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Cuentos Cortos para Leer en el Autobús

Pedro Fernández

Copyright © 2013

Memorias de un Difunto

Aquel señor era la verdadera imagen de la bondad, amabilidad, cortesía y en fin,


una persona que “cae bien”. Muchas veces coincidimos en el Bar El Ratón y
comentábamos sobre el deporte nacional, la situación política en el País y las
noticias más relevantes llegadas del extranjero. Pero uno de los temas obligados en
nuestras conversaciones era las colecciones de pieles. Digo tema obligado, porque
siempre me llevaba la conversación a ese tema y yo prácticamente escuchaba
pensando en los pobres animalitos que sufrían el acoso de cazadores sin
escrúpulos. Cierto día me dijo que ahora se iba a dedicar a coleccionar otras cosas
porque las pieles eran una vergüenza. Aquellas palabras me llenaron de
satisfacción y hasta le mostré mi alegría por tal decisión. Después de varios meses
sin ir por el Ratón, llegó Arturo (así se llamaba el señor) y se sentó en mi mesa. Se
veía alegre. Después de los temas rutinarios me confesó que una vez había
coleccionado violines, otras veces tambores pero nunca había coleccionado
órganos u organillos y me invitó a ver la incipiente colección.

Esa noche no tenía ningún plan. Ni siquiera había deportes, así que fui a la
dirección de mi amigo. Me impresionó su vivienda no por lo grande ni bonita, sino,
por lo extraña. Las ventanas semejaban aspilleras de fortificaciones y la puerta
principal ancha como para entrar un camión. Ni siquiera una pequeña lámpara en
el jardín por lo que cualquiera la confundiría con un castillo abandonado del siglo
XIII. Me abrió la puerta con una agradable sonrisa y me invitó a pasar al salón, tan
normal como el de un apartamento cualquiera. Me sirvió una copa de vino y no sé
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cómo pero comenzamos a hablar sobre África, sus costumbres, sus dialectos. Se
veía que había estudiado mucho sobre ese continente o quizás lo había recorrido.
Me sentí un poco mareado después de la tercera copa y así se lo manifesté. Me dijo
que no me preocupara pues no me brindaría más vino y me invitó a seguirlo para
que viera su nueva colección. Me extrañó que esa recopilación de instrumentos
musicales estuviera en el sótano pero todo en esa casa era raro. Empezó por
enseñarme unos frascos pequeños, como los de pinturas de uñas, que contenía algo
difícil de identificar. Según me iba mostrando los frascos, me decía: riñón de rana,
pulmón de tortuga, etc. Después me fue mostrando otros envases de cristal de
tamaño mediano. Esto es el corazón de un perro, este los testículos de un conejo y
así llegamos a dónde se encontraban, alineados en un estanque, unas garrafas que
también me fue describiendo. Esta es la colección más importante: los órganos
humanos. El mareo y los deseos de vomitar, el impacto de lo que estaban viendo
mis ojos, me sentían desfallecer, mientras el hombre seguía con sus muestras. Este
es un pene humano con sus testículos, un corazón, pulmones, hígado…Lo
comprendí todo. Según me iba del mundo, oía cada vez más lejos, hasta apagarse
por completo, las macabras carcajadas de mi diabólico amigo.
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FICHA DE LECTURA
Título del Libro:
Autor:

Palabras claves Tema

Resumen
Personajes principales Personajes secundarios

IDEAS PRINCIPALES COMENTARIOS

LÍNEA DE TIEMPO (Acciones Narradas)


1.

2.

3.

 ¿Qué relación se puede establecer entre el tema del texto y la vida cotidiana?

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