Muerte de Alsina

También podría gustarte

Está en la página 1de 9

- MUERTE DE ALSINA

Finalizada la presidencia de Sarmiento, en 1874, Alsina se alió con Nicolás Avellaneda para
crear lo que luego sería conocido como el Partido Autonomista Nacional. Tras el triunfo de
Avellaneda en los comicios se produjo la revolución dirigida por Mitre, que fracasó tras un
corto pero sangriento enfrentamiento. Alsina ocupó el Ministerio de Guerra y Marina.

Como ministro de guerra, Alsina incorporó el telégrafo a las comunicaciones militares. Al


solicitar al Congreso los fondos necesarios para el tendido de 771 km de línea hacia las
comandancias de frontera, decía Avellaneda "Son incalculables en la práctica los
inconvenientes y perjuicios que origina la falta del telégrafo" y Alsina explicaba que "el
telégrafo sirve tanto en la paz como en la guerra, para que el gobierno este al habla con el
Ejército, y el Ejército al habla con el Gobierno". De modo que, en enero de 1876, el ministro
Alsina dispuso la creación de la "Escuela Telegráfica" en el Colegio Militar de la Nación. El
artifice del Telégrafo Militar sería el teniente coronel de ingenieros Higinio Vallejos.

A finales de 1875, los aborígenes del desierto, principalmente mapuches, continuaron con los
enfrentamientos en la línea de la frontera sur. Alsina dirigió la defensa del país,
concentrándose especialmente en la frontera de la provincia de Buenos Aires. En el "problema
del indio" fue partidario de una política defensiva y no ofensiva, afirmando que emprendería
una campaña contra el desierto y no contra el indio.

En 1876 inició la construcción de la llamada Zanja de Alsina, una trinchera de dos metros de
profundidad y tres de ancho con un parapeto de un metro de alto por 4,5 de ancho, que
construyó avanzando dentro del territorio indígena. La misma estaba guarnecida gracias a la
edificación de una serie de fortines —muchos de ellos comunicados con sus comandancias por
telégrafo— a lo largo de toda la frontera, para mantenerla vigilada. Previo a la construcción de
la línea defensiva, las posiciones militares avanzaron profundamente en territorios hasta
entonces controlados por los indígenas. La línea defensiva tenía como fin impedir que los
indios ingresaran nuevamente en el territorio efectivamente incorporado.

La posición defensiva organizada por Alsina fue duramente criticada, acusando a sus
promotores de no resolver el problema de la incorporación efectiva de estas tierras a la
República Argentina.

Los continuos enfrentamientos con los aborígenes lo llevaron a estudiar la situación de la línea
de fortines, pero en una de sus visitas a éstos, cerca de Carhué, contrajo una intoxicación que
afectó a sus riñones.

Adolfo Alsina falleció en Carhué el 29 de diciembre de 1877. Sus restos se encuentran en el


Cementerio de la Recoleta, en Buenos Aires, en un mausoleo diseñado por la escultora
Margarita Bonnet e inaugurado en 1917.

- ROCA CAMPAÑA AL DESIERTO

Hacia la década de 1870 el conflicto entre argentinos e indígenas se hizo más agudo, debido al
lento avance de la línea de frontera por parte del estado argentino y la instalación de nuevos
fortines, así como por los ataques masivos o malones que los indígenas cometían contra los
fortines, estancias y poblados argentinos. Por otra parte, la organización en Argentina de una
economía agroexportadora para proveer de alimentos a Inglaterra y en especial la invención
del frigorífico, impulsó a los estancieros organizados en la Sociedad Rural Argentina creada en
1866 a promover la ocupación efectiva de las tierras consideradas el desierto.

Después de que Adolfo Alsina muriera en 1877, el general Julio Argentino Roca fue nombrado
nuevo ministro de Guerra por el presidente Avellaneda. Roca se había opuesto a la Zanja de
Alsina calificándola de "disparate".

¡Qué disparate la zanja de Alsina! Y Avellaneda lo deja hacer. Es lo que se le ocurre a un pueblo
débil y en la infancia: atajar con murallas a sus enemigos. Así pensaron los chinos, y no se
libraron de ser conquistados por un puñado de tártaros, insignificante, comparado con la
población china ... . Si no se ocupa la Pampa, previa destrucción de los nidos de indios, es inútil
toda precaución y plan para impedir las invasiones.

En contraste con su antecesor Alsina, Roca creía que la única solución contra la amenaza de los
indígenas era subyugarlos, expulsarlos, o asimilarlos, porque la política de contención en las
fronteras no había dado resultados satisfactorios.

El general Roca presentó su proyecto de realizar una serie de incursiones militares llamadas en
su conjunto «conquista del desierto» que se llevarían a cabo con una conjunción entre fuerzas
militares nacionales más guerreros de las tribus aliadas. La finalidad era dar por término a los
constantes ataques indígenas, y al mismo tiempo, incorporar a los esquemas productivos de la
Argentina los territorios pampeanos y patagónicos donde las distintas tribus amerindias
habitaban, afianzando definitivamente la soberanía nacional.

El 19 de octubre de 1875 Roca le manifiesta al presidente Alsina su propuesta militar,


utilizando por primera vez la palabra "extinción":

A mi juicio, el mejor sistema para concluir con los indios, ya sea extinguiéndolos o arrojándolos
al otro lado del río Negro, es el de la guerra ofensiva que fue seguida por Rosas que casi
concluyó con ellos...

Para llevar a cabo este plan, el 4 de octubre de 1878 fue sancionada la ley N° 947, que
destinaba 1.700.000 pesos para el cumplimiento de la ley de 1867 que ordenaba llevar la
frontera controlada efectivamente por el Estado argentino hasta los ríos Negro, Neuquén y
Agrio.

Mientras tanto, los jefes de sectores de fronteras realizaron diversas operaciones durante el
año 1878 y comienzos de 1879, para preparar la ofensiva. El 6 de diciembre de 1878,
elementos de la División Puán, al mando del coronel Teodoro García, se enfrentaron con una
fuerza de indígenas[¿quién?] en las alturas de Lihué Calel. En una batalla breve pero muy
reñida, 50 indígenas fueron muertos, 270 capturados y 33 colonos europeos fueron puestos en
libertad.

La expedición de Roca contó, además de los efectivos del Ejército Argentino con funcionarios,
sacerdotes, periodistas, médicos, naturalistas y fotógrafo. Entre ellos figurarion: el Monseñor
Mariano Antonio Espinosa —quien se desempeñó como capellán general del ejército
expedicionario—, Remigio Lupo —corresponsal del diario La Prensa—, los doctores Adolfo
Doering y Pablo Lorenz, los naturalistas, Niederlein y Schultz, que estudiaron la flora, la fauna y
la geología del territorio y el fotógrafo y retratista Antonio Pozzo, quien acompañó a la
columna comandada por el general Roca, en calidad de fotógrafo oficial del gobierno y
miembro del Cuartel General de dicho cuerpo militar, entre abril y julio de 1879.

A finales de 1878, empezó la primera ola para dominar la zona entre la Zanja de Alsina y el río
Negro, a través de ataques sistemáticos y continuos a los toldos de los indígenas. El coronel
Nicolás Levalle, y luego el teniente coronel Freire, atacaron a las fuerzas encabezadas por
Manuel Namuncurá, provocándole más de 200 muertos. Mientras tanto, el coronel Lorenzo
Vintter tomaba prisionero a Juan José Catriel y más de 500 de sus guerreros, a la vez que se
hizo otro tanto con Pincén, cerca de Laguna Malal. Estos caciques fueron confinados en la isla
Martín García. Posteriormente, el ranquel Epumer fue capturado en Leuvucó por el capitán
Ambrosio. Otras acciones fueron dirigidas por el mayor Camilo García, el teniente coronel
Teodoro García, el coronel Rudecindo Roca, el coronel Nelson, el mayor Germán Sosa, el
coronel Eduardo Racedo, el teniente coronel Rufino Ortega, y el teniente coronel Benito
Herrero. En estas operaciones, unos 400 indígenas son muertos y más de 4.000 son
capturados, se liberó a unos 150 colonos europeos y se obtuvieron 15.000 cabezas de ganado.

Con respecto al coronel Rudecindo Roca, hermano del general al mando de las tropas
argentinas, en noviembre de 1878 tomó como prisioneros en Villa Mercedes a una nutrida
delegación que había sido enviada por los loncos Baigorrita y Namuncurá para parlamentar al
amparo del tratado de paz firmado pocos meses atrás. Pocos días después repite la acción con
respecto a los delegados enviados por el cacique Epugner Rozas. En total los ranqueles
capturados sumaron cincuenta, todos las cuales fueron fusilados. El hecho fue muy criticado
en la época y por historiadores posteriores y denunciado en su momento como "crimen de
lesa humanidad".

El 11 de octubre de 1878, mediante la Ley 954, el presidente Nicolás Avellaneda creó la


Gobernación de la Patagonia, con asiento en la población de Mercedes de Patagones, actual
Viedma, al mando del coronel Álvaro Barros y con jurisdicción en todos los territorios fuera de
las provincias hasta el cabo de Hornos. La medida tomada fue un gran avance de la geopolítica
de Argentina en el afianzamiento de su soberanía territorial.56 Con 6000 soldados en cinco
divisiones (entre ellos 820 indígenas aliados), en abril de 1879 comenzó la segunda ola, que
alcanzó la isla de Choele Choel en dos meses, después de matar a 1.313 indígenas y capturar a
más de 15.000.57 En este avance también se reportó 308 caballos muertos por cansancio y 9
mulas fueron degolladas por un jefe militar para dar de beber sangre de ellas a algunos
oficiales y soldados postrados por la sed.58 Desde otros puntos, las compañías del sur hicieron
su camino hacia el río Negro y el río Neuquén, el tributario septentrional del río Negro. Se
construyeron muchos establecimientos en la cuenca de estos dos ríos, así como también en el
río Colorado. Uno de los principales fue el fuerte General Roca. El fuerte Primera División fue
establecido en la confluencia de los ríos Neuquén y Limay.

La primera división, al mando del general Roca, partió de Carhué el 29 de abril de 1879 con
1.900 soldados y 105 indígenas aliados, y el 24 de mayo entraron en la isla de Choele-Choel. En
junio, Roca regresó a Buenos Aires, quedando al mando el coronel Conrado Villegas.
La segunda división, al mando del coronel Nicolás Levalle, partió de Carhué con 325 soldados y
125 indígenas aliados pertenecientes al cacique Tripailao. Avanzó hacia Traru-Lauquen en la
actual provincia de La Pampa, y enfrentó a Namuncurá.

La tercera división, al mando de Eduardo Racedo, partió de Villa Mercedes hacia Poitahué con
1.350 hombres, entre los que se contaban guerreros ranqueles de las tribus aliadas
comandadas por los caciques Cuyapán y Simón. Esta división persiguió al cacique Baigorrita, no
logrando capturarlo, aunque sí tomó prisioneros a 500 de sus indígenas.

La cuarta división, al mando de Napoleón Uriburu, partió desde San Rafael el 21 de abril,
rumbo a la confluencia de los ríos Limay y Neuquén. Esta división dio muerte, en Chos Malal, al
cacique ranquel Peyeumán; en el río Agrio tomó prisionero al cacique Painé con 60 de sus
guerreros; y finalmente dio muerte al cacique Baigorrita. Estas acciones dejaron un saldo de
1.000 indígenas muertos, y 700 tomados prisioneros.

La quinta división, al mando del teniente coronel Hilario Lagos, partió de Trenque Lauquen, y
en Curu-Pichi-Cajuel el teniente coronel Godoy mató al capitanejo Lemumier y su hijo. Esta
columna tomó a 629 indígenas como prisioneros.59

De acuerdo con la Memoria del Departamento de Guerra y Marina de 1879, se tomaron


prisioneros cinco caciques principales y uno fue muerto (Baigorrita), 1.271 varones de lanza
fueron tomados prisioneros, 1.313 hombres de lanza resultaron muertos, 10.513 "de chusma"
fueron tomados prisioneros, y 1.049 fueron reducidos.

- LA LIGA DE LOS GOBERNADORES

Se conoce como Liga de Gobernadores a una alianza compuesta hacia 1870, en el momento en
que el interior no aprueba la Conciliación Política de Nicolás Avellaneda con los mitristas.

Sus integrantes representaban a los máximos dirigentes de varias provincias de Argentina,


quienes decidían en forma consensuada a quién apoyar como candidato a la futura
presidencia. En ella estaban presentes los gobernadores de Córdoba, Entre Ríos, Santa Fe,
Tucumán, La Rioja y Santiago del Estero. Este acuerdo fue la base del poder del Partido
Autonomista Nacional hacia 1880.

Iniciadas las campañas para suceder al presidente Nicolás Avellaneda, dos candidaturas
focalizaron la elección: la de Julio Argentino Roca, ministro de Guerra de Avellaneda y líder de
la conquista del Desierto, quien contaba con el apoyo del presidente saliente y de la poderosa
Liga de Gobernadores de la mayoría de las provincias, así como del ejército, y la del
gobernador bonaerense Carlos Tejedor, apoyado por restos de los partidos nacionalista y
autonomista de la provincia de Buenos Aires, la provincia de Corrientes y núcleos de liberales
opositores en las provincias de la Liga de Gobernadores.

- GUERRA CIVIL
- COLEGIOS ELECTORALES

Durante todo este período, estuvo vigente el sistema de elección presidencial a través del
Colegio Electoral, que permitió constituir amplias mayorías, ya que con excepción de la
elección de Sarmiento en 1868, en todas las demás el candidato ganador había logrado la
mayoría en el Colegio en la elección.

A mediados de 1879, tras la muerte de Adolfo Alsina, el personaje más prestigioso del Partido
Autonomista Nacional era el general Julio Argentino Roca, que fue propuesto como candidato
por su cuñado, el gobernador cordobés Miguel Juárez Celman, y en Buenos Aires por el médico
Eduardo Wilde; adquiriendo rápidamente el apoyo de la mayor parte de los gobernadores
argentinos.17 El 11 de abril se realizaron las elecciones para presidente, de las que surgió una
amplia victoria para los electores de Roca, excepto en Buenos Aires y Corrientes.

El 13 de junio se reunió el Colegio Electoral, que eligió presidente al general Roca y


vicepresidente a Francisco Bernabé Madero.19 Pero en Buenos Aires se estaba gestando una
revolución contra el triunfo de Roca y el proyecto de Nicolás Avellaneda de federalizar la
ciudad de Buenos Aires.

Cuatro días más tarde comenzaron los combates, que terminaron el 25 de junio con un
acuerdo entre la provincia y la Nación; la revolución de 1880 había costado 3000 muertos.
Poco antes de la asunción presidencial de Roca fue aprobada en el Congreso la federalización
de Buenos Aires.

- ENTREVISTA DE PILCOMAYO

REUNIÓN DE ROCA Y TEJEDOR PARA EVITAR LA CONFRONTACIÓN. A bordo de la cañonera


“Pilcomayo”, surta entonces en aguas del río Luján, se celebró a la célebre entrevista entre el
general JULIO A. ROCA, Ministro de Guerra del gabinete del Presidente AVELLANEDA y
recientemente electo Presidente de la República y su enconado enemigo el doctor CARLOS
TEJEDOR, Gobernador de la provincia de Buenos Aires. El general Roca, tratando de limar
asperezas y evitar una contienda armada entre los argentinos, fue quien preparó este
encuentro con la esperanza de que de allí salieran soluciones favorables. No resultó así y poco
después estalló la guerra civil entre las fuerzas del Gobierno Nacional y los seguidores de
Carlos Tejedor, decididos a impedir la federalización de la ciudad de Buenos Aires, en los
términos contenidos en el proyecto que a tales efectos presentara el Presidente Nicolás
Avellaneda.

--------

El problema de jurisdicción que se planteó entre Sarmiento y Emilio Castro fue apenas el
preludio. Porque la tirantez entre un presidente y un gobernador bonaerense recién llegaría a
su punto máximo con Nicolás Avellaneda y Carlos Tejedor. Estalló cuando Julio Argentino Roca,
de enorme popularidad entre los padres y abuelos de nuestros abuelos por haber llevado
adelante la Conquista del Desierto, obtuvo la mayoría de los electores para las presidenciales,
derrotando a Tejedor (…). Roca —aliado del oficialismo— ganó en doce provincias y Tejedor,
sólo en dos (Buenos Aires y Corrientes). Pero bajo ningún punto de vista podía hablarse de
comicios transparentes. ¿Qué hizo el gobernador bonaerense, entonces? Empleó la misma
fórmula de todos: indignarse por el fraude y salir a recuperar por la fuerza lo perdido en las
urnas.

En mayo de 1880 los acontecimientos parecían presagiar un nuevo enfrentamiento civil. El


domingo 9 se pactó una cumbre entre Roca (que se hallaba en Rosario) y Tejedor (estaba en
Buenos Aires). Se reunirían al día siguiente a bordo de la cañonera Pilcomayo en el puerto de
Tigre con el fin de encontrar una solución que destrabara el conflicto. Por otra parte, varias
organizaciones sociales —decenas que incluían desde la Bolsa de Comercio y la Sociedad Rural
Argentina, hasta la Sociedad de Sastres, el Club Español y las logias masónicas— resolvieron
llevar adelante, el mismo día 10 de la cumbre, una manifestación en la Plaza de Mayo. Lo
llamaron el Mitin por la Paz. La palabra mitin era muy común en aquel tiempo. Es una
adaptación de la inglesa meeting (encuentro).

Figuras de peso —Mitre, Sarmiento y Alberdi, entre otros— fueron invitadas a participar. En la
noche previa, Tejedor mantuvo reuniones en la Casa de Gobierno de la Provincia (situada en la
Manzana de las Luces). Avellaneda hizo lo mismo en la Casa Rosada. Roca, ya en el Paraná a
bordo de la cañonera, se entrevistó con políticos que transportó la histórica lancha El Talita.
Casi nadie dormía. Es que había mucho en juego. El peligro era inminente: el país estaba a
punto de dar marcha atrás y volver a los tiempos de Pavón y Cepeda, de la Guerra Civil, de las
constantes acefalías.

El 10 de mayo, el día D, hubo actividad desde temprano. Un enjambre de periodistas se dirigió


al Tigre. Allí, a las 9:15 se inauguró a las apuradas la oficina del telégrafo. Nada más sensato en
momentos en que, copiando palabras de un columnista de aquella jornada, "los destinos de la
República Argentina oscilan entre la paz y la guerra". Imaginemos por un momento que dos
referentes políticos actuales se reunieran para debatir el destino del país en un pueblo aislado
en el cual los teléfonos celulares no tienen señal y tampoco hay Internet. La instalación
abrupta de la oficina de telégrafo en Tigre les solucionó el problema a los periodistas.
El enviado del diario La Nación inició el historial de envíos con el siguiente cable: "Tiene lugar
en este momento la inauguración de la Oficina de Telégrafo del Estado, desde la cual quizás
dentro de breves momentos se pueda transmitir a todas partes la grata y trascendental noticia
de hallarse asegurada la paz de la República". El despacho fue exhibido en la vitrina del diario,
en la calle Florida, donde se agolpaban personas deseosas de conocer los acontecimientos con
la mayor inmediatez posible.

Tejedor arribó a la estación de Tigre a las 10:40. A las 14:30 ingresaba al delta la cañonera que
llevaba a Roca. En ese mismo horario, partía de la sede de la Bolsa de Comercio el Mitin por la
Paz. Una multitud marchó acompañando a los representantes de las sociedades civiles. La
comisión ingresó a la Casa Rosada para reunirse con el presidente Avellaneda. Treinta mil
personas quedaron expectantes en la plaza.

En el despacho presidencial, el doctor Guillermo Rawson tomó la palabra y se dirigió a


Avellaneda. Le dijo que podía "asomarse a los balcones y ver a la multitud, que tiene en su
seno palpitando de emoción, un voto único: la paz". Manifestó que no sólo estaban ellos como
representantes de las asociaciones del país, sino que también se recibían adhesiones de las
provincias, "todos con la unánime aspiración". "Pero además —señalaba Rawson ante la
emoción de los presentes— hay aun otros peticionarios invisibles a nuestros ojos, pero cuya
voz es tanto más autorizada, cuanto que viene de la inmortalidad". ¡Epa! Rawson no se andaba
con chiquitas. ¿A quiénes se refería? Lo explica en detalle. Por un lado, a Rivadavia, ya que en
diez días se cumplía el centenario de su nacimiento. Por el otro, a San Martín, cuyos restos se
encontraban cruzando el Atlántico rumbo a la Argentina. Dos seres que en vida se odiaron,
eran convocados desde la posteridad. Rawson continuó: "Son dos memorias que surgen en
nuestro espíritu, dos mártires, dos desterrados por la Guerra Civil. ¿Y qué vienen buscando?
¿Acaso los monumentos de arte que conmemoren sus nombres? ¿Acaso buscan estatuas y
mausoleos? ¡No! Vienen buscando el himno del patriotismo entusiasta, armónico, que debe
recibirlos. ¿Y qué encontrarán en vez de esto? ¡El ruido de las armas ensangrentadas en el
corazón de los hermanos!". Conmovedor.

Rawson le dijo a Avellaneda que era un presidente joven (don Nicolás tenía cuarenta y dos
años) y que debía actuar de tal manera que en veinte años, al acabarse el siglo, pudiera evocar
con grandeza, frente a sus nietos, aquel trascendental 10 de mayo. Es necesario aclarar que si
en alguna oportunidad lo hizo, fue desde la inmortalidad —junto a San Martín y Rivadavia— ya
que no alcanzó a celebrar el 1900. Avellaneda murió en 1885. Eso sí: sus nietos tuvieron un
encuentro con un fantasma a comienzos de siglo, aunque eso es tema a tratar más adelante.
Volvamos a la arenga rawsoniana. Para terminar, el político invitó al presidente a que se
asomara al balcón y presenciara "el comentario vivo de nuestras palabras". Fue entonces
cuando ocurrió un hecho memorable: el presidente salió al balcón de la Casa Rosada y se
dirigió al pueblo. Nunca, hasta ese momento, había ocurrido.

Las arengas y los discursos desde los balcones eran comunes. Cornelio Saavedra y el resto de la
Junta habían salido a saludar desde el balcón del Cabildo el algo lluvioso 25 de mayo de 1810.
Dieciocho años después, desde un balcón en San Telmo, Lavalle había instado a poner fin al
gobierno de Dorrego. En 1865, Mitre había proclamado desde el balcón de su casa: "En tres
días en los cuarteles. En tres semanas en el campo de batalla. En tres meses en Asunción", a
una multitud que lo ovacionaba. Aquélla fue la arenga con que Mitre lanzó el reclutamiento
para la Guerra del Paraguay.

El propio Sarmiento había hablado al pueblo desde el balconcito de un estrado en la Plaza de


Mayo, el 24 de septiembre de 1873, para inaugurar el monumento a Belgrano con la frase: "La
bandera argentina, Dios sea loado, no ha sido atada jamás al carro triunfal de ningún vencedor
de la Tierra". Dirigirse al pueblo desde un balcón era común. Hacerlo desde el balcón de la
Casa Rosada, eso sí que era novedoso. Tampoco habían existido muchas oportunidades de
hacerlo porque el mismo se construyó durante el mandato de su predecesor Sarmiento, luego
de que el sanjuanino advirtiera que no tenía en donde ubicarse para saludar a las tropas que
habían participado en la Guerra del Paraguay.

Aquel 10 de mayo de 1880 Avellaneda gritó a los treinta mil convocados: "La paz es para
muchos un deber oficioso del patriotismo, pero para mí es un supremo deber". "No habrá
jamás en mi conducta una agresión. No moveré ni un solo hombre ni un arma, sino con el
corazón comprimido, en casos supremos, para no pactar con el desorden".

El Mitin por la Paz en la Plaza de Mayo duró algo más de una hora, casi lo mismo que la
reunión entre Roca y Tejedor. El gobernador bonaerense le propuso al conquistador del
desierto que los dos renunciaran a la candidatura presidencial. Roca respondió que de ninguna
manera iba a defraudar a quienes lo habían votado. El encuentro terminó y sólo quedaba una
salida. Las fuerzas de Avellaneda y Tejedor chocaron en Barracas y Parque de los Patricios.

Tejedor fue derrotado y renunció. Ese mismo año, la Ley de Federalización dio lugar a la
creación de la Capital Federal. El 12 de octubre de 1880, mientras que muchos todavía lloraban
a las víctimas del feroz enfrentamiento de junio, el tucumano Julio Argentino Roca (treinta y
siete años, había nacido en el 43), recibía el bastón —o la posta— de manos del tucumano
Nicolás Avellaneda (cuarenta y tres años, había nacido en el 37), el primer presidente que
habló desde el balcón de la Casa de Gobierno.

También podría gustarte