La Pandemia y el renacer inesperado de un viejo indicador financiero
Por Martín Dutto (Profesor de Finanzas y Doctor en Administración)
Los profesionales vinculados a las ciencias económicas, empresarios y gerentes, solemos calcular coeficientes, ratios o índices para analizar la empresa desde diferentes perspectivas. Hablamos de ratios de liquidez o solvencia de corto plazo para reflejar la habilidad para cumplir los compromisos de corto plazo. También están los ratios de endeudamiento o de solvencia de largo plazo para mostrar la capacidad de la empresa para cumplir todas sus obligaciones, de corto y de largo plazo. Luego están los denominados ratios de actividad, que miden la intensidad con que la empresa utiliza sus activos para generar sus ventas, usualmente llamados ratios de rotación. Asimismo los ratios de rentabilidad expresan la situación de la empresa respecto a su capacidad de generar ganancias, en relación a sus ventas, activos o patrimonio neto, por ejemplo. Estas son las grandes categorías, las más conocidas, aunque existen otras que están omitidas en este escrito haciendo honor a la brevedad. La cuestión es que dentro de estos grupos hay infinidad de variantes e indicadores, con diferentes grados de detalle y de utilidad. Los usuarios más avanzados en el uso de estos indicadores hasta construyen un Tablero de Comando, cual piloto de avión navegando con instrumentos. El punto es que, ante tanta información, a veces hay indicadores que son soslayados, porque están reservados para situaciones no del todo claras o que pensamos que es muy raro que ocurran. Uno de ellos es la medida del intervalo, que para empeorar las cosas, tiene un nombre que no dice demasiado. Este indicador encaja en una de las categorías antes mencionadas: de liquidez o solvencia de corto plazo. La preocupación primordial es la capacidad de la empresa de pagar sus cuentas a corto plazo sin estrés. En consecuencia, se enfocan en los activos y obligaciones de corto plazo o corrientes, como suelen decir los contadores con más precisión. Específicamente, la medida del intervalo, pretende reflejar una situación extraordinaria o atípica: si la empresa viera interrumpido su flujo de ingresos, ¿durante cuánto tiempo podría seguir operando su negocio?. En una de las variantes, para su cálculo se divide activos corrientes (bienes, créditos y derechos más líquidos o de corto plazo) sobre el costo operativo promedio diario de la empresa. Por ejemplo, si la empresa bajo análisis tuviera al 30 de marzo, 120 pesos en caja, inversiones transitorias, cuentas a cobrar, inventarios, etc., y un costo promedio diario de 5 pesos, el resultado sería 24 días. Como se dijo antes, la interpretación es que si la empresa viera agotarse sus ingresos de efectivo por cualquier motivo, y continuara operando es decir pagando sus costos diarios normales, podría hacerlo o “sobrevivir” – haciendo uso de sus activos líquidos y/o reserva financiera para ello – solo durante 24 días. Obviamente que la variante de este indicador que podría interesar en el medio de esta Pandemia, donde las ventas y en consecuencia ingresos han descendido a niveles muy bajos, es aquella que en los costos operativos solo incluye los costos fijos, ya que no se incurrirían en costos de insumos o mercaderías adicionales, sabiendo que ello podría llevar a generar un stock excesivo, sin perspectivas de poder ser vendido en el corto plazo. En esos costos fijos seguramente estarán los salarios, alquileres, servicios, etc. Los que son ávidos seguidores del uso de ratio o coeficientes, no se habían nunca imaginado un contexto como el actual, donde un indicador como el analizado podía llegar a ser tan importante. Las perspectiva del escrito es el de las finanzas privadas o de empresas, pero claramente es aplicable a todo tipo de organizaciones: ONGs, Universidades, Estados, etc., incluso familias. Más allá de las cuestiones técnicas específicas de este indicador, la pregunta es ¿ Cuánto tiempo más podrán sostenerse estas organizaciones, pagando salarios y otros gastos fijos, sin generar ingresos ?.