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Jorge Manzanero Rodríguez

Ontología
Curso 2017/18

Bloque 1. El mobiliario del mundo

b) Relaciona el siguiente fragmento de Eso (Det, 1961), un extenso poema-libro de la


escritora noruega Inger Christensen, con los relatos de Borges vistos en clase
(especialmente con «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius»). Explica de qué manera subyace en
ellos un similar compromiso ontológico y una idea similar acerca de la relación entre
ficción y realidad.

Un mundo ha llegado al mundo dentro del mundo. Un mundo comprimido, una


perspectiva petrificada, una determinada idea impracticable, muy bien construida, con
cimientos de cemento, estructuras de acero, con masivos bloques soldados, con
formaciones colosales, fijadas en una quimera de amplia expresión, ha llegado al
mundo, se ha ordenado se ha asentado ha tenido lugar, una ciudad. Un caos
estandarizado, con la ficción en orden.

En el relato «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius» de Borges, Tlön es un planeta completamente distinto
al nuestro que parte de fundamentos ontológicos distintos, lo que genera a su vez un lenguaje
distinto. En este planeta todo lo que existe, existe en base a que es nombrado mediante el
lenguaje. Nos encontramos con la metáfora de que el mundo es una gran biblioteca porque el
mundo lo hacen las palabras, por lo que todos los libros no han sido escritos por nadie en
particular, sino por un autor anónimo, hasta el punto de crear hrones que son perdidos que se
duplican al buscarlos dos personas a la vez. “Más extraño y más puro que todo hron es a veces
el ur; la cosa producida por sugestión, el objeto educido por la esperanza”. Aquí vemos el más
claro ejemplo de esto: todo lo que se crea o todo lo que existe es porque ha sido nombrado. En
el texto de Borges se explica que en Tlön se llevaron a cabo excavaciones en busca de objetos
concretos, que no se tenía ningún tipo de certeza de que estaban donde se pretendía excavar,
pero la mera acción de buscar en concreto determinados objetos, y no otros hacía que de hecho
se encontraran esos objetos.
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Esta manera tan particular de crear objetos nos recuerda al Dios judeocristiano del Antiguo
Testamento que, al igual que aquí, crea a partir de la palabra: “Dios, en el principio creó los
cielos y la tierra. La tierra era un caos total, las tinieblas cubrían el abismo y el Espíritu de Dios
se movía sobre la superficie de las aguas. Y dijo Dios: «¡Que exista la luz!» Y la luz llegó a
existir”1. En Tlön se juega con la metáfora de que todas las personas son pequeños dioses
creadores de pequeñas cosas que juntas forman el mundo, algo parecido a lo que manifiesta
Inger Christensen en este fragmento de su poema-libro Eso, especialmente cuando dice “Un
mundo ha llegado al mundo dentro del mundo”, porque aquí explica su propia creación por
medio de la escritura. Es ella misma quien está creando un mundo nuevo, a saber, el que nos
imaginamos a través de la lectura del poema.

Lo curioso es que a partir de aquí Christensen empieza a especificarnos cómo es ese nuevo
mundo que ha sido creado, y no lo hace de cualquier manera, sino que utiliza versos que nos
hacen imaginar la solidez de ese mundo como “cimientos de cemento”, “con masivos bloques
soldados”, “con formaciones colosales”. Al describirnos de esta forma su mundo hace que no
podamos evitar verlo como algo realmente palpable y sólido, no como una simple idea pasajera,
sino como una auténtica ciudad edificada en acero y cemento que nos llega a resultar más real
que la mayoría de nuestros recuerdos. Christensen acaba este fragmento con los versos “ha
llegado al mundo, se ha ordenado se ha asentado ha tenido lugar, una ciudad. Un caos
estandarizado, con la ficción en orden”, donde encontramos que termina de asentar este nuevo
mundo dentro de otro ya existente y utiliza por primera vez la palabra “ciudad”. Durante la
descripción anterior en nuestra mente en blanco iba apareciendo cada cosa que era nombrada
(los cimientos, los bloques soldados, etc.), pero no ha sido hasta que ha aparecido la palabra
“ciudad” que los dispersos materiales se han ordenado configurando un mundo ordenado dentro
del mundo.

La diferencia entre Christensen y Borges, pese a favorecer la creación mediante la palabra,


consiste en que utilizan distintos compromisos ontológicos para dar lugar a Tlön y a la ciudad
petrificada. En el primer caso, encontramos que los habitantes de Tlön no utilizan sustantivos,

1 Génesis 1:1-3 NVI, Editorial Biblica (1999).


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todos ellos están ligados al mismo compromiso ontológico y son capaces de relacionarse entre
ellos por este motivo. Ambos mundos utilizan una determinada taxonomía que categoriza todo
lo que hay en el mundo. Esta taxonomía es parte de la ficción de ambas obras, pero el que sea
imaginaria no las deja desprovistas de existencia ni de realidad. El compromiso de ordenar
ambas realidades bajo unas reglas establecidas y categorías determinadas es lo que les confiere
existencia. Esto evidencia (ya hablo como tu) que no existe un único compromiso ontológico
válido y verdadero, sino que es precisamente el comprometerse con unas reglas determinadas lo
que le otorga validez al mundo creado, lo importante es que esté configurado con coherencia y
sentido dentro de sus propias normas. Es por esto que resultan inmersivas, hasta cierto punto,
ficciones como La vuelta al mundo en ochenta días o Veinte mil leguas de viaje submarino,
porque no ocurre nada que no esté ya dentro de los límites naturales de sus respectivas
realidades.
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Bloque 2. ‘Patafísica

a) Comenta el siguiente fragmento y los aforismos de Julien Torma, publicados por el


Collège de ‘Pataphysique el 22 de Mierdra de 130 (8 de junio de 2003), y relaciónalos con
los textos obligatorios de este bloque (accesibles en Moodle):

El pensamiento lleva consigo una parte de charlatanería. Pensar no es natural: hay que hacer
una verdadera teatralización de uno mismo y de las cosas, sin contar el inevitable artificio
del razonamiento. Sin estos fingimientos, el pensamiento solamente sería ingenuidad
(derribar puertas abiertas) y en el fondo tontería: la inteligencia implica el engaño como la
palabra la mentira.

*
Saber es siempre más o menos fingir saber. Por eso puede ser interesante observar a los
científicos, esa especie vana.

*
El genio del borracho. Razona y demuestra su ebriedad. Pero razonamientos y
demostraciones sólo tienen interés porque son falsos.

“Sostengo y sé que la patafísica no es una simple broma. Y si a nosotros, patafísicos, la risa con
frecuencia nos trastorna los miembros, es la risa frente a la evidencia terrible de que cada cosa es
precisamente, y de acuerdo con algo arbitrario, tal como es y no de otro modo. Así es que soy sin
serlo todo, así es que es grotesco y que toda la existencia definida es un escándalo.”2

La patafísica, tal como la define Alfred Jarry, se postula como la ciencia de lo particular, lo
excepcional y la que ofrece otro punto de vista sobre las generalidades. Aboga por la

2 Dauman, R: Fragmento de «La patafísica y la revelación de la risa», Patafísica: epítomes, recetas, instrumentos y
lecciones de aparato, AAVV. Trad. M. Martínez, Buenos Aires, Caja Negra. (2009). p. 211.
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multiplicidad de las visiones contra la uniformidad y consistencia de la ciencia. Si bien es cierto


que existe una enorme tradición que ha investigado y catalogado los objetos que hay en el
mundo, siempre es una tradición que se ha leído así misma y avanzado y profundizando en la
visión que tenía sobre el mundo hasta saberse como la poseedora de la verdad absoluta sobre lo
que habla. La patafísica es una denuncia directa contra este pensamiento, para el cual solo se ha
explorado hasta el extremo un único punto de vista en vez de investigar hacia dónde nos
conducen otros muchos, como se pregunta el propio Alfred Jarry: “¿Por qué cada uno de
nosotros afirma que la forma de un reloj es circular, lo cual es evidentemente falso, ya que se ve
de perfil una figura rectangular angosta, elíptica al verla de tres cuartos, y porque diablos no se
notó su forma más que en el momento de mirar la hora?” 3. Este es el significado de la
charlatanería, la teatralización del discurso para hacerlo pasar por saber importante, por la verdad
descrita con precisión sobre el mundo. Ya que ha sido necesario la construcción de un discurso
así para que la tradición haya sido aceptada como tal, ignorando visiones con discursos menos
cientificistas o grandilocuentes.

El segundo fragmento hace referencia al saber cientificista, como ejemplo particular dentro del
canon que se transmite como saber verdadero. Si hasta este momento solo se ha tomado en
cuenta un punto de vista, se puede estudiar con curiosidad el caso de los científicos, «esa especie
vana» que han sido los que se han dedicado a edificar las bases de su propio pensamiento siendo
conscientes de que su pensamiento no reproduce con exactitud los casos que encontramos en el
mundo, como diría el patafisico, sino sólo a las excepciones poco excepcionales. “La ciencia
actual se funda en el principio de inducción: la mayor parte de los hombres vio, en general, tal
fenómeno preceder o seguirá tal otro, y concluyó que todo sería siempre así. En principio, esto
no es exacto más que la mayor parte de las veces”.4

El último fragmento hace referencia a la ironía y el humor como arma de crítica absoluta. A la
patafísica como disciplina no le incomoda recrearse en la comedia y en la risa histérica

3 Jarry, A. Patafisica (en la versión de Faustroll), p. 38.


4 Jarry, A. Patafisica (en la versión de Faustroll), p. 38.
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patafísica, sino que se enorgullece precisamente de esto. No pretende que su conocimiento sea
serio ni edificante porque entonces correría el peligro de volverse precisamente lo que critica.
Por el contrario, se divierte en juegos de palabras y en resaltar las contradicciones que un
conocimiento que presupone seriedad debe estar dispuesto a reconocer.

Javier Krahe tiene unos versos que resumen las ideas principales de la actitud patafísica y que
dicen así: “En cuanto a la objeción que se me ha hecho de que el deporte rey allí es el rugby, y
no nuestro fútbol y que, por tanto, el esférico no es tal, responderé que así como la circunferencia
es un caso singular de la elipse en el que los dos focos coinciden en el centro de la figura
geométrica, lo esférico es un caso singular de lo amelonado, y que no hago las canciones para
tiquismiquis”5.

Esta cita corresponde a un comentario de Javier Krahe sobre su propia canción Antípodas, en la
cual habla del balón de fútbol (el esférico) como nexo de unión esencial entre la cultura
australiana y la española, y sobre la capacidad que tiene una población enorme de gente para
estar pendiente de un deporte. Aquí Krahe presenta un ejemplo de todo lo comentado
anteriormente, la charlatanería inútil que podría haber sido resumida en cuatro palabras simples y
que solo aporta bombo y falsa sensación de importancia sobre el discurso que se está dando; la
multiplicidad de los puntos de vista que juegan con el lenguaje y que nos llevan a lugares del
conocimiento que no nos planteamos en un primer momento. Y, por supuesto, la ironía, el chiste
y la sátira que lo engloba todo.

5 Krahe, J. «Antipodas (Audio Comentario)». The Very Best of Javier Krahe. Madrid. 18 Chulos. (2013) [CD].
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Bloque 3. Del mundo sin nosotros al mundo con los otros

b) Explica esta afirmación de Deleuze a partir de la interpretación que hace de la


novela de Michel Tournier —y a partir de tu propia lectura— y relacionala con las
posturas de Sartre y Merleau-Ponty acerca de la relación yo-otro.

Es necesario comprender que el otro no es una estructura entre otras en el campo de la


percepción (en el sentido en que, por ejemplo, se le reconocería una diferencia de
naturaleza con los objetos). Es la estructura que condiciona el campo y su
funcionamiento, haciendo posible la constitución y la aplicación de las categorías
precedentes. No es el yo, es el otro como estructura lo que hace posible la percepción.

La experiencia individual que se tiene del mundo es de alguna manera absoluta, propia. Es
imposible transmitirla ni aprehenderla de otra persona, ya que la forma que tenemos de
aprehender el mundo siempre está mediada por nuestro entendimiento y nuestra experiencia
particular del mundo. En este sentido el mundo es nuestro, nosotros somos el mundo, todo lo que
alcanza la luz, todo lo que haya y todo lo que existe lo hace porque nosotros estamos para
percibirlo y conocerlo. Aquello que no conocemos, de lo que no hemos oído hablar siquiera, no
forma parte del mundo, sencillamente no existe. En este sentido nosotros somos condición de
posibilidad del mundo, ya que el mundo es sólo entendido como nuestra experiencia propia de lo
que es el mundo; si no existiéramos, no tendríamos esa experiencia propia, y la cuestión de si el
mundo existe o no carece de relevancia.

Es por esto que la cuestión de un «otro» supone un punto de ruptura, supone encontrar a alguien
como yo, pero no como un objeto más que se me aparece en el mundo. Supone descubrir que el
mundo no está anclado a nuestra experiencia, sino que existe de por sí, existe fuera de nosotros:
«Yo hago al otro a mi imagen, pero ¿cómo puede haber para mí una imagen de mí? ¿No llego yo
hasta el extremo del universo, no soy yo coextensivo a cuanto puedo ver, escuchar, comprender o
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imaginar? ¿Como podría haber, sobre esta totalidad que soy yo, una vista exterior? ¿Desde dónde
estaría tomada? Sin embargo, eso es indudablemente lo que sucede cuando se me presenta otro».6
El otro supone otra figura de validez de la realidad a la misma altura epistemológica que yo
mismo, un adversario, un compañero, un amigo que tiene puntos de vista propio, opiniones
críticas y un conocimiento distinto al propio, nuevo; el otro conoce cosas que yo no, trae cosas a
la existencia que antes no estaban en el mundo o en mi mundo.

A diferencia de las posiciones de Merleau-Ponty, Deleuze tiene una perspectiva más parecida a
la de Sartre, ve al otro como el marco a partir del cual formamos la experiencia del mundo. Por
un lado, para Sartre se puede establecer una relación de otro-objeto: “En medio del mundo,
puedo decir «hombre-leyendo» como diría «Piedra fría», «lluvia fina»” 7; en la que se percibe al
otro como un objeto más en el mundo y, por otro lado, se puede establecer una relación otro-
sujeto en la medida en que sentimos vergüenza entendida de dos maneras. Primero sentimos la
conciencia del otro, lo reconocemos como un ente que percibe el mundo igual que nosotros, en
los mismos sentidos descritos por Merleau-Ponty. En segundo lugar, nos percibimos a nosotros
mismos siendo percibidos por otro, nos reconocemos y tomamos constancia de nosotros mismos
al experimentar la vergüenza que es estar siendo visto por otro. La presencia del otro es necesaria
para nuestra autoconciencia como también apunta Michel Tournier: «Si hace unos años alguien
me hubiera dicho que la ausencia de un otro me llevaría un día a dudar de la existencia, ¡cómo
me habría carcajeado! [...] Existir. ¿Qué quiere decir esto? Eso quiere decir que está fuera,
sistere ex. Lo que está en el exterior existe. Lo que está en el interior no existe. Mis ideas, mis
imágenes, mis sueños no existen. Si Speranza no es más que una sensación o un haz de
sensaciones no existe. Y yo mismo no existo más que evadiéndome de mí mismo hacia los
otros»8.

6 Merleau-Ponty, M: Fragmento de «La percepción del otro y el diálogo», La prosa del mundo, Madrid, Taurus,
(1971), p. 195.
7 Jean-Paul, S: Fragmento de «La mirada», El ser y la nada, (1943) p. 284.
8 Tournier, M. Viernes o los limbos del Pacífico (1967), pp. 137-138.
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Por último, tenemos la visión del propio Deleuze, quien va un paso más allá de la postura de
Sartre. La visión del otro no es solo la condición de posibilidad para que nos autoconozcamos,
sino también para determinar cómo percibimos el resto del entorno. «Las primeras semanas que
siguieron a la llegada de Viernes, la isla administrada había atraído de nuevo, por la fuerza de las
cosas, toda la atención de Robinsón, reconvertido durante un tiempo, al menos, en gobernador,
general, pastor (…). Creyó incluso, por un momento, que la presencia del recién llegado iba a
aportar a su organización, un peso, un equilibrio que acabaría definitivamente con los peligros
que le habían amenazado, del mismo modo que algunos navíos no adquieren su fondo normal
más que cargados con determinado flete».9

Aquí encontramos a Viernes como la figura del oprimido que valida la figura del opresor. Tanto
el gobernador, el general o el pastor en los que durante un tiempo vemos convertido a Robinsón
son figuras de poder creadas por la sociedad, son figuras que no existen, que son antinaturales, y
que sólo cobran existencia y significado bajo el contexto de las dos figuras antes mencionadas.
Robinson no adopta ninguna de estas actitudes ante la tierra, las plantas o los animales que pueda
encontrar en Speranza, sino que es sólo ante Viernes, ante la figura del otro, que su conducta y su
actitud se ven modificadas. Es entonces cuando Robinsón aplica las categorías que ha aprendido
en sociedad. Este es el equilibrio que le falta a Robinsón, para el cual, como hemos visto en
párrafos anteriores, es imprescindible un otro, como apunta Deleuze, para poder aplicar las
normas y comportamientos que conocemos, ya que solo los hemos aprendido y reproducido
ante/con/contra/para otros.

9 Merleau-Ponty, M: Fragmento de «La percepción del otro y el diálogo», La prosa del mundo, Madrid, Taurus,
(1971), p. 162.

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