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Dr.

José Gregoria Hernández

Dicen Javier Duplá y Axel Capriles en su amena (¡y documentadísima!) biografía de José
Gregorio Hernández, que esta es probablemente la fotografía más famosa, reproducida y
reconocible por cualquiera, en la historia venezolana.

Creo que pueden estar en lo cierto. Un par de colegas hacen cada semestre un ejercicio en la
Universidad: el primer día de clases les presentan un conjunto de fotografías de personajes
contemporáneos venezolanos a los alumnos, a ver a quiénes reconocen. Los resultados son
aterradores. Sin embargo, yo pudiera apostar que la abrumadora mayoría de aquellos alumnos
que de broma identifican a Carlos Andrés Pérez, reconocería al señor del retrato.

También afirman Francisco Javier Duplá y Capriles que, sin quererlo, el fotógrafo neoyorquino
que tomó la foto terminó creando un icono. Sin duda, para el venezolano promedio este es
José Gregorio Hernández. Una y otra vez se lo imagina vestido así, como si no hubiera tenido
otra ropa. De hecho, es probable que en muy pocas personas en vida lo hayan visto con este
traje, ya que la foto fue enviada a la familia con una caja de regalos, y casi seguro para mostrar
el último estreno comprado en Nueva York.

Los autores pudieron leer la carta que vino con la foto y los regalos, que aún hoy atesora la
familia. José Gregorio Hernández comenta en ella que fue un problema tomar la foto, que en
los dos primeros intentos se le había roto el lente al fotógrafo. Que por poco no se hace el
retrato.

A lo mejor era el sino de la imagen que se anunciaba. El fotógrafo (habría que averiguar más
sobre él, ya que seguramente, además de la firma que se ve al pie, su nombre está repujado en
el retrato), estuvo a punto de no tomar la foto más importante de su vida, o una de las más
importantes. Es casi seguro de que sus descendientes y acaso historiadores de la fotografía
norteamericanos, si han dado con él, no sepan de eso. Y la fe popular venezolana, por su parte,
casi se queda sin uno de sus íconos fundamentales.
Otros podrán buscar algún signo del cielo en estos lentes que se rompieron. — con Carlos
Arvelaiz.

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