Está en la página 1de 4

DÍA 17 DE JUNIO DE VULNERABLES

Eduardo Botero

¿Y te creíste el cuento de que la vulnerabilidad era potestativa de


pobres? ¿Nunca escuchaste decir que los ricos también lloran?
Entonces qué: ¿la subjetividad está tachada solamente en el
denominado perdedor? Que la catástrofe ¿afecta igual al que
estaba convencido de que era lo máximo, al infatuado, al que sus
propios medios solían colocar en el top 10 de lo más top de lo top
que al que nada tiene qué perder porque hambre es lo único que
ha tenido?

¿Qué te pasa?

El alma atribulada del que teme perder todo lo que ha conseguido


suele revelarse exacerbando los modos de conseguir las cosas que
posee, cuando de una catástrofe que amenaza su omnipotencia, se
trata.

Apela al dato para obnubilar la humanidad de la tragedia, al poder


para imponer su política, a la censura para precaverse contra el
acelerado desprestigio, a la fuerza para sortear obstáculos, al
lumpen que bien siempre le ha servido, a significar esos obstáculos
como únicos responsables de la crisis, al decreto incompasivo, a la
impiedad, a la desvergonzada mostración de su codicia.
Eso no lo revela enfermo, condición deseable para sí solo en casos
de extrema urgencia, cuando todo poder se haya perdido. Es la
carta que se mantiene en reserva por parte de la técnica jurídica de
su defensa. Lo revela tal cual es. Sus lágrimas dejan de ser las del
cocodrilo para pasar a salarse con la emoción del que simula
solidaridad justificando lo que hace como necesario para el bien
común.

Se hace común; es decir, se hace carne y habita entre nosotros; por


eso, habiendo denunciado como impropio del común apelar a que
las finanzas del Estado, resultado de la contribución de todos,
auxilie a todos, ahora apela que el Estado le auxilie a él: invocando
el bien común, manteniéndose intacta en su conciencia la idea de
qué el bien común es su responsabilidad.

Es por tu bien que el padre sádico castiga sin misericordia al niño.


Ahora no lo entenderás, más adelante me lo agradecerás.

Cuando habla de su fortuna dice: “yo hice mi fortuna…” y no recaba


de que la primera persona del plural lo revela en su omnipotencia,
negadora de la sangre que muchos derramaron para que él fuera
este afortunado que ahora impone a los demás que sea el papá
Estado el que lo auxilie. Se mantendrá diciendo: “yo hice mi
fortuna…” negando deliberadamente que el sacrificado concurso
de sus trabajadores, las coimas que pagó para obtener contratos, el
usufructo de tierras ajenas convertidas en propias a punta del uso
de la fuerza legítima y la ilegítima, lo hicieron afortunado.
¿Y te creíste el cuento de que la vulnerabilidad era potestativa de
pobres? ¿Nunca escuchaste decir que los ricos también lloran?
Entonces qué: ¿la subjetividad está tachada solamente en el
denominado perdedor? Que la catástrofe ¿afecta igual al que
estaba convencido de que era lo máximo, al infatuado, al que sus
propios medios solían colocar en el top 10 de lo más top de lo top
que al que nada tiene que perder porque hambre es lo único que
ha tenido?

Si las reacciones emocionales ante la catástrofe dependen de la


personalidad de cada uno, el poderoso, por serlo, queda también
expuesto a esa especie de ley. ¿O qué creíste? ¿Que es un
semidios?

Que él se tome por tal es una cosa, que lo sea, otra. Por seguirse
tomando por semidios es lo que le lleva a tomarse por responsable
de lo que suceda con el resto de los mortales. Privilegiando el
cuidado de su tesoro hará publicidad para disimular este verdadero
propósito invocando el bien común. Tú puedes invocar el bien
común llamando a la unión de los perdedores, él apelará al
gobierno que instauró allí utilizando toda clase de medios, a sus
fuerzas armadas, a sus colaboradores ilegales, a sus incompasivos
decretos, al permanente luchar por mantener intacta la máscara
que oculta su verdadero rostro.

Pero por más que se esfuerce no podrá evitar que en la catástrofe


se haga visible el engranaje sobre el que ha montado su poder,
engranaje compuesto por funcionarios que se benefician de la
desesperación de otros para incrementar su codicia, por negocios
privados de los que se sabe que su fortaleza no existía sino en los
avisos publicitarios que proclamaban, ahora incrementando sus
utilidades mediante el contrato publicitario con organismos del
Estado que promulgan como solidaria contribución lo que no es
otra cosa que la obligación para la cual fueron establecidos.

Que esta amenaza reciente haya puesto a los viejos en el lugar de


los más vulnerables nos recuerda que el mayor porcentaje de los
más poderosos, infatuados como semidioses, es mayor de 65 años.

Por lo menos, por edad, también son vulnerables. Solo que tienen
el poder para imponernos la idea de que la suya, también es
vulnerabilidad excelsa. Nosotros tenemos el poder de no creerlo. Y
de invitarlos a que, como el resto de los comunes vulnerables,
pongan de su parte también el sacrificio, tal y como en otros países
ha sucedido.

Por ahora, queridos, el tiempo no es oro. Calmar esa fiebre es


asunto de vida o muerte, para todos. Porque precisamente, porque
no se procura calmarla, es que el país se tornará cada vez más
convulsionado. Créanles por lo menos eso a los médicos: que la
fiebre, que no está en las sábanas, produce convulsiones.

También podría gustarte