Integración del individuo en la sociedad a partir de su corporeidad
Para desarrollar esta clase, empleamos los conceptos de David Le Bretón,
antropólogo francés del cual tenemos como texto de lectura obligatoria Sociología del Cuerpo, y como lectura complementaria Antropología del Cuerpo y Modernidad. La condición corporal Uno de los temas que aborda la Sociología es el cuerpo como elemento constitutivo de la subjetividad. ¿A qué nos referimos con ello? Nuestra disciplina considera que en el proceso de incorporación de los individuos a la sociedad, el cuerpo tiene un rol fundamental. Para cada sociedad, no es lo mismo un cuerpo que otro. La altura, el peso, el color de la piel, el sexo, son características físicas del cuerpo de las personas, que tienen diferentes interpretaciones en las diferentes sociedades. También otras características asociadas al cuerpo, como la forma de en que hablamos, en que nos movemos y en la que nos vestimos tienen implicancias sociales. De alguna manera, el cuerpo tiene un rol en la forma en que se construyen los vínculos sociales. Para estudiar cómo sucede este fenómeno, partimos de la concepción de la sociedad como una “trama de sentidos”, en la que los individuos producen un sentido en relación a los demás. Recordemos que es Max Weber quien plantea que la Sociología debe entender la acción social como orientada por el sentido que los sujetos le dan a la misma. Un ejemplo de ello, es cuando nos preparamos para asistir a un encuentro con otras personas. No es lo mismo juntarme con mis amigos de siempre a tomar unos mates en mi casa, que cuando decidimos ir a ver una película al cine. La forma en que nos vestimos, de manera más o menos consciente, va a ser diferente, respondiendo a valores y normas establecidas en la sociedad en que vivo y en los grupos de referencia que tengo. Y esto sucede porque en la forma en que presento mi vestimenta (y por lo tanto mi cuerpo), frente a los demás, estoy manifestándoles algo. Entonces, el cuerpo es un vector semántico: produce sentido continuamente, como emisor o receptor. Puede entenderse como un conjunto de sistemas simbólicos, el origen de lo que el hombre pone en juego en el terreno de lo físico. A esto el autor lo considera la “corporeidad”; y por lo tanto, implica que el hombre hace que el mundo sea la medida de su experiencia. En la medida que vamos por el mundo social vamos intercambiando sentido con éste y nos vamos conformando como sujetos. Así es como vamos incorporando las normas y valores sociales que modelan nuestra conducta, dentro de los cuales están los que modelan nuestro “cuerpo social”. La preocupación social por el cuerpo Continuando con esta idea del rol que juega el cuerpo en la sociedad, vamos a poner atención en el proceso de socialización de la experiencia corporal Este proceso comienza cuando somos niños y continúa toda nuestra vida. Sin embargo un niño es una suma infinita de disposiciones antropológicas, que se sumerge en el campo simbólico de la sociedad. Podemos pensar que cuando nacemos, nuestro cuerpo es prácticamente una hoja en blanco en la cual la sociedad va inscribiendo las marcas simbólicas que nos presentan ante los demás. Cada niño dibuja el estilo de su relación con el mundo, mientras que los otros contribuyen a darle al cuerpo el relieve social que necesita. La relación con el otro es lo que termina dando forma al cuerpo social. Una de las formas en que podemos observar esto es en los juegos de los niños, que el autor considera como rituales corporales compartidos, en los que cada sujeto cumple un rol simbólico, y desde ahí podemos comprender el sentido del juego. El mundo es la medida de la experiencia En este proceso de socialización, de intercambio simbólico con la sociedad, los individuos van a desarrollar diferentes actividades. Por un lado, van a transformar su entorno en un tejido familiar y coherente. Esto implica que cuando transitamos un espacio, ya sea que vamos caminando por la ciudad, o vamos al campo, o entramos en el aula de clase, le vamos dando sentido a lo que vemos, escuchamos, olfateamos y tocamos. A través de nuestros sentidos incorporamos este mundo en algo que se vuelve comprensible. En general sucede de una forma más inconsciente, pero empezamos a clasificar ese entorno a través de las actividades perceptivas de nuestros sentidos. Y a partir de ello le atribuimos valor a ese mundo mediante palabras, gestos y ademanes. Un ejemplo de ello, es cuando un jugador de fútbol juega en un estadio en un ambiente que percibe como hostil, y reacciona mediante un gesto. El jugador está percibiendo la hostilidad y hasta la agresión mediante palabras que escucha, gestos que vé, incluso hasta con algún objeto que le es arrojado. Y responde con un gesto que significa algo. Esto es, tiene sentido porque hace referencia a todo un sistema de clasificación que conocen las personas a las que les está destinando ese gesto que hace con su cuerpo y por lo tanto ese mensaje. El cuerpo, elemento del imaginario social Los imaginarios sociales del cuerpo La concepción del cuerpo que tiene una sociedad es parte constitutiva de su imaginario social. Para cada sociedad se corresponde una concepción del cuerpo, ya que sin duda el cuerpo es objeto de una construcción social y cultural. En este aspecto la Sociología critica a los enfoques biológicos que consideran que hay una programación genética que condiciona el desarrollo del cuerpo. Si bien los individuos somos seres biológicos, no hay bases instintivas en la conducta humana. No hay una prescripción natural en el cuerpo que condicione el desarrollo una conducta u otra. Como lo planteamos más arriba, los niños tienen disposiciones antropológicas y biológicas, pero cada sociedad los va transformando según las normas, valores y demás características de esa sociedad. Entonces, en cada sociedad hay representaciones y valores asociados a la corporeidad. La sociedad en la que estoy es la que, en la medida en que me convierto en sujeto social, me va a proporcionar marcos de referencia para interpretar mi cuerpo y el cuerpo de los demás. Un ejemplo de ello lo vimos en el tema Estratificación Social, ya que los sistemas de castas tienen una concepción del cuerpo que es parte constitutiva de esas formas de estratificación. El color de la piel en parte es lo que indica la pertenencia a una casta superior o inferior, y hay un fuerte simbolismo asociado al cuerpo, ya que estos sistemas indican el trabajo que le corresponde hacer a cada casta (los trabajos mas físicos, en peores condiciones son para las castas mas bajas). El cuerpo, soporte de valores Entonces, en cada sociedad existen diferentes representaciones y valores asociados al cuerpo humano. Uno de los principales que aparecen en la mayoría de las sociedades es la izquierda y derecha, que es la polaridad fundacional de lo sagrado y lo profano. Esto varía mucho de una sociedad a otra y ha ido cambiando con el tiempo, pero es algo que aún podemos ver incorporado en nuestra cultura. El cuerpo es un símbolo de la sociedad. Reproduce en pequeña escala los poderes y peligros que se le atribuyen a la escala social. El autor lo resume cuando dice: El cuerpo metaforiza lo social, lo social metaforiza el cuerpo En el recinto del cuerpo se despliegan simbólicamente desafíos sociales y culturales. Hay un sistema de valores que divide los diferentes órganos y las diferentes funciones del cuerpo humano. Incluso en el lenguaje científico se habla de “funciones orgánicas superiores” y “funciones orgánicas inferiores”, lo que implica un fuerte simbolismo. La cara y el sexo son los lugares mas investidos simbólicamente, mas solidarios con el yo. Es en donde más la sociedad y los individuos concentramos el sentido. Por último, el autor va a señalar como ha cambiado el imaginario del cuerpo en la sociedad occidental a fines de la década de 1960. Entra en crisis la legitimidad de las modalidades físicas de la relación del hombre con el otro y con sí mismo, a partir de movimientos sociales relacionados con el Feminismo y la revolución sexual. Va a aparecer un nuevo imaginario del cuerpo que denomina “lujurioso”, en relación con el anterior. Esto se combina con una fuerte crisis de legitimidades, que hacia la década de 1980 se dará en llamar “la muerte de las ideologías”, que más allá de lo relativo de esta denominación, implica el eclipse de los puntos de referencia que tenían los sujetos para la constitución de identidades colectivas, y deriva en un fuerte repliegue sobre su individualidad. El correlato con el neoliberalismo como ideología emergente va a ser el individualismo inscrito en el cuerpo, derivando en parte en lo que se conoce como el “culto al cuerpo”. La difusión de intervenciones quirúrgicas sobre el cuerpo (en gran medida con fines estéticos), la “alimentación sana”, modelización del cuerpo en los gimnasios, todos ellos son fenómenos que se asocian a esta cuestión. La construcción social del cuerpo sexuado Hasta ahora, hemos visto cómo la sociedad cubre de sentido el cuerpo, por lo que éste trasciende su condición biológica. Esta construcción social también implica a la dimensión sexual, a lo que damos en llamar la construcción social del cuerpo sexuado. Esto implica analizar y comprender cómo se construyen estereotipos y mandatos sociales, a partir de las estructuras biológicas. No se trata de investigar la dimensión biológica de los individuos o analizar la estructura de los seres vivos ni sus procesos vitales, ya que de eso se encargan las Ciencias Biológicas. En este sentido, durante mucho tiempo se impuso la idea que sexo y género son sinónimos, cuando en realidad la concepción que sobre el cuerpo se tiene en una sociedad es una construcción, y por lo tanto esta puede ser diferente en distintas sociedades o en distintas épocas históricas. Es por ello que aparece la perspectiva de género para analizar este fenómeno, diferenciándose del análisis biológico. Para este apartado usamos como bibliografía el texto de la psicóloga Graciela Morgade, quien colaboró en la elaboración de la Ley de Educación Sexual Integral (ESI), sancionada en el año 2006 en nuestro país. Esta ley propone construir situaciones de confianza y respeto por la experiencia de los estudiantes, la revisión crítica de las tradiciones existentes que abordan el tema y la profundización del desarrollo en enfoque y perspectiva de género. La perspectiva de género plantea que suele afirmarse que nacemos con un sexo biológico (macho o hembra) y, en base al mismo, se nos asigna un género (masculino o femenino) a partir del cual conformamos nuestra identidad (en principio binario, varón o mujer según el caso). De esta manera, mientras el sexo sería natural, el género sería aprendido culturalmente. La sexualidad Según Morgade, La sexualidad integra una de las dimensiones de la subjetividad que más cuesta a los sujetos sociales conquistar para conocer y disfrutar sin culpas. Siguiendo a Michel Foucault, la sexualidad es una cuestión política, hasta tal punto que, cuanto más se la niega o reprime socialmente, más se la alude, más se la nombra. Pero también que, y en particular en la escuela, no basta con nombrarla para habilitar discursos liberadores. La sexualidad es una de las dimensiones de la subjetivación. “Devenir sujeto” es, entre otros, construirse socialmente en un cuerpo sexuado. La sexualidad supera ampliamente la dotación biológica y fisiológica del sexo y constituye el modo particular de habitar el cuerpo sexuado en una etapa de la vida, en un momento social, en una cultura. No se trata de la “carne”, entonces, sino que se trata del “cuerpo” como producto histórico. Aun en los momentos en que las personas sienten que son más “particulares”, más “individuales”, está presente su condición de sujeto social. Las determinaciones socioeconómicas, de género, étnicas, religiosas, de generación, de capacidad, etc., intervienen en el modo en que cada una o uno vive su sexualidad y, por ello, pensar a la sexualidad como cuestión “natural” implica un reduccionismo que opera reforzando las tradiciones predominantes plasmadas en el diccionario. El Patriarcado Otro de los fenómenos asociados a las concepciones sociales del cuerpo es el Patriarcado. En la actualidad el concepto de patriarcado designa un sistema social donde a el poder lo ejercen los hombres como grupo, tanto en la estructura familiar como en el mundo público. En el texto que usamos como referencia para este apartado, de Tarducci y Zelarallán, se señala que uno de los indicadores del patriarcado, es la delimitación del campo social en dos zonas: una “esfera pública” considerada dominio de los hombres y una “esfera privada” propio de las mujeres. Un ejemplo de ello sería que ámbitos como la universidad, la política partidaria –que pertenecen a la esfera pública- estaban reservados casi exclusivamente para los hombres, mientras que el espacio del hogar era el ámbito que le era destinado primordialmente a la mujer. Esto recién empezó a cambiar hacia la década de 1940 en nuestro país, aunque aún siguen siendo ámbitos predominantemente ocupados por hombres y mujeres respectivamente. La misma definición de patriarcado, según los autores, hace referencia originariamente al “patriarca” que tenía poder absoluto sobre las mujeres, niñas y niños, demás personas subordinadas como sirvientes y demás. El término fue utilizado por Engels en su obra El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado; y luego por teóricas del feminismo para dar cuenta que el poder de los hombres (patriarca, esposo, padre) ejercen sobre las mujeres en todos los contextos sociales, utilizando la diferencia sexual como recurso para la reclusión de las mujeres al ámbito familiar. Por lo tanto, se afirma que lo personal es político, ya a que el poder patriarcal no solo está en las estructuras sociopolíticas tradicionales, sino también en los espacios de intimidad, como el hogar, la familia, el amor, la sexualidad. La opresión patriarcal no solo se encuentra en la “esfera pública” sino también es la “esfera privada”. Masculinidades Según los autores, cada sociedad define un conjunto de atributos y comportamientos que implica la masculinidad. A su vez, dentro de cada sociedad la construcción social que se hace de la masculinidad va cambiando de acuerdo con las distintas épocas. Partiendo de que la masculinidad es una construcción social y cultural que varía según las sociedades y los diferentes momentos históricos, se plantea que no existe una sola masculinidad sino distintas maneras de vivir la experiencia masculina; por lo tanto, se comienza a hablar de masculinidades. Cuando nos referimos a masculinidad, estamos haciendo referencia a posiciones, mandatos, estereotipos, dentro del orden social, y también a prácticas concretas y a las consecuencias que tienen esas prácticas. Con esto se quiere destacar que lo masculino, no es necesariamente la masculinidad patriarcal, sino que lo masculino puede variar, y puede o no estar asociado a una orientación sexual. Por lo que el paradigma de la Diversidad va a diferenciar entre expresión de género e identidad de género, y entre sexo y orientación sexual.