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Amelia C. Salinas R.
Índice
Lo único que escuchaba era su propia voz. Hacía ya mucho tiempo desde
que vivía inmersa en su propio delirio. Tras aquel castillo en ruinas vivía
una ingenua niña, de corto cabello rubio y vacíos ojos oliva. Ensimismada
en su letargo de nunca acabar, jamás habría de notar que una mirada
sombría la asechaba desde la sombras…
Alicia, es hora de despertar.
Cantaba día tras días la misma canción, sentada entre la maleza de lo
que, en tiempos de gloria, había sido un lindo jardín. Su voz divina e
inmaculada encantaba a cualquiera que la escuchase; hasta los ruiseñores
revoloteaban alegres a su alrededor al ritmo de su animada canción, mas
la joven no los veía. Soñando despierta, en su mente reproducía la tierna
imagen de su familia, ahora calcinada entre los escombros del lúgubre
castillo. Podía verlos aplaudir y vitorear su hermoso canto. Inocente
niña, era incapaz de saber que con su suave melodía realmente había
cautivado al peor de los monstruos.
Alicia, dueña del desconsuelo, ¡despierta ya!
Sumergida en su locura, observó con asombro como el escenario cambiaba
y ahora un maravilloso camino de rosas se extendía a sus pies. Eran
rosas brillantes, preciosas, de todos los colores, y al final de aquel
camino se hallaba el valiente caballero de armadura impecable, ese con
el que siempre había soñado, sosteniendo con delicadeza una rosa roja
frente a ella. Alicia sonrió, sin poderlo creer, y por primera vez en
mucho tiempo se puso de pie, caminando hacia su amado. Pobre
infeliz… Aquello no era más que una vil de su insana imaginación. Su
depredador y más fiel admirador la esperaba con el puñal en sus manos
y una sonrisa triunfante.
Alicia, amante de lo imposible, no des un paso más…
Risueña, ella quiso tomar la rosa, sin embargo, su amante al verla y
tenerla cerca no se pudo controlar…
«Mas su sueño aún está por terminar… Aquel extraño país hoy a
sus pies está…»
El sueño que fue oprimido
[La última Alicia]
Hubo una vez un sueño, uno muy pequeño, que deseaba ser recordado
por siempre. Para ello, se inmiscuía en las mentes de las personas,
arrebatándoles la inocencia, la cordura, la vida… Aprisionándolos a
todos en un extraño mundo distorsionado donde habrían de permanecer
hasta su último aliento. Y yo, jajá, yo no fui la excepción.
(La primera frase del siguiente párrafo es ininteligible, pero se puede
deducir que dice algo como: “¡Los consumirá a todos!”).
Yo he estado acá por mucho tiempo, sólo observando; esperando el
momento adecuado para actuar. He visto morir a varias: la primera,
intentado escapar, ¡idiota! ¡¿Por qué querrías escapar del País de las
Maravillas?! La segunda, carcomida por el delirio, ¡pobre de ella, su
débil mente fue incapaz de aceptar la perfección de este mundo! La
tercera estuvo a punto de triunfar, aún después de ceder a la locura,
mas su propia maldad psicótica la llevó a la boca del monstruo; ¡fue
cazador cazado, jajaja! (Lo que sigue son trazos frenéticos, sin
distinción lógica alguna). Y el número cuatro, oh… ellos pudieron con
la tercera, hermanos malignos de sangre fría. Los puedo observar desde
aquí, ahora, desde mi lugar secreto. Están frente al cuerpo inerte de
aquella Alicia, danzando sobre la sangre esparcida por el suelo de este
oscuro palacio. ¡Y ríen! ¡Están riendo! Jajá, yo los veo, mas ellos no
me pueden ver. Creen que han ganado, que la victoria es suya, ¡y lo
celebran! ¡Los malditos están celebrando! Pero yo… já, yo no he
permanecido tanto tiempo acá, en silencio, para ver triunfar a otros,
¡no, no, no! Este mundo carmesí debe ser mío… Este sueño, este
infame sueño que acabó con todo lo que yo era y se adueñó de mi alma,
ahora podrida, va a ser mío, ¡lo será! Y como prueba de ello es que
escribo estas desdibujadas líneas con mi propia sangre sucia,
¡envenenada por el sueño que acabó con mi vida!
(Lo siguiente se haya escrito en letras muy grandes, distorsionadas,
ocupando gran parte del pedazo de papel. Parece decir: “¡Los
destruiré!”)
Me arrastro, me acerco a ellos. El hálito de complacencia en que se
envuelven me hace querer vomitar. Parecen muñequitos de porcelana a
juego, con su ropa a la medida y el cabello perfectamente peinado.
Estoy cerca, tan cerca. Puedo incluso embriagarme con el aroma a lirios
que expiden, y ellos siguen sin verme. Jajaja, ¡será su propia inocencia
la que los lleve al infierno!
El momento ha llegado. Finalmente, decido levantarme. Ellos me notan
casi enseguida, entonces oculto la brillante daga de plata tras mi vestido
sucio, roto en jirones, y sonrío. Sonrío como nunca antes lo había hecho,
toda grácil y refulgente. Ellos se miran extrañados, sin embargo, me
devuelven la sonrisa, y se acercan, tomados de la mano, como criaturas
inofensivas. Ilusos, ¡yo no caeré en su trampa! Doy un paso más al
frente y ellos comparten otra mirada, una cómplice, acompañada de una
media sonrisa; lucían como el par de enfermos asesinos que son,
decidiendo sin palabras cómo matar a su nueva víctima. Já, ellos no
tienen ni idea… (De nuevo, trazos frenéticos, seguido de letras muy
pequeñas, apenas distinguibles. La frase alega: “¡Pintaré con su sangre
todas las paredes!”).
Revelo mi arma, empuñándola con firmeza, y en un segundo, la incrusto
en el ojo izquierdo de ella. ¡¿Qué te parece?! ¡Con sólo teñir tu
cabello podrías imitar a la Tercera! ¡Jajaja! Esa falsa Alicia cae al suelo,
soltado un gran alarido, retorciéndose del dolor. La sola imagen me lleva
al éxtasis, haciéndome querer retratarla para así poder observarla por
siempre. A duras penas la dejo de lado, enfocándome entonces en él.
Me está mirando, con ojos desorbitados, dando temblorosos pasos hacia
atrás. Luce tan dulce y frágil que me hace desear engullirlo. ¿Y por
qué no? ¡Seré la ama y dueña de este mundo majestuoso! Camino hacia
él, serena, suprimiendo mis deseos por devorarlo, sin dejar de sonreír
jamás. Él intenta alejarse aún más rápido y cae, presa del terror, hecho
un manojo de nervios. Me detengo frente a él y le ofrezco una de mis
manos para ayudar a levantarlo. Duda, pero la toma; en sus ojos puedo
ver la confusión. Y es tan hermoso. Sus facciones de niño, su nívea piel,
su párvula boca… ¿Acaso podría hacerlo mi Rey? Dejo un beso en sus
tiernos labios y aprisiono su garganta con ambas manos. Me maravillo
viéndolo perder lentamente el aliento mientras los gritos de su hermana
mayor resuenan de fondo, como la mejor pieza musical nunca antes
escuchada. Su rostro inmaculado se colorea de violeta y sus débiles
piernas flaquean y ceden, cayendo así sobre sus rodillas. Aprieto más
fuerte y sus manos buscan detener las mías, en un vano intento por
salvarse. Pero ya es demasiado tarde; la vida se le ha escapado. Con
delicadeza, dejo reposar su cuerpo sobre el suelo y me doy cuenta de
que comerlo sería un desperdicio. Será mi Rey, para toda la eternidad...
Me pongo de pie y me dirijo hacia ella, aun agonizante, bañada en su
propia sangre. De pronto, la sabiduría me ilumina; ¡la falsa Alicia
reemplazará a su hermano en el festín de mi bienvenida! Tomó la daga
y cortó su cabeza, sus brazos, sus delgadas piernas… (Letras difusas,
se entiende algo como: “¡Ya nada puede contra mí!”).
Más tarde, cuando la luna escarlata esté alta en el cielo de ébano, daré
inicio a la celebración que me recibirá como primera y única Reina de
este inmundo sueño. Mi Rey estará a mi lado, la cena estará puesta
sobre la mesa y mil almas agonizantes presenciarán mi coronación.
¡Porque gané! ¡La victoria es mía! ¡Yo…! (Hay una pausa abrupta;
mucho espacio en blanco antes del siguiente párrafo).
Hubo una vez un sueño, uno muy pequeño, que deseaba ser recordado
por siempre. Ese sueño ahora es mío, lo domino, lo poseo, hago que
siempre siga mi voluntad. Y tú, jajá, sí, tú, el que está leyendo esto
ahora mismo, pronto también serás mío. Nadie se salva de las
alucinaciones del corazón, nadie se salva de los oscuros delirios del alma,
nadie se salva de la locura… ¡Nadie se salva de caer en este increíble
País de las Maravillas!
¡Te espero a la hora de dormir! xx.
Fin