EVALUACIÓN FINAL “Análisis Dinámico del Comportamiento”
Nombre y Apellidos
Luego de varios años en que la violencia ha acompañado al matrimonio de Marcela
y Patricio, ambos han decidido buscar ayuda profesional. Para Marcela las cosas han llegado al punto en el que, o se resuelve la cuestión o ella no sigue, se separa. Patricio está convencido en que no es para tanto – “es verdad que a mí a cada rato se me va un poco la mano y sí, hasta le pego. Pero se me pasa rápido y enseguida le pido disculpas… ella sabe que yo la quiero más que a mi vida.” Marcela refiere que si ha aguantado todos estos años es porque él es buen padre. Atiende mucho al niño en todas las cosas. Con ella no es especialmente amoroso, pero “me respeta… me considera… me trata como madre de su hijo.” El padre de Patricio era un hombre muy violento, le pegaba a él y a sus otros cuatro hermanos. Incluso a la madre de Patricio, quien siempre le decía a los hijos: “él no es mal hombre, solo que el trago le hace mucho daño… lo pone fuera de control.” La familia, de escasos recursos, vivía en un pueblecito muy distante de la carretera central en el monte oriental del país. Patricio y sus hermanos crecieron sin escuela. “Por suerte doctor porque a mí los libros no me han gustado nunca. Lo mío siempre ha sido el trabajo… bueno, y las mujeres para relajar un poco… Trabajar, dormir y comer era mi vida de chico.” Siendo el hermano menor de la familia de cinco varones, Patricio era muy apegado a su madre, quien lo defendía de cualquier exabrupto del padre. “Mi madre no dejaba que mi padre me tocara un pelo… Entonces cuando me venía arriba ella se metía en el medio y recibía la tunda por mí… la verdad que si no fuera por lo miedoso que era de chico, creo que hubiera golpeado a mi padre sin cesar… No soportaba que le hiciera eso a la vieja… Mire usted doctor, las cosas de la vida –dice Patricio- a mi hijo no le he pegado nunca… pero con ella, la sangre me hierve y no puedo contenerme, es una cosa del cuerpo, no tengo cómo controlarme.” Con sus hermanos las cosas del recuerdo son negativas. “Recuerdo una tarde, en mi casa estaban mis padres y mis hermanos conversando… estaban diciendo que yo había nacido con un problema. Mi padre no les podía explicar qué había pasado en el proceso de mi gestación para que pasara esto… cuando empecé a crecer sentía que no me querían mis padres y mis hermanos, me decían que no era parte de la familia de ellos, que era de otra familia, y yo no me sentía amado. Solo mi madre me defendía… Pero incluso un día cuando estaba llegando a mi casa escuché a mi mamá hablando con una amiga y le dijo a la señora -pero la verdad es que mi hijo es tonto, él es anormal?... ¡Parece que no es mi hijo… creo que me lo cambiaron en el hospital! – Y ahí se pusieron a reír… Siempre he tenido dos sentimientos hacia mi madre: de una parte la adoro, de otra…” Loo de la bebida lo tiene desde jovencito. Recuerda que ni le gustaba, pero cuando tenía problemas en la casa, salía a la calle y allí con unos amigos bebía. “Cuando tenía 14 años, me quise quitar la vida, feo y bruto para qué sirve vivir. Pero pensé: si no soy su hijo entonces no les importará mi muerte… si no me quieren les haré un favor matándome. Era algo que me martillaba en la cabeza. A los 16 años fui atropellado por un camión. Me llevaron para el hospital pero nadie me quiso visitar. En esos momentos sentía que mi vida no valía nada y empecé a recurrir a unos amigos que sí me querían ver feliz. Con ellos empecé a probar la bebida… sentía que por fin tenía amigos de verdad. Esos sí eran mis amigos, los de la calle… salíamos a beber y a fumar a todos lados. A mí no me gustaba ni el alcohol ni el cigarro, pero a mis amigos sí… Una vez robé una tienda con ellos, porque no tenían dinero para comprar la bebida y yo se lo conseguí robando.” (4.1) Marcela por su parte le dice que eso seguramente “lo heredó en la sangre de su propio padre… pero yo no soy como su madre… ¿no se podrá operar a este hombre de la cabeza para que nos sea tan animal?... o quizás mandarle alguna pastilla para que se tranquilice de los nervios.” Cada vez que toma, refiere Marcela, llega a la casa con una alteración tremenda y con los ojos llenos de lágrimas. Siempre es lo mismo. Primero la insulta, la maltrata verbalmente. Luego le dice que se faje con él a los piñazos como un hombre, y cuando ella no reacciona entonces le va para arriba como una fiera. Al otro día es como si nada hubiese pasado. La llena de atenciones, le dice amorcito, se va para el trabajo y, “qué linda familia tenemos Marcela… por una bobería no puedes romperla. Yo no sé vivir sin ustedes, ustedes son mi vida.” Marcela es una mujer dura, pero muy hermosa. En su rostro hay amargura. “Ya yo pasé por esto en mi casa y me costó tiempo darme cuenta que con los hombres siempre tendremos el mismo problema… De todas mis hermanas la única que logré estudiar fui yo y se lo debo al hombre que más odio en la vida: mi padre… Él me manoseaba y me tocaba siendo yo una adolescente. Yo no le decía nada a mi madre por miedo… llegó un momento en el que llegué a pensar: pobre viejo, mi madre no le da lo que necesita y lo busca conmigo… Me dejaba tocar, pero sin que llegara a nada más… Por suerte, creo que mi madre se dio cuenta y ahí fue que mandaron a estudiar a la ciudad… Pasé mucho trabajo para hacerme maestra diplomada… Luego quise volver para mi casa, pero tenía miedo. Lo pensé mucho tiempo… Hasta que apareció Patricio. Cuando lo conocí me impresionó bien: hombre rústico, de campo, bruto, pero de buenos sentimientos. Un marido perfecto… nos casamos. Él siempre se ha quejado que yo no lo atiendo en la cama, pero es que no puedo quitarme a mi padre de la cabeza y me da asco que Patricio me toque… yo lo quiero mucho, pero eso es algo que no puedo evitar… Él ha dormido con otras mujeres, pero a mí no me importa, es hombre y tiene que satisfacer su instinto, como los animales… mejor para mí, me quito esa responsabilidad de arriba.” Patricio trabaja en una fábrica cercana a la casa. “Su padre ya murió –comenta Marcela-pero su madre vive… Él siempre dice que su madre es lo más grande del mundo, pero no la visita nunca y no la atiende, ni se preocupa por ella…” Cuando ella habla de esto, él se pone mal y la manda a callar. “A qué viene eso, es esta consulta. Aquí no vinimos a hablar de mi madre. Déjala tranquila.” Él no quiere perder su matrimonio, sabe que ella es una buena mujer, una buena madre, reconoce que Marcela tiene muchas virtudes. Reconoce incluso que el hijo está muy apegado a los dos y que de separarse se sentiría muy mal “y mi hijo y la Marcela son las dos cosas que yo más quiera en esta vida” – insiste el padre. Todo lo resuelve con una frase que reitera una y otra vez: “Yo nací en una familia de borrachos y eso no me lo puedo quitar. Si me alejo del trago él se acerca a mí solito… bastante que yo no tomo todos los días, ella lo sabe bien… lo mío es un día en ocasiones especiales… si me encuentro un socio…” El niño pasó casi tres semanas que no quería venir a la casa. Se quedaba en casa de la tía (hermana de la Marcela). “Nos llamaba por teléfono cuatro y cinco veces en la tarde… se sentía que extrañaba. Pero si le decía que si quería que lo fuera a buscar me inventaba algo: que si la tarea, que si la luz se va, que si la tía le pidió que se quedara…” Días antes de esto había presenciado una paliza. Se puso muy mal y le fue arriba al padre con un palo. Cuando Patricio reaccionó y dejó de golpear a la madre, el niño comenzó a golpearse él mismo y le gritaba a la madre “! por tu culpa, por tu culpa!” (3) En la sesión diagnóstica se identifica con claridad que Patricio es bebedor ocasional. Hay una coincidencia entre las golpizas y la ingestión de alcohol. “Cada vez que tenemos un problema él sale de la casa y se emborracha… es cuando viene a la casa que ya yo lo veo buscando un pretexto para armar el pleito… entonces me pega, me maltrata.” Antes no se producían las escenas de violencia delante del niño. Pero un día que Marcela le dijo “si me vuelves a tocar te voy arriba y te entro a palos como un hombre… ¿o es que tu te crees que el único que sabe dar golpes eres tu?” Esto lo enfureció tanto que tiró todo al piso. Rompió cualquier cantidad de cosas y golpeó a la madre delante del niño. “Doctor, ese día por poco me muero de la vergüenza, que mi hijo me viera en eso… a ese niño lo quiero con el alma, nunca le he puesto ni le pondré un dedo encima… y fíjese que a veces casi me saca de quicio, pero que va nunca llego a pegarle ni a maltratarlo… yo sé el daño que le hace a los niños que los padres le peguen. A mí me pasó… le tomé un odio a mi viejo que nunca se me quitó.” Cuando el psicólogo trata de establecer un contrato con el matrimonio, Patricio dice: “concho!, qué aburrido, tener que venir todos los miércoles hasta aquí… pero si no es para tanto… mire usted doctor, todo el mundo en este país mete sus golpes y no pasa nada…” Marcela insiste y con lágrimas en los ojos dice: “Yo no aguanto esto más… ya pasé por esto en mi casa. (4.2) Mi padre era un animal y me pagaba como a mis hermanos varones… yo sé que eso es cosa de hombres, todos son iguales, pero yo no aguanto más.” Se acuerda el contrato, con el compromiso de ambos que vendrán según lo acordado. “Yo sé que es perder el tiempo, pero vendré”, dice él. Ella le pide al psicólogo que la ayude “yo no tengo cómo mantener a mi hijo sin su padre y estoy segura que si nos separamos él más nunca se interesará por lo que pasa con Jaime.” En una sesión el especialista hace un pacto con el matrimonio: “Si tienen una desavenencia, una discusión, Patricio no saldrá de la casa a nada, y no se tomará un trago. Se irá a otro lugar de la casa y esperará a que la molestia que tiene se le pase. Marcela por su parte no insistirá con Patricio y lo dejará tranquilo cuando él se retire, no seguirá calentando la situación”. Dos sesiones después la esposa está con un morado en el ojo: “Me pegó doctor… tuvimos una discusión porque el niño quería ir a jugar con los amiguitos y yo decía que tenía que hacer las tareas de la escuela… entonces él se molestó, se puso una camisa para salir de la casa y yo le dije que se acordara de lo que usted había dicho…entonces me dijo que no le importaba el doctor y que estaba harto de tanta pérdida de tiempo…Yo no le insistí más, lo dejé tranquilo…Se fue y volvió con olor a alcohol, el niño ya estaba dormido, y ahí mismo empezó a insultarme, a decirme cosas feas y de pronto me fue arriba y mire usted mismo…” Pero el pequeño despertó y vio la escena. El niño se echó a correr llorando y gritando. Repetía en voz alta “mi papá me va a matar igual que a mi mamá, mi papá me quiere matar ”. (4.3) Patricio está choqueado. A pesar de haber pedido disculpas al hijo, este no lo está tratando igual. En la sesión dijo conmovido emocionalmente que él no quiere ser más violento, pero que no sabe cómo contenerse. De hecho le ha pedido a su esposa que lo ayude: “Yo quiero quitarme esta picazón de adentro, pero no sé cómo.” Para la siguiente sesión Patricio ha tenido un avance. Luego de un incidente con la esposa, se retiró al cuarto. Al rato, Marcela lo sintió llorando. “Pude cumplir con el compromiso del doctor…Me fui al cuarto y estaba llorando como un niño chiquito.” Él reconoció que se ofende mucho cuando ella le responde o no acepta algo que él dice “es como una falta de respeto…ella estudió y es más inteligente que yo…yo soy muy animal…no pasé de los primeros grados…entonces cuando discutimos yo me doy cuenta que no puedo con ella…yo sé leer y escribir nada más…ella a cada rato está con los libros, yo nunca cojo en mi mano ni el periódico…con mi hijo es distinto porque él todavía es un niño”. Para la siguiente sesión ambos vienen más tranquilos. Patricio encontró a un amigo de la juventud y lo llevó a un grupo de AA (alcohólicos anónimos). “Doctor no se ofenda, pero es buenísimo… no hay médicos ni nada de eso. Uno se siente entre amigos, gente que lo comprende… ellos tienen el mismo problema… He ido dos veces y le juro que me siento muy bien allí.” Marcela está escéptica con el suceso. “No creo en esas cosas…son una partida de borrachos que en cualquier momento sacan el litro y a beber.” Patricio se pone muy irritado, muy bravo. Se levanta de un salto y la silla cae al suelo. Mira a la mujer con cara de odio y hace por irse de la sala (4.4). El psicólogo aprovecha la situación como dramatización. Patricio dice: “Ya ve… ahí es cuando yo me voy a la calle y me emborracho. Borracho la puedo matar…” Ella por su parte comenta: “Será que alguna vez en mi vida yo no viva amenazada por un hombre?”… El especialista intenta un pacto: Marcela acompañará a Patricio a la sesiones del grupo de AA. Afrontarán juntos este intento de Patricio de abandonar la bebida definitivamente.
Preguntas a responder:
1. Haga un análisis completo de Patricio.
1.1 Descripción dinámica general. 1.2 Análisis causal de su comportamiento con el hijo (Series complementarias). 1.3 Análisis argumental del autoanálisis que hace de su agresividad (Modelo argumental). 1.4 Necesidades y conflictos fundamentales de Patricio. 2. Haga un análisis completo de Marcela. 2.1 Descripción dinámica general. 2.2 Análisis causal de su comportamiento con el esposo (Series complementarias). 2.3 Análisis argumental del autoanálisis que hace de su comportamiento relacional sexual (Modelo argumental). 2.4 Necesidades y conflictos fundamentales de Marcela. 3. Analice el comportamiento del niño en el párrafo que refiere su estancia en casa de la tía. 4. Identifique y analice las conductas subrayadas en el texto. (4.1, 4.2, 4.3, 4.4) 5. Dónde reconoce usted (refiera y fundamente): 5.1 Transposición categorial. 5.2 Metaprograma. 5.3 Mecanismo de defensa.