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Créditos
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Contenido
Sinopsis
1. Riley
2. Aegir
3. Riley
4. Riley
5. Aegir
6. Aegir
7. Riley
8. Aegir
9. Riley
10. Aegir
—¿Conseguiste el insecticida?
—¿Qué? ¿Espray para insectos? — Ya pasó la hora de la
cena y finalmente llego a mi casa y mi mujer me pidió...
¡Diablos!, me pidió que trajera insecticida de camino a casa,
¿no? En realidad, me ofrecí a traerlo.
—Aegir —Sus ojos brillan con ira.
Los labios de Riley se estrechan y puedo ver que está
molesta conmigo. Esta podría ser la primera vez que la veo
verdaderamente enfadada. Normalmente es optimista y
alegre. Los gemelos prendieron fuego al sofá, y ella lo tomó
con calma. Descubrió que yo era un billonario y que la madre
biológica de mis hijos es una acosadora. No importa, se
comportó completamente estoica. Aprende información
molesta, se estabiliza rápidamente, encuentra una solución y
sigue adelante. Pero aparentemente las plagas son su
perdición. En todo caso, está más molesta ahora que esta
mañana.
—Todo estará bien —le digo—, lo conseguiré más tarde
y...
—¡No! —Ella grita— No, esos bichos se han apoderado
de la despensa. Puedo oírlos rascando y haciendo quien sabe
qué y estoy segura de que se liberarán y pulularán por la casa.
¡Y están tocando nuestra comida! No puedo soportarlo. He
estado arriba con los bebés toda la tarde y la noche porque no
puedo estar cerca de esos bichos. Hubiera conseguido el
insecticida cuando salí hoy, pero no conozco este planeta tan
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bien, no sé cómo describir lo que necesitamos o qué tipo de
bicho es y tú dijiste... —Puedo ver las lágrimas que se forman
en sus ojos— Dijiste que lo tendrías cuando llegaras a casa,
así que no le pedí ayuda a nadie con esto. ¿Pero llegas a casa
horas tarde y no lo tienes contigo?
Ahora está llorando. ¡Oh, demonios!, he hecho llorar a
Riley. Me doy la vuelta y salgo por la puerta. Me subo a mi
vehículo Serie X y voy directo a la tienda a comprar el
insecticida.
Regreso a un hogar tranquilo.
Estoy seguro de que ha acostado a los gemelos y está en
su propia habitación, echando humo. Si fuera Hyrrokin, el
humo saldría de sus fosas nasales y yo recibiría una
llamarada. Pero mi hembra no puede castigarme de esta
manera. Me pongo mis pantalones de pijama favoritos y voy a
la despensa para evaluar este problema de bichos con el que
está lidiando.
Abro la puerta y miro alrededor y mis labios se contraen.
Son sólo typhids comunes. Tendré que explicarle que son
inofensivos. Aun así, incinero la mayoría de ellos, rocío el
resto y pongo trampas. Cualquier cosa para ayudar a mi
hembra. Mientras trabajo con mis manos y rodillas, sacudo la
cabeza, pensando en cómo he pasado todo el día metido en
una reunión de alto nivel con el presidente Grindstone y un
grupo de ministros de finanzas. Querían mi opinión sobre la
mejor manera de mantener la economía en marcha en el
próximo trimestre. Presente mis ideas a las mejores mentes
del planeta, a hombres y mujeres que he admirado desde que
era un niño. Por eso llegué tarde y me olvidé del insecticida. Y
como me llevaron a casa en un vehículo de seguridad
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presidencial, tengo que admitir que tenía un gran concepto de
mí mismo. ¿El Presidente quería hablar conmigo? Y luego
vuelvo a mi casa y ella dice: —¿Dónde está el insecticida?
Una risita se me escapa de los labios. En casa con Riley,
no importa mi conocimiento de los mercados financieros, mi
riqueza o influencia. Sólo soy un hombre que debería haber
recordado el insecticida. Hace una hora, estaba charlando con
el presidente Grindstone y ahora estoy de rodillas
exterminando plagas y poniendo trampas en la despensa.
Me río un poco más y me doy un tirón de orejas. Tengo
que admitir que me gusta cómo me trata esta mujer. Me vio
salir en una caravana presidencial, pero aún espera que la
recuerde a ella y a nuestros hijos. Lo cual es lo correcto.
Termino de lidiar con las plagas, luego programo los
robots de limpieza para desinfectar y remover los bichos
muertos y cualquier producto alimenticio contaminado, y que
dejen las trampas que puse. Cierro la despensa y voy a la
cocina a lavar mis garras y brazos en el fregadero.
Oigo un ruido y me giro para ver a mi humana. Está
oscuro afuera y las luces de la cocina están encendidas y las
ventanas están tintadas por la privacidad. Lleva ropa humana
fina y ajustada con tirantes que se extienden sobre sus suaves
hombros. Puedo ver el contorno de sus pechos llenos y
pezones duros debajo de la tela como si estuviera desnuda. Y
sus pantalones cortos de pijama apenas cubren su
redondeado trasero.
Es la mujer más hermosa que he visto.
Me pongo duro al instante. Una oleada de instintos
posesivos y cada pizca de lujuria que he estado conteniendo
durante el último mes regresa en un destello de calor.
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—¿Por qué has tardado tanto? —Ella susurra— Sé que
no tengo derecho a preguntar eso. No soy tu compañera ni
nada, sólo la niñera. Sólo la ayudante contratada, pero...
Todavía hay un borde de ira en su voz, así que doy un
paso adelante y la corto con un beso.
No puedo detenerme. Si no fuera por ese maldito juicio
que estoy esperando, la llevaría a la cama y la mantendría allí.
Le mostraría una y otra vez cuánto lo siento.
—¡Oh! —ella suspira contra mis labios, y luego se derrite
en mis brazos.
Este primer beso debería ocurrir después de que le haya
pedido formalmente que sea mi compañera. Se supone que
debo probar que no es sólo una pareja de placer potencial,
sino la hembra que quiero en mis brazos por el resto de mi
vida.
Pero no puedo alejarme. La necesito. Ella me necesita.
Mis brazos rodean sus suaves curvas y agarro su cabeza
con mi garra. Ella se levanta y envuelve sus brazos alrededor
de mi cuello, presionando ese cuerpo caliente contra mí.
Gimo, forzando mi lengua a entrar en su boca, mis colmillos se
deslizan sobre su piel. Sus labios son muy suaves, su boca
pequeña, y la estoy devorando. Nunca antes había besado a
otra mujer así, con todo lo que tengo. Todo lo que soy.
Ella sabe increíble.
Me besa con urgencia, sus dientes romos chocan contra
mis colmillos. Su sabor inunda mi boca, mi sangre, mis
sentidos. No tiene ni idea, pero nunca la dejaré volver a su
planeta natal. Esta hembra es mía ahora.
Nos quedamos así, bajo las luces de la cocina, besándonos
y acariciándonos un poco más. Un mes entero de pasión y
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emoción reprimida expresada en el poder de nuestros labios
que se unen.
Finalmente, rompo el beso e inclino mi frente
cuidadosamente contra la de ella. Respiramos con fuerza,
tratando de calmar nuestras laboriosas respiraciones.
—Lo siento —ella susurra—. Sé que tuviste un día
importante, y realmente quiero oírlo todo. Estaba tan
disgustada...
Y luego hay una alerta en mi tableta. Gruño y me doy la
vuelta y la coja del mostrador. Por lo que sé, podría ser un
seguimiento de la reunión presidencial.
Pero es mi hermano, con información importante:
Kritan se acercó a tu mujer hoy en la calle. Tenemos
que hablar.
Una tormenta de emociones conflictivas golpea mi pecho
con fuego y azufre. El humo sale de mis fosas nasales.
Una pequeña mano me presiona el pecho: —¿Aegir?
Arrojo la tableta sobre el mostrador, la tomo por los
hombros y me encuentro con su mirada confusa: —¿Mientras
yo no estaba, tú y mis hijos estuvieron en peligro?
—Oh sí, sí lo estaba. ¡Dioses!, esos bichos...
—¿Bichos? No, estoy hablando de Kritan Softstone. ¿Ella
se acercó a ti?
—¿Oh? —Hace una pausa, da vueltas a su cabello y se
muerde los labios hinchados por el beso— Sí, así es. Eso pasó
en la mañana. Kritan apareció cuando estaba estacionado
frente a la casa de Rykeil y quería ver a los bebés. Le dije que
no, que no podía verlos, y luego se fue. Bergelmir estaba allí.
Estaba bien. Pero los bichos, esos eran...
Pongo mis manos en su pequeña cintura y la levanto
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hasta el mostrador y estoy entre sus piernas.
—¡Aegir! —ella jadea.
—Me duele no haber estado allí para asegurarme de que
no tuvieras que tratar con ella.
—Está bien.
—No, no está bien. Hoy te he decepcionado —Estoy al
límite. No sólo necesito su olor en mis fosas nasales y su sabor
en mi lengua, necesito marcarla como mía. Quiero a Riley y
aun así no puedo tenerla—. Te necesito a ti.
—Yo también te necesito.
Mi hembra se merece que sea lento y fácil, pero no
obtendrá nada como eso de mí. Ya me he contenido lo
suficiente. Le arranco sus endebles pantalones cortos y
extiendo sus gruesos muslos y me quedo mirando la gloria
que está ante mí. Nunca he visto a una humana de esta
manera. Me preguntaba cuán diferente sería de una hembra
Hyrrokin. Su coño está mojado y rosado y está listo para que
lo toque. Me encanta ver mi gran mano roja contra su piel
carnosa e incolora. El mismo pelo que tiene en la cabeza
también está en su coño. Lo toco con mis garras.
—¿Lo odias? Puedo afeitármelo...
—No —gruño—. Déjatelo —Es la visión más erótica de
mi vida. Toco mi miembro adolorido a través de mis
pantalones de pijama. Me va a encantar ver mi polla roja
hundiéndose en ese coño bajo esa capa de vello dorado.
Le abro los muslos y ella se sujeta con los brazos.
Arrastro mi garra a lo largo de su húmeda hendidura y me
detengo justo en su entrada, sin penetrar. Me encuentro con
su mirada: —Esto es mío.
—Es tuyo —ella suspira.
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Ahora estoy de rodillas frente a ella e inhalo su aroma
único. Es almizclado y adictivo y quiero lamer toda su crema.
Pongo mi garra en los labios de su coño y en el exterior de su
núcleo, explorando, aprendiendo. Encuentro su protuberancia
en la parte superior, hinchada y lista para mi toque. Está
construida de manera muy parecida a nuestras hembras, pero
mucho más pequeña. Tendré que asegurarme de que está
lista antes de tomarla. Es virgen y humana, lo que significa
que estará muy apretada y no quiero dañar a mi destinada
con mi grosor.
—¿Ningún hombre te ha tocado aquí excepto yo?
—Sólo tú.
Un gruñido retumba en mi garganta. Tengo que probar lo
que es mío. Me muevo hacia adelante y mi boca está justo
donde necesita estar, lamiendo eñ borde de su dulce coño.
Está tan mojada que envía una oleada de lujuria posesiva por
mis venas calientes. Estoy explorándola, mi lengua y mis
labios se mueven a través de sus delicados pliegues internos.
Escucho sus sonidos de placer, sus gemidos y sus suspiros,
permitiéndome saber dónde moverme y cuándo acelerar o
disminuir la velocidad.
Sus manos agarran mis cuernos con fuerza. Mi cola se
enrolla alrededor de su tobillo. Lamo, lamo y lamo ese bulto
hinchado. Mi polla está dura como una piedra y gotea en mis
pantalones.
—¡Oh, Aegir, justo ahí, no te detengas!
Ella echa la cabeza hacia atrás y grita su orgasmo. Sigo
lamiendo, justo donde ella me necesita, asegurándome de que
saco hasta la última pizca de pasión de mi humana. Ella es
magnífica.
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Y luego alguien irrumpe por la puerta.
—¿Qué demonios estás haciendo? — Bergelmir grita.
★★★
11. Riley
12. Riley
13. Aegir
Ep logo: Aegir
Fin