecciones?

2. Construir el amor:
Hacer el amor implica entrega, donación, buscar el placer de la pareja, para
sólo así experimentarlo en sí mismo. Una dosis grande de confianza, una
base de autoestima alta. “hacer” el amor, en este sentido se puede entender
mejor como “construir” el amor. Hay que construirlo y defenderlo porque
siempre está en riesgo, ya que es una denuncia frente a las leyes funestas del
mundo.

Ahora bien, este construir el amor no se puede hacer al margen de los demás.
Sólo si se está en sintonía consigo mismo, sólo si se está en solidaridad
profunda con los demás, con los necesitados –de todo genero- añadimos
nosotros, se puede evaluar esta opción por la vida.
Criterios de discernimiento:
¿Soy capaz de “hacer el amor”, de construirlo? ¿Tengo amistades profundas y
duraderas? ¿Tengo amistades entre gente pobre? ¿Tengo experiencia de
convivir alguna vez con los problemas urgentes de las mayorías? ¿Cómo está
mi capacidad de reír, de generar buen ambiente, de ser como un oasis para
los demás?... ¿Cómo me doy cuenta de que lo hago? ¿Me doy cuenta que es

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la vida y el cariño lo que debe estar siempre en juego, en última instancia, en
toda decisión?

3. Ser abejas
La tercera actitud, que nos prepara a optar por la vida, es quizás algo a nivel
más personal, es como un talante fundamental: no ser “moscas”, que sólo se
paran en el estiércol y que, además, lo llevan de una parte a otra, sino
colibríes, que captan el mejor néctar de las flores y producen la miel que es un
alimento nutritivo y un remedio fundamental.
Criterios de discernimiento:
¿Ante una situación me inclino, por principio, a ver lo negativo? ¿Me juzgo,
por principio, las cosas “malas” que hago? ¿Cuánto me culpabilizo? ¿Cómo le
saco ventaja a las cosas negativas que suceden? ¿Cómo hago que las
personas saquen lo mejor de sí mismas? ¿Cómo me doy cuenta de que lo
hago? ¿Me percato de que sólo si saco lo mejor de las personas y situaciones
estoy en una actitud de elegir y hacerlo bien?

4. Capacidad de diálogo
La cuarta actitud emana de las anteriores. Es la capacidad de dialogar. Si
alguien tiene actitud humana para dialogar, puede discernir. Dialogar no es lo
mismo que proponer ideas, discutirlas e imponerlas. Es una situación
completamente diferente. Es ponerse en los zapatos del otro, es su óptica,
más aún, en la piel del otro para ver desde su perspectiva y sentir lo que el
otro siente. Esta actitud de diálogo es lo que se llama la “escucha espática”.
Sólo así, se puede llegar no a mi verdad o a la tuya, sino, como decía
Machado, a “nuestra verdad”
Criterios de discernimiento:
¿Cuándo aprendo de los demás? ¿Cómo me ha reportado este aprendizaje,
posturas nuevas en mi vida? ¿Me sé poner en los zapatos de los demás, en
su propia piel? ¿Cómo m e doy cuenta de que lo hago? ¿Me percato de que
esta actitud es básica para cualquier discernimiento en cuento implica
realmente considerar todas las situaciones?

Dentro de esta capacidad de diálogo está la capacidad de perdonar. Se dice


que perdonar es “olvidar”; se nos ha enseñado que perdonar es un acto de
voluntad, se dice que perdonar es volver a estar en la situación en que me
encontraba al comienzo, antes de que pasara el conflicto; se dice que
perdonar es renunciar a que se haga la justicia, se dice, finalmente, que sólo
Dios es quien verdaderamente perdona. Todas estas son falsas concepciones
del perdón.

Los verdaderos indicadores de que se ha comenzado un proceso de perdón


son, por el contrario: haber podido expresar la cólera que ha provocado la
situación en mí, haber sacado un balance de lo que verdaderamente se ha
dañado en mí, haber establecido el aspecto positivo que el suceso puede
ofrecerme –a riesgo de que si esto no se diera no pueda integrarlo nunca-.
Con esto así trabajado cesará el deseo de venganza y podré comenzar a ver
a ese “enemigo” con ojos nuevos. Podré considerar que él también puede
cambiar. Finalmente, cuando el proceso se ha completado desde la
experiencia de la fe, entonces perdonar es aprender a ver y a querer a esa

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persona desde la perspectiva del cariño que Dios también le tiene. En el
fondo, si sé perdonar tengo la actitud de estar en el otro y de abrir mi
horizonte. Eso me prepara para poder discernir y elegir humanamente. Me
hace disponible y dócil a la verdad.
Criterios de discernimiento:
¿Tengo falsas concepciones sobre lo que es el perdón y por eso, tal vez me
culpabilizo más? ¿Cuál es la señal personal más característica de que no he
perdonado todavía? ¿Cuál es mi señal para saber que he comenzado el
proceso de perdonar? ¿Cómo me percato de que si no perdono, hay algo que
no he integrado en mi vida y me bloquea a una libre elección humana?

5. Un buen nivel de autoestima


La quinta actitud básica es un buen nivel de autoestima, y es, por decirlo así,
el fundamento de todas las anteriores y del poder optar por la vida: porque la
aprecio en mí. Ahora bien, la autoestima es algo que es auditivo. Son voces
que nos hablan de nuestra aceptación personal –o falta de ella-. Es la voz
interna que me da la capacidad de reconocer los elementos positivos
personales y saber integrar lo negativo que tenemos. Esto indefectiblemente
nos hace capaces de reconocer lo bueno en los demás y saber perdonar los
errores de los otros. La autoestima constituye la conciencia, es una de sus
notas constitutivas.
Criterios de discernimiento:
Indicadores de baja estima:
- La autocrítica rigorista: ¿Me siento siempre mal conmigo mismo?
- Hipersensibilidad a la crítica: ¿Me siento siempre atacado y tengo
resentimiento?
- Indecisión crónica: ¿Tengo miedo exagerado a equivocarme?
- Deseo excesivo de complacer: ¿Puedo decir que no? ¿Hago cosas
para que me quieran?
- Culpabilidad neurótica: ¿Me condeno por conductas no siempre malas
objetivamente?
- Hostilidad flotante: ¿Me sienten de ordinario agresivo?
- Actitud súper-crítica: ¿Me sienta más, me disgusta, me decepciona,
casi todo?
- Tendencias depresivas: ¿Me siento muchas veces deprimido?

Quizás donde más se nota el bajo nivel de la estima es en la capacidad de


culpabilización personal y en la incapacidad de perdonarnos a nosotros
mismos.

Una baja estima necesita un conocimiento personal serio y por supuesto, de


trabajo de saneamiento y curación de heridas que hayan podido fomentar esta
baja estima. Podríamos decir que toda herida, además de producir reacciones
desproporcionadas genera una estima por los suelos, que no se levanta, a no
ser que se trabaje a niveles profundos, con un proceso de terapia.

De allí que la opción por la vida, que la capacidad para poder elegir y poder
discernir implique un trabajo personal a fondo.
9. LAS FUERZAS EN JUEGO Y SUS EXPRESIONES EN EL
DISCERNIMIENTO.

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10. REGLAS DE DISCERNIMIENTO

I SEMANA

PROCEDER DE LOS ESPIRITUS

1. Al que se aparta del buen camino

MAL ESPÍRITU
OBJETIVOS:
- Busca alejarnos más de Dios.
- Quiere mantenernos y hundirnos en el pecado.

MEDIOS:
- Hace que el grupo o la persona se sienta a gusto como está.
- Propone placeres vacíos, huecos.
- Hace imaginar deleites y placeres sensuales, para conservarlos y
aumentarlos más en sus vicios y pecados.

BUEN ESPÍRITU

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OBJETIVOS:
- Busca acercarnos a Dios.
- Quiere sacarnos del pecado.

MEDIOS:
- Nos crea insatisfacción, inquietud y remordimiento para que la persona
o el grupo caiga en cuenta de su situación de engaño y pecado.

2. Al que empieza a acercarse a Dios.

MAL ESPÍRITU
OBJETIVOS:
- Busca estorbar, impedir y dificultar el avance.

MEDIOS:
- Desanima y debilita nuestros buenos propósitos
- Nos llena de pesimismo
- Nos entristece y deprime.
- Nos intranquiliza con falsas razones.
- Impulsa a la persona o grupo a racionalizar su situación y actuación, para
que se contente con lo que ha conseguido hasta el momento y así no siga
adelante.

BUEN ESPÍRITU

OBJETIVOS:
- Busca ayudar y facilitar al avance.

MEDIOS:
- Da ánimo y fuerzas.
- Sugiere soluciones, inspira nuevos cambios.
- Nos produce consolación, alegría.
- causa tranquilidad (paz interior)
- Quita TODOS los impedimentos que existen para que la persona o el
grupo siga progresando en el camino del bien.

QUÉ ES UNA CONSOLACIÓN


Es un don de Dios, un gran regalo que El nos da.
Es cuando nos sentimos fuertes en la vida espiritual, bien unidos a Dios.
Experimentamos paz profunda, alegría verdadera y los frutos del Espíritu
Santo

Qué se debe hacer


Tomar nuevas fuerzas para la próxima desolación.
No quedarnos orgullosos sino humildes, recordando que al consolación
depende únicamente de Dios.

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QUÉ ES UNA DESOLACIÓN
Estar como separado de Dios.
Se presenta bajo diversas formas: confusión, desánimo, desconfianza,
cerrazón, soledad, incapacidad de amar.
No todo es malo., nos enseña a no ser tibios, perezosos, negligentes en la
vida cristiana. Nos hace saber que al consolación y el amor vienen de Dios.

Qué se debe hacer


No cambiar, sino estar firme y constante como en al anterior consolación.
Rezar más, examinarnos y hacer alguna penitencia.
Tener calma, paciencia, saber que pronto seremos consolados.

Tres pueden ser las causas principales de la desolación:


z Por ser tibios, perezosos o negligentes es llevar nuestra vida espiritual:
oración, examen de conciencia, frecuencia de sacramentos, etc.
z Las que permite Dios para probarnos hasta cuánto somos capaces de
servirlo sin el premio de la consolación.
z Para que el hombre caiga en cuenta de que la consolación no es el
logro de un voluntarismo, sino una gracia especial de Dios.

EFECTOS DE LA…

CONSOLACIÓN
La consolación puede tener los siguientes matices:
z La fe, la esperanza y el amor se fortifican y aumentan.
z Los temores y las dudas se disipan.
z Aumento de alegría, paz, tranquilidad.
z Se experimenta claridad y firmeza.
z Deseos y fuerzas de superar las actitudes de pecado.
z Entendemos de una manera nueva, lo que es amor a Dios y servir a los
demás
z Sentimos deseos de comunicar a alguien, la experiencia positiva que se
vive.
z Sentimos tristeza por la vida floja y de pecado.
z Facilidad y alegría en el diálogo con el Señor (oración).
z La vida y el trabajo del grupo se hace más llevadero, reina la paz, la
armonía y el deseo de mejorar.

DESOLACIÓN
La desolación puede tener los siguientes matices:
z Sentimiento de oscuridad que lleva a la duda y a la falta de fe.
z Miedos sin ningún fundamento, caemos en estados de depresión a
veces sin saber por qué.
z Nostalgia, soledad, tristeza, ante la imposibilidad de un cambio de vida.
z Inseguridad ante decisiones que tenemos que tomar, o de estar en lo
correcto.

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z Sintiendo pérdida de confianza en el grupo o comunidad a que
pertenecemos.
z No aceptando a las personas como son.
z Satisfacción y alegría por la vida floja de vicio y pecado que estamos
llevando.
z Sintiendo que nos invade la pereza ante cualquier forma de trabajo,
ante el estudio y el apostolado, aburrimiento y desánimo de seguir con
la oración.
z No sintiendo gusto por las cosas de Dios y llegamos a sentir a Dios muy
lejos de nuestra vida.
z La vida se llena de tedio, aburrimiento, hartura y pesimismo. Si la
desolación es de un grupo, se detecta frialdad, tanto en la relación
interpersonal como en el trabajo.

TRES COMPARACIONES: EL ENEMIGO SE HACE COMO...

Como mujer, que puede ser fuerte o débil según el caso. Ya sabemos
que la mujer cuando riñe con algún varón, pierde mucho el ánimo y se
bate en retirada cuando el hombre la encara de manera decidida; por el
contrario, si el varón comienza a huir perdiendo ánimo, la ira, venganza y
ferocidad de la mujer es grande y desmedida.
De la misma manera el enemigo, se debilita, desanima y huye con sus
tentaciones cuando la persona que se ejercita en las cosa espirituales
pone “mucho rostro” (enfrenta) las tentaciones del enemigo, haciendo lo
diametralmente opuesto[1]; y por el contrario, si la persona que se
ejercita comienza a tener miedo, y a desanimarse de no poder soportar las
tentaciones, no hay bestia tan fiera sobre la faz de la tierra como el
enemigo, hasta conseguir su perversa intención con gran maldad.

Así mismo, se hace como un seductor, queriendo mantenerse en


secreto y no ser descubierto. Porque así como el seductor cuando
emplea sus artes con una mujer casada o una hija, quiere que su
palabras o sugerencias sean mantenidas en secreto. Y por el contrario le
disgusta mucho el que la hija al padre o la mujer al marido descubra sus
palabras e intención depravada, porque fácilmente saca la conclusión
que no podrá salirse con la suya.
De la misma manera obra el enemigo, cuando trae sus astucias y mentiras
al hombre, quiere y desea que sean recibidas y mantenidas en secreto
para que tenga más confusión estando en soledad, mas cuando las
descubre a su asesor espiritual o a una persona entendida, que conozca
de sus engaños y malicias, mucho le pesa, porque se da cuanta que no
podrá salirse con la suya, por quedar descubiertos sus engaños.

Así mismo, se hace como un mal caudillo (jefe de una banda de


ladrones) que, cuando quiere entrar en algún sitio, antes estudia bien la
situación y planea la acción, buscando los puntos más débiles del lugar
que piensa asaltar.
De la misma manera obra el enemigo, busca los puntos más débiles de
nuestra personalidad para atacarnos: el egoísmo, la sensualidad, la codicia

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del dinero, la impaciencia, la soberbia, el orgullo, la vanidad, la pereza,
etc.: y por ahí busca abatirnos.

REGLAS DE DISCERNIMIENTO II SEMANA

• Ante la consolación los espíritus proceden distintamente.


• Sólo Dios concede la consolación “sin causa” y ésta hay que cuidarla
para no desvirtúela.
• La consolación “con causa” la pueden ofrecer el B.E y M.E con
intenciones distintas.
• Es propio del M.E vestirse de “Ángel de luz”.
• Es de suma importancia examinar el curso de nuestros pensamientos y
aprender su dinamismo para no ser engañados.
• Los espíritus actúan en nosotros dependiendo de nuestro estado
espiritual.

11. METODOLOGÍA DEL DISCERNIMIENTO

Debe quedarnos claro que discernir es “dejarnos llevar” por el Señor.


Discernir no es escoger entre el bien y el mal, para eso ya están los
mandamientos, sino optar siempre por el medio más eficaz, en el que me
coloca la disposición espiritual por excelencia ”dejarme llevar hasta ponerme
con el Hijo en la Cruz”.

El Discernimiento tiene un dinamismo que podríamos enmarcarlo en tres


etapas o elementos que nos hablan de la dimensión Trinitaria del mismo:

1. Tener los ojos abiertos ante la realidad de la vida; esa vida que es obra
incesante del Padre Creador, donde el trabaja y acontece (VER)

2. Implica una atención a la Palabra hecha carne en Jesucristo y Palabra


escrita, pues Jesús es el criterio último de todo discernimiento, la
Palabra como manifestación de Dios Padre nos tiene que ayudar a
discernir (JUZGAR)

3. Disposición para construir la comunidad en el ámbito de lo cotidiano,


parroquial, eclesial. El acontecer del Padre y del Hijo en nuestras vidas,
nos urgen a generar amor, fraternidad, justicia a nuestro alrededor y
esto es por obra del Espíritu. (ACTUAR)

Si entendemos la dinámica del VER – JUZGAR – ACTUAR , podremos


comprender la metodología de este ejercicio espiritual que nos prepara para
vivir como auténticos cristianos :Hombres y mujeres de Dios - Cristo, guiados
por sus criterios y urgidos a construir la civilización del amor a nuestro
alrededor.

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Para acertar en el CÓMO hacer discernimiento se presenta una herramienta:
Cuatro columnas enmarcadas en el dinamismo del VER – JUZGAR –
ACTUAR y que supone a su vez una METODOLOGIA…

1. Describir la experiencia: REGISTRAR EL (los) HECHO (s),


acontecimientos significativos de la vida y ayuda el preguntarse ¿QUÉ
PASO?

2. Establecer la vinculación con lo que somos, lo que sentimos:


REGISTRAR LAS MOCIONES O TRETAS, para comprender de dónde
nos viene la sensación: si es una moción de paz, o tranquilidad o
gusto; o es un deseo o una alegría interna, o su contrapartida. Y ayuda
el preguntarnos ¿DE DONDE VIENE LO QUE SIENTO? Pues pueden
ser estados sicológicos, kinestésicos o realmente espirituales.

3. Detectar el derrotero, a la luz de los CRITERIOS EVANGÉLICOS, si lo


que me mueve viene del B.E o M.E, me siento movido(a) a la
generosidad, a la misericordia, a las obras del Espíritu o a su
contrapartida y preguntarme para ello ¿ADONDE ME LLEVAN?

4. Percatarnos de la reacción a la moción, es decir, ACTÜO libremente


aceptando o rechazando la moción o la treta.

13. EXAMEN DE CONCIENCIA O PAUSA IGNACIANA

El examen es el ejercicio diario de discernimiento espiritual.

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Discernir es saber descubrir los campos del Señor y del Malo. Es sabernos
situar frente a ellos, conocer sus procederes, sus objetivos y estrategias.
Discernir es sobre todo optar por querer “ser llevados” por donde ya
somos conducidos.

Discernir es un proceso sin fin de radicalización en el Señor.


Es optar, sí, pero ya no entre lo bueno y lo malo, sino discernir lo que nos
va pidiendo cada vez el Señor e irle respondiendo.

El Examen cotidiano es el continuo ejercicio de este proceso de


discernimiento. Es poder captar día a día la obra del Señor en nosotros.
Es poder abrirnos cada vez más a sus insinuaciones.

El Examen no es tanto para ver si hicimos el bien o el mal, habrá también


que revisarlo, pero principalmente el examen tendrá en cuenta por qué
(razones) llegamos a hacer el mal. Cómo nos dejamos seducir por una
treta y le hicimos caso. Y cómo en cambio nos habíamos cerrado a una
fuerza del Señor que sí sentíamos pero que no la quisimos entender. Ese
es el examen.

El examen es el momento para ser testigo de la obra que realiza el Padre


en nosotros, gracias a la acción del Espíritu para configurarnos con el Hijo.
Es percatarnos de cómo ellos nos están convirtiendo en compañeros de
Jesús y de cómo ese camino exige la justicia como exigencia de la fe, aún
a costa de la propia vida.

Compilado por : Hna. Lety M. Pérez López


Esclava de Cristo Rey

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