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nía interior y dominio de las pasiones. Un todas las potencias del alma y realidades
mismo sentido análogo de señorío se pone espirituales. En su enseñanza, práctica-
de manifiesto en el verbo que san Josema- mente todas las virtudes van acompaña-
ría usa en otra frase: “la templanza cría al das del adjetivo “filial”; de modo particu-
alma sobria, modesta, comprensiva” (AD, lar, lo hace al hablar de la templanza, que
84; la cursiva es nuestra). “Criar” evoca la por encarnarse en la afectividad sensible
“buena crianza”, la educación esmerada modelándola desde dentro, imprime en el
de quien sabe actuar con potestad y con cristiano un vivo sentido filial que empapa
moderación inteligente sobre los bienes toda la conducta. Sobre esta idea pivota
creados, otra alusión directa a la noción un pasaje medular de Amigos de Dios:
clásica de esta virtud. “No lo olvidéis: el que no se sabe hijo de
La templanza no entraña desprecio Dios, desconoce su verdad más íntima, y
por los bienes creados, sino conciencia de carece en su actuación del dominio y del
la dignidad de la persona y valoración de señorío propios de los que aman al Señor
su cuerpo. El sentido positivo que san Jo- por encima de todas la cosas” (AD, 27). El
semaría concede a la templanza contrasta cristiano, al saberse hijo, se sabe destina-
tanto con los materialismos y sensualismos tario de una iniciativa divina, que no sólo le
como con los falsos espiritualismos. Tanto hace criatura predilecta, sino mucho más:
la postura materialista (el hombre como eleva la condición humana dotándola de
pura y simple materialidad) como la espiri- un nuevo ser en Cristo, que configura una
tualista desenfocada (el hombre como es- “personalidad moral”: un modo nuevo de
píritu trascendente, unido a una degradan- sentir, de querer, una manera nueva de vivir
te realidad material) acaban despreciando de amor, porque la templanza sobrenatural
la corporalidad y reduciendo la templanza asume las energías de la afectividad y las
a una de sus partes, ya sea la sobriedad, encauza para que el hombre ame a Dios
la abstinencia o la continencia. Por eso, con todo su corazón, con toda su alma y
san Josemaría pone de manifiesto el va- con toda su mente (cfr. Mc 12, 30; Mt 22,
lor de lo material, de lo corporal (incluida la 37). De ese modo la conciencia de la filia-
sexualidad) y del mundo en general. Pro- ción divina transforma la templanza, que
pone un materialismo cristiano (cfr. CONV, adquiere así una dimensión teologal, por-
113) y asume que los sentimientos, deseos que nos hace participar de la vida misma
y afectos –toda la corporalidad– son un de Cristo y de su caridad. “Que cada uno
don y una fuerza intrínseca de la persona, extirpe, de su propia vida, todo lo que es-
que hay que orientar y dirigir hacia la exce- torba la Vida de Cristo en nosotros: el ape-
lencia de la vida. Siendo la criatura huma- go a nuestra comodidad, la tentación del
na fruto de la sabiduría y del amor creador, egoísmo, la tendencia al lucimiento propio.
¿cómo no amar las realidades materiales, Sólo reproduciendo en nosotros esa Vida
que no sólo no son un estorbo, sino que de Cristo, podremos trasmitirla a los de-
son cauce y lugar de encuentro con Dios y más” (ECP, 158).
el modo en que se materializan las realida-
des espirituales de la persona? 2. Elementos de la templanza
Entre otros dones, Dios le concedió Antes de abordar la doctrina específica
al fundador del Opus Dei una honda inte- de san Josemaría sobre la templanza resul-
lección de la filiación divina en Cristo. San ta oportuno considerar algunos datos an-
Josemaría experimentó vivamente en su tropológicos, ya apuntados, pero que vale
existencia terrena la conciencia del hijo la pena esbozar de manera más estructu-
que se sabe querido por su Padre-Dios, rada. En la persona se dan dos niveles de
como realidad fundante de la actividad de instancias apetitivas: sensible (apetito iras-
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