¿Te parece que el contrabando, la piratería o la falsificación son delitos
leves o actividades tolerables?
Pues no lo son, en absoluto. Se trata de actividades ilegales que tienen graves
consecuencias para todos. Los delitos aduaneros y los delitos contra la propiedad intelectual mueven millonarias sumas de dinero, pero además perjudican a la industria nacional y a la inversión privada, atentan contra la generación de empleo formal de calidad y perjudican a los consumidores que reciben productos de mala calidad. Por si fuera poco, generan que el Estado recaude menos impuestos que podrían ser empleados en obras e iniciativas que beneficien a toda la población.
El contrabando, la piratería y la falsificación constituyen competencia desleal
contra las empresas formales que cumplen con los estándares de control y calidad en los productos y servicios que brindan, pagan sus impuestos y cumplen con la normativa laboral. Son delitos que no solamente perjudican a los empresarios; sobre todo, afectan a los trabajadores, pues favorecen la explotación laboral, el trabajo informal y el subempleo.
Asimismo, a causa de estos ilícitos, no se da el justo reconocimiento a los
autores que deberían recibir un justo valor por su creación. Por este motivo, el contrabando, la piratería y la falsificación afectan la creatividad, el emprendimiento y la innovación. Esta problemática es visible en mercados informales en actividades tan diversas como alimentos, papel, productos químicos, calzados, textiles y confecciones, tabaco y bebidas alcohólicas, así como productos agrícolas y plásticos en general. El Programa Educativo “Yo decido, yo respeto: rechazo al contrabando y respeto a la propiedad intelectual”, tiene como objetivo generar consciencia en la población escolar respecto daño que genera para la industria y el comercio formal la piratería y el contrabando y es dirigido por el Ministerio de la Producción Ya lo sabes, si crees que el contrabando, la piratería y la falsificación son delitos “menores”, piénsalo dos veces.