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EL ÓBITO DE UN CARTUCHO

Pasado- Arraigo familiar

Por fin había llegado, terminar un trayecto


de dos horas por la ciudad y que la ruta del
colegio me dejara en mi destino me trajo
una extraña sensación de alivio. Después
de bajarme del vehículo y agarrar mi
maleta comienzo a adentrarme en el
pequeño complejo de pequeñas casas
blancas con tejas verdes. No tuve que
caminar mucho para llegar a esa precisa
casa cuya reja estaba invadida por una
enredadera con flores naranjas, que encie-
rran un pequeño jardín el cual, dos años
atrás, solía estar adornado por un montón
de cartuchos que combinaban a la perfec-
ción con las fachadas. Al acercarme a la
puerta sólo pensé en el tiempo que faltaría
para volver a ver el jardín así y en que diar. En las escaleras están las seis fotos
probablemente ese tiempo podrá ser tan que siempre me había gustado admirar,
largo que ni tu ni yo lograremos verlo. cinco con cada hijo tuyo y la última, tú con
Toco el timbre y, como es costumbre, me mi abuelo. Aún me impresiona el hecho de
asomo por la ventanilla de la puerta, que esta foto había sido tomada 5 hijos y
estaba tan sucia que apenas me dejaba ver casi 50 años después de que se casaron y
sombras y movimientos, unos segundos se siguen viendo igual de felices, de
después pude ver la mancha negra corres- enamorados. Me dirigí al empolvado
pondiente a tu blusa, acercándose para cuarto de mi mamá, llegué al fondo de la
abrir la puerta y por fin dejarme entrar. habitación y me dispuse a usar el viejo
computador que estaba ahí y que después
–Quiubo mi santico. de presionar el botón empezó a hacer su
– Hola abuelita. habitual sonido parecido al de una máqui-
na a punto de explotar.
Mi abuelita ¿Cuándo dejarás de vestirte
de negro? Sigues siendo la misma pero Mientras una interminable espera en la
extraño tus vestidos rojo y amarillo, tus que cargaba el computador, te vi en el
blusas fucsia y azul verdoso y tus faldas de jardín fumando. No sabes lo que me
jean. Después de almorzar entre una vaga molesta que fumes, siempre me ha moles-
conversación sobre mi día en el colegio, tado que lo hagas. Aún recuerdo cuando
decidí pararme de la mesa, llevar los ibas a ir con el abuelo a San Andrés, y mi
platos, subir e irme supuestamente a estu- yo de 7 años se sintió orgullosa de haber
sacado y escondido todas las cajas de ciga- llenaron de Cartuchos, el mismo tipo de
rrillos que llevaban en la maleta, ahora sé flor que te regalaba cuando eran novios, en
que no sirvió de nada, porque lo primero el que todos sus hijos dieron sus primeros
que hicieron al notar su ausencia fue com- pasos; es el mismo lugar en el que me
prar más. Y ahí estabas, en el jardín de la alzaste por primera vez y en el que años
que era su casa, con la razón de su muerte más tarde conocerías al cachorro que por
en la mano, llevándolo constantemente a fin logré convencer a mi mamá de tener.
tus labios para después exhalar una canti- Estás fumando, como lo hacías con él, y
dad, que no debería estar en ningún ser estás en el jardín, al fin y al cabo, ese espa-
humano, de nicotina. Supongo que ya me cio conserva su memoria.
acostumbré a que fumaras y aunque sabes
que lo desapruebo, ya no pienso hacer Me pregunto si, como yo, estás
nada al respecto. pensando en él, tengo la teoría de que
siempre que estás en el jardín lo haces. Sé
Tu ahora fumas en el jardín, antes de que que crees en ángeles y sé que él es uno de
mi abuelo se enfermara solo fumaban en el ellos. Tal vez estás hablando con él, tal vez
patio, literalmente tiene dos sillas y un le estás contando cómo te ha ido como era
cenicero para que lo hagas ahí, me confun- costumbre cuando se sentaban a hablar
de el hecho de que hayas dejado ese sitio allí, cómo te ha ido en el día, aunque hayas
olvidado cuando antes les era tan impor- hecho exactamente lo mismo que ayer. Tal
tante, pero creo que le hallo sentido. Estás vez estés recordando los mismos momen-
en el jardín, en el lugar que alguna vez tos que yo, los asados que hacíamos el
primero de enero de cada año o cuando tiempo que pasábamos en el jardín, tener
nos quedábamos todos los domingos las manos sucias de tierra y luego juagar-
después de volver de misa arreglando las las con la manguera, sentarnos en el pasto
plantas, podándolas, regandolas, hablan- a tomar el sol mientras te tomabas una
do con ellas. Extraño como me hablabas cerveza, escuchar a mi abuelo y a ti hablar
de ellas, de como me decías que los cartu- durante horas sobre mi mamá y mis tíos.
chos, que eran tus favoritas por obvias Extraño verte con tu delantal azul claro
razones ya, cada vez estaban más altos y con manzanas y margaritas estampadas y
lindos, también me decías que la hora unos guantes de cocina verde oscuro,
favorita de las rosas era a las 5 de la tarde extraño verte regañar a mi abuelo por
porque a esa hora les daba el sol, te emo- meterse a la tierra con sus Jeans y sus
cionabas cuando la orquídea sacaba boto- tenis Croydon. En esos momentos no era
nes y me hacías tomarle fotos cuando consciente de algo, no era consciente de
florecían, y me hablabas de cómo le habías que nosotros también somos plantas, y
cogido afecto a la enredadera de la reja, se nuestras raíces están bajo tierra, enreda-
supone que era una invasión y que la debi- das con las raíces de las rosas y cartuchos,
mos haber quitado, sin embargo al abuelo toda la familia estábamos siendo cuidados
le gustaba cómo lucía el naranja con el por el inmenso amor de ustedes. En varios
blanco, pero, ya no hay blanco. aspectos, el jardín era nuestro hogar.

En esos momentos no podía llegar Y por fin entendí algo, entendí que tú ya no
a imaginar lo mucho que extrañaría ese nos puedes cuidar, ya no puedes cuidar de
tu jardín. Te guardaba un rencor increíble seguí en mi amplia labor de intentar hacer
por no seguir cuidándolo, pero ahora la tarea de matemáticas. Aburrida,
entiendo: estás cansada. Sin embargo, que cotidiana, predecible y, según todos los
tú no puedas cuidar del jardín no significa adultos en mi vida, necesaria. Las mate-
que tengamos que dejarlo morir y desligar máticas no eran como la naturaleza, no
a la familia. Ahora nosotros, tus hijos y cambian ni evolucionan, no me sorpren-
nietos, tenemos que cuidar de él, podre- den, sólo me satisface entenderlas.
mos vivir más cosas, traer nuevos signifi-
cados, podremos plantar otras flores e
incorporar más personas, podremos man-
tenerte a ti nutrida con eso, porque eres la
mujer que le dio vida a este jardín, a esta
familia y te lo mereces. No me di cuenta de
a qué hora prendió el computador, pero
ahora, de lo único que tengo ganas, es de
darte un abrazo.

Pero al final no hice nada, no bajé y te


abracé, no conversé contigo ni decidí reto-
mar todo lo que había mencionado antes.
No me importó cuanto te extrañaba,
simplemente solté un par de lágrimas y

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