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Admito que cuando acepté venir a la iglesia no fue por mero gusto,
sino más bien por la curiosidad que no me ha dejado tranquila desde que
vi a ese misterioso hombre, su reflejo en la ventana del cuarto de mi tía
me venía dando vueltas en la cabeza desde que lo vi. No sé porque me
sentí atraída hacia él si se supone que no me gustan los hombres y
porque sabiendo que no era humano, ni mucho menos bueno, sentía que
le pertenecía, que mi destino era estar con él, algo que mi religión no
permitiría. Cabe destacar, que en los dos años que llevo viviendo en
Rusia no he parado de soñar que una sombra negra me visita y me hace
lo inimaginable, lo que causa que despierte toda sudada, agitada y
palpitante, suspirando por algo que tal vez no sea real. Solo el deseo
recreado por mi mente de un amor prohibido que va en contra de mi
religión.
Confieso que, tras tener estos continuos sueños con la misma sombra
he llegado a sentir cierto afecto por ella, lo cual raya en la obsesión. Y
me da miedo que me este volviendo loca, porque, ¿quién se enamora de
una sombra que te visita en sueños?
Exacto. Nadie. Yo soy la única loca que lo hace.
Además, incluso llegué a confiar en ella y me encontré deseando que
se apareciera fuera de mis sueños. Y…en parte, mi deseo se cumplió,
pues a veces veía la sombra de una figura masculina en cada lugar
donde me encontraba y desaparecía cada vez que la miraba. En algunas
ocasiones sentía como alguien me acariciaba suavemente algunas partes
del cuerpo, haciendo que mi piel hormiguera, y en otras, escuchaba una
voz masculina que me decía que era suya. Obviamente, yo quería creer
que era mi demonio particular.
¿Olvidé mencionar que en una de sus tantas visitas en sueños me
confesó que era un demonio y que quería hacerme cosas…?
Pos, sí. Lo hizo. Y me mojé, deseando que cumpliera su promesa.
Obviamente, aun disfruto teniendo sexo con Lou, pero ya no es como
antes. Anhelo algo… que ella no tiene.
— ¿Tienes las cosas? —pregunta Lou, sacándome de mis pensamientos.
La miro con diversión.
— ¿No que no creías en estas cosas? —cuestiono con regocijo.
—Y no creo. —Alzo una ceja, a lo que ella se encoge de hombros—.
Pero es mejor prevenir que lamentar.
Ladeo la cabeza al caer en cuenta de algo y le echo un vistazo.
—Recuérdame por qué no podemos usar lo que se pide para jugar, si
todo lo encontramos en la iglesia—. La observó con detenimiento. —Y,
adivina qué. ¡Estamos en una jodida iglesia! —digo, marcando lo obvio,
pero ella me ignora.
Niego con la cabeza y tiro el bolso que trae las cosas, a sus pies.
Ella asiente y comienza a sacar todo y a acomodarlo frente al altar.
¿Crucifijo?, para atormentar y recordarle a los espíritus y demonios
la derrota en el calvario y el triunfo de Dios; y que él será su juez en el
juicio final. Listo.
¿Reliquia de los santos? para atormentarlos con su unión, listo.
¿Biblia? Para condenar al diablo y sus obras con la palabra de Dios,
listo.
¿Rosario? para hacerles enfurecer al saber que se enfrentan a la madre
de Dios, listo.
¿Medalla de san Benito? por su poder de exorcismo, listo.
— ¿Estás lista? —interroga Lou. Yo suelto un suspiro nervioso y
asiento.
Colocamos todo y como la loca de Louvain pidió, nos quitamos toda
la ropa, excepto la ropa interior y nos sentamos en los escalones situados
frente al altar. Ubicamos los dedos donde corresponde y yo tomo la
palabra.
Quiero saber de una vez por todas que es lo que está sucediendo.
— ¿Estás presente? —indago, con voz temblorosa, esperando su
respuesta. Pasan los segundos…los minutos y cuando me comienzo a
desilusionar por su ausencia el puntero se mueve con una lentitud
inquietante hacia el “sí”. Miro a Lou y ella alza las cejas incitándome a
que continúe. Saber que si hizo acto de presencia me tiene haciendo un
baile interior. Suspiro para calmar mis ansias y continúo: —Hola—.
Saludo, reprimiendo las ganas que tengo de gritar por la emoción.
Definitivamente estoy para el manicomio.
De inmediato, el puntero se comienza a mover por el tablero hasta
formar el saludo de vuelta.
Cuando voy a hacer otra pregunta, Lou se adelanta.
— ¿Quieres matar a Ankwar? —contengo el aire. Yo no quería hacer
esa pregunta porque no quería saber la respuesta. Y ella viene y le
pregunta justo lo que yo no quiero saber. Sí, Louvain sabe la historia.
Pero la que yo le conté. Ella cree que mi demonio particular quiere
apoderarse de mi alma porque aún soy casta y pura, al no haber sido
profanada nunca por un hombre.
Que ingenua es para tener veintiséis años.
Le tuve que contar esa historia porque ella procede de una familia de
videntes. Por lo que posee el don de ver las cosas tal y como son. Un día
que se quedó en mi casa luego de haber estado juntas, ella bajó a la
cocina porque tenía hambre y yo estaba durmiendo y lo vio. Recuerdo
que ese día ella me dijo que él le hizo saber que no le gustaba que
estuviera conmigo y mucho menos que tocara lo que era de su
propiedad. Yo tuve que actuar como si estuviera asustada para disimular
dedos y las jalo con delicadeza, pero con determinación, a lo que ella
gime en respuesta. Todo esto, sobre su sujetador de encaje.
Ella me mira. Se muerde los labios y jadea. Acerca su cara a la mía y
muerde mi labio inferior, calmando el dolor con suaves succiones y
caricias.
Me mira por una fracción de segundo y advierto que tiene las pupilas
dilatadas por la pasión. Aparta la mirada y centra su atención en mi
cachetero, al tiempo que me recuesta sobre el escalón que da al altar y
casi que lo arranca de mi cuerpo con frenesí. Siseó al sentir como, al
intentar romperlo, en vano, lo presiona con fuerza contra mi clítoris,
haciendo que levante las caderas en su dirección.
Ella sonríe y tiembla, ansiando lo que se avecina.
Que rápido pasé de estar preocupada por lo que no dijo mi demonio
sin nombre a estar excitada y desnuda frente al altar de una iglesia.
—Como no te apures, te voy a hacer sufrir cuando te toque —advierto,
con mi voz cargada de erotismo, provocando que ella ría.
Al no poder romper mi cachetero al estilo Grey, Lou se frustra y lo
baja por mis piernas con agresividad. Cuando estoy completamente
desnuda ella me abre lo más que puede y de inmediato el olor de mi
excitación cubre el aire, mientras que la chica frente a mí aprecia con
ojos codiciosos lo que está a punto de saborear.
Una ráfaga de aire me hace temblar y Lou lo siente también. Me mira
sobre mis piernas y me sonríe con malicia, disfrutando de mi
sufrimiento.
<< Pinche perra con complejo de microondas>>, digo mentalmente, o, al
menos eso creo, porque la fuerte palmada que recibo en mi sexo, la cual
me hace gemir, me dice lo contrario.
—Ya ne suka, tem boleye mikrovolnovka—/No soy una perra, y menos
un microondas/, dice con voz molesta y yo me inclino hacía ella con una
sonrisa divertida pero me hace recostarme nuevamente con dureza,
haciendo que me golpee la espalda contra el escalón.
Hago una mueca de dolor. — ¿ — ?לא לא/No que no/, digo en mi
idioma natal, haciendo que Lou frunza el ceño.
— ¿No que…? ¡Ankwar! Habla bien, sabes que no hablo hebreo a la
perfección.
Ruedo los ojos ante su queja y alzo mi pelvis nuevamente en su
dirección, imitando un suave vaivén. Ella capta el mensaje, y pronto se
olvida de mi comentario para centrarse en su trabajo anterior. Se inclina
con lentitud hacia mi sexo, torturándome aún más y cuando finalmente
se halla frente a él, suelta una ráfaga de aire frío que, de ser posible, me
enciende aún más.
—Ya va—la detengo—. Agarra el vibrador—le indico, y ella se aparta
de mí para sacarlo del bolso. Cuando lo tiene en sus manos vuelve a su
antigua posición.
—Oye, ¿no te parece irónico que seamos lesbianas porque no nos gustan
los penes, pero usamos los de goma? —Detiene lo que estaba haciendo
y me mira con curiosidad.
—Louvain—gruño en advertencia. Al oír su nombre me guiña un ojo, al
mismo tiempo que recorre sus labios con la lengua y mira el pene entre
sus manos, frunce el ceño y lo lanza lejos como si le quemara.
otorga Lou es tan intenso que me relajo otra vez, pero en medio de la
nube de éxtasis que flota en el aire abro un poco los ojos y miró hacia
donde está el tablero de Ouija. No veo nada descomunal, por lo que
cierro los ojos de nuevo. Pero antes de hacerlo, veo que, frente al primer
banquillo de la hilera situada frente al altar, donde Lou y yo estamos, se
halla sentado un hombre de gran tamaño, con el cabello en una trenza
que le llega hasta la cintura y con una postura claramente dominante y
con la pierna derecha doblada sobra la izquierda. Algunas de las velas
que iluminan la iglesia parpadean y se apagan de repente, lo que le da un
aspecto tenebroso y lleno de misterio, sumado a la mueca de disgusto
que surca su rostro. Lo hace más atractivo.
Abro los ojos de inmediato y el hombre sigue allí. Sus ojos chispean
al encontrarse con los míos y de inmediato sé que se trata de él. Sin
embargo, sentir todo lo que Lou me está haciendo provoca que casi me
olvide del semental que está haciendo su papel de voyeur y me
concentre en lo que estoy sintiendo, manteniendo los ojos en rendijas.
Disfrutando de su mirada sobre mi cuerpo expuesto.
Su aura exuda poder y sexo a gritos y ya no quiero que sea Louvain la
que me haga sentir de esa forma. Quiero apartarla y sentir que él es el
que me hace gritar de placer.
Siento como me recorre con la mirada, sin perder esa mueca de
contrariedad. Saber que nos observa mientras nos damos placer
mutuamente me excita aún más y él lo sabe.
Mientras que Louvain mantiene enterrada su cabeza entre mis piernas
yo lo observo y me encuentro sonriéndole en medio de mi bruma de
pasión.
Solo lo hacía para que me prestaras atención sin que te dieras cuenta de
que me enamore… de ti — Admito finalmente, creyendo que al saber la
verdad me dejaría ir.
Pero que equivocada estaba.
— No creas que esa fachada de niña enamorada que hace lo que hace
solo para llamar la atención me convence — me dice con hostilidad.
Siempre he dicho. Es mejor dejar quieto al que está quieto.
Todo ocurre muy rápido, él se separa de mí y suelta un gruñido
amenazador para después soltar un quejido adolorido, cae de arrodillas
al suelo. Me paralizo un segundo, pero al ver su estado de
vulnerabilidad me apresuro a correr hacia la puerta para intentar escapar,
pero su voz me detiene.
—Ankwar…ayu…dame…p-por…f-favor — su voz ha vuelto a la
normalidad y ya no parece querer matarme. Una parte me dice que no
me acerque, que solo está jugando conmigo y la otra me dice que vaya y
verifique que se encuentra bien. Por supuesto, gana mi parte sensible.
Trago saliva y me acerco con cuidado, pero me detengo cuando Alasdair
hace el intento de levantarse. Él presiente mi duda y alza la cabeza para
mirarme, sus ojos han vuelto a ser de color ámbar y me observan con
dolor. —N-no…te…h-haré…daño…, por f-favor…a-ayúdame—
suplica, acto seguido su cabeza vuelve a su antigua posición. Suspiro y
decido acercarme de una vez por todas y cuando me hallo frente a él me
arrodillo y tomo su cabeza para alzarla. Mi corazón se dispara. A pesar
de lo que me ha hecho, me siento feliz porque mi deseo se cumplió. Por
fin puedo sentirlo en carne y hueso. — No debiste confiar en mí — me
Dice.
Cuando lo miro, caigo hacia atrás pero no me da tiempo de huir, pues él
ya me tiene agarrada por las piernas, me clava las uñas para sujétame
bien. Lo miro y veo que sus ojos ámbar van tornándose lentamente de
un color negro mate, eliminando todo rastro de humanidad en ellos.
Me sonríe y yo me asusto cuando veo como sus huesos comienzan a
ensancharse, deformando su cuerpo. Intento huir, pero clava sus uñas
aún más en mis piernas.
—Ah, ah mascotita — Niega con la cabeza para dar más énfasis — Tú
lo pediste. Ahí tienes tu sorpresa.
De inmediato soy testigo de cómo su anatomía cambia por completo.
Su ropa vuela por toda la habitación y rápidamente ya no tengo frente a
mí a un ser humano si no a una criatura con cuerpo de escorpión con
cabeza de cobra, sus ojos parecen los de un felino. En su espalda se
yerguen un gran par de alas de lo que parece ser de gárgola y en donde
debería haber una cola puntiaguda se encuentra una inmensa cola de
dragón, mientras que sus patas parecen de gallo.
Una parálisis invade mi cuerpo y soy incapaz de moverme. Solo lo
miro con una expresión de asombro, pero nada más. Raudamente, la
criatura frente a mí abre su gran boca y comienza a soltar gruesas
llamaradas de fuego que desintegran todo a su alrededor. Eso me hace
reaccionar, pero no me muevo. No soy tan estúpida, no quiero que me
vuelva nada con su aliento de fuego. El miedo hace que me dé por gritar
y agitar mis manos con desesperación mientras aprieto los ojos con
fuerza. Solo me queda esperar que se calme.
Pasan los minutos y aun sigo escuchando el silbido que hace el fuego
al salir de su boca y luego…nada. Pero no me atrevo a abrir los ojos. Me
da miedo.
Me tenso al sentir unos labios suaves en mi cuello que me trasmiten
una sensación de tranquilidad. Al no escuchar más ruidos de destrucción
y fuego desenfrenado, abro los ojos y veo todo a mí alrededor.
Todo está igual a como estaba antes de que Alasdair se transformara
en lo que sea que era eso y ya no me dolía nada.
Tal vez debería estar asustada. Tal vez debería estar huyendo lejos de
este fenómeno que dice ser mi profesor. Tal vez debería estar gritando
como desquiciada. Pero no. No estoy asustada. No estoy corriendo. Y
mucho menos estoy gritando. Más bien, estoy relajada, después de todo
lo que supuestamente acaba de pasar.
Miró a Alasdair, quién me acuna en sus brazos como un bebé y me
sonríe con ¿cariño?
— ¿Eres tú, cierto? —Me atrevo a preguntar—. ¿Eres tú, el que está
obsesionado conmigo? —no hace falta que confiese, su sonrisa traviesa
me responde por sí sola. — ¿Y era necesario que armaras todo este
parapeto?
Él ríe y me mordisquea el cuello.
—Tiendo a ser muy dramático cuando quiero algo—me dice.
—Vaya…no me di cuenta. —respondo, el sarcasmo goteando en mi
voz.
Alasdair decide ignorar mi retintín y comienza a dejar besos húmedos
por todo mi cuello.
— ¿Te confieso algo? —me susurra al oído, para luego morderme el
lóbulo de la oreja con suavidad. —. Me gusta ver cómo te excitas
cuando sientes que alguien te acosa—siento que mi piel arde cuando
desliza sus labios sobe ella. Me sonrojo al sentirme descubierta.
Lo golpeo con fuerza, pero ni se inmuta. Siento mis mejillas ardiendo
al recordar todas las noches que desperté jadeando y al borde del
orgasmo, después de soñar con él.
Creí que me enamoré de algo que ni siquiera existía.
Pero ahora que sé que dicha sombra es real, el sentimiento es más
fuerte.
— ¿Cómo te llamas en verdad? —cuestiono, privándome de sus caricias
al apartarlo de mí.
Alasdair sonríe.
—Benow Reficul
Capter Three
Probablemente estoy loca, pero escuchar su nombre verdadero me
excita, y de inmediato tomo el control de la situación y me subo sobre él
y me arranco la ropa de forma rápida y comienzo a besarlo. No sé qué
me pasa, parece que me hubiera poseído un demonio sexual, o algo así,
porque estoy tan excitada que estoy hasta temblando.
—Pequeña…—gime Alasdair…o Below, o como se llame en realidad.
—Despacio…
— ¡Despacio nada! —grito fuera de mis cabales y comienzo a
desnudarlo con desesperación, pero él me aparta las manos con
suavidad.
—Como no te controles voy a hacerme cargo de la situación y no tendré
compasión contigo—advierte, mirándome con seriedad.
—No quiero que la tengas—le informo mientras que me restriego sobre
su anatomía, sintiendo como crece cada vez más debajo de mí.
Alasdair maldice y nos levanta del suelo, dirigiéndose directamente a
su escritorio y me mira con frialdad.
—Te lo advertí—escupe. —Ponte de rodillas e inclínate hacia mí—
obedezco su orden y me encuentro situada frente a su virilidad. Mi
lengua recorre mis labios con expectación y Alasdair maldice al darse
cuenta de que, lo que se suponía que fuera un castigo, para mí es un
regalo. Sin embargo, no pierde tiempo y se desabrocha el pantalón y lo
baja junto a su bóxer, dejando que su erección se yerga orgullosa frente
a mis labios. Abro la boca dispuesta a saborearlo, pero me detiene,
jalando mi cabello hacia atrás con fuerza. —No lo harás hasta que yo te
lo ordene—dictamina. Veo como alza la cabeza y olfatea el aire, cuando
me mira, sus ojos se han puesto verdes y brillan con excitación. —Eres
una zorra, te gusta que te trate así ¿Cierto? — dice, al tiempo que acerca
su pene a mis labios y lo desliza sobre ellos, pero lo aparta apenas hago
el amago de abrir la boca.
Estoy tan excitada que puedo sentir mi sexo palpitante esperando que
algo grande se deslice entre mis pliegues. Alzo la vista y le hago saber a
Alasdair con la mirada que quiero saborearlo. Él me satisface y deja que
por fin lo pruebe, pero no me deja usar las manos. Abro la boca y de
inmediato el inclina hacia adelante su pelvis, sumergiendo su falo en mi
boca. Gimo al sentir su sabor salado y comienzo a trabajarlo con
suavidad mientras que el entra y sale de mi cavidad bucal. Recorro con
la lengua toda su longitud, disfrutando de sus gemidos, pero
rápidamente se cansa de ese ritmo tan lento y toma el mando. Me agarra
con fuerza del cabello y comienza a controlar sus acometidas, emprende
un apresurado vaivén que no me deja acostumbrarme lo suficiente
rápido a su tamaño por lo que me atraganto un par de veces y produzco
más saliva de la necesaria. Algo que parece gustarle, pues sus
acometidas se vuelven más rápidas y agresivas a cada momento que
pasa, mientras que sus gruñidos de placer se hacen más audibles.
Cuando está a punto de llegar al orgasmo, se detiene y se aparta de
mí, para terminar de desnudarse. Yo aprovecho de mirar en derredor y
me doy cuenta de que ya anocheció ¿Cuánto tiempo hemos estado aquí?
De la nada se comienzan a escuchar quejidos fuera del salón y como
soy curiosa me bajo del escritorio y me dirijo a la ventaja, obviando mi
desnudes. Fuera del aula, los quejidos se hacen más perceptibles, pero
no veo nada, por lo que me inclino sobre el marco de la lumbrera y
advierto que en el pequeño espacio bajo la ventana del recinto donde
nos hallamos hay una pareja que se encuentra iluminada parcialmente
por la luz de la luna y puedo ver que el hombre se halla…Ahogo un
gemido, al ser partícipe de lo que está sucediendo. Al parecer no éramos
los únicos que estábamos disfrutando esta noche.
El hombre mantenía a la mujer con las piernas abiertas sobre un
banquillo de concreto, mientras que él se halla entre sus piernas. Siento
que alguien respira sobre mi nuca y una dureza se presiona contra mi
culo. Me estremezco y me restriego contra su erección.
— ¿Te gusta lo que ves? — pregunta Alasdair, mientras observa lo
mismo que yo. Me tiene presionada contra el frio marco de la ventana,
lo que hace que el mero roce erice mi piel. Los gemidos de la mujer son
desinhibidos, pensando que están solos, lo cual no puede estar más
alejado de la realidad. Alasdair se balancea hacia adelante y hacia atrás
por entre mis pliegues, creando fricción, mientras dirige sus manos a
mis pezones y comienza a masajearlos con suavidad. De inmediato, un
fuego interior se desplaza por todo mi cuerpo y va a parar a mi sexo,
causando que me humedezca aún más. Mis manos se aprietan con fuerza
al marco de la ventana y mis nudillos se ponen blancos, al mismo
tiempo que gimo en voz alta al sentir como Alasdair combina la tortura
de mis pezones con su rápido vaivén. —Sshh. No quieres que nos
descubran y se acabe la función ¿Verdad? —Niego con la cabeza,
incapaz de hablar por el inmenso placer que me recorre.
Casi que puedo sentir la misma euforia por la que pasa la mujer
cuando el hombre se separa de ella y la coloca en cuatro para sumergirse
en su calor de una sola estocada, haciéndola gritar.
Alasdair mete sus piernas entre la mías para separarlas más y chupo
su dedo cuando lo coloca frente a mis labios, acto seguido lo saca de mi
boca con un ¡pack! y siento ese mismo dedo hundiéndose en mi húmeda
cavidad abdominal. Comienza a embestirme con su dedo, entre tanto su
pulgar frota con dureza mi clítoris, mientras que con su otra mano
fricciona y pellizca mi pezón derecho, causando que se endurezca. Ver
como el hombre embiste a la mujer con veloces y cortas estocadas,
escuchar el goce de la fémina y lo que me está haciendo Alasdair me
envían al borde.
Me muerdo el labio inferior con rudeza al sentir como el orgasmo se
acerca y cuando ya estoy en la cúspide…Alasdair se detiene.
LO MA-TO.
—¡Hey! —me quejo, pero él no responde, solo se introduce en mí y no
se conforma con lentas acometidas, él va con todo. Me penetra con
suma rapidez, chocando constantemente el punto exacto y de inmediato
noto como mi orgasmo comienza a construirse a la velocidad de la luz y
puedo decir con exactitud que este jodido demonio sabe coger.
No puedo controlarme y mis gemidos comienzan a escapar de mis
labios. En ese momento no me importa que nos oigan. Que nos atrapen.
Solo me importa una sola cosa. Y es llegar.
Mis gemidos pasan a ser gritos de placer.
Casi llego…
Solo un poco más…
Quito de golpe la mano de Alasdair de mi sexo y la sustituyo con la
mía, adoptando mi propio ritmo. Me froto con frenesí, sintiendo como
cada vez mi clímax se acerca y es cuando aumento la velocidad. No
puedo detenerme. No ahora. Las fuertes arremetidas de Alasdair me
lanzan con fuerza contra el marco de la venta.
— ¡Ah! ¡Casi llego! —Mis gritos siendo opacados por los de la mujer
—. ¡Más fueeerte, jooodeeer! —me froto enérgicamente el clítoris,
sintiéndolo arder. — ¡Aaaahhhhh! ¡Ya casiii! ¡Alasdaiiiirrrrr!
Y cuando siento que casi toco el cielo, que puedo dejarme ir, que esa
intensa sensación invade mi cuerpo…
—¡Ankwar! ¡Vas a llegar tarde! —mi sexo palpita y mis pezones están
erguidos, esperando que les preste atención. Al instante, noto que mi
corazón golpea casi con violencia contra mi caja torácica y mi
respiración falla. Bajo mi mano hacia mi femineidad y la toco, de
inmediato un cosquilleo me recorre. Aparto la mano como si me
quemara y al mismo tiempo me siento una pecadora. Necesito
calmarme. Mi madre no puede saber lo que estaba haciendo. Me
mandaría a exorcizar.
Me levanto de donde me hallaba situada y comienzo a ordenar todo
antes de que mi mamá suba y se dé cuenta de que sucede algo extraño.
Agarro mi colonia y rocío toda la habitación para cubrir el extraño
aroma que cubre el aire y me giro hacia la ventana para cerrarla.
Me paralizo.
En la ventana del frente se encuentra mi sexy vecino de veinticuatro
años que, de una te digo. Yo le doy, y no precisamente consejos.
Va sin camisa, por lo que puedo admirar sus abdominales, que, por
cierto, no están nada mal. Me sonríe desde su ventana y veo como dos
profundos hoyuelos aparecen en cada mejilla. Quedo hipnotizada por
esos ojos color ámbar que me miran entre excitados y divertidos, pero
no puedo evitar sentir lástima por esos lentes de pasta negra que evitan
que se aprecie por completo la belleza de esos ojos que se hallan
cubiertos por unas cejas tupidas y pestañas largas que, lejos de opacar su
hermosura, la aumentan. Un mechón de cabello escapa de su trenza de
color miel con mechas rojizas que llega al final de su cintura tocando
suavemente el borde de la toalla que cubre sus partes nobles. Lástima
que estoy del otro lado…
Mi vecino me sonríe con inocencia y deja caer la toalla.
Ahogo un gemido… ¡Dios, este hombre quiere matarme!
—No quiero matarte. Lo que quiero es follarte duro y ver cómo te
derrites entre mis manos mientras…
Idea 1: Hacer más énfasis en su vida pasada ya que la mencionas unas pocas partes a comparación de las
escenas de sexo, a las cuales no hay nada que criticarles, pero solo una mención más cerca del final a su
vida con sus padres, a como había cambiado y demás, quedaría bien.
Idea 2: Quizá bajarle un poco a la pelea entre Ankwar y su maestro, se entiende que era un demonio,
pero habría quedado inconsciente desde el primer golpe, con decir que derribo varios pupitres y se
estrelló con el escritorio estaría mejor.
Idea 3: Pulir las descripciones, salvo por el prólogo y la iglesia, lo demás se hace un poco difícil de
imaginar, trata de ser más descriptiva de manera disimulada, tampoco hasta el más mínimo detalle, pero
con saber que clase de universidad o habitación es en la que se desarrollan los sucesos sería suficiente.