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Quintana.

Revista de Estudos do
Departamento de Historia da Arte
ISSN: 1579-7414
revistaquintana@gmail.com
Universidade de Santiago de Compostela
España

Vila Leirós, José Luis


MÚSICA EN LAS CALLES
Quintana. Revista de Estudos do Departamento de Historia da Arte, núm. 13, 2014, pp.
379-380
Universidade de Santiago de Compostela
Santiago de Compostela, España

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=65342954024

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MÚSICA EN LAS CALLES
José Luis Vila Leirós
Universidade de Santiago de Compostela

Sin duda fueron extraordinarios algunos drá que pasar por el tribunal musical de F.I.L.O
conciertos que tuvimos la oportunidad de disfru- + los Barmer Boys. De hecho, la inserción de
tar en fechas recientes en las calles de Santiago los hindús en el free anterior generó un cuerpo
de Compostela. Gracias al marco prestado por el musical nuevo movido únicamente por compli-
festival Feito a man, el día 5 de agosto tocaron cidades melódicas o rítmicas, de manera que
en una plaza de la ciudad primero el trio gallego la improvisada formación improvisaba la forma
de jazz Sumrrá y después los rajastanís Barmer que formaba. Y, mientras disfrutaba, la emoción
Boys. La noche resultó inolvidable gracias a la se dibujaba en unos rostros que, por momentos,
mezcla de jazz y folk hindú aderezada con mú- rozaban las lágrimas.
sica sufí y jams de beat-boxing. Especial aten- Hace pocos días, el jueves 10 de septiembre,
ción merecen los Barmer Boys. El interlocutor y en la colaboración generada entre los festivales
del grupo a duras penas conseguía comunicarse WOSINC y Curtocircuito, se pudo asistir a una
en inglés con el público pero, como se aprecia proyección gratuita de cortos experimentales en
en los videos del YouTube, eso no impidió que la Plaza de la Quintana. La gente paseaba en las
desatasen toda una epidemia rítmica, danza del cercanías de la catedral, pero también en las de
vientre incluida, que acabo contagiando al pú- una pantalla de la que emanaban, hacia la calle,
blico presente. latigazos de abstracción que provocaban una
Al día siguiente, en otro rincón de la ciudad, extraña unión entre tecnología y tradición, en-
la formación F.I.L.O, otro trio en el que repetía el tre lo digital y la piedra. Incluso el borracho que
batería y performer de Sumrrá, Luis Alberto Ro- pasaba por delante de las proyecciones obstacu-
dríguez (L.A.R.), volvía a provocar los entusiasmos lizando su visión formaba parte de esta extraña
del público con el proyecto de llevar la música al unión, así como lo hacían los turistas desconoce-
exterior propuesto por Feito a man. Aquella tar- dores de la geografía local que seguían sus oídos
de se apostó por un extraño híbrido de free jazz y encontraban con sus ojos un espectáculo ante
con rock y noise que debió servir como irresistible el cual demorarse.
atractivo para que apareciesen por la calle unos El poso de estas experiencias callejeras me
despistados Barmer Boys. Estos se sentaron a es- recuerda en cierto sentido a Treme, la serie de
cuchar la música de F.I.L.O hasta que, espontá- los creadores de The Wire. En la misma plasma-
neamente, fueron invitados a unirse a ellos para ron, con una veneración pocas veces igualada
improvisar en conjunto. Al hacer la invitación, en la televisión, la sacralidad de la música en
L.A.R. dijo algo así como «no sabemos lo que va la cultura de Nueva Orleans. Plasmaron la vida
salir ahora, no sabemos lo que va a pasar, y eso es que le proporciona a la ciudad, pero también la
lo bonito, ¿no?». Y lo que sucedió fue un acon- miseria y la pobreza, el desprecio y la falta de
tecimiento que sigue abrasándome la memoria valoración a la que músicos y otros artistas se
hoy, una de las experiencias musicales más po- ven expuestos. Músicos que tienen su hogar en
tentes que he podido presenciar y que apenas fue las calles y muchas veces se ven obligados a vivir
secundada por una treintena de personas. en ellas, cuyo único reconocimiento son las con-
Si desde ahora cualquier música intenta en- tadas monedas que caen sobre la funda vacía de
cajar con la idea de «fusión» en mi mente ten- un instrumento.

­QUINTANA Nº13 2014. ISSN 1579-7414. pp. 379-380


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José Luis Vila Leirós Música en las calles

Barmer Boys

Así las cosas, tales experiencias, tanto las la calle) y mucho menos de salud. En definitiva,
compostelanas como las de Lousiana, tienen cabe lamentarse de que no se perciban los ries-
mucho mérito. Digamos que con ellas se con- gos de una interpretación casposa del «bienes-
sigue algo de lo que normalmente se ve priva- tar», interpretación que está mucho más cerca
da la existencia cotidiana, seria, responsable y de una moral puritana que del necesario fomen-
diurna, sin imágenes extrañas y «sin ruidos» (o, to de la sociabilidad por parte de los poderes
más bien, con aquellos simplemente inevitables): públicos.
se consigue vida en las calles. Una vida que por Hay quien se queja del «ruido» en las calles y,
motivos y catástrofes varias a día de hoy está se- muchas veces, lo hace quien quiere estar a gusto
riamente amenazada. en casa, quien quiere que el afuera permanezca
Casi no se perciben las consecuencias que en silencio. Ningún lugar en el que estar tan có-
puede tener para una ciudad el enfriamiento modo como el hogar aunque en muchas ocasio-
de sus calles y sus locales, la muerte lenta que nes se esté aburrido. No es que la calle no pueda
comienza a acaecer el día en que estos dejan ser también aburrida o molesta, pero en ella se
de ser lugares de celebración colectiva. En la se- incrementan las probabilidades de un encuentro
rie Treme asistimos a las constantes agresiones incierto, de una pantalla, de una improvisación...
de los músicos por parte de la policía de Nueva ¿Qué importancia tiene estar cerca de tales
Orleans y, salvando las distancias, en Santiago acontecimientos, de tales desconocidos y de lo
de Compostela hace poco que se aprobó una desconocido? No solo se trata de música, festi-
normativa municipal según la cual no se pueden vales, folklore y videos, sino de algo que alcanza
dar conciertos en ningún lugar sin permiso ex- a la comunidad y la involucra en una cultura y en
preso del gobierno local. De manera que, poco su arte. ¿Qué podemos esperar de todo ello si
a poco, remite la alegría musical en pos de una no solo no queremos vivir la calle, sino tampoco
supuesta altisonante «salud pública» que tiene que otros la vivan? ¿Qué esperar si no sabemos
poco de pública (no hay lugar más público que ponerle música a la vida?

­QUINTANA Nº13 2014. ISSN 1579-7414. pp. 379-380

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