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PERDÓN

DEL ALMA
XAVIERA TAYLOR
KHABOX EDITORIAL
Taylor, Xaviera
1era. Edición

CODIGO: KE-007-0013

PERDON DEL ALMA

SAGA ALMAS 3
Khabox Editorial
www.khabox.com

SAFECREATIVE
Código: 1405170875578

Fecha 17-may-2014
© Xaviera Taylor
Todos los derechos reservados

© Diseño de portada , Fabián Vázquez


© Edicion, Fabián Vázquez

Primera Edición, mayo 2014


EDICIÓN DIGITAL
Gabriel tiene una pareja que lo ama y un sobrino al que cría como si fuera su hijo, todo es
perfecto hasta que su vida da un vuelco y Bruno, el hombre que fue el amor de su vida, reaparece,
desestabilizando su familia y su mundo entero.
Bruno nunca se perdonó haber perdido a Gabriel por su adicción a las drogas. Cuando vuelve a
verlo después de tantos años se alegra de que Gabriel tenga una familia y sea feliz, pero no puede
evitar seguir enamorado de él. Si lo único que puede hacer por Gabriel es ayudarlo, entonces lo hará,
aunque el ver a Gabriel con otro hombre le rompa el corazón.
Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la ley, que
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pueden ser ficticios y no están pensados de ninguna manera para representar a ningún individuo,
empresa, producto o evento reales, a menos que se indique de forma específica.

Esta es una obra de ficción que contiene escenas de sexo explícitas


Existe un proverbio que dice “La paciencia es un árbol de raíz amarga pero de frutos muy dulces”,
por lo que espero que este libro sea lo suficientemente dulce como para compensar la espera.
También les cuento que, como se habrán dado cuenta, tengo una nueva editorial, Khabox, así que
este será el primero de una larga lista de libros que tengo en proyecto.
Lo único que les pido nuevamente es paciencia, ya que escribo lento y me tomo mi tiempo en
revisar los libros hasta que estoy conforme, si no me creen pregúntenle a mi editor, a propósito,
gracias Fabián por tu paciencia.
Mi recomendación como siempre es que para leer este libro, lo ideal es que hayan leído
previamente los dos primeros libros de la Saga Almas, ya que esta historia es la continuación de Con
el dolor de mi Alma y revela un spoiler importantísimo de Calor del Alma.
Sin más que agregar, espero que disfruten este libro tanto como yo disfruté escribirlo y que se
enamoren de mis personajes tanto como yo lo hice.
Xaviera

Prólogo

Seis años atrás


Bruno caminó con pasos lentos y entró en la sala de la casa de acogida para enfermos terminales
de SIDA, donde Darío estaba internado.
Sentía su cuerpo cansado, pesado. Tal vez por el largo viaje desde La Serena hasta Puerto Montt o
tal vez por el dolor que arrastraba desde que había visto a Gabriel.
Caminó directamente hasta la cama de Darío. Su amigo se veía muy mal, estaba delgadísimo,
conectado a sondas, cables y al oxígeno debido a una reciente neumonía.
—Hola, cariño —dijo Darío con voz débil cuando lo vio.
—Hola —dijo Bruno tomando su mano y dándole un beso en el dorso.
Sabía que ese era un gesto que Darío apreciaba. Cuando recién se habían enterado de que Darío era
portador de VIH, su amigo le había prohibido volver a tocarlo, no quería ni siquiera que cogiera su
mano. Bruno había tenido que gritarle y regañarlo como si fuera un niño, para que entendiera que no
lo contagiaría de esa forma.
—¿Cómo te fue? —le preguntó su amigo, enseguida.
—Mejor de lo que esperaba.
—¿Está todo bien con tus padres entonces?
—Sí, Oscar y mis padres me recibieron como si nada hubiera pasado.
—¿Les dijiste lo del virus? —preguntó.
—Solo se lo dije a Oscar, prefiero saber con seguridad si estoy contagiado o no para decírselo a
mi mamá, no quiero preocuparla demás, ya ha tenido bastante con todo lo que la he hecho pasar.
—¿Cómo lo tomó Oscar?
—Me dijo que podía contar con él, pasara lo que pasara.
—Eres muy afortunado —dijo con un dejo de tristeza en la voz.
Bruno sabía que Darío estaba pensando en su situación. Cuando Darío había llamado a su mamá
para contarle que estaba enfermo, ésta le había dado la espalda. Y para qué hablar de los amigotes, en
el tiempo que Darío llevaba hospitalizado, nadie aparte de él lo había visitado.
Ahora se daba cuenta de que todos sus amigos verdaderos habían estado con él para tratar de
sacarlo de las drogas, y él los había alejado. En cambio sus amigotes de farra solo habían estado en
los momentos de diversión; pero cuando las cosas se habían puesto serias, habían huido tan rápido
como podían.
Así que solo estaban ellos dos nuevamente, como cuando recién se conocieron. Aunque ahora
ambos estaban sobrios y ya no había diversión.
—¿Pudiste ver a Gabriel? —preguntó Darío de improviso.
—Ya no vive en Santiago, volvió a La Serena… Oscar me dijo que está viviendo con Nelson, ellos
están juntos ahora —dijo, sin poder evitar la tristeza en su voz.
—¿Nelson? ¡Qué mal gusto! Nunca me gustó ese tipo, es demasiado… no sé… pomposo, serio.
Bruno medio sonrió recordando a Nelson, a él tampoco nunca le había gustado, y ahora entendía
que tenía razón al sentir celos, obviamente Nelson debía haberle puesto el ojo a Gabriel hace mucho
tiempo y Bruno solo le había hecho las cosas fáciles.
—Lo siento, cariño. Sé cuanto deseabas verlo —le dijo Darío, apretando cariñosamente su mano.
Bruno no fue capaz de decirle que lo había visto de lejos y que Gabriel era feliz sin él. Esa era una
herida demasiado reciente, si lo decía en voz alta se pondría a llorar y nadie podría calmarlo.
—Ya no importa, la vida sigue —dijo sin pensar y Darío soltó una fuerte carcajada.
—Mira a tu alrededor, Bruno, al menos para ti sigue.
Ambos sabían que Darío no se recuperaría. Su conteo viral era cada vez más alto, lo que hacía que
las infecciones lo atacaran constantemente.
—Aún no sé si mi vida seguirá —dijo bajando el rostro.
—Lo hará, confía en mí, vivirás muchos años y tal vez más adelante, cuando Gabriel se canse del
idiota de Nelson, tengas la posibilidad de recuperarlo.
Bruno sonrió con tristeza y besó la mano de su amigo.
—Te amo, Darío —dijo sin mentir.
—Y yo a ti, Bruno.
Después de tantos años y aventuras juntos sabía que no estaba enamorado de Darío, pero lo amaba.
Como su amigo, como su amante y como su compañero de andanzas. Nadie nunca podría conocerlo
mejor que Darío, tal vez ni siquiera Gabriel.

Darío disfrutó de los besos y las caricias que Bruno insistía en darle. Cuando Darío supo que era
seropositivo no quería que Bruno se le acercara.
No quería contagiar al hombre que amaba.
Le había mentido a Bruno cuando volvió a su vida y había dicho que solo quería compañía para el
verano. La verdad era que había vuelto por él porque se dio cuenta cuanto lo extrañaba y lo amaba,
pero Bruno estaba con Gabriel. Y entonces prefirió dar un paso al lado y dejarlo ser feliz, pero
cuando Gabriel se marchó, no pudo evitar querer que Bruno estuviera a su lado nuevamente. Y lo
había logrado, estaban juntos, Bruno era suyo nuevamente. Eso es lo que le decía a su cabeza, pero en
su corazón sabía que Bruno aún era de Gabriel y siempre lo sería.
¿Qué tenía Gabriel que él no tenía? La respuesta era fácil: el corazón de Bruno. Su amigo podía
decirle que también lo amaba, pero sabía que no lo amaba como a Gabriel y nunca lo haría.
Sonrió al pensar en que Bruno no estaba contagiado, Bruno podía dudarlo, pero él estaba seguro
de que era así.
Cuando esperaban los resultados del primer examen de Bruno, Darío rezó toda la noche y durante
aquellas horas había hecho un trato con Dios, para asegurarse de mantener a Bruno a salvo, no había
rezado desde que estaba en el colegio, pero aquello era algo que no había olvidado, así que solo
había pedido una cosa: que Bruno no estuviera contagiado. A cambio le había ofrecido su vida a
Dios, podía llevárselo, siempre que dejara vivir a Bruno.
Y hasta ahora, las cosas iban sucediendo tal como él lo había pedido, Bruno estaba sano y él estaba
muriendo. Y las cosas seguirían así, de eso él ya se había encargado y no se arrepentía ni un poco. Su
vida no valía tanto, pero la de Bruno… su dulce y tímido amor tenía que vivir. Y él se aseguraría de
que fuera feliz, solo volvería a rezar cuando Bruno recibiera su tercer examen limpio, y esta vez solo
pediría una cosa: que cuando él muriera, Bruno recuperara a Gabriel.
Y sabía que Dios volvería a escucharlo.
Capítulo 1

Seis años después


Gabriel entró corriendo a la sala de emergencias del hospital.
La policía lo había llamado avisándole que su sobrino David, había chocado cuando viajaba en el
automóvil de su amigo, Diego.
David vivía con él desde hace seis años, cuando su hermana murió de cáncer y lo dejó a cargo de
la crianza de David, que en ese entonces solo tenía once años; David ya tenía diecisiete, y aunque el
último par de años habían sido difíciles entre ellos, debido a la rebeldía de su sobrino, aún era el niño
de sus ojos y siempre lo sería.
El solo pensar en que algo le sucediera a David, le retorcía el estómago; ya había pasado por
muchas pérdidas en su vida y no podría soportar perder a David también.
Cuando iba a pedirle información a una enfermera, vio a su pareja, Nelson, paseándose nervioso
cerca de una ventana y se detuvo al instante al verlo.
—¿Cómo está David? ¿Qué le sucedió? —preguntó nervioso, tratando de ocultar su histerismo.
—Está bien, solo tiene rasguños y golpes sin importancia. Lo más serio que tiene es un corte en la
frente.
—Oh… —dijo soltando el aire que estaba conteniendo— Gracias al cielo… que alivio, estaba muy
asustado.
—No estés tan aliviado. La policía te está esperando para hablar contigo. Será mejor que estés
preparado. No son buenas noticias.
—¿Qué pasó?
—David pasó. Nuestro querubín estuvo haciendo de las suyas —dijo con ironía.
Iba a preguntarle a Nelson a que se refería, cuando un policía se acercó a ellos, Nelson lo presentó
y el policía comenzó su explicación sobre como había sucedido el accidente.
—Los cargos son bastante serios, los muchachos perdieron el control del automóvil y chocaron
contra una casa, destrozaron las rejas y se incrustaron en el jardín, fueron afortunados de que por la
hora, los niños de la familia estaban dentro de la casa.
—Santo cielo —dijo Gabriel, dando las gracias de que nadie hubiera resultado herido.
—Afortunadamente los muchachos no iban a exceso de velocidad, lo que es bueno, considerando
el estado en el que estaban.
—¿Qué estado? ¿A qué se refiere?
—Ambos estaban ebrios y estamos esperando los exámenes, pero encontramos marihuana y restos
de cocaína en el vehículo.
No. Lo único que Gabriel pudo pensar fue: No, David.
Gabriel se dejó caer en una silla horrorizado. Todo aquello era como un deja-vu. Se llevó la mano
al pecho y acarició a través de la tela de su camisa, la medalla que colgaba en su cuello. La medalla
que le había regalado Bruno.
No podía pasar por todo aquello otra vez, menos aún con David. En el pasado no supo cómo
ayudar a Bruno a salir de sus adicciones. ¿Cómo se suponía que podía ayudar a David a salir de eso?
—¿Qué debemos hacer? —preguntó Nelson que no estaba tan conmocionado como él.
—Por el momento, no pueden hacer nada, ambos muchachos deben ir a control de detención.
—¿A la cárcel?
—Por la hora, pasarán la noche detenidos aquí en el hospital, y en la mañana irán directo al
tribunal, por ser menores de edad y por ser esta su primera falta, el juez puede ser indulgente, pero
será mejor que tenga un abogado para entonces.
—Maldición… —oyó murmurar a Nelson.
—¿Puedo hablar con él? —preguntó, cuando al fin pudo sacar la voz.
—Sí. Pero solo unos minutos.
—Gracias —le dijo al policía antes de girarse hacia Nelson— Por favor llama a Tomy… quiero
decir, Erick, y pídele el número de su abogado, se llama Gino Morelli. Explícale lo que pasó.
—Por supuesto —dijo Nelson, sacando su teléfono.
Gabriel siguió al policía que lo llevó por un pasillo a una habitación donde había seis camas, en la
más cercana a la ventana estaba su sobrino, pálido como una sábana y con un gran parche en la
frente, cerca de la línea del pelo.
Quería acercarse a él y abrazarlo fuerte, pero David ya no dejaba que se le acercara, se había
vuelto muy arisco en los últimos años, y muy distante de él.
—¿Estás bien? —le preguntó a David.
—Sí —dijo su sobrino en voz baja y luciendo avergonzado.
—La policía me dijo que encontraron drogas en el automóvil.
—No era mía.
—¿Qué es lo que estás consumiendo? —preguntó con voz dura.
—Nada. No era mía.
Gabriel se estaba cabreando cada vez más; ya había escuchado demasiadas mentiras en su vida, la
mayoría de la boca de Bruno. No le había creído a Bruno en ese entonces, y tampoco le creía a David
ahora.
—Quiero la verdad, David.
—¡Le estoy diciendo la verdad! ¡No consumo nada! ¡Pero jamás confía en mí!
—¡Porque mientes todo el tiempo! ¿Cómo diablos quieres que confíe en ti si lo único que sale de
tu boca son mentiras?
David lo miró dolido. Y Gabriel quiso correr hacia él y consolarlo, pero su sobrino cruzó los
brazos y se volvió hacia la pared.
—Salga de aquí y déjeme tranquilo —murmuró David.
—No, no saldré de aquí, vas a hablar conmigo, ¿te das cuenta de lo Diego y tú hicieron? ¡Pudieron
matar a alguien! Van a pasar la noche detenidos y mañanas van a ir a un tribunal. Da gracias al cielo
de que aún son menores de edad o irían a la cárcel.
—¡No me importa! ¡Déjeme solo!
—Por Dios, no se puede hablar contigo como un adulto.
—¡Ya salga de aquí de una vez! —dijo David, tapándose la cabeza con la almohada.
Gabriel iba a insistir, pero una enfermera se acercó a él y le pidió que se retirara para no alterar a
los otros pacientes.
Cuando Gabriel salió a la sala de espera, Nelson estaba sentado cerca de la ventana y se levantó
apenas lo vio.
—Hablé con el abogado —le dijo enseguida.
—¿Qué dijo?
—Dijo que lo mejor será ponernos el parche antes de la herida, comprometernos con el juez a que
David seguirá un programa de desintoxicación.
—Está bien, mañana buscaremos algún grupo de terapia…
—No, Gino dijo que lo mejor será llevarlo directamente desde el tribunal, me recomendó un lugar
donde internarlo…
—¡No! —dijo instintivamente, recordando los lugares donde habían ingresado a Bruno—
Podemos hacerlo desde la casa, no hay que internarlo, puede ir a las reuniones, lo que sea.
—¿Ir a reuniones? No es capaz ni siquiera de ir al colegio, falta casi todos los días y huye de casa
cada vez que nos damos vuelta y crees que podrá hacerlo desde casa… ¡por favor!
—Va a odiarme si lo encierro.
—Vas a odiarlo tú, cuando sepas cuanto nos saldrá el chiste. Ya puedes olvidarte de cambiar tu
automóvil este año. Un mes en la dichosa clínica para David se llevará el dinero.
—¿Qué? —preguntó incrédulo.
—Lo que oíste, tu malcriado sobrino nos costará una camioneta del año.
Gabriel no pudo evitar sentirse dolido con las palabras de Nelson. Sabía que su pareja tenía razón,
David estaba hecho todo un malcriado, pero si su pareja se lo hubiera dicho con otro tono no habría
sido tan hiriente; el tono que había empleado Nelson, era casi recriminándole que hubiera malcriado
a David, y no tenía por qué asumir la responsabilidad solo, Nelson también había aportado su parte.
Sin embrago Nelson no asumía ninguna responsabilidad, y por primera vez en años, Gabriel vio
realmente a Nelson: Su pareja era celoso, posesivo, controlador, hiriente y su personalidad tenía
perfiles que nunca le habían gustado del todo. Gabriel nunca llegó a enamorarse de él, pero se había
mantenido a su lado por gratitud, ya que Nelson había sido la tabla que lo había mantenido a flote en
los momentos más duros de su vida.
Sin embargo, después de tanto tiempo juntos, ya no sabía cuanta más gratitud le quedaba para
seguir soportando a Nelson.
Capítulo 2
Bruno estacionó su automóvil en el mismo lugar en el que lo había estacionado durante un año.
Llevaba la cuenta del tiempo que llevaba trabajando en Santiago, porque coincidía con una de las
fechas de su examen de VIH. Aunque las autoridades recomendaban hacerse el examen una vez al
año, Bruno se hacía al menos dos.
Sostuvo el papel con el resultado negativo en su mano y dejó salir el aliento que estaba
conteniendo. Si aún tuviera su medalla de los Sagrados Corazones, la sostendría en sus manos y
elevaría una plegaria de agradecimiento.
A pesar de que jamás volvió a exponerse al contagio y aunque ya habían pasado más de seis años,
todavía sentía miedo que al recibir los resultados estos fueran positivos. Todavía se preguntaba, por
qué milagro, él estaba sano y Darío estaba muerto, a consecuencia del SIDA.
Salió del automóvil, recogiendo su chaqueta y su maletín para comenzar un nuevo día como
coordinador del centro terapéutico donde trabajaba. Era extraño tener que vestir pantalón y camisa,
después de haber trabajado tanto tiempo en jeans y zapatillas.
Cambiar de trabajo, ciudad y departamento, aunque no había sido sencillo, había sido una buena
decisión. Volver a Santiago aún le traía muy malos recuerdos, pero le permitía estar cerca de su
familia: con sus padres, su hermano y sus sobrinos; los dos hijos de Oscar, eran un par de diablillos a
los que amaba con el alma. Ahora que también era tío, podía entender mejor el amor que Gabriel
sentía por David.
Cerró los ojos y trató de borrar la imagen que se formó de Gabriel en su mente. Aún era doloroso
pensar en Gabriel, sobre todo porque siempre que recordaba a Gabriel lo veía sonriendo feliz en la
escalera de su casa, tal como lo vio por última vez. El dolor de aquel día todavía lo perseguía, aún lo
sentía como si hubiera sido ayer.
Tratando de disimular su tristeza, entró al centro y se dirigió rápidamente a su oficina; dejó sus
pertenencias en su lugar y se preparó para comenzar a trabajar.
—Buenos días, Bruno —lo saludó su secretaria, entrando en su oficina y entregándole una taza de
humeante y delicioso café.
—Karina… te amo —dijo enseguida, dando un sorbo a su café.
—Eso dices cada vez que te sirvo café. Que no te escuche mi novio o tendré serios problemas
nuevamente.
—Solo dile la verdad, que soy gay y que lo mío es solo amor platónico… y adicción al café —dijo
con algo de vergüenza.
Siempre lo avergonzaba y le afectaba pensar que era adicto a algo, aunque solo se refiriera a la
cafeína, él mismo se auto limitaba a dos tazas de café al día.
—Se lo dije y no me creyó, dijo que no te veías como gay.
—Dile que la próxima vez que lo vea le daré un beso, a ver si a mí me cree.
—Ja, ya me gustaría ver eso —dijo Karina, con una mirada pícara y entregándole una carpeta—
Solo hay un ingreso hoy, es de última hora; un chico de diecisiete por alcohol y drogas, viene directo
desde el tribunal.
—Bien miraré la ficha de ingreso, pero llama a Lidia, ella es la mejor con adolescentes. Dile que
venga en cuanto pueda para que discutamos el tratamiento del chico.
—En seguida —dijo Karina saliendo de la oficina y dejándolo solo, con su café.
Bruno abrió la carpeta y se congeló en el acto al ver el nombre en la ficha de ingreso: David
García, el nombre del sobrino de Gabriel.
Respiró profundo, calmándose. Era verdad que David debía tener unos diecisiete años ahora, pero
podía ser solo un alcance de nombres, no tenía por qué ser necesariamente el sobrino de Gabriel.
Pero todas sus sospechas se aclararon dos líneas más abajo con cuatro simples palabras: Tutor
legal, Gabriel García.

Gabriel dio un salto cuando sintió la puerta eléctrica cerrarse a su espalda.


Aquel centro de rehabilitación privado era nuevo. Se alegraba de no tener que llevar a David al
centro donde llevaban a Bruno. No habría soportado ver de nuevo aquel edificio y aquellas paredes
sin ponerse a llorar. El nuevo lugar era muy distinto del anterior. Para empezar no se
autodenominaba centro de rehabilitación, sino centro terapéutico. Para Gabriel era solo la misma
mierda con distinto olor, pero supuso que si David debía quedarse en aquel lugar, era mejor que
fuera un lugar cálido y rodeado de grandes y verdes jardines, en vez de ser frío y claustrofóbico.
Gabriel llevó a David al centro directamente desde el tribunal. La jueza a cargo del caso lo había
puesto libertad bajo su custodia, bajo la promesa de que David debía tratarse su problema de drogas.
David no había abierto la boca ni una vez desde la mañana, ni siquiera cuando la jueza les habló
duramente a él y a Diego, por lo que podrían haber provocado con su irresponsabilidad. David solo
bajó la mirada avergonzado.
Nelson en cambio, no se había callado en toda la mañana, quejándose de lo que les costaría la
clínica y de la irresponsabilidad de David, lo que le había provocado un severo dolor de cabeza.
Gabriel aún no estaba cien por ciento convencido de internar a David; si por él fuera, quizás lo
intentaría primero con un tratamiento ambulatorio, pero Nelson había insistido en que lo mejor era
internarlo.
Una secretaria muy amable los recibió y los hizo esperar solo unos segundos, antes de indicarles
que debían hablar con el coordinador del centro para el ingreso de David.
—Ya pueden pasar —les indicó— el señor Torres los recibirá ahora.
¿Torres? Gabriel no pudo evitar el escalofrío en su espalda. Estar en un centro de rehabilitación y
escuchar el apellido de Bruno, parecía demasiada coincidencia.
David entró primero en la oficina y Gabriel le siguió los pasos de cerca. Cuando entró en la
oficina del coordinador se congeló al ver la alta y robusta figura frente a ellos. Sintió el jadeo de
asombro de Nelson a su espalda y supo que también lo había visto.
Bruno.
El hombre que fue el amor de su vida, estaba frente a él y era el coordinador del centro.
No era el hombre drogadicto que vio por última vez antes de irse al extranjero. Era la versión
adulta del alto y guapo hombre que había conocido, se veía tal como el día que se conocieron, tal vez
incluso un poco más guapo.
—Hola, David —dijo Bruno estirando la mano hacia su sobrino.
—Hola —murmuró David, estrechando la mano de Bruno y luego dejándose caer en una silla.
—Por favor tomen asiento —les dijo a Nelson y a él.
Todos se sentaron en un silencio incómodo, solo interrumpido por el sonido de las hojas de papel
que Bruno revisaba.
—Revisé la ficha de David junto a una terapeuta del centro, necesitamos que completen algunos
datos médicos que faltan para hacer efectiva la internación de David.
—¿Cuántos días debe quedarse? —preguntó Nelson, con voz dura.
—En un principio, recomendamos una hospitalización de al menos treinta días.
—¿Un mes? —preguntó David, horrorizado, exteriorizando exactamente lo que él estaba pensando
— ¿Debo quedarme encerrado aquí todo un mes?
—Tiempo que puede ser menor, pero que también puede ser mayor, si no respondes al tratamiento;
si todo sale bien, después de la internación puedes continuar el tratamiento desde tu casa, solo
asistiendo a las reuniones.
—¡No me voy a quedar aquí un mes! —gritó David.
—¡Lo harás! —dijo Gabriel, enojado. Su tolerancia se había reducido drásticamente al ver a Bruno
nuevamente— Esto no me agrada más que a ti y si pudiera evitar que te quedes aquí, lo haría, pero no
hay otra opción.
—Puedo hacerlo desde la casa, iré a las reuniones, haré lo que me diga, pero no me deje aquí…
por favor —le pidió David, con verdadera preocupación.
Gabriel tal vez habría cedido si la situación hubiera sido diferente, pero Bruno estaba frente a él,
recordándole todos sus errores del pasado. Gabriel sabía que su sobrino volvería a huir y a drogarse
en cuanto lo llevara a casa. ¿Cuántas veces había escuchado las mismas promesas vacías salir de la
boca de Bruno? No, ya no creía en promesas vacías, gracias a Bruno, era un incrédulo. Había bajado
los brazos y se había rendido con Bruno, pero no lo haría con David, su sobrino saldría de esto le
gustara o no.
—No, no puedes, David. Te quedarás aquí un año si es lo que se necesita, pero no permitiré que
vuelvas a drogarte.
—¡Lo odio! —gritó David, levantándose con tanta brusquedad que la silla cayó haciendo retumbar
las paredes—, ¡Los odio a los dos! ¡Estoy harto de ustedes! ¡¿Por qué no me dejan en paz de una vez?!
Antes de que pudiera detenerlo, David salió de la habitación, se iba a levantar para seguirlo pero
sentía su cuerpo como si estuviera congelado. Bruno se levantó rápidamente y salió tras David,
escuchó un revuelo en el exterior pero no era consciente de lo que sucedía. Las palabras de David,
seguían resonando en su cabeza y eran como cuchillos que se habían enterrado en su corazón y le
impedían respirar.
—¿Estás bien? —la voz de Nelson lo trajo a la realidad.
—No, no estoy bien, David me odia… —dijo con un nudo en la garganta.
—No te odia. Es solo un niño demasiado consentido, al que por primera vez le estás negando algo
que quiere. Si le dijeras que puede ir a casa, correría a tus brazos y te diría que te ama —dijo Nelson,
molesto.
Y allí estaba aquel tonito otra vez. ¿Por qué Nelson no podía decirle las cosas de otra forma? ¿Por
qué siempre sentía que le estaba recriminando las cosas?
Cuando Bruno volvió a entrar en la oficina, se sentó rápidamente frente a ellos.
—Le pedí a mi secretaria que lo vigilara, no podría haber salido aunque quisiera, pero es mejor
estar solos unos momentos para hablar del tratamiento de David.
—No sé si es lo mejor dejar a David aquí —dijo Nelson.
Gabriel miró a Nelson, sorprendido. ¿Ahora no era buena idea? ¿No era Nelson el que más había
insistido en esto? Pero al notar las mandíbulas tensas de Nelson y la mirada que le dirigía a Bruno,
comprendió que no era el lugar lo que Nelson desaprobaba, era a Bruno.
—Nelson tiene razón —dijo a su pesar—. Conoces a David desde que era niño y nosotros... ¿No es
eso un conflicto de interés?
—Yo no seré su consejero, soy coordinador del centro, mi labor es evaluar los casos, asignarlos a
los terapeutas y establecer el mejor tratamiento posible para David.
—¿Quién será su consejero? —preguntó Nelson.
—Le asigné a Lidia, ella se especializa en tratar a adolescentes. Es una excelente profesional, pero
si aún creen que puede haber conflicto de interés, puedo solicitar su traslado a otro centro.
Gabriel estuvo tentado a decirle que sí, que no quería volver a verlo, pero su cabeza se movió por
voluntad propia y negó lentamente.
—No. Mi abogado dijo que este lugar es el mejor en esto… supongo que por tu experiencia en el
tema, sabrás tratarlo.
—Todos los terapeutas tienen experiencia en el tema —dijo utilizando sus mismas palabras y
haciendo que se pusiera colorado.
—¿Crees que puede haber conflicto? —preguntó Nelson tenso.
—No, David es solo un paciente más. Podemos hacerlo perfectamente.
—Entonces ya está decidido —dijo.
Los siguientes veinte torturantes minutos, Bruno les explicó el tratamiento de David, las normas
del centro y todo un montón de cosas de las que Gabriel solo capturó a medias. Su atención estaba
muy lejos en esos momentos, recordando todos los momentos que vivió junto a Bruno, los buenos y
los malos. Especialmente la última vez que se habían visto, cuando lo dejó fuera del centro de
rehabilitación… Ellos nunca conversaron, nunca se despidieron, nunca se dijeron adiós. Ni siquiera
habían terminado la relación como era debido, solo se había terminado por la drogadicción de Bruno
y por su partida al extranjero.
Siempre se había preguntado que hubiera sucedido si se hubiera quedado, si hubiera permanecido
al lado de Bruno. Ahora lo sabía, Bruno se habría recuperado y tal vez ellos aún estarían juntos y
enamorados como antes. Pero él había decidido por los dos y la relación se había roto para siempre.
Gabriel aún no era capaz de mirar directamente a Bruno, seguía con la mirada perdida, temiendo
el inevitable momento en que vería recriminación en la mirada de Bruno. Escuchaba la voz de Bruno,
poniendo más atención al tono que a lo que decía, ya no sonaba tan tímida como antes, ahora sonaba
segura y profesional, pero aún era profunda y dulce.
—Bien, creo que eso es todo por el momento —dijo Bruno, levantándose y estirando su mano.
Gabriel se quedó congelado un momento sin entender por qué le tendía la mano, hasta que se dio
cuenta que lo estaba despidiendo, y él interna e idiotamente esperaba tener un momento a solas con él
y poder hablar como antes; había tantas cosas que debían hablar, tantas cosas pendientes, pero Bruno
demostró que sería todo un profesional y lo estaba despidiendo fríamente como despediría al padre
de cualquier otro paciente.
Se paró lentamente y estrechó la mano que Bruno le ofrecía, fue un apretón frío, sin ninguna
emoción, sin nada. Se giró rápidamente para salir de la habitación antes de ponerse a gritar.
Cuando salió de la oficina vio a David amurrado, sentado en una silla; Solo levantó la vista,
cuando lo vio acercarse a él.
—¿Va a dejarme aquí? —preguntó David.
La expresión de su sobrino ya no estaba llena de rabia y furia como unos minutos antes, lo miraba
asustado, temiendo lo que vendría de ahora en adelante. Aquella expresión le recordaba más al niño
que había criado; al sobrino que lo amaba y no le gritaba que lo odiaba. Y eso le rompía el corazón,
porque no sabía si David era sincero o le estaba mintiendo una vez más.
—Lo lamento, David.
David solo bajó la mirada y caminó hacia la oficina de Bruno sin despedirse de él, ni de Nelson.
Gabriel volvió a sentirse devastado por su rechazo y no le sorprendió que Nelson lo abrazara para
consolarlo, pero para su sorpresa y sin aviso, Nelson lo besó en la boca justo cuando escuchó la
puerta cerrarse a su espalda. Cuando sus labios se separaron y vio la expresión celosa de Nelson, se
dio cuenta de que no lo había abrazado para consolarlo; solo lo había abrazado y besado para que
Bruno los viera.
Quiso recriminarle a Nelson, pero no pudo. Toda aquella tensa y horrible situación era su culpa.
Siempre supo que el cariño que sentía por su pareja no era amor, que jamás sintió y jamás sentiría
por Nelson lo que había sentido por Bruno; pero se había conformado en una relación sin amor.
Y se odió a sí mismo. Se odió por haber utilizado a Nelson cuando necesitó un hombro en el que
llorar, se odio por provocarle celos, se odió por haberse conformado con una relación sin amor y se
odió por haber tomado la decisión equivocada.
Porque ahora sabía que haber dejado a Bruno había sido el peor error de su vida.

Bruno se restregó la cara con fuerza tratando de componerse.


Debía ser profesional, debía enfocarse en David, pero era casi imposible. Su mente y su corazón
estaban con el hombre al otro lado de la puerta, el hombre que en esos momentos estaba siendo
besado y abrazado por Nelson.
Aunque trató de prepararse emocionalmente para ver a Gabriel, verlo nuevamente había sido
devastador, todavía no sabía cómo había podido mantener la compostura teniendo a Gabriel frente a
él, queriendo besarlo, abrazarlo como cuando era suyo, como cuando había desperdiciado toda la
felicidad que habían compartido. Ahora cada momento vivido con Gabriel eran pequeños tesoros que
guardaba celosamente y eran lo que lo ayudaba a vivir día a día, a resistirse cada día contra las
drogas.
Respiró profundamente y se sentó frente a su escritorio. David estaba enfurruñado y con los brazos
cruzados sobre su pecho. Bruno observó más detenidamente a David, el jovencito bien podría ser el
hijo biológico de Gabriel; físicamente era muy parecido a él, ambos tenían los mismos ojos verdes,
el pelo oscuro y aquel rostro varonil.
Bruno no pudo evitar sentir un afecto diferente al que sentía por otros chicos que ingresaban al
centro; después de todo, David era una parte del hombre al que amaba, además había conocido a
David cuando era un niño de siete u ocho años; por entonces era un niño adorable, que idolatraba a
Gabriel; ¿cómo había pasado de ser un niño dulce a aquel adolescente que le gritaba a su tío que lo
odiaba?
—¿Estás bien? ¿Qué tan seria es la herida? —preguntó Bruno, señalando el parche que David tenía
en la frente.
—Estoy bien, solo son unos cuantos puntos, y el pelo va a tapar la cicatriz.
—Que bien… No sé si te acuerdas de mí, pero nos conocimos hace mucho tiempo
—Sí lo recuerdo, era el novio de mi tío.
—Pensé que no me recordarías.
—Tenía ocho años cuando salía con mi tío, no era tan pequeño.
—A mi me lo parecías, eras muy pequeño.
—Lo que pasa es que usted es muy grande, cualquiera se ve pequeño a su lado —dijo sonriendo,
con la misma sonrisa de Gabriel. Aquella sonrisa que parecía que iluminaba el día.
—Sí, lo soy… —dijo sonriendo también— Bueno, ahora solo soy el coordinador del centro, más
tarde te presentaré a Lidia, ella será tu terapeuta mientras dure tu tratamiento.
—No… esto es solo una pérdida de tiempo. ¡Estoy bien! ¿Por qué todo el mundo cree que tengo un
problema? ¡Me fumo uno o dos pitos y mi tío cree que soy un maldito drogadicto!
—Si tu problema está descontrolado, entonces si lo eres David, eres adicto.
—Usted no entiende…
—¿Qué cosa? ¿La necesidad de drogarte? ¿La necesidad de calmar el dolor? ¿La necesidad de
borrarte y olvidar todo? —David lo miró sorprendido— Pasé por lo mismo que tú, David.
—¿Usaba drogas?
—Sí, más duras que las que tú usas y caí aún más profundo, pero pude salir, David. No es fácil,
pero puedes salir de esto. Estoy aquí para ayudarte, David.
—¿Cómo? ¿Quitándome milagrosamente los deseos de querer...? —David se interrumpió al darse
cuenta de que había dicho demasiado.
—¿Qué es lo que deseas, David? ¿Qué es lo que consumes?
—¿Se lo dirá a mi tío? —preguntó David, inseguro.
—No David, no le diré nada. Lo que hablemos aquí, quedará entre nosotros. No quiero que me
confíes tus cosas para correr a decírselas a tu tío, quiero saberlas para ayudarte.
—¿Lo promete?
—Lo prometo, David. Es más, si no confías en mí, entonces conversa y trata de confiar en Lidia.
Ella te apoyará y te ayudará en todo lo que necesites.
David volvió a bajar la mirada, Bruno sentía que David estaba evaluando sus palabras; cuando
volvió a levantar el rostro, su mirada era aún cautelosa.
—Suelo beber cuando estoy con mis amigos y fumo marihuana —dijo David, en un susurro— y
también he probado cocaína.
—¿Pastillas?
—No mucho, solo algunas anfetas.
—¿Qué tan seguido?
—No muy seguido, una o dos veces por semana, o cuando puedo arrancarme para estar con mis
amigos.
—¿Te has inyectado?
—¡No! —dijo David horrorizado ante la idea.
—¿Has probado la pasta base? —preguntó, rezando porque David no hubiera probado la pasta
base de cocaína, era una droga muy consumida por su bajo costo, pero muy dañina.
—Tampoco, me ofrecieron varias veces, pero una vez vi un reportaje en televisión en el que
dijeron que era pura mierda, así que no quise probarla.
—Eso es bueno, las drogas intravenosas y la pasta base son muy adictivas y es muy difícil
rehabilitar a los adictos a ellas.
Los siguientes minutos Bruno se dedicó a explicarle a David varias de las mismas cosas que le
había explicado a Gabriel sobre el tratamiento y las normas del centro. David hizo algunas preguntas
y se mostró bastante tranquilo, mucho más resignado al hecho de que iba a quedarse en el centro,
aunque no le gustara.
Cuando ya estaban terminando de hablar, golpearon suavemente la puerta.
—Adelante —dijo enseguida.
Cuando la puerta se abrió, la figura delgada de Max apareció en su puerta. Max era un jovencito
que iba como voluntario al centro, era un chico correcto y agradable que se llevaba bien con todo el
mundo. En un principio no habían aceptado que fuera al centro, pero Max había insistido y ahora ya
era común verlo compartir con los chicos de su edad que estaban internados.
—Hola —saludó Max con un gesto rápido de su mano— Venía a buscarlo, tenemos una partida de
ajedrez pendiente.
—Lo lamento Max, pero no puedo en estos momentos, tengo varias consultas hoy y mucho trabajo
acumulado, tendrá que ser otro día.
—Oh, es una lástima. Supongo que no soy tan afortunado para que sepas jugar ajedrez. ¿O sí? —
preguntó Max, en esta ocasión a David.
—¿Yo? —dijo David mirando a Max— Lo siento, no sé jugar.
En esos momentos su cabeza comenzó a pensar que no sería malo que David y Max pasaran algún
tiempo, juntos. Max podría darle una o dos lecciones sobre lo dura que era la vida a David.
—Max podría enseñarte. Él pasa mucho tiempo aquí y puedes jugar un rato, hasta que Lidia se
desocupe y puedas reunirte con ella para tu primera sesión.
David entornó los ojos y puso cara de sabelotodo.
—Si quisiera jugar ajedrez lo haría en mi computador o en mi tablet.
—Si tuvieras alguno. Le dije a tu tío que no trajera nada más que ropa. Tienes prohibido ocupar
esos aparatos aquí.
—¿Qué? ¿Por qué?
—¿Qué crees que es esto? ¿Un hotel? Viniste a rehabilitarte, no dejaré que pierdas el día jugando.
—¡Genial! —dijo David, cruzando los brazos sobre el pecho y volviendo a adoptar aquella postura
de chico problema que había usado frente a Gabriel.
—Ven conmigo afuera y te enseñaré a jugar ajedrez —dijo Max con una sonrisa.
David volvió a mirar a Max y después se levantó con hastío, pero lo hizo, y salió de la habitación.
A Bruno no se le pasó la mirada apreciativa que Max le dio a David. De hecho Max estaba tan
concentrado en David que ya estaba cerrando la puerta sin siquiera despedirse.
—Max… —lo llamó y Max se giró a mirarlo—. David es un buen chico, y creo que sería
agradable que tuviera un amigo mientras está aquí.
—¿Me está pidiendo que cuide de él?
—¿Lo harías?
—Encantado —dijo Max con una sonrisa.
Bruno había notado hace bastante tiempo que Max era gay, sabía que Max estaba medio enamorado
de él, el muchacho siempre lo buscaba y le dedicaba miradas, pero obviamente él jamás miraría a un
niño como Max, y no le fomentaba su enamoramiento, pero sí trataba de ser amable con él. El pobre
muchacho había tenido una vida dura para sus cortos diecisiete años.
Esperaba haber hecho lo correcto al incentivar una amistad entre Max y David. No le extrañaba que
Max se hubiera fijado en David, ya que el chico era muy guapo, pero David le había dicho que tenía
una novia, así que podía no ser bueno que fomentara aquel enamoramiento sin futuro.

David miraba fascinado como Max acomodaba las piezas en el tablero. Sus dedos eran finos y
elegantes y cada movimiento era hipnotizante.
Su rostro por otro lado… guau, sus facciones eran tan delicadas como sus manos, todo él era
delicado y elegante. Tenía unos profundos y hermosos ojos oscuros y unas largas y curvas pestañas.
Bajó la mirada tratando de no ser tan obvio. Probablemente el hermoso muchacho era hetero y le
daría un puñetazo en la nariz cuando se diera cuenta que lo estaba mirando con deseo.
Su sexualidad era un tema que nunca había conversado con nadie. Tenía una novia, pero su primera
experiencia amorosa había sido con un chico. Más de una vez se había cuestionado su sexualidad,
pero no le gustaba analizar esa parte de su vida, todavía no sabía qué era lo correcto para él. Como
todo en su vida, era un asunto demasiado complicado como para preocuparse por eso ahora. Ya tenía
suficiente con lo sucedido en los últimos días.
—¿Así que estás aquí desintoxicándote? —preguntó Max de improviso.
—Vaya. No eres nada sutil.
—No tengo tiempo para serlo.
—Sí, estoy desintoxicándome. Me metí en líos y mi tío me encerró aquí. ¿Tú también?
—No, yo vengo voluntariamente.
—¿Vienes voluntariamente? Debes estar mal de la cabeza, este lugar es deprimente. ¿No prefieres
pasar el tiempo con tus amigos?
—No tengo amigos, acá siempre hay jóvenes de mi edad con quien conversar o jugar ajedrez. No
son amigos permanentes o de larga duración ya que muchos de ellos están aquí por problemas de
drogas o depresión, incluso algunos suicidas, así que cuando salen del centro no quieren saber nada
de este lugar, ni de los que quedamos aquí.
—¿Y te agrada relacionarte con ellos?
—Trato de ayudar. A veces cuando ves las desgracias de los demás, tu propia vida luce menos
deprimente.
—¿Así que vienes aquí a sentirte mejor? —preguntó con desdén.
—Me refería a que los demás se sienten mejor cuando comparan su vida con la mía.
—¿Sí? ¿Y qué tiene de malo tu vida?
—No quiero que sepas —dijo Max, serio.
—¿Por qué no?
—Porque no es tu asunto. ¿Empezamos?
Capítulo 3

Cuando Gabriel llegó a su casa junto a Nelson, aún estaba choqueado.


Entraron en silencio, igual como habían estado todo el viaje desde el centro terapéutico. Nelson se
dirigió de inmediato a la cocina, probablemente a preparar el almuerzo, pero Gabriel se tomó unos
segundos para respirar profundo y absorber todas las emociones que se habían desbordado como una
cascada desde que vio a Bruno.
Cuando se sintió más tranquilo, se dirigió a la cocina y fue directo al refrigerador, sacó unas
verduras y se concentró en preparar una ensalada, aún en silencio. Nelson tampoco hablaba, hasta que
lo escuchó golpear la sartén con brusquedad.
—¿Vamos a hablar en algún momento de esto? —preguntó Nelson, enojado.
—¿De qué?
—¡Del maldito elefante rubio que tenemos en la habitación!
Si Nelson no estuviera tan molesto, Gabriel se habría reído por la comparación de Bruno con un
elefante. Para él siempre había sido más un oso que un elefante.
—No hay nada de qué hablar. Bruno es historia antigua.
—¿Por qué entonces no pediste un centro diferente para David?
—Porque tu insististe en aquel lugar y porque el abogado dijo que era el mejor, solo quiero lo
mejor para David.
—¿Solo por eso?
—Por supuesto. ¿Acaso crees que esto fue planeado? Estaba tan sorprendido como tú de ver a
Bruno hoy, no había sabido nada de él en años.
—Lo sé, amor. Es solo que… sé cuanto lo amaste. No puedo evitar sentirme celoso.
—Tú lo acabas de decir. Lo amé. En el pasado.
—¿Entonces por que aún llevas su medalla?
Gabriel se llevó de manera inconsciente la mano al pecho y tocó la medalla que no se había
quitado en casi ocho años.
—Ya ni siquiera la considero de él. Es mía.
—¿Acaso no piensas en él cada vez que la miras?
—No. Nunca… Siempre evité pensar en él.
—¿Por los recuerdos?
—Honestamente, sí.
—¿Qué haremos? ¿Qué harás con respecto a él? —preguntó Nelson con preocupación.
—Nada. Ahora estamos juntos, Nelson, no voy a dejarte solo porque él apareció, sabes que si
hubiera querido contactar a Bruno lo habría hecho hace años.
Gabriel había sido honesto con Nelson y le había contado lo que Chris le había dicho tantos años
atrás.
—¿Por qué diablos tenía que volver a aparecer en nuestras vidas? No necesitamos esta mierda
ahora. Ya tenemos bastante que manejar con todo lo de David.
—Lo lamento, Nelson. Sé que has tenido que soportar muchas cosas últimamente.
—Ambos hemos tenido que hacerlo —Nelson se acercó a él y cogió su mano, cariñosamente—.
Vamos a solucionar esto, amor.
—Sé que lo haremos.
Nelson lo abrazó y Gabriel le devolvió el abrazo a su pareja. Cerró los ojos y trató de sentir el
apoyo de Nelson, de concentrarse en su pareja para no pensar en Bruno, pero su idiota mente parecía
tener voluntad propia, porque lo único en lo que podía pensar era en un enorme elefante rubio…

Bruno salió del centro, después de un día de trabajo especialmente agotador. Sabía que el
encuentro con Gabriel había drenado casi toda su energía ese día, así que optó por hacer una breve
visita al supermercado e ir derecho a su departamento después.
Eligió varias comidas preparadas, nada sanas, nunca había sido delgado, pero sabía que ahora
tenía sobrepeso y debería elegir más vegetales, pero nunca había sido bueno cocinando y siempre
terminaba optando por algo que se preparara rápidamente.
Al pasar por el pasillo de los vinos y licores, desvió la mirada y pasó de largo, ni siquiera miró en
aquella dirección. Por lo general solía pasar por aquel pasillo solo para probarse, para reforzar su
voluntad, pero aquel día, pensó en no hacerlo. ¿Podía solo un corto encuentro con Gabriel,
devolverlo a sus antiguos vicios? ¿Podía su voluntad flaquear con tanta facilidad?
No.
La absoluta certeza lo hizo expeler el aire que estaba conteniendo. No volvería a caer en sus
adicciones. Si de algo estaba seguro, era de eso.
Nunca volvería a drogarse y nunca volvería a beber. Ahora sabía con certeza que no volvería a
caer; había aprendido que había cosas más valiosas.
Se devolvió y pasó a todo lo largo del pasillo de los licores, observando las botellas de vino, de
ron, de pisco, de whiskey y de vodka, sintiendo una sensación de triunfo, su vida ahora estaba repleta
de pequeños triunfos, de todas las veces que le había ganado a la tentación.
Cuando llegó a su departamento volvió a sentir el vacío en su pecho. No ayudaba que ahora vivía
en el apartamento en el que habían vivido Gabriel y Tomy. Cuando volvió a Santiago, había
recorrido los barrios que conocía buscando arriendo, en uno de esos recorridos vio que el
apartamento de Gabriel estaba disponible y lo había arrendado enseguida. Oscar había puesto el grito
en el cielo por su elección, le había dicho que era un masoquista y que lo único que lograría sería
seguir recordando un pasado que no volvería… y su hermano tenía razón.
Apenas había dejado las cosas en la cocina cuando su timbre sonó. Sabía que era Oscar, su
hermano pasaba todos los días a verlo cuando iba de camino a su casa después del trabajo.
—Hola Oscar —dijo apenas abrió la puerta.
—Vaya, te ves como la mierda —le dijo su hermano, cerrando la puerta.
—Gracias… —dijo yendo hacia el sofá y dejándose caer, agotado.
—Estoy hablando en serio, Bruno. ¿Qué diablos te pasó? —preguntó Oscar, sentándose frente a él.
—Hoy vi a Gabriel en el centro —dijo con un hilo de voz.
—¿Gabriel? ¿Se está drogando? —preguntó Oscar, impactado.
—No él, su sobrino.
—¡Mierda!
—Verlo hoy fue… Dios… —dijo restregándose los ojos para que Oscar no viera las lágrimas.
—Lo del chico ¿es muy serio?
—No, creo que no está tan enganchado aún…
—¿Puedes tratar de mantenerte lejos del niño? Sería mejor que te mantuvieras a distancia.
—No, no lo haré.
—Bruno… ¿Sabes lo doloroso que será para ti verlo?
—Sí lo sé, es muy parecido físicamente a Gabriel, es como verlo cuando lo conocí.
—No te hagas eso, Bruno.
—Debo hacerlo, después de todo lo que hice sufrir a Gabriel, ayudar a David es lo menos que
puedo hacer.
—Eso es pura mierda y lo sabes —dijo su hermano, de manera enfática—. Lo único que estás
haciendo es buscar excusas para estar cerca de Gabriel. Y eso no es bueno, Bruno. Lo más sabio sería
que te alejaras de él.
—No me alejaré.
Su hermano, no se veía feliz con su respuesta, pero al menos no lo estaba regañando. Oscar nunca
le había sacado en cara nada de su pasado, pero cada vez que Gabriel salía al tema, Oscar se
transformaba en el mayor protector de Gabriel y esas eran las únicas ocasiones en las que su
hermano lo miraba como antes, como cuando era adicto.
—Prométeme algo. Sí la situación te sobrepasa y sientes que… Si te sientes tentado nuevamente,
me lo dirás. Prométemelo.
—Lo prometo, pero no sucederá, no volveré a drogarme.
—Lo sé, hermanito. Confío en ti —le dijo Oscar.
Bruno se alegró de haber recuperado a su familia. Ahora sabía que podía contar con sus padres, su
hermano, dos hermosos sobrinos y una amorosa cuñada. Tenía toda una familia… pero aún así se
sentía solo. No le gustaba estar soltero, quería volver a tener una pareja, tener su propia familia, pero
ese sueño parecía más lejano que nunca. Recién había cumplido treinta años y se sentía un solterón;
no había vuelto a tener una relación estable desde la muerte de Darío.
Todavía le dolía recordar a Darío. Su muerte había sido una gran pérdida para Bruno y aún le
dolía que solo él y el cura que lo ayudó a rehabilitarse hubieran estado junto a su amigo cuando
murió. Dio gracias a Dios que su amigo murió en paz, incluso antes de expirar su último aliento,
había cogido su mano y le había sonreído.
Bruno creyó que nadie asistiría tampoco al funeral, pero su familia lo había sorprendido y todos
habían viajado para acompañarlo.
No muchos podían entenderlo, pero Darío había dejado vacía una parte de su corazón. Ahora
después de tantos años, sabía que había amado a Darío más de lo que él mismo sabía. Tal vez no se
comparaba a su amor por Gabriel, pero era amor y lamentaba no habérselo dicho nunca a su amigo.
Capítulo 4

David caminó con hastío hasta el jardín del centro para aprovechar los deliciosos rayos de sol y
olvidarse por un rato de las sesiones de terapia.
Llevaba una semana hospitalizado; más bien, encerrado. Así era como se sentía, horriblemente
encerrado, claustrofóbico… abandonado.
Sabía que se merecía estar allí por lo que había hecho, aún se le revolvía el estómago de solo
pensar que el accidente en el que se vio involucrado hubiera herido o incluso matado a alguien de la
familia donde el automóvil de Diego chocó.
David vio a Bruno caminar a través del jardín, seguramente dirigiéndose a su oficina. Recordaba
bien a Bruno de la época cuando fue novio de su tío; siempre fue amable y cariñoso con él y también
recordaba que su tío había estado muy mal, antes de viajar a Francia, y ahora creía saber el por qué:
Bruno era adicto.
Había muchas cosas que quería preguntarle a Bruno, había muchas cosas que quería decir y no se
atrevía, muchas cosas que tenía atoradas en la garganta y quería gritar, pero no sabía si alguien lo
escucharía.
En su primer día Bruno dijo que podía confiar en él, ¿podría realmente confiar en Bruno? Ellos no
habían vuelto a hablar desde ese día, ya que David no hablaba con nadie, solo abría un poco la boca
en las horas diarias de terapia. La verdad era que, aparte de Max, no le dirigía una palabra amable a
nadie en aquel lugar. Diablos, que cretino era a veces.
Levantó sus rodillas y escondió el rostro entre ellas. Odiaba estar encerrado, odiaba su vida,
odiaba a su tío…
—Hola, David —la voz profunda de Bruno, lo sacó de su aturdimiento.
—Hola —dijo, bajando las piernas y sentándose derecho en el asiento.
—¿Puedo sentarme un rato contigo? —preguntó Bruno.
Por toda respuesta, David solo levantó los hombros.
—¿Cómo te va con Lidia? —preguntó Bruno, sentándose a su lado.
—Bien, supongo… ¿Es verdad que todos los que trabajan aquí son adictos rehabilitados? —
preguntó en vez de responderle a Bruno.
—No todos, pero sí los coordinadores y los terapistas.
—¿Entonces Lidia también era adicta?
—Sí, Lidia también está rehabilitada.
—Guau —dijo sorprendido— ¿Puedo preguntarle algo?
—Lo que quieras.
—¿Fue por las drogas? ¿Por eso terminó con mi tío?
—Sí, esa fue la razón por la que nos separamos.
—¿Cuánto tiempo fue adicto?
—Comencé a los quince años, consumía de manera intermitente; nadie lo sabía, ni mi familia, ni tu
tío, pero a los veintiuno mi adicción se salió de control, por dos años realmente me hundí.
—¿Qué tanto?
—Caí muy fuerte. Hubo periodos de mi vida en que no recordaba lo que hacía, muchas veces perdí
el contacto con la realidad
—No… Eso nunca me ha pasado.
—Porque estás recién comenzando, esas cosas suelen pasarle a los consumidores compulsivos y a
quienes llevan mucho tiempo consumiendo. Y había otros peores que yo, he visto algunos adictos con
periodos de paranoias, agresividad, psicosis y hasta alucinaciones, a veces les duraban semanas.
—Pero usted ya no es adicto.
—Aún soy adicto, David, estoy limpio y no he consumido en seis años, pero siempre seré un
adicto. Igual que tú.
—Yo no soy adicto, yo puedo… puedo…
—¿Puedes controlarlo? Yo me decía lo mismo, hasta que terminé durmiendo en las calles,
demasiado drogado para que me importara lo que sucedía a mí alrededor o conmigo.
—¿Por qué algunas personas son adictas y otras no?
—No hay un factor determinado que diga por qué unos si y otros no. Pero hay estudios que indican
que el alcoholismo es hereditario y en cuanto a las drogas, hay personalidades más propensas que
otras. Yo creo que también afecta el entorno y las vivencias de cada persona.
—¿El entorno?
—Los jóvenes en riesgo social están más expuestos, ya que tienen más acceso a las drogas, las
malas compañías, los abusos… trabajé muchos años con jóvenes así, lo vi de cerca
—¿A qué se refiere con riesgo social? ¿Yo estoy en ese grupo?
—No, suelen ser jóvenes de escasos recursos o que vienen de familias desestructuradas o que han
sufrido abusos.
—Oh…
David se sintió casi ofendido ¿Cuál era su caso entonces? No era un joven en riesgo social, ¿tenía
entonces una personalidad adictiva?
Bruno lo estaba dejando aún con más dudas de las que tenía, y lo único que quería saber era: ¿Por
qué le había sucedido esto a él?
Bruno sintió la urgente necesidad de consolar a David; el pobre niño se veía tan desolado, tan
perdido. ¿Cuántas veces no se sintió él así? ¿Cómo podía llegar a David y hacerle ver que no estaba
solo?
David parecía verdaderamente afectado por sus palabras. El pobre chico jamás había visto y jamás
vería o pasaría por las cosas que él había pasado. Y Bruno se alegró de que la rehabilitación de David
estuviera en marcha y poder sacarlo de aquel camino.
—¿Puedo preguntarle algo más? ¿Algo personal? —le preguntó David.
—¿Qué cosa?
—¿Por qué comenzó a drogarse?
Bruno exhaló y se reclinó hacia atrás; hace mucho que no pensaba en la primera vez que se drogó,
aquella vez con Darío.
—Cuando tenía quince años, estaba con un novio que tenía acceso a drogas, la verdad es que la
primera vez no quería probarlas, pero no tuve el valor para decirle que no quería hacerlo, era muy
tímido cuando tenía tu edad.
—Aún era tímido cuando lo conocí.
—Bueno, a los quince era aún peor. Así que, lo primero que probé fueron unas pastillas que me
hicieron sentir más seguro, menos tímido. Así que pensé que era algo bueno para mí.
—¿Lo eran?
—No, me sentía muy perdido en esa época y las drogas me dieron una falsa sensación de
seguridad, pero cuando el efecto pasaba, seguía siendo el mismo tímido e inseguro jovencito, solo
me sumé un problema más a las espaldas.
—¿Cuándo se dio cuenta que estaba equivocado?
—Mucho después, no soy lo que se dice brillante. Terminé viviendo en la calle, pasando hambre y
frío. Estuve a punto de perderlo todo, incluso mi vida.
—Pero pudo recuperar su vida.
—Recuperé a mi familia, algunos amigos y mi carrera, pero perdí mucho también. Ahora que
miro hacia atrás me doy cuenta lo egoísta que fui, solo quería vivir mi vida sin que me importaran
las personas que me amaban.
—¿Lo dice por mi tío?
—Sí, lo digo por él, pero también por mi hermano, por mis padres y mis amigos. Arrastramos a
todos los que nos aman, David.
—Yo no arrastro a nadie. Estoy solo en esto.
—No lo estás David. No estarías aquí si no le importaras a tu tío, él ha venido todos los días a
verte, te ama como si fueras su hijo.
—Pero no lo soy —dijo molesto—. Él tiene su vida, su pareja…
—¿Te molesta que tu tío tenga una pareja hombre?
—No… Yo… No me molesta que sea gay, aunque no fue fácil crecer con él.
—¿Por qué lo dices?
—¿Sabe lo que es estar en un colegio donde tus compañeros se burlan de ti porque tus padres son
dos hombres? Por si no lo sabe, las cosas en este país no son como lo muestran las películas gringas.
—¿Sufriste mucho bullying?
—Todo el tiempo, por suerte no soy pequeño y sé defenderme.
—¿Tu tío lo sabe?
—Lo llamaron más de una vez del colegio porque me metía en alguna pelea y él solo me decía que
no les hiciera caso.
—¿Y eso te molesta?
—Me molesta que sea tan duro conmigo, jamás me deja explicarle nada, ¡siempre todo es mi
culpa! Solo me juzga de inmediato. Ni siquiera me conoce.
—Tal vez podrías dejar que te conozca, David. Ya eres casi un hombre pero tu tío aún debe verte
como un niño, y ese niño ha comenzado a beber y drogarse.
—¡Y otra vez es mi culpa! —dijo David, enojado.
—No dije que sea tu culpa, dije que tú y Gabriel deben volver a conocerse.
—Bueno, tal vez no quiero conocerlo, ni creo que él quiera conocerme tal como soy —dijo
levantándose y corriendo hacia los dormitorios.
Bruno suspiró resignado. Había una rabia interior que David estaba dirigiendo hacia su tío, pero
que aún no lograba identificar de donde provenía. Era obvio que Gabriel amaba a su sobrino y podía
ver que David también lo amaba, pero algo había sucedido allí.
Y Bruno no se iba a rendir hasta averiguarlo.
Capítulo 5

Gabriel entró corriendo al Centro Terapéutico, mitad preocupado, mitad furioso: David había
huido del centro después de solo una semana de estar internado. Después de recibir la llamada de la
secretaria de Bruno, había estado recorriendo los lugares donde sabía que vendían drogas, los había
recorrido muchas veces antes buscando a Bruno y eso solo lo hizo enojarse cada vez más.
Todos los sentimientos de culpa que sintió cuando vio a Bruno se fueron tornando en una pesada y
densa sensación que solo podía describirla como rabia.
No era justo pasar por todo esto de nuevo. Bastante había tenido con que Bruno hubiera
desaparecido sin despedirse, y que además se hubiera marchado con Darío. ¿Por qué diablos se sentía
culpable si Bruno había abandonado prefiriendo drogarse a estar con él?
Nunca creyó volver a pasar por lo mismo, pensaba que David se recuperaría, pero parecía que su
sobrino iba cometiendo uno a uno los mismos errores de Bruno.
Se dirigió centro terapéutico, sintiendo un nudo en el estómago. Aunque Gabriel iba todos los días
a ver a su sobrino, no había visto a Bruno desde el día que David ingresó al centro. Se sentía como un
cobarde, pero la verdad era que evitaba las oficinas del centro y cualquier lugar en el que pudiera
encontrarse con Bruno, sin embargo, a pesar de evitarlo, su traicionero corazón deseaba
desesperadamente verlo aunque fuera de lejos.
Al llegar a la oficina se congeló al ver un policía cerca de la puerta. No alcanzó a saludar a la
secretaria de Bruno y ella enseguida lo hizo pasar; Gabriel respiró profundamente preparándose
mentalmente para ver a Bruno una vez más.
Cuando entró en la oficina, Bruno no estaba solo, David estaba también allí, esparramado sobre la
silla y con los brazos cruzados sobre el pecho.
—Hola Gabriel —lo saludó Bruno— la policía encontró a David hace unos minutos.
Gabriel respiró profundamente para calmarse y controlar su enojo, pero aún estaba furioso y
quería evitar desquitarse con David.
—¿Y bien? ¿Tienes algo que decir al respecto? —le preguntó a David, enojado.
Por toda respuesta, David solo levantó los hombros.
—¿Eso es todo lo que vas a decir? ¿Huyes para drogarte y es todo lo que vas a decir?
—¿Por qué no me pregunta primero si estoy drogado antes de acusarme? —preguntó David,
enojado, taladrándolo con la mirada.
—¿Lo estás?
—¡No! ¡No lo estoy!
—¿Y pretendes que te crea que solo saliste a tomar aire?
—¡Sí! No sabe lo que es estar encerrado aquí.
—¿Y se puede saber por qué te detuvieron entonces? ¿Por qué está la policía afuera?
David no contestó y bajó la mirada, luciendo avergonzado, Gabriel se giró y le preguntó a Bruno
con la mirada, quien respondió con la voz baja.
—Lo detuvieron a él y su acompañante por… posesión de marihuana.
Gabriel volvió a mirar a David, ya no estaba enojado, más bien desilusionado. Mantener a David
en el centro conllevaba un alto costo tanto emocional como económico, pero nada de eso le
importaba a David, como tampoco le había importado a Bruno.
—¿De dónde sacaste dinero para drogas? —preguntó conteniendo su enojo.
—¡No es su asunto!
—¡Lo es! ¿De dónde sacaste dinero? ¿Te lo dio tu novia?
—No, no fue ella. Ni siquiera ha venido por aquí.
—¿Te lo dio Max? —preguntó Bruno, preocupado.
—¿Qué más da de donde saqué el dinero? Ya me atraparon, estoy aquí nuevamente.
—Importa —dijo Bruno con calma—, porque si Max te dio el dinero, deberé informarlo a la
secretaría y no podrá volver a venir.
—¿Qué? ¡No! ¡Eso no es justo!
—Si te dio el dinero, rompió las reglas y…
—¡No fue él!
—¿Entonces quien? —preguntó Gabriel.
—¡Nadie! Solo se la chupé al que las mueve a cambio de drogas.
—¿Se…? ¿Estás hablando de sexo? Pero… Eres hetero.
—No voy a discutir mi vida sexual con usted.
—¿Y con quien más? Maldita sea David, soy tu papá. ¿Con quién más puedes hablar sobre estas
cosas?
—¡No es mi papá! ¡Es solo mi tío! ¡No es mi papá! ¡Tal vez debería buscar a mi verdadero papá
para que me dejen en paz de una buena vez!
Gabriel sintió como si le hubieran clavado un puñal en el corazón.
Nunca pensó que su sobrino le dijera algo así, no David, ¿Qué había hecho para merecer esas
palabras tan duras? Pensó por un segundo lastimar de igual manera a David y decirle que su
verdadero papá no lo quería, y que nunca lo había querido, pero a pesar de todo, amaba demasiado a
David para lastimarlo de esa forma, así que solo dio media vuelta y salió de la oficina antes de
ponerse a llorar.
Mierda.
Bruno vio la devastadora mirada de tristeza de Gabriel; quería decir algo, pero antes de siquiera
poder hablar, Gabriel dio media vuelta y dejó la habitación sin decir una palabra más. Sabía cuánto
amaba Gabriel a David, el niño siempre había sido como su hijo, las palabras del muchacho debieron
ser un duro golpe para Gabriel, no tenía duda de eso.
Se sentó junto a David que comenzó a llorar silenciosamente.
—No lo hice… —dijo David entre lágrimas.
—¿No le hiciste sexo oral al traficante?
—No… eso si lo hice —dijo algo avergonzado—, pero él es mi ex novio, solo estuvimos jugando
un poco.
—Entonces, ¿qué fue lo que no hiciste?
—No toqué la marihuana. Me ofreció varias drogas pero solo recibí el pito y lo tuve mucho
tiempo en mi mano, pero no pude hacerlo. Quería hacerlo, pero pensaba en las cosas que me contó…
no quiero terminar en la calle.
—Me alegro de que no lo hicieras. Es un gran paso poder vencer a la tentación, sé que es muy
duro.
—Lo fue. Lamento todos los problemas que he causado.
—No es conmigo con quien debes disculparte.
—Lo sé. No debí decir eso…
—¿Por qué estás tan enojado con tu tío?
David lo miró sorprendido.
—No estoy enojado con él. Es solo que él no me escucha, no sé cómo hacer que él vea… que me
vea.
—Gabriel te ve.
—No, no lo hace y no confía en mí. No es solo desde que sabe de las drogas, es desde siempre,
nunca me cree nada. Le dije la verdad sobre que no me drogué y sobre Max y no me creyó.
—Si quieres la verdad, creo que eso es mi culpa —dijo Bruno, con voz triste—. Le hice mucho
daño a tu tío. Si ya no confía en nadie, es porque yo quebré su confianza horriblemente y le mentí
demasiadas veces…
—¿Y por qué debo yo pagar por eso?
—No deberías, pero debes tratar de comunicarte con él y hacerle saber que su confianza es
importante para ti.
—¡Como si le importara! —dijo David.
—Le importa, créeme David, le importa mucho.
David negó con la cabeza, secándose los restos de lágrimas.
—¿Puedo ir a mi habitación? —preguntó, levantándose de la silla.
—Ve…
Acompañó a David fuera de su oficina y no le sorprendió que Gabriel estuviera conversando con
el policía. David no se despidió de Gabriel y partió rumbo a su habitación sin mirarlo. Esperó hasta
que el oficial le dio la mano a Gabriel y salió de la secretaría.
—¿Puedo hablar contigo? —le dijo a Gabriel señalándole su oficina.
Gabriel asintió y caminó en silencio hasta sentarse en una de las sillas frente a su escritorio. Su
corazón latió desbocado nuevamente, era la primera vez que estaban a solas en casi ocho años.
—¿Solucionaste todo con la policía?
—Sí, no había mucho que pudiera hacer en realidad, David solo tenía un pito; por posesión y por
ser menor de edad, solo me habrían llamado para recogerlo en la comisaría, así que solo me felicitó
por tenerlo en tratamiento. El otro chico está más complicado, es mayor de edad y la cantidad que
cargaba era suficiente para acusarlo de micro tráfico.
—David te dijo la verdad sobre que no estaba drogado —Gabriel se cruzó de brazos y puso cara
de incrédulo— Lo encontraron con el pito, Gabriel, pero no lo fumó.
—Ya no importa —dijo Gabriel, enojado.
Santo cielo, con razón David y Gabriel chocaban tanto, no solo el parecido era físico, los dos eran
igual de cabeza dura.
—Le importa a David, le importa mucho que le creas. David estaba muy arrepentido de lo que dijo.
—¿Eso te dijo?
—Sí, he hablado un par de veces con él.
—David ya no habla conmigo —dijo Gabriel con tristeza— ni siquiera sabía que era gay, bueno
bisexual.
—¿Nunca conversó contigo sobre sexo?
—No. Cuando comenzó a salir con su novia traté de hablar con él, ya sabes, sobre sexo seguro y
condones, pero me dijo que no me metiera en su vida, así que me limito a comprarle condones y
dejárselos en su cuarto.
—Al menos te aseguras de que tenga sexo seguro.
Gabriel solo asintió, pero Bruno podía ver que la mente de Gabriel estaba en otra parte.
—¿Alguna vez hiciste algo así? —preguntó Gabriel. Bruno lo miró sin entender de qué hablaba—
¿Intercambiar drogas por… sexo?
—Sí, lo hice —dijo de manera criptica y bajó la mirada avergonzado. No le iba a contar a Gabriel
todos los sucios detalles de la peor etapa de su drogadicción.
—No puedo creer que David hiciera algo así.
—Ya es un adulto Gabriel, debes tratar de verlo como tal.
—Tal vez ese es mi problema, todavía lo veo como el niño de diez años que corría a abrazarme
cuando llegaba a casa… —dijo con tristeza— Siempre nos llevamos muy bien, hasta hace un par de
años al menos.
—¿Pasó algo que cambiara eso?
—No que yo sepa, simplemente de a poco comenzó a ponerse insolente y se encerraba en su
habitación. Intenté conectar con él nuevamente, pero me aleja constantemente, ya no sé cómo llegar a
él…
—¿Y cómo es su relación con Nelson?
—Era muy buena también. Cuando recién comenzó a vivir con nosotros pasaban mucho tiempo
juntos, Nelson lo ayudaba con sus tareas escolares, lo llevaba al parque… Pero con el tiempo también
se distanció de él.
—¿Y tu relación con Nelson? —preguntó con un nudo en el estómago.
—Bien —dijo levantando los hombros— Como cualquier pareja supongo.
—¿Alguna vez David los vio discutir?
—No, siempre evitamos discutir delante de él, además la mayoría de nuestras peleas eran por culpa
de David, porque había faltado al colegio o porque estaba en la calle. A Nelson no le gustaba que
pasara tanto tiempo en la calle, decía que ese ambiente solo haría que se metiera en problemas. Y
tenía razón.
—Lamentablemente cuando hay un drogadicto en el círculo familiar, afecta a todos sus miembros.
—Lo sé —ambos se miraron en segundo y supo que estaban pensando en lo mismo, en todo lo que
la familia de Bruno había sufrido con su drogadicción… En todo lo que Gabriel había sufrido
también.
Bruno miró a Gabriel y notó que en ningún momento lo había mirado a la cara. Evitaban mirarse,
recién en esos momentos se dio cuenta que ambos se miraban las manos o se miraban solo lo
estrictamente necesario, no como antes, cuando se miraban a los ojos y veían cada una de sus
expresiones.
Gabriel lo miró en ese momento también y por primera vez en años sus miradas se reencontraron.
Bruno no hubiera podido dejar de mirar a Gabriel aunque su vida dependiera de ello. Los brillantes
ojos verdes del amor de su vida estaban sobre su rostro y no era capaz de romper la conexión, no era
capaz ni siquiera de moverse.
La luz del sol que entraba por la ventana iluminaba las bellas facciones de Gabriel y pudo apreciar
cada pestaña, cada hebra de su cabello y cada pequeña línea en su rostro, ya no tenía el rostro juvenil
de antes, pero la edad había agregado un componente aún más sexy a su ya perfecto rostro. Y sus
hermosos ojos aún brillaban como nada que hubiera visto antes.
Siempre había pensado que con el pasar de los años había idealizado a Gabriel en sus recuerdos,
pero ahora al mirarlo nuevamente, se dio cuenta de que era aún más guapo de lo que recordaba.
Perdió absolutamente la noción de lo que los rodeaba, no supo cuanto tiempo estuvieron
simplemente mirándose el uno a otro, recordando todos los momentos que habían vivido juntos.
Quería correr a su lado y abrazarlo, cogerlo en sus brazos y decirle cuanto lo amaba aún, que jamás
había dejado de amarlo, ni por un segundo…
Pero para su mala suerte, el teléfono de Gabriel sonó y la preciosa conexión se perdió.
—Lo siento —dijo Gabriel antes de contestar su teléfono— Sí, hola. No, todo está bien, David está
aquí… Si, llegaré temprano, está bien, si… Yo también te quiero.
Yo también te quiero: con esas cuatro simples palabras, se rompió nuevamente su corazón. O lo
que quedaba de él. Bruno tuvo que recordarse que Gabriel había seguido con su vida, tenía una pareja
y un hogar. En cambio él seguía aferrado al pasado, sin querer olvidar la época en la que fue feliz.
¿Podría alguna vez superar su amor por Gabriel? ¿Podría algún día rehacer su vida? Por el
momento la respuesta era un rotundo y firme: No.

Esa noche Gabriel no podía dormir. El recuerdo de lo sucedido ese día lo mantenía despierto:
David diciéndole que se la había chupado a un hombre, David diciéndole que no era su papá, Bruno
confesando que había tenido sexo a cambio de drogas… y aquel momento.
Su corazón aún latía cuando recordaba cómo Bruno y él se habían mirado aquella tarde. Gabriel
recordó cuando despertaban juntos por las mañanas después de hacer el amor, Bruno lo miraba de
esa manera entonces… con amor.
Dudaba que después de tantos años Bruno aún sintiera lo mismo por él y Gabriel sabía que nada
cambiaría si así fuera. Todo se había terminado, él ya no amaba a Bruno y lo más importante, su
lastimado corazón no podía olvidar todo lo que Bruno le había hecho sufrir. Sin embargo, Bruno aún
lo calentaba, aquella tarde había estado a punto de levantarse y arrojarse sobre él; aunque no podía
perdonarlo, sus manos dolían por tocarlo y sus labios picaban por besarlo, por comprobar si sus
besos aún eran tan dulces como los recordaba.
Sintió a Nelson acostarse a su lado y se sintió diez veces más culpable por lo que había sentido
aquella tarde. El cuerpo de Nelson se pegó a su cuerpo, la erección de su pareja le indicaba
claramente lo que esperaba Nelson. Gabriel no estaba de humor para tener sexo, estaba a punto de
inventar un dolor de cabeza cuando la imagen de Bruno y él mirándose esa tarde llenó su cabeza.
Su pareja era un buen amigo, un buen hombre y siempre había sido su apoyo. Nelson siempre
estuvo a su lado. ¿Y cómo le pagaba él? Deseando a otro hombre y no cualquier hombre: a Bruno.
Sintió a Nelson besar su cuello y movió la cabeza para darle mayor acceso. Se dejó ir y permitió
que Nelson tomara lo que deseaba, era lo menos que podía hacer por su pareja. Ayudó a Nelson a
quitarle la ropa interior y sintió los lubricados dedos de Nelson explorándolo, poco después ambos
estaban completamente unidos, la conocida sensación de Nelson dentro de él, el roce de sus manos,
los besos en su cuello. Todo aquello se sentía incorrecto, igual que la primera vez que durmieron
juntos, pero desechó aquellos pensamientos. Quería desearlo, disfrutarlo, pero una y otra vez la
imagen de Bruno se colaba en su mente. Jamás se había permitido imaginar a Bruno cuando estaba
con otro hombre, era demasiado doloroso pensar en él cuando no podía tenerlo en sus brazos, pero
su mente y su cuerpo no querían cooperar, así que cuando sintió que Nelson iba a terminar, se rindió.
Dejó que los recuerdos y la imagen de Bruno se colaran en su mente y se imaginó que era él
haciéndole el amor, su cuerpo grande, sus manos grandes, las suaves y dulces caricias… Y eso fue
todo lo que necesitó para correrse más intensamente de lo que había hecho en los últimos años.
Estaba tan perdido en su fantasía que ni siquiera notó que Nelson también se había corrido hasta
que la sensación de que se retiraba de su cuerpo lo hizo volver a la realidad.
—Guau, eso estuvo fabuloso amor —dijo Nelson, quitándose el condón.
—Sí… Fue genial —dijo recuperando el aliento y levantándose de la cama— Ya vuelvo.
Fue al baño rápidamente sin poder evitar el sentimiento de culpa que lo invadía. Lavó el semen y el
lubricante sin apurarse, no quería volver a la cama aún. Mierda, no quería que Nelson lo volviera a
tocar.
Miró su reflejo en el espejo y notó de inmediato el chupón en su cuello, doble mierda, iba andar
como un adolescente con una marca como si lo hubiera chupado un vampiro.
Se miraba el cuello cuando se detuvo por primera vez en años a analizar su rostro. Ya no era un
jovencito, su rostro era el de un adulto y en esos momentos llevaba la culpabilidad escrita en su
rostro… y también la infelicidad. ¿Hace cuanto que no se sentía realmente feliz? ¿De esa felicidad
que te hacía latir el corazón? Ya no podía recordarlo.
Pero sí recordó como lucía la mañana siguiente de la primera vez que Bruno le había dicho que lo
amaba. Entonces se veía feliz, dichoso y enamorado, con los labios hinchados de tantos besos que
había recibido aquella noche. Miró con atención sus labios y notó que lucían normales, recién en ese
momento se dio cuenta de que ni siquiera se había besado con Nelson. Acababan de tener sexo y ni
siquiera se habían besado.
Apoyó los brazos en el lavamanos queriendo llorar y ahogó un grito. Ya no quería esto, ya no
quería sentirse vacío, no quería sentirse la cáscara del hombre que había sido.
¿Cómo podía esperar que su sobrino mejorara si él mismo no estaba bien? ¿Si su corazón aún
estaba tan lleno de dolor y rencor que no era capaz de amar a nadie más? ¿Sería eso lo que había
alejado a su sobrino?

A la mañana siguiente Gabriel ya había tomado una decisión. Una que llevaba años postergando.
Cuando Nelson bajó a tomar desayuno, Gabriel lo estaba esperando sentado a la mesa bebiendo un
café.
—Buenos días, amor —dijo Nelson alegremente, dándole un beso suave.
—Nelson… puedes sentarte un minuto, necesito hablar contigo.
Su pareja lo miró y su expresión alegre cambió drásticamente. Se sentó frente a Gabriel y esperó a
que hablara.
—Nelson, yo no sé cómo decirte esto. Eres un hombre maravilloso y un gran amigo…
—Pero quieres terminar conmigo —finalizó Nelson por él.
—Lo lamento Nelson.
—¿Es por Bruno, no?
—No. Mi decisión no tiene nada que ver con Bruno, es algo que llevo meses considerando.
—Pero te decidiste al reencontrarte con él.
—Sí, pero no por lo que piensas. No estoy terminando contigo para estar con él —juntó sus manos
y las puso frente a él— No sé cómo explicarlo. Cuando vi a Bruno, recordé muchas cosas, sobre todo
como me sentía entonces, lo feliz que era, como se sentía estar enamorado… Y me di cuenta que no
soy feliz Nelson, te quiero, pero no soy feliz contigo.
Miró a Nelson que se había puesto tenso con sus palabras.
—¿Alguna vez fuiste feliz conmigo?
—Sí, por supuesto que sí. Te quiero mucho Nelson, pero…
—Pero nunca te enamoraste de mí —dijo con Nelson ojos brillantes—. Nunca me amaste como a
Bruno. Siempre lo supe, esperaba que algún día te olvidaras de él, pero sabía que esto sucedería
cuando Bruno volviera a tu vida.
—Te juro que esto no es por Bruno.
—Puedes decirme esa mentira e incluso mentirte a ti mismo, pero esto es por Bruno. En cuanto él
sepa que no estás conmigo correrá a ti y tú lo recibirás con los brazos abiertos.
—En eso te equivocas, Nelson. No sé si él aún siente algo por mí, pero yo ya no lo amo.
—Tampoco creo eso, solo estás dolido con él.
—Es más que eso, anoche me di cuenta cuan desconfiado, cuan lleno de rencor estoy y lo
amargado que me volví después de lo de Bruno. No creo poder perdonar todo lo que sucedió, es una
historia demasiado complicada.
—¿Crees que no lo sé? He tenido que luchar contra tus fantasmas por seis años Gabriel. Seis años
que estás arrojando a la basura.
—Nelson… —le dijo tomando sus manos— Si de verdad eres mi amigo, por favor, trata de
entenderme. Necesito tiempo para recuperar a David, para recuperarme yo mismo. Me siento tan
hecho pedazos que no puedo evitar preguntarme si eso es lo que alejó a David de mí.
—No puedes culparte por las cosas que David ha hecho.
—Tal vez no, pero necesito sentir que soy capaz de ayudarlo. Debo agradecerte por insistir en
internarlo, porque ahora me doy cuenta de que no soy capaz de ayudarlo. No supe cómo ayudar a
Bruno y no sé cómo ayudar a David, pero debo estar lo mejor posible cuando él vuelva a la casa.
—¿Por qué David es tu prioridad?
—Sí, lo es.
—¿Y donde quedo yo? —Preguntó Nelson, enojado— Hasta ahora lo único que he escuchado es lo
que tú necesitas, lo que tú quieres, ¿Qué hay de mí? ¿Qué hay de nosotros?
—Ya no hay nosotros, Nelson. Hace mucho tiempo que ya no lo hay.
Nelson se levantó de la silla, notoriamente enojado.
—Espero que cuando te acuestes con Bruno y por fin te quites la comezón del “que hubiera sido
si” —dijo haciendo comillas con los dedos— te des cuenta del error que estás cometiendo, Gabriel.
Porque Bruno siempre será un adicto y el día que vuelva a drogarse, volverá a romperte el corazón y
yo no estaré allí nuevamente para recoger los pedazos, no te perdonaré otra infidelidad.
Gabriel miró sorprendido a Nelson. Sintió su cara arder, al enterarse de que Nelson sabía de su
desliz.
—¿Lo sabías?
—Por supuesto que sí. Carlos me llamó personalmente y me lo dijo.
Carlos había sido un amante con el que había engañado a Nelson. Gabriel pensó que su pareja
nunca se había enterado de aquello, pero al parecer estaba equivocado.
—¿Por qué no dijiste nada?
—Porque te amo, y fui capaz de perdonarte; porque te quedaste conmigo y no con él, pero Bruno
no es Carlos, y no te perdonaré jamás si te encamas con él, Gabriel.
Nelson se dio media vuelta y subió al dormitorio. Gabriel se quedó congelado en su silla. Cuando
Nelson volvió a bajar llevaba un bolso grande con su ropa.
—Vendré en unos días por el resto de mis cosas —fue lo último que dijo antes de cerrar la puerta.
Gabriel saltó con el ruido del portazo y se quedó mucho tiempo pensando en las palabras de
Nelson. Era extraño, pero no lograba sentirse culpable, era verdad que solo había pensado en David y
en él y en ningún minuto pensó en cuanto lastimaría a Nelson, pero sentía que le había dado a su
pareja una gran parte de su vida; había intentado ardua e inútilmente enamorarse de Nelson y le había
dado por seis años el mejor hogar que pudo, así que no sentía que estuviera en deuda con él.
Si de algo se sentía culpable, era de haber intentado sacar adelante una relación con Nelson cuando
sabía que aquello no tendría futuro.
Capítulo 6

Bruno miró dentro de la sala de visitas y suspiró con tristeza ante la escena frente sus ojos: David
estaba enfurruñado frente a Gabriel, quien se veía igual de taimado.
Se debatió unos minutos antes de acercarse. Se decía que no debía intervenir, que era mejor
dejarlos resolver sus asuntos solos, pero demonios, esos dos jamás iban a hablar si seguían igual de
cabezotas.
—Hola —saludó interrumpiendo el prolongado silencio entre ambos hombres.
—Hola —dijeron David y Gabriel al mismo tiempo.
Bruno tuvo que contener la risa que la situación le provocó: Era como ver a dos Gabrieles uno
frente al otro, uno en versión adolescente y otro en versión adulta.
Gabriel se veía tan guapo como siempre. Aunque nuevamente estaba en el modo de no mirarlo.
Bruno no se molestó, ya que eso le daba la libertad de mirarlo a su antojo. Gabriel se inclinó y apoyó
los codos sobre las rodillas, al hacerlo su camisa se abrió solo un poco. No pudo evitar mirar aquel
pequeño trozo de piel, recordando cuanto le gustaba besarlo en el cuello… Sus fantasías fueron
barridas de golpe cuando vio la marca en el cuello de Gabriel, era un chupón, que probablemente le
había hecho Nelson la noche anterior.
Sabía que Gabriel vivía con Nelson, que dormía con él, pero se negaba a que su mente lo
imaginara con otro hombre. Así que ver aquella maldita marca lo volvía loco de celos. No tenía
ningún derecho a estarlo, pero quería gritar y decirle a Gabriel que no permitiría que nadie más
volviera a tocarlo.
Bruno controló sus celos lo mejor que pudo y fingió una sonrisa para David.
—¿Cómo te fue con la terapia hoy? —le preguntó a David.
—Bien, Lidia habló conmigo.
—¿Hablaste tú?
—Sí —dijo sonriéndole.
—Me alegro —dijo con honestidad.
Bruno ya había conversado con Lidia y sabía que David había hablado mucho con ella, de hecho,
la consejera dijo que había notado un cambio positivo en David después de volver de su fuga.
—Oh maldición… —exclamó David, no muy feliz, mirando más a allá de él.
Bruno se giró a ver que había molestado a David y solo vio a una jovencita de unos dieciséis o
diecisiete años acercarse a ellos.
—Disculpen —dijo David levantándose y yendo hacia la chica.
Se saludaron y David la llevó hacia el jardín.
—¿Es su novia? —le preguntó a Gabriel.
—Sí, Catalina, es una chica bastante agradable.
—No la había visto antes por aquí.
—No tomó muy bien la hospitalización de David. No creo que se quede mucho tiempo con él.
—No debe ser fácil para ella, es muy joven.
—No es fácil a ninguna edad —dijo Gabriel con voz dura—. Yo era un adulto y si crees que fue
fácil para mí, estás muy equivocado.
—No quise decir eso, de hecho… ¿puedes venir a mi oficina? Tengo algo que quiero entregarte.
Gabriel solo asintió y lo siguió a su oficina. Cuando llegaron se sentaron uno frente al otro, igual
que el día anterior, ninguno de los dos se miraba nuevamente.
¿Hasta cuándo duraría aquella horrorosa incomodidad?

Gabriel tenía ganas de sacudir sus pies o tamborilear sobre el escritorio, cualquier cosa que
rompiera aquel silencio incómodo. Sin pensarlo tomo un portarretrato que estaba sobre el escritorio
y lo giró para verlo, era la fotografía de dos preciosos niños rubios, iguales a dos gotas de agua y
muy parecidos a Bruno.
—Son mis sobrinos, los hijos de Oscar —dijo Bruno.
—¿Gemelos?
—Sí, le han sacado canas verdes a Oscar, son unos demonios encantadores —dijo con la voz llena
de amor— Andrea está embarazada nuevamente, afortunadamente ahora es una niña.
—Felicidades.
—Gracias.
Gabriel giró otro portarretrato pensando que sería también una foto de los niños, pero lo soltó
enseguida, como si aquel objeto lo estuviera quemando: era una fotografía de Darío.
El porta retrato cayó boca abajo sobre el escritorio y Bruno lo recogió y lo puso con cuidado en
su lugar. Gabriel sintió su estómago arder de rabia. ¡Bruno tenía una foto de Darío en su escritorio!
Se regañó a sí mismo por los celos que lo quemaban y por no ver lo obvio: Bruno aún estaba con
Darío; era lógico, hasta aquel día en la mañana él aún estaba con Nelson. ¿Por qué Bruno no estaría
aún con ese puto resbaloso?
—Les pedí perdón —dijo Bruno con voz ronca.
—¿A quién? —preguntó confundido.
—A mi familia. Cuando volví recuperado les pedí perdón por todo.
—Eso es… Me alegro.
Bruno abrió un cajón de su escritorio y sacó un libro, y para su sorpresa, se lo entregó. Gabriel
quedó sin aliento al ver la portada del libro: Era el que le había regalado su hermana para su
graduación; el libro que Bruno le había robado.
—Oh por dios… —exclamó, sorprendido.
—No es tu libro, es el mismo libro que… tomé, pero no el tuyo.
—¿Dónde lo encontraste? Llevo años buscándolo.
—En una feria de libros usados. Pensé en enviártelo por correo, pero es mejor que pudiera
entregártelo personalmente… No pude hacerlo antes por razones obvias.
—No era necesario que lo hicieras —dijo acariciando el libro.
—Si lo era, resarcir a las personas a las que dañamos es parte del proceso de curación.
Gabriel dejó de acariciar el libro, muy decepcionado. Su corazón había latido desbocado con el
gesto de Bruno al devolverle su libro, pero le molestó que solo lo hubiera hecho por su proceso de
curación; era solo algo que debía hacer, no algo especial.
Se sintió molesto e insatisfecho con la disculpa de Bruno. Por años esperó que Bruno llegara a su
puerta, le pidiera perdón y le dijera que nunca había dejado de amarlo, antes de besarlo
apasionadamente. Pero esa disculpa nunca llegó, y Gabriel hace mucho tiempo que había dejado de
esperarla, pero tampoco quería que Bruno solo se disculpara por ser parte de su proceso de curación.
—Supe lo de tu hermana —dijo Bruno con voz triste, interrumpiendo sus pensamientos— Cuando
volví, Oscar me lo dijo. También me contó sobre Tomy. Lo siento mucho, Gabriel. Lamento no haber
estado allí.
—Sí, fue una época muy dura.
—¿Cómo sigue Marco? ¿Superó la muerte de Tomy?
—Sé podría decir que sí… él ahora está con Erick.
Gabriel prefirió ahorrarse el explicar el lío de Erick es Tomy y Tomy es Erick.
—¿Y Chris? ¿Sigue trabajando con Marco?
—Sí, ahora es socio de la constructora y está felizmente emparejado con Alen, un guapo profesor
de educación física.
—Me alegro por él, Chris siempre fue muy buen amigo y un gran hombre.
—Sí, al parecer estamos todos en pareja —mintió, recordando su reciente ruptura— Supe que te
fuiste con Darío al sur.
—Sí, nos fuimos juntos…
—Genial —dijo con ironía— ¿Todavía están juntos?
—No, lo estuvimos un tiempo… hasta que Darío murió por complicaciones del SIDA.
Gabriel se quedó sin aliento con las palabras de Bruno. Darío estaba muerto.
—Oh… lo siento mucho —dijo con un hilo de voz— ¿Cuándo?
—Se cumplen seis años en unos meses.
Si Darío era portador del VIH, probablemente Bruno también lo era. Gabriel sintió que el color se
le iba del rostro, miró por varios tensos minutos a Bruno sin atreverse a preguntarle si estaba bien.
Bruno se veía sano, y rezó porque así fuera.
—No soy positivo —dijo Bruno, con voz ronca, adivinando lo que estaba pensando.
—Eso es muy bueno —dijo, dejando salir el aliento que estaba conteniendo.
—Lo es. Estoy seguro de que algún ángel se apiadó de mí y me protegió. Fue un milagro que no
me contagiara.
Gabriel sintió de golpe, todo el peso de la medalla que llevaba en su cuello ¿Cuántas veces le había
rezado para que protegiera a Bruno? Cientos, tal vez miles. En esos momentos volvió a elevar una
plegaria, pero esta vez para dar las gracias por el favor concedido.
Se quedaron unos minutos en silencio. Gabriel no podía sacarse de la cabeza que Bruno podría
haberse contagiado por estar con Darío… por elegir estar con Darío, se recordó. Gabriel no pudo
evitar que todo el rencor acumulado por años, comenzara a salir a la superficie sin poder detenerlo.
Rencor que no se aplacó al saber que Bruno estaba sano. Había tantas cosas pendientes aún entre ellos
y Gabriel necesitaba respuestas, las necesitaba para poder seguir adelante.
—¿Por qué Darío? —preguntó, haciendo la pregunta que más había rondado en su cabeza, durante
aquellos años— ¿Por qué te fuiste con él?
—Porque Darío era mi amigo, mi amigote de andanzas en realidad, y si tenía que huir, prefería no
hacerlo solo.
—Aunque eso significara lastimarme. Sabías como eso me haría sentir, Bruno…
—Lo sé, pero era un cretino, Gabriel. Era un adicto egoísta al que nunca le preocupó a quien
lastimaba.
—Sí, eso te define muy bien —dijo enojado.
—Gabriel… yo… de verdad, lo lamento.
—¿Qué cosa? —dijo sintiendo toda la rabia que tenía acumulada querer explotar— ¿Abandonarme
por la droga? ¿Desaparecerte sin una puta despedida? ¿O haberte marchado con Darío?
—Por todo —dijo Bruno, luciendo avergonzado.
—¿Eso es todo lo que vas a decir?
Gabriel miró a Bruno, queriendo sacudirlo. Después de tantos años, la única respuesta que iba a
recibir era: "Lo lamento, era un cretino".
—¿Qué quieres que diga? —preguntó Bruno.
—Qué… ¡Vete a la mierda! —dijo explotando al fin y arrojándole el libro a Bruno.
Se levantó enfurecido y se dirigió a la puerta. Sin embargo no llegó muy lejos, Bruno lo retuvo y
lo hizo girar hasta que quedaron frente a frente. Trató de zafarse del férreo agarre de Bruno, pero no
se lo permitió.
—¿Qué quieres que diga? —repitió Bruno.
—¡Algo! ¡Lo que sea! —gritó con ganas de golpear a Bruno, quería lastimarlo, herirlo de alguna
manera para que sintiera aunque fuera un poco de todo el dolor que él había sentido— ¡Quiero una
puta disculpa como corresponde! ¿Crees que es solo volver y hacer como si nada sucedió? ¡Sucedió
Bruno! ¡Me heriste! ¡Arruinaste lo nuestro! ¡Arruinaste todo! ¿Crees que con un simple “lo lamento”
puedes borrar todo lo que me hiciste?
—No, no puedo borrarlo, nunca podré, y eso me mata —dijo Bruno con la voz ronca— ¿Quieres
que te diga que desde que nos separamos solo he pensado en ti? ¿Quieres que te diga que me mata
verte con Nelson? ¿Qué si pudiera volver el tiempo atrás borraría todos los errores que cometí?
¿Qué lo que más quiero es que me perdones y volver a tenerte en mis brazos? ¿Eso es lo que quieres
oír?
—¡Sí! —gritó sin pensar.
Bruno no respondió. Lo miró unos segundos y después lo atrajo a sus brazos y lo besó. No fue un
beso dulce y suave, fue caliente y desesperado; Gabriel colocó sus manos en el pecho de Bruno para
apartarlo, pero Bruno empujó su lengua dentro de su boca y el cerebro de Gabriel se desconectó. En
lo único que podía pensar era en la boca de Bruno y en los calientes besos que deseaba tan
desesperadamente.
La atracción sexual que habían sentido el uno por el otro en el pasado no había muerto ni un poco,
a pesar de los años transcurridos y de todo lo que había ocurrido entre ellos, era como si el tiempo
no hubiera pasado. No importaba Darío, Nelson, ni las drogas, eran ellos dos juntos nuevamente,
besándose como si el mundo se fuera a acabar.
Se acercó más a Bruno y sus cuerpos se pegaron el uno al otro como si un imán los mantuviera
juntos. Todo le parecía tan familiar, los brazos grandes y fuertes de Bruno, debajo de la maldita ropa
que quería arrancarle para poder sentirlo, fuerte y grande sobre él, debajo de él, de todas las formas
posibles.
Sus bocas se separaron solo unos segundos por aire y cuando Bruno volvió a besarlo, el aliento
mentolado de Bruno lo golpeó; fue como si un balde de agua fría le descongelara el cerebro y
empujó con fuerzas a Bruno, separándose de él.
En el pasado Bruno ocultaba su hálito alcohólico y el olor a marihuana con esas malditas pastillas
de menta, ¿estaría Bruno escondiendo nuevamente su aliento? Recordó las venenosas palabras de
Nelson aquella mañana: Bruno siempre será un adicto y el día que vuelva a drogarse, volverá a
romperte el corazón. Aunque fueron palabras dichas con rabia, Nelson tenía razón, porque la
posibilidad de que Bruno hubiera recaído le apretó el corazón y se dio cuenta de que no podía hacer
aquello.
—No vuelvas a tocarme… —dijo con la voz llena de rabia.
Se dio media vuelta y salió de la oficina sin mirar atrás.
Bruno vio a Gabriel salir de su oficina y no hizo nada por detenerlo.
Fue hasta su escritorio y se dejó caer en la silla tratando de calmar el frenético latir de su corazón.
Su vista cayó sobre el libro que le compró a Gabriel; Bruno había sentido que uno de los pesos
que cargaba de su pasado se aliviaba al ver la cara de Gabriel cuando recibió el libro. Lo que no le
dijo a Gabriel fue que buscó el libro incansablemente durante años; recorrió innumerables librerías y
ferias, siempre buscando el libro que había robado. Cuando finalmente lo encontró, pensó en
ocuparlo de excusa para ver a Gabriel, incluso viajó a La Serena para devolverlo. Aún recordaba la
manera enloquecida en la que latió su corazón cuando tocó el timbre de la casa de Gabriel, pero para
su decepción, un extraño le abrió la puerta; para entonces Gabriel ya se había trasladado a Santiago.
Eso había sido hace solo unos meses atrás y Bruno pensó en esos momentos que jamás volvería a ver
a Gabriel nuevamente.
Bruno devolvió el libro al cajón y se prometió encontrar otro momento para devolverlo. Uno en el
que no estuvieran peleando, ni besándose… Recordó los preciosos segundos en que había tenido a
Gabriel en sus brazos nuevamente. Bruno no podía olvidar aquel beso, Gabriel le había respondido y
pudo sentir perfectamente su excitación; tuvo que aguantarse las ganas de acariciarlo como quería,
desnudarlo y hacerle el amor sobre el escritorio.
Le iba a costar recuperarse del momento cuando Gabriel recobró la compostura y lo rechazó con
dureza. Tal vez Gabriel recordó a Nelson, tal vez recordó todo lo que habían pasado o seguramente
solo seguía furioso con él; y Bruno no podía culparlo, todo lo que Gabriel arrojara sobre él, se lo
merecía: El único hombre al que había amado, había sido al que peor había tratado. Y ahora que
Gabriel era feliz con otro hombre, él iba y lo besaba…
Bruno suspiró y se pasó las manos por el pelo, al parecer seguía siendo un cretino, ahora era un
hombre sobrio, pero aún era un cretino.
Capítulo 7

Dos semanas después…


Erick detuvo su automóvil cuando llegó a su casa y apoyó la frente en el volante un segundo para
calmar sus emociones, lo único que quería era abrazar a su hijo y que Marco lo abrazara también.
Abrió la puerta y la primera imagen que vio al entrar a la sala fue a Marco recostado en el sofá y a
Markito dormido sobre su pecho, una enorme ola de amor lo invadió a ver a los dos hombres más
importantes de su vida.
Marco lo miró y una hermosa sonrisa se dibujó en su rostro.
—Hola amor —dijo Marco, en un susurro para no despertar a su hijo.
Por toda respuesta Erick se agachó a su lado y lo besó suavemente.
—¿Se quedó dormido hace mucho? —preguntó Erick.
—No tanto… Creo que estaba esperando que llegaras, pero hoy se levantó temprano para ir al
jardín infantil, así que no aguantó mucho despierto.
—Dámelo, lo llevaré a su cama.
—Yo puedo hacerlo.
—No… —dijo con un nudo en la garganta— Necesito hacerlo, por favor.
—¿Erick? ¿Qué sucede, amor? —preguntó Marco, notando su estado de ánimo.
—Te explicaré después.
Erick cogió a su hijo en brazos y lo llevó hasta su dormitorio, sin dejar de besar su cabeza y
decirle que lo amaba. Cuando lo acostó siguió mirándolo dormir y acariciando sus preciosos rizos
sin poder quitarle los ojos de encima.
No supo cuanto tiempo estuvo allí, pero cuando por fin besó su cabeza y se dirigió hacia la puerta,
Marco estaba silenciosamente apoyado en ella mirándolo, preocupado.
Caminó hacia él y Marco abrió los brazos sabiendo lo que necesitaba. Después de tantos años y a
pesar de que él ahora era distinto al hombre que Marco conoció, su esposo lo conocía más que nadie.
Cuando por fin se sintió con valor como para hablar llevó a Marco hasta la sala y se sentaron
juntos y abrazados.
—¿Me vas a decir que es lo que está mal? —preguntó Marco, preocupado.
—Vengo de hablar con Adrian.
Sintió a Marco tensarse enseguida al oír el nombre de su abogado. Ellos habían logrado “revivir”
a Tomy legalmente y se suponía que no deberían tener más problemas legales.
—¿Sucedió algo malo?
—Sí… Mi padre nos demandó a Sara y a mí por la custodia de Markito —dijo directamente.
Vio a Marco palidecer y luego ponerse rojo de la rabia. Se levantó de golpe y se pasó las manos
por el pelo, encolerizado.
—¡Ese maldito hijo de puta! —gritó enfurecido— ¡¿Cómo mierda se atreve a hacer algo así?!
Erick deseaba poder enfurecerse de esa manera, esa había sido su reacción inicial, pero ahora solo
sentía angustia y miedo. Un miedo terrible de que su padre se saliera con la suya y le quitara a
Markito.
—Adrián dice que no tiene ninguna posibilidad de ganar, por su edad, porque Sara es una buena
madre y tú y yo somos buenos padres… también porque es un niño con una infancia feliz.
—¡Además de que tu padre debe estar senil! ¡Debe estarlo si cree que lo dejaré poner sus
asquerosas manos sobre nuestro hijo!
—No entiendo… ¿Como pudo hacer algo así?
Erick se lo había preguntado una y otra vez. Karen, su hermana le había contado que su padre
estaba furioso con él, porque Erick se había negado una y otra vez a ver a su padre y también porque
se negaba a que conociera a Markito.
Erick no quería ver a su padre, principalmente porque muchos de los recuerdos malos de su
infancia, sospechaba que los peores, estaban gloriosamente olvidados en su memoria, pero si lo veía,
sabía que podría recordar cosas… Cosas que prefería que siguieran olvidadas.
—Amor, es tu padre, pero tú y yo sabemos que es un hijo de puta. Gracias al cielo por los genes de
tu madre…
Erick no pudo evitar sonreír. Y estiró la mano para que Marco se acercara. Apenas se sentó a su
lado lo atrajo hacia él y lo abrazó.
—Sé que él jamás llegará a quitarnos a Markito, Adrián dijo que se equivocó al demandarnos, que
tendría más posibilidades si hubiera demandado por visitas.
—No estaré tranquilo hasta que ganemos esa demanda.
—¿Qué pasa si nos demanda por visitas? De solo pensar que se le acerque a Markito, siento un
nudo en el estómago...
—Eso es porque aunque no recuerdes los detalles, sabes que te hizo daño y no quieres que Markito
sufra lo mismo que tú.
—No lo dejaré ganar en esto —dijo Erick por voz firme—, no tocará a Markito.
—No lo hará, Erick, no dejaremos que suceda. Lo contrademandaremos si es necesario, no creo
que le guste que se sepa públicamente la manera que te trató cuando eras niño.
—Prométeme que si algo me llega a pasar y no estoy allí para defender a Markito, no dejarás que
lo lastime.
—Jamás lo dejaré acercarse a él, amor.
Erick sabía que Marco decía la verdad, porque desde que estaban juntos, su padre jamás lo había
vuelto a lastimar y sabía que si se le acercaba, Marco lo defendería a él y a Markito con su vida.

Gabriel tocó el timbre de la casa de Erick y Marco, admirando las líneas de la casa. Aquella casa
era uno de los trabajos que su estudio de arquitectura había hecho para la constructora de Marco.
Lamentablemente Gabriel aún compartía con Nelson el Estudio de arquitectura. Ellos ahora se
evitaban en la oficina y se trataban de manera cortes, pero Gabriel había escuchado rumores de que
Nelson estaba tratando de independizarse y probablemente llevarse la mayoría de sus clientes.
Aquello sin embargo, no era algo que le quitara el sueño; siempre tendría los trabajos de la
constructora Caneiro. Había trabajado para sus amigos durante varios años cuando vivía en el norte y
ahora que vivía en Santiago, Marco y Chris lo llenaban de trabajo. Además, Gabriel sabía que era
mucho más talentoso que Nelson y la mayoría de sus clientes, sobre todo los mejores, lo preferirían
a él.
Iba a tocar el timbre nuevamente, cuando Alen le abrió la puerta con una chaqueta en la mano y
notablemente apurado.
Alen lo había llamado, para pedirle que fuera a cuidar de Erick, ya que su primo estaba sufriendo
una de sus fuertes migrañas, aquellos dolores de cabeza eran una de las pocas secuelas que le
quedaron del grave accidente que Erick había sufrido.
—Gracias por venir tan rápido, tengo una clase en media hora.
—¿Cómo está Erick? —preguntó preocupado.
—La migraña no es tan fuerte como la que tuvo el año pasado, pero prefiero que no dejarlo solo.
Gabriel asintió y se despidió de Alen. Vio partir a su amigo tratando de alejar los celos que sentía
por la relación de amistad entre Alen y Erick. Aún le dolía que Erick y él no fueran tan cercanos
como antes. En otros tiempos Tomy lo hubiera llamado a él para que lo cuidara, no a Alen; Gabriel
no habría sido una segunda opción, hubiera sido la primera.
Dejó su chaqueta colgada y fue a la habitación principal, donde encontró a Erick recostado, las
cortinas estaban cerradas, así que apenas se veía la pequeña silueta de Erick en la penumbra. Se
acercó a su primo y se sentó con cuidado, tratando de no empeorar la migraña de Erick.
—Hola —susurró Erick, quitándose el pack de gel frío que tenía puesto en los ojos.
—¿Cómo te sientes?
—Mejor. Le dije a Alen que no era necesario que te molestara.
—Si no me quieres aquí… —dijo, tratando de ocultar su decepción.
—No dije eso, solo no quería que interrumpiera tu trabajo. No es una migraña tan fuerte. La del
año pasado fue peor, Marco y Chris tuvieron que llevarme a emergencias.
—No sabía… —dijo sorprendido. Gabriel pensaba que su primo solo sufría un poco de dolor de
cabeza y nada más— ¿Sabes que te las provoca?
—Hay distintos factores, pero creo que esta fue por estrés, ayer pasé un mal rato por culpa de mi
padre.
—¿Qué pasó con él?
—Nos demandó a Sara y a mí por la custodia de Markito —dijo Erick, volviendo a colocarse el
pack en los ojos.
A Gabriel casi se le desencaja la boca de la sorpresa. Y ahora entendía perfectamente por qué Erick
estaba con migraña.
—¿Puede hacer algo así?
—Puede, pero está loco si cree que dejaré que se acerque a mi hijo. Y Marco es capaz de matarlo si
le pone un solo dedo encima. Le tiene mucha bronca guardada, desde hace mucho tiempo.
Gabriel podía entender el malestar de Marco, pero especialmente el de Erick; Gabriel recordaba
todo lo que su primo había sufrido a manos de su padre, incluso Gabriel una vez había recibido un
golpe por defender a Tomy; en aquella ocasión, su mamá había llamado al padre de Tomy y había
armado tal escándalo que su tío no volvió a golpear a Tomy delante suyo; el problema fue que siguió
golpeándolo cuando Gabriel no estaba. Por eso nunca había dejado que el hombre se acercara mucho
a David.
—Si necesitas cualquier cosa, ya sabes, que declare en su contra o algo así, haré lo que sea por
ustedes —ofreció.
—Lo sé, Gabriel, gracias —dijo Erick quitándose el pack de los ojos y mirándolo.
Por unos segundos, Gabriel vio a Tomy nuevamente en Erick, como cuando eran amigos, y la
tristeza lo embargó. Extrañaba tanto a Tomy, sobre todo ahora, que David estaba internado y Bruno
había vuelto a su vida. Necesitaba a su mejor amigo más que nunca.
—¿Estás bien? —preguntó Erick, preocupado.
—Sí… es solo que a veces extraño a Tomy. Es duro tener que aceptar que mi primo está vivo, pero
que se marchó para siempre.
—Lo lamento, Gabriel.
—No lo lamentes, es solo un poco de egoísmo de mi parte, nunca te vi tan feliz como lo eres
ahora. Marco tiene razón, eres el hombre que siempre debiste ser. Y eso me hace feliz.
—¿Cómo está David? —preguntó Erick, cambiando de tema.
—No lo sé —dijo deprimido—, la consejera dice que habla con ella, incluso habla con Bruno,
pero no habla conmigo.
—¿Y cómo estás con lo de Bruno?
—¿La verdad? Es complicado, jamás pensé volver a verlo y ahora, me hace sentir muy
confundido.
—¿Por qué aún sientes algo por él?
—No —dijo enseguida—, ya no siento nada por él.
Erick solo lo miró, pero no dijo nada.
—¿Tienes hambre? —preguntó Gabriel, cambiando de tema.
—La verdad es que estoy hambriento. Después de saber lo que hizo mi padre, a Marco y a mí se
nos quitó el apetito, así que casi no cenamos anoche; y hoy no desayuné porque me dolía demasiado
la cabeza y tenía nauseas.
—Puedo preparar algo rápido para que almorcemos.
—Si no te molesta comer comida recalentada, quedó mucha de anoche.
—Quédate recostado, yo prepararé todo —dijo Gabriel, levantándose y yendo a la cocina.
Se puso manos a la obra y recalentó la comida y preparó una ensalada fresca; ya iba a preparar una
bandeja para su primo cuando Erick apareció en la cocina, se veía un poco pálido, pero no tan
decaído.
—No necesitabas levantarte, te iba a llevar la comida.
—Ya me siento mejor y no quiero seguir acostado.
—Entonces dame un minuto para poner las cosas en el comedor.
—Perfecto —dijo Erick.
Comieron en silencio y apenas se dijeron un par de cosas; Gabriel sintió nostalgia al recordar las
numerosas veces que Tomy y él compartieron un almuerzo en medio de fluidas conversaciones.
Después de comer Gabriel sirvió café para ambos y afortunadamente Erick, que al parecer se sentía
mejor, se puso de ánimo conversador.
—No te he preguntado cómo está Nelson… —dijo Erick— Chris me dijo que estaba muy molesto
cuando internaron a David.
—Nelson y yo terminamos —dijo con tranquilidad— ya no vivimos juntos.
—¿Cuándo terminaron? —preguntó Erick, sorprendido.
—Hace dos semanas.
—¿Estás bien?
—Sí, fui yo quien terminó todo. No estábamos bien desde hace mucho tiempo.
—¿En qué forma no estaban bien?
—En todo, discutíamos muy seguido y sexualmente la cosa tampoco era mejor, aunque supongo
que todas las parejas pierden el entusiasmo con el tiempo.
—Marco y yo, no —dijo Erick con una sonrisa—, siempre hemos tenido una química sexual
fabulosa.
—Pero solo llevan juntos un año.
—Y antes estuvimos siete años juntos. Y no recuerdo que el amor o la pasión que sentíamos el uno
por el otro hubiera disminuido con los años. Al contrario, recuerdo que éramos muy apasionados.
—Nosotros no. Cuando pasamos de amigos a amantes fue como… ya sabes, nos queríamos y
quería a mi sobrino, fue bueno con ambos y nos ayudó a sobrellevar todo.
—¿Y la amistad es una base lo suficientemente sólida para una relación?
—Eso creía. Ahora sé que lo quiero, pero como amigo y me equivoqué al pensar que si estábamos
juntos podría funcionar.
—Lo siento, pero no puedo dejar de preguntar… ¿fue por Bruno?
—No, la verdad es que no planeé terminar con Nelson para correr a los brazos de Bruno, aunque
el mismo día que terminé con Nelson, Bruno y yo nos besamos en su oficina. En realidad, él me besó
a mí.
—¿Y qué hiciste? —preguntó Erick, interesado— Quiero decir. ¿Solo te fuiste? ¿Le diste las
gracias? ¿Lo besaste de vuelta?
—Solo cerré los ojos y lo disfruté. Se sintió muy bien… y luego me di cuenta de la estupidez que
estaba haciendo y lo alejé de mi. No he vuelto a verlo desde ese día.
—¿Por qué dices que fue una estupidez?
—Erick, acababa de terminar esa mañana con Nelson. Además no voy a saltar de una relación
desastrosa a otra. Ya me siento lo suficientemente culpable por como he tratado a Nelson.
—¿Por qué lo dices?
—No estabas allí, pero cuando mi hermana y tú se fueron, me sentía destrozado y necesitaba
alguien en quien apoyarme, y Nelson estuvo allí; todos estos años siento que solo lo utilicé para no
estar solo y tratar de olvidar a Bruno. Incluso creo que Nelson lo sabía… también sabía que le fui
infiel.
Erick lo miró sorprendido.
—¿Lo engañaste con otro hombre? ¿Con quién?
—La primera vez fue...
—¿La primera vez? —preguntó Erick aún más sorprendido— ¿Fue más de una vez?
—Fueron dos… —dijo avergonzado— La primera vez fue cuando vivíamos en La Serena, viajé a
un seminario aquí en Santiago y me encontré con un ex novio, un antiguo amante que tuve antes de
conocer a Bruno; nos coqueteamos durante todo el seminario y al final terminé pasando la noche con
él.
—¿Y la segunda vez?
—Fue con Carlos, un cliente que me contrató para remodelar su casa; me gustó porque era alto y
rubio, muy parecido a Bruno. Evité acercarme a él, porque me coqueteaba cada vez que estábamos
solos, pero el día que hice entrega del trabajo, terminamos tirando en su renovado dormitorio con
vista al mar. Después de eso, nos seguimos viendo durante casi un mes. Pero la cosa no funcionó, así
que terminé con él y elegí seguir con Nelson. Nunca lo hablamos, así que pensé que Nelson no se
había enterado de nada, pero al parecer, Carlos lo llamó y se lo dijo todo.
—¿Por qué hizo algo así?
—Carlos me pidió muchas veces que se lo dijera a Nelson, quería que lo dejara y que siguiéramos
con la relación, pero no pude hacerlo, me recordaba demasiado a Bruno, y además tampoco era tan
bueno en la cama. Decía que era activo, pero era más pasivo que yo. Siempre estábamos peleando
sobre quien estaba arriba.
—Me sorprendes, Gabriel —dijo Erick—, no te recuerdo como del tipo infiel.
—No lo soy, nunca engañé a nadie antes, incluso le guardé fidelidad a Bruno todo el año que
estuve en Francia, ¡Y mira que tuve oportunidades allá!
—¿Entonces por qué engañaste a Nelson?
—El primer hombre con el que estuve después de Bruno fue Nelson… —dijo con un suspiro— y
sentía que me faltaba algo, algo que antes tenía y ahora ya no. Creo que quería saber si alguna vez me
volvería a sentir de la forma que me sentí antes.
—¿Con Bruno?
—Sí… quería sentir que alguien me pertenece, mirarlo a los ojos cuando hacemos el amor y saber
que la otra persona siente lo mismo que yo.
—Creo que te entiendo, aunque no lo sabía en ese momento, la primera vez que hice el amor con
Marco sentí como si él me perteneciera, sabía que eso era imposible, pero así lo sentía.
—Sí, creo que eso quería, pero solo sirvió para sentirme culpable. Creo que nunca me volveré a
sentir como me sentí con Bruno —dijo con tristeza.
Ahogó las lágrimas lo mejor que pudo, aunque quería llorar a gritos al entender que jamás
volvería a sentirse así con nadie, simplemente porque el único hombre que lo haría sentir así era
Bruno. Podía negarlo frente a los demás, pero no podía engañarse más, aún amaba a Bruno y siempre
lo amaría.
Gabriel bajó la mirada para que Erick no viera sus ojos. No había vuelto a llorar desde el día del
funeral de su hermana y no iba a llorar nuevamente, ya no le quedaban más lágrimas para Bruno.
—Todavía lo amas —dijo Erick en un susurro— Todavía amas a Bruno, Gabriel.
—¿Y qué? ¿De qué me sirve?
—¿Por qué diablos no estás con él? Si te besó, quiere decir que él aún siente cosas por ti también.
—Porque no puedo hacer borrón y cuenta nueva —dijo serio— Porque no sé si algún día podré
perdonar todo lo que pasó.
—El Gabriel que recuerdo no era rencoroso.
—El Gabriel que tú recuerdas hubiera aceptado a Bruno con los brazos abiertos si me hubiera
buscado cuando se rehabilitó, pero Bruno no hizo nada por buscarme; si David no se hubiera metido
en problemas, jamás nos habríamos vuelto a ver.
—No sabes las razones de por qué no te buscó.
—Las razones no importan, simplemente no lo hizo. Además está lo de las drogas. Nunca estaré
seguro de que Bruno no volverá a drogarse. ¿Qué pasará si en uno o dos años recae? ¿Qué pasará si
le abro mi corazón de nuevo y lo vuelve a pisotear?
—El amor no tiene garantías, Gabriel. Si no le das la oportunidad de demostrarte que está
arrepentido y que jamás volverá a lastimarte, lo perderás nuevamente, pero si puedes perdonarlo,
pueden darse una nueva oportunidad.
—No es tan fácil Erick, no es solo olvidar y perdonar.
—Sí lo es, Gabriel. Eso resume todo. ¿Eres o no eres capaz de perdonarlo?
Gabriel suspiró, pensando en las palabras de Erick. ¿Era capaz de perdonar a Bruno? Quería, lo
quería más que nada en el mundo… pero no podía hacerlo.
Sintió, más que vio la mano de Erick, acariciar la suya, de manera tranquilizadora. Le sonrió a
través de la mesa a su primo y le devolvió la sonrisa
—Me gusta esto —dijo Gabriel.
—¿Qué cosa? —preguntó Erick.
—Poder hablar de mis cosas contigo. Desde que volviste, no ha sido lo mismo que antes y esta es
la primera vez desde que nos reencontramos que te siento cercano.
—¿Quieres saber algo? Creo que me hice amigo de Alen porque inconscientemente me recordaba
a ti. Él es como te recuerdo a ti, alegre, bromista…
—Pero ya no soy así.
—Y está bien, los dos hemos cambiado, yo tampoco soy como antes y la verdad es que si me he
mantenido algo alejado de ti, es porque siento que cuando nos conocimos, te decepcioné al no ser
Tomy.
—Fue mi culpa al crearme tantas expectativas; cuando supe que estabas vivo, pensé que cuando
recordaras volveríamos a ser amigos, igual que antes.
—Bueno, no pasó entonces, pero eso no quiere decir que no seamos amigos ahora, siempre serás
mi primo, Gabriel, y aunque no puedo recordar todo, no quiere decir que nuestra amistad y nuestro
vínculo haya desaparecido.
—Y eso me hace muy feliz, siempre has sido más que solo mi primo, Erick. No sabes lo doloroso
que fue perderte.
—Ya estoy de vuelta, o por lo menos Erick lo está. Y no quiero volver a perder nuestra amistad…
¿Por qué no almuerzas con nosotros el domingo?
—¿Podrían ir ustedes a mi casa? Es deprimente estar tan solo en esa casa y me agradaría que se
llenara de mi familia aunque solo sea por un día.
—Me encantaría —dijo Erick, con una sonrisa.
—Genial, te prepararé lasaña, recuerdo cuanto te gustaba… O por lo menos a Tomy le gustaba.
—Bueno, a Erick también le encanta la lasaña —dijo Erick riendo.
—Por lo menos ya no me cuesta tanto llamarte Erick.
—No me molesta que me llames Tomy si lo prefieres.
—No, prefiero llamarte Erick. Creo que después de este día, ya estoy mejor con eso.
Y era cierto, Tomy se había marchado para siempre, pero su primo Erick, estaba muy presente. Y
eso era lo único que le importaba.
Capítulo 8

David ya llevaba más de tres semanas en el centro terapéutico, tres semanas sobrio, como decía
Bruno. Las sesiones con Lidia y las grupales iban muy bien, pero David solía buscar a Bruno para
conversar cada vez que podía, sus conversaciones eran muy buenas, Bruno no lo juzgaba y le hablaba
como a un adulto, no como a un niño. David había estado en varias ocasiones a punto de contarle a
Bruno sobre sus problemas… pero aún no tenía el valor para contar la verdad.
David esperaba paciente a sus visitas de ese día. Le agradaba mucho que Max fuera todos los días a
visitarlo, por suerte su amigo podía entrar después de que las visitas se habían marchado, así que
podían jugar ajedrez o conversar tranquilamente.
Su tío Erick también había ido a visitarlo; había ido solo y también con su primito y su tío Marco.
A David le gustaba la familia de su tío Erick, podía ver el amor que había entre ellos tres, y era algo
que a veces le dolía, porque sabía que él ya nunca más tendría una familia así.
Quien no había faltado ningún día era su tío Gabriel, a veces iba solo y otras veces con su tío
Nelson. David no era tonto y había notado la tensión entre ellos. Sabía que Nelson estaba furioso por
el dinero que estaban gastando en su rehabilitación, que era mucho; pero para David, tanto Nelson
como su tío podían irse al diablo.
Estaba tan frustrado, tan asustado. Su mayor preocupación era: ¿Qué pasaría con él cuando saliera
del centro? Porque tenía una sola cosa clara: no quería volver a su casa. Había tantas cosas que David
quería decir, gritarlas si pudiera, tanto a Nelson como a su tío, pero era un idiota cobarde, ¿por qué
diablos no decía nada? ¿Qué estaba mal con él?
Sentía la rabia e ira crecer en su interior sin poder controlarla. Quería salir corriendo, gritar,
desahogarse de alguna forma, atacar a alguien si era lo que hacía falta para quitarse aquella
sensación, y desafortunadamente Max apareció en ese preciso momento.
—Hola —lo saludo Max, golpeando su hombro. En cualquier otro día, aquel solo habría sido un
saludo entre amigos, pero David estaba más que cabreado.
—¿Qué mierda quieres? —contestó Gabriel, de mal humor.
—Solo saludarte, tonto. ¿Qué diablos te pasa?
—No es tu asunto. ¿Por qué no vas a joder a alguien más?, aunque solo sea por un día, déjame
tranquilo.
—Vaya, parece que alguien desayunó plomo hoy. No podrías estar más pesado aunque lo
intentaras.
—¿Y como se supone que deba estar? ¿Muerto de la risa? Me olvidaba que este lugar es un parque
de diversiones —dijo David con ironía.
—Bueno, si no te gusta, tal vez lo pienses mejor la próxima vez que vayas a drogarte.
—No te hagas el superior conmigo. ¿Estoy aquí no?
—A la fuerza, porque si abrieran esa puerta dos minutos, correrías a la calle y buscarías
nuevamente a alguien para que te de esa mierda que consumes.
—¡Estoy enfermo! ¡Y estoy haciendo lo posible por mejorar! ¡Por lo menos dame crédito por eso!
—¿Enfermo? ¡No estás enfermo! ¡Asume de una vez que eres adicto! ¡Eso no es una enfermedad!
¡Es una opción!
—¿Opción? ¿Crees que escogí esto? —dijo David parándose de su silla y encarando a Max.
Era más alto que Max y con lo delgado que era su amigo podría derribarlo con facilidad, pero su
amigo no se inmutó. No le demostró ni una gota de miedo.
—¡Sí, lo creo! —dijo Max, muy enojado— Una persona enferma no puede decir “No gracias, no
quiero esta enfermedad que me está matando” pero tú si podrías haber dicho “No gracias, no quiero
drogarme”.
—¡Eres un idiota!
—¡Y tú lo eres más! —dijo Max, dando media vuelta y dejándolo aún más cabreado.
—¡Vete al diablo! —gritó.
—¡Y tú a la mierda!
—¡Ya estoy en ella! ¡Estoy hasta el cuello en ella! —volvió a gritar cuando Max ya salía hacia los
jardines.
—¿David? —la voz de su tío, lo sobresaltó y se giró a ver a su tío Erick que llevaba de la mano a
su primito Markito.
—Tío Erick… Hola Makako —le dijo con una sonrisa a su primito.
El ver a su tío favorito y a su primito, le quitó un poco el mal humor.
—Es Markito —dijo el pequeño, enojado.
—Eso dije, Makako.
—¿Está todo bien? —preguntó su tío Erick preocupado.
—No… no lo está. Estoy encerrado, frustrado…
—Gabriel me pidió que viniera, ya que no podrá venir hoy porque se atrasó en una inspección —
dijo su tío Erick, sentándose junto a David—, iba a venir de todas formas, así que dime, ¿cómo vas
con tu tratamiento?
—Bien, Lidia dice que pronto me darán permiso para ir a mi casa, por un día, luego por dos, hasta
que me acostumbre.
—Eso es genial, estoy muy orgulloso de ti por hacer esto, David.
—Puedo hacerlo sin que me encierren.
—No, David, no puedes. Te aseguro que estás mejor aquí, he visto lo que hacen las drogas a
alguien que amas.
—¿Se refiere a Bruno?
—Sí, recuerdo muy bien a Bruno y también lo mucho que sufrió Gabriel.
—¿Qué pasó con ellos? Sé que estuvieron juntos y Bruno me contó que habían terminado por su
adicción…
—Ellos estaban muy enamorados y todo fue perfecto hasta que Bruno empezó a consumir. Luego
pasó lo que tenía que pasar: Bruno eligió la droga y Gabriel tuvo que elegir entre seguir luchando
por ayudar a alguien que no quería ayuda o seguir con su vida. Y ahora la historia se repite contigo.
—Elegirá de nuevo seguir con su vida. No luchará por mí.
—¿Cómo puedes decir eso? Él está luchando por ti, siempre luchará por ti.
—Tío Erick… Si ya no quiero vivir con mi tío Gabriel. ¿Me aceptaría en su casa?
—¿Por qué no quieres estar con Gabriel? —Su tío Erick lo miró sorprendido.
—Solo necesito estar un tiempo lejos de él. Eso es todo.
—Si digo que sí, habrá reglas en mi casa, David. La primera de ellas será: Nada de drogas ni
alcohol.
—Y lo cumpliré, tío Erick, se lo prometo.
—Lo hablaré con Marco y con Gabriel, no creo que a tu tío le agrade seguir estando solo en esa
casa, pero las puertas de mi casa siempre estarán abiertas para ti.
—¿De verdad?
—Por supuesto que sí, todos te amamos y queremos que estés bien, David. Esto solo será un
tiempo y te prometo que ni Gabriel ni yo te dejaremos solo.
David le sonrió a su tío y se arrojó a sus brazos. Al menos alguien sí lo quería. Sonrió aliviado, al
saber que tendría un lugar donde llegar cuando saliera del centro.
Después de unos segundos, su cabeza proceso lo que su tío Erick acababa de decir: ¿Su tío Gabriel
estaba solo en la casa? ¿Y su tío Nelson? ¿Su tío Gabriel y Nelson ya no estaban juntos?
El día anterior ambos habían ido juntos al centro a verlo; y David se dedicó a observarlos toda la
hora, era obvio que algo sucedía entre ellos y si ahora interpretaba las palabras de su tío Erick, era
muy probable que ellos hubieran terminado… y todo por su culpa.
¿Lo odiaría su tío por ello?

Bruno respiró profundo para darse valor y salir de su oficina. Llevaba dos semanas evitando a
Gabriel, lo había logrado manteniéndose encerrado en su oficina hasta que pasaba la hora de visitas,
pero ya no daba más. Necesitaba ver a Gabriel aunque fuera de lejos, solo un poco se dijo,
recordando su etapa de adicción: Gabriel era su nueva adicción.
Con las drogas era exactamente lo mismo, se negaba y al final cedía solo un poco y luego otro
poco más, hasta que caía por completo. Con Gabriel le pasaba lo mismo, se decía que no debía
acercarse a él, pero estaba dando el primer paso que lo llevaría a caer por completo.
Cuando entró en la sala de visitas, Gabriel no se veía por ningún lado, lo que era extraño, ya que
Bruno sabía que no había faltado ni un solo día en visitar a David.
Sin embargo, David no estaba solo, estaba con un hombre y un niño pequeño. La figura del
hombre no le parecía conocida, pero al girarse un poco, el perfil del hombre llamó su atención y
empezó a caminar como un zoombie, aquel hombre era… no, pero no podía ser Tomy; Por lo que él
sabía su amigo estaba muerto. Solo cuando estuvo a unos metros se dio cuenta de que no era Tomy,
aquel hombre no era exactamente igual a su amigo fallecido, pero al mismo tiempo lo era, su postura
confiada y segura no era la que recordaba de Tomy; la nariz definitivamente era distinta y el pelo
ondulado era un contraste enorme con el corte rapado de Tomy.
—¿Tomy? —preguntó inseguro.
—¡Bruno! —Tomy se acercó a él y le dio un fuerte abrazo— Guau, cuánto tiempo…
Bruno tuvo que agacharse para poder abrazar a su amigo y respirar profundo para contener la
emoción que lo embargó. Tomy estaba vivo.
—Yo pensé que… Quiero decir, me dijeron que…
—¿Qué estaba muerto? —dijo Erick riendo— Sí, lo estuve, pero ya estoy vivo de nuevo. Es una
larga historia.
—Uf, esa historia ya la conozco, ¿quieres ir al jardín, Makako? —le preguntó David al pequeño
niño.
—¡Es Markito! —dijo el niño corriendo hacia el jardín detrás de David.
—Por cierto, Markito es mi hijo —dijo Tomy orgulloso.
—¿Como…? —preguntó sorprendido.
Tomy le contó toda la historia de su muerte, de su reencuentro con Marco y su retorno al mundo
de los vivos. Cuando Tomy terminó la historia, Bruno estaba con la boca abierta.
—Erick… Suena bien, es un nombre más maduro. Disculpa si aún estoy en shock, pero nadie me
dijo que estabas vivo.
—Debe ser porque Gabriel aún considera que Tomy falleció, solo recientemente ha aceptado que
su primo ahora soy yo.
Y en parte podía entender a Gabriel, este Tomy era vivaz, desenvuelto, y absolutamente distinto al
tímido hombre que él recordaba. Sin embargo cuando sonreía podía ver aquella chispa en sus ojos, la
misma que en el pasado vio en Tomy.
—Bueno, Tomy o Erick, no me interesa, lo único que sé es que estoy feliz de que estés vivo.
—Y yo estoy feliz de volver a verte —dijo Erick sonriendo— Bueno, ya te conté todo de mí,
quiero saber de ti, ¿cómo has estado además de sano?
—Bien, no tengo mucho que contar, solo trabajo y familia.
—¿Cómo estás con lo de volver a ver a Gabriel?
Bruno dejó salir el aire que estaba conteniendo, pensando bien lo que diría, porque no sabía que
tanto sabía Erick sobre ellos.
—Es complicado.
—Sí, siempre lo es si te reencuentras con alguien que amaste en el pasado…
Y peor si es alguien que aún amas, pensó Bruno.
—Me hubiera gustado que ustedes se reencontraran como Marco y yo lo hicimos. Si por mí fuera,
desearía que Gabriel te perdonara y volviera contigo —dijo Erick con firmeza.
—Pero no me ha perdonado —dijo Bruno.
—Me temo que no —dijo Erick—. No recuerdo todo, Bruno, pero sí recuerdo cuanto se amaban y
no creo que ese amor haya muerto con el tiempo.
—Por mi parte no ha muerto —dijo mirando a Erick, que sonrió al escuchar sus palabras.
—Escúchame bien Bruno —dijo Erick cogiendo su mano con firmeza y mirándolo directamente a
los ojos— no debería decirte esto, porque mi primo me colgará de una parte dolorosa si se entera,
pero no te rindas con Gabriel.
—No depende de mí, Erick. ¿Te olvidas de Nelson? No voy a hacer nada por separarlos. No es
justo que arruine su vida nuevamente.
—Y yo creo que no es justo que Gabriel no esté con quien realmente quiere estar —Bruno contuvo
el aliento ante las palabras de Erick— Gabriel está dolido contigo, y muy resentido, pero por sobre
todo creo que está muy asustado.
—¿Asustado?
—Sí, ¿crees que no teme que le vuelvas a romper el corazón? Si logras demostrarle que no
volverás a lastimarlo, ustedes pueden volver a estar juntos.
—¿Por qué haces esto?
—Lo hago porque los recuerdos que tengo de ustedes juntos, son de una pareja que se amaba. Sí lo
único que se interponía entre ustedes era tu adicción y eso ya lo superaste, no veo la razón de que
estén separados y siendo ambos infelices.
—¿Gabriel no es feliz?
—No creo que lo sea, no he vuelto a verlo feliz ahora que nos reencontramos.
Aquello le apretó el corazón a Bruno, él se había alejado solo para que Gabriel fuera feliz; saber
que había sido un sacrificio inútil, lo hacía sentir que había desperdiciado los seis últimos años.
—¿Tú no temes que vuelva a lastimarlo? —preguntó.
—Por supuesto que sí, pero si lo haces, te castraré con una cuchara —dijo Erick con voz dura.
Bruno no pudo evitar encogerse ante la amenaza de Erick.
—Jamás volveré a lastimar a Gabriel, Erick; si pudiera arreglar las cosas, dedicaría cada día de mi
vida solo a hacerlo feliz y compensar cada dolor que le causé —dijo con sinceridad.
Erick sonrió y volvió a abrazar a Bruno.
—¡A la mierda Nelson! —dijo Erick riendo— ¡Nunca me gustó ese idiota!
Capítulo 9

David caminó por los jardines del centro, aspirando el relajante aroma de la primavera, nunca
antes se había tomado el tiempo de simplemente apreciar la tranquilidad que daba respirar al aire
libre. Era temprano aún para su terapia y faltaba mucho más para el horario de visitas de ese día, pero
tenía el presentimiento que Max tampoco aparecería hoy.
Max no había vuelto al centro en tres días y no lo había visto después de la última pelea que
tuvieron. Se habían gritado, era verdad, pero no había sido una pelea tan terrible. ¿Por qué entonces
no había vuelto?
El día anterior, David se sentó cerca de la puerta, esperando ver aparecer a su amigo. Mantuvo sus
esperanzas hasta último momento, pero cuando ya era hora de volver a su dormitorio, sintió que el
corazón se le hundía en el pecho. ¿Y si Max no volvía al centro por su culpa?
Se dio cuenta en esos momentos que no quería dejar de verlo; en esas pocas semanas Max se había
convertido en su amigo, en su apoyo. Además era tan lindo, le gustaba tanto mirarlo, solo ver sus
suaves rasgos cada día lo hacía sentir feliz y olvidarse de que estaba encerrado dentro de esas
asfixiantes paredes.
Se encaminó cabizbajo a la oficina de Lidia, deseando tener un pito en esos momentos. Demonios,
necesitaba urgentemente algo que aliviara su ansiedad. Ahora más que nunca necesitaba meterse algo.
Cuando iba por el pasillo, vio a Bruno que se dirigía a su oficina. Sin siquiera pensarlo se le
acercó; probablemente él sabría de Max, y le diría si volvería a ver a su amigo.
—¡Bruno!
—Hola David —Bruno lo saludó con una sonrisa— ¿Cómo estás?
—Estoy preocupado. Max no ha venido en tres días —dijo nervioso.
—¿No te dijo que no vendría por algún tiempo? Vino a despedirse hace unos días.
David sintió que su estómago se endurecía. Max había venido a despedirse y él se había
comportado como el idiota que era y lo había alejado.
—Nosotros discutimos ese día, supongo que no alcanzó a decirme nada. ¿Por qué no vendrá? ¿Se
aburrió de rodearse de patéticos?
Vio una expresión triste cruzar el rostro de Bruno.
—Max no vendrá por un tiempo, él está muy enfermo. Esta semana comenzó nuevamente con su
quimioterapia.
David sintió que el color abandonaba lentamente su rostro.
—¿Quimioterapia? —preguntó en un susurro.
Sabía perfectamente lo que eso significaba, sabía lo que era la quimioterapia, la radiación, incluso
todos los tratamientos con medicina alternativa, su mamá lo había intentado todo, sin embargo el
cáncer la había vencido de todos modos.
—Sí, Max tiene leucemia. Por eso pasa tanto tiempo por aquí. No tiene muchos amigos porque se
ha pasado la mitad de su adolescencia entrando y saliendo de hospitales y tratamientos.
Con horror, David recordó las palabras de Max: Una persona enferma no puede decir “No gracias,
no quiero esta enfermedad que me está matando” pero tú si podrías haber dicho “No gracias, no
quiero drogarme”.
—¿Por qué no me lo dijo? —preguntó más para él mismo que para Bruno, sin embargo su
consejero le respondió.
—Probablemente porque pensó que no entenderías su sufrimiento.
—Eso no es cierto, no soy tan insensible… —dijo dolido.
—Tampoco creo que seas insensible, David, pero debes verlo desde su punto de vista. Tú llenas
voluntariamente tu cuerpo de drogas que podrían matarte; y él se ve obligado a dejar que lo llenen de
drogas para poder sobrevivir. Difícilmente él puede comprender que te drogues, y debe creer que tú
no entenderás lo que está atravesando.
Llevaba semanas en aquel lugar y nada de lo que todos los consejeros juntos le habían dicho, lo
había impactado tanto. Fue como si alguien por fin hubiera golpeado su cabeza, y al abrir los ojos
hubiera notado el desastre que había hecho con su vida.
Era tan injusto. Por qué la vida le daba aquella enfermedad a gente buena. No podía sacar de su
cabeza las palabras de Bruno, su amigo debía odiarlo por drogarse. ¿Por qué diablos no le había
dicho nada?
—Debo ir a verlo —le pidió a Bruno.
—Aún no estás autorizado a…
—No quiero huir, Bruno, Max es mi amigo, solo quiero ver si está bien.
—No te permitirán verlo si vas ahora. Aún no puede recibir visitas, recién mañana acompañaré a
la asistente social del centro a verlo. Le daré tus saludos.
David sintió su ánimo decaer más que nunca durante toda su estadía.
—¿Puede decirle que lamento haberle gritado? —dijo con un nudo en la garganta.
—¿Sabes qué? Te has portado muy bien estas semanas, hablaré con tu terapeuta y le preguntaré si
te autoriza a ir a su casa mañana.
—¿Lo hará?
—Por supuesto, ¿he roto alguna de las promesas que te he hecho antes?
—No.
—Entonces pediré un pase especial para que puedas salir. Aunque debes estar consciente de que no
depende completamente de mí, si Lidia o la Directora dicen que no puedes ir, no puedo ir en contra
de lo que decidan. Además deberás pedirle a tu tío Gabriel que firme una autorización.
—Haré lo que digan —dijo David, ilusionado de poder ver a Max.
—Todo resuelto entonces, si todo sale bien, iremos mañana.

Bruno tramitó el pase especial para David y lo dejó archivado con el resto de sus papeles. Tanto la
Directora del centro como la terapeuta de David habían estado de acuerdo en que ya estaba preparado
para salir por unas horas, es más, lo habían autorizado para quedarse hasta el domingo en su casa. No
pudo evitar sentirse orgulloso de David, había notado el cambio positivo en su actitud a través de
aquellas semanas, aunque David aún se comportaba agresivo con Gabriel; y la raíz de aquello era
algo que esperaba descubrir antes de que David fuera dado de alta.
Al ver su reloj, notó que la hora de visitas estaba cerca, no se había acercado a Gabriel nuevamente
después de su conversación con Erick, pero cada una de sus palabras estaba grabada en su memoria y
habían hecho crecer sus esperanzas como nada lo había hecho antes.
No es justo que Gabriel no esté con quien realmente quiere estar, aquella maldita frase rondaba en
su cabeza y lo había mantenido con insomnio por tres días.
Se sobresaltó al sentir un alboroto afuera de su oficina y salió enseguida a ver el origen del
escándalo. Cuando llegó cerca de la entrada vio que era un muchacho el que estaba gritando; era
obvio que no estaba de acuerdo con su internación y luchaba fieramente por soltarse de los brazos de
quienes trataban de contenerlo.
El chico estaba muy violento, en un momento logró soltarse y arrojó lejos a alguien que al parecer
era un familiar del chico, cuando otro familiar se acercó, esta vez una mujer, recibió un fuerte golpe,
Bruno se enfadó al ver a la pobre mujer golpeada y se acercó a ayudar. Era mucho más grande y
fuerte que el chico y lo pudo reducir rápidamente.
—Cálmate… —le dijo con tranquilidad al chico— estamos aquí para ayudarte, nadie va a
lastimarte.
Bruno notó que el chico estaba muy drogado y no parecía escuchar ni entender lo que le decían,
sin embargo comenzó a tranquilizarse. Cuando finalmente se calmó Bruno lo soltó con precaución y
uno de los enfermeros se acercó demasiado rápido y el chico se volvió a alterar, Bruno maldijo y se
acercó nuevamente, pero esta vez el chico se giró hacia él y Bruno sintió un fuerte dolor en el
hombro; debía haberse desgarrado un músculo con la fuerza, pero aun así, volvió a reducir al
muchacho y esta vez los enfermeros se hicieron cargo, colocándole un calmante.
Cuando finalmente la conmoción terminó, varias personas se le acercaron, la primera en estar a su
lado fue su secretaria.
—Santo cielo, Bruno, ¿estás bien? —dijo Karina, empujándolo hasta una silla.
—Sí —apenas abrió la boca volvió a sentir el dolor en su hombro
Al mirar notó que no se había desgarrado un músculo, el chico de alguna parte había sacado un
lápiz y se lo había enterrado en el hombro.
Cuando Gabriel entró al centro para ver a David, la primera imagen de su sobrino le dijo que algo
se traía entre manos; aquella postura nerviosa y esa sonrisa inocente lo hacían ver igual a cuando era
niño y quería conseguir algo de él.
—Hola tío —dijo David, de manera demasiado cálida.
Aquella actitud era un contraste con las groserías y la frialdad que su sobrino le había mostrado
los últimos meses.
—Hola —dijo de manera cauta— ¿Cómo estás?
—Bien, mi consejera dice que estoy muy bien, incluso me autorizó a salir, claro, siempre que tú
también lo autorices.
Y ahí estaba la madre del cordero… Gabriel se decepcionó que la actitud de David no fuera
sincera, ¿iba a ser siempre así? ¿Solo iba a ser amable cuando quisiera conseguir algo?
—Primero hablaré con tu consejera, me gustaría tener su opinión.
—Fue idea de Bruno que saliera, claro que fue antes de lo que sucedió en la mañana.
—¿Qué pasó?
—No lo vi, pero me contaron. Un chico llegó muy drogado y bastante agresivo, Bruno se acercó a
ayudar y el chico lo apuñaló. Tuvieron que llevarlo al hospital.
—¿Lo apuñalaron? —preguntó, sintiendo que se le agarrotaba el estómago y que perdía el color
del rostro.
—Sí, estaba preocupado por él así que pregunté cómo estaba; me dijeron que está fuera de peligro
y que no fue tan grave.
—¿A qué te refieres con qué no fue tan grave? ¿Sabes a que hospital lo llevaron?
—No lo sé, solo sé lo que me contaron.
—Debo marcharme —dijo levantándose de la silla.
—Está bien —dijo David, mirándolo asombrado.
—Voy a ver qué tal está Bruno. ¿Está bien? —David solo asintió— Vendré mañana sin falta a verte,
David.
Estaba tan alterado que se acercó a David y le dio un beso en la mejilla como despedida; David lo
miró extrañado y lo dejó ir. Solo después se dio cuenta de que hace mucho que su sobrino no le
permitía despedirse de esa manera cariñosa; y Gabriel lo extrañaba.
Corrió hasta donde estaba la secretaria de Bruno y la mujer amablemente le dijo que Bruno estaba
bien, que ya estaba por salir del hospital y que probablemente ya iba camino a su casa. Y sin que
siquiera lo pidiera le anotó en un papel, el teléfono y la dirección de Bruno. Gabriel la miró,
sorprendido, pero la secretaria solo lo miró con una sonrisa de oreja a oreja.
Gabriel subió rápidamente a su camioneta y no dudó en ir directamente a ver a Bruno, pero cuando
miró el papel con la dirección de Bruno, pensó que debía haber algún tipo de error. Aquella
dirección era la que tenía cuando estaba en la universidad, la del apartamento que compartía con
Tomy.
Se quedó en el estacionamiento unos minutos sin poder quitar los ojos del papel. ¿Sería la
información del papel correcta? ¿Por qué Bruno tenía esa dirección? ¿Sería posible que Bruno
viviera en su viejo apartamento? ¿Por qué?
Iba a marcar el número de teléfono de Bruno, pero se detuvo un segundo antes de hacerlo. ¿Qué
diablos estaba haciendo? Bruno y él no tenían una relación que le permitiera ir a verlo o llamarlo. Un
beso no le daba ningún tipo de derecho. Y que estuviera enamorado de él tampoco…
Nada había cambiando. Aún tenía todos sus miedos y todo su rencor hacia Bruno y sabía que
aquello no llegaría a ninguna parte, ¿Qué le diría a Bruno cuando contestara? Santo cielo, ¿por qué
se castigaba de esa manera? ¿Desde cuándo era tan masoquista?
Puf, el mismo se rió de esa pregunta al recordar todo lo que aguantó cuando estaba con Bruno y
todo lo que aguantó al lado de Nelson… ¿Sería ese su problema? Tal vez era masoquista y nunca lo
había aceptado.
Sin poder evitarlo volvió a coger el teléfono y marcó el número de Bruno antes de perder el valor
y arrepentirse. Al diablo con lo que tenía lógica o era lo esperado. Había usado su cabeza por mucho
tiempo y era hora de escuchar a su corazón. Y era su corazón el que lo empujaba hacia Bruno una y
otra vez.
Y esta vez lo iba a escuchar.
Capítulo 10

—¡Estoy bien! —dijo Bruno con fuerza a Oscar que le tendía una camisa limpia para que se la
pusiera— Puedo vestirme solo.
—Quieres callarte y hacerme caso por una vez en tu vida. Te acaban de apuñalar.
—No exageres, solo fue un rasguño.
—Casi te entierran un lápiz en el corazón.
—Fue apenas el hombro y solo hundió el lápiz unos centímetros. Ya oíste al doctor, es superficial
—aunque dolía como la mierda, no se lo iba a decir a su sobre protector hermano mayor.
Se puso la camisa con cuidado tratando de no hacer un gesto de dolor que lo delatara con Oscar.
Ya le habían dado el alta así que cuando estuvo listo salió con su hermano hacia la puerta. Cuando su
teléfono sonó, se dio cuenta que Oscar lo había cogido cuando lo estaban atendiendo, su hermano lo
contestó y Bruno lo miró con cara de “que estás haciendo”.
—Debes descansar, no contestarás llamadas hoy —le dijo Oscar, colocándose el aparato en el oído
—Aló.
Bruno solo captó trozos de la conversación cuando caminaban por el estacionamiento hacia el
automóvil de Oscar.
—No… soy Oscar… oh, hola, como estás… sí, Bruno está bien, no fue tan grave, ya lo dieron de
alta y lo estoy llevando a su apartamento… sí, se lo diré… sí, también me dio gusto hablar contigo,
okey, adiós.
—¿Quién era? —preguntó, pero su hermano solo lo miró molesto y se subió al automóvil sin
contestar.
Cuando ambos estuvieron instalados y con el cinturón de seguridad puesto, su hermano se giró
hacia él.
—Era Gabriel —dijo su hermano molesto.
—¿Gabriel? —preguntó sorprendido.
—Sí, Gabriel. ¿Por qué diablos Gabriel te llamó por teléfono? ¿Qué diablos está pasando entre
ustedes?
—No voy a tener esta conversación contigo ahora —dijo cansado—. Acaban de apuñalarme, solo
llévame a casa.
—Dijiste que era solo un rasguño. ¿Por qué Gabriel llamó a tu teléfono?
—¡No lo sé! Te juro que yo no le di mi número —dijo con honestidad. Bruno no le había dado su
número a Gabriel, pero tuvo la leve sospecha de quien pudo dárselo.
—¿Quién fue si no?
—Creo que fue mi secretaria. Hace unas semanas Gabriel… se desahogó y me gritó unas cuantas
verdades cuando estábamos en mi oficina, Karina escuchó los gritos de Gabriel. Ella sabe que perdí a
alguien por las drogas y al escuchar las recriminaciones de Gabriel solo sumó dos más dos. Y ahora
debió haber estado haciendo de Celestina.
—Eso no explica por qué te llamó.
—Yo tampoco lo sé… —pero eso no evitaba que su corazón latiera ilusionado. Ahora sabía que le
importaba a Gabriel, si lo llamaba para saber si estaba bien, por lo menos significaba eso.
—Mantente alejado de él, Bruno. Ya le hiciste mucho daño.
—Lo sé.
—¡No, no lo sabes! Estabas más allá de saber nada en esa época. Si crees que nos lastimaste a
nosotros, el daño que le hiciste a él fue mucho peor. Por una vez en tu vida deja de ser un maldito
egoísta y piensa en lo que es mejor para Gabriel.
—¿Egoísta? ¡Me mantuve alejado de Gabriel durante seis años, cuándo todo lo que quería era ir a
buscarlo! ¿Y me llamas egoísta?
—¡Está casado! ¡Y aún así volviste a su vida!
—¡No está casado! Además yo no volví a su vida. ¡Él volvió a la mía!
—Eso es solo semántica. Volviste a su vida, volviste a remover las aguas y si lo haces, lo único que
saldrá a flote será la basura que está acumulada en el fondo, Bruno.
—¿Y yo tengo demasiada basura en mi pasado?
—Más de la que recuerdas.
—¿A qué te refieres?
—Me refiero a muchos episodios, pero hay uno que siempre recuerdo…
—¿Cuál?
—Cuando casi mataste a Gabriel.
—¿De qué estás hablando? —preguntó sorprendido— Jamás lastimé a Gabriel.
—Sí lo hiciste. La última vez que te llevamos a rehabilitación —dijo su hermano, molesto.
Bruno trató de recordar los detalles, pero estaban confusos. Recordaba a Gabriel y a Oscar a su
lado en el automóvil y a Gabriel cuando salió del automóvil y corrió hacia él. El resto estaba
dolorosamente perdido, sabía que probablemente ese día Gabriel había terminado definitivamente
con él, pero no lo recordaba.
—No recuerdo esa noche, ¿qué pasó?
Oscar respiró profundo y comenzó a hablar sin mirarlo, miraba hacia delante como si en el
parabrisas pudiera ver las imágenes del pasado que le iba a contar.
—Marco, Gabriel y yo te recogimos en una población, estabas… bueno, como solías estar por ese
entonces. Te subimos al automóvil y trataste de huir con el vehículo en movimiento, Gabriel estaba
en la puerta, forcejeaste con él y lo golpeaste. Cuando lograste abrir la puerta, empujaste a Gabriel
hacia afuera. Alcancé a detenerte y logré evitar que Gabriel cayera, pero la mirada horrorizada y la
cara de decepción de Gabriel esa noche, es algo que jamás olvidaré.
Bruno sintió que le caía el alma a los pies y sintió ganas de vomitar… había golpeado a Gabriel y
casi lo había matado. Bruno contuvo a duras penas las lágrimas. Sabía que había lastimado a Gabriel
pero nunca supo el real alcance del daño.
—Recuerdo que él corrió hacia mi cuando llegamos al centro… ¿terminó conmigo allí, no es así?
—No, no lo hizo. Después de tanto tiempo ya no recuerdo sus palabras exactas, pero dijo que te
amaba pero que ya no creía en ti. Fue después de eso que decidió partir, pero aún tenía esperanzas de
que te recuperaras. Tomy me dijo que Gabriel incluso te esperó en el aeropuerto.
—Pero yo nunca llegué.
—No, porque esa mañana tenías cosas más importantes que hacer, como encamarte con Darío —
dijo su hermano, con ironía.— Ese episodio que te relaté es solo uno de tantos, Bruno. Hay muchas
cosas que tú no recuerdas, pero yo sí, y Gabriel también. Si de verdad lo amas, déjalo ir, Bruno.
—Yo no he hecho nada… —se detuvo recordando el beso que le había dado en su oficina.
Su hermano encendió el motor del automóvil y dejaron el hospital en silencio. Bruno se mantuvo
durante todo el camino mirando por la ventana para evitar la mirada de su hermano. Aún sentía
vergüenza de las cosas que había hecho, y de la boca de su hermano sonaban aún peor.
Cuando llegaron a su apartamento, Oscar insistió en acompañarlo hasta la puerta, estaba seguro
que si por Oscar dependiera, prácticamente lo dejaría acostado y arropado, pero Bruno se negó.
Cuando por fin cerró la puerta de su apartamento, sintió ganas de apoyarse en ella, deslizar su cuerpo
hasta el suelo y llorar por todo lo que había perdido.
Ahora que estaba solo podía derrumbarse tranquilamente. Desanimado fue hasta su sofá y quitó
unos periódicos antiguos antes de dejarse caer pesadamente en él. Miró su desastroso departamento.
Jamás se había preocupado de decorarlo, con suerte solía limpiarlo de vez en cuando, pero en
general no era un hogar, era solo un lugar donde llegar a dormir.
Hasta ese momento no se había dado cuenta lo mucho que odiaba su vida, ni de lo vacía que era, lo
único que llenaba medianamente el vacío que sentía era su trabajo, pero en la parte personal nunca
nadie pudo llenar el vacío en su corazón. Aquel lugar aún lo ocupaba Gabriel, y nunca nadie podría
reemplazarlo, simplemente porque jamás podría arrancar a Gabriel de su corazón.
Gabriel era y siempre sería el dueño de cada trozo de su alma.
En esos momentos odiaba a Oscar. Su hermano nunca le había sacado en cara nada de su pasado,
pero cada vez que Gabriel salía al tema, Oscar se transformaba en el mayor protector de Gabriel. Y
después de escuchar la historia de boca de su hermano ahora lo entendía. ¿Cuántas cosas más no
recordaba? ¿Cuántas más cosas había visto su hermano? ¿Cuántas veces había golpeado a Gabriel
estando intoxicado? ¿Cuántas veces había sido violento con él?
Cuando el timbre sonó, pensó que era su hermano. Probablemente Oscar había pensado que no lo
había regañado lo suficiente y había vuelto, para seguir atormentándolo, pero al abrir la puerta, los
preciosos ojos verdes de Gabriel, lo miraron.
—Gabriel… —dijo sorprendido— ¿Qué haces aquí?
Gabriel lo miró muy tenso.
—Vine a ver si estabas bien, supe lo que pasó —dijo, mirándolo preocupado— ¿Estás bien?
—Sí, no fue tan malo... solo me limpiaron la herida y me pusieron un punto de sutura.
—Yo… si… Pensé… No sé qué pensé —dijo Gabriel avergonzado.
—¿Quieres pasar? —ofreció, esperanzado.
—No debería… —dijo con la cabeza agachada y sin mirarlo.
Bruno se quedó esperando la decisión de Gabriel, deseando tenerlo a solas de nuevo, deseando
poder besarlo otra vez.
Tal vez por última vez.
Después de debatirse por varios segundos Gabriel entró en su apartamento y Bruno cerró la puerta.

Gabriel aún no podía creer lo que estaba haciendo.


¿En qué momento de locura había decidido que era buena idea estar a solas con Bruno en su
apartamento?
—Lamento el desorden, no esperaba visitas —dijo Bruno, recogiendo unos periódicos que estaban
sobre el sofá.
Al agacharse levemente, la herida debió dolerle porque hizo un gesto de dolor con la cara y se
llevó la mano al hombro
—No hagas eso, te vas a lastimar más —le dijo, quitándole los periódicos y dejándolos sobre la
mesa de centro.
—Lo lamento. Siempre he sido un desastre como dueño de casa —dijo Bruno sonrojándose y
sentándose en el sofá.
—Lo sé. Solía ordenar tu cuarto cada vez que te visitaba —dijo sonrojándose también al recordar
el pasado.
Se mantuvo de pie, aún con miedo de acercarse a Bruno. Estar tan cerca de él, estaba haciendo
estragos en sus emociones.
—No sabía que vivías aquí… —dijo mirando su viejo apartamento. Recordó todas las veces que
habían estado juntos en aquel lugar. Habían hecho el amor en cada espacio de aquel apartamento y su
corazón dolía cada vez que miraba a algún lugar.
El lugar ahora tenía buenos muebles y un aspecto que denotaba que allí vivía un adulto y no unos
universitarios, pero no era un lugar cálido, le faltaba carácter al lugar. No había nada que
representara la personalidad de Bruno.
—Cuando volví a Santiago estaba en arriendo y dije: ¿por qué no? —dijo Bruno sin mirarlo—
Con respecto a lo del otro día… ——No debí besarte. Eres un hombre comprometido, además tu
sobrino es un paciente.
—Yo tampoco debí hacerlo —pero no me arrepiento, pensó.
—¿Se lo dijiste a Nelson?
—No… No hemos hablado mucho desde que se fue —dejó caer la información a propósito.
Bruno volteó a mirarlo tan rápido que a Gabriel le sorprendió que no se hubiera lastimado el
cuello.
—¿Se fue? —preguntó sorprendido— ¿Fue por mi culpa? ¿Por qué te besé?
—No, fue antes del beso.
—¿Cuándo?
—El mismo día que nos besamos, en la mañana —dijo sentándose en el sofá con Bruno, pero
manteniendo toda la distancia física que pudiera.
—¿Por qué no me lo dijiste antes?
—No lo sé —mintió. Sabía perfectamente que esa era su manera de mantener a Bruno alejado.
—¿David lo sabe?
—No. Solía estar muy unido a Nelson y no sé cómo lo tomará. No quiero que afecte su
rehabilitación, así que se lo diré antes de que vuelva a casa.
—Te puedo ayudar a decírselo.
—Gracias.
Se quedaron sentados sin mirarse, sin hablar por varios minutos.
—¿Puedo preguntarte algo? —dijo Bruno finalmente, aún sin mirarlo— Sé que hay muchas cosas
que hice estando intoxicado que no recuerdo… ¿Cuántas veces te lastimé? Me refiero, físicamente.
—Nunca —contestó.
—¿Nunca? ¿Ni siquiera el día que nos separamos?
—¿Nos separamos alguna vez? Nunca tuvimos esa conversación, Bruno —dijo molesto.
—Me refiero a la última vez que nos vimos, cuando casi te arrojé del automóvil.
—¿Lo recuerdas?
—No. Oscar me contó lo que sucedió. Lo lamento Gabriel…
—Sí, lo sé, lamentas todo —dijo sintiendo que su mal humor volvía.
—Lo hago… —dijo Bruno— Una vez un chico al que ayudé a rehabilitarse me dijo que nada de lo
que hizo estando intoxicado era su culpa porque estaba enfermo cuando lo hizo… Le dije que estaba
equivocado, que todos debíamos asumir la responsabilidad de lo que habíamos hecho.
—¿Estás asumiendo tu responsabilidad por lo que pasó?
—Siempre lo hice. Tal vez no supe expresarlo bien cuando hablamos en mi oficina, pero debes
saber que lamento profundamente todo lo que te hice. Lo lamento tanto que a veces me odio por
haber arruinado la única relación que ha significado algo para mí… Pero por sobre todo, por hacer
que el único hombre al que he amado, me odie.
—No te odio… —dijo Gabriel, sintiendo que parte de su rabia se aliviaba con las palabras de
Bruno— Tal vez solo una parte de mí siempre te va a odiar, por preferir a las drogas por sobre mí,
por sobre nosotros.
—Yo aún me odio por eso también, y lo único que me queda es rogarte que algún día me perdones.
—Quisiera poder perdonarte, Bruno, pero también quisiera volver el tiempo atrás y que nada malo
hubiera pasado, pero es imposible. Y si es por desear… quisiera no desearte tanto…
—¿Me deseas? —preguntó Bruno, casi en un susurro.
—Por supuesto que sí… ¿Sabes lo que me dijo Nelson? —Bruno negó— Me dijo que cuando me
acostara contigo se me quitaría la comezón del “que hubiera sido si” y me daría cuenta que estaba
cometiendo un error…
Bien, ya lo había dicho, Bruno ahora sabía que quería acostarse con él. Sin embargo, Bruno no
hizo ningún movimiento, Gabriel se sentía cada vez más frustrado. ¿Qué diablos esperaba Bruno?
Gabriel ya había dado el primer paso diciéndole que lo deseaba, ¿qué acaso Bruno ya no lo deseaba?
Al menos esperaba que Bruno lo besara nuevamente; lo había besado antes cuando creía que estaba
con Nelson, ¿por qué demonios no lo besaba ahora que sabía que era libre?
—¿Y si no fuera solo un error? —preguntó Bruno, y Gabriel pudo escuchar la esperanza en su
voz.
Gabriel no quería darle falsas esperanzas a Bruno, ¿para qué? ¿De qué serviría tratar de pensar en
un futuro juntos?
—Lo sería, Bruno, si me acostara contigo solo sería para quitarme la comezón, porque por más
que me duela, sé que no puedo perdonar ni olvidar lo que pasó. Y no voy a pasar el resto de mi vida
junto a un hombre por el que siento rencor.
Bruno solo se quedó sentado con expresión triste. Y maldición, como le dolía ver a Bruno triste,
quería abrazarlo y consolarlo como cuando eran novios, quitarle aquella expresión con besos y
mimos hasta que sonriera.
Pensó que tal vez había sido muy duro con sus palabras, pero cada una de ellas había sido honesta.
Ahora Bruno tendría claro que quería acostarse con él pero que no pasaría de eso.
—¿Por qué me besaste en tu oficina? —preguntó rompiendo el silencio.
—Porque desde que me rehabilité, soñé cada día contigo y me moría por besarte desde que te vi
entrar en mi oficina el día que David ingresó al centro —dijo Bruno mirándolo.
Gabriel también lo miró y esa fue su perdición… Se encontró con Bruno a medio camino y sus
bocas se fundieron en un beso.
Fue un beso desesperado, hambriento, que poco a poco fue convirtiéndose en un beso lento y
dulce. Gabriel sentía todo tan familiar, el delicioso sabor de sus labios, y la forma que tenía Bruno de
saborear su boca eran tal como lo recordaba. Bruno siempre había sido muy besucón, podían pasarse
horas solo besándose.
¡Y Bruno besaba tan bien!
Capítulo 11

Bruno quería gritar de alegría al sentir la boca, las manos y el cuerpo de Gabriel.
El primer beso había sido aún más apasionado que el de su oficina. Ambos ahora estaban solos y
nada podría interrumpirlos, podían besarse, acariciarse y amarse sin que nada los detuviera.
Gabriel se retorció en su brazos tratando se acercarse aún más, así que Bruno lo levantó y Gabriel
se acomodó a horcajadas sobre sus caderas. Bruno lo acarició acercándolo cada vez más,
recorriendo su cuello, espalda y trasero.
—Bruno… —gimió Gabriel en su boca.
Las manos de Gabriel comenzaron a abrir lentamente su camisa y Bruno contuvo el aliento
emocionado.
¡Sí! ¡Sí! ¡Y mil veces sí!
Las manos de Gabriel recorrieron su pecho y sus hombros, teniendo cuidado con la herida. Ni
siquiera prestó atención al dolor en su hombro, no soltaría a Gabriel aunque su vida dependiera de
ello.
¡A la mierda su hombro!
Desabrochó rápidamente el cinturón de los pantalones de Gabriel y tiró de su camisa para
sacársela por sobre la cabeza. Su corazón dio un vuelco al ver la medalla de los Sagrados Corazones
colgando del cuello de Gabriel. Contuvo el aliento y tocó la medalla sin poder creer que Gabriel aún
la llevara puesta.
—Aún la conservas… —dijo en un susurro.
—Te prometí que jamás me la quitaría.
Bruno no quería crearse falsas esperanzas, pero mentiría si dijera que ver la medalla aún en el
cuello de Gabriel no lo había afectado. Gabriel había dicho una vez que aquella medalla era como un
anillo de matrimonio; que aún la llevara puesta era como si nunca se hubiera quitado un anillo.
Gabriel debió notar que estaba afectado, porque se separó de él instantáneamente. Bruno no iba a
permitir que eso sucediera, volvió a abrazarlo y besarlo, y Gabriel respondió con la misma
intensidad.
Sus pechos desnudos se tocaron por fin arrancándole un fuerte suspiro. Besó a Gabriel una y otra
vez, su lengua recorriendo cada centímetro de su boca, de su cuello, sus hombros. Quería grabar en
su memoria cada segundo y cada centímetro del cuerpo de su amor. Bruno bajó su boca y besó los
sensibles pezones de Gabriel, un estremecimiento de placer sacudió a su amado.
—Oh por Dios… —gimió Gabriel sujetando su cabeza y tirando de su pelo, Bruno no sabía si
Gabriel quería alejarlo o acercarlo, pero alejarse no era una opción para él, así que siguió
comiéndose a besos, caricias y lamidas, la dulce y cálida piel de Gabriel.
No quería pensar en las palabras de Gabriel: Por más que me duela, sé que no puedo perdonar ni
olvidar lo que pasó. No voy a pesar el resto de mi vida junto a un hombre por el que siento rencor.
Era definitivo, Gabriel jamás lo perdonaría, podía tenerlo en sus brazos, hacerle el amor hasta que
se le quitara la comezón, como había dicho Gabriel, pero Bruno no tendría jamás la oportunidad de
recuperar la relación que alguna vez tuvieron.
Gabriel se levantó del sofá y se quitó los zapatos y los calcetines. Sus manos fueron rápidamente al
cierre de sus pantalones y Bruno contuvo el aliento cuando Gabriel los bajó lentamente junto a su
ropa interior.
Se tomó unos segundos para admirar el hermoso cuerpo de Gabriel, su figura juvenil y
desgarbada era ahora la de un hombre maduro y tonificado. Y a Bruno le pareció que era aún más
perfecto que antes.
—Eres perfecto… —murmuró Bruno, estirando su mano para acariciar su cadera.
Se movió hasta quedar justo frente a la ingle de Gabriel, acarició las caderas y los muslos de su
amante y las subió lentamente hasta tener el pene de Gabriel en sus manos.
—Bruno… —gimió Gabriel excitado.
No le dio tiempo a Gabriel para que se arrepintiera; se llevó enseguida el pene de Gabriel
profundamente a la boca, lamió, chupó y tragó la erección en sus manos, el sabor salado de Gabriel
estaba en cada rincón de su boca, y era maravilloso.
—Bruno… por favor dime que tienes lubricante —gimió Gabriel.
Bruno metió rápidamente la mano debajo de uno de los cojines y sacó un tubo de lubricante, aquel
era el lubricante que solía usar cuando estaba a solas y aburrido… y viendo alguna porno en su
televisor.
—No preguntes —dijo avergonzado cuando Gabriel lo miró sorprendido.
—No lo haré —respondió arrodillándose frente a él y desabrochándole los pantalones.
Antes de que Gabriel se los quitara completamente, sacó de la billetera de su pantalón un condón.
Había aprendido bien su lección y no había vuelto a tener sexo sin protección nunca más.
Terminó de desnudarse en tiempo record con la ayuda de Gabriel, quien no perdió tiempo y se
sentó a horcajadas sobre sus caderas. Bruno metió sus lubricados dedos en el apretado canal de
Gabriel y lo preparó rápidamente.
—Bruno… por favor —gimió Gabriel contra sus labios y empujándose hacia sus dedos.
Bruno no perdió tiempo, se puso el condón con manos temblorosas y Gabriel enseguida cogió su
pene y lo posicionó en su entrada. Ambos gimieron a coro cuando Gabriel descendió firmemente
sobre su erección.
Cuando estuvieron completamente unidos, Bruno ahogó un gemido. Gabriel comenzó a subir y
bajar sobre su erección y Bruno lo dejó controlar el momento hasta que Gabriel estuviera preparado
para él. Bruno notó enseguida cuando Gabriel necesitó más y movió sus caderas para enterrarse más
profundo en Gabriel.
Gabriel intensificó sus movimientos y ahogó un gemido antes de estallar en sus brazos. Bruno
trató de alargar el momento todo lo que pudo, no quería terminar rápidamente, si este momento era
todo lo que Gabriel le iba a regalar, quería tener todo lo que Gabriel le ofreciera, por el tiempo que
se lo ofreciera, pero parecía que nunca nada podría saciarlo, porque sabía que podría estar junto a
Gabriel por horas y nunca sería suficiente.
Se corrió más intensamente de lo que lo había hecho en años, no recordaba que el sexo fuera tan
maravilloso; siempre lo había sido con Gabriel pero habían pasado tantos años que le parecía que
había idealizado todo lo relacionado con él, pero estaba equivocado, hacer el amor con Gabriel no se
comparaba con nada.
Bruno alargó aquella dulce sensación del post climax todo lo que pudo y se quedaron abrazados,
acariciándose el uno al otro. Gabriel tenía la cabeza apoyada en su hombro y su aliento irregular le
hacía cosquillas en el cuello. Sentía como si el tiempo se hubiera congelado y ellos tuvieran veinte
años nuevamente, todo era perfecto como cuando se conocieron y se enamoraron. Besó a Gabriel y
lo abrazó para sentirlo más y más cerca. Por fin todo era correcto, por fin estaba donde y con quien
siempre había querido estar.
Bruno separó sus labios de Gabriel y sujetó su rostro entre sus grandes manos. Gabriel abrió sus
brillantes ojos verdes y Bruno quiso decirle que lo amaba, no podía callárselo, no importaba si
Gabriel ya no lo amaba, necesitaba decir las palabras.
—Gabriel…
—No —dijo Gabriel de manera tajante— No quiero que digas nada más, no quiero oír más
disculpas ni pensar en lo que pudo ser, solo quiero que disfrutemos esta noche…
Gabriel volvió a besarlo y por un segundo, Bruno quiso protestar, sacudir a Gabriel y demostrarle
que estaba equivocado. Estar juntos no era un error y nunca lo sería. Todas sus protestas quedaron
olvidadas cuando se dio cuenta que Gabriel no había dicho “este momento”, había dicho “esta noche”.
Se levantó con Gabriel envuelto en sus brazos y lo llevó al dormitorio. Si Gabriel le regalaba una
noche, no iba a desperdiciar ni un solo minuto de ella.
Y maldición si él no iba a aprovechar toda la noche.
Capítulo 12

Gabriel se despertó con un fuerte ronquido en su oído; había olvidado que Bruno roncaba, y que le
gustaba dormir abrazado a él, así que la boca de Bruno estaba casi sobre su oreja. Le dio un pequeño
empujón al cuerpo dormido y de inmediato Bruno se puso de espaldas, dejando de roncar. Gabriel
trató de volver a dormir, pero todo lo sucedido la noche anterior, se lo impidió. Tanto su cabeza
como su corazón estaban demasiado sobre estimulados como para volver a dormir. Así que se
levantó silenciosamente al baño; cuando se estaba lavando las manos, se miró en el espejo y la
imagen que le devolvió el espejo, lo hizo sonreír y casi preguntarse quién era ese hombre feliz que
lo miraba, sus labios estaban aún hinchados de tantos besos y su tonta sonrisa era de alguien que
había tenido la noche de su vida. Y así había sido.
Hacer el amor con Bruno siempre había sido increíble, pero lo de la noche anterior había sido sin
duda la mejor. Tal vez porque ambos se habían entregado como nunca, o tal vez porque Gabriel había
tenido ocho años de muy mal sexo, cualquiera fuera la razón, Bruno le había dado los mejores
orgasmos que podía recordar.
Cuando volvía a la cama, su mirada cayó sobre un portarretrato que estaba boca abajo sobre la
mesa de noche; su buen humor se esfumó en dos segundos al pensar que Bruno tenía una foto de
Darío junto a su cama, así que cogió el portarretrato dispuesto a arrojarlo a la basura, pero se detuvo
abruptamente al ver la foto: Era una foto suya que Bruno había tomado cuando eran novios; la
fotografía estaba vieja y muy ajada, pero estaba bellamente enmarcada, lo que indicaba que era un
recuerdo valioso para Bruno.
Colocó el portarretrato en su lugar, sintiendo su tonta sonrisa volver a su cara y se recostó con
cuidado. Gabriel se apoyó sobre el codo para mirar el rostro dormido de Bruno y le dolió el corazón
al ver lo hermoso que era el hombre cuando dormía. Sus perfectos labios eran una invitación a pasar
su lengua hasta que los abriera y le entregara su lengua; y su barba rubia brillaba con los primeros
rayos de sol haciendo que Gabriel deseara besar a Bruno solo para sentir aquella barba sobre sus
labios, sobre su piel, sobre cualquier parte que Bruno besara.
Suspiró pensando en lo estúpido que había sido al querer mantenerse alejado; ahora sabía que era
un intento inútil porque su cuerpo y su corazón lo único que querían era estar más y más cerca de
Bruno.
Se quedó varios minutos mirando a Bruno dormir y tratando de entender sus complicados
sentimientos. Entendió por fin que no era rencor lo que lo mantenía alejado de Bruno, era miedo. A
pesar de las dudas y el dolor, aún amaba a Bruno, lo amaba tanto como antes y siempre lo amaría,
pero estaba aterrado de volver a estar junto a él. No sabía si podría pasar por todo aquello otra vez si
Bruno recaía en su adicción.
Suspiró pensando que Erick tenía razón: en el amor no había garantías, y nunca tendría la
seguridad de que Bruno no volvería a drogarse. ¿Podría vivir con eso?
Sí, pensó, si la recompensa era pasar el resto de su vida con el hombre que amaba, podría vivir
con eso.
Sin garantías, se dijo, sintiéndose mucho más seguro que la noche anterior. Al final, solo tenía una
certeza y era que jamás se volvería a sentirse igual en los brazos de nadie más. Solo recordar como
lo había mirado Bruno la noche anterior cuando hicieron el amor, lo hacía olvidar gran parte de sus
temores.
Bruno trató de girarse dormido hacia él, pero antes de lograrlo, dio un sobresalto y se despertó
emitiendo un quejido ronco de dolor.
—¡Ay! Oh mierda… —se quejó.
—¿Estás bien? —preguntó preocupado.
—Sí, solo me duele un poco la herida.
Preocupado, Gabriel se incorporó un poco más cerca y revisó la herida con cuidado.
—No está sangrando. ¿Te dieron algún analgésico?
—No, solo antibióticos.
—¿No te dieron analgésicos? —preguntó sorprendido.
—El doctor me los ofreció, pero los rechacé.
—¿Por qué hiciste eso?
—Por mi largo historial con pastillas —dijo Bruno, sin mirarlo— la mayoría de los calmantes
tienen componentes que no puedo consumir.
—Nunca había pensado en eso.
—No tienes por qué saberlo —dijo Bruno mirándolo por fin—. Lo que si debes saber es que no he
recaído en mi adicción en más de seis años y no volveré a caer.
—Entonces me alegro de que rechazaras los calmantes —dijo con una sonrisa.
Gabriel no pudo evitar sentirse feliz. Que Bruno estuviera tan seguro de su rehabilitación y que a
pesar del dolor que estaba sintiendo no hubiera aceptado calmantes, añadía aún más esperanzas a su
ya esperanzado corazón. Bruno tal vez siempre sería un adicto, pero esta vez al menos estaba
luchando contra sus adicciones.
—Es una lástima que estés adolorido —dijo acariciando y jalando con suavidad los vellos del
pecho de Bruno— porque amanecí juguetón esta mañana.
—Me encanta cuando haces eso… —Bruno cerró los ojos unos segundos disfrutando las caricias
de Gabriel.
—Lo sé, recuerdo cuanto te gustaba —dijo sentándose a horcajadas sobre las caderas de Bruno,
haciendo que sus ingles se tocaran y se rozaran de manera deliciosa.
Gabriel siguió acariciando el pecho de Bruno y jalando con suavidad sus vellos. Bruno levantó las
caderas friccionándolas con las suyas y jaló a Gabriel sobre su pecho, besándolo como solo Bruno
sabía besarlo.
Bruno lo giró poniendo su enorme cuerpo sobre él y Gabriel no pudo disimular un quejido de
placer, recordando sus viejas fantasías. Bruno lo miró unos segundos a los ojos, tal como la noche
anterior, aquella mirada que Bruno siempre le regalaba antes de decirle que lo amaba.
—¿Confías en mí? —preguntó Bruno, en cambio.
—Sí, confío en ti —Gabriel no sabía a qué se refería exactamente Bruno, pero contestó con
honestidad y se sintió feliz al saber que confiaba en el hombre que amaba.
—Vuelvo enseguida —dijo Bruno, levantándose de la cama.
Gabriel iba a protestar, pero escuchó el agua correr en el baño, así que le dio su tiempo a Bruno
antes de levantarse y arrastrarlo de vuelta a la cama.
Cuando Bruno volvió al dormitorio, Gabriel se deleitó viendo el cuerpo desnudo de Bruno, que en
vez de volver a la cama, caminó hasta el closet y sacó algo que Gabriel no pudo ver. Cuando volvió a
la cama, llevaba un amasijo de colores en su mano.
—¿Confías en mí? —volvió a preguntar Bruno.
—Ya te dije que sí.
Lentamente Bruno desenrolló la tela en sus manos, dejando ver la corbata más fea que Gabriel
había visto en su vida.
—Sube las manos sobre tu cabeza —ordenó Bruno.
Gabriel quedó sin aliento con las palabras de Bruno. Oh por Dios… ¿Bruno iba a atarlo a la cama?
Su pene se infló y saltó automáticamente.
Gabriel subió de inmediato los brazos y juntó sus muñecas. Dejó escapar un gemido cuando la tela
de la corbata fue atada firmemente a sus muñecas y luego a la cabecera de la cama.
—¿Es esto lo que deseas? —preguntó Bruno en su oído.
—¡Sí! —respondió con seguridad.
Bruno le dio una sonrisa tímida y lo besó con rudeza. Gabriel solía amar al tímido Bruno que era
antes, pero amaba aún más al Bruno que era ahora, más seguro y mucho más decidido en la cama.
Las caricias de las grandes manos corrían por todo su cuerpo, Gabriel quiso acariciarlo también,
pero con sus manos inmovilizadas no se lo permitieron. Bruno descendió por su anhelante cuerpo y
besó cada centímetro de su pecho y abdomen. Cuando llegó a su entrepierna Gabriel gimió de placer.
La boca de Bruno siempre había sido muy talentosa y había mejorado aún más con los años. Hizo a
un lado los celos que sintió al pensar en lo que Bruno hubiera aprendido en la cama con otros
hombres, no estaban juntos y no tenía ningún derecho a estar celoso, pero de ahora en adelante, le
arrancaría los ojos a quien se atreviera siquiera a mirar a Bruno.
La dulce boca de Bruno se despegó de su erección para bajar aún más para besar y lamer sus
testículos. Las grandes manos Bruno lo giraron, dejándolo sobre su estómago, besó y lamió su
espalda y todo el camino hasta que llegó a su trasero, amasó sus glúteos relajándolos y abriéndolos,
su lengua bajó aún más lamiéndole vorazmente el ano. Gabriel se retorció y levantó las caderas
tratando de acercarse aún más a la boca Bruno, pero su amante le inmovilizó las caderas
impidiéndoselo.
Amaba que le comieran el ano, lo adoraba, pero a Nelson no le gustaba hacerlo, así que aquellas
caricias se sentían como gloria pura.
—Oh por todos los cielos —casi grita de placer cuando los anchos dedos de Bruno se unieron a su
lengua y tocaron su próstata— ¡Sí! Oh por Dios... me voy a correr.
—No, no puedes —dijo Bruno serio— solo lo harás cuando yo te lo diga.
Gabriel pensó que moriría de placer, tiraba incansablemente de sus ataduras tratando de contener el
orgasmo. No estaba interesado en aquello de la dominación-sumisión, pero mentiría si dijera que las
palabras de Bruno no lo habían excitado aún más.
—Ya no puedo contenerlo —dijo con un hilo de voz.
—Si puedes —dijo Bruno estirándose hacia la mesa de noche.
Escuchó el ruido del envoltorio del condón y sintió el frio del lubricante en su entrada. Bruno
colocó su cuerpo sobre el suyo inmovilizándolo y lo penetró rápida y profundamente haciéndolo
gemir. Se sentía tan bien, había soñado con aquello por muchos años y por fin su fantasía se había
hecho realidad… y con el hombre perfecto.
Bruno apenas le dio tiempo para que se adaptara a él antes de comenzar a mover las caderas y
penetrarlo una y otra vez, no con delicadeza, si no firmemente y con pasión.
Gabriel enterró el rostro en la almohada para ahogar los gritos de placer, sus propias caderas no
podían quedarse quietas y se retorcía para acercarse aún más a Bruno.
—Ya no puedo… —gimió con un hilo de voz— ya no puedo más.
—¿Quieres acabar? —preguntó Bruno en su oído.
—¡Sí! —gimió sin fuerzas cuando Bruno golpeaba su próstata una y otra vez.
—¿Sí que?
—Sí, mi amor… —gimoteó cuando el orgasmo más fabuloso de su vida lo golpeó.
Bruno siguió penetrándolo mientras se corría, una ola tras otra de placer y se retorcía bajo el peso
de Bruno que lo inmovilizaba. Cuando quedó laxo sobre el colchón, Bruno lo giró nuevamente
dejándolo de espaldas, se arrodilló entre sus piernas y volvió a penetrarlo, aquel maravilloso placer
parecía no tener fin. Gabriel pensó que no había forma de que sucediera, pero su pene comenzó a
responder. Bruno lo tomó entre sus manos y lo masturbó al ritmo de sus caderas ayudándolo a
conseguir un nuevo orgasmo, pero no parecía suficiente para ayudar a su agotado pene.
Bruno entonces se inclinó sobre él, besándolo desesperadamente y aplastándolo sobre el colchón;
aquello lo disparó sobre el borde y volvió a sacudirse con un nuevo orgasmo, y esta vez Bruno lo
acompañó.
Bruno se dejó caer pesadamente sobre Gabriel, respirando con dificultad y disfrutando los ecos
del mejor orgasmo de su vida.
Al parecer la fantasía de Gabriel no solo había puesto de cabeza a su amado, también lo había
afectado profundamente en niveles que jamás sospechó. ¿Quién hubiera dicho que disfrutaría tanto
tener a Gabriel atado y a su merced?
No había ayudado a calmar sus pasiones que en el calor del momento, Gabriel le dijera: Sí, mi
amor. Aún le daban ganas de gritar de alegría al recordar aquel instante.
Se incorporó sobre sus codos para desatar a Gabriel que aún estaba con los ojos cerrados y con
una sonrisa imborrable en su rostro.
—¿Estás bien? —preguntó acariciando las marcas que la corbata había hecho en las muñecas de
Gabriel.
—No lo sé —dijo Gabriel con voz ronca— creo que acabas de matarme unas cuantas miles de
neuronas con ese orgasmo.
—Sí, creo que también maté unas cuantas mías —dijo sonriendo y arrojando la corbata al suelo.
—Por cierto, esa es la corbata más fea que he visto en mi vida —dijo Gabriel riendo.
—Fue el regalo, de uno de los chicos que ayudé a rehabilitarse, la verdad es que nunca la había
usado antes… no puedo decir que no valió la pena conservarla.
—Si supiera quién es, le daría las gracias.
—¿Tu fantasía fue como esperabas? —preguntó inseguro.
—¡Mejor! Era como si supieras como quería que me tocaras… ¿Cómo supiste lo que quería?
Jamás te lo conté —preguntó Gabriel confundido.
—Cuando éramos jóvenes no supe leer tus reacciones; pero cuando recordaba como reaccionabas
cuando afirmaba tus manos o cuando estaba sobre ti… lo supuse.
—No me gusta eso de la dominación, ya sabes, solo me gusta sentirme dominado en la intimidad.
—Lo sé.
—Gracias —dijo Gabriel dándole un beso suave en los labios— Jamás creí que cumpliría mi
fantasía.
—¿Nunca nadie…? —Y por ese alguien se refería a Nelson.
—No, nadie.
Bruno sonrió encantado, solo él había cumplido la fantasía de Gabriel, nadie más, ni siquiera el
idiota de Nelson.
—Tenemos que repetirlo —dijo Gabriel, besándole el cuello.
—¿Ahora? —preguntó sorprendido Bruno.
—No —contestó Gabriel, riendo— estoy demasiado agotado y necesito una ducha urgentemente,
pero puedes apostar que lo haremos otro día.
Bruno sonrió y no pudo contener la alegría que lo inundó con las palabras de Gabriel. Su amante
pensaba volver a dormir con él.
Había notado distinto a Gabriel aquella mañana; no era el mismo hombre hosco y serio de la
noche anterior, se parecía más al hombre risueño y positivo del que se enamoró.
¿Qué había provocado aquel cambio en Gabriel? ¿Sería un cambio permanente? ¿O Gabriel
volvería a odiarlo cuando todo aquel maravilloso sexo terminara?

Gabriel sonrió cuando Bruno limpió un poco de mermelada de sus labios y luego lo besó.
Después de que Bruno y él se levantaron, habían tomado una larga y excitante ducha, y ahora
estaban uno al lado del otro desayunando y besándose en cada ocasión que podían hacerlo.
—¿Qué haremos hoy? —preguntó Gabriel sonriendo al pensar en pasar todo el día con Bruno.
—Lamentablemente debo ir al centro a las once. Voy a visitar a Max junto a la asistente social del
centro y le prometí a David que nos podría acompañar. Le di una autorización para que la firmaras.
—Sí, me dijo algo, pero no alcancé a estar mucho tiempo con él.
No quiso decir que en realidad había salido corriendo cuando supo que Bruno estaba herido.
—Puedo imprimir un permiso en mi computador para que lo firmes, si es que lo autorizas a salir
del centro —dijo Bruno.
—¿Crees que sea buena idea que salga?
—Sí, ha hecho un gran trabajo estas últimas semanas. Incluso creo que sería buena idea que pasara
la noche en su casa, contigo, sería muy bueno que le dieras esa demostración de confianza.
—¿Y si huye? —preguntó preocupado.
—Lidiaremos con eso, pero algo me dice que no lo hará. Aprovecha la oportunidad de acercarte a
él, Gabriel. David puede proclamar todo lo que quiera sobre que lo dejes tranquilo, pero en el fondo
es solo un niño asustado que te necesita.
—Lo intentaré, aunque lo más probable es que reciba un rechazo. Es lo que suele hacer.
—Lo sé. David está muy confundido y con mucha rabia dentro de él y mucha de esa rabia la
descarga contigo.
—Quisiera saber que fue lo que hice para que me odie tanto —dijo con tristeza.
—No te odia —le dijo Bruno tratando de consolarlo—. Solo está pasando por muchas cosas.
Debes tener paciencia con él, estoy seguro de que en algún momento explotará y te dirá lo que le
molesta.
Bruno lo abrazó contra su amplio pecho y Gabriel volvió a sonreír.
Le alegraba saber que tendría a Bruno a su lado para ayudarlo con David, si superaban la adicción
de su sobrino, todo estaría bien.
Volvió a reír al sentir que todo aquello era como un déjà vu. Estaban en su antiguo departamento,
habían pasado la noche entera haciendo el amor y todo se sentía igual como cuando eran novios.
Capítulo 13

David se paseaba intranquilo cerca de la entrada del centro.


La tarde anterior, su tío Gabriel había salido corriendo para ver a Bruno y no había alcanzado a
pedirle que firmara su autorización para ir a ver a Max.
Se arrepentía de no haberlo hecho antes de decirle lo de Bruno, ahora estaba realmente jodido:
Había falsificado la firma de su tío en la autorización. Era una buena imitación, ya que no era la
primera vez que lo hacía, pero si Bruno lo descubría, no podría ver a Max. Además, estaba el hecho
de que no quería mentirle a Bruno, el consejero se había portado tan bien con él, que no quería
defraudarlo.
Cuando Bruno salió con una mujer de las oficinas, David detuvo su andar y se puso aún más
nervioso.
—Hola, David. Ella es Magdalena, la asistente social del centro, va a ir con nosotros a ver a Max y
tratar de ayudarlo en lo que sea posible.
—Genial —dijo nervioso.
Bruno frunció el ceño y se giró hacia la mujer levemente.
—¿Podrías esperarnos en el automóvil, Magdalena? David y yo iremos enseguida.
—Por supuesto —dijo la mujer, con una sonrisa y encaminándose a la salida.
—¿Está todo bien? —le preguntó Bruno.
David aún se debatía entre si decirle o no, que su tío no había firmado la autorización. Tal vez ni
siquiera se la pediría, así que estrujó el papel que tenía en la mano y se lo metió en el bolsillo del
jeans disimuladamente.
—¿Qué es eso? —preguntó Bruno, apuntando a su mano.
Mierda.
—Nada —dijo rápidamente, pero Bruno puso su palma boca arriba para recibir el papel.
Derrotado, David le dio el papel y Bruno lo estiró para verlo.
—Mmm… bonita falsificación.
David bajó la mirada avergonzado. Sabía que Bruno, ya venía de vuelta y no se creería una mentira
fácilmente, así que optó por decir la verdad.
—No quería hacerlo. Ayer le iba a pedir a mi tío que la firmara, pero salió corriendo cuando supo
de su accidente.
—Lo sé. Gabriel me lo dijo, así que le pedí que firmara la verdadera autorización.
—¿De verdad? —preguntó sonriendo.
—Sí, aunque esto —dijo sacudiendo el papel— debería informarlo.
David sintió que el alma se le caía a los pies. Había esperado ansiosamente ver a Max. Mierda,
como extrañaba a su entrometido y suspicaz amigo.
—Lo siento —dijo con honestidad.
—Te daré el crédito por no habérmela entregado hasta que te la pedí y porque dijiste la verdad —
dijo Bruno, rasgando su falsificación— Por esta vez, haremos como que esto no pasó. Pero será la
única vez David, así como yo confío en ti, debes confiar en mí. Nunca te he mentido y nunca lo haré,
y espero lo mismo de ti.
—No volverá a pasar, lo prometo.
—Vamos a ver a Max —le dijo, con un gesto de cabeza— Magdalena nos espera.
Cuando salieron del centro David sintió escalofríos. Era extraño, llevaba casi un mes en el centro,
y había protestado cada día por estar encerrado. Pero ahora que estaba afuera, quería volver
corriendo y encerrarse el mismo.
—Es normal —le dijo Bruno, que lo observaba sin que lo hubiera notado.
—¿Qué cosa? —preguntó mientras caminaban hacia el estacionamiento.
—La sensación de perder la seguridad que te da estar encerrado.
—¿También la sintió?
—Sí, la primera vez que salí de rehabilitación, sentí como si me hubieran quitado una red de
seguridad. Que caería en cualquier momento y no sería capaz de mantenerme sobrio.
—Es tan tonto sentirse así.
—No lo es. En el centro la responsabilidad de mantenerte sobrio está en los terapeutas, pero en el
mundo real, eres tú quien debe tomar esa responsabilidad.
———¿Cuánto tiempo dura esa sensación?
—En mi caso, mucho tiempo, pero mi adicción era mucho peor que la tuya, David, por eso espero
que puedas superarlo en esta etapa, será mucho más fácil para ti, en muchos sentidos.
—Gracias por todo Bruno, por hablar conmigo como lo hace y por aconsejarme.
—Ojala hubiera tenido a alguien que me dijera estas cosas cuando tenía tu edad… aunque para
serte honesto, no sé si lo habría escuchado.
—Yo sí lo he escuchado —dijo David, con honestidad, con lo que recibió una cariñosa sonrisa de
parte de Bruno.
Tras un corto viaje en el automóvil de Bruno, llegaron rápidamente a la casa de Max, su amigo
vivía en un tranquilo barrio residencial a no más de cuatro o cinco calles del centro. David no quiso
preguntar, por qué mejor no habían caminado, pero dolorosamente pensó que tal vez lo hacían para
que no huyera. Algo que no pensaba hacer.
David sintió mariposas en su estómago cuando Bruno tocó a la puerta. Hace varios días que no
veía a su amigo y la sola ilusión de ver a Max, hacía latir su corazón a cien kilómetros por hora.
David sabía que Max le gustaba más que como amigo, ya había asumido que tal vez era bisexual,
pero eso lo confundía aún más.
Los tres fueron recibidos por la mamá de Max. Era una mujer bajita y delicada, muy parecida a
Max, la cual se veía realmente cansada. Pobre mujer, David sabía lo que era cuidar a una persona
enferma, lo había visto por meses cuando su mamá enfermó. David pestañeó rápidamente para que
nadie viera las lágrimas que aún brotaban cuando recordaba a su mamá. David la había visto apagarse
rápida y dolorosamente sin poder hacer nada más que acompañarla hasta el día que murió.
Recordaba cuan feliz había sido al saber que viviría con su tío Gabriel y como sintió que su
familia se completaba con su tío Nelson. Pero ahora sabía que aquella familia feliz era solo una
ilusión, una mentira que solo lo había lastimado al darse cuenta que el amor verdadero no existía. Su
tío no amaba a Nelson, y ninguno de ellos lo amaba a él. Era así de sencillo.
David pidió de inmediato ver a Max y la señora lo llevó directamente al cuarto de su amigo.
—Max…—dijo la mamá de su amigo, entrando en la habitación oscura y sentándose en la cama—
cariño, tienes visita.
La primera visión del menudo cuerpo de Max le apretó el corazón: Max se veía muy mal, pálido y
ojeroso. Estaba aún más delgado y su rostro estaba de un color entre gris y verde.
—¿Quién es? —preguntó Max, casi en un susurro.
—Soy yo, David —dijo acercándose.
—Hola —respondió su amigo con una sonrisa débil.
David sintió su estómago apretarse esta vez: Así lucía su mamá antes de morir. Silenciosamente
elevó una plegaria, rogando porque Max no muriera también. Tal vez él si pudiera recuperarse.
La mamá de Max los dejó solos y David ocupó su lugar en la cama junto a Max.
—¿Cómo te sientes? —preguntó estúpidamente.
Max lo miró y sonrió.
—Me siento como la mierda. ¿Y tú? —dijo con voz ronca.
—Al parecer, mejor que tú.
—¿No eras tú el que estaba con la mierda al cuello?
—Parece que tú y yo podríamos fundar mierdópolis —Max se rió suavemente— Lamento la pelea
que tuvimos el otro día.
—Solo lo dices porque ahora sabes que estoy enfermo.
—No es cierto, te esperé frente a la puerta para disculparme durante tres días antes de saber que no
irías.
—Está bien, fue solo una discusión, los amigos discuten…
—Eres el primer amigo verdadero que tengo, Max. No me di cuenta cuanta falta me hacía tu
amistad hasta que no apareciste en el centro.
Max le dio una sonrisa triste antes de cerrar los párpados suavemente.
—¿Te sientes bien?
—Estoy cansado, la quimio me debilita mucho.
—Entonces será mejor que te deje descansar. Si Bruno y mi tío me autorizan vendré mañana.
—¿De verdad?
—Por supuesto que sí. Para eso son los amigos Max, para estar en las buenas y en las malas.
—También eres el primer amigo verdadero que tengo.
—Descansa —dijo levantándose y en un impulso se inclinó y le dio un suave beso en la mejilla a
Max— Te veré mañana, trataré de estar aquí a la misma hora.
—Está bien —dijo Max cerrando los ojos suavemente.
David salió de la habitación y cerró la puerta con suavidad. Cuando ya estaba fuera apoyó la frente
en la puerta y rezó para que Max se recuperara.
—Te prometo no volver a mentir —dijo rezando—, no volveré a beber ni volveré a drogarme,
pero por favor, no te lo lleves. Te prometeré lo que me pidas, pero no permitas que vea morir otra
persona que amo de esta forma.
Se quedó un buen rato allí rezando y tratando de que sus energías positivas le llegaran de alguna
manera a su amigo.

Max se maldijo por estar tan débil. Si se hubiera sentido mejor, entonces David podría haberse
quedado un poco más.
Era una pésima idea enamorarse de su amigo. Pero no se podía mandar en el corazón.
¿Cómo podía no enamorarse de los hermosos ojos de David? De esos hermosos labios. Levantó la
mano con esfuerzo y se acarició la mejilla que había besado su amigo.
La debilidad lo venció y dejó caer la mano pesadamente. Odiaba la debilidad y lo mal que se sentía
después de la quimioterapia. Odiaba estar enfermo. Nunca le había gustado tener que tomar
medicamentos, apenas soportaba las aspirinas y ahora debía soportar que le metieran ese veneno en
el cuerpo.
Estaba cansado de estar enfermo, ya ni siquiera sentía deseos de seguir luchando. Llevaba dos años
peleando contra el cáncer y era más que obvio que la maldita enfermedad estaba ganando.
Sentía que se había pasado la vida en hospitales, primero porque no podían identificar su
enfermedad y después en tratamientos. No tenía amigos y jamás había tenido un novio. Ya se había
resignado a que iba a morir virgen. Tal vez David se compadecía de él y podría darle un beso, para al
menos no irse sin saber lo que era un beso.
Desechó la idea rápidamente, David era hetero, lo había visto con su novia en el centro, era una
chica linda, dulce y afortunada, ya que podía disfrutar de los labios de David.
Cerró los ojos más cansado de lo que se había sentido nunca. La imagen de David besando su
mejilla fue lo último que registró antes de caer dormido profundamente.
Capítulo 14

Después de dejar el departamento de Bruno aquella mañana, Gabriel había optado por ir a su clase
de yoga, ya que no tenía ganas de volver a su casa vacía, Gabriel ya no la sentía tan acogedora como
antes sin David en ella.
Después del yoga, volvió a su casa y se alegró al recordar que David pasaría el día con él e incluso
se quedaría hasta el día siguiente. Era triste, pero no extrañaba a Nelson en la casa, solo a David.
Gabriel atravesó el living y pensó en ir a la cocina a preparar el almuerzo para David y para él; si
era afortunado, tal vez podría convencer a Bruno para que se quedará a comer con ellos; al entrar al
comedor vio a un hombre sentado en la silla más cercana a la ventana y casi se cae de culo del susto.
—¡Mierda! —gritó retrocediendo asustado hasta que reconoció que el hombre a contraluz era
Nelson.
—Gabriel, soy yo —dijo Nelson levantándose rápidamente.
—¿Qué diablos estás haciendo aquí? —dijo, sosteniéndose el corazón que latía desbocado—
¿Quieres matarme de un susto?
—Lo siento, no fue mi intención asustarte. Solo quería hablar contigo.
—La próxima vez avísame —dijo sentándose frente a Nelson.
—¿Cómo estás? —preguntó Nelson, con mirada triste.
—Bien… —dijo tratando de no sonar demasiado feliz.
Nelson se veía tan triste que le dolía el corazón de solo mirarlo.
—Te he echado mucho de menos.
—Nelson… Nos vemos todos los días.
—Sabes que no me refiero a eso.
—Yo… —dijo incapaz de mentir, porque no lo había extrañado en lo más mínimo.
—Obviamente tú no —dijo Nelson mirándose las manos— Vine anoche, pero no estabas aquí.
—Llegué tarde anoche —más bien temprano en la mañana, pensó.
—Te esperé hasta tarde, Gabriel, sé que no pasaste la noche aquí.
—No tienes derecho a…
—¿Estabas con él? —Preguntó Nelson, levantando la mirada y buscando la verdad en sus ojos—
¿Pasaste la noche con Bruno?
Gabriel bajó el rostro avergonzado, incapaz de mentir. No iba a negar a su novio; Bruno iba a ser
una parte permanente de su vida y no iba a esconder su relación, ni por Nelson, ni por nadie.
Nelson se levantó enojado de la silla y se dirigió al living. Escuchó ruidos de vidrio romperse y
siguió a Nelson para evitar que destrozara su casa. Después de todo aquella era su casa.
—¡Ni siquiera esperaste que terminara de sacar mis cosas antes de meterte en su cama! —le dijo
Nelson enojado.
—No planifiqué esto Nelson. No pude evitarlo.
—¡No me salgas con esa mierda! ¡Pudiste evitarlo!
—¡Está bien, no quise evitarlo!
—¡Y eso era lo que estabas esperando!
—¡No es verdad! Jamás pensé que volvería a ver a Bruno. Nunca lo busqué.
—¡Pero bien que aprovechaste la oportunidad! ¡Volviste a sus brazos apenas me echaste de aquí!
Nelson se paseaba por la sala de un lado a otro con los puños apretados.
—Aunque no me creas, no planeé esto, Nelson. Jamás pensé que Bruno y yo podríamos olvidar lo
que pasó y estar juntos de nuevo, pero pudimos hacerlo. Y lo único que lamento es haberte herido,
porque nunca quise hacerte daño.
—Pero lo hiciste… —dijo Nelson acercándose a él y sosteniéndole el rostro entre sus manos— Yo
siempre te he amado Gabriel…
Gabriel notó que Nelson pensaba besarlo y estaba a punto de rechazarlo en esos momentos cuando
la puerta se abrió y David entró sin percatarse que ellos estaban allí.
¡Mierda! Detrás de David estaba Bruno.

Después de visitar a Max, Bruno llevó a David a su casa para que pasara su primera noche fuera
del centro. Bruno bajó del automóvil y acompañó a David hasta la puerta de su casa, no podía
quedarse con Gabriel y David como hubiera querido, ya que debía volver con Magdalena al centro,
pero esperaba tener aunque fuera un minuto para poder ver a Gabriel.
Aquella mañana se habían despedido en medio de besos y Gabriel le había prometido que se verían
pronto. Sin embargo Bruno aún se sentía inseguro sobre el futuro, Gabriel quería volver a acostarse
con él y ya no estaba tan enojado, pero eso no significaba que ellos estarían como Bruno quería:
juntos, por el resto de sus vidas.
Bruno miró la casa donde vivían Gabriel y David. Era una casa aún más linda que la que tenían en
La Serena y por unos segundos Bruno deseó poder vivir allí con David y Gabriel. Compartir un
hogar con ellos y despertar cada mañana con Gabriel en los brazos, tal como lo habían hecho unas
horas antes. Su anhelo debió verse reflejado en su rostro, porque David lo miró con seriedad.
—He visto como mira a mi tío —dijo David, levantando la vista— Sé que lo amó en el pasado,
pero no se ilusione; aunque mi tío Gabriel ya no vive con Nelson no quiere decir que volverá con
usted.
—¿Cómo supiste que están separados?
—Por mi tío Erick. Se le salió la información cuando vino a verme.
—¿Estás bien con eso? ¿Quieres conversar al respecto?
—¿Para qué?
—Tu tío pensaba que te afectaría; de hecho estaba muy preocupado.
—¿Por mí? —dijo David, adoptando su actitud clásica— Sí claro, además esto es solo temporal,
mi tío Gabriel va a volver con Nelson nuevamente, siempre lo hace. Ha vuelto con él una y otra vez.
Bruno sintió su corazón paralizarse, Gabriel no podía volver con Nelson esta vez, ahora él estaba
en la ecuación.
—Tal vez esta vez es definitivo —insistió.
—No lo será —dijo con ironía— mi tío Nelson hasta le perdonó que le pusiera los cuernos.
Bruno casi se tropieza con la declaración de David. ¿David sabía sobre ellos? ¿Cómo pudo
enterarse de lo que habían hecho la noche anterior?
—¿Qué dijiste?
—No estoy mintiendo —dijo David a la defensiva—, oí a mi tío Gabriel hablar por teléfono con su
amante, le decía que entendiera que lo de ellos había terminado y que ya no podía seguir engañando a
Nelson.
—¿Cuándo fue eso?
—No lo recuerdo exactamente, hace como un año, tal vez un poco más.
Bruno se puso pálido con la nueva información. ¿Gabriel? ¿Su fiel Gabriel había engañado a
Nelson? Recordó dolorosamente las palabras de Gabriel la noche anterior: No quiero pensar en el
futuro, solo disfrutemos esta noche…
¿Y si David tenía razón? ¿Si Bruno era solo una aventura más para Gabriel?
—¿Por eso estás tan enojado con tu tío? ¿Por qué engañó a Nelson?
—¿Por qué sigue con Nelson si lo engaña? —dijo David, confundido, evitando su mirada.
Bruno sintió la tristeza y la rabia de David, y entendió que probablemente ahí estaba la rabia de
David hacia Gabriel, el pobre niño sentía que Gabriel había separado a la única familia que había
conocido.
¿Seguiría David apreciándolo si supiera que él también había tenido una aventura con Gabriel?
David no le dio tiempo de decir nada más, dio media vuelta y abrió la puerta de la casa, Bruno iba
tras él cuando ambos se congelaron al ver en el living a Gabriel junto a Nelson. Ambos hombres
estaban muy cerca y Nelson sostenía el rostro de Gabriel entre sus manos, a punto de besarlo. Al
verlos Gabriel se salió de entre las manos de Nelson y los miró avergonzado.
—Se lo dije —murmuró David mirando a Gabriel con mucha rabia; luego sin decir ni una palabra
subió las escaleras corriendo. El portazo que dio hizo retumbar las ventanas y puso el ambiente aún
más tenso.
—Solo vine a dejar a David, lamento la interrupción —dijo tenso.
—Gracias por traerlo —dijo Nelson molesto.
Gabriel no dijo nada, solo asintió con la cabeza y lo dejó marchar.
Bruno salió de la casa de Gabriel queriendo gritar. Nelson estaba allí, tal como le había dicho
David. Si Gabriel aún amaba a Nelson sabía que no se interpondría entre ellos, lo único que quería
era que Gabriel fuera feliz, aún a costa de su propia felicidad.
Solo había tenido una noche con Gabriel, una sola perfecta noche para guardar en su memoria
para cuando volviera a estar patéticamente solo.

Gabriel sabía lo que la escena que Bruno y David acababan de ver, parecería a ambos hombres,
Gabriel se soltó de las manos de Nelson y quería correr hacia los brazos de Bruno y explicarle todo,
pero David estaba también allí y su sobrino aún no sabía que Nelson y él estaban separados.
Gabriel no alcanzó a explicarle nada a David, su sobrino lo miró furioso y después subió las
escaleras corriendo, poco después un fuerte portazo hizo retumbar las ventanas.
—Solo vine a dejar a David, lamento la interrupción —dijo Bruno tenso y Gabriel pudo ver
claramente que estaba dolido por la escena que había presenciado.
—Gracias por traerlo —dijo Nelson molesto.
Gabriel no dijo nada, y dejó que Bruno se marchara. Debía resolver las cosas de a poco; lo
primero era sacar a Nelson de su casa y pedirle que le devolviera las llaves, si Bruno iba a estar con
él, Nelson no podría pasearse por su casa cuando se le diera la gana; también debía hablar con David
y contarle que ya no estaba con Nelson y cuando todo estuviera aclarado, correr hacia Bruno y
explicarle que nada había sucedido con Nelson ni volvería a suceder.
—¡Qué lindo! ¡Tu amante tiene la caradura de aparecerse aquí! —dijo Nelson molesto.
—Novio —dijo Gabriel con firmeza y sintiéndose feliz de poder reclamar a Bruno nuevamente
como suyo— Bruno es mi novio, Nelson, y vendrá a mi casa cada vez que quiera, si así lo decido.
—¿Así nada más?
—Lo amo, Nelson. Esperé ocho largos años para estar junto a Bruno. Lamento si saliste lastimado
en el camino, pero lo amo y no renunciaré a él.
—Vendré mañana por el resto de mis cosas —dijo Nelson caminando hacia puerta.
—Por favor deja las llaves —dijo con voz firme y ese pareció ser el insulto final, porque escuchó
el fuerte sonido que hicieron las llaves al ser arrojadas por Nelson.
El portazo que dio Nelson hizo retumbar los vidrios y compitió mano a mano con los portazos de
David. Caminó hacia las escaleras para ir al cuarto de David y sintió un enorme alivio al ver las
llaves sobre el arrimo que estaba cerca de la puerta.
Golpeó la puerta del dormitorio de David, pero no recibió respuesta, volvió a golpear con miedo
de que David no estuviera en su cuarto y hubiera huido por la ventana nuevamente, pero para su
alivió la puerta se abrió cuando golpeó por tercera vez.
—¿Qué? —preguntó groseramente David.
Las intenciones de Gabriel eran decirle a David que Nelson se había marchado, pero no sabía
cómo decírselo. ¿Cómo le explicaba que el hombre que David consideraba un segundo papá, ya no
sería parte de sus vidas?
—¿Quieres almorzar? —preguntó tratando de ganar tiempo.
—Escuché la puerta —dijo David— ¿El tío Nelson se marchó?
—Sí, él… bueno él y yo…
—Ya sé que están separados —dijo David arrojándose en su cama—, al tío Erick se le salió
cuando vino a verme al centro. ¿Va a volver a la casa?
—No, solo estábamos conversando.
—¿No va a darle otra oportunidad? —preguntó David sin mirarlo y con algo que sonaba a
esperanza en su voz.
Gabriel odiaba romperle el corazón a David, pero no quería crearle falsas esperanzas. Por fin
había terminado con Nelson y sabía que era definitivo.
—No lo creo… —dijo sentándose en la cama de David— pero si quieres seguir viéndolo, no es
problema para mí.
Por toda respuesta David le dio la espalda y hundió la cabeza en la almohada.
—David…
—¿Puede dejarme solo?
—No lo haré, David —dijo Gabriel molesto—. Dime de una vez que hice mal. ¿Por qué me alejas
de ti? ¿Es por Nelson?
—¡Solo quiero que me deje en paz!
—¡Ya estoy harto de esto! ¡Quiero que hables conmigo! ¡Quiero que nuestra relación vuelva a ser
como era antes!
—Jamás lo será, ya no soy un niño.
—Tengo claro que no lo eres, ya eres un adolescente —un muy complicado adolescente, pensó.
—¡Soy un problema! ¡Una Carga! ¡Eso es lo que soy para usted!
—No es verdad, David. Siempre te he amado y siempre estuve feliz de que estuvieras conmigo. He
tratado de hacer todo lo que he podido, cuidarte, protegerte…
—¡No me protegió! —dijo David levantándose de la cama y alejándose de él— ¡No evitó que
me…!
David cortó sus palabras al darse cuenta lo que había dicho y Gabriel palideció de golpe. No. Por
favor Dios, aquello no. Casi corrió hacia David y lo sujeto de los hombros.
—¿Qué dijiste?
—Nada —respondió David incómodo, tratando de soltarse de sus brazos, pero Gabriel vio en sus
ojos otra cosa. Podía estar distanciado de su sobrino, pero lo amaba, lo había criado desde que era un
niño y conocía cada expresión en el rostro de David. Lo habían lastimado. Alguien había lastimado a
su sobrino.
—¿Qué te hicieron? ¡Dime! ¿Quién te lastimó, David?
—Ya no importa… —dijo alejándose de él— Ya no puede lastimarme. Está fuera de mi vida.
En La Serena, pensó Gabriel, alguien en la ciudad donde solían vivir debió lastimarlo.
—¿Qué te hizo?
—No quiero hablar de eso —dijo David a punto de llorar— No me haga hablar de lo que pasó.
Gabriel quería insistir y sacarle la verdad a David, pero recordó las palabras de Bruno: sé paciente,
no lo presiones.
—No te presionaré para que hables de lo que te pasó, David. Sé que no confías en mí, pero quiero
que me prometas que cuando te sientas preparado, hables con Lidia o con Bruno.
—¿Para qué? —dijo David sentándose en la cama.
—Porque te ayudará —dijo sentándose frente a su sobrino—. Sé lo que es vivir con rabia en el
corazón, David. No te hace nada bien.
—¿Lo dice por Bruno? ¿Todavía está enojado por lo que pasó entre ustedes?
—Lo estuve, David. Estuve enojado y con rabia por mucho tiempo, pero ya lo dejé ir y se siente
muy bien.
—¿Perdonó a Bruno?
—Sí, no fue fácil, pero nosotros… estamos bien —no se atrevió a decirle aún a David, que estaban
juntos y que si todo salía bien, lo estarían por el resto de sus vidas.
—Sí ya perdonó a Bruno… ¿le dará una segunda oportunidad?
—¿Te parecería bien si vuelvo a salir con él?
—Sí, me gusta Bruno. Es alguien realmente genial. Entiendo por qué se enamoró de él.
—Ya veremos qué pasa… —dijo sonriendo, y sintiéndose feliz de contar con la aprobación de
David— Iba a preparar el almuerzo, ¿quieres que te cocine algo en especial?
—¿Puede preparar tallarines con champiñones y crema? —preguntó con los ojos brillantes como
si ya saboreara su platillo favorito.
—Por supuesto que puedo, ¿por qué no bajas conmigo y me ayudas a prepararlos?
—Está bien —dijo David, levantándose de la cama y bajando al primer piso con él.
Gabriel suspiró aliviado al notar que David se abría un poco con él. Pero por otra parte su corazón
seguía apretado en su pecho, preguntándose quién había lastimado a su sobrino y peor aún: ¿Qué le
habían hecho?
Capítulo 15

Bruno salió del centro y miró la hora en el tablero de su automóvil, solo para comprobar que eran
más de las nueve de la noche y se había pasado todo el día sábado trabajando. Después de salir de la
casa de Gabriel y dejar a Magdalena en el centro, no tuvo valor para volver a su apartamento. Sabía
que no soportaría ver las señales de la presencia de Gabriel en su cama la noche anterior. De hecho se
preguntaba cómo podría volver a dormir en aquella cama nuevamente sin ponerse a llorar.
Hizo partir el automóvil con un nudo en el pecho que no había logrado suavizar en todo el día. Se
sentía igual que aquel día en La Serena, cuando vio a Gabriel en la puerta de su casa y se obligó a
alejarse. La historia ahora se repetía, y era aún peor, porque entonces no tenía nada que ofrecerle a
Gabriel. En cambio ahora estaba sano y podía ofrecerle su vida entera a Gabriel, si él lo aceptaba.
Iba llegando a su apartamento y trataba de decirle a su mente y a su corazón que era correcto
hacerse a un lado nuevamente, que debía dejar a Gabriel ser feliz, aunque fuera con Nelson, pero
algo dentro de él, le decía que estaba equivocado.
Y de golpe supo por qué: Gabriel no era feliz con Nelson.
Si Gabriel fuera feliz, Erick no le habría dado su apoyo; Erick adoraba a su primo y en su
conversación le había dado a entender que Gabriel ya no quería a Nelson. Además Gabriel nunca
hubiera sido infiel si estuviera aún enamorado de Nelson, Bruno conocía bien a Gabriel y él no era
así, nunca lo había sido.
Y lo más importante, si Gabriel fuera feliz, nunca habrían hecho el amor como lo habían hecho la
noche anterior.
Giró su automóvil y se encaminó a la casa de Gabriel cuando tomó la decisión definitiva: Había
renunciado una vez a Gabriel, y no volvería a hacerlo.
¡A la mierda Nelson!
Aquel cretino había tenido su oportunidad con Gabriel, y no la había aprovechado. Ahora era la
oportunidad de Bruno de hacer feliz a Gabriel y dedicaría su vida entera a ello si lo aceptaba.
Cuando estaba llegando a la casa de Gabriel, su teléfono sonó y al mirar la pantalla, vio que era
Gabriel quien lo llamaba.
—Aló… —contestó enseguida, anhelando oír la voz del amor de su vida.
—Hola… soy yo —dijo Gabriel, con una voz triste que a Bruno le partió el corazón.
—¿Estás bien? —Preguntó preocupado; estacionó su automóvil y salió del mismo sin soltar el
teléfono.
—No. No estoy bien… yo… solo quería oír tu voz.
—¿Qué pasa, cariño? —preguntó llegando a la puerta de Gabriel y tocando el timbre.
—Yo… espera, están tocando.
Cuando la puerta se abrió y Gabriel lo vio parado con el teléfono aún en la mano, soltó un suspiro
más parecido a un sollozo y se arrojó en sus brazos.
—¡Bruno! —dijo abrazándolo y hundiendo el rostro en su cuello.
Bruno lo abrazó y supo enseguida que algo había sucedido. Gabriel tenía los ojos rojos e
hinchados, así que lo sostuvo mientras se derrumbaba. Miles de opciones llenaron la cabeza de Bruno
y la conclusión a la que llegó era que Gabriel estaba así por Nelson.
Lo llevó al sofá y se sentó con él hasta que Gabriel estuvo más tranquilo para hablar. Secó las
lágrimas de Gabriel y contuvo las propias. Quería ser su amigo y apoyarlo, pero le partía el corazón
verlo sufrir de esa manera por otro hombre.
—Lo siento —dijo Gabriel en un susurro.
—Está bien, amor —dijo sin poder evitar el sobrenombre cariñoso— Dime que pasó.
Vio nuevas lágrimas asomarse a los ojos de Gabriel, el líquido hacía que sus bellos ojos verdes
brillaran como dos joyas.
—David… —dijo con las lágrimas corriendo libres por sus mejillas— Alguien abusó de David.
Bruno se congeló y miró a Gabriel aturdido. Sacudió su cabeza para despejarse, eso era lo último
que esperaba escuchar; esperaba que Gabriel le dijera que lo de la noche anterior había sido un error,
esperaba que le dijera que aún amaba a Nelson, que se había reconciliado con él. Pero jamás aquello.
Repasó sus conversaciones con David, pero no le había contado nada al respecto.
Se obligó a descongelar su cerebro y reaccionar. Gabriel necesitaba a un amigo y a un amante para
apoyarse, pero también necesitaba orientación profesional.
David y Gabriel lo necesitaban para pasar por aquella situación y él iba a poner todo de su parte
para ayudarlos.

Gabriel aún no podía creer que Bruno estuviera a su lado, justo cuando más lo necesitaba.
Aquel día había sido de dulce y amargo por igual. Dulce porque había compartido todo el día con
David y por primera vez en mucho tiempo pasaron tiempo juntos, igual que antes; cocinaron, vieron
televisión, jugaron video juegos e incluso conversaron.
La parte amarga era que no lograba sacarse de la cabeza lo que le había sucedido a David, y no
pudo dejar de culparse. Se decía que debió saberlo, debió notarlo cuando su sobrino comenzó a
cambiar.
Cuando David se fue a acostar temprano, el sentimiento de culpa fue aún peor. Necesitaba hablar
con alguien, y la única persona que venía a su mente era Bruno. Necesitaba al hombre que amaba,
apoyándolo y conteniéndolo. Así que verlo aparecer en su puerta como si lo hubiera conjurado, había
sido sin dudas, algo maravilloso.
Bruno le limpió las lágrimas y le dio un beso suave en los labios.
—Cuéntame lo que sucedió —le pidió.
—Esta mañana, después de que Nelson se marchó, subí a hablar con David. Pasó lo que me dijiste
que pasaría, explotó y se le salió que alguien había abusado de él.
—¿Te dijo que clase de abuso?
—No. No quiso hablar al respecto, ni decirme quien había sido. Lo que tal vez es bueno, porque si
averiguo quien es… Que Dios me perdone, pero será mejor que alguien lo aleje de mi o soy capaz de
matarlo.
—¿Sospechas de alguien?
—Sí, antes de comenzar con su rebeldía, David entró a una escuela de fútbol en La Serena, era muy
bueno jugando a la pelota y durante los primeros meses iba feliz a las prácticas, apenas y podía
esperar los días que tenía entrenamiento, pero después de un tiempo ya no quería ir y terminó
dejándolo. Cuando nos cambiamos a Santiago le ofrecí inscribirlo en alguna escuela de fútbol aquí y
me dijo que no volvería a jugar jamás. Además ayer me dijo que la persona que lo lastimó ya no era
parte de su vida, que ya no podía lastimarlo, así que lo único que he podido concluir es que pudo ser
uno de los entrenadores o tal vez algún compañero.
—Es probable, pero sería muy bueno que David identifique a su abusador, si aquel hombre aún
tiene acceso a niños, debe ser detenido.
—Lo sé, pero no quise presionarlo. Aunque le pedí que cuando se sintiera preparado, hablara
contigo o con Lidia. Tal vez llegue el momento en el que diga quien lo lastimó.
—Hiciste lo correcto —dijo Bruno apretando su mano cariñosamente.
—No, no lo hice, David me culpa por no protegerlo y tiene razón. Debí notar que algo estaba mal,
debí protegerlo...
—¿Cómo? Si jamás lo supiste y David no te dijo nada. ¿Cómo podías saberlo?
—Aún así, no puedo dejar de culparme. Le prometí a mi hermana que lo cuidaría, que no dejaría
que nada malo le pasara. Y le fallé. Le fallé a ambos —dijo con nuevas lágrimas— ¿Crees que algún
día me perdone?
—Por supuesto que sí. Te lo dije antes, Gabriel, David no te odia, nunca te ha odiado, solo está
asustado y confundido.
Gabriel sonrió pensando en cuanto se parecía David a él; ambos habían reaccionado de la misma
manera cuando fueron heridos: David había enfocado su rabia y dolor en él, y Gabriel la había
enfocado en Bruno.
—Puedo entenderlo, desde que volviste a mi vida me he sentido así todo el tiempo: asustado y
confundido.
—Yo también me he sentido así, sobre todo cuando te vi con Nelson hoy. ¿Vas a volver con él?
Gabriel se sorprendió, ¿de verdad pensaba Bruno que volvería con Nelson?
—No volveré con Nelson —negó con la cabeza al ver el dolor en los ojos de Bruno—. Lo que
viste hoy no es lo que pareció; él iba a besarme pero yo iba a rechazarlo cuando ustedes entraron,
además le dije que estamos juntos nuevamente.
—¿Lo estamos? —preguntó Bruno, sorprendido.
Gabriel sintió que su corazón se congelaba al notar la sorpresa de Bruno. Recién en ese momento
se dio cuenta que en ningún momento de la noche anterior, Bruno le había dicho que quería estar con
él. ¿Había mal interpretado tan mal todo lo sucedido? Esperaba que no, porque no quería volver a
estar sin Bruno. Lo amaba, y estaba seguro de que Bruno le correspondía, así que si tenía que sacudir
la dura cabeza de su amor hasta que entrara en razón, lo haría.

Bruno contuvo el aliento esperando la respuesta de Gabriel. ¿Estaban juntos nuevamente?


—Pensé que si lo estábamos, y creí que tú también lo querías —dijo Gabriel serio.
—Por supuesto que quiero estar contigo —dijo enseguida, pero sin poder evitar la incertidumbre,
¿de verdad Gabriel lo había perdonado?— es solo que no sé que terreno estoy pisando contigo,
Gabriel.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Anoche dijiste que solo querías pasar la noche conmigo, que no podías perdonar ni olvidar.
Además David también me advirtió que no me ilusionara contigo, dijo que volverías con Nelson. Y
ahora es como si… no sé, no esperaba no tener que pasar meses convenciéndote de que volvieras
conmigo. No esperaba que ya no me odiaras tanto.
—Nunca te he odiado Bruno, solo estaba… en realidad, aún estoy muy asustado por muchas cosas.
—¿Cómo cuáles cosas? —preguntó Bruno preocupado.
—Cosas como que vuelvas a lastimarme, perderte nuevamente si vuelves a drogarte; darte mi
corazón y que no te importe…
Bruno bajó el rostro avergonzado, pero tomó su mano con firmeza antes de hablar.
—Hice muchas estupideces durante mi adicción, pero debes saber que siempre me importaste,
Gabriel.
—¿Incluso cuando estabas con Darío? —preguntó, celoso.
—Sé que es difícil de creer, pero Darío era solo un buen compañero, nunca lo amé como a ti.
Incluso Darío sabía que siempre pensaba en ti. Cuando huí una de las pocas cosas que llevé conmigo
fue una foto tuya y la miraba todo el tiempo.
—¿La foto que tienes en tu mesa de noche?
—Sí, era mi mayor tesoro cuando estaba en la calle, la miraba cada noche, deseando estar contigo.
Incluso cuando estaba en rehabilitación, la veía y cada minuto mi única meta era estar sano, para
poder buscarte y pedirte perdón.
—¿Entonces por qué no me buscaste cuando te rehabilitaste? —preguntó Gabriel con nuevas
lágrimas— Te esperé Bruno, te esperé por mucho tiempo.
—Lo sé...
—No, no lo sabes, Bruno —dijo dolido—, te justificaba diciéndome que no volvías por tu
adicción, no porque no quisieras estar conmigo, pero te rehabilitaste y no me buscaste. No me amaste
lo suficiente como para volver a mi lado…
—Sí te busqué —dijo Bruno con convicción, sosteniendo sus manos—. Apenas llegué a Santiago
lo primero que hice fue buscarte, como no estabas en tu viejo apartamento, fui a ver a mi hermano y
él me dijo que te habías ido al norte.
—Okey —dijo, Gabriel desilusionado—. Ese no fue un gran esfuerzo para contactarme.
—Después de ver a Oscar le dije que volvería al sur, pero cuando estaba en el terminal, no pude
hacerlo, necesitaba saber de ti, así que tomé el primer bus que encontré hacia La Serena.
—¿Lo hiciste? —preguntó Gabriel, sorprendido.
—Sí, Oscar me dijo que ahora vivías en la casa de tu hermana, así que fui para allá. Cuando llegué,
David y Nelson estaban jugando en el jardín y luego tú saliste y te sentaste en las escaleras. Te veías
tan feliz, tan tranquilo… que no pude hacerlo, no fui capaz de acercarme a ti.
—No tenías derecho; debiste hablarme, debiste…
—No podía, Gabriel…
—¿Por qué no? —exigió.
—Porque no podía ofrecerte nada en ese momento, Gabriel. Tal vez si me hubiera acercado a ti y
te hubiera pedido que volvieras conmigo, lo habrías hecho, pero sentí que ya no tenía derecho a
pedirte nada más. En esos momentos Darío estaba muriendo, y yo aún no sabía si estaba contagiado.
Una parte de mi creía que terminaría tal como estaba terminando la vida de Darío —dijo Bruno con
voz ronca y conteniendo las lágrimas— Nueve mil de diez mil… Todavía recuerdo esa cifra; el
doctor dijo que era un paciente de alto riesgo y solo tenía solo un diez por ciento de probabilidades
de no estar contagiado y no era justo cargarte con eso.
—No debiste decidir por los dos…
—Tuve miedo de arruinar tu felicidad nuevamente, ya te había causado suficiente daño así que
preferí alejarme y que fueras feliz. Que disfrutaras de la familia que siempre soñaste.
—¿Pensaste que sería feliz con esa mierda de si amas algo déjalo libre?
—Sí, eso fue lo que pensé —dijo Bruno, avergonzado— Aunque ahora no veo las cosas de la
misma forma. Hoy cuando te vi con Nelson pensé que si todavía lo amas, debía hacerme a un lado,
pero no lo haré, no le dejaré el camino libre a Nelson nuevamente.
Sostuvo a Gabriel y acarició su rostro, quería que Gabriel viera la sinceridad de sus palabras.
—Te amo, Gabriel y te quiero a mi lado para siempre. Si me aceptas, voy a luchar por lo nuestro y
te probaré que ninguno de tus miedos, ni nada de lo que pasó, se volverá a repetir.
—Yo también te amo, Bruno —le dijo Gabriel, con los ojos brillantes.
—Anoche dijiste que no pasarías el resto de tu vida junto a alguien por el que sientes rencor —dijo
Bruno, mirando a Gabriel a los ojos—. ¿Crees que algún día podrás perdonarme?
—Ya te perdoné, Bruno. ¿Podrás perdonarme tú a mí?
—No tengo nada que perdonarte —dijo Bruno confundido—. Nada de lo que sucedió fue tu culpa.
—Tal vez las razones por las que nos separamos no fueron mi culpa, pero también hay cosas que
son mi culpa. Muchas veces pensé que tú me odiabas, por eso no habías vuelto a mi lado
—¿Por qué te odiaría?
—Porque no me quedé a tu lado, porque te abandoné cuando me necesitabas. Porque… Me sentí
aliviado cuando me fui a Francia.
—¿Aliviado?
—Sí —dijo avergonzado— Cuando me fui y te dejé, me dolió como nunca me había dolido nada,
pero sentí como si un enorme peso se me hubiera quitado de los hombros. Me sentí aliviado de ya no
cargar con todo aquello, te amaba Bruno, pero estaba tan cansado de la situación…
—Tomaste la decisión correcta al marcharte, Gabriel —dijo Bruno, mirándolo a los ojos—. En
ese entonces no apreciaba nada de lo que me dabas, ni la ayuda, ni el amor, nada. Tenías todo el
derecho a cansarte de estar cargando conmigo. Jamás podría culparte por eso.
—Me alegro de escucharlo —Gabriel suspiró aliviado—. Y ahora que aclaramos todo, ya no
quiero más disculpas, ni reproches. Empecemos de cero, amor. Creo que nos debemos una segunda
oportunidad. ¿Quieres volver a ser mi novio?
—Más que nada en el mundo —dijo Bruno feliz—. Te amo, Gabriel, nunca he dejado de amarte.
Gabriel entonces lo besó y Bruno supo que todo estaría bien. Se besaron dulcemente hasta que los
besos se volvieron mas apasionados y Gabriel se separó un poco de él.
—Demonios… no sabes cómo deseo que te quedes conmigo esta noche, pero David está en su
cuarto —susurró Gabriel entre besos.
—¿Si solo te beso, puedo quedarme?
—¿No te molesta que solo nos besemos como dos adolescentes?
—No necesito nada más —dijo Bruno— sería feliz aunque solo pudiera sostenerte en mis brazos
por el resto de nuestras vidas.
—Por el resto de nuestras vidas… Esa idea me parece perfecta.
—A mí también me parece perfecta —dijo Bruno abrazándose más a Gabriel.
Esta vez Bruno besó a Gabriel y siguió besándolo el resto de la noche, hasta que les dolieron los
labios. Bruno quería absorber cada segundo que pasaban juntos. Nunca más iba desperdiciar el
tiempo que pasaba junto al hombre que amaba.
Capítulo 16

En la mañana, David bajó a la cocina a preparar el desayuno para su tío y para él, pero al bajar las
escaleras se quedó congelado con lo que vio. Bruno estaba durmiendo en el sofá tapado con una
manta, pero no estaba solo, su tío estaba acurrucado contra el pecho amplio de su consejero. Lo que
más lo sorprendió fue ver que sus manos estaban entrelazadas y su tío aún dormido se veía como si
se hubiera ganado la lotería: completamente feliz.
Su tío Gabriel había querido a Nelson, pero nunca lo había visto así de cariñoso con él, nunca
había visto aquella cercanía que veía ahora.
Caminó silenciosamente a la cocina y comenzó a preparar el desayuno, ahora para tres.
David sintió escalofríos al recordar que le había confesado todo a su tío, bueno, casi todo… Había
cosas que jamás le contaría a su tío, porque con lo que le había contado, su tío ya se sentía culpable.
No quería hacerlo sufrir más.
Jamás había sentido más amor por su tío que cuando le contó lo sucedido y él le creyó enseguida.
Se le habría roto el corazón si su tío no hubiera creído en él. Su mayor miedo siempre fue que al
decir la verdad, su tío le dijera que estaba mintiendo, pero había creído en él sin dudarlo.
No pudo evitar sonreír mientras preparaba el desayuno, le agradaba pensar que su tío Gabriel y
Bruno estaban juntos nuevamente. Sabía cuánto amaba Bruno a su tío y quería que ambos fueran
felices. En algún momento él se iría de la casa y no quería que su tío se quedara solo.
David esperaba encontrar algún día a alguien que lo amara de esa manera… La imagen débil y
enferma de Max vino a su cabeza. Aquella imagen lo desveló la noche anterior y David sabía que lo
atormentaría por siempre. Se apoyó en la mesa de la cocina con ganas de llorar. ¿Cuán injusto era
aquello? Bastardos degenerados como su abusador estaban sanos y salvos, y su amigo, que era el
alma más dulce y gentil que había conocido, estaba así de enfermo.
Se plantó tres resoluciones para ese año, el primero y más difícil era no volver a drogarse, el
segundo terminar el colegio y el tercero ayudar a Max, en todo lo que pudiera ayudarlo.

Bruno se despertó con los ruidos que provenían de la cocina y con los rugidos de su estómago; sin
embargo, Gabriel que estaba en sus brazos, no se despertó con los ruidos, ni siquiera lo hizo cuando
Bruno se levantó con cuidado del sofá. Fue directamente al baño y después siguió el delicioso aroma
del café que salía de la cocina.
Cuando entró en la amplia y moderna cocina, vio a David que estaba preparando, gracias al cielo,
un abundante desayuno.
—Buenos días —lo saludó David, con una sonrisa.
—Buenos días —contestó Bruno, parándose frente a David y sintiéndose feliz de la buena
recepción que el jovencito le dio.
—¿Quiere desayunar? —preguntó David, sacando unos huevos del refrigerador.
—Me encantaría, estoy muerto de hambre, no comí nada anoche.
—¿Mi tío no le ofreció nada anoche? —preguntó David, sorprendido.
—Teníamos asuntos que resolver, mucho más importantes que la comida.
—¿Y los resolvieron? —preguntó curioso— ¿Están juntos nuevamente?
—Sí, los resolvimos, y estamos juntos nuevamente… ¿está bien para ti? —preguntó inseguro.
No podía negar que temía que David no lo aceptara tan fácilmente en la vida de Gabriel.
—Supongo… —dijo David levantando los hombros— si promete hacerlo feliz.
—Amo a tu tío con toda mi alma, David, y te prometo que lo haré feliz.
—Entonces me alegro por ambos —dijo David con una sonrisa.
David lo miró y a Bruno le pareció que quería decirle algo, pero unos segundos después bajó la
mirada avergonzado.
—¿Está todo bien David?
—Mi tío… ¿le contó sobre mí?
—Sí, David, pero por favor no te enojes con él por contármelo, lo hizo porque necesitaba apoyo
anoche, necesitaba hablar con alguien de lo que pasó.
—No fue mi culpa… —dijo con tristeza.
—Por supuesto que no. Nadie va a culparte nunca, al contrario, tu tío es quien se siente muy
culpable por no protegerte.
—Tampoco fue su culpa.
—Eso también lo sé. Gabriel te ama mucho, David, y le afectó mucho saber lo que te sucedió. Lo
que me importa saber ahora es si tú estás bien —David solo levantó los hombros nuevamente— Si
quieres hablar con alguien al respecto, estoy para ti cuando lo necesites.
—¿No le dirá nada a mi tío? ¿Aunque ahora sean novios? —preguntó con incredulidad.
—No si me lo dices como parte de tu terapia. Y ya sabes que Lidia también es buena escuchando.
—Lo sé, gracias.
David comenzó a preparar el desayuno y Bruno lo ayudó, esperando tener todo listo antes de
despertar a Gabriel.
—Bruno… —habló David, mientras preparaban el desayuno— ayer le dije a Max que trataría de
visitarlo hoy. ¿Cree que me autoricen a hacerlo antes de volver al centro?
—Gabriel tiene que llevarte al centro antes de las siete de la tarde, no creo que tu tío tenga
problemas en que visites a Max.
—Genial —David bajó la mirada avergonzado nuevamente y esta vez, Bruno no tuvo que
presionarlo para que hablara— ¿puedo preguntarle algo?
—Lo que quieras.
—¿Cree que soy gay? —preguntó sin mirarlo.
—Sí, lo creo, o al menos bisexual —dijo sin dudarlo—. Por lo que me contaste, ya tuviste un
novio, así que no entiendo por qué estás tan confundido.
—Cuando estaba en el colegio, conocí a un chico, su nombre era José Luis, y era dos años mayor
que yo; nosotros ya sabe… tuvimos algo. Hasta ese momento estaba bien con la idea de que era gay,
pero un día estaba de visita en casa de mi abuelita y ella me preguntó si tenía novia, yo le contesté que
no, que me gustaba José Luis.
—¿No le agradó la idea de que fueras gay?
—No creo que la idea le gustara demasiado, pero fue comprensiva y me dijo que analizara bien
mis sentimientos, que tal vez, como me había criado con dos hombres gay, había llegado a creer que
solo ser gay era lo correcto. Que tal vez solo estaba confundido.
—¿Lo crees así?
—Solo comencé a dudar cuando ella me lo hizo notar. Si analizo mis sentimientos, siempre me he
sentido más atraído por los chicos que por las chicas, pero cuando… ya sabe… aquel hombre me
tocaba, no me agradaba. No me gustaba que lo hiciera, así que pensé que tal vez mi abuelita tenía
razón.
—Por eso comenzaste a salir con tu novia.
—Sí, pero ahora conocí a Max y él me hace sentir distinto a como me sentía con Catalina. Max me
gusta mucho, más que como amigo, pero algo me dice que no debería estar con él. El problema es
que no sé si es porque es hombre o porque está enfermo.
—¿Si estuviera sano querrías estar con él?
David se quedó pensando unos segundos y luego asintió brevemente.
—Sí, me gustaría… Soy horrible ¿no? Discriminándolo así por estar enfermo.
—No lo eres, David. La enfermedad de Max puede ser fatal y sabes que si no la supera, vas a sufrir
con su partida. Solo estás protegiéndote de sufrir.
David se quedó pensando varios minutos, antes de hablar con voz triste.
—Gracias por escucharme.
—Gracias a ti por confiar en mí.
David le sonrió y en esos momentos Gabriel entró a la cocina mirando cautelosamente a David, a
Bruno le gustó verlo aún con cara de sueño y con el cabello alborotado.
—Buenos días —saludo acercándose a Bruno.
Bruno le acercó su taza de café y Gabriel le dio un trago. Apenas bajó la taza, Bruno lo besó en la
boca, Gabriel lo miró sorprendido y luego miró a David, preocupado.
—Los vi esta mañana abrazados en el sofá, y Bruno ya me dijo que están juntos.
—¿No te molesta?
—No me molesta, solo no hagan cosas delante de mí; un beso lo tolero, pero lo demás… guácala
—dijo poniendo cara de asco.
—No es que me moleste, David —dijo Gabriel, confundido— ¿pero eres o no gay?
—Creo que si —dijo David mirando a Bruno— pero no me interesa ver a mi tío haciendo
cochinadas, no quiero esa imagen mental.
David enfatizó su desagrado fingiendo un escalofrío y los tres rieron.
Después de eso, desayunaron juntos y Bruno sintió por primera vez, desde su rehabilitación, que su
vida era como siempre quiso que fuera: despertando con el hombre que amaba en los brazos y
pasando el día en familia sin preocuparse de nada más.
Capítulo 17

Después del desayuno, Gabriel junto a Bruno, acompañaron a David a visitar a Max.
Afortunadamente Max se sentía un poco mejor que el día anterior y David pudo estar un buen rato
con su amigo. Gabriel dejó que su sobrino se tomara todo el tiempo que quisiera con Max, ya que
sabía que al volver al centro ya no podría visitarlo tan seguido.
Poco después de volver de la visita a Max, sonó el timbre y al abrir la puerta Gabriel se quedó de
una pieza al ver a su primo Erick, junto a Marco e incluso Markito.
—Lo olvidaste —dijo enseguida Erick riendo— olvidaste que me invitaste a almorzar hoy.
Oh mierda, lo había olvidado completamente
—Lo lamento, Erick —saludó a su primo y se hizo a un lado para que su familia entrara en la casa
— pasaron muchas cosas ayer y yo...
Su primo miró a Bruno y sonrió con malicia.
—Sí, ya veo que pasaron muchas cosas. Hola Bruno.
—¡Bruno! —Exclamó Marco y se acercó a abrazar afectuosamente a Bruno— Santo cielo, que
bueno es verte sobrio.
—¡Marco! —lo regañó Erick, pero Bruno solo se rió de las palabras de Marco.
—Está bien, Erick —dijo Bruno— Marco utilizó las palabras correctas. Estoy sobrio.
—¡Y eso es genial! —dijo Marco— ¡Además están juntos de nuevo!
—Sí —dijo Bruno, con timidez— Gabriel me perdonó todas las burradas que hice.
—No, no —exclamó Gabriel— recuerda lo que hablamos anoche, nada más de estar
recriminándonos ni culpándonos. Comenzaremos de cero.
—Eso me parece una idea excelente —dijo Erick— Un nuevo comienzo es lo mejor.
—Lamento haber olvidado la invitación —dijo—, pero como vez, estaban sucediendo muchas
cosas.
—No hay problema —dijo Marco— estoy seguro que los niños estarán felices si pedimos pizza.
—¡Sí! — exclamaron a coro David y Markito, que ya estaban instalados jugando videojuegos y
dejando a los adultos hablar.
—Solucionado —dijo Marco riendo.
Gabriel sonrió al ver a su familia reunida almorzando. Habían pedido pizzas a un lugar de comida
italiana y también lasaña, para no defraudar completamente a su primo.
Su olvido no fue inconveniente para tener un agradable y ameno almuerzo familiar, incluso David
sonreía y se podía ver en él al jovencito alegre y vivaz que siempre había sido.
Por primera vez en mucho tiempo, Gabriel se sintió completamente feliz. Era agradable que su
casa cobrara vida con sus sobrinos, su primo, Marco y Bruno. Su novio Bruno, se dijo, y una sonrisa
tonta se formó en su rostro.
Después de almuerzo Bruno y Marco se unieron a David y Markito para jugar videojuegos y
Erick, que al parecer no era muy aficionado a los videojuegos, acompañó a Gabriel a la cocina a
lavar los pocos platos que habían utilizado. Aprovecharon de beber un café y ponerse al día, por lo
que Gabriel le contó sobre su reconciliación con Bruno, pero optó por no contarle lo sucedido a
David; mientras su sobrino decidiera no hablar al respecto, él respetaría su intimidad.
Volvieron a la sala a terminar su café y apenas alcanzó a sentarse cuando el timbre sonó.
—Yo abro —dijo Marco que estaba más cerca de la puerta.
Cuando Marco se hizo a un lado, Gabriel vio a Nelson parado en la puerta y se quedó congelado.
—Vine por algunas cosas que olvidé —le dijo Nelson con voz ronca.
Varias cosas pasaron entonces: Nelson vio a Bruno y frunció el ceño demostrando su molestia
porque estuviera allí, por lo que Bruno se acercó a él, dejando claro que estaban juntos.
Lo que sacó a Gabriel de su aturdimiento fue la reacción de David. Su sobrino se tensó e incluso
alcanzó a vislumbrar algo de miedo en sus ojos; pero lo que le partió el corazón, fue ver que David
atrajo a Markito y lo ocultó detrás de él, protegiéndolo y ocultándolo de Nelson…
Y entonces la horrible verdad cayó sobre él. No había sido un entrenador, ni un desconocido:
Nelson había abusado de David.
Un odio y una rabia como nada que había sentido antes, lo llenó. Lo único que podía ver era el
angustiado rostro de su sobrino. Del niño que había criado. Del niño que había sido abusado.
No registró nada más en su cabeza, excepto la necesidad de matar a Nelson con sus propias manos
por lo que había hecho.

Bruno quiso gritar de angustia cuando Gabriel se paró de su silla como si un resorte lo hubiera
impulsado y corrió hacia Nelson.
¿Acaso había soñado lo sucedido la noche anterior? ¿No había tenido a Gabriel en sus brazos?
¿No habían hablado de estar juntos de nuevo?
Se congeló de la impresión cuando Gabriel en vez de caer en los brazos de Nelson y besarlo, le
dio el más impresionante y fuerte de los puñetazos que jamás había presenciado. Nelson cayó de culo
hacia el jardín y Gabriel volvió a caer sobre Nelson para golpearlo nuevamente.
Marco corrió primero hacia Gabriel, y Bruno solo salió de su aturdimiento cuando Erick gritó: —
Gabriel, ¡No!
Bruno logró llegar hasta ellos, pero al tratar de detener a Gabriel su herida dolió y tuvo que
dejarle la tarea a Marco. Su amigo logró detener a Gabriel, pero no antes de que le diera por lo
menos cuatro puñetazos a Nelson, su amigo retuvo a un furioso e incontrolable Gabriel que gritaba
enfurecido.
—¡¿Cómo pudiste?! ¡Eres un cerdo! ¡Eres un asqueroso cerdo! ¡Es solo un niño!
¡Oh mierda! Bruno palideció al entender enseguida lo que pasaba.
—¡No sé de qué mierda estás hablando! ¡Lo que te haya dicho es mentira! ¡David es un mentiroso!
—gritó Nelson.
—¡Hijo de puta! —Gabriel se soltó de Marco y arremetió nuevamente contra Nelson, pero su
amigo era más grande que Gabriel y se lo impidió.
—¡Suéltame! —gritó Gabriel enfurecido.
—Si te suelto vas a matarlo y Erick, me colgará de las pelotas si terminas en prisión —dijo Marco,
sin soltar a Gabriel.
A favor de Nelson, el hombre no se defendió, ni devolvió ninguno de los golpes de Gabriel. Bruno
se acercó entonces y envolvió a un tembloroso Gabriel en sus brazos y lo contuvo. Bruno sabía que
la adrenalina y la rabia hacían que su novio aún temblara.
—Tranquilo, amor, cálmate —le susurró, calmándolo.
—Fue él, fue él… —repetía Gabriel, una y otra vez.
—Lo sé, amor, lo sé. Tranquilo, estoy aquí… —susurrándole, poco a poco logró calmarlo.
Nelson en tanto estaba sentado en el jardín afirmando su sangrante nariz y Marco lo vigilaba de
cerca.
—No está mal herido, pero creo que deberíamos llamar a una ambulancia —dijo Marco.
—¿Puedes quedarte con él? Llevaré a Gabriel dentro y llamaré una ambulancia.
Bruno llevó a Gabriel dentro de la casa y vio a su novio restregándose la cara, tratando de
calmarse.
—No llames a una ambulancia, llama a la policía —dijo Gabriel, más calmado y mirando
alrededor de la sala— ¿Dónde está David?
—Está aquí —dijo Erick desde la puerta de la cocina.
Gabriel corrió a la cocina y Bruno lo dejó ir con su sobrino. Ambos necesitaban tiempo a solas y
él tenía que encargarse de Nelson, así que tomó el teléfono y llamó a la policía.
El infeliz de Nelson iba a pagar por lo que le había hecho a David.
Gabriel respiró profundo antes de entrar a la cocina, debía calmarse para no alterar aún más a
David.
—¿Estás bien? —le preguntó Erick, que sostenía a un asustado Markito en brazos.
—Lo estaré cuando me asegure de que David está bien.
—¿Pod que David está llodando? —preguntó Markito.
—David está triste, pero va a estar bien, bebé —le respondió Erick.
Gabriel entró a la cocina y David estaba sentado en el suelo con las rodillas dobladas y los brazos
cubriéndole la cara. Ver a su sobrino destrozado de esa forma, lo hizo querer volver al jardín y
golpear de nuevo a Nelson.
Se arrodilló frente a David y acarició una de sus manos.
—David… ¿estás bien?
—Lo siento —dijo David sin levantar el rostro— No quería que se enterara así.
—Dime qué fue lo que te hizo Nelson, David. ¿Te tocó?
—No quiero hablar de eso —dijo David escondiendo aún más el rostro.
—Debemos hablarlo. No dejaré que Nelson se salga con la suya, va a pagar por lo que te haya
hecho. Así que dime que te hizo.
—¡Nada! —dijo David, frustrado— Lo hizo y no lo hizo.
—¿Qué quieres decir con que lo hizo y no lo hizo?
—Él… nunca me tocó directamente, pasaba detrás de mí y me rozaba con su mano o con su pene;
y luego me miraba con cara de inocente, como si hubiera sido por casualidad. A veces abría la puerta
de mi dormitorio cuando estaba cambiándome de ropa o me miraba cuando salía de la ducha.
—¿Cada cuánto sucedía eso?
—A diario… —dijo David llorando— ¡Cada maldito día! ¡Y era desagradable! Quería que se
detuviera y se lo pedí, pero me dijo que no sabía de qué estaba hablando.
Gabriel quería golpear la pared de la rabia. Eso era acoso sexual, su pobre sobrino había sufrido
durante meses, tal vez años aquella horrible situación.
—¿Nelson te hizo algo más? Debo saberlo antes de ir a romperle nuevamente la nariz.
—¿Le rompió la nariz?
—Por supuesto que sí, lo mataría si pudiera, David. Te amo más que a nadie y jamás habría dejado
que te lastimara sin hacer nada.
—Él me… Estaba durmiendo y sentí una mano sobre mi pene, pensé que estaba soñando y me dejé
llevar. Entonces yo… yo… ya sabe —dijo poniéndose colorado.
—¿Eyaculaste?
—Sí —dijo avergonzado—. Cuando abrí los ojos, Nelson estaba al lado de mi cama. Cuando me di
cuenta lo que había pasado, le dije que saliera de mi cuarto y que le diría lo que había hecho, pero él
me dijo que no sabía de qué estaba hablando, que había escuchado ruidos en mi cuarto y que él solo
había ido a ver que me sucedía, dijo que cuando él entró, yo solo estaba soñando.
—David…
—Sé que no lo soñé, y se lo dije… pero él dijo que iba a arruinar su relación con algo que era
natural y que además yo… lo había disfrutado —dijo ocultando el rostro avergonzado.
Gabriel levantó el rostro de David para que lo mirara.
—No es natural que un hombre adulto toque a un menor de edad, lo que hizo Nelson está mal. Así
que jamás te culpes de lo que pasó, porque nada de esto es tu culpa —David volvió a bajar el rostro,
pero esta vez menos afectado— ¿Por qué no me lo dijiste?
—¿Me hubiera creído? —preguntó sin mirarlo.
—¡Por supuesto que te hubiera creído!
—Él dijo que no lo haría…
Gabriel respiró profundo y se restregó la cara.
—¿Y le creíste al hombre que te acosaba en vez de confiar en el hombre que te crió?
—Estaba muy asustado y confundido… —dijo David avergonzado.
—Lo sé, pequeño —dijo estirando su mano y cogiendo la de David— Vamos a salir de esto, David.
Nunca nadie te hará sentir incómodo en tu propia casa nuevamente. Te lo prometo.
Se acercó a David y por primera vez en años su sobrino dejó que lo abrazara. Se quedaron
abrazados y Gabriel sintió que David estaba llorando silenciosamente, no pudo evitar llorar él
también.
Esto era su culpa, David tenía razón, no lo había protegido como debería haberlo hecho; él había
admitido a Nelson en su casa; no había visto la clase de basura que era Nelson y había terminado
abusando de su sobrino.
—Perdóname David, no sabes cuánto lo siento… Nunca pensé… Perdóname.
—No es su culpa. Tiene razón, debería habérselo dicho, debería haber confiado en que me creería
a mí y no a él, lo siento tanto.
—¿Por eso comenzaste a usar drogas?
—Sí… En parte. No quería estar en la casa cuando Nelson estaba, cuando usted se quedaba
trabajando hasta tarde, yo me quedaba en la plaza con mis amigos esperando que llegara y ahí… todo
comenzó.
Se quedaron abrazados llorando y Gabriel sintió que por fin había restablecido los lazos con su
sobrino. Les había costado mucho dolor hacerlo, pero Gabriel se aseguraría que David nunca pasara
por algo así otra vez.
Así debiera envolverlo en algodones, nunca dejaría que David fuera lastimado nuevamente.

David respiró aliviado y dejó salir algo de la tensión que llevaba meses cargando. La verdad había
salido a la luz por fin. Tal vez no de la mejor manera, pero David no podía sentir tristeza o culpa
porque su tío Gabriel le hubiera roto la nariz a Nelson, muy por el contrario, se alegraba.
Miraba la televisión junto a su tío Erick y Markito, con quienes se quedó en la casa, después de que
su tío Gabriel, junto a Bruno y Marco, se habían ido a declarar hace varias horas, ya que cuando la
policía llegó a la casa se llevó detenidos tanto a su tío Gabriel como a Nelson.
David ni siquiera estaba poniendo atención a los dibujos animados que veían, aún estaba
demasiado nervioso por lo que podría pasar. ¿Y si su tío Gabriel iba preso? ¿Si soltaban a Nelson?
¿Si lo llamaban a declarar a él?
—¿Quieres comer algo? —la voz de su tío Erick lo sacó de sus depresivos pensamientos.
—No, gracias tío Erick, no creo que pueda comer nada en este momento.
—No estés nervioso, todo va a salir bien.
—¿Cómo está tan seguro? ¿Y si mi tío Gabriel queda detenido?
—Es poco probable, pero si sucede, irás a mi casa por el tiempo que sea necesario. ¿Es por Nelson
que no querías seguir viviendo aquí?
—Sí —David asintió—, no podía soportar la idea de que Nelson siguiera acosándome.
—Estoy seguro de que pagará por lo que te hizo, David.
—¿Y si no me creen? ¿Si Nelson dice que estoy mintiendo?
—Tu tío Gabriel, Bruno, Marco y yo te creemos, y haremos todo lo posible porque el fiscal y el
juez te crean.
—¿Deberé declarar frente a Nelson? —preguntó preocupado.
—No sé bien cómo funciona el sistema judicial, pero estoy seguro de que podrás afrontarlo,
David.
—¿Tengo que hacerlo? —preguntó triste.
—Tal vez no, pero si no declaras contra Nelson, puede quedar en libertad; Ya nunca podrá hacerte
daño nuevamente, pero puede volver a lastimar a otro niño. Las personas enfermas como él no se
detienen solo porque los descubren o porque queden impunes.
—No quiero que lastime a nadie más, pero no sé si tendré el valor de enfrentar a Nelson —dijo
avergonzado—. Me siento tan cobarde...
—No eres cobarde David. —dijo tomando su mano—. Estás saliendo de las drogas y superarás a
Nelson también. Una vez un psicólogo me dijo que cuando pasan cosas malas hay dos maneras de
salir de ellas, como víctima o como sobreviviente. Tú eres fuerte David, y serás un sobreviviente.
David sabía que su tío Erick hablaba por su propia experiencia; quedar desfigurado y perder la
memoria no debió ser fácil, pero su tío había recuperado su vida e incluso la había mejorado. Su tío
Erick era realmente un sobreviviente. Y David también lo sería.
No sería más una víctima nunca más, ni de Nelson, ni de nadie más.

Bruno, junto a Gabriel y Marco, entraron a la casa después de una larga tarde en la comisaría.
Todos tendrían que volver a declarar pero Gabriel colocó la denuncia por abuso contra Nelson y su
abogado la ratificaría en tribunales la mañana siguiente.
Cuando Gabriel le relató su conversación con David, Bruno quiso correr a buscar a Nelson y
romperle los dientes al muy bastardo. Él infeliz había hecho ido solo lo suficientemente lejos como
para no parecer culpable y había hecho sentir culpable al pobre muchacho para que no contara lo que
estaba sufriendo.
Por una parte dio gracias al cielo que Nelson no hubiera ido más lejos de lo que había llegado,
sería mucho más fácil para David superar aquel episodio de esa manera.
Entre los tres contaron lo sucedido en la comisaría y poco después Marco y Erick se despidieron
de ellos y los dejaron a los tres solos.
—¿Nelson quedó libre también? —preguntó David.
—Sí, pero espero que no por mucho tiempo —dijo Gabriel.
Bruno miró a David para ver su reacción, pero no reaccionó en lo absoluto, al contrario parecía
tranquilo y atento a lo que Gabriel había dicho.
—Voy a declarar contra él —dijo David serio, sorprendiéndolos.
Gabriel soltó el aliento que estaba conteniendo y le sonrió a David. Tanto Bruno como Gabriel,
pensaban que sería un arduo trabajo convencer a David para que testificara en contra de Nelson, pero
al parecer, el jovencito estaba madurando a pasos agigantados.
—¿Debo volver esta noche al centro? —preguntó David, angustiado.
Tanto David como Gabriel miraron a Bruno, buscando la respuesta.
—Si quieres pasar la noche aquí, yo lo solucionaré mañana con la directora.
—Gracias, Bruno —dijo David—. Me iré a la cama entonces. Ha sido un largo día.
Le dio un beso y un abrazo a Gabriel, cuando se acercó a Bruno, notó que David iba a abrazarlo
también, pero en el último minuto se retractó y solo le dio la mano; después de eso, subió corriendo
las escaleras de dos en dos y escuchó la puerta de su habitación cerrarse.
Bruno abrazó a Gabriel y besó su cabeza cuando ambos se quedaron solos.
—¿Lo notaste? —preguntó Gabriel.
—Sí, es normal que se sienta incómodo conmigo después de lo que sucedió. Pasará mucho tiempo
para que pueda confiar en otros hombres adultos.
—Esto es horrible —dijo Gabriel hundiendo el rostro en su cuello—. ¿Cómo vamos a estar juntos
si mi sobrino se siente incómodo contigo? Quiero que te quedes conmigo esta noche, pero no quiero
imponer a un novio en su vida, le prometí a David que no volvería a sentirse incómodo en su propia
casa nuevamente.
Bruno también se preguntaba cómo harían para estar juntos de ahora en adelante.
Y solo le quedaba rogar que David en algún momento superara lo ocurrido y confiara en él.
Esperaba que con el tiempo pudiera ver que él no era como Nelson y que jamás lo lastimaría.
Capítulo 18

Un año después

Gabriel entró en su casa, después de un largo día de trabajo. Había pasado casi un año desde su
reconciliación con Bruno y desde entonces, su estudio de arquitectura marchaba mejor que nunca y lo
mejor de todo era que, laboral y legalmente, estaba totalmente desligado de Nelson.
Nelson había terminado tras las rejas después de la investigación policial por abusar de David. En
los peritajes la policía había encontrado en el computador de Nelson mucha evidencia, su ex pareja
intentó borrar muchos archivos, pero los expertos habían recuperado y encontrado cientos de fotos y
videos de adolescentes; al parecer los gustos de Nelson eran por los jovencitos de entre quince y
diecisiete años, así que además de los cargos por abuso sexual, fue condenado por almacenamiento y
distribución de pornografía infantil.
Una de las cosas que más alteró a Gabriel, fue que entre las fotos encontradas, había muchas de
David; fotos de su sobrino saliendo de la ducha o vistiéndose que habían sido tomadas sin
autorización. Cuando la policía informó a Gabriel de aquello, no pudo evitar salir corriendo al baño
a vomitar.
Gabriel había terminado por vender la casa que había compartido con aquel bastardo. Después de
aquel día cuando se enteró de la verdad, no fue capaz de volver a dormir en la misma cama; de solo
recordar que había permitido que Nelson lo tocara, lo hacía sentir arcadas. Así que David y él se
habían cambiado a una casa ubicada cerca de donde vivían Erick y Marco. El más feliz con la nueva
casa era David, porque de esa forma estaba más cerca de su familia y también de la casa de Max.
David en tanto, cada día parecía estar superando más lo sucedido, incluso estaba recuperado de su
adicción, o al menos estaba limpio, como decía Bruno; David siempre sería adicto y solo el tiempo
diría si David superaría con éxito aquella amarga etapa de su vida.
Para su alegría, David estaba terminando sus estudios con buenas notas y estaba a punto de dar la
prueba de ingreso para la universidad; para su orgullo, su sobrino quería seguir sus pasos y ser
arquitecto también; y Gabriel estaba seguro de que lo lograría.
Lo único malo de aquel año, era la enfermedad de Max. El mejor amigo de David había tenido un
año muy difícil debido a los tratamientos contra el cáncer. Aún así, Max estaba terminando sus
estudios con excelentes notas y estaba postulando a una beca para la universidad. Gabriel temía que
Max no llegara a utilizarla, ya que aún con los tratamientos, Max parecía haber vuelto a enfermar.
Gabriel había visto el progreso de la enfermedad en su hermana y Max no se veía sano.
Gabriel recién se estaba quitando la chaqueta cuando el timbre sonó. Apenas alcanzó a abrir la
puerta cuando un enorme y cálido cuerpo lo abrazó y lo besó.
—¡Bruno! —exclamó riendo cuando su novio lo alzó sobre el hombro y subió las escaleras hasta
su cuarto.
—Te extrañé —dijo Bruno cayendo sobre él en la cama y quitándole el aliento con un beso.
Gabriel también lo extrañaba, se habían visto la noche anterior, pero no habían podido hacer el
amor desde hace mas de una semana. Bruno pasaba casi todo su tiempo libre con Gabriel, pero
cuando David estaba en la casa nunca se quedaba a dormir; las únicas veces que habían pasado la
noche juntos, había sido cuando David se quedaba con Max o en casa de su primo Erick.
—¿Tenemos tiempo? —preguntó Bruno.
—David está en casa de Max —murmuró entre besos— me avisó que volverá tarde, así que
tenemos toda la tarde.
—Eso es maravilloso, hace mucho tiempo que no teníamos toda la tarde para nosotros.
—Lo lamento, Bruno, sé que no es la situación ideal —dijo mirando a Bruno a los ojos.
—No, no lo es, pero mientras pueda estar contigo, puedo esperar todo el tiempo del mundo. Estoy
dispuesto a darte lo que quieras, amor.
—¿Cualquier cosa? —preguntó Gabriel.
—Cualquier cosa —dijo Bruno con voz ronca.
—No vale que te retractes después —dijo Gabriel.
—No lo haré, ¿hay alguna cosa especial que quieras? —preguntó Bruno con voz sexy.
—Quiero hacer el amor contigo... sin condón.
Bruno se tensó enseguida. Ellos aún ocupaban condones, principalmente porque Bruno lo quería
así; Gabriel le había pedido más de una vez que los desecharan, pero Bruno se negaba
constantemente.
—Cualquier otra cosa, amor, pídeme lo que quieras, pero... —dijo Bruno.
—Dijiste que no te retractarías. No entiendo por qué quieres seguir ocupando condones; si estamos
en una relación monógama, ¿Qué sentido tiene seguir utilizándolos? —Gabriel miró a Bruno
preocupado y algo dolido— ¿es porque no confías en mí? ¿Porque le fui infiel a Nelson?
—No, amor, no es por eso —dijo Bruno recostándose a su lado—. Confío en ti.
—¿Entonces por qué?
—Porque prometí que nunca más volvería a hacerlo sin condón, se lo prometí a mi hermano, me
lo prometí a mí mismo y también se lo prometí a Darío en su lecho de muerte —Bruno se cubrió los
ojos y expiró un largo aliento— Todavía siento pánico cuando voy a retirar los resultados de los
exámenes del VIH. Cada vez que los abro espero que algo haya cambiado y que me digan que soy
positivo. Siento como si llevara una bomba de tiempo dentro.
—Bruno, si estuvieras contagiado ya lo sabrías.
—¿Qué pasa si el virus cambió? ¿Qué pasa si soy portador? Tal vez no tengo los síntomas, pero
quizás llevo el virus conmigo y puedo contagiarlo.
—No eres portador, Bruno. No sé porque arrastras ese miedo irracional, pero sabes tan bien como
yo que estás sano. No llevas el virus contigo.
—Sé que es un miedo irracional, pero no quiero morir de la manera que Darío lo hizo. Ni quiero
que nadie muera así por mi culpa.
—Bruno, no te estoy pidiendo que te arriesgues irresponsablemente, los dos nos hicimos los
exámenes y estamos sanos, amor.
—Lo sé —dijo Bruno, tragando un nudo que tenía en la garganta.
—¿Y bien? ¿Podemos hacer el amor sin condón esta vez? —preguntó Gabriel esperanzado.
Bruno sonrió y atrajo a Gabriel más cerca para un beso. Acarició su mejilla y bajó la mano hasta
llegar a la medalla que aún colgaba del cuello de Gabriel. Bruno amaba ver que Gabriel la llevara
siempre.
—Prometí que te haría feliz, Gabriel; si ya no quieres usarlos, no lo haremos —dijo suspirando.
—¿Estas seguro?
Bruno lo miró con ojos pícaros, antes de preguntar: —¿Tienes alguna corbata que puedas
arruinar?
Gabriel contuvo el aliento ante las implicancias de la pregunta y casi gritó:
—¡¡Tengo un montón de corbatas feas!!
Así que arruinaron una de sus corbatas feas… más de una vez.

Bruno atrajo a Gabriel más cerca, disfrutando tener a su novio en sus brazos, después de hacer el
amor se habían quedado abrazados disfrutando de una tranquila tarde en pareja. Aún después de casi
un año juntos, todavía daba gracias al cielo cada día porque Gabriel hubiera tenido la capacidad de
perdonarlo y empezar de cero.
Para Bruno, lo único malo de aquel año, era que debido a lo sucedido a David, Gabriel y él no
podían vivir juntos. Entendía la posición de Gabriel y sabía que debía ser paciente; en algunos años
David querría vivir solo y entonces ellos podrían por fin pasar todo el tiempo que quisieran juntos,
sin incomodar a David. Sin embargo, cada día se le hacía más difícil volver por las noches a su
departamento y no dormir con Gabriel en sus brazos.
Gabriel tocó la fea corbata utilizada que aún colgaba del respaldo de la cama. Afortunadamente
para Bruno, aquella cama no era la misma que Gabriel había compartido con Nelson, ya que su novio
había donado la cama, muebles, adornos y accesorios que había comprado o elegido Nelson. Le
había pedido ayuda a Erick y junto a David habían decorado la nueva casa rápidamente. Ya no había
nada que les recordara al hombre que les había hecho tanto daño.
—Amor… —dijo Gabriel soltando la corbata—, nunca me has dicho ninguna de tus fantasías.
—No tengo ninguna.
—Oh vamos, todos tenemos una. Ya hicimos la mía, muchas veces por cierto; así que ahora quiero
saber la tuya.
Bruno sonrió pensando en todas las veces que había tenido a Gabriel atado y a su merced. Ya no
solo se limitaban a las corbatas, en casa de Bruno tenían todo tipo de amarras y esposas para el goce
de ambos.
—De verdad no hay nada que desee —dijo acariciando con languidez a Gabriel—. Por mucho
tiempo mi mayor fantasía fue volver a estar contigo. Y esa fantasía ya se hizo realidad.
—Debe haber algo más, —dijo Gabriel, levantando la cabeza para mirarlo—, tal vez algo por lo
que sientas curiosidad.
—Mmm… tal vez —dijo avergonzado y lamentándose de haber abierto la boca. Conociendo a su
novio, sabía que Gabriel no descansaría hasta saber lo que deseaba.
—Oh, santo cielo, te sonrojaste, ¡lo sabía! —dijo Gabriel triunfante— ¿Qué te gustaría probar?
—Es… nada, no tiene importancia.
—Sí la tiene. Ahora me tendrás que decir o no podré dejar de pensar en las posibilidades. ¿Qué es?
—Es algo simple —dijo de inmediato—, no pienses que quiero algo muy retorcido. Solo que a
veces he pensado en si tú podrías… ya sabes… hacerme el amor.
—¿Eso es todo? ¿Quieres probar ser pasivo?
—Sí, me gustaría intentarlo contigo.
—Lo haré con gusto, aunque espero que no te quede gustando. No me molesta hacerte el amor de
vez en cuando, pero prefiero estar abajo.
—No te preocupes por eso, seguiré haciéndote el amor, como tanto te gusta, pero probar una
vez… —habló con honestidad pero no pudo evitar tensarse al pensar en estar abajo.
—Okey —dijo Gabriel incorporándose— ponte boca abajo.
—¿Así nada más? —preguntó, fingiéndose ofendido— ¿Ni siquiera me darás un beso primero?
—Date la vuelta tonto —le dijo Gabriel, dándole una palmada en el trasero—. Voy a darte un
masaje primero, estas muy tenso.
Bruno se recostó boca abajo y Gabriel se sentó desnudo sobre sus caderas con su pene rozando su
trasero de manera deliciosa. Cerró los ojos para disfrutar de las maravillosas manos de Gabriel
sobre su tenso cuerpo; Gabriel comenzó a masajear sus hombros y brazos; intercalaba sus masajes
con caricias y besos lánguidos, haciéndole el amor dulce y suavemente; luego bajó por toda su
espalda, acariciando, lamiendo y besando todo el camino hasta su espalda baja.
Bruno ya estaba hecho una masa en las manos de Gabriel, pero se tensó cuando su novio bajó las
manos y masajeó sus nalgas; Gabriel las separó un poco, pasando el pulgar por su entrada, logrando
que Bruno casi saltara de la cama.
Sin quitar su mano, Gabriel se recostó sobre su espalda y besó su cuello y su oreja.
—Tranquilo, amor —susurró en su oído— sé que estoy en terreno virgen, tendré cuidado.
Gabriel cogió el lubricante y Bruno volvió a cerrar los ojos.
—No... no es exactamente terreno virgen —susurró.
—Dedos y lengua, no cuentan... —dijo Gabriel, metiendo con suavidad un dedo en su entrada.
Bruno gimió ante la agradable intrusión y se relajó dejando que las sensaciones se apoderaran de
su cuerpo. Gabriel lo preparó con cuidado hasta que finalmente lo penetró con tres dedos. Bruno
gimió más alto cuando Gabriel rozó su próstata.
—Gírate, amor —dijo Gabriel besándole el cuello.
—¿Podemos hacerlo así? ¿Por favor?
—Como quieras —dijo Gabriel.
Bruno levantó las caderas y se preparó mentalmente para sentir a Gabriel. La idea de pedirle a
Gabriel que se detuviera llegó a su mente, pero era algo que Gabriel también quería, y él le daría a su
novio todo lo que quisiera.

Gabriel besó a Bruno una vez más antes de posicionarse en su cálida entrada. La petición de Bruno
lo había sorprendido mucho, su novio era y siempre había sido activo en la cama, así que poder
hacerle el amor era una grata sorpresa.
Cuidadosamente, centímetro a delicioso centímetro, penetró el virgen trasero de Bruno, que gimió
de placer y se empujó más hacia su pene, Gabriel lo dejó tomar su placer hasta que se acostumbrara a
la sensación.
Cuando Bruno gimió frustrado, Gabriel tomó las riendas y penetró a Bruno una y otra vez.
—Oh por dios… Gabriel… Sí…
La sensación era increíble, Gabriel prefería estar abajo cuando hacían el amor, pero era muy
agradable darle aquel placer a su pareja. Bruno era un hombre sexy en cualquier circunstancia pero
excitado y entregado a él era sin dudas la visión perfecta.
—Oh por dios… ya no aguanto —Bruno gimió con voz ronca.
—Vente conmigo —dijo casi sin aliento.
—¡Sí! oh sí, maldición…
Bruno se corrió ruidosamente, sorprendiéndolo. Su novio solía ser el callado en la cama, pero esta
vez no se contuvo y expresó todo su placer efusivamente. Gabriel se corrió también, dejándose caer
sobre la espalda de Bruno.
—Santo cielo, esto cada vez se vuelve mejor —le dijo a Bruno, besando su cuello.
—Increíble —susurró Bruno.
—Sí, me retracto de lo que dije, si quieres volver a hacerlo de esta manera, lo haremos una y otra
vez.
Gabriel siguió besando a Bruno, en la espalda, el cuello, el rostro, cada parte que sus labios
alcanzaban.
Pero el dulce momento se volvió amargo, cuando notó las lágrimas que Bruno trataba inútilmente
de ocultar.
—¿Bruno? ¿Estás bien? ¿Qué te pasa?
—No me pasa nada —dijo Bruno, tratando de parecer tranquilo. Pero la voz ronca y las lágrimas
en sus ojos lo acusaron.
—Dime que está mal… ¿Te lastimé?
—Por supuesto que no me lastimaste. Es solo que pensé que sería diferente, pero se sintió muy
bien que me hicieras el amor.
—¿Y eso te pone triste? —preguntó confundido.
—Me trae malos recuerdos —dijo con voz triste.
—¿Por qué? —Bruno no contestó y trató de esconder su mirada— Háblame, amor. Puedes
contarme lo que sea.
Bruno pareció dudar unos minutos antes de hablar, pero al final lo hizo con la voz baja y
avergonzada.
—¿Recuerdas cuando me preguntaste si había intercambiado sexo por drogas?
—Sí —dijo, conteniendo un nudo que se formó en su garganta.
—Lo hice más de una vez, y no solo por drogas, también lo hice por dinero —dijo Bruno,
avergonzado—. Cuando Darío y yo nos quedábamos sin dinero y sin drogas, solíamos ir a un lugar
donde van los chicos a prostituirse.
Gabriel contuvo el aliento frente a la confesión de Bruno.
—Al principio solo hacíamos pajas. También había clientes a los que les gustaba mirar; nos
pagaban por vernos a Darío y a mí haciéndolo o tocándonos. Al principio ese era nuestro límite, pero
después de un tiempo, ya no nos importaba tanto, estábamos tan desesperados por dinero y drogas
que se la chupábamos a quien nos pagara. Nunca me acosté con ninguno, era Darío quien solía
hacerlo. Sé que a él tampoco le gustaba, pero lo hacía para que yo no tuviera que hacerlo.
—Te protegía… —dijo sorprendido.
—Sí, lo hizo. Sé que no tienes la mejor opinión de Darío, pero era un gran amigo y siempre me
protegió cuando estuvimos en la calle.
—¿Así se contagió el VIH?
—Nunca lo supimos. Pensé que había sido porque Darío solía usar drogas intravenosas; se supone
que utilizaba condones, pero cuando estaba muy enfermo me confesó que no siempre los uso, porque
había clientes que le ofrecían más dinero para no usarlos, así que pudo ser por cualquiera de las dos
formas.
Gabriel recordó en esos momentos las palabras de Bruno cuando le estaba haciendo el amor: No
es exactamente terreno virgen.
—¿Nunca te acostaste con ninguno? —Gabriel hizo la pregunta sabiendo la respuesta.
—Había un tipo que le gustaba mirar, usualmente se tocaba mientras Darío y yo lo hacíamos. Ese
mismo cliente nos levantó una noche y yo pensé que quería lo mismo de siempre, pero esta vez
quería otra cosa. Quería hacerlo conmigo y que Darío mirara.
—Y lo hiciste.
—Sí… Al principio me opuse, incluso Darío se ofreció él y que yo mirara, pero dijo que no y nos
ofreció más dinero. Llevábamos varias noches en la calle y no habíamos comido desde el día
anterior. Además sentí que era mi turno de ganarme el dinero y no dejar que Darío lo hiciera
siempre, así que al final accedí. Nunca había sido pasivo, era mi primera vez.
—¿Te lastimo?
—No. Fue cuidadoso.
—Pero no te gustó.
—Lo odié —dijo dejando caer unas lágrimas—. No lo disfruté nada, solo cerré los ojos y dejé que
él hiciera lo que quisiera conmigo. Cada segundo recé para que terminara rápido, pero el hombre se
demoró una eternidad en acabar. Me sentí tan desesperado que solo quería llorar. Solo me contuve
porque tenía miedo de que no nos pagara si notaba que me desagradaba, así que, cerré los ojos y traté
de imaginar que eras tú. Fue la única manera en que pude soportarlo. Cuando todo terminó, en lo
único que podía pensar era en cuanto lamentaba no habértelo pedido antes. Desee mucho que tú
hubieras sido el primero.
—Lo siento, amor —le dijo besándolo con dulzura— lamento que tuvieras que pasar por todo eso.
—¿No me odias por lo que hice? —preguntó Bruno, preocupado.
—Nunca podría odiarte. Lo único que odio es no poder borrar de tu memoria los malos recuerdos,
no me gusta verte sufrir.
—Es lo menos que merezco, hice mucho daño a mucha gente.
—También te hiciste daño a ti mismo, Bruno. Debes dejar de castigarte por el pasado. ¿No crees
que es hora de que te perdones a ti mismo?
—Lo intentaré —dijo con una sonrisa triste— aunque quisiera borrar muchas cosas de mi pasado.
—Ya no puedes borrar lo que pasó, pero puedes tratar de no repetir los errores del pasado.
—Nunca lo haré. Lo que te prometí, lo dije en serio. Jamás volveré a lastimarte como lo hice. Esta
vez lo sé. No volveré a ser débil.
—Eres más fuerte de lo que tú mismo crees, Bruno. Sé que no volverás a herirme, confío en ti.
—Aún me parece increíble que me perdonaras. Me hace sentir el hombre más afortunado del
mundo.
—Yo me siento de la misma manera —dijo abrazando a Bruno y quedándose en sus brazos— Te
amo, Bruno.
—Y yo a ti, Gabriel —respondió Bruno, abrazándolo aún más cerca— Por siempre y para
siempre, amor.
Capítulo 19

Más tarde aquella noche, Bruno y Gabriel estaban viendo televisión abrazados.
—No quiero irme —murmuró Bruno.
—Yo tampoco quiero que te vayas.
—Quiero quedarme a tu lado esta noche. Si fuera por mí, me quedaría para siempre.
—Lo sé amor, pero después de lo que pasó con Nelson, no me atrevo a preguntarle a David qué le
parecería que otro hombre viviera con nosotros.
—Pero yo no soy Nelson. Él confía en mí y sabe que jamás actuaría como Nelson.
—Yo también confío en ti, pero tal vez es demasiado pronto. Solo ha pasado un año desde que
David me contó lo sucedido y solo unos meses desde el juicio.
—Quizás ni siquiera le importe, últimamente David pasa casi todo su tiempo con Max.
—Lo sé y me preocupa. Max ha sido una buena influencia para él, pero tengo miedo de lo que
suceda con David si su salud no mejora.
En esos momentos la puerta se abrió y David entró a la sala cabizbajo.
—Hola David —saludó Gabriel—. ¿Ya comiste? ¿Quieres que te prepare algo?
—No tengo hambre —dijo sentándose frente a ellos.
—¿Estás bien? —preguntó Bruno.
—No —dijo David a punto de llorar.
Gabriel se levantó enseguida y fue a su lado. Tomó sus manos cariñosamente y David las apretó
suavemente.
—¿Qué pasó?
—Escuché a la mamá de Max hablando por teléfono… Ella… Ella dijo que médicamente, no hay
nada que puedan hacer por Max, que está desahuciado.
Gabriel sintió un nudo en su estómago. A aquel hermoso muchacho se lo llevaría el cáncer en unos
pocos meses.
—Lo siento mucho, David —dijo sentándose junto a él y abrazándolo.
Se sintió muy bien, cuando David se acercó más a él y le devolvió el abrazo. Gabriel no pudo
evitar alegrarse, de que la relación con David hubiera sanado al punto de que le permitiera abrazarlo.
Ese era un regalo que jamás daría por sentado de nuevo.
Sabía que David estaba conteniendo las lágrimas y Bruno también debió notarlo, porque se levantó
y fue hacia ellos, le dio un beso en la frente a Gabriel y le hizo cariño a David en la cabeza.
—Voy a preparar té —dijo Bruno yendo hacia la cocina.
Bruno siempre se comportaba así con David, era cariñoso, pero jamás lo tocaba o sobrepasaba los
límites de la confianza que poco a poco se había ganado con David.
—No es justo —dijo David con la voz apretada.
—No, no lo es. Nunca las enfermedades son justas y son más incomprensibles cuando atacan a los
que amamos.
—Ya no sé cómo ayudarlo —dijo llorando.
—Solo estando a su lado. A veces es lo único que podemos hacer.
—Tío Gabriel… Max me gusta.
—Lo sé, es tu mejor amigo.
—No solo como amigo —dijo mirándolo— Me gusta como… ya sabes, como novio.
—¿Max es tu novio?
—No, creo que yo también le gusto, pero no sé qué hacer. Quiero decir, él va a…
Max iba a morir.
—No puedo decirte que hacer, David. Es tu decisión, pero debes tener presente que Max va estar
muy enfermo, más de lo que ya lo viste este año.
—Lo sé —dijo David, con un nudo en la garganta.
Gabriel sabía que David probablemente estaba pensando en su mamá y en todos los meses de
agonía hasta el día de su muerte.
En esos momentos Bruno salió de la cocina con dos tazones de té y los dejó frente a ellos.
—Gracias, Bruno —dijo David cogiendo su tazón y bebiendo el té.
—Es hora de que me vaya —dijo Bruno desanimado—. Ya es tarde.
Gabriel se levantó y abrazó a Bruno, su novio le devolvió el abrazo y besó su cabeza. No quería
dejarlo ir. Aquel día había sido especialmente emotivo para ambos, y quería más que nunca dormir
en los brazos de Bruno. Pensó que tal vez si hablaba con David, solo por esta vez, su sobrino
aceptaría que Bruno se quedara. Estaba a punto de pedirle a Bruno que se quedara cuando David
habló.
—Bruno, ¿por qué nunca se queda a dormir? —preguntó David.
—Bueno, porque… —Bruno lo miró y Gabriel le devolvió la mirada, ambos pensando lo mismo.
—¿Por mi? —preguntó David sorprendido— ¿Por qué?
—No quiero imponer otro novio en nuestra casa. Te prometí que jamás nadie te haría sentir
incómodo nuevamente.
—Pero Bruno no me hace sentir incómodo. Él siempre ha sido respetuoso. Además, ahora no seré
tan idiota y diré si alguien me hace sentir incómodo.
—No fuiste idiota, David, solo un niño asustado —dijo Bruno.
—Bueno, ya no soy un niño y sé que si se comportara como lo hizo el asqueroso, mi tío le
romperá la nariz.
—Claro que lo haría —dijo Gabriel.
—Bien, entonces, quédese si quiere. Incluso si quieren vivir juntos, ahora o más adelante, no es
problema para mí.
—¿Estás seguro? —preguntó Bruno— Porque no quiero volver a separarme de Gabriel. Si me
aceptas aquí, será definitivo.
—No sé si lo estoy, pero no quiero que estén separados por mi culpa. Si esperan hasta que esté
libre de traumas nunca podrán estar juntos.
—Entonces… ¿Me aceptan como parte de su familia? —preguntó Bruno, esperanzado.
—Bueno, en realidad… —dijo David— Como que ya lo siento parte de esta familia desde hace
mucho tiempo, pero si necesita que sea oficial: Bienvenido a nuestra pequeña y poco convencional
familia.
—Gracias, David. Tus palabras me hacen muy feliz. Te prometo tratar de que todo sea lo menos
difícil para todos.
Después de aquella conversación, Bruno no perdió tiempo y fue a su departamento a buscar unas
pocas cosas para quedarse unos días; y esperarían el fin de semana para traer el resto de sus cosas.
Gabriel se quedó un rato viendo televisión con David mientras esperaba que Bruno volviera.
Gabriel aún no podía creer que se hubiera estado ahogando en un vaso de agua, cuando lo único que
tendría que haber hecho era haber hablado antes con David. Eso le enseñaría lo importante que era la
comunicación en su pequeña y poco convencional familia, como la llamó David.
—Ya me voy a acostar —dijo David, cogiendo su taza de té y levantándose del sofá—, me voy a
levantar temprano mañana para acompañar a Max al hospital.
—Está bien. Que duermas bien… Y gracias, David. Gracias por aceptar a Bruno.
—Por mi está bien, Bruno es genial. Solo no hagan mucho ruido cuando se acuesten o me
traumaré más de lo que ya estoy.
Poco después de que David se fuera a acostar, Bruno volvió con dos bolsos llenos de sus cosas.
—El bolso pequeño son algunos documentos y libros ¿te molestaría que los deje en tu oficina?
—Nuestra oficina, Bruno. Y no me molesta para nada. Es más, lo llevaré por ti, mientras tú subes
tus cosas a nuestra habitación.
Bruno subió rápidamente las escaleras y Gabriel llevó las cosas de Bruno a la oficina. Decidió
ayudar a su pareja a desempacar, así que cuando vaciaba el bolso, entre algunas carpetas y libros, se
encontró la foto enmarcada de Darío, la que solía estar en la oficina de Bruno. Gabriel sabía que
Bruno ahora tenía una foto suya en la oficina, pero nunca le preguntó donde había quedado la de
Darío.
Se quedó parado mirando con detenimiento la foto de Darío. En la imagen no debía tener más de
veinte años y sonreía despreocupado; Bruno le había contado que Darío había muerto con solo
veinticuatro años, demasiado joven y guapo. Una verdadera desgracia.
Volvió a mirar la fotografía y se dio cuenta que ya no sentía los mismos celos de antes. Tal vez
porque ahora sabía que Bruno siempre lo había amado a él y que nunca había amado a Darío.
Recordó lo que Bruno le había contado aquella tarde: como Darío se había prostituido para
proteger a Bruno y entonces comprendió también muchas cosas.
—¿Siempre lo amaste, verdad? —le preguntó a la fotografía— Por eso lo protegiste. No era solo
por amistad… lo amabas, siempre lo amaste.
Suspiró al pensar en cuanto le debía a Darío.
—Gracias por cuidarlo… Te prometo que él estará bien ahora. Yo cuidaré de él.
Por unos segundos le pareció que Darío se veía aún más feliz en la fotografía y una brisa le rozó
la mejilla.
Dejó la fotografía sobre el escritorio confundido y se sobresaltó cuando sintió el cuerpo grande y
fuerte de Bruno abrazarlo por la espalda.
—No es necesario que la dejes sobre el escritorio —dijo Bruno cuando vio la fotografía— Puedo
guardarla entre mis cosas.
—Quiero que esté allí —dijo girándose y quedando frente a frente con Bruno—. Darío fue parte de
tu vida y se ganó el derecho a ser parte de tus recuerdos también.
—Gracias, es algo muy lindo de tu parte. Cada día logras que te amé más y más, Gabriel.
—Y yo a ti, Bruno —dijo levantando el rostro para un dulce beso de Bruno— Estoy tan feliz de
que por fin te quedes aquí, pensé que este día nunca llegaría.
—Yo también lo estoy. Más vale que estés seguro de esto. Ya escuchaste lo que le dije a David, si
me aceptas aquí, será definitivo, si por mi depende, estaremos juntos para siempre.
—Para siempre suena muy bien para mí. ¿Esa es una promesa?
—La más sagrada que he hecho.
Bruno le regaló otro de sus dulces besos y el corazón Gabriel se hinchó de alegría.
Al final, Gabriel tenía razón al pensar que si podían superar la adicción de Bruno, todo estaría
bien. Porque Bruno había superado su adicción y todo estaba más que bien.
Todo parecía más brillante y maravilloso que nunca.

FIN
OTROS LIBROS DE LA AUTORA
CALOR DEL ALMA

Marco quedó viudo hace varios años, su novio Tomy, murió trágicamente en un accidente,
dejándolo solo y devastado. Cuando conoce a Erick, un guapo obrero muy parecido a su Tomy, no
puede manejar la situación y a pesar de la fuerte atracción que siente por Erick, hace todo lo posible
por mantenerse lejos de él. Porque Marco está seguro que jamás volverá a enamorarse y amar a
alguien tanto como amó a su esposo.
Erick ha soñado por mucho tiempo con un hombre como Marco, es el hombre más guapo que ha
conocido y además es igual a su actor favorito, pero lamentablemente hay varias circunstancias que
lo alejan de él: Su pasado, su clase social y además de todo, Marco es su jefe.
Cuando a pesar de todo comienzan una relación y creen que todo estará bien, el pasado vuelve a
afectar su relación y probablemente, también su futuro.
Consig uelo en : http://www.khabox.net/?product=calor-del-alma-1

OTROS LIBROS DE LA AUTORA

CON EL DOLOR DE MI ALMA

Cuando Gabriel y Bruno se conocen, se enamoran profundamente en poco tiempo, a pesar de que
Bruno debe lidiar con los problemas que le trae salir del closet y Gabriel debe superar los celos que
siente por el primer amor de Bruno.
Pero cuando los verdaderos problemas comienzan, y los demonios de Bruno reaparecen, Gabriel
deberá luchar por recuperar la relación perfecta con la que ambos soñaron, o asumir una nueva
realidad y preocuparse por su futuro, aunque eso signifique perder a Bruno.
Consig uelo en : http://www.khabox.net/?product=con-el-dolor-de-mi-alma-2

Acerca de la Autora
Xaviera Taylor es ingeniera y vive en Santiago de Chile. Es adicta a los libros, especialmente a los
románticos. Le gusta el mar y su sueño es algún día vivir en una ciudad costera.
En su tiempo libre, disfruta de viajar, cocinar cosas dulces, hacer yoga y crear historias acerca de
hombres guapos y enamorados.
Hace unos años, comenzó a escribir en blogs relatos que por lo general tienen una buena dosis de
drama; le gustan los finales felices y los personajes imperfectos pero adorables, que deben superar
sus miedos para estar con la persona que aman.
Es una romántica incurable y aún espera que el príncipe azul llegue a su puerta.
WEB
http://xavierataylor.khabox.com
Facebook
http://es-la.facebook.com/xaviera.taylorlibros

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