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Levitico Ramirez PDF
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INTRODUCCIÓN A LEVÍTICO
El tema del libro de Levítico es la santidad. Este es resumido en el versículo clave del libro, 19:2, «Habla
a la congregación de los hijos de Israel, y diles: Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios».
Santidad (qadosh) significa literalmente «separación» (cf. 20:26). Dios es santo en dos sentidos: (1)
moralmente, porque está separado del pecado; (2) existencialmente, porque es trascendente; está por
encima de todo lo creado. Porque el pueblo de Dios es llamado a reflejar el carácter de Dios al mundo,
Dios le demanda santidad. El pueblo también es llamado a ser santo en dos sentidos: (1) separado para
Dios, y (2) separado del pecado. Siendo que el pueblo es pecador, la única forma de alcanzar la santidad
o limpieza moral es mediante el perdón de los pecados a través de los sacrificios y la obediencia. El libro
de Levítico gira en torno de esos temas. Ryrie apunta:
El tema de la santidad es desarrollado en Levítico mediante el detalle de los requisitos para la adoración
de un Dios santo (1-16) y la conducta diaria en santidad que Dios demanda de su pueblo (17-27).
El propósito de Levítico es práctico porque señala la manera en que el israelita redimido podía acercase
a un Dios santo y mantener comunión con él; complementario en cuando suple los detalles que Éxodo no
da en cuanto a cómo había de ser usado el tabernáculo; doxológico, porque enumera los requisitos de la
adoración a Dios; legal, ya que incluye gran número de leyes no sólo religiosas, sino también civiles que
habían de regir la vida del pueblo escogido; sanitario, debido a la detallada enseñanza que tenía como
propósito desarrollar hábitos de higiene que preservaran la salud de Israel; ritual, por la instrucción
específica dada a los levitas y sacerdotes en lo relacionado con el culto; típico, porque los sacrificios, los
sacerdotes, las celebraciones y en general todo el ritual del tabernáculo prefigura la obra redentora del
Señor. En este sentido se dice que Hebreos es un comentario inspirado de Levítico.
El tema del pacto en Levítico se centra en la definición de la obediencia que hace posible el disfrute de
las bendiciones del pacto de Dios con Abraham (26:3-9, 42). El pacto con Abraham es incondicional: la
infidelidad del pueblo no lo anula. Pero las bendiciones del pacto son condicionales ya que su disfrute
requiere obediencia. Pero no debe olvidarse que la obediencia a la ley es un requisito para el pueblo que
ya ha sido redimido.
El énfasis en la obediencia para el disfrute de la vida (18:5) y el contraste agudo que a veces se hace
entre la ley del Antiguo Testamento y la gracia del Nuevo ha llevado a algunos a criticar al
dispensacionalismo. Se acusa a los dispensacionalistas de enseñar dos formas de salvación: una por la
obediencia a la ley y la otra por la fe. Desde luego, tal cosa no sólo no es cierta, sino que no es posible.
El pacto de fe con Abraham no fue abrogado por el pacto de obras con Moisés (Gá. 3:17). Los israelitas
viviendo bajo la ley de Moisés eran salvos sólo por la gracia de Dios apropiada por medio de la fe. Pero
la fe de aquellos creyentes no tenía el mismo contenido que la del creyente hoy. La revelación es
progresiva y el entendimiento del plan redentor de Dios ha sido tremendamente aclarado con la venida
del Mesías. En días del Antiguo Testamento el Señor Jesús no había aún venido y, por lo tanto, el
significado completo de la ley no había sido aun iluminado por su enseñanza. Los creyentes del antiguo
pacto se salvaban por fe en lo que Dios había dicho de la eficacia de los sacrificios (4:27-31; 16:20-22).
Difícilmente el creyente promedio habría entendido que los sacrificios eran eficaces porque prefiguraban
el del Señor Jesús (He. 10:1, 10, 14). Es importante mantener en mente la siguiente distinción:
En una palabra, el propósito de los sacrificios levíticos era el de expiar los pecados y abrir así el camino
de acceso a Dios. El acceso a Dios se hallaba obstaculizado por el pecado del hombre. La santidad divina
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demandaba que el orden moral del universo fuese preservado. El pecado tenía que ser castigado. Pero no
era necesario que el pecador pagara personalmente por su pecado. Dios, es su misericordia, proveyó un
sustituto en la persona de su Hijo desde antes de la fundación del mundo (1 P. 1:20). La ley incorporó y
sistematizó lo que Dios había instituído desde la caída: el sacrificio de animales que prefiguraban el
sacrificio de Cristo (cf. Gn. 3:21). Ya que «la paga del pecado es muerte» y que «la vida de la carne en la
sangre está», «sin derramamiento de sangre no se hace remisión» (Ro. 6:23; Lv. 17:11; He. 9:22). El
propósito de los sacrificios levíticos es evidenciado por el sentido del término para «sacrificio»:
Surge la pregunta, ¿hasta dónde eran eficaces en sí mismos los sacrificios levíticos? Ryrie da una
respuesta concisa y clara:
Bajo la ley el sacrificio fue dado por Dios como el único medio suficiente
para que los israelitas permanecieran en comunión armoniosa Consigo Mismo. Es digno de
notarse que la revelación del sistema sacrificial a través de Moisés no incluyó la revelación de
significado típico alguno de los sacrificios. Sin embargo, sí delineó claramente el principio de
la expiación por medio de un sacrificio sustitutorio.... Otro factor importante es la distinción
entre las dos relaciones que un israelita tenía o pudo haber tenido con Dios: (a) una relación
corporativa con Dios como miembro de una nación teocrática (cf. Ex. 19-20), y (b) una
relación personal con Dios basada en la regeneración y la justificación por la fe. Mientras que
idealmente estas dos relaciones debieron haber sido coextensivas, no obstante parece que a
través de la historia de Israel (excepto posiblemente inmediatamente después del Éxodo) sólo
hubo un remanente de verdaderos creyentes, y que un gran número del pueblo (a veces la
vasta mayoría) iban simplemente a través de las formas de la adoración a Dios sin fe genuina
en Él.
El punto de vista tradicional de que los sacrificios sólo «cubrieron» los
pecados falla en hacer justicia a el verdadero perdón que fue concedido por Dios (Lv. 4:20,
26, 31, 35; 5:10. 13, 16, 18; 6:7). Que la expiación sacrificial simplemente «cubría» el pecado
sin quitarlo en algún sentido no halla apoyo en la etimología de la palabra hebrea para
«expiación».... En vez de esto, la expiación sacrificial involucraba la remoción real de la culpa
y el castigo por el pecado particular involucrado....
Sin embargo, los sacrificios levíticos (lo mismo que los sacrificios pre-
levíticos) tenían un número de limitaciones. Primero, los sacrificios estaban limitados en su
eficacia moral. Ya que un ritualismo vacío nunca fue una opción aceptable para Dios, un
sacrificio verdaderamente aceptable debería haber sido motivado por una fe genuina y una
obediencia moral a la voluntad revelada de Dios (26:14-45, esp. v. 31; Sl. 40:6-8; 51:16-17;
Pr. 21:27; Am. 5:21-24; He. 10:5-10; 11:4, 6). Los sacrificios que eran traídos sin fe fueron
quizá suficientes a veces para restaurar la limpieza ceremonial y llenar los requisitos civiles
(e.d., la restitución vinculada a la ofrenda por el pecado), pero realmente no agradaron a Dios
porque eran un formalismo vacío. Es importante notar que el objeto de la fe no era la tipología
de los sacrificios o una conciencia del Mesías venidero, sino Dios Mismo. Desde luego, el
contenido de la fe se incrementó para corresponder con la revelación progresiva del Antiguo
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Testamento acerca del venidero Cordero de Dios como la final «ofrenda por el pecado» (Is.
53:10).
Segundo, con la posible excepción del ritual del Día de la Expiación, los
sacrificios estaban limitados en su alcance a ciertas clases de pecados personales.
Teológicamente no hicieron expiación por la naturaleza de pecado, o por el pecado imputado
de Adán. Tampoco incluyeron actos voluntarios de pecado que eran cometidos en desafío a
Dios (cf. N. 15:30-31). Por lo tanto, el sacrificio levítico no era un esquema completo y final
por medio del cual todas las formas de pecado eran removidas. Principalmente concernía a
los pecados de ignorancia, accidentes, descuidos, y omisiones, incluyendo pecados de
impureza ritual y abusos que violaban derechos de propiedad. Los pecados para los cuales no
había sacrificios eran los realizados en desafío al Señor y a sus mandamientos--violaciones
coluntarias de los Diez Mandamientos (excepto violaciones menores a los mandamientos
octavo y noveno), desprecio voluntario de las regulaciones ceremoniales, y cualquier otra
violación de la relación del pacto entre Israel y el Señor. Tales pecados podrían ser
perdonados inmediatamente sólo sobre la base de gracia inmerecida y en respuesta a la fe y el
arrepentimiento (cf. Sl. 32; 51). De otra manera, tenían que esperar el limpiamiento del ritual
del Día de la Expiación.
Tercero, los sacrificios estaban limitados en propósito a la preservación y
renovación pactal de un pueblo redimido. Los sacrificios levíticos eran parte de la adoración
de un pueblo redimido en una relación de pacto con su Dios. Corporativamente, y quizá en su
mayor parte individualmente, la ocasión del sacrificio del cordero de la Pascua y la aplicación
de su sangre en los dinteles de las puertas en Egipto fueron las expresiones externas de la fe
interna que señaló la regeneración y la justificación de los irsaelitas individuales. El sistema
sacrificial subsecuente tenía que ver idealmente con la adoración y la renovación del pacto, no
con la salvación inicial. Era comparable a la experiencia del creyente del Nuevo Testamento
de I Jn. 1:9, no a la experiencia del pecador de Jn. 3:16. Sin embargo, es obvio que en la
medida que una nueva generación de israelitas llegó a la edad de responsabilidad, necesitaban
expresar su fe para la regeneración y la justificación antes de que pudieran adorar a Dios de
manera aceptable y buscar mantener una relación con Él. Esto puede haber ocurrido en varias
ocasiones, incluyendo la conmemoración anual de la Pascua con sus explicaciones
acompañantes. En algunos casos puede haber ocurrido cuando el joven israelita trajo la
primera ofrenda por el pecado con un verdadero entendimiento de lo que hacía y con fe en su
Dios perdonador.
Cuarto, excepto por el ritual del Día de la Expiación, los sacrificios estaban
limitados en alcance y duración a un pecado por sacrificio. El perdón concedido era real
aunque temporal (en el sentido de que cada nuevo pecado requería otro sacrificio). Así,
mientras que Dios aceptaba los sacrificios para la remoción de la culpa en el caso del pecado
del que se tratara, tales suspensiones temporales de la ira divina no resultaban en la limpieza
permanente de la conciencia de una persona (He. 10:2).
Quinto, La eficacia del sacrificio no era inherente al animal sacrificado o a
una o todas las partes del ritual sacrificial. Dios proveyó expiación y perdón de los pecados
sobre la base de el todo suficiente sacrificio que Jesucristo ofrecería en la cruz. La muerte de
Cristo fue «un sacrificio de expiación» por el cual Dios pagó completamente por el perdón
que había extendido antes de la Cruz (Ro. 3:25). En otras palabras, los sacrificios levíticos
fueron validados en la mente de Dios sobre la base de la muerte de Cristo como el único
sacrificio verdaderamente válido por todos los pecados, como que era el Cordero de Dios que
fue inmolado desde antes de la fundación del mundo (Ap. 13:4; cf. I P. 1:19-20). El valor
efectivo de los sacrificios era por lo tanto derivativo y no original. Es en este sentido que el
escritor de hebreos afirma, «porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede
quitar los pecados» (He. 10:4). Sin embargo, los beneficios experimentados por los creyentes
del Antiguo Testamento fueron tan reales como la ropa que viste un comprador con tarjeta de
crédito del siglo 20 cuya cuenta todavía no ha sido completamente pagada. (F. Duane
Lindsey, «Leviticus», The Bible Knowledge Commentary, Págs. 164-166).
Es evidente que el propósito de los sacrificios levíticos fue temporal y anticipatorio. De ahí sus
limitaciones. Estas limitaciones son hechas evidentes cuando ellos son contrastados con el sacrificio del
Señor Jesús. Morris se extiende al respecto a partir de la enseñanza de Hebreos:
pecado» (He. 10:1s.). El mero hecho de que existe una continua necesidad de estos sacrificios
le parece conclusiva de que no poseen una efectividad real. Un sacrificio que verdaderamente
quitara los pecados no tendría por qué ser repetido.
Y el sacrificio de Jesús no fue repetido. Nuestro escritor enfatiza que fue
ofrecido sólo una vez. Usa una palabra fuerte que significa «una vez para siempre» (He. 9:26,
28), y un todavía más fuerte compuesto de la misma palabra (He. 7:27; 9:12; 10:10). Y señala
que esta única ofrenda tiene resultados permanentes. «Porque con una sóla ofrenda hizo
perfectos para siempre a los santificados» (He. 10:14). Nos dice que Cristo ofreció «una vez
para siempre un sólo sacrificio por los pecados» (10:12). Dice que, a los luz de la ofrenda de
Cristo, «no hay más ofrenda por el pecado» (He. 10:18). Los cristianos afirma, «tenemos un
altar» (He. 13:10), el que sin duda apunta a la cruz. Es singular. Sólo hay una ofrenda.
Tomando todo esto junto, las palabras difícilmente pueden expresar más enfáticamente la
completa finalidad de la obra del sacrificio de Cristo.
Otro aspecto de la efectividad del sacrificio de Cristo es manifestada con una
referencia a lugar. Los sacerdotes terrenales ofrecían sus sacrificios en santurarios terrenales.
No podían hacer otra cosa. Existían «ordenanzas de culto y un santuario terranal» (He. 9:1).
Pero el ministerio de Cristo no fue efectuado en santuario terrenal alguno. El apareció en los
cielos por nosotros. Su ministerio tenía que ver con «los bienes venideros» y es ejercitado en
«el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación »
(He. 9:11). Así «no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en
el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros antes Dios» (He. 9:24). «Viviendo siempre
para interceder por ellos» (He. 7:25). «Ministro del santuario, y de aquel verdadero
tabernáculo, que levantó el Señor, y no el hombre» (He. 8:2). Todo esto levanta la obra de
Cristo por los hombres fuera de la clase de sacrificios que los hombres pueden ver en las
altares de este mundo. Pueden sugerir algunas ideas que Él cumplió. Pueden darnos alguna
terminología que podemos usar útilmente cuando deseamos hablar de lo que Él hizo. Pero su
sacrificio es de un orden por encima que aquellos. Hay una nota de autoridad y de finalidad
acerca de su sacrificio. Nada puede ser añadido a un sacrificio ofrecido por Uno que puede
aparecer por los hombres en el cielo mismo en la misma presencia de Dios.
Un punto similar puede ser indicado contrastando la sangre de Cristo con la
de las víctimas animales. Atrevidamente nuestro autor dice, «porque la sangre de los toros y
de los machos cabríos no puede quitar los pecados» (He. 10:4). Adscribe a estos sacrificios
nada más que un significado temporal y limitado. En «el tiempo presente... se presentan
ofrendas y sacrifcios que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica
este culto, ya que consiste sólo de comidas y bebidas, de diversas abluciones y ordenanzas
acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas» (He. 9:9f.). ¿Cómo
podrían los sacrificios de animales ser de otra manera? Un hombre y un animal están en
planos distintos. Las víctimas animales nunca podían quitar los pecados sino de una manera
convencional y simbólica. Pero el sacrificio realizado por Cristo es distinto. No fue «por la
sangre de los machos cabríos ni de los becerros, sino por su propia sangre» que Cristo «entró
una vez y para siempre en el lugar santísimo» (He. 9:12). Su sacrificio no fue el de una bestia
sin entendimiento, sino el sacrificio de sí mismo. Y cuando derramó su sangre su entrada al
«lugar santo» no fue inefectiva o limitada en sus resultados. «Obtuvo eterna redención» (He.
9:12). Los sacrificios de los animales nunca pudieron haber hecho esto. Aun los pecados
mismos por los que ellos habían sido ofrecidos, los pecados «que había bajo el primer pacto»
fueron tratados por el sacrificio de Cristo (He. 9:15). Ningún otro sacrificio tenía la cualidad
inherente que lo capacitaría para tratar con los pecados de los hombres.
O, de otra manera, nuestro autor puede contrastar los sacrificios respecto del
acceso a Dios que ellos ganaron. Bajo el antiguo sistema, «aún no se había manifestado el
camino al Lugar Santísimo» (He. 9:8). El sumo sacerdote entró en el lugar santo (que
simbolizaba la misma presencia de Dios) una vez al año (He. 9:7) en el día de la expiación.
No tenía un acceso fácil, sino que debía de observar precauciones estrictas. Y todavía así
obtenía sólo un acceso muy limitado, un acceso confinado sólo a él, y por unos pocos
minutos. Por vía de contraste, Cristo ha abierto el camino al lugar santísimo, y su pueblo es
exhortado «Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el lugar santísimo por la
sangre de Jesucristo...acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe» (He.
10:19, 22). Mientras que a lo más el sumo sacerdote judío podía ganar acceso para sí mismo
por unos pocos minutos mientras rociaba la sangre delante del propiciatorio, Jesús abrió el
camino para que los creyentes se acerquen a Dios sin otro mediador. Tienen acceso a la
presencia de Dios, y eso no por un breve momento, sino siempre. Cuando consideramos la
elaborada jerarquía provista por la religión judía, y en efecto, por casi todas las otras
religiones de la antigüedad, la importancia de esto llega a ser clara. El sacrificio de Cristo ha
transformado todo el método de acercamiento a Dios.
De especial importancia es la estrecha vinculación entre el sacrificio de
Cristo y la obediencia. Su sacrificio representa un activo hacer la voluntad de Dios.
Constituye un constraste con los sacrificios de animales que, como hemos visto, en el mejor
de los casos, eran pasivos. Las víctimas no entendieron cosa alguna ni podían entender cosa
alguna de lo que se hacía. No pudieron entrar en el espíritu de ello ni participar activamente
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en lo que se hacía. No así con Cristo. En efecto, está integrado en la misma esencia de su
sacrificio el fue algo hecho en obediencia. Nuestro escritor tiene un pasaje doble en el que
señala esto: «Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me
preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije:
He aquí vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí.
Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste,
ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley), y diciendo luego: He aquí que
vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para estableces esto último. En esta
voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para
siempre» (He. 10:5-10).
Este pasaje presenta a Cristo como viniendo a hacer la voluntad de Dios
reemplanzando los sacrificios de animales (en los que Dios no se complacía) por el sacrificio
único y efectivo de sí mismo. Es «mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez
para siempre» que somos santificados. Este pasaje es a veces mal intepretado como queriendo
decir que el sacrificio de Cristo consistió solamente de Su obediencia, en la completa
sumisión de Su voluntad a la del Padre. Ahora, aunque nadie en su sano juicio desearía
minimizar la importancia de la obediencia que Cristo rindió al Padre, hay que reconocer que
decir tal cosa no es hacer justicia a este pasaje. Las mismas palabras dejan claro de que la
obediencia en cuestión no es la obediencia general que permea toda Su vida, sino
específicamente «la ofrenda del cuerpo de Jesucristo». (Leon Morris, The Cross in The New
Testament, Págs. 290-294).
El libro de Levítico pone mucho énfasis en los conceptos de pureza e impureza ceremonial. Estos
conceptos han sido frecuentemente mal interpretados. Los conceptos de pureza y la impureza están
relacionados con la adoración a Dios. En términos generales, la pureza es el requisito para el
acercamiento a Dios y la impureza es el obstáculo para el mismo. Sin embargo, los conceptos de pureza e
impureza no son sinónimos con los de santidad y pecado, aunque sí están relacionados con ellos. Existe
distinción entre la pureza y la impureza ritual o ceremonial y la pureza y la impureza moral, pero al
mismo tiempo existe relación. El pasar por alto la relación fue lo que condujo a los fariseos al
externalismo. De alguna manera, la intención de Dios era utilizar los conceptos de pureza e impureza
ceremonial como vehículos temporales para enseñar acerca de las más profundas pureza e impureza
morales, tal como en Señor Jesucristo finalmente señala (Mr. 7:1-23). Richards apunta,
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Dios está interesado en que Su pueblo refleje Su santidad. La primera parte de Levítico trata
principalmente con la santidad en la adoración; la segunda parte, con santidad en la vida
cotidiana. Desde luego, los temas de la adoración y la conducta se traslapan y en la primera parte
hay porciones que tienen que ver con la santidad en la vida cotidiana, así como en la segunda hay
porciones que tienen que ver con los sacrificios.
Las instrucciones son presentadas desde el punto de vista de quien trae la ofrenda (1:2; 4:1; 7:22,
28). Sólo el pasaje de 6:8-7:38 es una especie de «manual suplementario para los sacerdotes»
(6:9, 24). Se esperaba que el israelita estuviera informado acerca de la forma de hacer sus
ofrendas y sacrificios a Dios. No debemos ser ignorantes de lo que Dios demanda de nosotros.
Era trabajo de los levitas el enseñar la ley al pueblo (Dt. 24:8). Esta porción es la que más
exhaustivamente trata el tema de los sacrificios individuales. Pero también existían otros
sacrificios. Nm. 28-29 (cf. Lv. 23; Dt. 16) prescribe los sacrificios públicos durante las fiestas
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anuales. Además, se requerían sacrificios especiales en ocasiones como consagración (Lv. 8),
desacración (Nm. 16:14-17), y purificación (Lv. 14:12-20; 15:14-15, 29-30).
a) Introducción (1:1-2)
Hay dos puntos de vista mayores acerca de la etimología del verbo kipper. Es
(a) una forma arábica de kafara, que significa «cubrir», o (b) uno de dos
homónimos acadios --kaparu-- que significa alternativamente «borrar» o
«untar, embarrar»... Numerosas evidencias, incluyendo el parelelismo
poético en Jeremías 18:23 entre kipper otro verbo hebreo (mahah, «borrar,
quitar», sostienen el segundo punto de vista. Una tercera opción sugerida por
un némero de autores... traza el significado de kipper a el nombre hebreo
koper, «rescate». Pero ya que la etimología de koper es aparentemente una
palábra acadia relacionada a kaparu, ésta no debe de ser considerada como
una tercera etimología sino como una palabra signficativa para determinar el
uso de kipper--«hacer expiación». Así el uso real en los pasajes rituales
permite cualquiera de los sentidos del acadio kaparu-- ya sera «borrar» o
«untar» (e.d., la sangre era algunas veces untada en los cuernos del altar,
como en Lv. 16:18, o la ofensa era considerada como «borrada», e.d.,
limpiada y quitada, cf. 16:10, 19).
El término hebreo relacionado koper, «rescate», sostiene la conclusión de...
que el uso ritual de kipper adqirió el sentido técnico de «efectuar
reconciliación entre Dios y el hombre»..., particularmente a través de la
ofrenda como un pago del rescate en sustitutción por el objeto de la ira
divina... En el uso del Antiguo Testamento es aparente que la expiación o
reconciliación involucraba no sólo la expiación del pecado sino que la
propiciación del Legislador divino. Aunque la ofensa tenía que ser expida,
más significativamente el sacrificio era requerido porque la relación personal
entre Dios y el hombre había sido rota. Así que la expiación tenía el efecto
de hacer propiciación--el alejar la ira divina por medio de una sacrificio
satisfactorio, sustitutorio. (Lindsey, «Leviticus», Págs. 174-175).
La ofrenda de grano (o cereal) (minhah, que fuera del sistema levítico podía
referirse a cualquier don u ofrenda; cf. Gn. 4:3-5; Jd. 6:18; I S. 2:17) era
normalmente un cereal molido ordinariamente (ya fuese trigo o cebada),
mezclado con aceite de oliva y rematado con incienso. La ofrenda de grano
tanía que estar libre de de levadura y de miel (Lv. 2:11), pero tenía que ser
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salada como todas las ofrendas para el altar (v. 13). Una ofrenda de grano
podía ser ofecida por sí misma como un sacrificio distintivo (p.e., vrs. 14-16;
6:14; Nm. 5:15). Sin embargo, su uso más común era como un
acompañamiento ya fuese al holocausto o a la ofrenda de paz (Lv. 7:12-14;
cf. Nm. 15:4) y normalmente acompañaba a los holocaustos, especialmente
para las ofrendas ofrecidas de acuerdo al calendario (Nm. 28-29).
Otra ofrenda sumplementaria no mencionada en Levítico 1-7 pero explicada
en Números 15:8-10 era la ofrenda de libación (que consistía en vino o una
bebida fuerte) que era derramada al Señor «en el santuario» (Nm. 28:7). Esta
oblación ea ofrecida juntamente con la ofrenda de grano la que a su vez
acompañaba al holocausto o a la ofrenda de paz. La cantidad tanto de la
ofrenda de grano como la de libación era fijada de acuerdo al tipo de animal
sacrificial al que acompañaba (cf. Nm. 15:2-10).
Sin embargo, las ofrendas de grano estaban excluídas de los holocaustos para
el sumo sacerdote y el pueblo en el ritual especial del Día de Expiación (Lv.
16:3, 5, 24). Los rituales especiales que prescribían la ofrenda de grano
incluían (a) los rituales de purificación después de la finalización de un voto
nazareo (Nm. 6:15, 19) o después de la purificación de un leproso (Lv.
14:10; 20-21, 31); y (b) el «ritual de celos», que usaba un décima de un efa
de cebada sin aceite o inciesno (Nm. 5:15, 18, 25-26). Las ofrendas mecidas
de los primeros frutos que consitía de dos hogazas leudadas horneadas a
partir de la harina del grano nuevo (Lv. 23:16-17) no eran técnicamente
ofrendas de grano porque no eran ofrecids en el altar (2:12). El uso de un
décimo de un efa de harina sin aceite o incienso como una ofrenda por el
pecado para los muy pobres (5:11-13) no era técnicamente una ofrenda de
grano, sino una ofrenda por el pecado.
La ley de la ofrenda de grano (cap. 2; cf. 6:14-23) es subdividida de acuerdo
a los diferentes métodos de preparación: una era sin hornear (2:1-3) y tres
horneadas (2:4-10), y el grano de los primeros frutos especialmente
desmenuzado y tostado (vrs. 14-16). (Lindsey, «Leviticus», Pág. 176).
Más específicamente, la ofrenda por el pecado era por los pecados cometidos
«por yerro» (bishgagah, «en ignorancia»). Aunque este término se refiere
claramente algunas veces a pecados de ignorancia o inadvertidos (Lv. 4:2,
22, 27), se usa también de para el matar a una persona (Nm. 35:11, 15; cf.
Jos. 20:3, donde el acto es además definido como «por accidente» [RV]). El
contraste en Números 15:22-31 es simplemente entre pecados cometidos con
una actitud desafiante hacia Dios y su ley y los hechos sin esa actitud. Por lo
tanto, el término bishgagah es lo suficientemente amplio para incluir todos
los pecados no hechos con un espíritu de rebelión en contra del Señor y Sus
estipulaciones pactales--fuesen pecados de ignorancia (Lv. 4), pecados sin
una intención consciente (Cap. 5), o pecados intencionales pero no
desafiantes (Nm. 15:22-29). Era para tales pecados que la ofrenda por el
pecado era prescrita.
La estructura de la ley de la ofrenda por el pecado (e.d., la porción ritual
primaria, Lv. 4; cf. 6:24-30) está dividida de acuerdo con la posición del
ofrendante (sacerdote, miembro de la congregación, gobernante, o persona
ordinaria). También la variedad de sacrificios aceptables es presentada en un
orden descendente de valor--un toro para el sacerdote (4:3) o la nación (vr.
14), un macho cabrío para el dirigente tribal (vrs. 22-23), una cabra (vr. 28) o
un cordero (vr. 32) para la persona comén, dos aves para una persona pobre
(5:7), y aun una ofrenda de harina para el muy pobre (5:11-13). La diferencia
de los sacrificios no dependía de la naturaleza del pecado, sino de la posición
social o económica del pecador. La información suplementaria en el capítulo
5 tiene que ver con ciertas ofensas que requerían la ofrenda por el pecado
(5:1-6) y conceciones para los pobres (5:7-16) (Lindsey, «Leviticus», Pág.
180).
La ofrenda de culpa era requerida siempre que una persona cometía una
«falta» (5:15, ma´al)--un hecho de apropiación indebida o de negación a otro
(ya fuese a Dios o a hombre) de su derecho legítimo (cf. Nm. 5:12, 19; Jos.
7:1; 22:20; II Cr. 26:16, 18; 28:22-23). Cuando el pecado podía ser calculado
por una compnesación económico, el ofensor tenía que traer no sólo el
carnero para la orenda de culpa sino también la compensación en propiedad
de plata, más una multa del 2o por ciento (Lv. 5:16; 6:5). Los ejemplos
dados en esta sección tienen que ver con la apropiación indebida de
propiedad sagrada (5:14-16) y servicio (cf. 14:12, 24), las supuestas
transgresiones de los mandamientos divinos (5:17-19), y la viloación de los
derechos de la propiedad de otros (6:1-7; cf. 19:2--22; Nm. 5:6-10). Es
sobradamente evidente que estos algunos de estos pecados no eran
intencionales..., ya que los pecados listados en 6:2-5 eran pecados
obviamente intencionales en contra del hombre, pero no pecados de desafío
a Dios (cf. Nm. 15:30). Así la ocasión común para la ofrenda de culpa era
una ofensa que causaba daño o pérdida ya fuese inintencional o
delibradamente, ya fuese contra Dios o contra el hombre. (Lindsey,
«Leviticus», Pág. 183)
(2) La Clase de Animal (15b) cf. 14:12, 21. 30; Nm. 6:12
a) La Cremación (8-9)
a) El Lugar (14)
b) La Cremación (15)
c) La Comida (16-18)
a) El Inicio (19-20a)
b) La Frecuencia (20b)
b) La Comida (26)
d) La Restricción (29-30)
b) El Rociamiento (2b)
d) La Comida (6)
b) El Holocausto (8)
a) Enumeración (37)
155
b) Comisión (38)
Sólo estos capítulos y 24:10-23 son narrativos en el libro. Los sacerdotes tenían que ser
debidamente instalados para poder desempeñar su función.
c) El Lugar (3b-4)
a) La Prescripción (5)
b) El Lavamiento (6)
c) La Investidura (7-9)
b) De Aarón (12)
a) La Investidura (13a)
b) La Prescripción (13b)
a) El Alimento (31a)
c) El Lugar (31c)
a) El Lugar (33a)
b) El Tiempo (33b)
c) El Recordatorio (34)
d) La Advertencia (35)
157
e) La Obediencia (36)
a) La Convocación (1)
c) La Promesa (4b-6)
d) La Exhortación (7)
El fuego que consumió los sacrificios en señal de aprobación, consumió a los sacerdotes
trangresores en señal de desaprobación. Los que tienen el privilegio de ver más de cerca la gloria
de Dios tienen también la responsabilidad de ser más celosos de ella.
A la luz de 10:9 parece ser que debido a los efectos del alcohol los hijos mayores de Aarón
tomaron fuego del lugar equivocado (cf. 16:12), o a la hora equivocada (cf. Ex. 30:7-9), y lo
ofrecieron en el lugar equivocado (Lv. 16:1-2, 12-13), contraviniendo las instrucciones del Señor.
Dios disciplina más inmediatamente al inicio de un período en Su programa (cf. Hch. 5:1-12).
Tal como se ha visto en la introducción, los conceptos de pureza e impureza en la ley no estaban
relacionados con la higiene ni con el pecado, primeramente, sino con la posibilidad de participar
o no en los actos de adoración a Dios.
Los conceptos mayores de este capítulo son estos: (1) Los animales inmunds
no deberían ser comidos, aunque no se delclara castigo alguno por violar este
mandamiento. (2) Todos los animales muertos, ya fuesen inmundos o
limpios (excepto el degollamiento ritual en el tabernáculo), hacían
ceremonialmente inmundo a quien tocara el cadáver, pero esto era sólo
temporal si se lavaban en agua y esperaban hasta la noche. (3) Los artículos
del hogar tocados por algunos cadáveres también eran inmundos (cf. vrs. 32-
33). (Lindsey, «Leviticus», Pág. 190).
3. La Conclusión (11:41-47)
a) Prohibición (41-43)
b) Explicación (44-45)
c) Diferenciación (46-47)
Aunque los hijos eran vistos como una bendición de Dios (cf. Sal. 127, 128), su nacimiento era
una oportunidad de contaminación ceremonial para la madre. Esta contaminación estaba más que
todo relacionada con el derramamiento de sangre que acompaña a todo parto, quizá porque «la
vida de la carne en la sangre está» (Lv. 17:11) y el derramamiento de la misma es una forma de
muerte.
b) La Duración (1-2a)
c) La Comparación (2b)
d) La Circunsición (3)
e) La Completación (4)
a) La Duración (5a)
b) La Completación (5b)
a) El Tiempo (6a)
(1) Holocausto
(2) Expiación
c) El Lugar (6c)
La palabra «lepra» se usa aquí para designar una serie de enfermedades de la piel en las personas
y manchas de moho en las cosas.
En todo este proceso, la figura del sacerdote era central, lo que recuerda que el asunto principal
en todo este proceso es espiritual más que físico.
d) El Resumen (13:59)
Aunque los únicos casos de sanidad de la lepra que se registran en la Biblia ocurrieron por causas
sobrenaturales (Nm. 12:13; II R. 5; Mt. 8:2-4; Lc. 17:11-17), es posible que algunas de estas
enfermedades hayan sanado por causas naturales. El ex-leproso debía seguir un complicado ritual
para ser restablecida a la comunión con Dios y la congregación.
a) La Comparecencia (14:1-2)
b) El Exámen (14:3)
e) La Readmisión (8b)
f) La Reclusión (8c)
a) Clasificación (54-56)
b) Propósito (57)
Este era el único sacrificio en el cual se hacía expiaición por los pecados voluntarios del pueblo y
este era su propósito principal, aunque otro de sus propósitos era la purificación del tabernáculo.
El día anual de la expiación era un día festivo... entre las fiestas anuales de
Israel (cf. Lv. 23). Instrucciones adicionales son dadas en otros pasajes (Ex.
30:10); Lv. 23:26-32; 25:9; Nm. 29:7-11), pero Levítico 16 contiene la más
completa explicación de su ritual.
Wenham indica, «El mayor propósito de las ceremonias del día de expiación
es limpiar el santuario de la contaminación introducida en él por adoradores
impuros (cf. Lv. 16:16, 19)...[para] hacer posible la continua presencia de
Dios entre Su pueblo» (Leviticus, p. 228). Es verdad que la limpieza del
«santuario y el tabernáculo de reunión y el altar» (vr. 20) era un asunto
teológico significativo del día de la expiaición que parecía ser logrado por el
ritual de la manipulación de la sangre del macho cabrío sacrificado por el
pueblo (vrs. 15-19). Pero la completación de la ofrenda por el pecado con el
macho cabrío vivo involucraba un alejamiento sustitutorio de los pecados del
pueblo (vr. 22) que eran identificados como «todas las iniquidades de los
hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados» (vr. 21), de manera
que «seréis limpios de todos vuestros pecados» (vr. 30). Desde luego, Aarón
y su casa eran los primros sujetos de los rituales especiales del sacrificio de
expiación (vrs. 6, 11-14). Así que el ritual especial de expiación desviaba la
ira de Dios por todos los pecados del pueblo por el año pasado.
Lo exhaustivo de los pecados expiados por el ritual del día de la expiación
era asombroso. Uno podría esperar que algunos pecados quedarían excluídos
--ya fuera aquellos expiados por los sacrificios individuales o los pecados
desafiantes para los que no había sacrificio individua o para los que el
castigo prescrito era capital y/o el «ser cortado de su pueblo»... Pero ninguna
de tales limitaciones es evidente en el capítulo 16. El único aparente factor
limitante de la eficacia de este día nacional de expiación para el individuo
era una adecuada actitud de corazón de penitencia y fe, lo que era cierto de
los otros sacrificios también. (Lindsey, «Leviticus», Págs. 195-196)
a) La Ilustración (1)
164
b) La Instrucción (2)
(3) La Segunda Entrada Detrás del Velo: El Rociamiento de la Sangre por Sí Mismo(14)
d) El Rociamiento del Altar con la Sangre del Becerro y del Macho Cabrío (16:18-19)
Aunque el significado del término es discutido, el punto es que tenía que ver con el alejamiento
del campamento de los pecados del pueblo.
a) La Orden (29a)
b) El Tiempo (29b)
e) El Alcance (30)
f) La Repetición (31)
g) La Expiación (32-33)
h) La Perpetuación (34a)
i) La Obediencia (34b)
Este capítulo suplementa a los capítulos de 1-7. Tiene que ver con los errores potenciales de los
ofrendantes.
A. INTRODUCCIÓN (17:1-2)
A. INTRODUCCIÓN (19:1-2)
1. Introducción (21:1a)
5. Conclusión (21:24)
1. Introducción (22:1-2)
2. Restricciones Acerca de la Comida de las Cosas Sagradas por los Sacerdotes (22:3-9)
a) La Pascua (5)
sin embargo, suplió tal ocasión relacionándola al día en que Moisés recibió
la ley de Dios en el Monte Sinaí. (Lindsey, Leviticus, Pág. 206).
Este incidente juntamente con los capítulos 8-9 constituye toda la narrativa de Levítico y enfatiza
la verdad de que las leyes dadas en el libro responder a circunstancias históricas concretas.