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Teoría y práctica de El reino de este mundo, de Alejo Carpentier: Lo real maravilloso

En 1943 Carpentier visita Haití por primera vez y el viaje es, para él, una total revelación., ya
que descubre un mundo que es una asombrosa conjunción de hechos históricos y creencias
mágicas, de realidades documentales y fantasías en las que todos creen. Este hecho marca el
comienzo de su madurez literaria, y, con ella, de un periodo intensamente creador. Fruto de
él es la publicación, en México, en 1949, de El reino de este mundo, primera de las obras de
Carpentier que provocan un impacto profundo en la literatura hispanoamericana, no solo por
el carácter insólito de la narración, sino también por el histórico prólogo que la acompaña, y
que es tan famoso como la propia obra. Dicho prólogo no lleva título, pero se ha definido
como “De lo real maravilloso americano”, y marca una ruptura definitiva con los modelos
europeos dominantes hasta ese momento en la literatura hispanoamericana.

Carpentier se enfrenta, con “lo real maravilloso” tanto al surrealismo como a la literatura
comprometida. El primero, que tan cercano le había sido al principio, lo ve ahora como algo
mecánico e ingenuo. Además, mediante este enfrentamiento puede tomar partido por su
amigo Desnos en el enfrentamiento que este mantiene con Breton, a la misma vez que señala
distancias estéticas. Para él, en comparación con las maravillas que ofrece Haití, para
cualquiera que sepa verlas, las técnicas surrealistas son meros juegos de laboratorio literarios.
Lo verdaderamente maravilloso está en la sociedad americana, fruto de un rico proceso de
simbiosis histórica: No es necesario inventar prodigios (el arte es artificio si no coincide con
la realidad, y la realidad europea no es maravillosa), están ante nuestros ojos, si es que somos
capaces de contemplar la realidad desde un ángulo insólito desde el que se nos revele su
esencia y su originalidad. (Carpentier encuentra en Haití un lugar en el que lo real
maravilloso está en cada rincón y en cada momento, y, significativamente, lo que ha
encontrado en Haití se convierte en una metonimia de todo el continente americano).

Se opone así mismo a la literatura comprometida de Gide, Sastre y los existencialistas,


porque cree que dan a lo real un significado gregariamente político que él rechaza

En dicho prólogo Carpentier nos cuenta que en el texto de El reino de este mundo se narran
una sucesión de hechos extraordinarios ocurridos en la isla de Santo Domingo en
determinada época que no alcanza el lapso de una vida humana, y en los que lo maravilloso
fluye de una realidad que se ha seguido estrictamente en todos los detalles. En él, lo
verificable y lo inverosímil tienen la misma cualidad asombrosa, por lo que terminamos por
aceptar a ambos por igual. Es un mundo reconstruido con precisión y obsesión, con el sabor
de una crónica colonial, atenta a detalles de ambiente, época y color, pero, al mismo tiempo,
proyectada hacia una dimensión en la que todo lo que ocurre desafía nuestra razón y toca los
límites del delirio.

El rigor histórico (del autor) ha sido confirmado por la crítica, pero no se trata de copiar o de
reproducir lo que los documentos dicen, sino de extraer de ellos los momentos
verdaderamente significativos y establecer entre ellos un tejido de relaciones a la vez
coherentes e increíbles. La clave de esa síntesis está en la habilidad del autor para hacer que
nuestra atención se concentre en los momentos en los que la Historia se contradice con la
fuerza de la Naturaleza, en el momento en que ocurre algo que desbarata la casualidad que
solemos otorgar a los sucesos históricos.
Hay, pues, que encarar la realidad, ya que fuera de ella lo mágico no deja de ser un juego de
la fantasía, sin asideros que la hagan convincente o perdurable, y esperar una inesperada
alteración en ella, una revelación privilegiada. Ahora bien, para llegar a percibir esta
sensación de lo maravilloso hay que tener fe, una fe que está viva en América, y cuya
reelaboración literaria es el camino que hay que seguir, utilizando, para ello, la estética
barroca. Este barroquismo cumple un importante papel: Las formas proliferantes e
incesantemente complejas lo llenan todo con sus volutas y sus ornamentos sobrecargados,
hasta el límite de la congestión. Los párrafos se aprietan y hay muy poco diálogo, pues la
atención está puesta en la descripción. Hay una infinidad de objetos, detalles y relaciones por
definir, y esto se hace con un estilo “nominalista”, en el que hay una palabra para cada cosa,
sin ninguna imprecisión en el lenguaje. Con todo esto, el lector acaba asfixiado , y con la
sensación de que está presenciando algo a la vez inconcebible y concreto, lo real maravilloso
en todo su esplendor.

.En la novela, lo real maravilloso de Haití, y, por extensión, como hemos visto, de todo el
continente americano, se descubre en todo su esplendor desde la fe de Ti Noel, y desde sus
ojos, y eso se convierte en una herramienta fundamental para la consecución de los fines que
el autor persigue. Los hechos se producen entre 1771 y 1820, y Carpentier elige esta época
por ser la del iluminismo, la del choque entre el monarquismo europeo y la mentalidad
insurgente criolla, y por ser el crisol de las ideas revolucionarias que dan origen a la edad
moderna. El título de la novela, como el de otras del autor (Los pasos perdidos, El siglo de
las luces, Guerra de tiempos) nos habla de la creencia de Carpentier de que los hombres
están condenados a repetir los actos y los sueños de quienes nos han precedido.

Podemos señalar momentos de la novela en los que lo real maravilloso se nos aparece con su
máximo esplendor. En el primer capítulo, Ti Noel es instruido por Mackandal en la hacienda
de su patrón. Allí descubrimos la importancia de los relatos orales en el universo de los
negros de Haití como forma de mantener una continuidad con su pasado de Äfrica, y como
afirmación orgullosa de su identidad. El primer acto de magia se produce cuando Ti Noel
acompaña a Mackandal a casa de Mamán Loi, y ella mete los brazos en una olla de aceite
hirviendo. Mientras que para el narrador ha ocurrido algo maravilloso, Ti Noel ha visto
magia, aunque aún no tiene la “experiencia” de los otros dos, y no puede tomar este pasaje
con la naturalidad con la que ellos lo toman.

Otro momento culminante es la ejecución de Mackandal. En ella, el narrador nos muestra, de


manera explícita, la diferencia que se da entre la aprehensión de la realidad que tienen los
colonos franceses, y la mirada mágica de los esclavos negros. Antes de eso, Mackandal se ha
convertido, para estos, en un mito, al poderse convertir en cualquier animal. Esto hace que
los negros acaben creyendo en el milagro de la salvación del mito. Podemos decir que las dos
cosas han ocurrido, la ejecución de Mackandal, y su salvación, pues las dos cosas se ven en
ese acto, la primera desde la visión de los europeos, la segunda desde la fe de los negros. Las
perspectivas mágica y racional coexisten, una vez que el narrador nos hace vivir la escena
desde la mirada de los negros, y desde una mirada externa a ellos. El narrador narra la
realidad maravillosa, pero su visión no es mágica. La magia la aporta la fe de los negros.

Otro momento digno de ser reseñado, desde el punto de vista de la confrontación entre la
visión europea y la americana de la realidad, es aquel en el que, tras el triunfo de la
revolución haitiana, Ti Noel, convertido ya en un hombre libre, llega a descubrir Sans Souci
y la Ciudadela La Ferriere. Nos da el autor una imagen clara del colapso europeo y de la
pujanza del nuevo continente cuando, en ese momento, nos muestra a Ti Noel sentado sobre
los tomos de la Gran Enciclopedia. (Es curioso también, en este capítulo, como el asombro
que muestra Ti Noel ante la vista de esos dos lugares concuerda con el que Carpentier nos
cuenta en el famoso prólogo que sintió él mismo al conocerlos).

Carpentier vive siempre con el dilema de pertenecer a dos culturas, la que lo une al mundo
occidental de origen europeo, y la de sus raíces criollas, y esta situación genera en él una
intensa ansiedad. Hoy en día, el realismo mágico se ha convertido en una poética, un
lenguaje y una visión narrativa que los novelistas hispanoamericanos parecen haber
manejado mucho mejor que otros, un logro del siglo XX, no una predisposición cultural de
América, como en un primer momento intuyó Carpentier. Pero para que esto haya sido así, la
influencia del prólogo, y de la novela, ha sido indudable.

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