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Indudablemente, uno de los aspectos más relevantes dentro del estudio del régimen legal
de los recursos administrativos lo constituye la definición de qué actos emitidos por la
Administración Pública pueden ser considerados objeto de impugnación. Por supuesto,
cada ordenamiento resuelve esta pregunta de manera distinta, sin embargo, existe cierto
consenso en considerar que en la medida que un procedimiento administrativo constituye
muchas veces una larga de secuencia de actos de la Administración, no todas las
decisiones que la entidad adopte en su desarrollo pueden ser objeto de impugnación toda
vez que esto tornaría el procedimiento en interminable y, en consecuencia, en inútil.
En el primero de los casos, no cabe duda de que el legislador se refiere a aquél acto
administrativo que es probablemente la razón de ser del procedimiento administrativo, es
decir, al acto que es el objetivo que se busca lograr una vez iniciado el procedimiento
administrativo. En ese sentido, se está haciendo referencia a aquél acto que aprueba o
deniega una licencia, al que impone una sanción, al que deniega una pensión, al que
aprueba el otorgamiento de la buena pro en el marco de un proceso de selección, etc.
Como es evidente, ante un acto de esta naturaleza, en tanto se configura como una
decisión definitiva que genera efectos directos para un administrado determinado,
corresponde que proceda su impugnación a través de los recursos administrativos
correspondientes.
Ahora bien, el hecho de que no nos situemos frente a un acto impugnable pero éste
incurra en algún vicio o cause algún agravio al administrado, no quiere decir en ningún
caso que aquellos actos no puedan ser objeto de cuestionamiento por otra vía. La misma
norma establece residualmente que para el caso de los demás actos que deban ser objeto
de cuestionamiento lo que debe hacer el administrado es alegar su cuestionamiento en el
momento pero esperar el acto definitivo para cuestionarlos por la vía del recurso
administrativo correspondiente. En este supuesto, de verificarse la nulidad del acto de
trámite se deberá valorar si ésta también genera la nulidad del acto final o si es un hecho
perfectamente subsanable en cuyo caso se deberá preferir la conservación del acto.
A este respecto, por lo demás, hay que decir que, por reglas elementales de debido
procedimiento, la falta de denuncia oportuna de los actos irregulares no impide la
posibilidad de impugnación posterior vía recurso. Esto porque, además, debe entenderse
que las irregularidades en la actuación de la Administración, sujeta siempre a la legalidad,
no pueden quedar convalidadas en este caso, solo porque no fueron alegadas en su
momento por parte del administrado .[7]
En relación con aquellos actos que no son impugnables por la vía de los recursos
administrativos, es importante tomar en cuenta que existe también la alternativa de la
queja por defectos de tramitación. Una herramienta de naturaleza no impugnativa a
disposición del administrado que tiene por finalidad denunciar la comisión de
irregularidades en el desarrollo de un procedimiento administrativo frente al superior
jerárquico del órgano encargado de tramitar el mismo, con la finalidad de remitirle una
denuncia por incumplimiento de las normas procedimentales correspondientes. De este
modo, el administrado tiene a su disposición otro mecanismo de corrección o remedio
procesal que, pese a no tener naturaleza impugnativa, puede ayudarlo a solicitar la
[8]
Así, por ejemplo, en ninguno de los supuestos de acto impugnable es posible enmarcar la
posibilidad de interponer un recurso administrativo contra el dictado de una medida
provisional o medida cautelar dictada en el marco de un procedimiento administrativo.
Como sabemos, las medidas de esta naturaleza, pese al indudable agravio que pueden
causar al administrado, no constituyen un acto administrativo definitivo y no
necesariamente pueden considerarse actos de trámite que causen indefensión en todos
los casos. Recuérdese que, a diferencia de lo dispuesto en sede judicial, en la regulación
del procedimiento administrativo no está claro que una medida cautelar deba dictarse
siempre inaudita parte, razón por la cual pueden existir medidas provisionales que hayan
sido dictadas sin desatender el derecho de defensa de un administrado . En ese caso, es
[9]
decir en aquél supuesto en el que una medida cautelar no genera per se un situación de
indefensión, ¿cómo podría ser impugnada en caso el administrado estime que la medida
preventiva es ilegal y que le causa un agravio irreparable? ¿Tendría el administrado que
esperar a que se dicte el acto definitivo para poder cuestionar recién en ese momento la
decisión?
Evidentemente una respuesta negativa a esta última pregunta supondría el riesgo de
generarle un grave perjuicio a un administrado, quién sabe irreparable, solo por no
permitírsele hacer uso de un recurso administrativo, en este caso, porque la ley no lo prevé
así.
Un supuesto parecido se presenta frente a aquellos actos dictados por la Administración
cuyo incumplimiento puede generar un perjuicio irreparable. Piénsese en un supuesto en
el cual la Administración solicita al administrado, como parte de la instrucción del