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A fines del siglo XIX se seguía cocinando una contracultura que se había generado
durante los últimos años del romanticismo, en contra del estatismo y el establecimiento de
reglas culturales, políticas, sociales y religiosas, y que explotaría ya entrado el siglo veinte
después de la primera gran guerra. La literatura y la poesía salían de las cómodas reglas
a las que estaban atados, la pintura continuaba explorando los límites y estereotipos
populares, y la música no estaba exenta de esta efervescencia y cambio radical.
Entre los músicos destacables de este período esta Camille Saint-Saëns, Gabriel Fauré,
quien a pesar de explorar timbres y recursos estructurales wagnerianos como el leitmotiv,
no evoca los grandes estruendos orquestales ni explora los límites del lenguaje
expresados por Mallarmé o sus contemporáneos vanguardistas.
Wagner, alemán era el representante por excelencia de la enorme crecida que daba la
oleada musical. Muchos grandes músicos de la época iban a Austria a ver las
representaciones de sus fenomenales óperas, uno de ellos, que sin duda también dejó
una huella en la historia de la música occidental en este período histórico, es Claude
Debussy.
Debussy admiró a Wagner, como prácticamente todo músico del momento (al menos
musicalmente), pero seguía una corriente un tanto distinta. El buscaba los sonidos puros,
la idea abstracta en vez de la clara, los movimientos sutiles y sonoridades texturales que
evocaban un creciente decadentismo en Europa. Se tenía la idea del progreso por un
lado, y de la decadencia total por otro.
“El lugar ocupado por Debussy en la historia de la música es el fruto de una compleja
operación cultural. Por una parte está el rechazo de la moda musical imperante entre el
público francés de aquellos años [...] el juicio que Debussy nos da de la misma es de
chabacanería, de bajo hedonismo comercial”. 1
1
Guido S. El siglo XX – Primera parte p.39
2
Ib.
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Id. p.46
de la sombra y que instantes después volviese a ella; que fuese siempre una persona
discreta.”4 42
La ópera era también una parte importante de la vida cultural de la sociedad francesa y
europea en general, ahí se “medía” muchas veces la calidad de los compositores, una
idea también wagneriana la de creer en que la música “absoluta” tenía que ser una
combinación de la misma con el lenguaje, y su máxima expresión posible entonces, sería
la ópera. Debussy obtuvo también su crédito en este respecto con el Pelléas et
Melisande; tanto impacto generó, que fue conocido por varias generaciones parisienses
como el compositor del Pelléas. Es una ópera en 5 actos cuyo libreto fue adaptado por el
mismo autor de la obra original del simbolista Maurice Maeterlinck, estrenada en 1902,
unos años después del preludio antes referido.
La obra orquestal por excelencia del compositor francés es sin duda La Mer, donde nos
entrega una riqueza orquestal exquisitamente lograda, gracias a una técnica compositiva
exhaustiva y rigurosa, muy bien pensada, cuidada y calculada. Podemos ver como
“suaviza” las líneas del bajo dividiendo constantemente a los cellos y contrabajos, y a las
cuerdas en general, creando texturas de infinita suavidad tímbrica. La representación
sonora de “ideas poéticas”, el juego del ritmo constante e infinito del mar con el viento por
ejemplo.
Llegando entonces al último periodo de vida de Debussy encontramos grandes obras para
piano como la Suite Bergamasque o su otra suite Pour le piano “que, en vez de esconder
la línea melódica y rítmica en el halo impresionista, la pone claramente en evidencia,
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simplificándola. Este es el punto de contacto con el joven Ravel”. Pero también vemos
su lado más abstracto y vanguardista, el reflejo de sus años como boheme, y la “víctima”
de una sociedad en decadencia pero con todo el arsenal artístico que arrasaría primero
con París, y luego con toda Europa.
Como podríamos suponer, el estreno de esta última gran obra, y de muchas anteriores de
Debussy formaron parte de un momento clave en la historia de la música: “La obra más
importante del último período es, sin duda, el ballet Jeux, compuesto sobre un tema de
Nijinsky para los ballets de Diaghilev: se representó en el teatro de los Campos Elíseos
quince días antes de que se representase Le sacre du printemps, de Stravinsky” 7,
también un ballet que desafiaría al público y a la estandarización cultural tanto en el
campo musical, como en el dancístico., ya que ésta fue la evidencia de que los cambios
eran necesarios y evidentes, que la cultura estaba reflejando los grandes cambios que se
estaban dando en la humanidad en general, además de todos los que aún estaban por
venir, que serían aún más radicales, aún más agresivos, y a un ritmo aún más acelerado.
Referencias:
Salvetti, Guido. Historia de la música. El siglo XX – primera parte. Ediciones Turner. 1986
Wikipedia. Claude Debussy. Recuperado de https://en.wikipedia.org/wiki/Claude_Debussy
6
Id. p.50
7
Id. p.49
Wikipedia. Pelléas et Melisande. Recuperado de https://en.wikipedia.org/wiki/Pell%C3%A9as_et_M
%C3%A9lisande_(opera)