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Introducción a la Psicología Social: Definiciones y tradiciones académicas.

Gillet, S.; Peltzer, R.; Lichtenberger, A.; Buzeki, M.; Agulla, L.; Nocelli, M.; Pavón, M.; Berruti, B.

Psicología Social. 2016.

Facultad de Psicología. UNMDP.

1. La Psicología Social: Desarrollo de la Disciplina

A menudo se considera el año 1908 como el del nacimiento de la Psicología Social a


partir de la publicación de dos libros titulados Social Psychology, uno del sociólogo Edward
A. Ross publicado en Nueva York, y el otro, del psicólogo William Mc Dougall publicado
en Londres. Sin embargo determinar esta fecha de nacimiento implica abordar los inicios de
la disciplina desde un criterio cronológico que desconoce las preocupaciones y
formulaciones previas (Munné, 2008). Como señala Ovejero (1998), la gestación de esta
disciplina se realizó durante un tiempo extenso, pudiendo rastrearse sus raíces en la ciencias
sociales europeas de la segunda mitad del s. XIX. No obstante, durante la Primera Guerra
Mundial desaparece esta incipiente Psicología Social europea y, al igual que el dominio a
nivel mundial, se traslada de Europa a EEUU.
Entre los hechos que sobresalieron en la conformación y consolidación de esta nueva
disciplina en EEUU se destacan la llegada del nacional-socialismo a Alemania y el ingreso
de EEUU en la Segunda Guerra Mundial. El ascenso al poder del nacional-socialismo en
Alemania y la represión nazi obligó a muchos psicólogos a emigrar a EEUU. Muchos de los
grandes nombres de la Psicología Social americana de los años 50 y 60 son europeos,
principalmente alemanes: Sherif, Lewin, Heider, Asch, Adorno, Jahoda, Fromm, Reich, etc.,
o discípulos suyos como Festinger, Back, etc. Por otro lado, la entrada de los EEUU en la
Segunda Guerra Mundial repercutió en los presupuestos de investigación de los psicólogos
sociales y el establecimiento de temáticas relevantes para investigar. El reconocimiento
institucional como disciplina científica de la Psicología Social se dio a partir de la creación
de dos nuevas secciones (la ocho y la nueve) en la American Psychological Association
(APA), e implicó la adopción de los paradigmas científicos dominantes de la época.
En síntesis el desarrollo de la Psicología Social se vio influido por el contexto
internacional, repercutiendo fuertemente en los temas y perspectivas dominantes que se
consolidaron.

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2. Psicología Social Psicológica

Durante sus inicios, alrededor de los años 1920 y 1930, la Psicología Social se centró
en el estudio de las actitudes, especialmente en lo que respecta a las técnicas de medición y la
influencia social interpersonal donde se destacan los estudios sobre la formación de normas
sociales de Sherif y la dinámica de los grupos de Lewin.
Durante la Segunda Guerra Mundial y el período de post-guerra, continúa el interés en
el estudio de las actitudes y surgen nuevos temas como los estudios de percepción de las
personas, de Fritz Heider, y los estudios de Solomon Asch sobre la formación de impresiones.
Entre los años 1950 y 1960 el tema de la influencia social cobra nuevamente interés en
las investigaciones en Psicología Social, destacándose los trabajos de Asch sobre los procesos
de conformidad. Asimismo durante este período Festinger introdujo la teoría de la disonancia
cognitiva, una de las principales teorías responsables en el desarrollo de la Psicología Social
Psicológica en las siguientes décadas (Ferreira, 2010).
Durante los años ‘70 y ‘80, la teoría de la atribución dominará el escenario.
Apoyándose en los presupuestos sobre las relaciones interpersonales anticipadas por Heider,
la teoría y sus desarrollos (como los de Jones y Davis; Kelley; Ross; Weiner) examinarán los
procesos cognitivos responsables por los juicios sociales, esto es, los mecanismos que llevan a
las personas a percibir y atribuir causas al comportamiento de otros, y los sesgos y errores que
interfieren con dichos procesos.
El recorrido histórico sobre las principales temáticas y teorías desarrolladas en el curso
de la Psicología Social Psicológica quedaría incompleto si no consideramos los supuestos
teóricos subyacentes a las mismas, lo que nos lleva a examinar los siguientes aspectos.
Hasta los años 50, la psicología se hallaba principalmente dominada en EEUU por el
enfoque conductista. Si bien esto desalentó las investigaciones sobre procesos mentales
(Pennington, 2000), en la Psicología Social su influencia fue principalmente a nivel
metodológico, sobre todo a través de la experimentación de laboratorio (Ovejero, 1998).
Paulatinamente el conductismo fue cediendo espacio para lo que hoy es el enfoque dominante
en la Psicología Social Psicológica, el sociocognitivismo.
Esta Psicología Social se define como la disciplina científica que busca entender la
naturaleza y las causas del comportamiento y del pensamiento individual en situaciones
sociales (Baron & Byrne, 1998).
Si bien los psicólogos sociales reconocen que las personas no existen aisladas de las
influencias sociales y culturales, el mayor interés de la Psicología Social desde esta

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perspectiva es el entendimiento de los factores que modelan acciones y pensamientos de
individuos humanos en escenarios sociales (Baron & Byrne, 1998). De este modo, la
Psicología Social no suele tratar de explicar al individuo completamente solo, sin examinar
otras personas (reales, imaginarias o implícitas) y se diferencia de otros subcampos, tales
como la Psicología Cognitiva, que no examina el pensamiento en el contexto de las
interacciones sociales (Fiske, 2009). La Psicología Social intenta cumplir su objetivo
mediante el uso de métodos científicos, (Baron & Byrne, 1998) los que, según Fiske (2009) se
integran de las siguientes maneras:
- desarrollando sistemáticamente teorías y luego investigando su validez,
apoyándose en el método científico (sus técnicas, procedimientos análisis y
estándares) para crear conocimiento científicamente confiable;
- seleccionando estrategias de investigación apropiadas (como investigaciones
experimentales, observacionales o encuestas) siguiendo los estándares
científicos antes de realizar aseveraciones acerca de cómo las personas
influyen unas en otras.
Sea cual sea la estrategia, los resultados de investigación intentan predecir el mundo
social y analizar las respuestas de las personas.
De acuerdo a Pennington (2000), en la Psicología Social sociocognitva se destacan
tres principios. En primer lugar, las personas están limitadas en su habilidad y capacidad para
procesar la información, por ello toman atajos para procesarla. Estos atajos representan reglas
generales o estrategias para lidiar con la información potencialmente compleja. En segundo
lugar, se distinguen dos tipos de pensamientos sociales: los espontáneos (o automáticos) y los
deliberados. Cuando se utilizan pensamientos espontáneos el esfuerzo mental y el tiempo
utilizado es mínimo. Los pensamientos deliberados ocurren cuando se realiza un esfuerzo
mental consciente antes de tomar una decisión o realizar un juicio. El tercer principio que se
encuentra en el estudio de la cognición social es la autoestima: la evaluación que hacemos de
nosotros mismos. Este aspecto se ha profundizado dentro de los marcos que estudian la
pertenencia social a determinados grupos y la identidad social.
Por último, cabe señalar que la Psicología Social Psicológica actual ha mostrado un
creciente interés en aplicar los conocimientos de la disciplina en diversos campos como la
salud, las interacciones sociales o temas ambientales, entre otros, en pos de contribuir a la
solución de temas prácticos (Baron & Byrne. 2010).

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3. La Psicología Social Sociológica

Paralelamente al desarrollo de la Psicología Social psicológica, se desarrolla a partir


de la Sociología y otras ciencias sociales en EEUU y en Europa la tradición sociológica en
Psicología Social. Dentro de esta tradición, en EEUU el principal enfoque es el
interaccionismo simbólico, mientras que en Europa se habla de la escuela francesa de
Psicología Social.

3.1 Interaccionismo Simbólico

Esta tradición académica que comienza a desarrollarse con George Hebert Mead en la
Universidad de Chicago, más específicamente en el departamento de Sociología, agrupando
a los científicos sociales de la época interesados por realizar una Psicología Social urbana,
dados los problemas de inmigración europea y crisis económica provocada por la Gran
Depresión (Azpurúa, 2005).
Es una microsociología ocupada en estudiar los procesos de interacción entre
individuos, adoptando una perspectiva ideográfica, es decir, centrada en lo particular de la
interacción, sin ocuparse de aspectos que permitan formular leyes o afirmaciones genéricas.
Partiendo de un método de estudio fundamentalmente de observación naturalista y
participante capaz de dar cuenta del sujeto, concibe lo social como el marco de la interacción
simbólica de individuos, y la comunicación como el proceso social por excelencia a través
del cual los individuos y los grupos se constituyen simultánea y coordinadamente.
Mead sostiene que la sociedad está compuesta por individuos en interacción,
funcionando como una especie de equipo donde cada uno aporta su desarrollo personal para
el avance social. Los individuos en situación de interacción construyen significados acerca
de sí mismos y de la realidad que no son estáticos, sino que pueden modificarse, y eso sería
fundamento del cambio social.
Los individuos para Mead son organismos agente, unidades actuantes: la persona
posee “un sí mismo”, esto quiere decir que un individuo puede ser objeto de sus propios
actos, puede autoevaluarse. Esto significa que la persona humana es capaz de establecer una
interacción consigo misma en un proceso en el que el individuo se hace autoindicaciones
para orientar sus actos. De esta manera, para Mead, las influencias más importantes sobre la
conducta son las simbólicas, que derivan del uso del lenguaje en la interacción y que otorgan
significado a la conducta social.
La persona se va conformando a través de la internalización de los significados que
se van construyendo en el transcurso de la interacción social y son incorporados al sí

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mismo. De esta manera, el individuo es capaz de ver el mundo como lo ven los demás; por
lo tanto, el proceso de convertirse en persona es un proceso evolutivo en interacción.
Se le reconoce a esta escuela el haber sido la que mayor énfasis puso en los procesos
hermenéuticos y de atribución de significado, considerándolos como condiciones de
producción de las conductas sociales.
Herbert Blumer (1969) es quien acuña la denominación interaccionismo simbólico,
en 1937, estableciendo tres premisas: en primer lugar, que los seres humanos actúan hacia
las cosas en función del significado que revisten para ellos, es decir, a partir de los símbolos.
El símbolo permite además trascender el ámbito del estímulo sensorial y de lo inmediato,
ampliar la percepción del entorno, incrementar la capacidad de resolución de problemas y
facilitar la imaginación y la fantasía. En segundo lugar, que el significado de las cosas nace
de las interacciones entre el individuo y sus semejantes. Los significados son producto de la
interacción social, principalmente la comunicación, que se convierte en esencial tanto en la
constitución del individuo como en (y debido a) la producción social de sentido. El signo es
el objeto material que desencadena el significado y el significado el indicador social que
interviene en la construcción de la conducta. Por último, que los sujetos «actores»
seleccionan, comprueban, suspenden, reagrupan y transforman los significados en función de
la situación en la cual se encuentran y en función de la orientación, expectativas y
propósitos que tienen sus acciones en los procesos interpretativos en función de sus
expectativas y propósitos (Ibáñez, 1982).
La escasa influencia del interaccionismo simbólico durante la tercera y cuarta década
del s. XX se debió a la crisis de la sociología de la Escuela de Chicago, de tradición
fenomenológica, al igual que la de Berkeley, enfrentada con centros universitarios como el
de Harvard, liderado por el estructural-funcionalismo de Talcott Parsons, quienes le
criticaban el desestimar los factores macroestructurales en la determinación de la conducta y
en la posibilidad de explicar el cambio social.
Amalio Blanco (1995) hace una lectura de Mead para definir a la Psicología Social
afirmando que: “La psicología social se ocupa del comportamiento individual (estudia el
acto social), de cómo las reacciones del sujeto han sufrido un proceso de interpretación
personal, han dejado su huella interna en virtud del sentido y significado (alcanzado en el
transcurso del proceso comunicativo) que han ido adquiriendo los estímulos” (Blanco,
1995, p. 212). Encuentra en Mead tres claves para definir a la Psicología Social: las personas
(es necesario estudiar la experiencia individual), la comunicación (entendida como el
conjunto de símbolos mediadores entre el sujeto y la sociedad) y la sociedad (como

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interacción simbólica).
El conductismo social de Mead discute los determinismos tanto psicológicos como
sociológicos e intenta escapar a ambos reduccionismos, al entender que la interacción
simbólica entre los polos individual y social es una evidencia de la interdependencia de estas
dos tradiciones de la Psicología Social.
La Escuela de Chicago desarrolla una metodología para estudiar la acción en
sociedad mediante la observación participante, el estudio de caso y la investigación histórica.
Blumer (1954) propuso un método particular a su objeto de estudio: “la introspección
simpática”, aludiendo a la capacidad de ponerse en el lugar de la unidad actuante para
comprender la situación desde su punto de vista.
Dentro del interaccionismo también se incluye la Escuela de Iowa, que trabajó en la
operacionalización de conceptos y en la construcción de instrumentos psicométricos para el
estudio de las actitudes. Pese a las diferentes posturas epistemológicas, ambas escuelas
aceptaban la concepción del símbolo, de la comunicación y de sus relaciones con la
personalidad y los sistemas de roles.
Una perspectiva más contemporánea del interaccionismo simbólico puede
encontrarse en la sociología de Erving Goffman (1922-1982), quien desarrolla el llamado
enfoque dramático por su analogía con la vida cotidiana y el mundo teatral. Su particularidad
fue realizar extensos estudios sobre las interacciones sociales en diferentes ambientes, como
el Hospital Saint Elizabeth, de Washington. Su obra estuvo dedicada a analizar
minuciosamente lo que ocurre cuando dos individuos se encuentran uno en presencia del
otro, preguntándose cuáles son las formas que adoptan estas interacciones, a qué reglas
responden, qué roles cumplen los actuantes, etc.
Concibiendo la interacción como un drama donde todos los individuos de un grupo se
influyen recíprocamente mediante la formación de impresiones, Goffman (1981) explica
cómo las personas encarnan roles sociales y patrones de actividad prefijados globalmente
para cada persona en un status social particular. La organización social resulta de estas
interacciones. Goffman refiere que la perspectiva dramática puede ser un quinto nivel en el
estudio de las instituciones agregándose al técnico, político, estructural y cultural, aportando
a una lectura multidimensional de la conducta humana.

3.2 La Escuela Francesa

La Teoría de las Representaciones Sociales de Serge Moscovici (1976) es una


propuesta teórica y metodológica que intenta revelar los saberes del sentido común a partir

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de métodos diseñados para aprehender los discursos sociales. Para este autor las
representaciones sociales son un producto de la era moderna cuyo surgimiento se ha
producido por el desarrollo de la ciencia y los procesos de difusión de los que ésta es objeto.
Así surge un nuevo sentido común cuyos insumos más directos son el saber científico y cuya
naturaleza no es una simple vulgarización o distorsión de aquél, sino un proceso de
reelaboración creativa del mismo.
Serge Moscovici desarrolló una teoría en Psicología Social con una marcada
tendencia sociológica en un contexto donde el denominador común de las investigaciones en
psicología era el aspecto individual. Con su teoría de las representaciones sociales, este autor
integra en una Psicología Social las aportaciones de diversas disciplinas (Mora, 2002). Fue
en los inicios de la década del 60 cuando estas ideas salen a la luz para comprender la
naturaleza del pensamiento social. En París, Moscovici presenta su tesis doctoral titulada
“La Psychoanalyse son image et son public” (El psicoanálisis, su imagen y su público),
donde estudió la forma en que la sociedad francesa veía al Psicoanálisis, a través del análisis
de la prensa y entrevistas a diferentes grupos sociales.
Proponiendo una lectura diferente de la realidad, rompe con la dicotomía sujeto-
objeto, concibiendo la existencia de tres términos: sujeto individual - sujeto social y objeto.
La incorporación de la dimensión social en la investigación psicológica es una de las
contribuciones más importantes de la teoría, puesto que la ubica en una línea de pensamiento
que pone énfasis en el condicionamiento del contexto, intentando destacar el
entrecruzamiento existente entre la estructura social y la subjetividad de la psicología,
remontándose a la sociología, ofreciendo insumos importantes para el estudio de las
relaciones entre los procesos macro y micro que juegan un rol central en las decisiones
racionales.

4. Psicología Social Construccionista o postmoderna

A fines de la década del 60, el mundo estaba convulsionado y dividido. La Guerra Fría
se encontraba en su punto más álgido, y las dos potencias se habían establecido como los dos
polos del mundo. La carrera espacial, la consolidación de las guerrillas y movimientos
combativos nacionalistas, fueron expresiones de esta guerra. Este fue un período de gran
efervescencia social a nivel global, que tuvo como consecuencia profundos cambios sociales.
El movimiento de los Derechos Civiles, el movimiento LGBTyQ, movimientos feministas y
pacifistas, son algunos de los fenómenos sociales que encontraron su punto más alto en esta
época. El Mayo Francés es un gran ejemplo de la expresión del malestar social existente.

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En este contexto de crisis y cambios sociales, la Psicología Social también se vio
afectada. Dentro de nuestra disciplina, la crisis consistió, siguiendo a Íñiguez-Rueda (2003),
en un fuerte debate “sobre el qué, el cómo y el para qué de la Psicología Social”. Los factores
contextuales explicitados anteriormente, junto con la caída del paradigma dominante de la
ciencia moderna, llevaron a una pregunta sobre la relevancia social de la disciplina y de los
modelos científicos utilizados, ya que los avances llevados a cabo en las décadas anteriores en
el ámbito del laboratorio no permitían dar cuenta de los fenómenos sociales que acontecían y
que demandaban su abordaje (Panyella I Rosés & Rodríguez Gabarrón, 1984).
Ibáñez (1989) plantea que “es pues en este contexto general de ‘crisis’ a nivel social,
de crisis en el seno de las disciplinas vecinas, y de transformación de un paradigma científico
fundamental, donde se conforma la crisis de la Psicología Social”.
Según Banchs (1994) hasta las décadas del setenta y ochenta pueden diferenciarse
claramente una corriente psicológica y otra sociológica que Gergen califica como
producciones de la modernidad. La perspectiva construccionista comienza a cobrar fuerza en
las ciencias sociales y, específicamente en la Psicología Social en los años ochenta. Sus
propuestas no fueron bien recibidas en un principio, básicamente por las fuertes críticas al
individualismo ontológico en el que se basa la Psicología Social moderna y, de su mano, las
metodologías de corte experimental.
Se considera que el enfoque construccionista es parte de una forma nueva de
Psicología Social que por primera vez produce metateoría, poniendo en evidencia a partir de
la deconstrucción de conceptos y teorías la artificialidad y opcionalidad del individualismo
propio de las teorías de la modernidad. Esta originalidad en su posición crítica ubicaría al
enfoque por fuera de las tradiciones que le precedieron. Ibáñez (1995) diferencia al
construccionismo social como tradición académica a partir de un nuevo paradigma que le es
propio y que denomina paradigma de la complejidad, haciendo alusión a que no se trata ya de
develar lo latente o profundo, sino de desentrañar la complejidad de la realidad social que se
nos presenta como una construcción. La Psicología Social es una construcción discursiva y la
tarea de quienes intentan trabajar en ella es la de poner de manifiesto estos constructos que
circulan en los dispositivos discursivos.
La noción de relacionalidad es clave en este enfoque y modifica sustancialmente las
concepciones modernas sobre la persona y la identidad. La persona es considerada efecto y no
condición de la interacción. La identidad es el resultado de nuestras posiciones en las
conversaciones y no la causa. El ámbito de lo psicológico sale de lo íntimo para situarse en las
prácticas de intercambio simbólico. Este profundo cuestionamiento al individualismo de la

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psicología tradicional también conlleva un efecto liberador. En este sentido, si lo que
sabemos de nosotros mismos es el producto de una construcción realizada con otros,
entonces cabe la posibilidad de una construcción más facilitadora que la que nos está
determinando (Iñiguez, 2005).
Metodológicamente, la Psicología Social construccionista considera que la
deconstrucción de los discursos que circulan socialmente ubica a los investigadores que
trabajan en esta línea más cerca de los métodos cualitativos, fundamentalmente del análisis
del discurso. Las teorías son productos de la sociedad y los métodos son un terreno un poco
más propio de la comunidad científica, cuya función es tender puentes para extender lo que la
sociedad supone y cree en un momento determinado. Es por esto que Gergen se refiere a la
reflexividad de teoría y método. La imposibilidad de plantear mecanismos generales lleva al
estudio de caso en el intento de comprender cada fenómeno como único e irrepetible.
El construccionismo se posiciona como una alternativa al positivismo. La Psicología
Social no puede ser concebida como las ciencias naturales porque estaría ignorando la
dimensión histórica que atraviesa a los fenómenos que estudia y que los aleja de la posibilidad
de encontrar mecanismos universales y, por lo tanto, atemporales.
Su aporte central a la Psicología Social es el de posicionarse como una metateoría que
cuestiona los supuestos con los que se han construido edificios teóricos. El riesgo es el de
transformarse en una teoría más perdiendo su carácter cuestionador. Iñiguez (2005) insiste en
que sus aportes deben intentar subvertir el carácter instituido y objetivo de las ciencias
sociales.
Sin dudas, Gergen ha sido y sigue siendo el principal exponente de esta tradición,
especialmente por la amplia difusión que tienen sus producciones. Contemporáneos a la labor
de Gergen se encuentran Edward Sampson, Rom Harré y John Shotter, quienes abrieron
múltiples campos de investigación, tales como la emoción, la memoria, el lenguaje, la
percepción, el sujeto, el género, la sexualidad y la identidad, además de generar formas de
abordaje de dichos campos desde la mirada construccionista (Estrada Mesa & Díaz Granados
Ferráns, 2007). Por otra parte destacan autores que han trabajado más directamente en temas
políticos y de naturaleza ideológico-discursiva, como Ian Parker, Mary Gergen, Jonathan
Potter, Margaret Wetherell, Vivien Burr, Valerie Walkerdine y Tomás Ibáñez.
Finalmente, los aportes en América Latina en parte se deben al reconocimiento
otorgado a los estudios de Ignacio Martín-Baró, Maritza Montero, Carlos Martín-Beristain,
Elina Dabas, Marcelo Pakman, Carlos Sluzky y Dora Schnitmann. Algunos de ellos no se
ubicarían como construccionistas, pero sus trabajos pueden ser pensados desde esta tradición

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al constituirse en meta-teorías que interrogan a las producciones en el área.
La tesis central de Gergen es que la Psicología Social debe acercarse más en su
práctica a la historia que a las ciencias naturales. La historicidad atraviesa a los fenómenos
objeto de la Psicología Social de un modo tal que no puede eludirse, ya que se trata de sucesos
únicos e irrepetibles que contradicen las pretensiones de atemporalidad con las que suele
abordárselos. Historicidad y particularidad caracterizan al enfoque que debería adoptar la
Psicología Social oponiéndose a la dimensión universalizante ampliamente aceptada.
Por lo tanto “si el objeto de estudio de la psicología social es la interacción humana, a
partir de su temporalización, será difícil sacar consecuencias generales y, sobre todo, trans-
históricas: las interacciones humanas y lo que podemos decir en relación a ellas tiene un
carácter fluctuante, controversial, circunstancial, epocal, entre otras cosas” (Ferrari, 2010).
Siguiendo las caracterizaciones de Ferrari (2010) e Iñiguez (2005), podríamos
enunciar los siguientes elementos como propios de una posición construccionista:
- Antiesencialismo: entendiendo al mundo como producto de procesos sociales
específicos.
- Relativismo: conocimiento y realidad son interdependientes y el conocimiento
está cultural e históricamente determinado.
- Cuestionamiento de las verdades generalmente aceptadas.
- Centralidad del papel del lenguaje en la construcción social y, de su mano, la
retórica y la narrativa como creadoras de realidad. La persona, incluso, surge
en un proceso dialógico.
- La función del poder para el análisis acerca de cómo se deciden los
significados.
- La constitución social de lo que llamamos espacio mental y su origen en un
proceso dialógico.

5. Niveles de Análisis y articulación Psicológica

Si bien las tradiciones definen a la Psicología Social de diferentes maneras,


actualmente la definición más adecuada para delimitar la disciplina se refiere al enfoque, a la
manera en que los diferentes objetos son abordados. A este aspecto nos referiremos a
continuación.
Si bien los psicólogos sociales tienden a referirse a una oposición entre explicaciones
de naturaleza más individual y explicaciones de naturaleza más social, el estudio sistemático
de sus investigaciones experimentales revela que, en realidad, utilizan distintos tipos de

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explicaciones. Por lo tanto, en la práctica experimental psicosocial, un mismo fenómeno
puede recibir explicaciones que se sitúan en diferentes niveles de análisis, generando una
importante articulación entre la Psicología y la Sociología (Munné, 2008).
Básicamente se distinguen cuatro niveles. Históricamente, la Psicología Social se ha
centrado fundamentalmente en dos de ellos: o bien se busca la explicación del fenómeno en
los procesos que pueden captarse a nivel del individuo –interesan entonces los “afectos” y
las modalidades de tratamiento de la información que recibe el organismo, rasgos de
personalidad individual-; o bien nos encontramos en el nivel aparentemente más “legítimo”
de la Psicología Social, en el cual se intentará estudiar el fenómeno en términos de sus
relaciones “inmediatas” que se entablan entre dos o más individuos. Estos dos primeros
niveles son los privilegiados por los psicólogos “tradicionalistas”. El objeto de la Psicología
Social experimental, según Doise, es el estudio de las modificaciones en el comportamiento
por la presencia o a la interacción con otros (Mugny, 1992).
Recapitulando, en un primer nivel los psicólogos sociales buscan sus explicaciones
en los procesos que se desarrollan en el plano del individuo. Básicamente se interesan por los
mecanismos cognitivos ejercitados en las situaciones típicas, por ejemplo de la influencia
social. Se refiere a análisis relativos a cómo los individuos organizan su experiencia social,
cómo construyen las imágenes de su ambiente social (Mugny, 1992). En concreto, aborda los
procesos intraindividuales o psicológicos, tales como percepciones, juicios, opiniones, etc.
de los sujetos (Munné, 2008). Se analizan los mecanismos que permiten, a nivel individual,
organizar las percepciones, evaluar el entorno social y comportarse en dicho entorno. Se
considera al individuo como un organismo que, sobre todo, realiza el tratamiento de la
información. Descubrir y formalizar las reglas o principios del tal tratamiento de
información constituirá la tarea del psicosociólogo. Un ejemplo de este nivel puede
observarse en aquellos análisis que se realizan remitiendo sus explicaciones a estilos de
personalidad.
Un segundo nivel de explicación busca la causa de los procesos en el mismo
desarrollo de los encuentros interindividuales. Así, la posición sociométrica desempeña un
rol esencial. Los individuos interesan en tanto que explícitamente situados unos en relación
con otros (Mugny, 1992). No se toman en cuenta las posiciones que los individuos pueden
ocupar fuera de las situaciones consideradas. En consecuencia, los individuos son
intercambiables (Munné, 2008). Los temas más abordados desde este nivel son: la atracción
interpersonal, la cohesión grupal, las posiciones sociométricas, la dependencia, la
identificación, temas todos ellos que definen una relación inmediata entre individuos de

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quienes se ignoran sus pertenencias fuera de la situación de interacción. Es decir que, en este
nivel de análisis, se consideran las relaciones entre una serie de personas concretas que
comparten coordenadas de tiempo y espacio en una situación específica.
Como se ha mencionado anteriormente, la Psicología Social ha dado históricamente
numerosas explicaciones que se mantienen en estos dos primeros niveles, mientras que los
dos últimos niveles han sido poco abordados por los psicólogos sociales. Este hecho ha
convertido a la Psicología Social en objeto de ciertas críticas, adjudicándosele el apelativo de
“garante de la ideología dominante” (Mugny & Doise, 1979; Mugny, 1992). Sin embargo,
algunos consideran que no es posible ignorar que cualquier interacción social se desarrolla
necesariamente entre individuos que ocupan posiciones determinadas dentro de un contexto
social que sobrepasa ampliamente, aunque implicándose en ella, la situación específica que
el experimentador estudia. Esta consideración es la que fundamenta la necesaria inclusión de
dos nuevos niveles para llevar a cabo un análisis que intente dar cuenta de la real
complejidad de los fenómenos sociales.
Se suma, entonces, un tercer nivel que fundamenta su explicación en las posiciones
sociales que ocupa el individuo (o los individuos) cuyo comportamiento se estudia. Se dirá
que los sujetos se insertan en las relaciones que mantienen con los grupos sociales y las
categorías sociales a las que pertenecen (Mugny, 1992). El análisis en este nivel, en el que
los individuos ya no son intercambiables, se centra en las diferencias de posición social
existentes en las interacciones y en los fenómenos en la relación que existe entre grupos. Por
tal motivo, este tercer nivel también ha sido llamado inter-grupal (Munné, 2008).
Finalmente, un cuarto nivel de explicación considera las normas más generales de
comportamiento de una sociedad y la ideología dominante en un momento determinado de la
historia de dicha sociedad. Ideología es entendida como el conjunto de representaciones y de
valores generales de un determinado sistema social, reconocido como universal más allá de
las posiciones sociales o las pertenencias categoriales (Mugny, 1992). Este análisis parte de
las concepciones generales sobre las relaciones sociales de los individuos estudiados en una
situación y muestra cómo estas concepciones (creencias ideológicas universalistas) inducen
representaciones y conductas (Munné, 2008). Es necesario detectar el modo en que este nivel
se articula con los otros niveles.
El modelo que subyace a los cuatro niveles es acumulativo, o sea que cada nivel
implica a los precedentes. Por otra parte, ningún nivel puede explicar completamente o por sí
solo los procesos estudiados (Munné, 2008). Los dos últimos niveles han sido
tradicionalmente los menos abordados de la Psicología Social. Sin embargo, los desarrollos

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más recientes de la disciplina han puesto en el centro del análisis estos dos últimos niveles
de análisis, tornándose una perspectiva de fuerte impacto en el campo de la Piscología
Social, sobre todo en América Latina.
Una nueva definición de Psicología Social debe paliar esta insuficiencia. Es necesario
comprender que no se trata de ignorar una u otra explicación, sino de contemplar el conjunto
de niveles de explicación y sobre todo de integrarlos y de articularlos. Articular las
explicaciones de los diversos niveles que se hallan implicados en el estudio de un fenómeno
supone proporcionarse los medios teóricos para captar los procesos complejos por los que
los individuos y los grupos participan en la dinámica social: ¿cómo el individuo se integra a
la sociedad a la vez que se diferencia y actúa sobre ella? (Mugny, 1992).

Cuarto nivel - La ideología

Considera las normas más generales de comportamiento de una


sociedad y la ideología dominante en un momento determinado

Tercer nivel - Lo intergrupal

Fundamenta su explicación en las posiciones sociales que ocupa


el individuo o los individuos cuyo comportamiento se estudia

Segundo nivel - Lo interpersonal

Busca la causa de los procesos en el desarrollo de las


situaciones de interacción inmediata

Primer nivel - Lo intrapersonal

Busca sus explicaciones en los procesos que se


desarrollan en el plano del individuo

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Referencias

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Revista Universitaria de Investigación, 6(2), 25-36.
Banchs, M.A. (1994) Corrientes teóricas en Psicología Social. Desde la psicología social experimental hasta el
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