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INFECCION POR CORONAVIRUS

La enfermedad por coronavirus (COVID 19) es una enfermedad


infecciosa causada por un coronavirus recientemente
descubierto.
La mayoría de las personas que enferman de COVID 19
experimentan síntomas de leves a moderados y se recuperan sin
tratamiento especial.
CÓMO SE PROPAGA
El virus que causa la COVID-19 se transmite principalmente a
través de las gotículas generadas cuando una persona infectada
tose, estornuda o espira. Estas gotículas son demasiado pesadas
para permanecer suspendidas en el aire y caen rápidamente
sobre el suelo o las superficies.
Usted puede infectarse al inhalar el virus si está cerca de una persona con COVID-19 o si, tras tocar una
superficie contaminada, se toca los ojos, la nariz o la boca.
Los síntomas más comunes de la COVID-19 son fiebre, cansancio y tos seca. Algunos pacientes pueden presentar
dolores, congestión nasal, rinorrea, dolor de garganta o diarrea. Estos síntomas suelen ser leves y aparecen de
forma gradual. Algunas personas se infectan pero no desarrollan ningún síntoma y no se encuentran mal. La
mayoría de las personas (alrededor del 80%) se recupera de la enfermedad sin necesidad de realizar ningún
tratamiento especial. Alrededor de 1 de cada 6 personas que contraen la COVID-19 desarrolla una enfermedad
grave y tiene dificultad para respirar. Las personas mayores y las que padecen afecciones médicas subyacentes,
como hipertensión arterial, problemas cardiacos o diabetes, tienen más probabilidades de desarrollar una
enfermedad grave. En torno al 2% de las personas que han contraído la enfermedad han muerto. Las personas
que tengan fiebre, tos y dificultad para respirar deben buscar atención médica.

VIRUS DE LA INMUNODEFICIENCIA HUMANA


El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) es un lentivirus (un
género de la familia retrovirus) que causa la infección por VIH1 y con
el tiempo el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida).23 El sida
es una enfermedad humana que progresa hacia el fallo del sistema
inmune, lo que permite que se desarrollen infecciones oportunistas y
cánceres potencialmente mortales. Sin tratamiento, se estima que la
sobrevida promedio después de la infección de VIH es de nueve a
once años; dependiendo en el subtipo de VIH.4 La infección por VIH
ocurre únicamente a través de los siguientes fluidos de personas
infectadas: sangre, semen, flujo vaginal, líquido preseminal y leche de lactancia. Dentro de estos fluidos
corporales, el VIH está presente tanto como partículas libres y virus dentro de células inmunes infectadas.

El VIH infecta células vitales en el sistema inmune humano como las células T helper (específicamente células
CD4+), macrófagos y células dendríticas.5 La infección por VIH puede llevar a niveles bajos de células T CD4+ a
través de varios mecanismos, incluidos la piroptosis de células T infectadas inutilizadas,6 apoptosis de células no
infectadas próximas,7 muerte viral directa de las células infectadas y muerte de las células T CD4+ por los
linfocitos citotóxicos CD8 que reconocen a las células infectadas.8 Cuando el número de células T CD4+
disminuyen bajo un nivel crítico, se pierde la inmunidad celular y el organismo se vuelve progresivamente más
susceptible a las infecciones oportunistas.

El VIH fue descubierto y considerado como el agente de la naciente epidemia de sida por el equipo de Luc
Montagnier en Francia en 1983. El virión es esférico, dotado de una envoltura y con una cápside proteica. Su
genoma es una cadena de ARN monocatenario que debe copiarse provisionalmente al ADN para poder
multiplicarse e integrarse en el genoma de la célula que infecta. Los antígenos proteicos de la envoltura exterior
se acoplan de forma específica con proteínas de la membrana de las células infectables, especialmente de los
linfocitos T CD4.

Desde su ingreso en la célula hospedadora, la cadena simple de ácido ribonucleico (ARN) viral comienza su
transformación en una doble cadena de ácido desoxirribonucleico (ADN) por acción de la enzima transcriptasa
inversa que forma parte del virus. La integrasa y otros cofactores actúan para que el ARN del virus se fusione con
el ADN de la célula hospedadora12 a través de la transcripción en el genoma de la célula que aloja al virus. De
esta manera, la célula queda infectada por el virus. Después de este proceso, los lentivirus reaccionan de dos
maneras posibles: puede ocurrir que el virus entre en latencia mientras la célula infectada continúa en
funciones, o bien, que el virus comience a replicarse activamente y libere viriones capaces de infectar otras
células.

PESTE NEGRA
La peste negra o muerte negra se refiere a la pandemia de peste
más devastadora en la historia de la humanidad que afectó a
Eurasia en el siglo XIV y que alcanzó un punto máximo entre 1347 y
1353. Es difícil conocer el número de fallecidos, pero en el siglo XXI
las estimaciones de 25 millones de personas solo en Europa,
aproximadamente un tercio de la población, se consideran muy
optimistas.1 La teoría aceptada sobre el origen de la peste explica
que fue un brote causado por una variante de la bacteria Yersinia
pestis.234 Es común que la palabra «peste» se utilice como
sinónimo de «muerte negra», aun cuando aquella deriva del latín
«pestis», es decir, «enfermedad» o «epidemia», y no del agente patógeno.

De acuerdo con el conocimiento actual, la pandemia irrumpió en primer lugar en Asia, para después llegar a
Europa, a través de las rutas comerciales. Introducida por marinos, la epidemia dio comienzo en Mesina.
Mientras que algunas áreas quedaron despobladas, otras estuvieron libres de la enfermedad o solo fueron
ligeramente afectadas. En Florencia, solamente un quinto de sus pobladores sobrevivió. En el territorio actual de
Alemania, se estima que uno de cada diez habitantes perdió la vida a causa de la peste negra. Hamburgo,
Colonia y Bremen fueron las ciudades en donde una mayor proporción de la población murió. No obstante, el
número de muertes en el este de Alemania fue mucho menor.

Las consecuencias sociales de la muerte negra llegaron muy lejos; rápidamente se acusó a los judíos como los
causantes de la epidemia por medio de la intoxicación y el envenenamiento de pozos. En consecuencia, en
muchos lugares de Europa se iniciaron pogromos judíos y una extinción local de comunidades judías. Aun
cuando líderes espirituales o seculares trataron de impedir esta situación, la falta de autoridad debido a la
agitación social, que a su vez era consecuencia de la gravedad de la epidemia, generalmente no les permitía a
aquellos tener éxito

VIRUELA
La viruela (del latín variola: pústula pequeña) fue una enfermedad
infecciosa grave, contagiosa y con un alto riesgo de muerte, causada
por el virus Variola virus.1 El último caso de contagio natural se
diagnosticó en octubre de 1977 y en 1980 la Organización Mundial de
la Salud (OMS) certificó la erradicación de la enfermedad en todo el
planeta.2 Sus principales características eran una elevada tasa de
mortalidad para quienes padeciesen la enfermedad, de alrededor de
un 30%, con tasas especialmente elevadas en bebés34 y las cicatrices por todo el cuerpo, y en algunos casos
ceguera, que dejaba a quienes sobrevivían.4

Los síntomas iniciales incluían cuadros de fiebre y vómitos,5 seguidos en días posteriores de la formación de
llagas en la boca y erupciones cutáneas. Al cabo de unos días, las erupciones cutáneas se convertían en
protuberancias cargadas de denso líquido con un característico hundimiento en el centro. Con la evolución de la
enfermedad, las protuberancias se convertían en pústulas y después en costras, las cuales se caían y dejaban las
características cicatrices en la piel.5 La enfermedad se propagaba a través del contacto de personas sanas con
personas contagiadas o mediante el intercambio de objetos contaminados con el virus responsable de la
enfermedad.6 La principal vía de prevención consistió en inocular la vacuna desarrollada contra la viruela,
mientras que para su tratamiento una vez contraída la enfermedad existían antivirales específicos, aunque de
efectividad escasa.nota 1

Se desconoce el origen de la viruela, pero existen evidencias de su existencia en una época muy temprana, pues
se han hallado restos en momias egipcias datadas del siglo III a. C.8 La enfermedad se propagó a lo largo de la
historia a través de brotes periódicos: en la Europa del siglo XVIII se estima que unas 400.000 personas morían
cada año por viruela y un tercio de los supervivientes desarrollaba ceguera.910 Se estima que solo en el siglo XX,
la viruela mató hasta 300 millones de personas1112 y a 500 millones en sus últimos 100 años de existencia.13 En
1967, apenas una década antes de su último registro, se registraron 15 millones de casos.9

SARAMPIÓN
El sarampión es una enfermedad infecciosa exantemática como la
rubeola o la varicela, bastante frecuente, especialmente en niños,
causada por un virus, específicamente de la familia paramyxoviridae del
género Morbillivirus. Se caracteriza por las típicas manchas en la piel de
color rojo (exantema), así como la fiebre y un estado general debilitado.
Si se presentan complicaciones, el sarampión puede causar inflamación
en los pulmones y en el cerebro que amenazan la vida del paciente.

El período de incubación del sarampión suele durar de 4 a 12 días,


durante los cuales no hay síntomas. Las personas infectadas siguen siendo contagiosas desde la aparición de los
primeros síntomas hasta los 3 a 5 días posteriores a la aparición del sarpullido.

El diagnóstico se hace a través del cuadro clínico y la detección de anticuerpos en la sangre. No existe terapia
específica para el tratamiento de la enfermedad; sin embargo, se puede prevenir mediante la administración de
la vacuna contra el sarampión. En el pasado, la vacuna triple vírica (también conocida como SPR) ha reducido el
número de infecciones. En la mayoría de los países, la enfermedad es de declaración obligatoria a las
autoridades de salud social.

En 1998, la Asamblea Mundial de la Salud estableció el objetivo de la eliminación del sarampión endémico de la
Región Europea en el 2007, para poder certificar su eliminación antes del 2010.1

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