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LA TERAPIA

FAMILIAR
SISTÉMICA
Y
EL DUELO
Psicoterapia

Irina Alina Bogza


Grupo 81
La Terapia Familiar Sistémica Y El Duelo
Psicoterapia

ÍNDICE.

1. PERTINENCIA Y RELEVANCIA DEL TEMA Pág. 3

2. TERAPIA FAMILIAR SISTÉMICA Pág.4

2.1. Recorrido por la Terapia Familiar Sistémica Pág.4

2.2. La familia como sistema. Concepto Pág.7

2.3. Algunos enfoques en Terapia Familiar Sistémica Pág.10

3. EL DUELO Pág.17

3.1. ¿Qué es el duelo? Pág.17

3.2. Tipos de duelo Pág.20

3.3. Etapas del proceso de duelo normal Pág.22

4. EL DUELO DESDE LA TERAPIA FAMILIA SISTÉMICA Pág.24

4.1. Etapas del duelo familiar Pág.27

4.2. Algunas técnicas utilizadas Pág.28

4.3. De la silla vacía al “Tercero Pensante” Pág.31

5. UN CASO PARTICULAR DE DUELO: LA MUERTE PERINATAL Pág.35

6. BIBLIOGRAFÍA Pág.39

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Psicoterapia

1. PERTINENCIA Y RELEVANCIA
DEL TEMA

La pérdida de un ser querido es una de las mayores crisis a las que tiene que
enfrentarse la familia a lo largo del proceso vital. Las consecuencias que derivan de esa
pérdida son múltiples y muy intensas; una de ellas es que la pérdida de un ser querido
amenaza la existencia de la familia, por lo que el mecanismo de adaptación a la nueva
situación es crucial en estas circunstancias. Los ausentes, aunque por definición, no
estén presentes, forman parte de la familia. Por estos motivos, por la relevancia del
duelo dentro de la familia, pienso que es interesante hacer un trabajo que recoja la
intervención en la familia, y no por separado en cada uno de los miembros de este
sistema que nos acompaña e influye en nuestro modo de ser durante toda la vida.

En primer lugar se hará un análisis profundo y exhaustivo de qué es la familia


desde el enfoque sistémico, cuáles son las implicaciones que esta visión implica y cuál
es el recorrido histórico que esta terapia ha llevado. También, en este primer punto, se
hará un repaso a los algunos de los principales enfoques en terapia familiar sistémica.
En segundo lugar, se tratará el duelo, el significado del mismo, los tipos de duelo que
existen y las etapas del llamado duelo “normal”. Una vez entendidas ambas partes, se
hará una fusión para entender el abordaje del proceso de duelo desde la Terapia Familiar
Sistémica. Dentro de este punto de trataran varias cuestiones, dentro de las cuales las
más importantes pueden ser el proceso de duelo familiar, y las técnicas utilizadas, tanto
con un abordaje individual como familiar, para solucionar el proceso de duelo. En este
mismo punto, se hará un breve resumen de una terapia bastante reciente llamada el
“tercero pesante” propuesta por Edith Goldbeter-Merinfeld. Por último, y para finalizar
el trabajo, se hará una mención sobre las principales cuestiones y recomendaciones a
tener en cuenta en un tipo muy especial y muy duro de duelo: la muerte perinatal.

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Psicoterapia

2. TERAPIA FAMILIAR SISTÉMICA

2.1. R E CORR ID O H IS T ÓR I CO P OR L A T E R AP I A
F AM ILI AR S IS TÉM I CA .
En la práctica clínica y en la terapia convencional, lo más habitual es la práctica
individual, es decir el terapeuta y el cliente interactúan, hasta conseguir las metas
establecidas. En este sentido y teniendo en cuenta que la practica individual es lo más
habitual en la psicología clínica, podemos decir que las psicoterapias sistematizadas son
un logro en las actividades clínico-terapéuticas.

Las experiencias iniciales de la terapia familiar conjunta no se producen hasta la


década de los cincuenta. Hasta ya avanzada la década de los sesenta no se plantea la
necesidad de abordar las cuestiones fundamentales del trabajo terapéutico con las
familias. Es en los años 70 cuando comienzan a consolidarse los criterios sistémicos
como soporte conceptual del acceso terapéutico de la familia.

Todo esto no quiere decir que la familia del cliente no ha estado nunca presente
en los procesos de terapia, sino que nunca ha estado con una identidad propia en el
contexto del proceso terapéutico.

Los factores clínicos que desencadenan su “nacimiento” confluyen cuando


distintos terapeutas, de forma independiente, toman la decisión de entrevistar al grupo
familiar para obtener más información sobre el cliente que acude a consulta. Esta
experiencia, la de observar la dinámica familiar desplaza el interés de lo intrapsíquico a
las relaciones presentes en los componentes de la familia. A raíz de estas observaciones
surge la curiosidad de cómo influyen estas relaciones en la patología del cliente.

Foley (1974) considera a Nathan W. Ackerman como el precursor de la terapia


familiar, por ser el pionero en incluir en su planteamiento terapéutico, otorgándoles la
misma importancia, los conceptos intrapsíquicos e interpersonales.

Ackerman mantiene que existe una continua interacción dinámica entre los
factores biológicos y los factores del medio social dentro del cual, el ser humano
interactúa, y por tanto el conflicto interpersonal precede al conflicto intrapsíquico, que
en definitiva es el resultado de conflictos interpersonales interiorizados. Además, piensa

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que la patología familiar se debe a la falta de adaptación a nuevos roles establecidos por
el desarrollo de la familia.

La terapia de Ackerman, denominada “integrativa” sirve de puente entre los


terapeutas de orientación meramente intrapsíquica y los terapeutas que aplican la “teoría
de sistemas” al tratamiento familiar. Bajo su punto de vista, la finalidad de la terapia
debe ir más allá de la remisión de los síntomas, es decir, hay que enseñar a las personas
como llegar a tener una vida mejor dentro de los valores y la cultura q ue posea cada
familia particular.

Bowen, desarrolla la “teoría familiar de sistemas” que él diferencia de la teoría


general de sistemas de Bertalanffy. En 1954 inicia un proyecto de investigación en el
Instituto Nacional de Salud Mental de Washington donde trabaja con pacientes
esquizofrénicos y con sus madres, para investigar la “hipótesis simbiótica”, que sostenía
que la enfermedad del hijo era una consecuencia de un trastorno de la madre. A medida
que Bowen investigaba se fue viendo como la relación madre-hijo era un fragmento de
la unidad familiar más amplia, y esta relación estaba implicada en el síntoma. Por tanto,
define la familia como un sistema que incorpora una combinación de variables
emocionables y relacionales, siendo las primeras fuerzas que subyacen al
funcionamiento del sistema y las segundas determinan el modo en que se expresan las
emociones.

Por otro lado, en 1952, Gregory Bateson se empieza a interesar por los procesos
de clasificación de mensaje y por la forma en que pueden dar lugar a paradojas. Dos
años después, Bateson se asocia con Don Jackson, que venía ya muy influenciado por la
psiquiatría interpersonal de Sullivan. Comenzaron a estudiar la comunicación de
psicóticos, y Bateson desarrollo la teoría del doble vínculo, que describe el contexto
comunicacional de la esquizofrenia. La expresión “doble vínculo” alude precisamente a
los mensajes duales que contiene un antagonismo paradójico (Bateson, 1956). Esta
consideración de Bateson, supuso toda una revolución, puesto que consideraba la locura
y otros síntomas como conductas comunicativas entre las personas y no como
fenómenos intrapsíquicos.

Posteriormente, Jay Haley y John Weakland se unieron al proyecto de Bateson


que se divide, primero en un enfoque experimental y, segundo, en un proyecto de

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terapia familiar. El primero enfoque, el experimental, estudia en detalle las situaciones


de doble vínculo, buscando la diferencia entre las comunicaciones disfuncionales de las
familias sintomáticas y no sintomáticas. A raíz de estos estudios, la teoría del doble
vinculo deriva hacia una teoría ms general sobre la comunicación.

Don Jackson, funda en 1959 el Mental Research Institute (MRI) que se centra
fundamentalmente en las interacciones entre los miembros del sistema familiar e
incorpora principios de la cibernética y de la teoría general de sistemas. Los miembros
del instituto asumen que los problemas psiquiátricos derivan de los modos en que las
personas interactúan dentro de la familia. Sostienen que, debido a la imposibilidad de
acceder a las percepciones de las personas, la terapia ha de operar con las interacciones,
con las conductas observables que se producen entre los individuos que viven dentro de
contextos tan organizados como la familia, la escuela o el trabajo. Según estos autores,
el funcionamiento familiar está sometido a unas reglas que son los principios
reguladores de la vida de cada familia y que la disfunción surge cuando esas reglas se
hacen ambiguas, desembocando en una desorganización del grupo.

Simultáneamente, mientras esto emerge en Estados Unidos, los pensadores


fenomenológicos ingleses centran su atención a la dinámica familiar, que consideran un
reflejo de la dinámica social (Howells, 1968). En el año 1958, R.D. Laing comienza a
trabajar con familias de esquizofrénicos, bajo el postulado de que la sociedad se debe
centrar en sus componentes más débiles.

En 1962, Ackerman, y Jackson, crean la revista “Family Process”, lo cual


contribuye a consolidar la terapia familia. Durante las décadas de los 60 y los 70,
aumenta la conciencia de que en la organización del ser humano podría encontrarse una
nueva explicación de la motivación humana. Desde esta perspectiva, la familia se
define como un grupo natural, donde el núcleo del tratamiento ya no es el individuo ni
un “sistema” general, sino la organización del pequeño grupo de trabajo y la familia
nuclear y extensa. Se enfatiza, además, que toda organización es jerárquica.

Los años 80 y 90 se caracterizan por el constante desarrollo de las concepciones


particulares de cada uno de los autores que ya hemos expuesto.

En definitiva, para llegar a la actual Terapia Familiar Sistémica se ha recorrido


un largo camino que comenzó con planteamientos que tienen fundamentalmente un

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soporte epistemológico causal, en los que se postula el concepto de linealidad, de causa-


efecto. Pasando esta consideración, se tomo una noción de circulada elemental para
desembocar finalmente, en la Teoría Familiar Sistémica, donde la familia es un sistema
y funciona como tal.

2.2. L A F AMI LI A C OM O S IS TE M A . C ON CE P T O
El paradigma fundamental de la terapia familiar sistémica considera que ni las
personas ni sus problemas existen en el vacío, sino que ambos están íntimamente
ligados a sistemas recíprocos más amplios de los cuales el principal es la familia.

Un sistema familiar se compone de un conjunto de personas, relacionadas entre


sí, que forman una unidad frente al medio externo. Con objeto de definir quienes
pertenecen a un sistema, es necesario definir también unos “límites”, que por una parte
funcionan como líneas de demarcación y, por otro, como lugares de intercambio de
comunicación, afecto, apoyo, etc., entre dos sistemas o subsistemas. Estos límites
pueden ser:

- Extrasistémicos: delimitan al sistema con el medio externo


- Intrasistémicos: separan y relacionan los distintos subsistemas que forman el
sistema más amplio.

La consecuencia más inmediata de este postulado, es decir, de que el individuo


no está en el vacío, es la que el funcionamiento familiar se tiene que tener en cuenta
desde una perspectiva conjunta y no solo desde el paciente identificado, al que se le
considera como “portador” de un síntoma.

El origen de la sintomatología suele situarse en las dificultades y crisis a las que


se ven sometidos los grupos familiares en su devenir vital. El conjunto familiar suelen
reclamar la ayuda de la terapia cuando se ven incapaces en cierta manera porque
perciben que su problema es irresoluble a pesar los sacrificios y esfuerzos que hacen
para superarlo. Por tanto, el terapeuta familiar se convierte en una persona que acude a
la familia en momentos de crisis, razón por la cual es sumamente relevante que observe
las facetas fuertes y los recursos que poseen sus miembros para generar una expectativa
de lugar de control interno del cambio, con el fin de que puedan resolver los problemas
por sí mismos.

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Por estas razones no se puede considerar a la familia como un agente nocivo


para la persona que porta el síntoma, sino más bien al contrario, como un grupo humano
con capacidades y recursos para ayudar a sus componentes a superar los problemas e
incluso salir renovados e la crisis.

Un sistema familiar se compone de ciertas propiedades que puede ayudarnos a


entender algunas de las afirmaciones que acabamos de hacer. Las propiedades
principales del sistema familiar son:

1. Totalidad. La conducta del sistema familiar NO puede entenderse como la suma de


las conductas de sus miembros, sino que se trata de algo totalmente distinto, que
incluye también las relaciones existentes entre ellos. Es decir, para que entendamos
el funcionamiento de un grupo, no sirven con tan solo la evaluación de los
individuos, sino que para ello es necesario la interacción entre ellos.
2. Causalidad circular. La causalidad circular describe las relaciones familiares como
reciprocas, pautadas y repetitivas. Entre las conductas los integrantes de un sistemas
existe una codeterminación reciproca, de forma que en una secuencias de conductos
muy simplificada se observa que la respuesta de un miembros A del sistema a la
conducta de otro miembro B es un estimulo para que B a su vez de una respuesta,
que nuevamente pueda servir de estimulo a A. De esta manera las familias
incorporan ciertas formas de actuar dentro del sistema, lo cual no quiere decir que
eso sea algo patológico, sino que facilita la vida de sus integrantes al automatizar
algunas de las relaciones. La “secuencias sintomática” es por tanto el
encadenamiento de conductas que se articulan en torno al síntoma reguladas por una
causalidad circular. La derivación más evidente de esta concepción circular es que el
interés terapéutico reside en el “qué”, “dónde” y “cuándo” ocurre algo en lugar de
centrar en el “porqué”.
3. Equifinalidad. Este concepto alude al hecho de un sistema puede alcanzar el mismo
estado final a partir de condiciones iniciales distintas, lo que dificulta buscar una
causa única del problema.
4. Equicausalidad. Este concepto se refiere a que la misma condición inicial puede
dar lugar a estados finales distintos.

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Es i mportante aclarar que las propiedades 3 y 4,


hacen que el que terapeuta abandone la búsqueda
de una causa pasada originaria del síntoma. Por
tanto, hay que centrarse fundamentalmente en el
mo mento presente, en el aquí y ahora, lo que lleva
a la evaluación del problema a centrar en los
f actores que mantienen el problema, con el f in de
que puedan ser cambiados.

5. Limitación. Cuando se adopta una secuencia determinada de interacción disminuye


la probabilidad de que el sistema emita otra respuesta distinta, por tanto la secuencia
ya establecida se ve reforzada. En el caso de que esta secuencia encierre una
conducta sintomática, se convierte en patológica porque contribuye a mantener
circularmente el síntoma o problema.
6. Regla de relación. En todo sistema existe la necesidad de definir cuál es la relación
entre sus componentes.
7. Ordenación jerárquica. La familia es una organización y en toda organización hay
una jerarquía, en el sentido de que ciertas personas poseen más poder y
responsabilidad que otras para determinar que se va a hacer. La jerarquía que una
persona posee incluye responsabilidades, la toma de decisiones, la ayuda que se
ofrece, la protección, el consuelo y el cuidado.
8. Teleología. El sistema familiar se adapta a las diferentes exigencias de los diversos
estadios de desarrollo por lo que atraviesa, a fin de asegurar continuidad y
crecimiento psicosocial a sus miembros. Este proceso se hace a través de un
equilibrio dinámico entre dos función complementarias:
- Morfostasis: tendencia del sistema a mantener su unidad, identidad y equilibrio
frente al medios. Este concepto se empela para describir como el cambio en uno de
los miembros de la familia se relaciona con el cambio en otros miembros, es decir,
que un cambio en una parte del sistema es seguido por otro cambio compensatorio
en otras partes del mismo que restaura el equilibrio.
- Morfogénesis: es la tendencia del sistema a cambiar y a crecer. Comprende la
percepción del cambio, el desarrollo de nuevas habilidades y/o funciones para
manejar aquellos que cambia, y la negociación de una nueva redistribución de roles
entre las personas que forman la familia.

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2.3. A LG U N OS E N F OQUES E N T ER API A F AMI LI AR


S ISTÉ MI CA .
TE RAP IA D EL M RI D E P ALO A LTO
Es un enfoque dentro de la terapia familiar sistémica que se consolidó en el año
1968, después de la muerte de Don D. Jackson, quien fundó Grupo del MRI en 1959.
En la actualidad Watzlawick, Weakland, Fish y Segal integran el Brief Therapy Center
del Mental Research Institute de Palo Alto. El trabajo que llevaban a cabo se caracteriza
por intervenir sobre aquellas respuestas de los clientes y sus familias desarrollan para
tratar de poner solución a unos síntomas y que no han tenido éxito.

Se centran en una terapia breve, donde no se recomienda más de diez sesiones,


una por semana. Se basa en estrategias eficaces para evitar que siga n vigentes los
elementos que mantienen el problema, que son, en definitiva, lo que les lleva a terapia.

Las estrategias se apoyan en una hábil utilización de la postura del paciente y de


sus familiares ante el problema, la terapia y el terapeuta con la finalidad de evitar
confrontaciones que estorben el desarrollo del tratamiento. En este sentido es muy
importante la influencia de las técnicas de hipnoterapia gestadas por Milton Erickson,
de quien son muchos los autores que han recibido sus influencias, que configuran el
movimiento de la terapia familiar sistémica.

Dentro de la evaluación de este enfoque tenemos que tener en cuenta que el


síntoma se origina en un cambio en la vida del cliente y de su familia, ese cambio, se
denomina desde este enfoque “dificultad”. Esta dificultad precisa un tipo específico de
respuesta. Algunos autores consideran que los problemas ligados al ciclo vital son
cuestiones muy relacionadas con la gestación de estos síntomas que hemos mencionado.

También piensan que una dificultad se convierte en problema cuando se intenta


resolver de manera equivocada y, después del fracaso, se aplica una dosis más elevada
de la misma solución ineficaz. La persistencia en una solución intentada ineficaz lleva al
agravamiento y al mantenimiento del problema.

Los integrantes del MRI han establecido una tipología de las soluciones
intentadas por los pacientes y sus familias: forzar algo que sólo puede ocurrir
espontáneamente; dominar un acontecimiento temido aplazándolo; llegar a un acuerdo
mediante coacción; conseguir sumisión a través de la libre aceptación; y confirmar las

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sospechas del acusador mediante la autodefensa. Su planteamiento principal es que


alterando las soluciones intentadas, se rompe la cadena de síntomas, produciéndose de
esta forma el cambio terapéutico. No obstante, si el síntoma no es muy evidente, en la
fase de evaluación, el terapeuta debe asegurarse de tener toda la información al respecto
para su posterior análisis.

Dentro de las técnicas más usadas en este enfoque para promover el cambio
tenemos: redefiniciones, tareas directas y paradójicas, técnicas de persuasión para que el
paciente “compre” la tarea, metáforas, ordalías (pacto con el diablo) y técnicas
hipnóticas derivadas de la hipnoterapia de Milton Erickson.

TE RAP IA D EL G RUPO D E M IL ÁN
La terapia del grupo de Milán se fundó en el Centro de estudios de la familia en
Milán y estuvo compuesto por Selvini Palazzoli, Cecchin, Prata y Boscolo. Este
enfoque terapéutico se aplica principalmente en casos de psicosis, término que se utiliza
como sinónimo de trastorno mental grave, incluyendo también la mayor parte de los
síndromes anoréxicos y bulímicos.

El grupo de Milán parte de una concepción psicoanalítica y en 1971 adoptan el


enfoque de Palo Alto y desarrollan la intervención contraparadójica, diseñada para
anular el doble vínculo patológico. Influidos por Bateson, en el año 1975 cambian su
concepción de los sistemas familiares: primero los considerada principalmente
homeostáticos y paso a considerarse principalmente cambiantes. También diferenciaban
entre el nivel de significado (creencias) y nivel de acción (patrones conductuales). El
grupo de Milán ha sufrido diversas separaciones a lo largo de su historia, no obstante, el
pilar básico de sus supuestos sigue siendo el “juego familiar”, concepto que engloba las
relaciones de los miembros del sistema familiar, las creencias que tienen unos de otros,
de sí mismos y de la familia en conjunto. Por tanto, la evaluación tiene por objeto
conocer cuál es el juego familiar (sobre el que establece una hipótesis inicial de trabajo)
juego que en los sistemas que presentan una patología deja de ser adaptativo para
facilitar un buen funcionamiento familiar como sucede en las familias no patológicas.
Lógicamente, las diversas técnicas de intervención se dirigen a alterar dicho juego,
cambiando las reglas rígidas y obligadas por otras más flexibles y complejas.

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Dentro de las técnicas que se han ido utilizando en el Grupo de Milán han ido
variando paralelamente a la evolución histórica del enfoque. La intervención paradójica
se ha ido abandonando en favor de intervenciones ritualizadas. Además de las
intervenciones conductuales directas se siguen manteniendo las intervenciones
cognitivas, entre las que destacan la redefinición y la connotación positiva, aunque en
determinados casos se emplean metáforas.

TE RAP IA C ENTRADA E N L AS S OLU CION ES


El presupuesto fundamental de este enfoque es que la entrevista circular puede,
en bastante ocasiones, producir el cambio, sin necesidad de echar mano de intervención
adicionales al final de la entrevista.

Este tipo de terapia comenzó con Karl Tomm, profesor en el Departamento de


psiquiatría de la Facultad de medicina en la Universidad de Calgary y director del
Programa de terapia familiar en la C línica médica de dicha universidad, junto con los
integrantes del antiguo Grupo de Milán. Tomm es uno de los autores que mas sostienen
la ortodoxia sistémica, evaluando para ello el síntoma dentro de su contexto relacional
familiar e institucional.

Mediante la entrevista circular, se produciría el cambio gracias a las


implicaciones de las preguntas del terapeuta y/o a través de las respuestas verbales y no
verbales de los miembros de la familia. Además, este autor considera la entrevista
completa como un conjunto de intervenciones continuas. En este sentido señala que los
miembros del Grupo de Milán planifican detalladamente todos sus movimientos a lo
largo de la sesión y no únicamente en la pausa previa a la intervención, y que
constantemente están tomando decisiones consciente o inconscientemente para
favorecer el cambio.

Dentro de los tipos de preguntas que se realizarían en este enfoque tenemos:


preguntas lineales, circulares, estratégicas, reflexivas, preguntas orientadas al futuro.
Dentro de estas últimas existen: preguntas que convierten al interrogado en observador,
preguntas de cambio inesperado de contexto, preguntas con una sugerencia implícita,
preguntas de comparación normativa, preguntas que clarifican distinciones y preguntas
que interrumpen la secuencia sintomática en sesión,

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L A E NT REV ISTA C IRCULA R COM O INT ERV ENC IÓN


Steve de Shazer, el motor de este enfoque terapéutico, desarrolla su trabajo
desde 1978 en el Brief Family Center de Milwaukee. Autores como O'Hanlon y
Weiner-Davis se han unido a su labor y han ayudado a la difusión de la nueva
orientación centrada en las soluciones eficaces que emplean las personas para resolver
sus problemas. Su forma de evaluar está totalmente sesgada por un propósito claro de
favorecer las condiciones que lleven el cambio. De esta manera, durante la entrevista, se
emplea el menor tiempo posible en conocer el síntoma y las circunstancias que lo
envuelven. Sin embargo, el peso recae en averiguar cuáles son la situaciones en que la
conducta problemática no aparece o es controlada por los clientes, es decir, cuáles son
las excepciones1 a la misma.

La terapia centrada en las soluciones ha estado influida en sus comienzos por la


terapia del MRI de Palo Alto y más recientemente por Karl Tomm. Steve de Shazer ha
llevado a la máxima expresión la búsqueda de excepciones al problema esbozada por
los componentes del MRI. Se ha ido apartando de forma progresiva de la definición
concisa del síntoma y las soluciones generadas con objeto de superarlo, para recoger
información detallada de las excepciones deliberadas o espontáneas en torno a la
conducta sintomática que han pasado desapercibidas para los clientes. Al mismo tiempo
se ha llevado a cabo un perfeccionamiento del uso que hace el MRI de la postura de la
familia impedir posible obstáculos y mantienen que si el terapeuta conoce la forma en
ésta colabora, el trabajo terapéutico se optimizará. No cree que haya ningún movimiento
homeostático que impida el cambio. Por el contrario, mantienen que el paciente
identificado y su familia están motivados para liberarse del problema que les dificulta
llevar una vida mejor. Como resultado de esto afirman que es más correcto hablar de
“clientes” que quieren mejorar que de “pacientes.

De la terapia centrada en soluciones ha adoptado el tipo de preguntas reflexivas


para alterar la epistemología de las personas y, por consiguiente, cierta predilección por
generar cambio en la sesión misma mediante preguntas que lo induzcan

Dentro de las técnicas utilizadas en este enfoque, podemos encontrar las


redefiniciones, connotaciones positivas, metáforas, tareas directas, ordalías, tareas
paradójicas y rituales. Las redefiniciones son constantes a lo largo de toda la entrevista.
Se acude a dos tipos de connotaciones positivas. Por un lado, cuando existen problemas

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para identificar soluciones eficaces, se puede variar el punto de vista que los clientes
tienen del problema fijándole un nuevo significado, concretamente agregando
intenciones y motivaciones positivas a las conductas relacionadas con el síntoma. Por
otro lado, otra clase de connotación positiva es la que se sitúa después de la pausa
(habitualmente se hace una única pausa para preparar la intervención final) y resalta
aquellas capacidades positivas que los clientes han expuesto, tanto a lo largo de la
sesión como fuera de la misma, en forma de recursos para superar problemas. A esta
última modalidad de connotación positiva se la denomina “elogio”.

Los autores del enfoque han propuesto tres tipos de intervenciones generales: las
que actúan sobre la secuencia sintomática, las que lo hacen sobre el patrón del contexto
que rodea a dicha secuencia y las llamadas “tareas de fórmula”.

TE RAP IA E ST RUCTU RAL


Minuchin entre los años 1965 y 1970, funda un enfoque terapéutico centrado en
la estructura familiar, defendiendo que los procesos del sistema familiar se reflejan de
forma temporal en sus estructuras. Son en estas variables estructurales específicas en las
que se centra son los límites, que implican reglas de participación, y las jerarquías, que
encierran reglas de poder. El peso del enfoque recae en la organización jerárquica del
sistema familiar y en la descripción de las distintas estructuras de comunicación que
conllevan los tipos de límites. De esta forma, la terapia estructural acepta que el cambio
de las reglas referentes a los límites y las jerarquías tiene un impacto muy profundo en
las transacciones familiares, produciendo un desequilibrio en los patrones de interacción
que contienen y mantienen el síntoma. Estas alteraciones hacen que la familia se vuelva
a reestructurar sobre unas bases menos problemáticas.

Con fines rigurosamente pedagógicos podemos considerar que el proceso


terapéutico se lleva a cabo fundamentalmente en tres etapas: en la primera el terapeuta
se “une” a la familia desde una posición de liderazgo; en la segunda se “desliga” y
evalúa la estructura familiar subyacente, y, en la tercera, crea las circunstancias que
permitirán transformar dicha estructura.

Como ya hemos dicho la terapia estructural se fundamenta en el concepto de


“estructura” que hace referencia al conjunto de demandas de los integrantes de una
familia reflejo de los procesos de interacción familiar en un momento dado.

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Minuchin defiende que no se puede evaluar el sistema familiar como si fuera una
unidad estática, sino que el punto central de la experiencia diagnóstica debe ser el
proceso de interacción de la familia con el terapeuta como agente del cambio, de forma
que en este proceso tiene que salir a flote las estructuras, tanto manifiestas como
latentes, que rigen la vida familiar. Por ello, la evaluación parte de una serie de hipótesis
sobre la interacción sistémica entre el contexto familiar total y las conductas
sintomáticas de sus integrantes individuales y continúa poniendo a prueba dichas
hipótesis mediante un proceso interaccional del terapeuta con la familia denominado
“coparticipación” que permite además crear una fuerte relación terapéutica.

Las variables que el terapeuta evalúa son: el momento del ciclo evolutivo que
está traspasando el sistema familiar y su rendimiento en las tareas adecuadas a ese
estadio; las interacciones que sus integrantes despliegan en la entrevista; las alianzas y
coaliciones familiares; los problemas de la distribución jerárquica del poder; el tipo de
límites intra y extrafamiliares; las pautas de transacción alternativas disponibles de
acuerdo a la flexibilidad del sistema al cambio; las fuentes de apoyo y estrés dentro y
fuera del grupo familiar, y, finalmente, la forma en que el síntoma es aprovechado por la
familia para mantener sus pautas transaccionales.

Los síntomas se explican en términos de ciclo vital y de acuerdo con un retraso o


detención en el desarrollo del sistema familiar y el cambio se produce cuando la familia
se “reequilibra” sobre una nueva estructura adecuada a la etapa del ciclo evolutivo que
le corresponde.

El objetivo terapéutico es cambiar la organización familiar, los límites entre


subsistemas y las jerarquías, encajando novedad y diversidad en las estrategias de la
vida de la familia que sustituyan a las modelos de rigidez y rutina crónicas que
caracterizan un sistema patológico.

Considerando el síntoma como una falta de ajuste entre la estructura de la


familia y el requerimiento de su desarrollo, la intervención se centra en provocar una
crisis, un desequilibrio, en la estructura familiar. Se asume que la transformación
permitirá un funcionamiento distinto que facilite la superación del problema,

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La crisis se consigue a través de la técnica del desafío, mediante la cual el


terapeuta pone en duda la estructura exhibida por la familia, obligándola a buscar
nuevos patrones conductuales que sustituyan a los antiguos disfuncionales.

Dentro de las técnicas en el enfoque estructural, se emplean algunas como: el


desafío (la exageración, ridiculización y desautorización de patrones transaccionales), la
reestructuración y la modificación cognitiva, y se consolida mediante tareas para casa.
Se utilizan redefiniciones, connotaciones positivas y tareas directas, y sólo
ocasionalmente intervenciones paradójicas.

TE RAP IA E ST RAT ÉG ICA


Jay Haley y Cloe Madanés han desarrollado un enfoque en terapia familiar
sistémica muy influido por la terapia de Milton. Mantiene que el terapeuta debe asumirá
la responsabilidad de establecer una estrategia específica (basada en la adecuación,
flexibilidad y creatividad) que dé la oportunidad de resolver los problemas del cliente,
siendo uno de los objetivos de la terapia familiar ayudar a la fa milia a afrontar los
cambios importantes en su ciclo vital. Haley (1980) verifica que una de las
aportaciones más importantes de la orientación de la terapia familiar en sus inicios fue
destacar que, el síntoma podía considerarse una conducta adaptativa a la situación, en
lugar de algo irracional basado en percepciones erróneas que tiene su origen en los
grupos sociales con los que se tiene una jerarquía incongruente que les somete a niveles
conflictivos de comunicación, dando lugar a una conducta sintomática.

Por estos motivos, también se tiene que evaluar e intervenir en la red social del
cliente, incluyendo a los profesionales que tienen poder sobre el paciente identificado.

Haley mantiene que la conducta sintomática es una señal de que no hay


ordenamiento jerárquico y existe una lucha por el poder entre sus miembros. Además,
defiende que la organización del sistema se convierte en patológica si se establecen
coaliciones permanentes entre personas pertenecientes a distintos niveles jerárquicos, de
forma especial cuando son secretas.

Madanés, se centra en las incongruencias en las que dos estructuras


incompatibles de poder se definen simultáneamente en la familia, enfatizando los
niveles de organización frente a los niveles de comunicación.

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Psicoterapia

Se busca la especificidad de cada síntoma, es decir, las razones por las que se ha
elegido. Añade que aunque los miembros de una familia se dañen entre sí, su
motivación básica es ayudarse, poniendo de manifiesto que como partes de un
organismo reaccionan frente a señales de dolor que se presentan en cualquier lugar del
mismo.

El objetivo de la terapia es cambiar las secuencias de conductas inadecuadas que


guardan una jerarquía incongruente y ampliar las alternativas conductuales y
epistemológicas del sistema familiar. Las conductas, percepciones y sentimientos de los
miembros del grupo cambian cuando se aturden dichas secuencias. De esta forma, el
terapeuta debe frenar que se formen coaliciones que traspasen los límites generacionales
y que el síntoma se utilice para regular de forma encubierta la repartición del poder
familiar.

Dentro de las técnicas de la terapia estratégica, tenemos procedimientos para


cambiar las estructuras de organización inadecuadas, con la finalidad de que la conducta
sintomática ya no resulte adaptativa para el sistema.

Las técnicas de intervención tienen como objetivo final cambiar las


interacciones familiares y son: connotaciones positivas y redefiniciones; tareas directas;
tareas paradójicas; tareas basadas en la simulación; ordalías y metáforas.

3. EL DUELO

3.1. ¿Q UÉ ES EL D UE L O ?
Antes de entender plenamente el impacto de una perdida y el comportamiento
humano que va asociado, es necesario entender el significado del apego. Una de las
figuras más importante que ha escrito sobre el apego, es el Bowlby, que define la teoría
del apego como una manera de conceptualizar la tendencia de los seres humanos a
establecer fuertes lazos emocionales con otras personas y una manera de entender las
fuertes reacciones emocionales que se producen cuando dichos lazos se ven amenazados
o se rompen. Bowlby, está en contra de aquellos que creen que los vínculos de apego
entre las personas se desarrollan solo para cubrir ciertos impulsos biológicos, como el

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La Terapia Familiar Sistémica Y El Duelo
Psicoterapia

impulso hacia la comida o el sexo. La tesis de Bowlby es que estos apegos, provienen
de la necesidad que tenemos de protección y seguridad; se desarrolla a una edad
temprana, se dirigen hacia unas pocas personas específicas y tienden a perdurar a lo
largo de gran parte del ciclo vital. El apego es una conducta que no solo que se
desarrolla en niños, sino también en adultos. Tiene un alto valor de supervivencia y su
meta es mantener un lazo afectivo. Por tanto, las situaciones que ponen en riesgo este
lazo, suscitan ciertas reacciones muy específicas. Cuanto mayor es el potencial de
perdida más intensas son estas reacciones y más variadas. Por tanto se desarrollan las
conductas de apego más poderosas: aferrarse, llorar y quizás coaccionar mediante el
enfado. Cuando estas acciones son exitosas, se restablece el lazo, las actividades cesan y
se alivian los estados de estrés y malestar. S i el peligro no desaparece, entrara en juego
el rechazo, la apatía y la desesperanza.

Se ha encontrado respuestas de duelo también en animales, mostrando con ello


que los humanos funcionamos con procesos biológicos primitivos, no obstante, hay
características del duelo específicas solo de los seres humanos.

Los seres humanos sufren en mayor o menos medida el duelo por una pedida y
se ha demostrado que en casi todas las sociedades de cualquier parte del mundo, se
produce un intento casi universal por recuperar el objeto perdido.

El duelo, por tanto, es un proceso adaptativo normal ante la pérdida de un ser


querido o de algo significativo (empleo, vivienda, bienes, situaciones, etc.). Este
proceso es necesario para adaptarse a la nueva situación y reencontrar el equilibrio roto
a raíz de la pérdida y termina con la aceptación de la nueva realidad (elaboración del
duelo). En nuestra cultura, en general, el duelo se refiere a “la pérdida de un familiar y/o
de un ser querido con sus consecuencias psicoafectivas, sus manifestaciones exteriores y
rituales y el proceso psicológico evolutivo, consecutivo a la pérdida” (Bourgeois, 1996).

Desde nuestra ciencia, el duelo es la reacción psicológica, el dolor emocional


que sentimos cuando hemos perdido a alguien importante en nuestras vidas. Como ya
hemos dicho, es un proceso normal por el que pasamos cuando hemos perdido a un ser
querido y en el que tenemos que ir adaptándonos a una nueva realidad: la vida sin él o
sin ella.

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La Terapia Familiar Sistémica Y El Duelo
Psicoterapia

Esta pérdida de un ser querido, significa una ruptura inesperada con lo que ha
sido nuestra vida hasta ese momento. La percepción de las cosas cambia, todo se ve de
una forma diferente y necesitamos un tiempo para adaptarnos. Tras la pérdida, nos
vemos inmersos en una crisis emocional que puede servirnos para crecer como personas
o para debilitarnos y enfermarnos, dependiendo de cómo la afrontemos.

El duelo es un proceso normal cuya evolución, habitualmente progresa hasta la


superación. Podemos decir que hemos completado un duelo cuando somos capaces de
recordar a nuestro ser querido sin sentir ese dolor tan intenso, cuando hemos dejado de
vivir centrándonos solo en el pasado y en lo que pudiera haber sucedido si no hubiera
fallecido.

El duelo tiene diferentes reacciones en las personas dependiendo de muchos


factores, como podrían ser: la relación con el ser querido que ha muerto (nivel de apego
con el fallecido), la causa de la muerte, ya que la reacción no es la misma ante una
muerte esperada que si es repentina o traumática (por homicidio, suicidio o accidente),
la edad del difunto: reacciones más intensas si es prematura: niño, adolescente o joven;
redes sociales de contención (familia, amigos, profesionales…) y los factores de
personalidad y las características de la persona que sufre el duelo (capacidad de
contención, de expresas sentimiento y emociones, edad, sexo, estado de salud, etc.).

Aunque estos factores son importante con respecto a la persona de forma


individual, nuestro interés se centra más en saber cómo impacta la muerte de un ser
querido en la familia como sistema y como grupo.

Si aceptamos el presupuesto estructural, cibernético o sistémico básico de que


toda familia funciona como un sistema abierto o “semi-abierto”, e importante considerar
el impacto que los duelos tienen el sistema o estructura global. Un duelo puede
desequilibrar el principio de homeostasis del sistema, también puede hacerle perder la
eficacia de sus mecanismos de regulación de equilibrio finalista, su economía, o incluso
puede romper el sistema. Parkes (1979), consideraba la familia como un sistema social,
y cuando estudió las repercusiones del duelo en la familia observo cuatro cuestiones que
se podían dar: perdida de los roles y funciones que realizaba la persona perdida,
búsqueda de sustitutos fuera de la familia, búsqueda de sustitutos dentro de la familia y
ruptura del sistema.

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La Terapia Familiar Sistémica Y El Duelo
Psicoterapia

Este fuerte impacto que sufre la familia es importante tratarlo, sobre todo, como
ya veremos a continuación, cuando el duelo es complicado.

3.2. T IP OS D E D UE L O
D UELO N O RM AL .
Este término abarca un amplio rango de sentimientos y conductas que son
normales después de una pérdida. La mayoría de los autores e investigadores
piensanque el duelo ante la muerte de un ser querido es una reacción humana normal,
por extrañas que sean sus manifestaciones. La derivación hacia el duelo patológico se
plantea cuando esas anomalías se extienden en el tiempo o derivan a otro tipo de
problema psiquiátrico.

D UELO P AT OLÓG ICO O CO MPLI CAD O


El duelo anormal aparece en varias formas y se le han dado diferentes nombres.
Se le llama patológico, no resuelto, complicado, crónico, retrasado o exagerado. Como
sea que se llame, es la intensificación del duelo al nivel en que la persona está
desbordada, recurre a conductas desadaptativas o permanece en este estado sin avanzar
en el proceso del duelo hacia su resolución. Esto implica procesos que llevan a
repeticiones estereotipadas o a interrupciones frecuentes de la curación. Se considera
que hay riesgo de duelo patológico cuando el dolor moral se prolonga
considerablemente en el tiempo; cuando su intensidad no coincide con la personalidad
del que está sufriendo, cuando esta persona es incapaz de amar o interesarse por otras
personas y cuando el sujeto se ve invalidado en su vida diaria, sin más ocupación que la
rememoración del muerto.

S ÍN TOM AS DE UN D UELO COM PLICADO .


- La persona menciona la pérdida en entrevista con dolor intenso pasados varios
meses de la misma.
- Algún acontecimiento desencadena una reacción excesiva.
- Períodos de extrema tristeza o demasiado extensos, deseos de suicidio (a veces en
fechas señaladas)
- Episodios de conducta agresiva o conductas impulsivas, como abuso de sustancias.

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Psicoterapia

- Objetos de vinculación muy marcados o lo contrario, esconder o deshacerse de


todos los objetos recordatorios.
- Imposibilidad de incorporarse al funcionamiento vital pasadas unas semanas de la
muerte.
- Compulsión de imitar al fallecido o presencia de los mismos síntomas que tenía al
morir. Obsesión con la enfermedad y la muerte.
- No haber expresado abiertamente dolor en las primeras semanas de duelo o haber
realizado cambios radicales de estilo de vida.
- Pensamientos recurrentes de culpa o asuntos pendie ntes con el fallecido,
remordimientos por haberle causado daño o haberle descuidado en vida.
- La persona no asistió al funeral o nunca ha vuelto a mencionar al ser querido que
desapareció.

Estos indicativos de sufrimiento y dolor más intensos de lo habitual pueden ser


consecuencia de que la persona se ha visto sobrepasada en algún momento y ha
adoptado conductas de evitación del dolor o del cambio, lo cual detiene el proceso de
despedida que en definitiva es el duelo.

D UELO A NT IC IPAD O
El duelo no comienza en el momento de la muerte, sino mucho tiempo antes.
Cuando se emite un pronóstico de incurabilidad, se produce tristeza en el familiar, pero
también una adaptación más o menos inconsciente a la nueva situación que se acaba de
crear. A partir de ese momento se crea lo que se ha llamado el duelo anticipado, que
ofrece a las personas involucradas la oportunidad de compartir sus sentimientos y
prepararse para la despedida.

P REDUE LO
Es un duelo completo en sí mismo que consiste en creer que el ser querido ha
muerto definitivamente “en estado de salud”. El que está ahora a nuestro lado ha sido
transformado por la enfermedad a tal punto, que en algunos casos no se le reconoce
más.

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Psicoterapia

D UELO IN HI BIDO O N EG ADO


En el duelo inhibido o negado se niega la expresión del duelo porque la persona
no afronta la realidad de la pérdida. Puede prevalecer una falsa euforia, que sugiere la
tendencia patológica de la aflicción.

D UELO C RÓNI CO
Es el que tiene una duración excesiva y nunca llega a una conclusión
satisfactoria. Un duelo crónico puede llegar a ocupar toda una vida. Hay autores que
mantienen que existen personas estructuradas existencialmente por el duelo, en las que
éste determina el núcleo constitutivo de su existencia.

3.3. E T AP AS D EL P R OCES O D E D UEL O N OR M AL


De modo general se piensa que el duelo es un camino por donde tenemos que
atravesar una serie de etapas o tramos. Esto no supone que todas las personas deban
pasar necesariamente por ella en el orden establecido, sino que se trata de una
aproximación a lo que ocurre, con retrocesos y avances a lo largo del proceso.

La primera etapa se conoce como fase de shock o estupor. En los primeros


momentos, nos podemos encontrar un estado de desconcierto y embotamiento, sintiendo
como si nuestras emociones estuvieran anestesiadas o fluctuaran intensamente de un
estado a otros. También es habitual tener sentimiento de irrealidad o de incredulidad
(“no es posible; esto no es real”). Esto estos primeros momentos, la actuación depende
de cada persona, mientras que unas actúan como si no hubiera pasado nada aparentando
ante los demás que aceptan plenamente la situación, otras personas, se paralizan y
permanecen inmóviles e inaccesibles.

Durante esta etapa, entramos en un estado de embotamiento mental,


caracterizado por la presencia de conductas automáticas y la incapacidad de aceptar la
realidad. Se trata en definitiva de un sistema defensivo ante la amenaza del gran dolor
por la perdida. Sirve para dar tiempo a asumir la información recibida y puede durar
horas o incluso días.

La segunda etapa es la fase de rabia o agresividad, podemos sentirnos enfadados


con aquellas personas a las que consideramos responsables de la perdida. En algunas
ocasiones esa rabia se vuelve contra uno mismo, y podemos culparnos por la muerte o

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Psicoterapia

por algo que pensamos que podíamos haber hecho y que podía haber cambiado las
circunstancias. Se puede sentir inseguridad y baja autoestima, también suelen aparecer
sentimientos de injusticia y desamparo junto con problemas de sueño como insomnio,
pesadillas o sueño no reparador.

En este segundo momento, podemos retomar nuestras actividades cotidianas,


aunque a un ritmo distinto y con altibajos en el estado de ánimo. También podemos
sentirnos con menos capacidad de concentración y tener pérdidas de memoria. El
apetito en general se verá afectado y nos resultara difícil disfrutar en actividades
cotidiana.

La tercera fase es la etapa de desorganización o etapa de desesperanza, es


cuando empezamos a tomar conciencia de que nuestro ser querido no volverá. El
sentimiento de profunda tristeza nos acompaña durante la mayor parte del tiempo y nos
emocionamos con mucha facilidad. En estos momento muchas personas “sienten la
presencia” del familiar fallecido, sobre todo en momento de somnolencia o relajación.
Es una forma de adaptarnos a la vida sin esa persona. Esta etapa se caracteriza por la
sensación de desorganización de la propia existencia sin la presencia del ser querido.
Por ello, es habitual experimentar apatía, tristeza, desinterés, o incluso una tendencia a
abandonarnos y a romper los esquemas de nuestro estilo de vida. Algunas personas
sienten también el impulso de llevar a cabo cambios radicales en su vida (casa, trabajo,
mobiliario, localidad de residencia) o en sus relaciones personales o familiar.

La cuarta fase, de reorganización, se caracteriza por la adopción de nuevos


patrones de vida, se va afrontando poco a poco la nueva situación y se reorganiza la
propia existencia. Es el momento donde el recuerdo de nuestro ser querido empieza a
transformarse de una emoción dolorosa a una emoción reparadora.

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Psicoterapia

4. EL DUELO DESDE LA TERAPIA


FAMILIAR SISTÉMICA.

Partiendo de la definición del duelo de Bowlby, podemos definir el duelo


familiar como el “proceso familiar que se pone en marcha a raíz de la pérdida de uno
de sus miembros”.

Como ya venimos diciendo, la mayoría de pérdidas significativas se producen en


el contexto de una unidad familiar, y es importante considerar el impacto de una muerte
en todo el sistema familiar.

La mayoría de las familias tienen un equilibrio homeostático y la pérdida de una


persona significativa en ese grupo familiar puede desequilibrar dicha homeostasis y
hacer que la familia sienta dolor y busque ayuda. Para poder ayudar a una familia, antes,
durante y después de la muerte, es importante, tener un conocimiento sobre la
configuración total de la familia, así como la posición funcional que ocupaba la persona
fallecida.

El concepto de terapia familiar se basa en la creencia de que la familia es una


unidad de interacción en la que todos los miembros se influyen entre sí. No es suficiente
tratar a cada persona en relación con el fallecido y trabajar su duelo sin relacionarlo con
toda la red familiar. Las características de los miembros individuales ayudan a
determinar el carácter del sistema familiar, pero este sistema es más que la suma de sus
características individuales.

Las familias varían en su capacidad para expresar y tolerar sentimientos. Hay


que evaluar por ejemplo, la tolerancia que tiene la familia para expresar los
sentimientos. Las familias que lo afrontan el duelo de una manera más eficaz son las
que hacen comentarios abiertos sobre el fallecido, mientras que a las familias cerradas
no sólo les falta esa libertad, sino que además ofrecen excusas y hacen comentarios que
logran que los otros miembros se queden callados. Las familias funcionales procesan
sentimientos sobre la muerte incluyendo, admitiendo y aceptando sentimientos de
vulnerabilidad.

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Psicoterapia

Un duelo no resuelto puede servir no sólo como factor clave en la patología


familiar sino que puede contribuir a relaciones patológicas a lo largo de distintas
generaciones. Para evaluar el impacto del conflicto intergeneracional, Bowen anima a
conseguir, como parte del proceso de admisión, la historia de la familia extensa, que
debería cubrir al menos dos generaciones.

Cuando se evalúan los sistemas familiares y el duelo, se han de considerar al


menos tres áreas principales:

a) La posición funcional o el papel que desempeñaba el fallecido en la familia. Si


el fallecido tenía una posición funcional importante, su muerte va a crear un gran
malestar al equilibrio funcional. Mediante la muerte se puede privar a la familia de
un rol importante y se busca a otro miembro para que ocupe la vacante del rol. Los
niños juegan también roles importantes en la familia, y su muerte altera el
equilibrio familiar. La muerte de uno de los padres, cuando la familia es joven,
puede tener efectos de amplio espectro. Otra muerte importante con ramificaciones
amplias es la muerte de un jefe de clan patriarcal que ha tenido la función de tomar
decisiones en los asuntos familiares durante mucho tiempo.
b) La integración emocional de la familia. En una familia bien integrada se podrán
ayudar más unos a otros a afrontar la muerte, incluso la de un miembro
significativo de la familia, con poca ayuda externa. Una familia menos integrada
puede mostrar reacciones de duelo mínimas en el momento de la muerte, pero los
miembros pueden responder más adelante con diversos síntomas físicos o
emocionales o con cualquier tipo de conducta social problemática.
c) También debemos evaluar cómo la facilitan o la dificultan las familias esa
conducta social problemática. Hay que entender el valor que las familias dan a las
emociones y el tipo de patrones de comunicación que hacen que se dé permiso a
sus miembros para expresar sentimientos o no.

Sabemos, por tanto, que desde un punto de vista sistémico, la pérdida, o


amenaza de pérdida de un miembro es la mayor crisis que tiene que afrontar un sistema
(Bowen, 1976). Ante esta crisis, el sistema tiene suficientes recursos, reaccionará con un
cambio adaptativo, en cambio si el sistema carece de estos recursos, la familia puede
desaparecer.

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Psicoterapia

La reorganización del sistema familiar necesita tiempo y es necesario adoptar


una conducta defensiva de la integridad del sistema. La familia pone en marcha una
serie de mecanismos de defensa, reforzados socioculturalmente, que tienen como
objetivo el mantenimiento de la familia: reagrupamiento de la familia nuclear, es decir,
la familia nuclear refuerza su contacto, restringe su área de movimiento y filtra los
contactos con el exterior; por otro lado, hay una intensificación del contacto con la
familia extensa, o con personas cercanas afectivamente a la familia (amigos, etc.); esto
es, la familia extensa se aproxima a la familia nuclear, ofreciendo su apoyo y ayuda si es
necesaria, al igual que las amistades. También se produce una disminución de la
comunicación con el medio externo, apoyo socio-cultural a la continuidad de la familia,
es decir, además de la ayuda proveniente del entorno cercano y la familia extensa, las
sociedades que disponen de recursos destinan parte de ellos a favorecer la continuidad
de la familia, aunque haya perdido a uno de sus miembros clave. Becas, pensiones,
subsidios, exenciones del Servicio Militar, Colegios para huérfanos, asociaciones de
viudos y viudas, seguros de vida, etc., tratarán de ofrecer apoyo social y económico a la
nueva familia, quizás ahora carente de su fuente principal de recursos. También
debemos tener en cuenta que se puede dar una exigencia de tregua en los conflictos
familiares “antiguos”: reconciliación, esto es: durante el proceso de duelo, se produce
una exigencia tácita de acabar con las hostilidades en la familia. Cuando la
supervivencia del grupo familiar está amenazada, debe primarse el apoyo mutuo para
hacer frente a las adversidades, por lo que se hace necesaria una tregua en los conflictos,
por muy antiguos que sean. Incluso estos momentos se aprovechan para la
reconciliación de algunos miembros de la familia. Por último, se producen conductas
con frecuencia de debilidad reclamantes de protección. Lo que pasa en este caso es que
el entorno familiar incrementa los cuidados. La hostilidad externa disminuye. No está
socialmente bien visto “acosar” a una figura “desvalida” como se presenta el núcleo
familiar durante el duelo.
Toda esta serie de conductas protectoras del Sistema Familiar tienen como
objetivo, como hemos dicho, facilitar el trabajo del Duelo Familiar, es decir, el Proceso
Familiar que se pone en marcha a raíz de la muerte de uno de sus miembros.

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Psicoterapia

4.1. E T AP AS D EL D UE L O F AMI LI AR
Se han observado, al igual que en el duelo individual, unos síntomas del duelo
familiar tres niveles: Somático, Intrapsíquico y Conductual. (Moos, 1995).

A N IVEL COM UN IC AC ION AL


- Incrementos o disminuciones notables de la comunicación.
- Incrementos o disminuciones notables de la comunicación en un área concreta.
- Cambios en los patrones comunicacionales.
- Cambios en los canales de comunicación.

A N IVEL ES TRU CTU RAL


- Confusión en la jerarquía familiar.
- Redistribución de las alianzas familiares.
- Confusión de roles.

R ELAC ION ES CON E L M ED IO EX TERN O


- Aislamiento.
- Rechazo de las redes de apoyo.
- Sobreprotección de los miembros.

A grandes rasgos, las etapas del duelo familiar son las siguientes:

1. Aceptación familiar de la pérdida, permitiendo y favoreciendo


la expresión de la aflicción de todos los miembros de la
familia.
En esta primera etapa, los rituales van a jugar un papel importante. La vela del
cadáver, los funerales, el enterramiento, las visitas de la familia y amigos, etc. van a
favorecer la aceptación de la perdida, y crear un contexto adecuado para la expresión
emocional.
El problema surge cuando, como se ha señalado anteriormente, se focaliza el
duelo en un sólo miembro de la familia, dificultando que los demás miembros
manifiesten su propio proceso de duelo.
2. Reagrupamiento y encastillamiento de la familia para permitir
la reorganización familiar: redistribución de la comunicación
interna y de los roles familiares.

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Psicoterapia

El proceso de reorganización familiar en el que es necesario redefinir los canales


de comunicación y de distribuir los roles familiares, es un proceso delicado que afecta a
la propia estructura de la familia, por lo que ésta debe adoptar una conducta defensiva
que le permita afrontar este proceso con el menor desgaste posible.
Esto supone además aceptar definitivamente la pérdida del ser querido, lo que
añade las dificultades propias de la aflicción que causa esta renuncia en los miembros de
la familia.
3. Reorganización de la relación con el medio externo.
Tras la reorganización interna, debe seguirse el mismo proceso con el medio
externo, abriendo nuevos canales de comunicación, reasignando roles. Esta etapa se
produce cuando la familia se siente con la suficie nte estabilidad como para comenzar a
abrirse al exterior, rompiendo su asilamiento.

4. Reafirmación del sentimiento de pertenencia al nuevo sistema


familiar que emerge del antiguo, y aceptación del comienzo de
una nueva etapa familiar.
El final de la etapa de duelo familiar está marcado por la aceptación de sus
miembros de una nueva estructura familiar, reorganizada. Se han creado nuevos canales
de comunicación, y otros miembros juegan los papeles que correspondían al difunto.
Los juegos de alianzas quizá se hayan modificado, y los sobrevivientes buscan nuevos
apoyos. Esto no significa olvidarse de la persona fallecida, sino resituarle
emocionalmente de manera adecuada. La figura del fallecido formará parte de la
historia de la familia, pero debe dejar de tener influencia directa en el funcionamiento
de ésta.

4.2. ALGU N AS TÉ CNI CAS U TI L IZ AD AS


Las técnicas de intervención a la hora de trabajar con las familias durante el
duelo son muy variadas: cambios en los límites o jerarquía de la estructura familiar que
permitan un ajuste novedoso, empleo de paradojas o innovaciones en las normas que
impidan la autoperpetuación del duelo, rituales para romper este círculo vicioso, el uso
de narrativas o la creación de un pasado nuevo para ofrecer una perspectiva inédita de la
experiencia actual...
Otras técnicas que se pueden utilizar en la terapia familiar sistémica,
adecuándose a las circunstancias pueden ser:

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Psicoterapia

- Escuchar y contener (se)


- Ayudar a expresarse: facilitaciones
- El lenguaje evocador. El terapeuta puede usar palabras duras que evoquen
sentimientos, como por ejemplo, “tu hijo murió” versus “perdiste a tu hijo”. Este
lenguaje ayuda a la gente aceptar la realidad que rodea a la pérdida y puede
estimular algunos de sus sentimientos dolorosos. También puede ser útil hablar del
fallecido en pasado: “su marido era...”.
- El uso de símbolos. Hacer que el cliente traiga fotos del fallecido a las sesiones. Esto
no sólo ayuda al asesor a tener una sensación más clara de quién era dicha persona
sino que, además, permite hablar al fallecido en vez de hablar de él. Otros símbolos
que han resultado útiles son cartas escritas por el fallecido, cintas de casete o de
vídeos suyas y artículos de ropa y joyería.
- Escribir. Hacer que se escriban una o varias cartas al fallecido expresando sus
pensamientos y sentimientos. Esto puede ayudar a arreglar los asuntos pendientes y
a expresar las cosas que se necesite decir. Llevar un diario explicando la experiencia
del duelo o escribir poesía también puede facilitar la expresión de sentimientos y dar
significado personal a la experiencia de la pérdida.
- Dibujar. Al igual que la escritura, hacer dibujos que reflejen los propios
sentimientos y experiencias con el fallecido son también útiles. Ésta es una técnica
muy buena para usar con niños, pero también funciona con adultos.
- Role playing. Ayudar a las personas a representar diferentes situaciones que temen o
sobre las que se sienten molestas es una manera de desarrollar sus habilidades. El
terapeuta puede participar en el role playing ya sea como facilitador o para modelar
posibles conductas nuevas en el cliente.
- Reestructuración cognitiva. Aquí el supuesto subyacente es que nuestros
pensamientos influyen en nuestros sentimientos, sobre todo los pensamientos
encubiertos y el habla interna que fluye constantemente en nuestra mente. Al ayudar
al paciente a identificar estos pensamientos y contrastarlos con la realidad para ver
su precisión y sobregeneralización, el terapeuta puede ayudar a reducir los
sentimientos disfóricos que provocan ciertos pensamientos irracionales, como
“nadie me volverá a querer de nuevo”, un pensamiento que ciertamente no es
probable en el presente.

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- El libro de recuerdos. Es una actividad que puede realizar la familia conjuntamente


haciendo un libro de recuerdos sobre el fallecido. Este libro puede incluir historias
sobre los acontecimientos familiares, cosas memorables como fotografías y poemas
y dibujos realizados por diferentes miembros, incluso por lo niños. Esta actividad
puede ayudar a la familia a recordar viejas historias y, finalmente, a elaborar el
duelo con una imagen más realidad de la persona muerte. Además, los niños pueden
volver a revisarlo para reintegrar la perdida en su vida de crecimiento y cambios.
- Imaginación guiada. Ayudar a la persona a imaginar al fallecido, ya sea con los ojos
cerrados o visualizando su presencia en una silla vacía, y animarle a decirle las
cosas que siente necesidad de decirle, es una técnica muy poderosa. El poder viene,
no de la imaginación sino de estar en el presente, y de hablar con la persona en vez
de hablar de la persona

F ACI LITA R EL DU ELO A TRAVÉS DE L RITU AL DEL FUN ERA L


El funeral aunque ha sido muy criticado, si se hace bien, puede ser un accesorio
importante para ayudar e incitar a una resolución sana del duelo. Algunas nociones
generales de lo que puede hacer un funeral:

- Puede ayudar a hacer real la pérdida. Ver el cuerpo de la persona fallecida ayuda a
darse cuenta de la realidad y la finalidad de la muerte. Incluso en el caso de que lo
incineren, el cuerpo puede estar presente aún en el funeral, ya sea en un ataúd
abierto o cerrado, y se puede incinerar después de la ceremonia. El funeral puede
ser positivo para ayudar a los pacientes a elaborar la primera tarea del duelo.
- El funeral puede dar a la gente la oportunidad de expresar sentimientos respecto al
fallecido. La mejor situación es aquella en la que la gente puede expresar tanto las
cosas que van a echar de menos de la persona querida como las cosas que no.
- La ceremonia puede además ser una reflexión sobre la vida de la persona que se ha
ido. Es posible tener algunas cosas del fallecido en la ceremonia general para
poder señalar lo que era importante para él.
- El funeral tiene el efecto de tender una red de apoyo social a la familia que puede
ser extremadamente útil para facilitar el duelo.

D UELOS I NCO MPLET OS


Para los duelos crónicos o incompletos, deberíamos seguir una serie de pasos: en
primer lugar hacer una redefinición del problema y/o relacionarlo con la perdida no

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Psicoterapia

elaborada, en segundo lugar mostrar como se ha organizado la familia después de la


perdida, y las posibles disfunciones y, finalmente, hay que reactivar las emociones a
ellas vinculadas, para lo cual es necesario “traer el recuerdo” a través de fotografía,
objetos significativos, hablar del difunto, de las circunstancias de la perdida, etc.

Una vez planteada la elaboración del duelo como problema a resolver, el uso de
tareas y rituales es de gran utilidad.

Entre las tareas tenemos: la vista la tumba, que la familia entregue símbolos
claves referidos al difunto para poder poner en marcha el duelo.

Entre los rituales, Van der Hart y Goossemns (1991), proponen un ritual
terapéutico de “despedida”, basado en los rituales de duelos judíos que consta de 3
fases.

a. Fase preparatoria en la que se expresa la pérdida de forma desestructurada


b. Fase de reorganización, en la que se siguen conductas propias del luto, y se
escribe una “carta continua” al difunto según un ritual prescrito.
c. Fase de finalización: que comprende una “ceremonia de despedida” a modo de
un funeral, un “rito de purificación” (bañarse o ducharse) y un “rito de reunión”,
por ejemplo, un comida con amigos y familiares.
Estos autores resaltan la falta de rituales de duelo en la sociedad occidental actual como
factor que favorece los duelos incompletos, y por ello proponen realizarlos en terapia.

4.3. D E L A S I LL A V ACÍ A A L “T ER CE R O P E NS AN TE ”
Una de las técnicas más utilizadas, tanto en terapia individual, como en terapia
familiar, es la técnica de la “silla vacía”, proveniente de la terapia gestáltica. Con esta
técnica lo que se hace es poner al paciente enfrente de una silla vacía, y el cliente, debe
imaginarse a la otra persona (en nuestro caso al fallecido) y hablar directamente con él y
expresar por tanto emociones y sentimientos que hayan quedado pendientes y que estén
dificultando el proceso de duelo.

A partir de esta técnica tan utilizada Edith Goldbeter-Merinfeld ha desarrollado


el modelo del tercero pesante, referido a un miembro de la familia cuyo rol parece
esencial en el seno de todos los triángulos relacionales intrafamiliares.

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Psicoterapia

Fue en una consulta en la que se uso la técnica de la “silla vacía” donde la autora
se dio cuenta de que las sillas que quedaban desocupadas durante una sesión, podían
pertenecer a ausentes. También se dio cuenta de que las familias, tenían un interés muy
acentuando por lo ausente y cayó en la cuenta de que el duelo no podía hacerse en unas
condiciones en las que la ausencia no era reconocida ni aceptada. Esta consideración, de
que la ausencia no se acepta, viene muy al hilo de nuestro planteamiento general, es
decir, es una interpretación muy común en el campo sistémico, donde el acento se
coloca en la función protectora que cumple el síntoma frente a la homeostasis familiar.

Además, Edith, se planteó desde una perspectiva de la cibernética de segundo


orden, cuál era el papel que desempeñaba el terapeuta en el proceso de emergencia de
los ausentes en el seno del encuentro terapéutico. En coherencia con el modelo
sistémico surgió la pregunta: ¿Qué función podía tener para la familia la introducción
del terapeuta y, en el sentido inverso, que función podía cumplir para el terapeuta el
hecho de ser acogido en el seno de una familia? Se dió cuenta, por tanto, la relación
terapéutica podía cumplir la función de reforzar la estabilidad del “sistema terapéutico
del terapeuta” y del “sistema familiar de la familia”.

Se llega de esta forma a la definición del “tercero pensante” que es la persona


cuya presencia (física o evocada) es quasi indispensable para equilibrar “bien” las
relaciones dentro de un sistema (Goldbeter-Merinfeld, 1990a). La familia pide ver a un
terapeuta, es decir, se disponen a integrar a un tercero en la intimidad de sus relaciones.

A partir de todas estas deducciones, la autora, plantea como se lleva ría a cabo
una terapia familiar centrada en resolver el proceso de duelo. Para ello, es necesario
primero, tomar conciencia de los elementos favorables y obstáculos para la elaboración
del duelo, además de tener en cuenta todos los factores anteriormente mencionados que
marcan la vulnerabilidad de las personas ante un proceso de duelo.

El proceso de duelo se encuentra bajo la influencia de factores sociales,


culturales, históricos y afectivos. La muerte en los hospitales hace que el paso de la vida
a la muerte cada vez se aleje más de las personas. Además los sentimientos intensos de
tristeza asociados a la muerte son percibiditos a menudo como algo inconveniente, lo
que a menudo condena a los afectados a ocultar sus sentimientos. La medicación
antidepresiva o calmante también favorece al no reconocimiento de los propios

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sentimientos. Estas situaciones, favorecen a veces que se produzca un bloqueo del cual,
a veces, se toma conciencia en el proceso terapéutico mucho después de la muerte del
ser querido y cuando la estructura familiar está muy deteriorada.

La muerte de un joven, niño o recién nacido perturba mucho más profundamente


el sistema familiar. Por otro lado la muerte inesperada en el nacimiento golpea las
expectativas, los proyectos y a veces las lealtades profundas respecto de las familias de
origen (de este tipo de muerte hablaremos más adelante).

Si la muerte estuvo precedida de una larga enfermedad, la familia ha vivido


durante cierto tiempo en un clima de incertidumbre y de estrés, hasta el punto de que
algunos de los miembros de las familias, de una forma u otra, estén esperando la muerte
del afectado. Este tipo de actitud, puede suponer un peligro para cuando la persona ya
ha muerto, puesto que afloran sentimientos de culpabilidad.

El suicidio es la forma de muerte que suscita la mayor cantidad de sentimiento


intensos y, a veces, contradictorios: una profunda culpabilidad de no haber podido
prever la situación, ayudar a la persona o impedir el suicidio; cólera por no haber sido
considerado como una persona capaz de ayudar; agresividad por “él/ella ha osado
hacerme esto, a mi”. También afloran, a veces, sentimiento de abandonos, porque la
persona no se ve como suficiente motivo como para que el deseo de s uicido cesara.

Como ya hemos ido diciendo, la muerte de uno de los miembros de la familia,


trae consigo una ruptura del equilibrio del sistema familiar. En algunas ocasiones, esto
se intenta solucionar, incluyendo la presencia de un fantasma, para poder así reanudar la
homeostasis. Este fantasma se reencarna a través del síntoma en uno de los miembros de
la familiar (algunos casos de anorexia), o, por el contrario, flotando, sin cuerpo.

El modelo del “tercero pensante” otorga un lugar particular a los muertos


significativos de la familia: los ausentes acompañan a la familia en su vida cotidiana,
como también durante las sesiones de terapia.

El genograma se construye progresivamente a veces en el marco de la


aproximación a la historia de la familia, en el trascurso de una búsqueda de
acontecimientos relacionados con la aparición de síntomas. Los datos que contiene

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podrían llamar la atención del terapeuta, sobre la existencia de “terceros pensantes”


ausentes, de fantasmas las sillas vacías pueden parecer cobrar vida durante la sesión o,
por lo menos aparecer como portadoras de sentido.

Es muy habitual que los clientes esperen que el terapeuta asuma un papel muy
preciso en la dinámica intrafamiliar. En la medida en que el terapeuta está atento al
papel que la familia desea que el terapeuta tenga, este puede investigar sobre quiénes
son los desaparecidos “pensantes” en la familia.

Destacar la presencia de un ausente en la sesión moviliza a cada participante de


manera diferente: los miembros de la familia se ven confrontados con su relación
singular con este ausente; al mismo tiempo se le abran diferentes posibilidades de
duelos, los tiempos individuales recuperan su importancia con relación al tiempo
sistémico. De esta forma, el terapeuta debe estar dispuesto a ayudar a los miembros de
la familia, a elaborar a la vez un duelo colectivo familiar y duelos individuales. Se tiene
que llevar a cabo el reconocimiento muerto-ausente.

El último paso para el interviniente será transformarse él mismo en un ausente


reconocido del sistema.

Hay tres fases en el proceso terapéutico (Andolfi et al, 1989). En la primera fase
el paciente se encuentra en el centro de cada triangulo relacional y se implica
rápidamente en toda interacción entre dos miembros de la familia. En la segunda fase, el
terapeuta sustituye voluntariamente al paciente en su función, actuando como el tercer
vértice de diferentes triángulos, mientras que el paciente es desplazado a una posición
exterior, como observador. En la última fase, que corresponde al final de la terapia, el
terapeuta se separa del grupo, y los triángulos interactivos se forman mas libremente
porque el ya no es la persona esencial que debe implicarse en los diferentes triangulos.
En el esquema propuesto por Goldbeter-Merinfeld, el paciente identificado esta a la vez
en una posición parecida a la de los otros miembros de la familia y en el centro del
sistema a causa de su síntoma, de aquello que lo identifica. Este lugar central es
asimismo el del tercero ausente que el síntoma recubre y oculta. En un segundo
momento, durante los encuentros terapéuticos, el terapeuta sustituye al tercero ausente y
ayuda al paciente identificado a ocupar un lugar análogo al de los demás miembros de la
familia, lo que equivale a quitarlo del centro. A continuación, el terapeuta se alejaría

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para dejar que el ausente quede plenamente expuesto a todos y para permitir así el
ingreso en un proceso de duelo. Finalmente, el ausente, al igual que el terapeuta, se ha
tornado más periféricos y el duelo termina.

Este tipo especial de terapia familiar sistémica del “tercero pensante”, supone
una implicación importante del terapeuta en el proceso terapéutico. Es para ello
fundamental, haber creado, antes de comenzar cualquier sesión, una fuerte alianza
terapéutica que permita el desarrollo de las sesiones con éxito.

5. UN CASO PARTICULAR DE DUELO: LA


MUERTE PERINATAL

Las muertes perinatales y la muerte de niños recién nacidos implican duelos


generalmente muchos más graves y dolorosos, para toda la familia, aunque en especial
para la mujer. Si hay algo que resume el enfoque que debería adoptar el profesional de
la salud con un marido y una mujer (y a veces un niño) que sufren este tipo de
experiencia es reconocer que los padres han sufrido una pérdida real, una muerte. No es
nada aconsejable intentar minimizar la pérdida centrándose de manera muy optimista, ni
facilitar demasiado el “tirar para adelante” rápidamente. Eso puede llevar, por ejemplo,
a un embarazo inmediato, embarazo que en estos casos, se convierte de alto riesgo
(biológico sino se han realizado las evaluaciones pertinentes) y psicológico (por la
interferencia que significa un duelo no elaborado por el niño muerto). De esta forma es
muy importante trabajar con las familias, las fantasías con respecto al hijo que han
perdido y en que afecta eso a su autoimagen.

Dentro de la pareja hay que trabajar los sentimientos referidos a la pérdida,


especialmente los sentimientos de miedo y culpa. El miedo a un futuro embarazo, el
miedo al impacto de la pérdida en el matrimonio, y el miedo a fracasar como
padre/madre son especialmente importantes. En cuanto a la culpabilidad puede llevar a
culpar a otro o a uno mismo. Hay que explorar esas tendencias y su impacto en la
autoestima.

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En este caso de muerte, es importante que haya una colaboración familiar en las
dos primeras tareas del duelo, es decir, hay que ayudar a compartir decisiones con
respecto a qué hacer con el cuerpo, a poner nombre al bebé, a participar en el funeral.
Existe una colección importante de objetos relacionados como el bebe, como s us fotos,
el certificado de nacimiento, una huella, el brazalete de enfermería y las tarjetas que
envían los amigos que pueden ayudar a hacer real la pérdida.

A menudos el informe de autopsia puede ayudar a hacer real la pérdida y, al


mismo tiempo, a calmar fantasías de los padres con respecto a sus capacidades
reproductivas. Si estos temas no con tratados a ningún nivel, lo más probable es que
resulte afectada la autoestima de los padres y, por lo tanto, se facilita la psicopatología,
sobre todo si antes existía una vulnerabilidad.

Dentro de este tipo de muerte, no hay que olvidarse de los hermanos. La muerte
perinatal puede ser una perdida invisible para los niños en casa. No ver al hermano
perdido hace la muerte menos real, una realidad que se disminuye incluso más si los
padres no reconocen la perdida. La comprensión que el hermano hará de la perdida
estará influida, por supuesto, por su desarrollo cognitivo y emocional. Comprender la
perdida de manera inadecuada y el pensamiento mágico puede llevarles a creerse
culpables de la pérdida o a culpar a los padres. Lo segundo puede incrementar la
ansiedad del niño y su vulnerabilidad persona por su propia seguridad y bienestar.

Con este tipo de muerte, la familia elabora el duelo tanto por lo que podría haber
tenido como por lo que ha perdido. Hay que considerar, por tanto, la posibilidad de
derivar a los padres a un grupo de apoyo donde compartan pérdidas similares. Lo que si
está claro, es que hay que hacer seguimiento continuado con la pareja y con los
miembros de la familia.

Como ya hemos dicho, la muerte perinatal hace que los padres necesiten
contención, consuelo, compañía, y, bastante a menudo, terapia. La terapia, aunque en
cada en cada caso debe ser adaptar a la cada familia concreta, puede resumirse de la
siguiente forma:

- A ser posible, hay que ayudar a los padres a vincularse, a que puedan ver al niño,
cogerlo, cuidarlo en la medida de lo posible. Si ya ha muerto, que puedan
sostenerlo, proporcionar las ultimas caricias y contacto.

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- Facilitar que los padres puedan asistir a los funerales y demás rituales: esquela,
recordatorio, etc. Ver al niño recién nacido puede ayudar en la elaboración del
duelo, así como la realización de un rito funerario completo. En ocasiones, ocurre
que los niños recién nacidos, son enterrados o incinerados casi a escondidas, de
forma clandestina, sin tener en cuenta los sentimientos, deseos y repercusiones de la
elaboración del duelo de los padres.
- Muchas muertes si ocurren en las cuatro primeras semanas de vida, están
relacionadas con anormalidades congénitas del niño. En estos casos los padres
necesitan mucha información y apoyo, para contener sus emociones. Precisan esas
ayudas antes de embarcarse en nuevos embarazos. Hay que recordar, además que la
muerte súbita en la infancia es la causa más frecuente de muerte entre el mes y el
año de vida y que produce un devastador impacto emocional en los padres por su
brusquedad, imposibilidad de previsión y causas inciertas.
- Hay que tener en cuenta también, que recordar esas perdida no es dañino. Vale la
pena recordar los aniversarios y ofrecer compañía, apoyo y contención en esos días.
- En conveniente ayudar a los padres a que expresen sus sentimientos y fantasías
respecto al hijo muerto. Cuestiones como, qué esperaban de él, cómo les ha
decepcionado/dolido/sorprendido/entristecido/hundido la pérdida, etc. Todas estas
cuestiones nos pueden dar pistas de sus sentimientos de aflicción y, tal vez,
depresivos.
- Es importante que los padres reciban ayuda con respecto a los sentimie ntos
asociados a este tipo de pérdida: culpa, miedo, ira, etc. En cuanto a la culpa, es
necesario que el terapeuta les ayude a expresas las preguntas más directas y debe
darles las respuestas mas claras que sea posible, cuando las haya. En cuanto al
miedo, hay que ayudar a los padres y hermanos a expresas sus miedos. Una vía
posible es hacer una lista, escrita o no, junto con ellos, para así poder hablar de ellos
uno por uno. Es conveniente que puedan oír diferentes perspectivas sobre el mismo
suceso, aunque esas sean contradictorias o incluso exageradas. En cuanto a la ira, el
enfado, hay que admitir que es una reacción frecuente, casi universal. No obstante
en este caso la ira es más difícil de expresas porque falta un foco sobre el que
centrarse. Si no hay elementos legales claros, hay que evitar que el foco se concentre
en los médicos o en los que “facilitaron, provocaron o permitieron” la muerte.

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- Conviene ayudar a los padres a que puedan darse un tiempo para elaborar la pérdida
y el duelo. Un embarazo rápido tras el suceso, suele implicar factores de riesgo
adicionales para el futuro hijo, que nacería con la carga de su concepción durante el
duelo y la de ser el sustituto de un niño muerto.
- En el mismo sentido, conviene ayudar a los padres a ir resituando al niño muerto en
su mundo interno (expresas sus sentimiento hacia él, volver a pensar el deseo del
hijo, rehacer las fantasías sobre el lugar que ocupa o iba a ocupar, rehacer los
recuerdos acerca del embarazo y los días que vivió) También hay que colaborar con
los padres en la realización de los cambios adecuados en la vida externa, es decir,
cambiar el dormitorio infantil, previamente preparado, da r a otros los objetos menos
significantes, hacerse a la idea de que habrá que esperar para tener otro hijo.

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