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se está llevando de encuentro al conjunto de la clase política que nos gobernó en las últimas
décadas, de allí la medida de envergadura que se plantea. Este es un dato central para analizar
la actual coyuntura, de lo contrario no entendemos nada. Lo que está en crisis es el arreglo del
cinco de abril de 1992, que parece llegar a su momento final. Me refiero al capitalismo de
amigotes que inauguraron Fujimori y Montesinos y que tuvo una primera expresión
institucional en dictadura y una segunda en democracia (neoliberal), sin que esta última
pudiera corregir los defectos de nacimiento de la primera.
Ahora bien: se podría decir que todos los regímenes democráticos sufren, en mayor o menor
medida, de problemas de gobernabilidad; los reclamos neoconservadores sobre el “exceso de
democracia” en los países desarrollados son una muestra de ello. El asunto es que, en el caso
peruano, los problemas de gobernabilidad no se refieren a un exceso de democracia sino a un
desorden en el ejercicio del poder que más bien la limita en su ejercicio ciudadano, lo que
puede terminar, por la erosión de legitimidad que ello supone, con la democracia misma.
La identificación del problema como desorden nos lleva a aclarar que la gobernabilidad en un
régimen político, entendida como el funcionamiento eficiente y a la vez eficaz del gobierno, de
acuerdo con determinados objetivos, no está necesariamente asociada con la democracia. Es
importante recordarlo, porque la dictadura de Fujimori, a diferencia de lo que sucede hoy con
la democracia, logró el apoyo inicial de la opinión pública resolviendo, aparentemente, los
nudos de gobernabilidad de la época, crisis económica y subversión terrorista, a pesar de
subvertir las libertades y terminar con el equilibrio de poderes.
Por ello, es especialmente grave que hoy la gobernabilidad reaparezca como problema de la
democracia y que esto lleve, eventualmente, a la disociación de ambos conceptos, volviendo a
acariciarse por este camino alguna tentación autoritaria.
Pero la transición no solo es difícil por ser refundación; hay también un tema coyuntural. Me
refiero a que la coalición democratizadora que se forma en la lucha contra la dictadura de
Fujimori y Montesinos no se traduce en coalición de gobierno. No digo que esto
necesariamente deba ocurrir para que una transición sea exitosa, pero se vuelve una condición
muy importante donde la tradición democrática es débil. El gobierno de transición de Valentín
Paniagua expresó de mejor manera a parte de esta coalición democratizadora. Toledo, sin
embargo, si bien empezó con un gabinete relativamente plural, no tomó una referencia tan
directa de las credenciales anti dictatoriales. Esto ciertamente debilita la actividad de
refundación. Estamos, entonces, en una transición inacabada, porque esta supone un proceso
de refundación democrática, donde se conocen las demandas pero no se llegan a encontrar los
actores que puedan asumirlas, procesarlas y señalarles un camino de solución.
El espacio de la política aparece, sobre todo, como un espacio de pelea entre los principales
actores, donde lo que resalta es la disputa entre ellos por espacios de poder antes que la
preocupación por las demandas de la ciudadanía. Así, la visión de la política tiene más de
continuidad que de ruptura con la visión anterior de la época del régimen autoritario de la
década pasada. Esta polarización de la relación entre los actores promueve el desarrollo del
sectarismo político, donde cada grupo defiende su propia verdad y se hace muy difícil alcanzar
acuerdos duraderos. El sectarismo, si bien tiene tradición en la política peruana, aparece como
arbitrario en la coyuntura actual que podría haberse supuesto como más presta a
convergencias.
Esta situación de distancia entre ciudadanos y representantes, y las malas relaciones entre
estos últimos, llevan a que se desarrolle un sentimiento de desesperanza entre la población, lo
que puede generar condiciones para un desborde popular que rebase las posibilidades de
influencia y dirección de los partidos políticos.
El único camino que aparece ante nosotros para superar la situación de falta de
representación, sectarismo político y precariedad institucional parece ser el Acuerdo Nacional.
La iniciativa del Acuerdo Nacional lanzada hace algo más de un año por el gobierno del
presidente Alejandro Toledo ha tenido logros importantes como la firma, por los más
importantes líderes sociales y políticos, de un documento que contiene veintiocho políticas de
Estado en julio pasado. Sin embargo, este logro no ha pasado más allá de la firma, lo que nos
lleva a señalar que el “Diálogo para un Acuerdo Nacional” ha sido hasta ahora una oportunidad
más que han tenido los políticos para mostrarse en público, pero no un instrumento para
hacer política cotidiana. Hay que encontrar entonces la manera de convertir el espectáculo del
Acuerdo Nacional en una “caja de herramientas” para encontrar entendimientos de diverso
nivel.
Las acciones a que me refiero creo que deben desarrollarse en tres ámbitos: participación de la
población, cooperación entre los actores y transparencia en el ejercicio del poder. En el ámbito
de la participación, hay necesidad de desarrollar dos acciones muy concretas: aceptar la
influencia de las organizaciones de la sociedad civil, como una actividad distinta de la que
realizan los partidos políticos pero indispensable para el buen funcionamiento democrático, y
facilitar la participación a través de los propios partidos haciendo más sencilla su creación legal
y promoviendo la democratización de su funcionamiento interno. En el ámbito de la
cooperación, hay necesidad de mejorar la relación entre los propios actores, tanto entre los
que influyen cuanto entre los que toman decisiones, y mejorar también la articulación
institucional entre los diversos niveles de gobierno local, regional y nacional.
Por último, está la transparencia en el ejercicio del poder. Aquí se combinan, paradójicamente,
control ciudadano con liderazgo político del más alto nivel, las dos caras de una misma
moneda. Uno sin el otro difícilmente brindaría un resultado a favor de la gobernabilidad
democrática. El control ciudadano, por ello, que ya cuenta con iniciativas importantes en la
sociedad civil, debe ser acompañado de un firme liderazgo político que profundice la limpieza
del Estado llevando adelante la lucha anticorrupción.
¿Cuáles serían los escenarios posibles si no se cambia la situación actual? El más probable,
quizá, sea el debilitamiento progresivo del gobierno democrático en funciones continuando
como una “democracia de baja intensidad” que se limite cada vez más a administrar su propia
supervivencia. La alternativa, no descartable aunque menos probable, es la crisis del gobierno
actual, que lleve a un cambio por mecanismos constitucionales. El riesgo, sin embargo, es la
crisis del régimen democrático como producto de la caída del gobierno por lo que difícilmente
se arriesgarían los actores políticos. Tenemos también la interrupción democrática a través del
golpe de Estado, pero la debilidad actual de las Fuerzas Armadas, tradicional fuente de estas
acciones, hace difícil que se concrete esta posibilidad.
Frente a estos escenarios, no queda sino apostar tercamente por la gobernabilidad en
democracia, no solo para vivir mejor, sino también para no sufrir una nueva regresión
autoritaria que frustre definitivamente esta oportunidad de establecer la democracia en el
Perú.
NYCOLAS LYNCH nos aporta que frente a la crisis de régimen dos sectores de la derecha
peruana, que comparten el modelo neoliberal, se disputan la solución de la misma. Uno, el de
Vizcarra que expresa la facción más lúcida entre los conservadores y asume la crisis del modelo
buscando remediarla por la vía de la reforma institucional. El otro, el fujiaprismo, que para
defender sus privilegios trata de insistir en las recetas que funcionaron en el cuarto de siglo
anterior pero que hoy están agotadas.
En este escenario la izquierda es todavía un factor menor en la definición que sirve más para
asustar que para decidir. El reto de las fuerzas progresistas es entonces pasar a ser un factor
de decisión. Para ello hay que valorar adecuadamente la oportunidad, mucho mayor que en el
caso de la reforma política, que se presenta ante nosotros. No se trata entonces de quedarnos
en los detalles, debatiendo por ejemplo cuánto se ha avanzado en la reforma, sino atrevernos
a señalar cuál debe ser la orientación del proceso, un nuevo gobierno para un nuevo arreglo
institucional que ponga por delante la soberanía del pueblo y no los intereses de los políticos
como ha sucedido hasta ahora. Ir por menos es pedir muy poco y a la postre no lograr nada.
Las nuevas elecciones, que la izquierda viene pidiendo casi desde el inicio de esta crisis dos
años atrás, deben de plantearse como un camino para la solución de fondo a los problemas de
la crisis de régimen, de allí la importancia de señalar la necesidad de una Nueva Constitución y
una Nueva República. De lo contrario, podrán ser interpretadas como un simple reclamo
electorero para ocupar los asientos que dejarían los actuales representantes. Este debe ser el
contraste fundamental en la coyuntura que se abre ante nosotros: quiénes plantean una
transformación verdadera y quiénes quieren que algo cambie para que, a la postre, nada
cambie.
Por supuesto que se trata de una lucha cuesta arriba. Porque no es solo una disputa política,
ya sea en el terreno de la movilización popular o de la opinión pública, sino una pelea por el
sentido común de la gente a la que desde hace casi tres décadas le machacan que su porvenir
depende exclusivamente de su esfuerzo individual. Esta es quizás la certeza más profunda que
se puede poner en cuestión con la crisis y por ello las fuerzas progresistas tienen el deber de
conectar con las cabezas y los corazones de los peruanos de a pie, para mostrarles otro camino
posible.
Las cuales fueron presentadas ante el Pleno del Congreso, el presidente del Consejo de
Ministros 2019, Salvador del Solar, aclaró que se está exigiendo que los seis proyectos de ley
presentados por el Ejecutivo sean aprobados al pie de la letra. No obstante, remarcó que debe
permanecer la esencia de cada proyecto.
"Se mantiene el espacio para que el debate parlamentario enriquezca las propuestas, en la
medida en que su esencia no se vea alterada", dijo. ¿Cuál es la esencia de los proyectos de
reforma política planteada por el gobierno de Vizcarra?
1.- Proyecto de ley de reforma constitucional que modifica el artículo 34 de la Constitución
sobre impedimentos para ser candidato.
La esencia de este proyecto de ley -remarco Del Solar- radica en impedir que quienes se
encuentren condenados en primera instancia por delitos dolosos, con pena privativa de la
libertad mayor a 4 años, puedan ser candidatos al Congreso o a cualquier cargo popular.
La esencia de esta propuesta es fortalecer la democracia al interior de los partidos para que
los candidatos a la Presidencia de la República, al Congreso, para ser gobernador y para ser
alcalde o alcaldesa provincial y distrital sean elegidos por los militantes de cada partido así
como por los ciudadanos en elecciones que sean abiertas, simultáneas y obligatorias, en las
que participen los organismos electorales.
"Necesitamos, por supuesto, garantizar que los resultados de estas elecciones internas sean
vinculantes. Adicionalmente, es también parte de la esencia de esta propuesta que el lugar
asignado a los candidatos invitados por la organización política (que pueden llegar a ser hasta
el 20%) se determine antes de la realización de las elecciones internas", comentó.
3.- Proyecto de ley que modifica la Ley Orgánica de Elecciones respecto al Sistema Electoral
Nacional.
La esencia de este proyecto radica en la eliminación del voto preferencial en las listas
parlamentarias. Esto debido a que el voto preferencial -en opinión del Ejecutivo- ha
debilitado a los partidos, distorsionado a las campañas política y favorecido el ingreso de
fondos de origen dudoso.
4.- Proyecto de ley que modifica la Ley de Organizaciones Políticas, la Ley de Elecciones
Regionales y la Ley de Orgánica de Elecciones, sobre inscripción y cancelación de partidos
políticos y organizaciones políticas regionales
La esencia de esta reforma radica en que para inscribir a una organización política se requiera
de un número mínimo de afiliados y ya no de adherentes, de aproximadamente 14 mil
ciudadanos.
Los mismos que deben residir en más de una circunscripción electoral y su identidad, constar
en un padrón público.
5.- Proyecto de ley que modifica e incorpora diversos artículos al Título VI de la Ley 28094, Ley
de Organizaciones Políticas, y de la Ley 30424, que regula la responsabilidad administrativa de
las personas jurídicas por el delito de cohecho activo transnacional, e incorpora artículos en el
Código Penal referidos al financiamiento de organizaciones políticas.
La esencia de este proyecto radica en la tipificación de los delitos de financiamiento indebido
de organizaciones políticas y de falseamiento de información sobre aportaciones, ingresos y
gastos de organizaciones políticas; así como en la obligación de las organizaciones políticas de
presentar dos reportes de gasto durante las campañas electorales.
Del Solar explicó que esto es fundamental para evitar que casos como Lava Jato o Club de la
Construcción vuelvan a ocurrir.
La esencia de esta iniciativa es evitar que el Congreso actúe como juez y parte en casos que
involucren la integridad y probidad de sus miembros. Para lo cual, la iniciativa busca que
la decisión de levantar la inmunidad, por la comisión de delitos comunes, esté a cargo de un
órgano autónomo, ajeno a cálculos políticos, que motive sus decisiones con base en criterios
de imparcialidad e independencia.
CARMELA VILDOSO nos comenta que a la vez comparto su apreciación, la reforma no llego al
nivel que el presidente había planteado como requisito para considerarla realizada en su
esencia, y ello significaba que algo tenía que suceder. Para lo cual el Presidente lo que hizo fue
recoger un reclamo que se venía dando en muchas movilizaciones callejeras, donde decían que
se vayan todos, el pueblo quería que se vayan todos, el presidente levanta esa consigna, que
se vayan todos ósea que se recorte el mandato tanto de los congresistas como de su propio
mandato y fue una salida creo yo que la más razonable para esta situación que se estuvo
dando.
El mundo debe de ser consiente que estamos al fin de un gran ciclo de desarrollo capitalista
basado en los combustibles.
La mega riqueza se sigue concentrando en el parasitario capitalismo del siglo XXI, que no vive
de la producción, sino de la ultra especulación con derivados, algo que solo existe en la
imaginación de sus promotores.
El imperio ha vuelto sus ojos hacia América latina. Pero no puede con Cuba cuyo socialismo ha
pasado los sesenta años. No puede con Venezuela, a pesar de que la somete a torturas
interminables. No puede con México, que ha elegido un gobierno no obediente a Washington.
No puede con Chile, cuyo pueblo sigue levantado. No puede con Argentina, que acaba de
elegir a Alberto Fernández. No puede con Bolivia ni con Brasil, ni con Ecuador, porque allí ha
tenido que recurrir a incapaces como Bolsonaro, Camacho, Añez, Moreno, Duque y Piñera. Las
sociedades se alejan de los sistemas políticos que detestan y crean sus propios métodos de
lucha contra el sistema en Ecuador, Colombia y Chile.
¿Y el Perú? Las bases han detenido algunos contaminadores proyectos mineros, la lucha contra
la corrupción logra éxitos y tiene fracasos, la persecución contra los líderes populares se
mantiene, la izquierda política se desmenuza. En líneas estructurales, está subordinado a
Washington, permite la acción libre de los reyes de la droga, los empresarios corruptos y los
explotadores de toda laya. Despertará en el momento menos esperado.
Todo el mundo cree que sin minas no hay economía, pero lo que realmente desconocemos es
que las minas no son tan rentables para el Perú, tal vez para los dueños de ello si pero para el
Perú no, ya que está apostando por un modelo antieconómico, antisocial y antiecológico; ya
que afecta a mucho tanto al País como a los pobladores.
Reactivar la Agricultura
Reactivar la ganadería
Necesitamos que el Perú trabaje, porque un país no puede plantearse como objetivo vivir de
las minas. Eso sería una aptitud rendista y vergonzosa ya que vamos a vivir de lo que la gente
se lleva de nuestro País, acaso vamos a vivir comerciando, yo creo que el Perú debe de
proyectarse a mas, el inventar, el producir, tenemos que crear. Perú tiene que ser un país
creador, inventor, un Perú trabajador, capaz de mejorar la agricultura de su país, de volver a
ser una economía no contaminante, una economía ecológica que tenga como misión
fundamental despertar a la población peruana, alimentarla de creatividad e innovación.
Y estoy seguro que si se podría plantear, aun no o hemos intentado, y se que hay muchas
formas prácticas de hacerlo, hay miles de proyectos visibles en el Perú para explotar el talento
peruano.