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Rodchenko o cómo ver unas gafas por vez primera

“Y he aquí que para provocar la sensación de vida, para sentir los objetos, para probar que la piedra es de
piedra, existe aquello que denominamos arte. El fin del arte es ofrecer una sensación del objeto como
visión y no como reconocimiento; el procedimiento del arte es el procedimiento de singularización de los
objetos, así como el procedimiento que consiste en oscurecer la forma, en aumentar la dificultad y la
duración de la percepción.”

TODOROV

El procedimiento del arte es el extrañamiento. Y los trabajos fotográficos de Rodchenko son el


ejemplo más claro.
Observemos la fotografía de la vieja con las gafas. Es la madre de Rodchenko. Nada tendría de
peculiar, nada nos llamaría la atención de su imagen, sino no fuera por las “extrañas” gafas que
sostiene entre sus manos. No son unas gafas convencionales, no son las gafas que
previsiblemente estamos acostumbrados a ver. Son unas gafas retorcidas, con un cristal más
grande que el otro, unas gafas que debemos observar unos segundos más de lo habitual para
cerciorarnos de que son eso, el objeto al que comúnmente llamamos “gafas”. Si éstas hubiesen
sido como las que todos hemos llevado puestas alguna vez, la fotografía de Rodchenko no nos
hubiera sorprendido, y en consecuencia, no nos hubiéramos demorado tanto tiempo en su
observación, pues no nos hubiera “extrañado”.
Pero expliquemos mejor este proceso de singularización del objeto artístico, tal y como expresa
Todorov.

El objeto “gafas” se ha convertido en un objeto común, vulgar, repetitivo, en definitiva,


prosaico. Ha sufrido lo que se conoce como un proceso de “automatización”. Cuando
Rodchenko modifica la forma habitual de unas gafas, las “desautomatiza”. El resultado es que
nuestra percepción de la imagen se intensifica (la observamos durante más tiempo, más
concienzudamente) con el fin de comprender qué se esconde tras esa nueva forma.
Rodchenko oscurece deliberadamente la forma de las gafas y lo hace para provocar el
extrañamiento en el espectador, singularizando un objeto prosaico. Es decir, Rodchenko hace
que veamos unas gafas como si las viésemos por primera vez en nuestras vidas. Y, según
Todorov, esa sería la misión del arte.
El mismo discurso puede aplicarse a las otras fotografía que acompañan este texto. Durante
unos segundos, Rodchenko hace que permanezcamos indecisos ante esa silueta oscura: ¿es una
persona vuelta al revés?, ¿es una pintura?, cuando descubrimos que es una sombra de hombre,
(la sombra se ha “singularizado”, ya no es un elemento común y vulgar) observamos atónitos
que tiene pies de carne y hueso. Y no podemos evitar una sonrisa de oreja a oreja.

Lo mismo ocurre con esta instantánea tomada desde arriba de una calle donde pasean varias
personas. En un principio, el espectador cree que se trata de una fotografía tomada a ras de tierra
pero no se explica como es posible que los protagonistas estén unos encima de otros, no acaba
de comprender la perspectiva ni el color negro de los viandantes. Cuando se demora en la
imagen, cuando deja que sus ojos investiguen en la superficie blanca y negra, consigue entender
el perfecto picado de la fotografía. No hemos de olvidar el impacto y desconcierto que imponen
estos juegos perspectivistas entre los contemporáneos del autor.
Al fin, lo que prevalece en estas y otra obras de Rodchenko, es su voluntad de sorpresa, su afán
por despertar e involucrar al espectador, en convertirlo en sujeto activo ante tales ingeniosas
propuestas. Y la verdad es que siempre es un placer aceptar estos juegos. Porque el
“extrañamiento”, primero desconcierta, después divierte, y finalmente, engancha.

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