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RESUMEN YAWAR FIESTA - Jose Maria Arguedas

Los primeros capítulos nos brindan el marco histórico de la sistemática e


inescrupulosa apropiación de parte de los mistis, aprovechándose de la ignorancia
de la gente, de las zonas de cultivo y pastoreo de los nativos andinos.

 Los indígenas hallándose desprovistos de sus recursos de subsistencia y careciendo


de todo apoyo de las autoridades fueron forzados a la pobreza y humillación. 

Con la llegada de una clase de potentados, en la ciudad de Puquio comenzaron a


convivir indígenas, mestizos y blancos. Estas clases raras veces se mezclaban, con
excepción de la fiesta indígena Turupukllay, donde todo el poblado convergía a
celebrar una especie de corrida de toro. 

Esta convivencia, al parecer pacífica, se interrumpe cuando el nuevo subprefecto


trata de instaurar medidas más “civilizadas”. 

Esta resolución incita conflictos que dividen a los puquieños entre aquellos que
querían preservar una tradición autóctona y los que, por congraciarse con las
autoridades y en nombre del desarrollo, quieren cambiar las prácticas festivas. 

 Los planes para la fiesta siguen adelante, pero los preparativos se llevan a cabo en
dos planos diferentes. 

El arreo del Misitu en las zonas altas exalta la determinación del indio, mientras que
las autoridades se empecinan en ejecutar las órdenes gubernamentales. 

 Este micro-mundo es emblemático de las disparidades entre la sierra (Puquio) y la


costa (Lima) y la falta de comunicación que, a pesar del trazado de carreteras, no
logra salvar las distancias culturales y sociales. 

La supremacía limeña parece establecerse no sólo a través de la imposición de la


autoridad sino de la conversión de serrano residiendo en Lima a los valores
costeros. 

Esta obra exalta dos virtudes indígenas que parecieron verse amenazadas a
desaparecer por la impuesta autoridad de los mistis, la dignidad y el sentido de
comunidad de los nativos andinos. 

Arguedas, una vez más, a través del relato de la Yawar Fiesta celebra la victoria
cultural indígena forjada a través de la voluntad mancomunada de mantener en
alto la dignidad de raza
Todas las sangres
Publicada en 1964, Todas las sangres es una novela de amplio aliento (más de 500
páginas de extensión) en la que el elemento autobiográfico, también presente
aunque en menor medida que en sus obras anteriores, cede paso a un ambicioso
proyecto de representación de la realidad social del Perú. José María Arguedaspresenta
en este libro a Rendón Willka, personaje central de la narración cuya vida
transcurre por unos cauces paralelos a la del novelista. Al igual que Arguedas, sufre
las humillaciones de los primeros años de colegio, del que le quedará un recuerdo
imborrable, quizá por haber estudiado en los suburbios de Lima y con medios
económicos muy precarios.

Desde sus primeros años, Rendón Willka siente la injusticia de los potentados y
señores, idea fija que le acompañará toda su vida. Esto le anima a que, una vez
terminados los primeros estudios, regrese a su tierra chica, a su patria natal. Aquel
pequeño chico que había abandonado un día todas sus pequeñas cosas personales,
incitado por los suyos para conocer los adelantos del gran mundo, vuelve otra vez
hecho un hombre y con una idea fija que ha madurado durante muchos años:
luchar por la causa y liberación de los oprimidos.

Fue tan total la entrega de Rendón Willka que terminó con la muerte; es la
inmolación de un héroe. Ante un pelotón de soldados, Rendón Willka elige
valientemente su final: "Si quieres, si te provoca, dame la muertecita, la pequeña
muerte, capitán". Y sacudido por las balas, cae de cara sobre el empedrado,
vomitando sangre por la boca y por las orejas. Exactamente igual que en un
atardecer de noviembre de 1969, en un sitio menos problemático y más tranquilo,
el aula de la Universidad, cuando ya había salido el último alumno: Arguedas dio
cumplimiento a una idea que desde joven le perseguía, su propia muerte, y con un
revólver de pequeño calibre se levantó la tapa de los sesos. Con eso terminaba
Arguedas de encarnar la figura del personaje que eligió para esta novela, la de
Rendón Willka, que, como indio, tuvo una dolorosa y lenta agonía. Tal tónica es
característica de muchas de sus novelas; todas ellas denotan un presagio de dolor y
de amargura, refiriéndose a los sufrimientos del indígena comunero.

El mensaje de Todas las sangres es la denuncia de la opresión sobre los indios, en este
caso ejercida por Don Fermín y Don Bruno, hijos del viejo Don Andrés, que ha
levantado el pueblo indio y le quiere, y que se suicida ante la avaricia de sus
descendientes. Don Fermín y Don Bruno se rigen por la explotación y el
empobrecimiento. A raíz de esto surgen rebeliones y cabecillas tales como Rendón
Willka, que luchan por los derechos de los suyos. Gráficamente se describe la
situación: "La tierra del siervo es de la hacienda, por tanto el siervo es de la
hacienda, vida y muerte. En tiempos del rey español, la tierra era del rey español y
también la vida, al menos en los escritos. Desde la república, cada hacendado era
un rey español." Estos señores estaban apoyados incluso por la figura del "Zar",
que en cualquier momento enviaba un destacamento de soldados para sofocar los
disturbios, anulando todos los derechos de los indios.

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