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COMO GUIAR A LOS JOVENES

Publicado en chino en 1963,

El Ministerio de la Palabra, tomo 7, págs. 500-518

(Notas tomadas de lo que se compartió en la iglesia en Taipéi acerca del servicio.


Las notas no fueron revisadas
por el conferencista)

Los hermanos me pidieron que esta noche tuviera comunión especialmente con los hermanos y
hermanas que sirven con los jóvenes y los estudiantes. Además, deseaban que aquellos que sirven
en los hogares también tomaran parte en esta comunión. Por lo tanto, esta noche no voy a dar un
mensaje; más bien, simplemente deseo tener comunión con ustedes acerca de algunos principios
relacionados con la manera de ayudar a los jóvenes.

DEBEMOS VER LO PRECIOSO QUE SON LOS JOVENES

En todo lo que hacemos, lo más importante es tener el interés y el motivo genuinos, de otro modo,
no tendremos deseos de hacer nada, y aun si hacemos algo, lo haremos sin entusiasmo. Por
supuesto, esto también se aplica a la obra que se lleva a cabo entre los jóvenes. Si uno desea
participar en esta obra, es necesario que los jóvenes le agraden, que uno se preocupe por ellos y se
interese en sus asuntos. Podríamos considerar esto como el “capital” mínimo que se requiere para
servir con los jóvenes. Si no sentimos interés por ellos ni deseos de cuidarlos, es decir, si hacemos
la obra sin ganas, todo lo que hagamos será de poco valor.

A veces nuestro interés o motivo puede provenir de nuestra preferencia. Cuando nos gusta cierta
actividad, naturalmente tenemos el corazón e interés de hacerla. Es posible que tengamos la
inclinación de hacerla por causa de lo que sabemos de cierta situación. Cuando vemos la
importancia y el valor de un asunto, espontáneamente seremos motivados a hacerlo. Conforme a lo
que he observado de la verdadera situación que existe en la obra entre los jóvenes, algunos
hermanos y hermanas sirven con ellos motivados por su preferencia; sirven con ellos debido a que
sienten una afición natural hacia ellos. No podemos decir que esto sea incorrecto; de hecho,
tenemos que admitir que no importa cuánta gracia hayamos recibido y cuánta espiritualidad
poseamos; seguimos siendo humanos y tenemos la naturaleza humana. Pero en cuanto a esto,
debemos decir que servir con los jóvenes por este motivo no le da a la obra la debida importancia.
Si realmente queremos servir a los jóvenes y hacer que la obra sea de peso, debemos permitir que
Dios abra nuestros ojos a fin de que veamos lo precioso que son los jóvenes y su importancia en las
manos de Dios. Si vemos esto, tendremos gran aprecio por esta labor y obtendremos
espontáneamente el interés y el motivo para laborar con ellos.

EL FUTURO DE LA OBRA DEL SEÑOR


DEPENDE POR COMPLETO
DE LOS JOVENES

Si leemos toda la Biblia cuidadosamente, descubriremos un hecho palpable: no es fácil encontrar


un caso en el cual Dios haya llamado a una persona anciana para que hiciera algo nuevo o de gran
trascendencia. Esto quizás desanime a los hermanos y hermanas mayores, pero es un hecho
innegable. En realidad, no encontramos ni una sola ocasión en que Dios llamara a una persona de
edad avanzada para que hiciera algo nuevo. Aparentemente, Moisés recibió el llamamiento de Dios
cuando tenía ochenta años, pero al leer la Biblia minuciosamente, nos daremos cuenta de que en
realidad Moisés no recibió el llamamiento de Dios por primera vez a la edad de ochenta años, sino
cuando él era joven. Ya sea que leamos acerca de Josué, de Caleb, de Samuel o de David, en el
Antiguo Testamento, o acerca de los doce discípulos que el Señor Jesús llamó en el Nuevo
Testamento, nos daremos cuenta de que ninguno de ellos era de edad avanzada cuando el Señor lo
llamó por primera vez. De hecho, es difícil encontrar un buen ejemplo que muestre que Dios
llamara a un hombre de edad avanzada para que emprendiera algo nuevo e importante. Esto es
verdad no sólo en la Biblia, sino en toda la historia de la iglesia. Podríamos decir que casi todos
aquellos que Dios usó para comenzar algo nuevo, o que El escogió para cambiar la era, eran
jóvenes.

Quisiera darles un testimonio. Hace treinta años la obra que el Señor llevaba a cabo en China, tuvo
un nuevo comienzo. En aquel entonces, Dios no llamó a ninguna persona de edad avanzada. Todos
aquellos que hoy tienen alrededor de cincuenta años y siguen firmes sirviendo al Señor, en aquel
tiempo tenían cerca de veinte años. Fueron levantados por el Señor en las escuelas para esa nueva
obra. Hermanos y hermanas, si vemos esto, valoraremos mucho a los jóvenes delante de Dios.

Además, en la Biblia, casi toda obra a la cual Dios llamó a personas jóvenes, era una obra que
cambió la era. Dios llamó a Moisés para cambiar la era, y llamó a Josué para cambiar otra era.
Obviamente, el llamamiento que Samuel recibió, cambió la era. La integridad de la profecía, así
como del sacerdocio y del reinado dependía del joven Samuel. El fue uno de los que
verdaderamente cambió la era. Además, podemos ver que Daniel y sus tres amigos eran jóvenes
entre los cautivos. Por medio de ellos Dios cambió la era del cautiverio. Luego, en el Nuevo
Testamento, el primero que surgió fue Juan el Bautista. Sabemos que él era un joven llamado por
Dios, pues Dios lo usó en aquella época para cambiar la era. Más adelante, podemos ver a Pablo, un
apóstol especialmente usado por Dios. La Biblia dice que él era joven cuando el Señor lo visitó
(Hch. 7:58). Todos reconocemos que Pablo fue un hombre que cambió la era. No me atrevería a
exagerar en cuanto a esto, pero mi sentir es que la obra que el Señor comenzó entre nosotros en el
Oriente hace treinta años, contenía en gran manera el elemento y la naturaleza de una obra que
cambia la era. Dios siempre llama a jóvenes para llevar a cabo obras de grandes consecuencias.

Quisiera decirles, hermanos y hermanas, que debido a que vimos esto, hemos prestado mucha
atención durante los últimos veinte años a la obra que se realiza entre los jóvenes. Con esto no
quiero decir que el alma de un joven valga más que las almas de dos personas de edad avanzada.
No es esto lo que quiero decir. Pero sí digo que si una persona ha de ser útil en las manos del
Señor, o si tendrá un futuro en la obra de Dios, es menester que el Señor lo cautive cuando es
todavía joven. Esto es obvio.

Este hecho no sólo se muestra en la Biblia y se confirma en la historia de la iglesia, sino que se ve
también en todas las sociedades humanas. Nunca vemos que se adiestre a una persona de edad
avanzada para realizar un proyecto nuevo o un nuevo movimiento. No existe una escuela que
acepte solamente a personas de edad avanzada, ni un centro de adiestramiento establecido
exclusivamente para dichas personas. Con respecto a este asunto, pido perdón en especial a los
hermanos y hermanas de edad avanzada. Tal vez haya aquí un hermano de setenta años que
verdaderamente ame al Señor, y un hermano esté dispuesto a pasar tiempo con él para ayudarlo.
Sin embargo, se dará cuenta de que es muy difícil; pues es posible que le diga algo en la mañana y a
mediodía ya se le haya olvidado. Tal vez le explique claramente algo en la mañana y en la tarde le
pregunte: “¿Qué fue lo que me dijo?” Pues ya se le olvidó otra vez. Aunque su corazón esté
totalmente dispuesto, su mente ya no es tan ágil. Este es un hecho cruel, pero no lo podemos negar.

He dicho en varias ocasiones que, con respecto a la salvación, la gracia y el disfrute de la salvación,
los de edad avanzada son muy preciosos. Sin embargo, en cuanto a ser útil en las manos del Señor,
a extender el reino del Señor y a propagar Su obra, no es de dudar que la responsabilidad recae
sobre los hombros de los jóvenes. Si el Señor retarda Su venida por cinco, diez, quince o veinte
años más, y quiere realizar algo, dicha comisión debe confiarse a los jóvenes. Los que tenemos más
de 50 años, desearíamos estar vivos para ver al Señor en Su regreso y no tener que pasar a través
del río Jordán de la muerte. No obstante, es muy probable que, conforme a los indicadores de las
condiciones actuales, tales como la inmadurez de la cosecha, la degradación de la iglesia y la
escasez de vencedores, el Señor no regresará tan pronto como suponemos. No es cuestión de que el
Señor no quiera regresar, ciertamente El quiere desesperadamente regresar pronto, pero nuestra
condición no se lo permite. Por lo tanto, debido a esta situación, creemos que aún falta un tiempo
considerable en el cual el Señor desea realizar algo en la tierra.

Por supuesto, al mismo tiempo debemos creer que el Señor regresará mañana. Hace cerca de dos
mil años que el Señor dijo: “¡He aquí, vengo pronto!” El considera mil años como un día, pues para
El no existe el elemento del tiempo. Sin embargo, de nuestra parte, si el Señor se demora un poco
más, no creo que muchos de los que ahora tenemos más de cincuenta años estaremos vivos dentro
de treinta años. Algunos de los hermanos y hermanas son aún mayores que yo, y están en sus
sesenta o setenta años. En cualquier caso, si el Señor retarda Su regreso, temo que no podamos
esperar tanto y todos ya nos hayamos ido. En tal caso, quisiera saber, ¿quién va a continuar la obra
del Señor? Quizás algunos que son espirituales, aun demasiado espirituales, me contesten: “El
Señor se hará responsable de todos estos asuntos”. Claro que sí; el Señor se hará responsable de
ello. No negamos este hecho. Pero una cosa está clara: ya sea que El se encargue de esto
directamente o que desee que usted o yo hagamos algo para El, los jóvenes serán los que lleven la
batuta. De aquí a veinte años, los que serán útiles al Señor son aquellos que ahora tienen veinte
años o menos.

Es un hecho universalmente reconocido que una persona obtiene su educación durante sus
primeros veinticinco años, después, en los siguientes veinticinco años, adquiere experiencia, y
posteriormente, en los últimos veinticinco años, llega a ser verdaderamente útil. Tres períodos de
veinticinco años dan un total de setenta y cinco años. Espero que todos los jóvenes vivan setenta y
cinco años; los primeros veinticinco los aprovechen para recibir educación espiritual, otros
veinticinco para adquirir experiencia espiritual y los últimos veinticinco años para ser usados por
Dios. Además, espero que aquellos que ahora tienen cincuenta años o más, cuiden su salud por
causa del Señor. Sin embargo, hermanos y hermanas, tomen en cuenta, por favor, que si no hay
algunos jóvenes que sean salvos y que reciban hoy la ayuda espiritual, ¿cómo adquirirán
experiencia para ser usados por el Señor en el futuro? Si hoy no hay jóvenes ganados por el Señor,
después que nosotros partamos para ir con el Señor, no habrá sucesores. Entonces existirá una
brecha.

Quisiera darles un testimonio. Hace treinta años, cuando el Señor nos levantó en China, eran
tiempos verdaderamente difíciles para nosotros. Ya que no había quién nos ayudara en nuestro
servicio, tuvimos que inquirir arduamente por nuestra propia cuenta en todo asunto. En aquel
tiempo acabábamos de salir del cristianismo; por lo tanto, incluso en la manera de reunirnos
tuvimos que ir a tientas poco a poco. Ahora, después de más de treinta años, nosotros quienes
éramos jóvenes ya nos hemos envejecidos. Si hoy el Señor no tiene un grupo de jóvenes que reciba
la ayuda, al paso del tiempo, después de que muchos de nosotros hayamos muerto, ¿acaso no
habrá una brecha? Esto no sólo retrasaría el día del Señor, sino que también reduciría la eficacia de
nuestra obra. Sin embargo, si hoy el Señor levanta hermanos y hermanas jóvenes, y si somos
preservados de tal modo que logremos darles una dirección positiva, y no simplemente
restricciones erróneas, entonces no habrá necesidad de esperar hasta que partamos para ir con el
Señor, pues incluso hoy serán útiles en las manos del Señor.
Vimos esto claramente hace más de veinte años. Por lo cual, desde entonces prestamos mucha
atención a cautivar a jóvenes intelectuales de las universidades y de los hospitales. Damos gracias
al Señor porque este trabajo ha progresado bien desde 1936. El Señor obtuvo un buen número de
jóvenes del Colegio “Unión Médica” en Pekín, de cierto hospital en Tientsin, de la Universidad de
Ch’i Lu en Tsinan, del Colegio de Enfermería en Shangái y de algunas universidades en Nankín.
Muchos jóvenes estudiantes de medicina, médicos residentes, enfermeras y hasta profesores, se
convirtieron en nuestros hermanos y hermanas. Después de unos diez años, casi todos los
colaboradores y hermanos responsables que había entre nosotros en todas las iglesias del país eran
los jóvenes que cosechamos en aquel entonces. Por tanto, después de que se ganó la Guerra de
Resistencia contra Japón [1937-1945] y de que se restauró la nación, el Señor nos condujo a
regresar a Shangái, donde nuevamente hubo una pequeña obra de reavivamiento en las regiones de
Nankín y Shangái. En ese tiempo, dedicábamos el setenta y ochenta por ciento de nuestros
esfuerzos a laborar entre los jóvenes. En esos dos o tres años, el Señor bendijo ricamente la obra
realizada entre los estudiantes universitarios. El ganó a muchos jóvenes para Su propósito. Espero
que con sólo decir esto, los hermanos y hermanas vean la importancia de servir con los jóvenes.
Esto debe crear en nosotros un aprecio profundo para con los hermanos y hermanas jóvenes.

Les digo, hermanos y hermanas, que amo a los de edad avanzada. El Señor puede testificar por mí
acerca de esto. Pero debo pedirles perdón a ellos por decir que también aprecio mucho la obra que
se realiza entre los jóvenes. Se han divulgado comentarios sobre mí diciendo que el hermano Lee
sólo se ocupa de los jóvenes y que ha echado fuera a los de edad avanzada. Yo niego que esto sea
verdad; nunca tuve tal intención. Sin embargo, por causa del futuro de la obra del Señor, pido a los
de edad avanzada que oren mucho por los jóvenes. El futuro de la obra y la utilidad en la obra, sin
lugar a dudas, recae en los jóvenes. Desde el punto de vista de salvar almas, debemos tratar
igualmente a jóvenes y a viejos; pero desde el punto de vista del futuro de la obra, debemos enfocar
nuestros mayores esfuerzos en los jóvenes. Si la iglesia o la obra no gana a los jóvenes para el
Señor, llegaremos a ser como una familia de viejos sin hijos: un abuelo de ochenta y cinco años, un
padre de sesenta años y un hijo de aproximadamente cuarenta. En tal caso, no hay jóvenes bajo el
cuidado de los mayores, ni tampoco llantos ni gritos de niños; al contrario, todos se comportan
correctamente. Esto es una situación anormal.

A veces cuando alguien me dice: “Hermano Lee, parece que nuestra iglesia es un revoltijo, y nada
está en orden”, yo le digo: “De hecho, eso es una buena señal”. Cuando uno visita a cierto hogar y
escucha a alguien llorando, a otro gritando, a otros peleando, y aun a otros brincando y
revolcándose en el piso, todo eso es una buena señal; pues indica que la familia está floreciendo.
Pero si la familia sólo tiene un abuelo de ochenta y cinco años, un padre de sesenta años y un hijo
de cuarenta, seguramente nadie estará revolcándose en el piso. Incluso si alguno deseara hacerlo,
no tendría fuerza para ello. Así que, esa familia vive todo el año en quietud, orden y soledad.
Hermanos y hermanas, podemos estar seguros de que tal familia no tendrá que vender su casa;
pues en poco tiempo la casa la heredará otro. Igualmente, si ustedes ven a una multitud de jóvenes
cuando visitan cierta iglesia, deben alabar al Señor porque la iglesia tiene futuro. No necesitan
saber si esos jóvenes son buenos o malos; pues de la misma manera que en una familia, no importa
cuán traviesos sean los niños, es mejor tenerlos que no tenerlos. Si no hay niños, la familia no tiene
esperanza alguna. Algunos niños que hoy son indeseables, mañana podrán ser deseables. Siempre
hay esperanza.

En resumen, tenemos que cautivar a los jóvenes en la iglesia y en la obra del Señor. Todo el que
obra para el Señor con perspicacia, necesita prestar atención a este asunto. Si ve esto, tendrá en su
corazón la carga de amar a los jóvenes, sin importar si son buenos o malos. Tener a un joven que
no es muy agradable es mejor que no tener a ninguno. Que todos los hermanos y hermanas, los que
aman al Señor, amen también a los jóvenes por causa del futuro de la iglesia y de la obra del Señor.
Con relación al aspecto práctico, mencionaremos los siguientes puntos.

DEBEMOS TENER INTERES


EN LOS JOVENES

Primero que todo, ya dije antes y lo repito otra vez, si queremos ayudar a los jóvenes, debemos
tener interés en ellos. Visité un lugar donde había un grupo de hermanos y hermanas que tenían
entre cuarenta y cincuenta años. Ninguno de ellos tenía nada bueno que decir de los jóvenes.
Algunos me dijeron: “Hermano Lee, mire a los jóvenes que están entre nosotros. ¿Tienen buenos
modales? No hacen diferencia entre mayores y jóvenes, entre ancianos y jovencitos. Cuando nos
ven en la calle nos dan la espalda. Cuando nos ven en la entrada del salón del reunión, nos miran
fijamente, sin respeto. Hermano Lee, debería dar un mensaje que ayude a estos jóvenes para que
tengan consideración con los mayores y jóvenes, con los ancianos y los jóvenes”. En otra ocasión,
vino un hermano que tenía cerca de cincuenta años y me dijo: “Hermano Lee, mire a los jóvenes
que están entre nosotros; tienen pocos modales. Caminan volando con los ojos mirando por todas
partes; andan realmente sueltos”. Poco después, estuve con un grupo de hermanos de edad
avanzada, y uno de ellos me pidió que diera un mensaje que enseñara a los jóvenes a ser
obedientes. El dijo: “Nuestros jóvenes simplemente no obedecen a los mayores”. Ese día sentí que
era una buena oportunidad para compartirles una palabra, así que, les dije: “Hermanos, me han
hablado muchas veces de lo mal que se portan estos jóvenes. Quisiera preguntarles: Si ellos
estuvieran bien, entonces, ¿para qué servirían ustedes los mayores? Sin duda, no se portan bien,
pero ¿qué clase de ejemplo les han dado ustedes?” Ese día les hablé por largo tiempo con la
intención de estimularlos a ayudar a los jóvenes y a interesarse por ellos. No debemos buscar
primero las faltas en los jóvenes; pues si lo hacemos, no podremos ayudarles.

Algunos tienen preferencia por los jóvenes a quienes consideran buenos, pero hacen una mueca y
dan muestras de desaprobación cuando ven a aquellos a quienes no consideran buenos. Esto está
mal. A veces Dios le muestre a usted que su evaluación de aquellos a quienes considera buenos, es
incorrecta. En cambio, Dios puede usar grandemente a aquellos a quienes usted no considera
buenos. Por tanto, es difícil asegurar que aquellos que nos parecen buenos ahora, serán buenos en
el futuro, y que aquellos que ahora nos parecen malos, serán malos mañana. Nunca debemos
confiar en nuestro propio juicio. Esto también se aplica incluso cuando nos evaluamos a nosotros
mismos. Hoy podemos ser buenos, pero esto no garantiza que lo seremos hasta el final. Podemos
ser malos hoy, pero mañana el Señor puede cambiarnos y hacernos buenos. De la misma manera,
sin considerar si los jóvenes son buenos o malos, debemos tratar igual a todos, quererlos e
interesarnos por ellos. ¿Caminan ellos volando? Entonces vuele usted con ellos. ¿Su mirada
divaga? Permita que sus ojos divaguen también. ¿Juegan a la pelota? Juegue con ellos, y cuando el
juego termine, hábleles acerca del Señor Jesús. Esta es la capacidad genuina. Sin embargo, si no
puede hablarles del Señor Jesús porque El le ha dejado mientras usted jugaba pelota, entonces su
espiritualidad es falsa.

Quisiera darles otro ejemplo. Suponga que un hermano se encuentra con un joven en la calle. Le
pregunta adónde va y él le dice: “Voy al cine porque estoy muy aburrido”. No lo debe regañar ni
ponerle mala cara diciéndole: “¿Por qué vas al cine? ¿Cómo puedes hacer eso?” Si hace esto, no
podrá ayudar a ese joven. Es mejor que sostenga una breve conversación con él. Puede preguntarle
qué película verá y a cuál teatro irá. Luego, debe caminar con él una distancia corta o pedir un taxi
e ir con él. Mientras van en camino al cine el hermano, puede hablar sobre algunas cosas que estén
en su corazón. Puede preguntarle: “¿Hermano, has disfrutado la lectura de la Palabra en los
últimos dos días?” De esta manera el hermano puede comenzar a hablar con él acerca de leer la
Biblia. También le puede hablar acerca de la oración y preguntarle si ha orado recientemente.
Cuando lleguen al cine el hermano le puede decir al joven: “Hermano, ya llegamos. Entra, yo
pagaré el taxi. Tengo que ir a una reunión. Diez minutos antes de que acabe la película regresaré y
estaré aquí esperándote”. En lugar de ser impaciente con el joven, el hermano está totalmente
interesado en él. Si tiene algún dinero, le puede preguntar: “Hermano, ¿tienes suficiente dinero
para la entrada? Si no, yo puedo darte algo”. Hermanos y hermanas, si ustedes pueden hacer esto,
verán que sí pueden ayudar a ese joven. Temo que ustedes sean como “abogados” que, con rostros
inexpresivos, les enseñan rigurosamente e incluso los condenan. Una vez que este joven recibe su
condenación, quizás no sea capaz de ser liberado de las películas por el resto de su vida, es decir,
no podrá vivir sin ellas. Irá al cine el resto de su vida debido a que usted lo provocó. No piensen
que hablo sin sentido; sé muy bien lo que estoy diciendo.

Esto es lo que el Señor Jesús hizo aquel día camino a Emaús. El Señor le preguntó a los dos
discípulos: “¿Qué pláticas son éstas que tenéis entre vosotros mientras camináis?” (Lc. 24:17). Uno
de ellos contestó: “¿Eres Tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella
han acontecido en estos días?” (v. 18). Indudablemente, el Señor Jesús estaba bien enterado, pero
aún así les preguntó: “¿Qué cosas?” (v. 19). Ellos hablaron mucho y el Señor Jesús los escuchó con
paciencia. Caminaban monte abajo, y el Señor simplemente caminó con ellos. Sin embargo, al
final, el Señor les abrió los ojos, y ellos cambiaron de actitud completamente. Hermanos y
hermanas, creo que todos saben lo que quiero decir con estas palabras. ¿Desean ayudar a los
jóvenes? Entonces, primero necesitan mostrar interés en ellos. No se preocupen tanto por sus
errores; de hecho, no deben condenarlos. Deben dejarles sentir que ustedes son sus buenos
amigos, que se compadecen de ellos y que tienen interés en ellos y en sus asuntos. Este es el punto
principal.

HACER TODO LO POSIBLE


POR PONERSE EN CONTACTO
CON LOS JOVENES

En segundo lugar, aprendan a hacer todo lo posible por ponerse en contacto con los jóvenes. La
capacidad de ayudar a los hermanos y hermanas jóvenes no depende de que tengamos mucha
habilidad para darles mensajes, sino de que tengamos contacto con ellos frecuentemente y con
regularidad. Cuando tengamos contacto con los hermanos y hermanas jóvenes, no debemos
empezar preguntándoles: “¿Cuántos capítulos de la Biblia leíste hoy? ¿Oraste?” Tales preguntas no
se deben hacer hasta que hayamos tenido varios contactos con ellos, tal vez hasta después de ocho
o diez veces. Es importante tener en cuenta que no debemos hablar sobre cosas espirituales al
iniciar nuestro contacto con ellos. Especialmente al hablar con un incrédulo es menester que
guardamos este principio. No debemos hablarle acerca del Señor Jesús la primera vez que
conversemos con él. Debemos restringirnos de mencionar al Señor Jesús porque queremos
mantener un contacto largo con él. Descubriremos que, al mantener contacto con él, aunque
parezca que estamos retrocediendo, en realidad, estamos avanzando. Necesitamos percibir su
sentir como persona, hasta que un día, en el momento preciso, podamos impartirle el evangelio. De
esta manera tendremos éxito con él. Sin embargo, si lo hacemos precipitadamente, es probable que
causemos una reacción negativa. Si mezclamos todo y hacemos un enredo, es posible que él no
reciba al Señor en toda su vida. Lo mismo aplica a todos los jóvenes. Si les hablamos
inmediatamente acerca de leer la Biblia y de orar, es posible estimular sus sentimientos negativos.
Debemos esperar hasta tener más contactos con ellos y cultivar en ellos cierta simpatía y agrado
por nosotros, y además, corresponderles con nuestra amistad. Una vez que hayamos tocado sus
sentimientos y ganado su confianza, podemos comenzar a hablarles de cosas espirituales. Esto es
como dar la medicina correcta para cierta enfermedad. Con la medicina correcta, la enfermedad
ciertamente sanará. Entonces podemos esperar resultados.
DAR ENFASIS A LO PRACTICO
EN VEZ DE RECALCAR LAS DOCTRINAS

En tercer lugar, cuando ayudemos a los jóvenes, no debemos darles muchas doctrinas; más bien,
debemos dar énfasis al aspecto práctico. No debemos poner mucho énfasis en las doctrinas, no sólo
cuando tenemos contacto personal con ellos, sino también cuando les predicamos el evangelio o les
damos mensajes. Si ellos sólo escuchan doctrinas, no habrá mucho resultado. Cuanto más
doctrinas les hablemos, más muertos, fríos y alejados estarán. Debido a que los jóvenes tienen
muchos problemas prácticos, es imprescindible percibir sus sentimientos, comenzando con sus
problemas e inquietudes. Por tanto, necesitamos dedicar tiempo analizando los problemas que
ellos tienen en su vida práctica, incluyendo los problemas antes y después de que recibieron la
salvación. Basado en este análisis, lo que les hablemos al predicarles el evangelio o al edificarlos,
será práctico y estará relacionado con los asuntos prácticos que afectan sus vidas.

TENER UNA FE POSITIVA


EN CADA JOVEN

En cuarto lugar, es preciso tener una fe positiva en cada joven. Esto significa que debemos creer
que los que nos parezcan buenos, serán mejores, y que los que no parecen tan buenos, llegarán a
serlo. Además, debemos tener aun más fe en aquellos que no nos parecen tan buenos, y creer que
serán buenos, y no tener tanta fe en aquellos que son buenos.

Quiero decirles, hermanos y hermanas, que todos somos descendientes de Adán, un linaje caído.
Incluso los hijos de las personas más piadosas son caídos. No queremos decir que ser caídos esté
bien, pero debemos recordar que todos los que verdaderamente conocen la salvación,
anteriormente eran personas caídas. Si una persona ha sido preservada desde su nacimiento y no
ha vivido nunca de una manera caída, no puede tener una experiencia profunda de la salvación.
Debido a que nunca ha vivido de una manera caída, no es capaz de experimentar la salvación de
Dios. No estoy diciendo que deben ser personas caídas, tampoco que deben ser livianos con sus
hijos. Esto no es lo que quiero decir. Mi punto es que jamás debemos excusarnos por despreciar a
ciertos jóvenes porque no son buenos. Este concepto es erróneo.

Conocemos la historia de George Müller, un hombre espiritual del siglo diecinueve. El llegó a
entender claramente que era salvo probablemente cuando tenía veintiún años. Nació en una
familia cristiana, y su padre fue un hombre temeroso de Dios. Sin embargo, antes de cumplir los
veintiún años, fue un joven muy caído. A menudo le robaba dinero a su padre para vagabundear de
un lado a otro. En una ocasión se hospedó en un hotel y como no pudo pagar la estadía, el dueño lo
envió a la cárcel. En ese tiempo él era una persona muy corrupta y entregada a los placeres. Pero
un día el Señor lo encontró. Después de ser salvo, vino a ser un joven que amó profundamente al
Señor. Antes de los veintiún años, George Müller era una persona muy indecorosa. ¿Quién se lo
hubiera imaginado que después de los veintiún años él amaría tanto al Señor y sería tan espiritual?
Por esto, no podemos juzgar el futuro de un joven a base de su situación presente.

Hermanos y hermanas, les digo que, por lo general, no es confiable la condición de un joven, sea
buena o mala. Hoy podemos considerar que cierto joven es muy malo, pero contrariamente a
nuestro punto de vista, un día él llega a ser bueno. De la misma manera, hoy podemos pensar que
cierto joven es muy bueno, pero un día llega a ser muy malo. Por tanto, todos los que tienen cierta
experiencia sirviendo con los jóvenes pueden decir: “No confiamos en la condición de los jóvenes.
Sin embargo, por el lado positivo, creemos de todo corazón que un día Dios los ganará para Su
propósito”. Esto nos librará de laborar solamente con los jóvenes a quienes consideramos buenos,
y de desechar a aquellos a quienes consideramos malos. En realidad, muchas veces la percepción
espiritual de aquellos que son habitualmente buenas, no es tan precisa y su crecimiento puede ser
muy lento. Sin embargo, si dedicamos tiempo a aquellos que aparentemente son malos con el fin
de que experimenten un cambio en su vida, su entendimiento espiritual puede ser abierto, y
gradualmente pueden volverse al Señor. Esto muestra que los que trabajamos entre los jóvenes no
debemos confiar en su situación actual. No creamos en su buena o mala condición, sino y
únicamente en la obra de Dios. No importa cuán malo pueda ser alguno, todavía creemos que la
obra de Dios puede hacer que se vuelva al Señor. No importa cuán deficiente sea alguno, creemos
que la obra de Dios puede ayudarlo a emerger de su condición. Debido a que tenemos esta fe
positiva, prestamos atención a todos y a cada uno de los jóvenes.

ADAPTARSE A LOS JOVENES

En quinto lugar, los que desean servir con los jóvenes tienen que aprender a corresponder y a
adaptarse a ellos. No pidamos que ellos se adapten a nosotros. Más bien, nosotros debemos
adaptarnos a ellos a tal grado que seamos como pegamento. El pegamento es lo que mejor se
adapta; no hay lugar donde no pueda adaptarse. Se adapta a superficies planas, ásperas, torcidas y
aun a las esquinas. El pegamento puede aplicarse a todo. Los que laboramos con los jóvenes
necesitamos permitir que el Señor trabaje en nuestro carácter a tal grado que seamos como el
pegamento. Si alguien quiere servir a Dios, requiere un carácter que no sólo sea fuerte, sino
también flexible; tiene que ser alguien que atempera lo fuerte con la flexibilidad para poder ser
capaz de adaptarse a otros como el pegamento.

Por ejemplo, para entrar en la escuela superior los jóvenes tienen que enfrentarse a una gran
competencia; además prevalece una atmósfera que los induce a ir a estudiar al extranjero. Después
de la primaria, tienen que entrar a la secundaria y a la preparatoria. Luego, tienen que entrar en la
universidad. Después de graduarse de la universidad, intentan ir al extranjero para continuar sus
estudios. Todos están ocupados en obtener la educación más alta e ir al extranjero. Parece muy
difícil trabajar con los jóvenes porque están demasiado ocupados como para dedicarse a seguir al
Señor. Pero esta percepción nuestra no es tan acertada. Los que laboramos con los jóvenes
tenemos que ser como el pegamento, de manera que no importe si el joven tenga un carácter suave
o duro, o si es tridimensional, plano o si tiene una superficie llena de picos y hendiduras; aún así
debemos adherirnos a él. Tenemos que acoplarnos con los jóvenes y amoldarnos a ellos. ¿Están
ellos ocupados preparándose para entrar a la escuela superior? Entonces trabajamos con ellos
acompañándolos en su preparación para este asunto. ¿Se van al extranjero a estudiar? También los
acompañamos y nos adaptamos a esto. Aunque no podamos ir con un joven a otro país, nuestro
cuidado e interés irá con él. Debemos laborar no sólo al grado de cautivarlo aun en ese país, sino de
cautivar a otros en dicho país por medio de él. Debemos laborar con él al grado que él haga la obra
del Señor en cualquier universidad a la cual asista. Luego, como resultado de predicar el evangelio,
él cautivará allí a otros. Así que, en lugar de considerar como un obstáculo la tendencia
prevaleciente de ir al extranjero, la consideramos como una salida para extender nuestra obra.
Debemos sostener correspondencia con los hermanos y hermanas que estudian en el extranjero,
permaneciendo en comunicación con ellos. Antes de que se vayan, necesitamos ayudarlos a llevar
una vida espiritual normal, a fin de que cuando partan, no estudien sólo para sí mismos, sino con
miras a extender la obra del Señor. No podemos esperar que todos abandonen la oportunidad de
entrar a una escuela superior o de ir al extranjero a continuar sus estudios, y que se queden con
nosotros esperando que laboremos en ellos, como si fueran un pedazo de tofu que se pone en el
plato para que nosotros lo comamos. Esto no es la verdadera obra. Si estamos haciendo una obra
verdadera, aunque un joven vuele al firmamento, allí lo seguiremos para adaptarnos a él.

Muchos argumentan que los estudiantes de hoy están muy ocupados. Sin embargo, si realmente
conocemos la situación de los estudiantes, sabremos que el hecho de estar ocupados no es un
problema para los jóvenes. Más bien, el verdadero problema es el interés de ellos. Si tienen interés,
tendrán tiempo, no importa cuán ocupados estén. Ellos buscarán tiempo para las cosas que les
interesan, aunque estén muy ocupados.

En los tiempos de los apóstoles, el Imperio Romano persiguió a los cristianos. El césar romano, el
emperador, asesinó a una gran cantidad de cristianos. No obstante, los apóstoles laboraron con
eficacia, logrando realizar una obra tan eficaz, que incluso algunos de la casa de César fueron
salvos. En Filipenses 4:22 dice: “Todos los santos os saludan, y especialmente los de la casa de
César”. Esto comprueba que la obra de los apóstoles tuvo efecto aun en la casa de César.

Por lo tanto, debemos recordar que al hacer la obra del Señor, no debemos ser rígidos. No debemos
decir que sólo podemos comer tofu y no piedras. Un obrero competente no sólo come tofu, sino
también piedras, y aun puede comer cosas tan duras como los diamantes. Hermanos y hermanas,
por favor, créanme y aprendan a adaptarse a otros.

PRESTAR ATENCION
AL CONTACTO PERSONAL

En sexto lugar, los que se ocupan de la obra que se lleva a cabo entre los jóvenes, tienen que prestar
atención a la obra personal. El poder y la eficacia de una obra personal entre los jóvenes es mucho
mayor que la que se lleva a cabo por medio de las reuniones. Las reuniones grandes no logran
mucho efecto en los jóvenes; se obtienen mejores resultados con el contacto individual. Cuando
reunimos a los jóvenes, por lo general lo único que podemos hacer es darles un mensaje y cuanto
mucho lograr un poco de avivamiento. El énfasis de la obra genuina entre los jóvenes reside en el
contacto individual. Si alguien me preguntara: “Hermano Lee, ¿cómo llevaría a cabo la obra entre
los jóvenes?”, yo le contestaría: “Puedo hacerlo sin celebrar ninguna reunión grande con ellos en
todo el año; trabajaría con ellos uno por uno mediante el contacto personal”. Una obra de esta
índole parece fragmentaria y una pérdida de tiempo. Puede ser que sólo tengamos contacto con
una persona en una hora, y a veces tal vez no contactemos a nadie durante la mitad del día. Tal vez
esta manera nos parezca una lamentable pérdida de tiempo, y menos efectiva que llevar a cabo
reuniones grandes, en las que podemos hablarles a centenares de personas a la vez. No obstante, la
experiencia nos enseña que es inútil llevar a cabo reuniones grandes con los jóvenes; si lo hacemos
todo el año, es posible que no obtengamos muchos resultados. Lo único que ganaremos será a
algunos jóvenes superficiales. Sin embargo, debemos recordar que si prestamos más atención al
contacto individual, aunque no ganemos a una persona para el Señor en un mes y tan sólo
ganemos a una cada dos meses, aquel a quien el Señor gane mediante el contacto personal valdrá
mucho. Además, él hará contacto con otros al igual que nosotros hicimos contacto con él. Tal vez
sólo ganamos a uno para el Señor, pero con el tiempo, el uno se convertirá en dos, los dos se
convertirán en cuatro, los cuatro en ocho y los ocho en dieciséis, y cada uno de ellos tendrá una
base sólida. De este modo, después de un tiempo veremos que se han obtenido un gran número de
jóvenes.

Espero que aquellos que sirven con los estudiantes jóvenes, lo hagan mediante el contacto
individual, ya sea trayéndoles a la salvación, ayudándoles a ser espirituales, o guiándoles a predicar
el evangelio. De 1946 a 1948, cuando estábamos en las regiones de Shangái y Nankín, no teníamos
reuniones de estudiantes ni de jóvenes. La mayor parte de nuestra obra era llevada a cabo por el
contacto individual; sin embargo, el resultado fue bastante bueno. Si los hermanos descuidan el
contacto individual y sólo prestan atención a las reuniones grandes de jóvenes, puedo decirles con
certeza que después de haber conducido tantas reuniones, la obra entre los jóvenes terminará en
algo superficial, como la arena suelta, sin fundamento. De esa manera no será posible producir
jóvenes estables. Si desean producir jóvenes estables, tienen que hacerlo con el contacto personal.
No deben desanimarse con ninguno de ellos; más bien, deben dedicar el tiempo necesario para
tener contacto con cada joven de manera personal.

Sin lugar a dudas, se necesita destrezas para poner en práctica el contacto personal. Pero si
practican seriamente este asunto, poco a poco adquirirán experiencia y discernimiento; sabrán a
cuál joven entre tantos deben contactar primero y ganarlo para el Señor. Luego, después de que ése
sea ganado para el Señor, se debe contar con un hecho innegable, a saber, que una vez que lo han
atraído de esa manera, él atraerá a otros de la misma forma. Esto funciona como una máquina con
muchos engranes; cuando un engrane da vuelta, todos los demás también lo hacen. Siguiendo esta
manera se producirá un efecto exponencial en los jóvenes; se producirá uno tras otro, tal como la
multiplicación interminable de la procreación. Por tanto, aunque no haya reuniones grandes,
muchos serán salvos y motivados a amar al Señor. En ese momento podrán comenzar a tener
reuniones grandes, y todo lo que les hablen, ellos lo recibirán. Entonces las reuniones serán cien
por ciento eficaces, y ustedes lograrán ganar para el Señor jóvenes estables y realizaran una obra
profunda en ellos.

Cuando tenemos contacto personal con los jóvenes, por un lado, debemos relacionarnos con ellos
de manera general, tratando por igual a todos; por otro, debemos tener un contacto específico con
cada uno. Lo que quiero decir es que necesitamos ejercitar nuestra perspicacia espiritual y seguir la
dirección del Espíritu para discernir a quién debemos conducir primero al Señor. Luego, debemos
enfocar nuestros esfuerzos en ellos para ayudarles a recibir la salvación del Señor. De la misma
manera, entre tantos hermanos y hermanas jóvenes, necesitamos descubrir quiénes son aptos para
causar un impacto en otros, una vez que sean ganados para el Señor. Entonces, debemos centrar
nuestros esfuerzos en ellos primero y ayudarles a amar y seguir al Señor. Así, cuando ellos sean
levantados, ejercerán una gran influencia en los otros hermanos y hermanas jóvenes.

Por tanto, al servir entre los jóvenes, por un lado, necesitamos un amplio contacto con ellos, en una
manera general; y por otro, necesitamos un contacto específico con ellos, para ayudar a aquellos
que puedan ser los primeros en entregarse al Señor y así atraer a los demás. Si logramos que
alguno pueda dedicarse al Señor, ése irá y ayudará a otros aun sin que le enseñemos cómo hacerlo.
Debido a que le hemos ayudado de esta manera, él ayudará a otros de la misma forma. Como
resultado de esto, uno se convertirá en dos, dos en cuatro y así sucesivamente. Esto es semejante al
efecto de las ondas que se producen en la superficie del agua cuando se lanza una piedra en el
centro. Las ondas siguen esparciéndose hasta que finalmente cubren toda la superficie del lago.
Sólo entonces podemos llevar a cabo reuniones grandes que den resultados. Si llevamos a cabo
reuniones grandes desde el comienzo, habrá un logro de un veinte por ciento y el ochenta por
ciento restante será cero. Pero si estamos dispuestos a comenzar con el contacto individual y luego
continuar con las reuniones grandes, los mensajes que daremos serán prácticos, y nuestra obra
producirá un resultado de cien por ciento.

Todos los puntos anteriores son producto de las experiencias que he tenido en la obra entre los
jóvenes en años recientes. Todo asunto tiene su propia complicación y requiere experiencia. En
particular, asuntos como conducir las personas a la salvación, ayudarles a amar al Señor e
inculcarles el deseo de servir al Señor, son muy profundos y delicados, e incluyen muchos puntos
complicados. Ciertamente es la obra del Espíritu, pero todos sabemos que el Espíritu necesita
personas apropiadas que puedan coordinar con El. Algunos pueden coordinar con el Espíritu, y
otros no. Algunos son útiles en las manos del Espíritu, y otros no lo son. Debemos prestar atención
a estos asuntos y estudiarlos al hacer esta obra.
Los seis puntos que he compartido con ustedes, son sólo una introducción. Si están dispuestos a
recibir esta palabra de comunión y a seguir adelante, aprenderán y progresarán. Incluso hallarán
mejores formas de conducir a los jóvenes al Señor con miras a que reciban la salvación.

Hermanos, les repito que el Señor necesita enormemente a los jóvenes. Esta generación necesita a
muchos jóvenes que dinámicamente reciban la salvación de parte del Señor y que sean dirigidos
por El para ser vasos útiles en Sus manos. Que el Señor nos conceda gracia en Su obra y en la
iglesia para que valoremos las almas de los jóvenes como el tesoro que son. De esta manera, no
sólo dejaremos de reprimirlos y perjudicarlos, sino que los atraeremos dinámicamente, los
perfeccionaremos, los guiaremos y los cultivaremos, a fin de que experimenten la salvación y
reciban la edificación necesaria para ser útiles en las manos del Señor. Espero que todos los
hermanos y hermanas oren por este asunto delante del Señor por causa del futuro de Su obra.

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