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Prólogo

No miro atrás. No puedo. Si lo hago, sentiré que estoy traicionando las


costumbres del judaísmo, al hacer justo lo que no debo. Huir de casa por
haberme declarado oficialmente lesbiana.
Me encaramo sobre el marco de la ventana de mi cuarto, la cual da
hacia la parte delantera de la casa y con cuidado me pongo de pie.
Apoyándome del marco, ubico el derecho sobre la gruesa rama del árbol
frente a mi hogar, para proceder con mi fuga. Acto seguido, sitúo el otro
pie y finalmente ya estoy sobre el árbol; toco las azas de mi bolso y al
sentirlas sujetándolo a mi espalda me recuerdan lo que estoy a punto de
hacer; Sin separarme aun de la ventana voy alejándome poco a poco,
hasta que mis brazos no dan para más y tengo que apartarme
obligatoriamente de ella. Extiendo los brazos para mantener el
equilibrio, apoyándome de vez en cuando en la ventana cuando siento
que voy a caer e, intentándolo una vez más, me retiro nuevamente y
logro mantenerme de pie. Avanzo suavemente hacia el tronco del árbol,
cuidando siempre de pisar correctamente para evitar caer de bruces
contra el suelo. Cuando llego al final de la rama me siento sobre ella,
buscando la mejor y la manera más fácil de descender, pero me
encuentro sobre un árbol que llega al tercer piso de mi casa y se sitúa
frente a la ventana de mis padres, en el segundo piso. Y frente al cuarto
de invitados, en el primero; donde duerme mi tía homofóbica, al igual
que el resto de mi familia y mi comunidad religiosa.
Suelto un suspiro nervioso.
Si logro bajar sin matarme en el proceso, Fuffy, la mascota de mi
madre, comenzará a ladrar al verme deslizarme por el tronco del árbol y
los alertará a ambos. Obviamente, mi madre despertará primero y
mandará a mi padre a que se levante y observe que es lo que está
importunando a su bebé. Mi padre, lejos de ser un buen esposo, se
levantará lo más rápido que pueda para asomarse por la ventana y al no
ver nada, regresará rápidamente al camastro. Sip. Todo muy predecible.
Y eso es justo lo que no quiero.
Que el pulgoso comience a ladrar, porque sé que soy muy lenta y mi
padre demasiado rápido y al estar en el segundo piso, a través del
árbol, me queda mucho camino que recorrer para llegar al suelo. Mi
progenitor en un santiamén estaría en frente a la ventana y me vería,
entonces, al verme intentando escapar, se pondría como una remolacha
y, posteriormente, pasaría toda mi vida encerrada como Rapunzel, solo
que, en vez de pedirme que deje caer mi cabello, sería tipo: “Ankwar,
¡deja caer una cesta!” y como no tengo cesta, improvisaría una con mis
bragas.

Yes, así de loca estoy.

Devano mis sesos en busca de una solución a mis problemas y no


hallo ninguna. Me pongo de píe nuevamente y camino por la rama de
ida y vuelta, manteniendo curiosamente el equilibrio, pensando en
cómo bajar, pero no se me ocurre nada. Pero, como todo, siempre debe
haber un momento en el que uno meta la pata y la cague. Fue mi turno
al perder el equilibrio y no tener donde agarrarme, por lo que me vi
pataleando hacia el árbol como si este fuera a extender una de sus
ramas para ayudarme, mientras que caía de todas las diversas formas
posibles, al golpearme con las ramas restantes de la planta traidora que
me hizo caer por su deformidad, al mismo tiempo que hago el ruido
suficiente como para despertar a los muertos, al descender tan
estrepitosamente. Aunque, milagrosamente caigo sobre algo blando
que se halla oculto entre los arbustos. Arrugo la cara al sentir que toco
algo frio y pegajoso y aparto la mano de inmediato. Observo lo que
detuvo mi caída y me doy cuenta de que es un colchón.
¿Qué coño hace un colchón entre los arbustos?
No importa, Salvó a mi culo de sufrir un dolor inminente, aunque
no puedo decir lo mismo del resto de mi cuerpo. Llevo mi mano sucia
a mi rostro y olfateo la sustancia pegajosa entre mis dedos. Huele a
remedio. Saco mi teléfono del bolsillo trasero de mis shorts… ¡Mi
teléfono! Lo saco rápidamente revisando que esté en perfectas
condiciones y alumbro
Lo que sea que haya tocado, encontrando en el colchón una gran
mancha de lo que parece ser una mucosa blanquecina. ¿Qué día…?
Olvido rápidamente lo que iba a decir y el intenso dolor en mis
costillas que no había notado hasta ese momento, al escuchar bulla
proveniente de la casa y los constantes ladridos del pulgoso. Joder.
En la aventana
Miro se encuentra
todos lados buscando la figura de un hombre
un escondite. Cuandomusculoso con el
echo un vistazo
cabello
hacia lasenvuelto
ventanas en una
veo gruesa
que lastrenza
lucesquese llega hasta la
encienden y cintura.
sombrasNo se
puedo
acercan vera ellas.
nada másEntropor
enlapánico
oscuridad,
y hagopero sé que
lo que mi es un hombre.
instinto dicta, yUn
es
escalofrió
esconderme desagradable
debajo del me recorreDedeinmediato,
colchón. los pies a un la cabeza y advierto
olor putrefacto le
alhace
instante
daño que
a miélnariz
no esalhumano
profanary mis
que no es bueno,
cavidades pero aun
olfativas así, mi
y escucho
corazón
como se se acelera.
corren No por
las cortinas y mi miedo,
madresinogrita:más bien…como si lo
anhelara.
— ¡Ese es Como si anhelara
el demonio!, ¡Eseacercarme y sentir
es el demonio! su toque. De¡Ese
—vocifera—. pronto,
es el
una extraña sensación me invade y mi cuerpo se eriza
demonio que se convirtió en gato para poder entrar en nuestra casa y de forma
agradable.
así apoderarse de nuestras almas! —me imagino que debe estar
agarrando a mi padre por el cuello de su camisa. Siempre lo hace
Se supone
cuando que soy lesbiana,
está asustada. ¿entonces
— ¡Lo sabía!, ¡lo porque
sabía!—, meescucho
siento atraída
pasos.
hacia esa criatura que claramente, no es humana?
Debe estar paseándose por la habitación—. ¡Yo te lo dije,
Amhunrah!, ¡Te dije que no nos mudáramos porque esta casa está
Sabe que lo estoy observando, porque de improvisto alza la mano
maldita!
izquierda
Me rio ysilenciosamente.
se despide, mientras
Mi madreretrocede y se con
y su obsesión sumerge en la
el diablo.
oscuridad.
—Tranquilízate, mujer. —Dice mi padre—. Mira que no hay nada—
le vuelve a decir, supongo, que alejándola de la ventana. — ¡Cállate!
—le Miro
gritahacia el frente,
al perro, que nopreguntándome
deja de ladrar. qué me deparará el destino
después Alque huya el
instante, y más
animalpronto que tarde comienzo a correr, dejando
se calla.
todas
Chicomis preocupaciones
inteligente. Sabe que atrás.
si noIgnorando
hace caso,que mi soy
padrejudía, que estoy
lo usará como
huyendo y,
saco de boxeo. sobre todo, aceptando mi homosexualidad. Soy Ankwar
D’ Barrie
Escuchoy esta es cuantos
unos mi Historia ¿La quieres
susurros más y veoconocer?
por debajo del colchón
que las luces se apagan. Cuando no oigo nada más, quito el apestoso
colchón de mi cuerpo y me levanto.
De inmediato mis huesos comienzan a protestar. Ignorando la
molestia salgo de entre los arbustos y me dirijo al hueco que hay en
la valla que delimita nuestra propiedad.
Sin hacer ruido paso por el agujero y de inmediato salgo a la
calle. La piel se me pone de gallina al sentir el sereno de la noche y
me abrazo para entrar en calor. Miro un instante hacia la casa y mi
vista va a parar hacia la ventana del cuarto de mi tía. En un
santiamén, un sudor frio comienza a bajar por mi espalda.
Chapter One
Louvain abre cuidadosamente la puerta, evitando hacer ruido e
ingresamos a la iglesia. Adentro se siente una calma inquietante y de
inmediato quiero salir pitando de allí. No me siento cómoda aquí. Miro
a mí alrededor y todo se halla plagado de imágenes religiosas que se
encuentran iluminadas parcialmente por la luz de las velas. Me encojo
ante las miradas acusadoras que me lanzan aquellas estatuas de yeso por
lo que voy a hacer, pero intento ignorarlas.
—Aun no entiendo como tienes la llave de una iglesia—le susurro a
Lou, no queriendo que esas figuras me escuchen. Miro hacia ellas de
reojo y aparto rápidamente la mirada. La virgen María me mira con pena
y eso no me gusta.
—Se la robe a mi primo. Es sacerdote. —Responde, encogiéndose de
hombros—. Siempre he querido tener sexo en una iglesia. Ha sido mi
fantasía desde que empecé a sentir cosquillas en la pepita.
Me siento usada. Siento que soy como el juguete sexual que hará
realidad sus fantasías.
—Pero yo no…—le susurro de vuelta y sonrió con picardía cuando
Louvain se vuelve en mi dirección—. Digo, yo también tengo fantasías
sexuales, pero no de esa índole—le explico, alzando la voz más de lo
necesario.
Estoy nerviosa, joder.
¡Yo no debería estar haciendo esto! Debería estar en mi casita, siendo
una niña buena. Rindiéndole culto a mi religión al creer en Dios y todo
eso, en vez de hacer lo que hago desde que cumplí la mayoría de edad.
Desde pequeña, nunca me gustaron ni las costumbres de mi comunidad
ni mucho menos nuestra religión, no tenía otra opción que cumplir con
mi labor, pero el detonante fue cuando me comenzaron a atraer
sexualmente las personas de mi mismo sexo. Lo cual me hizo tomar la
decisión de salirme de ese mundo en el que había nacido, pues sabía que
si mi mamá no aprobaba mi mala conducta, mucho menos que me
gustara coger con mujeres. Ya que, para tormento de ellos, me tocó ser
la oveja negra, la manzana podrida, la hierba mala de la familia que se
comportaba incorrectamente, según ellos. Era la que se revelaba anta los
convencionalismos, la rebelde, la diferente, la que no tenía remedio,
todo eso era yo, por lo que al cumplir los dieciocho, huí de casa como
cual fugitiva de los federales y me fui a la otra punta del mundo con mis
pocos ahorros — estuve reuniendo gran parte de mi vida para fundar mi
propia editorial, pero en vista de las circunstancias tuve que usarlo para
esto — Llevo viviendo en Rusia desde hace dos años, para ser más
precisa, en Sochi, luego de que escapé lejos de mis padres para vivir la
vida a mi manera, cuando supe que era lesbiana. Ahora hago lo que me
da la gana. Me olvidé casi por completo de mi lugar de origen, pero,
Aún tengo presente el hecho de que por más que haya huido de casa,
sigo siendo judía. La diferencia radica en que no sigo lo estipulado por
el Judaísmo, solo intento ser una chica normal, con una vida normal que
no quiere ser parte del culto religioso al que pertenece desde su
nacimiento.

Trabajo como escritora independiente, mientras estudio en la


universidad, no me puedo quejar, trabajar de forma autónoma me ha
permitido darme los lujos que siempre soñé y puedo decir que estoy
cómoda con lo que soy ahora.

No soy de una sola mujer, me gusta la variedad. Siempre he creído


en el amor verdadero, y mientras llega el mío, ¿Por qué no disfrutar del
equivocado mientras tanto?

Admito que cuando acepté venir a la iglesia no fue por mero gusto,
sino más bien por la curiosidad que no me ha dejado tranquila desde que
vi a ese misterioso hombre, su reflejo en la ventana del cuarto de mi tía
me venía dando vueltas en la cabeza desde que lo vi. No sé porque me
sentí atraída hacia él si se supone que no me gustan los hombres y
porque sabiendo que no era humano, ni mucho menos bueno, sentía que
le pertenecía, que mi destino era estar con él, algo que mi religión no
permitiría. Cabe destacar, que en los dos años que llevo viviendo en
Rusia no he parado de soñar que una sombra negra me visita y me hace
lo inimaginable, lo que causa que despierte toda sudada, agitada y
palpitante, suspirando por algo que tal vez no sea real. Solo el deseo
recreado por mi mente de un amor prohibido que va en contra de mi
religión.
Confieso que, tras tener estos continuos sueños con la misma sombra
he llegado a sentir cierto afecto por ella, lo cual raya en la obsesión. Y
me da miedo que me este volviendo loca, porque, ¿quién se enamora de
una sombra que te visita en sueños?
Exacto. Nadie. Yo soy la única loca que lo hace.
Además, incluso llegué a confiar en ella y me encontré deseando que
se apareciera fuera de mis sueños. Y…en parte, mi deseo se cumplió,
pues a veces veía la sombra de una figura masculina en cada lugar
donde me encontraba y desaparecía cada vez que la miraba. En algunas
ocasiones sentía como alguien me acariciaba suavemente algunas partes
del cuerpo, haciendo que mi piel hormiguera, y en otras, escuchaba una
voz masculina que me decía que era suya. Obviamente, yo quería creer
que era mi demonio particular.
¿Olvidé mencionar que en una de sus tantas visitas en sueños me
confesó que era un demonio y que quería hacerme cosas…?
Pos, sí. Lo hizo. Y me mojé, deseando que cumpliera su promesa.
Obviamente, aun disfruto teniendo sexo con Lou, pero ya no es como
antes. Anhelo algo… que ella no tiene.
— ¿Tienes las cosas? —pregunta Lou, sacándome de mis pensamientos.
La miro con diversión.
— ¿No que no creías en estas cosas? —cuestiono con regocijo.
—Y no creo. —Alzo una ceja, a lo que ella se encoge de hombros—.
Pero es mejor prevenir que lamentar.
Ladeo la cabeza al caer en cuenta de algo y le echo un vistazo.
—Recuérdame por qué no podemos usar lo que se pide para jugar, si
todo lo encontramos en la iglesia—. La observó con detenimiento. —Y,
adivina qué. ¡Estamos en una jodida iglesia! —digo, marcando lo obvio,
pero ella me ignora.
Niego con la cabeza y tiro el bolso que trae las cosas, a sus pies.
Ella asiente y comienza a sacar todo y a acomodarlo frente al altar.
¿Crucifijo?, para atormentar y recordarle a los espíritus y demonios
la derrota en el calvario y el triunfo de Dios; y que él será su juez en el
juicio final. Listo.
¿Reliquia de los santos? para atormentarlos con su unión, listo.
¿Biblia? Para condenar al diablo y sus obras con la palabra de Dios,
listo.
¿Rosario? para hacerles enfurecer al saber que se enfrentan a la madre
de Dios, listo.
¿Medalla de san Benito? por su poder de exorcismo, listo.
— ¿Estás lista? —interroga Lou. Yo suelto un suspiro nervioso y
asiento.
Colocamos todo y como la loca de Louvain pidió, nos quitamos toda
la ropa, excepto la ropa interior y nos sentamos en los escalones situados
frente al altar. Ubicamos los dedos donde corresponde y yo tomo la
palabra.
Quiero saber de una vez por todas que es lo que está sucediendo.
— ¿Estás presente? —indago, con voz temblorosa, esperando su
respuesta. Pasan los segundos…los minutos y cuando me comienzo a
desilusionar por su ausencia el puntero se mueve con una lentitud
inquietante hacia el “sí”. Miro a Lou y ella alza las cejas incitándome a
que continúe. Saber que si hizo acto de presencia me tiene haciendo un
baile interior. Suspiro para calmar mis ansias y continúo: —Hola—.
Saludo, reprimiendo las ganas que tengo de gritar por la emoción.
Definitivamente estoy para el manicomio.
De inmediato, el puntero se comienza a mover por el tablero hasta
formar el saludo de vuelta.
Cuando voy a hacer otra pregunta, Lou se adelanta.
— ¿Quieres matar a Ankwar? —contengo el aire. Yo no quería hacer
esa pregunta porque no quería saber la respuesta. Y ella viene y le
pregunta justo lo que yo no quiero saber. Sí, Louvain sabe la historia.
Pero la que yo le conté. Ella cree que mi demonio particular quiere
apoderarse de mi alma porque aún soy casta y pura, al no haber sido
profanada nunca por un hombre.
Que ingenua es para tener veintiséis años.
Le tuve que contar esa historia porque ella procede de una familia de
videntes. Por lo que posee el don de ver las cosas tal y como son. Un día
que se quedó en mi casa luego de haber estado juntas, ella bajó a la
cocina porque tenía hambre y yo estaba durmiendo y lo vio. Recuerdo
que ese día ella me dijo que él le hizo saber que no le gustaba que
estuviera conmigo y mucho menos que tocara lo que era de su
propiedad. Yo tuve que actuar como si estuviera asustada para disimular

lo excitada que me ponía su actitud posesiva hacia mí.


El tiempo pasaba lentamente y no había respuesta y yo cada vez me
asustaba más y más, hasta que el puntero comenzó a moverse
nuevamente hacia el sí y el alma se me cayó a los pies. Pero de
improvisto, el señalador se movió velozmente hacia el adiós, y por lo
que tengo entendido, si alguna de las dos partes se despide el juego se
acaba.
— ¿Qué…? ¿¡Espera?! —Grita Lou—. No nos puedes dejar así,
¡Responde!
Yo la ignoro.
En estos momentos solo estoy dándole vueltas al asunto de por qué
no respondió y no sé lo que me asusta más. Si lo que deseé desde que
soñé con él se hiciera realidad o…que no haya respondido sobre sus
intenciones para conmigo.
No sé qué expresión tengo, pero Lou me ve y se echa a reír.
—Vamos, Ankwar. ¿No crees en eso, cierto? —riñe, al ver mi cara de
preocupación.
—No…p-para…n-nada — digo intentando disimular lo cagada que
estoy. Miro tímidamente a mi novia y me doy cuenta de que ella no
advierte mi nerviosismo pero, por dentro estoy temblando de miedo.
Lou se acerca a mí y hace un sexy ronroneo y besa mis labios.
—Así me gusta, nena — dice entre beso y beso —. Me gusta que mi
chica sea valiente.
Bufo mentalmente mientras me besa. Eso es justo lo que no soy.

Reiteradamente mi mente repara en el hecho de que mi demonio


particular no respondió y eso me preocupa. ¿Qué sucede si yo me
obsesioné con un demonio que solo quiere apoderarse de mi alma y solo
me hizo confiar en él para lograr su objetivo? ¿Qué pasa si yo me
confundí y él no siente lo mismo, porque, es un demonio? ¿Los
demonios siquiera tienen sentimientos?
La mano escurridiza que masajea mis pezones con la dureza exacta me
saca de mis pensamientos y me arrancan un gemido. ¡Joder! esta chica
sabe cómo manejarme. Le sigo el juego a Lou y gimo en voz alta
cuando desabrocha mi bra dejando mis niñas al aire, haciendo que
automáticamente mis pezones se envaren como un militar esperando su
siguiente orden y luego baja su boca en dirección a mi pecho izquierdo,
sumergiendo mi pezón, duro como un diamante, en su suave humedad,
mientras juega con el otro. Haciendo que un espiral de placer haga
estragos en mi interior. Echo mi cabeza hacia atrás y cierro los ojos,
suprimiendo las miradas reprobatorias de las imágenes, y dejo que la
chica juegue conmigo Pero estoy tan excitada que la sustancia pegajosa
que viaja por entre mis pliegues me tiene frotando mi sexo con su rodilla
en busca de más placer.
Abro los ojos cuando siento que se aparta y observo que me mira con
los ojos nublados por el deseo. Toma mis manos y los coloca sobre sus
tersos pechos, incitándome a apretarlos. Cuando quita sus manos de las
mías sigo haciéndolo y luego recorro con los dedos las aureolas de sus
hermosos senos para luego apretar las puntas suavemente entre mis

dedos y las jalo con delicadeza, pero con determinación, a lo que ella
gime en respuesta. Todo esto, sobre su sujetador de encaje.
Ella me mira. Se muerde los labios y jadea. Acerca su cara a la mía y
muerde mi labio inferior, calmando el dolor con suaves succiones y
caricias.
Me mira por una fracción de segundo y advierto que tiene las pupilas
dilatadas por la pasión. Aparta la mirada y centra su atención en mi
cachetero, al tiempo que me recuesta sobre el escalón que da al altar y
casi que lo arranca de mi cuerpo con frenesí. Siseó al sentir como, al
intentar romperlo, en vano, lo presiona con fuerza contra mi clítoris,
haciendo que levante las caderas en su dirección.
Ella sonríe y tiembla, ansiando lo que se avecina.
Que rápido pasé de estar preocupada por lo que no dijo mi demonio
sin nombre a estar excitada y desnuda frente al altar de una iglesia.
—Como no te apures, te voy a hacer sufrir cuando te toque —advierto,
con mi voz cargada de erotismo, provocando que ella ría.
Al no poder romper mi cachetero al estilo Grey, Lou se frustra y lo
baja por mis piernas con agresividad. Cuando estoy completamente
desnuda ella me abre lo más que puede y de inmediato el olor de mi
excitación cubre el aire, mientras que la chica frente a mí aprecia con
ojos codiciosos lo que está a punto de saborear.
Una ráfaga de aire me hace temblar y Lou lo siente también. Me mira
sobre mis piernas y me sonríe con malicia, disfrutando de mi
sufrimiento.
<< Pinche perra con complejo de microondas>>, digo mentalmente, o, al

menos eso creo, porque la fuerte palmada que recibo en mi sexo, la cual
me hace gemir, me dice lo contrario.
—Ya ne suka, tem boleye mikrovolnovka—/No soy una perra, y menos
un microondas/, dice con voz molesta y yo me inclino hacía ella con una
sonrisa divertida pero me hace recostarme nuevamente con dureza,
haciendo que me golpee la espalda contra el escalón.
Hago una mueca de dolor. — ¿‫ — ?לא לא‬/No que no/, digo en mi
idioma natal, haciendo que Lou frunza el ceño.
— ¿No que…? ¡Ankwar! Habla bien, sabes que no hablo hebreo a la
perfección.
Ruedo los ojos ante su queja y alzo mi pelvis nuevamente en su
dirección, imitando un suave vaivén. Ella capta el mensaje, y pronto se
olvida de mi comentario para centrarse en su trabajo anterior. Se inclina
con lentitud hacia mi sexo, torturándome aún más y cuando finalmente
se halla frente a él, suelta una ráfaga de aire frío que, de ser posible, me
enciende aún más.
—Ya va—la detengo—. Agarra el vibrador—le indico, y ella se aparta
de mí para sacarlo del bolso. Cuando lo tiene en sus manos vuelve a su
antigua posición.
—Oye, ¿no te parece irónico que seamos lesbianas porque no nos gustan
los penes, pero usamos los de goma? —Detiene lo que estaba haciendo
y me mira con curiosidad.
—Louvain—gruño en advertencia. Al oír su nombre me guiña un ojo, al
mismo tiempo que recorre sus labios con la lengua y mira el pene entre
sus manos, frunce el ceño y lo lanza lejos como si le quemara.

¡La voy a matar!


— ¿Qué quieres que te haga, Ank? —Cuestiona en un susurro,
ignorando mi expresión molesta—. ¿Quieres esto? — pregunta, pasando
levemente su lengua por toda mi abertura, permitiéndome sentir su
suavidad. Tiemblo. Me estremezco. Me remuevo. Y suelto un gemido
apenas audible, aun así, ella lo escucha y sonríe por sobre mi vagina.
Vuelve su atención a mi femineidad y de nuevo deja salir esa pequeña
lengua escurridiza para que me torture. Quita las manos de mis rodillas
y las coloca en mi sexo, apoyándose solamente con los codos, y con sus
esbeltos dedos me abre para mayor degustación. Sin perder tiempo,
comienza a lamerme. Pasa la lengua de arriba abajo como me gusta,
variando la velocidad, causando que un leve cosquilleo de placer me
recorra. Sé lo que está haciendo. Está prolongando mi orgasmo y eso me
enloquece.
Jadeo cuando lleva la punta de su lengua a mi zona prodigiosa y da un
par de lametazos, hasta tenerlo listo para ella. Mi cuerpo parece una
barajita, me encuentro tan caliente que creo que, si echas un huevo sobre
mí, se fríe. Cuando comienza a succionar mi clítoris se me hace
imposible no izar mis caderas hacía ella e intentar colocar mis manos
sobre su cabeza para mantenerla en su lugar, por lo que mi chica se ve
en la obligación de sujetarme las rodillas para que me quede quieta
mientras que trata de atrapar mis manos, las cuales se escurren a cada
segundo de la suyas.
Louvain se exaspera y se aparta de mí femineidad con un gruñido.
No…Vuelve… ¡No me dejes así! Mi niña te necesita.

Yo gimo a modo de queja y ella escala mi cuerpo hasta estar


completamente sobre mí y toma mis manos entre las suyas con fuerza,
pero sin hacerme daño. Busca algo con la mirada y cuando lo encuentra
se inclina hacia ello sin soltarme, lo que deja situado frente a mi rostro
sus pechos voluminosos, aun cubiertos por un sujetador de encaje
mientras sus pezones se presionan contra la tela y parecen susurrarme:
“Ven, chúpame”.
La boca se me hace agua y no resisto la tentación, alzo la cabeza para
atrapar una de esas puntas carnosas en mi boca y rápidamente comienzo
a succionar, alternando de vez en cuando entre suaves mordiscos y
lametazos, humedeciendo la tela. Ella gime en respuesta y de inmediato
ya la tengo realizando un erótico vaivén sobre mi cuerpo, dejándome
escuchar sus roncos gemidos, mientras se estremece de placer.
Pero la muy bruja rápidamente me aparta de mí manjar y se inclina
todo lo que puede, intentando no dejar libres mis manos, y escucho la
cremallera de su bolso. Cuando vuelve a colocarse en su antigua
posición veo lo que tiene en sus manos y me rio con ganas.
¿Un cordón?
Louvain sonríe con malicia al saber lo que estoy pensando y procede
a atarme con él.
— ¿También se lo robaste a tu primo, Louvain? —pregunto divertida, y
ella ríe al verse atrapada—. En este momento no sé si sentirme usada.
—Tenía que venir preparada.
Cuando me tiene completamente atada, vuelve a situarse frente a mí.
Se inclina hacia mi rostro y lame mis labios. Abro la boca, ansiosa, pero

ella aparta su cara y se concentra en mi oreja izquierda. Muerde el


lóbulo con suavidad y jala. Mi cuerpo se estremece y ella continúa
aumentando mi excitación. Acto seguido, comienza a mordisquear mi
cuello y estoy segura de que eso dejara marcas, pero no me importa.
Desciende con suma lentitud por todo mi cuerpo y se concentra en
jugar con mi ombligo por unos segundos y cuando se halla entre mis
piernas sopla mi sexo. Jadeo y ella no pierde tiempo en comenzar a
saborear mi humedad, lamer y succionar mi clítoris, haciéndome ver las
estrellas. Pero pronto comienza a hacer lo que verdaderamente me
deleita. Mientras lame con velocidad mi punto mágico introduce un
dedo en mi interior, que al estar tan lubricado se sumerge con facilidad.
Pero yo quiero más y se lo hago saber. Ante mis constantes
provocaciones sumerge dos dedos más, mientras aumenta la velocidad
de sus lametazos y de inmediato comienzo a sentir el característico ardor
que me indica que en breve llegaré al orgasmo. Lou acrecienta aun más
la celeridad de sus acometidas y yo me encuentro gritando al sentir el
inmenso placer que crece en mis entrañas mientras escucho los eróticos
sonidos que hacen los dedos de Louvain al entrar y salir de mi cavidad.
Me preparó para la explosión, pero un extraño escalofrió me recorre
por completo. Siento como si alguien estuviera sentado frente a
nosotras, mientras observa cómo Lou yo nos comemos.
<< No te quiero matar. Lo que quiero es follarte duro y ver cómo te
derrites entre mis manos mientras me apodero de tu alma >>, siento que
una voz masculina y muy ronca, como si hubiera pasado toda su vida
fumando, me susurra al oído. Me tenso al instante, pero el placer que me

otorga Lou es tan intenso que me relajo otra vez, pero en medio de la
nube de éxtasis que flota en el aire abro un poco los ojos y miró hacia
donde está el tablero de Ouija. No veo nada descomunal, por lo que
cierro los ojos de nuevo. Pero antes de hacerlo, veo que, frente al primer
banquillo de la hilera situada frente al altar, donde Lou y yo estamos, se
halla sentado un hombre de gran tamaño, con el cabello en una trenza
que le llega hasta la cintura y con una postura claramente dominante y
con la pierna derecha doblada sobra la izquierda. Algunas de las velas
que iluminan la iglesia parpadean y se apagan de repente, lo que le da un
aspecto tenebroso y lleno de misterio, sumado a la mueca de disgusto
que surca su rostro. Lo hace más atractivo.
Abro los ojos de inmediato y el hombre sigue allí. Sus ojos chispean
al encontrarse con los míos y de inmediato sé que se trata de él. Sin
embargo, sentir todo lo que Lou me está haciendo provoca que casi me
olvide del semental que está haciendo su papel de voyeur y me
concentre en lo que estoy sintiendo, manteniendo los ojos en rendijas.
Disfrutando de su mirada sobre mi cuerpo expuesto.
Su aura exuda poder y sexo a gritos y ya no quiero que sea Louvain la
que me haga sentir de esa forma. Quiero apartarla y sentir que él es el
que me hace gritar de placer.
Siento como me recorre con la mirada, sin perder esa mueca de
contrariedad. Saber que nos observa mientras nos damos placer
mutuamente me excita aún más y él lo sabe.
Mientras que Louvain mantiene enterrada su cabeza entre mis piernas
yo lo observo y me encuentro sonriéndole en medio de mi bruma de
pasión.

—Ah…—gimo cuando Lou toma entre sus dientes mi clítoris y lo lame


rápidamente, haciéndolo arder. Llevo mis manos atadas a su cabeza para
que no se detenga y comienzo a moverme en círculos, cabalgando su
lengua, sintiéndome frustrada al no poder tocarla como quiero.
Observo a mi demonio particular pero me estremezco al ver el cambio
de su aspecto. Ya no le brillan los ojos con ardor. Ahora tiene en su
rostro una mueca de hostilidad y sus ojos se han vuelto más oscuros. Se
ve…aterrador.
Sin previo aviso, las paredes de la iglesia comienzan a temblar y las
figuras empiezan a sacudirse hasta caer al piso. Todo es un caos. Las
luces parpadean constantemente, amenazando con apagarse y dejarnos a
oscuras. Las fuentes de agua bendita se desbordan con el extraño
temblor, las pinturas e imágenes religiosas continúan cayendo…
Lo miro y él me devuelve la mirada, como haciéndome una promesa
silenciosa y desaparece, transformándose en una espesa nube negra que
deja el aire plagado con olor a formol y a muerte.
La cordura vuelve a mí rápidamente y aparto de un golpe a Louvain,
ignorando su queja y me incorporo a la velocidad de la luz. Recorro la
iglesia con la vista y no hay nada fuera de lo normal. Las figuras siguen
mirándome con amonestación y las fuentes siguen de pie. Al parecer, yo
fui la única que fue partícipe del derrumbe de la iglesia. No hay rastro
alguno de él, pero aún me siento vigilada, siento como si él siguiera allí,
pero con la diferencia de que no lo podemos ver.
Observo a Louvain y ella me devuelve la mirada con el ceño fruncido,
preguntándome en silencio que sucede. Me levanto de los escalones,

sintiéndome molesta de pronto, y hago que me desate las manos y acto


seguido comienzo a recoger.
—Me voy—le digo con voz helada, mientras recojo el tablero del suelo
y busco con la mirada una papelera. Cuando la hallo, me dirijo hacia ella
y boto el tablero y todas las cosas que trajimos. Lou comienza a vestirse.
Su molestia haciéndose evidente a cada momento, mientras intenta
hacer que la mire, pero yo la esquivo.
Cuando estoy completamente vestida, me dirijo hacia la puerta pero
ella me detiene por el brazo y me mira mordaz.
— ¿Se puede saber qué demonios te pasa? —me encara—. Estábamos
bien. Todo iba bien. Pero a la señorita le picó el culo y me apartó de un
empujón y ahora quiere irse. —Me mira y no respondo—. ¡Ankwar!
—Esto fue una mala idea — le digo — Esto…, jugar a la Ouija, así,
como estábamos y sobre todo, tener sexo casi sobre el tablero.
Mi ahora ex novia, se ríe con incredulidad.
—Chego mne ne khvatalo— /Lo que me faltaba/, dice y me deja ir.
Afuera de la iglesia, suelto un suspiro exhausto. No podía seguir
engañándola, haciéndole creer que la amaba, cuando lo cierto era que
me enamoré de algo que ni siquiera era de este mundo y tal vez solo
quería mi alma.
Chapter Two
Las semanas pasan y yo dejo estar lo que sucedió esa noche en la iglesia
y en mi demonio particular. Desde ese día no se manifestó más. Ni en
sueños, ni en persona. Incluso dejé de sentir su presencia. No ayudó
tampoco que haya llorado porque ya no lo sentía junto a mí, cuando una
persona en sus cabales más bien hubiera brincado de felicidad al librarse
de las atenciones no deseadas de un demonio. Pero yo no. Yo lo
extrañaba. Las cosas con Louvain se terminaron definitivamente y en
malos términos. Le hice creer que la dejaba por otra y no por un jodido
demonio. Ella no podía saber la verdad. Sentía que ese era mi secreto y
que nadie más que yo debía saberlo, así que, pos…seguí con mi vida, y
continúe aprendiendo a soportar que mi demonio particular haya
desaparecido de la nada.
Ya no sabía si era bi, hetero o lesbi. Mi vida en este momento estaba
hecha un caos y para colmo, tenía clases con mi profesor favorito —
Notese el sarcasmo —
Suelto un suspiro exasperado. Desde que comenzó a trabajar en la
universidad donde estudio no hay ninguna clase donde no termine con
una queja del estúpido profesor sobre mi conducta hacía él con el
director. Lo que les parece extraño a todos, pues, soy buena estudiante y
me llevo bien con todos los profesores… menos con él. Desde que

comenzó a darnos clase le he hecho la vida imposible a más no poder.


Ni yo misma sé que me pasa, lo único que sé, es que el tipo está
buenísimo y me hace pensar en cosas que creí que no querría desde que
me comenzaron a atraer las mujeres.
Me comporto de esa manera sin darme cuenta. Lo cierto es que lo
único que quiero es llamar su atención. Que me note… sin que se dé
cuenta que me gusta.
Entro al salón cuando ya todos están ubicados en sus puestos y cuando
el profesor me ve, su expresión se agria como un limón.
—Ankwar—me llama— Hoy te quiero sentada frente a mí.
Yo lo miro con la ceja alzada y le doy la espalda.
—No me da la gana—le digo, sin voltearme.
—D’ Barrie, no me quiere ver molesto — insinúa, comenzando a
enfadarse de verdad. A mí alrededor todos se hallan en silencio
paseando la vista entre los dos, como pelotas de ping pong. Lo miro por
sobre mi hombro y, admito que se ve ultra sexy enojado. Emana poder.
Dominación.
Y yo como que quiero que me dominen.
—Sorpréndeme — le reto, y así pasamos toda la clase. Yo provocándolo
y él respirando hondo para no perder los estribos.
Cuando suena el timbre que finaliza la clase, suspiro aliviada y me
levanto para irme, ignorando al profesor, el cual despide a mis
compañeros en la puerta, con buen humor.
—Tú te quedas, D´ Barrie — ordena, cuando todos ya se han ido. Me
excita cuando me llama por mi apellido. Lo dice de una

manera… autoritaria, y eso me gusta. Lo ignoro y sigo caminando hacia


la puerta, pero él se adelanta y la cierra, trabándome el camino.
— Joder contigo — me quejo.
Lo miró a los ojos y quedo literalmente hipnotizada.
Trago saliva mientras que lo voy detallando despacio. Su piel es de
color oliva, sus pómulos son altos, su rostro está lleno de pecas, y he
notado que cuando sonríe se le hacen unos profundos hoyuelos en cada
mejilla. Lo que le da un aire inocente y a la vez tan pícaro que me
cautiva.
Centro la vista en esos hermosos ojos de color ámbar, que cuando se
hallan frente a la causa de su enojo se ponen dorados, como en este
momento. Sus ojos se encuentran enmarcados por tupidas cejas y
pestañas largas, aunque lamento el hecho de que se hallan cubiertos por
unos lentes de pasta negra que no dejan ver por completo la belleza de
sus ojos.
Bajo la vista a sus labios y admiro lo generosos que se ven. Miro la
extensa clineja de color castaño con mechas rojas que llega al final de su
espalda, apenas tocando su hermoso culo y casi que extiendo la mano
para verificar si es tan suave como se ve, pero de pronto una imagen
poco nítida me llega a la mente y mi cuerpo cobra vida.
Cuando le voy a preguntar, su voz me saca de mis pensamientos.
—Me querías ver molesto y molesto me verás — me indica, y yo
comienzo a asustarme cuando lo veo avanzar lentamente en mi
dirección.
— ¿Qué piensas hacer? — cuestiono, retrocediendo.

Él sonríe con falsa inocencia.


—Solo te muestro lo que querías ver — un escalofrió desagradable me
recorre cuando siento el cambio en su voz.
Sin pensarlo dos veces, lo rodeo y corro hacia la puerta, pero de
pronto suena el seguro, indicándome que estoy encerrada con él.
Me giro con lentitud y miro a mi alrededor, sintiendo que la armonía
de la estancia fue reemplazada por una tensa tranquilidad y casi que
puedo sentir la inquietante musiquita que ponen cuando un tiburón está
cazando su siguiente presa.
Observo a mi profesor y veo que su apariencia aniñada ha cambiado,
ya no parece una persona agradable, su respiración ha comenzado a
fallar. Sus ojos cambiaron a un extraño color entre carmesí y dorado y
me mira como si fuera un pedazo de carne que se quiere comer, y no de
una manera agradable.
Comienza a andar nuevamente hacia mí y yo trago saliva
audiblemente, empezando a rodear el salón, intentando alejarme.
— ¿Por qué huyes de mí, mascotita? — pregunta con esa voz de
ultratumba que adquirió —. ¿Tienes miedo? — cuestiona nuevamente y
sin previo aviso se lanza hacia mí, pero por suerte logro esquivarlo. Sin
embargo, no tengo suerte la siguiente vez y consigue atraparme. Me
toma del brazo y con una fuerza descomunal me avienta al otro lado de
la habitación, haciendo que me lleve por el medio pupitres, escritorio y
silla. Caigo al suelo con un ruido sordo e intento protegerme con las
manos de los pupitres que quedaron suspendidos sobre mí uno sobre
otro, mientras rezo a mi dios luego de tantos años y alzo la vista cuando

escucho que unos pasos que hacen retumbar el suelo se acercan


peligrosamente y se detienen frente a mí. No lo puedo ver por el montón
de pupitres que casi caen sobre mi cuerpo, pero puedo sentir su
presencia. De inmediato, siento que jalan con fuerza mis pies y soy
sacada con agresividad debajo de la montaña de mesas.
No puede ser él. Él no me trataría de esta manera.
Intento engañar a mi mente diciéndome mentiras, pero la verdad está
allí, frente a mis ojos. Todas las características de mi profesor apuntan a
una sola cosa y es que, él es un demonio transformado en humano para
guardar las apariencias.
Siento un dolor inmenso en todo mi cuerpo, pero me obligo a no
reparar en ello. Lo importante es huir ¡Ya!
— ¡Lo que estás haciendo es ilegal! ¡Puedo denunciarte por el maltrato
que estoy recibiendo por tu parte! — le grito cuando estoy frente a él,
ignorando el dolor punzante en mis costillas. Él ríe como si lo que le
estuviera diciendo fuera un chiste. Me molesto por ser considerada un
mero entretenimiento y levanto mi puño, dirigiéndolo a su rostro.
Rápidamente un dolor insoportable invade mi puño hasta mi hombro y
me incita a gritar, pero no lo hago. No quiero mostrarme débil.
Alasdair centra sus ojos en la zona afectada y luego alza la vista y me
sonríe, haciéndome temblar. Toma mi puño entre sus manos y comienza
a apretarlo con violencia, haciendo que abra los ojos como un par de
huevos fritos y grite hasta quedarme sin voz.
— ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Nunca quise molestarte! — Lágrimas
calientes bañan mi rostro, mientras él se regodea con mi sufrimiento —

Solo lo hacía para que me prestaras atención sin que te dieras cuenta de
que me enamore… de ti — Admito finalmente, creyendo que al saber la
verdad me dejaría ir.
Pero que equivocada estaba.
— No creas que esa fachada de niña enamorada que hace lo que hace
solo para llamar la atención me convence — me dice con hostilidad.
Siempre he dicho. Es mejor dejar quieto al que está quieto.
Todo ocurre muy rápido, él se separa de mí y suelta un gruñido
amenazador para después soltar un quejido adolorido, cae de arrodillas
al suelo. Me paralizo un segundo, pero al ver su estado de
vulnerabilidad me apresuro a correr hacia la puerta para intentar escapar,
pero su voz me detiene.
—Ankwar…ayu…dame…p-por…f-favor — su voz ha vuelto a la
normalidad y ya no parece querer matarme. Una parte me dice que no
me acerque, que solo está jugando conmigo y la otra me dice que vaya y
verifique que se encuentra bien. Por supuesto, gana mi parte sensible.
Trago saliva y me acerco con cuidado, pero me detengo cuando Alasdair
hace el intento de levantarse. Él presiente mi duda y alza la cabeza para
mirarme, sus ojos han vuelto a ser de color ámbar y me observan con
dolor. —N-no…te…h-haré…daño…, por f-favor…a-ayúdame—
suplica, acto seguido su cabeza vuelve a su antigua posición. Suspiro y
decido acercarme de una vez por todas y cuando me hallo frente a él me
arrodillo y tomo su cabeza para alzarla. Mi corazón se dispara. A pesar
de lo que me ha hecho, me siento feliz porque mi deseo se cumplió. Por
fin puedo sentirlo en carne y hueso. — No debiste confiar en mí — me

Dice.
Cuando lo miro, caigo hacia atrás pero no me da tiempo de huir, pues él
ya me tiene agarrada por las piernas, me clava las uñas para sujétame
bien. Lo miro y veo que sus ojos ámbar van tornándose lentamente de
un color negro mate, eliminando todo rastro de humanidad en ellos.
Me sonríe y yo me asusto cuando veo como sus huesos comienzan a
ensancharse, deformando su cuerpo. Intento huir, pero clava sus uñas
aún más en mis piernas.
—Ah, ah mascotita — Niega con la cabeza para dar más énfasis — Tú
lo pediste. Ahí tienes tu sorpresa.
De inmediato soy testigo de cómo su anatomía cambia por completo.
Su ropa vuela por toda la habitación y rápidamente ya no tengo frente a
mí a un ser humano si no a una criatura con cuerpo de escorpión con
cabeza de cobra, sus ojos parecen los de un felino. En su espalda se
yerguen un gran par de alas de lo que parece ser de gárgola y en donde
debería haber una cola puntiaguda se encuentra una inmensa cola de
dragón, mientras que sus patas parecen de gallo.
Una parálisis invade mi cuerpo y soy incapaz de moverme. Solo lo
miro con una expresión de asombro, pero nada más. Raudamente, la
criatura frente a mí abre su gran boca y comienza a soltar gruesas
llamaradas de fuego que desintegran todo a su alrededor. Eso me hace
reaccionar, pero no me muevo. No soy tan estúpida, no quiero que me
vuelva nada con su aliento de fuego. El miedo hace que me dé por gritar
y agitar mis manos con desesperación mientras aprieto los ojos con
fuerza. Solo me queda esperar que se calme.
Pasan los minutos y aun sigo escuchando el silbido que hace el fuego
al salir de su boca y luego…nada. Pero no me atrevo a abrir los ojos. Me
da miedo.
Me tenso al sentir unos labios suaves en mi cuello que me trasmiten
una sensación de tranquilidad. Al no escuchar más ruidos de destrucción
y fuego desenfrenado, abro los ojos y veo todo a mí alrededor.
Todo está igual a como estaba antes de que Alasdair se transformara
en lo que sea que era eso y ya no me dolía nada.
Tal vez debería estar asustada. Tal vez debería estar huyendo lejos de
este fenómeno que dice ser mi profesor. Tal vez debería estar gritando
como desquiciada. Pero no. No estoy asustada. No estoy corriendo. Y
mucho menos estoy gritando. Más bien, estoy relajada, después de todo
lo que supuestamente acaba de pasar.
Miró a Alasdair, quién me acuna en sus brazos como un bebé y me
sonríe con ¿cariño?
— ¿Eres tú, cierto? —Me atrevo a preguntar—. ¿Eres tú, el que está
obsesionado conmigo? —no hace falta que confiese, su sonrisa traviesa
me responde por sí sola. — ¿Y era necesario que armaras todo este
parapeto?
Él ríe y me mordisquea el cuello.
—Tiendo a ser muy dramático cuando quiero algo—me dice.
—Vaya…no me di cuenta. —respondo, el sarcasmo goteando en mi
voz.
Alasdair decide ignorar mi retintín y comienza a dejar besos húmedos
por todo mi cuello.
— ¿Te confieso algo? —me susurra al oído, para luego morderme el
lóbulo de la oreja con suavidad. —. Me gusta ver cómo te excitas
cuando sientes que alguien te acosa—siento que mi piel arde cuando
desliza sus labios sobe ella. Me sonrojo al sentirme descubierta.
Lo golpeo con fuerza, pero ni se inmuta. Siento mis mejillas ardiendo
al recordar todas las noches que desperté jadeando y al borde del
orgasmo, después de soñar con él.
Creí que me enamoré de algo que ni siquiera existía.
Pero ahora que sé que dicha sombra es real, el sentimiento es más
fuerte.
— ¿Cómo te llamas en verdad? —cuestiono, privándome de sus caricias
al apartarlo de mí.
Alasdair sonríe.
—Benow Reficul

Capter Three
Probablemente estoy loca, pero escuchar su nombre verdadero me
excita, y de inmediato tomo el control de la situación y me subo sobre él
y me arranco la ropa de forma rápida y comienzo a besarlo. No sé qué
me pasa, parece que me hubiera poseído un demonio sexual, o algo así,
porque estoy tan excitada que estoy hasta temblando.
—Pequeña…—gime Alasdair…o Below, o como se llame en realidad.
—Despacio…
— ¡Despacio nada! —grito fuera de mis cabales y comienzo a
desnudarlo con desesperación, pero él me aparta las manos con
suavidad.
—Como no te controles voy a hacerme cargo de la situación y no tendré
compasión contigo—advierte, mirándome con seriedad.
—No quiero que la tengas—le informo mientras que me restriego sobre
su anatomía, sintiendo como crece cada vez más debajo de mí.
Alasdair maldice y nos levanta del suelo, dirigiéndose directamente a
su escritorio y me mira con frialdad.
—Te lo advertí—escupe. —Ponte de rodillas e inclínate hacia mí—
obedezco su orden y me encuentro situada frente a su virilidad. Mi
lengua recorre mis labios con expectación y Alasdair maldice al darse
cuenta de que, lo que se suponía que fuera un castigo, para mí es un
regalo. Sin embargo, no pierde tiempo y se desabrocha el pantalón y lo
baja junto a su bóxer, dejando que su erección se yerga orgullosa frente
a mis labios. Abro la boca dispuesta a saborearlo, pero me detiene,
jalando mi cabello hacia atrás con fuerza. —No lo harás hasta que yo te
lo ordene—dictamina. Veo como alza la cabeza y olfatea el aire, cuando
me mira, sus ojos se han puesto verdes y brillan con excitación. —Eres
una zorra, te gusta que te trate así ¿Cierto? — dice, al tiempo que acerca
su pene a mis labios y lo desliza sobre ellos, pero lo aparta apenas hago
el amago de abrir la boca.
Estoy tan excitada que puedo sentir mi sexo palpitante esperando que
algo grande se deslice entre mis pliegues. Alzo la vista y le hago saber a
Alasdair con la mirada que quiero saborearlo. Él me satisface y deja que
por fin lo pruebe, pero no me deja usar las manos. Abro la boca y de
inmediato el inclina hacia adelante su pelvis, sumergiendo su falo en mi
boca. Gimo al sentir su sabor salado y comienzo a trabajarlo con
suavidad mientras que el entra y sale de mi cavidad bucal. Recorro con
la lengua toda su longitud, disfrutando de sus gemidos, pero
rápidamente se cansa de ese ritmo tan lento y toma el mando. Me agarra
con fuerza del cabello y comienza a controlar sus acometidas, emprende
un apresurado vaivén que no me deja acostumbrarme lo suficiente
rápido a su tamaño por lo que me atraganto un par de veces y produzco
más saliva de la necesaria. Algo que parece gustarle, pues sus
acometidas se vuelven más rápidas y agresivas a cada momento que
pasa, mientras que sus gruñidos de placer se hacen más audibles.
Cuando está a punto de llegar al orgasmo, se detiene y se aparta de
mí, para terminar de desnudarse. Yo aprovecho de mirar en derredor y
me doy cuenta de que ya anocheció ¿Cuánto tiempo hemos estado aquí?
De la nada se comienzan a escuchar quejidos fuera del salón y como
soy curiosa me bajo del escritorio y me dirijo a la ventaja, obviando mi
desnudes. Fuera del aula, los quejidos se hacen más perceptibles, pero
no veo nada, por lo que me inclino sobre el marco de la lumbrera y
advierto que en el pequeño espacio bajo la ventana del recinto donde
nos hallamos hay una pareja que se encuentra iluminada parcialmente
por la luz de la luna y puedo ver que el hombre se halla…Ahogo un
gemido, al ser partícipe de lo que está sucediendo. Al parecer no éramos
los únicos que estábamos disfrutando esta noche.
El hombre mantenía a la mujer con las piernas abiertas sobre un
banquillo de concreto, mientras que él se halla entre sus piernas. Siento
que alguien respira sobre mi nuca y una dureza se presiona contra mi
culo. Me estremezco y me restriego contra su erección.
— ¿Te gusta lo que ves? — pregunta Alasdair, mientras observa lo
mismo que yo. Me tiene presionada contra el frio marco de la ventana,
lo que hace que el mero roce erice mi piel. Los gemidos de la mujer son
desinhibidos, pensando que están solos, lo cual no puede estar más
alejado de la realidad. Alasdair se balancea hacia adelante y hacia atrás
por entre mis pliegues, creando fricción, mientras dirige sus manos a
mis pezones y comienza a masajearlos con suavidad. De inmediato, un
fuego interior se desplaza por todo mi cuerpo y va a parar a mi sexo,
causando que me humedezca aún más. Mis manos se aprietan con fuerza
al marco de la ventana y mis nudillos se ponen blancos, al mismo
tiempo que gimo en voz alta al sentir como Alasdair combina la tortura
de mis pezones con su rápido vaivén. —Sshh. No quieres que nos
descubran y se acabe la función ¿Verdad? —Niego con la cabeza,
incapaz de hablar por el inmenso placer que me recorre.
Casi que puedo sentir la misma euforia por la que pasa la mujer
cuando el hombre se separa de ella y la coloca en cuatro para sumergirse
en su calor de una sola estocada, haciéndola gritar.
Alasdair mete sus piernas entre la mías para separarlas más y chupo
su dedo cuando lo coloca frente a mis labios, acto seguido lo saca de mi
boca con un ¡pack! y siento ese mismo dedo hundiéndose en mi húmeda
cavidad abdominal. Comienza a embestirme con su dedo, entre tanto su
pulgar frota con dureza mi clítoris, mientras que con su otra mano
fricciona y pellizca mi pezón derecho, causando que se endurezca. Ver
como el hombre embiste a la mujer con veloces y cortas estocadas,
escuchar el goce de la fémina y lo que me está haciendo Alasdair me
envían al borde.
Me muerdo el labio inferior con rudeza al sentir como el orgasmo se
acerca y cuando ya estoy en la cúspide…Alasdair se detiene.
LO MA-TO.
—¡Hey! —me quejo, pero él no responde, solo se introduce en mí y no
se conforma con lentas acometidas, él va con todo. Me penetra con
suma rapidez, chocando constantemente el punto exacto y de inmediato
noto como mi orgasmo comienza a construirse a la velocidad de la luz y
puedo decir con exactitud que este jodido demonio sabe coger.
No puedo controlarme y mis gemidos comienzan a escapar de mis
labios. En ese momento no me importa que nos oigan. Que nos atrapen.
Solo me importa una sola cosa. Y es llegar.
Mis gemidos pasan a ser gritos de placer.
Casi llego…
Solo un poco más…
Quito de golpe la mano de Alasdair de mi sexo y la sustituyo con la
mía, adoptando mi propio ritmo. Me froto con frenesí, sintiendo como
cada vez mi clímax se acerca y es cuando aumento la velocidad. No
puedo detenerme. No ahora. Las fuertes arremetidas de Alasdair me
lanzan con fuerza contra el marco de la venta.
— ¡Ah! ¡Casi llego! —Mis gritos siendo opacados por los de la mujer
—. ¡Más fueeerte, jooodeeer! —me froto enérgicamente el clítoris,
sintiéndolo arder. — ¡Aaaahhhhh! ¡Ya casiii! ¡Alasdaiiiirrrrr!
Y cuando siento que casi toco el cielo, que puedo dejarme ir, que esa
intensa sensación invade mi cuerpo…
—¡Ankwar! ¡Vas a llegar tarde! —mi sexo palpita y mis pezones están
erguidos, esperando que les preste atención. Al instante, noto que mi
corazón golpea casi con violencia contra mi caja torácica y mi
respiración falla. Bajo mi mano hacia mi femineidad y la toco, de
inmediato un cosquilleo me recorre. Aparto la mano como si me
quemara y al mismo tiempo me siento una pecadora. Necesito
calmarme. Mi madre no puede saber lo que estaba haciendo. Me
mandaría a exorcizar.
Me levanto de donde me hallaba situada y comienzo a ordenar todo
antes de que mi mamá suba y se dé cuenta de que sucede algo extraño.
Agarro mi colonia y rocío toda la habitación para cubrir el extraño
aroma que cubre el aire y me giro hacia la ventana para cerrarla.
Me paralizo.
En la ventana del frente se encuentra mi sexy vecino de veinticuatro
años que, de una te digo. Yo le doy, y no precisamente consejos.
Va sin camisa, por lo que puedo admirar sus abdominales, que, por
cierto, no están nada mal. Me sonríe desde su ventana y veo como dos
profundos hoyuelos aparecen en cada mejilla. Quedo hipnotizada por
esos ojos color ámbar que me miran entre excitados y divertidos, pero
no puedo evitar sentir lástima por esos lentes de pasta negra que evitan
que se aprecie por completo la belleza de esos ojos que se hallan
cubiertos por unas cejas tupidas y pestañas largas que, lejos de opacar su
hermosura, la aumentan. Un mechón de cabello escapa de su trenza de
color miel con mechas rojizas que llega al final de su cintura tocando
suavemente el borde de la toalla que cubre sus partes nobles. Lástima
que estoy del otro lado…
Mi vecino me sonríe con inocencia y deja caer la toalla.
Ahogo un gemido… ¡Dios, este hombre quiere matarme!
—No quiero matarte. Lo que quiero es follarte duro y ver cómo te
derrites entre mis manos mientras…
Idea 1: Hacer más énfasis en su vida pasada ya que la mencionas unas pocas partes a comparación de las
escenas de sexo, a las cuales no hay nada que criticarles, pero solo una mención más cerca del final a su
vida con sus padres, a como había cambiado y demás, quedaría bien.

Idea 2: Quizá bajarle un poco a la pelea entre Ankwar y su maestro, se entiende que era un demonio,
pero habría quedado inconsciente desde el primer golpe, con decir que derribo varios pupitres y se
estrelló con el escritorio estaría mejor.

Idea 3: Pulir las descripciones, salvo por el prólogo y la iglesia, lo demás se hace un poco difícil de
imaginar, trata de ser más descriptiva de manera disimulada, tampoco hasta el más mínimo detalle, pero
con saber que clase de universidad o habitación es en la que se desarrollan los sucesos sería suficiente.

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